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1976

Qué nos enseña la historia

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Teología de la historia

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'11EOLOGJA DE LA HJS'I10;IUA
PO!l
]OSlÍ MAfúA ALslNA ROCA.
Uno de los ternas fundameotales en que se ocupó el P. Enrique
Ramiere
a lo largo de su fecu.iúla vida apostólica fue . el · estudio de
la hi$toria a la luz de la revelación divina; es· decir,· lo que él mismo
denominó Teología de la ltistoria. Como afírma:ba: el P, Ramón Or­
landis, en sus trabajos «hace ver las normas y las leyes de la Provi­
dencia divina actuando en la vida de los pueblos y de todo el género
humano y acude a la revelación divina pasa rastrear los planos que
ha trazado Dios a la humanidad y para· sondear con humilde osadía
lo que en el porvenir estos planes le reservan». Y todo ello con ui:,
doble motivo apostólico, orientar ·nuestra acción y alentar nuestra
esperanza..
Las esperanzas de la Iglesia en la declaración dogÓiática de la
Inmaculada Coooepción, . .
El punto· de partida del P. Ramiere es la decláración dogmática de
la Inmaculada Concepción. Pío IX habla proclamado con toda solem­
nidad la esperáru:a de la Iglesia: acerca de fa conversión : del mundo
entero:
«Nos - luta confianza, fiOS esforzamos en consegnir de la bienaventurada
Virgen María que se digne otorgamos que la Iglesia, des'¡P"'ecidas
todas las dificultades
y deshechos todos los errores, flore2'.0i en verso entero para que todos loo extraviados vuelvan al camino de la
verdad
y se forme un solo rebaño y un solo ~on>. A .. pesar de la
importancia capital de este acto rpontificio, que ,habla encontrado eco
incluso más allá de la Iglesia, hay uri aspecto de esta solemne decla­
ración, subrayaba el P. Ramiere, que,no habla sido suíJcientemente es,
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JOSE MARIA ALSINA ROCA
timado por los mismos católicos y conten!a uno de los aspectos más
consoladores. «se le considera tan sólo como solemne expresión de la
fe de la Iglesia, no se le considera bastante como la más impresio­
nante
manifestación de sus esperanzas».
El P. Ramiete señalaba la nec,;sidad d.e no separar los dos as­
pectos contenidos en este solemne acto pontificio. Con esta declaración
de Pio IX se abre en la Iglesia una espledorosa época de devoción ma­
riana y, al mismo tiempo,-uria-progresi~ y frecuente manifestación
en el magisterio de la Iglesia de las esperanzas acero,. del triunfo
del Reino de Cristo, a pesar de las dificultades y perspectiva,; del
mundo
moderno. «En adelante -afirma el P. Ramiere--- sabemos
lo que renemos derecho a esperar: el completo triunfo de la Iglesia,
la destrucción de todos los errores, él Reino universal de la verdad y
de la vmtud, la unión de los hombres y los pud>lo\S én un solo rebaño,
que avanzará bajo la guia del Pastor, por el camino de la fraternidad
y del progreso verdadero». Por ello, el P. Ramiere, en su libro Las
Esperan-de ¡,. Iglen", nos mostrara cuáles son 1as ba,ses trológicas
de estas esperanzas y cómo «los hijos de la Iglesia tienen casi el mismo
derecho
de. confesar su fe en la Inmaculada que a procllllllllt su es­
peranza de ver el triunfo de Maria seguido por el de la Iglesia y
por la regeneración del mundo».
¿Es posibk, que la reflexión teológica sobre la historia nos" mues­
tre
que los planes de Dios sobre el futuro acaecer· histórico sean
tan distintos a lo que el mundo de hoy parece estar encaminado?
Para
dem<>Strar que las taxativas palabras del· Papa Pío IX no son un
simple deseo piadoso, sino .que tienen un verdadero fundamento teo­
lógico, el P. Ramiete estudia las bases teológicas de ,la esperanza
de la Iglesia, tanto. desde la perspectiva de las. leyes de· la Providen­
cia
y de las promesas contenidas en la revelación como desde el punto
de
vista de la congruencia de aquéllas con Ias profundas tendencias de
la sociedad actual.
Las leyes de la Providenéia.
Todo lo que se hace en el mundo trende a glorilfica.r a Dios ;
esta glorificación, debe realizarse. por médio, de 'Jesllcristo. a través
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TBOLOGIA DE LA HlSTORJA
de su Iglesia. Eh el plano individual; k,s hombres, eri sus acciones me­
ritorias por lá. gracia oo Dios, cumplen este cresignio di ¡xmdo también se marufie.sta lá omnipotencia divina mediante su mi­
sericordia y su justicia; oo .tal lllOdo que cwclquier acto de los hombres
enru$trll su última ex¡:;Iicación en esta perspectiV'a. La definitiva shl.
vación o condenación de k,s honibr<és manifestará To. gloria de Dios
a
través de su misericordia y su j.usticia.
También sobre
los pueblos recaen est06 planes divin06, es decir,
los
hombres,· eu · su exístencia colectilva y temporal, timen el deber de
glorificar a
Di06, pero J05 pueblos sólo perduran en el tiempo y· no
es posible peosar que sus acciones reciban To. recompensa o castigo
en el otro mundo.
León XIII; refiriéndose a la intervención de Dios
en To. vida de 106 puebkis, afirinaba: «La exáctisima jtistida inmutable
de
Dios reserva· p«mios para las obras buenas y suplicio pári los
pecad06.
Pero los puebl06 y la:s naciones,· como no pueden prorrogarse
más allá del· .tiempo presente, es nb:esario que reciban en !i 'tierra: el
pago debido a s'Us ha:,hos>>. Fin esta perspectiva debemos con­
tempTo.r la historia de las sociedades. Su fin es glorifiéar · á Dios re­
conociendo su realeza y aquellas sociedades que rechacen esto,; desig­
ni06 divinos no podrán evitar, como afirmaba el P. bmiere, que, a
pesar de las apariencias de progreso y· de fuerza que·pueden dar algún
tiempo,
la: codicia de k,s intereses colectivos y el orgullo nacional,
los vlncul06 sociales vayan desapareciendo, Ja autoridad perdiendo
su prestigio y los dérechos sean cada vez más disentidos.
La
realización de los planes de To. Providerida respecto a la: con­
versión
ool mundo pueden · parecernos, bajo perspectivas · humanas
muy
iejanas, sin embargo, el P. Ramiere crée que estamos asistiendo
a
una de lás últimas crisis en la que la sociedad llega ál término de
sus
tendencias, coge el fruto· bueno o iniLlo de los priridpios adop­
tad°"
por ella y se ve puesta por la divina provldenciá en trance de
entrar
por nuevos derroteros.
Tendencias de nuestra sociedad.
Hoy_ asistimos en nuéstia ·cu1mra. océiderital a un; nuevo fenómeno
que ha sido subraiyado por Taynbee. Nuestra· civilización ha: entrado
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en una crisis desintegradora que se ha ido radkaliza.ndo al abandooar
progresivamente
aquellos principios y valores que la hablan infor­
mado
en sus orígenes, pero al mismo tiempo dicha civilización, ha tras.­
pasado su marco geográfico, alcanzando una extensión planetaria. Por
ello nuestra época tiene unas características ,fl!dica:lmente distintas a
toda
la historia de la humanidad. A pesar de todas las luchas y divi­
siones políticas, el
mundo ha alcanzado una gran unidad cultural bajo
una misma civilización. La civifüación occidmtal, · en el mismo mo­
mento
en que pu,oce que ha entrado en su crisis definitiva, ha alcan­
zado su -máxima expansión.
Desde la petspecti"l'a de la Ta,logía de la Historia podemos subra­
yar · los siguientes hechos. De igual modo que. durante el Imperio
romano la rápida expansión del Evangelio se facilitó gracias a aquella
unidad poUtica .y cultural conseguida bajo la égida de Roma, la uni­
versalización
de la cultura occidental ha ido aéOmpañada con una
formidable
expansión misionera, de tal modo que puede afirmarse,
por primera vez, que la fe cristiana ,ha sido predicada on todos los con­
fine(; de la tierra. Dwcante los últimos den años, mientras Europa
se há ido serulariza.ndo y ha estado sumida en Ulla parmanent:é crisis
política y
social, al negar socialmente 'los principios cristianos que
hablan sido su· razón de ser, no han asado de surgir entre sus pueblos
misioneros
que evangelizarán los cim:o tontinentes. ¿No se ha hecho
posible
que algún día · 1os pueblos del• mundo entero ·reconozcan· la
voz redentora de Aquel que ya •há sido anunciado?
En nuestros días ha ido apagándose ésta corriente misfonera con
la
crisis vocacional que afecta ·a todos los países europeos, y parece
como
si-esa gran unidad cultúta.1 que había alcánzado el mundo no
tuviese otro destino que el de dar también nn eco universal a los erro­
,.,. y desvaríos m que se deba.te la civilización de Occiden!e.
La expansión del marxismo, fruto. genuino de esta cultur,,. secu­
larizada, nos hace cootemplar ya como una realidad aquello que el P.
Ramiere vela como la última consecuencia de los principios que ha­
blan surgído
en Europa en los últimos siglos : «5410 falta decir,. tra•
tan do de religión: Dios es el mal; tratando de política: el ser es la
nada; tratando de la sociedad: la propiedad es el robo». Esta reali­
dad antitelstita ha dado Jugar a que el panteísmo materialista se pre--
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TEOLOGIA DE LA RISTORIA
sente como la única fi!060f!a y la única -religión que planta cara a la
filo.sofía cristiana y

a la
religión católica. El panorama que el P. Ra·
miere preveía
pata Europa, a finales del siglo pasado, en el caso de
continuar por el camino que había miciado, lo vemos hoy convertido
en una ralida.d en todos aquellos pueblos sometidos a la esclavitud
del
comunismo: «Podría suceder que la revolución reportase el triWl·
fo en que sueña, que acabase por romper todos los lazos sociales y
triturar los pueblos bajo el martillo que ha causado ya tantas ruinas.
:&to sería e1 infierno en la tierra; mas de ese infierno, como del que
arde bajo nuestros pies, volvería a brillar, para los siglos venideros
y para toda la eternidad, la más completa: demostración que se pueda
imaginar de lo necesaria que es la Iglesia para la felicidad del
mundo».
A pesar de esta -profundit crisis en que se debate la ciwlización
occidental, y con ella el mU1D.do entlero, podemos afirmar con el P. Ra·
miere
que las tendencias del mundo actual también pueden ser con·
templadas bajo la luz de la teología de la historia como motivos que
afiancen nuestra
esperanza. -Al mismo tiempo que se roobaza la fe
cristiana y se proclama.o. las esperanzas en un mundo seculariZado
asistimos
al fracaso permanente de las distintas ideologías, cuyo
único lazo común
es el de pretender edificar un. mundo en el que
Díos no esté presente. Se ptoclam,da necesiditd de la paz entre los
pueblos y el ansia de felicidad• del hombre, y no ,se encuentran ya ni
los cammos de la paz, ni los bienes nr ideales que puedan llenar
estas
ansJas de felicidad. ,No serla difícil encontrar _todo tipo de tes·
timonios en la literatura, en la polltlca y en· el periodismo que veri­
ficasen
lo que acabamos de Jifirmar. Hace pocos meses podíamos
leer
en un peri6diro espolio! el sigoiente comentuio, refüiéndose a
las
pasadas -elecciones norteamericanas, tratando · de explicar .por qué
habla sido tan frecuente en la propaganda electoral las referencias
a
cuestiom,s religiosas: «América ·ha rom¡,robado que muohas de sus
formas que crefa :infalibles no sirven tanto en política 'interior como
exterior, que el crimen crece, las ciudades degeneran, la educación
baja de nivel, el paró y la inflación se mantienm a la par, sin que
nadie pueda ofrecer soluciones sátisfactorias. Tal vez no las haya, y
sólo quede -la esperanza del milagro sobrenatural».
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JOSE MARIA AISINA ROCA
Ante es1" pa,,orama, en que ya no se encuentran soluciones hu­
ttla!laS pam los problemas que tiene planteado el mundo de hoy, ante
el progresivo distanciamiento entre lo que el mundo promete y lo que
rea.lmenl llado su orgullo, vueln su mirada a Dios cooio única fuente de sal­
vación? Y si no es as!, la desesperación y las ó.nsias de destruoción de
este niundo deshumanizado quizás sean las únicas perspectivas que se
presentan a nuestra civilización.
La-esperanza,· Mi.mento _de D.nestra·.oraeión: ·
También entre los cristianos, ante fa magnitud de la crisis que
contemplamos, apá.twon sentimientos de des,,;Jiento; por ello, hoy,
más
que nunca, es necesario alentar nuestra esperanza, no sólo de
nuestra salvación eterna, · sino también la· del triunfo de la Iglesia, es
decir, recordar que también ·en nuestra pleg.tia ocupa un· lugar cen­
tral ·1a ·petición: «Adveoiat Regnum tuum>>.
En el afio 1946, el P. Ramón Orlanclis escribía en Criitian­
ddd las siguientes poilabras, de '.perma.oente y creciente actuafulad :
«Formados fos -redactores: dé esta: Revista en Schr,/a Cardis Iesu, ruyo
lema es en aquella petición Advenfat Regniun tuum, es obvio que
desde el pticipio concibieroó. vivos déseos dé entender a fondo la
idea que 'se expresa ·en la fórmula úniversalmente ádmitida: El Rei­
nado 'Sociál dé Cristo; y que úria vez coinptendidas las riquezas de
contenido, qué' eri esta fórmula se encierran, los tesoros· de salud que
en ella y por el.la se ofrecen al mundo enfermo, ·extendieran sus de,
seos ,le" dar a conorer tales tesoros a:! inundo, que;-por desgracia, no
los conoce ·en: su valoi ni. loo busca· para su remedio, · ¿Doode, -pues,
háb!an
·e1100 de buscar la comprensión de tales tesoroo y dónde ha,
blan 'de hallar ,1a orientación y el estimulo · para comunicarlos? Nece­
sario era aaidir á.' 'loo escritos y a las empresas del que con razón es
llamado segundo funda.clor .del Apostolado de la Oración, aquel· egre­
gio nron cuyó nombre era· Enriqúe Ramiete,· El fue quien consolidó
la obra de'su primer fundador, élP. Gantrellet, él quien le dio vida
nueva, robusta, irifunrliéndole la ·savia divina cuya fuente es el Cora-
,s
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TEOWGIA DE LA HISTORIA
zón de Cristo y con ello le dio su forma definitiva. El P. Enrique
Ramiere vio con una 'clari poráneos de Santa Matgarita ni los que en el siglo XVIII y en la pri­
mera mitad del XIi<; se aplicaron -al estudio y al comentario de las re­
velaciones de Pa:ray, fa asignación de aquella promesa de -reinado:
"Reinaré, a pesar de mis enemigos" que en ellas de continuo_ se repite;
y a la lnz de esta claridad comprendió que tal promesa no se hizo
tan sólo a los cristianos considerados a.islac!amtnte, sino a las sodala­
des en que ellos vi,vían; más aún, al mundo, entero. Y vio más aquel
eminente varón: vio
que Jesucristo quería salvar al :mundo valiéndose
de
la devoción a su Corazón divino, ya·que ésta es.e[ medio provi­
dencial· por el cual quiere establ~er su reinado _de· amor, en el mundo
~or y rebelde».
En estas pálal,ras· dele P. Orlandis vemos cómo en )a obra del
P. -Ramiere están lntimamente unidos el Apostolado de la Oración, fa
devoción
al Corazón dé Cristo y las esperanzas en la conversión del
mundo entero. El Apostolado de la _Oración lo concebía como el
medio
más -universal y eficaz de realizar-las esperanzas- de la_ -Iglesia
y acelerar la salud del mundo: «La oración es un ·gran deber ----:a.fir­
maba el P. Rami~, un deber _demasiado oilvirlado en nuestro si­
glo, peto la esperanza es un gra,; deber también· y dudamos de-que
ésté se cuinpla mejor hoy que lo que se cumple el de la: plegaria. Si
ésta es el principio de todas las gradas, la esperanza es el móvi[ de la
plegaria misma. Un soldado sin esperanza es un soldado desalen­
tado;
'Y entona:s, ¿de qué le s,,rvirlan las armas, por poderosas que
seao?
La realización de estas esperanzas estaban íntimamente unidas
con
la devoción al Corazón de Jesús».
La promesa a Santa Margarita: «Reinaré, a pesar de mis enemigos»,
confirma nuestra esperanza y nos presenta al Corazón de Jesús dis­
puesto a derramar sobre el mundo
su misericordia salvífica, único re­
medio para curar las terribles enfermedades en que el mundo de hoy
se ve envuelto.
Desde las revellidones de Pai:ar, en Europa, tras la re­
volución francesa, se fue extendiendo el ateísmo social y polltico, y el
P. Ramiere pudo comprender con mayor profundidad aquello a que
se refería
el Corazón de Jesús al hablar de «mis enermgos». Por ello
mismo
la providencial devoción al Corazón de Cristo será más que
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/OSE MARIA ALSINA ROCA
nunca motivo de confianza y esperanza. «Con la escuela de la desespe,,
raci6n
desesperamos de loo hombres -afirmaba el P. Ramiere-,
pero esperamos más que de ellos de la misericordia de Dios. Parti­
cipamos de estas· esperanzas y las creemos sólidamente fundadas en el
estndio de los caminos de
la Providencia en el pasado y de su acción
en la actnalídad. Nos inclinamos, pues, cun una cunvicción profunda
hacia la esperanza sin que se· oculte ninguno de 'los motivos, des­
graciadamente demasiado reales, sobre los cuales se apoya la escuela
de
la desesperación. Con ella desesperamos de los hombres, pero espe­
ramos más que de ellos de la misericordia de Dios, incluso en la
existencia terrenal de la Iglesia».
· El magisterio· de la Iglesia desde Pío IX hasta la actnalidad ha
prndamado reiteradamente estas esperanzas, y _de fomia sole!I'Jne, ·en el
Concilio Vaticaoo II, en fa Declaración sobre !las relígiones no cris­
tianas, ha confirmado con
los Profetas y cun el Apóstol la llegada de que un día, cunocido
ahora sólo
de Dios, en que todos fos pueblos invocarán: al Señor con
una sola voz y le servirán: como un solo hombre». Esta es la esperanza
de la Iglesia; fundada en las promesas de · Dios, que orienta nuestra
acci6n y alimenta nuestra plegaria.
En la hisÍoria de los pueblos la necesidad de oración y de espe­
ranza ha sido expresada genialmente en estos versos de Jacinto
V erdaguer dedicados ·a Ba.rcelona: ·
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«Lo teu present ara esplendid és de nous temps aurora;
tot
somlant folleja lo llibre del passat;
treballa, pensa, lluita, mes creu, espera y · ora.
· Qui enfonsa o al~a els pobles, és Déu que e1s ha creat.»
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