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1991

Las Españas ultramarinas desde el V centenario del descubrimiento

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La España del descubrimiento

LA ESPA¡;,A DEL DESCUBRIMIENTO
POR
ANDRÉS GAMBRA (*)
España ante el Quinto Centenario: conside:raciQn crítica de
una efemérides manipulada.
Detrás de la conmemoración oficial del 92, q~e el gobierno
español
se ha comprometido a efectuar con fasto faraóni~o y cos'.
tes astronómicos, se presieote e1 despliegue de una formidable
maniobra de tergiversación de la realidad histórica, destinada a
maquillar la
fisonomía original de tal efemérides hasta depararle
otra, puramente voluntarista y fantasiosa,
acorde con la ideología
anticristiana y seudoindigenista vigente eotre
la inteligentzia do­
minante y homologable desde la dogmática elaborada por los or­
ganismos onusianos. Todo ello, naturalmente,
ad maiorem gloriam
del partido en el poder y para humillación de nuestro pasado ca­
tólico, evangelizador y militante, que es de lo qúe se tráta.
Tal perspectiva hace inteligible el dato reciente, de otro modo
aberrante, de que
la Comisión dél Quinto Centena¡fo haya negado
cualquier apoyo económico a un congreso sobre el Descubrimiento
que
la Real Academia de la Historia se, ha propuesto celebrar
en Sevilla, y ello con la justificación
explícita de que «nos inte­
resa el presente y el porvenir pero no el
pasado» y la oculta, aun­
que no por ello menos evidente, de castigar una denominación
discrepante del oficial slogan
«Encuentro entre dos mundos».
Disfrazar de «eocuentro» lo que fue el Descubrimiento y Con:
quista de América resultaría pretensión risible a la luz de su 'co­
tejo con los datos .históricos más palmarios; .de gravidez aplastante,
(*) Centro Europeo de .Estudios Superiores (Madrid).
Verba, núm. 319-320 (1993), 971-988 971
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ANDRES GAMBRA
si no fuera porque se trata de una de las piezas del programa de
manipulación ideológica antes citado, temible a la
vez por la fuer­
za de los medios que se han puesto a su servicio y por el estado
de delicuescencia moral de sus destinatarios, la ausencia de
sen­
tidd patriótico -conciencia nacional razonada y vivida, gestada
en el amor
y respeto al quehacer de sus mayores----en que se halla
sumida en elevado porcentaje
la sociedad española post-transicional.
El término
encuentro, aplicado al acontecimiento que fue de­
tonante de la expansión española en América y punto de arranque
de la Edad
Mdderna, implica de toda evidencia la afirmación de
una conmixtión sincretista de
· entidades culturales a las que se
atribuye una dignidad pareja -la sociedad hispánica, cristiana y
eru:opea, en plena vitalidad expansiva desde finales de la Edad
Media, y la Amerindia perdida en un devenir histórico opaco, de
ritm~ reiterativo y horizontal-: la idea en síntesis de un prota­
gonismo histórico
ccímpartidd. '. Antes de adentrarnos en la consideración de las circunstancias
de la
· España que hizo posible el Descubrimiento debe rechaza~se
de plano la citada noción de encuentro, por . un doble orden de
factores que nos limitamos a enunciar
porque su consideración
más pormenorizada nos obligaría a traspasar decididamente el lí­
!1lÍte cronológico que nos hemos propuesto,. el del· acto fundacio­
nal del proceso de expansión
hispánica en el Nuevo Mundo. Su
refutación se hace, no obstante, imprescindible puesto que de ella
se deriva, como corolario en el marco de la interpretación histó­
¡:ica que le subyace, una feroz minusvaloración de la dignidad
histórica de España en su hora prodigiosa
de 1492. Las razones
que aducimos son las siguientes:
·
1) No hubo encuentro sino descubrimiento porque las so­
ciedades .amerindias permanecían replegadas sobre sí, encerradas
en
el perímetro estanco de un mundo cultural de corte mesopo­
támico
y neolítico: sin puntos de referencia cosmográficos y, por
ende, incapaces de proyectarse hacia
el exterior, no pudieron sino
reaccionar con maravilla
y espanto ante los recién llegados. A lo
sumo intentaron encajar su repentina aparición en
el marco de
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LA ESPARA DEL DESCUBRIMIENTO
sus propios mitos con el resultado probable, desde la perspectiva
de
su supervivencia, de neutralizar su ya de por sí. restringida
capacidad de respuesta;
2) No hubo encuentro sino conquista puesto que la actitud
hispánica se situó en el extremo opuesto de la posición colonial
y explotadora, periférica y en cierto modo
turística, en cualquier
caso extraña a la voluntad de integración, propia de los restantes
imperios coloniales modernos o
contemporáneos. Espafia transvasó
a América todo su mundo
-religión, lengua, cultura, institucio­
nes y modos de organización social y económica, visión de
la
vida-porque sus hombres creían en lo propio y entendieron
sinceramente que el
trasplante que realizaban derivaba de un im0
perativo irrenunciable de caridad y justicia. La superior cultura
hispano-cristiana se impondrá porque
podía hacerlo y tenía que
hacerlo: lo contrario hubiera supuesto una dejación contra natu­
ra, una traición a la dimensión de
· totalidad y coherencia internas
caracrerística de las sociedades anteriores a
la edad de la delicues'
cencia relativista cuya emergencia, en los albores de la edad mo­
derna, era aún muy lejana.
España
en vísperas del Descubrimiento.
El Descubrimiento fue el resultado de una multiplicidad de
circunstancias concomitantes que, sobre hacer posible la gesta co­
lombina, permitieron su ulterior explotación. Queremos insistir
en que la apertura del Nuevo Mundo y el comienzo de la moder­
nidad que
se le asocia, no fueron el fruto de una peripecia indivi­
dual,
el resultado de una trayectoria de aciertos o azares afortuna­
dos vinculados a una biografía aislada, sino resultado de un devenir
complejísimo del que la empresa del genovés fue sólo
un hito,
culminante sí pero no inteligible al margen de una historia de
pe­
rímetro mucho más dilatado. Recordar, en síntesis, que la contri­
bución española fue decisiva, resultado de un proceso de madu­
ración nacional, capacidad expansiva y vocación marinera, sostenido
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ANDRBS GAMBRA
durante siglos y cuyo ritmo se había acelerado vertiginosamente
en vísperas del Descubrimiento.
Una aproximación a la coyuntura
hispánica del momento sólo
es posible desde una perspectiva múl­
tiple, imprescindible para entender la complejidad del proceso del
que iba derivarse.
la proyección transatlántica y .mundial de la
Espafia surgida del medievo. Entendemos que pueden destacarse
los aspectos siguientes de la cuestión:
1) En tomo a
1492 alcanzan su cenit la empresa reconquis­
tadora y el proyecto de restauración de la unidad nacional cuya
primera formulación coherente se rastrea en los modestos cronis­
tas que,
á finales del siglo vm, describieron los balbuceos inicia­
les de
la insurrección cántabro-pelayana. De hecho la trayectoria
rest•uradora, en virtut:! del surgimiento de una pluralidad de .nú­
cleos de resistencia frente al Islam, hubo de articularse en dos
vías diferencia de
Ja guerra y la reintegración en la unidad de la pluralidad dé
Estados
cristianos .mediante la negociación y el matrimonió. Pro­
cesos de distinta naturaleza pero r.itmo concatenado, tanto que su
culminación coincidirá en el tiempo. y se harán. posiófés. mutua:
mente. Fueron la condición indispensable y el trampolín de la
expansión americana, que
sólo desde la nueva base territorial y
política podía concebirse con
el alcance y medios requeridos, inima­
ginables en etapas precedentes.
·'El remate de la empre;il unitaria
liberó. impulsos que naturalmente habrían de orientarse hacia
el
exterior: genetó en síntesis una sociedad impulsiva hacia fuera .
.2) El.vigor religioso.de la sociedad española y de su trayec­
toria
histórica: nervio de la unidad nacional. -la reco¡:iquista fue
una empresá
«divinal» en expresión de Sánchez Albornoz-fo
será· también de la expansión en América. Si la. conciencia de la
«perdida
de España» tuvo una. entraña eminentemente religiosa,
según
lo reconoce el propio José Antonio Maravall, ese. mismo
impulso serla el que animó, en indisoluble asociación con cuantas
ilusiones y apetitos movilizaron
a. la vital Espafia de. las postri­
merías de medievo, la empresa Americana. Debiendo recordarse
en esta dirección que
él slogan acufiado por Americo. Castro de la
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LA ESPARA. DEL DESCUBRIMIENTO
«simbiosis entre tres culturas» como definitoria de la espirituali­
dad y cultura hispano-medievales es
tan ajeno a la realidad como
lo es al descubrimiento y conquista del nuevo mundo la idea del
«encuentro entre dos
mundos».
3) El impulso atlántico de Castilla en un momento decisivo
en. la historia del eje mediterráneo que se quiebra. Un impulso
que tiene
_sus ralees -en la experiencia temprana de los catalanes,
en
la proyección marinera de los puertos cantábricos, en la voca­
ción exportadora de la lana castellana, en -las necesidades militares
_derivadas de la g\lerra del Estrecho y reconquista del valle_ del
Guadalquivir. Y también en la apertUl'a de España hacia los pro­
blemas extrapeninsulares, sólo posible cuando la, empresa de .!11
reconquista estuvo encauzada, que se -operó de la mano de la _v,o­
luntad comercial e imperial de la Corona Aragdnesa y_ de la incor­
poración de Castilla, con
.los avatares de la Guerra de los Cien
Aiios, a los circuitos de la diplomacia de la Cristiandad occidental.
4) La cápacidad de integración y armonía desplegada por ¡,;_
Reyes Católicos, sin la cual no hubiera sidd posible la concentta­
ción y canalización, dennx,
y fuera de la Península, de los im¡,ul;
sos vi.tales que _ pugnaban pÓr abrirse paso en -amhas Coronas,
heredadas
por los reyes en situaciqn de_ plena bancarrota, domina­
dos por la disarmonfa resultante del imperio de los particularismos
centrífugos que
la_ crisis bajomedieval había alentado. Una reorde­
nación interna y un rearmé de les sectores vitales del.reino que
requirieron, hasta
garantizar la superación de úna crisis interna
formidable, de la aplicación
de_ complicados y costosos procesos
de reforma
y corrección interlores sin los cuales no hubieran po­
dido despegar los impulsos creativos llamados a abrirse paso ~
las_ etapas siguientes.
La proyección atlántica de Castilla.
Chaunu observa. que ninguna de las civilizaciones existentes
a finales de
la Edad Media conocía más de un tercio del planeta:
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ANDRES GA.MBRA.
los cristianos occidentllles un 30 % y un 5. % de los mares, El
universo
cliino o el islámico eran más angostos y las civilizaciones
mesoamericanas apenas

. entreveían
el 1 % de la superficie terres­
tre y nada de los mares. La concepción del mundo vigente a la
sazón en el Occidente Europeo se fundaba en la noción de un
orbis terrarum cerrado procedente de la Antigüedad clásica, una
cárcel terrestre de la que constituía la Península Ibérica el finis
terrae occidental, el extremo de un universo confinado por un
cosmos
indeterminado y amenazador, Una totalidad que no era,
sin embargo, homogénea, dividida en tres porciones de desigual
extensión
y diferente orden jerárquico. Nada se conocía fuera de
esa imagen trinitaria
-observa M. H. Sánchez Barba ( 1 )--pues­
to que, al iniciarse la expansión atlántica no se hizo uso de la
mención por San Isidoro, inspirada asimismo en la tradición clá­
sica, de una gran tierra situada en el hemisferio sur, introductoria
a la noción de «una cuarta parte del mundo».
En todo caso, y antes de que fuese avistado el Nuevo mundo,
se había disuelto la idea de que los
márgenes de la superficie te­
rrestre eran inaccesibles -la doctrina de las zonas inhabitables-­
y el Océano inviolable, y se abría paso una idea dinámica del
mundo
cómo proceso de conocimiento, ocupación y dominio: «el
mundo del hombre histórico, introducido por el cristianismo en
el ámbito de la cultura grecorromana: el hombre responsable de
su vida y su destino» señala autor citado. Una noción que no pudo
adentrarse en el pensamiento medieval y quedó reservado «como
una especie de germen hasta el advenimiento de la ciencia y la
técnica del mundo moderno, hasta el'triunfo del humanismo».
La orientación atlántica se inauguró en las postrimerías del
siglo
XIII. La navegación de altura necesitaba de un bagaje técnico
en trance de formación: la brújula se difunde entre los siglos XII
y xrrr; el astrolabio conocido desde el XII sólo fue utilizado por
los marinos a finales del
XIV. La ciencia y la técnica de la navega-
(1) Citamos repetidamente a MARIO HERNÁNDEZ SÁNCHEZ-BARBA, La
Corona y el Descubrimiento de· América, Madrid, 1989, págs. 30 y sigs., 40,
56, 173-174.
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LA ESPANA DEL DESCUBRIMIENTO
ci6n astronómica tatdaron dos siglos en madurat y lo hicieron en
el espacio océanico.
El acicate principal de la vocación atlántica, catalizadora de
cuantas experiencias, presagios y vocaciones se acumulaban al
declinar la plenitud medieval, radic6 en el colapso del mundo me­
dit=áneo derivado de la expansión turca. Al avance de los oto·
manos
sobre los Balcanes se unió la piratería sobre el Mediterrá·
neo.
Sus acciones agresivas culminaron cuando Mehmet II invadió
Italia y
se apoderó de Orranto pata fundat allí un importante
mercado de esclavos cristianos. Cada
vez más Europa se convertía
en una fortaleza sitiada a
la par que el interés de mercaderes y
navegantes hispánicos e italianos, guiados por
la intuición de sus
misteriosas
posibilidades, basculaba paulatinamente hacia el At'
lántico.
La proyección océanica de Castilla contó con la experiencia
pesquerra y guerrera de la flota cantábrica,
en auge desde la. reC
población de los puertos y villas cantábricos, desde Fuenterrabía
a San Vicente de la Barquera, que emprendiera Alfonso
VIII:
Una expansión marinera que contó entre otros motores con el de
la exportación de la lana castellaoa. La potencia naval de Portugal
se pone de manifiesto asimismo en el siglo xm: fruto primero de
necesidades inmediatas, tales como el abastecimiento de trigo,
pesca
y sal, fue luego promovida por la casa de A vis tras las em'
presas tesoneras de don Enrique el Navegante. Entre mediados
del
siglo XIV y principios del siglo siguiente se descubren los ar'
chipiélagos atlánticos de Canarias, Madera, Azores, y se inicia su
colonización.
Los portugueses actuaron desde el Algarve; los cas­
tellanos lo hicieron desde la costa andaluza, que fue absorbiendo
la sustancia de
la España norte en un proceso sostenido hasta el
siglo XVI. Acuden los italianos, genoveses sobre todo, a la vez que
convergen hacia aquella zona privilegiada las riovedades técnicas
que iban a permitir la apertura de nuevas rutas. Poco a poco se
fue forjando un
&ente de hombres informados, con una notable
prepatación astrológica y
cosmográfica y una avidez insaciable por
las cosas de
la mat, que haría posible que, llegado el momerito,
Colón enconrratá valedores
y los expertos necesarios para prepá-
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ANDRES GAMBRA
rar y llevar a cabo la empresa del Descubrimiento: la que se ha
denominado «la generaci6n española del descubrimiento» ( el
con­
tador mayor Alonso de Quintanilla, el cardenal Pedro González
de Mendoza, fray Hemando de Talavera,
... ). «Todo ello hizo
que apareciera una navegación más resueltamente de altura que,
duraote doscientos años previos al viaje ofrecido por Col6n y
aceptado por la Corona, produjo la
apertura de la gran ruta tras­
atlántica que supuso el

comienzo del descubrimiento de tierras
occidentales».
Debe destacarse, en la epopeya marinera y colonizadora previa
al Descubrimiento,
el proceso de reconocimiento y ocupaci6n de
las islas, llamadas a ser escalas indispensables de proyecci6n hacia
el Atlántico. Las Canarias sobre todo, que fueron primero la
base imprescindible del tráfico en direcci6n a Africa, circunstancia
que explica la prolongada rivalidad por su control que sostuvieron
castellanos y portugueses.
Las islas Aforrunadas fueron pronto el
primer enclave colonizador en el océano antes de convertirse en
la
escala de la travesía trasatlántica. Algunas de las expediciones ex­
ploratorias destinadas a las Canarias fueron ruteladas por la Co­
rona de Castilla: la de Roberto de Braquemont, fue la principal
en tiempos de Enrique
III, de quien pasará al normando Jean de
Bethencourt, asociado a Gadifer de la Salle ( 1402); Más adelante
se convirtieron las islas en un dominio señorial de las familias
Las Casas y Herrero,Peraza, siempre bajo una siruaci6n de de­
pendencia vasallática respecto de la Corona de Castilla.
La lucha por las Canarias
se prolong6 largo tiempo, paralela
a
la que sostenían los ibéricos por el comercio guineano. A lo
largo del siglo xv la balanza se inclin6 en favor de los portugue­
ses, especialmente durante la etapa de inhibici6n de Juan
II y
Enrique IV. La incorporaci6n del archipiélago a Castilla en 1477
fue el resultado de un gesto
de autoridad y visi6n de fururo de
Isabel que busc6, en medio de una pugna confusa y de porvenir
incierto, un enclave indiscutible en
el Atlántico. El convenio sus­
crito con el matrimonio Herrero-Peraza fue el resultado de una
meditada investigaci6n y consisti6 en la cesión a la Corona
del
derecho de ocupación de las islas mayores a cambio de una cuan-
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LA ESPANA DEL DESCUBRIMIENTO
tiosa indemnización. Desde ese momento la reina no perdió de
vista el asunto que ocupó un lugar preferente en
el tratado de
Alca~ovas ( 147~). donde la monarquía lusa reconoció los derechos
de Castilla sobre las Canarias a cambio
de la cesión en el ámbito
atlántico de otros espacios controvertidos donde la presencia y
derechos castellanos eran menos seguros. Un tratádo que incluía
un verdadero reparto del Océano: los portugueses
se quedaban
con la exclusiva del camino de Guinea y los castellanos podían
acceder a Canarias «intuyendo que resultaban una base mucho
más completa que cualquier puerto en la costa atlántica» (2). Al
final volveremos sobre la importancia del archipiélago en la his­
toria que nos ocupa.
La importancia de la proyección atlántica castellana en
el des­
cubrimiento
del Nuevo Mundo se ha visto robustecida por las
exhaustivas investigaciones de Juan Manzano y Manzano
(3 ). La
doctrina tradicional partía de la idea de que
Colón había adquirido
el convencimiento, movido por un impulso original, de que la
distancia entre la costa Europea y el extremo opuesto del orbe
emergido, su
límite oriental, era accesible. Para llegar a tal con­
clusión había corregido a la baja las estimaciones de Ptolomeo y
los cálculos del humanista Toscanelli, de por sí muy inferiores a
la distancia real que media entre los bordes occidental y oriental
de
la,masa eurasiática. El proyecto colombino se concibió, sin em­
bargo, con una seguridad y una firmeza inauditas que Manzano
demuestra contaban con una fuente de garantía distinta de la
de­
rivada de meras especulaciones empíricas. Colón tenía la absoluta
certeza de que, aproximadamente a 750 leguas de las islas Cana­
rias o las de Cabo Verde, existían muchas islas, entre ellas una
de gran tamaño y abundante en oro que él identificó con el
Ci­
pango descrito por Marco Polo. El conducto de esta certeza fue
el «gtan secreto de Colón», cuyas fuentes ha analizado meticulo­
samente Manzano hasta concluir
la existencia de un «piloto anóni-
(2) TARsrcro DE AzcoNA, Isabel la Cat6lica. Estudio crítico de su vida
y reinado, Madrid, 1964, págs. 633 y sigs.
(3)
JuAN MANZANO y MANzANO, Culón y su secreto, Msdrid, 1976.
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mo», «predescubridor» o «protonauta» que, tál vez cuando se
hallaba en el lecho de muerte, habría proporcionado al suegro de
Colón
informes de primera mano que éste le transmitió sobre la
existencia de tierras allende el mar Océano, probablemente las
islas de Guadalupe y Dominica -las más próximas a las Cana­
rias-, el paraje que Colón llamaría en su día «la entrada de las
Indias» (

4
).
Capacidad organizativa de la nueva monarquía.
Pero la consideración del terna marinero y de los inicios de
la proyección atlántica de Castilla no agota la cuestión de la
ca­
pacitación de España para afrontar el reto del Descubrimiento y
su eficaz e inmediato aprovechamiento.
J. H. Elliott ha observado
en un libro reciente c¡ue «estudiando la historia de la España de
los Habsburgo es muy fácil olvidat los problemas sin precedentes
y el heroico esfuerzo que implica dotar de gobierno efectivo a un
imperio global», siendo así que «hasta ese momento ninguna
so­
ciedad europea se había enfrentado a una tarea administrativa de
tal magnitud y complejidad» (5).
Entre los aspectos del
enorme esfuerzo organizativo que las
autoridades hispánicas tuvieron que desplegar, destaca Elliott la
dificultad que
llevó consigo la voluntad de defender al indígena del
colono y prevenir subsiguientemente «las rebeliones y
movimien­
tos separatistas de las comunidades de colonos». Un problema que
se resolvi6 con éxito; un acierto tanto más sorprendente si se
considera «que una carta y su respuesta podían llegar a tardat dos
años de viaje desde Madrid hasta Lima y a la inversa».
«La corona
española
logró superar los

problemas sin precedentes
de tiempo y
espacio, hasta
el punto de impedir que las fuerzas centrífugas in­
herentes a· un imperio mundial triunfaran sobre las fuerzas de
(4) Datos complementarios en JEAN DuMONT, L'incomparable Isahelle
la Catholique, París, 1992.
(5) J. H. EL'LIOTT, Nuevos ,i vie¡os estudíos sobre el Nuevo mundo,
Madrid, 1991, págs. 34 y sigs., 42 y sigs.
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control que emanaban de Madrid». Tal desafío sólo pudo superarse
gracias a
la creación .de un aparato administrativo extraordinaria­
mente eficaz y de una envergadura sin precedentes: «en términos
de organización burocrática bien desarrollada y dirigida profesio­
nalmente,
la España de Felipe II era el estado más avanzado en
la Europa del siglo xvr».
Organización político-administrativa de un complejo imperio
que
exigió un enorme esfuerzo suplementario en el ámbito de las
comunicaciones y el tráfico comercial.
El resultado fue el sistema
de flotas,
tan eficaz que, con sólo dos o tres. excepciones, aseguró
las idas y venidas de los navíos españoles a lo largo del Atlántico
durante doscientos años.
Se organizaban dos flotas anuales: una
con destino a
Veracruz y los galeones a Nombre de Dios en Pa­
namá, para regresar formando un convoy único, después de haber
recogido las materias primas y los lingotes
ya preparados y trans­
portados en el plazo previsto desde las minas de México y las
muy. lejanas de Perú. «Una extraordinaria proeza de organización
---observa
Elliott-, sobre todo si consideramOs lo dependiente
que era de la cuidadosa
sincronización de todo

.
el recorrido a . Jo
largo de la ruta».
La empresa reformista de
los Reyes Católicos.
Que tales desafíos encontraran una respuesta adecuada· no
podría entenderse sin la consideración de la obra de restauración
que los Reyes Católicos había llevado a cabo en vísperas del Des­
cubrimiento. Jean Dumont ha descrito recientemente los aspectos
más sobresalientes de una gestión tenaz e inteligente que hizo
posible el sometimiento de las fuerzas de disolución desatadas
con la crisis bajomedieval, para así concertar, en un clima de ar­
monía poco antes ¡,,,;posible, las fuerzas vivas del reino en orden
a completar la reconquista, reordenar el país desde la armonía
recuperada
y, por esa vía, construir una sociedad y un Estado
nacionales equilibrados, capaces de proyectar hacia el exterior su
extraordinaria potencialidad.
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Con la terminación de la reconquista, que culmina en los pri­
meros días del año que iba a ser el del
Descubrinúento, se puso
final a una empresa sin parangón en la historia del resto de la
Cristiandad. A una trayectoria proclígiosa cuyos extremos son los
de la Edad Meclía hispánica. España, sumergida por la oleada del
Islam, emprenclíó tempranamente una obra de recuperación cons­
ciente, que pronto
se transformó en tenaz proyecto nacional, que,
sostenido a
lo largo de ocho siglos, hizo de la cristiandad peninsu­
lar, minúscula, periférica y extraeuropea en la época
Carolingia,
la sociedad clínámica y creativa que se adueñó de un mundo nuevo
en los albores de la modernidad
y, durante dos siglos, se embarcó
en la clírección de un imperio universal.
La monarquía hispánica renovada por los Reyes Católicos supo
ser la aglutinadora
de las vocaciones hispánicas que convergían
hacía el exterior, en clírección al Atlántico y Europa, en una hora
decisiva, y
al hacerlo aprovechó una rraclíción y una experiencia
multiseculares que, de la constelación
inicial de núcleos de resis­
tencia frente a Córdoba, pasando por la España de
los Cinco Rei­
nos, había desembocado en la España de las dos Coronas que ellos
unieron definitivamente. La tensión reconquistadora· y pobladora
se había desarrollado pareja al designio de recuperar la unidad
perclída, de la que el pasado visigótico y toledano se había
con­
vertido en punto de referencia desde la crónica de Alfonso III, y
ahora encontraban su proyección natural
más inmeclíata en la acep­
tación del proyecto colombino: un gran designio que la monarquía
fue capaz de transmitir a la sociedad española, en todos sus nive­
les y clímensiones, dándole así una intencionalidad. nacional que
no
se quebró ni un solo instante.
Precedentes medievales de las instituciones indianas.
El Descubrimiento y la conquista requirieron del hábil apro­
vechamiento, sabiamente encauzado por las monarquías, de las
instituciones y modos de actuación que la experiencia de la recon­
quista, la repoblación y
la proyecciQP marítima de los siglos me-
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LA ESPANA DEL DESCUBRIMIENTO
dievales había acumulado en las dos Coronas. Llama la atenci6n
en esa
direcci6n el hecho de que, a .pesar de que la empresa ameri­
cana quedase inicialmente reservada a los castellanos, una parte
sustancial de
ese bagaje experimental fuera de procedencia cata­
lano-aragonesa. 1
Así, entre otros datos, puede señalarse que el sistema eficaz
para conectar
el centro con la periferia que llama la atenci6n de
Elliott, era fuertemente deudor de
las.. prácricas de gobierno del
imperio catalana-aragonés medieval de
la figura del virrey que
representaba al monarca en
los territorios lejanos, siendo éstos a
su vez representados ante el
rey por consejos compuestos por
portavoces de aquellos territorios. Sistema. que tuvo
como. com­
plemento un sistema judicial que permitía el control de los virre­
yes, mediante
el cual cada territorio tenía su propio tribunal de
jueces,
la audiencia, responsable de la administraci6n de justicia
y dotado de las competencias necesarias para limitar y controlar,
cuando se hacía necesario,
los poderes administrativos del virrey.
La monarquía hispánica demosrr6 también tempranamente una
voluntad decidida de organizaci6n en el orden económico
y co­
mercial, que se concibió desde la perspectiva del vigoroso centra­
lismo castellano,
y tuvo como manifestación la creación de insti­
tuciones afirmativas del poder del Estado, «capaces de producir
una firme integración
y asentar una administraci6n sobre los mo­
delos castellanos». La primera insti.tuci6n será la Casa de Contra­
tación: el modelo en que se inspiro fue el de los consulados, de­
nominación usada desde el siglo XIII, bien para indicar una dele­
gaci6n real en un país extranjero, bien para designar tribunales
de comercio.
Se trataba de una insriruci6n de origen catalán, des­
tinada a la organizaci6n de colonias comerciales regidas por un
c6nsul investido de jurisdicci6n
y delegado por el rey de Arag6n,
y más adelante por la ciudad de Barcelona, en una colonia. Tam­
bién como tribunales de comercio se habían organizado consulados
en las ciudades aragonesas como tribunales de comercio ( 6
). En
(6) GARCÍA DE VALDEAVELLANO, Curso de historia de las instituciones
españolas, Madrid, 1968, 283-284.
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Castilla la institución había tenido éxito y, así, en Burgos, los
comerciantes laneros aparecen organizados
ya en 1443 en una cor­
poración o «Universidad de mercaderes», que solicitó y obtuvo
de
los Reyes Católicos en 1494 la creación de un tribunal mercan­
til o «Consulado de Comercio». Y lo mismo ocurrió en Bilbao
para
el comercio del hierro vizcaíno: desde 1489 dispuso de su
propia Universidad de mercaderes y
en 1511 recibía un Consulado
propio.
La Casa de Contratación revistió, sin embargo, caracteres
peculiares, en especial su rigurosa dependencia de la Corona, de
la que era la institución burocrática, en consonancia con las ten­
dencias hacia la sistematización del Estado monárquico indiano
que se abrieron
pasd tras el Descubrimiento.
Reconquista y repoblación.
También se hizo patente el influjo de la poderosa tradición
medieval hispánica de reconquista y repoblación en la configura­
ción de las instituciones de poblamiento
y organización de la so­
ciedad colonial. Unas instituciones particularmente idóneas, ade­
cuadas a la realidad del Nuevo Mundo: pueden citarse entre ellas
la fórmula de capitulación
y las cartas de poblamiento, el muni­
cipio, y los señoríos jurisdiccionales que sirvieron de base a las
enc Dumont (7).
Sólo desde la óptica de la tradición medieval. hispánica, vincu­
lada
al espíritu cristiano de la Reconqnista, se puede explicar la
figura: del guerrero-aventurerd capaz de abordar con éxito la epope­
ya sin igual que
fueron la exploración e incorporación del Nuevo
Mundo, fruto de una voluntad tesonera y
mesiiinica, culminación
de
ocho siglos de experiencia bélica, enfocado desde los ideales
del
miles Christi, y de afirmación de un destino singular. Y enten­
der también la orientación con que
los Reyes Católicos, y la élite
(7) Cfr. }BAN DuMONT, L'Eglisé au risque de l1bistorie, Limoges; L'heure
de Dieu sur le Nouveau Monde, París, 1991.
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LA ESPARA DEL DESCUBRIMIENTO
responsable de la sociedad castellana, interpretaron las nuevas
realidades que
se abrían ante su vista, animados a la vez por su
interpretación de aquel mundo inmenso como prolongación de una
empresa expansiva de reintegración
cristiana que para ellos tenía
ya ocho siglos de historia, y de la alta estima de sus propias res­
ponsabilidades, emanación de unas concepciones sociales y políti­
cas situadas en los antípodas del pragmatismo horizontal propio
de otras empresas colonizadoras
de la modernidad. Los españoles
desde el primer momento no estuvieron de acuerdo
con el sistema
de gobierno y explotación encamado por Colón
al modo oriental,
mediante el sistema de factoría de signo colonial, ni tampoco
acep­
taron el proyecto de su reducción a la condición de esclavos o a
su venta como tales.
Se empeñaron pronto, observa M. H. Sánchez­
Barba, «en el establecimiento de fórmulas occidentales, básica­
mente de posesión de
la tierra, o en todo caso, explotación ditecta
de los recursos naturales por medio del comercio.
Su interés no
radicó tanto en problemas ontológicos, relativos al ser de la reali­
dad americana, cuanto
más específicamente en cuestiones sociales
y de convivencia más acordes a su traditjón, que se ajusta a dos
tendencias: la de la presura u ocupación de la tierra y la de la
colonización
y repoblación, bajo la ditección de la Monarquía y
el inmediato gobierno de sistemas municipales y concejos de ve­
cinos».
Sentido práctico que se hermanaba con una consideración vi­
gorosamente cristianá del mundo
y de la misión que la Providencia
les había encomendado. En esa perspectiva encuentra su explica­
ción la dilección oficial hacia
el indígena que irá madurando como
resultado de ·un análisis sorprendente, redactado desde la tradición
del derecho público cristiano y de los derechos naturales del hom­
bre. Una «búsqueda de la justicia» que fue una enorme realidad
más allá de la hora difícil del choque entre civilizaciones. El pro­
blema sin precedentes que suponía la definición del status del in­
dígena dio lugar a un apasionado debate
y a una respuesta ejemplar
de la que
se derivó según indica Elliott que «un primer objetivo
del gobierno imperial fuese, por tanto, la protección de
los indios ...
especialmente protegerlos de su explotación por los colonos».
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ANDRES GAMBRA
La reforma eclesiástica I de Isabel.
Junto a los conquista~ores y colonos, la figura del misionero,
que tan decisivo papel
va a jugar en la configuración de la Amé­
rica hispana. La evangelización del Nuevo mundo y la obra de
protección del indígena que con tanto éxito llevaron a cabo el
clero y los frailes españoles no hubiera sido viables sin un alto
nivel de moralidad y preparación que se dieron efectivamente
como resultado, una
vez más, de la voluntad reformisia de los
Reyes Católicos, y en especial de la reína Isabel.
En la fase inicial del reinado, las fuentes recalcan la fisonomía
nada
ejemplar que ofrecía en todos sus niveles el clero español,
resultado de factores relacionados con la crisis bajomedieval y
condicionada por la exacerbación de las secuelas
más negativas de
la configuración feudo-señorial de
los modos de vida del clero
hispánico, con un comportamiento ostensiblemente alejado de
las
pautas canónicas en el caso de muchos prelados, alto clero cate­
dralicio y comunidades. Una situación que
se arrastraba desde hacía
lustros y había sido denunciada en los reinados de Juan
II y En­
rique IV, en proyectos de reforma que se revelaron todos inope­
rantes.
El proyecto reformista de los Reyes Católicos requirió de
grandes dosis de tacto y de una voluntad capaz de superar
re­
celos y de imponer una reforma que requería de un incremento,
dosificado pero sustancial, de las competencias reales en matetía
eclesiástica. Por
esa vía, y merced a una política hábil que hubo
de ejercerse en frentes diversos, pudieron los
Reyes Católicos, en
vísperas del Descubrimiento y también de la gran conmoción
protestante, sanear eficazmente a la Iglesia española hasta hacer
de ella un instrumento bien preparado, henchido de entusiasmo
por la ejemplaridad y la predicación, para las grandes empresas
que inauguró el año noventa y dos.
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LA ESPAiJA ])EL DESCUBRIMIENTO
Las Canarias, laboratorio de la colonización americana.
Terminamos con una alusión a las Canarias y a su peculiar
coyuntura en
vfspetas de la nueva eta, derivada de su condición
de asentamiento permanente extrapeninsular,
Su historia entre
1477 y 1492 resume la idea central de esta conferencia: que
la
gesta colombina no fue el fruto de una voluntad y un destino
extraños a las circunstancias de su tiempo sino, bien al contrario,
un hito en el decurso de un devenir histórico perfectamente cohe­
rente e inteligible.
Le correspondió al archipiélago desempeñar la función de la­
boratorio del ultetior proceso colonizador americano: el «tubo de
ensayo a la postetior colonización americana» ha escrito T arsicio
de Azcona, Circunstancia que se evidenció en una multiplicidad
de ámbitos: en lo concerniente a la empresa conquistadora y a los
modos de colonización; en la determinación de un estatuto políti­
co y de los instrumentos precisos para una adtninistración adecua­
da; en lo refetente a la organización eclesiástica; y en el ámbito
económico,
con el desarrollo de nuevos circuitos comerciales. El
modo de concebir la condición jurídica
de los indígenas amerin­
dios
se gestó en las Canarias. Los oficiales regios -Juan de Frías
o Alonso de
Lug<>-manifestaron una voluntad «de absoluta jus­
ticia, que choca abiettamente con las atrocidades cometidas por
algunos piratas
y logreros particulares». Fundáodose en que se
trataba de indígenas bautizados se opusieton con eficacia a la venta
como esclavos de los isleños de la Gomera que habían emprendido
los
Herrero-Petaza. Por esa vía «se impuso el criterio de que el
canario, vinculado a la metrópoli por un estatuto político íntimo
y recibido por el bautismo a la misma fe, o en trance de recibirla,
era distinto del musulmáo,
ya civilizado y de distinta fe, o del
negro continental, a quien se consideraba en un estadio cercano
al reino animal, sin cultura y sin derechos humanos». El mismo
criterio que luego aplicarían los Reyes Católicos con los amerindios.
Y los mismo puede afirmarse en materia de organización mi­
sional y eclesiástica. En lo referente a esta última los Reyes Cató-
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ANDRES GAMBRA
licos obtuvieron de Roma el régimen de patronato -bula Ortho­
doxae fidei,
de 1486, que lo otorgaba para Granada y las Cana­
rias-, pudiendo así ensayarlo fuera de la Península. La empresa
misionera fue encomendada a
los franciscanos y se concibió con
1.!11 criterio muy ambicioso, de carácter universal, y planteamientos
innovadores tales como
el recorso al misionerismo seglar, que se
~plicó con fórmulas que incluían la participación de los propi~s
indígenas en las tareas de ca_tequesk
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