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1974

Santo Tomás de Aquino, hoy

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La organización de la economía y el trabajo

LA ORGANJZACION DE LA ECONOMIA Y DEL TRABAJO
POR
Josli ANTONIO CAMÓN CÁ.NOV.AS
I
La organización de la Economía y del Trabajo van ran íntima­
mente
ligadas, tan unidas y entrelazadas, que cabría más hablar de
la organización económico-laboral
Los avatares sufridos en el desarrollo económico y laboral de la
Humanidad son prolijos y su exposición y desarrollo han sido re­
flejo de ran profundos y numerosos estudios, que· por raz6n de tiem­
po
y espacio, haremos salvedad de su detalle, contentándonos c:on una
somera
panorrunica del desarrollo histórico de la vida socio-económica
de la Humanidad, desde la aparición del
Cristianismo.
No obsrante, los fundamentos de toda vida socio-económica, como
son Naturaleza, C"/Jital y Traba¡o; aparecen desde la más remota an­
tigüedad, si bien la organización de la sociedad política y el· desarro­
llo de la humanidad van
variando sus significados,· o al menos sus
sentidos o dimensiones, y en definitiva la variación de su respectiva
proporción.
En el· mundo romano, nos encontramos, con que junto a un no­
table desarrollo cultural y una fotmidable institucionalización jurí­
dica, la
economía·y el trabajo son eminentemente rudimentarios, con
escaslsima industria, prácticamente familiar y artesana; un mayor
fundamento en lo que a
ganadería y agricultura se refiere y el clá­
sico comercio de trueque de los pueblos mediterráneos.
Las conquistas de Róma, como a su vez las de otros imperios an­
teriores, proporcionan de esos factores inmutables, causa de
toda ac-
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JOSE ANTONIO CAMON CANOV AS
tividad económica, el tercero y más transcendente de todos, que es
el Trabajo, pero en su primer aspecto de esclavitud.
No obstante, tanto en la agricultura como en los oficios fabriles y
artesanos, convive la condición de trabajador libre con la del esclavo.
Tales caracrerísticas
y tras un lento desarrollo, en el que se van
plasmando con vigor
y carácter nítido y diferencias, a Jo largo de
los siglos, instituciones como los gremios, de gran raigambre y vi­
gencia, llevaron a la Humanidad a un desenvolvimiento lento, a una
mejora de las condiciones de vida del proletariado, a una repartición
. más justa y a un cierto equilibrio producido de manera natural, por
la interdependencia de los factores de la producción, naturalmente
considerados y en gran forma equilibrados, NATURALEZA, CAPITAL,
TRABAJO.
Pero con la aparición de los grandes inventos de la Humanidad,
con
la llegada de los descubrimientos mecánicos, se empieza a rom­
per
ese equilibrio que se había mantenido en gran parte por la
lentitud de la evolución de la humanidad, y a1 socaire de la enervante
velocidad que
la ciencia desarrolla, causa de la Revolución Indus­
trial, entran en juego circunstancias que modifican ese "statu quo"
que regía, con mejor o .peor forruna, -pero que se había mantenido
con un nivel de convivencia aceptable entre ambiciones y deseos de
privilegiados y no privilegiados.
La Revolución Industrial, como antes había ocurrido en la evo­
lución de las explotaciones agrarias,-trae consigo, en consecuencia
lógica de la aplicación, casi exacta de las doctrinas liberales y raciona­
listas, la aparición de una n~eva clase, siempre existente, pero que
adquiere conciencia de sus características y de sus posibilidades de
lucha
y de oposición, en una palabra, de su posibilidad de oposición
al grupo
más o menos grande de privilegiados que basta ahora habían
sido los más afortunados
en la repartici6n de los frutos de la actividad
económica común.
Esta clase a la que desde ese momento se conoce con· el nombre
de
""Proletariado"'; va adoptando, · con matices cada vez más agrios
y _politizados, unas actitudes al son de las doétrinas socialistas, más
enfrentadas e irreconciliables, frente al otrO grupo que participaba
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LA ORGANIZACION DE LA ECONOMIA Y DEL TRABAJO
en mayor proporción de la actividad económica común, y que ha
sido identificada históricamente con el Capital
Si observamos el desarrollo contemporáneo económico-social nos
encontramos que el mismo gira alrededor de la figura de todos co­
nocida de la empresa. Prescindiendo de los distintos significados y
acepciones que la palabra empresa pueda tener, aceptaremos aquí
aquel que la consideraría como la sociedad de Capital y Trabajo des­
tinada a la obtención de
un lucro; esta simplicidad de definición nos
sirve para comprender de
una manera clara la finalidad de todo pro­
ceso productivo en su doble vertiente económico-laboral.
La Revolución Industrial trajo como consecuencia inmediata la
facilidad de manufactura y elaboración de una gama de productos
cada vez más asequibles y necesarios. Como consecuencia del desá­
rrollo técnico, también de la transformación de las necesidades de la
persona y de la posibilidad de ampliación, por la rentabilidad ma­
nifiesta que los procedimientos mecánicos y técnicos ofrecían, se va
manifestando una necesidad, cada vez mayor, de creación de empresas
cada vez más poderosas, cada vez más complejas, en una palabra,
cada vez más grandes y que como consecuencia de la aceptación de
un elemental mandato económico de producir la mayor cantidad de
cosas al menor costo posible originan la aparición -con su naturaleza
específica y su fisonomía características de las por todos conocidas
Sociedades Anónimas. Sin darnos aparentemente cuenta, la Humanidad
con la aparición de estas sociedades, por otro lado totalmente legíti­
mas,
ha quebrado la tradicional fignra del Propietario-Empresario y
ha creado la actual figura mucho más extendida del Empresario-Pro­
fesional.
Es dentro del desarrollo económico occidental con la apari­
ción de estas empresas-sociedades anónimas cuando se puede hablar
de un capitalismo -en la economía más o menos absoluto. cuanto
mayor es su influencia en la vida social de los pueblos.
Pero signiendo la evolución de esta empresa que partiendo de
niveles relativamente pequeños va adquiriendo formas y volúmenes
considerables, vemos que de una manera clara y decidida, como con­
secuencia de su natural desenvolvimiento, va alcanzando tan grandes
proporciones hasta desembocar en las figuras actuales conocidas de
las empresas multinacionales, de los grandes grupos financieros, cá-
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denas . empresariales, etc., de cuya fuerza y poder tantas pruebas te­
nemos
y que en tantos casos su importancia material supera a eco­
nomías totales de países de tipo medio inclusive.
Por otto lado las
asociaciones laborales evolucionan de la antigua
forma de gremios
y cofradías a la actual de Sindicatos o uniones de
trabajadores,
y conscientes de Sil propia fuerza y de la utilidad inme­
diata que la
misma les puede reportar, aumentan en Sil floración
produciendo, o bien
por el camino de la unión, caso de comunidades
con Sindicato único, o bien
por el camino del acuerdo caso de
comunidades con pluralidad Sindical, la aparición
y entrada en
juego de una
fuerza enormemente poderosa que en la mayoría de
los
casos se hace tentación demasiado irresistible para el juego polí­
tico por su enorme eficacia, y como es natural acarrea la desvirrua­
cióri respecto de la finalidad para la que fue originada su existencia.
II
Queremos que en nuestras próximas palabras no se vea una opo­
sición al Sindicalismo, no se interpreten como acerba crÍtica a una
institución que como todas es neutra y que si en muchos momentos
no ha sido todo lo perfecta que su causa eficiente esperaba ha sido
debido a la desvirtuación de fines y al uso que a
la misma se ha dado.
No nos inclinamos ~uf, ni a favor ni en contra, por un sistema
pluralista de Sindicatos o por un sistema de Sindicato único, desde el
punto de vista sociológico con que queremos enfocar este comen­
tario. Como tampoco nos pronunciaremos_ sobre la ventaja o desven­
taja de
un Sindicato llamado vertical sobre un Sindicato llamado ho­
rizontal, tampoco es aquí misión nuestra ni cometido con arreglo
a nuestro propósito. No obstante, hemos de manifestar que el poder
público debe de tener una autoridad suprema
y. la suficiente fuerza
para poder afrontar
y acabar con la desvirtuación Sindical, es decir,
con la
falsa finalidad Sindicalista, para de · esa manera lograr que los
Sindicatos
sean lo que deben de ser, una institución más y de im­
portancia capital en
la organización de la vida del país, pero nunca
el Gobierno de hecho del país
por el desmesurado uso de su enorme
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LA OR.GANIZACION DE LA ECONOMIA Y DEL TR.ABAJO
fuerza. Una advertencia hemos de hacer: la formación de Sindicatos
como instituciones
encaigadas de la defensa de los intereses gremiales
es perfectamente legítimá y justa; lo que no tiene justificación es
que abandonando esa razón de ser que es causa de su justicia, el
Movimiento Sindical se transforme en un sistema de presión política
que distorsionando el
concepto de Justicia Social ha desembocado
en el establecimiento e imposición
de un verdadero sistema de "pre­
siones laborales" que en la práctica desembocan en la irresponsa­
bilidad, impunidad
e· improductividad de la clase trabajadora.
En la coyuntura histórica del mundo actual, cuando prevalece un
clima antiempresarial en concomitancia con un proletarismo desbo­
cado, el Sindicalismo puede
convertirse con el auxilio de la dema­
gogia estatal en una ruta hacia la míseria, porque
es una ruta hacia
la
descapitalización de las sociedades.
Se insiste en todos los tonos y a todos los niveles que el problema
principal
del futuro humano es el de la explosión demográfica. Con
esto señalan los neomaltusianos que existe el
peligro de que la · po-,
blación mundial crezca por encima ·de su capacidad prodricriva.
Ahora bien, el
problema· más grave de hoy y del futuro no es· tanto
una insuficiencia de medios· de producción sino mas bien un
exceso
de condiciones socio-políticas que favorecen la improductividad ante
una humanidad que tiene
cada vez más expectativas y exigencias. No
se trata de un problema de medios materiales, sino de un problema
de conducta; es un fenómeno de querer, antes que un fenómeno de
poder. Específicamente nos referimos por una parte a la irresponsabili­
dad política, a
la demagogia mesianoide típica de nuestrOs días, que
promete
la redención del proletariado, para utilizarlo como medio de
escalar
el poder; y por otra, a la irresponsabilidad laboral que estimu­
la
y aprovecha esta ·coyuntura para exigir cada vez más derechos y
aceptar cada vez menos obligaciones. Se trata pues, ante todo, de una
situación totalmente antijurídica
que se plasma en una situación de
excepción, que consagra la impunidad y
la irresponsabilidad de un
sector social
Este fuero se corona con el mal llamado Derecho de
Huelga, que no es otra cosa que la legalización del antiderecho. El
derecho de huelga es una injusticia, un contrasentido jurídico en
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/OSE AN'J,'f)firo CAMON CANOV AS
la medida que de hecho santifica el principio de que "El fin jus­
tifica
ros medios", es decir, en la medida que otorga su beneplácito
para que una cierra clase de justicia
se obtenga mediante la injus­
ticia. En efecto, a través de la huelga, que se impone, el sector
obrero puede imponer sus condiciones, en detrimento y a expensas
del bien comón, sin ninguna responsabilidad concomitante.
Este
fenómeno obrerista, al que Ortega y Gasset llamó "Rebelión
de
las masas", típico de nuestros dfas, ha sido posible en virtud de
que el obrerismo se ha convertido en fuerza política que impone sus
condiciones en las plataformas electorales y políticas. Se trara de una
especie de subasta de privilegios a los que se denomina "conquistas
obreras" por virtud de la cual el mejor postor recibe el poder. De
esta forma los Movimien.tos Frentepopulisras de protección paterna­
lisra de los desamparados han desatado
fuerzas históricas que no sólo
desquician y corrompen la función política sino que socavan cada
vez más en su base, o
sea en el trabajo, la productividad de las so­
ciedades.
Y así, lo que empezó siendo
un legítimo movimiento de reivin­
dicación de la dignidad hnmana de trabajador,
se ha convertido en
una
fuerza histórica que por la vía del abuso y de la violación de los
principios del Orden natural del Derecho Social Cristiano
y del
Magisterio Público Eclesiástico, puede
desembocar en lo contrario a
lo buscado, ya que, al dañar a la Sociedad produciendo la miseria, su
víctima más conspicua será el propio trabajador.
Y así, la irresponsabilidad política y la irresponsabilidad laboral
conviertén a los sindicados en las "vacas sagradas" de la sociedad mo­
derna. Se trata de "vacas sagradas" que son y serán intocables ... ,
aunque la población pueda morirse de hambre.
Convertido en
alianza entre Estatismo y Obrerismo, el Socialismo
está triunfando porque
el ansia de bienestar disfrazada de Justicia
Social y aceptada como
tal, es · más fuerte que el espfritu de respon­
sabilidad cívica. Y en ausencia de todo espfritu cívico no hay fuerza
política que tenga medio de
contrarrestar la tendencia suicida del
Socialismo.
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LA ORGANIZACION DE LA ECONOMIA Y DEL TRABA!O
III
No está en nuestras mab.os ni a nuestro alcance el ofrecer y dar
la solución a los ingentes problemas que la organización de la eco­
nomía y del trabajo lleva consigo y menos aún al carecer de todo
tipo de medios
para intentarlo, pero sí recordar desde aquí y a quién
corresponda que la vía de la solución de los mismos viene siendo
dada con una continuidad y tenacidad constante y reiterada por los
Papas de la Iglesia Católica a través de su Magisterio. Si bien, desde
la predicación del Evangelio por Cristo y los Apóstoles, la Doctrina
de la Iglesia respecto por ser Doctrina de Cristo es siempre la mis­
ma, no cabe la menor duda. que con la agndi.zación y afloración de
los problemas económico-laborales, la Iglesia adelantada y pionera en
todo lo que al bien común de las almas conviene, transforma y de­
rrama el estudio de _los temas sociales, tratando de arrojar de los
mismos toda secoela de estrechez y miseria, de odio y de rencor,
pata por el camino de la continencia de unos y de la justa participa­
ción de otros, se llegue a la comunión de todos en la total y abso­
luta aplicación de la Doctrina de Cristo. Ya en los albores de la
Revolución Industrial y como muestra de su constante alerta y vi -
gilia, empiezan ~ publicarse los primeros documentos Sociales Pon­
tificios y denominémoslos así para mejor comprensión en nuestra
moderna sociedad, aunque haciendo la salvedad de que la Doctrina
Cristiana por su condición de Cristiana es eminente y categóricamen­
te Social, desde Benedicto XIV cuyo Pontificado se inició en 17 40
pasando por Gregorio XVI, Pío IX,
el gran León XIII, San Pío X,
Benedicto XV, Pío XI, Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI, la cons­
tante preocupación de la Iglesia por la vida económico-laboral de
los hombres se plasma ininterrumpidamente en la inmensa riqueza
de su Doctrina vertida incansablemente a través de sus Endclicas,
Comunicaciones y Escritos de todo
tipo.
No vamos a profundizar, porque para su estudio perfecto se re­
querirían años de vicia., en · la ingente relación de documentos, pro­
ducci6n fecunda de los Pontífices reseñados y de sus inmediatos
colaboradores; pero sí resaltar que si cualquiera de ellos son por si
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]OSE ANTONIO CAMON CANOV AS
solos compendio superior de valor a cuanto fuera del Magisterio de
la Iglesia
se ha escrito y dicho, siempre hay alguno que por su ca­
piral interés, transcendencia e influencia ha sido objeto de reconoci­
miento universal tanto por sus humildes acatantes como
por sus
soberbios y engreídos detractores. Citaremos como reconocimiento y
homenaje,
a lo que han significado, el Sylabus de Pío IX la "RERUM
NOVARUM" y "Quon APOSTOLICI NUMER1s", "GRAVES DE COMMUNI"
de León XIII, "QUADRAGESIMO ANNo'', "CARITATE CHRISTI CoM­
PULSI" y "DIVINI REDEMPTOEIS" de Pío XI, Código Social de Ma­
linas, de la Unión Internacional de Estudios Sociales, del Cardenal
Mercier, etc.
Por falta de tiempo nos limitaremos a enunciar una serie de
principios comunes e inmutables del Magisterio Eclesiástico que
puedan servir, como decíamos anteriormente, de cauce
· y regla, para
evitar que el desbordamiento de las pasiones y el desenfocamiento
viciado de los problemas
arrastren a la humanidad al caos y al
desastre; estos principios podrían enumerarse así:
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l.º La propiedad es un derecho natural, que es necesario sal­
vaguardar y defender, ya que es la primera garantía del
orden personal, familiar
y social.
2.º
La producción es la resultante de tres elementos: Natura­
leza, Capital y Trabajo.
3.º
Los legítimos intereses del trabajo son sagrados, como lo
son los intereses legítimos del Capital.
4.0 Los intereses del trabajo son efectivos en el salario, que ha
de ser lo snf!cienternente amplio como
para procurar capa­
cidad de ahorro que
permita en la medida de lo posible a
todo el mundo el acceso a la propiedad.
5.º Los intereses temporales se han de subordinar a los espi­
rituales siempre.
6.º
Las deficiencias del salario, así como su no percepción a
causa del
paro, deben ser suplidas por medios asistenciales,
subsidios,
segutos, etc-, con subordinación · al principio de
snbsidiariedad.
7.º
La lucha de clases es inadmisible a la luz de la razón y de
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LA 011.GANIZACION DE LA BCONOMIA Y DEL TII.ABAJO
la ley natural y de la ley Divina; el falso principio de
lucha debe ser sustituido
por el verdadero de oolaboración.
8.º
El principio y reoonocimienro de la propiedad privada obli­
ga
al Estado a ser cauro y prudente en las medidas que su­
pongan oolectivizaci6n.
9.º El Estado como gerente del bien oomún tiene el derecho y
la obligación de intervenir cuando se lesione el bien general
10.º El Socialismo debe de ser rechazado,
tauro en su forma
extrema de Comunismo como en las moderadas más ex­
tendidas hoy día.
11.º
El derecho de huelga no es admisible por cuanto que sobre
los intereses profesionales está el interés de la
oomunidad.
12.º Las riquezas acumuladas por cuanto son obra de los ttes
factores fundamentales de la producción, han de revertir
sobre
los mismos, o sobre la propia producción.
13.º Por ningún
ooncepto puede el Estado declararse neutro en
lo que concierne a los intentos de manipulación de los pre­
cios de los artículos de consumo indispensable, ya sea por
su acaparamiento o por ottas maniobras especulativas.
14.º
Las organizaciones profesionales o sindicales son esencial­
mente naturales y
su organización compete a los directa­
mente
interesados en ella; únicamente el abandono por ellos
justificará la actuación del Estado.
Estos principios básicos, sucintamente expresados, buscando su
mejor comprensión y claridad, deben de servirnos. a nosotros a modo
de Decálogo, para ron su observancia y difusión conseguir ese mun­
do mejor
tan ansiado por la Iglesia desde su fundación divina, hasta
nuestra
turbulencia actual.
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