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1969

Poder y libertad

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Para una armonía social orgánica de libertad y autoridad


PARA UNA ARMONIA SOCIAL ORGANICA
DE LIBERTAD Y AUTORIDAD
POR
GABRIEL DE ARMAS
« ... es necesario-romper de una vez-por todas con la
idea
de que la libertad es esencialmente libertad de elec­
ción.»
GABRIEL MARCBL.
«Si la obediencia a la ley es condición de la libertad,
se sigue que cuanto más obedezcamos a las leyes que
han sido hechas para nuestra perfección seremos más
libres, y cuanto más desobedezcamos a aquellas leyes in­
manentes hechas para nuestro desarrollo, más esclavos
seremos.»
FUL TON J. SHBBN. -
«Recordemos desde el pnnc1p10 este principio eviden­
te:
la libertad, en cualquier orden de cosas, no es un fin,
sino un medio. Somos libres para _que así podamos cum­
plir nuestro destino; y en nuestro caso, para poder ha­
llar la verdad.»
A. D. SERTILLANGES, 0. P.
«La libertad nos ha sido concedida para cumplir con
virtud propia nuestro deber. Otro concepto equivocado, y
desgraciadamente muy extendido, es el que confunde la
libertad guiada por la razón y consistente en la auto­
determinación de la voluntad, con el sometimiento a los
instintos sentimentales o animales,. que también están
en
el hombre. Corrientes modernísimas de pensamiento
revolucionario sostienen
y divulgan est.a falsa concep­
ción que conduce al hombre a perder la propia verda­
dera
libertad, para conv'ertirle en esclavo de las propias
pasiones· y de las propias debilidales morales.»
PABLO VI.
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GABRIEL DE ARMAS
I
Cuando hablamos de autoridad y de libertad, ¿ no nos re!en­
mos quizá a términos contradictorios? ¿ Es la libertad compatible
con la autoridad y puede ésta coeXistir armónicamente con aquélla?
He aquí una cuestión que ha sido. largamente debatida y unos
interrogantes que han sido profusamente contestados, a través de
la historia, por la filosofía cristiana, en un sentido positivo: la
autoridad y el poder, si se ejerceri conforme al orden natural es­
tatuido
por Dios, no sólo son compatibles con la libertad humana,
sino que la abrillantan
y la perfeccionan.
Nadie como la Iglesia
ha defendido la libertad frente a toda
clase. de teóricos determinismos o de prácticos estatismos absor-­
bentes. Y nadie como Ella también ha robustecido el principio de
autoridad, llamándola, cuantas veces ha sido necesario, piedra an­
gular de toda sociedad bien constituida
...
Con toda razón escribió el nunca bien llorado santo y sabio
Cardenal
GoMÁ, cuyo centenario celebramos, que "toda cuestión
relativa a
la libertad es pavorosa. Se trata de lo más entrañable
y de lo más intangible de la vida del hombre; de un poder formida­
ble, que es nuestro, que hasta el mismo Dios
ha querido respetar.
En el juego de la libertad echa el hombre su suerte para el tiem­
po
y para la eternidad; los pueblos deciden su glorificación o sn
infamia" (1 ).
No olvidemos jamás esta frase del insigne purpurado español:
en el iuego _ de la libertad los pueblos deciden su glorificación o
su infamia ...
(1) ISIDRO GoMÁ ToMÁS, Cardenal Arzobi,spo de Toledo: La Eucaristía
y ta vida cristiana. Editorial Casu.11-eras. Barcelona, 1'955, pág. 315. Este
mismo año de 1969, y para conmemorar el centenario de esta gran figura
de la Ig!lesia esipafiola, ha publicado el ÜbiSIJ.)O Vicario General de Toledo,
D. ANASTASIO GRANADOS, una extensa biogra¡f'ía del Cardenal GoMÁ, que
muy de veras recomendamos. Está editada en Espasa Calpe, S. A., y lleva
¡x¡ir título El ardenal Gomá, Primado de Espa,ña.
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Por una libertad mal entendida que se cree incompatible, anti­
tética, con todo principio de autoridad, los pueblos pueden caer
y
, de hecho, han caído
en el caos inoperante de la anarquía. Por
una autoridad, también mal entendida, que mira con recelo las
libertades humanas y continuamente las
cercena en beneficio de un
poder que se desea omnímodo, los pueblos pueden caer y, de hecho,
han caído en
los agudos totalitarismos opresores. Por consiguiente,
ha de buscarse 1a fói-mula jusrta y equi1ibra1da que nos de la armonía
social orgánica entre el binomio libertad y autoridad (2).
Ahora bien; antes de
llegar a esta fórmula es absolutamente ne­
cesario tener clara noción de ambos conceptos ... ¿ Qué entendemos
por libertad? ¿ Qué entendemos por autoridad?
Es cie11lo qne hoy e&á fuera de moda toda definición. El gusto
de los tiempos se inclina más bien por las expresiones delicues­
centes y difuminadas que por aquellas otras de contornos claros
y precisos. Las que se titulan _a sí mismas mentes postconciliares,
más que citar textos concretos del Concilio_ apelan a un llamado 11espíritu conciliar", especie de tinta de calamar con la que, cons­
cientemente, se enturbian las c,¡.estiones más nítidas. Esta nueva
:Forma de conduci,rse, que prop:enide a romper con el más elemental
rigor dialéctico, en el diálogo, no es ajena, -por tanto, al caos ideoló­
gico que por todas partes nos circunda. Es indispensable definir.
y definir, pues, con escrupulosa severidad.
Mientras la Verdad fue
el valor primordial de la vida, la razón
humana buscó siempre en la definición el punto de apoyo inex­
cusable a toda ulterior conversación. Ahora, como dice Dnt.TRICH
VON HrLDl(BRAND, la verdad ha sido destronada y sustituida por
una noción ambigua de vitalidad, de manifiesta influencia prag­
mática (3).
(2) GABRIEL DE ARMAS: A1,toridad y Totalitarismo. Coruferencia pro
nuncia CatóHca,
celebrada en ,el Colegio de San Agustín, de Madrid, y puhlicada
en VEIRBO, númis. 18-19.
(3) DrETRIC-H voN H1I.iDEBRAND: El caballo de Troya en, ta Ciudad de
Dios. Ediciones Fax, Madrid,· 1969, pág, 98.
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GABRIEL DE ARMAS
II
La libertad es la capacidad del hombre para autodeterrninarse
en el
camino de su perfección, en la consecución de su destino. Posee
dos fases fundamentales: una, eminentemente intelectual, ¡x>r la que
el hombre, ser inteligente, analiza los motivos racionales que le
impelen a obrar; otra, cuyo agente activo es la voluntad, que se in­
clina a una solución determinada. Es decir, la libertad es volición
precedida de racionalidad.
La querencia irracional es propia de
los animales, que obran impulsados
por el instinto ciego ...
El hombre, nos enseiía la filosofía tradicional, fue hecho a ima­
gen y semejanza de Dios. Y Dios, infinito en todas sus perfeccioneS,
es el Ser libre por esencia. Esta perfecta libertad le veda querer
el mal. El hombre, por el contrario, ser imperfecto, abatido de sus
dones preternaturales
por el pecado de origen, puede inclinarse al
mal de
culpa, puede escogerlo, por adolecer su libertad precisamente
de ciertas imperfecciones que le inclinan no al recto uso, sino a_l
abuso de este medio que Dios le entregó para que subiese a Él seme­
jante a una flecha dispara.da al blanco ...
La libertad no está, no, en hacer lo que se quiere, sino en cum­
pilir y acepta·r lo que se debe. El gran converso, místim y maestro
consumado de espiritualidad,
THOMAS Ml\RTON, desde su amada
abadía de Getsemaní, en Kentucky, nos dio un resumen de cuanto
constituye la esencia de la libertad eu su obra Nuevas semillas de
conlemplación. Meditemos sus precisas palabras:
" ... la libertad no consiste en un equilibrio igual entre las elec­
ciones buenas y malas, sino en el perfecto amor y aceptación de
todo lo .que es realmente bueno y el perfecto odio y rchazo de
cuanto es malo ... "
''Sólo el hombre que ha rechazado todo mal tan completamente
que es
incapaz de desearlo es verdaderamente libre."
"La libertad, pues, es un talento que Dios nos ha dado, un
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instrumento para que trabajemos con él. Es la herramienta con la
cual construirnos nuestra vida, nuestra felicidad" (4).
No son, por consiguiente, la
LEY, cuando es el ordenamiento
de la razón, ni la AUTORIDAD, cuando legítimamente ejerce sus
funciones,
ni el PODER, cuando coactivarnente impone el orden
justo, elementos opuestos a la libertad humana. Todo lo contrario.
Son corno las vallas laterales de un puente que, a medida que
fave>­
reoen y perfeccionau la circulación por la calzada, impiden en lo
posible los accidentes mortales que podrían producirse. No cercenan
la auténtica libertad; evi~an los extravíos de la misma. Son, sí,
como los colaboradores terrenos de la Ley Eterna, que entronca
con la misma esencia de Dios y constituye la razón suprema del
concierto universal en que ,estamos inmersos. Y a que el orden
político-social en que nos movemos temporalmente
és para nos­
otros, los hombres, una parte importantísima de ese otro orden su­
perior que debe regír, por expresa voluntad divina,
el desenvolvi­
miento y desarrollo de todas las criaturas
...
La libertad es un medio. ¡ Ojo! Un simple medio en manos del
hombre para cumplir su destino eterno. No es, pues, un fin en sí
misma, como algunos han querido
hacer ver. A una mejor clari­
ficación de estos conceptos contribuirá, sin duda, no pasar por alto
la distinción, que creemos muy importante, entre libertad· psicoló­
gica y libertad moral. Esta diferenciación me ha parecido ·siempre
esencial
corno lugar de arranque para cualquier fecundo diálogo.
Tan es así, que ,en el año 1968 publiqué un artículo exponiendo este
punto de vista (5).
Un año más tarde, en 1969, se imprimió en España el equili­
brado y docto libro de
HrLDEBRAND El caballo de Troya en la
Ciudad de Dios. Grande fue mi satisfacción cuando vi respaldadas
mis afirmaciones con
el claro testimonio de este gran filósofo de
nuestros días. Dice HrLD!lBRAND a este respecto:
(4) THOMAS Mt.RTON: Nuevas semillas de contemplación. Edhasa. Bar­
celona-Buenos Aires, 1963, págs, 170-172.
(5) GABRIEL DE ARMAS: "Libertad_ psicológica y libertad moral", en
Fuerza Nueva, Madrid, núm. 61, del 9 de marzo de 1'968.
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" ... la afirmación de que el hombre está dotado de libre vo­
luntad es una gran verdad. Pero es una verdad incompleta, mientras
no veamos también que la libertad del hombre hay que distinguirla
de la arbitrariedad, y m.ientras no comprendamos la diferencia que
hay entre la libertad ontológica y la libertad moral" (6).
¿ Es el hombre ,psicológicamente libre? Sí. En virtud de esta
libertad, él
,puede escoger, ,por ejemplo, la ideología religiosa que
más le
plazca. Nadie, por consiguiente, tiene poder de coacción
para incardinarlo dentro de
un sistema u otro contra su proprio
albedrío. Nadie puede forzarle a ser católico, budista, protes­
tante o ateo. Creer o no creer es algo enteramente personal e ín­
timo.
La fe es. un don sobrenatural que se acepta o se reclhaza
en los más profundos hondones del alma. Y la Iglesia católica ha
sostenido siempre -no es de ahora-que la adhesión a la palabra
de Dios ha
de ser un acto voluntario y libre. El canon 750 prohí­
be el bautizo del hijo de acatólicos cuando no media el consen­
timiento de sus padres.
Por algo será (7).
En 1891, desde el púlpito de Nuestra Señora de París, nos
adoctrinaba ya Monseñor o'HULTS con una extraordinaria confe­
rencia sobre La moralidad y la libertad. Suyas son estas palabras
justas y medidas:
"El primer fundamento de la moralidad es el libre arbitrio;
(6) D1E'l'RICH voN Hu.nEBRAND: El caballo de Troya en la Ciudad de
Dios. Ediciones Fax, Madrid, 1969, págs. 29-30.
(7) Dice el Oanon 750: "Es lí :::ito bautiza-r, aun contra la voluntad
de sus ,padres, ·a11 hijo de :infieles cuando se ha Ha su vida en tal peligro que
prudentemente se prevé que ha de morir antes de llegar al uso de razón.
Fuera del .peligro de muerte, con tal qUJe se garantice su educación cató,Hca,
es :licito bautizado-: 1.10) Si ronsienten en ello los ,padres, o los tutores. o
uno de
e.llos por lo menos; 2°) Si no tiene ascendientes, esto es, padre, ma­
drie, abuelo o abuela, ni tutores, o si han perdido el derecho s'obre él, o no
pueden ej erdtarlo de ningún modo." Los autores de la B A. C. hacen
el siguiente comentario : "La norma de este Canon procedre de la necesidad
de
compaginar tres cosas: a) que no se ponga ail nifio en peligro-próximo
de
no salvarse; b) que no se viole el derecho de los padres sobre sus hijos;
e) que no se falltre a 1a reverencia que se debe al Sacramento."
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no porque el hombre por su libertad cree el bien moral, sino por­
que sólo la libertad le hace capaz de abrazarlo."
Y más adelante:
" ... la libertad no está por todas partes en el hombre; habita
en las alturas que la razón ilumina
y en donde Dios hace lucir
también la claridad superior de la
fe. Más abajo, en la región sen­
sible, es el dominio de las impresiones pasivas y de las reacciones
fatales. La libertad allí no penetra para prevenir la sensación o
aniquilar el apetito; interviene de arriba, desciende de su trono
para
dar órdenes, no para recibirlas; visita al ser sensible, no para
confundirse con él, sino para gobernarlo; se acerca al hombre
animal, no para sufrir sus exigencias, sino para imponerle las
del espíritu" (8).
Pero ... ¿ es el hombre moralmente libre para creer o no creer
y escoger a su gusto y talante cualquier creencia? No. Porque
Dios ha prescrito y ordenado que debemos acogernos a: una deter­
minada economía salvífica sefialada por ÉL En virtud de ella,
hombres y sociedades, como afirma la Declaración
"Dignitatis
humanae", del Concilio Vaticano II, tiene un deber moral para la
verdadera religión y la única iglesia de Cristo (9).
¡ ¡ Deber moral! !
Según esta declaración del Vaticano II, ni el individuo, ni la
sociedad, ni el Estado, por tanto, como organización jurídica que
es de
la sociedad-nación, son moralmente libres para permanecer
y desenvolver sus vidas en indiferencia religiosa o en ateísmo prác­
tico ... Con toda razón, pues, pudo decir el Cardenal Ü1'1'AVIANI en
el Aula Magna del Pontificio Ateneo Lateranense de Roma:
" ... si hay una verdad cierta e indiscutible entre los princi­
pios generales del derecho público eclesiástico es aquella que afir­
ma el deber de los gobernantes de un Estado compuesto en su casi
(8) Mons. D'HULST: Conferencias y Retiro de Semana Scmta, predica.­
dos en Nue'Stra Señora de París durante la cuaresma de 1891. Madrid, 1894.
Imprenta de D. Luis Aguado, págs, 98 y 135.
(9) Declaración Conoilia-r "Dignitatis humanae", del Concilio Vatica­
no LI (1).
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totalidad por católicos y, consecuentemente y coherentemente, go­
bernado por católicos, de informar la legislación en sentido cató­
lico" (10).
Ahora bien; cuando
el abuso de la libertad psicológica va,
única y exclusivamente, contra la ley moral, Dios se reserva la
expiación del transgresor con sanciones proporcionadas a la ma­
yor o menor gravedad de la infracción. Así nos lo ha revelado su
divina justicia, sin que podamos prescindir de fras_es tan expre­
sivas como la registrada, por ejemplo, en el Evangelio de SAN
MATEO: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, que fue des­
tinado para el diablo y sus ángeles" (11 ). Pero cuando ese abuso
de la libertad psicológica transgrede también
el orden jurídico
humano, es la socieclad entera, representada en el poder juris­
diccional, quien castiga la conducta delictuosa con penas estatuidas
previamente. Repetimos., pues, que tanto la ley divina como la
ley humana, cuaodo en aquélla se apoya, son cauces normales
por donde corre y
se desarrolla el gran privilegio de la libertad
del hombre ...
Un gran tratadista de la libertad y de su complicada proble­
mática,
AUGUSTO ADAM., ha escrito:
" ... se requiere perfecto equilibrio entre libertad y ley para
que puedao florecer
la vida moral y la vida espiritual, y cualquier
desequilibrio en uno u otro sentido acarrea males de mucha con­
sideración" (12).
Insistimos.
La hbertad ha sido reivindicada por la Iglesia, des­
de los primeros tiempos, por estimarla sostén y fundamento de toda
dignidad humana. Los
grandes testigos de Cristo, sus primeros
ClO) Cardenal Ú'1"l"AVIANI: Deberes del Estado Católico oon la Religión.
DisetJrso pronunciado 'l)Or el Card!enal Ü'rrAVIANI en el Aula Magna del
Pontificio Ateneo Lateranense de Roma en el día de1 Papa de 1'953.
Con un prólogo de FERNANDO MARTÍN-SÁNCBEZ JULIÁ sobre el tema "Igle­
sia y Estado, según palabras de RomaJ'. Madrid. 1953.
(11) SAN MATEO, XXV,41.
(12) AUGUSTO A:»AM: La virtud de la lib~ad. Ediciones Dinor, San
Sebastián, 1957, pág. 42.
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mártires, se entregaron gozosos a los tormentos y a las . voraces
dentelladas de las fieras para destruir, precisamente,
el mito de
la divinización pagana del Estado,
que extralimitaba sus funciones
con injerencias en
la misma conciencia individual de sus gober­
nados y súbditos. Y
el grito de SAN PEDRO ante el Sumo Sacer­
dote:
"Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres" (13),
es
una bandera alzada, desde el siglo r, contra la fácil tentación
de los poderes públicos de ensanchar desmesuradamente
el área
de sus dominios en detrimento incluso de esa indispensable li­
bertad de conciencia, rectamente entendida, que tOO.o ciudadano
necesita para el perfeccionamiento de su personalidad.
III
Del propio carácter social del hombre emana la necesidad im­
periosa de
la autoridad. De la misma manera que no podemos con­
cebir la existencia de una mediana orquesta sin director, tampoco
es ccincehible, por inviable, una sociedad sin autoridad que en­
cauce y aúne, de forma racional y justa, los esfuerzos de todos
los gobernados para dirigirlos a lo que siempre se ha denominado
el bien común.
Como resumen de cuanto la
Jerarquía ha expuesto y enseñado
acerca de la necesidad de la autoridad en -encíclicas, alocuciones
y otros innúmeros documentos, podemos aducir las siguientes fra­
ses del Cardenal SrRr en su Carta Pastoral "¿ Cómo orientarse?",
plena de aciertos:
"Sin autoridad se destruye el orden, no hay ya organizaciones,
las cuales están basadas en el presupuesto de unas relaciones fijas;
triunfaría
la fuerza y --aparte el ultraje inferido a la ordenación
divina-se llegaría a la destrucción de toda civilización. El hecho
de que muchos hombres hayan, con frecuencia, abusado, incluso
ignominiosamente, de la autoridad, no significa ·que la autoridad
(13) Ha:hos V, 29.
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en sí misma haya de ser abolida. Búsquense los remedios mora1es,
legales y sociales, pero respétese lo que Dios ha establecido. Entre
los seres irracionales existen leyes físicas determinantes, y es im­
posible la anarquía; entre los seres racionals existe la /,iberlad
gui,uk,. por la Ley, que está personificada en las autoridades com­
petentes" (14).
Alguien ha dicho, perspicazmente, que así como la libertad es
una gran fuerza centrífuga que tiende a salirse fuera de los cauces
que le están •seña1ados, la aUJtoridad ,,, una fuerza centrípeta que
quiere someterlo todo a
la unicidad de su cetro y mando.
Pues bien; es característica la
posesión del poder con su correspondiente virtud coercitiva.
Otras autoridades existen que carecen de este poder y que, por
tanto, no se imponen coactivamente. No nos referimos ahora a
e1las. Sólo las decisiones de la autoridad jurídico-política 11evan
aparejadas una carga suficiente de fuerza imperativa para hacerlas
eficaces. El titular de esta fuerza-poder, que obliga a obedecer gnste
o no gnste, necesaria,
po,r otra parte, para dar viabilidad a su
propia decisión autoritaria, es el Estado. A él, pues, nos referimos ..
A nadie se esconde que el Estado moderno es un gigantesco
monstruo, de desmesuradas prOfX)rciones, que invade poco a poco,
paulatinamente,
sí, pero con paso bien seguro, todas las órbitas y
esferas vitales de la nación: desde los cuerpos intermedios hasta
las manifestaciones más íntimas de 1a persona.
¿ Qué ha ocurrido? ¿ Cómo ha podido llegarse a esta dramática
situación?
¿ Dónde está ya la libertad de los hijos de Dios?
DoNoso
CoRTÉS, con su genial intuición, en 1849 -hace, pues,
ciento veinte años--, en su famoso Discurso de la Dictadwra,
había vaticinado que el mundo caminaba, con pasos rapidísimos,
a la "constitución de un despotismo, el más gigantesco y asolador
de que hay memoria en los hombres" (15).
(14) Cardenal Srnr, Arzobispo de Génova: ¡Cómo orientcwsef Cua­
dernos Roca viva, Madrid, 1969, págs. 18-19,
(15) JUAN DoNoSo CoRTÉS: Obras Completas, publicadas por la B. A. C.,
194ó. Madirid, tomo II, pág. 197.
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Pero aún hemos de preguntarnos: ¿ es realmente el totalitaris­
mo despótico, en toda su compleja variedad, quien
ha matado la
libertad o es, tal vez, la descomposición de la libertad, el liberti­
naje, quien ha engendrado
el monstruo del totalitarismo despó­
tico?
B.ERNANOS, por su parte, nos contesta que "el Estado totali­
tario es menos una causa que un síntoma. No es él quien destruye
la libertad; se organiza sobre sus ruinas" (16).
JUAN V AL:C..E'I' DE GoYTISOLO, en su sensacional ensayo Sacie­
dad de masas y Derecho, abunda en esta misma opinión: "Se em­
pieza -dice--porque los hombres sólo quieren las ventajas de la
libertad, pero
no la libertad misma en toda su entidad, con sus
riesgos y responsabilidades inherentes. Estos quieren transferirlos
al Estado, sin ver que con ello le entregan su propia .libertad" (17).
No le demos vueltas. El uso no recto de la libertad, el liber­
tinaje desenfrenado,
el desconocimiento práctico de que ella se
nos otorgó para nuestro perfeccionamiento y no para embrute­
cernos con extralimitaciones de todo orden, nos ha traído, corno
secuela inevitable, la bárbara represión política, base y fundamento
de los modernos despotismos.
Decía a este propósito DoNoso CoaTÉS:
"No hay más que dos represiones posibles: una interior y otra
exterior, la religiosa y la política. Estas son de tal naturaleza que
cuando el termómetro religioso .está subido, el termómetro de la
represión está bajo, y .cuando el termómetro religioso está bajo,
el termómetro político, la represión política,
la tiranía, está alta.
Esta es una ley de la humanidad, una ley de la Historia" (18).
Los acontecimientos históricos posteriores vinieron a dar la
razón al pensador extremeño, calificado por
FRED>:RIK D. WrL­
HELMSEN "como la más alta inteligencia de las que se han puesto
al servicio
de lo que hoy tendemos a llamar la Contra-Revolu-
(16) BERNANos: La libertad, ¿para qué Buenos Aires, 1947, pág. 136.
(17) JuAN V AI.,.IJtt •DE GoYTISOI.O: Sociedad de masas y Derecho. Tau­
ros, Madrid, 1969, pág. 226.
(18) JUAN DONOSO CoRTÉS: Ibidem, pág_ 197.
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ción" (19). Mientras el propio Estado, fiel cumplimentador de la
justicia, sujetó su actuación a las normas del Derecho natural,
reflejo de la
Ley Eterna, y respetó su condición de subordinado al
Supremo Hacedor, la libertad humana estuvo garantizada por
principios inmutables que nadie se atrevió a discutir; pero cuando
políticos y juristas, pensadores y filósofos, moralistas y sociólogos
quisieron liberar al Derecho y al Estado de una dependencia que
estimaron humillante y se lanzaron a esta desventurada aventura
en aras de una juridicidad puramente experimental y fenoménica,
echaron bien profundos los cimientos dd moderno despotismo es­
tatal. Positivismo y liberalismo eliminaron, así,
el amparo de
Dios y pusieron al hombre bajo la simple y pura protección del
Estado
...
¿ Qué ocurrió entonces?
¡Ah! En esta coyuntura el hombre llegó a creer que el des­
esperado grito nietzscheano, "¡El viejo Dios ha muerto!", era un
desligarse para siempre de las ataduras morales que constreñían
su libertad. Y dejó de ser libre para ser libertino. Halagado su
oído, por otra parte, con señuelos .de soberanía popular, quiso cons­
tituirse en rey absoluto de la creación. Pero como dijo, en La
crisis del humam.ism.o, RAMIRO DE MAE:Z'I'u, "decirnos reyes y ne­
garnos el reino es convertirnos en pretendientes que sin cesar cons­
piren" (20). Entre conspiraciones contra la ley de Dios y contra
las normas emanadas de las legítimas autoridades terrenas, el hom­
bre hizo bajar, hasta el mínimo, e] termómetro de la autorrepre­
sión religiosa.
La represión política subió y llegó hasta l\mites de
asombro:
el Estado, dueño y señor absoluto de vidas y haciendas,
ha sido
protagonista activo en el siglo xx, el siglo de la ciencia
y de la técnica, de
la cultura y del amor fraterno, de los más negros
episodios que registra
la Historia universal: las fosas de Katyn,
los hornos crematorios de Auschwitz, la bomba atómica
de Hiros-
(19) FREDERlK D. 'WrtHJUdSEN: "Donoso Cortés y el significado del
poder político", en VERBO de nwiembre de 1968. Madrid, núm. 69.
(20) RAMrno DE MAitl'rU: La crisis del humanismo. Libros y Revistas,
Maddd, 1945, pág. 258.
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hitna, el aplastamiento de Hungría, la invasión de Checoeslova­
quia
...
Pero. . . ¿ de qué asombrarse ? ¿ No había proclamado el hom­
bre acaso que
el Estado es el único creador del Derecho? ¿ No
había enseñado
él, desde revistas científicas y cátedras universita­
rias, que no existe más justicia que
la emanada de las ncrmas de
la ley positiva, cuya ú:nica foente es el Estado? ¿ No había anun­
ciado
él, con gozosa fruición de ·ser liberado de cadenas, que el
"viejo Dios ha muerto?'' (21).
IV
Autoridad sin libertad se traduce en despotismo torturante y
avasallador, tiránico e injusto. Libertad sin autoridad es garantía
de desorden,
de convulsión, de histerismo arrollador de masas
incontroladas e incontrolables
...
En un concienzudo comentario a determinados pasajes de la
encíclica "Pacem in Terris", ha escrito el profesor CA.RI,OS Ru1z
DEL CASTILLO :
"La doctrina del poder aparece relacionada con la de la liber­
tad. Pero una y otra serían ·insuficientes, ya consideradas en si
mismas, ya en la relación que establecen, si no aparecieran inser­
tas en u,n orden de va1ores morakos. Poder y libertad serían fuer­
zas físicas si no fueran expresión de esos valor.es ordenadores y
superior,es. No es uno de esos términos menos temible que el otro1
y alternativamente se emancipan del orden e infligen iguales daños
a las sociedades. Tiranías· y revoluciones son el balance históriéo
del predominio de uno y otro elemento cuando dejan de estar en­
lazados por la idea moral suscita.dora de limitaciones necesarias
para el cumplimiento de un fin de servicio" (22).
(211) NIETZSCHE: Así hablaba Zar(Jffl)Stra, grito que se repite en varios
pasajes
de la dbra. Biblioteca Edaf .. Ma&id, 1969.
(22) CARLOS Rmz DlU, CAS'I'II.LO: "La Autoridad. Sus Fundamentos
e ,Imp1icaciones", en Camentarfos a la "Pacem in Terris" de la B. A. C.
Madrid, 1963, pág. 248..
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En un afán inexcusable de serv1c10, libertad y autoridad de­
ben
encontrar su armonía social y orgánica. ¿ Cómo? Creemos que
sólo .esto
es posible en la confluencia de un régimen de auténticos
cuerpos intermedios, donde la libertad se sienta
amparada y encau­
zada a través de sociedades naturales in-frasoberanas, y la autori­
dad encuentre su propio control, sus justos límites, en el básico
y fundamental principio
de subsidiariedad, enseñado permanente­
mente por la Iglesia y expuesto y proclamado, por vez primera, de
manera formal, en 1931, por el inmortal Pontífice Pío XI.
En la enciclica "Quadragésimo Anno" (15 de mayo de 193,1),
Pío XI, después de lamentar la desaparición de gremios y corpo­
raciones que en otros ti,empos configuraron la vida social de las
naciones, dice:
'' ... es injusto, y al mismo tiempo de grave pertur­
bación para el _recto orden social, confiar a una sociedad mayor
y más elevada lo que comunidades menores e inferiores puedan
hac-er y procurar ... "
"Conviene que la autoridad pública suprema deje a las aso­
ciaciones inferiores tratar por sí mismas los cuidados y negocio8
de menor importancia .. .1'
" ... cuanto más vigorosamente reine d orden jerárquico entre
las diversas asociaciones, quedando en pie este principio de la
fundón,
sup,/etwa, del Estado, tanto más firme será la autoridad
y el pc>der social y tanto más próspera y foliz '1a condición del Es­
tado" (23).
El Papa JUAN XXIII, en sus dos grandes encíclicas "Mater
et Magistra" (14 de mayo de 1961) y "Pacem in Terris" (11 de
abril de 1963), insiste en este mismo principio aplicado a las rela­
ciones del
Estado con la iniciativa privada en materia económica
y aplicado a
la esfera de las relaciones internacionales, respecti­
vamente.
En la "Mater et Magistra", el Papa determina, con toda cla-
(23) Pfo X:I: Qua&ragesimo Ann-o (35~. Véase Colección de Encíclicas
y
Documentos Pontificios. Sexta edic. T:raJd.uoción e índices por Mons. PAS­
CUAL GAI,INDO. Publicaciones de la Jrtmta Nacional. Madrid, 1962. 2 tomos.
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UNA ARMONIA SOCIAL ORGANICA DE UBERT AD Y AUTORIDAD
ridad, cuál sea la función del Estado y las fronteras de su acti­
vidad:
"Su acción -nos dice-tiene caráter de orientación, de es­
tímulo, de coordinación, de suplencia y de integración. Debe ins­
pirarse en el principio de subsidúwiedad formulado por Pío XI
en la encíclica "Quadragésimo Anno ... " (24).
En la "Pacem in Terris" nos expone, de nuevo, JUAN XXIII
que "así como en cada nación es menester que las ,re1acione:s que
median entre la autoridad pública y los ciudadanos, las familias
y las asociaciones intermedias, se rijan y moderen con el ·principio
de subsi,dia,rieda'd~ con .el mismo principio es razonable que se com­
pongan las relaciones que median entre la autoridad pública mun­
dial y las autoridades públicas de cada nación" (25).
También
el Concilio Vaticano II, dada la importancia del tema,
se ocupó del totalitarismo, como forma política esclavizante, y del
principio· de subsidiariedad, en relación con los cuerpos interme­
dios, como fórmula liberadora
...
Respecto al totalitarismo, nos dice:
"
... es inhumano que la autoridad política caiga en formas to­
talitarias o en formas dictatoriales que lesionan gravemente los de­
recl10s de la persona o de los grupos sociales" (26).
Respecto a los cuerpos intermedios expone:
"Cuiden los dirigentes de no entorpecer las asociaciones fami­
liares, sociales o culturales, los cuerpos
·e instituciones interme­
dias y de no privarlos de su legítima y constructiva acción, que
más bien deben promover con libertad y de manera ordenada. Los
ciudadanos, por su parte, individual y ~lectivamente, eviten atri­
buir a la autoridad política todo poder excesivo, y no pidan al
Estado,
de manera inoportuna, ventajas o favores excesivos, con
(24) JuAN XXIII: Mater et Magistra. Véase la ya citada Colección
de Encíclicas (5J).
(25) JuAN XXIII: Paccm in Terris. Colecci6n Eclesia. núm. 40 de 1963, pág. 51.
(26) Constitución "Gaudium et spes" del Concilio Vati-cano II (75).
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riesgo de disminnir la responsabilidad de las personas, de las fa­
milias y de las agrupaciones sociales" (27).
Sin embargo, j triste es reconocerlo!, ¡ qué lejos están los mo­
dernos Estados totalitarios y cuanto,s regímenes despóticos, poli­
ciacos y de fuerza proliferan hoy en el mundo, de organizarse, para
que exista
ese equilibrio orgánico entre autoridad y libertad, en
un sistema de cuerpos intermedios, regido por el principio de sub­
sidiariedad !
Mientras existieron, junto al Estado, esas otras sociedades in­
frasoberanas, con personalidad propia y definida, verdaderos cuer­
pos intermedios, que nuestro-DONOSO CORTÉS llama, con fortuna,
"jerarquías sociales" (28), el poder político encontró resistencias
que
no pudo _vencer y que le obligaron a acomodarse a sus estric­
tas fronteras. Pero cuando la Revolución subvirtió el orden es­
tablecido,
todo fue diferente (29). M suprimirse los cuerpos
intermedios, '1las jerarquías sociales" periclitaron, y el Estado,
con gran satisfacción suya, encontró llanos todos los caminos en
su desenfrenada carrera hacia· la omnipotencia ...
El gran extremefio lo vio claro, una vez más, cuando afirmó:
"La supresión de las Jerarquías sociales lleva consigo, según el
orden establecido por Dios, la igualdad en la anarquía o la igual­
dad en la común servidumbre" (30).
De cnanto llevamos dicho podemos deducir que si deseamos,
de verdad, la existencia de una armonía social orgánica entre li­
bertad y autoridad, esos dos términos que no son antitéticos, ni
(27) Constitución "Gadium et !q)es" del Concilio Vaticano II (75).
(28) JUAN DoNOSO CoRriS: Obras om,pletas, dts., pág. 639, tomo II.
C29) -Mons. SEGuR define la Revolución como "la rebeldía erigida en
principio y en Derecho. No se trata del mero hecho de 1a rebelión, pues
en todos los tiempos la.is ha habido; se trata del Derecho, del principio de
rebelión, elevado a regla práctica y :hmdamento de las s·ociedades ; de la
negación
sistemática de la autoridad legitima, de la teoría de la rebelión,
de
1a 31POlogía y orgullo de ita misma, de la consagración legal del Principio
de toda rebelión". Véase su obra La Revolwción. Madrid, 1867, pág. 11.
(30) JUAN DoNoso CoRTÉS: 01,ras C-ompletas, ya citadas. TomolI, pá­
gina 645.
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UNA ARMONIA SOCIAL OR.GANICA DE LIBER.TAD Y.AUTOR.IDAD
irreconciliables, sino que deben completarse para proyectar sn
acción conjunta en la cuotidiana tarea del bien eomún, hemos
de hacer cuanto esté a nuestro alcance porque la organización
político-social del mundo desemboque en
un andamiaje jurídico de
cuerpos intermedios presidido
por el principio de subsidiariedad ...
Claro, que cabe preguntarse: ¿ es esto posible? Posible Jo es.
¿ Es esto probable? Tendría que bajar mucho el termómetro de la
represión política. Tendría, por el contrario, que subir demasiado
el termómetro de la autorrepresión religiosa, imbuyendo al hom-·
bre, de nuevo, del verdadero sentido de responsabilidad en la au­
téntica libertad de los hijos de
Dios ...
"La libertad es hija de la \'erdad" afirmó ANGJ(I, HERRJ,:RA,
con esa precisión de conceptos que Je caracterizaba (31).
Sólo un renacido florecimiento del sentido religioso de la vida,
un reencuentro con la Verdad, una explosión de Amor, con ma­
yúscula, podrá volver al mundo a la observancia y acatamiento del
Derecho natural.
Y sólo cuando el Derecho natural, reflejo de la
Ley Eterna,
se proyecte, con perceptible eficacia, en la norma
positiva, en las decisiones de la autoridad, en el entramado de las
leyes, se podrá llegar a ese ~istema ideal de cuerpos intennedios,
donde "las jerarquías sociales" -resistencias vivas a las des­
mesuradas apetencias del poder~ establezcan, de una manera sen­
cilla y espontánea, la tan
deseada armonía orgánica entre la li­
bertad del hombre y
la autoridad del Estado.
"La libertad -decía Pío XII-solamente puede florecer don­
de imperan
la Ley y el Derecho y donde aseguran eficazmente
el respeto a la dignidad, así de los particulares como de los pue­
blos" (32).
(31) ANGEL HERRERA ÜRIA: El ffllJgisterio político de la "Pacem in
Tenis". en "Obras de Angel Herrera". B. A C. MadTid, 1963, pág. 159.
(32) Pío XII. citado ,por por JEAN OuSSET en Para qu-e El reine. Speiro,
1961. Madrid.
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Significado de democracia en la doctrina de la Iglesia.
"PlanteadJo de esta forma el programa de la presente semana,
"'tendr~ el/,, como eje de sus reflexi,ones el aspecto fundamenta/, y
"obvio que la palabra "democracia/' entraña: la incor¡,o'Yación del
"pueblo a la cos/JJ publica, y estudiará las exigencias cristianas de
"esta iincorporación.
"Bien sabido es, en efecto, cómo al iguai que los demás térmi­
"'nos que d,-culan por los senderos atormentados de /,a política.
"tcttm./7ién éste de la democracia ha sufrido, y sigue sufriendo, im­
"posiciones de uso diverso y significadones de valor vario, se1g{m
"los domimios de la c,ctivídad humana asociada a que se aplica, y
"según tamb~é'fi la baise ideológica en que se apoya o el genio y la
"intención de quien lo emplea. Ahora b'en, "la preocupación y la
"solicitud de la Iglesia, segun hacía nota,r Pío XII, se diriqe no
"tanto
a la estructura ( dJe li1 democracia) y a su organización ex­
"terior
-In~ cw:des dependen de las aspiraciones p•eculiares de cada
"pueblo-cuanto a/, hombre cmno tal, que lejos de ser el objeto
"y un elemento pasivo de la vida, social, es, p-or el contrario, y debe
"ser y permanecer, su, sujeto, su fundamento, su fin".
"De este principio basiwr deriva el derecho que los miembros
"de toda comunidad nacional tienen -cualquiera que sea, su ré­
"gimen: monárquico o repub/;;c®o, presidenci«I o de asamblea,
"pmrlam.entariio o corporativo-de imterveni,r en su pro¡,ia 'lfVda
"política y de disponer de los medios con que tomar parte oxtvva
"en el/ia.
"Tal es la condición normal de un pueNo llegado a su mayor
"edad: ese es también el objeti'/Jo a que deben tender los países
"en vías dedesarrrallo."
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PAULO VI : Carta de la Secretaría de Estado
de Su Santidad a la Semana Social de España
(Ciudad del Vatkano, 18 de marzo de 1%7);
texto
en castellano: Ecclesia, núm. l.33S, de 1S
de abril.
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