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1978

Armonía y dialéctica

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Dialéctica y armonía de clases según la doctrina pontificia

DliLECTICA Y ARMONli DE CLA.SIES SEGUN LA
DOCTRINA PONT1FICIA
POR
FEDERICO CANTER.O NúÑEZ
SUMARIO: l. DIALÉCTICA: 1. Idea de clase 'l!ocia:1; 2. la dialéctica de
clases según sus¡ defensores; 3. El juicio del Magisterio pontificio.-II.
ARMONÍA: 1, Una sociabilidad fundada en el amor; 2. Relaciones com.
plementari.as; 3
.. Los cuerpos intermedios;, 4. La función del Esta.do.­
CONCLUSIÓN,
l. I>Lu.ÉCTICA.
BI tema que me ha tocado tratar se refiere a la dialéctica. y a la
armonía de clases, según la doctrina pontificia. La doctrina ponti­
fici~
es muy clara; no sé si lo será tanto la exposición de ella voy
a hacer yo, referida a la. dialécic;a y_ armonía de clases.
Pero, ¿por qué este tema tan roncreto en el marro tan amplio de
la armonla y la dialéctica? Para quien slga con ojos atentos la
evolución del mundo desde la Revolución francesa,
y más rodavía a
partir de
,la publicación del manifiesto comunista en 1848, la respues­
ta
no le ofrecerá duda alguna. Es este, desde entonces, un tema de
palpitante actualidlad.
La dia!léctica de clases; o .dioho de otra manera, ]a lucha de cla­
ses, ha sido incesantemente explotada ¡x:>r las fuerzas de la revo­
lución que la han considerado y ~a consideran, todavía !hoy, como
el instrumento más eficaz para derribar el orden establecido e. im­
plantar, al amparo de sus ruinas, la dictadura del proletariado y la
utopía de la sociedad sin clses. N050tro< diriamos mejor la implan­
tación
del totalitarismo más absoluto que hasta la fecha haya podido
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PEDERJCO CANTERO NUf existir, con arreglo a unas estructuras nuevas y antinaturales, las úni­
cas declaradas intrínsecamente perversas por el Magisterio de la
Iglesia (1).
Los exitos obtenidos en Rusia y en Cuba; en China y Angola;
en
Alemania, en Albania .y en Lituania; en Vietnam y en Mo­
zambique y en tantas y tantas naciones. Su continua puesta en prác­
tica en naciones que todavía viven al amparo de la .libertad, así como
la dificultad para volver a1 adecuado orden de cosas, alli donde la
lucha de clases ha llegado a sus últimas consecuencias (recordemos
que, hasta
la fecha, sólo nuestra España ha derrotado al comunismo
y que para ello fue necesaria una auténtica Cruzada), .nos pone de
manifiesro la gravedad del problema y, por tanro, la importancia
del tema, sobre el que la doctrina pontificia no ha dejado de .ma·
ilifestarse.
Del enfoque que se dé a 1as relaciones entre las diversas clases
sociales depende el fururo del amor y de la libertad, del !hombre y
de la sociedad.
l. Idea de clase soclal
Acabamos, implicitamenre, de dar por supuesro la exisrencia de
closes sociales. Sin embargo, la primera cuestión que nos debemos
plantear
es la de la existencia o no de las clases sociales.
Antes, no obstante,
es preciso definir qué es una dase social,
tema sobre
el que se ha escrito demasiado. Para el materialismo
hlsrórko
(2) Ias social global sobre los individuos que participan de una u otra
ma­
nera de la producción social». I.enin (3) las define «como grandes
grupos de hombres que se diferencian entre
si por el lugar que
(1) . Pío XI: Divini Redemptoris.
(2) Harnecker, Marta: Lo.r ·con"Ceptos e/ementale.r del materialismo his­
tórfro, Siglo XXI, 8.!! ed., 1976, pág. 198.
(3) Lenin: Uná g'ran tniciáliva, citado ·por M. Harnecker, op. cit., pá~
gioa 167 .
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ocupan en un sistema de producción históricamente determinado,_
por las relaciones en que se encuentran respecto a Jos medios de
producción (relaciones
que ~ leyes fijan ¡y consagran), por el pa­
pel que desempeñan en la organización soci~l del trabajo, y por con­
siguiente,
por el modo y la proporción que reciben de la parte de
riqueza social
de que disponen». «Las clases sociales son grupos
huma.nos, uno de los cuales puede apropiarse del trabajo del otro
por ocupar. puestos diferentes en un régimen determinado de eco­
nomía social».
Es decir, que las diferencias sociales que producen las clases
-seguimos hablando en términos marxistas-son consecuencia de
la estructura ideológica, de la estructura jurídic<>1P<>lítica y de la
estructura económica, que es siempre determinante en última ins­
tancia ( 4). Son una consecuencia del desarrollo histórico de la pro­
ducción que devend.-á un día. --cuando se den determinadas cir­
cunstancias
objetivas, unidas a la accióo de las clases '"1plotada1r­
con
su desaparición, síntesis gloriosa y definitiva de la humanidad
que, a
partir de entonces, encontrará el único paraíso posil,le.
Ahora bien, este concepto de clase social, que ve su origen
y consecuencia
en los distintos sistemas económicos que se han pro­
ducido a
lo largo de la historia, por fijarse en un solo aspecto de
la realidad
sociaJ ( aspecto que además distorsiona), es ciertamente
poco objetivo y poco cien La. realidad humana social es mucho más amplia que lo que los
marxistas
llaman modo de producción, que es, eso si, un aspecto más
de la
realidad, aunque tampoco· según la visión marxista.
Las clases sociales son la consecuencia de las designaldades de­
rivadas de la realidad y de Ja naturaleza ( 5) que Dios ha. creado
plural, diversa
y complementaria, pues la igualdad de los hombres
(4) Cfr. Harnecker, Marta: op. cit., págs, 136 y sigs.
( 5) Pío XII dice que «si la 'Vida social exige de por sí unidad interiot'
no excluye, sin embargo, las diferencias debidas a la realidad y a la natu­
ntleza». El orden 'interior, radiomensaje de Navidad, 19142, Colección de
encíclicas y dorumentos pontificios, Ed. Acción Católica Española, 7 ft ed.,
Madrid, 1967, pág. 350 (10).
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FEDEKJCO CANTERO NUfllEZ
consiste, exolusívamente según enseña León XIII ( 6), «en que te­
niendo todos una misma
naturaleza, ,están llamados todos a la emi­
nente dignidad de hijos de Dios, y, además, en que estando estable­
cidos para todos una misma fe, todas y cada uno deben ser juzgados
según
la misma ley, para conseguir conforme a sus merecimientos
el castigo o la recompensa. Sin
embargo, existe una desigualad de
derechos
y de autoridad que ,la deriva del mismo Autor de la na­
turaleza, de quien procede toda familia en los cielos
y en la tierra>>.
Fuera, pues, de nuestro común origen y fin último a que todos
somos
llamados, no existen dos hombres idénticos. Así, «en la na­
turaleza de
los hombres --- variedad; 00 todos poseen el nmmo inge)lio, ni la misma acrividad,
salud o
fuerza». La Iglesia, ¡por tanto, «reconoce la desigualdad en­
tre los
hombres, distintos por las fuerzas naturales del cuerpo y del
espfritu»
(8). De aquí viene, nos dice San Pio X (9), recordan-
( 6) León XIII: Quod apostolic.i munerisr Documentos Sociales. Doc­
trina Pontificia, BAC,
Madrid, 1969, !Pág. 171 (7).
CTr. Pío XII~ 31 de octubre de 194S: A los trabaiadores de la FIAT.
Colección ... , KCE., pág. 695 ,(5). «La Iglesia oo promete aquella igualdad
absoluta que otros proclaman, porque sabe CJ.tie la convivencia hwnana pro­
duce siempre
·Y necesariamente toda una escala de gradaciones y diferencias
en las cualidades físicas e intelectuales, en las díspo~_ciones, tendencias. inte·
riores, en las ocupaciones y. en las responsabilidades. Pero, al mismo tiempo,
ello asegura la plena igualdad dentro de
la dignidad humana y _también ante
el Corazón de Aquel que llaina. así a todos los que están agobiados» ...
En este mismo sentido, Pablo VI dice que «los miembros de la huma.
nidad-
participan de la misma naturaleza y, poi:' lo tanto, de la misma digní·
dad y de los mismos derechos y deberes fundamentales, así como del mismo
_destino ,sobrenahlral». Octogessima adveniens, Bac Minar., «Ocho grande;s
mensajes», Madrid, 1971, pág. 504 (16). Esto es exactamente lo mismo que
afirma León XIII. Es interesante,. en este punto, ver el trabajo de Vallet
de Goytisolo: «La
Octogessima adveniens, ¿ha derogado la doctrina .social
cat&lica?», en Verbo, núm. 97·98, págs. 657 y sigs. Cfr. Gaudium et· spes,
Bac Minor, op. rit., pág. 415 (29).
(7) León XIII: .Rerum no_varum, Colección ... , A. R C,, op. cit., pá­
gina 600 (14).
(8) León XIII: Quod aposto/id muneris, Col. A. C. E., pág. 175.,
(9) S. Pío X: Fin de lla prima nostra en'ciclica, B. A.·c., op. cit., pá-
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do a León XIII, ¡«que en la sociedad hlllÍlllna sea conforme a la or­
denación. de Dios, que haya
gobernantes y gobernados, patronos y
proletarios, ricos
y pobres, sabios e ignorantes, nobles y plebeyos».
Estas desigualdades jndividuales son, antes que la estructura eco­
nómica y social, las que determinan ]a existencia de determinadas
funciones sociales (10),
necesarias todas ellas (11), de las que
se deriva la situación de los hombres en la sociedad y que produce
el que éstos se agrupen conforme a sus quehaceres, originando de
este modo la -existencia de clases (12). Estas, una vez originadas, es
decir, existente el adecuado orden soc.ial, y, a través fundamental­
mente de
las famiJias, condicionan la inserción de los 'hijos en las
categorías sociales de los padres. Ello es inevitable, pues como ha
dicho
Pío XII (13), «la benigna naturaleza y la bendición de Dios
a la humanidad iJuminan
y protegen a las cunas pero no las nive­
lan».
Lo que, por otra parte, no significa que un hombre no pase
a formar parte de una clase distinta a la que nació. Esta imposi­
bilidad supondría una sociedad constituida con arreglo a un espí­
ritu de casta, que impediría la necesaria regeneración social, abocán­
dola a su propia
muerte y petrificación, que iría acompañada de las
maypres injusticias. La experiencia, por otra parte, muestra que a lo
gina 403. Cfr. Juan XXIII: Ad Pelri crtthedram. Colección ... , A. C. E. op.
cit., pág. 882 (11). Cfr. Le6n XIII: ·Hrnnanum genzn, Col. A. C. E., op, dt.,
pág. 42.
( 10) «Ello es en beneficio, así, tanto de 1,os ¡PB-tticula.res como de la
misma sociedad, pues la vida común necesita aptitudes varias y oficios diver·
sos; y .es la misma diferencia de fortuna en cada uno lo que, sobre ;todo,
impulsa a los hombres a ejercitar tales oficios.» Rerum novarum: Colección ... ,
A. C. E., pág. 600 (14).
(li) Deben, por tanto, ser aseguradas. Cfr. León XIII: Graves de
communi, BAC, op. cit.,. pág. 364. Cfr. Pío X: Notre charge apostolique,
BAC, Documentos Políticos, ~. 1958, pág. 413 (23), y León XIII:
C'est pour notre coeur, BAC, Documentos Sociales, op. cit., pág. 354 (2).
(12) Cuando hablamos de clase social, sin más, no nos referimos a ésta·
en su significado marxista.
(13) Pío XII: Alocución de .5 de enero de 1942, Discursi et radiomes.
sagi, vol.. III, pág. 347. Citado por Eugenio· Vegas e.O Los mitos actuales,
Speiro, 1969, pág. 149.
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FEDERICO CANTER.0 NU! largo de la historia, los hombres han cambiado en su vida de in­
serción social. Así, «durante siglos y más siglos, escribe Marie Made­
leine
Martín (14), los hijos del pueblo superiormente dotados,
siempre habían podido tener acceso
a las más altas funciones, y,
entre los obispos de 1a Edad Media, e incluso entre los Papas, se hallan
precisamente hijos de siervos, de pastores o de labradores». Lo que
demuestra que Ja pertenencia a una clase no eS consecuencia del modo
de producción, sino de las propias facultades personales. Del mismo
modo, todos sabemos de personas que habiendo nacido en las cla­
ses sociales más elevadas, se convirtieron durante su vida en miem·
bros de otras inferiores, precisamente por sus inferiores cualidades
personales.
Las clases sociales tienen, por tanto, su fundamento en el orden
natural. «Las facultades humanas son, como dice Pradera (15), sus
causas inmediatas y los fines colectivos y sociales son los objetivos
de
eias clases».
Así, pues, interpretando fas continuas referencias de la doctrina
pontificia a
las clases sociales, podríaruos definir éstas con arreglo á
ella como un conjunto de hombres que, unidos por un mismo que­
hacer dentro del ordenamiento social ( del que se deriva una cierta
afinidad de cultura,
riqueza, relaciones sociales ... ), contribuyen des­
de su situación profesional
.al mantenimiento de la paz social y a la
consecución del bien común. Concepto éste radicalmente opuesto
al marxista que, como veíamos, considera a éstas una consecuencia
tan sólo del modo de producción, que es, además, antitético y dia­
léctico en el sentido de_ que sólo existen en cada modo de produc­
ción dos únicas clases: la explotadora y la explotada · que está al
servicio de la primera.
La doctrina pontificia, muy por el contrario, afirma la existencia
de múltiples clases sociales. La continua referencia que como vere­
mos hace a las clases superiores e inf:eriores, a la clase proletaria. y
(14) Martin, Marie Madelein: Les doctrines 1or:iaJes en Franr:e, Ed.
Con<¡Uiotador, París, 1963, pág. 268,
(15) Pradera, Víctor: El Estttdo nuevo, Ed. Cultura Española, Madrid,
1941, pág. 106,
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capitalista, tiene el significado de rebatir la tesis de quienes afir­
man
la existencia de dos únicas clases irteconciliables entre sí. «Las
distancias entre las clases, nos dice Juan X"1II (16), no pueden
reducirse a un dualismo de bloques contrapuestos, fundado tan sólo
en
.Ja relación entre el capital y el trabajo» ...
Entre las desigualdades existentes entre las clases sociales, ocu­
pan un lugar importante las económicas, que derivan, según la teoría
marxista; de la propiedad de los medios de producción. Sin embargo,
este tipo de desigualdades al que tampoco. hay que conceder una
importancia mayor de la que tienen, es comecuencia, en primer
lugar, de la libertad e iniciativa humanas. En este sentido, Juan
XXIII ( 17), nos ha diicho que «ante todo debe afirmarse que el
mundo económico
es creación de la iniciativa personal de cada uno
de los ciudadanos, ya en su actividad individual, ya en el seno de
las diversas asociaciones, para el logro de intereses comunes», y un
poco más delante afirmaba que el Estado debía garantizar a esa es­
fera de iniciativa personal la mayor amplitud posible (18).
El adecuado desarrollo de
la libertad personal y social, o sea
el curso natural de las cooas, < socialmente
anormal-que los bieoes de la tierra estén, dentro de
ciertos límites desigualmente
repartidos» (19).
Ahora bien, afirmar
la existencia de desigualdades sociales y
económicas como una consecuencia derivada de -la naturaleza, no
significa afirmar que todas las desigualdades existentes sean justas,
pues. no todas tienen su fundamento en esa misma naturaleza.
Existen desigualdades injustas y antinaturales, tanto en un sen­
tido cualitativo, como en un sentido económico, cuantitativo, siem-
(16) Juan XXIII: Ad Petri catheáram; Colección ... , A. C. E., op. dt.,
pág. 883 (12).
( 17) Juan XXIII: Mater et Magistra. C.Olección ... , A. C. E., op. cit.,
pág. 2240 (9, '1).
( 18) Juan XXIII: Mater et Magistra. Colección ... , A. C. E., op. dt.,
pág. 2240 (9, 55).
(19) Pío XII: Conforto letitia. Alocución 7-947, BAC, Documentos
Sociales, pág. 961.
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pre y cuando estas últimas diferencias supongan un mal uso de la
propiedad o un abuso de
dérecho.
' Así, en el primer sentido, nos dice Juan XXIII (20) resulta
vieja en nuestro tiempo «aquella mentalidad secular por la que unas
determinadas clases reclamaban el primer puesto en virtud de una
privilegiada situación económica o social, o del
sexo (21), o de la
posición política».
«Es contraria al plan divino -nos dice la cons­
titución pastoral
G.at1di11m et spes (22)-.toda forma de discri­
minación
en los derechos fundamentales de la persona, ya sea so­
cial o cultural, por motivos de sexo, raza (23) color o condición
social, lengna o religión».
En torno
al segundo aspecto, es decir, las desigualdades econó­
micas, la constitución
Gaudium et spes (24) al mismo tiempo que
reconoce
la existencia de justas desigualdad-es, afirma que «resulta
escandaloso el hecho de las
excesivas desigualdades económicas y
( 20) «Al contrario -continúa diciendo el Pontífice-por doquier ha pe­
netrado y ha llegado 3¡ imponerse la persuasión de que todos los hombres por
rázón de la dignidad de su naturaleza son iguales entre sí. Y, así, las dis­
criminaciones raciales, por lo menos en el terreno doctrinal, ya no encuen­
tran 1justificaci6n alguna; lo cual es de una importancia extraordinaria para
la instauración de una convivencia humana confottme a los principios ante­
riormente expuestos». Paiem in terris. Colección ... , A. C. E., op. cit., pá­
gina 2542 '(43-44).
(21) Pío XII, refiriéndose a la igualdad económica entre el hombre y
la mujer, expresaba el interés de la Iglesia «en la águaldad de salario, su­
puesto igual trabajo y rendimiento entre el hombre y la mujer». La muier
en la vida socitd y polftica, aJocuci6n de 12-9-47. Colecci6n ... , A. C. E., op.
cit., pág. 692 (13).
(22) Gaudium et ·spes, Bac Minor, op. cit., pág. 415 (29). Fijémonos
bien que esa discrim:inaci6n está referida a los derechos fundamentales de la
persona, y no a todos los derechos. No es cierto, por tanto, «que todos ten­
gan derechos iguales en' la sociedad civil y que no exista jerarquía legítima»,
Pío XI: Divini Redemptoris. Colecci6n ... , A. C. E., op. cit., pág. 162 (33).
Esta doctrina está más ampliamente expuesta en las encíclicas Diuturnum
i//ud e Inmortale Dei, de León XIII. BAC, Documentos Políticos, op. cit.,
págs. 107 y sig,. y 186 y sig,.
(23) Cfr. Pablo VI: Oc!ogessima adveniens, Bac Minor, op. cit., pá­
gina 509 (16).
(24) Gattdium et 1pe1, Bac Minor, op, cit., pág. 415 (29).
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sociales que se dan entre los miembros o los pueblos de una misma
familia humana. Son contrarias a
la justicia social, a la equidad,
a la dignidad
de la persona y a la paz social e internacional». Y
Pío XII (25), después de hablar de lá intangibilidad del derecho
de propiedad, insiste
«en la necesidad de una distribución más
justa de la propiedad, y denuncia
lo que hay de contrario a la na­
turaleza en una situación social donde frente a un pequeño número
de
prMlegiados y riquísimos, hay una enorme masa popular· y
empobrecidas.» «Mientras muchedumbres inmensas carecen de
lo· es­
trictamente necesario --es otra vez la Gandi11m, et spes (26)­
algunos viven en la opulencia y malgastan sin consideración. El
lujo pulula junto a la miseria». Lo injusto de la situación no estriba
en la riqueza y la propiedad de unos pocos, sino en el mal uso que
de ello hacen, al no beneficiarse
.de esto los que están necesita­
dos
(27).
(25) Pío XII: ¿Qué da la Iglesia aJ trabajddor?, Rm., 2-3-55. Colec­
ción ... , A. C. E., pág. 712 ( 5).
En Divini Redemptoris 'decía que «cuando se ve por un lado una .mu­
chedumbre de indigentes que.
por causas ajenas _.a su voluntad. están real­
menit.e oprimidos por la miseria, y, por otro. lado, junto a ellos, tantos que
se divierten inconsiderableníente y gastan enormes s_umas en cosas inútiles,
no
podemos por menos de reconocer con dolor que no sólo _no es bien· ob­
servada la justicia, sino que tampoco se ha profundizado suficientemente en
el precepto de la caridad cristiana, ni se vive conforme a él en la piáctiéa
cotidiana». Colección ... , .(\.. C. E., op. cit.,-pág. 167 ( 47).
(26) Gaudium (!I spes, Bac Minar, op. cit., 455 (63).
Cfr. Pí~ XI: Quadragessimo anno. Colección ... , A. C. E., op. cit., pági­
na 638 (26).
(27) En este sentido «la remuneración del trabajo debe ser tal que per­
mita al hombre, y a su familia, una vida digna en el plano social, material,
cultural y espiritual, teniendo presentes el pu.esto de trabajo y la producti­
vidad
de cada uno, así como· las condiciones de la empresa y el bien común»,
Gaudium et .rj,es, Bac Minar, op. cit., pág. 459 (67). Creemos -importántí"'
sima la referencia a las condiciones de ,la empresa, ya.. que, cómo· dice Pío -XI,
«sería injusto pedir salarios desmedidos, que la empresa sin grave ruina Pro­
pia y, por lo tanto, de los obreros, no pudiera soportar», Qt1adragessimo armo,
Colección.,., A. C. E., pág. 640 (33).
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FEDERICO CANTERO NUNEZ
2. La ,dialéctica de clases según sus defensores
La existencia de clases sociales es W1 hecho real del que nadie
duda. Para unos contituyen un producto de la historia; para
otros
son una consecuencia derivada de la naturaleza y condición humana.
El problema discutido se plantea ahora en la cuestión moral :
las clases sociales, ¿deben seguir existiendo?, o bien, ¿deben ser su­
peradas por la evolución de la humanidad?
Para
la filosofía marxista y los partidarios de la teología de la
liberación,
de la revolución y de la violenncia, las condiciones his­
tóricas objetivas conducen a
su desaparición. Pero el hombre debe
procurar acelerarla, colocándose en el sentido de la historia. El pro­
cedimiento por
el cual desaparecerán las clases es dialéctico, es de­
cir, consiste en la lucha de clases. «Toda la historia de la sociedad
humana,
leemos en el Manifiesto Comunista (28), es una historia
de lucha de
clases.
Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la
gleba, maestros y aprendices; en una palabra opresores y oprimidos
frente a frente siempre, empeñados
en una lucha ininterrumpida,
vela:da unas veces y otras veces franca y abierta; en una lucha que
produce
en cada etapa la transformación revolucionaria de todo el
régimen social o el exterminio
de ambas clases beligerantes».
La lucha de clases consiste, segón Marta Hamecker (29), en
el enfrentamiento que se produce entre dos clases antagónicas, cuando
éstas luchan por sus intereses de clases.
Hasta la implantación del modo de producción capitalista, los
anteriores habían producido con su desaparición la calda de las
dos clases por ellos . producidas ( 30), dando origen a unas nue-
(28) Marx, K. y .Engels, F.: Manifiesto comuniita, Ed. Ayuso, 4.ª· ed.,
Madrid, 19TT, pág. 23.
(29) Harnecker, Muta: o¡,, cit., pág. 203.
( 30) La extinci6n 'de las clases-pé.rtenecientes al modo de producción
anterior no se produce, sin embargo,. ·de manera inmediata, sino que puedeO
existir en el seno de un modo de producción dominante, rela.ciones creadas
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DIALECTICA Y ARMONIA DB CLASES BN LA DOCTRJNA PONTIFICIA
vas que volverían a producir el proceso dialéctico anterior. Pero
superado el modo de producción capitalista ( superacióu que ven­
drá acelerada por la toma de conciencia de
la clase oprimida, que
lucha
de forma organizada y sistemática bajo la dirección del par­
tido obrero comunista), sobrevendrá
la síntesis definitiva de la his­
toria mediante la desaparicióu de las clases sociales,
daudo lugar, al
producirse el cambio de estructuras, a una sociedad nueva y a un hom­
bre nuevo que vivirá definitivamente en la igualdad, eo
la libertad,
al amparo de la justicia.
Por
una parte, la teología de la liberación, de la revolución,
de la violencia, el
movimiento de los llamados cristiauos por el
socialismo y amplios sectores del deoomlnado cristianismo de iz­
quierdas o progresismo cristiano, vienen a añadir al planteamiento
y solución marxista, la necesidad del compromiso cristiano en el
cambio de estructuras y su identificación con la praxis revolucio­
naria
marxista. Así, Ernesto Cardenal (31) afirma que «si los mar­
xistas necesitan a los cristianos para el establecimiento del socia­
lismo, también los, cristianos necesitan al marxismo, para el estable­
cimiento del Reino de Dios en la tierra ...
», ya que «el socialismo es
un sistema econ6mico que hace posible vivir el Evangelio».
A la Iglesia le toca, sobre todo, predicar el comunismo y «la
primera tarea del cristiano ahora es hacer la revolución (32)». De
este modo, advierte con razón Thibon (33 ), la revolucióu viene a ocu­
par el puesto de
la Revelacióu : «el hombre nuevo surgirá, como Venus
del
océauo furioso, del hacer y deshacer de las estructuras sociales,
el cielo descenderá sobre la tierra y el porvenir
alcanzará las pro­
mesas en que nuestros mayores, «alienados» y ciegos, situaban en
en modos de producción anteriores, pero estas relaciones, formadas por «las
clases de transición», llienden a desaparecer. CTr. Marta Hameck:er: op. cit.,
págs-. 187 y sigs.
(31) Cardenal, E.: La santt'dad de la revol11dón, Ed. Sígueme, Salamanca,
1976, págs. 59 y 63.
(32) Idem, pág. 56.
(33) Thibon, G.: «Revolución o conversión», en Verbo, núm. 84, pá~
gina 269.
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FEDERICO CANTERO·NUf!¡EZ
la eternidad», al tiempo que -según Girardi (34)-, · «la tierra
nueva será una comunidad en
la que el hombre será fin, artífice y
norma de acción.» Ello sólo es posible si se considera --como Ernes­
to. Cardenal considera (35)-que «el Dios de la Biblia es también
el Dios del
marxismo-leninisrnc».
La sociedad actual, dicen ellos, dividida en dos clases antagó­
nicas~ está dominada por la violencia institucional, es decir, la vio­
lencia del sistema capitalista ( o de cualquier otro que se oponga a
la revolución), al servicio del cual se halla el Estado, el derecho
y la ideología. Dentro de esta última se encuentra la misma religión
católica, en cuanto que no
toma. conciencia de la necesidad de luchar
en favor de los oprimidos.
Da.do que la lucha de clases es un hecho, se quiera o no, el cris­
tiano tiene la obligación
de· alistarse en el bando de los oprimidos;
quien
niega el planteamiento, quien no quiera darse cuenta de esa
realidad se coloca
-nos dicé Girardi (36)-en el bando de los
poderosos, del sistema establecido. El que
no se coloca .del lado de
1~ oprimidos, se sitúa frente a ellos.
El
recurso a la violencia material en esa lucha queda plena­
mente justificado, al
plantea,, la doble alternativa, o la violencia de
(34) Girardi, J.: Amor cristiano y /uch11 Je clases, Ed. Sígueme, Sala-
~ca, 1976, 2.a ed., pág. 30_
(35) Cardenal, E.: op. <ÍI., pág. 52.
(36) Girardi, J.: op. cit., pág. 57.
Cfr .. Gustavo Gutiérrez que, en Evangelio J praxis de la liberación, afirma:
«Los cristianos no ·son sinceros si no viven· "conflictiVainen:re" en la historia,
si no se traducen en identificación real con los intereses de los hombres que
padecen la opresión de los otros hombres, con la lucha de clases explotadas».
Cit: por .M. Molina, en ¿Donde Lenin, allí Jerusalén?, Ed, Tradición, México,
1975, pág. 130.
Por su parte, José María Díez Alegría dice: «El principio orientador de
la .ética cristiana no es fa colaboraai6n de clases, sino la sociedad sin clases.
En una sod-edad
de clases discriminatoria, la lucha de clases -por. parte de
las clases oprimidas---no es contraria al cristianismo. Es contraria al cristia­
nismo
la resistencia por ·parte· de las clases privilegiadas»,_ Semanario Destino,
24-10-70.
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DIALECTICA Y ARM0NIA DE CLASES EN LA D0CTRJNA PONTIFICIA
los opresores o la violencia de los oprimidos ( 3 7). En realidad, para
algunos
como E. Cardenal, esta última es una contraviolencia (38).
Por otra parte, los partidarios de la violencia revolucionaria, que
jamás se preocupan de fundamentar sus tesis en el magisterio pon­
tificio, aducen como testimonio de autoridad la encíclica Pop11-
lor11m pro gressio, ya que según ellos el sistema capitalista entraría
en
la hipótesis de «tiranía evidente y prolongada, que atentase gra'
vemente a los derechos fundamentales de la persona y damnificare
peligrosamente
el bien común del país», caso en que estaría per­
mitida una insurrección revolucionaria (39).
Además de deducir la lucha de
clases del Evangelio, afirman
que es una consecuencia práctica del mandamiento cristiano del amor.
Así -nos dice Girardi ( 40)-, «el cristiano debe amar a todos
pero no a todos del
mismo modo. Al oprimido se le ama defen­
diéndole y liberándole,
al opresor acusándole y combatiéndole. El
amor
nos exige luchar para liberar · a todos los que viven en una
condición de pecado objetivo.
La liberaciótl de los pobres y los ricos
se realiza al mismo tiempo>>. «El amor sin lucha de clases es ilusorio
y
emmascara el egoísmo y la pereza».
Habíamos visto anteriormente que en la sociedad existían · dé­
sigualdades justas y desigualdades injustas. Pues bien, podríamos
preguntarnos qué actitud adoptan, qué diferencia hacen
los parti­
darios de
la dialéctica de clases ante este· problema de justicia. Pues
bien, no hacen ninguna. No hay injusticias concretas y determinadas
dentro del sistema.
No hay patronos. buenos y justos, ni obreros
malos e injustos. Lo injusto es el sistema y, por lo tanto, son injus'.
tos todos los que, dentro de él, ocupan el puesto de opresores y ex­
plotadores. «La lucha social de la que hablamos, nos dice Girar­
di ( 41), debe
ser sistemática, revolucionaria e internacional... A
(37)
(38)
(39)
(31).
(40)
(41)
Girardi, J.: op. cit., pág. 68.
Cardenal, E.: op. cit., pág. 69.
Paulo VI: Pop11lor11m progreuio, · Bac Minot, ~p. cit., pág. 342
Giranli, J,: op, dt.J págs. 5.7 y-_59:-
Idem, pág. 57.
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FFDERICO CANTERO NUFIEZ
una injusticia incorporada al sistema se le debe dar una respuesta
sistemática». La injusticia está, pues, en las estructuras y no en los
hombres individualmente ronsiderados.
Para los partidarios de la dialéctica, todo se resume, en defini­
tiva en una frase: «Donde está Lenin, allí está
Jerusalén».
Y no pensemos que la finalidad de la lucha de clases, del cam­
bio-de estructuras o de la revoluvión, es la mejora de las condiciones
de los más débiles. «El marxismo, nos dice Henry Lefevre {42), no
fue un humanismo sentimental
y quejumbroso. Marx no se preocupó
del proletariado porque se halla oprimido, para lamentarse de
su
opresión... el marxismo no se interesa por el proletariado en la
medida en que es débil, sino en la medida. en que es una fuerza».
CW!Oto más inhumana sea la situación del pmletariado está más
próxima la revolución. «De ahí sus esfuerzos, nos dice Pío XI ( 43),
para hacer más agudos los antagonismos que surgen entre las di­
versas clases de la sociedad; la lucha de clases, con sus odios y
destrucciones toma el aspecto de una cruzada por el progreso de la
humanidad.
En cambio, todas las fuerzas, sean las que fueren, que
se oponen a esas violencias sistemáticas, deben ser aniquiladas como
enemigas del género humano».
3. El juicio del Magisterio Pontificio
Brevemente expuesta la praxis de la lucha de clases, vamos a de­
tenernos eo la postura que la Iglesia adopta freote a ella.
En primer lugar, la doctrina pontificia distingue, como vimos,
entre
las desigualdades injustas y las desigualdades justas y natura­
les. A estas últimas las defiende y las ampara, pues son obras de la
voluntad divina, que ha creado un orden natural orgánico. Frente
a las primeras, la Iglesia manda a sus hijos luchar por su desaparición,
(42) Lefevre, H.: El marxi.rmu, Ed. C.epe, Buenos Aires, W1'3, pá­
ginas 55·'6.
(43) Pío XI: Divini R.Pdemptoris. Colección ... , A. C. E., op. cit. pá­
gina 1S6 (9).
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DIALECTICA Y ARMONIA DE CLASES EN LA DOCTRINA PONTIFICIA
pero la lucha se plantea de una manera radicalmente distinta a la
ctiaJ.éctica ( 44).
Frente a quienes consideran que la causa del mal reside en las es­
tructuras exclusivamente, la Iglesia reconoce que «las perturbaciones
que tan frecuentemente agitan la realidad social
proceden., en parte,
de las tensiones propias de las estructuras económicas, políticas y
sociales. Pero proceden sobre todo de la soberbia y el egoísmo hu­
manos, que trastornau también el ambiente social» ( 45).
( 44) La constitución pastoral Gaudi11m et 1pes, después de referirse
a las excesivas desigualdades sociales y económicas, así como «toda forma
de discriminación en los derechos fundamentales de la persona», insta a las
instituciones humanas,
privadas o públicas, a ponerse al serviáo de la dig­
nidad y del fin del hombre, y a que «luchen con energía contra cualquier
esclavitud social o política y respeten, bajo cualquier régimen político, los
derechos fundamentales del hombre».
Y, en el párrafo siguiente, se manifiesta contra el individualismo al decir
que «la profunda y rápida tramformación de la vida eooi.ge, con suma -urgen­
cia, que no haya nadie que, por despreocupación frente a la realidad o por
pura inercia, se confon:ne con una ética meramente individualista», y frente
a esto recuerda los deberes de justicia y caridad: «El deber de justicia y ca.
ridad se cumple cada vez más contribuyendo cada uno .. al bien común, según
la propia capacidad y necesidad ajena, promoviendo y ayudando a las ins­
tituciones así públicas como privadas, que sirven para mejorar las, condiciones
de vida del
hombre». Bac Minor, op. cit., págs. 415-416, núms. 29 y 30.
Por su parte, Pío IX recuerda que Cristo declaró que «los beneficios hechos
-a los pobres y necesita.dos, los considerarla como hechos a El mismo, anun­
ciando delante de todos la especial cuenta que tomará en, el día del Ju.ido de
estas obras de -miseritordia,. sea para dar premios de vida eterna a los fieles
que las practicaron, sea para condenar al fuego eterno a los que las olvidaron».
No.rtis et Nobis-cum, BAC, Documentos Sociales, pág. 129 (20).
Es conveniente recordar a quienes pretenden establecer la justicia en las
estructuras, precisamente estas palabras de Pío IX en las que habla del ne­
cesitado o dcl pobre, no ya como un hermano, sino como del mismo Cristo;
y es por tanto a El al que tenemos el deber grave de socorrer en su miseria
o injusticia, contribuyendo de
este· mqdo a la superación de las injustas des­
igualdades.
(45) Gam:Jium el .rpe.r, Bac Minor, op. cit., pág. 412 (25).
En este mismo sentido, Pío XI seña.la que las camas del mal, esto .es «la
desoristianfaadón de la vida social y eronómica, así con;io la consiguiente apos-
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FEDERICO CANTERO NUí'iEZ
Pgr eso, las estructuras · pueden siempre ser mejoradas. y perfec­
cionadas, pero la Iglesia es consciente -como dice Pablo VI ( 46)­
de que «aun las mejores estructuras, los sistemas más idealizados se
convierten pronto en inhumanos, si las inclinaciones inhumanas del
hombre no son saneadas, si no hay una conversión de corazón y de
mente,
por parte de quienes viven en esas estructuras o las rigen».
Echar a las estructuras la culpa de las injusticias, esconde dos
gravísimas hipocresías: la primera, pretender una sociedad jusra en
la que nadie individualmente deba serlo; la segunda es la no exi­
gencia de la propia responsabilidad personal, que queda ahogada
en las ~smas estructuras que, de este mod?', además, absorben y ma­
sifican. Si no se corrigen estos errores, si no se reforma el co-
tasia en una. gran parte de los obreros, tiene su prmapio y origen en las
pasiones desordenadas del alma, triste conserueocia del pecado original; él
deshizo de tal forma a la conc.ordia que existía entre las facultadés humanas
que el hombre, fácilmente ·arrastrado por los malos apetitos, se siente vehe­
mentemente incitado a anteponer los bienes caducos de este mundo a los ce-,
les_,tiales y duraderos. Del aquí esa insaciable sed de riquezas -Y bienes tempo­
rales, que, en todos los tiempos, han_ empuja.do a los hombres a infringir las
leyes de Dios yl a roncitlcar los derechos al prójimo, pero que en la organi-
2ación moderna de la -economía p,i-epara atractivos mucho más numerosos a
fa. fragilidad humana». Quad,agessimo anno. Colección ... , A. C. E., op. dt.,
pág. 653 (54) .
. Cfr. Ubi arcano, de Pío XI. Colección ... ,.A. C; E., op. t:11., pág. 1893 (11).
Por su parte, Pablo · VI dice que «la avaricia de las personas, de las familias
y de
las naciones, puede apoderarse lo mismo de los más desprovistos . que
de los
más ricos y suscitar en los unos-y en los otros un materialismo- so­
focante».
Populorum progressio, Bac Mic.or, op. cit., pág. 337-· {18).
Este
texto prueba claramente que el mal -en este caso -la avaricia-no
reside en
una clase o estructura determina.da, sino en los hombres todós, · en
las familias y en las naciones, tanto de los que «viven por· sus manos» como
los ricos. No hay tampoco que .olvidar-«que el egoísmo y el afán de dominar
al
prójimo son tentaciones permanentes del hombre». Octogessima -adveniens,
Bac Minor, op. t:it., pág. 504 (15).
(46) Pablo VI:
«Exhortación apostólica EVangelii nuntiandi», 8-12.:75,
O. R., ed. semanal en lengua española. Año VII, núm. 51 (364).
CTr ., asimismo, la carla . del -cardenal Villot, como Secretario de Estado
eb. nombre de Pablo VI, a la LVIII semana sócial de Francia, &clesia, nú­
mero
1559 .de 17 de julio.
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DIALECTICA Y ARMONIA DE CLASES EN LA DOCTRINA PONTIFICIA
razón, «aun las ideologías más revolucionarias -la palabra no tiene
aquí el sentido
marxista-no desembocarán más que en un simple
cambio de
amos: instalados a su vez en el poder, estos nuevos amos
se rodean de privilegios, limitan las libertades y consienten que se
instauren nuevas formas de injusticia» ( 47).
El origen de las
esclavitudes y de las injusticias está, pues, en el
pecado original (
48), y su práctica diaria en el pecado personal;
por eso, la liberación del pecado, es decir, la liberación cristiana, su­
pone la liberación de todas las injusticias, de todas las esclavitudes.
Esto es de lo que no se quieren enterar los partidarios de la teo­
logía de la liberación, constituyendo su actitud una forma de ateís­
mo moderno, tal como
ha constatado el Concilio Vaticano II (49),
y a los que recientemente se oponía el Papa Juan Pablo 1 (50), al
decir que «es erróneo afirmar que Ía liberación política,
económica
y social coincida con la salvación en Jesucristo, que el Regmmz Dei
coincida con el regn111n hominis, que 11bi Lenin, ihi Jerusaiem».
Los aspectos sociales y económicos no son olvidados por la doc­
trina pontificia, pero han de estar en su tratamiento, como en su
práctica, ordenados a Dios (51).
( 47) Pablo VI: Octogessima adveniens, Bac Minar, op, cit., pág. 520 ( 45).
( 48) «El pecado originaJ es la culpa hereditaria., propia, aunque no
personal de cada uno, de los hijos de Adán, que en él pecaron; es pérdída
de la gracia -y, consiguientemente, de la vida eterna-y propensión al mal, que cada cual ha de sofocar y domar, por medio de :la grada de la
penitencia, de la lucha y del esfuerzo moral».
Pío XI: 1\lit brennender sorge, Colección ... , A. C. E., op cit., pág. 145 (23).
( 49) Entre las formas del ateísmo moderno debe mencionarse la que
pone la liberación del hombre principalmente en su liberación económica y
social». Comtitución pastc,ral «Gaudium et spes», Bac Minor, op, cit., pá­gina 406 (20).
(50) Juan Pablo I: La virtud de la esperanza, audiencia general del
miércoles 20-9-78. La sonrisa de Juan Pablo I (Discurso Y alocuciones· de
su breve pontificado), Madrid, 1978, pág. 91.
(51)
Pío XI, dirigiéndose al epistopado mexicano, dice que «no se
correrá el peligro de sacrificar los principios a los fines inmediatos o se­
cundarios y no se olvidará jamás que a ese fin último se deben subordinar las
obras sociales y económicas y Ja:s· iniciativas· .. de caridad». Firmissimam c01Js­
tantiam. Colección ... , A. C. E., op. cit., pág. 1929 (VI).
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FEDERICO CARTERO NU1'EZ
Esta doctrina social ha sido puesta en práctica por la Iglesia
desde los primeros tiempos.
Así, el mismo Cristo, que se sometió
voluntariamente a las
leyes de su patria (52), y la Iglesia de las
catacumbas romanas -en contra de lo que el movimiento GRECE
quiere descubrir abora ( 5 3 )-no supusieron ninguna revolución
social, sino que proclamaron la palabra de Dios en el
ámbito de las
estructuras vigentes, sometiéndose a las autoridades (54),
y al orden
establecido,
y fue buscando la reforma moral personal, como paula­
tinamente fueron suavizando las costumbres de la época, en .tomo
a cuestiones tan graves como la esclavitud (55).
Esta actitud fue la más contraria a la de quienes pretenden el
cambio de las estructuras por medio de la lucha de clases.
En los
últimos tiempos, la actitud de la Iglesia ante la dia­
léctica de clases está condicionada al capitalismo liberal y a la
praxis marxista, con
sus derivados de la teologia de la liberación y
compañía.
Creemos que es necesario hacer un inciso para distinguir entre
do's conceptos muy diversos, que, sin embargo, muchas veces se em­
plean indistintamente. Esto es, el capitalismo y el capitalismo libe­
ral. El capitalismo consiste
en «aquella manera de proceder en el
(52) Cristo, «sometiéndose voluntariamente a las leyes de su patria,
santi'ficó los ;vínculos hwnano.s, sobre todo los de la. familia, fuente de vida
social. Eligió la vida propia .de un traba.jador de su tiempo y de su tierra».
Gaudium et 1pes, Bac Minor, op. cit., 418 (32).
(53) Cfr. L. Morteau e Y. Le Penquer: La tesis del cri.rtianiimo
11eneno y, más especialmente, el epígrafe «la :doctrina del cristianismo pri­
mitivo
y la revolución social», en Verbo, núm. en-152, .:pá~. 257 y sigs.
(54) Cfr. Gregario-XVI: Mirari Vo.r. ·Colección ... , A. C. E., op. cit.,
pág. 9 (14). León XIJI, Diuturnum illud, idem., pág. 24 (20).
(55) Las cartas de los apóstoles son las ,más claras en este sentid.o:
«Cada uno
permanezca. en el estado en que fue llamado»; «Fuiste llamado
en iJa servidwnbre, no te preocupes-... », I Corintios (7, 20), «los siervos que
están
bajo el yugo de la servidumbre, tengan a sus amos como acreedo-res
de todo honor», I Tfmoteo· (6, 1); «Los siervos ~ con todo temor su­
jetos a
los· amos, no sólo, a los bondadosos y afables, sino también a los
riguroso», I Pedro (2, 18). Cfr. León XIII: Catho/icae Etclesiae, en Bac,
Doaunentos Sociales, op, -cit., ·pág. 241.
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DIALECTICA Y ARMONIA DE CLASES EN LA DOCTRJNA PONTIFICIA
mundo económico por la cual unos ponen el c~pital y otros el tra­
bajo» (56). Es decir, consiste exclusivamente en un sistema econó­
mico. Sin embargo, este
sistema económico corre el grave riesgo
-por no subordinarse al orden moral que es superior y olvidar
que
la economía está al servicio del hombre (57)-de considerar
«el
lucro como motm esencial del progreso económico, la concurren­
cia como ley suprema de la economía,
la propiedad privada de los
medios de producción como un derecho absoluto, sin límites ni
obligaciones sociales correspondientes» (58).
En este momento el
capitalismo es ya liberalismo y se enfrenta al orden natural, pertur­
bándolo.
«&te liberalismo sin freno que conduce a la dictadura,
(56) Pío XI: Quaárages.simo anno, Colección ... , A. C. E., op. cit., pá­
gina 646 (38).
(57) Cfr. Pablo VI: PopuJorum prOgre.rsio, Bac Minor, op. cit., pá­
gina 340 (26).
Cfr. Juan XXIII: Mater et Magistra. Colección ... , A. C. E., op. cit:,
pág.
2238 (57, 37).
CTr. Pío XI: Qudarages.rimo anno, idem, pág. 643 ¡(37).
(58) Pablo VI: Pop11/or11m progressio, Bac Minor, op, cit., pág. 340 (26).
dr. Pío XI: Quadrageuimo an110. «Así como la unidad del cuerpo social
no
puede basarse en la oposición de clases, tampoco la recta organización
del mundo económico puede entregarse al libre juego de las concurrencias
de las fuerzas». Colección ... , A. C. E., 643, (37). Por su parte, Pío XII
manifiesta que «la conciencia cristiana no puede admitir como justo un or­
den social, que o niega en pt,inoipio, o hace prácticamente impo5':ible o
vano, el derecho natural de propiedad, así sobre los bienes de consumo,
como
sobre los medios de producción, pero tampoco puede ella aceptar
aquellos sistemas que reconocen el derecho a la propiedad privada . según
un concepto totalmente falso, y se hallan, por lo tanto, en oposición con el
verdadera y sano orden social. Por lo tanto, allí donde el capitalismo se
funda en esos conceptos erróneos
y se atribuye un derecho ilimitado sobre
la propiedad, sin sujeción alguna al bien común, la Iglesia lo ha reprobado
como contrario al
derecho natural». Por la civilizaci6n rristiana, Rm., 1-9-44.
Colección ... ,.A. C. iE., op. cit., pág. 205 (10).
Cfr. Juan XXIII: Mater et Magistra, «Tanto la concurrencia de tipo li­
beral como la lucha de clases de tipo marxista son antinaturales y_ muy
contrarias a
.las enseñan2as cristianas». Colección ... , A. C. E., op. cit., pá­
gina 2237 (4,23).
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FEDERICO CANTERO NU1'EZ
justamente fue denunciado por Pío XI como generador del imperia­
lismo internacional del dinero» (59).
En
el siglo pasado, el capitalismo, contagiado de liberalismo, trajo
consigo una estructura social que favorecía la miseria de quienes-, ais­
lados por la supresión de las asociaciones y gremios del antiguo
régimen, se encontraron entregados «solos e indefensos a la
inhu­
manidad de sus patronos y a la desenfrenada codicia de los com­
petidores» (60). Ante esta realidad, nos dice Pío XI (61), «León
XIII puso todo empeño en ajustar esa organización económica», es
decir, ese capitalismo liberal, «a las normas del recto orden, de donde
se deduce que no puede condenarse por sí mismo; y que, en rea­
lidad, no es por su natur~eza viciosa» --esto es, el sistema econó­
mico basado en la propiedad de los medios de producción y no en
el liberalismo que fue condenado ya por Pío IX (62)'---«pero viola
el recto orden cuando el capital esclaviza a los obreros o a la clase
proletaria ...
», de tal forma que «todo el capital sirva sólo, por lo
tanto, a su voluntad y a su utilidad, despreciando la dignidad hu­
mana de
los obreros, la índole social de la economía y la misma
justicia
social y bien comúro>. Es decir, cuando se contagia de li­
beralismo; pero, aun en este caso, la disolución no está en la dialéctica
de
clases y el cambio de estructuras, sino en ajustar el sistema
al recto orden ( 63). «Los medios para salvar al mundo actual
de
la triste mina en que el liberalismo amoral lo ha hundido --ru,s
dice Pío XI ( 64 )-no consisten ni en la lucha de clases, ni en el
(59) Pablo VI: Popu/orum progressio, Ba:c Minor, op. rit,, pág. 340 (26).
(60) León XIII: Rerum novarum. Colección ... , A. C. E., op. cit.1 pá­
g;na 595 (2).
(61) Pío XI: Quadragessimo anno. Colección ... , A. C. E:, op: cit:, pá­
g;na 646 (38).
(62) Pío IX: Syllabus, Pr~p. 80. Colección ... , A. C. E., op. cit., pá­
gina 911 (80).
( 63) Para Pío · XI, nos dice Salleron, «hay explotación capitalista, cuan­
do hay explotación, es decir injusticia en el régimen capitalista. Pero el
sistema capitalista no constituye en sí mismo la explotación». «¿Qué es la
explotación?» en
Verbo, núm. 95-96, pág. 522.
(64) Pío XI: Divini Redemp-toris. Colección ... , A. C. E., op. cit., pá­
gina 162 (32).
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DIALECTICA Y ARMONIA DE CLASES EN LA DOCTRJNA PONTIFICIA
terror, mucho menos aún en el abuso autocrático del poder estatal,
sino
,en la penetración de la justicia social y del sentimiento de la ca­
ridad cristiana en el orden económico y social».
Ahora bien, la situación
de injusticia, debida a la influencia
del liberalismo en los patronos,
más arriba afirmado por Pío XI,
podría afirmarse que contenía en sí misma una dialéctica, tal vez
inconsciente, que
se ejercía frente a enormes masas de obreros, lo
que podría favorecer en ellos el surgimiento de gérmenes de odio
y de envidia contra quienes les mantenían en
tal situación ( 65).
Con la aparición del marxismo, llegó un momento en qne este
odio, esta envidia, es.te resentimiento, fue sistemáticamente aprove­
chado y organizado, al tiempo que era fomentado allí donde no
existía, con la finalidad de
derribar el orden establecido, por medio
de
la lucha de la clase obrera y proletaria contra la clase capitalista
y burguesa. Pero esta lucha no estaba dirigida contra los numero­
sos abusos e injusticias que .se producían, sino contra todos los-que
dentro de la sociedad eran propietarios o estaban al servicio del
sistema, ya que, se~ el_ marxismo, la estru.(ID!a social era en sí
económicamente explotadora, políticamente opresora e ideológica­
mente dominadora.
Sin embargo, esta actitud
es radicalmente contraria al manda­
miento evangélico del
amor, ya que se basa en lo que constituye su
( 65) «Desdichadamente, es difícil· que reine y dure la paz interna en
las inteligencias y en los co.razones entre los .ciudadanos y entre -las clases
sociales, si entre los ciudadanos y entre las clases sociales surgen fuertes
motivos de contraste, por una no equitativa distribución y proporción entr.e
beneficios y cargos, entre derechos y deberes, entre la contribución de capital,
dirección, trabajo
y participación en aquellos frutos que sólo cabe producir
mediante una amigable cooperación».
Pío XI Benedelto iJ natale,-BAC, Do·
cumentos Sociales, op. cit., pág. 543 (15).
Cfr. León XIII: Graves de communi, ídem, pág. 373 (15). A canse.
cuencia de la descristiani2ación y materialismo, Pío XII nos dke que «la
propiedad privada llegó a ser para los unos un poder dirigido a explotar el
trabajo de los demás, y en los otros engendró celos, envidia, descontento y
odio; la consiguiente organización acabó por convertirse en fuerte arma de
lucha para hacer prevalecer los intereses de clase». ~/ «nuevo orden» inter­
nacional,
Rm. de Navidad, 1941, Colección ... , A. C. E:, op. cit., pág. 341 (15).
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FEDERICO CANTERO NUf más · amplia y total negación ; esto es, el odio que se alimenta de la
envidia
y del resentimiento, de la soberbia y de.Ja codicia (66). En
vez de buscar la desaparición de los egoísmos individuales dentro
de
un sistema de organiazción social, se propone como remedio el
egoísmn colectivo
(67).
No es pcsible una lucha de clases guiada por el amor. Lucha
de clases y amor son realidades excluyentes. Pretender el levanta­
miento de
las clases pobres contra las ricas guiado por el amor -fue­
ra del pensamiento de alguien que no tenga bien claro lo que sig­
nifica y
es cada cosa-constituye la cuadratura del círculo.
Históricamente ha
habido revueltas sociales. redncidas al ám0
bito de una injusticia también concreta, pero estas· revueltas han es­
tado condicionadas siempre por dos realidades : una contraria al amor;
esto
es, la envidia, que fue, además, la que ocasionó la primera reo
belión del hombre contra Dios ( 68) ; y otra que resulta indife.­
rente al amor, esto · es, · 1a hecesidad perentoria, que, evidentemente,
podría justificarlas pero no precisamente en base al amor.
La idea de revolnción
social es nueva, surge cuando el pueblo
( 66) Pío XI, después de recordar a S. Pablo cuando dice que la raíz
de todos .los males .es la codicia [I_ Ti.moteo :(6,10)}, analiza algunos de
sus efectos y consecuencias: «De la codicia proviene la desconfianza mutua
que esteriliza todas las relaciones humanas: de la codicia, la odiosa envidia
que hace _considerar como un dafi.o propio toda ventaja ajena; de la codi­
cia, el sórdido individualismo que todo. lo subordina al propio interés sin
ocuparse de los demás, y á.un peor, pisoteando sin piedad todos_ sus dere-­
chos ... ». -Caritate christi compt1/si. Colección ... , A. C. E., op. cit., pág. 660 (3).
( 67) Pablo VI distingue y opone a la concepción fwidamental teoló­
gica moral del cristianismo, la concepción mar,rista que «supone el odio y
la lucha sistemática¡ supone el egoísmo colectivo como remedio del egoísmo
personal o de categoría; y parece ignorar la complementaried.ad de las fun­
ciones sociales libres y repudiar como fórmula normal de la sociabilidad,
la ordenada participación .en los· procesos lo mismo económicos que cultu~
rales y políticos y rechaza en el fondo la solidaria colabo-ración para un
común y justo ·bienestar». Alocución miércoles 19 de septiembre 197'.5,
Bcclesia, núm: 1768.
(68) Cfr. Donoso Cortés: Discurso sahre la dictadura. Obras Comple­
tas, BAC, t. 11, Madrid, 1970, pág. 311 con Glnesis (3-5).
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DIALECTICA Y ARMONIA DE CLASES EN LA DOCTRINA PONTIFICIA
pierde su identidad y se convierte en masa (69). En un pueblo, esto
es, en un orden social concreto, que constitúo/e un organismo for­
mado
por muy variados grupos, cada uno de los cuales realiza una
función diferente
y complementaria, al oiempo que cada hombre es
consciente
de sus propias responsabilidades, no es factible una revo­
lución llevada a
cabo por medio de la 1ucha de clases, ya que éstas
no tienen un sentido dialéctico ni obedecen a la idea marxista de
las mismas.
En un pueblo, hombres, grupos, clases están unidos por
sus múltiples vínculos y lazos, necesarios, diversos y complemen­
tarios, que les impiden plantear entre ellos relaciones dialécticas.
La revolución social, la lucha de clases, para poder realizar y
practicarse, necesitan primero destruir al pueblo. Destrucción ope­
rada mediante su reducción a múltiples partículas individuales que,
primero, son
desarraigadas y, finad.mente, uniformadas y unidas en
torno a un interés artificial (interés marxista de clase). Entonces ya
es posible la dialéctica el,, clases. Antes, •imposible. Esta afirmación
niega totalmente la tesis contenida en el primer párrafo del Mani­
fiesto comunista
...
La lucha de clases, como medio, queda, pues, condenada por ser
contraria
al amor (70). Pero, ¿qué diremos de los fines que persi-
( 69) «Pueblo y multitud amorfa, o según suele decirse, masa, distingue
Pío XII, son dos conceptos distintos, El pueblo vive y se mueve por. su
propia vida;
la masa es de po-r sí inerte y no puede ser movida sino desde
fuera. El pueblo vive de la. plenitud dé la: vida de los hombres que lo com­
ponen, cada uno de los cuales --en su propio puesto y según su propio
modo-----es una persona consciente de su propia responsabilidad y. de sus
propias convicciones.
Por el contrario, ,la masa espera el impulso del exterior, fácil juguete
en manos de cualquiera que explote
sus ~nstintos o sus pasiones, dispuesta
a seguir cambiando sin
cesar; hoy. ésta, mañana aquella .rotra bandera». El
Pt"ohlema de la democ,-acia, Rm. de Navidad, 1944. Colección ... , A. C. E.,
op. dt., pág. 372 (8).
(70) Una lectura poco atenta del número 34 de la Octogessima adveniens
podría inducir a pensar que en ella se condena 1a lucha de clases e'xc/11siva­
mente por los fines a que. conduce. Ello, sin embargo, no es así.
El texto dice: «Sí bien en· la doctrina del marxismo, tal como ~ con­
cretamente vivido, pueden distinguirse
estos diversos aspectos -se refiere
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FEDERICO CANTERO NUFJEZ
gue? Estos son, en primer lugar, contrarios a la naturaleza, ya _que
se pretende la supresión de las clases sociales que se derivan de la
naturaleza misma (71) ;' y en segundo lugar, bajo una perspectiva
más amplia, pretenden la implantación de unas estructuras nuevas,
que
soo intrínsecamente perversas, tal como Pío XI las calificó (72).
Esto significa que sus rebeliones y revoluciones son plenamente
ilegítimas, no estando,
por tanto, asistidas de ningún derecho y que­
dando,
por consigniente, excluida para ellas, la hipótesis de rebelión
recogida en la
PQpulor11m progressfo (73), al tener por objeto utopías,
a ellos en el núm. 3 3-que se planteap. como interrogantes a los cristianos
para la reflexión y. para la a_cción, es_, sin_ duda, ilusorio y peligroso olvidar
el lazo íntimo que lés une radicalmente; el aceptar los elementos del aná~
lisis marxista sin reconocer sus relacion.e5 con la ideología, el entrar en la
práctica de la lucha· de eta.res, de su interpretad6n marxista omitiendo el
percibir el tipo de sociedad totalitaria y violenta a que ·conduce este proce~
so ... ».
No se puede leer los textos sacándolos del contexto extrapolándolos;
¿Qué ocurrida si empezáramos.a recitar el Credo a partir de_ Pondo Pilato?
Cuando Pablo VI advierte de lo ifo.sOrfo · ·}' ·peligroso de la lucha de
clases
por conducir ésta a un tipo de~ sociedad totditaria y violenta, previa~
mente .en la misma Carta apostólica ha condenado la lucha de clases sin
más. Así, en el número 29, cuando dice que «no es lícito favorecer a la
ideología marxista, a su materialismo ateo y a su dia/lctica de la vio/en'cia ... »,
y en el número 33 distingue cuatro aspectos del marxismo, inplícita.mente
condenados, siendo el primero de ellos «una práctica activa de la lucha
de clases». Así, pu.es,
la materiá. referente a la -lucha de clases contenida
en· el transcrito párrafo 34, tiene la exclusiva finalidad de ofrecer un se­
gundo motivo -los fines a que conduce--· para desechar y reprobar la
lucha de clases.
('71) Juan XXIII, después de citar la encíclica Rerum novarum, afir­
ma que «quien se atreve a negar la diversidad de clases sociales, ya por
ello mismo, va contra las )eyes· de la Ilaturaleza». Ad' Petri cathedram. Co­
lección ... , A. C. E., op. cit., pág. 882 (11).
(72) Pío XI: Divini Redemptoris. Colección ... , A. C. E., op, cit., pá­
gina 171 (58).
(73) Pablo VI dice textualmente: «SÍh embargo, como es sabido, la
insurrección revolucionaria
-salvo len él caso de tiranía evidente y prolon­
gada, que atentase a 105 derechos fundametltales de la persona y dañase
peligrosamente al bien común del país-engendra nuevas injusticias, intro-
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DIALECTICA Y ARMONIA DE CLASES EN LA DOCTRINA PONTIFICIA
como la desaparición de las clases sociales, y pretender implaotar
W1 sistema totalitario, que supondría un D?,al· ~ás grave para la liber~
tad personal y social, para la justicia y, por lo tanto, para el bien
común,
fin inmediato al que deben orientarse las actividades socia­
les
y políticas, pnede ser un
fin sociab>.
Por todo ello, S. Pío X (75) ordena qne «nadie, so1o o asociado,
que se gloríe
de ser cristiano, si tiene presente su deber, debe alentar
enemistades y odios entre las clases sociales, sino, más bien, la paz
y caridad mutuas.» Y el Papa Pablo VI, que condenó (76) al mar­
xismo, entre otras
cosas, por su «dialéctica de la violencia», nos
duce nuevos desequilibrios y provoca nuevas ruinas. No se puede combatir
un mal real
al precio de un mal mayor». Popu/orum progressioi Bac Minor,
op. cit., pág. 342 (31). Cfr. Octogessima adveniens, Bac Minor, op. cil.,.
pág. 513 (34).
(74) Pío XII: ¿Qué da la Iglesia al trabajador?, Rm. 2-3-51. Col«·
ción ... , A. C. E., op. cit., pág; 712 (6).
Cfr. Pío XII: Discurso del 6 de agosto de 1952, ídem, pág. 781 (6).
(7:5) S. Pío X: Singu/ari r¡uadam, BAC, · Documentos Sociales, op. ciJ.,
pág. 448 (3). Estas mismas palabras son recordadas por la Sagrada Con­
gregación Conc. el 5-6-29. Colección ... , A. C.:E,, op, cit., pág. 620 (6).
Pío XI, refiriéndose ·a los males sociales interiores, · CU.enta, en primer lugar~
«la lucha
de clases, que cual llaga mortífera existe ya como inveterada en
el seno mismo
de las naciones, hiriendO ·de muerte la agricultura, la indus­
tria y el comercio, en
una palabra, los-eleinentos todos -de la -propiedad
privada y
de la pública. Y este mal ·se hace cada vez más pernicioso por
fo. codicia de los bienes materiales, por una parte, y por la otra por la
obstinación
en conservarlos, pero en ambas, por el ansia de riquezas y de
mando».
Ubi arcano. Colección ... , A. C. E., op, cit., pág. 1891 (6). Pío XII,
dirigiéndose a la
juventud católka alemana: «Hoy, menos que nunca., no
hay lugar
ni tiempo para la lucha de clases, para el egoísmo de grupos
económicos y sociales, para el descanso de aquellos que sólo exigen sin
dar nada». En Dios, ante Dios, Conferencia 23-5-52. Colección.: .. , A. C. E.,
op. cit., pág. 247 :(8). Juan XXIII « ... mas quien se opone a la colabora­
ción necesaria y amistosa entre las clases~ intenta, sin dividir
la sociedad humana, con grave peligro y dañó del bien público y
privado», Ad Petri cathedram. Colección ... , A. C. E., op. cit., pág. 882 (11).
(76) Pablo VI: Octogessima adveniens, Bac Minor, op, cit., pág. '.510 (3).
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FEDERICO CANTERO NUREZ
dijo, a través de su Secretario de &lado (77), que el plan de Dios
sobre
el mundo
es un designio de amor y de paz entre las diversas
comunidades
humanas, destruidas por el pecado, y no un dualismo
.iriteductible o una dialéctca en la que la lucha entre dos fuerzas
hostiles sería el camino obligado hacia una
armonía total. Esta sólo
se puede lograr renunciando a la lucha de clases, al cambio de es­
tructuras; en una palabra, renunciando y combat!iendo a la revolución.
Debemos recordar, una vez más, estas palabras de S. Pío X
que figuran en la contraportada de V ,rbo (78) : «No, venerables
hermanos
-hay que recordarlo enérgicamente en estos tiempos de
anarquía social e intelectual, en que cada individuo se convierte en
doctor
y en legislador-no se edificará la ciudad de un modo dis­
tinto a como Dios la ha
edificado... no, 1a civilización no está por
inventar, ni la nueva ciudad por construir en las nubes. Ha existido,
existe. Es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No se trata
más que de instaurarla y restaurarla sin cesar~ sobre sus fundamentos
natutales y divinos, contra los ataques siempre nuevos de la utopía
malsana, de fa revoludión y de la impiedad: ,«Omnia instaurare in
Cristo».
Estas palabras de S. · Pío X resumen · la actitud del magisterio
( 77) « ... _Para un cristiano, la respuesta no procede, vosotros lo sabéis,
de un dualismo irreductible o de una dialéctica en la que la lucha entre
las fuerzas hostiles sería d camino obligado hacia una armonía total. El plan de
Dios sobre el mundo es un designio de amor y de paz entre el hombre y la -
mujer, igual que entre las diversas comunidades humanas desechas por el peca­
do. Y Cristo ha venido a derribar el muro de odio que separa a los hombres
(CTr. Efe.ros (11,5)). Tal es nuestra fe y nuestra ¡esperan.za, tal es fa fuente
inalterable
de nuestro amor». Carta del cardenal Juan Villot como secretario
de Ertado en nombre del Papa a la LVIII semana social de Francia. 3-7-71,
Ecc/esia, 1550. El mismo Pablo VI, en la atlocución con motivo del 7'5 ani­
versario
de la Rerum not1arum (Ecclesia, núm. 1.249, 4-VI-1966), nos dice:
«La· lucha de clases, erigida en ;sisitema, vulnera e impide la paz social y.
desemboca fata!lmente en fa violencia y en el atropello, llevando a la abo­
lici6n de la libertad y conduaiéndo después a la instauración de un sistema
pesadamente autoritario y tendencialmente totalitario.»
(78) S. Pío X: Notre charge afroito/ique, BAC, Documentos, op. di.,
pág. 408 (11).
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DIALBCTICA Y ARMONIA DE CLASES EN LA DOCTRINA PONTIFICIA
pontificio frente a '.la dia!léctlca de clases utilizada por la revolución,
y sirven también como prefacio de lo sustentado. por ese mismo ma­
gisterio, en tomo a
la relación entre las clases sociales: instaurar y
restaurat la ciudad católica.
II. ARMONÍA
Admitida como un hecho necesario la diversidad de clases, es
fácil ya sabet cuál es '.la solución, que, por derivarse del orden
natural, sostiene
la doctrina pontifica en torno a las relaciones entre
las misma: ésta
no puede ser otra que la inspirada en el orden, la
paz y la armonia. Y, fijémonos bien, que fa inintetrumpida y
continua
mención de esta palabra en los textos pontificios consti­
tuye también una
inintetrumpida y continua afirmación de las di­
versidades.
y desigualdades sociales, ya que la armonía · es siempre
adecuado orden
y proporción de distintas y desiguales partes con el
todo.
L Una sociabilidad fundada en el amor
La construcción social de la Iglesia, fundada en el orden natural,
patte, ante todo, del mandamiento cristiano del amor. Del amor a
Dios
y del amor a1 prójimo. Pero, ¿quién es d prójimo? «Prójimo,
nos dice
Pablo VI (79), -interpretando la paníbola del buen sa­
maritano-, es todo aquel que tiene necesidad de nosotros; es una
definición amplísima que supera todo limite y que comprende tam­
bién a los extraños e incluso a los enemigos».
Los hombres tienen necesidad unos de otros, ya que la sociabili­
dad es una caractetistica esencial de la naturaleza humana.
«No hay
nadie, nos
dice León XIII (80), por muy rico que sea, que no
(79) Pablo VI: «Alocución del 12 de noviembre de 197:5», Eccle.ria, 19167.
(80) León XIII: Graves de r:ommuni,_ BAC, Documentos Sociales, op.
cit., pág. 370 (13).
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FEDERICO CANTERO NÚi necesite de otro, ni nadie tan absolutamente pobre, que no pueda
ayudar en algo a otro.
Es innato en et hombre el pedir ayuda a los
demás y el prestarla benévolamente». Aquellos que están más cerca­
nos a nosotros nos necesitan más que los que están lejos; por eso
están más próximos, son más prójimos.
Aún más, la :relación de necesidad, que en este caso es además
recíproca, es mayor entre aquellos que, en un determinado orden
de la vida, se hallan en una situación desigual, pero complemen­
taria. Como
es, por ejemplo, el patrono y el obrero de tlrl!a mfrma
empre,sa, el profesor y el estudiante de' un mismo coiegio, el maes­
tro y el aprendiz de un misnw gremio, el médico de cabecera y su
paciente, ya que estas relaciones son mucho más íntimas y profundas
que
fas existentes entre dos patronos y dÓs obreros de empreas di­
ferentes, dos estudiantes y dos pofesores de colegios diversos, dos
maestros y dos apréndices de distintos gremios; y que las existentes
entlie dos médicos de ciudades lejanas y dos pacientes, sin más
puntos de coincidencia que el ele lá enfermedad, frente a· lo que
el marxismo sostiene. Los primeros son, pues, más prójimos.
«Dios, nos dice la constitución Ga«dium et spes (81), que cuida
de todos
con paterna solicitud, ha querido que los hombres cons­
tituyan una sola familia; y que se traten entre sí con ·espíritu de her­
manos». Esta
es la fraternidad cristiana, la única real y posible,
pues sólo oonsiderando a Dios padre, podemos .•os hombres ser her­
manos.
'Este esplritu de fraternidad y de amor -una de las grandes
aportaciones del Evangelio
ha sido el descubrimiento de una socia­
bilídad fundada en el amor-(82) debe presidir todas las relacio-
.. ,(8.1) Ga11di11m et spe.r, Bac Mínor, op. cit., pág. 411 (29). ar. Con­
cilio Vatilcano Il: Declarwi6n spbre_ la-s relaciones de la Iglesia ron. las
religiones no cristianas, BAC, pág. 728 ( 5).
(82) Pablo VI: «con frecuencia, resulta desconcertante observar que
muchos que se dicen seguidores del Evangelio, sean incapaces deducir del
Evangelio mismo una sociabilidad fundada sobre el amor ... ». Homilía de
la misa' i'!bi/ar, 2-3-75.
La
Iglesia «enseña así al mundo que la genuina unión social exterior
procede de la unión de ,Jos espíri~ y de los corazones, esto es, de la fe
,1296
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DIALECTICA Y ARMONIA DE CLASES EN LA DOCTRINA PONTIPICIA
nes sociales, y no debe olvidar nunca la Justicia, ni tampoco, como
dice
el Concilio ( 83), «que se brinde como ofrenda de caridad lo
que ya se debe
por título de justicia». Esta debe observarse siempre
en las relaciones sociales, pero ella sola, «aun observada. puntualmen­
te, euseña Pío XI (84), puede, es verdad, hacer desaparecer las
causas de las luchas sociales, pero
nwica unir los corazones y enlazar
los
ánimos», objetivo éste mucho más elevado y al que el cristiano
no puede renunciar. «La verdadera unión de todos en aras del bien
común, prosigue Pío XI, s6lo se alcanza cuando todas las partes de
1a sociedad sienten íntimamente que son miembros de una gran fa­
milia, e hijos del mismo Padre celestial, siendo todos recíproca­
mente miembros los unos
de los otros, por donde, si un miembro
padece, padecen a la vez todos !os
demás» (85).
Es decir, que ,en el orden social, como en los demés órdenes de la
vida,· no se puede prescindir de Dios, si· se quieren inspirar las
relaciones en la caridad y el amor. En este sentido, conviene recor-
y de la car.iHad que constituyen el fundamento indisoluble de su unidad en
el Espíritu Santo». Gandium et spes, Bac minar, op. cit., pág. 428 (42).
Pablo VI dke que «es necesario infundir en la conciencia social común,
un espíritu de amor, de solidaridad, de servicio, que corrija y suavke el
egoísmo renaciente con el mismo desarrollo económico
y civil, y que edu­
que a los hombres de nuestro
tiempo ~a la concordia, para la co1aboraci6n,
para
la paz ... ». «Alocución del 12 de noviembre de 1975», Ecclesia, 1777.
Or. León XIII: Rem Magni, BAC, Documentos Sociales, pág. 236 (2).
Cfr. C'est pour notre coeur, BAC, Documentos Sociales, pág. 355 (3),
(83) Decreto sobre el apostolado de los seglares en ·el Concilio Vatica­
no II.. BAC, 1965, pág. 516 (8). Cfr_ Pío XI: Divini Redem.ptoris, Co­
lección ... , A. C. E., op, cit., pág. 168.
(84) Pío XI_: _Q(Jadragessimo afmo, Col~ción .. ,, A. C. E., op: cit:, pá­
gina 655 (56).
(85) «Sólo entonces, prosigue el pontífice, los ricos y todos los diri­
gentes cambiarán su indiferencia habitual hacia los hermanos más pobres en
un
a.mor solícito y á.ctivo ... ; por su pÍlrte·, los obreros, depuesto sinceramente
todo sentimiento de odio y ·envidia, de que
tan hábilmente abusan los pro­
pagadores de la lucha social, aceptarán sin molestia el puesto que les ha
señalado
la Divina Providencia en la sociedad humana, o, mejor dicho, lo
estimará mucho ..
;». Quadragessimo anno, Colección ... , A. C. E., op. cit., pá.
gina 655 (56).
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PEDERJCO CANTERO NUf:/EZ
dar unas palabras de Pablo VI (86) en las que afirma que «la
aplicación feliz, fecunda, de un auténtico programa, ya sea indivi­
dual o colectivo, de caridad social, no puede realizarse sin hacer
derivar su suprema razón de ser, e incluso sus auténticas fórmulas,
del humanismo providencial y permanente, de la religión enten­
dida tal como es la nuestra,
es decir, el poema de amor de la caridad
de Dios Padre y de Cristo Salvador y del Espíritu Santo hacia la
humanidad, mejor hacia cada uno de nosotros.
Sin el amor vertical
que desciende de Dios y hacia Dios
se remonta es imposible que
sea recto
el camino del amor horizontal del hombre hacia el hombre».
2. Relaciones complementarias
Desde esta perspectiva de amor que tiene su fundamento en
Dios,
ya no hay dificnltad para solucionar o resolver cualquier con-­
flicto, cualquier antagonismo entre los intereses de clase. En pri­
mer lugar, porque tales antagonismos, tales intereses contrapuestos
y excluyentes, se convierten en intereses convergentes, complemen­
tarios y concordes. Los egoísmos ceden ante el bien común que
interesan a cada uno en particular. Bien común que es meta hacia
la que caminan todos los que dentro de la sociedad realizan fun­
ciones diversas, contribuyendo de este modo a construir Y. recons­
truir la Gudad, de la que todos son partes complementarias, y, por
ello mismo, necesarias. Así es fácilmente comprensible, según dice
Pío XII (87), y recuerda Juan XXIII (88), «como en un pueblo dig­
no de tal nombre, todas
las desigualdades que se deriven, no del
capricho, sino de la naturaleza misma de las
cosas ; desigualdades de
cultura, de
riquezas, de posición social -sin perjuicio, naturalmente,
(86) Pablo VI: «Alocución de 12 de noviembre de 1975», EccJesia,
núm. 1.767, del sábado 29 de noiviembre. Cfr. Juan Pablo I, audiencia 27,
1Xc1978, en La sonrisa de ... , págs. 109 y sigs.
(87) Pío XII: El proh!ema de la democracia, Rm. de Navidad, 19'44,
Colecci6n ... , A. C. E., op. cit., pág. 372 (8).
(88) Juan XXIII: A.ti Petri cathedram, Colección ... , op, cit., pági~
na 882 (11).
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DIALECTICA Y ARMONIA DE CLASES EN LA DOCTRINA PONTIFICIA
de la justicia y de la mutua caridad-no soo en realidad obstáculo
alguno para que exista y predomine un auténtico espíritu de comu­
nidad
y fraternidad».
«La mayor equivocaci6n, nos dice León XIII refiriéndose bá­
sicamente a las dos clases que en aquel tiempo vivían en discor­
dia
(89), es suponer que una clase social necesariamente sea ene­
miga de la otra, como si 1a nah1raleza hubiese hecho a los ricos
y a los proletarios
para luchar entre sí. Esto es tan contrario a la
verdad y a la razón, que más bien es verdad el bocho de que así como
en el cuerpo humano los diversos miembros se ajustan entre sí,
dando como
resultado cierta moderada disposici6n que podríamos
llamar armonía, del mismo modo la naturaleza ha cuidado de que
(89) León XIII: Rer11m novarum, Colección ... , op, cit., pág. 601 (15):
En otro lugar, el mismo Papa manifiesta: ·«lo que Nos pedimos es que por
un retorno sincero a los principios cristianos, se restablezca y se consolide
entre patronos y obreros, entre el capital y el trabajo, esa annonía y esa
únión que son la única salvaguardia de ~us intereses recíprocos y de donde
dependerá el bienestar privado, la
paz. y la tranquilidad públicas». 1l y a
deux ans, BAC. Documentos _Sociales op. cit., pág. 227 (5). -Cfr., asimismo,
Graves de communi, BAC, Documentos Sociales, op, cit., pág. 365. Por su
parte, Pío XI repite lo manifestado a este respecto por la Rerum novarum,
y afiade: «Por consiguiente, es completamente falso atribuir sólo al capital
o sólo al trabajo, lo que es un resultado de la eficaz colaboración de ambos
y es totalmente injusto que el -uno o el otro, des.conociendo la eficacia de la
otra parte, trate de atribuirse a sí mismo todo cuanto se logra». Quadragessimo
anno, Colección ... , op. cit., pág. 636 (22). Pío .XII pone de relieve- que
«nunca
la Iglesia ha dejado de trabajar para que esa aparente contradicción
entre el capital y el trabajo, entre empresario y obrero, se eleve hacia una
unidad superior,
es decir, hacia aquella cooperación orgánica de las dos
partes que la misma naturaleza les señala, y que consiste en la colaboración
de los. sectores profesionales --el del trabajo y el de la economía-en un
mancomunado trabajo· organizado». La nueva ordenación SQCial, Rm. 4-9-49,
Colección ... , op. cit., pág. 703 (5). En este sentido, ver también Rm. de 11-
3-51, Colección ... , op. cit., pág. 712 (6). Por su parte, Pablo VI, después
de
recl?"ger estas mismas palabras de Pío XII, concluye: «Durante las últimas
décadas, Ja
Iglesia ha mantenido constantemente este criterio en el p-roblema
social Esta doctrina, interpretación
de la Buena Nueva, conserva su vigen­
cia
en la actualidad. y en el futuro. «Mensaje sobre el progreso humano»,
30-4-71, Eccleüa, 1546 de 19 de junio.
1299
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FEDERICO CANTERO NU~EZ
en la sociedad dichas dos clases hayan de armonizarse concordes entre
sí, correspondiéndose opottunamente para lograr el equilibrio. Una
clase tiene necesidad absoluta de la otra (y,
por lo tanto, deben
amarse recíprocamente); ni el capital puede existir sin el trabajo, ni
el trabajo sín el capital. La concordia engendra la hermosura y el
orden de
las cosas».
Esta concordia
y esta armonía exige por parte de ambas clases
el rumplimiento de sus deberes y obligaciooes, así corno, el ejercicio
de una serie de
derechos derivados de aquéllas. Derechos y obliga­
ciones perfectamente definidos a partir de
la Carta Magna del or­
denamiento social católico
(90). Pero la Iglesia no se detiene en la
mera correlación de d=hos y deberes acordes coa la justicia, sino
que aspira a
cosas mayores ... busca «el aproximar cuanto sea posible
a
las dos clases y aun a hacerlas amigas» (91).
Ciñéndose asimismo a las relaciooes sociales en el mundo del
capitalismo, concretamente a
la empresa, Juá!1 XXIII (92) consi­
deró que ésta debería render «hacia una verdadera asociación hu­
mana que, con su
espíritu, influya profundamente en las relaciones,
funciones
y deberes de cada uno de sus in.dividuos», lo que exige
(90) CTr. León XIII: Rerum novar11m, Colección'. .. , op. cit., página
601 (6). En este mismo sentido, S. Pío X: Fin della nostra. prima enciclica,
BAC, Documentos Sociales, op, cit., pág. 404 ¡(VII y VIII). Pero, al no ser
el hombre perfecto,
pueden, pese a todo, surgir · conflictos y manifestan;e
injusticias. En estos casos, . ¿podrían los obreros acudir a la huelga cuando
las soluciones pacíficas que ofrece el diálogo ·han sido agotadas? «En la si·
tuación presente, nos dice el Concilio, la huelga puede seguir siendo medio
nécesario,
aunque extremo, para la defensa de los derechos y el logro de· las
aspiraciones justas de los trabajadores.» {Ga11dium et spes, Bac Minar, op.
ciJ., pág. 461 {68).} Ahora bien, la huelga no podrá nunca provocar males
mayores,
ni provocar la pérdida de la tranquilidad pública.' (Cfr. León XIII:
Re1um novarum, Colección ... , op. cit., pág. 609 (31).
{91) León XIII: Rerum novar11m1 Colección ... , op. cit., pág. 602 (18).
'(92) Jµan XXIII:-Mater et Maghlra, Colección ... , op. cit., pág. 2247
(91 y 92). Cfr., asimismo, la misma encíclitá en pág. 2237 (23). En este
mismo sentido, Pío XII afirma: «Empresaríos y obreros no son antagonistas
inconciliables; son
cooperadores en una obra común». Armonía social1 D. 7-
5.49, Colección ... , op, cit.1 pág. 699 (1).
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DIALECTICA Y ARMONIA DE CLASES EN LA DOCTRINA PONTIPICIA
que las relaciones entre empresarios y dirigentes, por una parte, y
los dadores de obra, por otra, lleven en cada empresa el sello del
respeto, la estima,
la comprensión, la leal y activa . colaboración e
interés, como en una obra común».
3. Los cuerpos intermedios
Ahora bien, la mutua necesidad y armonía entre el capital el
trabajo, constituye sólo un aspecto, una aplicación, diríamos mejor,
de
la consrrucción social católica. Aplicación en la que últimamente
se ha insistido mucho debido ,rl intento de acomodar al recto orden
la organización social capitalista, basada fundamentalmente en
esos
dos factores de la producción imperante desde liace mu en
el mundo occidental.
La doctrina social de la Iglesia parte de un planteamiento más
amplio.
En primer lugar, no redw:e la existencia de las clases sociales
-según ya vimos-a una dicotomía en la que existirían dos únicos
intereses pertenecientes a cada una de las clases, sino que más bien
afirma
la existencia de múltiples clases que moohas veces es difí­
cil de limitar, ya que si, en el ejercicio de determinadas funciones,
un hombre
pertenece a una de ellas, en otras se inserta en el imbito
de otra distinta.
En segundo lugar,
la necesaria diversidad de clases sociales y
grupos no la considera -dentro de su construcción- por el papel
que· cada hombre desempeña en la producción abstractamente consi­
derada, sino por el papel que cada hombre desempeña en su concre­
to quehacer social,
en su profesión. Es por ello, que, según Pío XI (93 ),
«la política social tiene que dedicarse a reconstruir
las profesiones»,
ya que la perfecta cu.ración no se obtendrá sino cuando, suprimida
la focha de clases, «se formen miembros del cuerpo social bien or­
ganizados; es decir órdenes y profesiones, en que se unan los hom­
bres, no
según el cargo que tienen en el mercado de· trabajo, sino
(93) Pío XI: Quddragessimo anno, Colección ... , ofr. cit., pág. 64í (36).
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según las diversas funciones sociales que cada uno ejercita. Así
como siguiendo el impuiso natural los que están junto a un lu­
gar forman un municipio, así los que se ocupan de un mismo
arte o profesión, sea económica, sea de otra especie, forman aso­
ciaciones o cuerpos... que si no esenciales a la sociedad son al menos
connaturales a ella».
A través, pues, de las profesiones, se han de procurar dos tipos
de intereses: los que afectan al fin de la profesión y los supremos
intereses del bien común
(94), al que han de subordinarse los de
(94) Para lograr la anhelada concordia y armonía que conduce al bien
común
es imprescindible la amigable colaboración de todas las personas,
clases, profesiones, etc .... , que constituyen la sociedad. Son numerosísimos
los textos pontificios que hacen referencia a ello. V amos a recordar aquí
algunos.
En ,cuanto ad papel que tiene lre Iglesia en esta orden, Pío IX dice, con
palabras de S. Agustín: «Ella une a hermanos con hermanas ... , enseña a los
siervos a plegarse a sus señores, no cuanto por la necesidad de su condición,
cuanto por la satisfacción del cuniplimiento del deber, y hace de los señores,
respecto a sus siervos, más blandos por respeto a Dios, supremo Señor de
todos,
y más propensos a persuadir que a castigar... Ella une a ciudadanos
con ciudadanos, a los pueblos con los pueblos y a todos los hombres entre
sí..., ehseña a los reyes a piirar por sus pueblos, aconseja a los pueblos a
someterse a sus reyes . .Enseña... a quiénes .se debe amor, a quiénes afecto,
a quiéáes reverencia, a quiénes temor, a quién castigo ... , mostrando cómo no
todo
se debe a todos, pero sf cómo a todos se debe la caridad y a nadie la
injusticia. No.rti.r el nobi.rcum, BAC, Documento& Socfales, op. cit., pig. 139.
Pío XI, por su parte, se refiere a la necesidad de una verdadera armonía
social, que, «sin subvertir-el orden establecido por la Divina Providencia,
haga posible y efectiva, entre las diversas clases y pueblos, la colaboración
fraterna, beneficiosa para todos, en vez de la lucha y la concurrencia cruel
y desenfrenada, para todos nociva». Be'fiedelto il Nata/e, BAC, Documentos
Sociales, op. rit., pág. 539 (s).
La Secretaría de Estado, ·en tiempos de Pío XII, advierte que «el empeño
en dar vida a una economía
al servicio del hombre se frustraría, en gran
Parte, si no se llegara a una :¡,tmósfera de leal y afectiva oolaboración entre
las diversa.$ clases sociales, especialmente en el mundo del trabajo. Las di­
verSas partes del organismo social e'Stán hechas no para rombatirse Jllutua­
mente, sino para completarse en una fecunda armonía de actividad y de
obras», CS. E., 8-9-56. A ia XXVÍ Semana Social de Italia, ColC'cción ... ,
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DIALECTICA Y AlWONIA DE CLASES EN LA DOCTRINA PONTU'ICIA
aquélla para poder facilitar y 'lograr la roncordia y annonía entre
las diversas profesiones o
clases. El bien común al que todas deben
mirar constituye el factor
de coordinación que las armoniza a todas
entre sí,
y que al mismo tiempo, de este modo, se consigue y realiza.
Ninguno de estos órdenes debe promover su interés, oonvirtiéndose
en verdugo y árbitro del interés de los demás (95).
Esto último nos sitúa ya ante la totalidad del orden social. Tota­
lidad que está compuesta por diversas partes. Estas partes, al formar
un todo, tienden y deben tender hacia la armonía de ese todo,
hacia la armonía social.
Ahora bien, estas múltiples partes necesitan para sus adecua­
das relaciones de unos cauoes: éstos son los cuerpos intermedios.
La organización social por cuerpos intermedios es el sistema
social que la doctrina pontifiáa expone, defiende y sostiene, y no
es, en absoluto, una vía media tal vez sintetizadora, entre dos dia­
lécticas, la que produce el liberalismo y la sostenida por el . socia­
lismo. Es, muy por el contrario, una vía diferente, independiente
por completo de esos sistemas (96), corno lo prueba el hecho de
op. cit., pág. 76-5. Cfr. Pío XII, D. 11-3..-45, Colección ... , op; cit:, pagma
840 (7). Juan XXIII advierte que «es, además, absolutamente necesario
restaurar entre las diversas clases sociales aquella misma concordia que se
desea entre 1os pueblos. y las naciones. Si no se logra esto, resultarán muchos
odios y
discordias, según ya estamos .viendo; y de ahí nacerán tumultos, per­
niciosas revoluciones y, a veces, hasta matanzas, junto con .el progresivo dis­
minuir de la riqueza y la crisis de la economía pública y privada». Ad Petri
cathedram, Colección ... , op, .it,J pág. 882 tll). ar. Pablo VI, Rm. de Na­
vidad de
1964, Colección ... , op. cit., pág. 3022-(6).
(9,) «Precisamente, nos dice Pío XII, porque la acción concorde de
todos los grupos de
la nación es una obligación cristiana, ninguno de ellos
debe llegar a ser víctima de la arbitrariedad y de la opresión por
parte de
las demás.»
Acción social, Colección ... , op. cit., pág. 740 (4). Y, en otro
lugar: « ... no ahogar ni
dar excesivas preferencias a la industria, sino pro­
curar su armónica coordinación
con· la artesanía y .con la agricultura ... » .. Paz
e11 el mu11do, Colección ... , op. cit., pág. 683 (6).
(96) «... nuestro programa social intenta promover y realizar, dice
Pablo VI, no tanto como un simple camino medio de compromiso entre las
otras dos fórmulas adversas y parciales que hoy se disputan el predominio
de 1a sociabilidad contemporánea ( el egoísmo liberal o capitalismo, como de
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FEDERICO CANTERO NU~EZ
que los cuerpos intermedios han existido siempre y aun hoy existen.
La Iglesia no ha dejado de ,ruinifesrar su importancia. Así -son
pa:la!bras de Pablo VI (97)--, '«desde la encíclica Rerwm mvawm
de León XIII, hasta 'la constitución pasroral Gaudium et spes y
nuestta carta apostólica Octogéssima ,adveniem, rorre una línea co­
herente de doctrina y orientaciones que, si ofrooe un cuadro cada
día más actualizado de las cuestiones sociales, no omite, sin em­
bargo, dar el debido relieve a ioo 'cuerpos intermedios', o sea, a los
organismos y asociaciones profesionales».
Entre los múltiples cuerpos intermedios,
ocupan, bajo el sistema
de economía capitalista, un lugar importante aquellos que forman
en el ámbito de una empresa
loo dadores de trabajo por una parte,
y los empresarios y dirigentes por otra, o bien unos y otros en una
asociación mixta, Estas asociaciones constituyen
grupos y clases uni­
dos por unos
mismos intereses y deseos que no están destinados a
hacerse
prevalecer a costa de los de la parte cootraria, ya que existe
por encima de
ambos el bien de la empresa que es una unidad,
(Los miembros de estas asociaciones no forman clases en -su sen~
tido abstracto, ,ya que al mismo tiempo se insertan en el ámbito de
otras asociaciones y cuerpos, que son independientes de las relaciones
de trabajo).
La función de ,estas asodaciO!les es, entre· otras, la resolución de
posibles conflictos que puedan surgir en el seno de la · empresa.
Por eso mismo, estos
-01"ganismos profesionales --y nótese bien
que
decimos profesionales, ya que no son asociaciones o sindicatos
de clase
en su sentido dialéctico, pues éstos están implícitamente con­
denados, al traer consigo
un distanciamiento y enfriamiento de las
relaciones humanas de las empresas,
tan deseadas por Juan XXIII
ordinario es calificado, de uria parte, y el socialismo comunista, de otra),
sino como expresión original orgánica y dinámica de la convivencia social,
en orden global, -es decir, no s61o reducido a la agobiante disputa por los
bienes económicos y materiales, sino extendida también a la valoración de
los bienes superiores, los bienes morales, espirituales y religiosos.» Al. 12-
11-75, Ecclesía, 1967.
'(97) Pablo VI: Alocución del 10-11-75, O. K., Ed. semanal en ·1engua
española. Afio VII; núm. 50, 14-12-7,.
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DIALECTICA Y ARMONIA DE CLASES EN LA DOCTRINA PONTIFICIA
(98), cuando no se convierten en e! instrumento de la lucha de
clases--no pueden ser oon ditigida a una guerra defensiva y ofensiva, que provoca reacciones
y represalias, no como un torrente que desborda y divide, sino como
un puente que pueda unir a las dos otillas», según expresó Pío
XII (99) y recordó Juan XXIII (100).
Estas
asociaciones labotales y empresaria9.es tienen, pues, como
objetivo lograr la atmonía vertical, esto es la armonía dentro de
una misma empresa. Constituyen un oolo factor de los que contri­
buyen a [a armonía .total. Esta requiere, además de otras institu­
ciones profesionales e interprofesionales que constituyen las corpo­
raciones (101),
necesarias pot derecho natutal (102), fundadas so-
(98) Cfr. Juan XXIII: Mater et Magiltra, Colección ... , op, cit., pá­
gina 2247 (17),
(99) Pío XII, discwso del 4-1-46. Cfr. E. S. E., 4-9-56, Colección ... ,
op. cit., pág. 765.
(100) Juan XXIII: Ad Petri r:athedram, Colección ... , op. cit., pági­
na
885 (13). León XIII, refiriéndose a las asociaciones, dice: «So-n los mis­
mos capitalistas y los obreros
·quienes pueden hacer no poco -contribuyendo
a la solución de la cuestión obrera-mediante instituciones encaminadas a
prestar el necesario auxilio a los indigentes, y que traten de unir a las dos
clases entre sí». Rerum novarum, Colección ... , op, cit., pág. 613 (38).
Con estas mismas palabras se expresa. Pío XI en la Quadrages.rimo anno,
Colección ... ,
op. cit., pág. 629 (9). En los números 10, 11 y 12 desarrolla
más ampliamente las distintas asociaciones: obreras, de otras clases y de
patronos. Cfr. Carla
a la Sagrada Congregación del Concilio, Se recogen, a
este respecto, textos de León
XIII, Pío X, Benedicto XV, Pío XI. Especial­
mente ver
los· números 16 a 20, BAC,. Docwnentos Sociales, op. cii., pági­
nas 524-526. Las asociaciones han de estar inspiradas- pür los principios de
la fe y de la moral cristianas, núms. 13 a 1'.5.
(101) CTr. Pío XI: Divini Redemptoris, Colección ... , op. cit., página
170· (54) y 174 (68). Asimismo, Pío XI: Quetdrage.rsimo· anno, ídem, pági­
na· 642 i(36); Pío XII: Armonla social, ídem, pág. 700 (3); Juan XXIII:
Mater et Magistra, ídem, pág. 2238 (5,37); Pío XII: Nous avons 1u, BAC,
Documentos Sociales,
op. cit., pág. 950 (3).
(102) Y, por ello mismo, el Estado no ·las puede prohibir, ya que «ha
sido
constituido para. la defensa y no para el ·anJquiilamiento del Derecho
natuml». León XIII: Rer11m no-varam, Wlección ... , op. cit., pág. 613 (40).
CTr. Pío XI: Qlladragessimo anno, ídem, pág: 642 (36).
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FEDERICO CANTER.O NU1'EZ
bre la complementariedad (103), que inclinan a unir a Ull06 seres
ron otros, a unas profesiones ron otras disrintas, ron 1a finalidad
última de lograr su propio bien y el bien romún ( 104), favore­
ciendo
así 'la armonía social (105). ¡Qué diferentes son estas ror­
poraciones de los sindicatos clasistas, que agrupan a los hombres no
para complementarse con otros, sino
pata enfrentarse a ios que
ocupan un puesto distinto en, lo que sus secuaces llaman, modo
de producción! Mientras las primeras engendran la armonía,
esos
sindicatos provocan la dialéctica.
«El orden, como egregiamente dice el Doctor Angélico -leernos
a Pío XI (106)-, es la UJlidad resultante de la conveniente dis­
posición de muchas cosas; por eso, el verdadero y genuino orden
social
requiere que los diversos miembros de la sociedad se junten
en uno, con un vínculo firme. Esta fuerza de cohesión. se encuen­
·tra ya en los mismos bienes que se producen o !los servicios que
se prestan,
en lo cua1 de romún trabajan patronos y obreros de
UJla misma profesión, ya en aquel bien común a que todas las pro­
fesiones
juntos, cada una por su parte amigablemente deben con­
currir. Esta
unión será tanto más fuerte y eficaz cuanto con mayor
fidelidad cada individuo
y cada orden pongan mayor empeño en
ejercer su profesión y sobresalir
en ella».
Bajo
esee orden social, sucintamente esbozado es fácil compren­
der que fuera de los egoísmos personales, que siempre existirán,
(103) Cfr. Pío XI: Q11adragessimo anno, Colección ... , op. ch., pági­
na 639 (30).
(104) Pío XI nos dice: « ... en dichas asociaciones indiscutiblemente
tienen primacía los intereses comunes a toda la profesión; y ninguno hay
tan principal como la cooperación, que intensamente se ha de procurar de
cada una de las profesiones en' favor del bien común de la sociedad».
QuaártJgessima anno, Colección ... , op. cit., pág. 643 (36). «Para el bien
común nada hay más provechoso que la armonía y cooperación de todas las
dalles sociales», Benedicto XV: Sol#i Nos, BAC, Doc. Sociailes, pág. 458 (2).
(10'.5) Cfr. Pablo VI: Alocución a los dirigentes de c-QQperativas ita­
lianos
y de las caja.r r11ra/e1 y artesanas, 10-11~57, «O. R.» ed. el lengua
española. Año VII, núm. 50.
(106) Plo XI: Quadrageisimo anno, Colección ... , op, ,;,., pág. 643 (36).
a,. Juan VXIII: Mater el Magistar, idem, pág. 2243 (11, 65).
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DIALECTICA Y ARMONIA DE CLASES EN LA DOCTRJNA PONTIFICIA
no hay lugar pata antagonii&nos y fochas de clases, y-a que éstas no
son
antagónicas ni dialécticas. Y este mismo orden social favorece
de tal modo la concordia y la armonía que el tnismo Pío XI {107)
estableció un sítnil entre este
orden social y el cuerpo místico
de Cristo. ¿Acaso
c•be una dialéctica dentro del cuerpo místico de
Cristo? Tal vez quepa una, pero esa, sabemos por el Evangelio,
conduce
al suplicio eterno ...
4. La función del &tado
Nos queda ya sólo por ver el papel que debe cumplir el Estado
en
el ámbito de la armonía social (108). En primer lugar, hay
que combatir dos errores acerca de su función: el liberal, según el
cual el Estado debe desentenderse por completo de las relaciones
económiro-sociales y, el sociaUsta, según 1el cual[ ,el Estado debe ab­
sorber e intervenir funciones que pertenecen al individuo, o de los
cuerpos intermedios.
La acción del Estado, así como la de los cue,,pos intermedios
entre sí,
debe basarse y guiarse por aquel principio permanente de la
filosofía social que es el principio de subsidfariedad (109), en vir­
tud del cual no puede quitarse a una sociedad más pequeña y
dársela a una superior oquellas funciones, que '1as primeras puedan
rea!lizarse por sí mismas. ILa acción de los organismos y sociedades
más elevadas y del Estado ha de ser una acción de suplencia, ayuda
y coordinación, así como de armonización de posibles mnflictos y
diferencias, cuando los mismos cuerpos que '1a 'ptowgonizan no
pueden resolverlas por
ellos mismos.
Ello, referido al tema que nos ocupa, significa que el Estado
(107) Pío XI: Quadrage.rsimo anno, Colección ... , op. cit., pág. 644 (37).
(108) Son tal cantidad de referencias de la doctrina pontificia en torno
a la función del Estado en el orden social, que nos remitimos a los índices
de
cualquiera de los documentos manejados en el trabajo;
(109) Especialmente, dr. Pío XI: Quadrages.rimo anno, Colección:::, op.
,il., pág. 642 ( 3 5).
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FEDERICO CANTERO NUf:IEZ
no puede estar .al servicio de los interes particulares o · de clases, o
de determinadas profesiones en perjuicio
de otras. ·
. Antes al contrario, el bien común ha de ser la pauta que inspire
y · determine su función y actividad; es decir, que ha de coordinar
y
orientar todas las actividades sociales hacia el mismo y único bien
común. Le .roca, como indica Pío :x:r (110), «defender a la comu­
nidad y a todos sus partes, pero -y ello es consecuencia de su labor
de suplencia-al proteger los derechos de loo particufares, debe
tener principal cuenta de los débiles y de los, desamparados: por­
que la clase rica -,,nseña León XIU (111), y 'récuerda el mis­
mo Pío XI (112)-, fuerte ya de por sí, necesita menos de la de­
fensa pública; mientras que las clases inferiores, que no cuentan
con propias defensas, tienen una especial necesidad de encontrar­
las en el patrocinio del Estado. Por lo tanto, hacia los obreros, que
se hallan en el número de los pobres y necesitados - bien que dice a los obreros necesitados
y no a todos los obreros
por el mero
hecho de sedo-debe este illstado dirigir preferente­
mente
sus cuidados y su providencia».
0oNCLUSIÓN
Este es el único camino de salvación social. Camino que habrá
que recorrer de modo diverso,
según las. necesidades y costumbres
de cada regi6n, de cada naci6n, pero camino que, sustancialmente
es el mismo. Es el camino de la rontrarrevolución, el camino de la
(110) Pío XI: Quadrage.rsimo anno, Colección ... , op. cit., pág. 629 (8).
(111} León XIII: Rerum novewum, Colección ... , op. rit.1 pág. 608 (29).
(112) Pío XI: Quadragessimo anno, Colección ... , op, cit., pág. 629 (8).
León XIII, en la Rerum novarum, dice en el núm. 27: «El Rzido es una
armoniosa unidad que abraza por · igual a las clases inferiores y a las altas.
Los proletarios son ciudadános por el mismo derecho natural que los ricos:
son ciudadanos, miembros -verdaderos y vivientes de los que, a través de
las familias, se compone el Estado, y aún puede decirse
que son su mayor
número. Y sería absurdo el p.rov·ee1 a una clase de ciudadanos a costa de la
otra ... ».
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DIALECTICA Y ARMONIA DE CLASES EN LA DOCTRINA PONTIFICIA
edificación, de la: humildad y de la paciencia. Es el río que con­
duce a la armonía que es el mar. «No es en la revoluáón, nos dice
Pío XII (113 ), sino en una armónica evolución donde se halla
la
salvación y la justicia. La violencia nunca hizo otra cosa que
der.ribar en vez de levantar, encender las pasiones en vez de cal­
marlas, acumular odios y ruinas en vez de hermanar a los conten­
d,ientes».
Frente a
la dialéctica de clases hay que buscar y promover la
armonía entre las mismas.
Frente al equilibrio dialéctico de las masas hay que reconstruir
el pueblo, esto
es, la totalidad social y cada una de sus múltiples
partes que son, así. armonía.
Frente a la dialéctica del odio hay que responder con la armo­
nía del amor.
Sólo el amor construye, el odio destruye.
Frente al egoísmo, frente
a la codicia, la envidia, el resenti­
miento,
en una palabra frente al pecado, hay que responder con
la virtud, con el bunplimienro de los deberes de estado; hay que
pedir el aurilio de la gracia celestia1.
Frente a la dialéctica de la revolución, no ""'isre una dialéctica
de la contrarrevolución, existe sólo y exclusivamente la armonía, lo
contrario de la revolución.
Y, siempre, con Cristo muy presente, tenemos que trabajar
por el reinado sochl de Cristo en todas y cada una de las múlti­
ples relaciones humanas y sociales. Cristo es rey. De ahí que
Pío XII (114) exhortaba a que nos pusiésemos a sus órdenes,
·«a su servicio, para abrir a su reino de verdad y de vidtJ, de .ranti­
dad y de gr filas de vuestros compañeros y de vuestras compañeras de fábrica
para que bajo los
rayos que emanan de El, sol de justicia y honor
ardiente de carid~d, todo sentimiento pecaminoso, toda envidia,
(113) Pío XII: Paz en el mundo, 13-6-43, Colección ... , op. cit., pági­
na 682 (6).
(114) Pío XII: Religión en la vida del hombre, D. 31-10-48, Colec­
ción ... , op. cit., pág. 696 (8).
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FllDBRJCO CANTERO NUivEZ
todo odio y toda discordia desaparezcan; y la pa2 de Dios reine
en los cora20nes, en las casas y en los talleres, en las ciudades y en
las campiñas, entre los que dan trabajo y los que prestan su labor,
en
el propio pueblo r de todas las naciones. Porque al Padre le
plugo que por
El fueran reconciliadas consigo todas las cosas, así
de la tierra como del cielo».
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