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1977

La familia: sus problemas

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La liberación de la mujer

LA LIBERACION DE LA MUJER
POR
EtISA RAMfR.Bz
Aquí, ante la protección de Santo Domingo de Guzmán, de San
Vicente Ferrer, de Santo Tomás de Aquino, sobre todo de la Virgen
Nuestra Señora, y
ante la bandera de España, vamos a hablar, ¿de
qué? :
de la liberación de la mujer.
Esta conferencia
podría haberse titulado de muchas maneras, se­
gún la bibliografía al uso. Una: Dimtica de la revolución de la
mujer.
También: Sociogénesis de la contraalienación femenina. O
bien: Racionalización de una frustración. O para mayor entendi­
miento: Situación
metafóricamente significativa del entorno socio•atl­
tu.ral-económico1POiítico-psico-evolutivo de una represión. Pero, gra­
cias a Dios, sólo re denomina: La liberación de la mujer. Por de
pronto
ya nos hemos empezado a liberar.
¿ Dónde vamos a hablar? Ante
un grupo de defensores del Dere­
cho natural, lo que implica que somos todos defensores de la intro­
misión de Dios en nuestra conciencia, es decir, que reconocemos nues­
tra condición de criaturas. Dios se entromete en nuestra conciencia,
Dios se entromete en nuestras leyes, porque nos ha creado. Entonces
es un acto de humildad el ser ,defensor del Derecho natural.
Y somos def eosores del Derecho
=tura! en el entorno de un
mundo
que tiende a la liberación general: liberación del colonia­
lismo, liberación política, liberación del trabajo, liberación de la
mujer, liberación del hombre, liberación de los niños de las guar­
derías: liberación
de todo, y de todos.
Pero, además, en una sociedad que
está en crisis o que cree estar
en crisis.
La verdad es que, históricamente hablando, no hay crisis,
poque siempre estamos
en ella. Hay que tener en cuenta, también,
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que hay una crisis colectiva y otra individual para ai sobre rodo, si e,¡ una socioosd en crisis, eso lo tienen que docir los
que vivan después de nosotros, con suficiente perspectiva.
Y en una sociedad en crisis en la que existe una manipulación,
la m,mipu:laoión de. un ateísmo militante qne es el marxista. Y, en­
tonces, la tal liberación de la mujer hay que contemplarla a esta luz.
Crisis. Una enfermedad hace crisis y esto es beneficioso; pero puede
ocurrir, que durante la crisis, por si acaso el enfermo se muere, le
matemos antes. En un incendio, pot salvar el mobiliario se arrojan los
cachru:ros de la cocina, pero también las porcelanas de Sevres. Y
eso es lo que nos puede pasar: que
en el intento por salvamos, ma­
temos lo que hay de más íntimo y más ptístino en la sociedad, que
indudablemente
es la mujer.
¿Por qué hablamos? Hablamos porque lo que se entiende por
libernción de la mujer no es lo que rodos qooremos y expresamos con
estos dos términos, pues hay un desconcierto conceptual! respecto a lo
que
es liberación y a lo que ,es mujer y si luego se unen ambos
términos en una misma frase, el desroncierro es todavía mayor.
¿Para qué hablamos? Hablamos para defender a
esta sociedad, a
esta sociedad que nos corresponde, porque somos coetáneos a ella y,
por tanto seremos un día responsables ante ,el Dios que nos ha creado
y que nos va a juzgar de nuestras acciones; de nuestras acciones, sí,
pues la defensa de la sociedad está, primero, en una doctirina sana y
recta; segundo, en imbuirla meditante una acción cap:ifa.r, en una la­
bor de zapa semejante a la que ha contaminado el ambiente actual y
que nos ha mentalizado. Y mediante, además, unas acciones con­
cretas. Por tanto, que Dios bendiga estos Encuentros que vamos a
tener a continuación, y que seamos concretos en ellos, pues el ene­
migo sí que lo es y está perfectamente drganizado.
¿Cómo, en qué sentido, vamos a hablar de la liberación de la
mujer? Hay dns sentidns de la palabra liberación. Liberación quiere
decir tener libertad; pero hay dos modos de tenerla. Un primer modo
se lo podría demostrar a ustedes ahora mismo: cogiendo los papeles y
marchándome, con lo cual yo me libero y ustedes también. Liberación
consiste en el cambio de status1 el cambio de situación. Pero libera­
ción tiene otro sentido. Es asumir una responsabilidad; yo soy res-
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ponsable de habla, ahora aquí ante ustedes, pero fue hace varios me­
ses cuando
me comprometí a ello. La responsabilidad consiste en asu­
mir, es decir que sí
en un momento determinado, no actual, sino previo,
en un momento único pensado por Dios exclusivamente para cada
uuo de nosotros; momento en el que Dios se hace humilde y nos
pide nuestra colaboración, para darnos ejemplo; momento que debe
ser conocido
por nosotros, y, si no, no somos respoosables porque la
la
responsabilidad es un acto puramentie humano y po,r tanto precisa
de un conocimiento claro, pleno; momento aceptado por el hombre
más o menos pronto, más o menos tarde, según sea nuestra correspon­
dencia a la gracia; porque aquí, seamos creyentes o no creyentes, la
gracia está indefectiblemente sobre todos los hombres, y si todos no la
reciben es por culpa mía que no me pongo en marcha para extender
el reinado de Cristo.
Por último, responsabilidad es decir que sí coo constancia, a Jo
largo de toda una vida; seguir diciendo sí a ese primer momento de
responsabilidad. Por tanto, la responsabilidad es libertad y libertad en
el sentido cristiano: señorío de nosotros mismos en los cambiantes es­
ta namente,
pues para una eternidad hemos sido creados.
La responsabilidad recae
sobre la personalid,d, porque si no no
es acto humano. Y la personalidad humana tiene nna doble vertiente:
personalidad mascnlina, personalidad
femenina; así pues, la respon­
sabilidad
de nna mujer es asumir su propiru entidad de ser mujer, de­
cir que sí a ese ser muj,er para siempre, donde sea y en fas circuns­
l'a1l!cias que sea.
La liberación de la mujer, desde que ha comenzado como movi­
miento, va unida a otra liberación, la· que pretende la igualación de los
dos sexos.
Así, las primeras sufragistas. inglesas, con su petición de la
extensión del derecho al voto, con aquellos sus atuendos característicos,
pretendlan fundamentalmente igualarse con el hombre. Si la sociedad
está construida jurídicamente
por los hombres, está conformada me­
diante nn modo de ser masculino, y esto parece que es lo más perfecto.
Conclusión: lo que tenemos que hacer para liberarnos es dejar de ser
lo
que somos para pasar a ser hombres. En el fondo, en el transfondo
muy
oculto a veces, lo que hay no es la igualación con el hombre, sinn
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la dejación de lo qoo somoo. Glaro, si no dejo de ser lo que soy no
podré ser oora cosa.
Movimientos de libemción de la muj,er, Son basranre antiguos,
pues
a lo mejor con Eva ya empezaron. Pero desde luego en 177 4 ya
aparece Mary Wollstooecraft con su libro sobre la «Vindicación de
los derechos de la mujer». Lo que es interesante ya en este movimiento
es que le es coetáneo otro de contraliberación. Y desde entonces se
suceden paralelos los movimientos liberatorios o revolucionarios y aque­
llos otros
contrarrevolucionarios que hoy se llaman colaboracionistas,
pues
colaboran con ese vetdaderamente desagradable y terrible que
ha conformado la socidad a su imagen y semejanza, que es el hombre.
La primera contrarrevolucionaria parece ser Annah More, también in­
glesa. Estos movimientos de liberación han comenzado en países anglo­
sajones casi siempre. Y los contrarrevolucionarios también, aunque
puedan parecer más propios de los países latinos, más tradicionales en
general.
Hoy en los movimienros de Hberación es interesante que se tien­
de a dejar de lado el término que primero se utilizó, el término femi­
nista. Así como las primeras mujeres liberadas y que ansiaban liberar
a las demás utilizaron la expresión y se llamaron a sí mismas feministas
aproximadamente hasta los años de la segunda guerra munclial, hoy,
sin embargo, se tiende a abandonarla, pues, indudablemente, tiene un
sentido ya muy peyorativo y desgastado por el uso.
El primer movimiento propiamente dicho es el de las sufragistas
que intentaron la adqnisición del derecho al voto, primera igualdad
con el hombre.
Coosegnido aquél, continuáronse pidiendo nuevos de­
rechos. Tras la guerra europea aparece un interesante moiVimiento de
liberación que dirigió la británica Emmeline Pankhurst.
Entre
ambas guerras mundiales es cuando llega el movimiento fe­
minista a España, teniendo
en cuenta que es de signo claramente
revolucionario, socialista. Las tres mujeres más interesantes. de este
movimiento fueron diputados por partidos izquierdistas: Victoria Kent
por
la izquierda republicana, Margarita Nelken por el partido, socia­
lista y Glara Campoamor
por el radical. Probablemente estas tres
mujeres,
no digo que la ignorasen, pero desde luego quisieron ignorar
la figura de G->ooepción Arenal, simplemente una mujer, que, entre
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LA UBERACION DE LA MUJER
otras muchas, tanto hizo por la verdadera liberación de la mujer,
mas sin el extremismo
de pretender la igualación con el hombre.
Hor, en cambio, aunque indudablemente los partidos feministas
son
claramente de signo izquierdista, pero tienden a ser independieutes
de los partidos propiamente dichos, no incluyéndose en ellos y cons­
tiruyendo partidos separados de los masculinos, diríamos, aunque estén
relacionados ideológicamente; esto, desde los años 1960-1965. Igual
ocurre en los movimientos contrarrevolucionarios. En: España aparecen
desde 1971 aproximadamente, y han proliferado tanto que, tal vez, hay
más
partidos independieutes feministas aquí que en todo el mundo:
los partidos colectivos de Sevilla, Madrid, Barcelona y otras muchas
ciudades, la Asociación Democrática de Mujeres Aragonesas, el
ANCHE de Barcelona, el Frente de LibemJCioo de la Mujer, que es el
más conocido, el AUPEMP, el Movimiento democrátim, el AMU, las
Organizaciones de Barcias, las Asociaciones de Amas de Casa, la Aso0
ciación Catalana de la Dona, etc. Por último, se ha institucionalizado
hace muy escasas fechas
la liberación de la mujer mroi.ante la creación
de la que se llama Subdirección General de la Condición Femenina, de
la cual no sé si sabrían ustedes que existe. Depende del Ministerio de
Cultura y apoya a la liberación de la mujer.
Ante esto, creo que es ne­
cesario que todas las mujeres que tengamos algo en la cabeza y eu el
corazón digamos algo. ¿Quién es este movimiento que se arroga con la
tepresentativiidad de todas las mujeres de Espaoo, del 52% de la
población de España? ¿Cómo es que en una Subdirección Generml apa­
rece el Movimiento de la Liberación de la Mujer? ¿ Y yo? A mí nadie
me ha consultado, me he enterado cuando ya estaba creada. Y todos sa­
bemos
qué es lo que se puede pensar ali!. Cito la frase de una sena­
dora actual,
que nos puede dar una pista: «La función de la mujer
coom madre
acaba en cuanto nace el hijo». Lo de hijo, claro está, es
un decir.
Movimientos contrarrevolucionarios. Son paralelos y coetáneos;
proliferan extraordinariamente
en los E. E. U. U. Entre ellos, el
M. O.M. (Men, Oar Masters. Los hombres, nuestroo, arnoo): las mu­
jeres contentísimas
de ser las esclavas de loo hombres. El H. O. W.
( Hapiness of W o'manhood, Felicidad de la feminidad). Estos y otros
han tenido
una vida muy efímera. Bl que parece tenerla más larga es la
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Puss:;cats Leage o Liga de las gati por lo visto lo que pretendía era aparecer en la televisión. Los tres
puntos fundamentales de esta
Liga son: Primero, la igualdad de las mu­
jeres se consigue,
no pidiendo derechos, sino cocinando bien. Por tanto
se oponen
a la enmienda constitucional que introdujo la igua:ldad de
derechos a
la que consideran discriminatoria para las mujeres ya que
obliga a trabajar y a la vez hay que dedicarse a las tareas específicas.
Segundo, la construcción del hombre. Punto interesante, pues nos indica
lo que pretenden ,estos movimientos contr.rrevo!ucionMios. Desde lue­
f!P está bien: ¿por qué nos vamos a tener que hacer iguales al hom­
bre? Lo que hay que procur,w: es jusramente lo contrario. Dicen que los
movimientos
de liberación femenina destruyen al hombre y noo des­
truyen también a nosotras,
por-que nos ponemos a su nivel y el nivel
nuestro
es superior al del hombre. Así, pues, no debemos adoptar nun­
ca trajes masculinos, fumar, etc.; hemos
de fomentar la caballerosidad
y procurar el buen entendimiento entre hombres y mujer punto: como quieren vivir una v,ida de cipo mod,,mo acepran, por ejem­
plo,
las guarderías infantiles. Tendría esto una cierta relación, acaso,
con aquellos movimientos, que sin ser absolutamente contrarrevoluciona­
rios patrocinan sólo una cierta liberación de la mujer; así, el coetáneo al
socialista-izquierdista de la Segunda República en el que aparecían
Gelsia Regís i Dolores Moncerdá que deseaban un trabajo po.ra la
mujer, pero un trabajo femenino, a diferencia de los movimientos re­
volucionarioo, que piden igualdad de trabajo para todos.
Una vez introducidos en este panorama, hay que matizar un poco
para distinguir en qué consiste toda esta liberación de la mujer. Al
lado indicamos -los problemas que plantea esta liberación de la mujer.
Primera liberación de
fa mujer: de unas leyes injustas. Las han
hecho los hombres; ,su leyes, por tanto, son injustas. Indudablemente,
hay
una cierta razón aquí. Habrá, pues, que derogar estas leyes y
crear ,otras en las que aparezcamos las mujeres en situción de paridad.
Siempre
la liberación de la mujer al lado de la igualaciÓll entre los
dos sexos. Para fomentar esta situación
de igualdad hay que barrer
la mentalidad absurda de que las mujeres somos vasallos de unos se­
ñores feudales que se Jlllllilll.D. hombres. Así, pues, lo que implica es
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una transformación de la sociedad, que ha de lograrse mediante una
reorganización
del sistema legislativo.
Esta liberación
presenta diferentes aspectos. Uno, el político. La
primera adquisición, como saben ustedes, fu.e la del derecho al voto,
del que
fuewn pioneras la mujeres del estado de Wyoming (Estados
Unidos) en el
año 1869. Las españolas lo consiguieron en 1931, antes
de la Constitución, por ciento sesenta y un votos a favor y ciento vein­
tiwio en contra, que, por derto, entre ellos estaba el pensaba que la mujer española no estaba Jo, suficientemente instruida
como para poder votar; en cierto modo tenía razón. Margarita
Nelken también dudaba. Victoria Kent lo que concretamente pen­
saba
es que podía ocurrir que como no estaban las mujeres prepa­
radas, concederían su voto a las derechas, siendo así que se lo habían
proporcionado las izquierdas.
Adquisición del derecho al voto. Adquisición del derecho de
go­
bernarse a sí mismas y a las asociaciones. por ellas formadas. Con esto,
indudablemente, estoy de acuerdo. Adquisición del derecho a formar
partidos propiamente feministas con entidad política legal,
no como
una asociación de
amas de casa más. Y en situación de paridad con los
partidos formados
por los hombres.
Otro de los puntoo pedidos es la consecución de un número pa­
ritario de hombres y mujeres en los puestos de gobierno: sería el modo
de transformar 1a sociedad, no sólo a través de las mujeres juristas o
diputados,
sinQ desde los mismos estamentos del gobierno, en lucha
con los hombres. Se pide para todos los niveles : desde el municipal
hasta los organismos internacionales., concretamente para la O. N.U.
Otro aspecto sería el jurídico-económico. Consiste en el intento
por cambiar la estructura de una serie de puntos que se centran sobre
el matrimonio. El primer derecho que una mujer pide
hoy claramente
es el derecho al divorcio vincular; no la separación en casos verdadera­
mente necesarios, sino la ruptura del vínculo. Es el araque claro y
concreto a la indisolubilidad del matrimonio.
Segundo punto: despenalización del adulterio. En un primer mo­
mento toma
el aspecto de conjurar una injusticia, la disparídad de la
ley ante el comportamiento del hombre, al que no se castiga, y de la
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mujer. Lo que hlty que conseguir es la igualación, mas no haciéndolo
punible para todos sino despenruizándolo en todos los casoo.
Otro: posibilidad de convertir en divorcio la que se llama separa­
ción de hecho, simplemente acudieru:lo al juez para comunicarle esta
separación. La separación es, pues, previa al juicio que tampoco se
realiza después.
Otro de estos puntos es el intento de borrar el concepto de que el
matrimonio es una carrera para la mujer, un seguro de vida. Para ello
se pide la separación de bienes en el matrimonio, que es, por cierto,
un ataque a la familia, pues muchas veces los bienes de la madre
tienen la posibilidad de aP nómica. Lo que se pretende es la separación de los bienes para evitar
conflictos
en caso de crisis matrimonial. Lo que habrá que hacer, me
parece,
es pensar menos en las posibles crisis y solucionar las presentes
para que
no se produzca el divorcio. Si el matrimonio se efectúa en
clima de futnra crisis, en cuanto sobrevenga
el más minimo problema
se producirá
el divorcio.
Otro problema
seria el de la tutela, la patria potestad. La patria
potest« implica que la fami:lia es una familia patriarcal en la que el
hombre lleva
la voz cantante, la mujer calla, etc. Conclusión: hay que
cambiar esta autoridad
patriarcal por el concepto de autoridad paren­
tal, evitando
la palabra potestad que suena más a poder y sustiruyén­
dola por parentail refiriéndose así a ambos padres. La verdad es que
esto es cierto,: en un verdadero matrimonio el padre ejercerá la au·
toridad pero la madre participará también de ella en la unión de
ambos.
'Lo que se dice es que, en previsión de que el matrimonio
se separe,
es mejor que la madre tenga la autoridad efectiva, es
decir
la parental, para que no haya problemas cuando ella, que, nor­
malmente,
se queda siempre

con
la custodia del hijo, teoga que acudir
para una serie de asnntos a la patria potestad del padre, que puede
dedicarse en ellos a fastidiar a la madre con detrimeoto del hijo.
Otro punto pedido en este largo
caminar de la liberación de la
mujer, que, por cierto ya lo, tenemos concedido en España desde siem­
pre,
es la conservación del apellido de la esposa y su transmisi6n a
loo hijos. lls una petici6n en los palses anglosajones y ea aquellos
otros en que falta
este derecho.
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LA UBERACION DE LA MUJER
Liberación de unas leyes, de una situación injusta de opresión,
pues
la sociedad jurídicamente está conformada por los hombres.
Un tercer aspecto, y es el fundamental: liberación del hogar.
Liberación del hogar que va unida tambikn a la igualación con el
hombre. Asimismo, unida a la promoción al trabajo,
a,J cual desde
luego tenemos derecho.
Lo que se pide es el acabar con la injusticia
laboral
de a igual trabajo desigualdad de sueldos. Segnrul.o: acceso
a todo tipo de trabajo. Por último, una serie de condiciones especiales
para
el tiempo de la menor infancia .de los hijos.
La mujer tieue derecho al trabajo, desde luego. Ahora bien, co­
mo se nos decía aquí ayer mismo, la mujer, ha trabajado siempre.
Pero,
además, ¿a qué !lamamos trabajo? ¿A entrar a las ocho de la
mañana, porque
hay que fichar, tomar el desayuno y esperar un poco
a ver si llega el correo y ya empezar a las nueve, a las diez dejarlo
para el segundo café, y a las once el tercero, y a fas dos, como ya
queda tan poco, dejarlo todo y a las dos y media marcharnos? Nor­
malmente, llamarnos
trabajo a esto. Yo he dedicado una serie de
años a la
enseñanza profesionaJ fomeuina y he recordado mucho
aquella obra de Miguel Mihura, «Sublime decisión>> ; la atrevida
decisión que tomó
cierto día una muchacha de aprender mecanogra­
fía, taquigrafía, cosas insólitas entonces, para ponerse a trabajar en
una oficina
en vez de casarse. Recordarán el horror de todos ante el
hecho de que una mujer pudiese penetrar en tal lugar, llegase a
romper el sagrado templo del trabajo, arruinase las familias de sus
compañeros, etc. Y o creo que está ocurriendo ,esto, no digo a nivel
general, pero taJ vez en un porcentaje más elevado de lo que parece.
No sé si ías mujeres hemos penetrado de verdad en el trabajo como
deberíamos haberlo hecho: primero, con la absoluta conciencia de
que el trabajo
es un derecho pero también un deber. Segundo, con la
idea clara
d~ que e~ trabajo de la mujer es un trabajo especial, lo que
no quiere decir que la mujer entre en una oficina a recoger los pa­
peles que tiren sus compañeros. Pero, ¿hemos entrado de verdad a
trabajar o
a
hooer lo mismo que antes se hacía paseando por la
Castellana? Tercero, ¿creemos que por encima del trabajo profesional,
a la mujer le corresponde la maternidad y que, entonces, durante la
infancia de sus hijos debe quedarse con ellos para educarles? Se debe,
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desde luego, fomentar una legislación especial que permita a las
madres abandonar el trabajo durante esos años; naturalmente a su
vuelta encontrarán a
sus compañeros por delante de ellas. Toda elec­
ción, aquí la de la maternidad, lleva coosigo una renuncia que hay
que saber aceptar.
Problemas que
se plantean ante la promoción al trabajo ¿Qué
hacer
con el esposo? Que colabore en el hogar, indudablemente. Ha­
bría que preguntarse también hasta
qué punto esto es útil, aunque
no estoy en contra, ni muchísimo menos.
¿Qué
hacer con los hijos? Una cosa muy sencilla: organizar el
sistema educativo de tal modo que comience a los tres días de nacida
la criatura Se le lleva primero a la guardería, después al parvulario,
después
... , etc. Ante esto hay que tener cuidado y un cu[dado extraor­
dinario. Es verdad que habrá necesidad de guarderías, es cierto; pero,
repito, ruidado, pues aquí acecha Leviathan : el estado está intere~
sado en que abandooemos, descuidemos la educación de nuestros
hijos
y cuanto más pequeñitos sean mejor; sobre todo hoy en
España; ya está ganada la Universidad, ya están ganados los Insti­
tutos, ya está ganada la E. G. B,, por lo menos en sus. últimos cursos.
Hay un medio muy sencillo para construir
rápidamente una sociedad
atea: educar a los niños sin Dios, separados de sus padres con los
que no van a estar más que de noche, mientras duermen; separados
también de sus abuelos: forma parte del ataque contra la famfüa esta
separación
de la influencia de 106 abuelos sobre el niño. Los abuelos,
la madre, son los transm1isores de la tradición, esa tradición que 105
niños de hoy la van, no digo a perder, no la van a conocer nunca.
Y, por último, otro problema, ¿qué hacer con el Cll[dado del hogar?
La mujer que
trabaja en un trabajo intelectual muy elevado, muy in­
teresante, necesita de otra mujer que se dedique a arreglar su casa.
Conclusión, que Hberamos a unas mujeres, pero esclavizamos a otras.
Por añarudura un cuarto aspecto: la liberación de la mujer impli­
ca fundamentalmente la liberación de nuestra propia condición
fe­
menina. Y esto es lo más grave, mucho mis que el abandono del
hogar. Esta
liberación se eotiende en un doble sentido: de nuestra
coodición corporal y de nuestra comlición psicológica; doble en el
sentido en que
nos decía ayer el Profesor Petit Sullá, teniendo en
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LA UBERACION DE LA MUJER.
cuenta que la wiión del cuerpo y del alma en Wl ser humauo es ab­
solutamente indivisible y, si se atenta contra uno de los dos elemen­
tos, se ataca a todo el conjunto. Y lo que se pretende hoy es la libera­
ción de
nuestro1 propio ser, de nuestra propia entidad, no política, no
jurídica, no sociail, no cultural, sino de nuestra propia. reailidad onto­
lógica, pues queremos dejar de ser lo que somos, ya que queremos
liberarnos de lo que está más inserto en nuestra personalidad: fa ma­
ternidad.
Pero, y
aquí adviene lo más ter,ible del problema; queremos li­
berarnos de la maternidad,
mas conservando el placer. Entonces
vienen las peticiones de derechos, de unos derechos que
en principio
y
en último término son aberrantes, pero que hoy se están procla­
mando con una naturali.dad que asusta. Derecho a los anticoncep­
tivos, no
sólo a utilizarlos sino, a su gratuidad. Ante esto, negamos
en redondo; yo no qu:iero pagar con mis impuestos la muerte de
unos niños.
Anticonceptivos, primero. Derecho al aborto, a continuación.
· Ambos, en principio, pueden tener la misión de impedir que llegue
al mundo un subnormal, un monstruo. El día en _que sepamos esto con
certeza tendremos que plautearnos éticamente el problema. Pero es
que los tiros no apuntau ahí ; aparte de que el tratar de impedir esa
llegada implica un desconocimiento absoluto de qué es la vida: es
un don de Dios y don que nos ha transmitido unido al dolor, dolor
que El ha asumido.
Ha de ser terriblemente duro para un06 padres
tener
un hijo así, pero es algo que hay que aceptar igual que se
acepta la vida, la propia entidad, el matrimonio, la paternidad. Acep­
tarlo. Es además una bendición de Dios; un hijo subnormal, creo
que no
me equ:ivocaré teológicamente, es "1 único hijo del que sus
padres pueden tener la seguridad de que va a salvarse, pues Dios se
lo va a llevar con El así, en blanco diríamos, lo que no va a hacer
con los demás. Sobre todo aceptarlo porque es algo querido por
Dios, aunque no lo entendamos, pero hemos quedado que
recono­
cemos nuestra condición de criatura.,. Y bajo capa de compasión, de
amor a
esos hijos enfermos, que dependerfun, tras la muerte de sus
padres, de sus hemnanos, de la Seguridad &x:ioJ., los tiros apunrau en
realidad hacia
una vida de comodidad y de placer; auticonceptivos y
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aborto se utilizan para que el niño no nazca durante. las vacaciones,
durante
un período de exce9ivo trabajo, cuando se ha superado el
número de hijos previsto ...
Petición de anticonceptivos, de derecho rul aborto ; por cierto,
con ellos, además de restringir
la población y producir un aumento
de enfermedades y de la mortalidad entre las mujeres, pueden mi­
narse los fundamentos de la sociedad atacando sus leyes, que es fo
que verdaderamente parece que interesa. Así, en Uailia, el derecho
al
aborto ,taca la ley de la tutela, pues una muchacha puede abortar
a los dieciséis años sin el consentimiento de sus padres aun siendo
mroor de edad.
Petición del
derecho al divorcio vincUilar, claro está, en casos lí­
mites y extremos: el «piccolo divarzio». Mas así comienza y termina,
sin lugar a
dudas, en el divo1rcio-capricho, dejando aparte el descono­
cimiento
del concepto verdadero del matrimonio, qUJe no es un esta­
do para el placer y ha de pasar por las prud>as del dolor, de la enfer­
medad,
de la cárcel...
Petición del derecho a las relaciones prernatrimonirules. Es un
medio, desde luego, para evitar el divorcio: nadie se casará si no
sabe seguro a qué atenerse.
Derecho a
la unión libre. Tiene sentido una vez conseguidas las
relaciones preroatrimoniales. Otra liberación más.
En
el fondo todo esto conduce a la petición de dos reivindica­
ciones. Primera: la reivindicación de la •mayor de las libertades hoy
por hoy,
la de poder utilizar el propio cuerpo como objeto de pla­
cer. No es ni miás ni menos que esto. Hay que tener en cuenta,
además, que estamos iomersos en una sociedad en la que ios medios
de comunicación han puesto ideas e imágenes al alcance de todos y
que estos
medios sirven al erotismo. Hay todo un sistema de eroti­
zación geoeral que
está indudablemeote pagado y por eode permi­
tido, y todo él
transforma de nuevo a la mujer en lo que aquellos
primeros movimieotos
de liberación intentaron impedir, la mujer-ob­
jeto, objeto de placer para el hombre. Resulta que como toda revolu­
ción
la liberación de la mujer es la serpieote que se muerde la cola,
coucluye en lo mismo que comenzó. Preteodió liberar a la mujer de
su situación de vasallaje respecto al hombre que la consideraba como
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LA UBER.ACION DE LA MUJER
puro objeto personal, para caer otra vez en lo mismo, pues hoy
somos objeto de contemplación desde medios de comunicación y
espectáculos. Ahora bien, la distinción es indudable. Ahora no es
porque lo quiera el hombre, sino porque lo queremos nosotras,
luego ya nos
hemos liberado.
Segunda
reivindicación: el derecho a destruir una vida ajena
que no me pertenece. Aquí ,es a donde vienro a para<' divorcio, aho anticonceptivos. Romper wia vida ajena, atada a _mí, sí, pero que no
es vida aún o que decimos que no lo es para poder destruirla sin
remordimientos. Y destruirla, ¿para qué? ¿Por un bien mayor? ¿Qué
mayor bien que la vida?; ¿Por una sociedad de entes perfectos, como
quería Hitler? No, es por egoísmo, y esto es lo más grave, máxime
si quien lo pide es la mujer. Si la mujer pide po,r egoísmo el placer,
si pide por egoísmo la muerte, está destruyendo lo que hay de más
esencial
en su entidad y en su personalidad, pues la mujer es vida
y transmisión de vida, la mujer es madre. Y si la mujer mata, implica
que
ha dejado de ser mujer.
Ahora,
el quid de la cuestión: la destrucción de nuestra propia
entidad
femenina, el dejar de asumir nuestra más íntima realidad nos
guste o no nos guste, queram.05 o no queramos, lleva consigo la des.­
trucción de la sociedad. ¿Por qué? Primero, porque somos ruiernbros
de esta sociedad; segundo, porque somos los ruiernbros más impor­
tantes, y esto lo digo sin ser feminista. en el sentido payorativo; es
que es verdad. Somos los ruiernbros que estamos comunicando la
vida, que estamos enlazando
la vida que nos han transmitido nues­
tros mayores con la que vendrá, si Dios quiere, después. La mujer
se conforma, se hace verdaderamente en los hijos,, corporales o espiri­
tuales, hijos que son los que van a vivir después .. La mujer no vive
en las obras de creación intelectual o manual, la mujer vive en ail­
guien personal a quien poder amar.
Esta destrucción de nuestra entidad hay que verla integrada en el
ambiente actual de
crisis de identidad: el sacerdote quiere dejar de
serlo, pues estará más tidentificado en :el matrimonio; ios al!Sados
quieren dejar de estarlo porque estarán más identificados mediante
el
divorcio que remedie situaciones insostenibles ... Pero es que ade­
más este ambiente de crisis de identidad. general tiene su iniciación
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EUSA RAMIREZ
en la de la mujer, que primero fracasa rohmdamente en sí misma,
después hace participar de su fracaso a toda la humanidad.
Y esto es claro. La 11iberación de la mujer mediante 105-anticon­
ceptivos y el aborto conduce invariablemente, fatalmente, a la eugene­
sia
y ésta nos llevará a la eutanasia; y no falta tanto tiempo como
para que no lo
veamos. Y de la eutanasia pasaremos inmediatamente a
una sociedad
demencial y aterrorizada, porque, ¿dónde está el límite
de esra práctica?, ¿qué cmterios se ronJMán? Omrenzarán por los de
noventa en adelante pero el nivel se ,irá retrotrayendo cada vez más
en el afán ilusorio de crear un mundo de j6venes para evidenciar
que hemos vencido a la muerte. Con la muerte misma.
Una sociedad demencial porque está rota en pedazos, porque
sus miembros
responsables de la transmisión de la vida están muer­
tos en sí mismos. La angustia de la mujer es ya a escala universal. Una
angustia que dimana de la no aceptación de una entidad, repito, no
política o social; de la más íntima a nuestro propio ser. Las rela­
ciones prematrimoniales, los anticonceptivos, el aborto conllevan una
vida rota
ya para siempre, la de una mujer que ya no podrá ser una
persona sana corporal e integralmente
y que estará perseguida por
la angustia. La angustia ante el remordimiento del asesinato de su
propio hijo. Una mujer tiene que sentir, por poco que le quede de
serlo, tiene que pert:ibir dentro de sí
el llanto del hijo que nunca ha
escuchado, las risas del hijo que
podría haber jugado por el mundo,
que hubiese podido tener la posibilidad
de decir que sí o que no,
de ser responsable, de ser humano, de haber amado a Dios. Pero
ese
niño ha muerto. La angustia ante el remordimiento de la muerte por
egoísmo de un matrimonio por no haber cedido, por no haber sido
fiel a aquella palabra
que se entregó un día cuando todo era muy
bonito, cuando había flores en el altar y amor en el corazón,. amor
inicial que no se ha elaborado después, fermentando en el crisol de la
prueba hasta llegar a saltar por encima de todo, por encima de la
muerte.
La aogustia, sobre todo, po,r haber destroeado la más grande
de las intimidades, el ser lo que se es, y esto conduce a un vacío tan
absoluto que hay que inteotar huir de él. Primero con una vida rulo­
cada y superficial para olvidar y, como no es posible, el alcoholismo,
las drogas. Después se llega a la eofermedad, pues una vida insa-
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LA UBERACION DE LA MU/El/.
na moralmente termina en la enfermedad fisica y ésta, en la mental.
Hoy no caben las enfe1mas psiquiátricas en los hospitales y esas en­
formas no tienen o:i cincuenta ni cururenta años, sino dieciséis, quin­
ce, catorce, y a veces menos. Son ya vidas rotas. Por último, el sui­
cidio, precedido del lento que suponen las drogas ...
Esta es la desintegración de la vida de una mujer. Si nos libe­
ramos, nos desistegraremos inmediatamente y fa sociedad morirá.
Una
sociedad en que la mujer no sea transmisora de vida, sino en­
vi•da de la muerte, ha fallecido.
El
camino no es éste, porque este camino conduce a la muerte.
El Camino, la Vida están donde mora
la Verdad. Y, ¿dónde está la
Verdad?, ¿cuá:l es la solución?
La solución es doble. Primera: conocimiento de nuestra propia
idiosincrasia, de nuestro ser de mujer, porque si no no podremos
asumir nuestra
responsabilidad aceptándolo. Cooocimiento a la luz
del derecho narwal, no a la de 1as enruestas sociológicas, a la dcl
entorno social, a la de los arquetipos que se nos proponen : artistas
liberadas, intelectuales
liberadísimas, encuestas teledirigidas por inte­
reses ocultos. Conocimiento a la luz del sentido común, también. Y
conocimiento y aceptación, teniendo en cuenta una cirrunstancia es­
pecial, también ayer expnesta; tenemos que estar absolutamente con­
vencidos de que existe el pecado original. Dirán ustedes que estamos
todos convencidos; pues
_aún más, ya que nos están diciendo lo contra­
rio. Desde que existe el pecado original el tratamiento . de igualdad
y de paridad entre hombre y mujer no puede ser el mismo. Y no
hacen falta consideraciones especiales ni metafísicas ni nada; la úni­
ca razón. es el pecado original.
Segunda solución: creo que
debernos volver la mirada, y digo
volver pues hace mucho .que no se las contempla, a los ver:daderos
arquetipos, las grandes mujeres de la historia que no necesitaron la
liberación de la mujer, que no precisaron de peticiones de derechos
ni leyes especiales, sino que fueron
'1ibres por s! mismas porque lo
fueron interiormente: santa:s y heroicas mujeres, Juana de Arco, Isa­
bel la Católica, Beatriz Galindo, Dofia Blanca, la -regente de Francia,
Sanra Catalina
de Siena, Sa.".lta Teresa de Jesús, mujeres que no ne­
cesitaron
de un entorno socio-cultural-polltico determinado alrededor
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suyo, ni hablaron de liberación, pero fueron libres de verdad y por
ello iroruaron y construyeron UDa sociedad que ha llegado hasta
nosotros.
Sobre todo volver, volver la mirada, y ojrulá nunca la apartemos,
volver nuestra mirada desconcertada hacia la Virgen Nuestra Señora,
nuestro verdadero
modelo; no hay otro, ni P""" la mujer, ni para el
hombre. Ella se nos pone delante y nos dice cómo ha de ser una
mujer : ha de ser, como nos han dicho muy bellamente nuestras ami­
gas de Méjico, la vida, el hogar, la vida interior del hogar, no la
exterior, el en.torno, la posibilidad económica, la rultura., sino la vida
del hogar en cuanto a pr€Sencia, una presencia que sea transmisión de
vida. La mujer ha de ser madre necesariamente y siempre. En prin­
cipio como
esposa y como madre de sus hijos; pero tarobién como hi­
ja, ·sobre todo si ya no está su madre en este mundo, es ella la que
mantiene la unión, la cooperación, la familia en suma, pero en el trans­
, fondo de todo, sin que nada se vea. en la renuncia.
Ha de ser madre tambiéo en el trabajo profesional, en la empresa,
en la escuela, en la universidad ... , transforoiando cada una de estas
entidad.es en una fam.i!lia. Esta es nuestra misión en el trabajo y mien­
tras vayamos a trabajar para liberarnos del hogar o para ganar un
sueldo no estaremos cumpliendo lo que Dios quiere de nosotras.
Y no sólo esto,, sino que vamos. a pagar las consecuencias, porque < perdooa siempre, los hombres algunas veces, pero la naturaleza nunca».
Nuestra naturaleza
e.s la maternidad y si la destruimos hemos roto
todo;
y lo pagaremos, pronto o tarde, pero desde luego muy caro.
La mujer ha de ser tarnbiéo madre, y hoy más que nunca, en la
vida social y política, transformando en familia la nación, el muni­
cipio, las corporaciones, mediante la transmisión de vida cuanto más
oculta mejor, según nos dijo Pío XII, el 21 de octubre de 1945: «La
mujer debe concurrir con el
homb cuyo seno está con dignidad igual
a él. Los dos tienen el derecho y el
deber de cooperar al bien total de la sociedad». Lo, que no dice es que
esta dignidad
igual se tenga que traducir en funciones iguales. Nuestra
cooperación será efectiva en tanto
sea derivada de un asumir plena­
mente nuestra entidad.
Por último, la mujer tiene que transformar en vida de familia fa
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LA UBERACION DE LA MUJER
Iglesia y esto es obra de la mujer laica, desde luego, pero sobre todo
de la mujer que ha consagra:do toda su existencia a Dios y aún más.,
de la consagrada a Dios en la vida contemplativa. Las religiosas de
clausura son
los pararrayos que impiden a la justicia divina destruir al
mundo descreído, son los neveros que, ocultos, nos están transmitiendo
continuamente la gracia. Para hacer vida de familia en la Iglesia no
hace falta que seamos sacerdotisas. La declaración lnter insigniores
alega que la defensa ,de lo que es esencial en el sacerdocio será la de­
fensa de la mujer. Y es hoy uno de los derechos que se impetran, la par­
ticipación en
el sagrado sacramento del Orden ; pero la transmisión de
vida de la mujer no es a
través de la administración directa de los sacra­
mentos, sino a
través del trabajo oculto, que no es trabajar en el hogar,
esencialmente, sino renuncia, la renuncia a la belleza, a la salud, a la
comodidad, al placer, a la vida social, a la cultura, a sí misma, para
que
fas almas tengan vida.
Miremos de nuevo a la Virgen ea aquella primera familia allá
en Na2aret; familia humana que tanto tenía de divina pues Dios era
el núcleo
y María y José solamente vivían para Bl. La Virgen, la
Mujer
que uo día dijo que sí; la Mujer respoosable hasta llevar ese
sí hasta
el pie de la Cruz, en fe oocura y confianza plena ofreciendo
el supremo sacrificio: su Hijo divino; La Mujer eterna, que dijo
Gertrudis von Le Fort, la oculta siempre, en Na2aret, ea la vida
pública,
ea el Cenácuo, iniciando, en la vida a la Iglesia primitiva. Y
no se comprende cómo ,se agrupan a su alrededor los a,póstoles si no
es porque Ella había estado siempre con Cristo, mas sin aparecer, re­
nunciando para que Cristo, los .ipóstoles después, apmrezcan: estaba,
sin estar. La Mujer, además, que todo lo puede y que quiere salvar al
mundo, transformar
la sociedad, si la pedimos coa confianza que nos
haga
de verdad mujeres, españolas, cristianas.
Y,
sobre todo, cristianas. Esta es la última razón de nuestra exis­
tencia. La mujer sólo tieoe dignificación total a partir de Cristo. Cristo
fue el
primero que habló

con una mujer
en la calle cuando entonces
era como, hacerlo con el burro de la noria. Y habló muchas veces, nos
lo dice el Evangelio y es impresionante observar el diferente modo
con que
habló Cristo a las mujeres y a los hombres; con la mujer es­
tablecía una relación de amorosa intimidad, en un conocimiento supre-
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EUSA RAMIREZ
mo de nuest:m psiallogía, ¡ cómo no, si es nuestro creador! Cristo es
quien
libera a la mujer y fuera de El, del cristianismo, no tenernos li­
beración,
ni siquiera dignidad. La mujer no puede serlo en plenitud,
mientras no sea cristiana, y vamos cami.n.ando hacia la ruina moral y
física, porque hemos dejado de ser cristianas, de regirnos por fos
valooes evangélicos, de amar; amamos, tal vez, el nrabajo, peto el
trabajo oo nos satisface, como pume satisfacer aJ hombre; amamos,
tal vez, el placer, pero nos deja vaclas. Y es que la mujer tiene que
amar algo concreto, a aiguien, a una persona determinada, a una
perrooa que es Dios.
El mensaje del Concilio a las
mujeres me patece verdaderamente
revelador
y programático: en él está la solución.
1) «Ahora es a vosotras a las que nos dirigimos, mujeres de
todas las condiciones, hijas, esposas, madres y viudas»; todas fas mu~
jeres, no un.as cuantas, «a vosotras también, vírgenes consagradas y
mujeres solitarias». Como ven ustedes no se deja a nadie. «Sois la
mitad de la inmensa familia humana.»
2) «La Iglesia está orgullosa, vosotras lo sabéis, de haber elevado
y liber•do a la mujer.» Esta es nuestra liberación, oo la que nos pue­
dan
conceder las leyes 3) «Pero llega la hora, ha llegado '1a hora en
que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la
mujer adquiere en el mnndo una influencia, un peso, un poder jamás
alcanzado hasta ahora ... » 5) «Voootras, las mujeres, tenéis siempre
como misión
la guaxda del hogar.» No han c•mbido las circunstan­
cias en nuestro siglo, seguimos teniendo la misma misión: «la guarda
del hogar, el amor a las fuen1leS de la vida ... » Por ello la muerre en
nosotras destroza lo que hay de más esencial y valioso: «el sentido de
la cuna. Estáis presentes en el misterio de la vida que comienza. Con­
soláis en la pa;rtida de la muerte ... Reconciliad a los hombres con la
vida. Y, sobre todo, velad, lo suplicamos, por el porvenlr de nuestra
especie».
Si introducimos el aborto, los anticonceptivoo, la especie
humana morirá. «Detened la mano del hombre que en un mo­
mento
de locura intentase destruir la civilización humana». Esta es
también la misión de la mujer, ocultamante detener al hombre que
mediante la técnica, la subversión de los valores morales, de tantas
otras formas, intenta destruir el mundo. 6) :«Esposas, madres de
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LA LJBERACION DE LA MUJER.
familia, primeras educadoras del género humano en el secreto de los
hogares», nuestra misión está en el hogar, lo que puede ser compa­
tible con el trabajo profesion•L «Transmitid a vuestros hijos y a vues­
tras hijas las tradiciones de vuestros padres, al mismo, tiempo que los
preparáis para el porvenir insondable». Nuestra misión como eslabón
que engarce
el pasado con el futuro. «Acordaos siempre de que una
madre pertenece, por sus hijos, a ese po,venir que ella no verá pro­
bablemente».
7) «Y vosotras también, mujeres solitarias, sabed que podéis
cumplir toda vuestra
vacación de entrega. La sociedad os llama por
todas partes. Y las mismas familias no pueden vivir sin ,la ayuda de
aquellas que no tienen familia».
8) «V05otras, sobre todo, vírgenes consagradas, en un mundo
donde el egoísmo y la búsqueda de placeres quisieran hacer la ley,
sed guardianes
de la pureza, del desinterés, de la piedad».
9) «Mujeres que sufrís, que os mantenéis firmes bajo la cruz a
imagen
de Maria, vosotras, que tan a menudo, en el curso de la his­
toria, habéis d.do a los hombres la fuerza para luchar hasta el fin,
pa,ra dar restimonio hasta el martirio, ayudad]os Ull!a. vez más a con­
servar la audacia de las grandes empresas, al mismo tiempo que la
paciencia y el sentido de los cdmienzos humildes».
10) «Mujeres, vosotras, que sabéis hacer la verdad dulce, tierna,
aooesibld».
Esta es, creo, la misión de las mujet tólica, hacer la verdad dulce, tierna, accesible, «dedicaos a hacer pe­
netrar el espíritu de esre Concilio en el hogar, en las instituciones,
en las escuelas ... , en la vida de cada día.:»
11) «Mujeres del universo todo, criscianas o no», la ,esencia de
la mujer es ser madre y el oristianismo reoonoce esta iguatldad a
todas las mujeres, «cristianas o no creyentes, a qu:ie.nies os está con­
cedida IJa vida en este momenm tan grave de la historia; a vosooras
toca salvru: la paz del mundoo. La paz que Jesucristo nos trajo al
mundo
(º).
Speiro es sembrar. Más speiro hace relación indudable a «spes»:
el sembrador esparce la semilla en la esparanza de que recogerá un
("') Documentos del Vaticano II. 26.ª ed. B.A.C., minor. Madrid, 1974.
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ELISA RAMIRJJZ
fruto cierto, de que fructificarán la tierra y la semilla. Pero, previa a
la siembra, debe
racionalmente prepararse la tierra. La semilla caerá,
entonces sobre esta tierra preparada y dispuesta, no sobre el camino
donde se la comerán las aves del cielo, no sobre las zarzas donde que­
dará ahogada por las espinas, no sobre las piedras dorule no podrá
crecer por la falta de raíz; ha. de esparcirse sobre la tierra preparada
por nuestra actución en fos diversos niveles de la sociedad, pero, a vo·
leo, confiando, confiando en Dios.
Esta es, creo, la misión de la Ciudad Católica y de sus amigos:
preparar una nueva socieda.d, un mundo mejor, que nos pidió Pío XII,
sembrando a voleo,
«a tiempo y a destiempo, con ocasión y sin ella»,
pero con la confianza puesta¡ ·en Diós, en que El, tras el largo y duro
invierno que probablenwnte nos aguarda, hará fructificar la buena
semilla.
Torrente (Valencia), 11-Xll-1977.
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