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Número 133-134

Serie XIV

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Las piedras gritarán

LAS PIEDRAS GRITARAN
POR
}BAN ÜUSSBT.
Dico vobis, quia si his lact1e'Tin11 lapides
clamabunt. «En verdad: os· digo: si ellos
se callan,
l.~ piedras gritarátii»
Luc. XIX, 40.
· ¿Es posible que se haya hecho tan necesario el recuerdo de las
relaciones adecuadas entre
lo. naroral y lo sobrenatutal?
¿Es posible que católicos, por otra. parte escrupulosos, parezcan
rehacios a comprender bien que Su Dios, el único Dios, vivo y ver­
dadero, es el . Creador y por ello Soberano Maestro tanto en el orden
de la natutaleza como en el orden de
la gracia?
¿Tan difícil es· ajustar siquiera nuestros pensamientos -a. la luz
de esas dos certidumbres?
¿Tan difícil es· ordenar nuestra acción sin descuidar, o menos­
preciar, una u otra? ·
¿No se diría, de escuchar a algunos, que la verdad no es soste­
nible sino únicamente en
el plano
de las demostraciones
abstractas?
Ciertamente, es una suerte poder· formular, poder justificar lo
esencial de "io que es" por medio de una de esas síntesis teóricas
que se llaman doctrina.
En lo que respecta al catolicismo, podemos y debemos ir más
allá
· ...

;
y hemos de reconocer que la enseñanza de sus papas, de
sus obispos, de sus doctores, ofrece a las inteligencias argumentos
para una adhesión tanto más entusiasta cuanto más ligados aparecen
al conjunto doctrinal que, desde hace ranto tiempo, ofrece una sín­
tesis armoniosa de ella.
Por lo tanto, la actual crisis de la Iglesia . resulta de un peligro
espantoso. Jamás, sin duda, los desórdenes del santuario han sido
tan
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JBAN OUSSET
pe,:turbadores en el orden social, tan responsables de la subversión
política. Ante la manifiesta falta de tantos que debieran ser heraldos de
la verdad, y puesto que la generación actual es hostil a la exclusivi­
dad de los métodos
d~ · formación · dogmáticos, es

preciso, a fin de
vencer el pragmatismo ambiental que
-sin abandonar nada de la
enseñanza
milenar-Ía de

una autoridad lejos de la cual
ya se deja
de ser
católico-, que

completemos, ilustremos
y conformemos la
et1$eñanza de siempre con. todos los recursos ·de una apologética es­
trictamente adaptada a las exigencias de la hora actual.
Lejos
dti hacernos correr el • riesgo de

un achatamiento de nues­
tra fe, semejante confirmación no hará sino multiplicarnos los ar­
gumentos a favor de aquella doctrina.
Por<}ue si nriestro Dios es verdade.ramente Dios, Creador y Maes­
tro de todas las cosas, serla anormal, sería · chocante, sería escandalo­
so (1)

que, hecha esta Creación para Su gloria, considerásemos que
el único medio de ir hacia
El, y de comprender la sabiduría del or­
den, fuese una demostración exclusivamente doctrinal y te6rica.
Para quien sabe mirar, se· ofrecen con ,abundantes caminos.
De ahí viene la prudencia de mantener en esa coestión una se­
veridad

que de lo contrario parecería odiosa. Severidad que
obser­
vamos
en Sau Pablo cuando dice, en el verslrulo 20 del capítulo I
de
la Epístola a los Romanos: ita ,unt inexcu,abÜBJ .•. 'º" mexcu,11-
ble, . . . Porque también las cosas son capaces de enseñar y de hablar
de
Dios: Puesro qne

éstas expresan tanto lo que son como .por lo
que les falta
para ser por si mismas.
( 1) En efecto, contrariamente a lo que parece sugerir el uso corriente.
«chocante» y

«escandaloso» no son sinónimos. En
el sentido
estricto
y reli­
gioso (cf. el Petit Larousse) es «escandaloso» lo que. empuja al mal, al pe-­
cado ... Pero está claro · que esta presión hacia ·e1 nial, hacia el pecado, es
mucho ·más· peligrosa (y, por tanto, más «escandalosa») si : coris.igúe-ejercer­
se siíl «chocar»~ es decir: sin trov-ocar reacción, sin provocar tesistencia. Por
eso, ~ormalmente, lo --.que · «choque» aunque sin embargo empuje al mal, -es
menos esencialmente «escandaloso» que lo que empuja hacia. el mal_ sin «diQ­
car» ... Es el problema de los males públicos a los cuales uno se hal:,itúa.
Ya n9. «chocan»

más.
¡ Ello resulta más «escandaloso» i Los profetas lo de­
nunciaron así: ¡A partir de esle momento Je hebe la iniq11idad cómo· agria!
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LAS PIEDRAS GRJTARAN ...
· ¿Cabe pensar que el orden del mundo, al menos en este punto,
haya cambiado tanto

desde San
Pablo? ¿Cabe pensar que
el
ingenio
de

la mayoría
_ de m,iestros contemporáneos,
que
_ tiende únicamente
a. las constataciones_ meramente- cuantitativas, pero que resulta ce­
rrado a los juicios de valor (2), pueda resultar un obstáculo _irreduc­tible
para comprender
a Dios?
·En este 1]lismo orden de lo "cuantitativo", .¿es imaginable que
Dios pueda
aparecer como la expresión de fracaso, en la obra de Su
creación? ¿Podrá
pensarlo_ quien

trate_ de
ver las cos¡¡s clara1]lente?
¡ E.so sería desconocer la riqueza. de recursos apologéticos que
tiene la verdad a la que querernos servir!
Así, el catolicismo, ¿no tendería acaso a_ CQD~ertirse en un sistema
ideológico defendible exclusivamente por vía docttinal? En ese su­
puesta, únicamente los tenidos por_/'teólogos" _se atreverí~ ~ esta­
blecer leyes de un tal sistema, lo que significaría el mayor desprecio
para-ese-.rensus eccle.riae tan vigorosamente recordado antaño por
Pío XII en cierto congreso celebrado en Asís,
•• • •
En ese supuesto habría llegado el momento de recordar la ense­
lianza de este pasaje de Blanc de Saint Bonnet (3): "Se ha visto el
mal en el pensamiento. Se ha vislo el mal en las leyes. Pero lo veréis
en
los

actos. A
menudo habéis rapetido, en forma literaria, conforma
con
la_ antigüedad que jamás hubo """ sociedad sin ,e/;gi61'. OS
CONVENCEREIS
DE
ELW POR
LOS HECHOS ...
•...
Era visible que la raz6n no -estaba baskmte desarrollada para
conocer la verdad sublime y absoluta del cristitmismo. MAS CUAN­
DO ESTA BROTA DE LOS HECHOS,
"° hay más que aceptar su
verdad práctica.
-A partir de

ésta
sobrepasaréis todos
los peligros de
error. La religi6n os será demostrada por reducci6n t>l absurdo de lo
que
es falso.
"Aunque no
,e eschuche la doctrina previamente despreciada, ni
(2) Cf. Jea.o Ousset: Marxisme et Rlvolution, Montalza 1970, capítu·
lo I: «Un mundo que ha perdido el sentidp de la verdad», pág:;.-19' y sigs.
(3) En: La Restauralion·Francaise,
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JEAN OUSSET
sel> ya lti condenda desolda la que grite,· en ctm1bio LOS HECHOS
HABLARAN A VOCES. La vef'dad abandonará las excelendas de la
palabr11, pero se meterá en el pm que comemos. La luz será fuego ... ".
¿ Hemos pensado bastante en los recursos que ofrece la posibi­
lidad de esta
apologética?
No

es
necesru:io llegar
a los días apocalípticos, temidos por Blanc
de Saiot

Bonnet, para captar
la verdad de un cristianismo QUE BRO­
TA DE LOS HECHOS.
¿Creemos en la posibilidad de un método semejante? De saber des­
cubrir,-de saber mostrar la verdad· del cristianismo a través-de recom­
posiciones

de la realidad,
tal ·como -ésta se renueva CÓtidianamente· ... ,
tal como no ha dejado jamás de renOvarse a lo largo de la historia.
Sio
descartar nada " priori. Sio privarnos de ningún recurso.
En efectd, · ·es demasiadO freciJ.ente el error de· quienes entienden
que la distinción naturaleza-sobrenaturaleza ( 4) sería doctrinalmente
una incitación legítima a no atenerse· más ·que a una parte de la
realidad (la natural), cuando sólo se trate de asegurar la mayor efi­
cacia de la acción.
¿No sería el colmo que tina ·distinción fuera perfectamente or­
todoxa para fines 9:nalfticos, en el inicio __ de una aproximación al tema,
pero que acabase incidiendo en un naturalis~o práctico? Ciertamen­
te, no puedf:_ dejar_ de" cáer~e er.i ·ua ~!lttJ!a!ismo d~ ·hecho, ~-un· .. aa­
turruismo psicológico cuando se adopta la costumbre de· no atender
sfoo únicamente al_ aspecto natural de

la realidad.
, ·
Irriporta, pues, ~eñalar que existe un 1n:étodo más rico .. y más .. ~e­
cundo "decir con Hamlet: "Ha1, HMacio, muchas más cosas en el cielo 1 en
la tierra que las que sueñas en toda tu filoso/la".
• • •
¿Pero, qué normas hay que adoptar?
En primer lugar, es préciso no abandonar nada, no despreciar
(4) Acerca de ·esta distinción conviene releer a L. Morteau, SNrnature
ou antinttlNre,
Permanences, núm. 104, noviembre 1973, págs. 5-21.
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LAS PIEDRAS GRJT ARAN ...
nada de la indispensable y constante· -referencia al único dogmatis­
mo salvador de la única autoridad sobrenatural
y salvadora; · pero,
además, es necesario
desarrollar, 1llllpliar, ilusttar·y:confirmar su en­
señaoza
con

todo un conjunto de
demostraciones, de observacio­
nes

que no deben desperdiciarse ... ; . con una
vicroriosa sobreabun­
dancia

de pruebas concretas.
Por eso importa, en estos momentos, que recurramos a esta ex­
periencia constante de las posibilidades humanas que se llama la
historia ... , que no es únicamente la historia antigua, sino también
la historia de hoy en día. La historia no incurre en ningún abstrac­
tismo con el pretexto de atenfrse ún'icameilte á lo "narutal:.. o · a lo
"sobrenatural".
Porque la· historia es mucho ~ compleja,_ es mucho más rica
en diversas enseñanzas que simultán~ente lo abarcan todo: ]p
natural y _ lo sobrenatural.
V earnos el ejemplo de Juana de Arco. Según
Peg~y, nadie
igno­
ra que la historia ofrece de ella a los católicos la imagen
radiante
de la santa más santa después de Santa Maria. Y a la cual, a pesar de
ser santa, Se referían los liberales, los radicales~ los protestantes Y-_los
socialistas, a lo largo de todo el siglo XIX, porque Juana es hi¡a
del pueblo,
porque Juana es. patriota, porque Juana es una víctima
de _ las pretensiones políticas de cierto clero. Esto no constituye la
totalidad de su personalidad, pero no por ello tampoco es despreciable.
Por el contrario, imaginemos la mutilación iñadmisible, porque
no tendría remedio (mutilación metódica y constante, reducción que
es juzgada legítima basándose en la distinción
naturaleza-sobrenatu,­
raleza),

que presentase
a una
Juana de Arco reducida únicamente ·a
las dimensiones de un ideal naturalista. Pero, no es menos odiosa la
presentación de esos predicadores que acaban haciendo el panegírico de una santa, tan santa
(¡ ) que llegan a despreciar como carente de
interés
el hecho de que la muchacha de LMena fue enviada de pe,rte
de
Dios pata acabar con la miseria que había en el Reino de Francia,
para levantar el asedio de Orleans, para hacer consagrar al Rey en Reims, y
para expulsar

al inglés fuera de nuestra casa.
No. La historia no impone semejante mutilación. Por el contra-
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rio, en. cacla. una ·de sus páginas prueba la falta de honradez de ha·
corlas .••
, Aunque ciertamente es posible recha>ar los '.'sist~ de OJI·
plicación" que tratan de _ utilizar a la santa abusivamente, no por
ello deja

de seguir siendo su
historia un
arsenal de datos fundamen­
tales.
Lo cual, en el grado de ruina en que vemos en el presente a
la sociedad, deberla ser, podría s,er, el supremo bastión.
• • •
La histori~ _ no incinÍ. , a d~preciir lo que una unidad espiritual
es susceptible de ofrecernos a largo plaw.
Peto también ella nos enseña que, antes de que se logre la rea­
lización

del
mejor mundo concebible aquí
abajo, la Ciudad no
pue­
de

esperar, porque· tiene
necesidad cotidiana
de orden
y de paz.
Y, por ello, no puede confiarse a quienes,_ sin hacer nada prácticó
lo esperan todo en cada instante, de un feliz milagro.
Porque· es

falsa
la fórmula tan extendida: Proclamad la verdad,
'.)' Dios hará
lo demás. ¡ Sería tan cómodo! Desgraciadamente, la his­
toria

se encarga de mostrar que ese pretendido
· "lo
demás", Dios
no lo hace. De ah! nace nuestra inclinación a creer que :lil espera
que
nosotros

hagamos un poco
más ...
Y

ya que
el simple recuerclo doctrinal no consigue perforar el
ltente -del antidogtnatismo moderno, el suplemento de esfuerw que
esta dificultad nos impone
podría consistir
simplemente en
esru­
char mejor los hechos que hablan a gritos, en captar mejor el cris­
tianismo que brota de los hechos .•. , en comprender mejor lo que
dirían las piedtas si
mañana, por nuestra incapacidad o nuestra pe­
reza, ¡ Dios se decidiera a dejarlas gritar!
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