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Número 153-154

Serie XVI

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Giambattista Vico, filósofo católico de la historia

GIAMBATTISTA VICO, FILOSOFO CATOLlCO
DE LA HISTORIA
POR
Fn.ANasco EÚAS DB TEJADA·
Catedrático de la Universidad de Sevilla.
l. Cuando Juan Vallet de Goytisolo, el entrañable y admirado
amigo
de todos . nosotros, con sa atento sentido de la oportunidad
cultural de cada instante, me puso por tema . para ha:blaros hoy. la
importancia de Giambattista Vico en la interpretación católica de
la ihistoria, acertó en señalar un personaje cuya vigencia es ahora
más señera que jamás. Porque ~s justamente· en es_ta hora de crisis
cuan.do Giambattista Vico nos da la lección oportuna en su condi­
ción de
postrer adalid

de la Contrarreforma
y a:! mismo tiempo de
iniciador de petspectivas que enfrenten los
problemas que
a cada
paso nos
salen cada día.
Es

que, por
más que muchos anden empeñados en negarlo, el
hecho central de
la moderna hist0ria de Occidente _ lo constituye la
Protesta luterana, ya que es la fórmula. del pensamiento europeo del
mismo modo que
la Contrarreforma
tridentina fue
la fórmula re­
ligiosa
del pensamiento
hispánico. Abierto

o cerrado, a hurtadillas
o a cara descubierta,
el luteranismo domina la segunda mitad del
siglo
XX desde el momento en que en la segunda mitad del siglo
XX se consolida la victoria de Europa sobre los postreros rescoldos
de
las Españas en hecho calamitOSO, pero cierto. Hasta dentro de
nuestro bastión católico
ha penetrado el luteranismo; y ha pene­
trado con tanta
fortaleza que

a nadie se
ie ocurre

hoy, no digo
defender
ni propugnar, mas ni · añorar siquiera, . aquella unidad ca­
tólica
por la cua:l, segón demostró irrefutablemente el maestro Me­
néndez y Pelayo, somos los españoles lo que somos.
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FRANCISCO EUAS DE TEfADA
2. En esta triste coyuntura, cuando el ala negra de las sombras
tempestuosas del

luteranismo
europeo ampara
las crisis de nuestro
tiempo, cuando asistimos
al triunfo de la Europa protestante sobre
la
Contratreforma católica,

en el momento mismo de la
revancha
victoriosa

de los vencidos en
Mühlberg, es acuciante la
contempla­
ción del magisterio
de Giamba.ttista Vico. El ejemplo de Italia es
contundente. Y además,
paradigmático, porque
Jo que acaeció en
Italia es Jo que sucedió en los pueblos hermanos de
América y Jo
que muy pronto va a
pasar entre nosotros, apenas si se completen
las previsiones de la disolución
de la pequefía España peninsular,
que todavía conocemos,
y sea necesario recomenzar la empresa de la
reconstrucción de la unidad que ahora se rompe. Será la cnestión
de
Jás relaciones

entre nación y Tradición.
En Italia, en los pueblos
hermanos de América y presumible­
mente muy pronto entre
noSOtrOs, se

ha dado el fenómeno histórico
de la
realización de

una nacionalidad en contra de una Tradición.
Porque la
unidad italiana en ,el siglo XIX, raíz de la nación italiana
del siglo xx,
hízose ba.jo

el
signo masónico
del Risorgimento, siendo
así que la
masonería fue

considetada siempre
enemiga máxima de
la

Iglesia Católica.
De donde contrastes apenas si salvados pot aquel
"uomo della Provvidenza" que fuera Benito Mussolini, en palabras
de
la santidad de Pío XI, y que iban reaparecido desde que, pot des­
gracia
para mi bienamada Italia, la democtacia cristiana cumple allí
desde
'hace treinta años el
deslucido papel de
abonar los barbechos
para

que siembren las huestes comunistas. Siendo así que Italia lleva
en sus entrañas,
Jo mismo que las Españas nuestras y que los pue­
blos

americanos de
nuestras mismas estirpes, al más tajante de los
catolicismos. Todos los desequilibrios de este siglo y medio de his­
toria americana, los que asolan
a la

Italia presente y los que muy
p_ronto van a devorarnos a nosotros, son la estricta consecuencia de
la existencia de regímenes donde la nación, que es el minuto del
presente, pugna con
la Tradición,

que es la esencia de los pueblos.
De donde se deduce que la única receta posible para
cumr males
tan
graves sea

la de reatar el
hilo dé la Tradición perdida, la de la
restauración de los principios tridentinos que sellaron nuestra común
batalla contra

Europa y contra la prolongación de Europa que son
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GIAMBATTISTA VICO, PIWSOFO CATOUCO DE LA HISTORIA
los Estados Unidos de la América del Norte. Desde el Río Bravo
en
la recortada frontera mejicana hasta el desierto de Magallanes y
desde las islas de las Especias legendarias hasta las tierras sicilianas
donde paseara
Ulises, no

tenemos
otro común problema que el de
pregnntarnos por los modos de ser auténticamente !o que legal­
mente somos; de volver a ser, de ser
tradicionalistas o

de ser
mi­
méticos, de continuar la empresa universal católica abanderada por
Felipe II o de
escupir sns
sagrados huesos como efectivamente un
puñado de

protestantes no
ha mucho los ha escupido en la propia
tierra santa
de El Escorial para baldón eretno de !os trágicos días
en que vivimos. En esa empresa de restauración de
la común

Tradición perdida,
chilenos
y napolitanos, castellanos y filipinos, portugneses y caste­
llanos,
com~ y catalanes, mejicanos y argentinos, hemos de tomar
los ojos a Giambattista Vico. Porque Vico fue el postrer represen­
tante del espíritu de Trento
y la última lumbteta de la Contrarrefor­
ma.
Por !o cual no ha de extrañar la prestante aetualidad de Vico hoy.
Ejemplo lo
ha dado ya, abriendo un sendero que hemos de pisar
todos, la Asociación
cultural italiana FiUp-po 11, amparada por el rey
inmortal
símbolo

de la Catolicidad
nuestra, cuando
en el congreso
celebrado en Bari el
pasado mes de diciembre apeló a Giambattista
Vico para rehaeet la Tradición de Italia. Con tanto acierto, si te­
netnos
en

cuenta el advetso
testimonio de

!os
enemigos. El pasado
mes

de julio el semanario
paracomunista romano [}Bsp,em, hacía
a la Filippo II italiana el honor de considetarla la más peligrosa de
las huestes adversarias al escribir que
"alla fine del 75 la Filippo 11
si
caratteti=, iosomma, come il piú eoetente tentativo, da molti
anoi a questa parte, di soldare in un solo fronte le sigle dell' ultra­
canolicesimo".
No olvidando nunca que lo que sucede en Italia ocurre también
en
ottas partes. Giambattista Viro es actual porque es el postrer
~bandetado del

catolicismo tridentino.
3.
Para justificar esta apreciación es necesario considetar bre­
vemente
el porqué
y el cómo de la obra vichiana.
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FRANCISCO ELIAS DE TEJADA
Vico nace a la vida cultural cuando el Reino de Nápoles fenece.
Había sido el Reino napolitano
suyo cabalgada
viril en -defensa del
catolicismo militante.

Al doblat en 1500 el Reino
entra bajo el cetro
de

los
monarcas de Castilla en aquella grandiosa confedetación de
pueblos cuyos limites
coincidían con
los del orbe, porque en la
tietra de los Reyes de Nápoles no alcanzaba a ponetse el sol, en el
decir del
mayor y más calumniado de ellos, del incomparable Fe­
lipe
II.
Como he mostrado en mi Nápoles hispánico, con rara noenimi­
dad el pueblo napolitano hizo suya la hazaña de sus reyes desde
Carlos

V
el emperador hasta el cansado Carlos II, participando vo­
luntaria y ardosoramente en la pelea por los ideales católicos contra
el
protestantismo; prodigando entusiQSIIIOs misionetOS desde los

cam­
pos verdes de la Bahía
brasilefia a las vetdes colinas del Japón;
acumulando libros

insignes en
1as--polémicas -doctrinales desde Ca­
yetano Vio de Gaeta hasta el calumniado Flavio Fieschi; cantando
las gestas de ia fe en Dios y en sus reyes por las plumas de Luigi
Tansillo
y de Giambattisra Marino; formulando las más claras doc­
trinas de
libertad polltica por mano de Andrea Molfesio y de Do­
menico Tassone; ,encendiendo en llamas de letras memorables el
decir patrio en los vetsos de Giu!io Cesare
Cortese y de Giamba­
ttista

Valentino; defendiendo con poderosos alegatos jurídicos los
detechos de

sus
lDObatéas, Giovanni Antonio Lanaria en

la sucesi6n
de Portugal, Francesco de Andrea en el robo infame del Franco Con­
dado de
Borgoña. Si alguna

preocupación
tuvieton sus señores na­
turales fue

la de rechazar el
extremOSO inoportuno

celo de algunos,
como Tommaso Campanella,

quien reclamaba la
unidad de la mo­
narquía en perjuicio de la personalidad del Reino de Nápoles, por
sus -reyes tan esmeradamente mantenida.
Vico es el
postteto de aquellos napolitanos verdaderos, fieles al
Dios
católico, al

Reino patrio
y a loo Reyes de· la Contrarreforma.
Vico posey6 la concepción ttadiciona:1 de la Monarquía católica en el Reino de Nápoles, cifrada en
el lema de Dios, Patria, Fueros y
Rey; del Rey que gobierna
denrto de
un pactado
sistema de
liber­
tades políticas concretas un

Reino independiente al servicio de la
verdad religiosa que es el
Cristo. "Patriae

beneficium est sub
prin-
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GIAMBATTISTA VICO, FILOSOFO CATOLICO DE LA HISTORJA
cipes natos esse, cuius imperium tam loo.ge 1ateque patet, ut novus
terrarum orbes gignit oporteat, si quis velit = amplitudine dicionis
aemulari; et curo principe eius imperii natione aequo bonoque foe­
dere haberi ", manifiesta en la cuarta de sus Lecciones Í,na$g,,,,.ales
el 18 de octubre de 1704.
Aunque esto lo exprese en 1704, lo que explica Vico es
la teo­
ría tradicional del Reino de Nápoles dentro de
1A confederación bis-­
pánica. Es la doctrina, doctrina vivida, de un sistema de libertades
políticas
concretas, de
un Reino con
pe,sorudidad propia,
de unos
Reyes que

son los adalides del catolicismo, incluso a veces en contra
del Papado; o, según solemos decir en Castilla, siendo más
papistas
que los propios

Papas en la defensa de la
Cristiandad católica.
La
tragedia de

Vico estuvo en que en el 1700 se instala en el
trono de Madrid, y consecuentemente en el de Nápoles, una dinas­
tía que era la negación de aquellos principios
clave de

la Tradición
napolitana. Felipe V es un
francés que

por
azar de las sucesiones
dinásticas va a reinar con arreglo" a los postulados de · los intet-€ses
de la conveniencia en lugar de la defensa de la fe católica, de lo
que favorezca a su familia en vez de
los abanderamientos
misioneros.
Con
la muerte de aquel Carlos II, por él cantado eo memorables
latinos versos, el otoño melancólico y geotil de la Contrarreforma
napolitana deja paso a una nueva concepción del Reino patrio que
no es ciertamente 1a que sentía como propia Giambattista Vico.
La continuación en el gobierno de su protector el Duque de
Medinaceli quizá

no le dejó
columbrar exactameote en

el primer
momento
la tragedia que sobre Nápoles se cernía. Pero la llegada
del Marqnés

de Villeoa primero
y de los austriacos luego, hubo de
arrastrarle a
la convicción de que aquel afán católico, aguerrido y
misionero de
la Contrarreforma era sueño pasado, realidad acabada,
ayer pe,dido
eo

un
,ecodo de la historia.
Pues era napolitano hasta
los tuétanos, Vico

intentó salvar lo
salvable
del cataclismo del fenecimiento

de la Contrarreforma, cuyo
postrer abanderado, bien que
débil, había sido

Carlos II. El Reino
de Nápoles
habla salido para

siempre de la
confederación hispánica
y por ende de la empresa de la Contrarreforma, porque ni en Viena
ni en Madrid
habla ya
señores dispuestos a continuarla. Las modas
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FRANCISCO EL/AS DE TEJADA
y la cultura .francesas, el espíritu del luteranismo, la filosofía car­
tesiana, el absttaccionismo del

jusnatutalismo
protestante, señorean
inconttaStadamente
desde comienzos del

siglo
XVIII, desde que cayó
el último bastión que era
Carlos II,

rey de Nápoles y de
Castilla.
Era el triunfo de los enemigos de la Contratrdorma, era la derrota
de los Reyes de Nápoles que
fuetan Reyes

de todas las Españas.
Ya no
tornarán jamás los tiempos de la Contratre.forma, en la
que con tanto tesón, tanto talento y tanto heroísmo militar e inte­
lectual habían peleado los napolitanos. El Reino queda solo, presa
de las teorías importadas desde
la Europa protestante y desde la
Francia vencedora. Transmontado
el empeño universal de la Con­
trarteforma, Jo

único que cabía intentar era
salvat en

Nápoles las
doctrinas que Je
habían inspirado.

Ya no daban
más de sí las cir­
cunstancias que

Vico, maduro en edad de cuarenta años ve plan­
teatse desde

su
atalaya de

"napoletano verace".
Eso fue lo que él hiw: procurat luchar contra los herederos de
la Reforma
y contra el espíritu francés que paulatinamente iba ga­
nando en la contienda. Y su mérito mayor estuvo en qne Jo hizo a
solas, sin Otra fuerza que
la de su pluma, dramática hazaña de un
nuevo Quijote que
acude a la demanda aceptando, sin más recnrso
que el de sus talentos, el descomunal desafío de
sa:lvat los
restos
de la
Cristiandad y los ideales de la Conttatrefonna cuando ya los
ejércitos de los Reyes napolitllnos de la Conttatreforma andaban
desperdigados
y sin ninguna esperanza de revancha.
Por lo cua:l da en
'la antítesis de sus contemporáneos, todos des­
lumbrados por Francia, en Nápoles Jo
mismo que en Viena y que
en Madrid. Por eso
cuando todos los más andaban presurosos por
conocer
el decir francés, él nos hatá constar en su Autobiografía
que "non volle mal pnr sapere la (lengua) francesa"; testimoriio
notorio a
los coetáneos cuando era capadsimo de leer libros galos,
confirmado

por
Giovan Nicola Barullera en 'la carta qne enviata a
su paisano el erndito senese
Uberto Benvoglienti desde Nápoles en
20 de junio de 1726. Por ello
cuando todos, hasta

sus íntimos
atni­
gos cuales Tommaso Cornelio o Gregario Calopresso; juraban fe
sobre los libros de Renato Descartes, él combate cerradamente contra
los
"cartesiani filosofi di

questo seco lo",
afamando que
el método
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GIAMBATTIST A VICO, FILOSOFO CATOUCO DE LA HISTORIA
cartesiano esteriliza la mente, que la especulación cartesiana acaba
ineludiblemente en el escepticismo
y que los éxitos de Descartes
consistieron en que
el uso de su método permitía a los ignorantes
sentar plaza

de filósofos sin
pasar por
el duro oficio del estudio.
Por
eso cuando arremete contra ei idioma francés tachándole de len­
gua "bruta e immobilis' coloca juntos en rontraposición los mé­
ritos del castellano y del italiano por cuanto tornan agndos a quienes
los hablan, "unde
Itali post Hispanos acutissimi nationum", de don­
de
sean los italianos después de los españoles gentes inteligentísimas,
según sus
palabtas en
el
De n<>sffi temporis studwr,,m ratione.
Pero
su pelea no

es solamente contra
Francia, la enemiga secular
dcl Nápoles hispánico en cuyá petenne nostalgia calladamente vivió,
escribió
y murió con tenacidad incontrastable. Su lucha va contra el
protestantismo, en especial contra lo que más pudiera dolerle, contra
el abstraccionismo del jusnatura!ismo protestante. Grocio resulta set
meco heteje sociniano, pese a sus talentos, y pot ello se abstendrá
de comentarlo. "Obbes, Spinoza, Bayle
ed ultimamente I.ocke, i quali
tutti,
con quelle stesse loro dotrtine con le quali oppugnano le massi­
me civili cattoliche, si dimostrano andar essi a distruggeÍ:e, quanto
é per loro, tutta rumana societa", asevera en la carta que envía a
monseñor Filippo María Monti desde Nápoles el 18 de noviembre
de 1724.
Es la suya pugna a muerte contra su siglo, guerra en la que ni
pide ni otorga
cuartel pese

a la
soledad de sus fuerzas y a la rottedad
de sus posibilidades. En ocasiones memora la descripción tacitiana
de los tiempos corrompidos,
asimilándo'1os a
los que le
tocó vivir.
Así

en la sección 11 del
libro IV
de la
Scienza nuova secomia. Así
en la
carta del abate Luigi Esperti a ptincipios de 1726; refiriéndose
a la primera Scienza nuova: "il li"bro é uscito in una eta in cuí, con
l'espressisone di Tadto, ove reflette sopra i suoi tem.pi somiglian­
tissimi
a

questi nostti,
"corrumpere et corrumpi saeculi vocatur'';
e perció, come libto que o disgusta o disagia i molti, non puó con­
seguire l' applauso universal e". Imagen constante, que reiterará lue­
go siempre. Tan hostil al ambiente que le rodea que háSta las modas
tipográficas se le antojaban, en
la carra al padte Eduardo de Vitry
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FRANCISCO EUAS DE TEJADA
fechada en Nápoles el 20 de enero de 1726, manifestaciones de "il
gusto

delicato e nauseante del secolo".
Contra el

racionalismo, levantó el sentido común de
las nacio­
nes; contra la violencia dignificada por
Hobbes, la ordenación según
los

planes de
la divina Providencia de !os instintos feroces de la
bárbara humanidad primera; contra el apátrida judío Benito Espi­
nosa,
la metafísica capaz de impedir la ruina de las repúblicas del
mundo;
contra el pesimismo característicamente protestante

de
Sa­
muel

Puffendorf, la noción católicamente tridentina de
la libertad
teológica
del hombre; contra el

abstraccionismo del Derecho natu­
ral de Hugo Grocio que
exalta la rawn al extremo de

transformar
al
derecho universal inherente al

sentido común de todos los pueblos
en
las normas eogitadas por un puñado de filósofos, la idea escolás­
tica

de la
ley natural respaldada por la Providencia divina.
En el hondón último de sus peleas intelectuales radica aquello
mismo que fuera
la bandera de la Contrarreforma: la Providencia
de Dios, causa primera,
engarzada al
quehacer
Hbre de
los
hombres
libres,

causas segundas. Esto es, una
antropología tan
alejada del
pesimismo de
Calvino como

del optimismo de Grocio; una
anrro­
pología

construida
sobre la
concepción de
la "imbecillitas" humana,
en un hombre que,
pese· al pecado, continúa siendo razonador y libre
en el marco de sus limitaciones de criatura creada; una antropología
en la cual la gracia sea el complemento necesario de la naturaleza
caída, pero perfeccionándola como quiso Santo Tomás
y fue esta­
blecido en Trento,
. no suplantándola como

sostuvo Martín Lutero,
ni dejando a la humanidad discurrir sus
caminos históricos

fuera
de los planes de
la Providencia divina, cual parecía concluir Grocio.
Cierto es que Vico no parece estrictamente tomista, sino que
más bien se inserta en la línea agustiniana de un platonismo cris­
tianizado.

Pero de un Platón que es admitido en
la medida en que
para Vico lo que adoctrinó Platón coincidía
exactamente con el
pensamiento cristiano. Dícelo a la letra en el De comtan#a philo,o­
phiae no menos de en tres· sitios: en los capítulós III, V y XII, pa­
reciendo imposible que tan repetidos textos hayan escapado a
quie­
nes

han hablado del
platonismo de Giambattista Vico.

Pero sin
oponerse tampoco

en nada a Santo Tomás de Aquino, oposición
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GIAMBATTISTA VICO, FILOSOFO CATOLICO DE LA HISTORIA
opinada por Jaime BaJmes en el capítulo XXX del libro I de la
Filosofía fumkmemtJl; porque Balmes leyó a Vico sin entenderlo,
ya

que explica la certeza en la acepción usual, sin
captar en
lo
más
mínimo

lo que bajo
la certeza y bajo el vocablo "certum" quiso
decir
Giambattista Vico.
Como se trataba de confir= sus tesis
hegelianizantes, con astucia Benedetto
Croce en La filo,ofia di Giam­
battista Vico menciona la opinión balmesiana. del Vico no tomista,
sin detenerse a considerat a fondo
el error
de la interpretación,
me­
jot dicho de la malinterpretación balmesiana del magno pensador
napolitano (Bari, Laterza, 1947, cuarta
e:lici6n, pág.
330).
Es que Vico está situado en la línea de los pensadores de
la
Contrarreforma hispánica y napolitana, pues lo que quiso ser y fue
era el postrero y supremo adalid de la Contrarreforma contra
las
tesis europeizantes, sean protestantes, sean francesas. La admiración
hacia Tácito viénele de la admi,ración que por Tácito habían sentido
en Nápoles, Girolamo Franchetta, Fabio
Frezza, Cario Cala, Deodato
Solera

o Gio. Donato Turboli, !hermanados con
el castellano Baltas\lr
Alamos

Barrientos y con el portugués Pedro Barbosa Homen en
el
afán por encontrar en Tácito los modelos para una razón de Estado
pragmática, empero desprovista de los acentos
paganizantes que
nim­
ban ios escritos de Nicolás Maquiavcelo. Su afirmación del primado
de
la teología es la opinión unánime de la totalidad de los napolita­
nos del Nápoles auténtico
acerca de .la primacía de lo religioso, por
Vico aplicada al devenir histórico con su concepción de la Provi­
dencia, señaladora del cauce por donde cotren las historias particu­
lares de los
pueblos sin

mengua de
la libertad inherente al libre
albedrío
pot Dios otorgado a los hombres que constituyen esos pue­
blos, regalo "amplissirnum et sane regnum" en los términos de
la
oración '1eclarnada el 18 de octubre de 1701. Basta la presencia del
"cerro" que

supone el sello de la autotidad respaldando a
las leyes
positivas sin menoscabo del "vero" proporcionado
pot la ley natural
al contenido de
·las leyes positivas, según consta en las "degnita"
111

y 113 de la
Scienza nuova seconda; donde memora las eotrec­
ciones por Francisco Suárez formuladas al, a su juicio, excesivo in­
telectualismo tomista, en el párrafo 20 del capítulo V del libro I
del
De legibus ac Deo legis/.atore. Así como depende de Francisco
403
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FRANCISCO ELIAS DE TEJADA .
Suárez umbién, y más concretamente de la doctrina suarecian:a. acer·
ca de las aplicaciooes del. derecho natural, expuesta ea el De legibus,
libro II, capítulo XIV, párrafo 12; la noción del derecho como un
"certo" bistóriro variable sin renuncia ni atenuación dd. "vero"
inalterable de la ley natural; que es el criterio fundameatal que
empapa
las novedosas
construcciones de
la Scknza m,ova a todo lo
largo de la obra, y que ya formuló Vico ea la oración · del 18 de
octubre de 1707 al señalar como, ea contraste con la lógica, con la
metafísica
y con la matemática, "Jurisprudeatiae vero historiae sunt".
En el naufragio del mundo en que naciera, mundo católico de la
Contratteforma militante -- poles ea un
tiempo ea

que los
napoliranos veían
en Nápoles la
encarnación
máxima y capitana de los pueblos itálicos---, Vico trata
de. salvat lo que
salvarse pueda. Trátase en pocas palabras de

man­
tener enlhiesta

la visión tridentina
de!l universo. Era la empresa
abanderada por

Felipe II,
la (OÍ)Sumada teológicamente en Trento,
la regada con sangre de todas las gentes
españolas; y
en primer
término .con
saogre de soldados de tercios napoliranos, en las Jla­
llÍlfllS flamencas y en las selvas andinas, en los bosques germánicos
y en las aguas de Lepanto. Cuando aquella empresa vino a ser im­
posible por la subida al trono de Nápoles y de
Madrid de las castas
europeas de

los
germanizados vieneses

o de los afrancesados Bar­
bones, Vico

enciérrese en
las dimensiones del Nápoles patrio, para
él cifra suprema de la Italia, a fin de procurat que la quiebra polí­
tica
no sea también desastre
cultural. Puesto
no
'es ya
hacedero
pro­
longar
la hazaña de la Contratreforma en un plano universal, preten­
dió proseguirla culturalmente en

Nápoles.
Ya que la Tradición co­
mún_ de las Españas estaba definitivamente rota, querrá que esa
Ttadición a lo meaos continúe en el patrio Nápoles, salvándola por
Jo menos allí de su definitivo
acabamiento histórico.
Inevitablemente

perdida la fortaleza
institucioru,,l política,
buscó
salvatla sociológica
y culturalmente. Y pata ello consagró su vida a
defender los dos rasgos
sobre los
que en Nápoles
podía ser susten­
tada: los pilares sólidos de
la religión y de la magistratura, muy de
acuerdo además con sus
resis general
de que
la fe y el derecho cons­
tituyen el esqueleto de
las naciones. De ahí se apoye en los dos pun-
404
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GIAMBATTIST A VICO, FILOSOFO CATOLICO DE LA HISTORJA
tales que en la "Idea dell'opera" que enoibeza la Soienza nuova se­
cond,, designó con su particular lenguaje como la "pieta" y la
"giustizia". Una Jurisprudencia que en el párrafo 56 del De uno
universo ¡uris principio et fme uno definió ser "omnino idem" con
la ética cristiana.
El enardecido elogio del Sacro Consejo Napolitano con que cie­
rra la De nosm temporis stutÜat'um ra#one. es la exclamación ilusio­
nada, casi el voto de fe, en la subsistencia de un Nápoles continuador
de
la Contrarreforma, de un Nápoles que logre seguir sieodo Reino
católico y
seporado, de un Nápoles enteramente hispánico y napo­
litano al
mismo tiempo,

del Nápoles cruzado de Felipe II.
Lo que
Vico enarbola contra
la Europa de sus días es un estanda.tte ideoló­
gico:
las definiciones de Trenro; un monarca ejemplar: Felipe II,
modelo incomparable en las
estrofas de
Giambattista Marino
y en
las prosas de Andrea J.evati; una empresa misionera: el carolicismo
radical de

la cruzada, tan lejano de las politiquerías de los
otrora
ambiciosos

nepotismos
deUrbano VIII.
Cuando

ya no Je sea hacedero,
por tragedias de afrancesamientos
borbónicos

seguir
proclamando su 1,,a!tad "pro nostris Hispanis", ni
contemplar al Rey común de
la Tradición común cual a aquel "nos­
trum
potentissimum

Regem"
debelador de

los
"Gallorum hostium
furori" de

que hablara en
la oración de 1696, volverá la mirada a
las dos columnas que en Nápoles quedaban: la fe católica y el de­
recho de los
foeros propios.

Templo
y tribunal van a ser los últimos
bastiones de la fortaleza derruida, donde Vico se atrincheró para perpetuar en
la heroica soledad de su aislamiento la Tradición tri­
dentina del Nápoles hispánico, postrer adalid de la Contrarreforma
filipina. La filosofía de
la 'historia de Giarnbattista Vico ha de ser mi­
rada desde estas atalayas.
La vitalidad perenne de su pensamiento
reside precisamente ahí: en que es el felicísimo cabo suelto que nos
permite ahora a los hombres del siglo XX sumidos en el dolor de
una Iglesia

revolucionada y de
unas Españas
europeizadas, víctimas
de los enemigos de nuestros abuelos venerables, reatar el hilo de
la
Tradición rota en la trágica ocasión del 1700. No es de extraíiar, por
tanto, que la Asociación italiana Filippo II torne a Giarnbattisra Vico
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FRANCISCO EUAS DE TEJADA
para alcanzar la continuidad de la historia italiana. Ni extrafiatá
tampoco que nosotros, católicos íntegros del . siglo XX, busquemos
en Vico
el claro

ejemplo
para un

catolicismo radical y militante .
. Claro que

tratar a Giambattista Vico de esta guisa, hablando de
él sin
haberlo leído,

es viejo achaque de nuestra progresía pseudo­
cultural. Así José Ortega y Gasset, en el ensayo Guillermo Dilthey
y la idea de la vid,, se queda tan frescamente sabio después de ase­
verar que

Vico fue
maestro de

Pierre
Bayle; siendo asl; cual todos
bien sabéis,-que Pierre Bayle mueré en 1706, esto . es quince años
antes de que Vico redactara sus obras cardinales. Puede verlo el
curioso en las Obrar completas de José Ortega y Gasset. Madrid,
vista de Occidente, tomo
VI, año 195 2, página 178'
Así

escriben
fa historia y así conocen a Vico los pontífices de la
progresía,
los misioneros
en
la tarea de enseñarnos las excelencias
de Europa
y la vergüenza de ser españoles. Nosotros no obraremos
así,

simplemente porque tenernos concepto
más serio de la decencia
científica. Por ello
hoy, al evocar a Giambattista Vico, me limito a
ponerlo delante

de vuestrOS ojos por
. el postrer abanderado de la
Contrarreforma tridentina,

por
el autor de la filosofía de .la historia
de
más permanente brío, por el mayor filósofo de la historia que
hayan tenido el catolicismo,
el Reino de Nápoles y las F.spañas todas.
Y nada más.
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