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1979

Propiedad, vida humana y libertad

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La propiedad de la Patria

LA PROPIEDAID DE LA PATRIA
POR
FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA· CIGOÑA
Queridos amigos de la Ciudad Católica:
Me
corresponde en un Congreso de temas tal vez en ocasiones
áridos, aunque
no ciertamente poco importantes, una hermosa lec­
ción. Hablar de
esa propiedad que a todos nos es tan cara, que tan
dentro
llevamos, que es nuestra patria España.
En la Propiedad podemos distinguir muy claramente lo mate­
rial de lo espiritual.
Es lo material el objeto apropiado, Jo que es
de uno, al menos de alguna manera. Ciertamente es fundamental
para caracterizar la propiedad, pues sin ello no existiría nada propio.
No hay propiedad de la nada, aunque desde luego la hay de objetos
inmateriales, de ideas.
Pero sobre ese hecho material hay otro espiritual de mucha ma­
yor trascendencia. Y son las relaciones de ámor o desamor entre el
que
considera propio algo y la propiedad. Entramos en ese terreno
tao difícil de definir y que Sa.int-Exupery, en la
deliciooa historia
de
Le Pelit Prince, describió como «apprivoisement».
Y según exista
ese hálito de amor, ese temblor del alma que
todos
en ocasiones hemos sentido al encontramos con lo que verda­
deramente amábamos y que, por lo mismo, era verdaderamente nues­
tro, podremoo clasificar la propiedad en doo grandes grupos: sim­
ples propiedades materiales y
propiedades en las que participa el
alma con un peso realmente singular. Y como cada alma es un mundo
de subjetividades
y pasiones que en nada o muy poco se asemeja a
la del
vecino, no existe una regla única ni nada que se le parezca
en esta medida de. lazos y amores.
Todos
conoceis la poesía El Embtwgo, de Gabriel y Galán. Ella
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PRANCISCO /OSE PERNANDEZ DE LA CIGO!M.
me puede ahorrar el insistir sobre este tema. En muchos boga.res es,
en ocasiones, un problema deshacerse de una cama. Aun pagando
no hay quien venga a recogerla y llevársela. Es una propiedad inútil
y molesta. Otras veces, es propiedad útil y aprovechada. Pero nada
más. Si nos regalaran una mejor, la cambiaríamos inmediatamente.
Si no lo hacemos es por puras razones económicas. Me presta ser~
vicio y prefiero gastar el dinero en otra cosa. Al menos de momento.
y también:
«j Pero a vel, señor jues: cuidiaitu
si
alguno de ésus
es osau de tocali a esa cama
ondi ella se ha muerru:
la camita ondi yo la he querío
cuando dambus estábamos güenus,
la camita ondi yo la he cuidiau, ·
la camita ondi esruvo su cuerpu
cuatro mesis vivu
y una noche muertu !
¡ Señor Jues, que nenguno sea osan
de-tocal a esa cama nJ un pelu,
porque aqui lo jincu
delante usté mesmu
!
Llevaisoslu todo,
todo, men~ esu,
que esas mantas tienin
suol de su cuerpu ...
¡y me güelin, me güelin a ella
ca ves que las güelo ... !
Estas propiedades que no pueden reflejarse en un contrato de
compraventa, que mu.chas veces más que una apropiación son una
donación de nosotros mismos, que no están escritas en las páginas
grises del Boletín Oficial, sino impresas indeleblemente en el alma
de cada uno, son las que, poseyéndolas, nos hacen hombres en el
más alto sentido de la palabra. Y, viceversa,
si algun dia nos hallá­
ramos con el corazón tan seco de amores que no fuera nuestra ver­
dadera propiedad, Dios y la Patria, la familia y el hon01', aunque
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LA PROPIEDAD DE LA PATRIA
poseyéramos tesoros sin cuento no habría ni una sola razón para
vivir ni para poseer.
Son loS días qne corren mezquinos y alicortos y parecen defini­
tivamente ajadas las
flores de la esperanza. Y así mneren estas pro­
piedades tan humanas
y amenaza morirse la misma humanidad. Si
escuchamos los recios versos de nuestro Siglo de Oro nos parece estar
en otro mundo de coordenadas ~ntales:
«Al Rey la hacienda y la vida
se han de
dar; pero el honor
es patrimonio del alma.
¡Y el alma sólo es de Dios!»
¿Qué españoles están dispuestos hoy a dar la vida y la hacienda
por su rey? No dudo que alguno habrá, pero preciso serla bnscarlo
con candil. Y, ¿cuántos españoles viven sintiendo que su aJma es
propiedad de Dios
y que, por lo mismo, deben acomodar su vida
a las exigencias
de esa propiedad?
¿Qué significado tiene hoy decir «mi» mujer, «mi» familia,
ruando sabemos que esa propiedad el divorcio la ha hecho efímera
y pasajera? ¿Es qne algnien dice con satisfacción «mi billete de auto­
bús» ... O
«mi pasta de dienres»? ... Nadie. Cuando se termina la
sustituimos
por otra. Y si es de la misma. marca es, sobre todo, por
rutina o por efecto subconsciente de la propaganda.
¿ Y, qué padre o que madre modernos
podrán levantar en brazos
con amor y orgullo a «su» hijo cuando son autores del asesinato de
otros hijos que podrían ser como ese, pero que sucumbieron al egoís­
mo
feroz del aborto?
El hombre y
la mujer de hoy, en un supemarcisismo, sólo pueden
decir «mío» verdaderamente al contemplar su ima.gen ante un es­
pejo. Su cuerpo es la última razón de trabajos y desvelos. Porque,
«en el meeting de la Humanidad
millones
de hombres gritan lo mismo;
¡Yo, yo,
yo, yo, yo, yo!
Sólo los que aman saben
decir ¡Tu!»
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Y hoy hemos olvidado amar. Que es la única forma de sentimos
propietarios de
estos bienes imprescindibles para vivir. Hoy no ama­
mos a la religión, aunque nos vistamos de ella media hora los· do­
mingos. Ni a la Patria. Ni a la mujer. Ni a los hijos. Ni a los
padres. Hoy, por no amar, no aman ni los novios.
Me vais a permitir que
os lea unas páginas de lo que, aparente­
mente, es un a.wnto para niños y que, sin embargo, encierra tantas
lecciones para todos:
* * *
Entonces apareció el zorro.
-Buen06 días -dijo el zorro.
-Buenos días -respondió cortesmente el principito, que se dio
vuelta, pero no vio nada.
-Estoy acá -dijo la voz-, bajo el manzano ...
-¿Quién eres? -dijo el principito-. Eres muy lindo ...
-Soy un zorro -dijo el :rorro.
-V en a jugar conmigo -le propuso el principito-. ¡ Estoy
tan triste!. ..
-No puedo jugar contigo -dijo el zorro-. No estoy domes-
ticado.
-¡Ah! Perdón -dijo el principito.
Pero, después de reflexionar, agregó:
-¿Qué significa «domesticao>?
-No eres de aquí -dijo el zorro-. ¿Qué buscas?
-Busco a los hombres -dijo el principito-. ¿Qué significa
«domesticao>?
~Los hombres -dijo el zorro-tienen fusiles y cazan. Es muy
molesto. También crían gallinas. Es su único interés. ¿Buscas ga­
llinas?
-No -dijo el principito-. Busco amigos. ¿Qué significa «do­
mestic.1r»?
-Es una cosa demasiado olvidada -dijo el zorro-. Significa
«crear laws».
-¿Crear lazos?
-Si -dijo el zorro-. Para mí no eres todavía más que un
muchachito semejante a cien mil muchachit06. Y no te necesito. Y
tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante
a cien mil zorros. ·Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el
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uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré pata ti único
en el mundo
...
-Empiezo a comprender -dijo el priru:ipito-. Hay una flor ...
Creo que me ha domesticado ...
~Es posible -dijo el zorro-. ¡En la Tierra se ve toda clase
de cosas ... !
-¡Oh! No es en la Tierra -dijo el principito.
El zorro pareció
muy intrigado:
-¿En otro planeta?
-Sí.
-¿Hay cazadores en ese planeta?
-No.
-¡Es interesante eso! ¿Y gallinas?
-No.
-No hay nada perfecto --suspiró el zorro.
Pero el zorro volvió a su idea:
-Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los · hombres me cazan.
Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me
aburro, pues, un poco. Pero, si me domesticas, mi vida se llenará
de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los
otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra. El tuyo me
llamará fuera de la madriguera, como una música. Y además, ¡mira!
¿Ves, allá, los campos de trigo? Y o no como pan. Para mí el trigo
es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡ Es bien triste!
Pero
tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado,
¡será
maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el
ruido del viento en el trigo ...
El zorro calló y miró largo tiempo, al principito:
-¡ Por favor ... domatícame ! ~ dijo.
-Bien lo quisiera -respondió el principito-, pero no tengo
mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen las cosas que se domestican -dijo el zorro-.
Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas
hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos,
los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestí­
camel
-¿Qué hay que hacer? -dijo el principito.
-Hay que ser muy paciente -respondió el zorro-. Te sentarás
al principio un
poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de
reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero,
cada día, podrás sentarte un
poco más cerca ...
Al día siguiente volvió el principito.
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-Hubiese sido mejor venir a h. misma hora -dijo el zorro-.
Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz
desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A
las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡ descubriré el
precio de la
felicidad! Pero
si v;enes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora
preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
-¿Qué es un rito? -dijo el principito.
-Es también algo demasiado olvidado -di jo el zorro-. Es lo
que hace que
un día sea diferente de los otros días : una hora, de
las otras horas. Entre
loo cazadores, por ejemplo, hay un rito. El
jueves bailan con las muchachas del pueblo. El jueves es, pues, un
día maravilloso.
Voy a pasearme hasta la viña. Si los cazadores no
bailaran en día fijo, todos
los días se parecerían y yo no tendría
vacaciones.
Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora
de la partida:
-¡Ah!... -dijo el zorro-. Voy a llorar.
-Tuya es la culpa -dijo el principito-. No deseaba hacerte
mal, pero quisiste que te domesticara ...
-Sí -dijo el zorro.
-¡Pero vas a llorar! -dijo el principito.
-Sí -dijo el zorro.
-Entonces, no ganas nada.
-Gano -dijo el zorro-, por el color de trigo.
Luego, agregó :
-Ve y mira nuevamente a las rosas. Comprenderás que la tuya
es única en el mundo. Volverás para decirme
adi6s y te regalaré un
secreto.
El principito se fue a ver nuevamente a las rosas:
-No sois en absoluto parecidas a mi rosa: no sois nada aún
-les dijo-. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a
nadie. Sois como era mi zorro. No era más que un zorro semejante
a den mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el
mundo.
Y las rosas
se sintieron bien molestas.
-Sois bellas, pero estáis vacías -les dijo todavía-. No se
puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá
que
mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas
vosotras, puesto que es ella la rosa a quien he regado. Puesto que
es ella la rosa a quien puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa
a quien abrigué con
el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas oru­
gas maté ( salvo las dos o tres que se hicieron mariposas). Puesto que
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, LA PROPIEDAD DE LA PATRIA
es ella la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas
veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa.
Y volvió hacia el zorro:
-Adios -dijo.
-Adi05 -dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy simple:
no se
ve bien

sino con el
corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
-Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el principito, a fin
de acordarse.
-El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan
importante.
-El tiempo que perdí por mi rosa... -dijo el prindpito, a fin
de acordarse. ·
-Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro-. Pero
tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has
domesticado. Eres responsable de
tu rosa ...
-Soy responsable de mi rosa ... -repitió el principito, a fin de
acordarse.
* • •
Es el capítulo XXI de El Pri"tipito. Y en él está todo. No
se ve bien sino con el corazón. Aprendamos a ver con el corazón a
España y nos sentiremos propietarios .de una Patria. Y de una Patria
hermosa, grande
y santa. Y sentiremos la savia de la tradición y de
la historia subir por nuestras ralees hundidas en el pasado y esa fuerza
nos lanzará hada un futuro henchido de esperanzas.
Evidentemente, son estos momentos graves en los que se siente
la patria amenazada. Y bien sé que quienes amablemente me escuchais
la amais como madre y la sentís como propia. Que os duelen sus
heridas
y decadencia y que prestos estais a acudir presurosos a
salvarla. Aunque quizá
ign0<éis el cómo. Mientras experimentéis esas
sensaciones, de
rabia y de impotencia a veces, de ánimos para el
combate, otras, España
es vuestra, España es nuestra. Y nadie podrá
arrebatárnosla.
Cumplido,
pues, el requisito de amar a lo nuestro, de anudar lazos
espirituales entre propietario y propiedad, resta una segunda cuestión.
Saber qué
es lo nuestro. Cuál es esta patria de la que somos en verdad
propietarios, pues
la hicieron con sangre, sud0< y lágrimas nuestros
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FRANCISCO JOSB FBRNANDBZ DB LA CIGO!'M.
mayores. Y nosotros, en nuestra medida, aportamos nuestro grano
de arena a lo que han acumulado los siglos y la historia.
Hace casi cien años, en 1881, &paña era una Monarquía_ Parlamen­
taria. Y se disponía a celebrar el centenario de Calderón, el gran cantor
de la religión y de la patria. Hay efemérides molestas e inoportunas,
y en la España canovista ésta debió ser una de ellas. Porque a Calderón
había que homenajearlo aunque representara todo lo contrario de la
España zaragatera y triste de la Restauración. Como molesto e inopor­
tuno va a resultar dentro de diez años el mil cuatrocientos aniversario
del III Concilio de Toledo, en el que el Rey Recaredo, a quien Dios
téndrá en su gloria, abjuraba el arrianismo y hacia de España, y durante
siglos se creyó qne
para siempre, la nación católica por excelencia.
El 589, el rey, los obispos, los nobles y el pueblo se abrazaron a
Cristo, que
esperaba a España con la cruz abierta de sus brazos. Y tan
estrecho
fue aquel lazo, y tanto amor pusimos, que nuestra historia fue
la de la cristiandad, y nuestra sangre la que se necesitó para vencer a
los enemigos
de la religión y para devolver a Cristo cien pueblos por
cada
uno que le arrebataba la herejía.
Reconoceréis que, o mucho han de cambiar las cosas, y ojalá así sea,
o el año 1989 ha de ser muy incómodo para los que en aquella fecha
se sientan
más o menos sucesores o representantes del rey Recaredo, de
los obispos, de
la nobleza visigoda, que era algo así como la clase po­
lítica actual, solo que de mucha más categoría, y del pueblo.
Pues bien, decía que el centenario
de Calderón se conmemoraba con
actos más o menos académicos en los que catedráticos más o menos
krausistas, institucionistas y, ciertamente, anticalderonianos, bailaban en
la cuerda floja de la alabanza escatimada, el reconocimiento con peros
y la mediocridad que siempre envolvió a aquella creación del alma ra­
quítica y helada
de Sanz del Río, que sólo gracias a una magnificamente
orquestada sociedad de bombos mutuos, consiguió salir
de una oscuri­
dad mucho más clara que sus delirios filosóficos.
Un jovencísimo catedrático, que luego sería inmortal gloria de la
literatura española, Marcelino Menéndez Pelayo, escuchaba discur­
sos
y sandeces de pretendidamente ilustres orad mal contenida y
disgusto manifiesto.
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LA PROPIEDAD DB LA PATRIA
Alguna alusión a su persona dio ocasión a que se levantara y pro­
nÍlllciara el siguiente brindis, que suscribo de la cruz a la firma, y que,
con pretexto calderoniano,
es lúcida definición de mi España.
«Brindo por lo que nadie ha brindado hasta ahora: por las
grandes ideas que fueron alma e inspiración de los poemas cal­
. deronianos. En primer lugar, por la fe católica, apostólica, ro­
mana, que en siete siglos de lucha noo hizo reconquistar el pa­
trio suelo, y que en los albores del Renacimiento abrió a los
castellanos las vírgenes selvas de América, y a los portugueses
los
fabulosoo santuarios de la India. Por la fe católica, que es
el s11bstrat11m, la esencia y lo más grande, y lo más hennoso de
nuestra teología, de
nuestra filosofía, de nuestra literatura y de
nuestro arte.
»Brindo, en segundo lugar, por la antigua y tradicional mo­
narquía española, cristiana en la esencia y democrática en · la
forma, que, durante todo el siglo XVI, vivió de un modo ceno­
bítico y austero; y brindo por la casa de Austria, que a,n ser
de origen extranjero y tener intereses y tendencias contrarios a
los nuestros, se convirtió en porta-estandarte de la Iglesia, en
gonfaloniera de la Santa Sede, durante toda aquella centuria.
»Brindo por la
nación española, amazona de la raza latina,
de la cual fue escudo
y valladar firmísimo contra la barbarie
germánica
y el espíritu de disgregación y de herejía que se:
paró de nosotros a las razas septentrionales. ·
»Brindo por el municipio español, hijo glorioso del mu­
nicipio romano y expresión de la verdadera y legítima y sa­
crooanta libertad española, que Calderón sublimó hasta las
alturas del arte en El Alcalde de Zalamea, y que Alejandro
Herculano ha inmortalizado en la historia.
»En suma, brindo por todas las ideas, por todos los senti­
mientos que Calderón ha traído al arte; sentimientos e ideas
que
son los nuestroo, que aceptamos por propios, con los
cuales nos enorgullecernos y vanagloriamos; noootros, los qui,
sentimos y pensamos como él, los únicos que con razón; y
justicia, y derecho, podernos enaltecer su memoria, la memo­
ria del poeta español y católico por excelencia; del poeta de
todas las. intolerancias e intransigencias católicas ; del poeta
teólogo; del poeta inquisitorial, a quien nosotroo aplaudimos,
y festejarnos, y bendecimos, y a quien de ninguna suerte pne­
den contar por suyo los partidoo más o menÓ6 liberales que,
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FRANCISC9 /OSB FBRNANDBZ DB LA CIGORA
· en nombre de la unidad centralista a la francesa, han ahogado
y destruido la antigua libertad municipal y foral de la Penín­
sula, asesinada primero
por la a¡sa de llorbón . y luego por
los Gobiernos revolucionrios de este siglo.
»Y digo y declaro firmemente que no me adhiero al cen­
tenario en lo que tiene de fiesta semipagana, informada por
principios que
aborrezco y que poco hablan de agradar a tan
cristiano poeta como CaJderón, si levantase la cabeza.»
Hoy,_ a los cien años, siguen siendo válidas sus palabr.as, porque
la verdad permanece. Y a vosotros os pido, coo la mayor urgencia,
que hagáis vuestro ese brindis, y a hacerlo realidad consagréis
vues­
tra vida y hacienda.
Para que España vuelva a ser católica, apostólica y romana. Desde
su rey a su ley. En sus costumbres, en sus instituciones, en ·sus ma­
nifestaciones artísticas y culturales. En su pueblo y en su Iglesia. Y
bien sabéis que no es paradoja lo que digo.
Para que
la antigua y tradicional monarquía española, cristiana
en la
esencia y democrática en la forma, cenobítica y austera, sea
de nuevo portaestandarte de la. Iglesia y gonfaloniera de la Santa
Sede y paradigma. de un pueblo que mirando a su
rey vea en él la
verdad
y la justicia, el valor, la lealtad y la fe de una nación.
Para que el pueblo español despierte del sueño materialista que
le invade y
vuelva. a pelear por todo el mundo, y, si preciso f0;era,
contra todo el mundo, las batallas del Señor.
Para que los municipios españoles, ejemplos de libertad y de
hidalguía, se vean en el ejemplo de Pedro Crespo, y desde él instau­
ren la convivencia en el orden, la paz y la justicia que tanto nece­
sitamos.
Para que las ideas nutricias de nuestra patria, escándalo para ju­
díos y locura y necedad para gentiles, o al lenguaje
actual, escándalo
para liberales, vergüenza para demócratas, absurdo para totalitarios
de cualquier pelaje,
.vuelvan a llenar de fe y de esperanza a un pueblo
que
mei,ece mejor suerte que la que hoy padece.
Y, como
Menéndez Pelayo, también digo y declaro firmemente
que no me adhiero a esta
España apóstata de su fe y de su pasado,
que abjuró de la religión de Cristo
y, sin duda por ello, está a punto
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LA Pll.OPIBDAD DE LA PATRIA
de romperse en mil pedazos insolidarios y hostiles, La España del
terrorismo y del divorcio, del aborto y la
pornografía, del separatis0
mo, el desorden y el atropelló no es mi España y la detesto, como
detesto a todos
loo que han contribuido a traerla. Responsabilidad
de la que habrán de dar cuenta
por lo menos ante Dios.· Y seguro
estoy
de· que, como yo, habrán de detestarles Recaredo y San Fer­
nando, Isabel
y el segundo de nuestros Felipes.
Ni por un momento alimenteis la duda de que vuestra España
haya dejado
ya de existir para siempre. El ladrón puede robar la
propiedad, pero
no nos priva del derecho sobre lo robado una vez
que lo recuperemoo. Y esa es nuestra labor actual. Recuperar la Es­
paña perdida. O mejor dicho, robada o secuestrada. Porque es nues­
tra. Porque la
amamos. Porque le juramoo lealtad un dia, y noootroo
cumplimos lo que prometemoo ante D;oo,
No sucumbáis a la tentación del desánimo que procede del padre
de todas
las tentaciones. Porque, misteriosa y venturosamente, en
España se da el caso que loo enemigos de la Patria son también, casi
siempre, y digo el casi no se bien por qué, los enemigos de Dios.
Vísteis, sufristeis
el desánimo y la angustia de una Iglesia en
agonía.
Tal vez alguno llegará a perder la esperanza y vacilará su fe.
Cristo podría habernos
repetido el «¿Por qué dudáis?». Pero a nuestro
«¡Sálvanos, que perecemos!», nos envió la figura blanca, alegre y
luminosa de Juan Pablo
11, que nos devolvió la confianza y el or­
gullo de ser cristianos en una cuasi confirmación sacramental.
El Papa que vino del frío es el Papa de las patrias católicas:
Méjico, Polonia, Irlanda...
Faltamoo nosotros. Y tal vez no n06 lo
merezcamos todavía. Porque Méjico y Polonia eran,
pese a martirios
y persecuciones, verdadera propiedad de los católicos mejicanos,
po­
lacos e irlandeses. España tampoco podia seguir siendo España si
dejaba de ser católica. Pero algunos pensaron que sí. Que daba lo
mismo. Y España está a punto de trocearse. Y a Juan Pablo II no
se le invita. Tal vez se-a una suerte. Porque, ¡ qué vergüenza para
España que el Papa la viera tal como nos la han dejado! En nuestras
manos está el reconquistarla, el volverla a rehacer según el modelo
de la
España eterna para ofrecerla, una vez más, a Cristo, que quiso
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGO!U
reinar en ella con más veneración que en otras partes, para ofrecér­
sela
por medio de su Vicario, el Papa Wojtila, que desde la cátedra
de Pedro nos está llamando al combate.
Esta España nuestra que
es una tierra bellísima en la variedad de
sus antiguos reinos, conquistados a punta de espada y enlazados en
ansias de amor. Donde. están enterrados nuestros muertos esperando
el día glorioso de la resurrección.
Esta España nuestra,
que la a.roamos en sus gestas y en sus glo­
rias. Y también en las noches oscuras del alma que ha atravesado y
que hoy la anegan
en tristes presagios de desintegraciones, que no
han de llegar, porque aquí estamos noootros para impedirlo, cueste
lo que.cueste, a.costa de nuestro trabajo, de nuestra entrega y de nues­
tra sangre si preciso fuera.
Esta España nuestra, santa
en sus santos y en sus mártires, glo­
riosa en-sus héroes, luz en sus pintores, verso y verbo en poetas y
escritores... ¡ Cómo no hemos de a.mar la historia más hermosa del
mundo,
la más generosa entrega a Cristo ... ! En sus cumbres inmar­
cesibles y en las humildes entregas cotidianas de millones de antepa­
sados que amaron a su patria y sirvieron a ·su Dios, casi sin enterarse,
porque ese era su natural modo de vivir. Y de morir.
Pero
no he de hablaros de Felipes y Femandos, ni de Igna<:ios
y Teresas. ¡Claro que son míos! ¡Claro que los amo! No. Hoy voy
a hablaros
de otra España igualmente mía, igualmente a.ruada como
propiedad unida a mi
corazón por entrañables lazos de afanes comu­
nes
y fraternos sentimientoo.
Mi España, mi propiedad, mi patrimonio sentido, preocupado, a.rna­
·do, amenazado, sois también vosotros.
Vosotros, vuestros afanes, vuestros sentires, vuestras lealtades y
fidelidades sois mi España doliente y herida, y también ilusionada,
en la esperanza de un mañana mejor.
Y estamos haciendo España. Continuando España. Porque España
somos
y ser es defenderse. A todos os nombraría y en mi corazón os
llamo a todos. A los
muertos de la Ciudad Católica que están en el
cielo pidiendo a Dios
por España. Mooén Enrique nos emocionaba
hoy con el recuerdo
de Pepe Gil. Fue una gran pérdida, pero fue
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LA PROPIEDAD DE LA PATRIA
mejor ganancia. Si los que con Cristo morimos con El viviremos, Pepe
Gil y
Gabriel de Armas y Paco Elias de Tejada y el P. Eustaquio
Gnerrero,
y aquel italiano tan nuestro que fne Michel Federico Sciac­
ca, y los que sin conferencias ni artículos participaron más humilde­
mente, aunque tal vez no menos efectivamente, porque «quién sabe
el peso de las cosas que Dios mide en sus altas balanzas de cristal»,
participaron en nuestra tarea de reconquista de España para Dios,
están viviendo en el cielo y pidiendo por
nosotros y por nuestra
patria. Y
hácen mucho más que con sus naturales talentos, por ex­
celsos que fueran.
Y
España sois, y propiedad de todos los que aquí estamos, y,
por eso, os amamos y nos preocupáis, los que estáis dando testimonio
de patria y defendéis
la propiedad de todos en esas provincias ensan­
grentadas por la traición
y el asesinato.
Ayer me enteré, Carlos, que hablas regresado a Bilbao, pese a
abiertas
y precisas amenazas contra tu vida. Y de Bilbao viniste al
Congreso con un hijo tuyo, casi niño, que lleva con orgullo la
cruz
roja de San Andrés en el pecho, como otros compañeros suyos tam­
bién de Bilbao aquí presentes. Y ese otro Carlos, también entre
nosotros, capitán
de temerarias singladuras que en verdad fueron
un juego de niños
si lo comparamos con el dar la cara, como la está
dando, en la Navarra de 1979. Y Rafael, qne en Bilbao está cubrien­
do un puesto
de honor que su antecesor dejó vacante en una muerte
heroica frente a las balas asesinas de
ETA, y que al no poder acudir
a esta cita nos envió a su hijo Curro. Y Joaquín, en
San Sebastián,
que tampoco
ha podido estar, aunque le sentimos, no sólo espiritual­
mente, sino también en la presencia gentil de tres de sus hijas.
Sois nuestra propiedad, y porque la sentimos amenazada se nos
encorajina
el alma y amarnos más a nuestra España.
Y nuestra España eres
tú, Juan, alma de estos Congresos y de
tantas cosas, que tantas
veces. te dejamos tan sólo porque la carne
es flaca, pero, de verdad, hoy nos sentimos con ánimos de ayudarte
en la tarea y de defender en ella a nuestra
España.
Y España sois, queridos sacerdotes, vosotros. Qne fr 889
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOFIA
asco sois fieles soldados de Juan Pablo II y, en verdad, patria en­
trañable.
Y tu, Eugenio, maestro
al que debo eterna gratitud, que a Es­
paña ofreciste todo desde hace tantos años sin esperar otro premio
que
el muy grande que DioS te tiene reservado.
Y los amigoo de Valencia, de Alcoy, de Málaga, de Salamanca,
de Valladolid, de G'1icia, de Madrid, de Canarias, de Asturias ... , de
tantos lugares desde loS que habéis venido, dejando merecidos des­
cansos y, muchos, mujeres e hijos en el hogar. Desde aquí, pensando
en ellas y en ellos, por ellas y
por ellos, sois F.spaña y estais defen­
diendo
la propiedad de una patria amenazada por ladrones.
Y
España eres tu, Abelardo, y esos chicos y esas chicas abrazados
a Cristo y

a María, ejemplo
de renuncia por amor, de trabajo bien
hecho y responsable en días
ahogados por el materialismo.
Y España eres
tu, Víctor Manuel, que no en vano Méjico se
llamó muchoS añoS Nueva España y así lo sentimos todos. Y ya que,
no sé qué turbias maniobras o
secretos designios, impidieron que
Juan Pablo
II fuese invitado a visitar esta tierra, sentimos que en
cierto modo llegaba a ella
cuando pisó 'esa otra tierra, también pro­
piedad
nuestra, en la que la Virgen de Guadalupe hizo el milagro,
renovó el milagro de poner millones y millones de
rosas católicas
a los pies del
"\'icario de Jesucristo.
Y mi patria sois todos
loo jóvenes que aquí estais, en promesa
segura de días
mejores. Y entre ellos, porque te empeñaste en venir,
tú, querido hijo, con
el que Dios paga con las infinitas creces de su
misericordia los pequeños y
mezquinos trabajos de tus padres por
El y por
F.spaña. Que El sigá trayéndoos aquí y que os lleve a todoo
los puestoo en que su servicio 06 necesite. Creo que todoo loo padres
que aquí
estamos eso pedimos a Dios para vosotros. Sed mejores que
nosotros. Más activos en la defensa de la causa de Dios. Y pensad,
porque
sois hijos y porque sois buenos, que si a veces no lo hicimos
mejor, pudo ser porque
no, supimos, ya que querer, en el fondo de
nuestro corazón, sí queríamos.
Todos sois mi patria. Todos somos nuestra patria. Que seamos,
de verdad, todos de todos,
todos de España y España de Cristo.
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LA PROPIBDAD DB LA PATRIA
Que unos versos de J05é María Pemán, del Pemán de 1931, que
en nada se parecen al posterior, cierren esta conferencia, que no ha
pretendido ser otra cosa que una llamada ¡al ladrón, al ladrón! Por­
que ll06 están robando a España y a lo peor no n05 habiam05 dado
ni cuenta.
Así di=i loo vers05 de fa Elegía .. a fa tradición de Espáiia, es­
crit05 cuando también España se rompía y también habla dejado de
ser católica:
* • •
Me duele España en mi, como si fuera
carne en mi carne: siento
como el temblor de un viejo tronco al viento
o
el desasirse de üna enredadera.
Ramas tronchadas de una primavera,
siento en mí los sentires más amadoS
como Cristos manchados
de sangre y de saliva:
¡y me duele en el alma, en carne viva,
la mella de los siglos arrancados!
Y
o
no soy luz que brilla
pasajera entre nubes,
ni lamento
perdido
en soledad, ni hoja amarilla
danzarina de otoño sobre el viento:
no
es una pluma en el azar mi vida
ni soy un punto, solo, sin medida
ni dimensión, que encierra
en sí mismo su ser todo agotado.
Todo en mí, carne y luz, lo han amasado
los muertos y la tierra:
las dos
manoo fecundas del pasado.
Yo soy un alma amiga
de otras almas que fueron mis iguales :
rojo coral en banco de corales,
gota de un mar y grano de una espiga.
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/'.R, Mis ansias y sentires terrenales
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no son silvestres rosas
nacidas, sin semillas, en mi pecho ...
¡Yo soy lo que me han hecho
los siglos y Ias cosas!
* * •
Venimos de otras horas. Somos ecos lejanos
en los vientres
azules de los montes del Tiempo.
Era ya nuestra vida
como chispa nacida
de la llama primera de
un primer pensamiento,
cuando todo era masa sin formar en las manos
del Señor,
y lamento
sin palabra ni nombre la futura querella:
cuando no era la rosa, ni __ la luz, ni fa estrella,
y la caña era virgen del abrazo del viento.
Y después, cuando el dedo, todo
luz y armonía,
del Señor de las
cosas, como rayo del día
tembloroso entre brumas,
con cantiles de rocas y guirnaldas de espumas,
demarcaba
un pedazo del planeta, y decía:
«Esta huerta
de flores que yo tomo por mía,
será. España, sefiora
de la tarde y la aurora,
de la
paz y la guerra;
hija buena y fecunda, que tendrá desde ahora
una estrella en los delos y un camino en la tierra>> :
desde entonces, lejana, silenciosa,. escondida,
al compás y medida
que iba España
naciendo, como un tallo de flores,
en aquel hervidero de promesa
y ardores,
con sus mismas. esencias, se iba haciendo mi vida.
Y o no soy flor nacida para todos los vientos
ni camino perdido para todos los pasos:
yo no soy pluma suelta de destinos. y acasos
arrojada a los aires, cual despojo maldito.
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LA PROPIEDAD DE LA PATIDA
Yo he nacido a la sombra de un mandato infinito,
de un misterio fecundo
donde, en
-letras de estrellas, mi sendero está escrito ...
¡Yo he venido a la vida con un nombre bendito!
¡Yo no
soy hospiciano de las patrias del mundo!
Tengo nombre, y recuerdo, y linaje, y pasado;
tengo un eco de siglos conocido y amado
que
acompaña mis pasos y responde a mi voz ...
¡Yo
soy flor en las flores de un jardín bien nombrado
y mi tierra era tierra
bendecida de Dios!
Cuando España nacía,
yo era ya una indecisa claridad en su día,
y un reflejo perdido de la luz de su fiesta,
y una gota en la fuente de su arroyo primero,
y una letra futura de su verso y su. gesta,
y una estrella lejana de su noche de enero.
Cuando España
na.cía,
yo era ya, con mi vida, como un ramo de flores
para España segado del jardín del Eterno:
yo era ya blanca nieve que esperaba su invierno
y era grano
en la espera de los nuevos calores.
Cuando España
na.cía,
yo era ya un alarido confundido en el cuerno
que
llamaba a sus hijos, por la Cruz, a la lid;
y era soplo en el viento que agitaba su
enseña,
y era luz en el alba que pintaba, en Cardeña,
con suspiros violetas, la armadura del Cid.
* * *
¡ España, España, España!
¡ Y quieten arrancarme la memoria
y vendarme los ojos!
¡y ennegrecer, sobre el azul, los rojos
y sangrantes ponientes de
tu historia!
¡ Y quieren separarme de la esencia
de tí, como la carne de la uña!
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FRANCISCO ]OSE FEII.NANDEZ DE LA ClGOivA
¡ Rosa de Cataluña!
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¡ Encina de Castilla:
verde plumero heróico
sobre el casco de Gredos !
¡ Pinares y robled05:
sonoros escuadrones
frente a los vientos largos de la tarde !
¡ Rojos muros preclaros,
regados en la tierra donde arde
la cosecha entre risas de cigarra!
¡Picachos de Navarra!
¡ Prados de Balsaín, verdes y . claros !
¡ Y vosotras, las frías
crestas del Pirineo, y la calzada
de Galicia, regada de fervores,
y las blancas aldeas, y las rías:
puña,ladas de azul entre las flores !
¡ Y Valencia! ¡ Y las dos Andaludas:
la griega
y la moruna!
. ¡Todas, todas a una
las
Españas en pie: todas, al viento,
con la mano en la espada
y el aliento
<,:ontenido y la voz · ancha y sonora,
todas puestas en cruz-, en esta hora
de un solo amor· y un solo juramento!
• • *
¡España, España!... Aguza los oidos:
que con un dulce dejo
y dolor blando,
sombras con
luna van por los egidos
de Salamanca
y de Alcalá, llorando ...
Lloran la copla de la malcasada
que a
.la orilla del golfo verde y oro,
sueña el mal sueño, de su amor doliente;
lloran por su · rosal y su tesoro,
perla
ayer la mejor de su corona:
hija de las sirenas del oriente,
novia del m.ar-_azul, ·luna naciente ...
¡ clara, limpia y perfecta Barcelona!
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U PROPIEDAD DE LA PATRIA
¿ Y llegará el momento
en
que retumbe toda España al viento,
con los
secos hachazos de la tala
del bosque ayer tan prieto y tan tupido?
¿ Y arrojará algún brazo descreído,
como un puñado de simiente mala,
las arras de Isabel, en el olvido?
Se ha cubierto la tarde de Castilla
con esa
luz opaca y amarilla
que
presagia tt>rmentas ...
Y
yo he visto,
bajo
la luz agónica y rosada
con que una lamparilla
velaba junto a un Cristo,
yo he visto, en la capilla
de Reyes de Granada,
donde
duerme la Reina enamorada
de las altas querellas,
brotar, soñando
y<>; de sus pupilas,
lágrimas que enjoyaban, como estrellas,
la mustia flor de sus ojeras
lilas.
* • *
Me siento solo. Triste y amarilla,
la
puesta del sol arde
sobre los montes. Brilla
la hoguera al lejos;
la corneja chilla ...
¡Tengo miedo, Señor, en esta tarde
nublada
sobre el campo de Castilla!
Señor, Señor:
¡ por todas esas cruces
que disparan al cielo
loo campoo españoles!
¡ Por los tibios resoles
y las
luces
azules y violetas
del sol del pueblo sobre
el campanario!
¡por la ermita, entre chopos, junto al río!
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
¡por el ave-maría del rosario
del alba, rosa
blanca, entre el rocío!
¡por
la luz y las flores
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y los siete pufiales
de la Virgen que llora, entre crista.les,
con lágrimas
de cera, sns dolores!
¡
por el Pilar y Atocha y la A!mudena
y Regla y Setefilla.:
por la Esperanza y por la Macarena!
¡
por la luz misteriooa. de la noche
santa
y amarga de la maravilla!
¡por
la seda y el oro y el derroche
gitano
de loo ¡,asos de Sevilla!
¡por todas
esas flores
de la casa paterna!
¡ por toda aquella tierna
fe de nuestros mayores:
¡ en esta hora de angustias y dolores,
piedad, Señor,
para la España eterna!
¡Piedad, Señor,
para los malhechores
que riegan sal y ortigas por los sueloo !
¡ Pon los siete colores
de tu arco de perdón sobre los cieloo !
¡ Hunde
en el polvo el odio y la arrogancia
Siembra rosas
de olvidos y perdones
y unge de compasión y tolerancia
labios
y corazones !
¡ Danos la paz! ¡ Acerca a los hermanos !
Abre acequias
de amor en los secanos
y pon el agua de la Vida en ellas!
¡ ¡Tú, que tienes el viento y las estrellas,
Señor
de los Señores, en tus manos! !
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