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1984

El cambio

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El cambio y la familia

EL CAMBIO Y LA FAMILIA
POR
NARCISO JUANOLA SOLER
Doctor en Filosofía.
Profesor-Tutor de Filosofía UNED
Catedrático de I. B.
SUMARIO: I. La moral del derecho al amor.-11. Laa relaciones prenta­
trimoniales.-111. El amor llbre.-IV. Placer o procreaci6n.-V. Nudis­
mo y vida sexual.-VI. La intimidad: ¿derecho o tabú?.-,-VII. Malthus
y el neomalthUSÚUlÍsmo.-VIII. ¿Planificación familiar?-IX. El divor­
cio.-X. El aborto;-XI. La esterila>ci6n.-XII. La fecundaci6n arti­
ficial.-XIII. Juan Pablo II y la familia.
l. La moral del derecho al amor.
Bien podría llamarse
«la moral del amor libre» una· moral na­
turalista e individualista que siempre surge
en los ambientes in­
telectuales liberales. Sus consignas son bien elocuentes: «El ser
humano no tiene
ningún derecho a obligarse de por vida ... ».
«Hay un derecho absoluto de todos, igual para todos los hom-
bres, a la
libertad y

a
la felicidad». ·
Estos planteamientos obedecen a unas tesis 61os6ficas inspira­
das en un falso optimismo:
la creencia en la bondad natural del
hombre (Diderot, Rousseau), la influencia del materialismo, la
llegada del
positivismo y el socialismo .marxista.
La primera preocupaci6n es el placer físico. Por ell~ se afir­
ma sin más que «el hombre tiene derecho al amor y a buscarlo
libremente, porque
el amor es espontáneo y se basta a sí mis­
mo. Ello conduce, no obstante, a
la anarquía sexual y a la des­
trucci6n de
la familia como entidad natural. Y es que ese dere-
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NARCISO ]UANOLA SOLER
cho al amor NO PUEDE SATISFACERSE MÁS QUE EN DETERMINA­
DAS CONDICIONES, porque lo exige la continuidad de la natura­
leza
huniana y porque el desenvolvimiento del individuo supone
que el instinto se someta a una norma ética. De
ahi la necesidad
de 1a institución familiar,. que hace posible y facilita el que los
hombres se continúen y perpetiien en condiciones sanas.
' · La moral del derecho al amor no ve en él más que una ex-
pansión personal. y una fuenté de placer. Por ello legitima el di­
vorcio y el amor libre, la limiiación de nacimientos por medios
antinaturales,
el feminismo radical y mal entendido, la educación
de los hijos por el Estado ... , etc., en definitiva, la PÉRDIDA DEL
CONCEPTO DE PATERNIDAD y la negación de la libertad de los
padres.
Se entiende que en estas ci:r;cunstancias el divorcio sea «un
mal necesario», como una especie de concesión a la debilidad
y que, según algunos cándidos, tendría como efecto ¡ la mejora
del matrimonio! A todo ello se une
el movimiento libertario y
antirreligioso, así como la reivindicación de los «derechos de la
pasión». El derecho a la libertad
se especifica en el derecho al
divorcio
y al aborto, en una creciente extensión de causas y :simc
plificación de trámites. Por otro lado, la neutralidad ética (im­
posible) del Estado, la democracia radical (separación de lega­
lidad y moralidad) y el mismo credo liberal, hacen que el con­
cepto de «matrimonio» vaya perdiendo enteros en la mentali­
dad del hombre actual.
En nombre del derecho. al amor se r¡iega
la concesión·al matrimonio de·una estabilidad qm,:vay.a,más.allá
del amor y deja de reconocerse ·su naturaleza incluso, a nivef
legal.
II. Las relaciones prematrim·oniales.
· El · tnatriminio Supone, por náturaleza, ub.a mutua pertenen­
cia-donación toral y definitiva. Si no es así no puede ser sufí;
cientemente
asegurada, ni en su sinceridad, ni eri su fidelidad.
Sólo así se protege él amor ·de 1as fantasías y de los caprichos.
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No se trata sólo de proporciorutr garantías jurídicas al . ma­
trimonio, sino, principalmente, de garantizar una adecuación del
«ser» del matrimonio: éste expresa una donación recíproca total
y sólo ella es un gesto auténtico y adecuado a la realidad. Sólo
el matrimonio indisoluble es capaz de expresar el compromiso
total
y en todas sus dimensiones del amor verdadero. Lo con­
trario es, en el fondo, una mentira solapada.
La naturaleza del matrimonio
es el don total y definitivo
que cada cónyuge hace al otro. La unión sexual, por ser humana,
debe ser vivida en un contexto de amor verdadero,
que· no es
sólo arrebato sentimental.
El amor \luténtico implica todas las
dimensiones del ser humano y comporta
un conocimiento del
otro,
un acuerdo profundo, una a,ceptación mutua, una asimila­
ción recíproca ... , la programación unánime del futuro. .
EL AMOR NO PUEDE PONERSE A PRUEBA. Probar al otro y
llevar a cabo la relación sexual
presup~ne · 1a fitlta de· una ~n­
dición básica del amor: fa donación total e irrevocable. Hay que
salvar el amor de la inoportunidad
_del instinto y encauzar a éste
desde
la racionalidad moral.
La relación sexual expresa una donación recíproca total, que
funde a
dos p~rsonas en algo único y definitivo, La. relación in­
tima funde· y sella una· recíproca pertenencia-clonación total que
da inicio a. un n~evo ·núole~ de fuerzas e Iilt.el'éses 4ue se con­
vierte en un centro nuevo de resonancias .sociales. La comunidad
no. puede
-quedar indiferente frente a ello como .si se tratara de
algo exclusivamente privado. La sociedad debe· hacerse cargo de
esa nuéva célula familiar, injerta en ehejido social; y · prctmover-
la en su misma dirección nati;ttal, · .. ·
El significado procreador de la rela~ión sexuitl · esJá natural­
mente ligado al encuentro sexual.
El amor humano necesita abrir­
se y proyectarse. No se pueden cegar las fuentes de la vida. Esta
orientación, inserta en el dinamismo natural del gesto sexual,
hace que
s6lo sea licito moralmente cuando se lleve a cabo en
las condiciones adecuadas
.a la procreación humana, condiciones
que
se dan únicamente en el matrimonio. Así, los hijos no que­
darían privados
de la estabilidad necesaria para su propio desarro-
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llo y para su inserción social. El dinamismo sexual debe con­
dicionarse al previo empeño recíproco e incondicional dd matri­
monio. El orden moral de la sexualidad comporta para la vida
humana valores
· muy devados.
En las relaciones prematrimoniales, ¿cómo diferenciar las ga­
nas de experimentar y Ja preocupación por resolver? ¿ Qué es lo
que se pretende poner a prueba y durante cuánto tiempo? La
sexualidad no necesita ser experimentada: es un hecho que dis­
curre con una determinación biológica e instintiva, salvo raras
excepciones fácilmente constatables.
¿Se pueden probar las personas? Lo que se prueba ordi­
nariamente IDll. ]as cosas. El matrimonio a prueba es una avan­
zadilla dd amor libre. Y, contando con d divorcio, todo matri­
monio
es un matrimonio a prueba. El amor libre no es más que
la expresión perfecta de
la rdación biológica común a las es­
pecies animales irracionales.°'
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Así, pues, para síntetimr estos aspectos, podríamos enumerar 25
razones para no aceptar las relaciones prematrimoniales:
1. Porque el amor implica una pertenencia-donaci6n total y de­
finitiva.
2. Porque asi se protege al amor de fantasias y caprichos.
J. Porque el amor verdadero expresa un compromiso. total en to~
das las dimensiones del ser humano.
4. Porque el -amor no es s6lo arrebato pasional ni sentimental,
sino, sobre todo, __ dilecci6n, voluntad de amar.
5. Porque no atiende a una programaci6n unánime del futuro (fa­
milia, hi¡os ... , etc.).
6. El amor no -puede ponerse a prueba como ltÍs cosas. Las pe,-..
sanas no se prtl(!bmi.
7. Porque al' poner a prueba el amor se le quita su elemento bá­
sico: la donación mutua irrevocable y absoluta.
8. Porque el significado unitivo de la relación sexual va intima­
,nente
enlazado con su significado procreador.
9. Porque u11/J cosa son las gana's de experimentar y otra la pre­
ocupación por resolver. Realmente no se sabe qué se prueba,
ni cómo, ni
,por. cuánto tiempo~
10. Porque }a sexualidad no necesita ser experimentad.a, ya que es
un hécho que diicurre con una determinación biológica instin­
tiva.
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11. Porque el matrimonio a prueba es una avanzadilla del amor
libre. Además, la posibilidad del div~rcio supone un matrimo­
nio a prueba.
12. Porque el matrimonio indisoluble protege contra la in.estabilidad
institntiva, la fugacidad sensitiva, fortaleciendo la responsabi­
lidad del vínculo, profundizándolo y purificándolo.
13. Porque el juratllento de fidelidad es una fuerza moral que ayu­
da a vigorizar la constancia del sentimíento.
14. Porque la voluntad firme y expresa de guardar fidelidad, puri­
fica y conserva el amor, apartándolo de los juegos sin valor.
15. Porque el amor no debe confiarse a la inestabilidad de los sen­
timientos.
16. Porque al rechazar la ofrenda total, la sexualidad no se expe­
rimenta ya como una donaci6n de ·toda la persona.
17. Porque así se elimina la ansiedad y el miedo a tener que rea­
lizar, cada vez más, las máximas prestaciones sexuales.
18. Porque la preocupación por las relaciones sexuales puede Nr un
obstáculo para el desa"ollo de la intimidad perional espiritual
'Y hacer prevalecer la satisfacci6n inmediata del amor.
19. Porque es la uni6n de las vidas, que implica el matrimonio y
la fidelidad que él aporta, la que permite que la uni6n sexual
ocupe su lugar en el conjunto de valores vitales.
20. Porque no se tiene seguridad sobre el matrimonio más que
cuando se ha efectuado y, además, pertenece a la !esencia del
noviazgo el poder romperlo.
21. Porque los que hacen concesiones al amor libre, intentan lue­
go restringirlas, ya que, ¿qué quiere decir «estar decididos a
casarse»? ¿Cómo fijar una regla?
22. Parque en el matrimonio la intimidad física se sitúa en un
conjunto que abarca toda la vida de la persona y, asi, antes
del matrimonio, el amor fisico no se puede integrar en un con­
junto de vida.
23. Porque suscitar emocionés rexuales es más fácü que suscitar
el encuentro en el plano de las personas totales. Ademb, las
relaciones sexuales no son una señal del acuerdo de carácter
que asegure definitivamente la felicidad conyugal..
24. Porque es una regla de cordura el no adeptar un amor «inte­
rino».
25. Porque si el gran amor es escaso dentro del matrimonio, ¿es
acaso mb frecuente fuera Je él?
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III. El amor libre.
La creencia en la bondad natural del hombre, la creencia de
que todas
las pasiones son buenas y que están para seguirlas, la
reducción
de toda virtud a la «sinceridad» y la consideración de
que
la pasión sexual corresponde a una necesidad natural que
hay que satisfacer para no ser una persona tarada, hacen que
se
acabe por no oponer la unión legítima a la ilegítima y el con­
cubinato al matrimonio.
En las tesis que cohonestan el amor libre no figura la finali­
dad natural de
la procreación o continuidad de la especie huma­
na:
se sueña en el amor, pero no en la paternidad. Por ello se
elogia el amor sensible, carnal y se habla del derecho a la vida
sexual .sin «problemas». El amor libre no conduce sino a la pér­
dida del amor espiritual.
Por un lado se considera que hay que liberar a la mujer
y,
por otro, se trata a la institución natural del matrimonio y la
familia como algo corruptor. Amarse, sí, pero, ¿atarse para siem­
pre?, ¿no supone ello una desconfianza?, ¿no es una amenaza al
otro? Como dice B. Russell, la estabilidad de afectos es una bar­
barie. El amor, entiende el amor libre, florece con libertad y
es­
pontaneidad. El deber de amar a alguien hace aborrecer a la
persona.
El amor libre es una unión digna, noble, pura, leal, libre, sin
ficción y configurada por el amor. El matrimonio, un mercado
infame, una regularizacióu
del libertinaje, una hipocresía de la
sociedad burguesa, un velo, en definitiva, de honradez.
Pero
no todo son flores en el amor libre. En efecto, el amor
libre no
cesa al mismo tiempo y también desarrolla los celos, los
celos por inseguridad. Las inclinaciones cambian y, por lo tanto,
¿con qué derecho
se condenan unas formas de amor y se admi­
ten otras? Al final, aunque no todos deseen la supresión del ma­
trimonio, es una mera cuestión de palabras.
Ha habido quien. ha sostenido la conveniencia de la poliga­
mia juvenil y de la monogamia en la madurez.
Algo así como si
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el matrimonio fuera para los «jubilados del amor». Lo que ocu­
rre es que hasta la homosexualidad es lógica desde el momeoto
en que
el amor se identifica y se reduce a una satisfacción de la
pasión sexo lógica. De todo se buscarán razones: es una inclina­
ción natural
y honesta, es un instinto excepcional y apacible, es
un deseo de felicidad nada vergonzoso y que excluye el eoga­
ño
... , etc. Repito, una vez más se ha prescindido del fin natural
procreador
y se ha ideotificado amor con pasión satisfecha, no
hay base para distinguir el verdadero amor de
sus remedos y se
protestará por cualquier desconsideración del
sexo en todos los
sentidos.
El amor libre justifica toda manifestación sexual. La moral
veodrá a ser una superstición que
contraría a la pasión -y, por
ello,
serli algo contra natura. Y téngase en cueota que el amor
libre
goza de «su» moral: ella busca un «equilibrio» que no per­
judique a la salud, que respete los «derechos del prójimo», que
no le haga violeocia, que no lo trate como
un simple instrumeoto
de placer egoísta sin ateoder a su voluntad, que combate la pros­
titución e intenta hacerla desaparecer, que sólo busca la satisfac­
ción de los sentidos, que promueve una entera libertad, que no
debe gastar en los trámites del divorcio, que supone una vida
pura y simple en común, que se aleja del engaño y de la seduc­
ción, que propugna la simpatía y el placer de vivir, que supone
hasta
el ahorro fiscal. -
Pero en el amor libre la palabra FAMILIA no tiene sentido.
El instinto sexual
se ordena al placer y éste gira en torno a sí
mismo, puesto que
se ha convertido en fin. Luego ya hay quieo
busca sómo regular las uniones libres, o
-sea, la legitimación del
concubinato honorable: matrimonios de hecho que
se convierteo
en fuente de derecho, matrimonios legales de
camadería que se
transforman en matrimonios de familia, nada menos .en interés
de la propia mujer y por el bien de los propios hijos, cosa que
se concede a petición tan sólo de uno de los «cónyuges», si­
guiendo el ánimo de las costumbres verdaderas y las relaciones
equitativas.
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IV. Placer o procreación.
Una cosa es «c6mo» se vive el matrimonio y otra «qué» es.
Una cosa es el «ser» del matrimonio, otra el «uso» que se haga
de él. Aunque uno viva el matrimonio como le parezca, no por
ello cambia la naturaleza del matrimonio, su constitución
obje­
tiva. Si el derecho a casarse nace de la obligación de perfeccionar
la naturaleza individual, desarrollando las facultades naturales
se­
gún los fines de la especie, el vivir en desacuerdo con la natu­
raleza jamás puede ser un derecho, aunque sea practicado por
muchos. El matrimonio es una sociedad natural cuyo fin esencial u
objetivo
es la conservación de la especie humana mediante la
generación, crianza y educación de los hijos. El fin subjetivo es
la ayuda mutua de los cónyuges mediante el amor fiel. Así, pues,
hay un fin objetivo ( conservación
de la especie humana) y un
fin subjetivo (la perfección que se busca en la unión matrimo­
nial).
Actualmente, el matrimonio tiene un sentido deportivo,
fes­
tivo, y s61o es visto desde sus fines subjetivos, divorciados de
su
fin objetivo-natural (los hijos). As!, la fidelidad y la fecundi­
dad son desplazadas. En definitiva, la naturaleza misma es la que
juzga si los matrimonios son justos o injustos.
La anatomía . humana y su psique están dispuestas por la na­
turaleza en vistas al servicio de la especie. Cuando la vida sexual
se realiza contra los dictados de la naturaleza ( o en desacuerdo
con los dictados de
la recta raz6n, que conoce esta misma natura­
leza), el sexo se desvla de su fin, sin poderlo cambiar objetiva­
mente.
Todo lo dicho, al brotar de la misma naturaleza de las co­
sas, tiene un valor universal, y obliga moralmente a todos, sin
discriminaciones de raza, religión o cultura.
Marido
y esposa tienen derecho a ila relación sex,ual, pero su
vida sexual tiene que
ser razonable ( de acuerdo con la razón na­
tural). Hay una vida sexual sana, la cual admite un margen de
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racionalidad, según las circunstancias de los cónyuges. El amor
y
la fecundidad deben ser cultivados siempre dentro de los li­
mites que marca la «recta» raz6n. U na vida sexual que calcule
la desvinculaci6n de la relaci6n sexual de su dimensi6n fecundan­
te
hace del sexo un instrumento de placer er6tico infecundo,
lo cual
es irracional y, por ello, inmoral.
La relación sexual se basa, así, en el derecho natural a trans­
mitir la vida razonablemente, como corresponde al hom.bre, es
decir,
de¡ándose guiar por la misma naturaleza y sus leyes ob­
ietivas, no cambiándolas, lo cual sería abusar de ellas.
El amor verdadero no puede desligarse
de lo que lo prolon­
ga, refuerza y eleva. Si no es así, dicho amor se trunca, se falsea
y se hace inmoral. Hoy en dla se piensa en tod'o, menos en el
niño como fruto normal del amor. Ello implica que dicho amor
sea en parte mentiroso, de¡ando de ser un don total para re­
plegarse en sí mismo, es decir, en la sola búsqueda sub¡etíva del
placer. La sexualidad no fue dada estrictamente para la conse­
cución de los fines individuales. La misma perfección biológica
indica
el orden natural que conlleva la apertura a la creación de
nuevas vidas humanas. Amar a una mujer es amar su potencidz
maternidad y amar a un hombre es amar su potencial paternidad.
Cuando el amor, de suyo, en su inicio, realizaci6n o término, ex~
cluye el fin ob¡etivo de la procreaci6n, entonces se torna contra
la naturaleza, ya que no sigue sus dictados. Por ello hay que de­
;ar siempre abiertas las puertas de la naturaleza fecundante y
no
cegar las fuentes de la vida.
Hoy en día sólo se quiere hablar de -los hijos como de algo
espúreo, secundario, anteponiendo primero el desarrollo personal
de los esposos,
sin darse cuenta de que dicho desarrollo· natural
pasa a través de la obediencia al fin ob;etívo .de la misma natu­
raleza: la apertura al hijo. As!, pues, tener hiios es crecer y ex­
pansionarse, no una pérdida, ni un empobrecimiento, ni una es­
clavitud.
La naturaleza se propone la continuidad y la llnisma ~azón na­
turaÍ, no manipulada ni llena de prejuicios, lo reconoce. Hoy en
día sólo se entiende la relación sexual por razones subjetivas (pla-
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cer, atracción, cariño, etc.) y se ignora su propósito objetivo y
natural. Pero no hay que olvidar que el placer es un medio, no
un
fin; un acompañante de la acción buena, no lo que la hace
buena sin más.
Ya Freud, en su «Introducción al psicoanálisis», dijo que «el
desconocimiento del fin esencial
de la sexualidad -la procrea­
ción-es lo que caractetiza a las perversiones sexuales» y, por
ello, califica de
«perversa» a «toda acción sexual que, habiendo
renunciado a la procreación, busca
el placer como un fin inde­
pendiente de la misma». Así, pues, sigue diciendo Freud, «la
parte
más delicada y peligrosa del desarrollo de la vida sexual es
la referente a la subordinación a los fines de la procreación». Y,
seguidamente, afirma que «todo aquello que
se produce antes de
este momento se sustrae a dicho fin o sirve únicamente para pro­
curar placer, recibiendo la denominación de perverso, y es, a tí­
tulo de tal, condenado». Repito que es Freud el que habla y nos
dice
más adelante: « ... vamos viendo cada vez con mayor clari­
dad que
el carácter esencial . de las perversiones no consiste en
sobrepasar el
fin sexual o reemplazar los órganos genitales por
otros,
ni siquiera en el cambio de objeto, sino más bien en su
exclusividad, carácter que las hace incompatibles con el acto se­
xual como función procreadora». Y, finalmente, dice: «Deducire­
mos, pues, sin violencia
alguna, que la sexualidad normal es un
producto
de algo que existió antes que ella, y a expensas de lo
cual hubo de formarse, eliminando
como inaprovechables algu­
nos de sus componentes y conservando otros para subordinarlos
a un
nuevo fin, o sea, el de la procreación».
Un compromiso corporal que está libre
y voluntariamente
impedido para transcenderse en los hijos no será sino el
pobre
compromiso de un descompromiso hueco:
el del amor egoísta,
que se agota en
la proposición «tú para mí y yo para ti», sólo
en tanto en cuanto satisfacemos nuestros ·deseos, o sea, una sen­
sualidad mutilada. Verdaderamente, toda mujer y todo hombre
padecen la necesidad inconmensurable de entregar su vida a algo
o a alguien y de sentir .que esa donaci6n gratuita es aceptada.
Se puede decretar el primado del placer, entendiendo· la se-
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xualidad como la comunicación del placer, pero a costa de debi­
litar o rechazar todas las demás tendencias: la elección del com­
pañero, el amor a la prole y la fidelidad. Aceptando el placer y
evitando la prole, se instaura el egoísmo de la pare;a, que se en­
cierra en sí misma.
El amor-sexo es un amor meramente sensual., que consiste
en la satisfacción del impulso sexual, negando sus fines y valores
últimos.
Así, el hombre se reduce a sus necesidades físicas y la
felicidad es entendida como la satisfacción de esas necesidades.
Sólo queda la energía sexual y, por supuesto, la interpretación
naturalista
y biológica del sexo una vez éste se ha descentrado
de su función natural procreadora.
La ausencia total de ego/smo da lugar siempre al «nosotros»
o, al menos, no ciega las fuentes de la vida, ya sea químicamen­
te,
ya sea físicamente. Ese «nosotros» es la perpetuación del in­
tercambio amoroso y no un mero recurso para completar egoísta­
mente la propia personalidad.
Amar a una mu;er es amarla en
su totalidad; si no, es un remedo de amor conyugal. El amor no
debe agotarse en la comunión de
los esposos. El sexo no es más
que el substrato del amor, no el fin, sino un medio al servicio
de la voluntad de la vida. La expresión más biológica de ese unir­
se y contemplarse et el hi¡o, fruto de la generosidad. El hi¡o
impedido, debiendo venir, compromete el amor, ya que· com­
promete la generosidad que viene exigida por la misma natura­
leza del amor.
V. Nudismo y vida sexual.
El nudismo supone que los instintos sexuales y los órganos
sexuales nada tienen que ver con
el pudor. Ellos no tienen nada
de vergonzoso y hay que hablar sobre los mismos
como si tal
cosa y mostrarlos para quitar el ánimo malsano, la inquietud y
la vergüenza de las personas que todavía están reprimidas y lle­
nas de tabúes sexuales.
El nudismo hace alarde
de una especie de candor impúdico.
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Según él, hay que estar a favor de toda manifestaci6n sexual,
hay que
iniciar en la · sexualidad a la gente (brutalmente si hace
falta), hay que educar la
SENSUALIDAD. La moral del derecho a
la vida
seirual se concreta en una enseñanza colectiva, indiscri­
minada y materializada de las leyes de la vida sexual, sin pre­
cauciones morales
de ningún tipo, y tomándolas todas para que
dicha vida sexual
no ocasione «problemas inesperados».
El nudismo tiene una amalgama de higiene, moral riaturalisia
y misticismo.
En efecto, según sus tesis se puede estar desnudo
donde sea y con quien sea; lo pernicioso es el vestido, con la­
curiosidad que despierta y la excitaci6n pasional que conlleva; el
desnudo suprime
el misterio y la· parte de excitaci6n que pro­
viene de
la imaginaci6n: cuando todo el mundo vaya desnudo
ya no se prestará atenci6n y la imaginaci6n se apaciguará.
Pero
el nudismo está fuera y muy lejos de conseguir calmar
la imaginaci6n. Lo que ocurre
es que el nudismo es una especie
de religi6n de la belleza y de la salud corporal:
no se practica
el nudismo como la gimnasia,
SE ES NUDISTA con un aire de
nueva salvaci6n.
El nudismo se basa en la satisfacci6n del deseo sexual cuando,
despierta. No practica la continencia fuera del matrimonio, ni re-­
gula el deseo .dentro del mismo. El nudismo es una exaltación
del cuerpo y una educaci6n de la
SENSUALIDAD centrada en el
placer físico. El nudismo no educa los sentidos, sino que per­
fecciona
los mismos para gozar más y mejor, como propugnaba
Epicuro. El nudismo encuentra la felicidad en la sensación, por
ello la cultiva, la afirma y la intensifica.
El nudismo ensefia a
despertar y satisfacer los sentidos, educa la potencia sexual para
su mayor rendimiento, busca las formas de placer refinadas ( tec­
nicismo del sexo) y lo encuentra todo en el placer físico.
El
pudor, para el nudista, es una perversión y una inmoralidad an­
tioatural, un «desvío espiritual».
El nudismo se abandona al instioto con la idea de la bondad
natural del hombre. Piensa que si
se suprime la norma moral se
suprimirá la
falta: si el hombre hace el mal es porque se le im-
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pide el hacerlo. Al abandonarse al .instinto ya no habrá excesos.:
la misma libertad moderará la pasión.
El nudismo pone la carne sobre el corazón, el instinto sobre
el sentimiento, el amor sensible sobre el amor espiritual. Su de­
recho a la vida sexual
se determina en el derecho al placer físico
como medida de higiene ps(quica, como decía
W. Reich. Es el
retorno a la animalidad ilustrada y el desprecio consiguiente de
la razón espiritualizada, en definitiva, la negación del conflicto
entre
la carne y el espíritu de la que habla San Pablo. Sólo in­
teresa el individuo y las satisfacciones inmediatas de
sus necesi­
dades: lecho,
sí; cuna, no.
La moral del derecho al amor excluye al hijo. No se da cuen­
ta de que la dicha del hombre no está en una pretendida libera­
ción sino en el dominio racional del instinto animal. La moral
del derecho al amor suprime de
un plumazo, por la praxis, aque­
lla norma que el hombre necesita para vivir moralmente. ¡ No
se pueden hacer experiencias impúnemente!, ¡no se pueden re­
bajar los principios éticos al nivel de las debilidades!, ¡no es la
moral
la que ha de cambiar, sino que somos nosotros quienes
debemos
convertirnos!
El hombre no tiene derecho a la dicha más que en el orden
natural de las cosas. Y el orden se impone al espíritu, que no
mira al bien de cada individuo, sino
al bien común del hombre.
Hay que buscar el bien
y la felicidad dentro del orden y respetar
las condiciones de bien y de felicidad del conjunto. Claro
es que
esto
choca con aquellos que sólo. ven en el amor aquello que
se hace en él y, por lo tanto, para aquellos que sólo ven en el
amor una cuestión individual.
VI. La intimidad: ¿ derecho o tabú?
La intimidad se opone a lo puramente representativo, es la
zona en que no es posible la representación. · Por ello, la inva­
sión de esa parcela lesiona la personalidad y constituye un ata­
que a la verdad. La intimidad es aquella zona espiritual distinta
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a cualquier otra. Desde el momento que el hombre comunica su
intimidad, se ve si lo hace bajo secreto o para compartir su in­
timidad, deja de ser algo exclusivo y es sustituido por un ser
común, genérico, que implica la desaparición de la individuali­
dad real
(no hay ya obstáculo para su difusi6n total).
U no de los sintomas del nacimiento de la intimidad es el
pudor, que
'surge cuando se descubre la vida interior. En la in­
timidad hay,
pues, algo más valioso que lo que hay en el mun­
do exterior. La intimidad tiene un sentido de interioridad y de
contenido: es lo opuesto a lo externo y representativo. La inti­
midad existe en el
«yo», es su cometido interno.
El carácter moralmente obligatorio del pudor estriba en el
hecho de que
la persona humana debe autodesplegarse de la
manera más perfecta posible, conservando la plena autoposesi6n
en una relación de comunicaci6n-entrega perfectiva. El pudor es
el modo según el cual la persona se autoposee y se entrega a
otra privadamente.
La supresi6n del pudor indica la no autopo­
sesi6n
de la propia intimidad que conlleva el abandono (la pro­
cacidad). Es entonces cuando se busca la comunicación en la
anulación de la intimidad. No se puede hablar de pudor si no
hay intimidad que se posea desde una instancia personal. En­
tregarse a los impulsos instintivos no
es más que disolver el «yo»
y anular la intimidad: yo no estoy solo ... , porque ya no estoy
(mi intimidad
se ha disuelto).
Lo Intimo se desvanace y se violenta a la persona cuando
ésta pasa a ser del dominio público. Las personas frívolas, ca­
rentes de intimidad, son proclives a descubrir su intimidad, pre­
cisamente por ser algo muy pobre a sus ojos: egoístas,
no se
aprecian en lo que valen y no temen perderse ante las miradas
cosificadoras de los que
se interesan por esas intimidades vacias
e inconsistentes.
Alli donde hay intimidad hay pudor, porque la intimidad
se recata y reserva, se oculta en su misterio, consciente de su
valor. La impudicia va contra el derecho que tiene toda perso­
na a ser tratada como tal y a no ser reducida a la simple anima­
lidad. El deseo de promocionar a la persona pasa por el respeto
896
Fundaci\363n Speiro

EL CAMBIO Y LA FAMIUA
al orden esencial· de su naturaleza. Hoy en día, la dignidad del
hombre
es despreciada y sus sentimientos más íntimos son ob­
jeto de comercio. Se intenta hacer callar la sensibilidad moral
y volver manipulables a las personas. La salvaguarda del derecho
a la intimidad es la defensa de un derecho que afecta a la misma
libertad de las personas.
El sentimiento
del pudor se explica como un espontáneo tur­
barse que amenaza el equilibrio moral, debido al consciente pre­
valecer de la animalidad sobre la personalidad y causado por un
estímulo objetivo inoportuno. El pudor tiende a la reserva
de
lo íntimo, una defensa ante la mirada cosificadora que quisiera
convertir el cuerpo en instrumento. El pudor impide que la per­
sona se reduzca al ámbito sexual, mantiene en un segundo plano
la animalidad de la persona y realza el elemento racional y es­
piritual de la misma. El sentimiento del pudor es un valor y una
exigencia social, como también
una exigencia de equilibrio moral.
El pudor, innato en el hombre, defiende contra la profana­
ción de
las zonas Intimas de la personalidad. El pudor nunca
esconde
una realidad, sino que hace que esa realidad sea con­
trolada por la decisión personal. No conduce a la soledad sino
a
la contemplación del propio ser para una entrega perfectiva.
El cuerpo está
al servicio de la persona. El pudor no es una me­
dida represiva más que para aquellos que revisten la luiuria de
virtud.
Para deiar traslucir a la persona, el cuerpo ha de ocultarse,
para que la mirada no se aplaste 'en él :y pueda alcanzar lo espe­
clficamente humano: el dominio del espíritu. El pudor defiende
al cuerpo del intento de convertirlo en ob¡eto de placer. El cuer­
po representa un más allá, expresa lo que no es: una imagen de
nuestra
alma, un signo del misterio personal. Como leí en algún
lugar: «El hombre a los treinta ya es responsable de su cara» .y
«si tiene cara de malas pulgas es que las pulgas las tiene dentro».
El cuerpo,
pues, anuncia el alma, refracta la intimidad que lo
habita ( «El semblante es el espejo del alma»).
El desvelamiento del cuerpo
es una suerte de despersonali­
zación voluntaria, un situarse en el estado de cosa-objeto, de
897
Fundaci\363n Speiro

NARCISO JUANOLA SOLER
instrumento placentero: .un convertirse en porno-manifestación
para todo aquel que lo desee. Es entonces cuando el cuerpo pier­
de transparencia y llena todo el campo visual, convirtiéndose en
objeto absorbente
y perdiendo su dignidad.
El pudor es la soberania del esplritu. La impudicia convier­
te a la p_ersona en co.sa de nadie, por lo mismo que es cosa de
todos ( «es una cualquiera»). Sólo la persona puede tener pudor
porque
sólo ella puede ser objeto de placer. El pudor ·sexual es
una revelación del carácter suprautilitario de la persona. ·
Si
la intimidad se disuelve, el ateísmo es inevitable, ya que
el encuentro con Dios
se realiza en la intimidad personal. No
hay que olvidar que
«aunque la carne se vista de seda ... , no
digamos cuando
ya no se viste de nada.
Nada hay que objetar al desnudo de uná OBRA ARTÍSTICA siem­
pre que lo
sea y no se trate de pornografía encubierta, teniendo
en cuenta: que no debe ser impúdica para un adulto normal. Toda
descripción de Jo sexual que pretenda excitar la sexualidad, bajo
capa de arte, es recusable. Lo pornográfico sólo descubre lo su­
perficial de · la persona para excitar. El verdáidero arte haée que
se perciban las realidades profundas del ser humano.
La ausencia del pudor es descuido de la intimidad,· que ya
no es poseída personalmente, por lo que no puede darse ,. COIIl·
partir: se abandona. El pudor corporal significa que el propio
cuerpo no está a disposición de cualquiera. El vestido se
'mues­
tra como una exigencia de la elegancia como virtud moral, ya
que sin él la personalidad se esfuma: su misión es que la aten­
ción
no quede absorbida por -el cuerpo y alcance a la persona
( es 'hipocresía hablar de la belleza de una persona impúdica).
Cuando en una obra de arte se da un desnudo libre de procaci­
dad, la belleza estriba en que la idealización artística conlleva
un velo de
·pudor que permite su contemplaci6n estética. No
cabe elegancia donde falta el pudor.
Sólo bay un cuerpo sin al­
ma, sin intimidad.
Lo impúdico en el vestir estriba en lo qÚe subrayandó el
sexo contribuye a ocultar
la persona. El pudor protege la po­
sibilidad de que la persona sea reducida a su cuerpo y a su
898
Fundaci\363n Speiro

BL CAMBIO Y LA FAMILJA
sexo. El cuerpo es sólo una parte de la verdad del hombre.
El arte debe ser verdadero y la verdad acerca del hombre es
que
es una persona. El artista puede utilizar el desnudo con
un fin artístico, pero corre el riesgo
de que su obra posea
más resonancias sexuales que artísticas. Al desnudo le es coesen­
cial la ambigüedad estético-sexual, lo cual puede dar lugar al
predominio de lo sexual sobre
lo estético.
A menudo no
se entrega la intinúdad sino un abandono
del cuerpo.
El pudor es el área de seguridad del individuo y
de sus valores especificas. El pudor delimita el ámbito del amor
al no permitir que se desencadene la sexualidad cuando la uni­
dad interna del amor no ha nacido aún. Lo que hoy día se
exhibe son cuerpos opacos y susceptibles de sustitución. El amor
sólo brota en un momento
de pudor, ya que lo que no es ín­
timo, misterioso (el centro personal de la persona amada), no
es capaz
de ofrecer un interés duradero: una mujer sin pudor
es una cosa agotable, sin misterio~
El pudor es una huida ante una reacción limitada de los
valores sexuales con
la intención de provocár el verdadero amor.
Al encubrir los valores sexuales se descubren los valores per­
sonales. El pudor defiende el valor de la persona. El amor es
un asunto de interioridad de almas y no tan sólo de cuerpos.
Se entiende, pues, que el pudor tienda a disimular el acto se­
xual para proteger el valor del amor personal. El pudor da la
verdadera proporción entre los valores personales y sexuales.
La relación
sexual matrimonial es una relación conforme a
las exigencias del pudor, a menos que se haga impúdico por la
forma de llevarlo a cabo
(instrumentalización del amor). El amor
verdadero no
oculta a la persona y su wlor ·penetra toda la vida
sexual. No hay que confundir procreación con . utilización de
material.es, ni amor con aventura erótica. EL sentimiento del
amor no da derecho a la unión carnal, ya que no equivale al
verdadero
"mor de voluntad (dilección) que lleva el vínculo
conyugal. El pudor perdido
coloca a la persona eri la situación de un
ser del ,que puede
uno servirse sin amarlo. Lo genital es lo
899
Fundaci\363n Speiro

NARCISO JUANOLA SOLER
anónimo; lo sexual puede pasar al servicio del espíritu. El sexo
no
es la realidad suprema ni única: la sexualidad vale lo que
vale el hombre íntegro, de fo contrario se prostituye y contra­
ría
al espíritu. La metafísica moderna del sexo padece una es­
trechez de miras materialista y, por ello, no asciende al amor
que conlleva la afirmación del pudor y de la intimidad. El amor
cerebral apenas pasa el umbral de la atracción superficial; el
amor sr,lo pone de relieve lo epidérmico y el alma se• halla
ausente de la sexualidad anodina. La belleza se estandariza y
el amor es concebido como un deporte, una expansión física o
una sacudida nerviosa. No hay verdadero amor porque no hay
tratamiento
íntimo y la pareja se encierra en sí misma. El hijo
viene a ser .un pago de la voluptuosidad y ese pago se intenta
esquivar
con los medios que sean y a costa de quien sea (an­
tinaturalidad de los anticonceptivos no abortivos y criminali·
dad del aborto).
El erotismo es algo cerebral que sólo nos da lo prefabricado.
La exhibición y la cerebralización del sexo son la negación del
amor.
Se idolatra el cuerpo y se trata como una vulgar mer­
cancla de escaparate. Se adora al cuerpo, pero ya no se respe­
ta: olvidada el alma, el cuerpo es despreciado ... después de su
uso. El erotismo hace al, hombre esclavo del sexo-idolo, sin es­
píritu. El erotismo es una sexualidad representada y no vivida
desde el esplritu, una observación y no una necesidad, una fic­
ción desnaturalizante y substitutiva: la frialdad. se une con la
obscenidad ( el strip-tease cdculado). Con el erotismo la vista
se prostituye en el tacto. El desnudo erótico no puede alcan­
zar lo bello en su pureza, el núcleo de la intimidad personal.
Quien tiene a su cuidado la sociedad debe procurar el per·
feccionamiento de la persona, el bien común como conjunto
de condiciones
qúe lo hacen más pleno. Muchos Estados no se
preocupan por el desarrollo de las necesidades espirituales de la
persona.
La persona cumple su dignidad esencial cuando lo que
hace
se relaciona con su finalidad natural. La -autoridad no debe
reducirse a tutelar los derechos y libertades
de los ciudadanos,
sino, principalmente, a disponer una suficiencia de medios para
900
Fundaci\363n Speiro

EL CAMBIO Y LA FAMILIA
que dichos ciudadanos puedan desarrollarse como personas hu­
manas. La moralidad pública
es uno de los elementos funda­
mentales del bien común y el poder civil, siendo
su gestor, no
puede olvidarla, sino que debe defenderla y fomentarla, evitan­
do por todos los medios
justos y adecuados lo impúdico y obs­
ceno. La autoridad pública no sólo debe procurar la moralidad
pública sino asegurarla.
La mujer
no puede pretender dejar de ser contemplada como
objeto si ella se manifiesta como tal. Hay que recuperar el res­
peto al misterio sagrado de lo personal. La morada debe per­
mitir descubrir el alma. El pudor evita el egoísmo cosificador e
infunde respeto por el cuerpo.
El ·pudor· ha de edificarse den­
tro de una educación general de la vida moral y en la inicia­
ción sexual del niño, atendiendo a su ritmo de maduración y
a
su personalidad. No he entendido jamás qué pueda set una
información,
ya no educación, sexual colectiva o en masa, que
se reduce a lo exterior y merame_nte descriptivo, sin alma.
La prostitución es una cosificación. La pornogafía y la falta
de pudor también: un convertirse en objeto público. No
obs­
tante, la intimidad puede comparrirse entre un yo y un tú se-
1!.dos con el amor indisoluble, el auténtico amor, · el verdadero
amor natural. y humano. Muchos medios de comunicación han
creado el mercado impúdico del que ahora se aprovechan. Es­
casamente se educará a la juventud si se le hace creer que cuan­
do se es más mayor ya no se está obligado a norma de morali­
dad alguna.
No hace mucho, en televisión
se ensalzaba la conveniencia
y la oportunidad de ciertos relatos para, se dijo, erradicar el
puritanismo. Pero, ¿no es eso educar, pretender educar, ponién­
donos en una situación en la que el fin justifica los medios? Lo
que afecta a una persona joven también
afecta a una mayor.
En ambos casos
es la naturaleza humana la que es degradada.
Y no
es suficiente que una persona determinada pueda cen­
surar la falta de pudor. No basta decir: infórmese y si para
usted
es indecoroso no vaya, no compre, no haga. Esto es re­
ducir la libertad sólo al ámbito personal (no faltaría más que
901
Fundaci\363n Speiro

NARCISO ]UANOLA SOLER
ya no se tuviera ni ésta). No hay que hacer dejación del dere­
cho a que se manifieste en la vida social ese derecho que ya
se tiene a nivel individual. Lo moral no se puede separar de lo
social, pues el hombre
no . está tampoco dividido en dos. La
censuta, reducida a nivel meramente privado, puede ser un re­
cutso último en circunstancias graves, pero no es una solución
definitiva,
ya que supone un impedimento para propagar públi­
camente la rectitud ética.
Hoy en día la técnica ha entrado en la intimidad, instru­
mentalizándofu: el amor ilustrado, de receta ... Y todavía se ha­
bla de ecología, de lo exterior, claro está, ya que la ecología
del hombre
ya no importa, exige demasiado. En verdad sólo
cuando nos desprendemos de
·artificialidades deformantes de la
intimidad hallaremos la límpida abertura a la interioridad y
el
acceso a la trascendencia.
VII. Malthns y el neomalthnsianismo.
La
fecundidad ideal es una fecundidad racional, es decir,
aquella en que la moral natutal somete la acción a la razón, en
que la pasión
se somete a la razón. Por ello, aquella familia
que
considera que el hijo es algo aocesorio es una familia vi­
ciada.
El divorcio
actiia como un freno para la natalidad. Y los
divorcios· aumentan a medida que
el número de híjos disminu­
ye.
Por ota parte, se tiene hoy día el prejuicio de considerar
inferior a las familias numerosas, que
se desartollan en adver­
sas colldiciones sociales y económicas, ya que no viven «al uso
del tiempo» y «han de resignarse» a ser tratadas de este modo.
Generalmente, los
períodos de decadencia · son períodos de
baja natalidad. El aumento de la población es,
en'. verdad, un
estímulo para la actividad
y para encontrar nuevos recutsos.
Pero
e1 deseo de gozar, la creación de falsas necesidades, la
vida cómoda, la
· cortupción moral y las técnicas de instrucción
y previsi6n sexuales, hacen que el malthusianismo impere en
la sociedad· actual.
902
Fundaci\363n Speiro

EL CAMBIO Y LA FAMILIA
Y suele ocurrir, no obstante, que los pueblos de más baja
natalidad son los más ricos y desarrollados. Son éstos los que
ponen reparos a las familias numerosas,
ya que «molesta su
vitalidad», estorba su profundo amor y confianza en la vida.
Hoy en
día se ridiculiza, se persigue y se descuida a la familia
numerosa.
Se da la impresión de que tener hijos es algo muy
complicado y hasta peligroso. Por ello es fácil que se censure
la maternidad por el mero hecho
de que puede . causar algún
daño o por el mero hecho de que podría causarlo.
Es verdad que a mayor bienesta.r menor natalidad.
Si. el
hombre no quiere
más hijos no es porque no pueda alimentar­
los, sino porque no quiere más. La baja natalidad
es algo men­
tal,
psicológico. Se calcula el número de hijos como se calcula
el volumen de gastos materiales.
Uno
de los errores de Malthus fue el fijar límites al desa­
rrollo de la producción agrícola de su tiempo. Nadie es capaz
de prever los
progresos de la ciencia a:! respecto. En las so­
ciedades envejecidas se aplazan los proyectos, dejan de fundar­
se empresas nuevas y las
gentes titubean y aplazan sus reali­
zaciones.
El miedo al riesgo y aLfuturo estancan a la pobla­
ción:
el. Malthus biológico se une a un Malthus cultural can­
sado y. sin esperanza, c estrechando.
Se olvida que el Estado debe tener una función indirecta,
favoreciendo los movimientos familiares y hasta una acción
di­
recta en el plano material de las familias: el desarrollo de la
previsión, el aumento de ingresos con el aumento del número
de hijos. Sólo as! se hace real la libertad formal de fundar una
familia y el derecho a tener hijos.
No
se puede considerar la reproducción humana como una
simple operación fisiológica.
El orden social y el bien de la
humanidad
es imposible fuera del orden moral. Un auténtico
eugenlsmo da consejos de reforma moral, no consejos
de vida
fácil y previsoria (medios ·anticonceptivos).
Malthus, para combatir el aumento geométrico
de la pobla­
ción, que según él iba acompañado del crecimiento
sólo atitmé-
903
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NARCISO JUANOLA SOLER
tico de las subsistencias, propouía la continencia y el abandono
de los pobres a la caridad privada
. en lo que se refería a las des­
gracias «inmerecidas». Evidentemente, hoy día, el tener más hi­
jos de la cuenta no es una désgracia inmerecida. Malthus, par­
tidario de la sumisión del instinto a la
razón y partidario de
la limitación de la natalidad por la castidad, no
se dio cuenta
de que el aumento de la población implica un aumento de los
recursos disponibles y que
d auténtico peligro de hoy día es,
precisamente, la despoblación. Malthus sólo tuvo en cuenta
al
«horno» económico, las leyes de la producción económica de
la riqueza o de la reproducción humana.
El neo-malthusianismo, además, añade la doctrina de la mo­
ral del derecho al amor, es decir, rechaza la continencia. La
idea de la superpoblación es hoy en día una idea fija, viene a
ser la causa de todas
las desgracias que asolan a la humanidad
y lo que impide el progreso y la prosperidad.
La castidad indeseable o malsana, el despertar de las pa­
siones, la satisfacción sexual en el matrimonio o fuera de él ... ,
etcétera, haoen que se «justifiquen las. prácticas anticoncepcio­
nales». Esta es la «salud pública»
de la democracia actual: por
una parte, una concepción social que está basada en el control
estatal
de los nacimientos, en la esterilización y en el derecho
al aborto; por otra, una concepción individualista que consi­
dera un atentado a
la libertad personal cualquier norma mo:
ral y que afirma que no se puede obligar a nadie a tener hijos,
que hay que tenerlos a gusto, que debe existir la
liberad de
procrear cuando
se quiera, que la fecundidad no es una éscla,
vitud, que los hijos nacidos · al azar suponen · un peligro para la
raza
y que, en fin, los hijos deben ser deseados. Todo ello ol­
vidando ,los elementos objetivos y naturales del amor, supri­
miendo la idea de castidad, rechazando el dominio racional de
la vida: instintiva, éliminando el vínculo indisociable de amor y
fecundidad, identificando el amor con
la satisfacción de las ne­
q,sidades físicas, pensando que el hijo es una amenaza · y no
una bendición.
904
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EL CAMBIO Y LA FAMILIA
Es cierto que una natalidad sana es una natalidad racio­
nal, pero debe ser auténticamente racional, es decir, goberna­
da por la castidad.
VIII. ¿Planificación familiar?
Lo importante no es la palabra, sino el espíritu que le da
vida. El «planning» familiar que preconiza la anticoncepción exi­
ge menos esfuerzo en el plano de la sexualidad que los medios
naturales de regulación de los nacimientos. Aquí lo que
im­
porta es el espíritu y no la comodidad del método. l.a anticon­
cepción, que conduce al aborto
en caso de fallar (ya no se acep­
ta de entrada ni el posible embarazo, luego se es más proclive
a abortar)
se basa en la espontaneidad erótica sin trabas. Los
métodos naturales limitan esta «espontaneidad» con una edu­
cación del control de sí mismo, lo cual
es rechazado por la pro­
paganda anticonceptiva.
Los métodos naturales no disminuyen
la sexualidad, sino que le dan su pleno sentido moral natural.
Se propone la anticoncepción como una liberación de la mujer,
pero ésta queda sometida
al hombre que sólo procura que «las
medidas de precaución» estén bien tomadas: ¡viva la esponta­
neidad!
La educación al respecto no debe basarse sólo en una
información genital y anticonceptiva. l.a auténtica educación se­
xual pasa por el aprendizaje del control que humaniza la se­
xualidad, una sexualidad responsable que no necesita de los an'
ticopceptivos. Sólo así se liberará a la mujer de la irresponsa­
bilidad.
Los anticonceptivos son reparaciones técnicas: lo que se hace,
aunque lo haga mucha gente, no se identifica con lo que es lí­
cito hacer moralmente ( me refiero a una moral natural, basada
en
la esencia objetiva de la sexualidad y su fmalidad natural).
Considerar la sexualidad sólo bajo su aspecto genital
de Órga­
nos •sexuales, hormonas e instint!)s, es tomar al hombre por un
animal.
Se busca, hoy en día, asegurar las necesidades genitales
impidiendo que
sean «nocivas». La limitación de nacimientos
905
Fundaci\363n Speiro

NARCISO ]UANOLA SOLER
se trata como un poblema técnico del que . se niega todo entron­
que con el
ámbito moral (repito, no de una moral confesional,
sino de una moral objetiva
y natural basada en lo que es real­
mente la sexualidad
y no en lo que a cada uno le parece). Las
medidas anticonceptivas desnaturalizan la sexualidad.
La moral sexual no es cuesti6n de libre opción; la libertad
no consiste en hacer lo que me plazca.
El «planning familiar»
que promueve la utilización de anticonceptivos
se dirige a «pro­
teger» a la mu;er del egoismo del hombre. Está muy lejos d~l
dominio de la raz6n y de la «ecología» biol6gica natural. Es
«normal», como
ya he dicho antes, que al rechazar a priori el
posible
hi¡o, nt, se pueda «obligar» a ninguna mu;er a dar a luz
por un descuido o un olvido. ¡Qué tonto! Los anticonceptivos
no favorecen la generosidad y corren el peligro de
destruir la
cualidad significativa del acto sexual consi:fu:ando, aunque no se
tenga conciencia de ello, a las personas. Con la toma de prepa­
rados químicos o la colocación
de artificios físicos, la uni6n car­
nal se parece cada vez más a un simple acoplamiento animal, un
sucedáneo de amor. Los métodos naturales no rechazan la ge­
nitalidad, ni impiden los procesos naturales ni sus ritmos. Los
anticonceptivos suponen _una mecanizaci6n y Una materializa~
ci6n, una manipulación externa de la intimidad personal: se exi­
ge cada vez menos esfuerzo y, al final, la persona se deshumaniza.
Situar la regulaci6n de nacimientos al nivel de las técnicas
supone una mutilaci6n de la sexualidad que no es tratada en to­
dos
.sus sentidos, el moral entre ellos. La solución al problema
rebasa en mucho, por
no decir totalmente, la técnica genital. La
auténtica moral nada tiene que ver con el natalismo irreflexivo
ni con el puritanismo neurótico. La procreaci6n humana no es
una fecundidad animal. Sólo existe verdadera libertad en la ver­
dad objetivo-natural de la sexualidad y no en la tecnificaci6n
ma­
nipuladóra y egoísta. Ni la mujer debe defenderse de los· esper­
matozoides ni
el hombre del:,e ser un irresponsable dejando
a la mujer que tome «sus precauciones» desequilibrando el aoto
de
amor. La legitimidad moral no estriba en lo bien fundado
906
Fundaci\363n Speiro

EL CAMBIO Y LA FAMILIA
del «planning» que sólo se preocupa de la eficacia y de la co­
modidad.
Hay muchos actos que son una
unión sexual no basada en
el amor verdadero, sino interesado
útúcamente en aplacar una ne­
cesidad.
Sólo se piensa en el placer automático. Si por esponta­
neidad
en el amor se entiende la entrega total a las necesidades
biol6gicas, ésta nada tiene de humano. No es una espontaneidad
humana la entrega animal a
las necesidades, la esclavitud a las
hormonas.
Los contraceptivos son desnaturalizantes y son manio­
bras que estorban a la auténtica espontaneidad.
El esfuerzo téc­
nico resulta insignificante
al lado de una humanizaci6n y morali­
zaci6n intrínseca de la sexualidad.
El «planning» que propone an­
ticonceptivos proporciona a la gente, una cierta seguridad, ha­
ciendo menos «peligroso» su desahogo sexual, pero se ma.logra
todo el esfuerzo de autodominio. Se educa en un plano elemen­
tal, pero no
se da verdadera educaci6n sexual. Pensar. que el
arreglo técnico
es lo único que se puede ofrecer a la mayoría es,
a la vez que una
postura pesimista (la gente no llaga a más), una
postura optimista y ut6pica (la anticoncepci6n arreglará todos los
ploblemas conyugales).
Sé cree que, instalados en la contracep­
ción, esos matrimonios serán capaces de perfeccionarse y morali­
zarse.
En verdad hay que educar para una sexualidad menos auto­
mática y menos animal; es decir, humanizar (moralizar) los de­
seos en vez de someterse animalmente a las hormóhas.
Los aparatos y pi/doras no obligan a modificar la sexualidad,
pero desnaturalizan más. O bien el hombre se moraliza, o bien
aprende una técnica desnaturalizante. El planning
se mantiene en
un plano meramente técnico.y olvida la niara!; pré{endiendo reem~
plazar la moral hip6crita por una desmoralizaci6n de la muier a
la que se pretende liberar, haciéndola esclava .del egoísmo' mascu­
lino. Someter a la mujer al uso de aparatos, atiborrarla de píl­
doras pata ponerla a clisposici6n del macho. Esto es un falso fe­
minismo y unri desnaturalización de la mu¡ér.
El hecho de que muchas pérsonas no tengan una fe cat6li-"
ca no hace que dejen de ser hómbres y, por lo·tanto, están obli­
gados moralmente a obedecer a su naturaleza inmutable y en lo
907
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NARCISO JUANOLA SOLER
que toca a la sexualidad, a usar bien de ella, siguiendo las leyes
naturales
allí inscritas, así como su finalidad natural, obras am­
bas que proceden de Aquel que hizo al hombre y a la mujer.
Es ahí, en la filosofía
de fondo, donde divergen la orientación
natural de
]a familia y la planificación anticonceptiva. Lógica­
mente, si no hay Dios que haya creado al. hombre y. a la mujer
dándoles unas orientaciones que
éstos pueden descubrir con la ta­
zón, no queda más que decir
ni que habktt. El hombre no «debe»
seguir más norma que
la que él mismo se imponga y si se impone
la contracepción, por
la razón que sea, ella, automáticamente,
será buena.
El filósofo existencialista ateo J. P. Sartre decía:
«no hay naturaleza humana porque no hay Dios
y, por ello, el
hombre
es libre, se hace (nótese el sentido de la palabra libre
que aquí
es sinónimo de hacer ]o que uno quiera)»; por otra par­
te, Dostoyevski decía: «si Dios no existe todo está permitido».
En definitiva, si Dios existe, no_ todo se puede hacer, tampoco
en
lo que respecta al sexo.
La Iglesia ,no impone una sexología religiosa y cletical. La
Iglesia se refiere a la moral natural, a una concepción del hom­
bre en base a lo que tiene que hacer; de ahí esa negativa a toda
limitación contraceptiva de la natalidad. por ser antinatural. La
Iglesia no condena
la técnica siempre y cuando esté acorde con
la naturaleza humana. No defiende nada específicamente católico,
sino que
se dirige a todo hombre de buena voluntad que quiera
reonirse en torno a unos valores naturales comunes.
El planning y la orientaci6n natural divergen en cuanto con­
cepciones generales de la naturaleza, de la persona, de la libertad,
de
la espontaneidad, del amor y de la sexualidad. Para el plan­
ning, la educaci6n sexual pasa por la contracepci6n; para la
orientación natural
de la sexualidad el hombre debe moralizarse.
Existe una sexualidad natural que hay que respetar, existe una
libertad auténtica que consiste en hacer
lo que está bien. Hay
una reglas objetivas inscritas en
la misma naturaleza humana y
la Iglesia las defiende en cuanto humana y en cuanto católica,
ya
que lo cat6lico no anula lo nati.u:óM sino que lo eleva. La Huma­
nae vitae se refiere a la naturaleza humana, a lo que «es» el hom-
908
Fundaci\363n Speiro

EL CAMBIO Y LA FAMILIA
bre y no a lo que que cada uno le «parece». Para el planning la
meta es ev#ar el embarazo cueste la que cueste, aunque ello sea
contra la moral, aunque ello haga que
el fin justifique los medios
en la ausencia de una referencia a la norma natural-moral.
Son los principios los que permiten
¡uzgar los métodos. Lás­
tima que parezca ya que casi sólo los católicos crean en valores
narusales comunes a todos los hombres. No se deben estudiar
uno o varios aspectos
de la sexualidad y extrapolarlos tomándo­
los por todo
y limitarse a ellos. O educación humano-natural de
la sexualidad, o solución prefabricada e industrializada. Somos
libres, sí, pero el camino a seguir, libremente, está marcado por
la misma naturaleza y
sus dinamismos. La anticoncepción no hace
más que disociar la íntima trabazón entre amor, vínculo conyugal
y fecundación, abogando por una tecnificación de la sexualidad
y una mecanización del amor: el amor
con píldoras. Prescribir
pildoras a personas normales que bastaría educar,
es inadmisible,
al igual que considerar ineducables moralmente a las personas. Y,
entiéndase bien, que cuando hablo de sexualidad narusal no me
refiero al natutalismo laicista que lo estriba todo en un dejarse
llevar animal, sino que
me refiero a la natutaleza real del sexo
y de la persona humana, cuya mayor liberación consiste en se­
guir los valores éticos que él no ha creado.
El progreso no consiste en preconizar píldoras, sino en
con­
siderar todos los aspectos de la sexualidad, siguiendo los méto­
dos naturales y cristianos para amarse mejor.
Y, si no, a fo prác­
tico: señora, ¿no ve que su marido
no se toma na,da? Al fin y al
cabo, si sale mal, las consecuencias las sufrirá usted. ¡Viva el
machismo! Hoy en día
parece que los hi¡os sean una competencia a su­
primir, una merma de la libertad. La propaganda anticonceptiva
no aclara, por lo demás, los peligros
y no especifica la virtuali­
dad abortiva de los mismos. Dicha propaganda supone una utili­
zación de fondos públicos
para el bien de unas empresas priva­
das y, además, se dirige indiscriininaáa~nte a todas las perso­
nas, incluso a los jóve'nes que no tienen ninguna familia 'que
«planificar». No basta con informar con carteles pomo-oómicos,
909
Fundaci\363n Speiro

NARCISO ]UANOLA SOLER
que denotan uua mentalidad neurótico-feminista, sino que es pre­
ciso
educar: nada ni nadie puede, de derecho, dejar aparte el
ámbito moral del hombre. El que éste lo haga de hecho no hace
más que contribuir al desequilibrio moral y ecológico de sí mis­
mo, porque va contra la naturaleza y la finalidad que tiene su
ser. Los anticonceptivos atentan contra la vida y el derecho a
nacer.
Son medios artificiales de regular la natalidad y, por ello,
su eticidad
es negativa, ya que suponen una esterilidad directa
contra natura.
Se oponen, pues, a los fines naturales del acto
procreador.
Los padres tienen el derecho y el deber de transmi­
tir la vida respetando · las funciones naturales de su organismo.
Hay que conformar
los actos a la naturaleza e intención natural
del matrimonio. Es
_indispensable la conexión íntima entre acto
procreador y acto unitivo en
la unión conyugal. El hombre es
administrador del plan. de la naturaleza y, por ·ello, no hay que
cegar las fuentes de la vida. No hay en ello nada
específicamen,
te católico, sí lo hay de muy humano, natural y, diría yó, eco­
lógico. Los anticonceptivos · suponen una manipulación profuuda
de los mecanismos fisiológicos y una alteración del esquema
na­
tural. Todo acto que se propone hacer imposible la procreación
interrumpe uu
proceso natural y es ilícito, ya ·que de. suyo está
encaminado (finalidad natural)• a dar nueva vida.
Las· puertas de
la vida deben quedar abiertas y el ser humano no puede ir con­
tra natura.
ÍX. El divorcio.
Todo el muudo da opiniones; pero, ¿opinar es saber? Muchos
políticos, juristas, hombres
de· importancia, hablan acerca del di­
vorcio, pero, er divorcio, ¿es estrictamente una cuestión políti0
ca, jurídicá? Eñ absoluto; es una ·cuestión~ étiCa, que supone toda
riiia cosmovisión acerca del hombre. Una persóni puede ser un
gtán letrado .pero éticamente ún desastre.
Se trata de una cuestión ético-natural, no de una creencia, lo
cual no quiere decir que dicho planteamiento natural nd cónecte
con · una determinada visión religiosá de la realidad.
910
Fundaci\363n Speiro

EL CAMBIO Y LA FAMIUA
Lo importante es ver si el divorcio conviene al bien común
social, si responde mejor a la imagen del matrimonio, si
es más
adecuado a un orden social justo. La indisolubilidad del matrimo­
nio es una opción legítima, natural, esencial, no una postura re­
ligiosa y, además, se apoya en una necesidad social, en el bien
común.
Personas no religiosas pueden verlo y, por ello, están en
contra
del divorcio.
Nunca el divorcio
se restringe, sino que la práctica desborda
al mismo divorcio y
se amplía legalmente cada vez más. Admiti­
do el divorcio, el matrimonio se convierte en algo perecedero
esencialmente. El tiempo de separación a transcurrir
es radical­
, mente relativo.
La ley tiene una fuerza configuradora social enorme. Su ver­
dadera misión no consiste en sancionar los hechos de la calle,
sino recoger lo moralmente recto. No se puede separar lo legal
de lo moral.
La ley no puede decir lo contrario de lo moral so
pena de ser injusto. Y no es sólo cuestión de moralidad, sino de
bien común. La ley debe perfeccionar al hombre, debe crear un
conjunto de condiciones para que
se logre el bien común. La
persona humana tiene el derecho a que la ley le · promueva como
persona que es,
ya que ella tiene unos derechos previos a la ley
y
ésta debe reconocérselos. El objeto de la ley es realizar lo jus­
to;
es decir, que tiene un carácter formativo porque persigue el
bien común.
La ley tiene, pues, como fin último, el bien absolu­
to del hombre. Existen valores que
exigen un respeto absoluto
y no puede tolerarse el desconocerlos. El valor de la indisolubili­
dad del
matrimonio natural es uno de ellos. Al no observarlo, el
ser humano
ya no sigue las exigencias de su naturaleza ni las
exigencias naturales del auténtico amor conyugal qué, fundamen­
talmente,
es dilección y no sólo sentimiento. La famosa frase
«cuando desaparece el amor desaparece el matrimonio»
olvida
que el amor conyugal es, principalmente, elección y voluntad de
amar, ateniéndose exclusivamente al sentimiento
de .amor que
fluctúa al máximo.
La moralidad pública manifiesta la estima de
la· ley moral.
Ella
es un elemento fundamental del bien común y, por ello, él
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NARCISO JUANOLA SOLER
poder civil no puede desentenderse de dicha moralidad. Tolerar
es permitir lo ilícito sin aprobarlo. A veces, tolerar un mal será
medio lícito para evitar males mayores.
En otros casos, como al
legalizar el divorcio, equivale a complicidad en el mal. Nunca
es lícito éticamente hacer un mal para conseguir un bien. El
derecho a actuar según las propias convicciones no es absoluto
ya que la libertad tampoco lo es. Ella es relativa a la verdad y
al bien independientes, objetivos
y naturales. No hay que guiar­
se por motivos de oporturiidad política sino por el bien común
de la sociedad que, al estar formada por hombres, debe tener
en cuenta
su perfección profunda, su vida moral, en dirección al
fin al que naturalmente se hallan orientados.
El no al divorcio se sitúa, pues, en la correcta tutela del bien
común
y en la defensa del verdadero amor conyugal. En nada se
diferencia_ el matrimonio natural del matrimonio sobrenatural (sa­
cramento), en nada se diferencian el matrimonio civil del canó­
nico en tanto que matrimonios, El amor conyugal es el mismo:
uno con pan y para siempre, o
no es verdadero amor conyugal.
De
lo contrario habría que decir: «te quiero hasta que ... », añá­
dase a gusto del consumidor.
Dejar en suspense el matrimonio hasta que. . .
se cumpla de­
terminada condición o se llegue a una compenetración adecuada,
es admitir su disolución en cualquier momento. El matrimonio
a
prueba está abocado a la disolución. La legislación debe regu­
lar la separación en casos de convivencia intolerable y, además,
estudiar a fondo las
causas de nulidad, pero no admitir el divor­
cio. No parece solución el divorcio para la educación de los hi­
jos, ¿se piensa en ellos? Hoy en día se vierten muchos senti­
mientos hacia los hijos ilegales, pero,
¿y los legítimos? A su
vez queda por ver que el divorcio reduzca el número de hijos
ilegítimos.
Lo fáctico, los hechos, lo que pasa, no tiene ningún valor
normativo. Lo ético
no se basa en los hechos, sino en cómo de­
ben ser esos comportamientos. El divorcio por mutuo consenti­
miento
y el divorcio unilateral no son especl:ficamente distintos.
No
se comprende cómo pueda alcanzarse la meta ideal del matri-
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EL CAMBIO Y LA FAMILIA
monio feliz, que todo el mundo desea, si se defiende el divor­
cio. La otra famosa frase de que «cuando me enamoro me caso,
cuando
me desenamoro me descaso» da pie a la total irrespon­
sabilidad
del amor libre. ¿Cómo se fomenta mejor el amor?
¿Con
el divorcio? No siempre los hombres tiene el poder mo­
ra! de destruir lo construido, menos aún cuando están en juego
la naturaleza del verdadero amor, el bien común de la sociedad
y el bien
de los hijos.
La indisolubilidad responde mejor al matrimonio vivido ple­
namente. Alguien puede casarse, pero no
.decir que ama si ad­
mite implicitamente la posibilidad del divorcio. El católico que
afirma su no al divorcio, no está imponiendo a nadie su convic­
ción religiosa, sino que contribuye a la ordenación temporal de
acuerd.o con sus opiniones legítimas como cualquier ciudadano.
El matrimonio no reside fundamentalmente en la vida de
unión que lleven los cónyuges, tampoco en lo mucho o poco que
se amen (sentimiento de amor), sino en el vínculo que les une y
que les hace llevar esa vida de unión,
es decir, en el vínculo de
:fidelidad, en el compromiso de amarse. La indisolubilidad es una
propiedad esencial que
fluye del amor matrimonial, no un sim­
ple afecto, sino su modo de ser, su configuración natural. El
divorcio introduce un peligro para los matrimonios sin problemas
e impide los esfuerzos reconciliadores. No
es posible deshacer
matrimonios sin que la institución matrimonial
se vea afectada:
el matrimonio cambia de naturaleza precisamente por la posibi­
lidad de disolverlo. El divorcio no
hace disminuir el número de
matrimonios en crisis:
la realidad l.o desmiente. Los mismos hijos
son los que tienen derecho a tener unos padres estables.
¿ Y si ya no se quieren? El matrimonio es compromiso de
amor, obligación de amar, deber de amar. Decir que sólo la obli­
gación mantiene el matrimonio es decir que sólo el compromi­
so de amor les mantiene. El amor espontáneo, el sentimlento,
desapareció, pero ello no implica que el amor haya desaparecido
totalmente.
Las obras realizadas,por deber son obras del amor,
fruto del compromiso de
amo/, sin serlo del amor psicológico.
No hay que contraponer amor y deber.
La indisolubilidad se basa
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NARCISO JUANOLA SOLER
en el bien de los hijos y en la naturaleza del vínculo, es relaci6n
con la perfecci6n del amor. Una cosa es la relaci6n afectivo­
amorosa y otra el matrimonio. Este
se identifu:a con aquélla, pero
la existencia del tnatrimonio
no se funda· en el origen y mante­
nimiento en el sentimiento del amor. Una cosa es el desarrollo
del matrimonio
y otra el matrimonio mismo. Su origen puede
remontarse al amor, pero lo que hace surgir el matrimonio, el
factor constituyente,
es el compromiso de amarse para siempre.
La existencia del matrimonio se funda en las exigencias objetivas
inherentes a la. uni6n nacida del vínculo conyugal. El verdadero
amor conyugal abarca toda la vida.
El amor pasajero, o aquel
que admite la posibilidad de que lo sea,
es una degradaci6n del
amor; romper la perpetuidoo del matrimonio es desvalorizar el
amor. La indisolubilidad está en el centro del matrimonio como
dimensi6n de bien,
como lo justo y bueno para el propio matri­
monio.
Lo que es el tnatrimonio ya está dado por la ley y debe
respetarlo.
El matrimonio contraído disolublemente es otra cosa,
no un matrimonio.
El amor conyugal es sentimiento amoroso, pero no es s6lo
eso:
es amor reflexivo o dilecci6ri, acto de volunrad. Si no hay
este acto de voluntad
se da un vicio de consentimiento. El amor
conyugal es, pues, un amor
total, o no es nada; es un amor fiel y
exclusivo.
Por ello sobrevive al tiempo y a los vaivenes del sen­
timiento. Para que las familias puedan cumplir su cometido es
necesario evitar todo tipo de provisionalidad, temporalidad o fra­
gilidad en la
estructura del matrimonio.
El divorcio engendra divorcio.
La separaci6n siempre deja
abiertas las puertas de la reconciliación. S6lo el matrimonio in­
disoluble favorece el amor,
ya que al saber que éste es irrevoca­
ble hace que las personas
no se aventuren a la ligera. S6lo la fi­
delidad crea un dima favorable para la maduración del amor. El
divorcio
rompe el edificio social. No existe un divorcio pequefio
y uno grande.
La posibilidad de divorciarse engendra un matrimonio ines­
table. Dar el futuro a una persona es comprometerse de ver­
dad.
La indisolubilidad es pedida por la mistna naturaleza del
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EL CAMBIO Y LA FAMILIA
matrimonio, por su finalidad y por el amor mismo. No es el di­
vorcio un mal menor, ya que ocasiona peores daños. Con él cam­
bia el tipo familiar de una sociedad y se substrae la posibilidad
de contraer un matrimonio jurídicamente indisoluble.
Argumentos en contra del divorcio.
1. El divorcio afecta y altera la naturaleza sustancial del matri­
monio y, por lo tanto, el modelo social.
2. El divorcio produce divorcio. Las crisis familiares. y las ruptu­
ras conyugales nos disminuyen.
3. La ruptura del vínculo supone el incumplimiento de urza pro­
mesa y de un compromiso contraido.
4. El divorcio por conducta inmoral .o desequilibrio mental anun­
cia la posibilidad de nue~as victimas. El divorcio por enfer­
medad o desgraciadass situaciones permite a(' fuerte abandonar
al débil.
5. A. veces la victima es el c6nyuge inocente y. el divorcio atenta
contra su libertad.
6. Los hi¡os son victimas indiscútibles del divorcio.
7. La familia -requiere continuidad y estabt1ídad y btas precisan
de garantías ;uridícas que únicamente' son posibles sí se de­
/lende la indisolubilidad.
8. La necesidad de proteger la familia no es s6lo una cuestión
privada, sino también pública, ya que del tipo de familia de­
pende el tipo de sociedad.
10. Debido a· .Za naturaleza social del matrimonio, los fines indi­
viduales deben
,ubordinarse al bien común, aunque ello su­
ponga el sacrificio de la pareia o de uno de los cónyuge$.
11. El divorcio no soluciona las crisis matrimoniales. ·
12. El matrimonio reviste caracteres de indisolu'bilidad por la tras­
cendencia de sus fines y su dimensi6n social le sitúa por en­
cima de los intereses· subietivos de quienes lo contraen.
13. La mu;er tiene desventaia en el divorcio: las posibilidades de
nuevo matrimonio disminuyen más en ella que en el hombre~
La madre est4 atada emotivamente a los hiios. Dificultades de
insertarse en el mundo laboral. para subsistir econ6micamente.
14. Los hifos tienen derecho_ a un hogar estable, al influio simult4-
neo de los padres. Los hijos de segundos matrimonios tienen
m4s probabilidades de ser abandonados.
15. La indisolubilidad no proviene s6lo de la sacramentalidatl. El
amor conyugal. es pOr naturaleza . estable. El matrimlnio exclu~
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NARCISO ]UANOLA SOLER .
ye todo lo que no sea una entrega total,, absoluta e incondi­
cional.
16. El amot' exige una respuesta última y definitiva: está destina­
da a lo irrevocable. La paternidad y maternidad son irrevoca­
bles.
17. Con el divorcio nadie se puede casar con la garantía jurídica
de que es
para siempre: quien considere imprescindible para
casarse la garantia de indisolubüidad, carece de protecci6n le­
gal para hacerlo, ya que el Estado limita ta capacidad jurídica
del ciudadano de contraer pactos vitalicios con plenos efectos
civiles (supone
una violación' del derecho a contrder matri­
m·onio indisoluble, opci6n que también debe estar en un es­
tado democrático).
18. Los católicos se encontrarán con que el Estado no protege los
efectos civiles de su matrimonio indisoluble.
Es deber de todo
Estado el proteger· ;urídicamente los efectos prácticos que se
puedan derivar de unas convicciones religiosas de una serie de
ciudadanos que celebran su matrimonió con carácter indisoluble.
19. En el caso de legislarse una norma divorcista se atentaría con­
tra la libertad si no se contempla la posibilidad de que aqu~
llos que lo deieen introduzcan. voluntariamente en su matri­
monio una cláusula de indisolubilidad, reconociendo a la mis­
ma plenos efectos civiles.
X. El aborto.
«Mi cuerpo es mío y _yo hago lo que quiero con mi cuerpo»;
«el
niño es un apéndice del cuerpo _de la madre~, «la mujer tie­
ne derecho a abortar»
.•. ¿Es cierto todo ello?
Si lo que crece en el seno materno es un «montón de célu­
las», -un «coagulo de sangre», un «tumor», un «trozo de car­
ne» ... yo soy abortista. Pero, ¿es sólo eso? La respuesta ·a este
interrogante nos la da 1a genética, no la religión: si la célula que
surge
al fusionarse el óvulo con el espermatozoide (fecundación)
fuera
un apéndice del cuerpo de la madre, tendría el mismo com­
puesto físico-químico, el mismo mensaje genético, que las res­
tantes células del cuerpo
en· cuestión, pero no es asL Por lo pron­
to, las células germinales contienen sólo
23 cromosomas cada
una (no 46
como las demás células del cuerpo). Por lo tanto,
la-síntesis de sus respectivos mensajes genéticos da lugar al na-
916
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EL CAMBIO Y LA FAMILIA
cimiento de una nueva célula (no hay otra igual en el mundo)
totalmente distinta de las restantes células del cuerpo materno.
Suponiendo que «mi cuerpo fuera mío», lo que
croce en el seno
materno no
· es «su» cuerpo, sino «el cuerpo de otra persona».
Esta nueva célula, además, obliga a la madre a protegerla,
ya
que suspende el ritmo ovular, se divide y desarrolla su habitá­
culo, así como los medios
de alimentación que . recibirá a través
de la sangre materna. La madre sólo le da lugar, oxígeno y
ali­
mento. Si fuera lícito abortar porque «el niño depende de la
madre», también sería lícito matar al niño una
vez nacido, ya
que sigue dependiendo
de dicha madre. Esta nueva célula, pues,
pertenece a la especie humana y tiene una individualidad
gené­
tica. En ella ya está, desde el primer momento de su vida ( con,
cepción) lo que más tarde será. Las únicas diíerencias son de
tamaño y de tiempo. Es por ello que lo que crece dentro de la
madre es ya una -persona humana> en pequeño, cierto, pero no
por ello es menos persona ( que yo sepa no hay que medir a la
persona por su tamaño).
Se dice que en los primeros momentos o días no tiene vida.
Sin embargo,
loo hechos prueban fo con1'Mrio: los que realizaron
la fecundación
«in vitro» ( «el niño probeta»), sabían muy bien
que la unión artificial en un tubo de ensayo de las células
ger­
minales tenía vida por sí misma, de lo contrario, ¿implantarían
en el útero una
célula muerta? Es cierto, pues, que desde el pri­
mer momento de la concepción e"' y se trata de una persona hu­
mana
y, por ello, todo aborto es un crimen, un decretar la pena
de muerte al ser
más inocente e indefenso del mundo.
Se dice «el hombre no está terminado», o bien, «el feto no
está humanizado». Ahora bien, ¿es que el hombre está terminado
en algún momento? Desde que se
es persona ( desde la concepc
ción, como ya hemos dicho), empieza un proceso de personali­
zación inacabable.
El derecho a la vida que tiene toda persona,
por débil y pequeña
que· sea, no se debe a una concepción reli­
giosa de la vida, si bien, la fe lo confirma, sin cambiar su natu­
raleza.
· Más de una persona está en contra de la pena de muerte
y, en cambio, a favor del aborto. Esto, a más de ser una con-
917
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NARCISO JUANOLA SOLER
traclicci6n, es la aplicación sin paliativos de la ley del más fuette.
El derecho a la vida es. previo al reconocimiento del mismo por
parte de la autoridad civil.
Si no se protege este detecho, el
Estado
ya no puede hacer gala de proteger y fomentar el bien
común. Un Estado
que· admita el aborto, separa lo legal de lo
moral y confunde
el derecho con la fuerza. Nadie, ni una ma­
yoría democrática, tiene «derecho» a quitar a otro ser humano
el derecho a vivir. El aborto supone el «derecho» legal a matar,
pero, ¿qué detecho es ese?
Si hoy la madre desnaturalizada se aboga el «derecho» a qui­
tar la vida a su hijo, el día de mañana el hijo reivindicará el
«detecho» a matar á la madre que «estorba», que «no sirve»:
del aborto a la eutanasia hay un paso.
Se argumenta que existen muchos abortos clandestioos, eje­
cutados por personal inexpetto que pone en peligro la vida de la
madre y que,
· para evitarlo, sería mejor legalizar el aborto (hay
quien exige su gratuidad a cargo de la Seguridad Social): Ade­
más, se dice, la gente rica puede abortar donde quiera y los
pobres tienen que hacetlo clandestioamente y en malas condi­
ciones. ¡No seamos hip6critas!: ¿cambia en algo el hecho
de
matar si lo hace una persona rica o pobre? ¿Cambia de natura­
leza
el aborto si se hace dentro o fuera de España? En verdad,
al niño no le importa ni quién, ni dónde, ni cómo lo maten. La
cuesti6n es que ya no se respeta su derecho a nacer y a vivir, en­
cima sin haberlo pedido. Al legalizar el ·aborto se tienen dos pro­
cedimientos para abortar.
Los países abortistas declaran que has­
ta tres meses y medio se puede abortar: asf, ¿no pasan a ser
clandestinos los abortos que pasan de esta fecha? La legaliza­
ción no elimina la culpabilidad moral y, por ello, la mujer tien­
de a esconder ese acto antioatural. Siempre habrá mujetes que
prefieran la clandestinidad, por su profesión, por sus relaciones
públicas, etc. El «tiempo légal» del aborto s6lo tiene en cuenta
la menor dificultad de las prácticas abortivas en los primeros
meses del
embara20. Al niño le trae sin cuidado que le aborten
legal o clandestinamente. En nada cambia
la naturaleza del abor­
to por ser legal o clandestioo.
918
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EL CAMBIO Y LA FAMILIA
Y, ¿en caso de violación o incesto? Lo cl'!'O es que el aborto
no ,soluciona
el trauma de la violación; al contrario, añade otro.
No
se ayuda a nadie recomendando la mue¡:te de un ser inocente.
No es justo que por
la injusticia del «padte» violador se dé
muerte a quien no tiene culpa.
El derecho a vivir del nuevo ser
concebido,
sea justa o injustamente, es absoluto, no depende de
las circunstancias. A
la injusticia de la violación no debe aña­
dirse la injusticia de un asesinato. Al proponet el aborto, implí­
citamente,
se hace más aceptable la violación. No digamos ya la
dificultad de probar
la violación y los fraudes que ha¡ían pasar
por violación lo que fue clara connivencia. Habría que ver si los
que proponen
el aborto son los mismos que omiten los debetes
de fomentar y promover la moralidad pública para ertadicar las
causas de las violaciones:
¿ cómo se van a evitar si la pornogra­
fía está en la calle? El abom:o suena a cobardía y a búsqueda de
una comodidad fácil a costa de matar al hijo. Se imaginan un
niño preguntando a su padre, de profesión médica (ginecólogo):
papá,
¿es verdad que matas a niños? ¿Por qué? Ese niño irá
a un colegio donde le enseñarán a respetar la dignidad humana,
mientras su
padre paga los honorados matando a niños ino­
centes. ¡Qué paradoja!
Si la sociedad civilizada ha de ser aquella
cuya decencia consista en matar legalmente a los inocentes, creo
que
se ha llegado al límite de la corrupción. La mujer reivindica
sus derechos,
pero, ¿qué clnse de mujer es ,la qtie se niega a sí
misma la maternidad como fuente de dignidad y de derechos? El
niño, una vez concebido «es» y la madre tiene el deber de ayu­
darle a «seguir siendo». Si un niño es concebido sin amor (vio­
lación) habrá que aceptarle por
s! mismo: el verdadero amor ma­
terno no encuentra obstáculo alguno para respetar la vida de un
hijo. Al niño muerto le
tiene sin cuidado el porqué le mataron.
La salud mental de la madre no
se cura con el aborto. Y a lo
dec!a un médico: «Lo difícil no es sacar al niño del seno de la
madre, sino de su cabeza». El. derecho a la vida no depende de
la aceptación familiar o soci..t. Un embarozo no deseado no equi­
vale a un recién nacido no deseado: si no se mata después de
nacer,
¿por qué antes s!? Al niño le tiene sin cuidado que la ri-
919
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NARCISO ]UANOLA SOLER
queza esté mal repacida, que lo deseen o no, si su madre es sol­
tera o casada, si tiene muchoo o pocos hermanos. Desde que ha
sido concebido, su vida
es suya y de nadie más.
¿ Y si nace con taras o deficiencias? Aquí el egoísmo se cue­
la fácilmente (no servirá para ... , no ganará diuero ... , etc). Se
ve el racismo ton horror, pero, ¿no es racismo cromos6mico el
considerar que si alguien tiene una falla genética ya no puede
considerarse persona
humana y, por lo tanto, puede eliminarse?
No se puede hablat
de libertad, de derechos, de justicia, de hu­
manitarismo, si negamos la más básica
de las libertades: la de
vivir. Una persona deficiente, inocente, no es un ser humano de
«segunda clase». ¿No se nos colará el orgullo considerándonos
los aptos, los normales, los superiores, los fuertes? ¿Y si
maña­
na usted, por accidente, fuera un deficiente? La falsa caridad y
la adorada rentabilidad predominan sobre el derecho a la .vida.
Se presume que nacerá con deficiencias: ¡muy bien!, espere a
que nazca y si es cierto, mátelo entonces. ¡Ah!, eso no; pues,
¿por qué antes sí? El egoísmo hedonista y el materialismo indi­
vidual se unen con la filosofía de la pureza racial. Es como si
dijéramos a los deficientes: no queremos raza inferior, tu vida
no vale la pena de vivirse, eres tan defectuoso que
es mejor que
mueras ya,
tu vida es indigna de ser vivida. En verdad, una per­
sona no es indigna de vivir,' aunque tenga que vivir en condicio­
nes indignas.
Si un niño que nace con deficiencias no tiene de­
recho a vivir, tampoco lo 'tiene un demente, un incapacitádo, un
viejo ... ¿Por dónde empezamos? ·
En Francia, por 2 .488 casos de rubeola, nacieron 3 5 niños
con taras: ¿habría que matarlos a todos para evitar a
esos 35
anormales?
Si una madre contrae la rubeola ello no imp,lica, ne­
cesariamente, que afecte al niño: El diagnóstico del niongolismo
(
trisomla 21) tampoco es infalible, ni da a saber el grado de
mongolismo: La posibilidad de que
el diagnóstico de estas en­
fermedades fuera infalible no cambfa en nada el deber ético de
respetar la vida. ¿Por qué hay que matar a los subnormales?:
por caridad, por su
dicha, se dice. Y, ¿cuál es su dicha?: la de
existir, claro. Me parece que es nuestra sensibilidad orgullosa de
920
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EL CAMBIO Y LA FAMILIA
«normales» la que sufre, nuestra falta de solidaridad y _nuestra
falta de caridad. ¿No seremos nosotros los débiles y anormales?
Además, ¿habrá que
elirtúnar al subnormal físico consciente de su
desgracia pero que puede llegar a ser una gran hombre? ¿Al sub­
normal mental inconsciente de
su anomalía que no sufrirá si se
le acepta en el mundo? ¿No hay seres normdes que son una
lacra social?
El problema es, ¿a quién matar? Se matará a los «mons­
truos», como algunas revistas parecen indicar· implícitamente pre­
sentando sus fotos sensacionalísticamente. Pero, ¿quién
es un
monsttuo? Los acéfalos sobreviven poco. ¿Por qué hablar de esos
casos rarísimos para abrir las puertas al aborto? Es imposible
fijar un
lúuite a partir del cual se podría matar, al igual que es
imposible señalar
un momento a partir del cual ya se sea perso­
na humana.
Se es hombre o no se es, desde el primer momento;
se tiene derecho a vivir o no, desde el primer instante de vida.
La_ biología y la genética demuestran que desde la concepci6n
existe un hombre, con las únicas diferencias de tamaño y de tiem­
po en relaci6n al que
_será inás tarde. Lo demás son excusas. Ha­
brá que matar, s!, pero, ¿matar si no tiene un miembro y s! un
cerebro normal?, ¿matar porque el coeficiente intelectual no es
normal?, ¿a partir de qué coeficiente? La única soluci6n es ayu­
dar a vivir, dar una educaci6n de los sentidos, de la acci6n y
de la afectividad a todas esas personas que han visto mermadas
sus facultades.
Hay quien dice que en
la primeas semanas se puede abortar
porque no hay actividad eléctrica cerebral. Pero
no se puede
parar la vida de un cerebro en crecimiento,
realmente vivo. En­
tre los 63-70 días se pueden hacer electrocardiogramas, el cora­
z6n late entre los 18-25 días, a los 42 d!as se han registrado im­
pulsos eléctricos del cerebro. No se añade nada humano a algo
«prehumano», sino ¡que intenten «hum·anizar»-un embrión de
un animal irracional!
Legalizando
el aborto, no s6lo aumenta el número de ellos,
sino que se le hace más atractivo, focil, cómodo, incluso moral.
Se contestará que los ricos s! pueden abortar. Pero, ¿es que hay
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Fundaci\363n Speiro

NARCISO ]UANOI4 SOLER
que conceder a los pobres los «derechos» criminales que se arro­
gan los ricos en su depravación?
Ya va siendo hora de que se
diga claramente que el estilete o dispositivo intrauterino (DIU)
es
un abortivo precoz, ya que impide la anidación o fijación del
óvulo fecundado en el últero. Ya
es hora de que se diga que los
anticonceptivos tienen efectos abortivos porque retardan o
ace­
leran el paso del óvulo fecundado al útero, provocando la muerte
de esa nueva vida ya concebida. Hay «liberadores» de la mujer
que son enemigos de
su feminidad y la convierten en objetos de
placer para el hombre.
Se propugna la no violencia, pero se propugna el aborto, la
muerte del ser
más indefenso, nunca un agresor injusto. Se de­
fiende la vida de los animales, pero se difunde la necesidad de
mata_r a los nilios cuando todavía no pueden protestar ni defen­
derse. Algún
día, el que era, según dicen los abortistas, «un
montón de células», dirá que era y
es un hombre ... si tiene la
suerte de que
lo dejen vivir.
La liberación de la
mujer pasa por las reformas sociales, pero
no por
las_ clínicas donde se practica el aborto. Se habla mucho
del abórto terapéutico,
es decir, el caso en el que se indica la
necesidad de salvar la vida de la madre sin la menor posibilidad
de salvar al niño.
En este caso se da un fin bueno (salvar a la
madre) con una acción intrínsecamente mala (matar
al niño). Esta
acción no puede convertirse jamás en buena: el fin nunca justi­
fica los medios, es decir, no se puede hacer el mal (matar al ni­
ño) para conseguir el bien (salvar a la madre). Para salvar la
vida deben emplearse siempre medios buenos y no cualquiera,
prescindiendo de su moralidad. Hoy en día el progreso de la
ciencia ha hecho posible
la· casi total eliminación del aborto te­
repéutico, de modo que el caso-límite es un prexto para hberali­
zar el aborto. Cualquier tipo de excepción en lo que respecta a
este tema implica la destrucción del valor objetivo de la vida
humana. Hay valores que exigen un respeto absoluto, sin
excep­
ción, so pena de que desaparezcan totalmente de la conciencia _
humana. No es ningún «tratamiento» el que cura a la madre ma-
922
Fundaci\363n Speiro

EL CAMBIO Y LA FAMILIA
tando al niño. Este no ha pedido estar alú. y, por ello, no es un
agresor injusto ante el que pueda defenderse legítimamente.
No cabe duda, el aborto
es un negocio (unas 40.000 pese­
tas en el extranjero) para personas sin «escrúpulos». ;Señora!, si
quiere abortar, hágalo pronto
... , le costará menos. En verdad, des­
truir un embarazo es para la mujer un destruirse a sí misma, es
realizar un acto contrario al instinto materno. Las mujeres que
proclaman el no sufrir ningún inconveniente
por haber abortado,
muestran con sus
palabras que el recuerdo del hijo les persigue
continuamente. El aborto,
por convertirse en algo común en
muchos países, no deja de ser
algo monstruoso e inhumano. Des­
de la concepción existe una nueva vida, una nueva persona hu­
mana, nada se añadirá del exterior, ninguna información suple­
toria
recibirá. El nacer en nada modifica la estructura del óvulo
fecundado:
si se abandona el criterio biológico o genético resul­
ta
imposible dar con un criterio seguro y objetivo para señalar el
comienzo de la vida humana. La ciencia no conoce ningún um­
bral cualitativo a partir de la concepción que haga surgir una
nueva estructura que hiciera pasar de la animalidad a
la huma­
nidad al fruto de·Ia concepción.
El desarrollo del ser humano es
una evolución continua desde la concepción al nacimiento. No
existe
ningún momento privilegiado que -confiera de repente la
dignidad de la persona humana que no
sea el primer instante en
que
se fusionan las células de los padres. Siempre se trata del
mismo individuo en diferentes edades. Toda distinción entre el
huevo, el embrión
y el feto es arbitraria. El aborto es un asesi­
nato cualquiera que sea la fecha del embata20. Si el niño fuera
«posesión» de
sus padres, también podrían disponer de. él una
vez nacido y, as(, justificar el Jnfanticidio. La vida que la madre
lleva en
su interior no le pertene<:I': desde su origen el embrión
es un organismo viviente, distinto, que tiene su vida propia y que
posee en germen todo el potencial biológico de un ser humano.
El niñ~ no es propiedad de .nadie: si los padres no velan por él,
que es su deber, el Estado debe acudir en su defensa, como guar­
dián de la comunidad. ¿Cómo
se puede decretar la muerte de
un ser que no puede ser culpable?
. Los padres son libres para
923
Fundaci\363n Speiro

NARCISO JUANOLA SOLER
conceder o no la vida, pero una vez ésta surge, ya no son libres
para quitársela. Enfermo o sano, fuerte o débil, inteligente o
idiota, el niño tiene derecho a
la vida. No hay que sentir ver­
güenza el amar a un ser humano subnormal, ni señalarlo. Los
disminuidos también pueden conocer la felicidad y hay que amar­
les tal como son. Los esfuerzos deben encaminarse a la supre0
si6n de las anomalías, no de los anormales.
Es una coartada para quienes tienen a su cargo en
la sociedad
la legalización del aborto, en
vez de llevar a cabo las reformas
sociales necesarias para
erradicar este mal. A fuerza de hablar
de embarazos no deseados, el niño se convierte en un agresor.
Nunca es ilegítimo nacer. 'Lo que lo es es impedirlo. En la l6gi­
ca de la contraacepci6n está ya incluido el derecho a ábortar si
se anuncia la llegada de una nueva vida por fallo de la

«técni­
ca». Nadie quiere,
se clice, obligar a una madre a dar a luz por
un fracaso, un error o un olvido. La primera norma de la eco­
logía reside, pues, en el respeto a la naturaleza humana en su
derecho a vivir. El aborto
es matar a un ser humano y ninguna
ley puede legitimarlo.
La intuición cristiana está hoy confirmada
por la genética. ¿Qué prefiere: la cuna o la tumba?
CRITICA DE LOS ARGUMENTOS PRO-ABORTISTAS
l. .ARGUMENTO DE LA-«CLANDESTINIDÁD».
924
Críticas:
a) Si se legaliza el aOOrto para qu no haya «intefVenciones» clan­
destinas, hechas ' por :Personas no autorizadas e inexpertas, en
malas· condiciones ... , etc., se tiehen, entonces, dos procedimien­
tos para matar: el «legal» y el «clandestino».
b)
Hay muchos delitos que se dan a pesar de que haya leyes que
los prohíban. No por el hecho de que 11.o se observen las leyes
hay que «legalizar» los delitos.
e) La «legalidad» del aborto no elimina la «culpabilidad» moral.
d) Al pequeño ser humano ·que está· creciendo en el seno mater­
no le trae sin cuidado el que le maten «legal.-. o --«ilegalmente».
e) Siempre habrá abortos «clandestinos». Siempre hay personas
que, por diversos
motivos, querrán ocultar dicha práctica.
f) Por fuerza, los abortos que se efectúan «fuera del tiempO le­
. gal» son clandestinos.
Fundaci\363n Speiro

EL CAMBIO Y LA FAMILIA
g) Lo ,legalización del aborto supone el principio de «igualdad
ante el delito».
2. ARGUMENTO DE LA VIOLACIÓN-INCESTO.
Criticas:
a) Ninguna circunstancia puede exigir la destrucción de la vida
humana.
b) A más del «trauma» de la violación, hay que sufrir el trauma
aborto y-los sentimientos de culpa.
e) Por la culpa del «padre» violador no hay que dar muerte al
ser humano formado y en crecimiento.
d) El derecho a vivir del concebido, justa o injustamente, es ab­
soluto.
e)
Hay uoa gran dificulrad eo probar la violación y uoa gran po­
sibilidad de «fraude legal•.
f) A la injusticia social de la violación no hay que añadir la in­
justicia del aborto, un crimen.
g) Hay que querer al niño por lo que él es: un ser humano, ino­
cente e indefenso, que no tiene culpa de nada.
b) Proponer el aborto como solución de la vio~n es hacer más
'aceptable, indirectamente, dicha violaci6n.
i) El embarazo en caso de violación es raro. Se calcula en un
caso por cada cuatro m.t1.
3. LA «SALUD» DE LA MADRE.
Criticas:
a) No se «cura» a nadie abortando. Es falso el dilenia «o locura
o aborto».
b) Nadie habla de la psicosis post-aborto en las madres que hao
recurrido a él, as{ como nadie habla de los sentimientos de
culpabilidad que el aborto provoca. Lo más dificil siempr~ ha
sido «sacar al nifl.o de la cabeza de la madre». ·
e) El aborto «asegura» la serenidad psicológica de la mujer a ·costa
quitar
el ser al no-nacido.
4. EL «HIJO NO DESEADO».
Criticas:
a) El derecho a la vida no depende del «ser deseado», «acepta­
do» o «querido» por las personas, los padres o la sociedad.
b) Un embarazo «no deseado» no equivale a un recién nacido no
deseado.
e) Al riiño, en el seno materno, le trae sin cuidado di que la ri­
queza esté mal repartida en el mundo y haya injusticias socia­
les.
925
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NARCISO JUANOLA SOLER
d) Si no_ se ~ta a un_ niño recién nacido, ¿por qué antes sí?
e) No es lícito rehusar la responsabilidad. Es necesario atenerse
al resultado de los propios actos.
5. POR RAZONES ECONÓMICAS.
926
Criticas:
a) El derecho a vivir no depende de las condiciones econonucas.
Los que tienen a su cargo la sociedad deberían hacer imposible
· el solQ pensamiento de que una madre aborte por condiciones
económicas.
b) No se puede subordinar el valor de la vida hu.mana a unas
estructuras socio-económicas de bienestar. Abortar es como de­
cir al niño: «podrías vivir, pero como quizás te falte cariño,
medios económicos, medios de vida, bienestar, etc.,
te mato ... ,
o sea, como
diría un castizo: «te mato y encima te hago un
favor».
e) No se elimina la pobreza con el aborto. Europa lleva ya muchos
afios siendo abortista y que se sepa los problemas continúan
engrosándose.
EL ABORTO TERAPÉUTICO.
Argumentos en contra de esta figura de aborto:
- No es un «tratamiento» normal el que cura a la madre bajo el
asesinato del niño (inocente), o viceversa.
-El niño (inocente) no ha pedido estar ahí, en el seno materno:
no
es, pues, un «agresor injusto» ante el que se pudiera reivin­
dicar la legítima defensa.
-Ninguna vida puede destruirse en beneficio de _otra.
-El dejar morir, cuando no hay medios lícitos para impedirlo, no
denota culpabilidad alguna.
-El aborto terapéutico implica una acción directamente occisiva
en contra del niño que adelanta su muerte (o viceversa). Se
mata, pues, directamente por un fin bueno (salvar la vida de
uno de los dos):
pero el fin bueno no justifica el medio malo
(matar).
-No hay un_a vida que sea más valiosa que la otra. Además, se
ignora la suerte del niño más adelánte.
-Al niño que está en peligro se le debe asistencia. Asistir a la
madre
y no al niño es una discriminación.
- Toda madre
daría su vida por salvar a su hijo y ninguna madre
digna de ese nombre mataría. a su hijo para salvar su vida.
- No se regula el aborto
terapéutico, sino que se amplía, al con­
traponer la vida del hijo a la salud de la madre.
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EL CAMBIO Y LA FAMIUA
TARAS HEREDITARIAS O CROMOSÓMICAS.
Argumentos contrarios a esta figura de aborto:
-Si no se mata a los indeseables, ¿por qué matar a los deficientes
mentales o flskos?
-La dicha de un deficiente o minusválido no es la de no existir.
- Es no tener caridad para con· los débiles y ne«:sitados.
-Inconscientes de su anomalía, no sufrirán si se les acepta en el
mundo y se les potencia sus facultades afectivas.
-No se trata simplemente de «dejar vivir», sino de ayudar y pro­
mover sus capacidades, educándolos, dándoles trabajo
y afecto.
-Nadie se alegra si se mata a los subnormales adultos.
~ ¿Por qué no matar aquellas personas que tienen anomaffas en
los cromosomas sexuales?
-¿A quién matar? ¿Quién formará parte de la comisión de ma­
taclores? ¿A partir de qué grados de deficiencia?
~ ¿Por qué hablar de los casos raros para abrir todas las puertas?
-_¡La única solución ~ ayudados a vivir!: sentidos, acción y afec­
tividad.
-En la defensa de la vida no cabe término medio.
-La posesión de la inteligencia no equivale a su ejercicio actual.
¿Es la. simple ausencia de actividad mental un signo de que la
vida no es humana? Entonces, ¿qué ocurre con un anestesiado,
un loco o una persona que duerme (un no-nacido)?
-No existe ninguna asociación de padres de hijos con deficiencias
mentales
que propugne el aborto.
-Si el abotto fuera una prevención de la subnormalidad, también
sería -lícito -matar -a los conductores de automóvil para prevenir
los accidentes
de circulación (a menudo mortales). ·
-No se pueden establecer diferencias de naturaleza por enfertn.C«:la·
des cromos6micas. Lo contrario, supone resucitar el vieio racismo.
-No se puede luchar contra 1a enfermedad suprimiendo al enfer.
mo.
--

Supone
un egoísmo materialista y una concepción utilitarista de
la person11 humana de la que se busca sólo su rentabilidad.
-Los seres húmános con deficiencias psjco-somáticas no son seres
humanos-de «segunda clase».
EL ABORTO INDIRECTO ( aborto impropiamente dicho) ..
Argumentos que demuesiran su compatibilidad moral:
-Supone una intervenci6n, buena en sí misma, necesaria :para CU·
rar una enfermedad grave (mortal).
9Zl
Fundaci\363n Speiro

NARCISO JUANOLA SOLER
-El aborto que se produce es secundario, inevitable, previsto in­
cluso, pero NO QUERIDO. DIRECTAMENTE. Sólo es permitido, to­
lerado, sufrido.
-El aborto «indirecto» surge de una acción buena ( curar una en­
fermedad), exigida por razones graves, proporcionales y compen­
sato.rias del efecto malo ( el aborto),
-Si se pudiera evitar, SE _EVITARÍA. Se reduce esta figura, pues, a
un
ACCIDENTE FÍSICO. Preverlo nO es quererlo (no se puede que­
rer el mal, ni para hacer . el. bien, pero sí se puede tolerar o per­
mitir dicho mal como accidente circwistancial e inevitable).
-La intervención _ curativa se efectuaría i,gual aunque la madre no
estuviera embarazada. Dicha intervención, tanto en su tenden-
• cia, como en su desarrollo técnico, como en su intención, tiene
como efecto inmediato y primario la curación, no el aborto.
-La salud de la madre no se obtiene con la interrupción del em­
barazo. Dicha salud debe ser proporcional a la previsible muerte
del feto, es decir, por ejemplo, que no admita esperar al parto,
o bien que no haya otra medida curativa menos lesiva. Además,
hay que poner todos los medios lícitos para que no se produzca
el aborto.
XI. La esterilización.
El dominio que posee
el hombre sobre su propia vida y su
propio cuerpo es tan sólo un dominio útil. El derecho que tiene
sobre ellos
es un derecho de uso, que viene limitado y regulado
por
sus mismas finalidades naturales, Por ello, uno de los prin­
cipios éticos más básicos
es el deber de conservar la integridad
ele la vida y del cuerpo: el homicidio, el suicidio, la mutilación,
la esterilización directos son actos antinaturales (no éticos), pues­
to que
van contra este derecho-deber de integridad. Tocios estos
actos suponen un dominio perfecto, total
y exclusivo cte la vida
y del cuerpo, cosa que el hombre no tiene, ya que él no es
absoluto. Al no serlo, depende de Alguien, su Creador, que lo
ha hecho según
su pensamiento y voluntad. Así, el hombre se
convierte en usufructuario de un don ( vida . y cuerpo) y no pue­
de conculcar aquellas directrices que Dios ha impreso en su vida
y en su cuerpo (directrices naturales y, por ello, obligatorias),
928
Fundaci\363n Speiro

EL CAMBIO Y LA FAMILIA
a no ser que el hombre quiera ir en contra de Quien le ha dado
el ser.
El hombre es un administrador. Puede disponer directa e in­
directamente
de las partes que integran su cuerpo, pero en el
ámbito de sus finalidades mturales, en la medida en . que . lo re­
clame el bien del organismo y siempre que no haya otro remedio
para
mejorar o salvar el bien del organismo entero (principio
de totalidad), repito, sin conculcar las exigencias naturales que
derivan del mismo organismo. Para destruir parte del organis­
mo,
la parte dañina tiene que causar un grave mal al organismo
entero, o al menos una seria amenaza. Por otra parte, el daño
que se evita debe ser proporcional al que se causa. Por ejem­
plo, no sería proporcional que para salvar el cuerpo se dañara
la parte espititual de la persona humana, ya que el cuerpo sirve
al espíritu y
no al revés. El hombre, insisto en ello, no es un
propietario de su cuerpo
ni de su vida: no goza del poder ili­
mitado de destruir anatómica o funcionalmente su organismo o
partes del mismo, a
no ser, como ya se ha dicho antes, que sea
necesario para el bien total del organismo, para asegurar su exis­
tencia o para evitar o reparar dafios graves y duraderos que no
se podían evitar de otra manera.
La esterilización terapéutica, exigida por la salud o
supervi­
vencia de la persona, s.e rige por el principio de totalidad. Es
lícita, pues, si
la enfermedad es grave, cierta y definitiva. Ade­
más, la gravedad ha de ser actual o causal (no debe anticiparse
una
esterilización que pudiera diferirse sin inconveniente notable
alguno).
La esterilización ha de ser, pues, necesaria co.nio único me­
dio para remediar una enfermedad" Si los órganos están sanos,
para poder
llevur a cabo una intervención terapéutica esteriliza­
dora, tienen que influir
de hecho, causalmente, de modo directo
o indirecto, en
la enfermedad de otros órganos ·o funciones.
La esterilización preventiva, para impedir un embarazo que
ciertamente agravaría alguna
enfermedad, no es terapéuti.ca, sino
direetamente esterilizadora. El fin serla bueno (impedir la po­
sible o cierta agravación
de una enfermedad existente), pero el
929
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NARCISO ]UANOLA SOLER
medio sería malo ( acción antinatural de esterilizar clirectamen,
te).
En este caso, el embarazo y la consiguiente agravación de la
enfermedad no son
consecuencfa .. del fuucionamiento normal de
los órganos genitales, sino del acto voluutario y responsable de
la
. concepción.
La. diferencia entre la esterilización terapéutica (lícita) y la
esterilización direct~ (ilícita) es que la primera tiene como fin
la salud del enfermo a través de una intervención curativa, mien­
tras que
la seguuda tiene como fin directo hacer imposible la pro­
creación, lo
cual es antinatural. El hombre tiene razón y voluu­
tad para conocer
su naturaleza, así como el fuucionamiento de
los órganos de su cuerpo, pero su poder no llega hasta el puuto
de que
pueda conculcar, por conveniencia, sus funciones natura­
les.
Así como .la esterilización terapéutica busca la cura de uua
enfermedad e, indirectamente, causa, sin quererlo expresamente,
la esterilización,
la otra acción es directamente esterilizadora,
cualquiera que
sea el fin: una tolera la esterilización como me­
dio imprescindible· para curar; la otra se busca para no tener
más hijos.
XII. La fecundación artificial.
La fecundación artificial presenta éticamente algunos proble­
mas de mncha importancia.· Ya en los experimentos que
se rea­
lizaron hasta conseguir el éxito del «niño probeta» se plantearon
problemas éticos: algunos
embarazos «artificiales» fueron inte­
rrumpidos
por miedo a resultados indeseables, otros fueron des­
truidos al observar qne el feto adquiría uu carácter anormal,
otros
sobrevivieron poco tiempo, después de haber provocado
artificialmente la fecundación. En todos ellos hay, pues, uua nota
común:
el aborto, ya que desde el primer momento háy vida
humana en el fruto de
la concepción «artificial». Las mismas ex­
periencias demuestran cientlficamente que hay vida humana desde
el primer instante de la concepci6n, de lo contrario, ¿cómo· po­
dría nacer de aII! una persona humana? ¿Qué se estaría experi­
mentando?
930
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EL CAMBIO Y LA FAMILIA
Lo innatural de la fecundación artificial no se encuentra en
el nuevo ser, sino en el proceso seguido para generarlo. En efec­
to, el proceso generativo es y debe ser siempre un acto personal,
propio e intransferible, así como natural. La unión carnal. y amo­
rosa, intima y única de los padres, es el único procedimiento ma­
rital de generación humana. La concepción de una nueva vida
humana,
al margen de la acción generativa personal es, a todas
luces,
antinatural. En el «hacerse» de la nueva criatura han in­
tervenido acciones extrañas a la procreación personal (la técni­
ca médica) y vlas inertes de conducción ,y recepción (las prol:íetas
o instrumentos de ensayo),
de cuya répercurión en la consti­
tución psico-somática del nuevo ser es prematuro juzgar.
El matrimonio da derecho a los actos generativos naturales,
no a otras cosas que están al margen de la voluntad de los c6n­
yuges. Pero, además, hay que tener en cuenta a nivel ético, los
procedimientos illcitos a través de los cuales se consiguen las
células generativas, métodos contrarios al orden natural, cosa
que no ocu"e cuando sólo se utilizan medios artificiales desti­
nados a facilitar el acto conyugal natural o

a hacer
que el acto
consumado naturalmente logre su fin.
Una cosa, pues, es la ausencia del acto matrimonial natural
y otra muy distinta la ayuda mecánica a dicho acto. El fin de la
procreación sólo se puede intentar y conseguir siguiendo las di­
rectrices que marca la misma naturaleza. La cuestión ética estri­
ba en no desnaturalizar la concepción de una nueva vida huma­
na, so pena de tratar al hombre como un simple medio.
La fecundación artificial no se puede derivar de un supuesto
«derecho
al niño», ya que el matrimonio no tiene por ob¡eto al
niño, sino los actos nirturales que pueden dar lugar a una nueva
vida. Además, la fecundación artificial tiene
como agravantes la
manipulación e intervención extraña sobre el producto de la fe­
cundáción, incluso la. posibilidad de degenerar en técnicas selec­
tivas de células reproductoras, así como en posibles intercambios
antinaturales.
La dignidad y humanidad del acto conyugal no se
aviene con la artificialitÍad de la fecundación «in vitro». Pronto
se llegaría a abe"aciones tales como la fecundación llevada a cabo
931
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NARCISO ]UANOLA SOLER
gracias a terceros, la selección de embriones y los. bancos de cé­
lulas reproductoras. Incluso podría darse un error de «probeta»,
es decir, un adulterio «casto», como alguien lo ha llamado.
El vencer la esterilidad no ;ustifica cualquier medio. El abor­
to, claro está, impedirla cualquier «fracaso» técnico. La vida
empezaria y quizás terminar/a en un tubo de ensayo. El peligro,
no obstante, no viene de la investigación médico-biológica, que
siempre debe estar ajustada a la ética, sino que estriba en el
desequilibrio existente entre el poder del hombre y su sabidu­
ria para utilizarlo. En definitiva, no cabe tratar la fecundación
humana
como la fecundación animal.
Sólo los esposos tienen el derecho reciproco sobre sus cuer­
pos para engendrar nuevas vidas y este derecho es exclusivo,
intransferible
e inalienable. Por ello mismo, la fecundación ar­
tificial, dentro del matrimonio, con
elemento activo de un ter­
cero es absolutamente inmoral, pues éste no tiene ningún lazo de
origen (ni moral, ni ;uridico)
con aquel matrimonio. También, por
todo
lo aducido, la fecundación artificial fuera del matrimonio es
también inmoral, ya que la procreación no puede ser fruto már
que del mismo matrimonio, cuyo fin primario y natural es.
La unión matrimonial no es una pura función orgánica. El
acto conyugal
es y debe ser siempre una acción personal, una
cooperación simultánea e inmediata que exprese el don recípro­
co, la unión profunda de cuerpos y espíritus, no una simple
unión de células germinales.
No se puede separar la actividad bio-
. lógica de la relación matrimonial personal. En la unidad de di­
cho acto residen las condiciones biol6gicas de la reproducción
humana, llena de valor y dignidad.
La procreación es mucho már
que un mero crecimiento biológico y requiere una dependencia
amorosa total.
La fecundación artificial abre las puertas de las aventuras
técnicas
y las posibilidades de llegar a aberraciones son ilimita­
das. Supongamos, por caso, que el semen no es el del -marido,
que el óvulo fecundado se implantara en un útero mercenario.
Y ya se sabe: lo que está permitido a nivel particular, también
lo está a nivel público. Imaginemos por un momento que se
932
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EL CAMBIO Y LA FAMIUA
hace real la oovel!a « Un mundo feliz», de Hwdey, y que el Estado
detentador
de los cerebros electrónicos dispensara las cartillas
que permitieran tener el número de hijos establecidos para que
las necesidades económicas y la mano
de obra fueran inmejo­
rables.
Lo más curioso es que la fecundación artificial hace ver que
el cuerpo del niño
no es mero «apéndice» del cuerpo de la ma­
dre, como dicen los abortistas. Si así fuera, ¿cómo es que puede
fecundarse fuera
del seno materno? La fecundación artificial
muestra, por
,Jo tanto, la falacia de todos aquellos argumentos
que permiten o justifican el aborto hasta los tres meses,
¡legal­
mente!, claro.
La fecundación artificial debilita, pues, la relación matrimo­
nial natural,
ecológica diría yo, favoreciendo una paternidad anó­
nima
y rompiendo la unidad y vocación procreadora. Piensen por
un momento la irresponsabilidad que
conllevarían unos «contra­
tos»
de restitución del niño que se ha desarrollado en el seno
de una mujer que no es su verdadera madre. En estos casos el
nifio estaría físicamente unido a su «madre», pero seguramente
no
lo estarla psicológicamente. En fin, la separación de la ge­
neración y del amor causaría más estragos que beneficios y el
acto matrimonial quedaría tecnificado inhumanamente.
XIII. Juan Pablo Il y la familia.
Juan Pablo II ha visto claramente que hay actitudes que com­
prometen la verdad y la dignidad de la persona, poniendo, sutil­
mente, en peligro ia libertad
y la capacidad de juzgar con ob­
jetividad la realidad de la familia. Buscar la verdad no es bus­
car la opinión de la mayoría y escuchar la conciencia no es es­
cuchar al poder.
Hay,
dice Juan Pablo II, unos signos positivos en nuestra
época, a saber:
- La ciencia viva de la hbertad personal.
-
La atención a la calidad de las relaciones interpersonales.
933
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NARCISO ]UANOLA-SOLER
-._. -La promoción de la dignidad de la mujer.
-La procreación responsable.
-La atención a la tarea de la educación de los hijos.
-Las relaciones interfamiliares.
-El conocimiento de la misión eclesial de las familias.
-La responsabilidad de la construcción de una sociedad
más justa.
Pero también han surgido unos elementos negativos:
-La independencia de los cónyuges.
-La ambigüedad acerca de la relación de autoridad.
-La dificultad en la transmisión de valores.
-El divorcio y el aborto.
-El recurso a la esterilización y las prácticas anticoncep-
tivas.
-La instauración de una mentalidad anticoncepcional.
-La cotrnpción de la idea de libertad en orden al bienes-
tar egoísta.
-El excesivo bienestar y la mentalidad consumista.
-La falta de los medios fundamentales y de las libertades
básicas en el Tercer Mundo.
-La escasa generosidad y valentía para_ suscitar nuevas vi-
das humanas y el ver la vida como un peligro.
-La aceptación del matrimonio civil.
-La celebración del matrimonio sin fe viva.
-El rechazo de las normas morales naturales referentes a
a la
sexualidad.
Los propósitos que Juan Pablo II nos propone son los si-
guientes:
-Evartgelizar las culturas emergentes.
-Reconocer los verdaderos valores.
-Defender los derechos del hombre y de la mujer.
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EL CAMBIO YLA FAMIUA
-Promover la justicia en las estructuras sociales.
-Usar la ciencia en"la promoción de la persona y no ¡;ara
su envilecimiento.
- Recuperar la primacía de los valores morales.
-Comprender el sentido último de la vida y de sus valo-
res.
-Promover la persona en toda su verdad, libertad y digrú­
dad.
-Aliar la ciencia y la sabiduría divina.
-Educar la conciencia moral.
Juan Pablo II escribe en la F amiliaris consortio que la se­
xualidad
no es algo exclusivamente biológico. Ella se realiza ple­
namente cuando forma parte del amor total (basta la muerte) de
un hombre
y una mujer urúdos en matrimorúo. Así, dice Juan
Pablo
II, la donación física total es signo y fruto de una dona­
ción de toda la persona, incluso en su dimensión temporal. De
esta manera, la fecundidad responsable supera el exclusivo orden
biológico.
El úrúco lugar que hace posÍble esta donación total
es el matrimorúo, exigencia interior del pacto de amor conyugal:
su fidelidad defiende la libertad de la persona contra el
subjeti­
vismo y el relativismo.
En el amor conyugal entran todos los elementos de
la· per­
sona, la mirada se dirige a una urúdad profundamente personal·,
exigiendo la indisolubilidad y la fidelidad de la donación recí­
proca y definitiva. Asimismo, siendo el amor exclusivo, se abre a
una fecundidad, expresando los valores cristianos,
y no se agota
jamás dentro de
la propia pareja: ellos se dan entre sí y más
allá de sí mismos.
¡Familia,
sé lo que eres!, exclama Juan Pablo Ir en la Fami·
liaris consortio. ¡Remóntate al gesto creador de Dios! ¡Es una
necesidad!: sólo así, la familia se reconocerá y se realizará se­
gún la verdad interior de su ser.
Una visión materialista de la persona
· humana considera al
hombre como cosa, como objeto al servicio del interés egoísta y
del pl,ocer. Por ello precorúza la pornografía, impone medios an-
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NARCISO JUANOLA SOLER
ticonceptivos o peores, encierra a la persona en el consumismo
y en el aumento de bienes materiales, informa. a
la mente con
una actitud contraria a
la vida, declara a Dios ausente del cora­
zón humano
y acaba por no comprender y rechazar la riqueza es­
piritual de toda nueva vida.
El auténtico amor conyugal, en cambio, para ser plenamen­
te humano, debe ser exclusivo, abietto a la vida, rechazando,
contra el pesimismo y el egoísmo, toda actividad de
los gobier­
nos que
traten de limitar la libertad de los esposos en la deci­
sión de los hijos (aborto, esterilización, contracepción ... ). La
ayuda o promoción de los pueblos atrasados no puede estar con­
dicionada a los programas de anticoncepcionismo, que ofuscan la
vetdad integral de
la persona humana y del amor humano, des­
arraigando la sexualidad de su referencia a la espiritualidad de
la persona.
La visión integral de la persona humana está basada en los
dos aspectos natural y sobrenatural. El amor verdadero también
está basado en dos aspectos. in disociables: el significado unitivo
y
el significado procreador del acto sexual conyugal. Los esposos
no son
árbitros del designio divino acerca del hombre y de la
sexualidad.
El hombre no · puede manipular y envilecer la se­
xualidad y la persona alterando su valor de donación total. El
rechazo de
la apertura a la vida va siempre acompañado de una
falsificación de la vida interior del amor conyugal que sólo está
llamado a entregarse en plenitud.
Entre las .prácticas anticonceptivas y los medios naturales de
control hay difetencias, no sólo antropológicas, sino morales:
son dos concepciones. de
la persona y de la sexualidad irrecon­
ciliables. Por otra parte, no puede habet contradicción entre
la
ley divina de transmisión de la vida y un auténtico amor con­
yugal. El: método que acepta el ritmo natural temporal acepta
el tiempo de
la persona, el diálogo, el respeto del otro ( es una
responsabilidad de
dominio que reconoce el carácter espiritual y
corporal de la comunidad. conyugal
y petmite vivir el amor en
su exigencia de fidelidad total. Ello implica una vida matrimonial
llena de teruuta
y afectividad, que respeta la sexualidad y la pro-
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EL CAMBIO Y LA FAMILIA
mueve en todas sus dimensiones plenamente humanas y no la
usa
como un mero objeto que siempre rompe la unidad de cuer­
po
y alma.
Hay que dar una información-educación para el amor
como
don de sí mismo, una informaci6n-educaci6n clara, oportuna, se­
ria, delicada, verdadera, plenamente personal y casta. Sólo así la
energía espiritual podrá defender el amor de los peligros del egoís­
mo y de la agresividad. Sólo así se respeta el significado espon­
sal del cuerpo, se lucha contra una información sexual separada
de los principios morales, informaci6n que. no hace sino intro­
ducir la experiencia del placer, la pérdida de la serenidad racio­
nal y abre el
sexo al camino del vicio.
Las intenciones de Juan Pablo U son claras:
- Que las leyes de los Estados no ofendan, sino que
sos­
tengan posirivamente los derechos y deberes de la fami­
lia, superando los planteamientos éticos individualistas,
respetando y promoviendo a la familia misma.
- Que las familias gocen de sus derechos propios y primor­
diales, para lo cual
es preciso entender que las funcio­
nes del Estado deben inspirarse en el principio de subsi­
diaridad, favoreciendo positivamente y estimulando
las ini­
ciativas responsables de las mismas familias.
- Que la sociedad no ate con violencia a las
familias, tanto
en sus valores como en sus. exigencias naturales.
-Que la familia sea como una pequeña l!!iesia en minia­
tura,
es decir, que la familia sea lo que es y debe ser se­
gún el Plan de Dios, una comunidad salvada y salvadora,
una comunidad evangelizadora, en diálogo con Dios
y al
servicio del hombre y la sociedad.
La familia es el reducto donde se estrella la incredulidad de
las leyes sociales. Por ello, el Santo Pa.dre grita: ¡Pax hule do­
mini!: hay que llevar la paz al interior de los muros domésticos,
la paz de Dios. Sólo así
se podrá cumplir su más ferviente de­
seo: ¡Familia!, sé lo que eres; _¡Familia!, sé tú misma ... -La
familia de los hijos de Dios.
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