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1989

589-1789

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La Revolución Francesa, fuente directa de los anticatolicismos y los seudocatolicismos de hoy

LA REVOLUCION FRANCESA,
FUENTE DIRECTA
DE LOS ANTICATOLICISMOS
Y
LOS SEUDOCATOLICISMOS DE HOY
POR
JBAN DuMONT
«Tenemos todos presente en el espíritu el
dramático concepto de mi predecesor Pablo VI
cuando escribía en su memorable exhortación
apostólica
Evangelii nuntiandi que los peligros
más insidiosos y los ataques más µJ.Ottíferos para
la Iglesia no son los que vienen desde fuera
~tos sólo pueden afianzarla en su misi6n y
y en su labor-sino los que vienen de dentro»-.
}OHANNES PAULUS PP II
Carta Queridos hermanos en el Episcopado
( de Nicaragua).
Vaticano,
28 de junio de 1982.
No hace más de cinco años, antes de que apareciese nues·
tra primera obra de análisis de
la Revolución francesa, no era
en absoluto evidente para el
gran público cultivado que la Re­
volución hubiera sido ante todo y esencialmente anticatolicismo.
Ante todo
y esencialmente «fe imperturbable en los prodigios
del sacrilegio» como
lo había comprobado, sin embargo, un tes­
tigo particularmente informado e independiente,
el diputado in­
glés y protestante Edmundo Burke, en 1790.
No hace
más de cinco años, las Reflexiones sobre la Revolu­
ción de
Francia, publicadas en 1790 por Burke, eran inencontra­
bles:
la última reedición en francés había sido hecha en 1912 y
ningún historiador de la Revolución las citaba sustancialmente.
Hoy, tras de haberlas sacado a
la luz en nuestra Revolución fran-
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JEAN DUMONT
cesa o los prodigios del sacrilegio (1984), sus reediciones se han
multiplicado en Francia, en Suiza, y los historiadores o
los ar­
tífices de la opinión las han redescubierto ( 1 ).
Así, la interpretación de la Revolución en la prensa destina­
da
al gran público ha girado en 180". Cuando nuestra Revolud6n
francesa apareció en 1,984, se escribía que hacer de la Revolución
«una empresa de destrucción
del catolicismo» era «excesivo»
(V alares actuales, enero de 1985). Hoy, el mismo semanario es­
cribe: «De los tres estamentos que constituían el país en 1789,
los miembros del clero fueron quienes pagaron
el mayor precio
a la Revolución»
(Valores actuales, julio de 1989).
Nuevos documentos.
En los medios católicos, la convicción del esencial antica­
tolicismo de la Revolución
ha desbordado ampliamente el mar­
co del tradicionalismo. El sacerdote René Laurentin, historiador
de la Iglesia bastante «avanzado», clasifica nuestra «Revolución»
en el
Figaro Magazine entre ros libros «que no pueden faltar».
Y la comunidad carismática «L'Emmanuel» nos ha pedido un
artículo para su revista
Il est vivant (2). Así nos ha sido posi­
ble dar a conocer en
d verano de 1989 los nuevos documentos
que hemos recientemente descubierto. Y que confirman, sobre
todo otro, hasta qué punto fue
la Revolución el modelo de los
anticatolicismos.
De todos los anticatolicismos: del de la burla y del de la de­
nuncia libertaria. Del de la amenaza por llamamiento al pueblo
y el del interés.
El del odio bimilenatío y el de la apostasía exi­
gida bajo pena de muerte.
Nuestro primer documento nuevo
es el texto de una im­
portante comunicación A los Estados generales, del más célebre
de los «filósofos» vivos, todavía en
el alba de la Revolución:
(1) YVES DAOUDAL, «La. Révolution sacrileg(:». La Pensée catholique,
núm. 241, París, julio-~gosto de 1989, pág. 42.
(2) Cahiers du Renouveau, núm. 71, París, junio-julio de 1989, ¡mgi­
nas 7 a 10.
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LA REVOLUCION FRANCESA, FUENTE DE LOS ANTICATOLICISMOS
Rayna\. Una comunicación fechada en los primeros meses de
1789 y publicada en Marsella donde Raynal
acababa de ser .ele­
gido diputado, pero hasta entonces prácticamente desconocido,
y donde. tuvimos la suerte de encontrar la edición original.
Se
lee en ella: «El mundo está ya demasiado iluminado como para
seguir alimentándose
de incomprensibilidades que repugnan a la
razón o para

dar en los embustes maravillosos que, comunes a
todas las religiones, no son probados
por ninguna». Es el anti­
catolicismo de la burla. Después se lee: ¿dónde está la impiedad
sino en la inhumanidad
de esas instituciones sombrías y feroces
que desnaturalizan al hombre para divinizarlo, que lo hacen
es­
túpido, imbécil y mudo como los animales para que se haga
semejante a los ángeles? (
... ). La opinión hizo a los monjes, la
opinión los destruirá». Es ahora el anticatolicismo de la denun­
cia libertaria. Y de la amenaza por recurso
al pueblo. En fin, se
lee: «Entre las clases ociosas de la sociedad . la más perjudica!
es (
el clero) que ( ... ) oonsume en el altar la obra de las abejas
y el salario de los obreros, que enciende durante el día las lu­
ces de la noche y hace perder en los templos el tiempo que el
hombre debe a los cuidados
de su casa». Es ahora el anticatolis­
mo del interés. Y
se advertirá que para este influyente inspira­
dor del espíritu de la época
la clase más nociva no es la aristo­
cracia de corte,
ni la familia real, sino precisamente el clero.
Ello
se confirma una vez más en todos los panfletos básica
y violentamente anticatólicos. que pululaban en 1788 y princi­
pios de 1789 de los que hemos tenido la oportunidad de
en­
contrar sus textos, también prácticamente desconocidos hasta hoy.
El anticristianismo del odio himilenario.
En cuanto al segundo y tercer documento que hemos rela­
cionado en
Il est vivant, aportan el testimonio muy concreto e
indiscutible de los tipos
de anticatolicismo directamente sangrien­
tos que
sumilµstró la Revolución.
El segundo texto es la condena a muerte por el tribunal
re­
volucionario de Dax, en las Landas, del santo sacedote Jean
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.JEAN .JJUM.ONT
Lannelongue. Los considerandos de esta sentencia -nos reviven
las denuncias anticatólicas de Raynal, su odio básico por Cristo
y sus discípulos: «Considerando que el dicho Lannelongue, hasta
aquí
cura del concejo de Gaube, es uno de esos seres que han
contribuido en todos los tiempos a
la desdicha del género hu­
mano
... ». Uno de estos seres: miembros del clero católico; en
todos los tiempos: no sólo bajo el Antiguo Régimen, que no
es
el único rechazado como la propaganda prorrevolucionaria tra­
ta hoy de hacernos creer, sino en todos los tiempos cristianos
desde Pentecostés. Aquí nos encontramos en el articristianismo
del odio bimilenario, odio que en todos los tiempos cristianos
produjo
mártires.
"La apostasía o l~ muerte".
El tercer documento publicado en JI est vivant es el tex­
to de la condena a muerte, por el mismo tribunal revolucionario
de Dax, de otros dos sacerdotes. Pero no
ya fieles al papa y a
su obispo auténtico, venerado, Monsefiot
de Laneuíville, como
lo fue el cura
«no juramentado» Jean Lannelongue, sino adhe­
ridos a
la Revolución como clérigos «constitucionales» y, como
tales, gravemente infieles al
papa y a su obispo. La Revolución
debería haberlos protegido como militantes a su servicio si ella
(la Revolución) hubiera sido sólo política
y no anticatólica. Sin
embargo,
la Revolución (su Revolución) los condena a muerte
en considerandos inspirados directamente en Raynal, que
exi­
gían un renegar absoluto de la fe cristiana. «Considerando que
el dicho Castellan, hasta aquí cura de Pommares, está convicto
de haber predicado sin cesar
el fanatismo ( el cristianismo) a los
habitantes de dicho concejo y de haberlos incitado a seguir
con­
siderándolo cura ( ... ), de haber dicho que no se había secula­
rizado más que por escapar a la guillotina ... ». La Revolución,
a lo largo de la descristianización total desencadenada en el oto­
fio de 1793, había, en efecto, exigido de todos los clérigos cons­
titucionales, como «predicadores del fanatismo», es
decir, del
cristianismo, que renuÍiciaran a sus funciones, que cesaran en
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LA REVOLUCION FRANCESA, FUENTE DE LOS ANTICA-TOLJCISMOS
todo ejercicio de culto y predicación, en fin, que se «descleriza­
ran» remitiendo sus «licencias de sacerdocio» a las autoridades.
Pero
-resulta aquí patente-, la Revolución no ha exigido la
renuncia, la abdicación, la
secularización, solamente en los he­
chos. Las ha exigido en las almas. La secularización del Reve­
rendo Castellan, obtenida por miedo a la guillotina, no tenía
valor ante
sus ojos. Quería el reniego voluntario del cristianis­
mo, comprometiendo total
y definitivamente al sacerdote; Bajo
pena de muerte. Era «la apostasía o la muerte», verdadera
di­
visa de la Revolución.
Modelo así de los
más sangrientos e implacables anticatoli­
cismos recientes, de la persecución bolchevique a la de
los cris­
teros mejicanos, de la España roja de ayer a la de la A1hania
de hoy o de la China de Mao y sucesores. Por no hablar
de la Unión Soviética y de Cuba. Pero
la Revolución no es sólo
el modelo detallado de los anticatoli­
cismos de hoy, sino también de los seudocatolicismos actuales.
En sus dos grandes corrientes: el seudocatolicismo de aquellos
demócratas-cristianos que
se declaran más demócratas que cris­
tianos, y el seudocatolicismo
de los compañeros de viaje de los
marxistas.
Acercamientos blasfematorios.
Porque, ante todo, se encuentran seducidos por el modelo
de seudocatolicismo de la Revolución esos jóvenes católicos de­
mócrta-cristianos de la Sorbona
y del Sacré-Coeur de Montmar­
tre que, en su revista Resurrection (¿de la Revolución?), alaban
a los que «son incapaces de separar, en la herencia francesa, el
mensaje cristiano de 1789» ( 3
). Situando así, en el mismo pla­
no, a Cristo
y a la Revolución, rehúsan con una obstinación tan
sorprendente como significativa
dar a coUQCer los documentos
sacados a luz recientemente por el historiador. Reynald Secher.
Documentos que muestran el carácter sistemático del genocidio
(3). Núm. 20, Par!s, febrero-marzo de.1898, pág. 101.
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JU)/· DUMONT
en el que Revolución exterminó al pueblo católico de la V en­
dée. Hermoso ejemplo de la no rara desinformación y del fre.
mente oscurantismo demócrata-cristiano. Estos desdichados jó­
venes, por lo demás admirables en su vigor apostólico, se pre­
paran, y nos
preparan, de nuevo, las mismas desilusiones que
conocieron los
cléricos constitucionales. ¿Cómo no ven que caen
exactamente en la condenación lanzada contra sus semejantes el
25 de agosto de 1910 por el santo pontífice
Pío X: «Por ser
su ideal análogo al de la Revolución, no vacilan en hacer entre
el Evangelio y la Revolución acercamientos blasfematorios (
... ).
El soplo de la Revolución ha pasado por ellos y podemos con­
cluir que ( ... ) (su) espíritu es peligroso y (su) educación fu­
nesta»?
. Condenación que cae más precisamente todavía sobre un
apparatchik de las . oficinas de la Iglesia progtesista, el sacerdo­
te (en corbata)
Max Cloupet, secretario general de la enseñanza
católica francesa. Ha tenido la impudicia de reunir, en coloquio­
lavado de
· cerebro, a los profesores católicos para hacerles «dis­
cernir las herencias de la Revolución que fundamentan, según él,
nuestra identidad» ( 4
).
HQue la cuchilla sea bien pesada".
Pero hay más todavía: estos Scouts de Francia que, en su
revista, eligen como temas de veladas nocturnas, dentro de la
«herencia» de la Revolución, precisamente la guillotina, en «una
ejecución en ilusión óptica». Prodigando para los
niños consig­
nas prácticas como éstas: «El verougo lanza la cabeza del conde­
nado en un capazo para dominarlas»; «conviene que la cuchilla
sea muy pesada para que caiga deprisa, etc.». ¡Esa cuchilla que
ha decapitado a
tantos·sacedotes y fieles! Scouts de Francia muy
reveladores, dado que este mismo año 1989 uno de sus grupos
ha sido enviado, según las Vernieres nouvelles d' Alsacie, a la
Nicaragua comunista para
· «descubrir la realidad de Nicaragua
(4) Le Fígaro Magazine, París, 18 de marzo de 1989, pág. 80.
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a través de las comunidades eclesiales de base, manipuladas de
hecho
por los comunistas.
Por lo demás, nada asombroso en todo esto dado que esta
Iglesia
en la que la tradición marxistizante no deja de extender
su poder, los dos más importantes grupos de prensa católica
francesa, el de
La Croix y el de La Vie, hacen constante cam­
paña en el mismo sentido. No cesan de abrazar en el mismo
amor la Revolución
de 1789 y las revoluciones marxistas de
hoy. Así,
La Vie, encolerizando a gran número de sus lectores,
ha publicado el 20 de abril de 1989 una vibrante apología de
la
Revalución de 1789 bajo la firma del historiador católico
muy orientado Pierre Pierrard. Una apología que resaltaba la
acción de los clérigos constitucionales
adheridos a los jacobinos
como fuente de los mayores beneficios para la Iglesia.
Porque
su, acción habría sido un notable cuerpo , de «instituciones que
anticipan las del Vaticano
II», según lo que ya escribía Pierrard
en 1978 en su contribución a una
Historia de la Iglesia por ella
misma.
Pero, veamos: ¿qué decían, qué hacían, esos curas constitu­
cionales que se presentan como modelo de los seudocatolicismos
de hoy?
La religión de la República.
Decían ante todo lo que repiten los buenos demócrata-cr:is­
ti~nos
de Résurrection: «En nombre de la Religión y de la Re­
volución» (Lefessier, obispo constitucional
de Caen) (5), «tene­
mos, al menos, una religión que nos es común, la de la Repú­
blica» (Grégoire, obispo constitucional
de Blois) (6). O todavía
mas sencillo: «quien no ame a la República es un mal ciuda­
dano y, por lo tanto, un mal cristiano» (Grég<>ire) (7).
(5) · BERNARD PLONGERON, Conscience religieuse en Révolution, París,
1%9, pág. 162.
(6) }EAN T1LD, L'abbé Grégoire, París, 1946, pág. 137.
(7) BERNARD PLONGBRON, Théologie et Politique, -Ginebra, 1974, pá­
gina 154; TILD, op. cit., pág. 166.
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JEAN. -DUMONT
Aún más, los constitucionales aprobaban la prohibición del
mismo Cristo, en
sus crucifijos y vía-crucis erigidos por la pie­
dad popular sobre toda
la tierra de Francia. Así declaran que
el Estado «puede válidamente prohibir fuera de los hogares las
reuniones de los diversos cultos
(sic), todos los signos exterio­
res (Grégoire) (7). Y ofrecían
sus servicios al KGB de la épo­
ca comprometiéndose a denunciar a los cristianos no adheridos
al régimen
si tenían la audacia de asistir a los oficios .divinos:
«Si aristócratas (es decir, antirrevolucionarios) o malintenciona­
dos (
... ) se insinúan en estas asambleas ( ... ), ellos se apresu­
rarán a denunciarlos a la autoridad civil» (Grégoire) (7 bis). Hay
quienes
no han comprendido que el cardenal Lustiger haya po­
dido rehusar, en el verano de 1989, asociarse al traslado de los
restos de Grégoire al panteón; organi?ado ( de manera inquie­
tante) por el poder socialista. Tales recuerdos históricos
podrían
abrirles los ojos.
"T_ened por cierto ... ".
Y al · igual que los buenos detnócrata-cristianos de Résurrr,c­
tion se niegan hoy a ver el genocidio que exterminó a los cató­
licos de la Vendée, los constitucionales rehusaron ver el antica­
tolicismo constantemente en práctica por
la Revolución. «Tened
por cierto
-escribían sus Anales de la religi6n en 1797-que
la autoridad supretna ( del Estado) no pretenderá jamás invadir
el dominio de las conciencias ni tomar determinaciones que ha­
gan ilusoria la libertad de cultos» (8). Mientras que la perse­
coción religiosa no dejará de ser
feroz bajo el Directorio de
1797 a 1799. Mediante la deportación de sacerdotes o su
ejecu­
ción como clandestinos, por la prohibición de respetar y celebrar
el domingo (suprimido), por
la condena de fieles por simple po­
sesión de «signos particulares de un coito» (9).
Por lo demás, lo mismo que nuestros
detnócrata-cristiauos
(8) l'LONGHRON, .op. cit., pág. 165.
(9) Nantes, a>ndamnation du vendémiaire en VII, 29 de septiembre,
179--(?).
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de Résurrection explican (y minimizan) el genocidio vendeano
por
la culpa (excusable) de «tropas incontroladas», los obispos
constitucionales juzgaban que
el divorcio instituido por la Re­
volución no es grave. «El divorcio decretado por la Asamblea
parece desconcertaros, escribía Pontard, obispo constitucional de
Périgueux, a sus sacerdotes y feligreses. No seáis más sabios
que
el Concilio de Trento. Consta que los Padres, en lugar de
declarar que el divorcio era contra la
fe, dispusieron el canon
de manera que no condenase
la doctrina de los griegos que lo
admiten»
(1 O).
Así se manifiesta lo que afirma Michel Vovelle, especialista
de
la descristianización revolucionaria: «la permeabilidad real
( ... ) de los curas constitucionales al sistema de valores que ani­
ma a los descrisrianizadores» (11). Permeabilidad que ha condu­
cido masivamente a
los clérigos constitucionales a la abdicación,
incluso a la apostasía, cuando los revolucionarios juzgaron que la
comedia demócrata-cristiana había durado bastante. Que era ya
momento de «desderizar» y de prohibir todo culto. jEn la dió­
cesis de Grégoire, «papa» de la iglesia constitucional, en 1793-
1794, no fueron menos de 268 curas sobre 300 los que abdica­
ron o apostataron!
Términos abominables.
A menudo lo hacen en términos abominables que han deja­
do una herida incurable
en el alma y el corazón de los fieles
como puede verse en
el mapa actual de la práctica religiosa en
Francia. Práctica que la catástrofe constitucional ha arruinado,
hasta hoy, en numerosas regiones.
El cura constitucional de
Mennecy, cerca de Cordeil, lanza: «Conciudadanos, mis deseos
se ven satisfrechos, mi esperanza
cumplida, el fanatismo ( es de­
cir, el cristianismo) muere, la raza sacerdotal se extingue». Y el
(10) Lettne a l'Eglise du départament de la Dordogne, T-oulouse, 1973,
pág. 2.
(11) Religion et Révolution, París, 1976, pág. 106.
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cura Guillard, de Montagny, en el Loira: «Ciudadanos, os he
engañado largo tiempo anunciándoos aquello que ni yo mismo
creía ( ...
). Abjuro, pido perdón a la Tierra, rasgo mi sotana y
caigo de rodillas ante
el pueblo».
Los obispos constitucionales, por su parte, se muestran na­
tura! y ostensiblemente más revolucionarios que católicos, al
modo como nuestros demócrata-cristianos son, de toda evidencia,
más demócratas que cristianos, y nuestros progresistas más mar­
xistas que católicos. «La ley política hace curvarse ante ella a
la ley religiosa», enuncia Tomé, obispo constitucional de Bour­
ges, mientras casaba a
sus sacerdotes y a sus religiosas. Y Lau­
rent, obispo de Moulins, abdica en estos términos que
lo dicen
todo de
sus verdaderas prioridades: «Republicano, yo acepto. el
obispado del departamento del Allier por tanto tiempo como
pudiera servir en este puesto
la causa de la libertad. Hoy juzgo
mis funciones inútiles e incluso perjudiciales para la consolida­
ción de la República, y abdico» ( 12).
La Revolución, hoy, en este umbral del año 2000 se llama
Liberación. Pero el modelo revolucionario de hace dos siglos
permanece exactamente válido. Grégoire
se reencarna en Gu­
tiérrez.
Un colmo: apóstol y perseguidor.
Grégoire, saoerdote y obispo constitucional fue enviado por
la Revolución a las líneas del frente revolucionario más recientes
y delicadas. Fue así representante en misión de la Convención (es
decir, dictador ambulante) en los Alpes, recientemente conquis­
tados, en Sabaya a principios de 1793, cuando
los curas consti­
tucion¡tles se aplicaban a «desfanatizar», es decir, descristianizar
las zonas rurales. Tuvo entonces, bajo su autoridad
directa de
jefe revolucionario injertado en obispo, «confusión entre
el pa­
pel de perseguidor y de apóstol» (lo que es, ciertamente, el col­
mo), como .nota Michel Vovelle (12).
(12) Op. cit,, .. 1'ágs. 98 y. 263 ..
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LA REVOLUCION FRANCESA, FUENTE DE LOS ANTICATOLICISMOS
Gutiérrez, sacerdote de vanguardia de los teólogos de la Li­
beración, es un análogo comisionado en subversión anticatólica.
Esta vez en las líneas de frente marxistas más recientes y delica­
das. Así, en 1979, como cita el testigo Humberto Belli, antiguo
marxista nicaragüense convertido en editorialista del diario
ca­
tólico La Prensa: «Desde los primeros meses de la Revolución
comenzaron a llegar a Nicaragua una pléyade de teólogos
que se
afirmaban (de la teología de la Liberación). Beneficiándose de
una importante financiación internacional
y de la ayuda total de
las autoridades (marxistas), ( ... ) proclamaban que el debet cris­
tiano por excelencia era identificarse con la Revolución» (
13 ). Al
igual que, como hemos visto, lo proclamaba Grégoire, con el
pleno apoyo de los poderes revolucionarios, dos siglos antes.
En la primera línea de estos teólogos estaba Gutiérrez como
nota también Belli (13).
Poner un poco de salsa trascendente.
Pero, nos dirá la «nueva enciclopedia católica» Theo, de igual
orientación que
La Vie et La Croix, no hay que confundirse:
«se ha reprochado a la teología de
la Liberación su parti-pris
político. Gutiérrez se defiende de ello» ( 14 ). Theo juega así con
la falta de información de
sus lectores, que La Croix como La
Vie,
al igual que Résurrection para la Vendée, se guardaban muy
bien de esclarecer. Porque
ya, otro años antes de 1979, en Chi­
le,
cuando el marxismo tomó el poder con Allende, apareció en
la línea de frente el comisionado en subversión Gutiérrez. En
abril de 1971, en Santiago, este clérigo convocó así a
la «parti­
cipación de
los cristianos en la construcción del socialismo · en
Chile», en un gran mitin del que fue uno de
los principales
oradores. Y
lo hizo en esos términos innobles en los que, conio
(13) HuMBERTo BELLI, Una Iglesia en peligro, obra publicada· por la
Confederaci6n de seguares por la fe (CONFE); 'Bogotá, 1983, páginas
1l y 21.
(14) Thfo, Parí<, 1989, .pág; .630, .primera columna.
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JEAN DUMDNT
los obispos jacobinos Grégoire, Laurent o Portar años antes, descubría toda
la verdad de su prevaricación: «Ha­
brá que justificar
a posteriori una actitud revolucionaria y mar­
xista ( ... ). Como se es .cristiano, se tratará entonces de colorear
un
poco el compromiso marxista, de ponerle un poco de salsa
trascendente para que no parezca tan chocante. Y, como hay
me­
dio de encontrar concordancias, ello será factible» (15).
En suma, bastará ha=se capaz, como fue Grégoire, de esta
forma de arte que se llama
el trompe-l'oeil. Todo es semejante,
en fin, en
el seudocatolicismo constitucional de la Revolución y
en el seudocatolicismo marxista de la Liberación. Es
ello tan
cierto que, desde los años 1960, los panegiristas de los constitu­
cionales no
podían por menos de evocar para su tema a los imi­
tadores de hoy, especialmente
al cura guerrillero Camilo Torres.
A propósito de las abdicaciones constitucionales, el
clérigo Plon­
geron recordaba en 1969
el artículo que ese guerrillero había
escrito
el 26 de junio de 1965 en un gtan diario parisino. Ca­
milo Torres decía en él: «Estimo que la lucha revolucionaria es
una lucha cristiana y sa=dotal. Solamente por ella podemos
realizar, en las circunstancias concretas de nuestra patria,
el
amor que los hombres deben sentir por su prójimo» (16). Lo
que es, de nuevo, puro Grégoire ...
Impopulares "iglesias ·,populares".
Si se pasa de las palabras a lo concreto de los seudocatoli'
cismos, se encuentran allí, a doscientos años de distancia~ las
mismas realidades. Después de los primeros años de bluff, la
Iglesia constitucional de la Revolución no es
más que un gru­
púsculo. Desde el verano de 1791, Dumouriez en misión en
V endée señala que hay
apenas treinta hombres en la misa cons­
titucional del gtan barrio de La Motbe-Achard. Dufort de Che-
(15) Cristianos latinoamericanos y Socialismo, Cedial; Bogotá, 1972,
pág. 21.
(16) Conscience religieuse en Rltir:ilutión, pág'. 153;
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LA REVOLUCION FRANCESA, FUENTE DE LOS ANTICATOLICISMOS
verny registra el mismo hecho en el Blésois. El historiador Ste­
yert nota que en Lyon el pueblo acudía a los verdaderos sa­
cerdotes católicos y que los constitucionales no reunían sino
funcionarios y burgueses revolucionarios.
Lo mismo sucede en la «iglesia popular» de Nicaragua. Esra
Iglesia es, de hecho, muy
poco popular. «Sus cuadros, se nota
de visu, son teólogos, en su mayoría extranjeros y pertenecien­
tes socialmente a
la élite. Sus simpatizantes son diversos y ge­
neralmente afiliados a las organizaciones marxistas llamadas de
masa.
En contraste, la Iglesia catófu:a. jerárquica es el pueblo
sencillo,
el pueblo humilde. Es en tomo a Monseñor Obando
donde
se arremolinan inmensas multitudes de verdadero pueblo
en explosiones espontáneas de simpatía y devoción. Lejos de na­
cer del pueblo, la pretendida Iglesia popular naoe de un designio
internacional y de los despachos
de teólogos de profesión.
La iglesia de
la complicidad,
En cuanto a los «·sacerdotes de la Paz» y su afines, tan bien
considerados por
La Vie en países soviéticos o hispanoamerica­
nos marxistizados,
son ellos los que han tomado el relevo de las
denuncias de cristianos «rnalintencion.ados» que tienen la auda­
cia
de asistir a los oficios, denuncias que Grégoire había ofre­
cido tan generosamente .al KGB revolucionario. De modo tal que
una célebre víctima de
la represión anticatólica en Cuba ha po­
dido exclamar: «La Iglesia católica en Cuba no ha sido sola­
mente la Iglesia del silencio, sino de
la complicidad». Por los
servicios, especialmente, del clérigo francés René David conver­
tido en
el servidor del régimen castrista, hermano mayor del
marxismo nicaragüense, perseguidor asimismo de obispos, sacer­
dotes y cristianos fieles.
Todo nace del mismo nido,
y a él retoma. Cuando la re­
vista
·Concilium, la del progresismo postconciliar, quiere presen-
(17) Centroamérica en llámas, Nicaragua, Bogotá, 1982,. pág. 223. Una
impopular «Iglesia popular».
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JEA.N· lJUMONT
tar el conjunto de la teología de la Liberación, confía la presen­
tación de su número
especial sobre el tema a un progresista de
lengua francesa. Este, Claude Geffré, va más
lejos todavía que
los hispanoamericanos o
hispanoamericanizados Gutiérrez, Dus­
sel, Galilea, Bobb, Comblin, Segundo, presentes también en el
número. Así, escribe: «en tanto que la teología tradicional
adopta como punto de partida la Revelación
para detetminar el
valor de tal práctica cristiana,· la participación en la praxis histó­
rica de Liberación
. posee en ella misma su legitimidad y llega
con ello a constituir un
lugar teológioo que permite la reinter­
pretación del mensaje evangélico (
... ). Se trata de hacer de la
participación efectiva en el
proceso de Liberación el lugar de
comprobación del-discurso teológioo» (18). Dicho de otro modo,
la Revolución
se proclama juez de la Revelación.
Incluso las revistas
Communio, fundadas principalmente para
luchas contra
los excesos de Concilium, nos retornan, en vuelos
más prudentes, al mismo nido francés. La revista Communio es­
pañola, publicada en Sevilla, celebra en su número especial el
quinto centenario del nacimiento de Bartolomé de las Casas, el
polémico
protector de los indios, de quien Raynal y Grégoire
habían publicado
ya Ias primeras apologías. Pero esta revista es­
pañola confía la tarea de mostrar que los teólogos de la Libe­
ración pueden prevalerse del patrocinio del religioso español Las
Casas, -no a Un hispanoamericano o a un español, sino a un do­
minico lionés, el padre Fm=is Malley (19).
Proyección del progresismo clerical europeo.
Los teólogos de la Liberación no son así otra cosa que la
proyección del progresismo clerical europeo, de lengua francesa,
sobre la realidad de
la América española. Camilo Torres, el su­
puesto sacerdote colombiano fue, en realidad, formado en Lo­
vaina. Como Gutiétrez, el supuesto cura peruano, se Jormó tam-
(18) Concilium, núm. 96, Nimega, 1974, pág. 305.
(19) Sevilla, 1985, vol. XVIII, -fase. 1, págs. 83 a •109.
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LA REVOLUCJON FRANCESA, FUENTE DE LOS ANTICATOLICISMOS
bién en Lovaina y en Lyon. Como Dussel, la tercera figura ma­
yor de los te6logos de la Liberaci6n, presunto historiador ar­
gentino, fue
formado en Pontigny, después en el Instituto ca­
t6lico de París, y leyó su tesis en la Sorbona. Al igual que Com­
blin, redactor del manifiesto liberacionista de Medellín, es un
religioso belga. Como Boff, franciscano brasileño, sali6 de un
convento situado desde 1960 bajo
la influencia personal y di­
recta de nuestro dominico revolucionario Cardonnel, de Mont­
pellier. Todos estos iniciadores de
los te6logos de la Liberaci6n
son tan franceses, en el fondo, como Grégoire, cuyos discípulos
de hoy, progresistas de lengua francesa, les han formado. Este
Grégoire para quien
ya Bélgica y Francia, en la Gran Naci6n
Revolucionaria que ilumina al mundo,
eran espontáneamente una
unidad. ¿No exclam6 él, en su habitual
desbordamiento de re­
t6rica hip6crita, el 31 de agosto de .1794 en la Convención, para
saludar
la esperada llegada de los pillajes revolucionarios en Bél­
gica: «Van Dyck y Rubens están en camino hacia París, y la Es­
cuela Flamenca se levanta en masa para venir a· adornar nuestros
museos
... »?
Hoy, la simbiosis entre el dato revelado y la aportación de
los valores republicanos, ansiada con pasión por Grégoire ( 20
),
es cantada por el clérigo Plongeron, profesor progresista del
Instituto Católico de
París. Le responde como un eco esta «mís­
tica única» que proclama el padre Uriel Molina Ollú, francis­
cano, fundador del Movimiento revolucionario cristiano, que ha
jugado
y juega un importante papel en el Frente Sandinista (mar­
xista) de Liberaci6n Nacional, en Nicaragua. Para el padre Mo­
lina, «entre la fe y la praxis revolucionaria no hay contradic­
ci6n alguna. De hecho
vivimos una mística única, tan grande es
la proximidad entre la mística cristiana y la revolucionaria» (21 ).
i20) Conscience religieuse en Révolution, pág. 175.
(21) Declaración hecha en la emísión Dios es un fuego, difundida
por la segunda cadena de TV del Estado español el 23 de septiembre de
1988.
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Siempre una "contra-Revelación".
El director de orquesta del progresis1110 de lengua frantesa
es, desde hace medio
siglo, el muy deletéreo padte Ghenu, re­
cientemente condenado por el cardenal Ratzinger, después de
haberlo sido en los años 50 por Pío
XII. .A!Caba de replicar en
La Croix «soltando el queso» de su seudocatolicismo historicista
según
la deformación marxista. «La historia -lanza-es una
dimensión de toda realidad.
En esto los marxistas no se han
equivocado (
... ). La gran novedad es que el Concilio haya in°
traducido la historicidad en la noción misma de Iglesia ( ... ).
Hay, pues, que entrar en la historia» (22).
Esta historicidad, esta historia que, para los revolucionarios
de 1789
y para Grégoite eran ya una contra-Revelación, en las
«nuevas beatitudes», y un «mesianismo invertido» según las fór­
múlas del gran crítico y especialista de la Revolución Jacques
Vier (23
). Historicidad, historia neo-jacobina a las cuales Chenu
y los liberacionistas, valiéndose del Concilio como trampolin,
quieren hoy anexionar la Iglesia.
· Deseemos que puedan imitar a Grégoite y a los suyos hasta
el fin, es decir, hasta el fracaso. Este fracaso que, en 1800 y
en 1815, vio a la Iglesia triunfar,
al menos por ·un tiempo, de
los esfuerzos y persecuciones de la Revolución.
(22) La Croix, París, 19 de julio de 1989.
(23)
L'Homme nouveau, París, 19 de mayo de 1985, pág. 18.
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