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1985

La verdadera liberación

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La liberación por el trabajo

LA LIBERACION PÓR EL TRABAJO
POR
FERNANDO Cuao CASADO
I. Introducción.
Quiero
comenzar mi tema de.esta tatde ante ustedes con una
reflexión
ew.ngélica sobre la parábola de las minas, de San Lu­
cas; creo que esto nos pondrá en camino para comprender mejor,
qué
es el trabajo, y porqué el hombre debe trabajar.
Lo que Jesús nos dice en ese Evangelio es que su Reino
glorioso no va a instaurarse inmediatamente; va ~ transcurrir
un tiempo, que es Ia vida de los hombre~ hasta el fin de este
mundo:
Durante ese tiempo, el hombre ha de trabajar duramente,
en comunidad, aprovechando y haciendo fructificar los dones que
el Señor le ha dado.
Cuando el
primer siervo de la parábola le contesta a su Se­
ñor: «tu mina que diste ha producido otras diez», revela su ha­
bilidad y su celo en el trabajo. Aunque es la gracia de Dios, «tu
mina», junto con ·el esfuerzo del hombre,
la que produce el
mérito.
Y cuando llega el último siervo, y le contesta a su Señor
devolviéndole
Ia misma mina que le dio; que había conservado
guardada por miedo, porque
su Señor eta hombre severo, «que
quería recoger lo · que no habla puesto y segar donde no . habla
sembrado», provoca la ira de éste, que le reprocha . su pereza y
su indolencia.
Esconder
Ia mina recibida, por miedo o por pereza, es des­
perdiciar los dones recibidos de Dios. La sanción evangélica
contra la pereza es terrible.
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FERNANDO CLARO CASADO
Louis Veuillot én su incomparable Vida de Jesucristo, nos
dice de .San José y de la Santísima Virgen que «los dos eran
pobres; José ejercía la profesión de carpintero y trabajaba para
vivir».
Y,. después, recuerda aquel episodio de la infancia de Jesús,
cuando. éste viaja con
sus padres a Jerusalem para celebrar la
Pascua y
al regreso el niño se pierde, lo encuentran finalmente
entre los doctores, regresa con
sus padres, y nos dice el evan­
gelista que les estaba sujeto, que. obedecía a sus padres, que
les estaba sumiso, «subditus», en
el término latino.
Esta
es una de las palabras que sostienen la sociedad huma­
na: sumiso a la autoridad paterna, sumiso en
los más sencillos
trabajos, sumiso hasta los treinta años.
Hasta la predicación de San Juan no sabemos
más de Jesús,
sino que permaneció con sus padres,
y que les era obediente;
ganando su vida con el trabajo de sus manos. Los judíos, admi­
rados después de su sabiduría, se preguntarán si no era aquel a
quien conocían en
·la humilde condición de artesano; si no era
él carpintero, hijo también de carpintero.
Esta es
la predicación más larga de su vida entre nosotros,
predicación
de obediencia, de humlidad, de trabajo.
San Buenaventura dirige una mirada sobre la casa de Na­
.zareth en la que Jesús vivía sometido a su Madre y a su Padre
adoptivo.
Aquí es donde el orgullo
humano sufre su gran degradación;
aquí ve
la vida del pobre con todas sus incomodidades, esa vida
que tan despreciable le parece:
ni predicación, ni combate, ni
milagro; nada hay en esas sombras sino la labor cotidiana c¡ue
produce el pan de cada día. José, dice el gran Doctor, trabajaba
en
su profesión; nuestra Señora con la aguja o el lino en las
manos, o preparando los alimentos, subvenía por
su parte a 1as
necesidades de la casa. ·
Si nada expresa tan eficazmente la significación que Dios
atribuye a la familia como el hecho de
haber pasado Jesús
treinta
años · de su vida en una familia normal· del pueblo, con
todo lo que
eso supone, yo creo que no lo es menos respecto a
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LA UBERACION POR EL TRABAJO
la importancia que con su mismo· ejemplo dio al trabajo. Al tra­
bajo de cada día, al que se dedicaba aquella familia humilde de
Nazareth. Al final habremos de volver
la vista, y el recuerdo, hacia
aquella Sagrada Familia donde Dios hecho Hombre trabajaba
humildemente, para reflexionar sobre qué hemos hecho los
hom­
bres de nuestro trabajo.
Y o creo que
con las palabras del Génesis, desde el momento
de la creación, Dios está señalando
al hombre una dirección, está
expresando un encargo, hacia una actividad a desarrollar por
el
hombre en su vida terrena;· El hombre encuentra en la naturale­
za pocos bienes que pueda consumir en su estado bruto. Normal­
mente necesitan de un acto humano, el trabajo, para transfor,
marlos. El hombre necesita trabajar para satisfacer sus necesida­
des, porque el hombre
no ha sido · creado perfecto.
Dios ha señalado
al hombre un trabajo a su medida, de acm:r­
do con su capacidad. El hombre, trabajando bien, se asemeja a
Dios, nos dice
J ean Ousset: « por su traba jo el hombre es ver­
daderamente imagen
de Dios».
Y el trabajo
es también manifestación de nuestra libertad,
que también
es un reflejo de la libertad divina.
En definitiva, en una orientación y visión del trabajo fun­
damental para
un cristiano, nos decía d Papa Pío XII, «el tra,
·bajador cristiano permanece y trabaja con toda su energía y vo­
luntad en este mundo, pero vive del más allá y para el más allá,
hasta la hora en que el Señor nos ll_ame».
El hombre tiende hacia Dios y necesita de bienes espiritua­
les, pero en
su vida en la tierra no puede prescindir de ciertos
bienes materiales, indispensables para
sobrevivir, Y no sólo para
sobrevivir, sino también para llevar una vida digna,
y sacar ade­
lante a su familia.
«Hacer libre a un hombre, nos decía el profesor Rafuel Gam­
bra en nuestra reunión de Valladolid, en 1979, no consiste en
desasirle de su propia labor, de su trabajo, sino conseguir que
trabaje
en lo que ama, o que pueda amar aquello que realiza¡>.
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FERNANDO CLARO· CASADO
11. El trabajo del hombre.
Josef Holzner dice de San Pablo, cuando éste llegó a Efe.
so, que permaneció fiel a su antiguo método:
vivió desde el
primer día del trabajo de sus manos, y desde muy de mañana
hasta cerca del mediodía estaba sentado junto
al telar. Le inte­
resaba mucho demostrar, en una ciudad comercial e industrial
como Efeso, que el cristianismo y la vida activa no se excluían,
que la
religión de Jesús no era una religión para tranquilos vi­
sionarios.
Pero excepto en el pueblo hebreo, que lo consideraba como
digno, el trabajo en el mundo antiguo revestía casi siempre un
carácter servil, y no
constitula un ejercicio profesional sino obli­
gación impuesta por un status a las clases dominadas. De en­
tonces, quizás, un peyorativo sentido del trabajo.
El mundo
griegQ considera no sólo . la guerra y la política
como trabajos· nobles, sino también, en cierto modo, la agricul­
tura y
el comercio. Cuando Grecia ,rlcanza su· mayor gloria in­
telectual,
sólo los trabajos manuales se estimaban función de
esclavos.
·
Tales conceptos son recogidos por Roma, y aceptados en ei
mundo romano. Una puntualización: el trabajo no es en el con­
cepto romano una actividad humana, sino producto físico del hom­
bre, una cosa, que por tanto·
se arrienda; de ahí, que aún hoy se
estime el trabajo como su~ptible de · arrendamiento, y que se
hable de arrendamiento de servicios en los vigéntes C6digos ci­
viles.
El trabajo está en Roma
de&humanizado. El derecho del due­
ño aJ fruto del trabajo del esclavo es consecuencia del derecho
de propiedad. Y lo que
es más importante,· se desconoce su dig­
nidad y su sentido espiritual.
Con
la doctrina de Jesucristo, y sus apóstoles, el trabajo ad­
quiere un alto rango espiritual, que surge además del hecho ya
comentado, de que Jesús nace y trabaja en un hogar obrero,
De dos formas influye, principalmente, el primitivo cristia-
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LA LIBERACION POR EL TRABAJO
nismo en el concepto y en la filosofía del trabajo: una, procla­
mando y defendiendo Ia igualdad en la dignidad,
y la herman­
dad de los hombres, independiente de toda consideración de
raza o de nacimiento;
y, otra, al predicar una ley de amor y fra­
ternidad contraria a toda explotación del hombre por
el hombre.
La nueva doctrina fija los conceptos relativos al trabajo, en­
tre los que figura, ante todo,
la rotunda expresión de San Pa,
blo:. «el que no trabaje, que no coma», que consagra, ·con una an­
telación de veinte siglos casi, el deber de trabajar que hoy re­
cogen las constituciones modernas.
Durante la Edad Media, la doctrina cristiana viene a dar
dig­
nidad al trabajo y al trabajador, como pone de especial relieve
la doctrina de Santo Tomás, aunque tales principios igualitarios.
no
se recojan siempre. en la realidad social, y aunque, como con­
secuencia del espíritu aristocrático y jetárquico de la sociedad
feudal, toda una serie de
oficios sean tenidos por viles. No obs­
tante, el cristianismo privó al pensamiento medieval del anterior
sentido pesimista sobre
el trabajo; éste, en general, es digno,
porque acerca a Dios.
·
En los albores de la Edad Moderna se produce, con relación
al trabajo industrial y artesano que realizan hombres plebeyos
que
viv.en en los primeros núcleos urbanos, el auge de la orga­
nización
gren:iial.
Los gremios eran asociaciones profesionales de artesanos, y
también organizaciones sociales, que agrupaban a todos los mien:i­
bros de una ciudad dedicados a un mismo oficio. Se regían por
unas normas, velaban por' los intereses económicos de sus mie1n­
bros, atendían a los necesitados entre ellos, y aunque existía. una
jerarquía, la movilidad social eta
mucho mayor que en la es­
tructura social, feudal, del campo.
Quiero subrayar que
el trabajador realizaba una obra com­
pleta, es decir, veía el fruto de su trabajo en el tallet, la obra
bien hecha, la materialización de su esfuerzo.
Un hecho de trascendental importancia ocurre para
el traba­
jo con la llegada del protestantismo; con él
se pierde el concepto
cristiano de la dignidad del hombre. Renace
el antiguo concep-
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FERNANDO CLARO CASADO
to pagano del hombre como individuo, al cual el cristianismo,
durante largos siglos opone su concepto del
· hombre como· per­
sona, concepto abandonado por el
protestantismo.
Y esto tuvo un impacto directo. sobre la filosofía del traba­
jo, .como nos dice Miguel Poradowski en su magnífico estudio
sobre
el protestantismo; por intermedio de éste, pasó a la so­
ciedad cristiana el conoepto judaico del. trabajo como maldición,
o castigo-de-Dios, algo así como· «malum necesarium».
El concepto medieval cristiano del trabajo, como acción llena
de dignidad, como acción asociada con la oración, como acción
en la cual el cristiano · ve su consciente participación en la obra
creadora de Dios, en
el protestantismo no existe, pues el· pro­
testantismo, otorgando en todo la prioridad al Antiguo Testa­
mento, vuelve
al concepto de trabajo como consecuencia del pe­
cado original y como castigo de Dios.
En lugar de buscar por
el trabajo el perfeccionamiento del
hombre, su búsqueda de la Verdad, su auténtica liberación,
se
empieza a buscar el enriquecimiento y el· bienestar, con lo cual
la nueva doctrina viene a proporcionar la base neoesaria para el
nacimiento del capitalismo, y del materialismo práctico econó­
mico. Dentro de la sociedad protestante aparece un nuevo ideal:
el hombre económico.
Con todo, la
raíz de la oposición contra el trabajo gremial
es más ideológica que otra cosa, y debido, junto con el protes­
tantismo, a la gran difusión que van alcanzando las
ideas libe­
rales en
el terreno político y en el económico.
Se quiere olvidar
la historia y la· tradición, y se busca en
la
razón la solución de todos los problemas que los cambios na­
turales demandan de la sociedad;
Políticos y economistas del siglo XVIII buscan fórmitlas ra­
zonables que sustituyan a las .existentes, y así aparece, como la
más justa, la fórmula contractualista.
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LA .UBERACION POR EL TRABAJO
m. La falsa liberación por el trabajo.
La
filosofía racionalista del siglo XVIII es antihist6rica e igua­
lataria, y utiliza como una de sus bases la teoría pactista, que,
aplicada al trabajo, defiende
el libre entendimiento entre patro­
nos y obreros; asumiendo una ideal y ficticia igualdad entre am­
bos, Sin sujeción a _ninguna norma corporativa y, a ser posible,
sin sujeción a ninguna ley que coarte esta igualdad y libertad. Se
dice que con tal libertad nadie contratará su trabajo en lós tér,
minos que no le convenga. Se cree firmemente que la desapari- ·
ci6n del greniio· y la libertad del trabajo v de industria provo­
carían
necesariamente · el bienestar y la máxima libertad · pará
todos. ·
No se han determinado por completo, aún, cuáles fueron las
condiciones en que se produjo la primera revolución· industrial,
que podemos situar en Inglaterra, a partir de. i770; tuvo gran·
importancia el descubrimiento de. la máquina de vapor y· diver:
sos· inventos en la · industria textil. Probablemente fueran nece­
sarios, además, la existéncia de la Banca, y una oferta· suficiente
de capital y
de trabajadores capaces de adaptarse a las · nuevas
condiciones de trabajo.
·
Viene a coinciélir, y yo creo que también tuvo en su base
unas ideas muy parecidas a las que prepararon
la Revo1Úci6n
francesa. Esta, siendo un fen6meno esencfalm~te polltico, en­
ciende a las masas y las halaga con el obséquio de un falso siste­
ma de derechos, que constituyen indiscutiblemente
el origen de
incalculables transformaciones socioeec:on6nilcas.
Yo no creo, naturalmente, que se deba achacar al desarrollo
de
la téctúca la causa de los males que a continuación vinieron
para el trabajo
y, sobre todo, para el trabajo por cuenta ajena;
de ninguna manera. Fue,
sin duda, este desarrollo técnico, coin­
cidiendo con la desdichada llegada de las ideas protestantes y
liberales, lo que engendraron a continúaci6n, el
marxismo, lo
que encendi61a mecha de la revóluci6n y de la esclavitud:
Un ejemplo curioso de lo ·que se avecinaba lo tenémos en el
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FERNANDO CLARO CASADO
proyecto de Código civil español, de 1821, que quedó definitiva­
mente frustrado cuando Fernando
VII recupera el poder abso­
luto en 1823. En este proyecto legal se regulaban las condicio­
nes
de trabajo, adelantándose a-su tiempo con generosa visión
social, exigiendo «humanidad y buen trato» del superior hacia
el
dependiente. Dice el profesor Federico de Castro y Bravo de él
que era un intento original de conciliación entre los principios
políticos liberales y progresistas de
-sus autores, según se lleva­
ba en la época, y los ideales que inspiraban el Derecho tradicio­
nal, público y cristiano en el que _ se
hablan educado. Así esta­
ban las
cosas:
Estos_ dos fenómenos, además, el desarrollo industrial y los
liberalismos filosófico, jurídico y económico van a configurar
también la idea sobre
el trabajo en el inicio del siglo xrx, acom­
pañando a las transformaciones técnicas que comienzan entonces.
La mecánica, la electricidad, la qu!inica salen de los labora­
torios de los teóricos para transformar los métodos de produc­
ción e impulsar el consumo de
_ las grandes multitudes.
El m,indo se empieza a hacer pequeño al acortarse las
dis­
tancias por el desarrollo de los medios de transporte.
Pierde importancia el trabajo del hombre como fuerza ante
la máquina de vapor, las turbinas y los motores
eléctricos, para
ganarlo
como inteligencia, necesaria para dominar los nuevos y
complejos métodos.
Se prod,ice la sustitución gradual del trabajo manual del hom­
bre por el de la máquina, con todo lo de deshumanizado e im­
personal que esto lleva consigo y -éon esa sensación de pérdida
de libertad. y de realización al no ver
la obra terminada, per­
diendo
su sentido el trabajo.
La organización de la vida social también contribuye a esta
pérdida
de personelidad; los trabajadores se van concentrando
en las ciudades y en las grandes fábricas.
Se necesita un gran capital para las nuevas instalacio_nes y la
adquisición de maquinaria en las .empresas; el capital, y su re­
tribución, pugnan con el otro factor de 1a producción que es el
trabajador. Y se desprecia el valor del hombre, olvidando su dig-
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LA LIBERACION POR EL TRABAJO
nielad. El trabajo empieza a esclavizar aJ hombre de una forma
nueva
y desconocida. El hombre deja de ser el sujeto del trabajo.
En el nuevo centro de trabajo, la fábrica, ante la comunidad
de tareas y preocupaciones nace la conciencia de clase del tra­
bajador. Nace la clase obrera,
identificada por las nuevas circuns­
tancias y el mismo destino, que muy pronto será dotada por sus
fil6sofos de su conciencia de clase y de sus posibilidades con dos
nuevas
armas de combate: el movimiento sindical y el mito el¡,
la huelga, como fermentos destructores de un orden social y pre­
cursores de otro nuevo.
La
filosofía liberal, que rompió el fuego, crey6 que con la
aplicación de
la libertad, su falsa libertad, claro, y "la raz6n, se
resolverían de forma justa todos los problemas.
Sin embargo, y
en flagrante contradicción con esta plena liber­
tad, para casi todo,
·se prohíbe enérgicamente la posibilidad de
asociarse a los trabajadores por considerarse un atentado contra
la
h'l,ertad de contratación, por Io visto, suprema libertad liberal.
Evidentemente, el sujeto del trabajo se ha desplazado a
lo
material: a la organización, a la inversi6n, al comercio. Y, ade­
más, se intenta poner todo esto en conflicto con el otro sujeto
del trabajo, que es el hombre.
IV. Los teóricos de
la falsa libertad del trabajo.
Fue Adam Smith, aquel profesor de L6gica y de Filosofía
Moral, de la Universidad de Glasgow,
allá por 1776, de quien
dice su bi6grafo,
J. M. Tallada, que había leído mucho a Vol­
taire y que el deísmo racionalista de este autor se adaptaba a Iá
manera de ser de las clases ilustradas a la que pertenecía el jo­
ven Smith, quien con su obra sobre la naturaleza y causas de la
riqueza de las naciones, proporciona al hberalismo econ.ómico su
evangelio y su programa de actuaci6n, completado después con
las teorías de David Ricardo, de donde directamente iba a venit
luego a aprender Carlos
Marx.
Su idea de Iá divisi6n del trabajo tuvo repercusiones incal-
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FERNANDO CLARO CASADO
culables ya en su época; elevada prouto a sólido fuudameuto de
uua doctriua que revoluciou6 la ecouomía política, dáudola una
uaturaleza
científica, proporciouó a los goberuautes nuevas orlen-
. taciones en completa

armonía con las ideas filosóficas que ibau a
cambiar el mundo.
Dice Adam
Stni th, en su famosa obra, «los mayores adelaui
tamientos en las facultades, o principios productivos
del trirbajo,
y. la destreza, pericia y acierto con que éste se aplica y dirige en
la sociedad, no parecen efectos de otra causa que
de la división
del trabajo mismo».
«Esta
división del trabajó; que tautas ventajas trae a la so­
ciedad no es: en su origen, efecto de una premeditación humana
que prevea y se proponga; como fin
intencional,· aquella· general
o¡,uleucia que la dicha· división ocasiona: es como una consecuen­
cia necesaria de cierta
propensión •genial. del hombre que tiene
por objeto una utilidad. Lá propensión es la de negociar, carne
biar o permutar una cosa por otra». Y a vemos c6mo el hombre
va dejando su puesto a otros objetivos:
» Todo :hombre es rico o pobre según la cantidad, de · cosas
nec~arias, o útiles, para la vida, de las que puede gozar, Y una
vez introducida en el mundo la división· del trabajo, son muy
pocas las wsas que el hombre se pueda proporcionar a sí mis­
mo. La mayor porción tiene que venir y suministrarla el trabajo
ajeno. Así, pues,
se sed pobre o tico según la caníidad de ti:a0
bajo ajeno que cada uno pueda adquirir de otro, o tener a su
disposición. El trabajo, pues, es la medida. del valor permutable
de toda mercanciá.
»El dinero nos excusa·
de aquel trabajo, pero 'coutiene _ en sí
cierta cantidad de él, que nosotros permutamos por otras mer­
cariciás que se supone tienen también el valor de otra igual cau­
tidad. El trabajo, pues, fue el precio primitivo, la moneda ori­
ginal que se pagó en el mundo por todas las cosas permutables.
»El
producto del trabajó es la recompensa natural o el sala­
rio del, trabajo ·mismo»,
Y, a continuación, enciende Adam · Smith el _fuego de la lu­
cha, al enseñar que «el trabajador desea sacar lo tnás y el· empre-
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LA UBEKACION POR "EL TRABAJO
sario dar lo menos que puede», pues, como afirma convencido,
«los salarios
del_ trabajo se acomodan al_ convenio que se hace
entre estas · dos· partes, cuyos intereses de ningún modo pueden
considerarse los mismos». ¿No es·
esto, me pregunto, el origen
del conflicto entre trabajo
y capital?
Todas estas
ideas, como bien ·sabemos, ni en la. teoría ni en
la práctica produjeron los esperados beneficios.
He . aquí la raíz de la degradación de1 trabajo, la semilla de
la
_lucha de clases y el punto de partida -del trabajo esclav.izador
de los trabajadores ..
Filos6ficamente, el «quid» del Hberalismo, como señala Va­
llet de Goytisolo, radica en la «negación del orden natural o de
su inteligibilidad
y, consecuentemente, presupone un idealismo
subjetivista que con Kant impuso el· giro copetnicano ·en virtud
del cual nuestras
"ideas, en lugar de adecuarse al orden de las ·
cosas, pretenden establecerlo a su guisa».
«El liberalismo económico, dice Vallet de Goytisolo, añade
algo sustancial que lo diferencia cualitativamente de Ja correcta
economía de mercado, o ·sea, de la economía en un sistema de
Hbertades, ajeno al llberalismo» .
. «El liberalismo económico reduce la aceptación, en el runbito
social, del orden de la paturaleza tan s61o a las leyes puramente
económicas».
«Es cierto que hay leyes económicas que
no pueden violarse
sin provocar nefastas
consecuencias. Pero el orden de la natura­
leza también comprende otras leyes, morales
y jurídicas, no ema­
nadas de la voluntad, sino
ínsitas en el orden de la creación, de
cuyo olvido pueden dimanar consecuencias fatales».
«El liberalismo económico
rechazó desde el principio el otden
natural en su plenitud para aceptar exclusivamente el orden na­
tural en materia económica. Pero esto no funcionó así porque ol­
vidaron las leyes sociales de otró tipo ínsitas en el mismo com­
portamiento humano y en sus reacciones pasioruiles de toda clase
que, guiadas por un liberalismo
ideológico, inevitablemente lle­
van a
la pretensión de dominar y cambiar las leyes de la eco­
nomía».
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FERNANDO CLARO CASADO
El advenimiento del régimen capitalista provocó, con la liber­
tad industrial, comercial
y de precios que consagra el sistema de
libre competencia comercial, la obtención de bajos precios
,para
las mercancías y, por tanto, de bajos costos de producción.
Esto
no se logró sino con la máxima degradación del trabajo;
jornadas excesivas, bajos salarios,· empleo de cualquier
clase de
mano de obra, preferiblemente mujeres
y niños, y en unas con­
diciones pésimas de ambiente laboral. No se puede decir, en su
mayor parte, que este sistema de trabajo fuera digno del hombre.
Pero
hay otra aportación filosófica fundamental en nuestro
tema que
no podemos pasar por alto, porque supone un eslabón
más en la cadena.
Me refiero a la
filosofía de Hegel, con la que culmina el pen-
' samiento racionalista y que no podemos olvidar, porque como
recuerda el profesor Rafael Gambra, .«en el terreno práctico y
político, una consecuencia de gran importancia se va a derivar
del idealismo alemán: la aparición del socialismo totalitario».
En su Filosofía del Derecho, la división del trabajo predicada
por Adam
Smith, va á hacer necesaria en todas partes la depen­
dencia mutua
y la relación reciproca de los hombres para la sa­
satisfacción de sus necesidades; de donde resulta que el trabajo
de cada cual
se convierte en medio para la satisfacción de las ne­
cesidades de los demás.
«Resulta as( que la producción y el goce de los bienes,al,i sa­
tisfacdón de las necesidades, aÚfi persegnidas egoístamente por
los individuos, ocurre a través
de la sociedad, y en el ámbito
de ésta;· y la sociedad misma se nos aparece entonces, en su nue­
va existencia, como equilibrio colectivo de pretensiones indivi­
duales».
«Pero el equilibrio es inestable; y, precisamente por ello, la
sociedad civil está en cada momento
amenazada de concluir en la
pura subjetividad, en el egoísmo y en la lucha».
En este ambiente, el individuo está amenazado por los ava­
tares de fa lucha por la sarisfacción de sus necesidades.
El Estado
se nos aparece entonces, dice Hegel, como pacifi-
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LA UBERACION POR EL TRABAJO
cador y árbitro de la disputa de la sociedad civil, básicamente in­
conciliables en
ésta, incapaz de pouer límites firmes a los ape­
titos individuales y, por tanto, a fas injusticias contra el indivi­
duo, contra
el trabajador» .
. Hay aquí, en opinión del profesor Alonso Olea, una fuerte
influencia de Adarn
Smi_th en el pensamiento hegeliano, que plan­
tea los problemas de
la división del trabajo, y de la aberración
en el maquinismo y en la parcelación extremada de tareas, que
implican una nueva
y perversa sujeción a la-naturaleza que re­
baja y embrutece al trabajador, al tiempo que hace perder vita­
lidad
al mismo trabajo. •
Expresa Hegel, excépticamente, su convicción de que las ten­
siones
y conflictos del orden ·económico sólo serán solventables
por
y en el Estado; porque su ajuste requiere un control cons­
ciente y superior al derivado de los intereses contrapuestos de
productores y consumidores que, en definitiva, debe ser confia­
do a las autoridades públicas.
V. La falsa liberación del socialismo.
Si pudiéramos señalar una fecha única y general para todos
los pa!ses que marcara la crisis de la
ideología liberal y el naci­
miento de una fuerte tendencia socialista, partidaria del inter­
cionismo
estatal en materia de trabajo, esa fecha no podr!a ser
otra que
la de 1848, con el «Manifiesto» de Marx y Engels, que
en los
ltiios siguientes repercute en casi todos fos países europeos.
Si en España las consecuencias del liberalismo, y la reacción
socialista respecto a lo laboral se manifiestan con menor
·intensi­
dad
fue, a mi juicio, el estado de menor· industrialización, o su
lento desarrollo, en general, de nuestra patria, y la frecuente
confusión generalizada entre los movimientos· de reivindicación
obrera con
otros de tipo político.
Pero las ideas de estos socialistas
no son originales; recogen
la siembra, y
la interpretan a su manera, de los filósofos libera­
les e idealistas;
si éstos ya rompieron con el orden natural, con
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FERNANDO .CLARO CASADO
la realidad de las cosas, los marxistas sólo van a profundizar en
este error
alejándose aún más de la realidad, de la esencia de los
problemas, cayendo en la más grande utopfa que hemos visto
jamás. En cuanto a los hechos, para que pudiera aparecer el
socia­
lismo, habían sido necesarias que ciertas transformaciones econó­
micas y sociales hubiesen intervenido, unidas al desarrollo de la
gran industria. Había sido necesario que naciera un proletariado,
clase nueva y aparte, plantada en cierto modo en la nación hfató­
rica. También había sido necesario que las condiciones de vida,
a
veces atroces de esta gente, hubiese airaído la atención dé filó­
sofos, economistas y otros pensadores, suscitando en ellos la
protesta en nombre de la justicia; o de la caridad.
En
su «Manifiesto», Marx y Hengels nos dan su versión de
cómo ha surgido
la burguesía, o clase capitalista, dialécticamente,
de la descomposición de la sociedad feudal. A consecuencia
de
los grandes descubrimientos, dicen ellos, de la aparición de mer­
cados nuevos, del aumento de las mercancías y de los medios de
cambio se ha producido una contradicción entre el crecimiento de
las necesidades humanas y el -modo de producción para satisfa­
cerlas a través de la antigua organización gremial.
Fue -sustituido, entonces,-según esa misma versión, por una
clase media industrial que introdujo 1a .división del trabajo y la
industria manufacturera.
Pero
al resultar también insuficiente este nuevo proceso de
producción de los bienes
y satisfacción de las necesidades hu­
manas, ante el crecimiento ininterrumpido de los mercados, la
gran industria moderna
reemplaz6 a la manufacrurera y el bur­
gués moderno reemplazó· a
fo clase media industrial.
Comercio, navegación, comunicaciones por tierra, tomaron un
impulso nunca visto. Dé donde procede la implantación definiti­
va de la gran industria. Esta aumenta
sus capitales y empuja a un
segundo término a las otras clases sociales legadas por la Edad
Media.
La burguesía moderna, clase actualmente dominante, dicen
Marx
y Engels, es por tanto el producto de una serie de revolu-
!-340
Fundaci\363n Speiro

LA LIBERACION PQR EL TRABAJO
dones operadas en d modo de produc:ci6n y en los medios de co­
municaci6n.
Esta nueva das e, donde ha Ilegado al poder, ha destruido to­
das las condiciones sociales anteriores. No ha dejado subsistir,
de hombre a hombre, otro
vínc;ulo que d interés completamente
desnudo, el inípasible pago al contado. La explotaci6n enmas­
carada con ilusiones religiosas y políticas, siguen

siendo palabras
del «Manifiesto»,
.la ha sustituido por la explotaci6n abierta, des­
carada,
directa, brutal. Ha enterrado la dignidad personail bajo
el dinero
y reducido todas aqueilas libertades escrituradas y bien
adquiridas, a
uoa unica libertad: la libertad ilimitada de comer­
ciar.
La extensi6n cÍe la maquioaria y la divisi6n del trabajo qui­
taron al trabajador todo carácter auton6mo, toda libre iniciati­
va y todo encanto para
su tarea. El trabajador se convierte en un
siníple resorte de la máquina, del que s6l9 se exige una opera­
ci6n
mecánica, monótona, de fácil aprendizaje.
« Y este despotismo es tanto más mezquioo, más execrable,
más indignante,
cuanta mayor es la franqueza con que proclama
que no tiene otro fin que el lucro».
¿ Qué es lo que predica el comunismo para arreglar estos de­
sastres
liberales? Pues la «abolición del réginíen de propiedad
de
la burguesía, de esa moderna institución de la propiedad pri­
vada burguesa, expresi6n
últinía y. la más acabada de ese réginíen
de producción y apropiación de fo producido que reposa sobre
el antagonismo de dos clases, sobre la explotación de unos hom­
bres por otros».
Porque, según Marx
y Hengels, «en la sociedad burguesa el
trabajo vivo
dd hombre no es más que un medio de incrementar
el trabajo acumulado.
Ert la sociedad comunista, el trabajo acu­
mulado será, por el cotrario, uo siníple medio para dilatar, fo­
mentar y enriquecer la vida del obrero».
Y
es en los «Manuscritos» donde Marx analiza la pérdida
de la libertad por el trabajo; cuando el hombre es alienado por
el trabajo. Cuando el ·hombre trabaja. sin libertad.
«Puede· que nó todo tipó de trabajo imaginable, pero siempre
1341
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FERNANDO CLARO CASADO
que el trabajo del hombre es productivo, siempre que se realiza
para la satisfacción de una necesidad de cualquier clase de quien
trabaja, incluida desde luego la
de su subsistencia biológica, el
trabajo implica en sí mismo una alienaci6n, porque el trabajo,
la actividad vital, la vida productiva misma, no
es la satisfacción
de una necesidad intrínseca del hombre, no constituye, por tanto,
un fin, sino
un medio para satisfacer las necesidades fuera· del
trabajo, últimamente, un medio
para 1a satisfacción de una ne­
cesidad de mantener la existencia física, y este su carácter me­
dio lo hace repelente, indiferente u hostil, separado o alienado.
De ahí, que se nos diga que tan pronto como no existe una coac­
ción física, o de cualquier otro tipo, se huye dt;l trabajo como
de la peste. Pero, para subsistir en el mundo en el que está, el
hombre tiene forzosa y activamente que relacionarse. con los ob­
jetos exteriores a través del trabajo, con lo que éste es una con­
dición necesaria para la existencia de la humanidad, indepen­
diente
de las formas · de sociedad. Es una necesidad eterna im­
puesta. por la naturaleza, según acabará interpretando en el
«Capital». Es obvio que esto
refleja un profundo pesimismo; más bien,
_ una profunda aversión contra el trabajo.
Pues, ¿en qué
consiste,• realmente la enajenación del trabajo
predicada por Marx? Sencillamente, en que considera
e,J traba­
jo
como algo externo al trabajador, es decir, como rio pertene­
ciente a su ser. Por eso el trabajador, para Marx, sólo se siente
en sí fuera del
tr"bajo y en el trabajo fuera de sí.
El trabajador está en lo suyo cuando no trabaja y cuando
trábaja
no está en lo suyo.
En esta idea sigue persistiendo Marx en su pensamiento ma­
duro. «La esfera de la libertad está allende del trabajo producti­
vo,
más allá de la esfera de la producci6n material; no comien­
za sino a partir del momento en que cesa el trabajo dictado por
-la necesidad, que existe para el hombre en todas las fornias de
sociedad y bajo todos· los tipos de producción.
Todavía, en la «Crítica del
Programa de Ghota», ·resuenan
los mismos ecos; la posibilidad de la liberación del hombre res-
1342
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LA UBERACION P-OR EL TRABAJO
pecto del trabajo se sitúa en un futuro en que el trabajo no sea
solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital, para
lo que se ha de esperar a que crezcan también las fuerzas pro­
ductivas
y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza
colectiva, futuro en el que Marx probablemente
creía.
Esta idea equivocada y pesimista. del trabajo de la que Marx
trata de oponerse, por principio, a aquella que considera que el
trabajo, el esfuerzo productivo,
el que realizan los hombres
mientras procuran el sustento para sí y su
familia, aparte de que
pueda ser necesario para
el que lo ejecuta, puede ser orientado
para que éste
se perfeccione a sí mismo, de forma que resulte
provechoso y en servicio de la sociedad. Sirviendo· también de
norma por la que el hombre se relaciona con sus semejantes y
les hace un servicio; entonces el trabajo se convierte en un. don
de lo Alto, fuente de amor, práctica de una verdadera caridad
y, en tal sentido, contribución personal a que se cumplan los de-
signios de Dios en la Historia. ·
Esta visión, a la vez realista y trascendente de las posibili­
dades del trabajo, que se pide de quien lo realiza, ·esto es, del
hombre, de todos los hombres, puesto que sobre. todos pesa
el
deber de trabajar, rechaza la utopía y rechaza rodo determinis­
mo que inevitablemente conduzca hacia ella_
Finalmente, el nefasto error de Marx, junto con los econo­
mistas liberales
Smitb y Ricardo, se completa al querer estable­
cer como ley
básica del mercado que las cosas se intercambian
unas por otras en función de
la éantidad de horas de trabajo que
llevan
inconporadas para su producción.
No está el error en la idea de que
el trabajo sea la· sustancia
del valor de las cosas, y la razón de su precio en el mercado, el
error está en generalizar esta teoría, de nuevo la
generalización
peligrosa
de tantos intelectuales, y extenderla al trabajo mismo,
hasta llegar a defender
que· el precio del trabajo tiene que me­
dirse como el de cualquier otro bien, es decir, por la cantidad
de trabajo que cuesta producirlo.
¿Cuál será, entonces, para Marx el precio del factor trabajo?
1343
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FERNANDO CLARO CASADO
Lo que .cuesta mantener estrictamente a un _trabajador, respon­
de, para que se alimente, se vista y descanse; lo mínimo indis­
pensable para que pueda trabajar.
El salario mínimo, dice Marx, es, en una sociedad capitalis­
ta, el
salario natural y normal. Al valorar el trabajo con el mismo
r~sero con que valoramos otras cosas, se condena al trabajador
a vivir estrictan\ente en el nivel de subsistencia.
Después de sentar esta tesis, su antítesis está a la vista; como
inuy bien concreta el profesor Funes Robert, «Marx declara ine­
vitable la aplicabilidad de la · teoría del valor trabajo al propio
trabajo, pero
no por ser inevitable es justa. La sociedad que con­
vierte el trabajo en mercanda, aplica la ley de valoración general
y hace víctima al que ofrece esa mercancía. Destruir el merca­
do de trabajo será la solución, suprimiendo la propiedad priva­
da de los medios
.de producción, con lo que la contratación la­
boral dejará de verse regida por la referida ley del valor, deter­
minante implacable de la explotación. No explota el empresario,
sino
la sociedad que se rige por tal ley. Can\biar el modelo de
sociedad es la única salida «para que el trabajo vuelva a propor­
cionar al trabajador
el grado de libertad necesaria».
VI. La verdadera liberación por el trabajo.
Pero no fueron sólo voces del lado marxista las que se al­
zaron contra aquella concepción liberal del trabajo que envilecía
al mismo trabajo, y en primer lugar al hombre que lo realiza,
atacando su dignidad y su naturaleza,
y, por tanto, sin saberlo,
su único punto de igualdad, que es el ser hijos de Dios y here­
deros de su Reino. Porque la realidad
es que tampoco el marxis­
mo resuelve de ninguna manera el error conceptual del trabajo
que lanza la filosofía liberal, Antes, al contrario, lo agrava; y en
vez de contnbuir a la liberación del hombre mediante una idea
y un planteamiento
correcto del fallo liberal, proponiendo la so­
lución cor~cta, lo que hace el marxismo con su grave error es
•ePultar, para siempre, en su archipi~lago de Gulag la persona
1344
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LA LIJJERACION POR EL TRABAJO
· humana con su dignidad y sus manifestaciones, entre ellas el
trabajo.
Para ver esto en la realidad no hacen
falta filosoffas, ni. ha­
cen falta más explicaciones; basta con mirar con los ojos del
entendimiento, con los ojos que quieren ver, y buscar la verdad;
la situación en la que se encuentran hoy día miles
de seres hu­
manos,
de trabajadores, más allá del telón de acero, donde hablar
dé libertad,
o de liberación por el sistema, constituye la más
gtande de las utopías y de las burlas que se pueden inferir al
set hrtmano.
Abre con ímpetu elocuente la moderna doctrina social cat6-
lica la
introducci6n de la Carta Apostólicá del Papa Gtegorlo
XVI, en 1839, recordando los primeros tiempos de la doctrina
de Jesucristo: «tan pronto
como empezo a difuttdirse la luz del
Evangelio, sintieron que
. entre los cristianos se aliviaba mucho
la situaci6n de aquellos desdichados que, en tan gran número ...
iban a parar a una durísima esclavitud. Pues, inspirados los Ap6s­
toles pot el espíritu divino, ensefiaban ciertamente a esos mis­
mos esclavos que obedecieran a sus señores como a Cristo y que·
crtmplieran
de corazón la voluntad de Dios; pero mandaban a·
los señ~res que se portaran bien cOri sus siervOs, que les pro-
. pOrdonaran éuarÍto es justé> y equitativo y · que amainaran sus
rigores, sabiendo que de . unos y otros hay un Señor en el cielo
y que ante El
no hay acepción de personas. Recomendándose tan
encarecida y universalmente por
la ley del Evangelio la sincera
caridad para todos y habiendo declarado Nuestro Señor Jesu:
cristo
que El habría de considerar como hecho a El mismo, en
persona,
lo que se otorgare, o denegare, de benignidad y de mi­
sericordia a lós pobres e indigentes».
El Papa León XIII, en 1887, en un discurso a trabajadores
franceses llegados a Roma para visitarle, recuerda que· «Siempre
y en todo momento, la Iglesia
se ha preocupado con un cuidado
celoso de
la suerte de ·1a clase obreta. Ella, :por la predicación de
las doctrinas de que es fiel . depositaria, ha ennoblecido el tra'.
bajo, elevándolo ,a ·1a altura de la ilignidad y de la libertad .. hu­
manas;
lo ha hecho meritorio delante de Dios,· enseñando al tra-
1345
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FERNANDO CLARO CASADO
bajador a santificarle por consideraciones sobrenaturales y a so­
portar con resignaci6n, y en espíritu de penitencia, las privacio­
nes
y las fatigas que le impone.
La Iglesia, por otra parte, siempre
ha_ recordado a los ricos
y a los poderosos la obligaci6n que les incumbe
de socorrer a sus
hermanos de condici6n
más humilde y a respetar en ellos el ca­
clcter de hombres y de cristianos».
Le6n
XIII se enfrenta seguidamente con la filosofía econó­
mica libe_ral y con las consecuencias que su aplicaci6n ha supues­
to al mundo del trabajo,
y a la consideraci6n del trabajador.
-En la Rerum novarum, en 1891, sienta las bases de aplica­
ción de la moral cat6lica al terreno econ6mico. Recuerda que la
Iglesia cat6lica no tiene una fórmula social hecha y concebida,
sino unos principios básicos y permanentes con los que los ca­
tólicos pueden desarrollar en cada situaci6n un modelo adecuado:
primada de la persona,
respeto a la justicia, práctica del amor
entre hermanos.
El Papa analiza la situaci6n a la que se había llegado, «en
la contrataci6n del trabajo, donde un número de opulentos
... ha
impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una mu­
chedumbre infinita de trabajadores».
Rechaza la solución que quieren dar al problema los marxis--
tas «porque empeora la situaci6n de los obreros, en cuanto tra'
tan_ de transferir los bienes de los particulares a la comunidad»,
privando a los trabajadores
de su libertad. Planteando la solu­
-ci6n justa desde la doctrina de la Iglesia, pide, en primer lugar,
realismo en
el análisis de los problemas y, por lo tanto, respeto
a
la condici6n humana, huyendo de un falso igualitarismo, ya
que, «no se puede igualar en la sociedad civil lo alto con lo
bajo», dice el. Papa. Y si los socialistas lo pretenden, «es vana
tentativa contra
la naturaleza de las cosas».
Condena la lucha
de las dos clases, que pretenden los socia--
listas antag6nicas: «ll'i el capital puede subsistir-sin el trabajo,
ni el trabajn sin el capital». Elevando al plano sobrenatural al
trabajo, recuerda que «Jesucristo no suprimi6 en modo
alguno
con su copiosa redenci6n las tribulaciones de que está tejida casi
1346
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LA UBBRACION POR BL TRABAJO
por completo la vicia mortal, sino. que hizo de ellas estímulo de
virtudes
y materia de merecimientos, hasta el punto de que nin­
gún mortal podrá alcanzar los premios eternos si no se siguen
las huellas
ensangrentadas de 'Cristo. Si sufrimos, también rei­
naremos con El. Tomando El libremente los trabajos y sufri­
mientos
... , los hizo más llevaderos no sólo con su ejemplo, sino
también con
su gracia y con la esperanza del eterno galardón».
Así, y buscando la verdadera liberación, «se comprende
más
fácilmente, dice la encíclica, que la verdadera dignidad y exce­
lencia del hombre radica en lo moral, es decir, en la virtud; que
la
virtud es patrimonio común de todos los hombres ... , y se debe
destruir animosamente cuanto obstaculice
el sendero de la virtud».
Indica el camino para encontrar el verdadero
·significado del
trabajo,

«la perfección de toda sociedad
está en buscar y conse­
guir aquello para que fue instituida, de modo que sea causa de
los movimientos
y actos sociales de la misma causa que originó
la sociedad».
Y recuerda también que, «a nadie le está permitido violar
impunemente la dignidad humana, de la que Dios mismo disPQ­
ne. con I gran reverencia».
Así salió al paso, desde el principio, la doctrina social de la
Iglesia, de los errores· tanto liberal
como socialista, seiíalando
la intrínseca maldad y el espíritu antinatural de ambos, que de­
gradan al trabajo humano, lo desvalorizan, en definitiva, porque
no consideran al hombre en su auténtica dimensión.
En 19 31 el Papa Pío XI confirma los principios doctrinales
en
JJlla nueva encíclica sobre la cuestión social. Aunque se ha­
bla producido, en aquella fecha, un notable cambio en las cir­
cunstancias sociales y· económicas respecto a · las que regían cuan­
do se
publicó la Rerum nav¡;¡rum.
Exhorta de nuevo a las dos partes a la concordia: «es absolu­
tamente falso atribuir únicamente al capital o únicamente al tra­
bajo lo que
es el resultado de la efectividad unida· de los dos,
y toralmente injusto que uno de ellos, negada la eficacia del otro,
trate de arrogarse para sí todos los beneficios.
¿«Qué es, en efecto, trabajar, se pregunta la encíclica, sino
1347
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FERNANDO CLARO CASÁDO
aplicar y ejercitar las energías espirituales y corporales a los bie­
nes
de la naturaleza o por medio de ellos? Ahora bien, la ley
natural,_
es decir, la voluntad de Dios promulgada por medio de
aquélla, exige que en aplicación de
las cosas naturales a los usos
humanos
se observe el recto orden».
Y
el trabajo del hombre, ratifica el Papa; «no es una vil mer­
cancía, sirio que reconociendo y considerando la digoidad huma­
na del trabajador, no puede, por lo tanto, venderse ni comprar­
se al modo de una mercancía cualquiera», pues eso atentaría a la
libertad de
los hombres. . .
tCuál
es el camino que propugna el Papa para devolver su
digoidail a los trabajadores y para que éstos encuentren ·en el
trabajo su liberación de los errores pasados?
La encíclica señala dos caminos: en primer lugar, haciendo·
volver a los hombres abierta
y sinceramente a la doctrina evan­
gélica, es decir, a los principios de Aquel que es el úniéo que tie­
ne palabras de vida eterna. Además de reconducir
la economía
hacia un orden recto y sano se requiere que las actividades hu­
manas cooperert, en amigable acuerdo, a imitar, y en la medida
de lo posible, a reproducir esa admirable unidad del
plan divino;
o sea, que
se dirijan a Dios, como a término primero y supremo
de toda actividad creada» ..
Y, en segundo lugar, es necesario que «se dé la mayor parte
a la ley de la <:aridad, que es vínculo de perfección; .. La caridad,
desde
luegQ, que de ninguna manera puede considerarse como
sustitutiva de
la justicia, debida por obligaciones e inicuamente de­
jada de cumplii-, aunque la sola justicia, por fielmente que se la
aplique, no cabe. iluda que podrá reino ver las causas de litigio
en materia social, pero
no llegará jamás a unir los corazones y
las almas».
VII. La liberación por el trabajo en nuestros días.
«No es de extrafíar, dice Vallet de Goytisolo, que en el.hom­
bre ·de
la actual sociedad de masas, que ha perdido sus raíces ra-
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LA LIBERACION POR EL TRAJMJO
ligiosas y metafísicas, todo esto suene a. música celestial. Ni ·que,
en una mecanizaci6n industrial y de divisi61J del trabajo, la idea
de
la propia realizaci6n se desgaje totalmente del mismo.
Y, citando a André
Charlier, nos recuerda «que no es el tra­
bajo lo que repele
al .hombre de nuestros días, sino las condicio,
nes en las cuales se efectúa. Lo que el hombre reclama, aun sin
tener una clara conciencia de ello,
es poder expresar por su tra­
bajo lo mejor
de sí, y a dar forma a todo lo que sólo el trabajo
le permite descubrir en sí mismo».
Al evocar los acontecimientos de
la postguerra en Europa,
se pueden distinguir tres fases. La primera de ellas, desde el co­
mienzo de los aííos cincuenta hasta el comienzo de los setenta,
estuvo sensibilizada
y marcada por la preocupaci6n ideol6gica,
por el movimiento de relaciones
hun¡anas, caracterizado por una
preocupaci6n y una mejor· fortnaci6n.
de los trabajadores, todo
ello
como consecuencia del notable crecimiento econ6mico lleva­
do a cabo. La segunda fase, la crisis desde principio
de los se­
tenta hast.a hace poco, era en cierto modo el ·regreso del péndu­
lo hacia
la importancia de la economía. Y la tercera fase, en la
que estamos entrando, de
gesti6ii socioecon6ntlca, gesti6n socio­
técnica y relevancia de los conceptos de eficiencia, productividad,
repercusi6n de las nuevas. tecnologías,
· participación y· comuni­
cación.
El. continuo progreso tecnol6gico tiene sus pros y sus con­
tras; en el lado bueno, las ventajas econ6ntlcas de la reducción
de costos de producción,
la desaparición· de trabajos pesados y
el gran número de
técnicos que se emplean. En el lado nega­
tivo, el continuo despido de trabajadores que quedan sin empleo,
la monotonía de
alguno de los nuevos trabajos, y la reducción
de posibilidades de promoción.
En el mundo revuelto y dinámico de hoy, en el mundo com­
petitivo de los negocios y de los mercados mundiales, una de las
características clave de las empresas eficientes
es que consiguen
que las
cosas se hagan gracias a sus trabajadores y a su organi­
zación o, dicho de otra forma, tienen una enorme capacidad

recursos humanos y una gran habilidad para dirigir esos recursos.
1349
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FERNANDO CLARO CASADO
De nuevo se corre el peligro, ahora bajo nuevos enfoques,
de considerar al trabajador como un medio
más de producción.
Y para conseguir mejor su manejo se le desarraiga de su
origen
y, como puntualiza Vallet, «se le convierte en masa, de-·
já/,dole
sólo con su teoría de la liberta'd y de la igualdad· sin con­
tenido, junto a todos los demás; a los cuales nada le liga como
no sea una vacua idea». """"
La idea de quienes de nuevo intentan manipular al trabaja­
dor, halagando
c,tra vez sus pasiones, con un cántico renovado de
derechos sin obligaciones, o la
idea de aquellos otros que, olvi­
dando o relegando a un segundo lugar
la diguidad humana, po­
nen el principal objetivo en la consecución de un beneficio sin
fronteras.
El decano de
la Facultad de Ciencias Empresariales, de la
Universidad de Crnnillas, nos decía hace pocos meses, que «la
crisis
· actual no supone solamente la presentación de problemas
personales
al directivo de nuestros días ... , la nueva exigencia
más acuciante es la de la responsabilidad social de la empresa y,
también,
la pérdida del sentido :final del trabajo en la sociedad.
Es decir, el escepticismo en
el . propio trabajo empresarial. Es
hasta cierto punto
lógico· que en una época de crisis se pierda el
sentido histórico,
se olvide la aportación que el trabajo ha lle­
vado a la sociedad, no
se considere lo suficiente su . aportación a
la mejora .de Ja misma y no se le reconozca su protagonismo en
el cambio social y económico.
Y no olvidemos tampoco, citando de nuevo a V allet, que
«si
hoy se produce, indudablemente, una clara convergencia entre el
neosocialismo y .el neocapitalismo, en cuanto ambos preconizan
el dirigismo estatal, hacia esa convergencia empuja, sin duda, la
llamada revolución de los directores y de los tecnócratas,
· cada
vez más poderosos, unos en las grandes empresas privadas y
otros en los organismos del Estado».
Pensando en
· Jos factores que más han influido en la si­
tuación a la que ba venido a parar el trabajo hoy, yo diría que
ún primer responsable es el espíritu tnaterialista consumista que
domina al hombre de nuestro tiempo, que le hace olvidar sus
1350
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LA UBERACION POR EL TRABAJO
nobles sentun1entos y sus aspiraciones espirituales para atender
sólo a lo económico, a lo superfluo, a lo trivial.
En segunde lugar, estaría la ampliación in cnescendo de la
intervención del Estado en todo el ámbito de la vida nacional,
con su enorme
.máquina burocrática pesada y aplastante de las
libertades individuales, avasallando los derechos y la dignidad
de las personas en una lucha sin igual; eliminando toda clase de
asociaciones intermedias que puedan suponer
un freno y una lla­
mada de conciencia a sus ambiciones cuasi totalitarias.
Ciertamente, y unido a esto, debo citar, en tercer lugar,
el
mismo ataque a los derechos de los trabajadores y a su dignidád,
por parte
de partidos pol{ticos, oligarquías y grupos de presión;
y hay que citar, también aquí, los nuevos sindicatos de masas,
vendidos políticamente y mera correa . de transmisión desde el
partido, que engañan todos ellos con
falsas ideologías a los tra­
bajadores que,
individualizados hasta el extremo, no pueden ha­
cer frente, porque de. eso se trata, a poderosas organizaciones ..
Y, por últitno, los mismos avances tecnológicos que en vez
de aprovecharse al mejor servicio del hombre, a su mejor cali­
dad de vida y a satisfacer las necesidades de la humanidad, pare­
ce que se revuelven contra él mismo. intentando sujetarle a sus
exigencias irracionales ..
Como ha· dicho el profesor Castán, .«el momento actual de
crisis y transformaciones lleva consigo un desequilibrio de valo­
res: mientras el progreso material es indudable e impresionante,
no existe el progreso moral que pueda controlarlo».
Marcel de Corte ha dicho que «la solución de
los problemas
concretos que tiene planteados el mundo, hoy, está en
la ace!}'
tación gustosa y plena, por parte de cada hombre, de su quehacer
cotidiano».
Pero, además de esto, el
hombre necesita de· la orientación
que le proporcionan
las perennes ideas generales, dice . Castán,
como, ante todo, los valores· supremos de 'bondad, moralidad,
justicia
y derecho y, en una esfeta más asequible, a la común
mentalidad de los hombres, aquellas ideas
que han servido siem­
pre de soporte a la conducta ele los mismos, cuales son la fami-
1351
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FERNANDO CLARO CASADO.
lia, la profesión, la patria y la ,rec,ncia en Dios, fuente y f)lllda,
mento de caridad, por encima de . todo» ..
. Al fallarle al hombre de hoy estos asideros, y al encontrarse
solo frente al
mundo, de nuevo fa doetrina social católi¡:a le ofte­
re la solución correcta, ahora mirando los: problemas del traba­
jo desde una nueva perspectiva como
es el hombre y la familia,
aunque sin arrumbar ninguna
de las ideas expuestas por el Ma.­
gisterio supremo durante años. Y nos muestra . la Verdad libe­
radora. Y
es que, como recuerda el P. Victorino Rodríguez en su es­
tudio sobre el humanismo crisriano, «Jesucristo sale al encuen­
tro del hombre de toda época, también.
de nuestra épo¡:a, con las
mismas palabras: conoceréis la Verdad y la Verdad os librará.
Estas palabras .encierran una exigencia fundamental y
al mismo
tiempo \llla advertencia: la exigencia de \llla religión honesta con
respecto a la verdad, como condición de \llla auténtica libertad;
y la advertencia, además, de que se evite cualquier llbertad apa­
rente, cualquier libertad superficial y \lllÍ[ateral, cualquÍer liber­
tad que no profundiza en toda Já verdad sobre el hombre y sobre
el
m\llldo. También hoy, después. de dos mil años, Cristo se nos
aparece a nosotros coino Aquel que trae al hombre la libertad
basada sobre
la verdad, coino Aquel que libera al hombre de lo
que limita, disminuye y casi destruye esta libertad en sus mismas
raclces».
«Ser libres, explica .el P. Victorino Rodríguez, quiere decir
también saber rendirse,
someterse a sí mismos a la Verdad, y no
someter la verdad. a, sí ;mismos, a las propias veleidades, a los
propios intereses, a
las propias coyunturas .. Ser libres, según el
programa de Cristo
y dé su Reino, no quiere decir goce, sino
fatiga:
la fatiga de la libertad». También, la fatiga 'def trabajo.
Y la primera verdad que debo enfatizar sobre la liberación
por el trabajo
es que creando, al J:,ol!lbre, Dios ha querido reves­
tit!Q de )llla dignidad sin igu,¡l; lo ha .hecho a su imagen y seme­
janza, capaz de realizar una obra de la que él es responsable. De
este
· modo el trabajo humano pertenece en si mismo a la obra
1352
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LA LIBERACION POR EL TRABAJO
de la creación como testimonia ya el primer capírulo del libro
del Génesis.
Dios,
en efecto, al crear al hombre y a la mujer,. les dice:
««sed fecutidos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedlá». Este
es, por así decir, «el primer mandamiento de Dios, unido al mis,
mo orden de la creación», coino nos acabá de decir al Papa Juan
Pablo
II, el· pasado 25 de mayo en Luxemburgo.
El trabajo humano
responde así a la vohintad de · Dios, Al
mandato. divin:o.
y en este'senticlo, volviendo al principio"de mi Íntetvéiidón,
San José, como nos -há recordado también recientemente· Juan·
Pahlo II, como Patrono de los trabajadores, quíén recogió el
scentido
de la' diaria fatiga, de la presencia viva de Jesús junto
a su banco
de trabajo, nos ayuda a comprender el ·profundo sen:
ticlo de la palabra de Dios sobre el trabájo humano: «f!encbid
la .tierra; sometedla; te dará espinas y .abrojos ... , con el sudor
de tu frente comerás el pan».
Éstas dos afirmaciones de Dios, al comieiÍzo de la Biblia, en
el umbral de la histÓria, iluminan con poder y verdacl el dramil
del trabajo del hombre. Indican, ante todo, la intención de Dios
de confiar al hombré la tarea ele realizarse a sí mismo; conquis­
tando con su trabajo· un verdadero señorío sobre el murtdo.
Anuncian también el resultado del pecado, ·que había reduc
cido al hombre a tener que soportar como carga lo que se le ha'.
bfa dado com~ don. El drama se resuelve no en la derrota del
hombre,
como si el trabajó fuera una maldición para él, sino
en el amor' salvífico de Dios qué 1e tiende la mano para retOUiar
el proyecto malogrado. En su encíclica Laborem exercens, Juan
Pablo
II nos ha dicho que «la Iglesia está convencida de que el
trab~jo constituye una dimensión fundamental de la existencia ·
del hombre en la tierra».
«El trabajo es un .bien del hombre, porqne mediante el tra­
bajo el hombre no sólo transfortha la naturaleza, adaptfudola a·
las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hom­
bre; es más, dice el Papa, en cierto sentido se hace más hombre».
Y cuando
se ataca al trabajo, ignorando la voluntad de Dios,
1353
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FERNANDO CLARO CASADO
cuando se desconoce este profundo significado del trabajo hu­
mano, o cuando se le pretende dejar reducido solamente
al orden
econ6mico temporal de
la sociedad humana, se comete lo que
la
-Iglesia ha denominado «pecados sociales» (Juan Pablo II, el
4 de febrero de 1985, en Trujillo, Pení). Pecados de quien en­
gendra, favorece o explota la iniquidad; de quien pudiendo ha­
cer algo por evitar, eliminar, o al menos limitar determinados
males sociales, omite
el hacerlo por pereza, miedo, encubrimien­
to, o por indiferencia;
de quien busca refugio en la presunta im­
posibilidad de cambiar el mundo. Pecado de los dirigentes y de
los
responsables de la sociedad, y también de los trabajadores
que no cumplen con
sus deberes.
Pobres todos ellos en el sentido que
se ha dado al concepto
de pobre en intervenciones anteriores a la mía; porque
pobre
es aquel que está sumido en el pecado, quien no cortoée su di­
mensión personal, que va· más allá de la muerte; quien no· ~e
libertad· para pensar· y actuar según · su conciencia; quien es so­
metido por los dirigentes y por las normas injustas que rigen
nuestra
sociedad y, finalmente, quien es visto como mero ob­
jeto de producci6n.
La Iglesia quiere una liberación de todas estas esclavitudes.
La segunda verdad fund¡1mental sobre. el trabajo se refiere al
trabajo en sentido objetivo, es decir, a
la técnica.
Es indudable que los avances
técnicos han servido y ayudado
al hombre en su trabajo; le han ayudado a perfeccionarse, a tra­
bajar mejor.
La técnica, en sí misma considerada, como producto·
de la capacidad e inteligencia del hombre en el trabajo
es siem­
pre buena.
«Hoy, en la industria y en la agricultura, la actividad del
hombre ha dejado de ser, en muchos casos, un trabajo prevalen­
temente manual,
ya que la fatiga de las manos y de los mús­
culos es ayudada por máquinas y mecanismos cada vez más per­
feccionados. No solainente en la industria, sino también en la
agricultura, somos testigos de las transformaciones llevadas a·
cabo por
el gradual y continuo desarrollo de la ciern;ia y de la .
técrtica».
1354
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LA LIBERACION POR EL TRABAJO
Pero, a pesar de estos avances, la doctrina social católica nos
recuerda que, aunque a
veces pueda parecer que la máquina ha
aventajado al hombre en el trabajo, que parece que el hombre ha
pasado a
rin segundo plano en el terreno de la producción, esto
no
es cierto, porque la máquina, como producto de la técnica
que es, hay que verla a su vez · como resultado del trabajo del
hombre,
es decir, como «aliacla del trabajo, creada por el cere-
bro humano que es la técnica,.. ·
La técnica debe considerarse así como aliada del hombre, y
no cómo su enemiga destructora del trabajo, valorándose < un conjunto de instrumentos de los. que el hombre se vale en su
trabajo,.. Para facilitarle el mismo, para perfeccionarlo, para
aumentar la
cantidad de productos y para mejorar su calidad.
Pero
la técnica ha dé ser considerada en sus jmtos límites,
porque también
ella puede convertirse en adversario del hom­
bre. «Como cuando
la mecanización del trabajo suplanta al hom,
bre, quitándole toda satisfacción personal y estímulo a la crea­
tividad y responsabilidad; cuando quita el puesto de trabajo a
muchos trabajadores antes ocupados, o cuando mediante
la exal­
tación de la máquina reduce al hombre a ser su esclavo,..
U na tercera consideración y reconocimiento sobre el trabajo
se refiere al hombre como sujeto del mismo.
El mandamiento de Dios que veíamos antes
va dirigido al
hombre. «El hombre es el que debe someter la tierra, debe do­
minarla, porque como imagen de Dios es una. persona, es decir,
un ~er subjetivo, capaz de obrar de manera programada y racio­
nal,
capaz de decidir acerca de sí, y que tiende a realizarse a sí
mismo. Como persona, el hombre es, pues, sujeto del trabajo».
Nos dice la Coilstimción pastoral sobre la Iglesia en el mun­
do actual, del Concilio Vaticano II, que «una cosa hay cierta
para los
creyentes: la actividad humana individual y colectiva, o
el conjunto ingente de esfuerzos realizados por el hombre a .lo
largo de los siglos para lograr mejores condiciones de vida, con­
siderado en sí mismo, responde a Ja· vofontad de Dios. Creado
el hombre a
imagen de Dios, recibió el mandanto de gobernar el
mundo en justicia y santidad, sometiendo así la tierra y cuanto
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FERNANDO CLARO CASADO
en ella se contiene, y de orientar a Dios la propia persona y el
universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de
modo que, con el sometimiento de todas las cosas al hombre, sea
admirable el nombre de Dios en el mundo».
«Los cristianos, lejos de pensar que
las conquistas logradas
por el hombre se oponen al poder de Dios y que la criatura ra­
cinal pretende rivalizar con el Creador estfu, por el contrario,
persuadidos de que las victorias del hombre son signo
de la
grandeza de Dios y consecuencia de su .inefable designio».
«No hay duda de
que el trabajo huináno tiene un valor éti­
co, el
cual está vinculádo completa y directamente al hecho de
quien lo' realiza es una persona, un Sujeto consciente y libré».
«Esta verdad, · nos dirá después la encíclica Laborem exer­
cens,
constituye en cierto sentido el meollo fundamental y peren­
ne
dé la doctrina cristiana sobre el trabajo humano, y ha tenidó
y sigue teniendo un significado primordial en la formulaci6n di:
los importantes problemas sociales que han interesado ·épocas
enteras».
Recordemos aquí, de nuevo, porque es un ejemplo permanen­
te, la ·primera consideraci6n· peyorativa que tuvo el trabajo ·hu:
mano,
su exaltaci6n y espirirualizaci6n por el cristianismo y, so­
bre todo, el ejemplo maravilloso de aquella familia ·de Nazareth.
«Aquel que siendo Dios se hizo ·semejante -a nosotros en
todo, dedic6
,Já mayor parte de los años de su vida -terrena al
trabajo manual junto al banco de carpintero. Esta circunstancia
cotÍstiruye por sí sola el más elocuente Evangelio del trabajo,
que manifiesta
romo el fundamento para determinar el valor del
trabajo humano
rio es, en primer lugar, el tipo de trabajo que
se · realiza, sino el hecho de que quien lo ejecuta es una per­
sona».
La consecuencia más· directa e importante de esta verdad tie­
ne una importancia evidente, de naturaleza ética: «es cierto que
el hombre está'. destinado y llamado al trabajo, pero, ante todo,
el trabajo está en fonci6n del hombre, y no eI hombre en fun­
ción '.del trabajo».
Esto no significa que haya que búscar para . cada hombre el
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. LA LIBERACION POR EL TRABAJO
trabajo que más le agrade, que quizás esto sería imposible, sino
que los trabajos que debemos realizat
los hombres, independien­
temente que «puedan· tener un valor objetivo más
o menos gran­
de .. :, se miden sobre todo con el metro de la dignidad del su­
jeto mismo del trabajo, o sea ... , del hombré que lo realiza».
Y la cuarta verdad sobre el traba¡o hace referencia al orden
de los
valores que se ven implicados en el mismo. ·
Hemos hablado antes de los errores que · tuvieron su origen
en
el libetalismo y a sus no menos trágicas consecuencias deti'
vadas del marxismo. ' ·
Se denuncia aquí a los que pretenden, seán del signo ;que
sean, tratar al trabajo como una nietcancía más. No vamos a
repetir aquí sus equivocaciones, aqut,llas que tuvieron su cumbre
en la .primera mitad del siglo
XIX. Afortunadamente sus formu­
laciones
ie6ricas han ido desapareciendo, dejando paso a. un modo
más humano de considetar y valorar el trabajo del hombre.
Pero debemos estat alettas en nuestro mundo actual ante el
acelerado y competitivo proceso de desatrollo de la industria y
del cometcio. Porque
allí donde se pierda de vista, y esto. sm:e-.
de con frecuencia a nuestro alrededor, la dimensión subjetiva del
trabajo y se pase a considerat .exclusivamente éste con critetios
econonúcistas, se vuelve a tra_tar ef trábajo éomo mercancia, como
fuerza anónima necesatia para la producción; y, como nos pre­
viene la encíclia, «conviene reconocet que· el error del capitalis­
mo primitivo puede repetirse donde quiera que el hombre sea
tratado de
alguna manera a la par de todo el complejo de los
medios materiales
de producción, como un instrumento y no
según la vetdadera dignidad de su trabajo, o sea, como sujeto y·
autor y, por consiguiente, cofuo verdadero fin de todo el proce­
so productivo».
El Papa Juan
Pablo II ha puesto de relieve en su encíclica
sobre el trabajo del hombre un valor,
de nueva dimensión, que·
no debo dejat pasar desapercibido; es el valor de 1a solidaridad
de los hombres del trabajo.
Se ha referido a los acontecimientos que tuvieton lugar y
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FERNANDO CLARO CASADO
dieron ocasión al nacimiento de la llamada cuestión obrera, de
cuya transcendental importancia no podemos olvidarnos.
Tal cuestión dio origen, como
la ha calificado, «a una justa
reacción social» que
hizo· surgir un gran impulso de solidaridad
entre
.los hombres del trabajo y, ante todo, entre los trabajado­
res de la
industria. «La llamada a la solidaridad y a la acción
común, lanzada a los hombres del trabajo tenia un ·importante
valor y elocuencia desde el punto de vista de la ética social: Era
la reacción contra la degradación del hombre como· sujeto del
trabajo». En este punto
es severísima la condena del sistema económi­
co. «Fue justificada, desde la óptica de la moral social, la reac­
ción contra el sistema de injusticia y de daño, que pedía vengan­
za
.. al cielo, y que pesaba sobre el hombre del trabajo en aquel
período de rápida industrialización
... , favorecido por el sistema
socio-político-liberal que, según •sus premisas ... ; no se preocupa­
ba
_suficientemente de los derechos del hombre del trabajo ... ,
afirmando que el trabajo humano era sólo ... , intrumento de pro­
ducción. Desde entonces la solidaridad
de los hombres del tra'
bajo, junto con una toma de conciencia más neta y más compro­
metida sobre los derechos de los trabajadores por parte de
los
démás, ha dado lugar, en muchos casos, a cambios profundos ...
y por medía de asociaciones adecuadas, influyen en las· condicio­
nes de
trabajo y de remuneración, así como en la legislación
social».
Pero como en nuestros tiempos, sistemas ideológicos o
de poder ... , «han dejado perdurar injusticias flagrantes o han
provocado otras nuevas, el Papa denuncia otras formas
.de in­
justicia mucho más vastas de las que, en el siglo pasado,
fue­
ron un estímulo a la unión de los hombres del trabajo», y quie­
re ptomover movimientos de solidaridad, aunque advierte, de
una solidaridad que no debe ser cerrazón al diálogo y a la co­
laboración con los demás, a grupos sociales que antes no esta­
ban comprendidos en tales
movimientos, como pueden ser al­
gunas categorias o · grupos de la inteligencia trabajadora. Hoy
día se produce con frecuencia una desocupación de los intelec­
tuales que tiéne lugar cuando . .-la instrucción aci:esible no está
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LA UBERACIQN .POR EL TRABAJO
orientada hacia los tipos de empleo, o de servicios, requeridos
por las
verdaderas necesidades de la sociedad, entonces hay que
seguir preguntándose sobre el sujeto del trabajo y
!as condicio­
nes en las que vive. Para realizar la justicia social, en las diver­
sas partes del mundo, en .los distintos países y en las relaciones
entre ellos, el Papa dice que son siempre necesarios nuevos
mo­
vimientos · de solidaridad de los hombres del trabajo y de soli­
daridad con los hombres del trabajo. Esta debe estar siempre
presente allí donde lo requiere la degradación social del
· sujeto
del trabajo, la explotación de los trabajadores y las crecientes
zonas de miseria e incluso
de hambre».
Y ya, una última verdad sobre el traba;o la debe constituir
el respeto y la consideración a la dignidad del mismo, que per­
mite distinguir
su específico valor moral.
Sigue vigente en nuestro mundo de hoy la intención funda­
mental y primordial de Dios respecto del hombre
creado por El,
a
su imagen y semejanza. No ha cambiado el hecho cierto de que
el
trabajó es el camino por el que el hombre realiza el dominio,
que le
es propio, sobre la materia.
A pesar de la fatiga que el ttabajo comporta, y que lo saben
todos los hombres del trabajo; el trabajo
es un bien del hombre.
«Sí este bien comporta el signo de un -bonum arduum-,
según la terminología de Santo. Tomás, esto no quita que, en
cuanto tal, sea un bien del hombre. Y es no sólo uu bien útil ... ,
sino un bien digno, es decir, que corresponde a la dignidad del
hombre, un bien que expresa esta dignidad y
la aumenta·. Que­
riendo precisar mejor
el significado ético del trabajo, se debe ·te­
ner presente ante todo esta verdad.
El trabajo es un bien del
hombre,
es un bien de su humanidad, porque mediante el tra:
bajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a
las propias necesidades, sino que se realiza. a
sí mismo como
hombre,
es más, dice la encíclica, en un cierto sentido, se hace
más hombre».
Si se prescinde de esta consideración no se puede compren­
der
el significado de la virtud de la laboriosidad y, más en con­
creto, · no se puede comprender por qué la laboriosidad debería
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FERNANDO CLARO CASADO
ser una virtud: en efecto, la virtud, como actitud moral, es
aquello por lo que el hombre llega a ser bueno como hombre.
El trabajo
debe; pues, permitir al hombre hacerse más hom­
bre; hacerse mejor, en
el trabajo, «y no degradarse a causa del
trabajo, perjudicando no sólo sus fuerzas físicas, sino, sobre
todo, menoscabando
su propia digoidad y subjetividad».
Por
último; y en una faceta no menos iniportante, el Papa
Juan Pablo
II se refiere a la dimensi6n familiar del trabaío pal'!I
resaltar la dignidad del mismo.
«El trabajo
es el fundamento sobre el que se fornia la vida
familiar, dice. La cual es un derecho natúral y una vocad6n del
hómbre. El trábajo
.;;, en cierto modo, una condición para hacer
posible
la fundación· de una familia, ya que ésta exige los medios:
de subsistencia que el hombre adquiere normalmente mediante el
trabajo.
»La familia, eri la doctrina social de lá · Iglésia, es, al mismo
tiempo, una comunidad hecha posible gracias· al trabajo y
la pri­
merá escuela interior de trabajo para todo hombre».
Volvemos así la vista, de
nuevo, hacia aquella Sagrada Fami­
lia de Na2areth, donde Dios, hecho Hombre, quiso damos, no
sólo u.n ejemplo del valor del. trabajo, cuyo significado se aprende
desde la cuna
de todo ser humano, sino una eterna lección sobre
cuál
es el significado del trabaja del hombre en el plan general
de Dios para
el mundo, y cuál es la contribución de cada uno de
nosotros a la consecución del desigoio
divino.
Por esto, la Iglesia hace suyo el deber, y el derecho, de for­
mar una auténtica espiritualidad del trabajo, como afronta el
Papa Juan Pablo II, en la última parte de su encíclica, «para
ayudar a
todos los hombres a acercarse a través de él a Dios, .Crea­
dor y Redentor, a participar en sus planes salvíficos respecto al
hombre y
al mundo».
«En el trabajo humano el cristianismo descubre una pequeña
parte de la Cruz de Cristo,
y la acepta con el mismo espíritu de
redención con el cual Cristo ha aceptado su cruz por nosotros».
«En el
contexto de· tal visión de los valores del trabajo• -)m­
máno, se explica plenamente lo que el Concilio Vaticano II
1360·
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LA LIBERACION POR EL TRABAJO .
definió sobre el justó significado del proceso: el hombre vale más
por lo que es que por lo que tiene», y que tantas veces ha repe-
tido Juan Pablo
II. ·
«Cuanto llevan a cabo los hombres para lograr más justicia,
mayor fraternidad y
un planteamiento más humano en los pro­
blemas sociales, vale más que los progresos técnicos, pues éstos ...
sólo pueden ofrecer el material para la promoción humana, pero
por
sí solos no pueden llevarla a cabo».
Queda así expuesta la doctrina social
de la Iglesia, con sus
principios básicos, ·para dar solución a los probleams que hoy día
tiene planteados
el mundo del trabajo. Doctrina, como heru'os vis­
to, sin solución. de continuidad, desde sus comienzos, doctrina
que debería ser
tenida en cuenta y llevada a la práctica por cuan­
tos en nuestro tiempo influyen en el mundo del trabajo.
Y doctrina no
difícil de aplicar, por · su evidente realismo y
humanidad, si no fuera porque hoy el mundo ha perdido de vista
no sólo estos valores del trabajo, sino, lo que es peor, el valor
del mismo hombre creado por Dios.
Es paradógico que hoy, que muchos creen vivir en el gran
auge de los derechos del hombre, se haya llegado
al punto más
bajo en el que éstos pueden ser considerados; por eso, quizás, todo
el mundo necesita hablar de esos derechos, aunque, naturalmente,
s.in alcanzar a darles su exacto significado al haber perdido el
rumbo de los mismos,. que no es otr~, ni puede ~erlo, que su
reflejo divino, pues no existen ·esos pretendidos derechos, ni jus­
ticia, que emane de la mayoría de los. ciudadanos.
El trabajo
será digno del hombre, y constituirá una auténtica
liberación cuando, en primer lugar, considere a este hombre
como
portador de valores eternos y con un. fin que trasciende el es­
trictamente material. No hay otra verdad y, por lo tanto, no
puede haber• otra liberación por medio del trabajo. La dignidad
del hombre sólo tiene sentido en relación con Dios; han fraca­
sado todos los intentos de buscar otra razón.
La Iglesia Católica
ha sido la única institución que lo ha di­
dioho y lo viene manteniendo desde el principio, sin arriar ban­
dera. Juan Pablo
II, el pasado 21 de septiembre, recordaba en
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FERNANDO CLARO CASADO
Génova, a los obreros de una gran factoría, la «Italsider», que
«no se trata ~ una utopía. Si se quiere de verdad, se pueden
crear _en el mundo condiciones nuevas, estructuras nuevas, _rela'"
ciones nuevas. entre los .. individuos, los grupo.s sociales y los
pueblos para asegurar la
paz en la justicia y en la fraternidad».
«Pero debo añadir que los nuevos tiempos no llegan
sin no­
sotros, sin el esfuerzo de nuestra colaboraci6n constructiva en la
realizaci6n del designio de Dios en la historia».
«En todas las cuestiones
concernientas al trabajo, en todos
los intentos de solución, en todos los procesos de transforma­
ci6n econ6mica
y social de reconversión industrial, de reestruc­
turaci6n empresarial, en todas las nuevas aplicaciones
y las nue­
vas
ei producci6n y de la industrialización de los bienes, el centro de
atención, el sujeto,
el fin al que se mira es y debe ser el hom­
bre en su integral dimensi6n física, psicológica, espiritual, fami­
liar, social, cultural. Mirar las razones del hombre más que las
estructuras y los sistemas organizativos que tienen la finalidad
de servirle, no de subyugarlo.
·
«Con vosotros, que tenéis fe, puedo usar este lenguaje, que
otros, quizás,
no aceptarían: sólo a la luz de Dios se pueden va,
!orar toda la grandeza y toda la dignidad y, ¡:ior lo tanto, tam­
bien, todos los derechos del hombre».

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