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1985

La verdadera liberación

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La familia, célula primaria de la libertad

LA FAMILIA, CELULA PRIMARIA DE LA LiaER'l'AD
POR
ELISA RAMÍREZ GARBA.JOSA
Quiero poner, como frontispicio de estas pobres palabras
mías, las
de. una persona, tal vez la que ha conseguido mayor
libertad en este mundo, que en el primer capítulo del «Libro
de su vida»
nos dice lo siguiente respecto a su familia. Cedo,
pues,
la palabra a Santa Teresa de Jesús: «El tener padres vir­
tuosos
y temerosü\' de Dios me bastará, si. yo no fuera tan ruin,
con lo que el Señor me favorecía para ser buena. Estos, con
el
coidado que mi madre tenía de hacernos rezar y ponernos en
ser devotos de Nuestra Señora
y de algunos santos, · comenzó a
despertarme; ayudábame el no ver en mis padres sino favor para
la virtud y
tenían muahas. Mis hermanos ninguna cosa me
desayudaban a servir a Dios».
La primera parte de esta exposición
va a referirse a la fa­
milia como célula primaria y fundamental de la sociedad. Todas
las declaraciones de derechos del siglo
xx reconocen que la fa­
milia es la célula fundamental, o, poi/lo menos, elemento fun­
damental de la sociedad. Así, la Declaración Universal de los
Derechos del Hombre, .promulgada por
Ja ONU el 10 de di­
ciembre de 1948, dice en, su artículo 16, número 3: «La fami­
lia es el elemento natural y fundamental de las sociedad, y ·tiene
d=ho. a la protección de la sociedad y del Estado». En la
Declaración de Derechos del Niño, también de la ONU el 20
de noviembre de 1959, se dice en el principio sexto: «El niño,
para
el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, nece­
sita amor y comprensión. Siempre que sea posible, deberá CTe­
cer al amparo y bajo la responsabilidad de. sus padres». Curio-
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samente, es la única declaración que nombra el amor; las demás
sólo dicen «familia».
La Carta Social Europea emanada del Consejo de Europa y
promulgada en Turín el 18 de octubre de 1961, dice en su par­
te
-I, núinero 16, que «la familia es la célula fundamental de la
sociedad
[y J tiene derecho a una protección social, jurídica y
económica apropiada para asegurat su pleno desarrollo». Lo
mismo repite en el artículo 16 de la parte II.
En el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Polí­
ticos (ONU, 16 de diciembre
de 1966, aunque no entró en vi­
gor hasta 1976) se repite en el artículo 23 de la Declaración
Universal de
los Derechos Humanos: «La familia es el elemen­
to natural
y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la
protección de
la sociedad y del Estado». La misma fecha lleva
el Pacto Internacional de los
Derechos Económicos, Sociales y
Culturales cuyo artículo 10 proclama: «Se d_ebe conceder a la
familia, que es el elemento natural y fundamental de la sociedad,
la
más amplía protección y asistencia posibles, especialmente
para su constitución y mientras sea responsable del cuidado y
la educación de los hijos a su cargo».
En
el acta final de la Conferencia sobre la Seguridad y la
Cooperación en Europa fir.mada en Helsinki, el 1 de agosto de
197
5, se hace referencia también a la importancia que tienen
en el campo humanitatio
e1· contacto y los· encuentros regulares,
tomando como hase los lazos de
familia, así como la reunifica­
ción de las fainilias a través de las fronteras.
Todas estas Declaraciones
de Derechos, ¿son realidades? ¿Se
concede efectivamente, en
la sociedad de hoy y en las leyes de
hoy, a la fainilia esa categoría de «elemento natural y funda­
mental»? Y, efectivamente, ¿se le concede esa amplia «protec­
ción y asiStencia»?
Hay un documento con seguridad mucho más importante:
la Carta de los Derechos
de la Fainilia, emanada de la Santa
· Sede el 22 de octubre de 1983. El Sínodo de 1980 había tra­
bajado sobre «el ,papel de 'la fainilia cristiana en el mundo de
hoy». A continuación fue creado en
mayo de 1981 el Consejo
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LA FAMILIA, CELULA PRIMARIA DE LA UBERTAD
Pontificio para la Familia; y el 22 de noviembre .del mismo afio
se publicó la Exhortación apostólica Familiaris consortio. La
Carta de los Derechos de la Familia especifica en todos los pun­
tos de su prerunbulo: «Los derechos de la persona. (presente
sólo el punto primero) aunque
expresados como derechos del
individuo, tienen una dimensión fundamentalmente social que
· halla su expresión innata y vital
en la familia». Aquí se indi­
can
dos elementos: por un lado la familia, por otro, el individuo.
En la palabra toda de Juan Pablo II aparecen dos tesis fun­
damentales en
el_ núcleo de la familia. La primera: el futuro
del hombre,
el futuro del mundo, pasa necesariamente por la
familia.
La segunda: lo fundamental, sin embargo, no es la fa­
milia, es el hombre.
* * *
Pero, ¿qué es la familia? De la familia nos hablan los fa­
miliólogos, los expertos en ella. Y para estudiarla, lo más im­
portante sería respetar la naturaleza · y funcionamiento de la
familia, según
las leyes del sentido común, lo que normalmente
no suele hacerse, utilizando, en cambio,
las leyes de la dialéc­
tica. Ya Pablo VI habló de
la presentación de un enfrentamiento
entre familia antigua o patriarcal y
familia moderna o nuclear,
al igual que se hace con la Iglesia como confrontación entre
«tradicionales»
y «progresistas».
· La familia antigua serla una familia conservadora; la familia
moderna sería la familia liberal. La familia antigua represen­
taría
la involución; la familia moderna representaría la revolu­
ción. Revolución, ¿en qué sentido?
La nueva familia debe de
ser una
estructura democrática, soluble y siempre en confron­
tación continua. Esta será la
faJnilia del futuro, ,;hierra, por
tanto,
al divorcio, sin escuchar al Papa que repite que el ma­
trimonio indisoluble es un derecho de los hijos. Abierta tam­
bién a la contracepción, abierta también al aborto. Pero, en
cambio, cerrada a todo lo que
represente ideales y valores.
Esta
es la familia del futuro o, más bieo, ¿no será el futuro ·
sin familia? ¿No estaremos caminando hacia un mundo-granja
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de animales y, entonces, Orwell habrá sido un profeta? En
nuestra . sociedad se empieza a ver wn normalidad la infidelidad
conyugal y, ya, incluso, se r«#iaza la anterior terminología res­
pecto a los matrimonios separados como «familia rota», «in­
completa» o aun «inadecuada»,
introduciéndose la de «nuevo
tipo de familia». Dentro de
él queda definido el adulterio como
posibilidad de «matrimonio abierto a la creatividad». Balmes
diría que «el sentido común es
el menos común de los sentidos».
En este nuevo tipo de familia, los padres entreg¡,n sus hijos a
las instituciones educativas; no para que les ayuden
según el
prin¡:ipio de la subsidiariedad, sino para que les quiten de en­
cima su responsabilidad. Entonces el Estado, como -gigantesco
Leviathán, sustituye a los. padres, sobre todo a la madre, en vez
de ayudarles. Queda, así, la familia bajo la férula
del Estado. Y
la familia deja de serlo, porque ha dejado de. ser un cuerpo in­
termedio o, mejor dicho, el arquetipo de los cuerpos interme.
dios. Y, deja de .serlo, porque ha dejado de ser una célula de
resistencia al totalitarismo, ya que no
es célula, pues ni hay
orden en el cuerpo social, ni en ella
se forman hombres, perso­
nas,
es decir, individuos racionales, . únicos sujetos posibles de
libertad.
La soluci6n está en las actuales familias que componen hoy
la sociedad, en su vivienda
y en la Í01'!naci6n de sus miembros a
la luz de
un· nuevo y

a la vez eterno
c6digo. El c6digo de la
familia debe de ser la Trinidad del cielo, Padre, Hijo y Espíritu
Santo, comunidad de conocimiento, comunidad
de voluntad,
.comunidad de a,mor. Mas para que -se nos acercase, Dios quiso
reflejarse en la tierra en la Sagrada Familia de Nazaret. En ella
podemos encontrar nuestro modelo de familia siempre
actu.al.
El principio de autoridad reside en Sao José, autoridad como
auctaritas no como potestas, es decir, dentro de un orden y
en actitud de servicio. Y
en silencio, que de él no se conoce
ninguna de las palabras que pronunci6.
El. segundo elementc¡ es la maternidad, que reside en María,
la eternamente Madre y
la eternamente Virgen; la Mujer escon­
dida en Nazaret
y que así hada la Historia; la Mujer que «con-
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servaba todas estas cosas pondetándolas en su corazón»; la
Mujer que solamente piensa en los
demás, la que en Caná, punto
inicial de la cristianizaci6n del matrimonio, le dice a Cristo:
«No tienen
vino»; Con todas las cosas que necesitamos y Ella
~lo pide vino. ¿No será qué, efectivamente, lo que necesita­
mos es el vino, el vin:o de la alegría para soportar nuestra
sociedad rota, que nos
acosa y angustia, y, sobre todo, el vino
de la Eucaristía? ¿Acuden nuestras familias de hoy a
los Sacra­
mentos? Tal vez· no, y por eso no existen familias.
El tercer elemento, la filiación de Cristo, modelo completo
de hijo, pues en El se unen las dos naturalezas, la divina
y la
humana,
y el modelo para todo hombre, para toda sociedad
humana, la
familia, la Iglesia. Durante treinta años «les estaba
sujeto» y sujeto a unas criaturas: Cristo es modelo
de obediencia.
* * *
La primeta célula dentro de la familia sería el matrimonio.
Contrato de derecho natural mediante el que dos
se hacen una
sola carne, y, además, sacramento, pues _refleja. ante el mundo, no
s6lo ante los cristianos, el amor de Cristo a su Iglesia y el de
la Iglesia a Cristo: Esto
es lo verdadetamente esencial. Cuándo
hoy decimos que ha fallado el amor, ¿a qué amor nos referimos?
No
es a ese ámor, simplemente humano y superficial al que
hace referencia el sacramento del matrimonio. Concretamente
en el Código del Detecho
can6nico. rio se dice nada del amor.
El · amor que falla puede ser el amor nuestro, corto,. cicatero,
que se fija exclusivamente eo lo que nos puede beneficiar de
los demás. Pero el amor de Cristo a su Iglesia no fue
ni es
sensible, fue un amor de voluntad, que lleg6 hasta dejar su na­
turaleza, su vida de uni6n en la Trinidad para vivir entre· noso­
tros, y clavarse eo una cruz.
Tampoco fue amor sensible el
de María corredentora «en pie»· junto a la Cruz, recibiendo como
hijos con incomprensible dolor a los asesinos de su Hijo. Y, ¿el
amor de la Iglesia es perfecto, «sin mancha n:i arruga»? Preci­
samente la Iglesia
se basa y fundamenta, no sobre el amor vir­
ginal de Juan, sino sobre las tres negaciones
de Pedro.
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Y el amor en el matrimonio hace, pues, referencia a Cristo.
De
ahí que la familia represente a Cristo. En la tesis cuarta
sobre Feuetbach dice Marx: «Cuando
se ha descubierto que el
origen de la
-familia eclesial es la familia terrena, a ésta es a la
que hay que atacar». Nos explicamos, ahora,
el actual ataque a
la faroilia: es el ataque a la Iglesia, el ataque a Cristo, el odio
satánico a Dios;
Gomo ejemplo de amor humano profundo no me resisto a
leer dos cláusulas del testamento de una madre de familia,
reina de las Españas y de la Hispanidad. Un
12 de octubre,
1504, herida ya de muerte, dicta, sobre su sepultura que ha
decidido sea en el Monasterio de San Francisco de Granada:
«Pero quiero, e
mando, que si el Rey mi Señor eligiere sepul­
tura en otra cualquier Iglesia e Monasterio
· de cualquier otra
parte o lugar destos
mis Regnos que mi cuerpo sea allí trasla­
dado e sepultados
juntJo con el cuerpo de su Señoría, porque el
ayuntamiento que tuvimos viviendo e que nuestras ánimas es­
pero
en la misericordia de Dios ternán en el cielo, lo tengan e
representen nuestros cuerpos
en el suelo». Una mujer que sabía
del amor
.de su marido, pero también sabía de sus infidelidades
y, sin embargo, quiete que
se recuerde eternamente la unión de
su matrimonio.
Su amor pasó por encima de lo meramente sen­
sible porque estaba enraizado
en el hontanar del alma.
Y más adelante-continúa:
·«Pero suplico al Rey mi Señor,
que
se quiera servir -de todas las joyas, e cosas, o de las que a
su Señoría más agradaren; porque en viéndolas, pueda haber
más continua memoria. del singular amor que a su
Señoria siem­
pre tuve; e aun porque siempre se acuerde -que ha de morir e
que le espero en el otro siglo; e con esta memoria pueda
mas
_
sanra e justamente vivir». Su amor pasó también por encima
de la muerte, para llegar a
la verdadera Vida. Como si Isabel
la Católica hubiese conocido las
_ palabras de -Michel Quoist, «el
amor, dos que miran en una misma dirección».
* * *
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LA FAMILIA, CELULA PRIMARIA DE LA UBERTAD
El matrimonio es verdadeta familia solamente cuando hace
hombres, cuando educa, y no s6lo a
los hijos propios, sino
cuando ayuda a hacerlos a su alrededor, cuando
es de verdad
familia abierta a la sociedad. Entonces
es la familia célula pri­
maria de la libertad, porque s6lo se
puede educar en la liber­
tad, s6lo
se puede educar a hombres. Hemos leído la Gaudium
'et spes, o la Gravissimum educationis del Vaticano II, pero re­
flexionemos ahora sobre tlI1 texto de Pablo VI en jµnio de 197 5:
«La cultura
es maduración humana, es crecimiento desde dentro,
es adquisici6n exquisitamente espiritual; cultura es elevaci6n de
las facultades
más nobles que Dios Creador ha dado al hombre
para hacetlo
más hombre, para hacerlo semejante a El». S6lo
Dios
es libre y el hombre lo es, también, por semejanza a El.
De todos los textos de Juan Pabló II sobre la familia, de
los
más interesalites es uno, no dedicado directamente a. ella, el
discurso en la sede de la UNESCO el 2. de junio de 1980. Ha­
blando a los hombres y mujeres de
la cultura dice: «La cultura
es aquelio a través de lo cual el hombre, en cuanto hombre, se
hace más hombre, «es» más, accede más al «ser» (núm. 7). La
cultura
es la educación, el cultivo del niño, de ese niño que es
ya hombre desde el mismísimo momento de la concepción y que
empieza a ser educado, dicen que treinta años antes, en la educa­
ción de sus padres, y así irá accediendo cada
vez más a su pro­
pio ser.
~La primera y esencial tarea de la cultura, en general, y tam­
bién de toda cultura (seguimos con el Papa)
es la educación. La
educación consiste, en efecto, en que el hombre llegue a ser cada
vez más hombre, que pueda «ser» más y no sólo que pueda
«tener» más;
... Para ello es necesario que el hombre sepa «set
más», no sólo «con los otros», sino también «para los otros»
(núm. 11). Y, ¿dónde mejor se vive con y para los otros que en
la familia, en la verdadera familia, abierta
a. la procreación,· abier­
ta al entorno de la sociedad
y de la Iglesia?
«¿Qué hacer para que la educación del hombre se realice
sobre todo en la familia?
... No hay duda de que el hecho cul­
tural primero y fundamental es el hombre espiritualmente ma-
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duro, es decir, el hombre plenamente educado, el hombre capaz
de
educarse por sí mismo y de educar a los· otros» (núm. 12).
Y refiriéndose a
la situación actual dé la familia: [Hoy exis­
te] «una verdadera alienación de la educación ... La siguiente
etapa de esta alienación
es habituar al hombre, privándole de
su propia subjetividad, a ser objeto de múltiples manipulaciones:
las manipulaciones
ideológicas o políticas que se hacen a través
de la opinión pública .

. .
La sociedad se encuentra . ante la crisis
específica del hombre, que consiste en una creciente falta de
confianza en su propia humanidad, en
la afirmación del hecho
de ser hombre y de la afirmación y de
la alegría que de ello se
sigue y que son fuente de creatividad» (núm. 13 ). Bien sabe
Leviathán que la familia se le resiste si está formada por perso­
nas, no por «borregos». «Sí, en nombre del futuro de
la cultu­
ra . . .
se debe exigir una sana primacía de la familia en el con­
junto de la acción educativa del hombre para una verdadera
humanidad» (núm. 14). Y,
ya en Ia. conclusión, reaparec!' la tesis
esencial para el Papa: «El mundo no podrá seguir mucho tiempo
por este camino . . . ¡ H;y , qüe moviliZar las cohciencias ! » ( núme­
ro 22). No hay que rehacer la sociedad, ni las leyes, ni las ins­
tituciones,
ni siquiera la familia, sino las personas. El hombre
es el único ser que puede apelar a su responsabilidad y sólo de
él depende el construir un mundo mejor.
En todos
sus viajes apostólicos, Juan Pablo II se dirige a las
familias en algún momento. En España, en la homilía de la Plaza
de Lima en Madrid, el 2 de noviembre necesaria una constante conversión del corazón, una constate
apertura del espíritu humano». Su idea de siempre. Y, refirién­
dose a
los movimientos de espiritualidad familiar, dijo que ayu­
dan . a la vivencia de un proyecto de vida familiar cristiana, pues
que «ayudan a
sus miembros a ser fieles a la gracia del sacra,.
mento del matrimonio para realizar su comunidad conyugal y
familiar
según el proyecto de Dios», siendo dentro de la Igle­
sia «iglesias domésticas».
Tal vez lo que ocurre es que estamos
haciendo familias según proyectos humanos, no
según los pro­
yectos del Corazón de Dios.
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LA FAMILIA, CELULA PRIMARIA DE LA LIBERTAD
Y, como conclusi6n, «la familia es la única comunidad en
la que todo hombre
«es amado por sí mismo», no por lo que es
y no por lo que tiene. La norma . fundamental de la comunidad
conyugal no
es la de la propia utilidad y del propio rplacer ...
¡ Cuán grande es la verdad de la vocaci6n y de la vida matrimo­
nial y
familiar, según las palabras de Cristo y según el modelo
de
la Sagnada Familia!». Y es que só1o a la luz de Cristo y con
la fuerza de su Palabra, que
es Verdad, Camino y Vida, se
puede amar al hombre por sí mismo, no por la utilidad que nos
pueda reportar
y aunque no nos reporte ninguna; sólo en la fa­
milia según el corazón de Dios se puede amar al enfermo, al
anciano, al peor dotado, y sólo en ella rpuede encontrar el hom­
bre de nuestro tiempo un reflejo del amor de Dios, que nos ha
creado y que
nos espera a todos cada día para saciar la sed de
eternidad con
la que hemos nacido.
*· * *
«Por qué nos hemos reunido aquí, a las orillas del Mare Nos­
trum, en la cumbre del Tibidabo, a los pies del Templo Expia­
torio del Sagrado
Cora26n, en la casa de la Madre del S.rlvador,
contemplando desde aquí ·arriba el Templo de la Sagrada Familia
cuyo promotor, como nos record.aban esta mañana., es Dios mis­
mo? ¿No será sed de unión, sed de familia, que hemos cruzado,
incluso,
la mar para reunirnos, que buscamos la familia pues
que hemos sido creados a imagen
y semejanza de Dios, que tam­
bién es familia? ¿No
es verdad que todos y cada uno nos en­
contramos aquí ·muy a gusto, como «en casa», que todos nos
alegramos con la nueva vida que sonríe en los niños de los ami­
gos de la Ciudad Cat6lica? ¿N'? querrá esto decir que los amigos
de la Ciudad Cat6lica forman una verdadera familia, donde, en el
orden, cada uno es amado por
sí mismo y donde cada uno pone
a contribución todo lo mejor de
sí para contribuir a la Ciudad
Cat6lica en nuestro mundo de hoy, para contribuir a la exten­
sión del Reino de Cristo?
Sobre la cumbre
de nuestra soberbia y de nuestras miserias,
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cual en un nuevo Calvario, puede y debe elevarse la Cruz de
Cristo. ¿No
tendrá que pasar la familia de hoy por la cruz o,
en palabras del profesor Sciacca, «quedar
suspendida sobre la
paradoja del hombre y de la sociedad de hoy, sobre la paradoja
de la
Libertad clavada»?
«Cuando
los padres dejan a sus hijos hacer lo que quieren,
cuando los hijos desprecian los consejos
de sus padres; cuando
los maestros tiemblan ante sus discípulos y los halagan; cuando
los jóvenes desprecian las leyes,
... entonces está a las puertas
el camino de la tiranía». Esto no está
escrito ni ayer ni anteayer,
ni su. autor leyó a Hobbes. Es Platón en el capítulo octavo de
«La República». Pero sus palabras se pueden aplicar a nuestro
mi¡ndo,
porque tiene la familia rota y hecha afiicos la educación.
¿Cuál debe de ser nuestra labor? Primero, «speiro»,
sem­
brar, esparcir ideas, alejar oscuridades, liberar al hombre del sueño
de la vida para hacerle contemplar
la Luz de la eternidad, única
a la que puede contemplar su dignidad, su libertad
..
Segundo, ser fieles a nuestra historia de fe, como nos ha
pedido el Santo Padre: «¡España, sé tú misma!>,, y, según el ca­
mino por él trazado, emprender una constante historia personal
de conversión.
Tercero, rezar como nos han instado aquí ahora mismo, pues
que el único problema
es la falta de fe. Rezar como lo hizo Juan
.Pablo
II ante la Virgen del Pilar el 10 de octubre de 1984:
«Dios misericordioso y eterno, haz que las familias cristianas
eduquen
intensamente a sus hijos en la fo de la Iglesia y en el
amor del Evangelio, para que sean semillero de vocaciones apos­
tólicas».
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