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1968

Los mitos actuales

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Discurso inaugural del Excmo. Sr. D. José María de Muller y de Abadal, Presidente de la diputación Provincial de Barcelona

DISCURSO INAUGURAL DEL EXCMO. SR. D. JOSE
MARlA DE MULLER Y DE ABADAL, PRESIDENTE
DE
k\. Dl,PUTACION PROVINCIAL. DE BARCELONA
El Excmo. Sr. D. José Mar.la de Muller y de Abadal, Presi­dente de la Dip,ut'ación Provincial de· Barcelona, nos honró no
sokrimlB'nte presidiendo la primera sesión, sino con un brillante
discurso -bn.au.gwral que comenzó con un saludo· a los amigas de
Cíuda,d Católica, al Instituto Filosófico Balmesiano, dirigido por
el
Rvdo. P. Ro,g Gironella, S. J., ya todos los simpatizantes y asis­
tentes; a /os veni,dos de fuera en no•mbre de la Ciudad, que se
extiende en la llanura que va desde. el Tibida/¡o hasta el mar en­
tre
el tem,pfo del Sagrado Cora:.eón del Tibidaho, en el lado de
la
m"ntaña, y, en el ladó del mar, el tem,Ph> de Santa Maria del
M(]Jf, y /;a, basüica de la Merced,· "como si se quisiera i'.ndicar, con
este
mboli.mi,o, que· se va a Cristo, al Sagrada Corazón de Jesús,
par Maria. Per Maria ad Iesum" ; y como Presideme, en• nombre
de. la Diputaci,ón Provmcial de Barcelona, Provimcia. tamb-ién ma­
rimna, puesto que en ella la Virgen tiene ,in Ndestal, como Pa­
trana de Cataluña, en la Mont.afía de Monsermt, y tempfos tan
significativos
co,no· losdet Vinyét de Sitges, de nuestra Señora de la S&o en Manresa, de Santa, María de Querall en Berga y tan­
tos
otro'S.
A contmuadón transcribimos los P'wrrafos más sobresalientes
de
su discurso:
Los cristianos somos a la vez ciudadanos de un Estado y
miembros de la
Iglesia. Obedecemos a dos potestades, a la po­
testad espiritual o eclesiástica, que
anuncia el Mensaje de Cristo
para salvar a los hombres, y a la potestad civil que defiende y
fomenta el orden temporal. Ambas potestades son soberanas en
su género, y su distinción obedece a la que con su verbo sancionó
el mismo Cristo cuando dijo: "Dad a Dios lo que es de Dios
y al César lo que es del César". Pero, como el sujeto pasivo de
ambas
soberanías y de ambas potestades es el mismo, es el hom­
bre, _ es preciso que entre ambas se dé una ·ordenada relación
unitiva, una coordinación,
una armonía. Y. .. ahí es dónde yo veo
reflejada la importancia de
esta. idea, que desarrolla la Ciudad
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DISCURSO INAUGURAL
Católica.. La Ciudad de Dios y la Ciudad del Estado son dos
Ciudades, ciertamente, independientes entre sí,· y soberanas, pero
que deben estar armonizadas, coordinadas. Y lo . que pretende la
Ciudad Católica es que en esta Ciudad de la Tierra se produzca
el Reinado Social de Cristo ; es decir, que se restaure el
prden
s_ocial _cristiario. Y es, precisamente en esta Ciudad así concebida,
en la Ciudad Católica, donde tiene su puesto brillante el hombre
de hoy, donde la Iglesia católica señala
su misión al seglar, al
hombre de este mundo, que cuida también de los intereses tem­
porales en la construcción de la sociedad cristiana.
En el programa de esta VII Reunión de amigos de la Ciudad
Católica
· se reproducen; con gran acierto, dos textos del Conci­
lio Vaticano
II. Uno es de la Constitución Gaudium et S¡res,
lleno de significado: "Tiene, pues, ante sí la Iglesia al-mundo,
·~esto: es, la entera familia ·humana ·cori el conjunto universal de
'1las realidades en_ que
ésta, vive; el. mundo, teatro de 1a histO­
"ria ;huinari_a:, con ·sus afanes, .. fracasos ·y -victorias; el mundo que
"los cristianos·: creen fundado y conservado por ,eJ amor ·del
"Creador, esclavizado bajo la servidumbre del pecado; pero. libe­
"rado por Cristo,. crucificado y resucitado, roto el poder del
"demonio; para -que el mundo se trarisforme según .. el propósito
'1 divino y llegue a
su eonsumación .. ,,
El otro está tomado del Decreto sobre el Apostolado de los
Laicos: "La obra dé la redención .de .Cristo, miéntras tiende de
"por sí a -salvar a los hombres, se propone la restauración inclu­
" so de todo el orden temporal. Por tanto, la misión de la Igle­
"sia nO es sólo anunciar el mensaje de· Cristo y su gracia a los
"hombres, sino también el impregnar. y perfeccionar todo el or­
" den temporal con el espíritu evangélico."
La religión éatólica, por tanto, reconoce una doble atadura
en el hombre: la atadura natural, al mundo en que vive, y la
atadura sobrenatural, a Dios. La religión no desconoce, pues,
este doble lazo. Por un lado, el mundo en el que estamos iumer­
sos, y del cual · nos invita la Iglesia a restaurar el sentido cris­
tiano, en todo el orden temporal; bajo una luz que deriva de
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Cristo. De ahí la cita, optimista y reconfortante de San Juan:
"Y o soy la luz del mundo,. el que me sigue no anda en tinieblas,
"sino que tendrá luz de vida."
El hombre del siglo xx ha de amar, debe de acercarse con
espíritu abierto y optimista a las cosas del mundo. Con sentido
cristiano nos damos cuenta de que incluso el cultivo de las cosas
materiales y temporales nos lleva a Dios, Autor de todo lo
creado.
Donde nace, ciertamente, el error en el mundo actual, como
en los pretéritos, es en amar las cosas de este mundo por encima
de las cosas divinas. Es decir, en adorar en lugar de Dios a
lo que es obra suya, o .a lo que es obra humana, que el hombre
construye. valiéndose , de los instrumentos que Dios. ha puesto
en su mano.
Romper las tablas de la Ley, elevar por encima de lo divino
el
becerro dé oro, es· la equivocación1 · es el mal. Por lo tanto,
hay que comenzar por producir el cambio en el corazón del hom­
bre, que
es el que corrompe la belleza creada por Dios.
Al lado de la atadura natural, perfectamente legítima y que­
rida
pór Dios, está una atadura sobrenatural, objeto de la reli­
gión,
es decir, de la relación . del hombre con Dios. Religíón que
no persigue otra cosa que la . salvación de los hombres. Pero el
error moderno está también en querer crear una religión sin
Dios, una religión que substituya a Dios por el hombre, religión
de un nllevo humanismo, alentada por aquella tentación de la
serpiente : "Seréis como dioses." En esa rebeldía demoníaca es
donde está la perdición 'del hombre. Por eso viene también aquí
perféctamente otra cita que reproduce
el programa: "El huma­
"nismo laico y profano ha aparecido, finalmente, en toda su te­
"rrible estatura y, en un cierto -sentido, ha desafiado al Concilio.
"La religíón del Dios que se ha hecho hombre se ha encontrado
"con la
religíón'--porque tal es-del hombre que se hace Dios."
Palabras de Paulo
VI en la clausura del Concilio Vaticano II.
Y eri este mundo, en el qite vivimos, al que-hemos· de amar,
en el que quiere Dio.s que deseropeñemos nuestro papel, y por El
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y con el esfuerzo para mejorarlo alcancemos la salvación eter­
na, en este mundo, observamos, hoy en día, tres grandes crisis:
Por un lado, crisis de fe, y por otro, crisis de humildad y de
obediencia.
La fe, dijo el Papa en su reciente viaje a Colombia, sufre
la insidia de las corrientes más subversivas del pensamiento mo­
derno, denunciadas en repetidas y solemnes ocasiones --entre
ellas, en carta dirigida al Congreso de Teología celebrado en
Roma en septiembre de
1966----, crisis alimentadas por esos teólo­
gos que recurren a expresiones doctrinales ambiguas y se arro­
gan la facultad de enunciar opiniones propias atribuyéndoles
aquella autoridad que ellos mismos, más o menos abiertamente,
discuten a aquel que,
por derecho divino, posee el carisma mara­
villoso de confirmar en la fe a los hermanos. Fe que, en Europa
como en Hispanoamérica, como en todo el mundo, está expuesta.
a asaltos. Ataque ante el cual os invitamos a la defensa de esta
fe, amenazada no solamente desde fuera, sino que también desde
dentro de nuestra
Iglesia. Especialmente me dirijo a vosotros,
porque formamos parte de esa España que,
en estado de misión,
se volcó en América, cuando apenas habían concluido los ocho
siglos de lucha por la religión, y la cristianizó.
Crisis de humildad. Aquí podríamos traer a colación, ·como
nuestro querido Arzobispo Dr. Marcelo, en sus conferencias
cuaresmales, las palabras del fariseo :
"Y o no soy como los de­
"más hombres.·" ¡ Qué tentación más fuerte! Cuando la postura
del · cristiano es otra, es la actitud del publicano : ''Y o no soy
"digno de alzar la vista ante Ti, ¡ oh Días mío!, porque soy
"un pecador."
Esa hmnildad que, como se decía en la Sánta 'Misa
hace un instante, · está encarnada y magníficamente representada
por la humildad de nuestra Madre -la Virgen Santísima en aquel
Magnifwt: ''porque ha contemplado Dlos la humildad de su es­
"dava, por eso me llaman bienaventurada todas las generacio­
"nes ... , por eso, precisamente, por esa humildad de esclava que
no se atreve ante Dios ni casi -a presentarse como persona.
N esotros, cristianos, nosotros, miembros
y simpatizantes de
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1a-Ciudad Católica, debernos profesar esa virtud en este mundo
:en el que prácticamente ha desaparecido. Humildad ante Dios,
ante_ sus leyes, ante su· Revelación, ante su Iglesia, en la salud
y en la enfermedad, en el fracaso y en la victoria, en la vida
n_,mo en la muerte. La soberbia consiste precisamente en quere1
organizar las cosas de este mundo y de nuestra ciudad civil como
.:.i no estuviésemos en dependenci:l respecto de Dios.
Crisis de obediencia,
porque si la práctica de la virtud de
la humldad nos lleva a la práctica de otra virtud, de la que tam­
bién care::_e -tanto el mundo actual, la crisis de obediencia es con­
secuencia de la falta de humildad. "I,a fe -dice un autor~ así 11art1enaza con desintegrarse. Una Iglesia oculta, clandestina ú
·" subterránea, como gusta llamarse, en algunas naciones se alza
"desobediente y en rebeldía frente a la Iglesia institucional, en
?'pugna· ¡x>-r usurpar los moldes de una fundación cuyas líneas
"de existencia -han sido marcadas por Cristo." Paulo VI, diri­
giéndose al Congreso mundial del apostolado seglar, el 15 de
octubre de
1967, decía textualmente: "Ninguno puede llevar a
"mal que la causa instrumental normal de los designios divinos
"sea la Jerarquía y ·que en la Iglesia la eficacia sea proporcional
"a la propia adhesión a aquellos a quienes Cristo ha constituido
."en guardianes para facilitar la Iglesia del Señor. Cualquiera
~'que pretenda actuar sin-la Jerarquía,. o .contra ella, puede ser
"compai-ado con una rama atrofiada por no estar conectada con
"el tronco que le proporciona la savia. Como la historia lo ha
"demostrado, un tal será sólo una gota de agua separada de la
"gran ·corriente y que termina miserablemente por sumirse en
"la nada."
Obediencia y _acatamiento al magisterio eclesiástico es lo que
preconizan estas palabras del Santo Padre. Por eso me complace
constatar que
la Ciudad Católica, desde el principio, se trazó la
misión de ser un eco de
la Iglesia, un eco del Santo Padre, y no
voz de la Iglesia. Acto
de humildad y de docilidad que debemos
mantener permanentemente, -en el corazón limpio y en la mente,
durante todos los días de nuestra existencia.
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