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Defectos de la información

DEFECTOS DE LA INFORMACIÓN
POR
MARio SoRIA
Hablar de los defectos de la información de multitudes, al
tiempo
que lo hacen otros conferenciantes, seguramente más
doctos
que yo, significa con toda probabilidad repetir ciertos
aspectos del asunto. Por esto,
ruego me disculpen cualquier
reiteración respecto de quienes
me han precedido o me se­
guirán.
No data de nuestro tiempo, ni mucho menos, la literatura de
propaganda política, género en el que se encuadran en número
abrumador los medios de comunicación contemporáneos. Viejos
ejemplos
de esa literatura nos vienen a la memoria: el Mars galli­
cus, librito de Jansenio a favor de Felipe N y contrario a Riche­
lieu; ciertas obrillas
de Quevedo; las Filípicas, que, tomando el
título de Demóstenes, forman
una feroz diatriba del regente de
Francia, Felipe de Orleáns;
Bonaparte y los Barbones, de Chateau­
briand, folleto que significa para
Luis XVIII casi un ejército, como
sin exageración asegura el autor.
Pero esta literatura
no es periódica; consiste en libros, folle­
tos, poemas
que se divulgan reimprimiéndose o copiándose
manuscritos. En cambio, la
prensa periódica añade a su conte­
nido de insinuaciones, sarcasmos, razones, verdades, fantasías,
reprobaciones, alabanzas, el aliciente de la novedad, siendo
por ello más eficaz entre un público ávido de remozar su mali­
cia o dar
pábulo a su curiosidad. Durante la Fronda ya apare­
ció esta clase de prensa con el
nombre de Mazarinadas, que
ponían -ocioso es decirlo-cual digan dueñas al cardenal
Mazarino.
Verba, núm. 391-392 (2001), 63-84. 63
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MARIO SO[IIA
Sobre todo desde la revolución francesa se advierte el efecto
que tienen los periódicos
en la opinión del público, y aprové­
chanse de tal efecto los bandos opuestos. Recuerdo
una confe­
rencia mía, también aqui
en el foro de La Ciudad Católica, acer­
ca de la prensa antirrevolucionaria.
La lucha ideológica se lleva a
cabo
por medio de escritos, igual que mediante las armas, elec­
ciones, matanzas, persecución policíaca y militar. En todos los
paises que, a consecuencia de las alteraciones galas, ven trastor­
nada su existencia y divididos a sus ciudadanos, aparece también
una prensa ideológica que, publicada a intervalos regulares, forma
facciones, patrocina ciertos principios, trata de ganarse el favor de
las personas neutrales. Entre nosotros,
por ejemplo, en época de
las cortes gaditanas, pululan
las hojas liberales y conservadoras
aparecidas según tiempo determinado,
al modo habitual aún hoy,
o hasta
en forma de cartas, enviadas de tanto en tanto, como las
famosas del padre de Alvarado, que imita
en esto las Provinciales
pascalianas. (Para mayores detalles sobre dicho tema, hay que ver
la obra de Pedro Gómez Aparicio,
Historia del periodismo espa­
ñol,
volumen 1, y la de Francisco José Femández de la Cigoña, El
liberalismo
y la Iglesia española, vol. 11, Las Cortes de Cádiz.)
No es, por consiguiente, de esta época la influencia maligna
de los medios
de comunicación, cuando la tienen. Conocidas son
las palabras de Menéndez y Pelayo,
que califica a los periodistas
de "mala y diabólica ralea, nacida para extender
por el mundo la
ligereza,
la vanidad y el falso saber, para agitar estérilmente y
consumir y entontecer a los pueblos, para halagar la pereza y pri­
var a las gentes del racional y libre uso de sus facultades discur­
sivas, para levantar del polvo y servir de escabel a osadas media­
mas y espiritus de fango, dignos de remover tal cloaca (1).
Huelga decir que, exacta la definición en cuanto a multitud de
profesionales de la materia,
no lo es aplicada a todos los perio­
distas, puesto que hay, y
ha habido, dignisimos escritores en
dicha actividad. Pero también debemos observar la insuficiencia
de la definición, porque habría que añadir a ella la venalidad, la
ignorancia y la desvergüenza.
Ya las advirtió en sus años otro
santanderino ilustre,
don José María de Pereda.
(1) Historia de los heterodoxos españoles, vol. 11 (Madrid, 1956), pág. 624.
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DEFECTOS DE LA INFORMACIÓN
Pongamos, para abonar lo que decimos, sólo un ejemplo de
los innumerables
que cabría aducir de los medios de comunica­
ción españoles.
El periodista Luis Carandell asombróse el día
trece de octubre,
en la radio Ser, de las declaraciones del candi­
dato socialista catalán, Miguel Iceta, conforme a las cuales se con­
fesaba este último homosexual.
Y se asombraba Carandell por
haber sido revelada tal intimidad en vísperas electorales, con el
fin (observamos nosotros) de rebañar unos miles de votos. Al día
siguiente, el mismo Carandell,
en la misma radio, alabó las suso­
dichas declaraciones
por valerosas, francas, etc. ¿Cometeríamos
juicio temerario
si supusiéramos que al periodista lo hablan lla­
mado a capítulo y amenazado con reducirle los honorarios? ¿Y
que, en vista de la amenaza, no vaciló el veracisimo informador
en cantar la palinodia?
Retrocedamos de nuevo, unos momentos,
en el tiempo.
Después de 1815, derrotada la subversión
en el campo de
batalla, se intensifica la ideomaquia. Verbigracia,
en 1825, estig­
matiza los frutos de la prensa anticristiana el obispo de Chartres,
monseñor Clausel de Montals,
en su instrucción pastoral de navi­
dad (2). Podemos multiplicar hasta el infinito advertencias seme­
jantes contra lo
que cabe llamar sin exageración envenenamien­
to público. Pero saltémonos el siglo
XIX y su miríada de diarios,
semanarios y otras publicaciones
de lapso regular, y situémonos
al final de la centuria y principios del siglo nuestro, cuando
en la
Alemania de Guillermo
II desencadenan los periodistas campañas
de prensa
que hacen temblar a toda la sociedad. Recuérdense a
dos víctimas ilustres de tales campañas: el industrial Krupp y el
príncipe de Eulenburg.
Si los folicularios, para causar sensación,
se basan
en noticias inventadas pero escandalosas y difamatorias,
el procedimiento judicial contra ellos, lento, y las penas, relativa­
mente muy leves, constituyen la égida de los falsarios y dejan
indefensos a los perjudicados. Pasemos a Estados Unidos.
¿Es
necesario mencionar las publicaciones de Hearst y de Púltizer, los
Palancas yanquis de aquella época, cuyas exageraciones, menti-
(2) MATEO, barón Henrión, Historia de fa Iglesia, vol. VIII (Madrid, 1855),
págs. 623 y sigs.
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MARIOSORIA
ras y porfía contnbuyeron eficazmente al estallido de la guerra
hispanonorteamericana? Vamos al Reino Unido. Durante
la con­
tienda mundial primera, se especializa la propaganda inglesa
en
atribuir toda clase de atrocidades a los alemanes, con el fin de
sublevar contra ellos la opinión pública mundial
(3). Magnates
como lord Northcliffe, dueño entonces del
Daily Mail y del Times,
amén de otros empresarios conspicuos del ramo, dirigen la pro­
paganda bélica sin el menor escrúpulo y con extraordinario
éxi­
to (4). Y miremos por cima de los Pirineos. En 1940, Alfredo
Fabre-Luce, nacionalista francés y excelente escritor, cuenta lo
que había significado
en su tiempo la libertad de prensa: no tocar
en los periódicos importantes multitud de asuntos prohibidos,
con objeto de dirigir así las ideas de los lectores. O sea, imposi­
bilidad,
en 1919, de sostener que no pagarla Alemania la deuda
de guerra; en 1924 y 1934, que era inevitable la caida del franco
francés;
en 1938, que resultaba inviable Checoslovaquia, etc. (5).
II. Hablamos de información, o sea, de la difusión de noti­
cias. ¿Qué es, entonces, lo
que se· difunde?
Noticia
es todo hecho digno de atención y transmitido por un
medio de comunicación. Tal hecho puede ocurrir en cualquier
parte y hasta
en cualquier tiempo, no importando que sea pasa­
do, según veremos. De acuerdo con este concepto, cabe perfec­
tamente seguir los modos o grados
en que se altera una noticia.
Así, se la calla, como si no existiera; caso de la expulsión de
cerca de cuatrocientos
mil servios de la Krajina, tras la guerra ter­
minadá en 1995. En esta ocasión fue el silencio en perjuicio de
los arrojados de sus casas y tierras. Pero, a la inversa, también se
enmudece para beneficiar a
una persona, doctrina en candelero
o agrupación poderosa, o
para no molestarlos, conforme ocurrió
con Rafael Alberti,
eh cuyo necrologio-apoteosis casi nadie quiso
(3) Varios autores, Alemania pudo vencer (Barcelona, 1955), págs. 460 y sigs.
Mucho más apropiado al contenido de la obra, reza el título alemán: Bilanz des
zweiten Weltkrieges.
(4) A.]. P. TAYWR, Eng/Jshhistory, 1914-1945(].ondres, 1965), págs. 55y sigs.
(5)
Diario de Francia. Marzo de 1939 a Julio de 1940 (T,-evoux, 1940),
págs. 34 y sig.
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DEFECTOS DE LA lNFORMACiúN
recordar haber sido el poeta marxista comisario de la checa ma­
drileña de Bellas Artes, ni haber abandonado,
por una mujer
mucho más joven, a su querida, Maria Teresa León, enferma de
demencia senil. O
no es silenciada la noticia, pero sólo se trans­
mite parte
de lo sucedido, como en la carniceria timoresa de hace
pocos meses, cuando cuidadosamente se eludía indicar
el aspec­
to
de lucha religiosa que tenían los acontecimientos, a saber, la
particular
.., Ltr.,. que llevaban a cabo los indonesios musulmanes
de
la isla contra la Iglesia. O bien se difunde la noticia, pero dán­
dole sentido diverso del auténtico: ejemplo del presidente vene­
zolano Hugo Chávez, persona inteligente y sensata, mal visto de
la oligarquía liberal, y
al que casi siempre se lo muestra -habla­
mos de la televisión-arengando a sus fieles, en actitud que
resulta forzada y ridícula, o se lo menciona en la prensa con el
epíteto de "exgolpista", como
si tal calificativo fuera vejatorio. O
bien se propala la noticia con todos sus detalles, aunque sin refe­
rirse nunca a las causas próximas o remotas de la misma, como
si el mero hecho, por sí solo, fuese capaz de expresar todo su
sentido. Esto ocurre
con los alzamientos de los generales Franco,
Suharto y Pinochet, y con las represiones consiguientes. O
bien
se divulga la noticia, aun cuando recortada, relegada a lugar
secundario, páginas pares, o encubierta
por un batiburrillo de
otros sucesos. La semiocultación se realiza mediante recuadros,
sitio, titulares, extensión, tumo, imágenes, música y otras artima­
ñas usuales en prensa, radio y televisión. Igualmente, se esparce
una noticia exagerando su importancia. Recordemos las manifes­
taciones homosexuales, durante la visita de
Juan Pablo II a París,
manifestaciones que
no reunían más de cinco mil personas, pero
que eran tratadas por los medios de comunicación con idéntica
o mayor reiteración que las multitudes que aclamaban al papa.
También se repite la noticia, como si sucediera continuamente,
haciendo hincapié en minucias, interpretándola a guisa del perio­
dista encargado, relacionándola
con otras similares, teniéndola,
en suma, presente siempre ante los ojos del público, sea para
exaltar, sea para denigrar el hecho. Esto lo comprobamos
con
asuntos tales como la denominada "transición española a la
democracia", el nazismo, la dictadura de Franco, etc. En este
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MARIO SOR/A
extremo nada importa que peine la noticia canas. Por esto, suce­
sos pretéritos conviértense en noticia, en cuanto caen en manos
de los medios de comunicación. La relación de Pfo XII con los
judíos es de tales sucesos, remota novedad jugosa para desacre­
ditar a
uno de los papas más notables de la historia, en cuyo acti­
vo se puede contar, aunque no·se hallaren más méritos, el haber
salvado a Roma de
la destrucción con que la amenazaba el ejér­
cito norteamericano
en 1944, y el haber condenado el lanza­
miento
de bombas atómicas contra el Japón.
A este respecto de sucesos antiguos convertidos en noticia,
cabe recordar lo que dijo alguien: "Es la historia almacén de
odio". Efectivamente, durante la última guerra yugoslava, las
batallas
de Kosovo de 1389 y 1448 (6) resultaron tan actuales, tan
grávidas de consecuencias, tan claras, tan vívidas por sus anta­
gonistas, lugar donde se riñeron, represalias, sujeción de los ven­
cidos, extensión del imperio otomano, que poco menos veíamos
a los turcos triunfando de los cristianos ortodoxos, como si asis­
tiéramos
al declive y cafda de Bizancio. Atizaron el odio los
medios
de comunicación en la Servia de Milósevich, as! como
entre nosotros convertían
en monstruo al gobierno de Belgrado,
disculpaban las alevosas muertes de civiles, a consecuencia de
los bombardeos aliados, llamándolas "daños colaterales", y ensal­
zaban como
héroe a un español criminal de guerra.
Además,
en dicha profusión de manipulaciones se inventa la
noticia, la diseminan, le dan aspecto de verosimilitud, la vinculan
con hechos reales, ora presentes, ora pasados, y con todos estos
ingredientes lanzan una gran campaña periodística en la cual tra­
bajoso resulta discernir lo mentiroso de lo cierto. Así ocurre en el
caso ya citado de Pío XII y su actuación durante la guerra mun­
dial segunda. No es, pues, de sorprender
que católicos. conven­
cidos, pero amamantados casi exclusivamente
por los medios de
comunicación, pongan reparos al pontificado de Eugenio Pacelli.
Por último, tenemos
la pseudonoticia, que no es del todo
imaginada,
pero consiste en presentar como novedad al propio
medio de comunicación, aprovechando el haber éste tenido algún
(6) Lurs BREHIER, Vida y muerte de Bízancfo (París, 1969), págs. 377, 414.
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DEFECTOS DE LA INFORMACIÓN
acierto o realizado una demanda, denuncia, previsión, etc. Y lo
que honradamente serviña para cubrir dos líneas o decir un par
de palabras, es estirado hasta llenar páginas de farfolla en un
periódico, por ejemplo, según suele hacerlo el diario madrileño
La Razón.
m. La madre, la fuente de esta alteración de noticias o
corrección -como se dice ahora-en todos los géneros de
conocimiento y
en toda clase de medios de comunicación, es el
racionalismo o, puesto que hablamos de nociones pragmáticas,
es la ideología liberal. Sabemos que, desde 1945 hasta 1989
luchan dos ideologías
por el dominio del mundo: de una parte,
capitalismo, liberalismo, sociedad abierta, imperialismo norte­
americano, individualismo, competencia ilimitada del mercado o
como quiera que la llamemos; y, de otro lado, el comunismo,
marxismo, sociedad cerrada, estatismo, dictadura del proletaria­
do, imperialismo ruso o chino... Estas ideologías, fundadas
en
doctrinas ftlosóficas erróneas, o ya degradadas y desprovistas de
lo que pudieron tener en origen de serio e interesante, y fundadas
también
en intereses de toda índole y animadas por un mesia­
nismo pseudorreligioso, parecieron acercarse alguna vez, limar
sus diferencias, mas permanecieron . irreconciliablemente opues­
tas, hasta que triunfó una de ellas: el liberalismo. Hoy vivimos,
pues,
no en una sociedad naturalmente organizada, perfectible
por supuesto, con sus injusticias y defectos, aunque también con
sus buenas cualidades; vivimos
en una sociedad avasallada por la
ideología liberal. A esta organización económica, política, religio­
sa, cultural, salvados muy contados aspectos de la misma,
podña
haberla llamado Pío XI intrtnsece prava.
Hemos hablado de la ideología liberal. Brevísirnamente indi­
quemos algunos aspectos de la misma, aspectos
que tienen que
hacer resaltar y fomentar los medios de comunicación: secularis­
mo a ultranza; enemiga de la Iglesia, particularmente respecto de
su magisterio moral
y su influencia política, laboral, pedagógica;
divulgación de tesis de sociología, ética, filosofía y otras cliscipli­
nas
que socaven no sólo la concepción cristiana de la vida, sino
también las instituciones tradicionales de los pueblos, especial-
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MARIO SOR/A
mente la familia y la organización económica; pregonar, en nom­
bre de la libertad, un anarquismo que corrompa sobre todo la
conducta individual, aunque lejos de constituirse en partido poli­
tico; reinterpretación de todo conocimiento, en particular de la
historia de determinados países,
tal como suele hacerse en las
películas del cine norteamericano; elogio de una democracia que
consista exclusivamente en la reunión accidental de individuos
aislados o agrupados
en banderías políticas, elecciones de tiem­
po en tiempo, parlamentos poco menos que inútiles, oligarquías
dotadas prácticamente de poder absoluto entre dos comicios
electorales, instituciones
que se apoyen tan sólo en el voto indi­
vidual, con la exclusión de cualquier otro fundamento, como
pueda ser la herencia o la calidad.
Este despotismo abarca
no sólo la política; comprende la vida
entera; constituye una Weltanschauung, como dicen los alema­
nes, e impone sus reglas en comida,
ropa, economía, música,
mobiliario, arquitectura, ayuda
al prójimo, vivienda, lenguaje,
cine, teatro, viajes, religión, diversiones, pintura. Tal despotismo
procede sobre todo de Estados Unidos, con una astucia incom­
parablemente mayor de la
que imaginaba Antonio Gramsci para
apoderarse del alma de una sociedad; procede de la meca,
en
cierta forma, del ruido, la ramplonería y la brutalidad; de "con­
vicciones hijas
-como dice el arzobispo actual de Pamplona,
monseñor Femando
Sebastián-del mercantilismo de origen
norteamericano" (7), o, como se lee
en el boletín arzobispal de
Madrid, Alfa
y Omega, de la "colorista y ruidosa subcultura nor­
teamericana, auténtico ventilador de
la basura mundial" (8).
Hubo
un tiempo en que pudo afirmar Novalis: Christenheit oder
Europa. Ese tiempo se ha ido,
¿para siempre ... ?
La sociedad omnicomprensiva, omnívora, totalitaria, tiene la
pretensión de imponerse mundialmente, incluso en aquellos
ámbitos como Rusia, los
países islámicos, China, que todavía se
resisten, y fundar
por vez primera en la historia un imperio que
(J) Diario ABC, de Madrid, de veintiuno de octubre de 1999, pág. 44.
(8) ALPRBoo AMEsroY, "Turismo y migraciones: un mundo desplazado", art.
publ. en Alfa y Omega, núm. 183, de veintiuno de octubre de 1999, pág. 4.
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comprenda a todo el planeta y cuya metrópolis esté en la Casa
Blanca. Aparte de estas apetencias
de hegemonía, a nosotros nos
interesa ver cómo se aplica dicha pretensión a los medios trans­
misores de noticias.
Así, nada que renga real importacia podrá existir ni divulgar­
se ajeno a
la ideología prevaleciente. Sin embargo, ésta se halla
obligada
por definición (y es una de sus contradicciones) a per­
mitir cierto grado de independencia privada, supuesto
que la últi­
ma
no supere determinados limites. Efectivamente; en privado
podemos
poner de oro y azul a la casta gobernante y al régimen
político, exentos del temor de
que nos detenga la poliáa; pero
no podemos hacerlo en. ningún medio importante de comunica­
ción,
donde sólo se admiten. elogios del sistema de gobierno y de
los príncipes, salvo mencionar los rifirrafes entre oligarcas por el
reparto del botín o la transgresión de normas
que rigen hasta en
las cuadrillas de bandoleros.
Además de la incapacidad para hacemos escuchar fuera
de
un circulo muy estrecho de relaciones, lo cual anula nuestro
saber y nuestra presencia como noticia, ésta habrá de ser noticia
ideológica. Naturalmente
que tal cosa se disimula; vehemente­
mente se niega ser la noticia
pura y simple propaganda, como
pueda serlo en un régimen comunista, en la Alemania de Hitler
o cuando estaban
en guerra los anglosajones. No obstante, si
bien se mira, se percatará
uno que la comunicación si es propa­
ganda ideológica, aunque llevada a cabo
con suma destreza, con
la diabólica pericia
de hacerla parecer simple reflejo de la reali­
dad. Porque
la democracia liberal, que no es en puridad más que
timocracia, ha logrado convencer que reinan la libertad y la obje­
tividad informativas, así como la soberanía de los súbditos, sien­
do
en buen romance el sistema político todo en todo.
A
tal tenor, no es la noticia información, porque a la postre
poco importa la noticia en si; lo que verdaderamente importa es
la manera
en que se transmite la noticia, o sea, el aire que se le
da, su aspecto adventicio. Tampoco interesa el conocimiento que
se adquiera mediante la misma, sino el efecto que habrá ella de
tener
en su destinatario. Es la informacion formacion o deforma­
ción, según se quiera.
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MARIO SOR/A
Este carácter absoluto de la ideologia liberal, que en econo­
mia lleva al oligopolio y al monopolio, y respecto del espfritu al
pensamiento único, da el tono a los medios de comunicación.
Unas veces lo hace mediante
un empresario poderoso que, árbi­
tro del periodismo,
con sus ideas e intereses rige en cierta forma
el sistema informativo; otras veces, son los mandatos del gobier­
no o de empresas cuyo influjo es determinante gracias a la publi­
cidad, quienes
ponen al paso a los periodistas. Con alarma se ha
notado que
"la progresiva concentración de empresas de comu­
nicación
en Europa hará que en pocos años esté la información
en manos de sólo seis compañías; la dependencia creciente de la
clase polftica para sus grandes acciones de propaganda han colo­
cado a dichos medios de comunicación
en lugar preeminente
dentro de la moderna estructura de poder. Esta situación nueva
se
ha generado mediante un circulo vicioso: los polfticos requie­
ren campañas propagandísticas costosfsimas para ganar votos, y
esto
no puede conseguirse sin la concurrencia de grupos multi­
nacionales de comunicación de masas y grandes sumas de dine­
ro capaces .de sustentar todo el montaje. Medios de comunica­
ción, clase polftica y grupos financieros son los tres soportes del
poder moderno"
(9).
Sugestivo resulta el cambio que, obedeciendo a los dictados
ideológicos, llevó a cabo, hace más o menos
un año, el diario
ABC de la Villa y Corte. Su sección religiosa, excelente, dirigida
por
el sacerdote Santiago Martfn, fue de pronto suprimida y la
sustituyó otra, con
el nombre de "sociedad", en la cual se daba
cuenta
de sucesos atañentes a la Iglesia, a la vez que de otras reli­
giones, originalidades etnológicas, usos extravagantes, gastrono­
mía exótica, culturas pregrinas, accidentes.
Habla sido rebajado
el catolicismo casi a rareza
que se observaba con la curiosidad de
quien viaja o pasea por
un parque zoológico. Pero, atendiendo a
motivos comerciales, recientemente se ha restablecido la sección
religiosa.
(9) AN'roNro MARTfN DE BEAUMONT, "La descomposición de las ideologías tra­
dicionales", art. publ. en la revista Prometeo (verano-otoño de 1999), pág. ~-
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DEFECTOS DE LA INFORMACIÓN
IV. La noticia así concebida y la .jdeología que la anima dan
origen a un mundo sul generfs: la "aldea global". Este término
procede del yanqui Marshall Mac Luhan y de dos coautores de
un librillo disparatado e incoherente, pero en el que se encuen­
tran algunas ocurrencias no desdeñables. Aparte de lo que alli se
escriba, resulta sugestiva la idea, casi imagen,. del mundo con­
vertido, por obra y gracia de los medios de comunicación, en una
aldea, o sea encogido hasta el extremo que, igual que en un villo­
rrio,
todo se sabe, no' importando que acaezca al extremo opues­
to de la calle o del barrio donde uno viva.
Dicho
concepto significa, pues, una comunidad internacional
que abarca la Tierra entera, donde los acontecimientos de impor­
tancia
son conocidos inmediata o casi inmediatamente por todas
partes. Constituye
el planeta, en punto a comunicación, una a
manera de esfera de vidrio, que permite ver cuanto ocurra
en su
superficie y
su interior. Sabemos al instante, o poco menos, que
ha habido golpe de Estado en Paquistán, inundaciones en
Filipinas, terremotos en Turquía, matanzas en Timor y en Ruanda,
tifones en China, tomados en el Caribe, lluvias torrenciales en
México y el sur de los Estados Unidos. No sólo sabemos todo
ello: lo vemos mediante la televisión, estamos cerca de los suce­
sos, escuchamos la voz de las personas afectadas, leemos con
detalle las circunstancias en la prensa. Nada se nos oculta: ni el
tiempo ni el espacio nos separa. Así opinamos todos, nemine dis­
crepante.
La transparencia de la "aldea global" significa, además del cono­
cimiento del hecho
en sí, el conocimiento del sentido del hecho. Al
momento sabemos cómo calificar un suceso, su condición moral, la
de sus protagonistas. Por ejemplo, consideremos la sublevación del
general Musharaf, sublevación
que la conocimos como si hubiéra­
mos estado
en Islamabad, al producirse el levantamiento, de mano
de los periodistas. ¿Qué opinamos, entonces, de la desaparición de
la democracia paquistaní? Un titular del diario madrileño La Razón,
de catorce de octubre del año en curso, nos lo indica: "El mundo
condena el golpe (de Estado) en Paquistán" (pág. 19). El mundo, o
sea, la "aldea global". Pero si nos acercamos a esa totalidad crista­
lina y la obervamos
con cuidado, advertimos que el "mundo" se cir-
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MARIOSORIA
cunscribe a la Europa occidental y a Estados Unidos, amén de algu­
nos apéndices como Buenos Akes, Lima, Wéllington o Cam-berra.
Porque, ¿quién nos informa
de lo que opinan al respecto los pro­
pios ciudadanos del país afectado? ¿Quién
nos cuenta lo que pien­
san sobre
tal asunto los musulmanes todos, que componen una
comunidad de más de mil millones de personas, extendida desde
Indonesia hasta
el Atlántico? ¿Y qué juzgan del asunto los chinos,
mil doscientos millones de almas? ¿Y los rusos? De todos estos seres
humanos nada sabernos tocante al tema que tantos aspavientos
provoca
en los medios de comunicación.
La claridad de la "aldea global" no se refiere sólo al presen­
te. Abarca también el pasado.
Pensemos
en los judíos muertos en los campos de concentra­
ción nazis y
en los hipotéticos seis millones de víctimas. Ya se sabe
que este número es número consagrado, inamovible, excepto que
se lo desplace al alza. Todo el mundo, entonces, toda la "aldea glo­
bal"
da por confirmadas y admite las cifras oficiales del llamado
holocausto hebreo.
Mas, volvemos a preguntarnos: ¿Qué opinan
de ello los musulmanes?
¿Y qué los chinos?, de cuyos vaivenes
politicos tanto conocemos y tanto pretendemos enseñarles, siendo
de creer
que· también ellos conocen algo de lo que se cuece entre
nosotros.
¿Y qué creen de ello los rusos? Y, más cerca, ¿qué dicen
los polacos?, cuya participación
en el asunto fue en muchos casos
directa.
¿Y qué afirman o niegan los propios alemanes, no única­
mente los que aceptan a pie juntillas la tesis intocable? No lo sabe­
mos, aunque
con esta nesciencia excluyamos a media humanidad.
A mayor abundamiento, cargando las
tintas en un asunto nos
olvidamos
de otros similares o aun más horribles, más merece­
dores
de consideración y conmiseración. ¿No tuvieron a causa de
la guerra los polacos seis millones de muertos, o sea el veintisiete
por ciento de su población? ¿No contaron los rusos veintisiete
millones de caídos
en batallas y campos de reclusión nazis, amén
de más
de dieciocho millones de heridos y lisiados, como les re­
cordó G01bachof al canciller Kohl y al presidente Mitterrand? (10).
(10) MIGUEL GoRBACHOF, Wie es war. Die deutsche Wiederverefnfgung(Berlín,
1999), págs. 126, 132.
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DEFECTOS DE LA INFORMACIÓN
Y que no se nos replique que entre las comunidades cuyo
sentir apenas vislumbramos, abundan los iletrados, incapaces de
discernir cuanto se afirme en la "aldea global", como si en Occi­
dente y sus ramificaciones todos fuesen sabios, todos conocieran
los asuntos favoritos de los medios de comunicación y su inter­
pretación correcta, todos hubiesen meditado los respectivos argu­
mentos, igual
un campesino de Cochabamba, un groenlandés o
un negro de Nueva Orleáns. Allende que la existencia misma de
esas muchedumbres analfabetas, desde el punto de vista de la
comunicación, refuta el concepto
de "aldea global". Y en cuanto
a los historiadores, sociólogos, políticos,
demógrafos que disien­
ten de las tesis comunes, ¿cómo calificarlos?
¿De ignorantes? ¿De
criminales? ¿De locos? Arduo problema.
Veamos otros ejemplos de obscuridad
en ese globo diáfano.
¿Cómo pagan sus armas las guerrillas colombianas? Sobre
todo,
¿a quién le compran los ingenios bélicos con que se las tie­
nen tiesas al ejército de su país? ¿De qué fuente manan los cuan­
tiosos recursos de
Paz Verde o Greenpeace, fondos que le per­
miten mantener a
la filantrópica y ecológica asociación barcos,
tripulaciones, secretarias
por todas partes? ¿Quién subvenciona a
las llamadas "madres de mayo", sus viajes, conferencias de pren­
sa, oficinas, propaganda? ¿Conocemos suficientemente la situa­
ción iraqui, el efecto que produce
un bloqueo que cabe calificar
de genocidio?
¿Nos hemos enterado de la suerte de los servios
asesinados o arrojados de Kosovo, tras el último conflicto yugos­
lavo?
Y paramos, porque de seguir nos volveriamos interminables.
A despecho de cuanto pretendan hacernos creer, para infor­
marnos topamos con obstáculos virtualmente insalvables, o sea,
barreras lingüisticas, religiosas, politicas, culturales. Recuerdo
haber estado
en El Cairo, hace unos años, y apenas barruntado
el ataque terrorista contra
un grupo de españoles en Asuán, no
obstante haber ampliamente hablado de ello la prensa y la tele­
visión egipcias. Porque, al saber
yo imperfectisimamente árabe,
ni entendfa la televisión ni podfa leer los diarios,
si no era de
modo muy penoso, con la incierta ayuda de diccionario. Y me
hallaba
en el tiempo y lugar de los hechos. ¡Qué será cuando está
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MARIOSORIA
uno alejado! Asi, pues, transponemos con toda desfachatez nues­
tra opinión, adjudicándosela,
pese a los testimonios contrarios, a
todos los hombres. Nuestra presunta luz
es la luz que ilumina a
todo ser humano, o sea, que la opinión de los medios de infor­
mación liberales y progresistas la conceptuamos
no sólo la única
verdadera, sino también la única que profesa
el mundo entero.
La "aldea global" es la concepción racionalista transferida al
campo de los medios de comunicación. Asi como para el racio­
nalismo
no existe otra realidad que la mensurable y experimen­
table, resultando toda ella transparente al ojo de la razón, para
esta forma de transmisión de noticias
no existe obstáculo cog­
noscitivo alguno. Todo es o
debe ser cognoscible mediante pren­
sa, radio, televisión y redes telemáticas. Además, este conoci­
miento es
por antonomasia objetivo, y los obstáculos que a él se
opongan desaparecerán desde el momento
que sean homogé­
neas las sociedades y
se establezca una lingua franca, el inglés.
Si esto último se realiza de grado, tanto mejor; si no, habrá de lle­
varse a cabo mediante la fuerza, empleando
· el ingente arsenal
norteamericano, británico e israelí.
No otra es, en el fondo, la teoña del escritor estadounidense
Samuel Huntington, teorizante del "choque de civilizaciones",
pensador a sueldo, lo mismo que Francisco Fukuyama,
de la
gigantesca maquinaria industrial y militar de Washington (11).
El racionalismo de la noticia ignora, igual que su progenitor, el
racionalismo filosófico, las facetas irracionales de la realidad y con­
sidera que la noticia habrá de obedecer a formas preestablecidas.
Falsea
la filosofía de la diosa razón la calidad en cantidad, la
esencia
en materia, la presencia ontológica en extensión, el peso
en número, el movimiento en desplazamiento local, el espíritu en
fisiología, la inteligencia y la intuición en abstracciones y logo­
maquias, el sentimiento
en sensación, el misticismo en histeria, la
religión en mito, etc. De forma análoga, tiene su criterio reductor
(11) CARLOS MARTíNEZ-CAVA, "'Samuel Huntington, ¿el Spengler americano?'',
art. publ. en la revista Hespartdes, núm. 8, de noviembre de 1995, págs. 219 y sigs.,
y
CARLOS CABALLERO, "De Fukuyama a Huntington, o la legitimación del etnocidio",
art. publ. en ibídem, págs. 227 y sigs.
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DEFECTOS DE LA INFORMACIÓN
supremo la "aldea global": lo correcto, vale decir lo histórica,
política, religiosa,
económicamente correcto. Cualquiera noticia
habrá,
por consiguiente, de someterse a tal criterio. Así, no se
podrá divulgar, sino reinterpretada, corregida, una noticia que
impugne el exceso de libertad de mercado, o prevenga contra
los oligopolios, o descubra la hipocresía de la democracia libe­
ral, o
exprese la vitalidad de la fe religiosa, o ponga en solfa
una tesis histórica consagrada y asentada por generaciones de
dóciles profesores, como ha hecho recientemente Juan Du­
mont en su libro acerca de la batalla de Lepanto, condenando
las alianzas musulmanas de la corona francesa y alabando
la política contraria de María de Médicis y del cardenal de
Berulle.
Y a propósito de lo históricamente
incorrecto que puede con­
vertirse en noticia toda vez que se toquen sucesos o personajes
que pretenden conservarse en determinado ser, indefinidamente,
como las momias de Egipto; personajes -digo-de la condición
de Mitterrand, por ejemplo: ¿por qué referirse de modo conde­
natorio sólo al disgusto del presidente acerca
de la perniciosa
influencia judía
en Francia (12), y pasar por alto otras vicisitudes
de tan rica vida, como la colaboración del político con el maris­
cal Petain y las condecoraciones que recibió de él? Nadie res­
ponde.
O, si se trata del Islam, ¿qué impide contar que, durante la
última guerra munclial, fueron confidentes, informadores o agen­
tes del almirante Canaris, vale decir, del contraespionaje alemán,
notabilidades
como el entonces sultán, después rey de Marrue­
cos
con el nombre de Mohamed V; ciertos jefes del Istiqlal; el
argelino Mohamed Saíd, uno de los cabecillas del Frente de Libe­
ración Nacional y más tarde ministro
de Bumedián; el tunecino
Habib Burguiba,
el primer ministro iraquí Rashid Alí, los egipcios
Gama! Abd
el Nasser y Anuar el Sadat ... ? (13).
Volvamos a nuestro sistema periodístico.
(12) Diario ABC, de Madrid, de veintisiete de agosto de 1999.
(13) ANDRI!.s BRISSAUD, Canaris (París, 1970), págs. 579 y sigs.; }ACOBO BéNOJST­
MÉCHIN, Primavera árabe (París, 1959), págs. 98 y sigs.
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MARIOSORIA
V. Objetará alguien que, propaladas de esa forma artera las
noticias, más
son embuste que noticias. Sin duda; pero son obse­
cuentes con el sistema informativo de hogaño.
De otro lado, la condición de mendaz de
una noticia es
noción aceptable sólo mientras exista
un mundo ajeno a la infor­
mación; pero este mundo se encoge cada vez más, como la piel
de zapa del cuento de Balzac, hasta quedar prendido
en las redes
del periodismo y la telemática. Recuérdese aquella afirmación
española de hace años:
"No existe lo que no cuenta el ABC'.
Estamos a punto de comprobar que no existe lo que no aparece
en las pantallas de televisión, las ondas radiofónicas o las pági­
nas
de los periódicos.
¿ Y cuál es la condición de las personas que caminan por esa
especie de corredor de espejos, donde las imágenes se reflejan
indefinidamente unas a otras, sin que atine el viandante a encon­
trar
la salida?
Casi inermes están los destinatarios de
tal información. Y no
mencionamos en esto a la publicidad, que merece capítulo aparte.
Al lector de un periódico diario o semanal todavía le queda,
salvo que sea
un zoquete, un resquicio de independencia: la posi­
bilidad de volver sobre lo leído, sujetar unos instantes lo pasaje­
ro, meditarlo un poco, compararlo, recordar otras noticias, adver­
tir contradicciones e inverosimilitudes, considerar la ideología del
periódico respectivo y deducir la índole de las noticias, etc. Por
esto, probablemente sea la prensa el medio de comunicación
menos perjudicial, el
que más libertad deja, no obstante el adoc­
trinamiento subliminal, realizado lo mismo
por medio de cróni­
cas sesgadas que
por los editoriales y artículos de opinión.
En cambio, al oyente de radio
le resulta muy dificil sustraerse
a la voz predicadora, apasionada, contundente, o
bien tranquila,
pero de imperturbable dogmatismo, que establece como desde el
púlpito sus verdades. Está el receptor
en actitud pasiva y única­
mente
le resta, si mucho le desagrada lo que se dice, apagar la
radio. Ésta, como medio de propaganda, es eficacísima, según lo
sabían perfectamente demagogos como Churchill y Hitler.
Por lo
que se refiere a la televisión, es ella en apariencia obje­
tiva, pues muestra lo que sucede o sucedió: caras, gentíos, edifi-
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DEFECTOS DE LA INFORMACIÓN
cios, calles, peleas, gestos de aprobación o reprobación, acome­
tidas de la poliáa, emigraciones, cadáveres, poblaciones desnu­
tridas. Lleva
al espectador hasta el escenario mismo, hasta con el
sonido de los hechos.
Es como el cine, pero vista una historia
real. Sin embargo, resulta engañosa, ya que muestra las cosas
desde el ángulo conveniente para
el sentido de la noticia. En rea­
lidad, es tan subjetiva como
una fotografía, incluso no retocada.
Si se trata de una manifestación multitudinaria, veremos la cabe­
cera
de la misma o los grupos más nutridos, supuesto que tal
visión le convenga
al periodista. De lo contrario, aparecerán algu­
nos corrillos escuálidos o personas dispersas. De aquí nacen
en
parte esas sorprendentes divergencias acerca del número de par­
ticipantes
en una reunión pública, según los hayan contado los
organizadores del acto o la
poliáa municipal. Dejando de lado
las contrarias propensiones de unos y otros a exagerar o dismi­
nuir, el televidente no sabe a quien creer, pues las cifras no sue­
len corresponderse con las imágenes, y acaba quedándose
en
una especie de limbo informativo donde predomina lo visto, a
pesar de lo especioso de los fotogramas.
Similar a la del radioyente es la pasividad del espectador de
televisión.
Es cierto que la vista deja un ápice más de indepen­
dencia mental que el oído; pero la rapidez
con que se suceden
las imágenes, la fuerza apabullante de muchas de ellas, la corro­
boración del locutor, que enseña a entender lo
que se va pre­
sentando, todo deja
un sed,imento muy firme de propaganda.
Tocante a las noticias recibidas por vía telemática, donde
cualquier persona puede opinar de todo lo divino y lo humano,
según su leal saber y entender o su simple capricho, y donde
no
cabe propaganda inmune, pues a ésta se replica de inmediato, no
nos parece siempre mejor resguardada la libertad de los destina­
tarios de la noticia, ni del todo restablecida la imparcialidad de la
última. En efecto, prescindiendo
por ahora de los bombardeos pro­
pagandísticos, que cabe llevar a cabo conforme a múltiples pun­
tos de vista, y prescindiendo también de las prohibiciones ya
esbozadas de impugnar,
por ejemplo, el aborto, la libertad de
estas redes transmisoras corresponde a lo que llamaría Hegel
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MARIO SOR/A
libertad informe, es decir, inorganizada: libertad según la cual
miles
de personas escriben y opinan, formando un guirigay que
vuelve inaudible e ilegible, por su cantidad y muchas veces ina­
nidad, casi todo cuanto se diga.
Lo que queda de esas opiniones
vertidas
en torrente suele ser tan sólo el resultado de tantos a
favor, tantos
en contra de un asunto cualquiera: el secuestro de
Pinochet
en Inglaterra, la condena del juez Gómez de Liaño, la
personalidad de Jesús
Gil, el divorcio de Rociíto Carrasco u otro
tema que vaya
de boca en boca. De este modo, las opiniones
individuales
no son más valiosas que las "cartas al director", en
las publicaciones periódicas, o las "llamadas telefónicas" que
reciben del público los estudios de radio y televisión. Todas ellas,
supuesto que se atiendan y
no se abrevien hasta hacerlas insig­
nificantes,
no paran el huracán catequizador, si bien sirven de
coartada que demuestre la libertad de pensamiento y expresión,
así como la tolerancia del medio de comunicación que acoja refu­
taciones y disentimientos. Además
-volviendo a los ordenado­
res-, la conexión de éstos con emisiones y programas radiofó­
nicos y televisivos, vuelve a plantear las dificultades en punto a
verdad de la noticia y libertad del espectador o lector. Ha pro­
porcionado
la. telemática, es innegable, cierta independencia a
quien reciba nuevas de este mundo; pero, a más de los inconve­
nientes propios, recoge muchos defectos de la información al
estilo habitual, o sea, afirmación-formación-deformación.
VI. Cuanto hemos dicho podemos destinarlo a un sujeto que
a todos nos interesa: la Iglesia.
Quien lea, por ejemplo, el diario madrileño El País, habrá
observado que pasan a veces hasta quince días, aproximada­
mente, sin
que nada se diga en él de religión. Lo mismo ocurre
con muchas emisoras de televisión. No importa
que viaje el papa,
se celebre
un sínodo nutridísimo y se promulguen tales o cuales
decisiones que,
al fin y al cabo, conciernen a millones de perso­
nas. Tampoco resulta digno
de mención un documento pontifi­
cio, salvo que éste choque
con la doctrina acreditada de la "aldea
global" o lo retuerza el periodista haciéndole decir disparates.
Ni
es de entidad que se reúnan a decenas de miles los miembros de
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DEFECTOS DE LA INFORMACIÓN
asociaciones católicas seglares, se canonice o beatifique a un sier­
vo de Dios, se nombren cardenales. No hay noticia al respecto,
igual
que si no existiera la Iglesia o nada de notable hubiera habi­
do. Pero, de súbito, se le dedican a Roma y a
la religión, en días
sucesivos, páginas del periódico citado o largos espacios televisi­
vos, publicándose no sólo editoriales, crónicas1 entrevistas, repor­
tajes, fotografüts, sino también sesudos artículos. ¿Qué ha ocurri­
do? Pues que un obispo acusa de absolutismo a la curia romana
y patrocina el gobierno colegial de la Iglesia; o
que circulan
rumores acerca de la mala salud o abdicación inminente del
sumo pontífice; o que está denunciado
por pederastia un sacer­
dote o
un prelado; o que algún jesuita, por millonésima vez en
la historia reciente de la Compañía de Jesús, ha sostenido alguna
tesis heterodoxa, como la de ser aceptable el panteísmo (14), o
no ha hecho ascos a la comida rancia y recalentada de Róbinson,
Bonhoeffer y Bultmann (15); o bien que
un grupo de laicos aus­
tríacos ha renovado en cierta forma el viejo lema Los van Rom,
sin que los haya debidamente reprendido el arzobispo de Viena,
cardenal conde de Schónborn, etc. En otras palabras, cuanto
hemos analizado tocante a
la adulteración de la noticia, lo halla­
mos
en el caso de la Iglesia: silencio, exageración, clamor, dis­
torsión, parcialidad, redundancia. De esta manera, una noticia
que, monda y lironda, podría ser interesante, se transforma
por
la malevolencia en lección y el periodista en profesor espurio,
que a menudo carece hasta del talento de los grandes impíos. Sin
duda, es mucho más instructivo leer al barón de Holbach, a
Feuerbach o
al profesor Gustavo Bueno, que a Raúl del Pozo o
a Joaquín Estefanía.
Respecto de las batallas periodísticas previsibles
(¡y Dios
quiera que sea yo mal profeta!),
puede estallar una contra las sec­
tas que dañarla gravemente a la Iglesia.
(14) ]OSÉ AlEMANY, s. J., "Jesuitas por el diálogo interreligioso", art. pub!. en
la revista Razdn y Fe, número de septiembre-octubre de 1999, págs. 214 y sig.
(15) GIANNI VATIMO, "Pensimiento débil, teología fuerte", art. publ. en et dia­
rio ABC, de Madrid, de treinta de. octubre de 1999. Respuesta al jesuita Cannelo
Dótolo
y su libro La teología fundamental ante el desafio del pensamiento d~bil
de G. ViJ.ttimo.
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MARIO SOR/A
Por un perverso trastrocamiento de valores, muchos asuntos
de comperencia eclesiástica
han pasado a las autoridades secula­
res. Garantizan éstas la libertad religiosa,
pero se reservan el limi­
tarla de acuerdo con el orden público. Tal limitación procede de
la Dedaración de los derechos del hombre y el ciudadano, de
1789, artículo décimo, y la
han adoptado todas las constituciones
vigentes, de modo que la consideramos poco menos
que atribu­
ción natural del Estado, aunque conrenga
en germen la justifica­
ción de las trabas burocráticas, exilio de religiosos, clausura de
templos, incautación de bienes, prohibición de actos de culto,
prisión de militantes seglares, tal como se comprobó
en la pro­
pia Francia,
al año de establecida la célebre declaración (16).
De acuerdo
con este principio o pretexto de amparar a los
ciudadanos, se ha arrebatado a la Iglesia muchas veces hasta el
derecho de definir
en materia dogmática, concretamente el deter­
minar lo que es secta, su hererodoxia. Por lo cual es fácil de pre­
ver lo
que sucedería si políticos, sociólogos, psicólogos, ayuda­
dos de periodistas amigos o espoleados
por éstos, determinaran
lo
que constituye una "secta" y decidieran condenarlo. Oportunas
acometidas doctrinales, ataques constantes, impugnación concer­
tada de varios medios
de comunicación definirían el concepto,
apoyándose
en tal o cual teoría psicológica o sociológica racio­
nalista, y la aplicarían a cualquier asociación_
que resultara ingra­
ta a los gobernantes u opuesta a
la ideologia liberal. Hubo, en
años pasados, algúo conato de hacer esto que decirnos respecto
del Opus Dei, y después se denunció a esta o aquella sociedad.
De momento, está el dragón dormido.
Desgraciadamente, es notoria la decadencia de las antiguas
órdenes religiosas, comprendida
la Compañia de Jesús. Esta dis­
minución del clero regular, al que debe la Iglesia, durante más de
un milenio, hazañas sin número en el saber y la evangelización,
se ha visto compensada en este siglo por la aparición de los ins­
titutos seculares, órdenes religiosas nuevas y movimientos laicos.
(16) MARio SoRIA, ~1a libertad rel-igiosa, según la Declaración de derechos
del hombre, de 1789", art. publ. en la revista Verbo, núm. 289-290 (octubre­
diciembre
de 1990), págs. 8 y sigs.
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DEFECTOS DE LA INFORMACIÓN
Particularmente los últimos: focolares, "Comunión y libera­
ción", los popularmente conocidos
en España con el nombre de
"covadongos", los neocatecumenales y muchos otros,
han proli­
ferado
en los cinco lustros últimos, hasta el extremo de haber
reunido el treinta
de mayo de 1998, en la plaza de San Pedro,
doscientas cincuenta
mil personas (17), y haber estado algunos
de ellos representados
por relatores laicos en el sínodo de obis­
pos europeos recientemente celebrado (18).
Tienen estos grupos seglares
una concepción del mundo y de
la vida diametrahnente opuesta a la
que es hegemónica en la
sociedad laicizada
de nuestros días: viva creencia en Dios, fideli­
dad a la Iglesia, afán de predicar la palabra evangélica, desdén
de los bienes materiales, entusiasmo, fortísima convicción, fervor
religioso y otras cualidades expresadas, según los casos, en actos
litúrgicos, reuniones de oración, vida en común, difusión de
devociones, retiros, recogida de firmas en pro o en contra de
determinado asunto, campañas postales, etc. Así resultan estas
asociaciones católicas especialmente vulnerables:
en primer
lugar,
por expresar la fecundidad inagotable del catolicismo y
refutar
de facto la prevista y deseada desaparición de las religio­
nes;
en segundo término, por ser sus miembros de índole anta­
gónica a una sociedad sometida al hedonismo y las concepcio­
nes racionalistas. Llano _ es, por consecuencia, calificar a tales
agrupaciones de "sectas", mezclándolas con las que realmente lo
son, convertirlas
en noticia y desencadenar contra ellas una tem­
pestad de infundios, tempestad cuyo final
es previsible, dado que
los católicos, clérigos y laicos, por lo general apenas se atreven a
asomar la cabeza.
• • •
(17) Revista Alfa y Omega, núm. 121, de seis de junio de 1998; ABC, de
Madrid, de ídem, pág. 84; Alfa y Omega, núm. 172, de uno de julio de 1999,
pág. 21.
(18) L 'Osservatore Romano (edición española), de uno de octubre de 1999,
pág.
6.
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MARIOSORIA
Para terminar estas consideraciones pesimistas, pero a mi jui­
cio correspondientes a la realidad, permitidme unas breves pala­
bras sobre lo que cabe todavía, a
mi juicio, hacer, como se hace
con el hombre
que se está ahogando y que quizá pueda aferrar­
se a
una tabla que se le arroje. Y que me perdone quien se halle
encargado de indicar soluciones. No pretendo substituirlo ni ade­
lantarme a él; sólo humildemente quiero aportar
mi granito de
arena.
La capacidad de contener el alud de noticias tendenciosas
significa disponer nosotros de los medios de comunicación ade­
cuados. Esto es una perogrullada, evidentemente.
Mas, si quere­
mos tener tales medios necesitamos dinero, más dinero, siempre
dinero. Bien dice Espronceda:
"Si Dios es omnipoteri.te,
el dinero es su teniente".
Por desgracia, el numerario ha cambiado
en gran parte de
manos, especialmente en España. Hace treinta o cuarenta años,
existía una burguesia tradicional y acomodada, si no opulenta, a
la que le gustaba actuar de mecenas de causas como la nuestra.
En la actualidad, se parecen los ricos cada vez más a la clase
media norteamericana, cuyo ideal es el placer y el éxito
en los
negocios, y
que si algo subvenciona, suelen ser fundaciones que
sirvan, a la vez, para desgravar impuestos y difundir el progre­
sismo
en todas su formas. Por lo que se refiere a nosotros, el
arquetipo español es casi siempre
Luis Roldán sentado en verano
al borde de una piscina, en calzoncillos y rodeado de mujeres.
¿Cómo conseguir, entonces, ese dinero? Imaginar los medios
y llevarlos a su fin es tarea que se impone ejecutar a todos, si
queremos tener nuestro sitio bajo el sol.
Muchas gracias.
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