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1978

Armonía y dialéctica

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La moral permisiva como falsa armonía

LA MORAL PERMISIVA COMO FALSA ARMONIA
POR
JERÓNIMO CBRDÁ.B.AÑuis
SUMARIO: l. DE LA PAZ Y DE LA ARMONÍA.-11. LA APARICIÓN DEL ES­
TADO MODERNO.-ill. EL LEMA REVOLUCIONARIO Y SU FALSEDAD.­
A) La igualdad.-B) La libertad.-lV. EL PERMISIVISMO, LA TEC­
NOCRACIA 'y LA CONTRACULTURA.-V. EL PERMISIVISMO OPRESOR.­
VI. LA DOOTRINA PONTIFICIA.-Vll. PBRM!SIVISMO~ TOLERANCIA Y
MAL MENOR.-VJII, LA FALTA DE FRATERNIDAD: EL FALLO ARMÓNICO.
I. DE LA PAZ y DE LA ARMONÍA
Hay en mi cirudiad un monumento a cierto sabio, en -el que
puede leerse el siguiente epígrafe: "Paz y armonía social por el
amor y la ciencia". La frase, estilo aparte, siempre me llamó la aten­
ción y, bien mirado, podría set la frase final con que se cerrara la
labor de estudio que conlleva el tema de este trabajo; peto, eviden­
temente, puede ser también su principio, ya que antes de presentar
al permisivisttno como supueeta solución para la armonía social, y
ver
si sirve o no para ello, bueno será que, al menos sudntam.ente,
veamos eso de la paz y de la armonía, y cuáles .son sus causas.
Paz
y armonía parecen conceptos similares y en todo caso muy
cercanos y cpmplementa.rios.
Santo Tomás (1) nos recoge do,; definiciones de la paz: una de
Dionisio que dice que "la paz es unitiva en todos y obradora del
consentimiento" (2) y otra de San Agustín (3) que dice que "la paz
de los hombres es la ordenada concordia", quien también escribe an-
(1) Suma Teológica, BAC, tomo VII-2-2-q., 29 a. 1.
(2-) Diony.si111, II cap. «De div. nom».
(3) De Civitas Dei, XIX.
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,es que "la paz es la tranquilidad eu el orden". Resalta Santo To­
más que no es la paz cualquier concordia o mera unión de volunta­
des, sino "ordenada", "a saber -dic.,..... por concordar uno con otro
en lo que a ambos conviene" "de espontánea voluntad" y no "coac­
cionado por el temor de algún mal inmlneute", es tranquilidad eu el
orden, que "consiste eu que el individuo tenga apaciguados todos
los impulsos apetitivos". "A la paz se opone una doble disensión
la del hombre consigo mismo y la del hombre con otro. A la concor­
día se opone sólo esta segunda".
La segunda característica de la paz
que
destaca Santo Tomás, es la que toma de Dionisia, e'! ser "uni­
tiva· del consentimiento", pero para llegar a esa unió~ se precisa
"unión no sólo del apetito inrelecrnal o racional, o del animal, a
los que atañe el consentimiento, sino también del apetito natural".
El apetito puede ser del bien en absoluto y del bien aparente; así,
también la paz puede ser verdadera y aparente, y habiendo un do­
ble
bien verdadero: ,el pose/do petfecrarnente, que es el goce del
bien sumo, fin último de la criatura racional, y el poseído imper­
fectamente, que es el que se puede tener en este mundo, que per­
turban cosas internas y externas; hay una paz perfecta y Otra im­
perfecta.
Esa característica de unidad e., tan importante para Santo To­
más que,
en otro lug,a:r de la Suma (4), la hace sinónima de paz y
le lleva a considerar, por ello, como mejor gobierno, el que se ha­
ce
por uno solo. "La razón es -dice---porque gobernar no es otra
cosa que dirigir las cosas gobernadas a su fin, que es algún bien
Ahora bien, la unidad es de la esencia de la bondad, como prueba
Boecio, en el III De C onsollltione, por el heclto de que así como
tod,is las cosas desean el bieu, así desean la unidad, sin la cual no
pueden ,existir, p~es una cosa existe en tanto en cuanto es una; por
eso v;emos que las cosas rec;isten a su división cuanto pueden, y que
su desintegración proviene de la deficieucia de su ser. Por consi­
guiente, la intención de quien gobierna una multitud es la unidad
o
la paz ... " y en orra de sus obras, en De ,eghr,,ine pri,,ciplffl't (5),
( 4) !, 103, 3.
(5) Véase la edición y comentaiios de P. Victotlno Rodrígue:i:, Editorial
Fuen:a Nueva, Madrid, 1978, pág. ;\6.
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insiste: "la intención de cualquier gobernante debe mirar a esm, a
procurar la salud del pueblo que tomó bajo su mando, como es fun­
ción del gobernador de la nave llevarla al puerto de salvación elu­
diendo los peligros
del mar. Por tanto siendo el bien y la salud de
la sociedad la conservación de su
umdad, que es la paz, sin la cual
desaparece la utilidad de la vida social, y siendo la disensión tan
perjudicial a la misma sociedad, lo que debe intentair ante todo el
rector de la sociedad es procurar la unidad de la paz". "La paz social
---..igue diciendo-, no es materia de consejo para el gobernante, como
no es mwteria de consejo para el médiro la srlud del enfermo que
se le confía. Pues nadie debe someter a consejo el fin intentado, sino
los medios para conseguirlo". Hemos llegado a la cuestión de cómo
cosenguir la
paz social, pero antes hay que dar un paso más y plan­
tearse la cuestión de :J.a armonía social.
El concepto de armnnía es ya utilizado por Aristóteles (6), pri­
mero en un sentido
aplicable a las magnitudes espaciales "para sig­
nificar una composición en el caso de las cosas que tienen movi­
miento
y posidón, cuando tienen entre sí tal coherencia que no
admiten la intrusión de ninguna cosa homog-énea" y segundo "para
siguificar la proporción en que unos constituyentes están
mezcla­
dos". Hay, pues, en ello una idea de unidad (composición), de una
pluralidad de cosas que se mueven (individualizadas), unidad cohe­
rente sin inrrusión (orgánica): unidad orgánica de una multiplici­
dad (7).
Santo Tomás tratará de la armnoía, con el nombre de consonan­
cia, en su comentario al De divinis nomi-mbus,-es par-a él "reduc­
ción de cosas diversas a unidad, ·en virmd de su proporción", y
añade que el todo armonioso tiene tres requisitos: 1) Las partes
deben ordenarse hacia un
misroo fin; 2) deben adaptarse entre sí;
3) deben sostenerse o fundamentarse mutuamente. La armonía apa­
rece, as~ corno un concepto más amplio que el de paz, puesto que
conviene a todo: personas y cosas; aparece por todos lados: como
conveniencia en
las cualidades entre los seres que participan de una
( 6) De an;ma, I, 4, 408 a 5-10.
(7) Juan Cruz Cruz, en GER, voz «armonía».
,n
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JBRONIMO CERDA BA1WLS
misma materia; como proporción debida cuando se juntan SllStan­
cias desiguales; y como comunión en las wnciencias socia.les. Las
dos primeras manifestaciones son ampliamente aplicables a todo;
tan sólo la tercera es la que plenamente nos interesa para nuestro
teina: comunión en las conciencias sociales, atm0nía social. Y aquí
vemos
la relación y complemento con la paz social: a mayor atmO·
nía, mayor comnnión, a mayor con¡unión mayor unidad social, a
mayor unidad social, mayor posibilidad wii,riva dcl consentimiento,
espontáneo, ordenado y de todos los apetitos para conseguir el
bien:
la paz social. Los dos primeros conceptos de armonía son me­
canicistas, técnicos,
tan s.Slo el de COll!unión, que. es nicional y ético,
es plenamente humano: las cosas pueden coeotisrir armónicamente,
tan sólo_ los -seres con espíritu, es decir con .inteligencia y voluntad,
pueden unirse en
comunión, y é~ta es su armonía, que, como resul­
tado, nos da el acoplamiento de todas las desigualdad~ entre ellas
y la proporcionalidad ordenada de todo cuanto les atañe.
Esa comunión en las conciencias sociales, esencia de la armonb
social, que da la unidad ordenada del consentimiento de todos los
apetitos
cognoscitivos y naturales, paz social, es efecto ditecto, para
Santo Tomás (8), de la caridad, porque la causa en esencia, y efecto
indirecto de la justicia,
en cuanto elimina obstáculos. "La unión,
dice Santo Tomás, es
esencial a la ~ Una resultante de la com­
posición de los propios aperitos en uno, y otra ficación
del a perito propio con el ajeno. La caridad obra ambas unio­
nes. La primera, al amar a Dioo de todo corazón, de suerte que todo
lo
refitamos a El, teniendo así unificados todos nuestros impulsos.
La segunda, al amar al prójimo como a nosotros mismos, por donde
acontece que el hombre quiere cumplir la voluntad del prój-imo co­
mo la suya. Pot eso, entre los elementos de la amistad, se pone la
identidad de elección, como se lee en Aristóteles. (9); y Tulio (10)
dice que entre
amigos anda el mismo querer y no querer". "Sin
gracia
santificante no puede haber paz verdadera, sino sólo apa­
rente", porque nadie pierde '.la gracia sino por el pecado, por el
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(8) 2-2-9. 29 núm. 4.
(9) Bthica, libro IX.
(10) Cicerón: De Amicitia.
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que el hombre se aparta del debido fin al ponerlo en rosa indebida.
Por eso su apetito no se adhiere principalmente al verdadero bien
final, sino al aparente".
La jusllicia es causa indirecta de la paz por cuanto "es hábito se­
gún el cual uno, con constante y peJlpetUa voluntad, da a cada cual
su derecho" (11). Conocida es la clasificación que añade luego el
Aquinatense: justicia lega:! o general, que 'los tomistas idaltifican
con la
llamada modernamente "justicia social", que es "la que or­
dena
al hombre inmediatamente al bien común... mediatamente
en cuanto al bien
de una persona particular"; justicia particular
que ··ordena a'1 hombre a1 bien de otra persona particular", justicia
panicular que, como todo aquello que es parte, puede ser consi­
derada en un doble aspecto: relación de parte a parte y todo con la parte; en el primer -aspecto, llámase justicia con muta­
tiva
"que consiste en los cambios que mutuamente se realizan en­
tre dos personas" y en el segundo aspecto, Uámase justicia distri­
butiva "que
reparte lo común ptoFO"Ciona!mente". Basta este bre­
ve recorrido por !os conceptos de las distintas modalidades de la
justicia, para darse cuenta ql.le 1a ausencia de rualquiera de ellos es
causa para la ruptura de la paz social, en mayor o menor grado, por­
que rompe la necesaria unidad al generar un antagonismo; por eso
dice el Santo que la justicia es causa indirecta de la paz, ya que
remueve los obstáculos que se oponen a ella. Por eso no tiene sen­
tido la discusión de qué es lo primero a que debe atenderse: si a la
paz social o
a la justicia; porque la cuestión
está mal planteada:
caridad y justicia son causas directa e indirecta de la paz, y, por tan'
to, la cuestión de preferencia debe andar entre la caridad y la justi­
cia, y siendo la
caridad la causa directa, es ésta la preferente a la
justicia, ya que si hay caridad habrá ,paz, sin que, por el contrario,
baste
para la paz solamente la justicia; donde impera la caridad,
que es la reina de todas las virtudes (12), desapareoe la injusticia
por superación.
Por último,
¿y la ciencia? ¿Precede al amor? Nihil voUtum qui
(11) 2-2, q. 58 a l.
(12) Corintios, 13-13.
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P,e&ogn#um; Santo Tomás resuelve la cuesti6n muy s,biameo.te (13):
"Las cosas inferiores al alma están de un modo más noble en el
aJ.ma que en ellas mismas; porque lo que está. en otro se adapta a
su modo,
romo se lee en el libro De las _,,., (14); más las. que
están sobte el alma, están de modo más noble en sí mismas que en
ella. En consecuencia, el conocimienro de las cosas que ,están por
debl>jo de nosotros es más noble que su atnor; por Jo cual, el Filó­
sofo (15) antepuso las virtudes intelectUales a las morales. Pero en
las cosas que ,oos sobrepujan, principalmente las de Dios, se prefie­
re el amor al conocimiento; y, por ende, la caridad es más eo que la fe. Por ello, y descendiendo a nuestro tema, salvo en las co­
sas de Dios, la ciencia, que es conocimiento de la verdad, co­
nocimiento de la realida:I de las cosas, conocimiento de nuestros
semejantes,
ha de preceder al amor, a la amistad con ellos, por lo
que viene
a ser presupuesto de la causa de la armonía y de la paz
social:
"Paz y armonía socia!l por el amolr y la ciencia".
¿ Y la libertad? ¿Tiene algo que ver con la paz? Santo Tomás
no dice expresamente nada a este respecto, por sí dice que la paz
"es acro de la caridad y por eso es también acro meritorio", "virtud
perfecta iocluida en fas Bienaventuranzas y también fruto, en cuan­
ro es cierto bien final"; ron ello está diciéndonos que está saturada
de libertad, pues si no, no sería acto merirorio; ahora bien, dice el
Santo
en otro lugar {16), "el libre albedrío no es potencia distinta
de la voluntad", o, como dice en otra parte (lle¡. 83 a 4), "son actos
de la misma potencia". No obstante la caridad no está en la vo­
luntad
por raz6n del libre albedrío, cuyo acto propio es elegir: "La
elecci6n · recae sobre Jo conducente al fin; la voluntad (acro mismo
de
querer), empero, sobre el fin mismo", en decir del Fil6sofo (17);
por donde la carúlsd, cuyo objero es el fin último, mejor debe de­
cirse que está en la voluntad· que en el libre albedrío". Recordemos
lo que antes hemos rranscrito: "La paz social no es materia de con-
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(13) 2-2 q. 23. a. 6.
(14) Prop. 12.
(15) Ethica, X.
(16) 2-2-q. 24, a 2.
( 17) Ethica, 111.
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LA MORAL PERMISIVA COMO FALSA ARMONIA
sejo para el gobernante" (y consejo quiere decir "indagación"),
"pues nadie debe someter a consejo el fin intentado, si no los me­
dios para conseguirlo"; la conclusión es clarn: 1a paz social, cuya
causa
es la caridad, procede a su vez de la voluutad, mientras que
los medios para alcanzarla son actos propios del libre albedrío.
El libre albedrío, eu Santo
Tomás, ·nada cieue que vet con uua
ausencia de límites,
ni con ningún permisivismo. En el De regi,,m,e
princi,pum (18) urge al rey a "reprimir con leyes y preceptos, y las
correspondientes penas, la iniquidad de sus súbditos, e inducirlos a
bien
obrar mediante premlios, tomando ejemplo del mismo Dios
que dio la ley a los hombres,
retribuyendo a los observantes con
mercedes
y a los transgresores con penas" y "cuidar que el pueblo
esté seguro de las incursiones del enemigo, pues de nada serviría
evitar
los peligros interiores, de no podet defenderse de los eo res". La paz, pues, ha de defenderse de los ~busos internos, con le­
yes y penas, y de los extetnos con la preparación de las adecuadas
defensas:
si vis pacem, para bellum; evideuterneute el Doctor Angé­
lico no era uu objetor de concirocia.
11. LA APARICIÓN DEL ESTADO MODERNO
Santo Tomás vivía en época de cristiandad, de la que, con un
cierro deje nostálgiro, decía ~ Maistre "que había uu Papa y un
Emperador y había
paz en el mundo", lo que no quiere decir que
no había guerras,
sino que había paz social. La cristiandad era
una comunidad.
Hoy vivimos eu Europa, en el Estado moderno, que ya no es co­
munidad, sino coexistencia o sociedad, según la terminología, tan
difundida, de
Tonnies. Mientras la comunidad, dice Rafael Garn­
bra (19), "es voluutad orgánica en torno a un sobre-# comunitario
(una fe,
un imperativo raíz) ••. y el pensamiento está envuelto por
uua voluutad. Ejemplo típico son la familia, la patria, la Iglesia. La
sociedad, en cambio, es voluntad reflexiva, convención y teleología
(18) Edición citada, pág. 148.
(19) «Comunidad y coexistencia>, en v~bo, núm. 101.102. enero-fe­
brero 1972, pág. SS.
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racioruil... El ideal racionalista de la Revolución ha consistido en
su.stituir la esttuetura romunitaria de la sociedad, en el fondo reli­
gioso, por la organi:r.ación meramente coexistrore de una simpk
sociedad",
El Estado moderno es el resultado histórico de un largo proce­
so de descomposición de la vieja cristiandad, que sólo en este nues-
1'1'0 siglo se acen::a a sus últimos objetivos (20).
En esta tarea histórica, el auténtico instrwl;lento, casi siempre
oculto y silencioso, lo han sido les sociétes de pemée, fruto masó­
nico del siglo xvm; su traducción castellana romo "sociiedades de
pensamiento",
nos lleva a suponer que se ttllta de cenáculos donde
se piensa, pero
no es eso. Como dice Madirán (21), "sociedad de
pensamiento,
significa nna sociedad construida arbitrariamente por
el pensamiento, distinta de las organizadas por la naturaleza ...
opuesta, enemiga, iocluso, a las sodedades naturales". Fue Agustín
Cochin (falle1eido prematura¡nente en 1914), el que nos dejó ioicia­
dos
unas. estndios históricos sobre dichas sociedades, recogidos sus
borrado,;es en dos libros:
Les sociétes de pensée et la démoorflti-e mo­
deme y Lfl révolu#6n ~I la Ubre pensée; las características de estas
sociedades, según deduce Madirán, basándose en estos estudios de
Codún, son, en apretada síntesis, las siguientes: no hay relaciones
jerárquicas normales, ni jurídicamente definidas; hay un sistema de
jerarquías paralelas; su ambiente tiene urui influencia espontánea­
mente educativa; son nn mundo donde las pet\SOl!aS tienden a ser
reempla:r.adas
por nn portavoz, mundo donde se atiende a orienta·
dones de la sociedad y se obedecen decisiones qu,e no proceden de
una persona
responsable, sino que proceden de una oficina, sulxo­
misi6n, secretariado, etc.; se' trata de prescindir de lo jurídico y
hay una
honda animosidad contra las sociedades naturales, hasta
tal
punto que su.s individuos sienten disminuir en sí mismos el sen­
tido familiar,
el corporativo, la piedad nacional, encontrando que
las sóoiedades naturales son anacrónicas.
(20) Véase del autor La socialización de los nacimientos, Speiro, 1976,
p,lg. 25.
· (21) Car«Jeres del Tolalitarismo mode,no, Speiro, S. A., Madrid, 1965,
p,lg. 6.
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Estas sociedades de peosamient0 son iniciaJmente sociedades se­
cretas
y obediencias masónicas; pero su influencia y sus manifesta­
ciones van mooho más allá, especialmente en mu llticos, que corren todos ellos el peligro de convertirse en una de
estas
sociedades; el partido comunista es el último grado de su de­
sarrollo: he ahí una insospechada conexión entre masonería y mar­
xismo.
En 1973, el político y Gran Maestre del Gran Oriente de Fran­
cia,
Jacques Mitterrand, publica su libro, La polilique des Frams
Ma¡:ons, del que hay dos estudios en Verbo (22). Mitterrand Jlarna
a la masonería "sociedad de pensarnienro y acción" y la defiende
de las acusaciooes de ineficacia
y cosa caduca, preguntando, "¿es que
los
temas qne se discuten púbílicamente y las soluciones que se
propugrum no coinciden con las preorupaciones y soluciooes esta­
blecidas
por la masonería?". Mitterrand enumera muchos de esos
temas:
el sistema de enseñanza, la objeción de conciencia, la cons­
titución de Europa, el genocidio del pueblo
vietnamita, el aborro, la
sexualidad, la prohibición de armas atómicas, etc. Mención especial
merece cómo trata a la Iglesia: "El honor de loo masooes --dice
MitteMUld-es haber comprendido desde el siglo XIII que la alie­
nación mayor
que lleva consigo todas las demás es la alienación reli­
giosa"; los
intentas de aproximación de la Iglesia a la masonería
los
despacha diciendo que sólo tratan de crear confusión en el seno
de esta última y están condenados al fracaso; del Concilio Vaticano
II, dice
que "después de la lecrura de los textos conciliares, no queda
nada de las esperanzas que había hecho nacer".
Todo
estO es tremendamente actual y no le fu!ta ra,ón a Mitte­
rrand
al defender la enorme influencia masónica en nuesrros días;
no hace falta esforzarse mucho para descubrir la linea de ooción de
las sociedades de
pensarnienro en todo el ambiente modetno: par­
tidos políticos, progresismo religioso y sus influencias en asocia-
(22) Andrés Olivares: «La política de los Francmasones, explicada
por un Gran Maestre del Gran Oriente de Francia», Verbo, núm. 123, marz.:i
1974, pág. 347. Y el otro, «La¡ SociétéJ de pensée y la Política de los Franc­
masones», por la Redacción de Verbo, núms. 124-125, abril-mayo 1974, pá­
gina 531.
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dones y movunientos de apostolado, manif~es oientlficas, cul­
turales, "1<:.; roda la médula· social está infu:cionada, y la marcha ac­
tual del mundo deja entrever las últimas metas.
Así apatece el Estado moderno, configurado con los siguientes
caracteres:
El Estado modet!).O es areo ,o agnóstico o antitelsta; sustituye la
fe
en Dios por una fe supuestamente científica y racional que im­
pone frente a cualquier otra creencia; el Esrado moderno es laioo.
El Estado moderno se funda en ahstraceiones racionalistas, va­
cías de toda esencia, tanto en las pa:Jabras eomo en las instlituciones,
que son meros moldes de contenido variable, en subversión constan­
te
· ~ valores; el Estado moderno es formalista.
El Estado moderno acepta la física y rechaza la metafísica; se
proclama
supuestamente neutral ante el pluralismo ideológico, peto
procura desprenderse y artinconar todo aquello que le suene a es­
piritualismo; no sa;be, ni quiere saber, Jo que es el hombre, pero
se oo:,peña en· mantenerlo sujeto en todo aquello que le interesa,
justificándose
en una supuesta necesidad social;· el Estado moderno
es inbU11Uffl El Estado moderno deshumanizado, se mueve entre abstraccio­
nes; gusta de los números
de la estadística y de la matemática; los
hombres son meros
trows del todo, números de la cuenta, estando
sujeros a un proceso de hornogeinizaoión en aras de la igualdad,
que se quiere perfecta;
el Estado moderno es ma.rificttdo,.
Es Estado moderno, sin fundamento religioso para sus institu­
ciones, es el supremo poder, ante cuya voluntad soberana no hay
bien ni mal, ni alegación posible; es una totalidad sin religión, o, si
bien se mira, una nueva religión, en la que
el Estado ocupa el lugar
de Dios;
pada escapa a su acción; el Estado moderno es tot,,Ji/M Los últimos objetivos serán, como dice Gambra (23), "las dos
entidades
que la Revolución había respetado por una falta de ló­
gica interna o por necesidad táctica: la nación histórica y el indivi­
duo humano. ¿Qué puede haber más inadmisible para una mentali­
dad racionalista
que la nadón, fruto de azares y tradiciones del
(23) Trabajo citado, pág. 54.
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LA MORAL PBRMISIV A COMO FALSA ARMONIA
pasado, y la persona individuail, esa creación existencial incompren­
sible e "inefuble" al decir de los filósofos? la "contestación" a las
nacionalidades en el Super-Estado mundial, y las técoicas de ma­
n;pulación y preformación psicológica habrán de tener, andando el
tiempo, la última palabra".
111. Fa, LEMA REVOLUCIONARIO Y SU FALSEDAD
'ºLibertad, igualdad y fraternidad", tres bellas palabras que se
ofrecen como
lema liberador, palabras a las que han vaciado de todo
su contenido
natural (del sobrenatural, no digamos) para consttoir
coo ellas la nueva sociedad y el Super-Estado mundial, desligado de
la realidad de las cosas, construido ex novo, racionalmente, ¡,oc los
agentes del cambio social, no para esta humanidad, sino para la
que
ha de aparecer en sustitución de ésta, oomo xesultado de la evo­
lución, empujada y acelerada ¡,oc el proceso de cambio revdludo­
nario (24).
Si
bien gritan libertad, con más énfasis que nada (y vienen a
tomar de
ella el nombre de su revolución: liberalismo, revolución
liberal),
es en la igualdad en lo que centran mayormente sus esfuer­
zos, sobre todo cuando descubren que la libertad no genera ¡,oc sí
sola la igualdad; antes al
oontr.ario, acentúa las desigualdades, lle­
gando a ser esto uno de los pensamienros fundamentales de Marx
en
El ca,¡,;t,al: la concentración eoonómJca y la desigualdad cre­
ciente,
oomo fruto de la libre competencia.
A) La ig,wl,dad
Por Ley natural ,y por Revelación cristiana, sabemos que todos
los hombres somos esencialmente iguales; eso
está al alcance de cual­
quiera
y, romo dice el Apóstol, el conocimiento de la Ley natural
es
inexcusable (25). Pero esa igualdad no Je interesa al Estado mo-
(24) Véase del autor «El Estado moderno contra la familia», en Verbo, núm. 169-170, noviembre-diciembre 1978, pág. 1298.
(25) Romano11 1-20.
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derno y al proceso revolucionario; no se aee en las esencias, potqut
se vive en el imperio existencial, y si no se cree en esencia alguna,
es lógico que no se acepte esa igualdad esencial de los hombres y su
accidentalidad
distintiva. La igualdad entte los hombres no es algo
que "es", sino a¾go que tiene que hacetse, pot que el hombre no
"es",
sino que se realiza en su actuación dentro de la sociedad.
En ese hacerse iguales los hombres, primeramente se puso el
acento en las igualdades políticas (Revolución liberal); luego se
propugnó las igualdades económicas (Revolución socialista-comunis­
ta); hoy se propugna la igualdad de la formación intelectual (Revo­
lución cultutal).
''Pata que se realizara ese postulado (el de la igualdad de la for­
ma,ción intelectual) -escribe ~l Director del Instituto de Filosofía
de la Universidad de Münster {26)-todos los hombres tendrían
que tener acceso a las instituciones de promoción intelectual, en úl­
timo
término a la Universidad. Esto suena hoy a algo utópico, y, sin
embargo, eso que, según algunos es --y tiene que seguir siendo-­
una utopía, es precisamente Jo que muchos ideólogos (empleo aquí
la palabra
no en sentido peyorativo) proclaman como insoslayable
pata creat una sociedad justa. Y no sólo ideólogos socialistas, sino
también ideólogos liberales. Baste citar
•l actual director de la Lon­
don Sdhoo1 af Economics, el alemán Ralf o.hrendorf, pata datse
cuenta de ello. Daherendorf ha hecho .un plan más o menos deta­
llado
de estadios universitarios para toda la población. Segón él,
este proyecto es reallizable, incluso sin necesidad de cargar más que
hasta ahora la economía nacional ron los gastos para fines de en­
señanza".
Este postulado, más todavía que utópico, es absurdo y, en un
afán mitómano de progreso ilimitado, su resultado sería el aniqui­
,lamiento de la sociedad y la vuelta a las cavernas; tan absurdo es
que todos los hombres fueran agricultores, por ejemplo, como que
todos los
hombres fueran docrores en Derecho o Ingenieros de na­
ves asttonáuticas; nadie puede elegir un solo color en exclusiva; si
(26) Fernando Inciarte: «Utopía y realismo en la configwación de la
Sociedad (Límites de la ílustralción)», en Nuestro Tiempo, núm. 291, sep­
tiembre 1978, pág. 7.
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LA MORAL PERMISW A COMO FALSA ARMONIA
algo quiere pintar ~á, al menos, un color del papel o lienzo
y otro distinto para la ilustración; toda obra es siempre una combi­
nación de elementos y así también la ohm socia:!.
Toda esta corriente se basa en la creencia de que la razón no
tiene límites; si
aparecen límites, éstos son externos a ella, y,
por tanto, no hay ninguna necesidad de confoima.rse con ellos; pue­
den
modificarse pot la voluntad y suptimme, e, incluso, fas dife­
rencias de la
inteligencia, superarse; pero !o curioso es que, toda
esta corriente, llega en el momento histórico de los superespecialis­
tas, que son su mayor contradicci6n: si la razón no tiene límites
internos, alcanza a todo el universo; cualquier particularismo es ya
una autolimitación, una renuncia a 1a ilustración total, sin justifica­
ción y contradicroria, porque eso es 1un límite 'int.erno f, romo tal,
inexistente para ellos; la moral se rechaz.a, porque eso, o es un lí­
mite interno y como tal inexistente~ p, si es externo, es obstáculo
destructible; la razón, así, se cree autosuficiente y puede hacerse
autónoma ante todo aquello que no es ella misma, pero eso es el
mayor autoengaño en que puede caerse, porque la razón no es autó­
noma, porque
ni puede prescindir de la lógica, que entra.iía suma­
yor limitación interna, ni de la realidad de las cosas que es su ma­
yor limitación exrema; esa vacío que, entonces, puede ser llenado con cualquier rosa; así, la
razón se destruye a sí misma y entramos en el imperio de la sin-ra­
zón,
donde todo abuso y opresión es posible. Yo recuerdo mis tiem­
pos
de estudiante, con mis primero,; contactos oolbucientes con la
Historia de la
Filosofía, y el escándailo que me producía como fi­
guras universalmente famosas y que hablan tenido una destaeada in­
fluencia
en la mardha de la histOria de la bnmanidad, caían en fan­
tasías incomprensibles, .pero así es; Inciar~ (27) dice con mucho
gracejo
que "la carencia de sentido de la realidad es la enfermedad
típica de los intelectuales" y añade más adelante (28): "Ya Voltaire
indicó que lo ridículo era el :rasgo más destacado de los ilustrados
que se sentían como jueces del universo, en el caso de que - (27) Obra citada, pág. 21.
(28) Obra citada, pág. 23.
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JERONIMO CERDA BAJ.ULS
en tiempos de Voltaire--no tuvieran poder, y hubieran pot ello
que
desli=e hacia el papel de conspiradores, de especialistas de.
la razón. Pero si tienen podet, entonces -<:omo Plat6n había ade­
lantado-ya oo son ridículos. Son más bien temibles."
Evidentemente son
tetniMes y muy temibles y el mal es perfec­
tamente palpable en nuestros días; y no me refieto & a esa masi­
ficación de la
ensefiaru:a, ni a[ bajísimo nivel univetsitario (a ..Ivo
las excepciones realmente vocacionales), ni a esa pléyade de licen­
ciados frustrados en paro forzooo y acudiendo en busca de menes­
teres, para los que no se prepararon, !y que desprecian, desde las In­
Mas de sus títulos académicos, que por detto cada vez se procura
que sean
más rimbombantes; el efecto más petnidoso, y esto es
una fuente kantiana, es lo realmente perseguido por este postula­
do de igualdad de fomiación inrelectaal: Kant dijo "que eta la sa­
lida del hombre de su minoría de edad atrroeui1pable"; hoy, eso de
haber
alcanzado la mayoría de edad, es ci predicadores de un nuevo
mito demagógico: "la emancipación";
Kant había dictio que "la minoría de edad es la incapacidad de
servirse de su inteligencia sin dirección ajena. Esta minoría es auto­
culpable, si el motivo de ila misma no se encuentra en la falta de in­
teligencia, sino en la falta de decisión y de ánimo para setvirse de
ella sin la dirección
de otro".
¡Qué Arcadia tan feliz se nos presenta tras tantos siglos de mi­
noría de edad de esta humanidad esclavizada, oprimida por los po­
deres
legalles o fácticos!; ya vislumbramos al hombre nuevo, el hom­
bre emancipado, el hambre mayor de edad, el homl:,re ilustrado. La
ilustración sin lfmires a todos nos va ,a igualar; el hombre que "no
es" va a realizarse a través de su ilustración sin límites y entonces
se
servirá de su inteligencia, ru,,as deficiencias, en unos u otltOS, son
por priorcipio superables, sin que para ello h!ll)'ll de soportar la di­
rección
de otro. Toda autoridad acabará por inservible, desaparece­
rán los poderes
tiránicos y hasta las democracias, con su voluntad
de la mayoría, y las dictaduras del proletariado acabarán, porque
habrán terminado su etapa histórica. Un permisivismo absoluto sin
moral y sin poder, -límites enernos de la ra>:Ón completamente de-
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LA MORAL PERMISIVA COMO FALSA ARMONIA
rogados en la .nueva etapa, abrirá las puertas de la libertad del hom­
bre emancipado.
Les brindo a ustedes el enrreceaimieru:o de ir colocaodo en este
contexto todos los progresismos religiosos, culltutales, políticos, se­
xuales, todas las liberaciones predicadas por los innumerables pro­
futas de estOS ú!ltimos años: el resultado es fascinante, todo es lo
mi9IIlO; todo nace de la misma fuente y todo nos conduce ail mismo
fin: la
desttl](lÓón de la humanidad; pero, ¿es que podía esperarse
otra
cosa? La h=nidad está siempre precisada de apoyaturas, es
como el hombre subido a una escaleta que precisa de tres puntos de
sustentación: el principio en
el suelo, el final en la pated y los pies
del hombre
en el peldaño; suelo, pared y peklaiíos son origen, fin
y
ascenso del uno ail otro: Dios creador y fin de todas las cosas,
Dios
camino providente; si se suprime a Dios, el hombre queda en
el vado y del batacazo no haly quien le libre.
B) La libertad
La ilustración que producirá la igualdad, va a emanciparnos, nos
libera,
y ello ha de permitirnos a1caru,ar la otra meta revolucionaria:
la libettad.
"La verdad os hará libres" dijo Cristo (29), pero los judíos que
les escudiaba.n se sintieron ofendidos, po,<¡ue ellos no habían sido
nunoi esclavos, a lo .que hubo de repHca"1es Cristo: "el que obra el
pecado es esclavo del pecado" y Cristo había venido a dar testimo­
nio de la verdad; pero
PilatOS, modelo de agnósticos, se preguntó,
como los
intelectnales y poderes modernos: pero, ¿qué es la vecdad?
y a la postre, •esolvió su duda aceptando el parecer de la mayoría
del pueblo,
como cualquier demócrata de nuestros días; Pilatos fue
el
primer demócrata de la Historia y la frase no es mía, sino del
señor
Fraga Iribarne, según
contaron los periódicos hace tres años.
Y esta es la cuestión;
al Estado moderno, al igual que no le
interesa la igw,ldad esencia[ de los homl,tes, po,que no cree en las
esencias, no ie interesa Hl libertad que nace de la verdad, porque no
(29) Evangelio de San Juan, 8•31.
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JERONIMO CI!RDA BA1WLS
cree en una verdad objetiva La libertad revolucionaria es la inver­
sión de la
Erase: libertad para fabricar la verdad. Lo bueno, lo
justo, lo
verdadero, lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer,
no es una realidad que se impone; el hombre es un ser autónomo
y de:ide libremente sobre ello. "El hombre nace libre y por todas
partes se halla encadenado", dirá Rousseau (30) y la Revolución
corta la cabeza a!l Rey, entroniza a la diosa Razón, instaura la sobe­
ranía nacional, suprime los gremios, proclama los dereclios del hom­
bre e inicia el terror para
oblig,ir a ser libres a todos los ciudadanos,
y mientras se ocupa de la guillotina, las finanzas romien:,an a ope­
ra:r y a sentar las bases del capitalismo, a la par que se enriquecen
con los bimes que pasan de las· man.os muertas a las manos "vivas";
no deja de ser ilustrativo a este respecto, que cada momento cumbre
revolucionrio del siglo pasado
· coincida con un avance legislativo
de corre capitalista (31). Liberalismo polltico y liberalismo econó­
mico, c:onaetado en la conocida frase: laissez jai,-e, la,sse, frtMs6f'.
Pero a partir de 1848 la Revd.lución iba a entrar por nuevos derro­
teros; es el año del "Manifiesto comunista",
de Marx y Engels; la
burguesía deja de ser el instrumento princi\P para
comenzar a dar paso al obrerismo y al coleaivismo, que alcan­
zará su zénit en la Revolución rusa de 1918; la guerra mundial de
1939
marcari la enorada de los nuevos protagonistas: la intelectua­
lidad;
la Revo!.ución se hace universitaria que es el foco de la nueva
iguald.d. La libert.d aparece como el miro revolucionario por exce­
lencia y sigue una mardia pareja a la que hemos visto pa,a el mito
de
la igualdad.
La verdad es que toda la historia de la idea de la libertad está
llena
de-paradojas. Por de pronto, la libe!'tad es un concq,ro fun­
damentalm,:nte cristiano: fe, virtud, pecado, responsabilidad, mé­
rito,
salvación y condenación tienen a la libertad en su base,
San Juan Damasceno (32) nos hllbla de "l!b.elesis" que es la vo-
(30) El contrato social.
(31) Véase Federico de Castro en ¿Cr!.ris de la Sotiedad Anónima?,
Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1950 (separata del núm. 49 de la
revista). Pags. 75 y sigs.
(32) De fide orth., c. 22.
,se
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LA MORAL PERMISIVA COMO FALSA ARMONIA
Juntad 'f de "bulesis" que es el libte albedrío, que es la voluntad
queriendo
algo, como resultado de la comparación de una cosa con
otra. Santo Tomás (3 3) di.á que thelem y bulesis no son poten­
cias distintas, sino
actos difelrentes, y que es el entendimiento quien
mueve
a la voluntad; y en otro lado (34) concreta: "la xaíz de la li­
bertad, como sujeto, es la voluntad, como ca.usa, Ja F.n"; es la .co­
nocida fórmula facultas 110/untaús et ,a#oms, 1ll objeto de la volun­
tad, al que propende
naturalmente, es el bien en general; pero,
den,cro de este bien general, se contienen mudios bienes. particula­
res (35),
incluso objetos de las distintas potencias del hombre: oo­
nocimiento de fa verdad, p;opio del entendimiento, el ser, el vivir
y sem_ejantes que se refieten a su com!pleta naturaleza. La voluntad
es duefia de sus operaciones y, en este sentido, se opone a la natura­
leza, entendida ésta,· en este caso, como causalidad necesuia, pero
no es que no sea natur-aleza, en sentido propio, ya que, como expli­
ca el Santo, en De 11eritate (36); "la misma voluntad es detta na­
turaleza,
porque todo lo que existe debe decirse cietta naturale2a";
por ello, la voluntad participará del modo de actuar de la naturale2a.
¿Qué cooclusión sacarnos de todo esto? Pues que la libettad atafie
al fin general de la voluntad, que es el bien; que la voluntad puede
elegir entre los disrintos bienes particulares; que puede elegir, si,
los medios conducentes al fin, pero que la relación del medio con
su fin
es natntal o necesaria y est0 último nos Ueva a la idea de
orden, lo cual es connatural con el libre albedrío. Dirá Santo To­
más (37): "es indudable que
pertenece a la virtud del entendimiento
el poder deducir, de principias dados, diversas consecuencias; mas al
deducir alguna, sin atenerse aJ. orden de los principios, eso es impu­
table
a defecto suyo. Seg6n esto, pues, el que el libre albedrío pue­
da elegir diverms cosas, salvo el orden del fin, compete " la per­
fección
de su libettad; y por el contrario arguye defecto de ésta el
elegir al.go, desviándose del orden del fin, en lo que consiste el pe-
(33) Suma T., 1-q. 83 a. 4.
(34) 1-2 q. 6 •. 2.
(35) 1-2 q. 10 ª· l.
(36) q. 22 ª· 5, c.
(37) 1, q. 62 a. 8.
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JER.ONIMO CER.DA BAf!/UIS
car". "El ¡,ecax, el poder querer el mal no es libertad ni parte de
ella".
Por lo demás, la li\,eftad humana que&, peJjfectallilente conjugada
con la intervención divina: "Dios mueve todos los seres según su
rondición, de modo
que las causas necesarias produ=n efu:tos ne­
cesarios
y las causas libres efectos libres" (38).
El au:áaer limitado de la libertad por las ideas de fin y de orden,
enrre
las que !ha de desenvolvetse la voluntad humana en su poder
opt,atiw, pem,anece a lo largo de toda la lhistoria de la filosofía,
hasta nuestros días, ron las mati:.aciones propias de los distintos
momentos.
Así vemos que Messner (39) nos define la libettad social
diciendo que
"consiste en la autodetetminación del hombre por lo
que respecta a sus fines existenciales, sin impedimento por parte
de los individuos o de la sociedad", y añade: "los derechos origina­
rios
del hombre a su libertad tienen su origen en estos fines. La li­
bertad
está fundada, por ello, en !.os deredbos y no !.os deredhos en
la libertad"; es decir, que el bombre es un ser que tiene fines que
cumplir
por el solo hecho de su existencia, royos fines originan en
el hombre los correspondientes derechos a rumplirlos (los derechos
tienen valor de medio ordenado para el logro de fines) y porque
tiene detedhos ha de poner ea juego su voluntad para usar de ellos,
en lo que estriba su libertad, sin que los individuos o la sociedad !e
pongan impedimento. En esta autodeterminación se funda la propia
responsabilidad; todo
lo cual da un contenido positivo a la noción
de libertad, que no se ve en los conceptos de la Revolución liberal.
No está de más decir que, para Messner, en esos fines existenciales
se incluye
el bien común, y que tienen un orden; fines y orden de­
terminan la esencia y límites de los derechos de libertad y que por
tanto
no existe libertad ilimitada; estos derechos de la persona, con­
secuencia de sus fines existenciales, no están sujetos a ningún con·
trato social o principio de mayoría, opinión pública, resultado de
una votación o voluntad. arbitraria y mucho menos son concesiones
del Estado con subordinación ilimitada a un interés colectivista, lo
(38) 1-2, q. 10 a. 4.
(39) Etica Social, Politica y Económica a la INZ del Derecho Natural,
Editorial Rialp, 1967, págs. 506 y sigs.
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LA MOML PERMISW A COMO FALSA ARMONIA
que no quiere decir que siempre que, por abuso de los derechos de
libertad, resw!ten perjudicados el bien común o los derechos de otras
personas, la comunidad, y en concreto el Estado, no ten¡¡¡, derecho
a
illlpedir lo que l"' no es un uso sino un "ab-uso", es decir algo
que está "contra, fuera de, debajo de uso", lo que no es una acción
sino una infracción (de "in-wwtio" deriw:lo del verbo "infringo",
que significa ronu:a, debilidad, fragilidad, disminución, abatimiento,
derribo ... , todo ello son un claro matiz de plano inferior, significa­
do reforzado por la preposición "in"" que entre sus múltiples acep­
taciones también tiene la de "bajo"); son comportamientos contra­
rios a la dignidad humana, "bajezas",
es decir "planos imeriores",
impropios
dcl plano humano; no se trata de /ibe,1,,d. sino de Uberti­
na;e, pues hasta la lingüística ha previsto palabras distintas para
uno y otro caso.
Pero la libertad que predicará la Revolución no tiene nada o
casi
nada que ver con la doctrina carolica, salvo el nombre.
Primero vuelven
loca a la razón al negar la verdad objetiva; des­
pués abren
un abismo entre la raron y la acción; luego rompen toda
relación entre natnraleza y libertad, y, desconociendo la inteligente
distinción que hemos visto en Santo Tomás, Kant ( en la Critica de
la raz6n p,-áctica) nos presentará una naturaleza, regida por el de­
terminismo físico, -y la libertad, que es el indeterminismo espiritual,
y este indeterminismo espirirual, nacido del irracionalismo kantiano,
nos
lleva, en nuestra etapa actual, al más absoluto liberalismo. Pero
para llegat a ello, entran en juego factores del pensamiento racio­
nalista.
Kant aún considera la esencia de las cosas en sus, por él llama­
dos, juicios analíticos (40), pero Hegel datá un paso más y nos dirá
que no
existe más que una realidad que es la idea; .,. .. idea, reple-
(40) Un intento de aproximación sintética kantiano-tomista, a través
del contenido voluntarista de
la libertad y la axiología, puede verse en la
obra de José María Méndez V a/ores Etic:os, editada por Estudios de Axiolo­
gía, Madrid, 1978, págs. 345 y sigs. Allí realiza una detallada distinción entre
la concepción negativa de la liibertad, Liberta.r a coaclione, que compren­
de la libertad legal, física y psíquica, y la concepci6n positiva de la
libertad, o libertad moral. Tropieza, no obstante, con los distintos concep­
tos de naturaleza y voluntad que tienen Kant y Santo Tomás.
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JERONIMO CERDA BAFIULS
gada sobre sí nrisma, es el espíritu ¡y, rerogiendo el pensamieotO
kantiano del espíritu universal del que participan todos los hombres,
nos dice que ese espírim universa:!, realidad primaria y creadora, lo
representa
el Estado, que exisri, y se justifica por sí mismo; con ello,
Hegel
está abriendo las puertas al totalitarismo socialista: los indi.­
viduos están sometidos al poder del Estado romo el efecto a la causa.
Bastará que Hegel añada que la idea evoluciona según su propia con­
textura, evolución que queda sujeta al juego de la tesis, antítesis y
síntesis y que la
conttaclicción es la raíz de todo movimiento, para
aarnos todas las bases de la doctrina que nos servirá su discípulo
Carlos
Matx. En este último desaparece el espíritu, todo es materia;
desaparecen las esencias, incluso materiales: "sólo el cambio es real",
afirmará, con Jo que el determinismo más absoluto sustituirá a cual­
quiet noción de libertad, convertida sólo ya en un mero nombre
apto
para la propaganda. Lo curioso del caso es que los avances
científicos han dejado sin base a este determinismo materialista, pues
la física cuántica nos ha venido a demostrar que no existe tal deter­
minismo en la materia, ya que la microfísica se presenta siempre
romo un haz de posibilidades, y ésm es una de las causas del cho­
que de los inteleorwdes con el partido, en el inretior de Rusia.
JV. EL PERMISIVISMO, LA TECNOCRACIA Y LA CONTRACULTURA
La negación del ser, de las ~cias, de vieja raíz hetacliana
(y aun medieval, con el nominalismo de Roscelino y Guillermo de
Occam),
nos traerá primero un positivismo jurídico que ·abre la puer­
ra al permisivismo oportunisra, y ya, en nuestto siglo, una libertad
florante, sin
límites, plenamente libertina, sin tapujo slguno.
La versión positivista libel!al nos viene de Montesquieu (41),
cuando nos dejó escrito que la libertad política era "el detedho de
lmcer todo lo que las leres permiten", colocándose en un plano de
mero positivismn jurídico; toda la historia de'! liberalismo no será
otta rosa que ir abriendo oompuertas permisivas, a,! ir comprobando
cada vez que las batteras, que seguía sosteniendo, al no tenet orro
(41) El E,plritn de la, Leyes, XI, 3.
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LA MORAL PERMISIVA COMO FALSA ARMONIA
fundamento que la voluntad oobetaoa, no había por qué seguirlas
manteniendo
frente a la Revolución, que palia su abatimiento; Re­
volución
que, al fin y al cabo, tenía derecho a exigir, puesto que eta
la fuente legitimadora del Estado moderno .. No es infrecuente, ade­
más, que, desde el poder mismo, se presenten cierros pennisivismos
como exigencia inaplazable, porque elio les posibilita disfrazar de
libertad al totalitarismo opresor que practican en otros órdenes.
La libe,:tad sin límites será fruto del existf'llcialisroo de nuestros
días.
Sartre hace una vexdadeta labor de filigrana para e,oplicarnos
desde la nada la libertad aJbooluta (42), pe,:o hay que ver con qué fa­
cilidad ha sido asimilada esta filigrana por el llamado progresismo
católico. La nada es la misma realidad humana; el hombre no es; en
vez de ser, el hombre es empujado a hacerse siempre; lo que es, no
es libre,
porque es de una vez y no puede no ser ser, ni set de
otro modo; la libertad tiene su fundamento en la misma nada insta­
lada en el corazón del hombre, que es lo que le hace set libre. No
sólo el porvenir del hombre, sino su pasado, su presente y todas sus
condiciones, dependen del mismo
hombre; el hombre no es más
que una conciencia y, por consiguiente, una pura actitud ante todo
esto. La libertad se manifiesta al hombre por la angustia ante el por­
venir, por ser pura conquista que siempre se está haciendo, y angus~
tia ante el pasado por su abooluta inefidacia; esa libertad angustiosa
está caracterizada
por la plenit ineficacia de fos motivos de la acción,
ya
que tales motivos jamás están en la conciencia, sino siempre an­
te ella, y, por lo mismo, aniquilados por ella. Así, la libertad es la
indetemtlmción abooluta.
Wilhelm Reich, en esta línea libertina, será el maesnro de la libe­
ración
sexual, redbazando roda moral sexual represiva, admitiendo
la homosexualidad y el amor libre y redbamndo totalmente la fa­
milia (43), y Marcuse, en su obra Eros 'Y cwilizad6n, que inspiró
el manifiesto
contra la represión sexual aparecido en las paredes de
la Sorbona durante los sucesos revolucionarios de mayo de 1968,
pretende
deroostt!ar "la posibilidad de un desarrollo no represivo de
( 42) L'etre et le Néant, pág. 54S.
(43) Véase del autor «La subversión y la destrucción de la familia», en
Verbo, núm. 163·164, marzo-abril 1978, pág. 355.
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JEI{ONIMO CERDA BA!!/ULS
la libido" que conduciría a un¡,. civilización verdaderamente libre, que
es aquella en la que la libertad no es orra cosa que la libre satisfac­
ción de los individuos •..
La evasión neoanarquista, la contraeultum, las comunas murua­
litas, los
"ibippis", ere., son las más recientes manifestaciones de ese
liberalismo absoluto que w borrando las débiles fronteras flotantes
del liberalismo
del pasado inmediato. No obstante todo este movi­
miento juvenil
de la conttacultura, que, pese a su variada condición
grnpusoula.r y de nomenclatura, es mundial, incluso norteamericano
antes que francés (no fue el mayo de 1968 su· primera explosión re­
volucionaria, pues antes fue la manifestación ante la Convención De­
mocrática de Ghicago y los pintorescos exorcismos ante el Pentá­
gono), tiene una ,serie de ·aspectos ·positivos, como es su rebelión con~
tta el materialismo: "No queremos volver a la basura materialista",
dice Aaron en el libro de Melville (44); en ellos ,J,,ey un mentís para
Marx; no es la revolución pronosticada por él, puesto que los com­
batienes no se
;alinean según posiciones de clase. "Bn lugar de las
alianzas de clase que anticipara Marx -dice Melville ( 45 )-, casi
todas las características
de esta revuelta reflejan su condición de
movimiento de los hijos de la clase media connra la cultura de la
propia clase media. Muchos hijos de las clases ttabajadoras, en lu­
¡jlu: de atacar las ciudadelas del poder económico, esperan en sus
aledaños preparados para ocupar los alto6 y rentables ca,gos que
abandonen los margin!ados
de la clase media · en su desplazamiento
hacia abajo. No se trata de una rebelión estrictamente política, sino
de un a1iaque masivo contra los valores ratificados por la sociedad
industrial
de clase media".
Todo
esto tiene un ritmo desconcertante, que quizás aquí en Es­
paña no acabamos de ver porque nos ha llegado con ret!!Ílso respec­
to a orros países. El llamado movimiento de los "nuevos füósofos"
proclama que Marx ha muerto, como -nos recordaba recientemente
Vintila Horia (46), quien además lleva más de veinte años afirmán-
( 44) Lar comunas en la cont1'.act1ltura, Editorial Kair6s, 1975, pág. 14.
(45) Obra citada, pág. 238.
(46) «El frel'Omo de los rintelectuales», en el diario El Alcázar de 7
de noviembre de 1978.
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LA MORAL PERMISW A COMO FALSA ARMONIA
dolo; esto explicaría ciertas abjuraciones de marxismo que nos de­
jan boquiabiertos; Marcuse se va rápidamente olvidando, romo la
abswrda mescolruJ,za de cristianismo y marxismo de Gairaudy; de
ellos ha escrito Jorge Uscatescu (47) que, "nacidos en el anarquismo
de la
extrema izquierda, los nuevos filósofos no tienen reparos a
que se les califique integmdos en una nueva deredba anticomunista,
met.cla
de Mao ly de acción franoesa". Pero. qui:zás el aspecto más
interesante de toda esta rebelión juvenil es su ataque a la tecnocra­
cia, última manifestación racionaHsm.
"La tecnocracia --define Roszak { 48)-es esa forma social en
la cual una sociedad industrial a:lcanza la cumbre de su integración
organi7.atiwi,"; es "un totalitarismo muy perfeccionado, porque sus
técnicas son cada vez más sublimina!les, BI rasgo distintivo del té­
gimen de los expertos es que, aun poseyendo un amplio poder coer­
citivo, prefiere ganar nuestra conformidad explotando nuestra pro­
funda e íntima veneración por la visión científica del mundo y ma­
nipulando la seguridad
y el confort de la abundancia industrial que
nos da la ciencia". Crea
el mito de la consciencia objetiva: la pura
ciencia como conocimiento experimental de los expertos; todo cae
bajo su dominio: lo social, lo político, lo económico, lo psicológico,
lo
histórico, todo, aibsolutamente todo; las necesidades del hombre
son de naturaleza técnica, su rainálisis ha -alcanzado suma perfección
y sólo los expertos son los que las remedian. ¿Quiénes son los exper­
tos? Pues los que están
en el poder, sea oficial o fáctico. Funciona
como
un círculo vicioso: la tecnocracia queda legitimada, porque
goza de fa aprobación de los expei'tos, y éstos, a su vez, son legitima­
dos porque no podría haber tecnooracia sin ellos. La más perfecta
mecanización social es su resu1tado apetecido (49); su justificación
es la ciencia, y más allá de ella no ·'haiy nada a lo que acudir. "Com-
(47) «Los nuevos filósofos en Ja política», en Verbo, núm. 163-164,
marzo-abril 1978, pág. 413.
( 48) El nacimiento Je 11na contra.ult11ra, Editorial Kairós, 1968, pág. 19.
(49) Véase Juan Vallet de Goytisolo en Ideología, Praxis y Mito de la
Tecnocracia, Editorial Montecorbo, 1975. Y véase también M.F. Sciacca en
«Desde
el Sansimonismo a la tecnocraci~ de hoy», en Verbo, núm. 103, mar­
zo 1972.
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fER.ONIMO CERDA BA1WLS
prendida en estos tétminos -dice Roszak (50)-como producto
maduro del progreso
tecnológiro y del cethos» científico, la tecno­
cracia está
en condiciones de al.udi,r con facilidad todas las catego­
r/as políticas tradicionales"; es invisible y penetrante como el aire
que respitamos, y consolida e incrementa su poder tanto en las so­
ciedades capitalistas como en las comunistas; ideologías y partidos
políticos discuten todos los temas, sa!lvo la tecnocracia, especie de
imperativo cultural que está fuera de toda discusión.
V. EL PERMISIVISMO OPRESOR
¿Dónde queda la libertad? Pues en ningún lado. Ellul (51) (qui­
zás el que más ha esrudiado la cuestión) nos dice: "La técnica re­
quiere capacidad de predicción y, en igual medida, exactitud en la
predicción. Pot consiguiente, es necesario que la técnica prevalezca
sobre el ser humano .•. La técnica debe reduck al hombre a un ani­
mal técnico... La voluntad humana desaparece ante esta necesidad;
frente a
la autonomía de la técnica no puede haber ningún tipo de
autonomía humana. El individuo debe ser modelado por técnicas ... ".
Pero no olvidemos que este totalitarismO absoluto, hemos didio,
que procuta hacerse invisible. La tecnocracia cuenta para ello con
un amplísimo permisivismo, que va desde lo sexual hasta la protes­
ta contra la misma tecnocracia; ahota bien, todo exactamente y per­
fectamente calculado y dosificado por estratos. Roszak (52) nos llama
. la atención, por ejemplo, sobre la serualidad. ¿Permisivismo? Sí, pe­
ro en versión "play boy", sólo al alcaooe de los htillantes ejecutivos,
para los grandes vividotes y los consumistas; y, como en la sexuali­
dad, "así
en los demás aspectos de la vida. El negocio de inventar y
iproducir indignas parodias de libertad, goce y plenitud es bajo la
tecnocra:cia una
fotma indispensable de control social". Creo que po­
dría decirse que es la versión moderna del p,.,.em et mcenses o el
más
castellano "dame pan y llámame tonto". F.ducación, búsqueda
de la verdad, libre empresa, oció creador, pluralismo, democracia.
596
(50) Obra citada, pág. 22.
(51) La teehnique ou /1enie11 du riecle, París, 19'.54, pág. 138.
(52) Obra citada, pág. 28.
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LA MORAL PERMISIVA COMO FALSA ARMONIA
debates, gobierno por el consentimiento de los gobernados, etc., todo
se
prefabrica y basta con presenw: la imagen y cuidada; todo es
cuestión de expertos. El mal de la época, causa y efecto a la vez de
la
tecnocmcia, en ese círcuk> vicioso en que se encierra, es la ausen­
cia de un sentido crítico; se acepta ~ más que cosas iguales se va~
Joren contradiaori>Jmente, según el interés del momento; la propa­
ganda y los sentimientos hábilmente estimulados completan el cua­
dro. Y como estamos en plena ,explosión totalitaria del Estado mo­
derno,
nadie se extrañe ante la a:fitmación de que ese neutralismo
en que quiere colocarse, ese respeto al plw:alismo ideológico, que
quiere hacet civilizado y convivenre, pot medio de un alarde de li­
bertad que todo lo pertuite; no es más que llll!l nueva manifestación
de la opresión totalitaria.
"Tras su talante liberal
-escribe Salvador BerruiJ (53)-, los de­
fensores de la sociedad pertuisiva esconden una mentalidad autoti­
inria. No liberan a la sociedad de :innecesa,,ias imposiciones; susti­
tuyen unas normas
por otras, de signo contrario", y cita la frase de
Giovanni L. Pellizi en un ttabajo publicado en la revista jurídica
Jus en 1976 a propósito de la reforma IDl1trimonial en Italia: "No
se ha instaurado un auténtico régimen de libertad en la cuestión,
sino que se
ha establecido una nueva moJ>cl del Estado (lo cual, den­
trO de cierro. límites, es inevitable) que sustituye a la anterior; el
dogma de la indisolubilidad se ba cambiado por el dogma de la di­
solubilidad, con la injusta exclusión del matrimonio civil indisoluble
para quien libremente !o desee".
El petmisivismo es, pues, la nueva mota! que la soberanía abso­
luta del Estado nos ofrece; no se quiere conocer la verdad mota!,
pues no se cree en su cognoscihllidad, ni les preocupa su existencia:
simplemente se crea, a pattir de reglas ai¡,riorfsticas descubiertas
por la inteligencia y que ésta debe imponer a la cealidad; puto kan­
tismo.
Marce! de Corte (54) ha visto muy claramente este proceso,
que ha llevado a la tecnocracia al poder: es la subversión. completa
(13) «El totalitarismo de la sociedad permisiva», en Nuestro Tiempo,
núm. 287, mayo 1978, pág. 11.
(54) L'intelligen,e en périt de mort, París, Club de la Culture Fra~aise,
1969.
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JERONIMO CERDA BAfWLS
del acto de conocer, o como dice Vallet de Goytisolo (55): "com­
prender,
en adelante, es dominar".
Recientemente,
ya· culminado este ttabajo, leffllOS en un artículo
de Amodeo de Fueninayor, · el siguiente párrafo, que ttanseribi­
mos (56): "Las nuevas leyes civile9 ttatan de dar arraigo a la socie­
dad permisiva, estableciendo el estiio de vida propio de una sociedad
secularizada que niega o, de hecho, se desentiende de las exigen­
cias · de la ley de Dios. Detrás de un pluralismo aparente -r real,
en otros
puntos-los defensores de la sociedad permisiva coinci­
den en sustituir los valores teocéntficos por vaiores antropocéntricos,
en negar o poner entre paréntesis las exigencias religiosas del hom­
bre en todo cuanto
afécte a la éoexistencia o convivencia humana.
La sociedad seculatizada y permisiva ignora totalmente los preceptos
de
la ley natural, porque niega la existencia de Dios o, ai menos,
niega su condici6n de legislador. El permisivismo es, en_ rigot, una
ideo1dgla que tiene un punto de partida y un punto de 1le!l3da: par­
te de una consideradón
amoral de la vida humana y especialmente
de
la vida de la colectividad, por entender que los valores de 1a con­
vivencia no poseen, de suyo, ningún determinado contenido; vacía
también -teóricamente---de contenidos detemninados a las normas
jurídicas,
para acabar dándoles contenido ético y jurídico muy con­
creto, según ideologías
secularizadoras. Su meta caracrerístioa es des­
conocer las normas jurídicas de
cualquier inspirad6n de índole reli­
giosa. El objeto del permisivismo es sumamente amplio: se trata de
influir en toda la vida social. Por eso se habla hoy de una sociedad
permisiva. Tras su talante libeml, los defensores de la sociedad per­
misiva esconden una· men'taHdad auto'ritaria: sustitulyen unas normas
mor:ales de inspiraci6n religiosa por otras contrarias, que integran
lo que algunos denominan Moral civil; y sustituyen las normas jurí­
dicas vigentes en
la sociedad que tratan de renovar -normas de ins­
piraci6n crist:Tuma -por otras de signo contrario. El resultado final
de
· este . proceso -allí donde cristali2:a por fal.ta de la adecuada re­
sistencia-es la imposici6n por medio de las 1eyes civiles de una
moralidad contraria al Evangelio. Y es cosa comprobada que, a me-
(55) Obra citada lJeologla ... , pág. 59-
( 56) «La influenda de las leyes civiles en el comportamiento moral»,
en
Nue.rtro Ti.,.po, núm. 292, octubre 1978, p,lg. 30.
598
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LA MORAL PBRMISIV A COMO FAL5A ARMONIA
dida que la sociedad permisiva arraiga en un país, crece la intole­
rancia frente a quienes no se someten
al conformismo ambiental".
También Fuenmayor enumera, mn cierto detalle, cuáles son las
leyes rPCJaroadas por los defensores de la "moral civil": divorcio co­
mo objetivo prioritario y aplicable ,también al llllllttimonio canónico,
despenalizaciones o
liberaciones de la voota de anticonceptivos, des­
penalización del adulterio
y del amancebamiento, legalización del
aborto. Y advierte que,
en esta trilogía de despenaJlzar, liberalizar y
legalizar, esto último significa, para algunos, "moralizar".
La permisividad parece que ha de ser "un se puede"; pues no,
no es así; realmente, es "un se debe" de signo contrario. El proceso
es diabólicamente sencillo: se comienza por presentar como opre­
sora a la moral católico-natural, para lo cual ·se procura presentar
casos límite, conflictividad de situaciones, excitar la sensiblería de
unas masas bien manipuladas por la propaganda; si es preciso se re­
tuercen los argumentos
de la libertad religiosa y de la libertad polí­
tica; 1a consecuencia es la de una necesidad liberadora; surge la nor­
ma permisiva, que si es necesario se 1a llama. despenalización, q_ue
es palabra más sedosa; se incita a usar de la nueva libertad, pues lo
contrario puede parecer desprecio
de la· norma, no quetet ser libte,
no estimular el que aparezcan nuevas liberaciones; se es un troglo­
dita, un
oarca,. un inmovilista, un fascista ... ; eso ,es no cooperar, es
un anticonformismo, con lo que !la virtud aparece, nada más ni
nada menos, que como subversiva. No se trata, por ejemplo, de per­
mitir la pornografía, sino de metérnosla en _casa por la televisión o
hacernos imposible comprar cualquier periódico o revista sin su
dosis pornográfica, o privarnos de todo espectáculo, porque no hay
ninguno decente, y hasta calles y plazas se convierten en prostíbulos.
No se trata de permitir anticonceptivos y anovul.atorios; se trata de
hacer imposible la familia numerosa, llena de trabas materiales, e
incluso presentarnos a los padres
de tal familia como una especie de
enemigos sociales, como ya se nos ha dicho en España en cierta re­
vista
de "muy católico fundador"; no se trata de permitir matrimo­
nios civiles
!' divorcios; se ·trata de destruir la familia, como no se
han recatado de decirnos los lideres socialistas y tecnócratas (57); no
(57) Véase el citado trabajo del autor La .rubeiersi6n ... 1 pág. 360.
599
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JERONIMO CERDA BAfWIS
se trwta de permitir el aborto, sino de que se aborte; Berna! (58)
cuenta cómo en Suecia, a
Lemmatt Nilsson, después de publiau: un
libro de fotografías sobre el nacimiento del hombre, tuvo que sufrir
los violentos ataques de la
clase médica sueca, que le acusaba de hacer
propaganda contra el aborto; también todos conocemos por la prensa
el
caro de los médicos ingleses contra los que se querellaron por no
querer
practiau: un aborto (58 bis). Y Alvar Nelson, experto jurí­
dico del Gobierno sueco, nos djce claramente: "Nuestro objetivo
es
suprimir de la legislación todo vestigio de la moral de la Iglesia".
Se trata
de suprimir el senrimiento de culpabilidad, que es una en­
fermedad,
un complejo del que hay que liberar a 'las personas, con
lo
que el Estado rebasa ya la última frontera: la intimidad de la
persona.
I!l demócrata de Rousseau, que no es más que un tolll1irario, ya
nos lo había previsto (59): "cualquiera que rechazase obedecer a la
voluntad general será obligado a ello
por todo el cuerpo, lo que no
significará otra cosa sino que se le forzará a ser iibre".
VI. LA DOCTRINA PONTIFICIA
La revolución liberal ha intentado siempre, a lo hu,go de toda su
historia, penetrar en la Iglesia, con la pretensi6n de convencer a
las buenas gentes
de que lo. doctrina democrática era la doetrina pu­
ra del Evangelio,
y en esta rarea siempre han encontrado figuras de
dentro
de la Iglesia para servir a sus prop6sitos.
Sin detenernos en Fouché y Talleyrand y en los sacerdotes jura­
mentados
y ap6staras, pensemos en Lamennais y sus seguidores de
"L'Avenir", condenados por
Gregorio XVI en 1813; los "cat61icos
liberales", condenados
repetidas veces por Pfo IX; el "amerícanismo",
condenado
por Le6n XIII el 22 de enero de 1899; el "modernismo",
condenado por San Pío X ,en la P¡¡roefldi (8 septiemJbte de 1907); la
(,s) Trabajo citado, pág. 14.
( 58 bis) Acabo de leer hoy en la prensa que en Italia han denunciado a
un sacerdote por predicar contra el divorcio, acusandole de oponerse a la.111 leyes.
(,9) El ronlrato social, I-6.
600
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LA MORAL PERMISIVA COMO FALSA ARMONIA
democracia cristiana de "le Sillon" con Ma.rc Sangnier y sus amiga,,
condenados
por San Pío X en Notre cbdrge tlJlostoüque (25- de
agosto de 1910);
La N#C1/a Teologla condenada por Pío Xll en
la Humani grmeris (12 de apto de 1950); y, por último, el llamado
progresismo, que intenta su ataque durante el Concilio Vaticano II,
critica a Pablo VI porque ha
cortado el alienro profético al clausu­
rarlo, propone una
intetpretación falsificada del mismo Concilio y
opeta ya a la descubierta en todos los ámbitos de. la Iglesia, arras­
ttando consigo a cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y pue­
blo
fiel. Pablo VI reaccionó repetidamente y emprendió una pacien­
te labor doctrinal, sin llegar, no obstante, a una condena formal.
¿Por­
qué? ¿No quiso? ¿No podo? La Historia Jo dirá; "odiado por los
progresistas,
por su inflexibilidad doctrinal, desconcertó a la orro'
doxia
con su flexibilidad en lo pastoral, transigencia y condescenden­
cia, atribuidas a su
admitación por MMitain, el S()fiador de la cristian­
dad laica" (60). Posiblemente,
y a mi modesto entender, trató de in­
tentar algo que llegara hasta el límite ortodoxamente posible y la
realidad rebelde se le escapó de las manos; después, lo desproporcio­
nado del mal, su vejez y enfermedad, cierta pusilanimidad de su
caráctet (en cierta ocasión lo dijo Martín Descalro en las páginas
de ABC) y muy posiblemente la labor obsttuccionism de la infil­
tración le hicieron imposible la tarea, que tenía que haber sido
la consecuencia lógica de tantos escritos y
dicursos suyos sobre auto­
demolición, humo de Satanás,
etc.
Maritain, eo Le paysan de la Garo,me, acabó asustándose de
lo que él mismo
llama "neomodemismo" en la Iglesia, condenan­
do todos los desvaríos actuales, que no son sino el desarrollo de lo
que
él mismo contdbuyó a poner en movimiento (61). Algo similar
le ocurre al
"apetturista" Karl Rahner en su último libro Tole,-,m.
dd-Libertd-Mam'pulaci6n (62), en el que después de afirmar cosas
tan "utópicas", digamos, como el aseverar que "todos sus miembros
( 60) Bernardo Monsegú en Posl&ondlio, Editorial Studium, 1977, tomo
3, págs. 33 y sigs.
(61) Véase el citado trabajo del autor La 1ocialización ...• págs. 17 y 18.
( 62) Editado por Herder, 1978, traducción de la publicada en alemán
con el -título. Toleranz uh der Kirche1 Friburgo, 1977.
601
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JERONIMO CERDA BAfWLS
(los de la Iglesia) deberían evoluciooor hacia aquel punto de libertad
amorosa en que todo lo legal externo desaparece y resulta inútil
(obsétvese la influencia de eles sociétes de pensée:>) ante la libertad
de los hijos de Dios. La historia de la Iglesia debería ser una his­
toria
de libertad, incluso en el plano social de la Iglesia, porque
precisamente
la Iglesia, como saoramento universal de la libertad
religiosa (¡es decir -sigue escribiendo--, de la libertad absoluta!),
está
más obligada que las demás sociedades a preservar dentro de sí
el espacio lib"e--social y a ensancharlo con todas sus fuerzas. En ella,
pues, es la libertad y no la manipulación aquello que de ley ordina­
ria hay que ,econocer in possesione y en caso de duda como legíti­
mo" (63). También acaba lamentándose
de las faltas de respeto a las
leyes eclesiásticas y a la autoridad, alumbrándonos otra bellísima
solución, "tales deficiencias-no proceden del hedlto de que en nues­
tros días haya demasiada libertad en la Iglesia y muy poca manipu­
lación; ello se debe
más bien a que la gente no ha aprendido toda­
vía a
utilizar la mayor libertad de modo plenamente responsable.
Sólo
en esta orientación de la libertad responsable por parte de los
individuos cabe
esperar una mejora; pero no propiamente mediante
un retorno a la anterior situación eclesiástica, en la que el espacio libre
respecto
de la· manipulación, incluso en el sentido entonces bueno
de una manipulación legítima,. era ciertamente muy modesto" (64),
pero a
la postre el ilustre teólogo se muestra preocupado de que
"junto a un legítimo plun:tlismo teológico se proclamen en la Iglesia
otras te0logías que posponen la ortodoxia obligatoria", y eso que
para
él lo obligatorio es sólo la declaración definitoria y no la doetri­
nal, que es sólo "transitoria" y "orientadora" (65), y sacudiéndose
el problema acaba diciendo
que estas teologías "plantean la cuestión,
todavía no resuelta
por Roma, de c6mo debe reaccionar hoy en con­
creto
el magisterio de la Iglesia frente a tales heterodoxias, a dife­
rencia
de lo que ocurría antes" (66),
602
No obstante, Pablo VI habló siempre siguiendo la misma doc-
(63) Pág. 121.
(64)
Pag, 129,
(65) Pág. 126.
( 66) Pág.
UO.
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LA MORAL PERMISIVA COMO FALSA ARMONIA
trina de la Iglesia, aunque le faltase el tomar las medidas "reaccio­
narias"; ni tomó las de "antes", ni arbitró "nuevas". En concreto
sobre permisivismo, hemos seleccionado dos textos suyos: Uno de
la Homilía en
Santa Sabina del 7 de m.arn, de 1973, que dice
así:
la moral permisiva que se propone con las lisonjas de la libera­
ción para encontrarse a sí mismo "implica extirpar de las raíces
profundas
de la conciencia el sentido del pecado, es decir, de nues­
tra
~esponsabilidad hacía Dios, que vive y que ve; implica humillar
en nuestro juicio viril el sentido del deber y de la ley justa;· implica
suavizar en nuestra sensibilidad superior OtrO sentido, el sentido
del bien y del mal, y
dejar que el propio ser e,té a merced de los
impulsos sensibles y de los
instinros ciegos, si bien esto es eviden­
temente torpe y deshonesto. Esta
es bajeza, ésta es vileza, no liber-
1Jad. Lo saben los atletas del deporte. ¿Lo deberán olvidar los atletas
del espíritu?" (67).
El
0tr0 pertenece a la audiencia general del miércoles 16 de
roo.rro de 1977, y dice así: "Ciertamente estamos muy lejos de la
permisiva concepción moderna de
fa vida, que exalta en los modos
más provocativos una libertad que es sólo licencia, un instinto, ru1
interés, una amoralidad y un inmoralismo, que sólo equivalen al
egoísmo más desenfrenado...
Así se olvida que existe una relación
entre la
libertad virilmente ejercida y el deber que de ella se deriva
con fuerza, virtud y mérito" (68).
En este alío se han sucedido rápidamente tres pontificados. Fa­
llecido Pablo VI, ha tenido lugar el brevísimo pontificado de treinta
y tres días del Papa Luciani, de Juan Pablo I, brevísimo, peto que
son
muchos los que dicen que está llamado a perdurarse largamente
por la intensidad de su gran impacto. Su maravilloso libro Ilus­
trísimo señMes
es el best-selle, · de nuestros días. Su primer men­
saje como Papa el domingo 27 de agosto de 1978 está lleno de
ideas sobre
el terna que nos ocupa; repite la definición agustiniana
de la paz como tranquilitas twdmis; manifiesta: "Querernos con­
servar intacta la gran disciplina de la Iglesia en la vida de los sa-
( 67) Puede verse este texto en Ecdesia, núm. 1.635, 24 de marzo de
1963.
(68) Puede verse este texto en el núm. 114 de Verho, pág. 320.
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JERONIMO CERDA BAJWLS
cerootes y los fieles tal como la ha mantenido a través de los siglos
la acreditada riqueza de la
Iglesia ron ejemplos de santidad y he­
roísmo, tanto en la práctica de las virtudes evangélicas como en el
setvicio a los pobres, los humildes y los indefensos. Con este fin
llevaremos adelante la revisión del Código de Derecho canónico,
el
de la tradición oriental y el de la latina, para asegurar la savia
interior de
la Santa Libertad de los hijos de Dios, la solidez y la
firmeza de las estructuras jurídicas". Denuncia en un párrafo me­
morable dirigido
al mundo: "La tentación de suplantar a Dios ron
la decisión autónoma, que prescinde de las leyes morales, lleva al
hombre moderno al riesgo de convertir la tierra en un desierto, la
persona humana en autómata, la convivencia fraterna en una colec­
tivización planificada, introduciendo más de una vez la muerte allí
donde, en
cambio, Dios quiere la vida" (69).
Hoy la esperanza de la Iglesia y de otras muchas gentes está
puesta en Juan Pablo 11, teólogo destacado por su más. profunda or­
todoxia y por su singular experiencia pastoral; hemos podido re­
coger dos textos suyos sobre permisivismo correspondientes a su
etapo. cardenalicia.
En el primero de ellos (70) dice: "Ante todo, está claro que en
la raíz del permisivismo hay una concepción exclusivamente hori­
zontal
-'f por eso un tanto reducida-de la libertad. La libertad
es el elemento constitutivo de la dignidad de la persona ininterrum­
pidamente proclamado y defendido por el pensamiento cristiano.
Pero
conviene además tener presente que la libertad cristiana no es
nunca fin en ·sí misma; antes bien, está forzosamente finalizada; -es
el medio para la consecución del verdadero bien. El error de pers­
pectiva del
permisivismo consiste en dar la vuelta al punto de mira:
el fin se convierte en la busca de la libertad individual, sin ningu-
(69) Véase en La sonrisa de Juan Pablo 1, Editorial Claune, 1978, im­
gina 22.
(70) Entrevista que le hizo en abril de 1972 Joaquín Alonso Pacheco,
-publicada en la revista italiana Stndi Cattolici, publicada en España por la
revista Palabra (núm. 86, octubre 1972) y reproducida por el Boletln del
Arzobispado de Orihue/a.A.lir:ante, núm. 124, noviembre de 1978, de donde
hemos tomado el texto.
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LA MORAL PERMISW A COMO FALSA ARMONIA
na referencia a la especie del bien con el que la libertad se com­
promete. La consecuencia prilctiéa es que, fuera de la finalización
del bien, la libertad se transforma en abuso y, en vez de propor­
cionar a la persona el terreno
para su propia autorrealización, deter­
mina su vaciamiento
y la frustración. De la libertad no queda más
que el s/og,.,,. Es indudable que tal planteamiento lia de considerar­
se como absolutamente contrario a los criterios que deben orientar
una recta teología y una eficaz acción pastoral. Teólogos y pastores
deben,
en tal situación, preguntarse incesantemente sobre los verda­
deros valores cristianos. El hombre lleva la
norma de su libertad
-según la expresión paulina-en «un vaso de barro» •(JI Corin­
tios 4-7).
Las tentaciones son moohas, pero otras tantas las posi­
bilidades de recuperación. Muchas confusiones se
podtán evitar, no
ys cerrándose a los problemas de la sociedad permisiva; antes bien,
recordando que debe
ser el mensaje cristiano -su radicación en la
conciencia
natural-, y no el permisivismo, quien diere las leyes
de la lucha por la auténtica libertad, que es mmbién siempre una
de las componentes indispensables
en la misión de la lglesia".
En el segundo texto (71) dice lo siguiente: "Si confrontarnos
-afirma-el concepro de alienación con la contraposición pauli­
na hombre
espiritual- que ninguna teodencia, ningún programa de inspiración materialis­
ta pueden
garantizar el desarrollo del hornbre espiritual, ni las
formas de
socialización en las que el hombre pierde su dimensión
de persona; ni la sociedad consumista o, permisiva que, con una
equivocada jerarquía de valores, anula la lucha interior y reduce los
más profundos problemas del hombre a las solas
dimensiones téc­
nicas. Para que el hombre espiritual se desarrolle, es preciso tratar
de darle no sólo el máximo de medios posibles para «tener más»,
sino también la posibilidad de «ser más hombre»".
(71) Tcimado de Aceprensa, Madrid, Seroicio, 159~78, 18 octubre de
1978, y corresponde a su discurso «Exaltación del hombre y sabiduría. cristia­
na», pronunciado
en Roma en 1974 en la clausura de un delo de conferencias
organizado por el
CRIS ( Centro Romano· de Encuentros Sacerdotales).
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]ElWNIMO CERDA BAiWLS
VII. PERMISIVISMO, TOLERANCIA y MAL MENOR
Creo que la cuestión del permisivismo ha quedado suficiente­
mente aclarada y documentada.
No obstante, quizás sea conveniente decir alguna cosa acerca
de las docttinas de la tolerancia y el mal meuor, ron fas que el pet­
misivismo se
ronfunde cuando estas docttinas rebasan sus justos
límites.
La tolerancia implica un sopottar algo conttario a la vetdad,
a
la justicia o al bien, y en cuanto se refiere a las personas puede
set lícita y a veces ronveniente, y Santo Tomás (72) ya reronoda
que
"a veces, se dice que la Ley humana permite algo no potque lo
apruebe, ·sino porque no puede controlarlo".
León XIII, en su Encíclica. Liberta.r (73), dice: "La Iglesia se
hace cargo matetnalmente del grave peso de la flaqueza humana, y
no ignora el crnso de los ánimos y de los sucesos, pot donde va pa­
sando nuestto siglo. Por esta causa, y sin roncedet el menor derecho
sino
sólo a lo verdadero y honesto,. no relhútye que la autoridad pú­
blica tolere algunas cosas ajenas a la verdad y a la justicia, a fin de
evitar
un mal mayor o de adquirir o conservar un mayor bien... h
autotidad humana
no puede impedir todos los males"; ahora bien; el
mismo Papa sigue adv.irtiendo que "en tales circunstancias, si por
ca.usa del bien común, y sólo por c!l, puede y aw, debe la ley hulna­
na tolerar el mal, no puede, sin embargo, ni debe aprobarlo ni que­
rerlo en sí mismo, porque
romo el .mal en sí mismo es privación
del bien, repugna .i bien común, que debe quetet el legislador y
defenderlo cuanto mejor pueda".
Todo el mundo sabe que moral y detecbo no tienen ámbitos idén­
ticos, porque,
romo dice Sheed (7 4): "Hay muchas cosas que con­
ttibulyen evidentemente al bien común, pero que es contra el bien
común impomerlas por
ley".· Será la prudencia política, o sea, esa
recta razón en el obrar político, la que marque los limites: los
principios fundamentales y los intereses vitales de la sociedad, las
606
(72) Suma T., 1-2, q. 93, a 3.
(73) 41-42.
(74) Sociedad y sensatez, Editorial Herder, Barcelona, 1963, pág. 190.
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LA MORAL PERMISIVA COMO FALSA ARMONIA
instituciones básicas de la misma, las buenas coswmbres y el justo
orden público, sin olvidar una justa visión de la realidad y la dig­
nidad del

hombre.
La tolerancia no es una virtud en sentido estricto,
sino algo que surge del ejercicio de la virtud de la prudencia.
La tolerancia jamás puede implicar el realizar el mal menor mo­
ral, pues ningún
pecado es jamás moralmente lícito (recordemos
lo antes citado de León Xlll de que el mal en sí mismo es privación
del bien).
Pío XII (75), en su Discur,o a lo, ]tlNJlas Católico, re­
cordaba la doctrina de la tolerancia y advertía que "la autoridad,
para salvaguardar todo lo pDsible el bien común, tiene que tolerar
muchos males de menor cuantía para no perjudicar intereses supe­
.dores del bien común, como son una razonable libertad de movi ~
mientas y la debida iniciativa de los ciudadanos".
La tolerancia no puede significar jamás una disposición que vaya
contra el orden espiritual o moml, es decir, contra el orden moral
objetivo, o ley divina, natural o revelada. Así, Juan XXIII, en
la Pacem in lerriJ (76), deda: "Si los gobernantes promulgan una
ley o dictan una disposición cualquiera
contraria a ese orden espi­
ritual, y,
pDr consiguiente, opuesta a la voluntad de Dios, en tal ca­
so ni la ley promulgooa ni la disposición dictada pueden obligar en
conciencia al ciudadano, ya que es necesario obedecer a Dios antes
que a los hombres".
TlJJIIlpoco la tolerancia permite transigir con la verdad o ser
indiferente a
la misma; así, Pablo VI, en la Ecdes1dln S""1n (77),
nos
advertía que "la solicitud por aoercarse a ,!os hermanos no debe
traducirse en una atenuación, en una merma de la verdad", porque
el diálogo "no es una debilidad, y transigir con un compromiso am­
biguo respecto a los principios de pensamiento y de acción". Y
el
Concilio Vaticano II, en la Gaudium et S-pes (78), al defender la
dignidad
de la persona, no olvida decir que "el error siempre debe
ser
rechazado" y que "la caridad y beniguidad en modo alguno deben
convertirse
en indiferencia ante la verdad y el bien".
(75) 6 de diciembre de 1953.
(76) 51.
(77) 81.
(78) 2-28.
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JERONIMO CERDA BA!WLS
VIII. LA FAX.TA DE FRATERNIDAD: EL FALLO ARMÓNICO
Sin ,una ley moral que proviene de Dios, sin un poder que se
reconozca
su ministro, con una .ética de Estado que cambia, hacién­
do bueno hoy lo malo de ayer y viceversa, ¿dónde queda la respon­
sabilidad del hombre? ¿Qué convicciones profundas y sinceras se
pretenderán de él? ¿ Dónde está su libertad, si hasta se llega a in ter•
venir el Santuario de su intimidad? Sólo le queda la angustia y el
temor de qué es lo que se le pedi:rá mañana; miedo ·a la vid¡a que
intenwá abogar en el placer. ¿Placer y miedo? Eso es pensar sólo
en sí mismo y tiene un nombre: egoísmo. Egoísmo, ahí está al. des­
cubierto
la última falsedad del lema revolucionario: la fraternidad.
Y es que,
de verdad, se hace difícil pensar en la fraternidi,.d de quie­
nes
no se sienten hijos del mismo Padre, hacia cuya casa caminan
para darle cuenta de c6mo se han tratado entre ellos. Quien no co­
nooe, respeta
y ama a su Padre, ¿c6mo vrunos a pedirle que conozca,
respete
y ame a su hermano?
La petmisividad -dice Martinell Grife (79)-"parte de una
consideración
wnoral de la vida humana, y especialmente de la vida
de
la colectividad, y que cuaja en la negación del fin ético de la so­
ciedad.
La permisividad así entendida pone en peligro la existencia
de la sociedad misma, al vaciarla de todos los valores, aun de los
más elementales. Una sociedad permisiva invita a todos los ciuda­
danos a encerrarse
en el más completo egoísmo, en la mera satis­
facción
de sus intereses personales, con olvido de sus deberes so­
ciales". El perrnisivismo
es la negación de la fraternidad; fraternidad
que es paz iy armonía social, que tienen su causa en el amor; amor
qne; sobrenatraralizado, es caridad y que está iluminado por la cien­
cia suprema: 1' Verdad. La falsa moral pennisiva, al desembocar en
el egoísmo, colmada de abdicaciones y de sufrimientos opresores,
es
una falsa armonía: la de la masa esrupidizada (80) y maneja­
da a
su antojo por los detecradores del poder.
(79) Enciclopedia GER, Voz «tolerancia».
(80) Permftasenos este neologismo para expresar la acción de privar­
de inteligencia.
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