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Armonía y dialéctica

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La armonía

LAARMONIA
EsTANISLAO CAN'IBRO
l. LA ARMONÍA DE LA CREACIÓN
¡Armonía! ¿Qué podemos entender con esra palabra? Lo pri­
mero que sugiere la palabra armonía son las ideas · de orden y de
amor. Así, si referimos la armonía a las cosas, si hablarnos de ar­
monía entre las cosas, de armonía de la naturale2a, inmedfaramente
µuestrO
entendimiento lo asocia a la idea de orden de la natura­
leza. Si la referirnos a 1os aaos humanos, a las relaciones entre los
hombres, si
hablarnos de armonía entre los hombres, nos vienen a la
mente las ideas de concordia, de cooperación y en última instancia la
idea
de amor entre los hombres, las cuales únplican la idea de orden.
Para los cristianos, para nosotros, cat61icos, la armonía tiene im­
plicaciones sobrenaturales. Así, si nos elevamos sobre lo puramente
humano, ante el concepto que expresa la palabra armonía sentimos
que
nuestras almas se elevan bada Dios. Hacia Dios Creador de
todas las cosas y Padre nuestro; que es orden, que es amor, que es
armonía perfecta, que se expresa en el Misterio de la Santísima
Trinidad,
que es perfecto amor, perfecta armonía entre Dios Padre,
Dios
Hijo y Dios Espíritu Santo.
Así, podernos ver que la armonía de la naturale2a, de la que forma
parce la armonía social, tienen sn fundamento más excelso en el
mismo Dios. Armonía del universo, armonía de la creación, que
alaba,
en su orden a nuestro Creador . .Armonía de las leyes físicas y
armonía de la naturale2a no inteligente. Armonía también del or-
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den moral, de las relaciones del 'hombre consigo mismo, con sus
semejanres y con Dios, donde, m=ed al ejercicio inteligenre de
mrestta voluntad, por medio de la libertad, podemos dar cumplimien­
to a esa armonía, a ese orden natural establecido por la inreligencia
divina, .medianre la construcción conscienre de la ciudad; mediante
el obrar inreligenre de los hombres, respecto a nuestra ptopia vida,
a la de nuestra familia, a. la ¡le ·n11<:S"'ª8 comunidades, a la de nues­
tra sociedad, donde somos peregrinos, ;_,ero peregtinos que hemos de
cumplit con nuestros deberes y' asumir nuesuas responsabilidades
para
poder comparecer ¡¡nre el 4ltísimo, en el suptemo momento
en que la muerte nos iguala, con la conciencia tranquila por habet
dado cumplimiento a lo que Dios nos exigió cuando en su infinita
sabiduría quiso que viviéramos en una determinada época.
i
monía, por consiguienre, de la naturaleza; pero mienuas que
la parte no inteligenre de la misma se cumple de modo inexorable,
no ocw:re así en lo que se refiere al obntt humano. El hombre, por
ser ti~, at:cihuto de su inteligencia, puede o no dar cumplimiento
a '.lo que la arll10!)ía entraña; de ese modo, la armonía en la ciudad
puecle o no exi$tir, puede ser may0t o menor, segón sea la disposi­
ción
con que los hombres ptocuren indagar en la naturaleza y en lo
que Dios pide· de nosotros, ptecisamente debido a su libertad, que
en un mal uso . de la millllla puede llevar incluso al rechazo de esa
indagación. '
, El rema de esta conferencia va a circunscribirse, casi exclusiva­
menre, a la armonía en la ciudad, a la armonía en la sociedad. Sir­
va
pata ello de inttOducción el siguiente texto de Gustave Thibon,
que anticipa y expresa de modo diAfano lo que ptetendo mosttatles.
Dice. 'Thibon: "El equilibrio, según el diccionuio, es «estado de un
cuerpo cuando, encontradas las .fuerzas que obran en él, se compensan
destruyéndose mutuamente». En cuanto a la armonía, es deíinida
""""° «el arreglo entre las partes de un todo de manera que concu­
rren a un mismo fin».
"La aguja de la balanza ~ la indicadOta ideal. del equilibrio. Este,
por definición, reposa sobre la .igualdad. Desde el momento en que
el peso aumenta en ;uno de los platos, e'! equilibrio se rompe. La ba­
lanza sólo tegistra referencias ligadas al peso.
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U ARMONIA
"La. IWllOllía, por el contrario, exige desi¡¡ualda4 Caqa .cuerda de
la Jira emite un sonido difei:ente,. y es la jusi,! proporclqn entre esos
sonidos io que da como resultado i.. ·bellez.a de la música. Ya no se
trata de fuerzas opuestas que se anulan reclp.ro<;a.lil"1lte, sino de un
acuerdo interno, de una convergencia espontánea entre elementos
que escapan al
peso.
"Los valores humanos más altos (lo bello, io bueno, el amor, ecc.)
dependen de la armonía más que del equilibrio. Un monumento bello
no es solamente· un · eclificio sólidamente coostruido por albañiles
preocupados por el equi:librio; es, sobre todo, una obra de arte, con­
cebida
y realizada por atquicectos dorados del sentido de la armonía.
Lo mismo ocurre con un cuadro bello: los colores y las formas no
tienen
necesidad de neutraliMrse los unos a los otros, sino que, por
el contrario, cada uno de ellos adquiere todo sn valor y todo sn sen­
tido
de su relación CIOn el conjunro.
"En el equilibrio las cantidades hacen contrapeso; en la armonía
las calidades se complementan.
"La gran tara de nuestra vida política, social y económica es
qne todo depende del equilibrio mucho más real que de la armonía:
la rivalidad sin misericordia, que hace estragos entre las clase;, las
ruas y las naciones, está ahi para dar testimonio. En un clima así,
la desigualdad -- gendra fatalmente el desequilibrio. Puesto qne el desequilibrio· no es
más que una dlscotdia latente y continua que vuelve al conflicro
abierto en cuanro una de las fuerzas en juego prevalece sobre la Otra.
"En el orden social, el equilibrio no basta jamás para producir
armonía. Pero, por el contrario, la armonía lo está siempre para es­
tablecer el equilibrio, pues entonces los individuos y los grupos, en
lugar de enfrentarse en un antagonismo estéril, unen sus fuerzas en
la
búsqueda y al servicio del bien común."
H cesario
añadir ni quiw: nada. No obstante, si la conferencia con­
cluyera aquí, pensadru1 e _incluso lo dirían, y con toda razón, que
para tal viaje no se necesitan aHorjas y que mi intervención re-
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EST ANISLAO CANTERO
su1taría una tomadura de ,¡,elo. Por consiguiente, voy a continuar,
con el deseo y !a-intención de ·que ustedes reflexionen conmigo en
torno a unas ideas que van a ser· prácticamente un comentatio de las
pal:abnis de Thiboo. .
Il. LA ,IIEALIDAD DE LA ARMONÍA
¿Qué es la armonía? ¿Existe fflllmente la arownía, o, por el con­
trario, es una mera idea, producro de nuestro =ebro, de nuestra
mente, y confonne a la cual pretendemos hacer la realidad, amol­
dándola a esa ide¡a.? Dicho.de otro modo, ¿llegamos a1 coocepro de
armonía por medio de la observación de la realidad, que C01JOCemos
y en la que actuamos de aouerdo con ese conocimiento, o, por el
contrario, queremos
hacer la realidad de acuerdo con la idea de ar­
monía establecida
" p,it,,,? Y si la armonía existe; ¿en qué con­
siste?
¿C6mo podemos conocerla? ¿La podemos llegar a conocer si­
quiera? ¿Es posible? ¿Es necesa Partir
de cero, de la nada, es absurdo y además imposible en la
averiguación de cualquier cosa. Por ello, vamos a ver si esos interro·
gantes tienen contestación y, de tenerla, cuM es la respuesta, a par­
tir de una definición de la armonía. El resultado sería el mismo si
dedujéramos la definición después del razonamiento, sólo que como
nuestra mente no está vacía, y si lo estuviera sería imposible cual­
quier raz.onamiento, manejamos conceptos continuamente, ¡¡r¡icias a
lo cual podemos ruonar y enterulernos, y entre ellos se encuentra el
concepto
de armonía, y razonar como si no lo conociéramos no ba­
ria sino dificultar las cosas innecesariamente.
Podemos entender por armonía
la interacci6n emre las pMUs
de un todo que concumm tJ tm mism,i fin.
Naturaleza y armonía
A esta idea llegamos por la observación de la realidad. Tomemos
como ejemplo
el hombre; para que el hombre se desarrolle en cuan­
to
tal, es preciso que s,¡s miembros, sus 6rganos y sus facultades se
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LA ARMONIA
comporten de tal modn que concurran a lograr el fin dcl hombre
en cuanto tal hombre. Sus piernas 1lO han de ir cada una por su parte,
tirando una hacia un lado, la orra hacia ooo, ni sus ojos han de mi­
= hacia sitios opuestos. Si esto ocurre, decimos que sufre de cojera.
o de estrabismo. El cuerpo humano no es equilibrio, sino armonía.
¿Se imaginan ustedes el corazón haciendo equilibrios eotte los pul­
mones para mantenerse en su lugar, o desplazándose de un lado a
otro
en el caso de que un puJroon tenga más •fuet>a que otro? ¿Al
cerebro manteniendo
el equilibrio continuamente entre las demás
partes dcl cuerpo? De modo análogo, sus facultades espirituales
tampoco son mero equilibrio entre unas y otras, sino concurrencia
entre
ellas para lograr un fin determinado. Y tanto más perfecto es
el hombre cuanto su ser y su modo de ser sea armónico; es decir,
cuando exista interacción entre sus partes de modo que concurran a
un
mismo fin.
Al concepto de armonía llegamos también por la observación de
la
naturaleza, de la realidad social que. nos rodea y en la que vivimos.
Así, :la realidad de la familia nos permite afamar que los fines de
ésta se
logran de modo más perfecto cuanto mayor sea la coopera­
ción, el amor, la interacción entre sus miembros. ¿Se imaginan uste­
des a un padre manteniendo el equilibrio constantemente frente a
unos hijos enfrentados?
La familia no es equilibrio, sino armonía.
Lo mismo observamos respecto a cualquier comunidad natural en la
que los hombres se reúnen, se· asocian,
para lograr entre todos lo
que por sí solos no pueden conseguir. Comunidades naturalesc, que
lo son y
Jo son tanto más perfectas cuanto mayor es la concordia,
1a cooperación, la interación entre sus partes para alcanzar el fin
perseguido. Un municipio no es mero equilibrio entre sus habi­
tantes o entre sus familias. Tampoco Jo es una escuela donde no
se equilibran los profesor~ entre sí; lii ést.'Qs con sus alumnos;· Of
los alumnos entre ellos, sino· que la escuela es tan«> más escuela
cuanto mayor es 1a armonía.
De estas observaciones y ottás similares vemos que la realidad
no anula
ni contrapone ni contrapesa en la vida sociai, unas pattes
a otras de las que forman un todo determinado, esa unidad, bien seo.
la familia, el municipio, u otra comunidad naturai. En ellas sus
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EST ANISLAO CANTERO
componentes DO se anulan unos a otros ni se enfrentan unos a otros,
en cuyo caso esa comunidad funcionaría mal y llegaría a desaparecer
si en el enfrentamiento DO pudiera restablecerse el equilibrio y pre­
valeciese de modo definitivo una de sus partes; por el contrario, se
da la coqperación · entre unos y otros, es decir, hay armonía.
La realidad social nos descubre la existencia de la armonía, que
captamos y definimos cuando previamente liemos observado a la na­
turaleza. Por consiguiente, la armonía DO es una idea establecida "
priori, sino pillsmación de una realidad objetiva existente. Es la
natura:Iem la que nos lleva a la armonía.
Por consiguiente, frente a quienes dicen que la armonía DO existe,
sino que lo que existe es la lucha, la· oposición, la dialéctica, bien
sea oon el triunfo de una de :las partes - sea con
do
absoluto sobre la Otra --caso del libetalismo--, hay que ooncluir
que la armonía existe, porque lo observamos en la familia, en las
comunidades naturales e incluso en la sociedad civil y el llstado. El
hecho de que no se dé en toda la n,alidad social no desmiente su
existencia; para ello sería necesario que no existiera nunca; que la
natural= no nos lo mostrara en ninguna ocasión. O que al mostrar­
la lo hiciera como algo patológico o anormal; lo que no es así, sino
que
lo anormal es la falta de armonía.
Pero a
la armonía no llegamos solamente por la inducción de los
hechos singulares, como aa,.bamos de ver. A la armonía llegamos
también
por la deducción de los primeros principios oognoscibles a
todos, permanentes e
inmumbles.
Remontándonos de los hechos singulares, a través de las causas
segundas y de sus efectos, llegamos a los primeros principios univer­
sales para todos, de los cuales, a su vez, descendemos nuevamente
hacia
las caU&lS segundas, deduciendo conclusiones de aquéllos, y
con esa luz saber qué es lo que debe hacerse en la realidad que nos
movemos.
De este entrelazamiento entre deducciones de los primeros prin­
cipios e inducciones
de los· hecbos singulares podemos llegar a te­
ner tanio un ·conocimiento correcto de la naturaleza, del orden social
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LA AllMONIA
te-,-, como una actuación ponderada y prudente que nos permita edi­
ficar con solidez la ciudad, la sociedad; que nos permita restaurar la
Ciudad Católica.
Las reflexiones antetior!lS nos permiten <:Stabiecer un · punto de
partida necesario, fundamental i'"Ja poder conseguir la armonía en
la sociedad: es preciso basarse en el otden natwal, en la naturaleza,
para poder lograr la armonía; lo que nos permite sacar mmbién una
conclusión respecto a ilusorios · intentos de lograr lo que en el mejor
de los casos no es más que una falsa armonía: intentar creit una
armonía artificial, producto de nuestra mente, desencarnada, sepa­
rada, bien de la realidad social concreta, bien de los primeros prin­
cipios, o de ambos conjuntamenre, lo que ocur.re cuando se pretende
someter
a esa idea la realidad, la natura1eza e incluso los ptiinerod
principias, deduciendo de ella otros falso.., con lo que de modo ine­
vitable se
concluye en los errores del idealismo, del hnmanismn, del
positivismo o del marxismo. Tan S<'Jlo si procutamos indagar en la
natwale>.a de las cosas, si aceptamos nuestra .limitación y aceptamos
lo que la naturaleza nos enseña, podemos llegar a estar en disposi­
ción de a:lificar la ciudad, porque hemos comprendido sus exigen­
cias naturales.
Armonía e historia
Sin embargo, Oln ello aún no estamos en disposiciones de lograr
la armonía en la plenitud que es dado conseguir a las obtas humanas.
Esa comprensión de la naturaleza nos permire abstraer unas líneas
maestras sin las Clla1es la armonía no es posiljle. De· esa ob,ervación
de los hechos singulares ascendiendo basta los principios y de · esa
deducción de los principios basta de,wender a las conclusiones, obte­
nemos por ab,tracción unos requisitos necesarios· e imprescindibles
que se han de dar ,¡,am conseguir la. armonía. Pero eso no bosta; y
ello porque es preciso lograr la armonía aquí y ahora, en cada tiem­
po y lugar, en cada sociedad y en cada momento 'histórico. La armo­
nía social no se establece de una vez por todas, sino que ha. de man­
renetse, en una sociedad que tiene vida, que cambia. Por eso, hay
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ESTANISLAO CANTERO
que atender a las circunstancias cambiantes según lugar y tiempo.
Hay que distinguir lo permanente de lo mudable, lo oeoesatio de
lo contingente. Y eso nos lo indica también la natutaleza, contem­
plada
en toda su amplitud; nos lo indica la realidad soci.:l .contem­
plada hoy, ayer y mirando al máñana, que !lis. de ser acorde con lo
permanente.
Así, pata lograr la armonía, es condición necesaria no apartarse
de los primeros principios ni de sus conclusiones más próximas, que
sirven pata to:lo tiempo y lugar; pero ello no es condición suficiente.
Por la vitalidad de la sociedad es necesario saber compaginar el
aspecto móvil, cambiante, contingente, con e!l aspecto necesario, per­
manente. Razón teórica y razón práctica; conocimiento de los prin­
cipios y conocimientos de su a¡,licaci6n. Así, no es lo mismo la so•
ciedad medieval
y la sociedad actual; ni es lo mismo la forma de
concretarse
históricamente la sociedad en España o en otras nacio­
nes.
Y si en la sociedad medievd existió la armonía, si bahía ar•
manía socia!!, y en la sociedad actual hay más equilibrio y dialéctica
que armonía, no por ello · habrá que volver 'hoy al feudalismo o al
vasallaje; ni tampoco ttasplantru: instituciones a un determinado país,
por el hecho de que en otro funcionen, por mucha armonía que
exista en el lug,,, en el que surgieron. Porque lo que es bueno para
unos puede no serlo pata otros; y sobre todo, porque la armonía es
liruto de la propia sociedad en la cual existe o queremos que exiSta,
pero no implantación realizada desde fuera o impuesta desde dentro,
pero sin
ser sentida ni vivida por la propia sociedad. Es de ella
misma de donde ha de surgir. Por ello, han existido y existen formas
diversas de oomuriidades y sociedades en las cuales hay armonía,
aunque
sean distintas ( c¡n realidad, porque son distintas y se adaptan
mejor ali pueblo y a la época, porque en realidad han surgido de
pueblos y épocas diferentes unos de otros).
Y es que no hay una armonía social ideal; es decir, no puede
establocerse
un tipo de sociedad én la que reine la armonía que valga
para todos los pueblos; porque no hay dos pueblos iguales. La réá­
lidad,
la naturalezá, la historia, · nos muestran que al existir la armo­
nía en sociedades diferentes, al existir la armonía en fomias distin­
tas de conctecioo histórica de la vida y oirgru,i:,aci6n de los hom•
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LA ARMONU
bres, la desigualdad DO es obstáculo po,ra la umonía; más adelfflte
volveremos sobre este
aspecto y veremos que la d lamente no es obstáculo de la umonía, sino condición necesaria.
Por oonsiguiente y en «sumen, pata la annonfa. se necesita con­
templar
la natutalem, .entendido ésta de modo amplio, en la que se
incluye
también al hombre, teniendo una visión t:mstempor,,l, his­
tórica,
mirarulo a los principios con los pies bien firmes sobre la
realidad en la que vivimos, paza poder edificar con solidez la Qu­
dad Católica, paza poder restablecer la armonía sociai1. Con lo que
nos evitarem<>s tantO los errores producidos por intentaa: opel:ar con
los
principios sobre las arenas movedizas de ,una realidad socia1 con­
creta que no hemos comprendido, como por intentar edifica:r con
materiales podridos por olvidar los principios, así como también por
intentar aplicar materiales podridos sobre arenas movedizas cuando
se olvidan los dos aspectOS que conducen a la· armonía.
III. LA REALIZACIÓN .DE LA.ARMONÍA
Visto que la atmOW1i no es fruto.de nuestra imaginación y visto
también en el aspecto teórico a Jo· que hay que atender, a Jo que
hay que tener en cuenta para que sea posible, vamos a nafü:ar !o que
entraña la umonía, sils presupuestos y sus l:amoteres fundamentales;
luego veremos si
la armonía es necesaria, o sólo deseable, o si ni
siquiera esto último.
Analicemos, pues, la definición propuesta de. anllonía, advirtien­
do que
no se pretende que tal definición sea la más acertada, pero sí
parece Jo suficientemente clara y concisa para captar el ronrepto
que expresamos con la palabra armonía: interacción entre las par­
tes de un todo que concurren a un mismo fin. '
En primer Jugar, hay tres presupuestos básicos de la armonía:
las partes, de cuya actividad surge la anoonfu.; el todo, en el cual se
produce la· a.mónía, y el fin, que es el objeto hacia el que tiende la
armonía.
· ¿Cuáles son las partes? En primer lugar los hombres; pero lo
son también las familias, las comúnidades natura.les, los cuerpos in-
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rermerlios y las <0eialsdes en las que se agrupan los homhr grupos.
Y el todo, ¿qué es o cuál es? El todo es aquella unidad que surge
de una mu:itiplicidarl determinada; así, la familia es un todo; lo son
también ios municipios y todas las agrupaciones humanas; hay, pues,
diversidad
de rodos, diversidad de unidades formadas a partir de
multiplicidades; diversidad de todos, que, a su vez, pueden ser partes
respecro a oo:o todo, a otra unidad; pero hsiy un último todo que
no forma parte de ningún otro, porque se basta a sí mismo, que es
el Estado. (Se podría consroerar -aunque en otro plano-que el todo
defimtivo sería la comunidad internacional, cuyas partes serían los
diferentes estados.)
Y el fin, ¿cuál es? El fin es el bien perseguido por las partes que
forman el todo y que éste debe proc;u:mr. Así, hay tantos fines como
todos o unidades, tantos romo agrupsdones huma.nas; pero hay un
último fin de la sociedad en cuanto ta[, que es el bien común que
corresponde a 1a sociedad civil y polftiaunente nt:gsnj,,ad•, ai Estado.
Junto a esos presupuesros de la armonía está el modo de produ­
cirse ésm, mediante la jn•eracci6n, el entrecruzamiento de relacio­
nes, por cuyo esfuerm conjunto, por su concurrencia aquélla se logra.
Por consiguiente, la armonía social, en su plenitud, que corresponde
al
Estado y ,tiene por fin el bien común, supone la meracci6n entre
todas sus partes, de tnodo que ooncurran a1 bien común.
La desigualdad, fuente de armonía
Y las ,psrt,,s, ¿cómo son? Las partes son iguales entre s~ pero
también 60ll desiguales. La experiencia nos muestra cada día, a cada
paso, las desigualdades eorre los hombres y entre 1os diversos grupos
y cuer,pos intermedios. Sin embargo, nuestro en1'0lldimiento es ca­
paz de captar, por encima de esas desigualdades, los rasgos comunes,
la igualdad que existe entre las partes. Igualdad y desigualdad, am­
bas productos de la naturalem y ambas buenas y nece.ssrias. No hsiy
que pretender desconocer la primera, lo que, baria un nominalista,
ni tampoco pretender J:,om,r las desigualdades, a>mo baria un idea-
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LA ARMONIA
lista; pues de uno u otro modo se acabaría organizando la sociedad,
de acuerdo COQ un único patrón impuesto de modo totalitario.
1A armonía no puede desconocer la desigua,klad que la naturaleza
crea; antes a! contrario, la armonía se basa en la desigualdad y la
desigualdad es origen de a Toda agrupación humana surge pa,:a que del esfuerzo y coopeta­
ción de sus oomponentes se consiga el fin que motiva tal agrupación
y que por sí so'.los no pueden aclcanmr. Y en la ioroeosa mayoría de
esas agrupaciones hnmsoas, ese fin se coosiglle gracias a la unión de
diversas cualidades de sus componentes. Ello es así, desde luego, en
toda las instituciones y comtJOidades natuncles, desde la familia al
Estado. Y en muy pocas, por el contra con la suma de cantidades respecto a iguales cualidades. Tal sería,
por ejemplo, aquella actividad que lo único que requiriese fuera la
fuen:a física para conseguir como fin, por ejemplo, tmSladar, a bra-
2X>, uoa piedra que pesara una tonelada.
La armonía en la sociedad, por consiguiente, requiere la desi­
gualdad.
No puede pretenderse qu,e existe armonía si lo que se pre­
tende es la igualación de tocios los oomponentes que forman la so­
ciedad o que forman la comunidad de que se trate. Y no oabe la ar­
monía porque lo que ocurre es que se está destruyendo la sociedad,
la comunidad, cuando se trata de igualar a rodos. Como veremos más
adelante, la armonía es requisito indispensable pata que pueda exis­
tir la sociedad. Sin ella se destruye, se aniquila en la """1"quía y el
desorden o se
ahoga bajo el peso de un desorden provocado por los
totaliwisroos.
Por eoo, la armonía requiere desigualdad de participación en las
diversas tareas sociales y diversidad de derechos y obligaciones por
parte de sus componentes.
Diversidad
de participación que tiene su fundamento en la
variada
y diversa multiplicidad de las ·partes, originadas por la na­
rutaleza, y por la concreta viru:ulación de cada una de ellas a su
estado, al tiempo y al luga,-, así como por el diverso grado y tipo de
conocimento que cada una de ellas tiene.
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BSTANISLAO CANTEE.O
La participación, condición de la armonía
La armonía supone la participación, pero ésta, a su vez, requiere
que
cada ooal participe en aquello a lo que directamente está ligado
por el fin perseguido por el todo, por la unidad en que vive (fami­
lia, municipio, sindicato etc, hasta llegar al Estado), lo que signi­
fica que
en esa parcela de la sociedad, en ese todo, en · esa unidad,
no ha de participar nadie extraño a la misma (lo que sería un faetor
contrario a la armonía), y la participación requiere también el
conocimiento
nec=io sobre la cuestión de que se trate para no
quedar reducida a ser una participación dirigida; sólo de ese modo
es posible
la· responsabilidad por la propia participación. Por ello,
no cabe la armonía, porque·
no hay verdadera participación, cuando
todos
participan en todo y del mismo modo.
La armonía implica también diversidad de derechos y de obliga­
ciones. Por motivos
análogos, al señalar la diversidad de participa­
ción. Todos los
hombres tienen los miamos dere como máxima irrebatible; pero no se dice en cambio que todos los
hombres tienen los mismos deberes. Y
es que el atribuir derechos es
algo demagógico y fácil que agrada a _ la masa; mientras que hablar
de obligaciones es duro y poco recomendable si se quiere contar con
la
aquiescencia de !as masas.
Así, la sociedad se desintegra
poco a poco y se recham la armo­
nía. Porque es
cierto que hay unos derechos fundamentales comunes
a todos los hombres: son 'los derechos subjetivos naturales, que tie­
nen su origen
en el Derecho natural objetivo. Pero cuando se ha­
bla de que todos los hombres tienen los mismos derechos, se apunta
a
la amplia gama de facultades, de derechos subjetivos, que es posi­
ble ejercer
en la sociedad. Y eso es completamente falso. Esos dere­
chos vienen dados
por las citcunstancias · de estado, de tiempo y de
lugar. Todo el mundo se cree con derecho a opinar, e incluso a
juzgar o,
más aún, a decidir sobre cualquier cuestión (pensemos, por
ejemplo, cuestiones como el aborto, el divorcio, la energía nuclear,
o la aprobación de una
Constitución) en base al derecho de libertad
de expresión, o al derecho
de voto en la democracia moderna.
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LA ARMONIA
Con ello se confunde la opinión con el saber, y se sustituye lo
justo
paz la opinión, si bien sea de uno, de pocos, o de la mayoría. Con
lo que la sociedad se destruye, paz falta de armonía. Porque ya no
hay una concarrencia de cualidades. hacia un fin determinado, hacia
el bien común si se trata de la sociedad, sino una suma de cantida­
des que surgen de un enfrentamiento de posiciones, en las que unas
Veo.oeB a. Otras.
En cambio, respectO a los deberes, la roáxim• hoy sería: todos
los hombres tienen derecho a tener las menos obligaciones posioles,
hasta llegar al ideal· cuando ningún hombre tuviera ninguna obli­
gación. Así, la sociedad se destruye por fa.Ita de armonia; por en­
frentamientos entre partes que sólo exigen derechos, mienuas cargan
los deberes en la parte contraria; basta llegar a la destrucción total,
cuando
todas exigen "sus" derechos, todos los dereohos, porque todo
se
ha convertido en un derecho, y se cargan rodos dos deberes, todo
el deber en el Estado.
La sociedad funciona cuando sus diversas partes cumplen con
sus respectivos deberes. Deberes hacia uno mismo, hacia los demú,
hacia Dios. Ahí está la armonía, en cumplir cada cual con la misión
específica que le corresponde. En cumplir con su deber, que será
distinto
de [os deberes de los demás.
Todos tenernos los tnismos derechos, s~ es cierro, pero si se tiene
buen cuidado de añadir, acto seguido, en potencia. Lo que es bien
distinto de exigirlos o de pretender ejercerlos en acto, en la situa­
ción concreta de estado, tiempo y lugar.
Diversidad de participación, diversidad de derechos, diversidad de
deberes y
diversidad de responsabilidades: tal es lo que implica la
rique2a de la multiplicidad social. Tales son condiciones de la ar­
monía social.
La ouhoidiariedad, requisito de la armonía
¿ Y el todo? ¿Cómo es el todo en el que se produce la armonía?
La sociedad está formada por múltiples todos, por múltiples y
variados grupos, cuerpos intermedios de toda índole, integrados a su
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ESTANISLAO CANTERO
vez por panes, bien sean éstaS simples -si están COJDpuestas por hom­
br..,_, bien sean . compuestaS -si están fomiadas por una multipli­
cidad de grupos-. En mdos ellos es la naaualeza social del hombre
la
que lleva a su formación; se. trata de comunidades naturales, bien
sea
la famila, bien el municipio o la región, bien una asociación
profesio11aJ, bien Otras instituciones, como una universidad o UII
a,Jegio etc. En todas ellas, el mdo, la comunidad o grupo de
que se trate no puede anular a las panes, no puede absorberlas, no
puede eliminar 1a identidad diferenciada de oada una de ellas, por­
que.
su fin implica el desarollo y potenciación de las pattes, la com­
plementariedad; únicamente el fin perseguido por esa comunidad,
por ese grupo, es el que puede imponer cktetminadas restriccionea
y obligacionea a las partes; bien entendido. que de ello se derivan, a
su vez,
beneficios pata todas ellas.
Pero los grupos socia:les, los werpos intetmedios .de toda índole,
e inclUSÓ el :Estado, nooesitan un principio direaivo, una cierta auto­
ridad
que sepa dirigir, impulsar y encauzar las actividades de las
~; que dirima y resuelva los problemas internos que se planteen
entre las partes; bien entendido que ello exclUfe la absorción o la
anulación a la que antes hicimos rekreocia; autoridad cuya misión
fundamentail es procurar a:!~ el fin perseguido; autoridad que
tiene su origen en la complejidad de las rareas, en la competencia
pa,-a resolverlas.
En el Estado esa autoridad la desempeña el Gobierno con su or­
ganización política, jurídica y administrativa; y el bien común, fin
especHico de la misma, es la pauta de su actuación.
La armonía de la sociedad supone que ésta existe realmente; por
mnsiguiente, que tiene vida propia y que el Estado, entendido como
la ntganizacióo. directiva de la misma, ha de respetar todas y cada
una de las partes, remnociendo su existencia anterior al Estado, a,n
sus facllltades y libertades propias de cada una de ellas, a,n sus
libertades concretas, pues el Estado, como sociedad perfecta, está
compuesto por esas partes que constituyen la causa matetia1 de la
misma y por la autoridad del Estado a,mo órgano directivo, que es
su causa formal; por ello,· no puede annlailas ni dirigirlas como si
en todo
dependieran de el; ni puede, tampoco, intentar crearlas ar-
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Fundaci\363n Speiro

L4 ARMONIA
tificialmente, ni llllWejarlas, sirviéndose de ellas como instrumenlX> pa­
ra sus fines, por muy elevados que se ptesenten . éstos. Porque no
puede sustiruirse en luga; de ellas, .sino tsn sólo Qllllplir su flmción
de dirección en el ámbito wactetístico del mismp, que es el logro
del bien común. ·
El bien común, fiualidad de la armonía
¿ Y el fin? ¿CuM es el fin al que ~ure la amionía? ¿Cómo
nla es un bien para 1,,s· pattes que Jo persiguen, para todas ellas. Es
un bien particular en 'el caso de que se trate die comwtldades in­
frasoberanas o cuetpos intermedios, puesto que direaa.mente sólo
revierte hacia ellas. En cambio, refetido a la sociedad entera, al Es­
wio, el fin es el bien común, porque es de todos y para todos y per­
mite las condiciones para que se logren y se alancen de lllOdo más
pleno los respectivos bienes particulues; ai,e,x:;a todos los bienes,
'bllllX> exteriores como intetiores, del alma y del euetpo; por ser un
bien común a los hombtes, a las comunidades naturales iofrasobe­
ranas
y a la sociedad toda y al Estado, no puede t nes actuales, de un momento históriro detetminado, pue,¡¡ la socie­
dad
no desaparece ni muete en el túmpo, por lo que necesatia­
mente tiene que abarcar los bienes pasados y los bienes futuros que
sean ~isibles.
Sin embargo, los diversos . bienes particulares puedeo enttar en
colisión unos con otros si
tan sólo nds acercamos a ellos y los per·
cibimos separados del resto de ia sociedad; de ese modo se pro­
ducirían
y se producen, cuando ello ocu.tte, . tensiones y enfrenta­
mientos
entre partes que, si a corto plazo pueden redundar en bene­
ficio de alguna de ellas, a largo . plazo acarrean perjuicios para todas.
Es ptecissmente por medio del bien común como se logra armoni­
zar todos los bienes particulares. El bien común se extiende y se di­
funde a
todas y cada una de las pattes que forman la sociedad; y
todas y cada una de ellas concurren a su logro. Pero tanto su di­
fusión como '.la. concurrencia al mismo no .se efectúa de modQ iguali-
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EST ANISLAO· CANTERO
wio. Porque si bien escomún de todos y cada uoo, no lo es de
modo que implique un igualdad absolu1111. Porque la realidad social
muestra las desigualdades reales de las partes, y la historia y la
experiencia demuestran que cuando se hace tabla rasa de ello, se
cae en el desorden. La diferente capacidad de las partes y la dife­
rente
actitud de las mismas implioa diversidad de derechos y de
obligaciones.
La justicia distributiva y la justicia general· son las que determi­
nan las relaciones de las partes al todo y de éste hacia aquéllas.
Así, el bien común, que es la pauta, el criterio que ha de regir
en la sociedad para que ésta funcione es el ronjunto de condiciones
que permiten del modo ,más perfecto el desurollo integral de cada
hombre.
Y ese bien i:omún sólo se logra mediante la .ormonla.
Apunwnos anteriormente d. modo de producirse la armonía.
Mediante la interacción entre .todas las partes de la sociedad al fin
específico
que cada una de ellas se propone, mediante el entrecru­
zamiento de esas relaciónes hacia fines específicos y mediante el
concurso y fa cooperación de cada una de ellas al bien común, se­
gún la natural= de cada una de ellas.
Hablamos ya de la necesidad de la participación cuando nos re­
ferimos a
las partes de cuya actividad surge la armonía. Ahora bien,
en
el complejo mundo de relaciones en el ámbito de la sociedad
organizada en forma de Estado, esa participación implica, necesaria­
mente, la representación a medida que es m6s complejo el cuerpo
intermedio de que se trate; pero los representantes han de respon­
der y actuar según los intereses de aquellos a quienes representan,
so
pena de resultar un sarcasmo la participación y la representación,
y único modo de hacer efectiva una responsabilidad frente a aquéllos,
los cuales podrán exigirles en cualquier momento por su actuación.
De otrO modo, no cabe la armonía, pues es imposible que cada
hombre pueda atender a todos y cada uno de los asuntos que afec­
tan al bien de la sociedad, en el supuesto que estuviera capacitado
para ello; y tampoco
cabe la armonía si aquellas personas que actúan
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LA ARMONIA
en representación de otras oo lo h_acen axi.fonne a los intereses de
aquéllos, respondiendo ante los mismos de su gestión.
IV. EL PANORAMA ACTUAL
Necesidad de la armonía
¿Cuál es el ~ actual? A dondequiera que miremos, no
se habla ya de armonía, sino de equilibrio entre partes enfrentadas,
cuando
no de luoha abierta; y no se trata de buscar los caminos que
puedan conducirnos a la armonía, sino de restablecer uo equilibrio
o de
lograr uo equilibrio ideal y perpetuo o del ttiuofo de una parte
sobre otra. Soluciones liberales y marxistas peta la sociedad que la
precipitan hacia su destrucción. Y si ésta no se ha producido aún,
es
gracias a la armonía que pervive ea múltiples . partes del cuerpo
social Gracias a ella. se mantiene todavía la sociedad.
Hoy se rechaza la armooía, y es ella. la úniat que poede lograr
una ciudad humana,
verdaderam.eote humana, con sus cimientos en­
raizados en la natoraleza y en la voluntad divina, con los pies sobre
el suelo
y los ojos dirigidos hacia lo alto, hacia Dios. La armonía
es necesaria.
Y es posible. En primer lugar, no es ninguna utopía, pon¡ue la
vemos todavía en muchas partes de la sociedad; y porque la expe­
iiencia y la historia nos eoseña que existió. Vallet lo ha puesto de
relieve,
en uno de sus últimos atclcmos, sefu!Jando cómo, frente a
lo que
lioy se considera el Estado de derecho, en la F.dad Media
existió con mu es más que un eufemismo para ocultar al totalitarismo.
Pero el que antaño existiera la armonía, ¿significa que por ello
es hoy posible? ¿No impoodrá la realidad social del mundo actual
otros
tipos de organizadóo y convivencia sin esa armonía? Quien
esto afirmara no ha comprendido en diooluto ni la naturaleza ni
la realidad, y ha cerrado sus ojos a la experiencia y a la historia.
Para que la armonía sea hoy posibie, es necesario tratar de ha­
cerlo así; peta los más escépciro,, incluso merecería la pena inten-
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EST ANISLAO CANTERO
tarlo, en el caso de que obraran y opinaran de buena fe, puesto que
sus beneficios. sociales soo inmensos, sobre todo cuando vemos la
realidad que nos cirounda, donde la lw:lha social va en aumento.
El rechazo de la armonía
La armonía .social se perdió a ronsecuencia de la secularización
de la vida, porque el hombre y las sociedades que formaba volvió las
espaldas a su Creador, sustituyendo una concepción vital teocéntrica
por una antropocéntrica, entre cuyas ronsecuencias sociales se pro­
dujo el individualismo y el totalitarismo, cam y cruz de una misma
monala falsa.
En la época de la Crisiiiuld,id el poder político se enrontraba
encauzado
en su aauación tanto por el reconocimJento de una ley
divina que habla que acatar romo por el respeto de las leyes y 005-
tumbres de los ·pueblos, lo que, unido a una organización social don­
de las libertades roncretas de sus ouerpos intermedios eran una rea­
lidad, ··petmidan . una ronvivencia donde los fines y obras romwrita­
rios eran realidad y donde el bien romún era su último fin.
Peto desde Ockam a nuestros días, ron el impulso de la Refor­
ma, la sociedad ha ido poro a poro cayendo, basta enrontra.rse a la
deriva. Negada la existencia de uo orden narural, afirmada uoa
libertad sin límites por , uoa apreciación subjetivilsta de la misma,
ya
no podían quedar más que lo que hoy vemos: uo mundo de in­
dividuos, egoístas, adoradores de sí mismos, · cuya aspiración más
importa:ntte es la de lograr que el Estado les proporcione cada vez
más elementos para su felicidad; y un Estado que fomenta esas ape­
tencias,
dispensador de todos los bienes, aunque sea a costa, preci­
samente, de '1a aniquilación de la sociedad.
Para wlver a una verdadera sociedad, hay que volver en lo fun.
da.mental a
aquel orden' roto. Y para ello hay que rornar' de nuevo
a los · primeros principios d~t Derecho natural, hoy arrumbados; a
la natural= de las cosas, hoy negada iy rec!háZada por haberla inia-
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LA ARMONIA
ginado como pura materia, y así, con Ja experiencia y la historia,
construirla ciudad con raíces bien p.rofundas en la realidad concretll
de hoy, a la luz de aquellos principios pOIDlen.eotes.
Si nos fijamos un poco en el mundo que nos rodea, en breves
trazos, podemos contemplar una realidad social, en la que, oada vez
ims, es el fuerte el que domina, el que dirige y organiza, lo que
llega a Imites inimaginables en el caso del Estado; y eso es lo que
se nos
pone como modelo a reali%a.r y a lo cw,J quieren adaptar la
sociedad, roda la riqueza y variedad de la vida social.
Para el liberalismo, una sociedad donde los grupos (partidos po­
líticos, sindicatos, regiones, grupos de todo tipo) se enfrentan, en­
contrándose el "ideal libetel" en su equilfürio; a poder ser, maneja­
do y manipulado por el propio Estado, es decir, por quienes deten­
tan las pa9aocas del podet.
Para el marximno, cuando aún no se encuentra en el poder, igual­
mente una sociedad donde impere el enfrentamiento entre sus partes,
pero cuyo "idee!" lo constituye el dominio de una parte y la ani­
quilación
de 1a otra, aunque, cuando se encuentra en el poder, la rea­
lidad es
que aparece un "nuevo ideal" constituido por la "nueva
clase'' que se instala en el poder y donde el Estado, pese el mito de
su desaparición, se convierte en la única realidad frente a la cuel
ruida m nadie es, ni puede nada.
En ambos casos, una parodia de sociedad, donde el hombre, los
hombres
concretOS, no son mis que un instrumento manejado a su
antojo por elguoos hombres o cerebros "privilegiados".
La armonía, única fórmula social
El equilibrio no es ni puede ser una fórmula social. Como re­
sultado de la dieléctica, produce siempre un deslizamiento (pars
poder encontrar de nuevo el equilibrio con relaciones distintas) en
perjuicio de alguna de las partes que se· pteteoden equilibrar. Con
él no cabe verdadera cooperaci6n y solidaridad entre las partes, sino,
a lo
m&s, tan s61o tregua, en uo sistmia. caracterfaado por la lucha,
tregua que permita recuperar fuerzas, dirigir o gobernar por medio
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ESTANISLAO CANTERO
de transaociones (logradas en el enfrentamiento, y, por tanto, nunca
sinceras), siempre sujetas a revisión en favor de una u otra parte
(y, en consecuencia, en perjuicio de la otra), según que el peso de
cada¡ una de ellas despl= el fiel de la balama a WJO u otro lado.
F.quilibrio que conduce, por su propia inestabilidad, a que las parres
se echen cada vez más en brazos de un Estado cada vez más pode­
roso, hasta concluir en el totalitarismo (aunque sea democrático), con
el resultado final de la desaparición de una auténtica sociedad.
Por ello, no hay más fórmula realmente social que la de la
amnonía. Porque con ella las dí?ersas partes sociales no se considetan
ni se sienten enfrentadas, sino que rodas ellas cooperan y colaboran
en totno a fines comunes. Su ttabejo va en la misma dírea:ión y no
en direcciones clí=gentes o oontrapuestas.
Cualquier fórmula diversa de la armonía parte de un presu­
puesto
falso, constituido pot la idea de que la mardba de la sociedad
sólo
se logra mediante enfrenmmientos; que no hay un bien común
a todas 'las partes sociales, sino tan sólo diversos bienes pattirulares,
los cuales,
,además, son contrarios entre ellos: de ahí las soluciones
equilibristas o
aniquiladoras de la sociedad.
La armonía es la coopernción entre todos al bien de todos. Con
ella, todos son libres y responsables y deciden y participan en aque­
llas cuestiones que son de su competencia. Donde los hombres, los
cuerpos intermedios y el Estado concutren todos ellos a un mismo
fin.
Y ello porque se besa en la natunlem de las cosas.
Y junto a ello, porque el hombre es akna y cuerpo, porque el
hombre tiene
un destino trascendente, porque es hijo de Dios, es
necesario que cumpla los mandamientos que Dios, en su int da infinita, nos exige guatdar.
La armonía social, que para nosottas estriba en la Ciudad Cató­
lica, necesita además una reforma moral petsonal de nuestros cora­
:wna;, de los corazones de ,[os hombres, pot la que tomemos nues­
tro ser hacia el Altísimo y cumplamos nuestras obligaciones.
Por eso, la armonía, a la postre, implica, necesariamente, el cum­
plimiento de todos nuestros deberes religiosos, individual y comu­
nitariamente, para que la sociedad, en cuanto sociedad, sea católkla.
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