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Los dos poderes

LOS DOS PODERES (*)
POR
J EAN ÜUSSET,
(*) SPEIRO está preparando la _versión en c.astellano de la última
edición del libro básico para nosotros, de nuestro muy querido amigo y maestro
/ean Ousset, PARA QUE EL REINE. Este trabajo, LOS DOS PODERES,
constituye el capítulo V de la I
parte de este libro; capitulo totalmente
nuevo y de una actualidad tan evidente que hemos creído muy oportuno y
de gran interés anticipar su publicación.
Fundaci\363n Speiro

LOS DOS PODERES
POR
, }EAN Ouss&T.
«Uegará un dia en que los seglares rechazarán, más
enérgicamente
que nosotros
mismos,
ciertos axiomas
de
la
se,;u/arízación exr:lusiva y ristemáti.a que les habrán
reJultado más funestos" que a

la Iglesia.»
CARDtNAL PIE.
El Papa y el Emperador.
Fórmula tipo. Demasiado esquemática
para resultar plena­
mente satisfactoria a los ojos de un historiador. Fórmula cómoda, no obstante, para
explicar lo que

nos queda
por decir. Distinción de
Oo temporal y de lo ,espiritual que encontraba
una conveniente aplicación en lo que representa:ban estos dos
personajes
en la
teoría como en la
práctica.
Ya

que si, para facilitar nuestra exposición, el emperador
tiene aquí valor de símbolo, en la cristiandad el emperador
,era
algo más que un símbolo, era "alguien de carne y hueso" ... Y
no solamente
,el emperador; ... sino (lo que nos conduce al mis­
mo punto a efectos de nuestra demostración)
el rey,
el príncipe,
el barón, incluso ... el burgués de
tantos municipios

... Encarna­
ciones cristianas todos ellos de los poderes
:Civiles de

entonces.
Y no se trataba de meras fórmulas sin
peso ni

vo_lumen, de las
que únicamente se encuentran en la lectura de los
manuales de
Derecho

Canónico.
El emperador no era uno de
esos notables feligreses de

pri­
mera
fila, para

servir de instrumento
e incluso
de protección a
su párroco. Marionetas incapaces de
eXjpresars~ y en nombre de las
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Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
cuales, ... se "habla". Como ocur,re al famoso ulaicado" de hoy
en día, del cual maneja los hilos un equipo religioso.
El emperador, los reyes, los
,príncipes, etc., eran personajes
con los cuales había que contar. Que no podían .ser apartados de
un revés. Que, •sin duda, podían ocasionar
algunas dificultades.
In­
cluso cuando Se trataba de un San Luis, que no vacilaba en .en­
frentarse a los obispos.
En otras palabras: frente a la innegable realidad del poder
espirituaU {cristiano) del Papa, de los obispos, de los
pámocos ...
existía
como indudable

realidad un poder temporal (cristiano)
ejercido por personalidades no menos visibles, difícilmente esca­
moteables.
No establezcamos una falsa simetría.
Emperadores, reyes, príncipes, comendadores, no eran espe­
jismos que
aparecieran a
veces más encumbrados que aquéllos.
Lo que explica que tintos clérigos de hoy se sientan satisfechos
de haberse desembarazado del poder temporal {cristiano) de estos
compañeros de anchas
espaldas. Clérigos

que, al
senti-rse .Jos úni­
cos agentes de una autoridad cristiana organizada, no vacilan en
proclamar su gozo por no ver subsistir en la Iglesia más que un
solo poder : el suyo.
Lo

que resulta tal
vei muy satisfactorio a sus ojos.
Pero que ya no es
el orden cristíano; puesto que éste implica
dos poderes. No es ya el orden cristiano de derecho. No es ya el
orden cristiano de hecho; que no ha cesado de disolverse desde que so1amente
e1 poder espiritual continúa rigiéndolo.
Prueba de

que alguna
cosa falta
para el equilibrio y Ia so­
lidez del edificio.
¿ Es esto verdaderamente sorprendente?
Si dos poderes han sido establecidos por Dios para asegurar
la
plenitud del

orden cristiano,
¿ es concebible que uno de ,estos
poderes pueda desapareoer sin que resulte amenazada la existen­
cia del orden que ambos tienen por misión garantizar?
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Fundaci\363n Speiro

WS DOS PODERES
Obligaciones respectivas de los dos poderes.
¡ Dos poderes !
Para co_mprobar su ,existencia no carece de interés mostrar
hasta qué punto los mensajeros
del cielo
saben respetar el
o de su jurisd1cción.
En tanto que, en 1.ourdes, la Santísima Virgen creyó que
debía decir a Bernardette que pidiera a los sacerdotes que se
Construyera una capilla ( conStruoción, -sin duda, dependiente de
su poder); en cambio, las "voces" de Juana de Arco no le se­
ñalaron el mismo itinerario. Ni párroco ni obispo le fueron in­
dicados, ni siquiera como introductores oficiosos cerca de Beaudiri­
court. Ningún mandato edesiástico (!), Fue un rep~esentante
(1) En este punto la contestación es conocida: "Juana, comisionada
directamente Por el Cielo, no tenía necesidad de mandato eclesiástico. !Mien­
tras que nosotros, simples seglares, en modo alguno dirigidos por los án­
geles, nos hallamos en un caso muy distinto, muy inferior ... ".
Sin duda.
Pero aparte de que pudiera haberse hecho un razonamiento análogo
en lo concerniente a la construcción de la capilla pedida a Bernardette,
el carácter muy particular de la misión de Juana no excluye las siguientes
reflexiones :
En el estado de nuestras sociedades democráticas, el deber y el derecho
de los seglares de trabajar por el
. bien
temporal son, en general, más
evidentes que la misión divina de Juana en su tiempo. Hasta
el punto
de que excelentes católicos, sin falta por su parte, habrían
podido negarse
a

creerla.
En lo que c'oncierne al juicio a emitir acerCa de la .cualidad de- las vías
extraordinarias en las que
la Iglesia· ha visto comprometerse a tantos de
sus
hijos, es

sabido lo prudente que
es_ ésta,
que no se pronuncia sino ra­
ramente
y mucho tiempo después,
Por_ lo

tanto, en el tiempo de Juana, si bien no se
. podía ciegamente
tomarla por una hechicera
y condenarla a la hoguera; en cambio cabía no
creer en ella
y dudar de su misión.
-Mientras hoy,
en las condiciones ·sociales
¡y políticas actuales, nadie
puede negar la realidad del deber y del derecho cívico de todo seglar cris­
tiano.
· En consecuencia, · ese derecho y ese deber del seglar cristiano en lo
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JEAN OUSSET
del poder temporal de entonoes, el representante del Rey de Fran­
cia, al que Juana ·se di~gió d1rectamente.
Y si bien es verdad que el Delfín hizo que a Juana fa .exami­
nara un tribunal de Teólogos en
Poi-tiers, no fue para obtener
una
ratificación, es decir,
la confirmación de su misión (misión
temporal). Fue simplemente para saber si Juana era buena cris­
tiana, de buenas costumbres y sana doctrina, si su fe era pura.
Cosas, todas éstas, ·-correspondientes a la autoridad espiritual y al
examen de un tribunal eclesiástico.
i Admirable ilustración de esa distinción de lo espiritual y lo
temporal! : iel poder temporal, ciertamente autónomo en la ges­
tión de sus :propios asuntos; pero sin separarse del poder espiri­ tual ·en lo que
concierne a Ja moral, doctrina y fe.
Pirincipio cuya aplicación no se halla únicamente reservada al
nivel de
llos poderes
soberanos, .sino que es preciso aplicarlo en
cada grado de cualquier autoridad ·social. Por ejemplo, si bien corresponde al poder espiritual la decla­
ración de ser
moo-almente lícita la amputación de un brazo o una
pierna para salvar la vida, su autoridad se detiene ahí. Ya no es
al dérigo, sino al cirujano, a quien corresponde decidir si, en
tail caso concreto, esta amputación es verdaderamente necesauia.
Si bien corresponde al poder espiritual declarar que es mo­
ralmente lícito echar
por la borda el cao-gamento de un navío
. excesivamente cargado que .se sumerge en las olas, no es ya al
poder espiritual, sino al
capitán del
barco, a quien compete de­
cidir si en el caso concreto de la tempestad desatada se impone
esa solución. Y todo padre de familia en su vida conyugal, en la
dir=ión
del

hogar, en
la educación de los hijos tiene el deber imperioso
de
seguir
en todo

ello las
enseñanzas del

poder espiritual de
la
Iglesia.

Debe velar
para que

su pequeña comunidad
esté en
cierto
modo iluminada, caldeada, sostenida, mantenida por la vida ·sa­
cramental,
la :piedad, el entendimiento de la doctrina católica ro-
temporal son más seguros (más ordinariamente evidentes) de lo que lo eran
el derecho y el deber de aceptar como "caudillo" a una muchacha sin
formación que se presentaba como enviada de Dios.
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LOS DOS PODERES
mana. Cosas todas ellas dependientes, sin discusión, de la auto­
ridad sacerdotal.
PerÓ entendido
esto
así, hecho así,

lo que es
el
gobierno del hogar no corresponde sino al padre._ No al párroco.
Y aun menos ·al vicario. Se les debe ayudar, amar, como padres
en la fe. Pero no les oonesponde entrometerse en el cuidado
temporal de los asuntos del cabeza de familia. El
mismo razonamiento

puede hacerse
desde la
perspectiva
del jefe de empresa.
Ciertamente, tiene

como tal el deber impe­
rioso de inspirar toda su actuación en la doctrina católica acerca
del trabajo, las cuestiones sociales, los problemas económicos.
Pero también debe velar para que la propia fábrica no sea un
centro de pestilencia espiirituaij, de depauperación moral, de ago­
tamiento. Con reserva, discreción, debe cumplir con el deber de
caridad espiritual y
corporal hacia ese prójimo
más próximo
que son los propios empleados, .
, .

Dicho y hecho, es al patrón
a quien le corresponde ese
papel. ¡ No al cura! Este puede, cier­
tamente, recordar a aquél sus oblig-,1ciones si no las cumple como
enseña y exige el Magisterio (espirituail) católico. De éste debe
el jefe de empresa ,recibir el magisterio pontificio ·en materia ·so­
cial. No la doctrina de Bloch-Lainé, no la doctrina de Armand y
Drancourt, no las consignas de la C, G. T., y tiene el derecho de
echar a la calle al cura progresista que le venga cantando las ala­
banzas a Carlos Marx y excitando fa lucha de clases,
Etc .... La transposición de estos ejemplos puede efectuarse
en todos los niveles de cualquier autoridad temporal.
¿Existe, aún, un poder temporal del laicado cristiano?
De esos dos poderes sólo subsiste el espiritual.
Cuando se

habla hoy del laicado, no es sino
~efiriéndose al
laicado

en cuanto se halla sometido a la autoridad de
los dlérigos,
encargado

por ellos de una misión apostólica dimanante a ese
título del poder
espiritual.
De ahí la importancia del "mandato".
Pues .para actuar en ese dominio -el del poder espiritual-
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/EAN OUSSET
un seglar no tiene como tal, sin duda, autoridad alguna. Es, pues,
justo que sea necesario un "mandato" de 'la Jerarquía .para ac­
tuar en este -terreno.
Pero a:sí coino parece que nada hay que añadir por ese Jado,
no parece tan sencillo por el otro.
Ya .que si ,se-admite que el -seglar, más que ,el clérigo, es el
hombre de lo temporal, ¿ qué pensar de .la transfonnación de su
poder a partir de que el flujo
revolucionario ha barrido esos em­
peradores, reyes,

gentil-hombres (cristianos) de los
cuales es el
muy democrático heredero?
El emperador, los ~eyes (etc.) eran capaces de haoerse respe­
tar
y temer. Capaces, en lo
temporal, de
defender al pueblo cris­
tiatlo y a is.u "ciudad carnal", de la cual no es inexacto deci.r que
viene
a ser el
"cuerpo de la ciudad de -Dios".
Ciudad a la cual no es exacto decir que únicamente el poder
temporail debe protegerla; pero sí que éste, por estar más inte­
resado en esto que el clero, es el único que está capacitado para
poderla defender basta el límite. Es decir, mucho más allá de las
líneas de ,resistencia que el poder espiritual puede mantener efi­
cazmente.
En este sentido, pues, el laicado cristiano existía realmente
antaño {como tal, en lo temporal), pmque estaba no menos real­
mente defendido
(como tal, en lo temporal).
Defensa no reducida a
algunas declaraciones
doctorales. In­
cluso firmes, incluso no ambiguas. Pero defensa asegura necesario por la espada, la .maza, el mosquete. Cualesquiera que
pudieran haber ,sido, por otrn pante, ilas perspectivas de apostolado
propuestos por la jerarquía ecle$iástica.
La Revolución ha cambiado todo esto.
"Al decapitar a Luis XVI... ha decapitado al laica do" ... ha
escrito Michel

Carronges en
Laicat ,wythe ou

réalité. Luego
-dice en sustancia-el laicado cristiano progresivamente se ha
ido
pulverizando, mientras que el Estado laico se hinchaba con
toda la sustancia así disipada. La ,separación de la Iglesia y del
Estado

ha sido
el "esultado final de esta evolución.
Como declaró Henri
Marrou a
la "Semaine des Intellectueles
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LOS DOS PODERES
Catholiques" de 1961. "Hoy por primera vez en su historia, el
Poder espiritual

( en Francia) se ejerce sin contrapeso institu­
cional ... " (por parte de un poder temporal cristiauo).
Se comprende, pues, que, en tal estado de cosas, [os vocablos
enfáticos de "promoción del laicado "o de "laicos adultos" susci­
tan una actitud critica, .incluso un
giran escepticismo.
En

un número de la revista
Resurréction, publicado en 1957,
Joseph Folliet declaraba a propósito de la independencia del laica­
do: "hagámoslo constar : no se trata propiamente de la indepen­
dencia del seglar frente
aU clérigo, sino de saber de qué clero
prefiere depender. Una definición del seglar emancipado podría
ser: el ·seglar que dice de
su obispo
lo malo que le apunta un
sacerdote o un religioso.
Como

ha subrayado muy bien un autor tan poco sospechoso
de anticlericalismo oomo J ean de Fab,egues: "Los clérigos, cuan­
do como tales clérigos quieren tomar la
dirección del mundo

tem­
poral, son muy capaces de sacrificar el mundo cristiano a las
ambigüedades del poder clerical."
No solamente el poder temporal
del laicado
cristiano es irri­
sorio en cuanto tal, sino que se encuentra como aplastado entre
dos tota1litarismos.
Tota1itarrismos ...

en tanto .son poderes estrictamente unitarios
tendentes a apoderarse del hombre por entero.
* * *
Dicho de otro modo: si · quedan todavía hoy dos grandes po­
deres, se presentan bajo la siguiente forma:
De una parte: el poder clerical. Pero privado de ese comple­
mento, de ese contrapeso que para él constituía un poder ,temporal
cristiano distinto; suficientemente autónomo a su
nivel y en su
esfera.
{Así el orden cristiano no se considera como si dependiese
únicamente del poder eclesiástico. De ahí e!1 reflejo bien conocido
y tan -característico de querer tilda-r de sospechoso, i,legítimo, todo
lo que ose llamarse
"católico" en
lo
t:emporal sin esta!' autori­
zado.)
De otra parte: el totalitarismo de los pOOeres no cristianos,
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fEAN OUSSET
incluso anti-cristianos que n-o solamente son temporales, sino es­
pirituales. Cesarismo del Estado moderno convertido en príncipe
absoluto de todo derecho. Monopolizador de aquello mediante lo
cual se
hace dueño
de los espíritus
y de las almas: espectáculos,
propaganda, ''información'', Universidad, cultura, etc ....
Ahora bien, por lo menos, es con este totalitarismo con el
que el poder espiritual católico debe mantener relaciones. Relacio­
nes que parecen prolongación de aquellas que en
fa cristiandad
unían en su fe común: el sacerdocio y el imperio.
La verdad es que si bien aún existe un p,oder espiritual del
laicado cristiano en tanto este 1aicado participa, bajo la autoridad
eclesiástica, en el apostolado de la jerarquía ( definición de la
Acción Católica Oficial), por
el contrario nada serio existe para
expresar
cualquier poder
temporal del !airado cristiano.
* * *
Digamos que parecía que éste iba a nacer cuando se formó
la Federación Nacional Católica {F. N. C.) por el general de
Castelnau; quien, .sin .ser "el emperador", era ·evidentemente un
"feligrés" dificil de

·soslayar.
Se pudo
or:eer, por consiguiente, que

iba a hacerse real Ia dis­
tinción de un poder espiritual (cristiano) y de un poder temporal,
de

un
laicado ,(no menos icristiano). Pero, rpoco después

de 1la
muerte del general, la transformación de su obra en "Federación
Nacional de Acción Católica'' ,(F. N. A. C.) (considerado por
algunos como una promoción) manifestaba, por el contrario, sin
eqnívocos, la confiscación de la organización por la autoridad
&lesiástica exclusivamente.
Fin del justo poder que en lo temporal habría podido ejercer
un laicado cristiano, calificado de adulto.
Ciudadano vergonzante que no puede titularse católico ...
¿ Es pa,ra compensarle, para consolarle, por lo que se le habla
tanto de "promoción"?
Pero promoción
¿ en qué orden?
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WS DOS PODERES
Detalle característico, la promoción contemplada es de orden
espiritual y destinada a hacerle participar en el sacerdocio.
Como .si una situación más e1evada ·en el santuario pudiera
hacer
olvidar
que, en ·su
terreno, es
el peón dotado de los dere­
chos ciudadanos.
Ciudadano vergonzante que no se .puede titular católko sin
que se le reproche que "compromet-e', que H responsabiliza" a una
autoridad
eclesiástica que,

según frase célebre, no quiere en modo
alguno 11qu'on la brouille avec 1a république".
Lo que, paradójic.amente, no deja a la iniciativa del seglar
cristiano sino una única vía, calificada de
"no comprometedora"
para fos clérigos. Vía en la que el seglar se halla casi seguro de
no tener ningún contratiempo por la parte ·ectesiá:Stica. La vía
corriente de la ideología moderna, que no es cristiana. En condi­
ciones tales que un
seg-lar católico

sufre menos inconvenientes
citando a Marx o Lenin que al Syllabu~.
Muy grande es el número de los clérigos que al parecer pre­
fieren que no exista un laicado -cristiano (dueño de :su justo poder
temporal) para no tener más problema que el poder político­
social (no cristiano, sino anti-cristiano) de un laicado heterogé­
neo
prácticamente conducido
por indiferentes, hasta por enemi­
gos del catolicismo. Todos los esfuerzos de -la Acción Católica, a
pesar de su
g,ran éxito
tal vez en
el plano apostólico, no han po­
dido dar la vuelta ni parar
Ua corriente de un naturalismo político
y
social hasta tal

punto victorioso que algunos eclesiásticos {pese
a
.Jas enseñanzas

de
los soberanos
Pontífices) deducen de ello
argumentos para afirmar que ya no es cosa de icombatir un estado
de hecho tan nriunfalmente implantado; que al alistarse en esta
lucha el seglar cristiano comprometería a 1a jerarquía, etc ....
En
realidad no
es
posible comprometer
a
la jerarquía sino en
la medida en que resulte manifiesto que ese
seglar cristiano
es
comisionado suyo; que todo lo que él hace (s-eputado cristiano)
en -lo temporal es teledirigido por la autoridad espiritual.
Si, por lo tanto, la teledirección no fuera· tan notoria, no re­
sultaría tan
fácil .pretender que la. jerairquía quedaba "oomprome­
foia".
225
,,
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JEAN OUSSET
El problema es más delicado cuando se han suscrito acuerdos
entre la jerarquía católica y los poderes civiles progresistas, co­
munistas, _etc.
Las fórmulas son conocidas. Piromesa, inclnso juramento de
respetar lealmente el

régimen de esas democracias populares. Pro­
mesa, incluso juramento, de no combatir al Estado.
Lo cual puede justificarse en el plano de un interés apostólico
que no poclemos juzgar.
Pero ¿ a quién compromete eso?
¿ A [os seglaires o a los clérigos?
¿ O a los clérigos solamente?
El malestar empieza cuando se formula la pregunta de a qué
título y en qué medida la acción temporal del laicado se halla
con­
dicionada por esos acuerdos.
¿ Es admisible que, por una táctica planteada como puramente
apostólica, el poder eclesiástico pueda comprometer e incluso sa­
crificar (no, ciertamente, con intención, pero. sí inconscientemente
y de hecho) los intereses temporales ( cristianos) de un laica do ( no
menos cristiano) ?
¿ Y no son ,los problemas de Hungría, de Polonia, del N arte
de Africa los que tratamos de evocar aquí? T·enemos entre nos­
otros re1 ·caso de la ela:boración de un ,estatuto escolar al cual
únicamente fue invitado el poder espiritual. El derecho fundamen­
tal (temporal) de los seglares cristianos, padres de alumnos, fue
al tiempo escandalosamente menospreciado. Sin que al ·parecer
se hayan conmovido muchos dérigos por tal violación contra
derechos tan elementales. Ejemplos todos éstos que prueban hasta
qué punto es necesa.rio recordar· esa distinción entre lo temporal
y lo espiritual.
* * *
Como ha dicho J ean Maditt-an {2), si los hombres de la Igle­
sia, en interés de una pastoral m~ndial, estiman que deben rehusar
(2) Itinéraires, núm. 67, pág. 203 ... en separata "Notre désacord sur
l'Algérie et la marche du monde", 4, rue
Garanciere. París, VJ.,e
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WS DOS PODERES
su apoyo a la defensa de algunas patrias carnales -no pueden
en absoluto, no pueden
sin abuso,
no pueden sin crimen disuadir
a los ciudadanos de defender los humildes honores de las
casas
paternas---,
la

libertad de la ciudad,
el interés legítimo y la vida
misma

de la patria ...
"Además, las oportunidades de desaparición o de superviv-encia
de las fuerzas políticas, de las clases sociales, de los
pueblos. y de
la,s-civilizaciones, son constantemente modificadas por la· acción
de los seglares. Y es su deber, su vocación, modificadas, sin
creerse aprisionados
en el pronóstico especulativo que

se haya
JX>dido hacer, aun con toda exactitud, en un momento dado.
Por ejemplo, se puede formular, en tal momento, el pronós­
tico de que el
comnnismo tiene

todas las probabilidades de ganar
en un país o en un grupo de países. Ante este pronóstico, los
hombres de la Iglesia toman
las disposiciones

o precauciones
apostólicas que crean deben tornar,
y en esto son jueces y respon­
sables ante Dios.
Pero si, en función de este pronóstico, los hombres de la
Ig-1esia ,emprenden, además, la tarea de persuadir al conjunto de
los católicos
de que

deben desvincularse de
todo anticomunismo
temporal, entonces estos hombres de la Iglesia aseguran de ese
modo, positivamente,
la victoria del comunismo, ·desmovilizando,
dispersando

o paralizando la
resistencia. Es, precisamente, cuan­
do
el comunismo tiene posibilidades objetivas de triunfar en un
país cuando más importa combatir esas posibilidades,
hac-er cam­
biar

ese pronóstico
especulativamete fundado,
hacer la historia
en lugar
de ·sufrirla.
Esto,

ciertamente, implica un combate. Un combate
temporal.
Y

puede
suceder que
en
e,stos· tiempos
del imperio de
la opi­
nión, de la radio, de la prensa, de guerra ideeológica y psicológica,
el
clero se indine a no participar en esta lucha por ,escrúpulos
apologéticos, por reservas apostólicas, por
deseo de _no molestar
demasiado

a aquellos a· quienes deberá evangelizar mañana.
¡ Es
cosa suya!
A los seglares corresponde el combáte y montar la guardia,
ya que se trata de la defensa de
su patria y de su hogar.
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JEAN OUSSET
Con frecuencia ha conseguido la victoria aquel a quien los de­
más consideraban vencido, pero que supo
batir~e bien.
Por eso sería
una traición, un crimen
del dero,

impedir esta lucha, enervar
es,ta
resistencia

en nombre de pronósticos
totalmente teóricos,
tremen­
damente desencarnados, por apostólicos que se les
iconsidere.
Si

los clérigos estiman preferible no hablar en absolnto del
comunismo o incluso actuar como si éste no existiese,
¡ es cosa
suya!
El abuso .e incluso el crimen comienzan o a partir del mo­
mento en que
la misma
actitud,
el mismo
comportamiento son pro­
puestos o

se imponen a los seglares como un deber de ortodoxia
cristiana, de unidad
apostólica.
En interés del santuario y

de
la ciudad.
Se adivina, a través de estas evocaciones, cómo una justa,
una inteligente distinción del poder espiritual
y del poder tem­
poral es indispensable y quizá decisiva. En interés del
santuairio.
En

interés del orden cristiano que debe unirlos en un
TODO
no totalitario. Sólo
esta distinción ,práctica, efectiva, puede

ofrecer al apos­
tolado por un
fado, a ,la acción cívica, social, política por otro, la
libertad indispensable para sus misiones
lfespectivas y comple­
mentarias.
Sólo ella puede permitirlo todo armoniosamente. Sin excesos
o

abandonos culpables en
lo temporal.
Sin pusilanimidad apos­
tólica en lo espiritu:;l.
Valga el ejemplo de San Francisco de Asís soñando con ga­
nar para
Cristo el

"Miramamolín" o
gran sultán
de entonces
y em­
barcarse en

Ancona
para Tierra-

Santa.
¿ Cabe pensar que, :Para
facilitar
el

éxito psicológico de su misión
totalmente espiritual,
hu­
biera pedido la retirada previa de aquellos que en Oriente o el
Mediterráneo montaban
la guardia para -impedir a los berberiscos
devasta:r las

costas cristianas
y ejercer la piratería?
Tal ,locura

no pasó, sin duda alguna, por la imaginación de
228
Fundaci\363n Speiro

LOS DOS PODERES
nadie, tal era el sentido que tenían en aquella época de los dos
poderes independientes, complementarios
en la unidad de un mis­
mo espíritu. Y de los primeros franciscanos que partieron para
Africa del N or-te, varios fueron martirizados, sin que sus destinos
heroicos sirvieran de argumento para minorar la vigilancia recla­
mada a los poderes políticos encargados de defender al oonjunto de personas
y de bienes que constituían 1a "ciudad carnal".
¡ Señal y beneficio de la sabiduría divina!
Pues el orden establecido por
la .Providencia es suficientemen­
te sabio, suficientemente armonioso, para que hallemos aquí ma­ teria
paira una

gran
lección.
-

Desde hace mucho tiempo se ha observado que Dios une a
todo noble deber un interés o un placer. Hasta
el punto de que
sería contrario a la sabiduría divina un orden donde quien estu­
viera sujeto a una obligación tuviera menos interés que otro en
cumplirla bien.
Pero es un hecho que
el deber

de defensa temporal, de defensa
cívica no se presenta. norma,lmente al clérigo con el
carácter de un
interés

inmediato, directo, evidente, que ofrece al seglar como
tal.
El clérigo (y tanto más cuanto más virtuoso es), está y debe estar
muy apartado personalmente de
estas "contingencias'_'
para ser
,el
buen, el verdadero defensor ... seg1ún Dios.
Cuando un padre de familia tiene
el deber y el interés de con­
servar y defender hasta
su último

suspiro, puede no ser
para el
clérigo
,sino ocasión

de piadoso desasimiento.
Pero ese desasimiento de los bienes temporales, ese gusto
exclusivo -suponemos- de las cosas espirituales, pueden incitar al clero a desconocer la importancia de los valores que un padre de
familia apreciará

inmediatamente. Mucho mejor que un exce­
lente razonamiento, la experiencia cotidiana permite aprehender
al seglar cuánto representan esos valores
para fa paz, la duración,
la armonía material y moral de su
hogar.
Universo

concreto que puede y debe ser regido, sin duda
al­
guna,

desde lo alto
por la doctrina de que es guardián el sacer­
dote ; pero la gestión en
la defensa práctica de ese hogar no es
ni puede .serlo de competencia ordinaria de1 clero.
229
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JEAN OUSSET
Pues . . . el sacerdote ignora cµ.anto concierne a fa defensa
práctica a que aludíamos, y esta ignorancia puede ser desastrosa
cuando rebasa su propia competencia: médico de
las-almas, tes­
tigo del espíritu, ¡ hombre de doctrina! No de programas. Sólo
algunos, muy pocos y muy grandes, fueron los santos que sin
inconvenientes pudieron entregarse a·l trabajo en ambos
órdenes
sin que su función política dañase su perfeccionamiento espiritual.
Sin que

su desprendimiento impidiese la defensa temporal que
como políticos creyeron deber_ realizar .
. Pero,

con excepción de esos casos
magníficos, la
Historia mues­
tra a menudo a clérigos devorados por
:la ambición del sig,lo,
presuntuosos, estériles o devastadores. j Por un San Bernardo
de Clairvaux, cuántos abates Grégoire, cuántos Cauchon, cuántos
Jacobinos, cuántos Daveziers ! Por· un San Ambrosio, impidiendo
a Teodosio la entrada a la Iglesia de Milán, cuántos prelados te­
merosos de ser denunciados como "integristas" en el "mundo".
Dos dases de peligros amenazan de ordinario la acción del
cle­
ro cuando éste pretende gobernar directamente !o temporal. Una
,primera tendencia
desprecia
muchos bienes
muy respe­
tables y defendibles. Sea por generosidad, sea por una especie de pía demagogia
y deseo de mostrar hasta qué extremo la Iglesia
no teme ninguna novedad y procura hallarse en la vanguardia
del
"-sentido de

la Historia", comprometen valores imprescindi­
bles·
paira la

.existencia ordenada de
la sociedad.
La otra forma del petlig~o clerical estriba en un rigorismo de
principios, en una concepción idealista de fas cosas y en la apli­
cación
,brutal, inmediata,
sin matices de nociones doctrinales, tal
vez justas, pero demasiado abstractamente concebidas e
impues­
tas.

Sin atender
a las innumerables circunstancias de tiempo ·y
de lugar.
Esto demuestra el sinnúmero de inconvenientes ·¿e que ado­
lecen
las dos fórmulas extremas: la .propia de espíritu semejante
a Savonardla y la de los sacerdotes obreros, pasados en masa a
la Revolución.
230
Fundaci\363n Speiro

LOS DOS PODERES
Clericalismo.
J. Boulier lo ha dicho muy bien:
"La acción de los laicos con mandato resulta tímida porque no
puede i-r demasiado lejos sin comprometer, por razón del mismo
mandato, la responsabilidad del mandatario, el obispo. ¿ Cómo el
seglar

osaría llegar más allá de lo que Monseñor
cree poder permitirse? Ninguno de
los grandes

seglares que han
destacado en la historia de .la Iglesia en F.rancia durante -el si­
g-lo xrx ha sido el
segfar de

ningún Monseñor. Sino que -eran
testigos de

su fe ante el mundo de un modo voluntario. No
te.­
nían nada clerical, .pero .su vida, a veces heroica, daba autenticidad
a su testimonio y le confería pleno valor-de apostolado. En mi.es­
tros días se quiere organizar el :laicado de tal modo que es de te­
mer que los seg.lares más
dinámicos queden fuera, no aceptando,
con
razón, ser confundidos
,como clericales ron mandato para
partidpar en una
acción. clerical.
"...

En fin, no
existe acción

alguna de
los seglares que más
pronto o más tarde no tenga
algún aspecto polítko.

Los seglares
no tienen que comprometerse en la
acción política

_porque ya
están comprometidos,
vinculados, desde su nacimiento, incluso
antes de su bautismo. Todos hacemos política,
decía recienteinente
el

Rector de la Universidad de
La Habana, unos por acción y
otros por omisión. Antes de ser
hechos ciudadanos del Cielo na­
cemos ciudadanos
de la ciudad carnal; somos responsables de
cuanto de ella tenemos. Aunque los clérigos, por razones particu­
lares, pueden, a veces, deber comprometerse, y, no obstante,
fa
acción política sigue siendo de la propia responsabilidad de los seglares, de
los ciudadanos."
Conviene, por consiguiente, no colocar ningún sacerdote de­
lante para poder tratar de actua,r seriamente en !o social y en lo
político. ¡ Esta acción -será la más conforme a las enseñanzas de
la Iglesia!
Pues ...
231
Fundaci\363n Speiro

fEAN OUSSET
o esta ac:ción será eficaz frente a los procesos del totalita­
rismo ·estatal, socializante;
o· no •lo será.
Si no lo es... es casi seguro que la Revolución, sin dificulta­
des, no encontrará inconveniente alguno a que clérigos, incluso
muchos, aparezcan en el dispositivo y se comprometan- a sus ojos.
Si,
.por el contrario, esta acción es eficaz ... las reacciones,
las
campañas de prensa

que
1a subversión desencadenará serán
tan fuertes que los sacerdotes seculares o religiosos recibirán de
su obispo o de su superior la orden de apartarse de una empresa
tan comprometedora. Abandonando así a los
laicos en
lo más
álgido del combate.
Lo cual, lejos de escanda1izarnos, no es sino
una vuelta al orden mismo. Con esta reserva únicamente ... : reali­
zar en semejante momento un repliegue tal, semeja una desban­
dada cuyo efecto es .siempre desastroso para la mora..! de los com­
batientes.
Que se les pida consejo, pues, tanto como sea preciso; que
se busque apoyo, para que nos reconforten espiritualmente, de
clérigos doctos, prudentes y santos. Pero guardémonos de alis­
tados, abiertamente, en el combate "temporal".
* * *
Nunca se di.irá suficientemente lo importante que es, lo deci­
sivo que puede resultar determinar con exactitud el terreno de
este combate.
Terreno donde el seglar es dueño de sus inida.tivas, de ·SUS
decisiones. Terreno donde el clérigo no tiene derecho de preva·
lerse de su título de clérigo '(y de la influencia psicológica que ese
título le permite ejercer) para comprometerse ·en cuestiones que
ya no son aquellas sobre las que recae su poder.
Es verdad que en muchos capítulos -empleo del latín, litur­
gia, catequesis, música sagrada, etc.-, bien puede:ri los laicos
expresar un deseo, dar una opinión, formular una crítica (puesto
que el mismo Concilio lo acaba de recordar), pero también es
verdad que no les corresponde zanjar ni decidir en estas materias.
232
Fundaci\363n Speiro

LOS DOS PODERES
Ya que el dominio de ellos corresponde lota! y muy legítimamente
a la competencia sacerdotal.
No se actúa, no
se comporta
uno de la misma
manera según
se

encuentre en casa de otro o en
la propia.
No se puede
actuar1 no se puede -escribir, hablar, organizarse,
intervenir de la misma manera si uno se encuentra en el terreno
que -legítimamente pertenece a otra autoridad o en el ,propio de
uno mismo. Y
por consiguiente ... Uos organismos, el objeto de las inter­
venciones, su orientación y su estilo pueden y deben diferir ...
seg-ún se proyecte una acción temporal ( esto
es: una

acción don­
de libremente el poder de
decisión corresponde

a los seglares); ...
o -bien se emprenda una acción específicamente religiosa, espiri­
tual, litúrgica ( esto
es: una

acción que corresponde a la autoridad
de ,los clérigos). Sólo una justa distinción de los dos dominios: espiritual y
temporal, puede ofrecer a los dérig,os y a ]os seglares -el terreno
adcuado para su más segura eficiencia y para su armoniosa corn­
plementariedad, Sólo
est.a distinción ofrece a

los .seglares más celosos un cam­
po de acción en el que pueden avanzar sin ser amenazados por
los dañosos ,peligros que han producido incontables víctimas.
De una parte: el peJig,ro de "-contestaciones", de continua·S
disputas con aquellos a quienes Michel de Saint Pierre denomina­
ba los "nuevos curas".
De otra parte: el peligro de dejarse neutraliza~ por ellos,
* * *
Peligro de disputas o de "contestaciones" inacabab1es con los
"nuevos curas".
Porque esas disputas .resultan dolorosas, agotadoras, provocan
amargura, entenebrecen

el alma, endurecen el corazón. Y, por otra
parte, no resultan provechosas. Su fin ordinario -es la crispación en
actitudes .rígidas, definitivamente hostiles. Sin olvidar que es ínfimo el número de quienes, con compe-
233
Fundaci\363n Speiro

JeAN OUSSET
tencia, con tono ,convenieilte, pueden demostrar a su pánroco que
está equivocado.
Y cuántos, a pesar de tener razót1, actúan equivocadamente ...
Porque el argumento, que ellos creyeron
hábil para
oponerlo a su
Vicario, no era el bueno. Pocque la referencia a fas Escrituras,
al dogma y al Derecho Canónico invocada en su "carta al Obispo"
no era adecuada
al ·caso contemplado. Porque el tono de ·su mi­
siva era inadmisible, etc. Con algunas raras excepciones, ¡pues, el fracaso de este .género
de intervención es enorme.
* * *
Aún hay que afiadir que, si girande es el daño de semejan­
tes disputas, el peligro también real y no menos desastroso con­
siste en dejarse envolver, neutra1izar en lo teniporal poi los
"nuevos curas".
Peligro de desconocer la obligación de· un combate ,eficaz
contra las fuerzas subversivas por escrúpulos clerieá16s . . . por­
que tal cura pretende que Marx es bastante menos dañino de lo
que
se ha creído ... porque· tal pánroco apenas se molesta por la
pretensión de que las encíclicas están .superadas. Porque los mar­
xistas son aplaudidos calurosamente por los clérigos, religiosos o
religiosas que asisten a las ·semanas · de Intelectuales católicis.
Mientras. los cristianos
1reputados "integristas" son cuidadosamen­
te apartados por ellos.
Tentación que turba tanto más cuanto algunos nos invitan a
sostener una
,prensa vendida
en
fas iglesia,s,
que
es favorable
a las
mismas ideas.
· Resultado: consideran su deber·, en contra de sus ·Sentimien­
tos {y contra

la evidencia de
las desilusiones
más patentes) {3), se­
guir a los clérigos EN ~STO. Ocurre porque estos seglares nó se
hallan suficientemente seguros del derecho que la misma Jgle-
. . (3) Cfr. en el caso de ArgeÍi,a la dec-lar~ción de S. E. Mons. Duval:
"Todo permitía esperar",." ¿:Todo?
234
Fundaci\363n Speiro

LOS DOS PODERES
sía les reconoce de no estar obligados a obedecer a los -clérigos
EN ESTO.
Seg-la suficientemente penetrados de la sabiduría divina de esta fun­
damental distinción
de lo espiritual y de lo temporal.
Unicamente esta distinción puede permitir :la determinación
del terreno en el cual los derechos del seglar son lo suficiente­
mente daros para que no continúe
·enzarzándose en disputas con
su pá•rroco.
Unicamente esta distinción puede permitir la· determinación
del dominio en el cual los derechos del seglar son lo bastante
evidentes .para que no
se deje

envolver, neutralizar
por los c1é­
rigos. Aunque estos últimos sean sinceros y bien intencionados.
Tanto es así que-las mejores vecindades son aquellas donde
el respeto de los límites es más delicadamente
observada. Donde
apenas

no
se tarda
en coger
icon la:s manos en la masa al amigo
que salta los lindes e invade el ,terreno ajeno; o bien ... a1
clé­
rigo más preocupado de los asuntos temporales que del cuidado
de
las almas.
De la santidad a la voluntad de poder.
Pero no es de extrañar que una vez perdido este amor por
lo

sobrenatural, este sentido de lo espiritual, de los que debe
ser guardián el clero, éste tenga conciencia de no servir ya para
gran
cosa aquí «bajo.
En consecuencia, para

dar impresión de que· se es
Óti1, de
estar

prácticamente "-1comprometido", como se dice hoy día, nada
sorprendente resulta ver a este
dero unirse

a los seglares en
el
pláno de -sus luchas .temporales. Pero' como a -ese nivel el clero
tiende a conservar cuanto
hace que
aún
.sea lo· qÚe es: es

decir,
las prerrogativas sacerdotales,
· se llega a

la inversión de la función
der.ical más

odiosa
y totalitaria, como esos rreligiosos que,. vestidos
de
seglar ordinariamente,
parece que
sólo
Se ponen
los hábitos
235
Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
talares completos para hacer más explosiva su participación en
cualquier reunión marxista.
Poco deseosos de conducir la sociedad a Dios, por medio de
la doctrina social de la Iglesia, esos :clérigos se encargan de con­
ducir, en nombre de Dios, la sociedad a la Revolución.
¡ Como si
para ir en ese sentido fuera necesaria su intervención !
"Mediador de la Palabra divina y de la Gracia, caído al ,ran­
go de mediador de
la Historia y de la Evolución", escribe Marce!
de Corte
i(4), "el clero progresista se alza sobre el pedestal y
profetiza ·el advenimiento de los tiempos nuevos que verán al
reino de Dios instalado por fin sobre la tierra bajo la forma de
una Iglesia
toWitaria universal

( ... ). Estos sacerdotes ya no son
sacerdotes, sino agitadores políticos ( ... ) ; no sirven ya a una
religión, sino a una palítica ( ... ) ; no nos ayudan ya a elevarnos
desde la tierra a lo alto, hacia el Cielo, sino que nos empujan ho­
rizontalm·ente para que arreglemos esta tierra. Al esforzarse en
divinizar lo social y presentarlo como fin último del hombre, el
clwo se

rebaja al rango de propagandista de la ideología colecti­
vista. En lugar de hacer progresar al cristianismo en las ahnas lo
hacen ,retroceder. Es el castigo de la voluntad de poder eclesiásti­
ca; cuanto mayor -es este poder, más se debi1ita, pues destruye~
por

ello, todas las
irazones que
existen para respetarle y
obe­
decerle".
Todo

al revés.
Sólo
el retorno a la ·Sana distinción de los dos poderes nos
permitirá evitar tanto detrimento.
Unicamente ,ella puede ofrecer las múltiples posibilidades de una
acción diversificada; posibilidades de maniobra de diplomacia,
necesarias para la

salvaguardia de todo lo que merece ser de­
fendido aquí abajo. Unicamente
ella puede hacer que el clero sea lo bastante in-
(4) "Progressismc. et volonté de puissance", Itinéraires, febrero 1967.
236
Fundaci\363n Speiro

LOS DOS PODERES
dependiente, lo bastante libre, sin que el justo poder del laicado
resulte po~ ello

paralizado.
Unicamente ella puede ofrecer a la evangelización el campo
de una -misión verdaderamente
universal, sin

que sea necesario,
para :facilitarla, debilitar con concesiones, con actitudes desastrosas,
la salvaguardia de un orden ~emporal cuya armonía es la paz de
los seglares.
Unicamente
ella puede dotar al laicado de la eficacia temporal
cristiana que puede y debe tener, sin dejar de obedecer a las
di­
rectrices morales, doctrinales y religiosas del Magisterio sagrado.
Si se menosprecia esta distinción del poder espiritual y del
poder
tempora1; si

se rechaza el estudio
y la formulación precisa
de

sus justas relaciones y autonomía; si se hace como
·Si éste no
existiera o no mereciera existir, o no interesaran más que las rela­
ciones de la Iglesia ton la no-Iglesia; si, sobre todo, se actuara
oomo
si la

autoridad de los clérigos bastara y debiera ser
sufi­
ciente: fa confusión no cesará de crecer, y lo que puede quedar
de
cristiano en las instituciones se corromperá, se hundirá, desapa­
recerá.
Prueba de que el sacerdocio no
es únicamente

el que puede y
debe asegurar la
salvaguardia.
Finalmente, ¿ quién osaría sostener que el celo en la defensa
de la realeza social de N
nestro Señor

Jesucristo se mide por el
número con las colaboraciones eclesiásticas de
fas que

.pueden
honrarse grupos o
periódicos?
Y,

a la inversa,
¿ puede decirse que el celo en .sostener fa causa
del derecho
natmal y

cristiano
decrece en

la medida en que estos
grupos, estos
periódicos católicos,

tienen menos "mandato"
y
cuentan con menos colaOOraciones eclesiásticas?
Lo que ha ocurrido en
el III Congreso Mundial del Aposto­
lado
Seglar, ¿ no es acaso muy significativo? Ha discutido los
poderes
del Romano
Pontífice. Ha
creivindicado la elección de una
jerarquía laica, paralela a
la jerarquía eclesiástica. Ha sustituido
el compromiso apostólico por el compromiso político. Ha votado a favor del derecho de los esposos a escoger los medios anticon­
ceptivos que prefieran ...
237
Fundaci\363n Speiro

/EAN OUSSET
Esto prueba que el sentido de los dos poderes se hallaba casi
perdido en el alma de estos
¡¡seglares" ... ¡ a pesar de· su "man­
dato"!
Todo parece al revés.
Como escribía un amigo médico en "diálogo" con un vicario
que le enviaba casos conyugales difíciles: "V os, el sacerdote, ha­
béis llegado a
ser especialista ginecólogo

y distribuidor de hojas
de temperatura para
rellena.1r ...

y vos esperáis, de hecho, del mé­
dico, que ·soy yo, que recuerde a vuestros protegidos
el camino
real

de la Cruz."
El mismo

tipo de argumento vemos en
los labios
de un seglar
afiliado a la Acción Católica: "desde que el
párroco me

pide
que comente el
evangelio a

los fieles de la parroquia, lo veo más
resuelto que nunca a obligarme a aceptar ideas políticas o con­
signas sindicales ... JJ.
Por lo menos será preciso escoger :
--O no existe derira1ismo en la Iglesia, y un seglar cristiano,
invocando
la doctrina cristiana, debe
poder combatir
en lo tempo­
ral .al liberalismo, al socialismo, al
progresismo, al

comunismo, sin
"mandato" de la
Jerarquía.
~O
.si se requiere un "mandato" para cumplir, una obra que
tan ·evidentemente necesaria es
para ~a defensa

de 1a ciudad, es
preciso que entonces haya la honestidad de convenir en que
"el
clericalismo"

es flagrante.
Realeza social de Jesucristo y "sana laicidad".
¿Qué hacer?
Es ,preciso devolver al laicado cristiano ( en cuanto tal)
la
clara conciencia y el justo ejercicio del poder temporal cristiano
que la

evolución
democrátiica de
los regímenes
modernos 1e atri­
buye

de derecho y de hecho. Decimos bien: poder temporal
cris­
tiano.

Pues ya que tratándose de un
,poder temporal
no cristiano
es notorio que la revolución se encarga no solamente de apreciar ese poder temporal de los seglares, sino de hacer de él su máquina
238
Fundaci\363n Speiro

LOS DOS PODERES
de guerra contra la Iglesia. ¡ Operación que le ha permitido ex­
pulsar a

Jesucristo del orden
temporal!
Y

que para devolver a un
Iaicado (cristiano)

su justo poder
(cristiano o temporal) es neoesarrio. no creer que mientras no se
tome tome el gobierno haya que dejar todo abandonado.
Antes de que
Dios nos
conceda
la girada de un Estado con­
forme ;;l derecho natural y cristiano, hay mil funciones cultura­
les, .sociales, cívicas, políticas, de las que los seglares pueden
ocuparse... Sin "mandato", aunque sin cometer intromisión
alguna.
Es además preciso, para llevar a feliz término esta acción y
hacerla eficaz, la educación seria de una "élite".
Una nueva toma de conciencia debe efectuarse.
Hay que lograr una formación.
Hay que levantar una organización tan diversificada como el
mismo orden de
fas cosas.
Tarea

inmensa. Pero de Ia que
no podemos inhibirnos sm
cometer traición.
No se -trata de un motín. No se trata de una usurpación. No
se trata de
¡ una "toma de la Bastilla" ! No se trata siquiera de
aquello contra lo que Pío XH clamaba ayer: la pretendida eman­
ci!"'ción
de

un laicado que se dice ha sido mantenido ilegítima­
mente sujeto por la
Iglesia desde

hace veinte siglos. Siendo así
que este laicado, como hemos dicho al comienzo, ha estado eman­
cipado desde los principios del cristianismo por la efectiva aplica­
ción de esta distinción entre lo espiritual y lo temporal. Y si hay
que denunciar una puesta en tutela del laicado en la Iglesia no es
la de ayer, sino la de hoy.
Nada de desorden.
Lejos de rebelarnos contra una regla, es el retorno a la re­
gla, al orden de siempre, lo que ,pedimos. Muy lejos de socavar
en lo que sea la autoridad ·espiritual de la Iglesia, somos -incapaces
de concebir, de ama,r lo que esté fuera de esta referencia a esa
fuente luminosa.
No podemos amar aquello que pueda turbar nuestra confianza
239
Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
en esta autoridad suprema de la Iglesia, nuestra madre, siempre
conducida
y animada por el Espíritu Santo.
No debemos tener ninguna complacencia en las críticas cuya
esterilidad nos muestra un el-ementalísimo discernimiento. Delecta­
ción morosa que paraliza en lugar de impulsar al trabajo.
Nada teuemos que pedir, nada que desear, más de lo que
la
Iglesia misma ha dicho .siempre que nos hacía falta, a nosotros
los seglares,
desear o
pedir.
¿ Cómo podriamos perder la esperauza en el poder y la fe­
cundidad de ese orden, siendo divino?
Es en este sentido de la verdadera y la justa promoción del
laicado cristiano. Este necesariamente requiere, ante todo, un
laicado en su sitio y dueño de su poder temporal aistiano.
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