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La Contrarrevolución y las libertades

LA CONTRARREVOLUCION Y LAS LIBERTADES
POR
G10v ANNI CANTO NI ( •)
l. La contrarrevolución y las libertades en el Magisterio
del Papa Juan Pablo II.
Cuando Juan• V allet de Goytisolo me invitó a hablat en esta
XXVI Reunión honrado,
peto también muy preocupado, por el hecho de tener
que exponer
un tema como el de. la contrarrevoluci6n y las liber­
tades,
ante un público docto en una cultura político-social como
la iberoamericana que --entre todas las culturas del mundo ca­
tólico,--ha profundizado más, si no el concepto «contratrevolu­
ción» -a propósito del cual pueden jactarse de títulos significa­
tivos también otras culturas--, sí indudablemente el de «liber-
(•) GrovANNI CANToNI es fundador y presidente de AJ/eanza Cattoli­
ca, director de la revista mensual Cristianita y de la cuatrimestral Cuaderni
di Cristianita, y auto! de ensayos como «Italia etltre la Revoluci6n y la
Contrarrevolución» -y «La te"zione italiana». A su dedicaci_ón y magisterio
deben mucho una pléyade de jóvenes profesores y profesionales. Quizá re­
presenta. y constituye en Italia el más genuino movimiento contrarrevolu­
cionario, parte de la «contrarrevolución redescubierta», según expresión de
Luis M. Sandoval. De su obra nos hemos ocupado en Verbo con antetio­
rldad: E.sTANISLAO CANTER.o, «Noticia ·de Allean:za Cattolica»1 Verbo, núme­
ros 117-118 (1973), págs. 855-858; hemos dacio cuenta de su libro «La
lezione italiana•, Verbo, núm. 189-190 (1980), págs. 1.343-1.351, y de la
aparición de Cuaderni di Cristianita, Verbo, núm. 239-240 (1985), pági­
nas l:276-1.277; MARIA DE LA AsuNCIÓN POLO CAr.LEJO, «Reseña del Con­
greso: Contra el 89. Mitos, interpretaciones y perspectivas», Verba, nÚ·
mero 275-276 (1989), págs. 619-642 (n. del t.). Traducción de EsTANISLAO
CANTERO.
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GIOVANNI C.A.NTONI
tad», cuya norma se encuentra ----o>mo sostiene Vallet de Goyti­
solo-en el principio de subsidiariedad ( 1 ). Y mi preocupación
aumentó al pensar que el público al que debía dirigirme, no
sólo era docto en la cultura que acabo de
rocordar, sino que ade­
más ha tenido, y tiene todavía, la posibilidad de disfrutar del
magisterio vivo de pensadores
- sólo del laicado
católico-clasificables entre los más significativos
exponentes de la cultura católica
contrarrevolucionaria contem­
poránea. Puesto que esta preocupación se apoderó de mí desde el
mo­
mento en que recibí la invitación, . pedí consejo -por decirlo
así-a San Agustín, y eteo haber encontrado una posible solu­
ción a mis dificultades en una de
sus consideraciones - que, por otra parte, no
eonozco su lugar eri la obra del santo
obispo de
Hipona-que suena así: «No digo cosas nuevas para
que las enseñéis, sino cosas sabidas para que las
·hagáis» (2).
Puesto que, en fin, el lugar por excelencia de las «cosas
sa­
bidas» es, en tesis, el Magisterio Ordinario de la Iglesia -pres­
cindiendo del hecho de que puede sacar del depósito no sólo
vetera sino también nova (3 )--paso a exponer ·e1 tema ·que me
·ha sido confiado, como si el título fuese· La Contrarrevoluci6n y
las libertades en el Magisterio del Sumo Pon.ti/ice Juan Pablo II;
tratando mostrar que la cuestión también está sustancialmente
presente y desarrollada
én las más recientes expresiones del Ma­
gisterio, aunque no siempre se trate con el lenguaje tradicional,
y que
-en abierta polémica con lecturas improcedentes del mis­
mo Magisterio-nos encontramos con vetera no sólo obiter
dicta,
es decir, con «cosas antiguas dichas ocasionalmente», sino
(1) Cfr. JuAN BMs. VXLLET DE GoYTISOLO, Tres ensayos. Cuerp,IS··in­
termedios. Riepresentación
política. Principio de subsidiariedad, Speiro, Ma­
drid, 1981, págs. 142-145.
,. (2) Cit. en PAOLO DEzzA, S. J., Eserciz.i ignaz.iani. · Corso di otto giorni
per gruppi di gesuiti trascritto dalla registraz.ione e riveduto dall' autore, bajo
el cuidado de los jesuitas de La Civilta Cattolica (Roma), y de San Fedele
(Milano), Milán, 1987, pág. 14.
(3) Cfr. Mt. 13, 52.
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LA. CONTIURREVOLUCION Y LAS LIBERTADES
también noviter dicta, es decir, con «cosas antiguas dichas de
nuevo».
En esta perspectiva me limito, s6lo y voluntariamente, a ha­
cer referencia a documentos del pontífice reinante, omitiendo
casi cualquier otra cita expresa,
aunque sea imposible que no
surj&' mi deuda intelectual respecto a los numerosos pensadores
católicos que, bien
sea ex profeso, bien sea au passant, han tra­
tado
el asunto del que debo ocuparme, entre los que quiero re­
cordar -en el noveno aniversario de entre los que nos ha de­
jado-a Francisco Ellas de Tejada y Spínola ( 4) y --entre los
vivos-- a Plinio
Corr~a de Oliveira (5).
2. La sociabilidad natural del hombre y la libertad.
En la Instrucción sobre la libertad cristiana y liberación, Li­
bertatis conscientia, publicada por la Congregación para la Doc­
trina de la Fe, con la aprobación explícita de Juan Pablo II, hay
un capítulo titulado «Vocación del hombre a la libertad y drama
del pecado»,
en cuyo apartado tercero, «La libertad y la sociedad
humana», se dice·: «Dios no ha creado !il hombte como un 'ser
solitatio', sino que lo ha querido como un ·ser social'. La vida
social no es, por tanto, exterior
al hombre, el cual no puede
crecer
y realizar su vocación si no es en relación a los otros. El
hombre pertenece a diversas comunidades: familiar, profesional,
política;
y en su seno es donde debe ejercer su libertad respon­
sable. Un orden social justo ofrece
ad hombre una ayuda insus:
tituible para la realización de su libre personalidad. Por el con­
trario, un orden social injusto es uña amenaza y un obstáculo
que pueden comprometer su destino».
«En la esfera social, la libertad
se manifiesta y se realiza en
acciones, estructuras e instituciones, gracias a las cuales ;los hom~
(4) Cfr. FRANCISCO ELfAs DE TEJADA y SPÍNOLA, La monarquia tradicio­
nal, Rialp, Madrid, 1954.
(5) Cfr. Pumo CoRRfA DE ÜLIVEIRA, Revoluci6n y Contra"evOlu~
ción,
trad. espaiiola, Editorial Femando 111 el Santo, Bilbao, 1978.
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GIOV ANNI CANTONI
bres se comunican entre sí y organizan su vida en común. El
pleno desarrollo de una personalidad libre, que es un deber y un
derecho para
. todos, debe ser ayudada y no entorpecida por la
sociedad». «Existe una exigencia de orden moral que
se ha expresado
en
la formulación de los derechos del hombre. Algunos de éstos
tienen por objeto lo que
se ha convenido en llamar 'las liberta­
des• -es decir, las formas de reconocer a cada ser humano su ca­
ráct~r de persona responsable de sí misma y,. de su destino tras­
ceodente, así como la inviolabilidad de su conciencia» ( 6
).
Y añade: «La dimensión social del ser humano tiene, además,
otro significado: solamente la pluralidad y
la rica diversidad de
los hombres pueden expresar algo de la riqueza infinita de Dios».
«Esta dimensión está llamada a encontrar' su realización en
el
Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Por este motivo, la vida so­
cial en la variedad de sus formas y en la medida en que se con­
forma a [a ley divina, constituye un reflejo de la gloria de Dios
en el mundo» (7).
,
3, El hombre como heredero: de la familia a la nación.
El punto de partida de todo el desarrollo doctrinal es la afir­
cación de
la existencia de Dios, y de Dios creador del hombre
como ser
social, es decir, naturalmente social, en cuanto querido
social y no solitario, precisamente por el mismo Dios creador de
la naturaleza.
El carácter natural de esta sociabilidad
[a hace intrínseca al
hombre y no es algo extrínseco a él, lo que equivale a decir que
la sociabilidad constituye una
proprietas del hombre y no un
puro accidens, de tal forma que sólo en relación con los otros
(6) Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucci6n sobre UIN,rtad
cristiana y liberación, «Libertatis conscientia», de 22 de-marzo de 1986,"nú­
ruero 32, ttad. española. L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua
española, año XVIII, núm. 15, de 13 de abril de 1986, págs. 16-17.
(7) Ibid., núm. 33, pág. 17.
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LA CONTRARREVOLUCION Y LAS LIBERTADES
puede crecer y realizar su vocación, razón por la cual ha nacido,
ya como hombre. en general, ya como hombre singular, desde el
momento que «( ... ) Dios lo ha · creado libre para que pueda,
gratuitamente, entrar en amistad con
El y en comunión con. su
vida» (8).
La relación de absoluta dependencia de Dios que caracteriza
al hombre y, por consiguiente, su relación de dependencia relati­
va respecto a los otros hombres --esta última destinada a trans­
formarse, en
el curso de su vida, en una relación de interdepen­
dencia-se realiza en el interior de diversas comunidades, la
primera de las cuales es la comunidad familiar. En la exhorta­
ción apostólica
Familiaris consortio, el Papa Juan Pablo H afir,
ma. que «la comunión de amor entre Dios y los hombres ( ... )
encuentra una significativa expresión en la alianza esponsal que
se establece enire el hombre y la mujer» (9); por ello advierte
que «en el matrimonio y en la familia: se constituye un conjunto
de relaciones interpersonales -relación conyugal, paternidad,ma­
ternidad, filiación,
fraternidad-mediante las cuales toda per­
sona humana queda introducida en
la "familia humana" y en la
"familia de Dios", que
es la Iglesia» (10); por último, destaca
que «la familia posee vínculos vitales y orgánicos con la
sacie,
dad, porque constituye su fundamento y alimento continuo me­
diante su función de servicio a la vida. En efecto, de [a familia
nacen los ciudadanos, y éstos encuentran en
ella la primera es­
cuela de esas virtudes sociales, que son el alma de la vida y del
desarrollo de
la sociedad misma» (11 ). En la comunidad familiar
es particularmente evidente el aprendizaje vital, existencial, del
hombre: como escribe
el mismo Papa en fa · Carta apostólica a
los jóvenes y

a las jóvenes.
,del mundo con ocasión del Año In­
ternacional de la Juventud, «la historia de la humanidad pasa
(8) Ibid., núm. 28, pág. 16.
(9) JuAN PABLO 11, Exhortación apostólica Familiaris. consortia> de 22
de noviembre de 1981, núm. 12; trad. española,· Ediciones Paulinas, tetce,.
ra edición, Madrid, 1985, pág. 23.
(10)
!bid., núm. 15, pág; 28.
(11)
Ibid., núm. 42, pág. 75.
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GIOVANNI 'CANTONI
deS familia. El ser humano forma parte de ella mediante el oocimien­
to que debe a sus padres: al padre y a la madre, para de;ar en
el
. momento oportuno este primer ambiente de vida y amor y
pasar a otro nuevo. 'Al dejar al padre y a la madre', cada uno y
ia:ada una de vosotros contemporáneamente, en cierto sentido, los
lleva dentro consigd, asume la herencia múltiple, que tiene su
comienzo directo y su fuente en ellos y en sus familias. De este
modo, aun marchando, cada uno de vosotros
permanece; la he­
rencia que asume lo vincula establemente con aquellos que se la
han transmitido y a los que debe tanto. Y él mismo - él-seguirá trasmitiendo la misma herencia. De ahí que el cuar­
to mandamiento del Decálogo posea tan gran importancia: 'Hon­
ra a tu
padre y

a tu madre'».
«Se trata aquí, ante todo, del patrimonio de ser hombre y,
sucesivamente, de ser hombre en una más definida situación per­
sonal
y social. Tiene su cometido en esto hasta la semejanza fí­
sica con los padres. Más importante todavía es todo el patrimo­
nio cultural, en cuyo centro se encuentra casi a diario la lengua.
Los padres han enseñado a cada uno de vosotros a hablar aque­
lla lengua que constituye la expresión esencial del vínculo social
con los
demás hombres. Ello está determinado por '1ímites más
amplios que la familia misma o bien que un determinado am­
biente. Estos son, por lo menos, los límites de una tribu y la
mayoría de las veces los confines de un pueblo o de una naci6n,
eh la que habéis nacido».
«La herencia familiar
se extiende de este modo. A través de
la educación familiar participáis en una cultura concreta, parti­
cipáis
también en la historia de vuestro pueblo o nación. El
vínculo familiar significa la pertenencia común a una comunidad
más amplia que la familia, y a la vez otra base de identidad de
la persona.
Si la familia es la primera educadora de cada uno de
Vosotros,
al mismo tiempo ---"-'mediante la familit1--es un· ele­
mento educativo la tribu, el pueblo o la ntJCi6n, con la que es­
tamos unidos por la unidad culturad., lingüística e histórica,..
«Este patrimonio constituye también una. llamada en el sen-
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LA CONTRARREVOLUCION Y LA.S ·LIBERTA.DES
tido ético. Al recibir la fe y heredar los valores y contenidos que
componen el conjunto de
la cultura de su sociedad, de la histo"
ria de su nación, cada uno y cada una de vosotros recibe una ®"
tación espiritual en su humanidad individual. Tiene aplicación
aquí la parábola de los talentos que recibimos del Creador a tra­
vés de nuestros padres, de nuestras familias
y también de la co­
munidad nacional a la que pertenecemos. Respecto a esta heren­
cia no podemos mantener
una actitud pasiva o incluso de renun­
cia, como hizo el último
de los siervos que menciona la pará­
bola de los talentos».
«Debemos hacer todo lo que está a nuestro alcance
para asu­
mir este patrimonio espiritual, para confirmarlo, mantenerlo e
incrementarlo.
Es.ta es una tarea importante para todas las socie,
dades, de manera especial quizás para aquellas que se encuentran
al comienzo
de su existencia autónoma, o bien para aquellas que
\ieben. defender su propia existencia y la identidad esencial de
s11 nación ante el peligro . de destrucción desde el exterior o de
\fescomposición desde el interior» (12).
Continuando y concluyendo el importante párrafo -signifi­
cativamente titulado herencia---, el Papa Juan Pablo II se pro­
pone
«( ... ) tener presente ante mis ojos la situación compleja y
diversa de las tribus, de los pueblos y de las,naciones en nuestro
111undo» y afirma: « Vuestra juventud y el proyecto de vida, que
cada uno y cada una
de vosotros elabora durante la juventud,
están desde
el prÍl1Jer instante insertos en la historia de estas so­
ciedades diversas, y esto sucede no 'desde el exterior', sino prin­
cipalmente 'desde d interior'. Esto se convierte para vosotros en
una cuestión de conciencia familiar -y, consiguientemente, nacio­
nal: es una cuestión de corazón) una cuestión de conciencia. El
concepto de 'patria' se desarrolla mediante una inmediata con­
tigüidad con
el concepto de 'familia' y, en cierto sentido, se de­
sarrolla el uno dentro del ámbito del otro. Vosotros, de forma
(12) IDEM, «Carta Apostólica a los jóvenes del mundo con: -0Casi6n del
Año Internacional de la Juventud», del 31 de tna!20 de 1985, .núm.; 11;
trad. espafíola~ L'Osservatore Romano, edición se.maria! en lengua espa­
fiola, afio XVII, núm, 13, de 31 de marzo de 1985, pág. 13.·
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GIOV. ANNI. CAN.TON!
gradual, al expepmentar este vínculo social, que es más amplio
que
el familiar, comenzáis a participar también. en la responsabi­
lidad por el bien. común de aquella familia más amplia, que .es
la. '.patria' terrena de cada uno y de cada una de vosotros .. Las
figuras preclaras de la historia, antigua o contemporánea, de una
nación guían también vuestra juventud
y favorecen el desarrollo
de aquel amor
social que se llama a menudo 'amor patrio'» ( 13 ).
4. La comunidad profesional.
En el texto que· he tomado como punto de pattida de mi ex­
posición, tras la familia, se indican como comunidades a las que
pertenece el hombre, a las profesionales. De hecho
--explica el
Papa Juan Pablo II-«( ... ) en este contexto de la familia y la
sociedad· que es vuestra patria, se inserta gradualmente un tema
relacionado muy de cerca con la patábola de '1os talentos. En
efecto, vosotros reconocéis ·progresivamente aquel «ta/.ento» o
aquellos «talentos», que son propiedad de cada uno y cada una
deVosotros,
y comenzáis a setviros de ellos de modo creativo,
comenzáis a
multi'plicarlos. Esto se realiza por medio del traba­
¡o» (14). Y «el trabajo --afirma el mismo Papa en la encíclica
Laborem exercens-es un bien del hombre -es un bien de su
humanidad-, · porque mediante el trabajo el hombre no s6/o
transforma la naturaleza, adaptándola a las propias necesidades,
sino' que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cier­
to sentido 'se hace más hombre'» ( 15).
· En realidad, «si se prescinde de esta consideración no se pue­
de comprender el significado de la virtud de la laboriosidad y
más en concreto no se puede · comprender por qué la laboriosidad
debería ser una virtud: en efecto, la virtud, como actitud mo-
(13) [bid.
(14) [bid., núm. 12, pág. 13.
(15) loEM; Encíclica Laborem exercens; del 14 de septiembre de 1981,
núm. 9;
trad. española, Cuadernos YA, Madrid, 1981, pág. 20.
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LA CONTRARREVOLUCION Y LAS LIBERTADES
ral, es aquello por lo que el hombre llega a ser bueno éomo
hombre» (16).
«Confirmada de este modo la dimensión personal del traba­
jo humano --observa Juan Pablo
II-se debe luego llegar al
segundo
ámbito de valores, que está necesariamente unido a él.
El trabajo
es el fundamento sobre el que se forma la vida fami­
liar, la cual es un derecho natural y una vocación del hombre.
Estos dos ámbitos de valores -uno relacionado con el trabajo y
otro consecuente con el carácter familiar de la vida humana­
deben unirse entre sí correctamente y correctamente compene­
trarse. El trabajo es, en un cierto sentido, una condición para ha­
cer posible la fundación de una familia, ya que ésta exige los
medios de subsistencia que
el hombre adquiere normalmente
mediante el trabajo. Trabajo
y laboriosidad condicionan a su vez
todo
el proceso de educación dentro de la familia, precisamente
por
la razón de que cada uno 'se hace hombre', entre otras co­
sas, mediante el trabajo, y ese hacerse hombre e,opresa precisa'
triente
el fin principal de todo el proceso educativo. Evidente­
mente aquí entran en juego, en un cierto- sentido, dos significa.:.
dos del. trabajo: el que consiente la vida y manutención de la fa­
milia, y aquel por el cual se realizan los fines de la familia mis­
ma, especialmente la educación. No obstante, estos dos signifi­
cados del trabajo están unidos entre sí y
se complementan en va­
rios puntos».
«En conjunto se debe recordar y afirmar que la familia cons­
tituye uno de los puntos de referencia más importantes, segón
los cuales debe formarse el orden socio-ético
del trabajo humano.
La doctrina de la Iglesia
ha dedicado siempre una atención es­
pecial a este problema» ( ... ). «En efecto, la familia es, al mis­
mo tiempo, una comunidad hecha posible gracias al iraba¡o y la
primera
escuela interior de traba;o para todo hombre».
«El tercer ámbito de valores que emerge en la (
... ) perspec­
tiva
del sujeto del trabajo ( ... ) se refiere a esa gran sociedad a
la que pertenece el hombre en base a particulares vínculos cu!-
(16) Ibid.
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<,il.OVANNI ·CANTONI
turales e históricos. Dicha sociedad ~aun cuando no ha asumido
todavía la forma madura de una nación
es no sólo la gran 'edu­
cadora' de cada hombre, aunque indirecta (porque cada hombre
asume en
la familia los contenidos y valores que componen, en
su conjunto, la cultura de una determinada nación), sino tam·
bién una gran encarnación histórica y social del trabajo de to­
das
fas generaciones. Todo esto hace que el hombre concilie su
más. profunda identidad humana con la pertenencia a la nación
y entienda también su trabajo como incremento del bien común
elaborado juntamente con sus compatriotas, dándose así cuenta
de· que por este camino el trabajo sirve para multiplicar el pa·
trimonio de toda la familia humana, de todos los hombres que
viven en el mundo»· ( 17).
De
la descripción· de. los caracteres del trabajo del hombre
aparece con
la máxima claridad que eso ( ... ) «no mira únicamen­
te a
la economía, sino que implica además, y sobre todo, los
valores personales»; por eso, «el mismo sistema económico
y
el proceso de producción redundan en provecho propio cuando
estos valores petsonales son plenamente respetados. Según el
pensamiento de Santo Tomás de Aquino es primordialmente esta
razón la que atestigua en favor de la propiedad privada de los
mismos medios de producción» (18).
5, La comunidad política.
Después de las comunicaciones familiares y profesionales está
la política: «El sentido esencial del Estado como comunidad
J>O'
lítica -leemos en la encíclica Redemptor hominis~ consiste en
el hecho de que la sociedad y quien la compone, el pueblo, es
soberano de la propia suerte. Este sentid no llega a realizarse
cuando, en vez del
ejercicio del poder mediante la participación
mora:! de la sociedad o del pueblo, asistimos a la imposición del
poder por parte de un determinado
grupo o todos los demás
(17) Ibiá., núm. 10, págs. 20-21.
(18) Ibiá., nwn; 15, pág. 35.
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LA CONTRARREVOLUCION Y LAS -LIBERTA.DES
miembros de esta sociedad. Estas cosas son esenciales en nues­
tra
época, en que ha crecido enormemente la conciencia social de
los hombres y con ella la necesidad de una correcta participaci6n
de los ciudadanos en la vida política de la comunidad, teniendo
en cuenta las condiciones
de cada pueblo y el vigor necesario de
la autoridad pública. Estos son, pues, problemas de primordial
importancia desde el punto de vista del progreso del hombre
mismo
y del desarrollo global de su humanidad».
«La Iglesia ha enseñado siempre
el deber de actuar por el
bien común y, al hacer esto, ha educado también buenos ciuda­
danos para cada Estado. Ella,
adem~s, ha ensefiado siempre que
el deber fundamental. del poder es la solicitud por el bien común
de la sociedad; de
aquí derivan sus derechos fundamentales. Pre­
cisamente en nombre de estas premisas concernientes al orden
ético objetivo, los derechos
del poder no pueden ser entendidos
de otro modo más que en base al respeto de los derechos obje,­
tivos e inviolables del hombre. El bien común al que la autori­
dad sirve en el
Estado se realiza plenamente sólo cuando todos
los ciudadanos están seguros de sus derechos. Sin esto
se llega
a la destrucción de
la sociedad, a la oposición de i!os ciudadanos
a
la autoridad, o también a una situación de opresión, de inti­
midación, de violencias,
de terrorismo, de los que nos han dado
bastantes ejemplos los totalitarismos de nuestro siglo.
Es así
cónio el principio de los derechos del hombre toca profunda­
mente el sector de la justicia social
y se convierte en medida
para su verificación fundamental en
la vida de los organismos
políticos» (19).
6. Orden social justo y orden social injusto.
Ensanchando el texto tomado como punto de partida -y al
cual C'Olltinuaré refiriéndome-he descrito, aunque sea en es-
(19) lnEM, Encíclica Redemptor hominis, del 4 de marro de 1979, nú·
mero 17;
trad. española, Ediciones Paulinas, 2.• ed., Madrid, 1979, pági­
nas 52-53.
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GIOV.ANNI CANTONJ
booo, pero con colores vivos y con pinceladas magistrales, es
decir, magisteriales, el hábitat del hombre, de todo hombre,
por tanto, precisamente, «una sociedad a
la medida del hom­
bre y según el plan de Dios»
(20), una realidad que acompa­
ña al hombre no como cualquier Estado asistencial «del naci­
miento hasta la
muerte», «de la cuna a la tumba», sino «des­
de la concepci6n hasta la vida eterna», de la
familia a la Iglesia,
pasando a través de
la vida social en todas sus articulaciones. Y
de la descripci6n han surgido los términos que permiten valorar
todo ordenamiento social
y de calificarlo como justo o bien como
injusto, teniendo bien
presente que «un orden social justo ofre­
ce al hombre una ayuda insustituible para la realizaci6n de su
libre personalidad»
y que, «por el contrario, un orden social in­
justo
es una amenaza y un obstáculo, que pueden comprometer
su destino»
(21), y, por consiguiente, que la regla de este jui­
cio se alcanza transformando
la afirmación en definición, por lo
que «un orden social es justo cuando ofrece al hombre una ayu­
da insustituible de su libre personalidad» y, al contrario, «un
orden social es injusto cuando
es una amenaza y un obstáculo
que pueden comprometer su destino».
7. El drama de la historia entre el mysterium iniquitatis y el
mysterium pietatis.
Sin embargo, los términos que han surgido hasta ahora son
aún, en cierto sentido, abstractos, tablas de la ley sin confesio­
nario, y necesitan buscar las categorías para comprender el fluc-
(20) lnEM, Discurso a los participantes en él Congreso promovido por
la Conferencia Episcopal Italiana sobre el tema: «De la Rerum n01Jarum
a hoy: la presencia de los cristianos a la luz de la enseñanza social de la
Iglesia», del 31 de octubre de 1981, en Insegnamenti di Giovanni,Pulo II,
vol. IV, 2, pág. ·523.
(21) Congregaci6n para la Doctrina de la Fe, Instrucci6n ... ,. núme­
ro 32, pág. 16.
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LA CONTRARREVOLUCION Y LAS ·,LIBERTADES
tuar histórico --afortunadamente _no rítmico y no necesario en
sus diversas manifestaciones- de los hombres, de las familias,
de las sociedades y de los Estados entre
cl extremo del pecado
y
el del amor.
Como el punto de
partkla del primer desarrollo ha sido Dios,
ahora se debe tener presente el pecado y aquella particular y
extraordinaria
eioposición de la Divina Providencia que es la
Redención. Para acercarnos al misterio del pecado seguiremos
guiándonos por el Magisterio
de Juan Pablo II, el cual dice que
«si leemos la
página bíblica de la ciudad y de la torte de Ba­
bel a la nueva luz del Evangelio, y la comparamos con aquella
otra
página sobre la caída de nuestros primeros padres, podemos
sacar valiosos elementos para una toma de conciencia del
· miste­
rio del pecado. Esta exptesión, en la que resuena el eco de lo
que escribe San Pablo sobre el misterio de la iniquidad, se orien­
ta a hacernos percibir lo que de oscuro e inaprensible se oculta
en el pecado. Este es, sin duda, obra
de la libertad del hombre;
mas dentro de su mismo peso hum.ano obran factores por razón
de los cuales el pecado
se sitúa más allá de lo humano, en aquella
zona-límite donde la conciencia, la voluntad y la sensibilidad
del
hombre están en contacto con las oscuras fuerzas que,· segón
San Pablo, obran en el mundo hasta enseñorearse de él».
«De la narración bíblica referente a la construcción de la
torre de Babel emerge un primer elemento que nos ayuda
· a
comprender el pecado: los hombres han pretendido edificar una
ciudad, reunirse en un conjunto social, ser fuertes y poderosos
sin Dios} o incluso contra Dios. En este sentido, la narración
del primer pecado en el Edén y la narración de Babel, a pesar
de las notables diferencias de contenido y de forma entre ellas,
tienen un punto de convergencia: en ambas nos encontramos
ante una exclusi6n de Dios, por la oposición frontal a un man­
damiento suyo, por un gesto de rivalidad hacia El, por la 4'11·
gañosa pretensión de ser 'como El'. En la narración de Babel
la excl11si6n de Dios no aparece en clave de contraste con· El,
sino como olvido e indiferencia ante
-El; como si Dios no me­
reciese ningún interés en el ámbito del proyecto operativo y
463
Fundaci\363n Speiro

GIOVANNI CANTON1
asociativo del hombre. Pero en ambos casos la relación con Dios
es rota
con violencia. En el caso del Edén aparece en toda su
gravedad y dramaticidad, lo que constituye la esencia más ínti­
ma y
más oscura del pecado: la desobediencia a Dios, a su Ley;
a la norma moral que El dio al hombre, escribiéndola en el co­
raz6n y confirmándola y perfeccionándola con la Revelaci6n».
«Exclusión de Dios, ruptura con Dios, desobediencia a Dios;
a lo largo de toda.-la historia humana esto ha sido y es, bajo for­
mas diversas, el pecado, que puede llegar hasta la
negación de
Dios y de su existencia; es el fen6meno llamado ateísmo. Deso­
bediencia del hombre que no reconoce, mediante un acto de su
libertad, el dominio de Dios sobre la vida, al lll"'10S en aquel
determinado momento que viola su ley» (22).
Cuanto he citado
podría ser considerado como una especie
de «prologo en los cielos»; sin embargo, sus consecuencias se
advierten inmediatamente:
en realidad, «en las narraciones bí­
blicas antes recordadas, la ruptura con Dios desemboca dramáti­
camente en la divisi6n entre los ,hermanos».
«En la descripci6n
del'primer pecado', la rupturá con Yavé
rompe al mismo tiempo
el hilo de la amistad que unía a la fa.
milia humana, de tal manera, que las páginas del Génesis nos
muestran
al hombre y a la mujer como si apuntaran su dedo
acusando el uno hacia el otro; y
más adelante el hermano que,
hostil a su hermano, termina quitándole la vida».
«Según la narraci6n de los hechos de Babel,
la consecuencia
del pecado
es la desunión de la. familia humana, ya iniciada con
el primer pecado, y que llega ahora al extremo en su forma so­
cial» (23).
Después de haber examinado
los hechos de la escritura, el
Papa pasa a exponer la doctrina relativa a las principales relacio­
nes
.del hombre --con Dios, consigo mismo, con los otros hom-
(22) JuAN PABLO II, Exhortaci6n Apostólica post,oinodal Reconci­
liato et Paenitentia, de 2 de diciembre de 1984, núm. 14; trad. española,
L'OsServatore Rt;mano, edición semanal en lengua española, año XVI, nú­
mero 51, de 16 de diciembre de 1984, págs. 8-9.
(23) Ibid., núm. 15, pág. 9.
464
Fundaci\363n Speiro

LA CONTRARREVOLUCION Y LAS· LIBERTADES
bres y con lo creado-y su trágica ruptuxa: «Quien desee in­
dagar el misterio del pecado no podrá dejar de considerar esta
concatenación de causa
y efecto. En cuanto ruptura con Dios,
el
pecado es el acto de desobediencia de una creatura que, al
menos implícitamente, rechaza a Aquel de quien salió y que la
mantiene en
vida; es, por consiguiente, un acto suicida. Puesto
· que con el pecado el hombre se niega a someterse a Dios, tam­
biéu su equilibrio interior se rompe
y se desatan dentro de sí
contradicciones y conflictos. Desgarrado de esta forma, el hom­
bre provoca casi inevitablemente una ruptura en sus relaciones
con los otros hombres y con el mundo creado. Es una ley y un
hecho objetivo que pueden comprobarse en tantos momentos de
la sicología humana
y de la vida espiritual, así como en la rea­
lidad de
la vida social, en la que fácilmente pueden observarse
repercusiones
y señales del desorden interior».
«El misterio del
pecado se compone de esta doble herida,
que el pecador abre en su propio costado y en relación con el
prójimo. Por consiguiente,
se puede hablar de pecado personal
y social. Todo pecado es personal bajo un aspecto; bajo otro
aspecto, todo
pecado es social, en cuanto y debido a que tiene
tambiéu consecuencias sociales»
(24 ). De hecho, si «el pecado,
en sentido verdadero y propio,
es siempre un acto de la persona,
porque es un acto
libre de la persona individual, y no precisa­
mente de
un grupo o una comunidad», y en cuanto «acción de la
persona, tiene sus primeras y más importantes consecuencias en
el pecador mismo, o sea, en la relación de éste con Dios --que
es el fundamento mismo de la vida humana-y en su espíritu,
debilitando su voluntad
y oscureciendo su inteligencia» {25).
¿Cuál es, entonces, el siguificado del pecado social? «Hablar
de
pecado soda/ quiere decir, ante todo, reconooer que, en vir­
tud de una solidaridad humana tan misteriosa e imperceptible
como real y concreta,
el pecado de cada uno repercute en cierta
manera en los demás. Es esta la otra cara de aquella solidaridad
(24) Ibid.
(25) lbiá., núm. 16, pág. 9.
,46:;
Fundaci\363n Speiro

GIOVANNI CANTóNI
que, a nivel religioso, se desátrolla en el misterio profundo y
magnífico de la
Comunión de los Santos, merced a la coal se ha
podido decir
que 'toda alma qué se eleva, eleva el mundo'. A
esta
ley de la elevaci6'n cottesportde, por desgracia, la ley del
descenso,
de suerte que se puede hablar de una comuni6n del pe­
cado, por el que un alma que se abaja por el pecado abaja con­
sigo a la Iglesia y, en cierto modo, al mundo entero. En otras
palabras, no existe pecado alguno, aun
el más íntimo y secreto,
el más estrictamente individual, que afecte exclusivamente a
aquel que lo comete. Todo
pecado repercote, con mayor o menor
intensidad, con mayor o menor daño, eh todo el conjunto ecle­
cial y en toda la familia humána. Segúrt esta primera acepción,
se puede atribuir indiscotiblemente a cada pecado el carácter de
pecado
social».
«Algunos pecados, sin embargo, constituyen, por su mismo
objeto, una agresión directa contra el prójimo y -más exacta­
mente
segúrt el lenguaje evangélico-contra el hermano. Son
una ofensa a Dios, porque ofenden al prójimo. A estos pecados
se suele dar el nombre de sociáles, y esta es la segunda acepción
de
la palabra» (26).
«La tercera acepción de: pecado social se refiere a las rela­
ciones entre las distintas comunidades humanas. Estas relacio­
nes no están siempre en sintonía coil el designio de Dios, que
quiere en
el mundo justicia, libertad y paz entre los individuos,
los grupos y los pueblos.
Así, la lucha de clases, cualquiera que
sea su responsa-ble y, a veces, quien la erige en· sistema, es un
mal social» (27).
El Magisterio afirma, pues, la existencia de una solidaridad
ya anÍl/!,ogica, ya catagogica, de una contribución individual a la
elevaci6n o bien a la degradación colectiva: se trata de una solida­
ridad que
define una comunión de los santos y una comunión del
pecado, y
c¡Ue obra según una ley del ascenso a la que corres­
ponde, en negativo, una
Íey del descenso, respectivamente, acti-
(26) !bid.
(27) !bid.
466
Fundaci\363n Speiro

LA CONTRARREVOLUCION Y LAS LIBERT ADBS
vada por el mysteri!1m o sacramentum pietatis y por el mysterium
iniquitatis.
Y, con toda evidencia, el mysterium pietatis y el mys­
terium iniquitatis construyen, respectivamente, a través de las
repercusiones eclesiales y generalmente sociales de los actos de
las personas,
el orden social justo y el orden social injusto. De
hecho, «el { ... ) misterio de la piedad { ... ) en la historia del hom­
bre
se opone al pecado, es decir, al misterio de la impiedad. Por
un lado, como
se expresa San Agustín, existe el 'amor de uno
mismo hasta
el desprecio de Dios'; por el otto, existe el 'amor
de Dios hasta el desprecio de uno mismo'» (28); y «la madurez
del hombre en esta vida está impedida por los condicionamien­
tos
y las presiones que ejercen sobre él las estructuras y fos me­
canismos dominantes en los diversos sectores de la sociedad. Se
puede decir que en mudhos casos los factores sociales, en vez de
favorecer
el desarrollo y la expansión del espíritu humano, ter­
minan por arrancarlo de la verdad genuina de su
ser y de su
vida
-sobre la que vela el Espíritu Santo-, para someterlo
así
al 'príncipe de este mundo'» (29).
8. La Contrarrevolución como colaboración del hombre con
el mysterium pietatis.
A través de las indicaciones del Magisterio he descrito la ne­
cesidad de un orden social que respete y favorezca el desattollo
de la vida social
y he definido los caracteres fundamentales de
esta necesidad. Pero la descripción del orden social natural
--es
decir, del orden querido por Dios--y su localización en el inte­
rior del drama de la historia, determina las necesidades materia­
les
y espirituales del hombre y, entre ellas, las condiciones de
su libre satisfacción,
es decir, precisamente aquellas libertades
concretas que
se manifiestan y se realizan «( ... ) en los actos,
(28) IDEM, Endclica Dominum et vivificantem, de 18 de mayo de
1986, núm. 48; trad. espafiola, Ediciones Paulinas, 2.• ed., Madrid, 1986,
págs. 70-71.
(29) Ibid., núm. 60, págs. 92-93.
467
Fundaci\363n Speiro

GIOVANNI CANTONI
en las estructuras y en las instituciones» (30), respetuosa de ta­
les necesidades y continuamente asechada por un estímulo a:! de­
sorden y al desarreglo, de modo que la Ciudad de los hombres
vive en estado de constante seducción por parte
de la Ciudad
del demonio
y de no menor constante atracción de la Ciudad de
Dios.
Después de haber expuesto
los hechos y enunciado las cate­
gorías, me parece que ha llegado el momento de tratar de las
actividades prácticas, operativas
y, por consiguiente, de refe­
rirse a la moral y a su fundamento teológico, es decir, de la mo­
ral como doctrina a la moral como práctica. y al ejercicio de
ésta, o sea, a la penitencia. Ligada a la metanoia «( ... ) peniten-
cia significa el cambio profundo de coraz6n» pero «( ... ) quiere
también decir
cambiar la vida en coherencia con el cambio de
corazón, y en este sentido el hacer penitencia se completa con el
de dar frutos dignos de penitencia; toda la existencia se hace
penitencia orientándose a un continuo caminar hacia lo mejor.
Sin embargo, hacer penitencia es algo auténtico y eficaz s6lo si se
traduce en actos y gestos de penitencia. En este sentido, peniten­
cia significa, en el vocabulario cristiano teológico y espiritual, la
ascesis, es decir, el esfuerzo concreto y cotidiano del hombre, sos'.
tenido por la gracia de Dios», «( ... ) para superar en sí mismo lo
que es
carnal, a fin de que prevalezca lo que es espiritual» ( ... ).
La penitenci~ es, por tanto, la conversión que pasa del coraz6n a
las obras y, consiguientemente, a la vida mtera del cristiano» (31).
Y fruto de la penitencia es fa reconciliación, la «( ... ) cuádruple
reconciliación ( ... )
con Dios, consigo mismo, con los hermanos,
con todo lo creado» (32).
Sí, en
fin, es verdad que la reconciliación procede de Dios
y que la Iglesia es el gran sacramento de reconciliación, es igual-
(30) Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucci6n ... , -míta(}2,
pág. 16.
(31) JuAN PABLO II, Exhortación Reconciliatio et paenítentia, núme­
ro 4, ed. cit., pág. 6.
(32) Ibid., núm. 8, pág. 7.
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LA CONTRARREVOLUCION Y LAS LIBERTADES
mente cierto que el mysterium iniquitatis «( ... ) contrasta como
antagonista con otro principio operante», el ya recordado mys­
terium pietatis: «El pecado del hombre resultaría vencedor y, al
final, destructor; el designio salvífico de Dios permaneoería in­
completo o, incluso, derrotado, si este mysterium pietatis no se
hubiera inserido en la dinámica de la historia para vencer el pe­
cado del hombre» (33 ). «Por lo tanto, el misterio o sacramento
de la piedad
es el mismo misterio de Cristo. Es, en una síntesis
completa: el misterio
de la Encarnación y de la Redención, de la
Pascua plena de Jesús, Hijo de Dios e Hijo de
María; misterio
de su pasión y muerte,
de su resurrección y glorificación. Lo que
San Pablo ( ... ) ha querido recalcar es que este misterio es el prin­
cipio secreto vital
que hace de la Iglesia la casa de Dios, la co­
lumna y el fundamento de la verdad. Siguiendo la enseñanza
paulina, podemos afirmar que este mismo
misterio de la inifinita
piedad de Dios
hacia nosotros es capáZ de penetrar hasta · las
raíces más escondidas de nuestra iniquidad, para suscitar en el
alma un movimiento de conversión, redimirla e impulsarla
ha­
cia la reconciliación» (34).
«Pero existe en el
mysterium pietatis otro aspecto; a la ¡,ie­
dad de Dios hacia el cristiano debe corresponder la piedad del
cristiano
hacia Dios. En esta segunda acepción, la piedad ( eusé­
beia) significa precisamente el comportamiento del cristiano, que
a la piedad
paternal de Dios responde con su piedad filial» (35),
causa del esfuerzo por
parte del cristiano para que « ... ) no
aumente
en el mundo aquel pecado llamado por el evangelio
blasfemia contra el Espíritu Santo; ( ... ) antes bien, que retro­
ceda en las almas de los hombres y también en los mismos am­
bientes y en las distintas formas de la sociedad» (36), y «( ... )
para que
1a historia de las conciencias y la historia de las socie­
dades en la· gran familia humana no se aba¡en al polo del peca­
do con el rechazo de los mandamientos de Dios "hasta el des-
(33) Ibid., núm. 19, pág. 11.
(34)
Ibid., núm. 20, pág. 11.
(35) Ibid., núm. 21 pág. 12.
(36) lnBM, Dominum et vivificantem, núm. 47, ed. cit., pág. 70.
469
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GIOVANNI CANTONI
pr~o de Diosn, sino que, por el contrario, se eleven hacia el
amor, en el que se manifiesta el Espíritu que da la vida» (37).
Por tanto,
«( .... ) siendo el pecado el principio activo de la
división ---división entre
el hombre y el Creador, división en el
corazón y en el ser del hombre, división entre los hombres y los
grupos humanos, división entre el hombre y la naturaleza crea­
da por Dios-sólo la conversión ante el pecado es capaz de
obrar una reconciliación profunda y duradera, dondequiera que
haya penetrado
la división» (38); y «( .•• )-la conversi6n que pasa
del coraz6n a las obras y, por consiguiente, a la vida entera del
cristiano» (39), coincide con la Contrarrevolución, que tiene
como fin
la restauración, esto es, la reconciliación del orden
social con la naturaleza, con
fas leyes queridas por Dios respec­
to a ella. Se trata de una práctica soci01>0lítica, cuya regla está
constituida por
la docrtina social natural y cristiana, es decir,
por la doctrina
social de la Iglesia, «( ... ) un amplio y sólido
cuerpo de doctrina sobre las múltiples exigencias inherentes a
la
vida de la comunidad humana, a las relaciones entre individuos,
familias,
grupos en sus diferentes ámbitos, y a la misma cons­
titución de una sociedad que quiera ser coherente con la ley
moral, fundamento de la .civilización».
«En la base de esta enseñanza social de la Iglesia se encuen­
tra, obviamente,
la visión que Ella saca de la palabra de Dios
sobre los derechos y los
deberes de los individuos, de la fami­
lia y de la comunidad; sobre el valor de la libertad y las dimen­
siones de la justicia; sobre la primacía de la caridad; sobre la
dignidad de la persona humana y las exigencias del bien común,
al que deben mirar la politica y la misma economía. Sobre
es­
tos priocipios fundamentales del Magisterio social, que confir­
man y proponen de nuevo los dictámenes universales de
la ra­
zón y de la conciencia de fos pueblos, se apoya en gran parte la
esperanza de una solución pacífica de tantos conflictos sociales
470 (37)
[bid., núm. 48, págs. 70-71.
(38) lnEM, Reconciliatio et
paenitentia, núm. 23, ed. cit., pág. 12.
(39) !bid., núm. 4, pág. 6.
j
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LA C0NTRAR~V0~UCION Y ~S-LIBl;JRTADES
y, endefinitiva, de la reconciliación universal» ( 40 ). En la pers­
pectiva
de esta restauración universal, la Contrarrevolución no
sólo elige originariamente orientar la Ciudad de los hombres
ha­
cia la Ciudad de Dios en oposición a la Ciudad del demonio,
sino que aspira también a
!a realización concreta de las condi­
ciones que hacen posible una vida social justa.
E¡i realidad, todo
lo humano, toda realización propiamente
humana es realización
de libertad, y
«( ... ) la libertad se manfiesta y se realiza en accio­
nes, estructuras e instituciones, gracias a las. cualces los honwres
se comunican entre. sí y organizan su vida en CX>mÚ!l» ( 4J ).
Por esto, la realización de las libertades co¡icretas constituye
la primera
finalidad de la acción social, cultural y cívica, del con­
trarrevolucionario que, puesto que ama los fines
orie1'Uld_os al
fin último, a Dios, ama de forma realista los medios para cpnse­
guirlo y, entre ellos, incluye la posibilidad, las condi\iOJ;l~ y la
libertad para su consecución.
Y de la defensa de estas condiciones cuando sobreviv!'n, y
de su conquista y creación, el contrarrevolucionario hace el cen·
tro para la restauración, es decir, para la reconciliación de la sO:
ciedad con su naturaleza querida por Dios. Esto es cuanto se
puede leer
en un texto con razón clásico, desde el momento en
que en él,
el Papa San Pío X expone, en filigrana, la esencia de
la Contrarrevolución, aunque no emplee el nombre: «( ... ) no se
edificará
la ciudad de un modo distinto a como Dios la ha edi­
ficado; no se levantará la sociedad si la Iglesia no pone los ci­
mientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por in­
ventar, ni la ciudad nueva por construir en las nubes. Ha exis­
tido, existe; es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No
se trata más que de instaurarla y restaurarla sin cesar sobre sus
fundamentos naturales y divinos contra los ataques siempre nue­
vos de la
utopía m,;lsana, de la revolución y de la impiedad:
omnia instaurare in Christo» ( 42 ).
(40) Ibid., núm. 26, pág. 14.
( 41) Congregación para la Doctrina de la Fe, J nstrucción ... , núm. 32,
ed. cit., pág. 16.
(42) SAN Pío X, Carta Apostólica Notre charge apostolique> de 25
471
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GiiJVANNI CA.NTONI·
Merece, pues, la pena ser recordada, entre las libertades con­
cretas, la de ser contrarrevolucionario
y hacer la Contrarrevolu­
ción, es decir, entre otras, la libertad
de luchar por las libertades.
9. Conclusión.
Terminado el bosquejo, lo miro con alegría, pero ~ decir
verdad-esta satisfacción no proviene de mi aportación al tema
-una contribución insignificante cuantitativamente y cua!litativa­
mente risible-- sino por el hecho de haber podido exponer te­
sis de particular importancia dentro del pensamiento católico con­
trarrevolucionario, con materiales sacados del
Jnás recienté Ma­
gisterio de la Iglesia, con la única dificultad consistente en la
necesidad de elegir en el interior de un depósito extraordinaria­
mente rico. ¿Qué satisfacción más grande puede
experimentar
un fiel que sentir a Pedro de algún modo confirmar, si.tío cuanto
ha elaborado trabajosamente, al menos lo que ha recibido e' in­
tentar transmitir? Y, si esta alegría
es siempre grande, pienso
que puede considerarse enorme, extraordinaria, en este fin de
siglo, que es también el fin de un milenio. En realidad, que se
sepa, en estos años, ningún contrarrevolucionario ha escrito a la
autoridad eclesiástica una carta equivalente a la dirigida en 1852
por Juan Donoso Cortés
· al cardenal Rafael Fomari, entonces
Prefecto de la Sagrada Cngregacióu de Estudios, en relación con
la publicación del
Syllabus por el Papa Pío IX ( 4 3 ), y a pesar
de ello
-y no obstante--parece que algo similar se ha alcan­
zado.
de agosto de 1910, en Doctrina Pontificia. II. Documentos Políticos, BAC,
Madrid, 1958, pág. 408.
( 43) ar. }DAN DONOSO CORTÉS, marqués de V aldegamas, «Carra al
cardenal Fornari», en sus Obras Completas, edición, inttoducci6n y notas
de Carlos Valverde, S. J., vol. II, BAC, Madrid, 1970, págs. 744-762;
sobre el tema, dr. CARLOS VALVERDE, S. J., «Intrcxlucción general», vol. I,
págs. 73~74; también el Syllabus, de Pio IX, en Doctrina Pontificia ... ,
ed. cit., págs. 19-38.
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LA CONTRARREVOLUCION Y LAS LIBERTADES
Todavía, a propósito de mi bosquejo, lo contemplo de nu.,,;o
e imagino que mi alegría podría estar agriada por cierto amar­
gor.
De hecho, en los textos magisteriales que he citado no fal­
tan elementos que, en su expresión verbal, son ciertamente ra­
ros en la cultura de la escuela católica contrarrevolucionaria:
baste como recuerdo los «derechos del hombre», a los cuales
se
refiere tanto la encíclica Redemptor hominis como la Instrucción
sobre libertad cristiana y liberación Libertatis conscientia, aunque
sea, claramente, con la intención de
«( ... ) purificar esta expresión
de las excrecencias iluministas y
de darle una dimensión que nin­
gún racionalismo laicista es capaz de alcanzar» ( 44 ). Para elimi­
nar de ra/z este amargor sería forzosamente necesario tener una
visión completa de una obra
espiritual escrita por un jesuita
entre el siglo
XVII y el XVIII, Jean Pierte de Caussade, y titula­
da en el manuscrito original,
Traité ou l'on decouvre la vraie
science de
la perfection de salut, pero publicada por primera vez
en 1861 por
el padre Hfnri Ramiere, S. J., director del Aposto­
lado de fa Oración y fundador del Messager du S. Coeur, con el
título «L' Abandon
a la Providence divine envisagé comme le mo­
yen le plus facile de sanctification». Desde el momento en que,
en esta
ocasión, nos es evidentemente imposible su lectura ín­
tegra, me limito a proponer de nuevo una tesis en él fundamen­
tal: «De este modo, todo lo que se opone al orden de Dios no
sirve más que para rendirlo
más adorable. Todos los enemigos
de la equidad son servidores de la justicia, y la acción divina
construye la Jerusalén celestial con los instrumentos de Babilonia
que no se compone más que de sus fragmentos destruidos y dis­
persados» ( 45). Que
la Virgen de Fátima nos ayude a ser, tam­
bién en esta tarea, adiutores Dei, «cooperadores de Dios» ( 46 ).
(44) J. BMs. VALLBT DE GoYTISOLOJ «El hombre, sujeto de U:bers­
ci6n (Referencia a los denominados 'derechos humanos')», en Verbo, se­
rie XXVI, núm. 253-254, marzo.abril de 1987, pág. 343.
(45) JEAN-PIERRE DE CAussADE, S. J., L'abbandono a/la divina Provvi­
denza,
texto critico original restablecido y ,preseotado por Michel Olphe­
Galliard,
S. J., trad. italiana, Ediciones Paoline, Roma, 1979, pág. 177.
(46)
I Cor. 3, 9.
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