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Las libertades

LAS LIBERTADES
POR
FRANc1sco DE PAULA BARTOMÉU SANLLBHI
Cuando el gran maestro y amigo Juan V allet me indic6 que
había pensado en
mí para desarrollar la presente conferencia me
excusé, telefóniClamente, alegando que tan solo soy un modesto,
aunque amoroso, estudiante de los temas del saber que
magis­
tralmente son tratados en la «Ciudad Católica»;
No puedo igualarme, pues sería vana presunción por mi
par­
te y ajena a la realidad, con aquellos que sois mi maestros, al­
gunos en un contacto que, a veces, ha sido casi cotidiaino, otros,
por haberos leído con pasión, y todos por haber hecho nacer en
mí el amor a la doctrina. católica que profesamos.
Sería ridículo, y no lo
voy hacer, que yo pretendiera daros
una conferencia a vosotros, cuando en esta misma sala están pre­
sentes áutores de mi formación como el propio Juan Vallet,
Canals Vidal, Gambra Ciudad, Casañas Balcells, etc
.... , y. otros
más jóvenes, algunos condiscípulos míos de los años mozos, pero,
alumnos. dedicados
al estudio y aventajados, como los Petit, Al­
sina, Andrés Gambra, Echave Sustaeta, etc.
Mi vida profesional ha discurrido por otros derroteros mas
prosaicos de l.as ramas del saber jurídico, aunque atento a tomar
apuntes
de las lecciones que todos vosotros me habéis dado.
¿Qué podemos hacer, pues, ahora? Pues aplicar, quizás,
aquella sentencia de
Víctor Gebhardt: «Conviene que los pue­
blos qne han hecho grandes cosas respiren de tanto en tanto el
aire de los tiempos pasados, para cobrar en .él nuevas fuerzas y
ardimiento mayor»...
Las grandes cosas que vosotros habéis en­
señado, intentaré, aunque to;rpemente, recorda!las, sintetizándolas
y vulgarizándolas, como si .de una clase de primer curso univer-
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sitario se tratara, para explicitarlas nuevamente en forma de me­
ros apuntes no exhaustiv6S, y vosotros setéis, como el fie1 de la
balanza,
los juzgadores de mi aplicación ..
I. Concreción del tema a tratar
Centrándonos en la problemática que me ha sido encomen­
dada, voy a intentar recorrer, de nuevo,
el estudio de la génesis
de
las libertades, buscando la explicación de su origen como
fenómeno ontológico de la naturaleza humaná,
más bien que no
en
el desarrollo histórico de las mismas, que, aunque tema muy
enriquecedor, por cierto, y digno de una acertada axiología
des­
veladora de fácnes ensueños revolucionarios, resta aquí para ser
desarrollado por otros conferenciantes
más erudiros.
II. La naturaleza humana como fenómeno que da por resul­
tado el hecho· de las libertades
La naturaleza humana podemos cÓntemplarla en tres acep­
ciones clásicas: como esencia, como substancia, y, en su analo­
gado principal, como naturaleza.
Entendetemos por esencia «la cosa en abstracto, considerada
en sus elemen.tos específicos y constitutivos».
La esencia de la naturaleza humana no solo será
una reali­
dad corpórea que, por
poseet partes, se distiende en el espacio,
sino que posee, como
principales notas conceptuales, la animali­
dad y la racionalidad, según nos explica el profesor Fernández­
Galiano (1).
Bfeciivamente, según una de las más genetales clasificaciones
de zonas o regiones ontológicas, podemos
dividir a los seres en
inertes o inanimados y en vi Vos o animados. Los primeros serán
aquellos que carecen de principio intrínseco activó y cuyos roo-
(1) FERNÁNDEZ-GALIANO, Antonio·: Derecho natural-Introducción filo­
sófica al Derecho, Editorial Ceura, Madrid, 1986.
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vimientos, en sentido filosófico de «cambio», obedecen a im­
pulsos o estímulos exteriores, a una heteromoción; mientras que
los segundos poseen principio intrínseco activo
y sus movimien­
tos proceden
de una instancia interior o intimidad del set que
llamaremos automoción.
Asimismo, los seres animados se subdividirán en no cognos­
centes,· o sea, sin aprehensión, sin
tomar consciencia del mundo
circundante con el que están en relación de intercambios físicos
y químicos, y cognoscente,, que aprehenden, toman consciencia
del mundo circundante, mediante
la actividad del conocimiento
Ese conocimiento, en sus diversas formas, · nos conducirá a
una nueva subdivisión de iJos seres cognoscentes, según ,sea co-:
nocimiento exclusivamente sensorial ( aquel que capta únicamente
las realidades singulares y concretas), propio de los
animales, o
conocimiento
inte.lectuail, capaz de realizar representaciones \lllÍ­
versales y abstractas de las cosas {captar conceptos), relacionar
y comparar 'los conceptos formulando juicios, y ,poseer, en de­
finitiva, la facultad del raciocinio o de comparación de juicios
entre sl, propia y exclusiva del hombre, la recionalidad, que le
proyecta hacia el progreso mediante la posibilidad de poner me­
dios para la consecución de fines .
. Concluyendo, '1a esencia del ho~bre tendrá, como elementos
espet!ficos y constitutivos: la animalidad, como género, de todo
ser que posee corporeidad
y vitalidad, y la racionalidad, como
especie, o particularidad que le distingue de los demás seres in­
tegrantes en el género.
Se entenderá por substancia, · la misma esencia, individuali­
zada, en cuanto
se considera sujeto de los accidentes, en cuanto
la esencia (los elementos
específicos y coostitutivos del ser) son
un
«sub-stare» ( estar debajo), un soporte que trasciende a los
accidentes y subsiste a los mismos.
Y
llamaremos naturaleza a la misma esencia, individualizada,
en cuanto es principio de operación de todo ser,
el principio ín­
timo y último de. las operaciones que le son propias (Santo To­
más en De Ente et es sentía), el principio interior que le impulsa
hacia
el fin a que ha sido destinado por el Creador ( Taparelli
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en. Ensayo te6rico de Derecbq, natural), la potencia de la esencia
o
su principio intrínseco, ac)ivo,, el principio del movimiento (en
el sentido filosófico
de «Q!ll!lbio») de que nos hablará Aristóteles
en. Politica I, .,1.1n· lleg,u-·a. ser,. que equivale a madurez, pleno
desarrollo, perfección.
Así, en ese sentido se proyectala
idea,de persona, que Boecio
definió, en el siglo. .VI, bajo un prisma netamente metafísico,
~orno «substancia· individual de naturaleza . raciona1», una reali­
dad que . tiene su: propia ,existencia por: encima de los accidentes
y que
Se distingue. del resto· de los seres por el carácter de na­
turaleza racional; .naturaleza raciOlllll! que destaca en la realidad
de. fa persona un carácter básico: el de su trascendencia, que pue­
de referirse a varias instancias; y que en la concepción cristiana
eleva la dignidad ontológica
de 'la persona vocacionándola a Dios
por razón de
su filiación divina, trascendiéndola, de este modo,
a una
diq,eusión y dignidad ultraterrena por encima de cua:lquier
otra realidad mundanal.
Esta idea
de naturaleza como principio operativo de movi­
miento abocado a una trascendencia nos lleva . a la reilidad de
que
el hombre es y se hace (2). Es, en cuanto en su ser hay algo
inmutable (los
el=entos específicos y constitutivos de su esen­
cia) y
se hace, se ,va realizan,do, mediante, el uso de 1,, libertad
o libre
albedrío, a través de la activ,idad hulllllfla libre, concreta
e históricas,
mediante l11s. diversas; concretas e históricas decisio­
nes humanas, con
qué , elt hombre .labt:á, cotldianámente, su des­
tino, entrelazando solidariamente el ayer, ,.,,J hoy y el mañana. Y
abocado, repetimos, a una trascendencia, para no quedarse den­
tro de los límites de la
individ~lidad psko-física que -en pa­
labras de Ferrater-le harían acabar inmerso en la realidad . Ím'
personal de la «cosa» identificada ésta. en el puro sub-stare de
la substancia.
(2) BRUFAU PR.ATS, Jaime: Introducción al Derecho, Europa Artes Grá­
ficas, ·s. A., Salamanca, 1982.
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• ill. Dimenoión de libertad humana.
Este «hacerse» del hombre se realiza mediante la dimensión
de libertad.
También aquí podemos
obse.tvar tres acepciones del término:
lo que podríamos llamar concepto
generad de libertad, libre al­
bedrío y libertad moral.
La idea general de libertad entraña o significa «ausencia de
necesidad,
ya ·sea ésta exterior (coacción) o interior (impulso a
obrar inexorablemente de un modo determinado y concreto)»;
alcanzándola,
el hombre se consideraría completo, pleno, en or­
den consigo mismo,
¡,or t,into, en paz; se liberaría de lo que le
oprimía o acongojaba, o sea, de la negación o falta de su pleni-
,
tud; equivale al «ser libres».
Para ello, no siendo
el hombre, por su, propia naturaleza, una
realidad totalmente hecha, sino una realidad existente en vías
de desenvolvimiento perfectivo, necesita,
al «hacerse», vincularse
al bien que apetece por su propia naturaleza. De modo que la
libertad no consistirá en una serie de «desvinculaciones» libeta­
les o «pasotas», sino, todo lo contrario, en vincula:i-se al bien
que apetecemos por naturaleza, y, estribará en aquel versículo
del Evangelio de San Juan: «y la verdad os hará libres» (capí­
tulo
8, vers. 32).
Esta idea
general de libertad, el «ser libres», será la liber­
tad entendida como fin.
El libre albedrío consistitá en la «capacidad de autodeter­
minación»,
de elegit entre opciones diversas.
Presupone
la racionalidad en cuanto conocimiento previo de
lo que
se elige y de las otras posibles opciones que se dejan de
lado, según el adagio aristotélico de
nihil volitum quin praecog­
nitum, nada puede ser querido si previamente no ha sido cono­
cido;
y la voluntad.
En el proceso del acto humano esisten distintos momentos
de intervención alternativa del enteridimionto y de la volun-
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tad (3 ), que podríamos sintetizar en los siguie11tes: en un prin­
cipio el entendimiento conoce un objeto como bondad entitativa
( que completa o integra el ser del agente· y constituye el fin de
la
acción) al que corresponde una volición simple de mera in­
clinación, a continuación el entenditniento descubre que dicho
objeto
es alcanzable y ante él se adhiere · una volición efectiva;
en un quinto momento el entendimiento delibera los diversos
medios para llegar
al fin y la voluntad· elige el medio más apto;
finalmente,
el entendimiento decide ejecutar el acto al que sigue
un mandato de
la voluntad ditigido a la facultad que haya de
llevar a cabo
laacción.
El libre albedrío se inscribe en una teleología, necesita de unas
motivaciones finalistas que
. muevan a la acción hbre y expli el porqué del cambio, o sea, presupone un fin: el bien conocido,
apetecido
y elegido.
En este sentido
la libertad, entendida como libre albedrío,
será un medio (conveniente para. alcanzar un fin), y el bien (as­
piración de perfección) será el fin.
La libertad moral será · ¡a armonía o correcta combinación
del libre albedrío con
respecto al concepto general de libertad,
como una facultad natural del hombre para usar los medios
convenientes para vivir según el recto dictamen de su razón y
conseguit
su'último fin (completarse, ser perfecto, pleno consigo
mismo, y qúe, en la concepción cristiana, radica, en definitiva,
en la unión con Dios).
Así,
el hombre, al usar su capacidad de autodeterminación
ante diversas opciones o posibles bienes, no tiene facultad o
libertad moral (no debe) de equivocarse (de escoger mal por
bien, de conformidad a su naturaleza) so
pena de que, con la
errónea opción, no alcance
el concepto general de libertad, el
bien apetecido,
según naturaleza y que le hace ser más. libre,
pleno, conforme asimismo,
que es el fin de todo acto de «libre
albedrío»; en otras palabras, no puede estar obnubilado de tal
manera que «beba veneno, por licor suave», · según los conoci-
(3) FERNÁNDEz-GALUNo, Antonio: Op. cit.
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dos versos sobre el amor que nos regalára Lope de Vega. Sí, en
cambio, tiene desgraciadernente
.como sabemos, libertad material
(puede) de equivocarse, a causa de la imperfección de su racio­
nalidad y voluntad.
No exisitirá, pues,
verdaderamente libertad (concepto gene­
ral), ni correcto uso del libre albedrío, cuando se nos ofusque
la razón o la voluntad. Y aquí
radica uno de fos peligros más
graves y permanentes de la humanidad, cooculcatorio de toda
ver@dera libertad, que
el progreso material del mundo no ha
hecho disminuir, sino, quizás,
avanzar, y que reside, no solo en
las deficiencias e insuficiencias intelectivas y volitívas
de'! hom'
bre, congénitas a su naturaleza. finita, sino, muy especialmente,
cuando se nos mece en eclecticismos y excepticismos, y, cuando
se crea, generalmente por inconfesables o descarados intereses,
supuestas necesidades de aparentes bienes no apetecidos por
pr~
pía naturaleza y, que, machacona y sutilmente, pretenden im;
ponerse aboliendo las facultades de. discernimiento y volición del
hombre; así,
cuando se nos obliga usual o legalmente a elegir
(autodeterminándonos) sin ofrecernos nltida y honradamente los
supuestos
de hecho, ob¡eto de la elecci6n, sino, a veces, tergiver­
sándolos.
Hecho harto frecuente
practicado a todos los niveles, desde
el consumismo a la política, abonado .mediante sofisticados me­
dios propagandísticos, y que constituye un verdadero arentado
a
la digoidad racional y libre de la persona humana.
Por otra parte, si la libertad es dinamismo ( concepto que
hemos dado de la acepción
naturaleza como principio intrínseco
activo de las operaciones : de'! ser), todo dinamismo implica arraiga­
miento en una
esencia como principio fijo de comportamiento;
en otras palabras: todo cambio implica que hay
algo que cam­
bia en sus formas y estructuras, pero permaneciendo en su esen­
cia. El supuesto cambio total no respondería a la realidad de
cambio, sino a una
aniquilación y creación sucesivas ( 4 ).
En su consecuencia la libertad humana no es absoluta e ilimi-
(4) BRUFAU l'RATS, Jaime: Op. cit.
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tado, sino que debe ejercerse dentro de los cauces de la ordena­
ci6n de su esencia, como ser no· absoluto que es, y
sometida a la
legalidad moral que
regula las conductas libres.
Y ello es
así, tanto en el campo de la libertad individual,
como en el de la
sociai. Citemos al efecto las palabras de Bal­
mes (5) y de Gustave Thibon (6) referidas, sucesivamente, a
ambos niveles de libertad:
«Pero
sea cual fuere la acepci6n en que se tome la palabra
libertad,
échase de ver que siempre entraña en su significado
"ausencia de causa que impida o coarte
el ejercicio de alguna
facultad", infiriéndose
de aquí que para fijar en cada caso el
verdadero sentido de la palabra libertad, es indispensable aten­
der a la
naturaleza y circunstancia de la faculb!d cuya libertad
intentamos proclamar
... Así, por ejemplo, cuando se aboga por
la libertad de pensar,
¿es que el pensamiento no está ligado a
las leyes, sin
las cuales se sumirá al caos? ¿Es que pueda des­
preciar la norma de una sana
.raz6n? ¿Es que puede desoír los
consejos del buen sentido?
¿Es que puede olvidar que su objeto
es la verdad?
¿Es que puede desentenderse de los eternos prin­
cipios de
la moral? ... Todo esto nos obliga a restringir o expli­
car, a precisar la libertad de
pensar» (Balmes ).
«Tan horrible es destruir la libertad donde Dios la ha pues­
to, como introducirla donde no debe
estar, ha dicho Pascal;· Esta
f6rmula reúne y estigmatiza los doo atentados con que los tira­
nos
-francos o disfrazados-- amenazan la auténtica libertad de
los pueblos: la
opresi6n y la corrupci6n; la destt11cci6n por
atrofia y
la destrucci6n por inflamaci6n.
»En Francia, desde hace más de un siglo, se introduce la líber,
tad donde no existe. Se arranca al pueblo a la necesidad nutricia,
a los humildes y maternales alvéolos de instituciones, costum­
bres
y deberes, en el interior de los cuales su libertad puede
desplegarse sanamente, para hacer jugar esta libertad. fuera
de
(5) BALMES JAIME: Obras completas, tomo IV, págs. 123 y 124,
BAC, 1949.
(6) GusTAVE THIBON: Diagnósticos de Fisiología Social> Eclit.ora Na­
cional, 1958, págs. 46 y 47.
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su lugar, en un dominio no adaptado a su natutaleza y donde
se
refuta a sí misma: dogma de la soberanía del pueblo, con su
corolario práctico,
el sufragio universal ... Tanto valdría pedir a
un ciego que eligiese Ubremente entre los colores. Se inmolan
los
cuadros de la naturaleza al ideal de la libei,tad. Se dice al
cordeto: eres libre de ser o no ser herbívoro. Poix¡ue en esto
vienen a parar, en difinitiva, las instituciones que mantienen
en el cerebro de todos los hombres la ilusión de •et soberanos
e iguales a cualquier otro, y la ilusión de resolver por
su pape­
leta
de, voto fos problemas más ajenos a su competencia.
»Pero estirar, dilatar así la
libertad es el medio más seguro
y
más pérfido de suprimirla. Cuando se abusa , de un bien, se
pierde la facultad de usarlo. El qli<; quiere correr hoy demasi;ldo,
mañana no podrá ni andar ... Tras haber paseado sus deseos y
su elección entre los alimentos carnívoros,
el herbívoro corrom­
pido ya no sabe elegir sanamente entre las planms que le rodean;
el hombre del pueblo, relleno de "ideas generales" y de ambi­
ciooes fantásticas, pierde la prudencia
especifica de su medio so,
cial y profesional. Fuera de su orden, no es libre: no tiene más
que la ilusión de
la libertad; en realidad, está movido por pa­
labras huecas o pasiones malsanas y su soberanía universal se
resuelve en humo y en comedia. Pero lo más grave, lo terrible;
es que ya ni siquiera en su orden es libre. Nada ha contribuido
tanto a destruir
en el alma de las masas la libertad verdadera
y
la verdadera prudencia como ese mito, de la libertad.
»Puede modificarse así la frase de Pascal: Cuando se quiere
introducir la libertad doode no
existe, se la destruye doode Dios
la ha puesto. El hombre que no acepta ser relativamente libre,
será absolutamente esclavo» (Tbibon).
IV. Dimensión de ,historicidad-tradición
Para el gran maestro, tan querido e inolvidable, Ellas de Te­
jada (7),
en la VI Reunión de amigos de la Ciudad Católica, la
(7) ELiAs DE TEJADA, Francisco: «Libertad Abstracta y Libettad Con-
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filosofía tomista no es solamente una filosofía de las esen,:ias,
sino qu~ el aquinatense elaboró una filosofía de las existencias,
de la que nacerá la teoría de las libertades concretas.
Así nos aifirma Ellas de Tejada, siguiendo a Santo Tomás,
que la pedección del ser consiste en el ipsum esse, la perfección
del ser consistirá, en
alcanzar a ser «él mismo», o sea, en-la
realización
plena y cabal de su esenci,a.
La existencia será «ser lo que se es plenamente», o sea, la
realizacilln del ser en acto, la efectividad plena del ser, el paso
de nuestras potencialidades de ser a ser acto.
Y la existencia se manifiesta en el obrar, que es el medio
que tenemos para -hacemos más plenamente ser, un obrar que,
por definición; siempre
será histórico y concreto, jamás abstracto.
Solamente en Dios, en que
se confunden esencia y existen­
cia, pues es acto puro ab initio, el obrar viene directamente
del ser.
La perfección humana se dará, pues, en la existencia de, las
criaturas
en la medida en que, mediante nuestro obrar cotidiano
con libertad, vamos desarrollando nuestras potencias, aproximán­
donos a
«ser más plenamente».
Ahora
. bien, la perfección consiste en el desarrollo cabal de
cada una de las naturalezas propias de cada especie de set (pues
como ya definimos al principio, la especie es la particularidad
que distingue a un determinado ser
de los demás seres · inte•
grantes en el género) y, así, habrá distintas perfecciones según
las distintas especies de seres. La perfección absoluta solamente
cabe en Dios, único
ser. absoluto.
La pérfección humana, por ser el h01I1bre finho, es insufi­
ciente, aunque no deficiente.
Como explica Femández-Galiano ( 8 ), el concepto deficiencia
procede, estimológicamente,.
de-«de-ficiere», faltar, y consiste en la
carencia de algo que por naturaleza le corresponde, es una mer-
treta», VI Reunión de amigos Españoles de la Ciudad Cat6lica, Verbo,
rede VII núm. 63.
(8) . FERNÁNDEZ-GALIANO, Antonio: Op. cii.
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LAS LIBERTADES
ma ontológica, por ejemplo, el hombre al que le falta una pierna,
un ojo, o es retrasado (deficiente) mental; pero
en la perfección
humana, puede el hombre no carecer de tales mermas, y obtener
una perfección propia
. de su especie.
La insuficiencia -nos dirá el mismo autor-lo es en rela­
ción a un fin a;eno a su•estructura ontológica; así, por ejemplo,
el hombre es insuficiente para volar, pues carece de alas o ele­
mentos · adecuados para tal fin, ajeno a su naturaleza especifu:a.
La perfección humana se realiza mediante el obrar, como
consecuencia del uso de la libertad en su acepción
que,_hemos
dado de libre albedrío, un obrar cotidiano forjado en el uso de
un libre albedrío o auto-detemrinaciones concretas en las que el
hombre se compromete después
de su previa elección; y así el
hombre se labra su propia
historia, edificando una serie de ins­
tituciones en las que desarrollará su vida existencial.
El hombre «... usando de ellas -la libertad, nos dice Elías
de
Tejada-, en función de su condición de ser histórico, ha
labrado una serie de estructuras concretas
con las que protege
su libertad en el
ámbitq de su convivencia. Libertades concretas
y
políticas, resultado de la historia que es parte de .la especifica­
ción
de su naturaleza humana» (9).
Y comentando la tesis que sustentamos defendida por Paco
Elías, nos concluye, como corolario,
el insigne jurista y g¡-an
maestro Juan Vallet: «Esta filosofía, que contiene una ontología
en la que_ concurren las esencias con las existencias históricas,
que comprenden substancias y accidentes, ilumina la elaboración
-jurídiro-política medieval, basada en una antropología teocén, ·
trica-que contempla él hombre como ser concreto, libre y res­
ponsable,
que se religa en sociedades, desatolladas en círculos con­
céntri~s, jerárqúicamente articúlados en un orden político» (10).
La libertad humana ( o libre albedrío) no solo afectará, pues,
al desenvolvimiento perfectivo del · hombre en el plano de · la in-
(9) ELiAs DE TEJADA, Francisco: Op. cit.
(10) JUAN VALLET DE GOYTISOLO:··•Algunas reflexiones sobre los De­
rechos hrimanQSl,,, Réal Academia ·de Jurisprudencia y Legislaciói:i, -Anales,
núm. 14, Madrid, 1984.
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FRANCISCO DE PAULA BARTOMllU SANLLEHI
dividualidad o en el del bien común social, según exigencias de la
· justicia, sino que también afecta a las mutaciones históricas,
puesto que es el hombre, sociable por naturaleza, quien va cons­
truyendo
la sociedad en el tiempo, edificando 1a historia.
La actividad humana es ·la del hombre concreto e histórico
y
se realiza dentro de unas coordenadas de tiempo y espacio:
en
un «ahora» y en un «aquí» determinados; es una realización
presente
arraigada en el pasado y proyectada al futuro, porque,
a diferencia del resto de los animales, como dice Ellas de Teja­
da, «la
especialísima característica del hombre está en su capaci­
dad de transmitir sociológicamente los
saberes ... , que es lo que
se denomina Tradición. El hombre por su posibilidad de here­
rar la historia es hombre, es hombre porque es tradicionalista.
Si el hombre no fuese tradicionalista sería sencillamente un ani­
mal» (11).
La forma humana de realizarse radicará, no solamente en
desarrollar
las propias posibilidades internas, sí que también en
aceptar una
herencia: la tradición.
«El hombre no es, a diferencia del animal, un mero descen­
diente, sino un heredero», decía Ortega y Gasser, y V ázquez de
Mella explicaba:
«la tradición es el progreso hereditario, y el
progreso si
no es hereditario no es progreso social». (Discurso
en Barcelona el 17 de mayo
de 1903 ).
Esta tradición o aceptación de herencia supone una realidad
hecha y por hacer.
Implica, en primer lugar, según los grandes maestros,
.una
selección del pasado (12), mediante una criba que podríamos
llamar sociológica y otra de carácter moral .
. La sociológica viene determinada por la eficacia y vigor que
tengan los hechos para
trl!llsmitirse; no significa una transmi­
sión de cuanto acontenció sino «únicamente la entrega de aquello
que poseyó fuerzas vitales suficientes para
influir en nuestro ac-
(11) ELÍAS DB TEJADA, Francisco: Op. cit.
(12) ELíAS OB TEJADA, GAMBRA CnmAO, .PuY MuÑOZ, ¿Qué es el
Carlismo, Escelicer, Madrid, 1971.
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LAS UBERTADES
tual acontecer»;" según Víctor Pradera: «Tradición no es todo lo
pasado... Tradición es el pasado que
cualifica suficientemente
los fundamentos doctrinales de la yida humana de relación, en
abstracto considerada; es, en otras palabras, el
pasado que sobre­
vive y tiene virtud para hacerse futuro» (El Estado nuevo, 2.' ed.,
Editorial Española, Burgos, 1937, pág. 33 ),
La criba montl enmareárá los hechos dentro de los limites
en que el hombre mismo se encuentra vitalmente en el universo:
la sumisión al orden ético
y, así, depurará los ~os según sean
o no buenos; en .definitiva-,: según se acomoden o no a la vara
medidora de la ratio vel voluntas Dei. La tradición se elabora
con los
heohos histódcos heredados que se amolden a lo que
por bueno tiene
el ordenamiento m;,ral divino de las oosas.
Asimismo, en la tradición, deben contemplarse las aportacio­
nes particulares presentes que aumenten
1a herencia y la nueva
transmisión a generaciones venideras.
La tradición es,
como tan acertadamente sabe e,q,licar Rafael
Gambra en aquel maravilloso libro que tuvo la amabilidad
de
regalarme durante mi formación juvenil, cuando habla de nuestra
vida espiritual: «Un
fluir acumulativo, en cuanto cada momento
se matiza en el anterior y se prolonga en el siguiente, acrecen­
tándose
al avanzar y permaneciendo indifinidamente» ( 13 ).
V, Conclusión: Las libertades coneretas y los fueros
l. En esta dimensión histórico-socia! en que consiste la
realización histórica del hombre, dentro del cuadro de
la vida
jurídico-política,
es donde se realiza «existencialmente» la liber­
tad, donde toman cuerpo las libertades concretas, históricas.
La libertad política no equivale a conceptos meramente abs­
tractos, sino a manojos de libertades políticas, conceptos concre­
tos a fuer de históricos,
y sirve para encauzar al hombre no como
{13) RAFAEL GAMBRA CIUDAD: La .Primera Guerra Civil de España,
Escélicer, S. L., Madrid, 1950, págs. 157 y 158.
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FRANCISCO DE PAULA BARTOMEU SANLLEHI
mero individuo, sino como persona, y para freno de los abusos
del poder.
«Mientras hoy se invocan con la terminología actual, los de­
rechos humanos, proclamados en solemnes declaraciones o en la
consti.tución del propio Estado, en el medievo -nos explica Juan
Vallet (14
)-eran invocadas las libertades, franquicias y exen­
ciones concretas consignadas en cartas o fueros. . . En ellos se
garantizaban las libertades ... ya fueran ante el poder real o fren­
te al de la nobleza o garantías respecto -de los funcionarios de la
Administración
Real.,. Por encima de todo, los juristas defen­
dieron las libertades, desde el ámbito de la Ley natural».
Así, nos pone los ejemplos de Tomás Mierés cuando señalaba
que no
podía privarse al payés de su defensa judicial mediante
leyes inicuas,
que de hacerlas no valdrlan, pues toda ley debe
ser justa
y raciorurl y no contraria a la Ley de Dios; de Alfon­
so XI cuando, en las Cortes de Castilla y León de 1188 estable­
cía diversas
garantías procedimentales en la labor de hacer jus­
ticia; de la Carta Magna inglesa, o del Habeas Corpus, en el
mismo sentido.
Y es que la libertad se ejercita en circunstancias concretas
para
perfeccionalniento del hombre.
* * *
2. La misión politica, nos dicen maestros del tradiciondis­
mo contemporáneo ( 15), consiste en-haéer posible para cada
hombre el ejercicio de la libertad,
de suerte que desenvuelva su
naturaleza de modo y manera que no resulte lesiva para
sí mis­
m~ ni para el orden social del -que forma parte con -sus prójimos.
Tarea
solamente factible cuando la existencia humana resulta ar­
tirulada en sistemas orgánicos de libertades concretas que permi­
ten a la
_ persona encaminar sus actividades al logro de me_tas
peculiares, y en las que, como hemos dicho antes, «el hombre
(14) JuAN VALLET DE GoYTISOLO: Op. cit.
(15) EúAs DE TEJADA,· R. GAMBRA, F. PuY: «¿Qué es el Carlismo?»,
op. cit.
398
Fundaci\363n Speiro

LAS LIBERTADES
construye su propia .historia creando una setie de instituciones
en
las que desanollará su vida existencial» .. He alú lo que lla­
mamos
fueros como institudones de la vida política.
Los fueros representan, pues, el reca'nocimiento de la libertad
humana, no solo de un modo
inmediato (ya que recogen íntegra­
mente el contenido de la dignidad del hombre), sino que tam­
bién, con
efectividad y eficacia, porque encarnan los derechos
insctitos
en la naturaleza humana dentro de instituciones histó­
ricas, precisas y concretas) en el orden politico y jurídico) -nacidas
de la madutación del ayer en el presente de hoy.
Toda verdadera tarea política federalista
histótica tradicional
o foralista debe potenciar a los cuerpos intermedios, entendiendo
-con Francisco l'uy (16).-que el poder político superior solo
tiene la
fuerza necesaria para organizar la sociedad, respetándola,
y resta limitado por el poder que le oponen los grupos sociales
intermedios (lo que
él llama sociedalismo ); que estos grupos en­
cuentren marco para el diálogo y jutisdicción para
dirimir oposi­
ciones definitivas
(pluralismo); y que el derecho, garantizando
el bien común, reconozca
las. peculiaridades de los mismos (fue­
rismo ).
Pues la ley forada o fuero es el uso o. costumbre jutídica,
nacida de forma espontánea y popular, derivada de
la ley natu­
ral por modo de determinación, y elevada a ley esctita por el
reconocimiento o sanción de la autoridad
fogítlma ( 17 ). ·
Y ello es así porque · ¡a sociedad se forja de abajo a arriba,
empezando por el reconocimiento de la primera
célula social, la
familia, autárquica y responsable, y, en consecuencia, autónoma
en la medida que autosatisface sus necesidades,
y en la medida
que no las autosátisface, no es autóp.oma, :sino que por e1 prin-·
cipio de subsidiariedad ( que se da en socorro a,, uno), reclama la
unión con otras familias formando el municipio, cuya autoridad
(16) FRANCISCO PtJy MuÑoz: «Federalismo Hist6rlco Tradicional, Fe­
d~mo Revolucionario_ y Cuerpos I.,ntetmedios~, en VI Reunión de ami-
gos de la Ciudad Católica, Verbo, serie VII, núm. 63. ,
· ( 17) Según expresé· en «Consideraciones jurídico-filosóficas en torno
a la palabra "fueros"», en Verbo, 1974, serie XIII, núm. 1.30.
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FRANCISCO DE PAULA BARTOMEU SANLLEHI
(principio de unión . y de orden que configura a la sociedad, en
arat al bien común) se autolimita a la esfera de las necesidades
por las que fue
reclamada la unión, respetando a la sociedad
familiar anterior en lo que poseía de legítima autarquía, Y así
sucesivamente, por el mismo procedimiento, se irá formando un
segµido de cuerpos u órganos políticos, tanto territoriales ( co­
marcas, regiones, etc,) como institucionales (gremios, colegios
profesionales, cámaras, etc.), intermedios (creados por el
hombre .
desfalleciente pero libre) enrre el individuo y el Estado, pilares ·
básicos de una sociedad política libre. Será la sociedad foral.
Proceso de unión de abajo a arriba de miembros sociales
di­
ferenciados; que no de imposición desde «arriba» de uniformis­
mos ( como si de una sola identidad
se tratara, la cual caería en
el absurdo de pretender unirse a sí misma),
aunque con aparien­
cias de diversidades disconformes.
Toda relación socio-política debiera descansar, pues, en estos
dos principios:
Responsabilidad y subsidiariedad. Responsabilidad
del ente o sociedad anterior, desarrollando, por sí misma, todas
sus pos;bilidades de autosuficiencia o autarquía, afirmándose a
sí misma como persona social
y política, y subsidiariedad del ente
o sociedad posterior
más amplia, socorriendo y amparando a las
anteriores a ella en las necesidades comunes que las aglutinan a
todas, pero respetando,
al mismo tiempo, la personalidad de las
mismas. Respetando el afianzamiento que las personas sociales
y políticas van adquiriendo en la vida como consecuencia de sus
propios actos y que van revistiéndolas de vaiores que las hacen
destacar,
definiéndolas y diferenciándolas.
Si fallan esos' dos· principios, o uno cualquiera de ellos, se
rompe de inmediato la relación socio-política estable,
y se cae en
la esclavitud a que conduce el totalitarismo, sea capitalista o es­
tatista.
Y hoy se puede denunciar que los estragos de esos totalita­
rismos, por una parte,
y las falaces propagandas que en los
mismos
se cuecen de forma encubierta, por otra, nos pretenden
conducir a una sociedad no ya solo no subsidiaria, sino, incluso,
no responsable; así, denunciamos, ~orno botones d.e muestra, la
400
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LAS LIBERTADES
proliferación de «residencias geriátricas» ( anres denominadas lla­
namente asilos); niños en la· pura calle o en «hogares infantiles»
sin fonnación familiar (parecido a los antiguos
hospicios), des­
atención familiar respecto a la educación ( entregada a tnanos es­
tatales) ... denunciamos ese «i¡ue me lo hagan los demás» (el
Estado)... « Yo no quiero problemas», . . . creador de unos cos­
tes económico.sociales injustos y que desbordan la competencia
estatal,
y, sobre todo, destructor de la ética familiar y de toda
sociedad básica
La enseñanza
del magisterio de la Iglesia nos enuncia, al
respecto, que:
«Queda en la filosofía social, fijo y permanente, aquel impor­
tantísimo principio
que ni puede ser suprimido ni alterado; como
es ilícito quitar a los particualres lo que con su propia iniciativa
y propia industria pueden realizar para encomendarlo a la comu­
nidad, así también es injusto
y al •mismo tiempo de grave per­
juicio y perturbación para el recto orden social, confiar a una
sociedad mayor
y más elevada lo que pueden hacer y procurar
comunidades menores e inferiores. Toda acción de la sociedad
·
debe, por su naturaleza, prestar auxilio a los miembros del cuer­
po social; mas nunca absorberlos
y destruirlos» (palabras de la
encíclica Quas primas del Papa Pío XI, transcritas por el Papa
Juan
XXIII en su encíclica' Mater . et magistra).
Los fueros son, pues, la negación de supuestas libertades
apriorísticas y abstractas, defendidas por contrapesos políticos de
poder o por equilibirios de' grupos de presión, huecas
y vacías
de contenido real para el
quehacer cotidiano del hombre.
* '* *
3. Las principales notas que diferenciarán las libertades con­
cretas de
la· libertad abstracta estribarán, segón Elías de Teja­
da ( 18), en que las primeras proceden del hombre concreto e
histórico, consisten en
datos reales, vívidos y ciertos, y se ·en-
( 18) ELÍAs DE TEJADA, Francisco: VI Reunión de amigos Espaiioles
de Ciudad Cat6lka. Op. cit.
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FRANCISCO DE PAULA BARTOMEU SANLLEHI
carnan , en· instituciones sociales básicas o-· cuerpos intermedias
(pilares de la vida socio-jurídico-política, y baluarte de la defensa
de
fas libertades) y están basadas en. la realidad del hombre
desfalleciente, mientras que la
segunda procede de una quimérica
idea del hombre según lo considera
cada áutor (bon sauvage,
homo
homini lupus ... ) y en lugar de ¡ilasmarse en instituciones
concretas
de vida social, se limitan a la tarea balad! de pr<>clamar
declaraciones puramente formales, hueras y vacías, como resonan­
cia de ecos orgullosos, basadas en un irreal optimismo antropo­
lógico, subjetivista
y encerrado en .sí mismo, que por otra parte
deja
al honibre huérfano de libertades reales.
Elías de Tejada, en la ob111 que acabamos de mencionar, nos
orienta sobre la aplicación
de estas libertades concretas, enume­
rándci algunos aspectos. problemáticos actuales, aun cuando, con
ello, tenga clara conciencia de que entr&mos en el terreno de lo
discutible. Para no alargahne demasiado recordaré escuetamente tan solo
algunos de estos aspectos de
los que nos enumera el maestro:
Derecho a la existencia digna y suficiente tanto en lo cultu­
ral como en lo material, rechazando los desniveles de las socieda­
des capitalistas o de las totalitarias ( con
sus «nuevas clases» pri­
vilegiadas).
Fortalecimiento de las familias, como núcleo motriz de la
sociedad, postulando la creación y protección de patrimonios fa­
miliares que refuercen en lo económico la solidez moral de la
institución.
Libertad para las sociedades intermedias: territoriales, pro­
fesionales, culturales, económicas, etc., y derecho a la representa­
ci6n polltica del pueblo a través de esos cuerpos u órganos na­
turales, con pleno respeto a las autarquías sociales.
Derecho y ·deber primordial de la familia a la enseñanza, aun­
que ésta también tenga dimensión de servicio público regional.
Propiedad. Contraria al capitalismo liberal, cuyM pugnas de
egoísmos
en el terreno económi¡:p terminan en la esclavitud de
los asalariados,
y contraria a la estatificación de los medios de
402
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LAS LIBERTADES
producción, q¡,e conlleva. igua1mente a la. esclavitud de los asala­
riados bajo un propietario único estatal.
Postulando
«que la propiedad no sea en exclusiva de los in­
dividuos o
del Estado, sino de los individuos .como tales, de los
cuerpos sociales como tales y del Estado .como. tal, en las propor­
ciones variables que cada momento aconseje».
La forma normal de propiedad -nos dice-es la de la libre
participación .de los individuos en los bienes de los organismos
sociales: familia, municipio, gremio,
agrupaciones profesionales y
las . sociedades básicas restantes; forma que asegura la libertad
individual
y garantiza a cada hombre un puesto activo dentto de
la
vida colectiva; aquella que, disminuyendo al máximo la pro­
piedad individual
y estatal, él denominará propiedad .rocial, y
que exige la reconstrucción de los patrimonios sociales expolia­
dos por la desamortización decimonónica que enriqueció a una
determinada clase política.
*-* *·
4. Como corolario a todas estas consideraciones que veni­
mos disertando,
afirmaremos· con· Juan Vallet que estas liberta­
des, formulaciones o fueros, concebidos desde la perspectiva del
iusnaturalismo y filosofía tomista, «se caracterizaron por su for­
mulación
<;oncreta; para grupos de hombres concretos, en un
contexto histórico
y geopolítico determinado, y,. en especial, por
fundarse
en la ley natural interpretada y aplicada por el derecho
natural»
(19 ).
Y recordemos; también, que la invocación a nuestros dere­
chos fundamentales e
. instituciones fundamentales básicas es;
como nos dice Fernández-Galiano (20), «un acto de defensa que
formulamos ante intromisiones
del poder. en la,esfera de las liber­
tades del individuo . . . solo. se apela.. a ellos. y se recuerda su
(19) JUAN VALLET DE GoYTISOLO: Op. cit.
(20) F'ERNÁNDEZ-GALIANO, Antonio: Op. cit.
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FRANCISCO DE PAULA BARTOM!lU SANUEHI
existencia cuando son amenazados o francamente lesionado. por
las normas positivas».
Por ello, en el desarrollo histórico de los mismos, a parúr
de finales del medievo, generalizándose en la edad moderna,
una de
sus principales características es, precisamente, que aque­
llo que los pueblos reclaman son derechos e instituciones ya exis­
tentes u
observa,los con anterioridad, referida, claro está, a épocas
pretéritas en las que la vida política había sido engendrada den­
tro de una concepción cristiana escolástica, que, luego, las filo­
sofías racionalistas, voluntaristas y nominalistas de
la edad mo­
derna vinieron a atropellar con el maquiavelismo, el absolutis­
mo... sustituyendo aquella obra denominada
Del Rey abaío, nin­
guno a aquella otra del Alca/Je de Zalamea con cuanto ello implica
de
absolutismo o de libertades ... lá justicia se imponía aunque
fuera
al Capitán del Rey o al mismo Rey, pero a partir de la mo­
dernidad, la justicia solo· se impondría por debajo del Rey. . . Y
reduciendo o aboliendo
las libertades concretas del hombre, se
crearía el mito de la libertad abstracta.
En la Petition of rigtbs (1628) el Parlamento se dirigía a
Carlos I (
el que impuso el anglicanismo a escoceses y demás súb­
ditos británicos) recordándole los derechos que tra,Jicionalmente
hablan disfrutado los ingleses.
La ley del Habeas Corpus ( 1679) concretaba una vre;a tra,li­
ci6n
inglesa de ralees medievales.
En el preámbulo de la Declaration of rights (1689), los par­
lamentarios afirman queJa formulan «para· reivindicar y afíl'mar
sus antigüos derechos y libertades».
De suerte que Ellas de Tejada, atrayendo la concreción his­
tórica de . estos hechos en el «fen6meno más señero de la 'historia
contemporánea
de las Españas», el Carlismo, simbolizado éste en
la
defensá foral vasco'riavarra, exclamara: «Y, asi, se dio el caso
inconcebible de que los ignaros en materia de libertades preten­
dieron enseñar a los
vascos a ser libres. ¡A los vascos, los únicos
hombres libres que
el mundo conocía en mil ochocientos! Desde
Espartero a Cánovas
del Castillo el liberalismo democratizante
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LAS LIBERTADES
oprimió a hombres verdaderamente libres en nombre de una
libertad, antihistórica
y extraña» (21).
Según una cita que no recuerdo con precisión, de un artículo
publicado por José María Araúz de Robles en ABC, que
Ikvaba
por titulo «Fa! Conde y el 18 de julio»,, Carlos Marx, que fue
comentarista de la
priméra guerra carlista, dijo de él, ya en 1849,
en la Nueva Gaceta Renana
y repitió, en 1854, en el .New York
Daily:
«El Carlismo no es un puro movimiento dinástico y regre­
sivo, como
se empeñaron en decir y mentir los. bien pagados
historiadores liberales.
·
»Es un movimiento libre y popctlar en defensa de tradicio­
nes
mucho más liberales y regionalistas que el absorbente libe­
ralismo
oficial, plagiado por papanatas que copiaban a la Revo­
lución francesa. Los carlistas defendían las mejores tradiciones
jurídicas españolas,
1as de los fueros y las cartas legítimas que
pisotearon
el absolutismo monárquico y el ahsolutismo centra­
lista del Estado liberal. Representaban la patria grande, como
suma de las patrias locales, con sus
peculiaridades y tradiciones
propias.
»No
existe ningún país en Europa que no cuente con restos
de antiguas poblaciones y formas populares que han sido atrope­
lladas por el devenir de .la historia. Esos ooctores son los que
representan la
contrarrevolución frente a la revolución que .im­
ponen las minorías dueñas del poder.
»En Francia lo fueron
lossbretones, y en España, de un modo
·
mucho más voluminoso y nacional, los defensores de don Carlos.
»El
tradicionaliomo carlista tenía unas bases· auténticamente
populares
y nacionales, de campesinos, pequeños hidalgos y cle­
ro, en tanto que el libetalismo estaba encarnado en el militarismo,
el capitalismo (las nuevas clases
de comerciantes y agiotistas ), la
aristocracia latifundista y los intelectuales secularizados, que en
(21) ELÍAS DE TEJADA, Francisco: VI Reunión de amigos E,;pañoles de
la Ciudad
Católica. Op. cit.
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FRANCISCÓ DE PAULA BARTOMEU SANLLEHI
la mayoría de los casos pensal;,an con cabeza francesa o traducían
--embrollando-de Alemania».
En definitiva, podemos concretar con k,s pensadores tradi·
cionalistas actuales que: ,
«El
regionalismo foralista es J. mázjma l!llllleta de la protesta
del Carlismo contra
el absolutismo del siglo XVIII y su directo
heredero.
el liberalismo del siglo XIX. Ambos fueron unánimes
en aplastar
las sociedades naturales, que componen la sociedad,
como lo siguen--siendo sus secuaces ideológicos. Frente a ellos,
entonces y ahora, el tradicionalismo afirma que la sociedad ha
de ser defendida de un Estado mal construido, que se basa
--aunque no tendría por gué ser así-ora en la disgregación
individualistas, ora en la
absorción totalitaria de los cuerpos so­
ciales básicos ...
»... ese regionalismo foralista coloca en el centro de la con-·
sideración política: las instituciones sociá/,es (labradas por los
pueblos, a través de
la tradición, en el uso de su !i,bre albedrío
dimensionado de historicidad), lo que hoy se dice en lenguaje
moderno los
cuerpos intermedios o básicos, desplazando al Es­
tado del abusivo lúgat en que le puso el totalitarismo y también,
provisonalmente,
el liberalismo, al no dejarle enfrente más que
al individuo, pequeño y desarmado ...
». . . el Carlismo esgrime así los fueros para oponerse al cen­
tralismo aplastante de toda sociedad y de todo individuo, por­
que sabe que el centralismo significa negar la libertad
politica
con la excusa de las libertades abstractas. Por lo cual; descen­
tralizar quiere decir restaurar las libertades concretas, únicas
realmente existentes» (22).
Consiste, según nos enseña V ázquez de Mella; en: aumentar
la sociedad disminuyendo el Estado.
(22) ELlAs 'DE TuJADA, GAMBllA CIUDAD, PuY MUÑoz: «¿Qué es d
Carlismo?», Op. cit.
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Naturaleza. Humona
ESQOEMÁ SlliOPTICO
al
= •
Abierta, dinámica, libre ....
, .... en tendencia
al Bien
Universal
e
t-Cerrada, algo acabado
y hecho

Realidad eidstenté
en
vias
de
desenvolvimiento perfectivo
b)
Se
hace en
su existencia médiante
~l ~brar
y, el obrar, mediante
la libettad concreta
L
r
Pérfección del Ser
= Realización Plena
y Cabal de
su
Esencia
La Existencia
= La
realización
del
ser
en
acto,
la efectividad plena del
ser
,Se manifiesta en
el obrar
(haciéndose
más
_plen_amente
ser)~
·Hombre
= ser
históric'o,
concreto; no
abstracto
( En
Dios
-C de esencia
y existencia-
el obrar
f-
prócede del
ser)
e)~
I Se.hace
La
Perfección Humana
= se dé.
en
le existencia· de
las
criaturas, en
la medida
de
la perfección
específfca
de
la netur!lleza
humana
insufi-
V
_ ,
ciente_ (
no
deficient'e)
La
Libertad
concreta
f-procede
del hombre concreto,
h_istórico,
que, usando
su libre
albedrío,
ha labrado
estructuras
concretas
(CUe_rpos
Intermedios) según
la especificación de
su naturaleza humana histórica.
(En
cuanto esencia:
eleme1!1:os
especfflc¡:,s
y constitutiVos)
. E.Dimens;6n de Lib.,,to,
,,,.;,,,,
""
''""ª' • "'""'''
a,
nece,id,d
y a,
[:cooeclón
o,G~'.:;:~:,;;,:;;'
fio)
·
:J
Libre Albedrío=
Capaciq_ad
de
Autodeterminaci6n
tesupone
· V-Oll.!!tad,
y
{ La Libertad
comó
n:iedio)
Un
Fín
= el Bien ,
~
. . .
(coriocido, apetecido
y elegido)
-Libertad Moral=
Facultad del hombre
pi!lra,
usando
el libre a1bedrío,.acomodarse
el concepto
general
e libertad
= ,
Dimensi6n
de Libertad trascendente en
el tiempo

Tradición
o Aceptación de Herencia
.
Crib~oral
= Según los hechos sean o no buenos; sumisión al orden
ético
Aportación particular
que
la aumente
-----)
Dimensión
de
lIÍstóricidadj
l~
_)'!ociol6gica
= s_egún
fuer:.:a
y vigoi'
de los hechos
para tr8nsmitirse
Nueva transmisión

a
generaciones venideras •
--),
Creeci6n
de Instituciones Sociales
Básicas (Fueros,- Libertades
concretas)
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