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1975

La sociedad a la deriva

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El laicismo, crisis de fe y de razón

"
EL LAICISMO, CRLSIS DE FEl Y DE RAZON
Textos del Prof. Mr:CHELB FBDBRICO SCIA.CCA (*).
INTRODUCCIÓN,
La Europa llamada oc.cidentai renuncia cada día a alguna rosa
que es esencial, aquejada por una dolencia aónica de autolesión y
profesando un estado de dimisión.
La pérdida más evidente es la de su krJiÜcron humamslt<, que re­
quiere una educación "foonativa" a nivel teorético-aftico, auténti­
camenre "ciena:ífico" y también "religiooo". Por dar piwalencia a!
momento práctico-econ6m.ico, técnico-operativo-productor, aJ. interés
de lo materia!menre "útil", no como un momento teorético y una
condición para la elevación espiritual -'-"lo que equivaldría a afirmar
con mayor fuerza los valores inherentes a!l espíritu-----, ha matado la
(*) En septiembre de 1974, en Stresa, nuestro querido maestro el pro­
fesor Sciacca
examinó, con Juan Vallet de Goytisolo, el temario de la XIV
Reunión de amigos de la Ciudad Católica para el otoño de 1975, acordán­
dose que · 1a ponencia final la desarrollaría el profesor acerca del tema El
lair:ismo, crisis de la fe y de razón. Meses después, todavía tuvimos la for­
tuna de tenerle entre nosotros en nuestra XIII Reunión que tuvo por tema ge­
neral Sanlo Tomás Je Aquino, hoy, que realmente había planeado él mismo,
honrándonos con la ponen da inaugural Santo T omá.r y los problemas filosó­
ficos de ho1. En la cena de despedida, la víspera de su marcha, se decidió
precisamente celebrar en algún lugar de la provincia de Alicante nuestra XIV
reunión. Pero al profesor Dios se lo llevó a mejor vida dos cortos meses des­
pués. Sin
embargo, no nos resignamos a quedarnos sin el magisterio de su
ponencia. Por ello, habiendo ya trata.do Sdacca este tema en los primeros ca­
pítulos de su maravilloso libro L'ora di Cristo, escogió Vallet los textos más
oportunos de la última edición, aparecida. meses antes, que traducidos al cas­
tellano fueron leídos en la última sesión del. 8 de diciembre de 1975. La pu­
blicacíón de estos mismos-textos seleccionados y allí leídos, son· un tributo
más de gratitud que tendim05 al llorado maestro. y amigo ( e. p. d.).
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"cultura", en el sentido auténticamente humanista que es el único
sentlido europeo y sólo europoo.
El europoo se caracterizaba por ser una "persona culta" que ejer­
cía una u otra profesión teniendo su mente formada por aquella cul­
tura Hoy tiende a. ser solamente "técnico especialiZl!do" con un cier­
to bagaje de nociones de televisión y huecograbado, de enciclopedia
al
nivel de todos; es decir, tiende a sustituir el nivel humanista de
cultura por el economista o cientifista
Peto, no puede entenderse la tradición europea si no se tiene en
cuenta, además de su ca.-actetística crítica, Qtn) componente esencial,
la tradkión religiOBa 'hebraico-c;ristiana: E,nopa signtjica unie/.ad e.r­
piritual de estas das tradkiones. En tal sentido, el verdadero humtr
nismo (verdad natural y verdad ~renaturai!; distintaS pero no se­
pamdas), que Je es connatutll.l, ha nacido y se ha desarrollado en
Europa que lo ha exportado como é único produeto "no económico"
que ha OOllStlituido su. verdadmt grmid~. fucl.uso esa tradición reli­
giosa está hoy en ser ya cristiana porque renuncia al espíritu y a sus valores; por lo
cual va mU!ldanizándose hasta asim.iliu,se a1 mundanismo materialista
y ateo en un proceso de descristianización que deja sobrevivir un
cristianismo "horizontal", al nivel de una "fraternidad" con vistaS
sólo a· la vida en el mundo, un humanitarismo qne es la negación
de Cristo, por lo que la religión resulta relegada a puro hecho "pci­
vado".
La política no puede resolver legislando, desde fuera, ni un solo
problema del espíritu, sino que únicamente él espíritu mismo puede
resolver los problemas que le son propios; la política no es válida
sino
en los límltes en que favorece esta solución • . • En cambio, hoy,
dimitiendo como hombres y renunciando al espíritu, pediroos a1
orden exterior político-social y a su maquinaria burocrática la solu­
ción
de los problemas, que sólo la admiten interior y que única­
mente nosotr0s pndtlamos dar, aunque fuera ayudados por una or­
ganización
adecuada El hombre de ese modo se ha envilecido y ha
envilecido su libertad de espíritu, al esperar que incluso la misma
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EL LAICISMO, CRISIS DE FE Y DE RAZON
libertad le sea ororgada por un decret0-!ey, elaborada por Ulla cen­
tena de politizantes o por ]a burocracia estatal, que, en sí misma, en
CWL!lto "máquina", es irresponsable y, por lo tanto, se halla fuera
de la libertad Parece que, hoy, la 1->umanidad sólo se siente segura
"agregándose",
haciéndose masa o pasta: para la "seguridad 5'lcial",
que es ante todo y sobre todo "vital" y regalona, renunciando a ser
ella misma; por eso =pta que la libertad le sea garantizada por e!
sindicalismo y con Ulla cartilla, con un folio de papel sellado. Así, el
el Fstado, en lugar de ser el promotor de los derechos naturales y
exttasociales del hombre, es la "máquina" que se los produce, los da,
los
agrupa o suprime, le ofende e increpa CWL!lclo quiere con el pre­
teict<> de la "salud pública", del "bienestar de todos", de los "inte­
reses superiores".
¿Superiores a qué? Ningún interés es superior a
la persona humana en el orden de la naruraleza; pero la despersona­
lización del hombre, la renuncia de sí. mismo . ha puesto al propio
hombre "en cuestión": el Estado, que hoy es el Partido o los Pll!ti­
dos, lo devora, lo digiere y lo hace excremento, como más cómodo !e
resulta. Este es hoy, en el fondo, .el sentido brutal e inhumano de fas
llamadas "nuevas fórmulas sociales" en fas .cuales para el espítitu
il n'y a peis de place.
Puesto en discusión el ser del hombre, que es prituero en el
orden natural en cuanto constituido por un principio objetivo, o de
~ad primera, que es el ser, ·tocio ~esuilta discutible; es "ouestión
pendiente":
fa objetividad de la ronciencia y de la moral, el fun.
darnento de la autoridad, la Iglesia y el Estado, la sociedad y la fa­
milia, ete., efectivamente nada tiene ya sentido sin el ser, cuyo prin­
cipio y
fin es el Ser. El hombre ya no es; no es ni siquiera Ulla bes­
tia, como se dioe, •pues cada animal tiene su propio orden --"/ el
hombre, en este caso, ha renegado del suyo-, sino una incógnita
monstruosa,
lanzada al caos y no creada por el Logos.
En ese eclipse de los principios y de los. valores, en suma, de la
verdad, es inmensa la responsabilidad del laicismo ---<0m0 concep­
ción de la vida. que recha%a la religión .o que prescinde de ella-,
pero no lo fue menos la de cierto cristianismo, secular y eclesiástico,
de ayer y de hoy. Las protestas del prituero son irritantes: aun hoy
tiene la ejemplar hipocresía de fomentar la pérdida de los valores
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MICHELE FEDERICO SCIACCA
espirituales, el materialismo y el escepticismo que nos inundan, cuan­
do verdaderamenre todos los diletantes del "libre pensamiento" son
la
primotdial causa de la caída del pensamiento al nivel del mwido
y de la pérdida de la "libertad de pensamiento" y de la responsabi­
lidad que ella implica. Después· de casi cuatro siglos de racionalismo
y de adoración de la razón hasta lo grotesco, de secularización de lo
sacro y de la historización de la verdad humana y divins, de exilio
del ser por deaeto iluminístico; de proclamar la "autonomfa" de to­
das las formas de actividad humana, respecto de la "abstrácción" me­
tafísica
y de las "supersticiones" religiosas, con miras a la autosufi­
ciencia del homb,-P doroinadm de los diooes y del! OOSIIl06, y de la exal­
tación de todos los agnosticismos e inroaneoti.s.mos idealistas, empi­
tistas, positivistas,
en homenaje a la historia y a la ciencia, el laicis­
mo se maravilla de que Europa, que babia tenido como alma el hú­
manimno,
en el sentido antes expresado, se l,a;ya convtttido en ..,.
céptica
y marerialista, casi insensible a las voces de su auténtica tra­
dición crítico-científica
y religiOBa, a los valores mora!les y estéticos.
Maravilla sólo una cosa: que laicistas de indudable levadura men­
tal hayan podido hacerse la ilusión de que sin esa tradición todo an­
daría mejor que antes
y los valores humanos se elevarían. En su
lugar, perdidos primero en esa pretensión, se precipitan hoy envi­
locidos por la miseria de su locura. El pensamiento laicista occidental,
ciertamente ha continuado y desarrollado la gtan tradición crítico­
científica, pero se ilusionó en mejorarla prescindiendo de la tradición
ontológico-metafísica y religiosa, que consideraba como
un obstáculo
que
había de demibat, o un momento tmnsitorio que debla ser supe­
rado
en el transcursO del proceso histórico y de la evolución natu­
ral. Así, la tradición crítica ha cavado la fosa, pero no a la metafísi~
ca y menos aún 111 Cristianismo, siempre actual y contemporáneo, sino
a sí misma,
al hombre y a los valores humanos 4111' ilusoriamente e.re/a
posible afirmar y potenciar mejor contra el ser, contra Dios y su
Iglesia. El principio de la inmanencia historicista o naturalista, antes
que contra Dios, es un pecado de la razón contra la verdad que la
ilumina, por lo cual ou desarrollo ha sido hecho en daiío de la pro­
pia razón. El iomanentismo, error radical, tiene una lógica fatal:
rebajada la verdad a !o finito y tJemporal, del cual se la considera
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EL LAICISMO, CRISIS DE FE Y DE RAZON
product0, disuelto el ser en el devenir y el hombre en el "sujeto",
singulax o rolectivo, todos los valores crujen porque se les ha pri­
vado de su fundamento, el ser y la veidad. que la historia. Coherente con el inmanentismo es este diiema: o el ma­
tJeria:lismo histórico de Marx y sus u!looriolies desaxroJlos, ioro•oeo­
tisroo
que dogmáticamente todavía conserva la fe en sí mismo; o
bien
la negación de todo valor, si todos ellos no son sino productos
de la evolución histórico-natural y, romo tales, rontingentes y rela­
tivos,
no verdaderos ya sino salaroente opinables y, por ranro, "ope­
rativos",
"eficaces", puramente "pragmátiros". Las diversas corrien­
tes laicistas están destina.das de este mcxlo a ser asimHadas o a asi~
milar al marxismo, más o menos co.rregid.o o sin corregir, que es la
única forma activa del laicismo, que aún tiene mordiente; pero, pre­
cisamente por eso, "laicismo'" puro y, como tal, negador de la "lai­
cidad" del
pensamiento y de la cultura en general. Las otras, o sea
las del "elevado pensamiento" y de las "nobles virtudes", son un re­
siduo ineficaz y académico del laicismo iluroinístico y oclwcentista,
que se engañaba y engaña creyéndose "espiritualista" e "idealista",
después
de haber negado el espíritu y la idea por haberlos querido
hacer inherentes a la naturaleza y al tiempo, a lo finito de este
mundo. Así
se explica que el laicismo de este último tipo, el del alto pri­
mado de la "conciencia moral", se halle hoy sin alma, mediocre, con­
vencional, retórico, en manos de los habituales politicantes, nego­
ciantes
y dérigos traidores, dignos miembros de toda academia en
la que puedan pronunciar tantísimas palabras en las cuales, para co­
menzar, ya no creen ellos; y el laicismo más ronspicuo, perdido el
optimismo de los diletantes del siglo XVIII y de los profesores del
siglo XIX, aparece aún conm:adictoriamente fome en mantener el
punro de vista inmanentista, o bien esforzándose en la negación
de todos los valores humanos o en su reducción al ronsumo diario,
y, por ello, se presenta corno la "crítica" y la "crisis" del propio in­
manentiBmo, confesión enmascarnda de que sin !o divino lo hu­
mano dooie, se aniquila y resulta la deyección de si mismo. De ahí los
diversos ,existencialismos y problematicismos, eficaces como momento
crftico negativo, pero bizantinos, conttadicrorios e inútiles com.o
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MJCHELE FEDERJCO SCIACCA
momento crítico<0nstt11ctivo; de ahi.la focha desigual entre el lai­
cismo de tipo ocbocentista. y el de tipo marxista, hijos l!IIlbos del
iluminismo. Al primero ya nada Je queda por decir sino repetirse o
destruirse, según el módulo de la decadencia, enu-e. f\llsas lágrimas
agnósticas, retóricas
y sutilezas barrocas; mientras el otro, coherente
en su inmanentismo o asumiendo la· historicidad del ser, en el sen­
tido más rndica!J ~Y por lo tanto ia disolrución de la ida,. o dcl mo­
lilento teóriro de 1a praxis-mooremo históri.ro prácti.ro, di,,Jecrismo,
en el cwtl el momento moo.iador de ambos momentos es !la categoría
del "trabajo", identificado con el momento económioo sOlcia:1-, tiene
aún
cierta utilidad propia. Lucha cksigwcl, "bellas palabras" y las "ideis elevadas" hace el papelmás ridículo;
oonfuso, charlatán, pierde terreno y mientras más pierde más grita,
como un raqultiro en lucha con un atleta y trata de salvarse aga­
rtándose a todos los expedientes, y entre ellos el especioso pero no
"ingenioso"
de hacerse matXista reformista, con la ilusión de que
así asimilaría al enemigo, cuando en realidad serla· asimilado por él:
obra maestra del transformismo corruptot de rodo principio.
De ahí Otra posición clara: lo único que hoy puede oponerse vá­
lidamente al marxismo en todas sus formas -incluso al sedicente
neocapitalismo que pretende oponerse a:J matXismo-es el Catoli­
cismo, el úni.ro que posee una. vitalidad perenne derivada de la ver­
dad
que le · es intrínseca. Pero, para que pueda asumir esta misión,
es
tsecestlfio que la catolicidad oo se deje seducit por las sirenas del
progresismo y, del mnnda;n-i91]V}I, que no intien1le tatnbién una solu­
ción transfotmista: que haga,· sí, política, pero que no politice su fe
católica, si aún la cousetva. Si ,la palabra hómbre tiene en el Cato­
licismo su verdadero
sigoificado, que implica una tradición. crítica
por la cwtl el pensamiento se define l,w:o ( en el sentido de seglar)
pero no laicista, puede evitar su · propio naufragio y el de los valo·
res humanos, apoyándose ---pero no extrínsecamente por oportunis­
mos políticos-en la tradición metafísica y l'eligiosa que, se creía
~pretenciosa y estúpidament-haber eliminado gracias al pro­
greso
cultural y civil de la humanidad.
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EL LAICISMO, CRISIS DE FE Y DE RAZON
l. Dios EXILIADO DE LA CIUDAD TEIUIBNA.
La eliminación de la verdad.
La inversión de la perspectiva filosófica consiste en la sustitución
del problema
del principio y de lo real por el problema del mérodo;
del problema del ser por el del hacer. Digo sustituci6n. Ahora bien,
con esto no sólo se introducen dudas acerca
de la verdad, sino que
además implica el riesgo de eliminarla, romo algo superfluo y, por
añadidura, perjudicial a los fines del bienestar y de la felicidad de
los individuos y
de la sociedad. Por eso, la finalidad del conoci­
miento y del saber no es ya fa verdad, sino fo útil, el placer, lo que
oonforta materialmente la vida humana, satisfaciéndola en sus ne­
cesidades vitales. En consecuencia, se estima verdadero aquello de lo
que el hombre puede obtener una utilidad práctica, entendiendo la
paillbra utilidad no sólo en sentido eoonómico, sino más amplirunen'
te. No interesa ya la búsqueda del ser, sino hacer y, sobre todo, la
organización de este hacer. No importa ya la verdad, sino la utili­
dad práctica para la plena satisfacción
dé todas las necesidades vita­
les. Síguese de ahí que, puesto que lo que cuenta es la utilidad prác­
tica, interesan rodos los medios técnicos -o cognoscitivos, ·en el sen­
tido restringido de funcionales, que sirvan para organizar mejor los
fenómenos
natutales y los humanos. ta organización de los fenóme­
nos natutales es confiada a la ciencia, entendida en sentido puramen­
te
operativo (técnica); y la organización de los fenómeoos humanos
es confiada a Ia sociología, a la psicología., a la pedagogía., ere.
En este punto . . . La ""'1Xl,.d no intleresa y es bueno no ocuparse
de ella. Y ¿por qué ese desinterés en un bien? Porque -se afirma­
la verdad divide a los hombres (para la filosofía clásica está vigente
la tesis opuesta: la verdad une). Si
la dejamos aparte, los hombres
podrán ponerse de acuerdo respecto de los medios, de los oonoci­
mientos
técnicos que sirvan para resolver sus problemas cotidianos:
de organización,
de bienestar social, etc.
¿ Por qué la verdad divide? Porque la verdad no es una opinión.
Cuando los hombres dicen "esta es la verdad'', "estos son los prin-
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MICHEUJ FEDERICO SCIACCA
cipios", asumen una cierta intransigencia respecto de esta afirmación.
No son posibles los compromisos, sólo cabe lograr cierta aproxima­
ción.
Los hombres, si "están" ante la verdad, se dividen. Siendo así
--se dice-, eliminemos de la nueva perspectiva lo que -divide, no
ocupándonos de ello, y hagamos juntos aquellas cosas en las que
esramos de acuerdo y que a todos conviene hacer.
También las ideologías políticas han entrado en crisis: más que
discutir
acerca de los principios ---« dice-es mejor ponerse de
acuerdo acerca de las cosas prácricas que podamos realizar juntos;
no
ya la política de las ideas, S'ino la política de las cosas. Pero las
cosas son ciegas. A fuerza de buscar sólo la opción práctica, se con­
cluye
por elegir a ciegas, es decir, ya sin la luz de la verdad.
Esta posición incluso deja al margen los principios moral.es; tam­
bién deja al margen la verdad relígiosa: creer en las verdades reve­
ladas que son dogmáticas es enfrentar unos hombres a los otros. Por
Jo tanto, no más filosofía de la religión ni teología revélada o teolo­
gía
como ciencia; no más filosofía de la política, ni del derecho, y
así por el estilo, sino sólo religión, poiítica, derecho, a nivel simple­
mente sociológico y psicológico sin fundamento filosófico, empírica­
mente entendidos
y guiados con método experimental. Se puede
llegar así hasta la comprobación de que existen dos mundos: uno
social o público, en el cuai los hombres se unen en torno a lo que
prácticamente· les conviene
y deciden acerca de ello; y otro, de las
creencias o de 'las opiniones personales, de las cua1es mejor es no
habla< porque de hacer1o podríamos estropear la conversación.
Eliminación de· los principios' morales.
Insistamos, un instante más, en ocuparnos de la inversión de la
perspectiva filosófica, esto es, de aquella posición que dice: no más
búsqueda del ser o de la verdad, sino la otgunización siempre más
funcional o racional de nuestro hacer pata el logro de un siempre
mayor
y más 1332
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EL LAICISMO, CRJSIS DB FB Y DB RAZON
mora:!: oo la perfeoción interior del hombre o la práctica de la vir­
tud,
ann a costa de sacrificios y renuncias, sino la libemción del
hombre de todo cuanto impide o comprime su espontaneidad; es, de los riesgos de tabúes, que se llaman virtudes, cuando oo son
sino
pretextos, más. o menos hipócritas, que ocultan Ol'!OS intereses
o superestructuras. económicas, o simplemente perjuicios. Pero en
cualquier caso, medios represivos.
Resulta así que sólo se habla de una felicidad de orden agnósti­
co:
el hombre es reducido a tan sólo la vida animal orgaoirada por el
cáil.cuilo mcional o fuociorucl, es decir, a una vida pl'ivada del espíritu
de hombre, por debajo de sí mismo. Podría decirse que se trata de
una forma de "corporismo", antítesis de cierto "aogelismo"', que tam­
bién debemos combatir por igual, porque el hombre es espíritu en­
carnado, alma y cuerpo. Además, se produce una reducción de la
libertad a la pum espontaneidad sólo auimai, no ya la de una pie­
dra que puede caer en virtud de la ley de la gravedad si no halla
nn obstáculo: que nada tiene que ver con la libertad humana, pues
ésta comienza. precisamente en el razonamiento que ya no opera en
una mera espontaneidad.
Ello
comporta, fina,Jroente, la pérdkla de la conciencia moral, o
sea
de la capacidad de distinguir el bien y el mal que Aristóteles y
también Santo Tomás identifican con la prudencia, entendida no sólo
romo virtud práctica sino como virtud intelectiva; y la falta de con­
ciencia
moral lleva al caos de la ciudad terrena. La concepción liber­
tina del comportamiento humano llega a la oonclusión que puede
reducirse a
esros simples términos: que cada cual haga cuanto le
plazca y satisfaga sus necesidades físicas. No se trata ya de una mo­
ral puesta al día (aggiornata), sioo de la principio
de oonducta moral, de la sustitución de la virtud por todos
los excesos,
incluso la obscenidad.
La eliminación de Dios de la ciudad terrena.
La duda de Dios, si no es estímulo pan una búsqueda más pro­
fundizada sioo fin en sí misma, es también una negación del prin-
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cipio de la verdad del ser, sustituyéndolo por el puro hacer; y del
p•incipio de la mora!. al. que sustituye por una felicidad tettrena o físi­
ca, ·
hsism llegu al atelsmo y más allá. O>nsecui,nt1emenlle, de tal
modo es discutido Dios, incluso por algunos cristianos, que el ateísmo
resulta
una de las formas más vana.les del conformismo; por eso, hay
una "teología de la muerte de Di06" y existlell los llamados cristia­
nos ateos. Rmlmoote, se reducen hoy a dos las principales fotmas
de poner en duda la existmcia de Dios hasta llega,: a ueg,a,,,la.
La primera puede enunciarse así: el hombre con sus poderes in­
telectivos y racionales ---<0mo se dice comúnmenre-no puede pro­
bar que Dios existe, es decir, que existe el Ser, primer principio y
fin
de todo el universo y transcendente dei mismo univemo, provi­
dencia; tanto· es así que siempre se ha venido discutiendo y no te­
uemos aún prueba alguna incontrovertible. Por tanto - ye-, que ·por lo menos la duda existe. Queda sólo la pura fe y quien
la tenga que la taiga;· creer es un hecho personal y privado. Con
este
discutso se exilia a Dios de la ciudad terrena, se re condena al
olvido, se le relega a un fideísmo estrictamente privado, indifetente
a éste o
a
aquél Dios; sea un fetiche o el Dios cristiano.
La segunda forma, hoy más difundida, se presenta con matices
diversos y nos limitaremos a presenciar sólo los principal""' Uno es:
si Dios
existe, el hombre no es libre; Dios viene siendo concebido
como el patrón del hombre, el tirano que Jo domina y oprime cosi
caprklhosamente, como el maesttO que puede enseñarle · todo, cómo si
el hombre fuese siempre
un menor de edad, aparece como el ser que
somete al hombre y por consiguiente no Jo deja libre.
Otro matiz es éste: si existe Dios y es concebido como fin últi­
mo, bien absoluto
y beatitud eterna, el hombre atraído por ese fin
supremo, se
abstrae de las cosas de la ciudad terrena, se ocupa de
ellas sin empeño, pues se preocupa mucho más de la vida eterna;
y de esta atracción suya a la otra vida, con la consiguiente absten­
ción
de empeño por ésta, resulta que se aprovechan quienes la dis­
frutan;
de ahí la frase corriente: la religión es el opio del puebl-0.
Para evitarlo, es preciso liberar al hombre de Dios, de la perspecti­
va de la eternidad, de la esperanza de la vida eterna y, para efectuar­
lo,
basta considerar - 1334
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EL LAICISMO, CRISIS DE FE Y DE RAZON
el fondo Dios no es sino un producro de la imaginación humana: no
ha sido Dios
quien ha creado al hombre, sino que el hombre con
su imaginación ha creado a Dios ( tesis de Feuerbach, repetida por
Marx).
Y, ¿por qué el hombre ha inventado a Dios oon su imagina­
ción?
Porque, viviendo en un estado de renuncia, aliena al otro, en ese
caso a Dios, lo que · 1e pertenece. Para el Iluminismo, los hombres,
aún no llegados a la madurez de la razón, imaginándose un maestro
infalible, le a!lienan sus poderes rognoscirivos o racionaaes; pero, iroa
vez desarrollado., y maduros, vuelven a tomar lo que les pertenece y
destruyen
a Diós, o sea el fruto de su imaginación. Esta es la aliena­
ción en su forma burguesa.
Pa:ra el marxismo, en general, la alienación religiosa nace de la
del trabajo; es decir, Dios nace de ia mente del hombre a causa de
la explotación de
mucho. por unos poros patronos. Es la alienación
en su forma "proletaria". Síguese de ahí que, cesada la alienación del
trabajo, según 1a tesis más propiamente mancista, oosa.rá la creencia
en Dios, porque vendrá a fulra.r la cama que habla estimulado la
irnag.in,,.ción del hombre para darle existencia.
Hay aún otra forma: Dios nos ha engañado, pues su providen­
cia
no ha resuelto el problema del mal; su encarnación no ha me­
jorado
el mundo, donde aún hay tanto mal que todos los días ex­
perimentamos una inmensidad de males. Siendo así, Dios es super­
fluo; que exism o no es indiferente. Puesto que no hemos logrado
vencer el mal, es mejor olvidarlo.
Una va,riante de esta posición es la siguiente: la existencia de
Dios, sencillamente el
hablar de Dios, es un daño; no se hable más
de Dios y que Dios mismo nos hable, que se retire y que se haga
el
silencio en torno a Bl. En este silencio, que sea el hombre quien
haga o, por lo menos, trate de hacer aquello que Dios no ha sido
capaz de
hacer; es decir: un mundo mejor. De ahí, las diversas teo­
logías de la esperanza terrena ron inspiración a la vez marxista . y
cristiana.
Como se ve, se trata de posturas de desconfía= en Dios y ab­
soluta ronfia= en los poderes humanos, hoy totalmente desarrolla-
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MICHELE FEDERICO SCIACCA
dos y desplegados, ya capaces de cuanto Dios no ha podido hacer_
La confiama en su madurez ha librado al hombre del infantilismo
de creer en un Set supremo. El hombre vuelve a tomar en sus roanos
la oiudad te!'!ena y oon ellas la oonstruyre mejor que todas las re­
ligion forma
más puesta a:l día y empeorada, peto conservando intacta, bajo
sus juegos de ..-cifkio y todo su fondo de &sesperación, la compa­
ñía fiel del at.eo.
El antihunianismo del humanismo ateo del materialismo mar­
xista.
Por ooa putie, a fin de que el hombre de la sociedad homogénea.
no se slienata en Dios, sería preciso admitir que en ella alcaru:aríai
su autosuficiencia abooluta -"libre" de todo-no sólo en el sen­
mio
de su liberación de las oeoosidades, sino muso en el sentido
de l:iberación de la '*' su evoiu mal a!lguno -victorioso no ,obre lo, rrurlies, éste o aquél, sino sobre
el mal,-, no 1leD oo morirá,
eoc.; pwes, en ot:ro caso, en tanto sufra uoo. de estas limi­
taciones, reodrá conciencia de no mber realizado aquel ideal de ¡,ere
fooción ali que llama Dios, y la a!lienación religiosa lo perseguirá y lo
afligirá, induso en la socredad homogélllell, sin que ,ea ya explicable
como
JttpraeJtmctura al modo marxista . .M mru:xismo, para no de&-­
mentiirse asim·isroo no le queda sino lanzarse a la. ronclusión extrema:
el hombre nuevo de la sociedad homogénea esmirá libre de la necesidliá
y, por ta!llto, también de todo mal y ddiar, de la misma muierlle. Pero
un hombre ta:! no es ya un. hombre, es un ser de..ronooido; lo cud
comporta, coosiguientle1lrente, que aquello viviente, que hoy llama­
mos hombre, evoludonnrá all pu.oro de convertirse en aqucl ser que
hoy se lama Dios. Pero s.i se oonvierte en Dios .cesaci de ser hombre­
eo
cuanto habrá perdido su ser propio; y, por consiguiente, el ad­
venimienro del humanismo at.eo -,marxista o no-se resuelve en L<
negación d"'1 hombre y de k> humano, como ha captado boon Niett-
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EL LAICISMO, CRJSIS DE FE Y DE RAZON
sebe, que ha trorizado al "superhombre" ---=presión de la foona
moral del humanismo ateo-como suma negación de 1o humano en
el hombre, romo el más allá del hombre.
BI ideólogo =ist:a se da cuenta de qu:e por ahí camina hacia
lo abswdo y trata de responder a los reparos: el hombre nuevo o
mmX?ista será susceptible de dolores moraleo y morirá; pero, dacia la
nueva rondición en la que veruká a eru:omrame, la sociedad homo­
génea en la cual rodas sus n=idlldes maoorim quwa:rán satisfe­
c!has, perderá la coociencia de esta insuficiencia suya. Y ¡=os de
cab=! : pues si perdiera la ronciemoia, oesa1ría de ser hombre, en
cuanto, precisamenre según la definici6n de Feuierbach, el c,req:,o
que es di hombre, es de hombre en cuanto es también ronsciente. Y
una de dos: o en la soci..iad homogénm el hombre evolucionará
hasta el p= de ronV'ertirse en un beatísimo inmortllil, un dios; o
evolucionará hasta el punro de perder la conciencia de su invenciblle
insuficiencia,
o de su miseria, romo diría Pai9Cal1, y quewrá sin ron­
ciencia,
al igual que los otros animales, esto es, perderá incluso mi
gmndeza: en el uno o en el oh'o ca,o -dws o besti11--cerará de
ser hombre. :&ro ronfi,,ma que el humsmsmo a11e0 es antihumanismo;
esto es, la negllción del hombtie y de lo humano.
Breve respuesta al problema de la eliminación de la verdad.
BI problema de la vutlad no se plantm romo exdu~te o susti­
tutivo
de uno de esos dos términos: o el método o di prilndpic del
saber; puesto que el método sin el principio del saber, o de la ver­
dad, queda vacío, y un camino que no sabemos donde lleva, es ciego.
El problema se plantea
de otro modo: deben desarrollatse los méto­
dos de investigación, incluso los operativos, pw:a hacer siempre efi­
caz
el principio de la verdad; pero éste es necesario y es verdadero
en sí mismo, no por la eficacia de los métodos, que deben limini,se
a dotar de eficacia la verdad del principio. Del mismo modo que no
se trata de elegir, aut-aut, entre el hacer o el ser. Ill problema se
plantea en forma sintética, puesto que el hacer sin el ser es ciego y
hasta cierro punto significa tan s6lo deshaoer; y, por otra parte, t!I
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MJCHELE FEDERJCO SCIACCA
ser, que es fecundo, no debe esteriliza,se desinteresándose del hacer,
facere. Siendo as~ el problema consiste en ser para haa!r; o bien
-empleando un término clásico-en COll-temphu; que significa .. de­
tenerse para vet", para conocer y, des¡,llés, hacer con luz plena, pre­
cisamente
porque nos ilumina la verdad. Hacemos para tener; pero
el tener sin el ser no es nada, puesto que si no soy, igual da que no
tenga. Por tanto, el problema no está planteado entre tener o ser,
sino acerca
del ser que, en cuanto es, ti.,.e. Esta es la sabiduría, o
sea aquello que
podría llama El hombre no puede contentarse únicamente con satisfacer sus
necesidades vitales, aunque sea verdad que
el problema de vivir so­
lamente se resuelve si se dispone de 'los medios precisos para tal sa­
tisfacción, que tiene también un contenido moral; en efecto, libera
al hombre de la esclavitud de la necesidad, de la degradación y de la
miseria, le confiere una dignidad de shltus social. Como de manera
ajustada
un filósofo ruso ortOdoxo, Berdjaev, ha dicho: "El pan, para
mí, es una necesidad material; pero el pan para otro, es mi necesi­
dad espiritual".
La misma satisfacción de las necesidades materiales,
a fin de que lleven una vida· digna y de que ésta no pierda su valot
humano, no puede considerarse fin en sí misma. Su fin es vital, · pero
no es el de la vida espiritual, sin la cual ni siquiera se podría plan­
tear el problema de una dignidad propia del hombre.
Ahora bien, la dignidad del hombre radica en los sentimientoS
y en el pensamiento, que no existen sin la verdad; y la verdad que el
hombre quiere
no es únia,mente técnica, científica, organizativa,
operativa, aunque éstas sea.o. necesarias porque redundan en su bien·
estar, sino que es sobre todo de naturaleza filosófica, moral, religiosa.
Situados a cierto nivel surge
en cada uno de nosotros la pregunta:
¿cuál es aquella
verdad que no nos sirve, pero a la cual debemos
servir, aquella
que da un senti la humanidad? Por esa verdad que debemos servir, afirmamos ei de­
recho a Ia satisfacción de las necesidades vitales.
Asimismo, acerca
de la eliminación de los principios de la mo­
ral, tampoco se plantea el problema así: o la felicidad o .la virtud
moral, como si una fuese la negación de la otra; sino que se sitúa
en términos de perfeccionamiento, siempre mejor informado por la
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EL LAICISMO, CRISIS DE FE Y DE RAZON
conciencia moral, de modo tal que conformemos a ella nuestra con­
ducta
y nuestro vínculo con el prójimo. La realización de este per­
feccionamiento ofrece la paz espiritual en la paz corporal, es poner
en acto toda la paz del hombre, verdadera felicidad, en especial pata
el cristiano. Por tanto, no hay conflicto entre felicidad y virtud,
pues
no hay costumbres morales sin principios morales. Se trata de
dar a la virtud un faro humano y seteno y no inquisitorial y agrio.
También, aun
acerca de las dudas sobre la existencia de Dios,
respondemos: Dios
no es el patrón o el tirano, sino el Padte, Crea·
dor
del hombre; como dice el Evangelio, el Amigo. No es un poten·
tado
de la tierra, precisamente porque es el Omnipotente y no ne­
cesita del poder para tiranizar. Le bastan sólo el amor para redimir
y la misericordia y la justicia para salvar. Tampoco Dios distrae del
empeño
por las cosas de la ciudad terrena; sino que, por el contra·
rio, ese empeño es una prueba necesaria., aunque no suficiente,
para la salvación.
Los dos primeros mandamientos no son escindibles, constituyen
un acto único. En el amor al prójimo, que tiene como fin a Dios,
realizamos nuestra
perfección y la condición para salvarnos. Ni el
empeño político puede
descuidarse, por cuanto --<0010 e.scribe An­
tonio Rosmini: "es cosa sagrada la suerte del pueblo"-. La preten·
sión
de eliminar, incluso, el mal equivale a decir que la ciudad de
Dios puede realizarse perfectamente en este mundo. En cuyo caso
el hombre, capaz de constituir un reino perfecto, sería el mismo
Dios.
Pero entonces ya no h•blarfamos del hombre, sino de otro ser,
y, por otra parte, tener más confianza en el hombre que en Dios
equivale a afirma,r que el hombre es más que Dios; y esto no es
sino una forma de ateísmo por desesperación.
Las dudas pueden vencerse, pero es necesario que la razón no se
vuelva
loca, que ,sea racional, que la voluntad no se lance a su ca­
pricho
para realizar actoS arbitrarios, sino que sea libre en la !ey
moral; que el hombre adquiera la inteligencia de si mismo, el
sentido de sus limites y no la superstición de sus. poderes ilimitados
y absolutos que conducen al caos intelectivo y moral, a la desespera·
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MICHELE FEDERICO SCIACCA
ción diesnrootora, y no haiy una fomia más dañina y desttuetiva de
infantilismo y de inmadurez que aquella que afirma que el hom­
bre
puede ooupru: el luga,: de Dios.
fl. LilcJsMO Y HUMANISMO LAICISTA,
Nihilismo del humanismo laicista.
Bl laicismo, como toda coru::e¡,ci6n de la existencia, ronlleva prin­
cipios y un
método para aplicarlos en el orden de fa actividad in­
telectual y en el de fa conducta práctica.
Bl laicismo moderno, ya pura o ya implícitamente desde sus
inicios, y aun cuando no lo proclame abiertamente, obedece a un prin­
cipio que, más que una abstracción, diríamos que es 1a superstición
pot un ídolo que le es esencial.: ,;l hombre se basta a sí mismo, y
el mundo humano tiene en sí mismo su propio principio y su pro­
pio
fin; es autOsnficiente. No se combate como enemiga a esta o
aquella religión, sino ,a la. religión en cuanto actirud mental, práctica
espiritual que bace dependiente al hombre de un principio trascen­
dente absoluto, Dios; así combate toda fotma de sabet que se diga
"revelado" y, como tal, no debido al hombre y que exceda de su
capacidad. La suya es la religión del hombre, identificado ya sea con
la Raz6n (la ciencia en el sentido lluminista y hegeliano), ya con la
Voluntad (la acción), ya con fa Vida o el Sentimiento (en el sentido
romántico y vitalista), ,etc.; la verdad, de forma histórica o munda­
na,
sólo es aquélla -natural o racional o como fuere-debida ex­
clusivamente a la obra del hombre, y mudable como las situaciones
humanas. Coocepción lfaicista de la vida que significa, pires, concep­
ción atteligiosa, humanismo absoluto, mundanismo radical; que tie­
ne
pot notnia propia: pensar (otden intelectual) y obtait (otden prác­
cico) como si Dios no existiera, dándole de lado en m¡,em de can­
celar hasta su más lejana imagen. Primero, destrucción; luego, des­
precio; por fin, radical olvido.
Pot tanto, la civilización modetna, en su núcleo laicista, primero
implícitamente y después de manera siempre más abierta, es cons-
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EL LAICISMO, CRISIS DE PE Y DE RAZON
cienre y aictúa ronviencida de que es la v,erdad, toda la verdad, que
fa mzón humana
-el hombre como tal-es el fundamento de sí
mismo. Una vez aceptado
dogmáticamente este principio, aunque sea
.conttario a la naturaleza de la razón y por ello imicional, creyó el
iluminismo, en primer lugar, que liberándose de la tradición y de
.sus fundamentos metafísicos y teológicos se descargaba de un peso,
se desembarazaba de un secular y actualmente inútil engorro y de
= irritante y dañino obstáculo, sin que por eso comprometiera al
hombre
y a sus valores. Estaba convencido de que así, removida la
.tradición y restaurada fa. autosuficiencia del ,egnum hominis, el hom­
bre y sus valores resultarían mejor fundados y que en una era de
progreso indefinido y de felicidad "áurea", se realizaría en la tierra
,el verdadero y mítico paraíso. A este fin, acaso con el pretexto de
pucificar el nombre ele Dios y la religión, la Iglesia histórica le
.reru:ltaiba un bla'l>co fáci!l por la debilidrad de los edlesiásticos, la
superstición popular y las faltas de los cristianos.
Desde entonces un nuevo mesianismo laicis~ iconoclasta, in­
vade y corrompe, pese a sus aportaciones positivas, la cultura euro­
pea. Le inspiró la confianza de qU!e todo resultaría mejor fundado
si se basaba solamente en un orden natural y humano, histórico, sin
Dios o a
t1tavés de 1a reduoción y transposición die Dios y ele todas !as
verdades teológicas al siglo, con la seguridad de que nada se per­
dería perdiendo a Dios, y que el Cristianismo se!tía reconquistado
como doctt-ina moml y social, una vez "purificado" de sus "mitos"
o elementos sobrenaturales asimismo racionalizables. Pero todo esto
ha
resultado falaz; pues los valores, al quedar privados de su fun­
naturrueza ha quedado suspendido en el vacío. En V"'10, durante
cerca
de dos siglos, la .-azón divinizada se ha fatigado, para salvarse,
inventando los mitos de su carácter absoluto --de lo absoluto de la
ciencia,
de la filosofía y del arre, del cacicter absoluto de la morail,
,de la sociedad, de la humanidad, etc.-; en vano, pues, el mito y
todos los mitos se han mostrado simplemente mitos. La filosofía
posterior a
Hegel ha dado el asalto rontra la razón, ha demolido su
mítica absolutividad y, ron ella, la validez objetiva de todo vruor
.cognoscitivo, moral, religioso, ere.
1341
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MICHBLE FBDBRJCO SCIACCA
Perdida la Verdad, fundamento de la objetividad de la razón
por la verdad de la que la hace partícipe y que fa rrasciende, negs,lo
el Ser fundamento de todo ser, ya no existe verdad, y sin el ser no
se salivan los va:lores. Esta convicción nos ,evcla el error .fundamental
del pensamiento laicista, Jo infundado de sus fundamentos y su in­
genua acriticidad al
imagiuar que se podía salva,: al hombre negan­
do a Dios; que se podía acreoentar la capacidad de la m:ón priván­
dola
de la luz de la verdad que !a hace objetiva y de la luz de la
Revelación; que nuestra civilización y el progreso podían garanti­
za:rse mejor elevando la rnzón y al hombre hasta usurpar la absolu­
tividad de Dios: pero este error "rebaja" al nihilismo radiad.
Tal error tiene una lógica interna: negado el Cielo, todo cae en
el polvo
y se hace polvo. Después de Hegel, el adorador de la Ra­
zón como absoluta verdad de y en sí misma, Marx, calando la Idea
hegeliana en
la historia, transforma roherentemente la diaJéctica del
Espíritu en dialéctica de lo "económico" o de la "materia", como
lo único absoluto, es decir, en materialismo d~aléctico, contra.dicción
en los términos. Así, el absoluto "racional", alcanzado el ápice de
Hegel, se transforma por su inexorable lógica interna en absoluto
"materiaJ" que tiene su absoluto en la estructura racional de Jo eco,
nómiro y relega los demás valores al reino subalterno de la super­
estructura: el entusiástico regnum homims queda degradodo en el
no menos entusiástiro y mesiánico reg1J,Um materiaeJ lo mismo, que,
volviendo la medalla, suoede ron el capitalismo. En este punto el
humanismo
laicista, agnóstico e indiferente hacia la religión (aun­
que resperuoso cuando se siente necesitado de su "superioridad" o
si los intereses
Jo utgen), se convierte en humanismo atteligioso, pre­
cisamente porque pretende ser integralmente "humanístico"; y con
esto
confirma el nihilismo del otro laicismo.
La concepción laicista del hombre y de la historia no sólo DO es
cristiana, sino tampooo humanista: efectivamente, como se ha in­
dicado, niega id hombre coooreto por un imagina,io hombre abs­
tracto: autosuficien.te, absoluto, adorador de sí mismo como Luci­
fier, iqu.e!l "que nirega siempre". En cambio, humanismo en sen­
tido DO puramente literal, significa afinnación y actuación de toda
la humanidad del hombre a fin de que éste sea íntegtamente hom-
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BL LAICISMO, CRJSIS DE FE Y DE RAZON
bre como "1il, lo arall no puetl es afirmar Dios. La tragedia del humanismo ueo reside en no ,l....,
cuenta -por el prejuicio de que es más él mismo si Dios no
exisre-de que si se priva ele Dios se auroaiega: no ya la· per­
sona sino el individuo, no el hombre sino el animal que; como tal,
tiende a "colectivizacse", a fonruu, los "acogidos". La sociedad actual
vive esta tragedia, de ahí la necesidad de reproponerse un humanis­
mo cristiano.
La parábola de la trayectoria del laiciomo hasta su autonega­
ción.
El proceso de mundanización comenw en el siglo XVI con la
sepmación de la religión de toda fonna de actividad humana invo­
cando
la autonomía de cada una de éstas: separación de la ciencia
y de la política, dotmias de un método y un objeto propios; sepamción
del derecho y de la filosofía, de la moral, de la vida social en todas
sus formas. En ,el siglo XIII, y en el XVIII sobre todo, se da el paso
desde la ":laicidad" de la rultura en general, propia de Santo Tomás,
al
verdadero laicismo propiamente dicho, que ya no es, como se ha
dicho, autonomía de la rulrura, en los límites correspondientes a:l
poder del hombre, sino autonomía de toda forma de actividad hu­
mana basada en la autosuficiencia del hombre que se constituye de
por sí y como fin de sí mismo. Llegados a este punro, la religión re­
sulta superflua
para quienes hayan adquirido esa "consciencia del
verdadero
sentido del hombre y de su historia", y sobrevive en quie­
nes no han adquirido aún ese grado de elevación inteloctual y so­
cia!!. Pero ei laicismo, en el mismo instanre en que diviniza al hom~
bre, lo niega: la secularización de lo divino y de Dios (Dios-Natu·
raleza, Dios-Historia, Dios-Progreso o Dios-Final de la evolución, etc.)
y la divinización del hombre, implican la negación del uno y del
otro:
se propone un ser que no es: Dios identificado con un mundo
que
"se hace", no es Dios; el hombre que "se hace Dios", no es ya
hombre. El laicismo,
al serularizar el Gristianismo y a las verdades
cristianas,
ha escriro esa extraña "nueva teología" y "antropología",
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MICHELE FEDERJCO SCIACCA
en la cual se habla del hombre como si se hablase de Dios y se
dice de Dios como si se dijera del hombre. Discurso "babélico" y
la nueva Torre, levantada fatigosamente ;hasta el sumo, pero cons­
truida
fuera de su centro de gravedad, ha caído sobre la cabeza de
sus oons=rores aun cuando continúen vanagloriándose de su vic­
toria.
Pero ... , el "todo es rncional y nada hay por encima de la ra­
zón" ha engend..ado de su seno el "todo es irracional y nada existe
qU1e entre en til orden de fa razón", lo lrracionall e inmotivado gratuito.
Los campeones iJuministas y masónicos han cedido su puesto a los
existencialistas de Sartre, pa,a quienes aniquilar y socorrer viene a
ser lo mismo, porque todo resulta insignificante: vivir o morir, na­
cer o no nacer, lo banai y lo sublime: seres abúlicos, desmedulados,
tubos digestivos; equiparación del hombre y de la náusea. El sen­
tido de la
vida se ha perdido, no éste o aquél, sino todo sentido. "El
hombre es todo y no
hay nada fuera de su nada y de la nada".
Esta conclusión laicista es coherente. El laicismo entusiasta y
dogmático del "hombre es todo
y nada hay por encima del hombre",
ha sido demolido por el laici&no crítico, que ·ha mosttodo roda fa
irracionalidad y la falta de sentido de la absolutización del hombre;
pero su crítica no
toca fondo porque conserva el presupuesto irre­
ligioso
y radical ateísmo del laicismo dogmático. Por tanto, partien­
do en la base común del mundanismo y del humanismo ab.soluto,
el primero concluye poniendo a1 hombre en el puesto de Dios y di­
vinizándolo, mientras el segundo, más sag,,z, reconoce que la histo­
ria como fin en sí misma carece de fin sensato alguno; pero, dado
que
conserva dogmáticamente el punto de partida ateo, acepta dog­
máticamente esta conclusión, que 1a teoriza, concluyendo pot nega:r
todo sentido a la vida del hombre.
El primer
-laicismo Otorga al hombre, quitándoselo a Dios, más
de lo que
le pertenece; el segundo niega al hombre incluso aquello
que le
pertenece, sin dárselo a nadie: residuo de la Nada. Pero el
ser del hombre
espeta ser reconquistado con el redescubrimiento del
Ser, para lo cual el laicismo crítico, demoliendo al entusiasta, puede
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EL LAICISMO, CRISIS DE FE Y DE RAZON
en algún modo contribuir a ello, con tal de que el "vuelco" no sea
impuesto
por la "dese,peración" y con ella primo de fundamento.
La ilusión laicista se ha desplazado, dando la vuelta de h, meda­
lla,
y del laicismo iluminista y liberal ha llevado al mamsmo social.
El hiicismo liberal, aparte de sus contribuciones culnmtles, ha sido
un fenómeno de "gabinere"', de "club", de "logia"", de pasillos par­
lamentatios y de círculos sedicentemente intelectuales o académicos;
de convicción pero también de "snob"', de actitud y, a veces, de
decepcionante superficialidad e insulsa retórica en torno de la "li­
bertad". El hiicismo social, en cambio, y ,por primera vez en h, his­
toria, es un fenómeno de masa y, por tanto, de "fábrica", de "coope­
rativa", de "casa del pueblo", aun tenieudo su esnobismo y sus es­
nobistas, con atistócratas en malos pa.sos y algunos intelectuales de
mitin, disertanres a esre nivel en torno a h, "justicia". Su consisren­
cia filosófico-doctrinal no resisre la crítica, aunque exista un núcleo
de verdad; en cambio, su fuerza práctica, como asimismo su influen­
cia social, son muy relevantes.
Puestos y aceptados los principios del laicismo del año mil sete­
cientos, pero en versión "popufolr" y no ya "burguesa', el laicismo
de
tipo marxista es la versión más coherente, despiadada y sirwera.
Si el destino de todos los individuos se cumple entenunenre en el
curso de su vida, y el último sentido de la humanidad es total y úni­
camente inmanente al devenir histórico; si el hombre no es sino
aquello que el mismo
realiza en el mundo y en esto consisre su rea­
lizarse: resulta que todos los hombres tienen derecho a realizar, en
la tierra, los fines propios del hombre, exclusivamente terrenales. Tal
derecho
no se reconoce en abstracto (como en el liberalismo) sino
en
con,ai,eto, es decir, de tail modo que haga que todos resuilten en con­
diciones
de ejercitarlos eficazmente. La primera condición y ,kte,­
minante ~' que, como tal, más que condición es causa-,-es la eco­
nómica.; por lo cual el valor máximo, la "estructura" auténtica, es lo
"material". El fin del hombre es el de realizar, a través de la colec­
tivización, y con ayuda de la ciencia y de la técnica, la mejor socie­
dad laboral (de tipo industrial) en la cual todas las ru,cesidades pue­
den ser satisfechas.
Así, el laicismo liberal, en virtud de la antíresis generada de ese
134)
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MICHELE FBDBRJCO SCIACCA
modo por el laicismo social, d=iende del plano de los valores ele­
vados al del valor econ6mico y material, del cual los orros se pre­
sentan
como superestructuras. :M,,s que de una ca.ída se trata de una
consecutividad que pone al desnudo la concepción laicista. Pero,
en
tanto laicismo, también el social pierde el sentido del hombre y
de lo humruio.
Sin embargo, el de tipo mancista tiene una eficacia de la que ca­
rece totalmente el de tipo más propiamente iluminfstico liberal. Este
último, una vez alcanzada su posición crítica m~ avamada y ma­
dura ---es decir, en el momento en que adquiere la conviación de
que se huod<,n en la nm:la el hombre y ~os valores confiados al mismo
y a su e.sencial y tota1 historicidad,-, ya no puf sino regodearse en tal nihilismo. En esto contrasta con el marxismo,
que también queda
involucrado en esta posición crítica, más del pa­
sado que del futuro, incluso por su optimismo: fe en el progreso
intelectual
y en la infatigable felicidad del bombre en un futuro
histórico incondicionadamente asegurado. Pero el laicismo marxista
o
social, en términos generales, refuta dogmáticamente la conclu­
sión crítica del iluminista-liberal
al que, incluso inviste -"sepazan­
do" de él a los intrclectuatl"8 !l'eaOciorulrios y ,nrisociales y hao, varet,
en la nueva instancia soci•l, en el puro terreno de la praxis, con una
fe absoluta en el porvenir de una humanidad mejor y petfecta, en la
cual el hombre reali=á todas sus aspiraciones. Es evidente que,
desde el punto de vista práctico, no puede obtener conquista alguna
una doctrina que, como el laicismo no marxista, ya no tiene fe en
la construetividad y positividad del principio que defiende -la va­
lidez total y solamente histórica del hombre y de sus valores-, está
condenada a
estetilizatse en la retórica de su negación y escepticis­
mo;
en cambio, tiene un mordiente de gran eficacia -sobre todo
para quien no "piensa"-, una ideología que de sí misma afirma
que es la única constructiva y transformadora de la comunidad hu­
mana. Con todo ello el laicismo del mil ochocientos, producto inte­
lectual típicamente "burgués", hoy con su desembocadura ni..,ilista
del "nada en serio" y del "todo es lícito", denuncia su irreparable
decadencia
por corrupción y disolución.
Por consiguiente,
la lucha enrre las dos ideologías laicistas es
1346
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EL LAICISMO, CRISIS DE FE Y DE RAZON
desigual: una, intelectual y práctiounente está agotada; la orra, que
cree con una seguridad absoluta en una humanidad socialmente me­
jor, aspiración real del hombre, tiene una fe y un ideal que la dotan
de eficacia. Esto se comprueba en el terreno político: la propagan­
da de
1a llamada democracia liberal y de la social democracia -que
aún, por motivos electorales, recurre a un mito social en el cual DO
cree-, ,escéptica y bi=tina, es hoy de escasa eficacia; mientras la
comunista, sustentada por el mismo "mito" que trata de realizar por
métodos diversos, es potente. Se trata de un mito y DO una idea o
una verdad
-un hecho verificable es la justicia-, ciertamente; peto,
mientras el laicismo crítico es hoy consciente de que el laicismo
en cuanto tal. es un mito; en cambio, el marxismo no cree o hace
creer que es la verdad, y, en tanto no se-tome conciencia de la mm~
tita del mito, el mito es verdad. La lucha entre las dos formas de
laicismo
está ya decidida: el primero está destinado a cesar como
fuerza
vlva de la vida político-social e incluso. de la cultura; hoy,
sin embargo, se sobrevive a sí mismo como fenómeno de decadencia
o descomposición puramente académico y "profesional".
La Idea que ha de oponerse a tantas opiniones marxistas es otra;
es una concepción de la existeneia y, por lo tanto, una "ontología"
y una "metaffsica", DO laicista, y, como tales, del ser fi,,ito y del
Ser inf;,,,;to.
Ausencia del Fundamento y necesidad del Absoluto.
La ausencia del fundamento absoluto del ser del hombre, de la
verdad y de los valores humanos; la "ruptura" entre el hombre y su
ser y, por ello, entre el hombre y Dios: he ahí la raíz de 'la llamada
"crisis" que aflige al mundo moderno
y contemporáneo. De ahí pro­
viene
la desintegración del hombre de hoy y la precisión de recom­
poner su unidad fun que
los fundamenta y del cual son testimonio. Pero el Absoluto es
el objeto propio de
la metafísica, de la cual el pensamiento moderno
ha creído que podía prescindir. La teología llama Dios a lo que la
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MICHELE FEDERICO SCIACCA
filosofía llama Absoluto, y el pensamiento laicista, que se ha hecho
la ilusión de poder prescindit de Dios, aJ. perder a Dios ha perdido
al hombre, .el fundamento del hombre y su fin supremo. De ahí que
de la necesidad de Dios deriva la precisión de replantear críticamen­
te el problema metafísiro.
Metaflska
es penetrar y akaozar el sentido profundo, integral,
último
de Jo real; es pensar ron altura y profundidad para salvar
la consistencia de nuestra existencia integral; es descubrimienro del
Ser, reencuentro de su pra;encia. En resumen: el saber .metafísiro
-el Ser es-es la inteligibilidad profunda de nuestro existir, rono­
cer y querer; la claridad de todo el hombre, su totalidad iluminada
por el Absoluro. Saber metafísicamente quién es el hombre es sa­
ber la ''verdad" del hombre, su ser. Exigencia de funda.meato es
exigencia de ser, de verdad; tanto mayor cuanto más. alejado se esté,
e
incluso sin darse cuenta, se siente esa necesidad, que es precisión,
de ser inteligible a uno mismo. La metafísica que precisa el hombre
de hoy es la metafísica del ser y de la verdad.
El pensamiento moderno, en su filón central culminante del idea­
lismo transcendental,
ha simado el pensamiento humano -del cual
hace inmanente toda la verdad-como fundamento primero y últi­
mo
y claridad total de sí mismo. El pensamiento en su raciooalid"'1
inmanente, es todo el ser, toda la verdad: transparencia de sí a sí
misma. Con esto, el inrnanentismo identifica el "ser" ron el cono­
cer, lógica
y metafísica, disolviendo el problema del ser y de la
verdad,
objero interior del pensar, en el ser y en el pensar subjetivo;
de
donde obtiene el fin del ser del hombre (ontología) y del Ser
(metafísica).
Hegel
es el filósofo del sistema absoluto de la Razón absoluta
inmanente
al mundo. El "mundo" es la Razón y la Razón es el mun­
do roncluído en sí y por sí mismo. El pensamiento no tiene límites,
en cuanto los llmi11e8, en tarnO pu$X>B por sí a sí mismo, ya están
por esto mismo sobrepasados; por lo tanto: la traoscerdeocia es fic­
ticia,
por ser puesta por el propio pensamienro, y por ello siempre
es inmanencia; es espóreá y no verdadera transcendencia -pues
ésta es la que ultrapasa absolutamente el pensamiento y, por ello, es
independiente de éste-, sólo aparente, en cuanto el pensamiento la
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EL LAICISMO, CRISIS DE FE Y DE MZON
resuelve en sí mismo, en su proceso: no Je señala límites pero, en
sí mismo, es ronstituyente de la absolutividad del pensar. Sin em­
bargo, do ron un acto irracional puede la razón reconocerse abso­
luta;
el sisl'ema hegeliano de la razón wbsoluta es el sistema de la
razón irracional. En el fondo, el irunanenti.smo -racionalista e idea­
lista, positivista
y materialista-es un paradoji=o: identifica la ne­
cesidad
de Absoluto, intrínseca al pensamiento humano, ron la po­
sesión de lo Absoluto, aspiración siempre actual y siempre ineficaz
del hombre. Ahora bien, precisamente porque el pensamiento es '"ne­
cesidad" de Absoluto, "no es" lo Absoluto, que lo ttwsciende, pero
que es su fundamento, pues, en cuanto es pensamiento capaz de ver­
dad, es testimonio del Absoluto, o sea de Dios.
La identificación del pensamiento humano ron lo Absoluto, de
la verdad ron su pensamiento en su devenir, del ser ron el pensar,
ronlleva, romo queda dicho, la disoluci6n de Dios en el hombre,
la divinización del hombre, la
absolutización del principio de la
subjetividad; la reducción del Dios-Hombre al Hombre-Dios; la
transmutación de la teología en antropología que nada dice sobre el
Set del hombre ni sobre el Ser de Dios. As~ en el mundo moderno
han sido considerados como la Divinidad, sucesivamente, la Ciencia,
la Humanidad,
la Filosofía, la Economía, la Historia, etc., siempre
un ídolo, un mito mundano y lairo llamado a subrogarse a Dios:
sustitución de lo
sacro por lo profano, subversión del orden del ser.
la itaZÓn, en sí misma !a verdad, ba creado su propio mito, se ha
deslumbrado en la
irracionalidad de su autosuficiencia; ha perdido
su propio
respeto y ha caído en la "superstición", en la idolatrú,,
en la adoración de todo lo que no es Dios.
Pero adorar como Dios a lo que no es Dios es mracterísti-co de-
11Da mentalidad primitiva, indluso si como la .modietna es oonscimte de
ello. Quien se niega a reronocer y

a amar a Dios,
fatalnrenre rero­
noce y ama a un fetiche: las épocas poro religiosws son las más
supersticiosas e idólatras. E idolatría implica fanatismo: Dios es uno,
peto los ídolos pueden ser infinitos y cada hombre se fabrica el suyo.
El fanatismo implica intolerancia; cada hombre cree que su ídolo es
el verdadero y niega la verdad a los otros; es la intolerancia, violen­
cia y guerra de
fddlos rontta ídolos, de fanáticos contra fanáticos,
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MICHBLB FEDERICO SCIACCA
por eso falta todo respeto recíproro; de ahí la "impiedad" hacia
todo y hacia todos, y la negación de la libertlld. La sociedad moderna
id<,iatra
-el laicismo es siempre iddlatt11-es fanática e intole­
rante
hasta la más extrema intolerancia. Ha perdido el sentido de
la romprensión y de la solidaridad, de la "atención", que es hija y
madre de la caridad, y lo ha perdido potque ha rechazado prestar
atención
a Dios, fundamento absoluto y necesario de toda forma hu­
mana de caridad.
No queremos decir, con eso, que los valores humanos sean ilu­
sorios, sino que no
son el Ser, fundamento de todos, que -los tians­
ciende ina>nmesurablemente; no rechazamos su positividad. sino su
irracional e irrazonable extrapolación, y lo haremos a fin de recu­
perarhs en toda su autenticidad, de restituirlos a sí mismos, de res­
catarlos
de la mitificación que con su. deificación · los hace vanos, de
la degradación en la que los hacen precipitar quienes los convierten
en ídolos que deben adorarse. Sólo contra el cientismo se puede re­
cuperar y rescataJr el verdadero va:lor de la ciencia, el del arre contra
el
estecismo, el de ;¡.. bisroria contra el hlsroricis,m, el de la econo­
mía contra el economismo, el de la filosofía contra el filosofismo;
y solamente contra el pseudo-te0logismo del pensamiento se puede
reconquistar
el sentido de la verdadera teología o de la ciencia de
Dios, que es la única y auténtica Sabiduría. 1ln resumen, decimos
que el hombre no puede ser el fundamento del hombre y que todo
el orden humano y natural tiene su fuodamenm absoluto y· su fin
supremo
en Dios, que lo trasciende y sobrepasa; sólo Él le da el
Ser y lo salva: sólo en Dios se halla la inteligibilidad radical (meta­
física) del ser finito y, por ello, el sentido de la historia y de lo
creado.
De ahí la necesidad del Absoluto; de reronquistar en Dios nues­
tra autenticidad
de hombres. Dios es la claridad del hombre. Inclu­
so
en la noche de la conciencia, todo hombre presiente que sola­
mente en el sagrado misterio de Dios está y estará la claridad defi­
nitiva. Necesidad
del Absoluto significa sentir y entender que sólo
Dios puede dar un sentido a la palabra "destino", y un significado
necesario e inmortal a nuestra existencia contingente y temporal.
1350
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EL LAICISMO, CRISIS DE FE Y DE RAZON
fil. LA CRISIS DE LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL Y EL PEOBLEMA
DE SU UNIDAD ESPIRITUAL
La crisis como ruptura de oua dos tradiciones y urgencia de
solución in!egral •
... Si la civilización occidental se identifica con la tradición cul­
tural crítico-científica, como ha venido identificándose, en su des­
arrollo, de.sde el Renacimiento hasta hoy, en su fllón principal ra­
cionalista
-inmanentista-, que pretende ser el único depositario
de sus ideales y de su verdad, incluida la cristiana seclilarizarla, re­
sultará que la crisis
es irreparable, a la vez que es decadencia, en
cuanto el derrumbe del humanismo laicista sería el de esta misma
civiliución.
Pero si el pensamiento laicista no es la esencia de la civilización
occidental, en cuanto ésta, en su unidad espiritual, no está única­
mente constituida por la tradición crítico-científica, sino también de
la metafísica y religiosa hebraico-cristiana, hasta el punto de que
rota la unidad -la misma Europa-, la tradición crítica pierde
aquellos valores que cree afirmar mejor en contra de tal tradición
religiosa, resultará que la civilfaación occidenta1 no está en "crisis",
sino que está en decadencia aquel humanismo laicista que, al des­
prender la tradición crítico-científica de la otra, ha provocado la
"ruptura", la "crisis" apuntada, entre las dos tradiciones y, por ello,
ha comprometido y perdido la unidad espiritual del Occidente euro­
peo ... Es "crisis" la "ruptura" provocada por el humanismo laicis­
ta entre tradición crítico-científica
y tradición religiosa, pero tam­
bién es "crisis"
la "ruptura" opuesta, provocada por el super-teolo­
gismo, también este antihumanista, que separa. la tradición teligio­
sa de 'la crítica e ignora ésta ... El ,esultado final es el mismo: la
ruptura entre el hombre y Dios; o el hombre sin Dios o Dios sin el
hombre; o un racionalismo irracional, pues es contra· la razón ne­
gar a Dios, o un fideísmo otro tanto irracional, porque es contra la
razón negar la razón misma y la verdad racional . . . El problema
consiste en restablecer
la unidad de la tradición crítico-científica y
1351
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MICHELE FEDERlCO SCIACCA
de la metafísiro-religioo,, En otro caso el materialismo llllll:xista tiene
el campo libre y vencida la batalla; no podríamos ya rechazar su
reducción del espíritu y de sus valores a superestructuras de la es­
tructura económica de la sociedad burguesa, condenada a muerte
por la evolución social, cuando afirma que la religión y Dios son
la "alienación" del hombre, que cesará con el advenimiento de la
sociedad homogénea.
La esencia de la civilización occidental y la poeibilidad de re­
cnperarla.
La que denominamos civilización occidental es esencialmente el
resultado de la síntesis del pensamiento filosófico griego, de la expe­
riencia jurídica romana y de la verdad hebraico-cristiana: las tres
constituyen su esencia.
La ·estructura de la · civilización occidental fue articulada en una
síntesis, en una unidad espiritual en la &!ad Media, época en la
cual el Cristianismo católico fundió y unificó, dando un sentido
nuevo, los elementos esenciales del mundo clásico greco-romano y del
germanismo. La nueva civilización expresaba la concepción cristia­
na dé la vida: un mundo del ·hombre dependiente del Reino de
Dios, la consecución del i:ual, a tmvés de la Iglesia depositaria de
la Revelación, es el fin supremo de cada hombre, su eterna beati­
tud y, por tanto, su cumplimiento. Tal conce¡x:i6n de la existencia.
según
la cual el regm,m horrúms, libre creación de Dios, está orde­
nado desde su origen hasta su fin ---5lllvación y beatitud en Dios a
través de Cristo Redentor y la Iglesia para la Gloria de Dios mis­
mo-el Regnum Dei, se funda, por tanto, en una metafísica que
distingue netamente lo humano y lo divino y hace de este mundo el
banco de prueba de la vida de cada hombre singular; y que a través
de
la profundización de las verdades racionales del mundo pagano
y, por tanto, de los conceptos de ser, de personá humana, de liber­
tad, de amor de Dios, etc'., hace que ·éstos resuiten nllevos, originales~
1352
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EL LAICISMO, CRISIS DE FE Y DE RAZON
Nade así, sobre la base del p,,osaroieom griego-romano, la nueva filo­
soffu. fe", en armonía con la verdad filosófica. Así tuvo origen, desarrollo
y florecimiento la civilización occidenml que, en su esencia, es ar­
monía entre
razón y fe; el hombre -y la verdad humana-es llama­
do a cumplirlo todo cl mismo y a cumplirse, ron la fe, en su des­
tino sobrenatural. Coooepción de la existencia de cada individuo y
di, la historia de la hm:ru,nidad ron miras a su salvación en Dios, de
quien ella viene, hacia el cua1 se dirige y en quien se cumple. Ne­
gu esm estructura y sus clenwntos fundamentales es negar la civi­
lización occidental.
El pensamiento dcl occidente, desde el Renacimiento para
acá,
ha asumido frente al medieval cristiano-católiro una actitud partiai­
lar que lo caracteriza oomo "moderno" en un sentido mucho más
profundo del puramente cronológico. No es que se haya vuelto pa­
gano,
romo se dice, por aianto siendo 'b,ijo del Cristianismo, resul­
taría inexplicable si prescindiera de éste; y sus orígenes, oomo ·tam­
bién sus propios desarrollos, están en el pensamiento patrístico­
esrolástico
en la concepción cristiana. Inclnso .el pensamiento moder­
no ha elaborado conceptos
y doctrinas que son esenciales del Cris­
tianismo, pero lo ha hecho de ta1 manera que los ha dotado de un
significado que no es ya cristiano y, en consecuencia, ha provocado,
ron rnptma ·
de relación entre lo humano y lo divino, la crisis de
Occidente.
Ciermmente, los conceptos de Dios-Persona, de la digni.­
tas homini,, de espíritu, de amor, de libermd, de interioridad de
la verdad, etc-, propios dcl pensamiento moderno, son ronceptos
cristianos que a
la luz de la Revelación y sirviéndose del arsenal in­
telectual
del pensamiento griego, elaboraron Agustín y Tomás, en
aquel ronjunto doctrinal imponente que ronstituye la filosofía pa­
trístico-esrolástica.
No es por nada que los filósofos italianos del Re­
nacimiento, y
mrnbién Desmrt'fS, Leibnitz y Kant, se ronsideraron cris­
tianos, y que Hegel y los neohegelianos han proclamado que eran
los verdaderos cristianos, los auténticoo intérpretes del cristianismo.
En este punto existe una ronfusión de ideas que es preciso aclarar:
sí, esos conceptos e inclmo otros que el pensamiento moderno se ha
apropiado, han sido origimriamente heredados d"l Cristianismo, ¡,ero
13'3
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MICHBLB FPJJBRJCO SCIACCA
el pensamiento moderno, sobre su base, ha elaborado una concep­
ción de la existencia que no es ya cristiana, pues ha desplazado su
centro del
cielo a la tierra, de Dios al mundo; ha sustituido el prin­
cipio metafísico del
Ser creador tra.seendente por el de la inmanencia
atea.
Apoyándose en estos principios ha sido no sólo repensado sino
"desnarurailizado", cuanto ha sido recibido d!Jl Cristianismo: a) el
concepto de que no hay verdad si no es pensada por una mente, ha
sido
traspuesto en otro que pretende que el pensamiento "pone",
crea el mistno, la verdad; b) el concepto de libertad se ha transfor­
mado en el de la autosuficiencia de la volunmd que "pone", crea,
la ley y, por Jo tanto, que no hay un. Legislador por encima ni fuera
de ella, sino que es ley por sí misma; e) el concepto de que el . hom­
bre es deseo de Absoluto ha ~ido, como se ha expuesto, contradic­
toriamente identificado al que afirma que el hombre "pone" el pro­
pio Acbsoluto, que le es i,¡¡nanente y, por eso, él mismo es el Ab­
soluto;
d) el principio de la interioridad, o de la presencia objetiva
de la
verdad en el pensamiento, ha sido reducida a la identificación
de
la verdad con la propia actividad del sujeto pensante y, por ello,
entendido en
el sentido de que la verdad es inmanente al pensamien­
to que la crea; e) Dios ha sido disuelto en el mismo proceso del de­
venir
histórico y la ratón entendida como el momento dia:léctico de
la acrividad del es¡,ltitu, que el mismo espíritu sobrepasa en el su­
perior de la filosofía, o en nn grado ulterior de evolución social, hasta
su eliminación. Y podtía continuarse así.
Es evidente que cuanto el pensamiento moderno ha absorbido
del
Cristianismo ha resulmdo deste0logizado, mundanizado y, por
tanto,
desnaturalizado y corrompido. Negada la trascendenóa de
Dios y lo sobrenatural en el sentido Cristiano, identificando todo el
ser con "este" mundo y la vetdad con el sujeto humano pensante,
y al quedalr, consiguientemente, nno y otro, rt>l.ucidos a un conjunto
de funciones y rellaciones, negada la autonomía de la religión y re­
ducida esta
misma a pura experiencia psicológica, o a un grado dia­
léctico y transitorio del proceso del espíritu, no sólo se niega el
Cristianismo.en su esencia sino la filosofía en su principio. Es decit,
se llega a aquel humanismo absoluto del cual hemos comprobado
1354
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EL LAICISMO, CRJSIS DE FE Y DE RAZON
que, creyendo fundar mejor al hombre sin el ser, sin Dios, ha pro­
vocado primero la crisis y después la pérdida del hombre y de lo
humano, de
la verdad y del valor. Mientras en la filosofía cristiana
todo depende de Dios y a Dios se dirige, en cambio la filosofía mo­
derna ha abolido a Dios, e incluso-el ser en· cuanto ral, todo · es del,
en y par" el mundo; la existencia ya no es una prueba sino un fin
en sí
misma; en este mundo se cumple el destino de todo· hombre:
concepción, radica:1.mente mundana, laicista, vivida como si Dios
no existiera, hasta que el hombre pierda hasta la posibilidad de ima­
ginarse uno cualquiera. Es evidente: en la concepción de la exis­
tencia propia del pensamiento moderno
ha d«aido aquel pensamien­
ro metafísico propio del pensamiento greco-cristiano; por tanro, se
ha perdido la esencia de la civilización Océidenral. Por eso, la cri­
sis de Occidente no es de hoy, sino que se inició en el Renacimienro
y, sobre todo, con la reforma protestante, con Descartes y Bacon; y
ha alcanzado una primera acmJ con Hegel.
Después
die Hegel avwza hacia su corrupción la decadencia d,,!
pensamienro moderno, que provocó la crisis del pensamiento occi­
dentai: la de hoy en cierro sentido no es la cdsis de la civilización
"europea",
sino de la surgida de la crisis de esta civilización; podría
decirse que es una crisis de la crisis o en la crisis,_ la d,,! humanismo
ateo, del
laicismo integral. Y es crisis integra:!: no ya de este o aquel
mito laicista, sino
de todo m;to laicista, del. laicismo mismo. Se ha
derrumbado el mito
mismo de la aurosuficiencia del pensamiento
y de la voluntad, de la razón creadora de la verdad y del hombre
construetor de su mundo, que hasta no ha mucho venía siendo con­
siderada como
la mayor conquista del pensamiento moderno. El pen­
samiento laicista,
negada la existencia de Dios y la misma posibi­
lidad de pensar, ha perdido 111 propio tiempo la confianza en la ca­
pacidad del
hombre de construir sin Dios un mundo de verdad y
de bien; ha caído en el nada es verdad y, por eso mismo, en el ex­
travío y en la desorientación: se ha autodestruido; no le queda sino
ser materialista y escéptico, acrftico y vana!. Ha perdido el concepto
mismo del
derecho; con la negación del derecho natural y con el
subjetivismo de la ley,
ha pasado de la autoridad al autoritarismo ar-
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bittario y, por tanto, tiranoide, o a. la negación de la autoridad en
cuanto tal y, por ende, a la anarquía.
Ciertamente que todavía el marxismo es un mito laicista, el del
"hombre social" ... ; incluso un mito propio del nuevo humanismo
ateo;
el del ideal del. Partido del pueblo considerado como el "Ab­
soluto", en el cual el hombre realiza su propio total destino, envuel­
tos ya ambos mitos en la decadencia del laicismo. En ese sentido,
pues,
el marxismo, como forma del humanismo ateo y del raciona­
lismo materialista,
no es una filosofía del porvenir, sino del pasado;
hijo del
laicismo de los siglos XVIII y XIX viene a ser una sobrevi­
vencia,
una herencia atrasada. Pero, aunque carente de solidez teoré­
tica
-,será arrollado al finalizar la sociedad occidental por una nue­
va civi!lización,
en la que renacerán los wdOi'eS de Occiden-, en
cambio, tiene mordiente en el terreno de la praxis político-social,
mientras que el laicismo,
que se' le opone, deshecho romo se halla,
carece incluso
de él. De hecho, nada le oponen Europa Oa:idental ni
los Estados Unidos de América -<1patte de la diversa concepción
de la democracia-; aceptan la concepción materialista en la forma
del capitalismo:
sobrevaloracióti de lo económico y exalración de la
ciencia y de la técnica; ateísmo y mundanismo integrnl. Y esto es
confirmación y no defensa de la pérdida de la civilimción occi­
dental y renuncia a restaurar su estructura esencial.
De ahí la única ronclusión inimpugnable: sólo un humanismo
cristiano puede reencarnar el espíritu de Occidente, siempre y cuan­
do aún
sea posible; o bien, si di Oa:idente muere, sólo un hurnanio­
mo cristiano podrá ser el alina de otra civilización, en la cual, bajo
nuevas
formas históricas, podrá renacer lo esencial de Occidente.
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