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1995

Dios y la naturaleza de las cosas

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Homilía del P. Agustín Arredondo, S.J. en la Misa del 9 de diciembre

CRONICA DE LA XXXIV REUNION DE AMIGOS DE LA CIUDAD ·CATOLICA
si6n, para la mayor gloria de Dios, bien de las almas, mejora de
nuestra patria
y nuestra propia santificaci6n.
Finalmente, quisiera animar a aquellos de nuestros lectores
que
aun. no conocen nuestras reuniones anuales a que acudan a
la que,
si Dios quiere, se celebrará en Madrid este mismo año.
Seguro que no quedarán defraudados.
C.E.
HOMILIA DEL P. AGUSTIN ARREDONDO, S. J.
EN LA MISA DEL DIA 9 DE DICIEMBRE
Los caminos que nos llevan a nuestra definitiva felicidad son en sus
concretas y últimas consecuencias muy distintos
y_ variados, cuantos son
los
carism fin todos a. confluir en la plenitud de la infinidad divina.
Pero distintos como son en nuestro andar concreto, cuentan todos
con una direcci6n
y base común amplia en ta gue todos caben.
Y
es que siendo Dios uno en su querer y obrar, y siendo suya la
naturaleza de las cosas por El creadas, tal punto de partida· resulta ser
mtstico fundamento de todo comportamiento social; y por ello,
-también
acertado tema de nuestras reflexiones en esta Reunión: DIOS Y LA
NATURALEZA
DE LAS COSAS.
Porque· siendo Dios como 81 es en Si, y siendo tales como son las
cosas todas del Universo, es exigeµcia indeclinable para nuestro com­
portamiento libre el
ajustar libremente toda nuestra vida a ese dato
inamovible, Dios
y Creación, del que también no.sotros formamos parte
inseparable, con .nuestra propia naturaleza, humana también nosotros,
que reclama
asimisnw-el total asenso de nuestra libertad.
• • •
Más aan: ese Dios infinit.o, árbitro de este-mundo determinado, tuvo
a
bien hablarnos y dirigir nuestra marcha hacia 11.l por medio de-emi-:
sarios suyos durante_ siglos,· y acabó P9r venir El mismo y enseñarnos
a vivir. Con su vida divina que nos
comun_icó nos abrió horizontes que
ni hubiéramos sido capaces de sospechar; y que en nada invalidan~_ sino
que
aclaran y perfeccionan, aquellas ~xigencias que intimaban de siem­
pre a nuestra libertad
la existencia de Dios y su autoría sobre todas
las cosas.
Porque capacidad para entender el lengua;e de la Creación toda, y
de su Autor, sin la cual la misma Creación no resultaria explicable.
ya la tenia la razón humana sin otro adicional adoctrinamiento divino.
La tenia, sin duda; pero, de hecho, apenas hubiera llegado el hombre
con
la razón natural a conocer ese lenguaje y a dar con su camino. Tal
se había mostrado a
lo largo de los siglos la debilidad y la degeneración
de los humanos, no s6lo en
la inmensidad apóstata del paganisnw, sino
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aun -en el pueblo elegido que se mostr6 siempre como viña acerba y
pueblo de dura cerviz.
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De aquí que la coyuntura en que nos encontramos en las próximas
semanas,
sea también para nosotros especialmente signijiéativa. Porque
es el hecho de la venida de · Cristo al mundo la solución de los que
buscamos
la verdad.
Entre
el amplio carril unijorme y general para todo el que encontró
su dirección, y la variedad carismática que propone a cada uno lo que
de peculiar y propio tiene
su camino, la Iglesia propone pastoralmente
en cada etapa del año un ambiente colectivo característico, en el que
estos días celebramos
la venida próxima de Dios hecho Hombre.
No se
Q'ata de un mero recuerdo de algo muy célebre que ocurrió
hace veinte
sigloS. Se trata de algo que vivimos precisamente estos dias,
no con el recuerdo, sino en la realidad. Tan por nosotros se encarnó
Dios hace dos mil años, como
si esa encarnación estuviera para reali­
zarse el próximo 25 de dicienibre.
Cuando las comunicaciones inter..continentales estaban. -mucho menos
desarrolladas,
la muerte ·de un ser qu'erido en Europa tardaba meses
en
ser conocida· pof un próximo Jamiliar: que viviera en la .Argentina.
La · muerte de su madre en Europa la· vive éste realmente en América
unos cuantos meses después, que
es cuando se entera, se impresiona,
encomienda a Dios
SU alma y emprende las diligencias testamentarias.
Entonces vive
él la muerte de su madre. Y lo mismo rws ocurre con
la venida de Dios al mundo, para nosotros dentro de unos días, con
toda
la riqueza y abundancia que ya preveian los profetas para la ple­
nitud de los tiempos. Ahora es cuando ya «no tendremos_ que llorar»,
segun nos acaba de
decir Isaiás; 9uando «nuestros ojos verán al Maes­
tro»; cuando se nos va a decir «este es el camino», y se -nos ván a hacer
jeraces
las praderas, abundante el -ganado y luminosa sin igual la luz
de los astros del cielo.
Porque, vamos a ver: ¿Podría tener sentido la oración que vamos
a dirigir a Dios después de comulgar,
-si la celebración de la Navidad
se redujera pobremente a una conmemoración aniversaria? En efecto,
vamos a pedir a Dios que el sacramento recibido nos prepare
para la
celebración de la Navidad, ¿qué será entonces la celebración de
la Na­
vidad cuando es la Santísima Eucaristia, nada meno.s, el medio que se
n,os propone para el logro de tan excelso· Jin? Porque sabemos que la
Eucaristía es prenda y medio para la vida Jutura. No cabe concebir_ fi­
nalidad inferior a la eterna unión con Dios cuando se trata de nuestra
sacramental Unión eucarística. Nuestra vivencia, pues, de la Navidad
estd· en· esa misma .linea de unión íntima con Cristo, que se realiza aqui
al recibirle, y se consumará eternamente en la gloria, previa la mayor
y mayor transformación de nuestra vida gracias a la presencia, real y
no sólo recordada, de Dios entre nosotros hecho hombre.
De esa inestimable estancia de Dios entre nosotros son un vivo
re­
sumen las primeras palabras del Evangelio de hoy: «recorria todas las
ciudades
y aldeas, enseñando en sus. sinagogas, anunciando el evangelio
del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Se desentra­
ñaba
de. compasión -dice a continuación el texto griego--al ver a las
gentes extenuadas
y abandonada8 como ovejas que no tienen pastór».
Con
El ya tenemes pastor y pastos y vida, si nuestra Navidad no es
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meramente una evocación de la· memoria -para muchos no · pasa de
ser
la celebraci6n del solsticio de invierno-sino aute todo una trans­
formaci6n vital de nuestro corazón .
• • •
En fin_, también aquí nosotros, reunidos caQe el · Dios que nace y
nos concede anunciar como :El el evangelio del Reino, también -lamen~
tamos la muchedumbre que deja hoy rodar su vida como ovejas sin
pastor; somos conscientes de
lo acertado de nuestro camino; aprecianws,
como
cosa de Dios, la calidad de los pastos que tratamos de ofrecer;
nos
duele-la ignorancia y el error; y pedimos al Padre, como quiere
Cristo, que envíe trabajadores a
su mies, Que estas reuniones nos alien­
ten
y _confirmen al alegrarnos los que estos dúzs coincidimos aqui, ál
recordar
a los ausentes, y al pedir a Dios agradecidos por los _que nos
precedieron. Que
las iluminaciones externas de estos dias no sean sina
débiles reflejos de
esa luz de la Cándida y del Ardiente que nos ha
dicho Isatas, que remueven en lo intimo de nuestras almas esa vida· que
mayor no puede haberla, puesto que _es participación verdadera de la
misma vida de DIOS.
HOMILIA DEL P. JOSE MARIA ALBA, S. J.
EN LA MISA DEL DIA 10 DE DI.CIEMBRE
Queridos amigo·s de la Ciudad Caiólica, queridos. herman(.Js:
No puedo menos de comentar brevemente, para bien ·de· nuestras
almas,
las tres lecturas que acabamos de escuchar, que son _ para nues­
tro provecho y consuelo.
Tesé, padre de David, será padre de nuestro Señor Jesucristo. Los
dones del Espíritu Santo vendrán a la tierra en_ plenitud, con su -venida.
Qué admirable, qué verdaderamente sublime
la vida de los siglos _de
la Iglesia, el Reino de nuestro Señor Tesucristo, todos ellos ·llenos-·de
las maravillas del Espíritu Santo que ha realizado la nueva creación
de
la gracia, de una manera más admirable aún que la primera creación.
Historia de mártires, de vírgenes, de confesores, de héroes, de santos,
siglo tras siglo. Pero ese Señor que de una manera prodigiosa creó .la naturaleza
humana y de una manera mds amorosa aún la restauró, quiere todavta
más y más dar muestras del poder de su brazo en los tiempos recios
de la Iglesia, cuando han de ser probados los justos en la gran tribu­
lación. Hemos de
pasar la gran purificación en la que el malvado y el impio
dejarán ·de oprimir a los siervos del Señor, sostenidos en la prueba por
la fidelidad eterna de Dios para con sus escogidos.
Después. de la purificación, vendrá una nueva gloria· del SeñoT y de
las almas en donde radica su gloria. Esa gloria. se esparcerd por el
mundo entero
y por todas las naciones que se ilusionarán con la cien­
cia de Dios. /esucristo será-la ,wrma de los pueblos que vivirán en la
felicidad de la paz, que es la suma de todos los dones del cielo.
La llamada de San Pablo a la caridad es la venida del coniuelo del
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