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1969

Poder y libertad

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Plática en la misa del 7 de diciembre. [VIII Reunión de amigos de la Ciudad Católica]

PLATICA EN LA MISA DEL 7 DE DICIEMBRE
fOR
]VAN RAMÍRSZ VALIDO, Phro.
HERMANOS:
Cuando nosotros hablamos de la Redención, cuando pensa­
mos
en nuestra salvación, surge inmediatamente en nuestra mente
la figura de Cristo ofreciendo al Eterno Padre todos sus méritos
para nuestra reden:::ión. Se nos presenta Cristo, un ser histórico
que Yivió hace Yeinte siglos, realizando con su obediencia toda
la obra de la salvación.
Pero no solamente pensamos en Cristo. Fijamos también
nuestra mirada en nosotros, en los hombres de hoy, y decimos
-así lo creemos--que la salvación se nos hace presente porque
se nos aplican los méritos de Cristo. En virtud de esos méritos,
grac'.as a ellos, hoy nos podemos salvar.
Y al decir todo esto afirmamos una verdad de fe. De fe es
que
Cíisto nos mereció la salvación, que Cristo con sus actos libres
hechos en honor del Padre nos consiguió la remisión de nuestros
pecados
y el don de la gracia, que es una participación de 1a misma
,-ida de D:os.
De fe es también, y lo tenernos que creer que todo eso, la
remisión
de nuestros pecados y la participación de la vida de
Dios
y tocio el orden, toda la economía de 1a salvación, se nos
hace presente hoy gracias a los
méritos de Cristo.
Pero yo quisiera que vuestra atención se fijara en algo muy
importante. Todos debemos tener presente que esas dos reali­
dades
-méritos de Cristo y aplicación a los hombres-no expre­
san toda la relación que de hecho existe entre esos méritos y
nuestra salvación.
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fUAN RAMIREZ VAllDO
Si solamente tenemos presente· en nuestra mente, si única­
mente consideramos esas dos verdades, los méritos de Cristo
aparecen como algo ya pasado, como algo que acaeció hace veinte
siglos, como algo que no tiene hoy presencia física, como algo
que solamente conserva una presencia intencional, como algo
presente únicamente
en el pensamiento de Dios.
Y, sin embargo, no es así. Los méritos de Cristo están pre­
sentes ahora en Cristo resucitado, en ese Cristo que vive en
el
momento actual, en ese Cristo que tiene actualmente su alma y
su cuerpo totalmente divinizados, en ese Cristo que en la ma­
ñana del Domingo de Resurrección quedó convertido en potencia
vivificante, "fue hecho el último Adán espíritu que da vida", I
Cor. 15, 45.
Esos méritos están presentes hoy en ese manantial
de aguas vivas que es Cristo según J on. 7, 37 ss., y está pre­
sente para hacer que brote de nosotros una fuente que salte hasta
la vida eterna, J on. 4, 14.
Por tanto, entre los actos salvíficos de Cristo, entre sus actos
meritorios
y nuestra justificación hay que colocar a Cristo con­
vertido
en potencia vivificante el día de su Resurrección.
Aquí surge espontáneamente una pregunta.
¿ Para qué es Cristo hoy poder vivificante?
¿ Para qué es Cristo hoy fuente de agua viva?
¿ Qué es lo que tiene que vivificar Cristo?
¿ Qué es lo que esa agua tiene que fecundar?
La primera pregunta encuentra su respuesta en el cap. 17, 1
de San Juan, "Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo.
para que tu
Hijo te glorifique a ti". Pensemos que la gloria del
Padre en el cumplimiento fiel de su voluntad fue la meta de toda
la vida
mortal de Cristo: "Y o te he glorificado en la tierra lle­
vando a cabo la obra que me encomendaste realizar", Jon. 17,44.
Glorificar al Padre realizando el proyecto de salvación es la
razón de ser de ese poder vivificante con el que Cristo fue ador­
nado en la mañana de Domingo de Resurrección.
La segunda pregunta tiene también fácil respuesta. No voy
a fijar la atención en la santificación de nuestra alma en con-
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PLATICA
tacto con Cristo. :Mi intención es ver lo que ese principio de vida
significa
para nuestros cuerpos y para la creación entera.
Y lo que significa para nuestros cuerpos y la creación entera
nos lo dicen San Pablo en I Cor. 15, San Pedro en II, 3, 13, y
San Juan en el Apoc. 21,1 ss.
San Pablo en todo el cap. 15 nos habla de la resurrección de
nuestros cuerpos
y pone como fundamento de ello la resurrec­
ción de Cristo.
San Pedro y San Juan nos hablan de la transformación de
la creación entera al final de los
tiempos: "Esperamos cielos nue­
vos -nos dice San Pedro-y una tierra nueva, según su pro­
mesa, en los cuales habite la justicia", y San Juan "vi un cielo
nueyo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra
habían desaparecido ... ".
X esotros y todas las cosas seremos tranformados totalmente
el último día de los tiempos.
X osotros resucitaremos, y nuestros cuerpos estarán comple­
t?mente divinizados.
El poder vivificante, divinizante, de Cristo
hará de nuestros cuerpos mortales unos cuerpos gloriosos, tran­
sidos por la dh·inidad, como transida por la divinidad está nuestra
alma en ese espacio de tiempo que la teología actual llama "es­
cato!ogía
intermedia".
Pero esa resurrección gloriosa no será sino el fruto maduro
dt una divinización que ya ha comenzado en esta vida al contacto
con Cristo resucitado.
No olvidemos lo que el Señor nos dice
e1 su promesa de la Eucaristía. El que come su carne y bebe su
.smgre tiene ya un germen de resurrección y por eso le resuci­
tará Él en el último día. Jon. 6. 55. El poder vivificante de Cristo
ha depositado ya en nosotros
el germen de resurrección. Es1
semilla p:-cducirá su frute. la transformación de nuestros cuerpos
t~! último día. Pero el fruto no se cosechará si primero nuestro
cuerpo no se pudre en el sepulcro: "si el grano de trigo no cae
en
tierra y muere. queda él solo. pero si muere dará mucho
fruw··, Jon. 12, 24. A.sí también nuestro cuerpo tendrá que ser
enterrado en el sepulcro para que esa semilla de inmortalidad,
de
divinización llegue a madurar en nosotrcs.
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JUAN RAMIREZ V AL/DO
El Bautismo, al injertarnos en Cristo muerto y resucitado,
Ron.
6, 3 ss., ha puesto en nosotros una exigencia ontológica y
por consiguiente también jurídica de no hacer inútil el poder
Vivificante de ese mismo Cristo, de hacer que ese torrente de
agua viva fecunde toda nuestra vida, todo nuestro existir. Por
eso nosotros, en frase del Apóstol en el lugar últimamente ci­
tado,
tenemos que vivir una vida nueva.
Y lo que acaece con nuestro
cuerJXl tiene que realizarse tam­
bién en
la creación entera. Ella será glorificada, pero ya desde
ahora hay que depositar
un germen de glorificación. No vamos
a
entrar aquí ahora en la problemática teológica, ni es éste
lugar
para ello, si la divinización de la creación ya en el tiempo
presente tiene que ser inmediata o mediata. Para nuestro in­
tento nos es indiferente cualquier opinión, ya que las do5 dejan
a salvo la obligación del bautizado de llev::ir a las estructuras hu­
manas el e~píritu de Cristo. Lo cierto es que ya desde ah01a_ tiene
la creación que ser divinizada, y esta divinización solamente
se
puede conseguir en contacto con Cristo, con el único Cristo que
existe, el Cristo muerto y resucitado.
El poder transformador de Cristo tiene que ser operante en
el momento presente en el mundo. Pero, podemos preguntarnos,
¿ cómo llega, por medio de quiénes este poder vivificante se hace.
realidad en
el mundo? La respuesta es sencilla. Este poder vivi­
ficante se hace presente en las estructuras temporales por medio
de vosotros,
por medio de los seglares.
Po: el Bautismo habéis entrado en contacto con Cristo, y
ese quedar sumergidos en Cristo
muerto y resucitado ha hecho
.surgir en vosotros una exigencia y una obligación de hacer que
ese poder de vida llegue a las cosas de este mundo.
He dicho por medio de vosotros seglares, porque en el reli­
gioso,
por haber recibido esos dones divinos que son los votos,
su bautismo tiene
una plenitud que no tiene el vuestro, Perfc.
Cart. núm.
5 y por tanto unas exigencias que no tiene vuestro
bautismo
y unos caminos que seguir que no son los vuestros, y
en nosotros los sacerdotes las exigencias y obligaciones de nues-
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PLATICA
tro bautismo han quedado especificadas y delimitadas por el
carácter sacerdotal.
El seglar bautizado tiene que J)'"eocuparse por las cosas de
este
mundo por dos títulos:
a) El primero, común a los no bautizados, tiene que pre­
ocuparse por el mero hecho de ser hombre. Por este título todos
vosotros tenéis que preocuparos
en un compromiso con las rea­
lidades temporales para que éstas sirvan al desarrollo de la per­
sona humana y sean un marco adecuado para el florecimiento
de todas las virtudes del hombre.
b) El segundo, que no lo poseen los no bautizados, tiene su
origen en esa inmersión en Cristo por medio del Bautismo.
Este sacramento compromete a los seglares con Cristo y con el
mundo.
Con Cristo para que su poder transformante no sea estéril.
Con
el mundo, porque, según el pensamiento de Dios, tiene
que tener
ya el germen de glorificación que llegará a su madurez
el último día de los tiempos.
Este germen de glorificación tenéis que sembrarlo vosotros
estructurando todo el mundo según
el pensamiento de Dios, pen­
samiento de Dios que se os
va haciendo presente a través del
magisterio de
Ja Iglesia.
Dos títulos que tienen su origen, el primero en vuestra
condición de hombres,
el segundo en vuestro ser de bautizados,
pero
que de ninguna manera se oponen o se contradicen.
Lo sobrenatural no destruye ni contradice lo natural, sino
que lo perfecciona.
Por eso el compromiso temporal que brota
de
Yttestro carácter bautismal eleva y perfecciona al que nace de
vuestra condición de hombres. Esta verdad, que es la enseñada
por el Vat. II en L. G. núm. 31, G. et Sp, núm. 21, 43 y Apst.
Act. núm. 7, nos hace pensar en la responsabilidad que habéis
contraído con Cristo de no hacer estéril su poder de salvación,
su \·irtud transformante, de no hacer infecundo ese torrente de
aguas que es Él.
}firad. Estamos celebrando la Santa Misa. En ella, Cristo
muerto
y resucitado, Cristo glorioso, en virtud de las palabras
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JUAN RAMIREZ VALIDO
del sacerdote, se hace presente en el Altar en estado de Víctima.
Ese Cristo victimado en el Aitar tiene toda la fuerza de sah-a­
ción. Aprovechadla, primero, cuando al ofrecer por medio del
sacerdote y directamente la divina Víctima al Padre, reafirmé1::::
vuestra obligación de hacer realidad en el mundo el poder sah-í­
fico de ella, y luego, cuando al recibirle en la comunión Uei.-éis
a plenitud, perfeccionéis ese pacto que habéis sellado con Cristo
de ser instrumentos suyos
en orden a la transformación de las
cosas de este mundo.
HERMAXOS:
Pensad seriamente en ese compromiso que en el Bautismo
habéis contraído con Cristo, con ese Cristo que, glorioso, yi\·ifi­
cante, vive hoy, en este momento presente.
Pensad seriamente en ese compromiso que en todas las :.\lisas.
que en esta Misa, volvéis a rubricar con Cristo.
Pensad seriamente en ese compromiso pactado con Cristo
que, al comulgar, habéis llevado
a su plenitud, en ese compro­
miso que
en el día de hoy, cuando comulguéis, vokéis a perfec­
cionar.
Mañana es el día de Inmaculada. Es el centenario del Con­
cilio Vaticano
l. Es voluntad del Romano Pontífice que se ce­
lebre el centenario de este concilio haciendo resaltar la validez
y coherencia de su doctrina con todo el magisterio, en especial
con las enseñanzas del
Vaticano II.
Y o creo que como terminación de esta plática nos ve,1.drá
bien una breve consideración sobre aquellas palabras que el Va­
ticano I trae en la introducción a su sección IV "sobre la
Iglesia de Cristo" de que el Papa es en ella el principio de
unidad. Esta misma doctrina es enseñada por el Vaticano II en
L. G. núm. 23.
Dentro de
la pluralidad que admite el compromiso temporal
debéis trabajar todos unidos. Para gozar
de esta unidad es abso­
lutamente necesario que tengáis fijos los ojos en Roma. ~\dmitiendo
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PLATICA
las enseñanzas del Vicario de Cristo poseeréis la doctrina que
os tiene que iluminar en la empresa de llevar a
las estructuras humanas el espíritu de Cristo y disfrutaréis de esa unidad que
Él quiso para los suyos.
Que
el Señor Jesús os conceda a todos la gracia de no hacer
inútil, estéril e infecunda su virtud transformante, su poder vivi­
ficador. su ÍU;:'rza fecundante. Que todo ese manantial de vida, que es Él, Jlegue a vosotros y os inunde y por vosotros a todas
las realidades humanas.
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