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El sentido de la historia de España en comparación con la de Europa

. EL SIENTlDO DE LA HIBT()RIA DE .ESP~A EN
COMPARACION
CON
LA DE
EWOI,>A
POR
ANDRÉS GAMBRA GUTIÉRBEZ.
fil tema de las relaciones y mutuas. dependencias o conexiones
entre Europa y España es extremadamente
c001plejo y dificil

de
abarcar, pnesto que su adecuada. consideración requeriría, como punto
de partida, nada menos que un análisis del contenido histórico y es­
piritual de
ambos términos que fuese equilibrado y admitido por el
común de la¡ gentes. Y la triste realidad es .que ~ejante precisión
coru:eptua1 es dificil de obtener, .puesto. que se trata de. una coestión
-cl binomio España-Europa~ en extremo polémica y sobre la que
inciden las grandes cuestiones ideológicas que dividen
~y, en pugna
inconciliable, a nuestros contemporáneos hasta el punto de imposi­
hilitar la elaboración de .unos puntos de análisis básicos que sean
válidos.
para todos. Y no es tema que, por secundario o accidental,
pueda soslayarse, puesto

que
su actualidad es acuciante: hor se nos
«:pite constantemente,

a
través. de todos los medios de difusión,
que España
ba formado y forma parte de Europa y que, para su ulte­
rior supervivencia, debe incorporarse necesariSi\llellte a ella, rompien­
do
todas las cortapisas existentes, ca.iga quien ca.ig)L y pese a quien
pese.
E.sta idea . -la ,de que

España forma
· parte de Europa y debe
integrarse en

ella- podría
tener muoho de

cierto
si se formulase
desde una
óptica. diferente a la que hoy. es habitual en los medios de
propaganda españoles, pero en el momento actual implica, de he­
cho y en la voluntad de sus promotores, una peligrosa trampa, un
eq.uf.-oco doloso· destinado a justificar y deparar viabilidad a' una
claudicación. gravlsima

de
los valores más esenciales de nuestra pa­
tria frente a corrientes ideológicas inconciliables con lo que
El;paña
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Fundaci\363n Speiro

ANDRES GAMBRA GUTIERREZ
ha sido y representado a lo largo de la historia y, en última instan­
cia, con
la concepción cristiana de la vida, que, hasta tiempos rela­
tivamente recientes, ha sido el nervio motor de nuestra civilización.
El presente estudio no pretende otra cosa que plantear algunas de las
ambigüedades que el término Europa encierra en si. mismo y aludir,
aunque sea sucintamente
y sin la profundidad que la cuestión reque­
rirla,

a
la génesis en nuestro país de las corrientes europeizantes que
gozan de tan gran predicamento en la actualidad.
Europa, símbolo de unidad o símbolo de escisión.
Para aclarar el terna de las relaciones Europa-España es preciso,
ante todo, aludir al concepto de Europa, que,
a nuestro
entender, no
es en modo alguno unívoco sino, por su evolución históri~a, équí­
voco. Tres acepciones pueden distinguirse, cuando menos, del tér­
mino
Europa
y todas ellas perfectamente válidas si se entienden ade­
cuadamente.

Su uso se hace
falaz, y puede convertirse en una li,;mpa,
cuando

se pretende
extraer de

una de esas acepciones conclusiones o
implicaciones .qu~ C':)~esponden a otra que eti~erra connotáciories _di­
ferentes. Creemos que es en este punto donde se encuentra la clave
del laberinto conceptual de que
hoy se valen, con -miras propagan­
dísticas,_los artífices de

la integración de España
en Europa.
El primer significado del término Europa es de
carácter mera­
mente
geográfico. Los griegos utilizaron la palabra Europa con una
acepción de

este tipo
(1), annque conviene recordar que en la
Teogonía de Hesíodo -que es el

autor griego que
empleó, ·al pa­
recer,

el término por vez primera-
Europa es
el nombre de la pro­
tagonista de

uno de
_ esos

hermosos relatos mitológicos con que los
helenos supieron
embellecer la ,historia de

su civilización
y de sus
creencias. Una de las tres mil ninfas oceánidas, Europa, hija del
( 1) So!>re este punro y, en general, sobre toda la probkmática que gira
en
rorro a la g,;nesis ele! concepto de Europa puecle recurrirse a B.e,nar,i Yo'
yenne: Hi.rtoir·e de ridée · eur(!péenne, París, edit Pa.yot, 1964. Sobre el mito
de Eµropa., p!gs. 10 y sigs..
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Fundaci\363n Speiro

SENTIDO HISTORJCO DE ESPA1M Y EUROPA
Océano y de Tethys, bellísima niña de ojos clar06 y piel blanca, fue
raptada
por Zeus, disfrazado de toro bla.QCO. De sus amores, seglÍn
este

relato mitológico
tan original y sugestivo, nació la primer~ di­
nastía
cretense, fundadora de la que fue cuna de civilización grecc,­
clásica y de toda la cultnra occidental.
No

vamos
a entrar aquí

en el análisis
de. la
discutida etimología
de la palabra Europa ni
en .consideraciones en tomo_ a los límites geo­
gráficos que configuran al antiguo continente. Bástenos saber que,
para los griegos, Europa, aparte de un personaje mitológico, fue el
término geográfico con cidas
y misteriooas en que habitaban sus vecinos ,de las tierras septen­
trion"1es, los

temibles.
pueblos < el

sentido geográfico del término se fue precisando hasta identifi­
carse con
ese extraño apéndice de recortadas costas que prolonga la
gran masa. continental enrasiátka en. la· dirección del . sol poniente.
España, qué duda cabe, y siempre que no ocurra un fenomenal
cataclismo que sumerja a
la Península
Ibérica en las
~ del Medite­
rráneo o

de
esa Europa entendida en su
acepción meramente geográfica. Lo

que
ocurre es que Europa, en el
campo de la ,historia
y de los planteamientos políticos, significa algo
mucho
más amplio. que un ámbito .geogrffico· determinado espacial­
mente.
Europa

implica la idea de una comunidad de pueblos
que han
par­
ticipado
en una misma

historia
y han elaborado, con el paso de los
siglos, un
acervo cultural influyente, más que ninglÍn otro, en el de­
venir · de

la humanidad.
Púes bien,
llegados a este punto,
cabe dis­
tinguir dos
acepciones del

término
Europa que,

aunqne
definen dos
estadios

distintos
en la

historia de
la civilización occidental y, en or­
den

cronológico, forman parte de una
misma sucesión temporal, son
divergentes e
incluso anmgónicos en

su significado
espiritual más
hondo. Dos acepciones que reflejan la íntima. tragedia de la civiliza­
ción
europea, primero dotada de profunda unidad y después désgarra­
da por un enfrenmmientó ideológito dé enormes dimeruiones y que
parece encontrarse ha,-en su fase culmmante, cuab.do yá Europa ha
perdido,
Dios sabe si definitivamente, el papel de primer protago­
nista

en
el devenir de 1a cultnra humana.
63
Fundaci\363n Speiro

ANDRES GAMBRA GUTIER.IUiZ
La primera de estas acepciones sería la que ideutifka Europa. con
la civilización medieval que, surgida de fas ruinas del mundo greco­
romano,

alcanzó su plenitud en
los siglos xn y xm para luego decaer
en loo sigloo
XIV y xv. Europa, ,en este sentido, alude al solar y con­
junto de pueblos que
vieron crecer la

Cristiandad de la Edad Media.
Europa., entendida como Cristiandad medieval, es el primero de los
sigwficados a

que antes
aludíamos y encarna el gran momento de
la historia europea, aquel en que Europa. estuvo dotada de una di­
mensión unitaria
y de un dinamismo creador sin sombras de esci­
siones internas.
La civilización grecO"t<>mana, aunque . elaboró un patrimonio cul­
tural de capital importancia transmitido pooterionnente en un proceso
histórico complejo al· mundo medievá.l cristiano,

no fue geogd.fica­
niente
europea sino

más bien mediterránea; Se situaba,
alrededor del
Mdre Nostrum, a. caballo sobre tres continentes --Asia, Africa y
Europa,-importantes por igual en fa génesis y desarrollo de la ci­
vilización grecolatina.

Fue en su seno
dónde -' de los
tiempoo»--se

encarnó
el Hijo de Dios y predicaron sus dis­
cípulos; pero la cristianización del Imperio sólo tuvo lugar en vís­
peras de
su destrncción, ocurrida a lo largo del siglo v.
A
partir de la crisis del Imperio romano, y en un proceso lento
que
estuvo precedido de un profundo retroceso de
las letras y de
las
artes; se

fue constituyendo una nueva civilización
--la medieval--,
cuyo elemento motor y agbitinante fue, precisamente, el Cristianismo.
Esta nueva civilización, la Cristiandad, fue esencialmente europea y
no ya mediterránea. El Mare No tural de antaño y, sobre todo a partir de las invasiones musulmanes de
los siglos vn y \im, perdió también su milenario papel de grau arteria
de

comunicacionés intercontinentales.
'Las predicaciones de 'los monjes
romanos, irlandeses
y 'anglosajones. ensancha.ron poco· a poco los lí­
mites
de aqtiella civilización, monástica en sus orlgenes y siempre
profundamente religiosa en todas sus manifestaciones, hasta alcanzar
los márgenés septentrionales dé Europa. Pueblos 'paganos y ajenos por
completo á la civilización roma.na, como los gern\arros de a.lleude el
&hin o

los
que prótagoniza.ron las

terribles
oleadas invasoras
de los
siglos
IX y x (húngaros y norma.ndos o escandinava&), fúeron poco a
64
Fundaci\363n Speiro

SENTIDO HISTORJCO DHESPAFIA. Y EUROPA..
poco catequizados e integ®los en la gran familia de los pueblos
cristianos. El
«Dtang nach dem · Osten»

de que
hahlan los alemanes
extendió

la
civilización de la Cristiandad, en un proceso multisecular
y dinámico, hacia las llanuras de Celltioeuropa y Europa Oiiental.
El

importante
historiador ·francés· Leopold Genicot ha · resumido
con acierto el papel desempeñado por la Iglesia en los sig1os alto-me'
dievales, ruando· Ja Cristiandad europea se hallaba en ttance de gesta­
ción : «La Iglesia., al difundirse en Occidente, hacía algo más que
aportarle una
creencia. Puesto que era una, fo deparaba .su unidad.
Unidad
por encima de los individuos
y de sus concepciones perso­
nales: el dogma,
aunque mal

conocido,
lo era suficiente éomo para
dictar
a todos una sola visión
del. universo. Unidad po1: encima de
los

reinos
y de las ta.zas·y, sobre todo; de la oposición entre bá y romanos, cuya persistencia habría comprómetido o entorpecido el
desarrollo de la civilización:· ·«Nó hay ya ·ni . escita, .. ·ni' aquitano', ni
lombardo, ni alemán
-"
LyoU-:-, pues
el Señor ha sufrido la
Pasioo para que, en>su sangre;J'uesen acetcados
aquellos que se hallabin alejados y desapareciesen las separaciones".
Unidad
por encima de las

culturas :
al revés que otras coufesiones,
extraiías al espiritu la.tino, como, pói. ejemplo, el Islam, el Cristianis­
mo, nacido en el Imperio y convertido en su religión, constituía .el
lizo de unión entre el mundo .antiguo y los nuevos tiempos. La pie­
dra angular
de

la
Edad Media estaba colocada : la ádhesión al mismo
credo iote,preiado por el mismo jefe» (2).
Vemos, pues, que Europa adquirió desde los inicios de fa Edad
Media,
por vez primera en su historia; una personalidad propia, en ín°
tima conexión con el desarrollo de la' gran civilización etístiana. Son
innumerables las fuentes ·históricas que ponen de relieve que ya los
hombres de aquella época tuvieron clara conciencia de la identifica­
ción existente entre Europa
y 1~ civilización de inspirac(ón cristiana
que entonces
alboreaba.
Podemos citar algunos ejemplos extraídos de . fuentes históricas
(2) Léopold Genicot: ·Les lignes dS -faJie dtt Mo-yén Age, ParlS, 1969,
pág. 71. El· 'libro de Genkot es 1in matiilal de calidad extraordinaria, muy
reco.óiendable
para quien desee obtén.et una visión de conjunto del período
med'ieval.
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ANDRES GAMBRA GUTIBRREZ
de primer orden que avalan la· identificación a · que aludimos y la
percepción que de ella tuvieron. los contempor~eos.
Cuando
el anónimo continuador de la crónica de Isidoro de Beja_
relata
loo pormenores de la batalla de Poitiers (732), el primero y
decisivo éxito militar obtenido· por la naciente Cristian.dad occidental
frente al
expansivo Islam,· que parecía llanJado a sumergir todo el
mundo conocido,
al referirse
a la
abigarrada coalición de francos,
celtas, ibero5 y sajones reunidos a las órdenes de Carloo Marte!· en
aquellos momentos. de gravedad ei cesivas
ele europeos (3). Bernard Voyenne sintetiza con acierto la im·
portancia
ele este testimonio histórico: «¿Qué mejor nombre podía en­
contrarse

para
designat a

lo que aún no era comunidad· y
el'lL ya mu­
cho más
que un agregado informe de pueblos? Es emotivo que estos
europeos aparezcan en el relato de la primera batalla de Europ,1>>.
Es decir, en la primera batalla de la Cristiandad.
/¡. finales · del siglo. vm, el nieto de Catlos Marte!, Catlomagno,
constituyó

un
amplio Imperio que abarcaba, con exclusión de la Pe­
nínsula Ibérica .y de las Islas Británicas, todos loo territorios que
hablan sido cristianizados en el periodo anterior y daba perfil; aún
embrionario,
al

mundo de
la: Cristiandad europea, que adquirida
plena

configuración eo los siglos
XII y xm. Por entonces, cuando
el

gran Alcuino de York,
animador principal

del
·célebre .«Renací·
miento Catolingio», tan importante en la génesis de la cultura medie­
val europea,
alude

a la
restauración la dignidad imperial por Carle:­
rnagno,

prefiere hablarnos
no ya

del
«Imperiurn Rornanum», que
muerto estaba para· no·. resucitar nunca,-sino. de,_un nuevo imperio, t;"l
«Imperium Chrislianuiro>, con vigorosas' amias de universalidad, pero
· con unas rafee& espiritw,les no ya paga.nas, sino esencialmente cristia­
nas
(

4). Por
las mismas fechas, un poeta -que se cree pueda ser An-
(3) Citado por Jean de Pange: Les E11ropéen1,r, e"n l..4. Table Ronde, nú­
mero 113, ·mayo 1957.
(4) Citado por Lou.is Halphen: Charlemagne et l'empire carolingien,
París, edit. Albín Michel, 1968, pág. 115; tb •. Jlematd Voyenne, up. ,it.,
pág. 4o: Sobre el c-an:ibio de carácter. de la_ idea. imperial, _interesante análisis
en Robert Folz: L'id,Qe d'Empire en Occident Ju .v-e au XWe siecte, París,
19:;3, págs. 31 y sigs. Suyas son las consideraciones que traducimos a. con-
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SENTIDO HISTORJCO DE ESP,ffiA Y EUROPA
gilbert<>-'-, en una composición de carácter épiro, ex-alta a Carlomagno
romo
«el

rey Carlos, cabeza del mundo
y cima de Europa» ( 5). Y el
poeta
Catulfo, aL re:ordar al

emperador, que
se hallaba revestido a
los ojos : de sus contemporáneos de un carácter casi sarerdot.:l, las
obligaciones
propias de s11 dignidad,

le
recomienda que
encamine
todas SUS roras hacia Dios; a Uios/ a quien debe SllS triunfos y SU
dominio sobre «Euro¡,«>> ( 6).
Europa, por
lo tanto, fue el marco geográfico sobre· él que se
asentó la Cristiandad medieval. Se identificó con ella durante llU mi­
lenio,
y el desarrollo de aquella civilización de inspiración cristiana,
constimyó,
sin duda, di momento más glorioso de la historia del Occi­
dente

europeo. Fue
aquélla una época sin par, en la que. todOII los
puéblos del· Antigno

Continente
estuvieron unidos y . a.nimadós por

el
vinculo
más fuerte que puede unir a los miembros de una comuni­
dad

:
la misma re. El Cristianismo fue el poderoso fermento que
vivificó, · depa:rándoles medular ufudad, las·· concepciones pol!ticás
de

aquella
época, su organización social, su · citltura, su arte· y SllS
empresas coffilllles ~las Cruzadas, la Reconquista hispánica y la mul·
tiírerular penetración en las llanuras de Centroeuropa-, qúe impli·
caron un proceso de asimilación rnstianizador• de

nuevos pueblos,
pau­
latinamente incorporados a la Cristiandad elltopea. Durante la Edad
Media
la verdadera comunidad, de los hombrós de Ellropa no fue ni
tinuación, en tomo a la coronacióll de Carlomagno en el afio ·aoo: _ «Fue,. a. fin
de cuentas, la religión cristiana.· 1a qué ·dépaió · al nuevo Intperio su consistencia
esencial. SU ~~ Íun lacilSa con Roma romo si no, es éstei .al .igwÍll que a.tites del año 800, el
Imperio de·Carlomagno es el lmperium. Chris1ia,;11m. El único cambio que
se
observa con

relación
a la primera parte del reinado es que la dignidad
it;operial refuerza aún más _ el magisterio _espi.rituaJ. y moral de. Carlomagno.
ai que' vemos encargarse, más (lue en el _pasado, de la sal vació~' del pueblo
de Dios; Se ·avanza; así hada la realfaación del Agustin:iS!Ifo polítiCO: el
Estado concebido como-·et !eino de la Sabiduría y prepúa.ción ele la Ciudad
de Dioo, penetrado. po< lo espiritual, la confusión entre la. Iglesia y el Im.
perfo en una misma. ,Cristiandad occidental. La. idea imperial Qe Catlomagno
es, ante todo, una visión .religiosa del orden del mundo» (op. cit., pág. 35).
(5) Citado por L. Halphen: op, cit., pág. 115.
( 6) Ibídem, pág. 182.
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ANDRES GAMBRA GUTIERREZ
los reinos ni las naciones, sino uruL enticwl más amplia, la «Christiana
Riespublica».
·
De

Genicot son las palabras
que traducimos a

continuación
y en
las
que, con térmmos preci•os y en acertada síntesis, se desarrolla
la idea que acabamos que expresar : «Fue la Iglesia quien configuró
la unidad profunda
y la originalidad de la civilizción medieval. Fue
ella quién proporcionó
su "visión

del
mundo'.' a
sabios
y artistas y
les permitió·crear obras nuevas a partir de elemen.too antiguos "infor­
mados" por

un
nm,vo espíritu. Fue. ella
quien fundó
ese equ:llibrio
característico
en

el que. cada
cosa encuentra
sin dificultad su lugar
exacto en un conjunto pensado
por Dios y revelado a los hombres.
Ese equilibrio, en el que cada ser es a la vez el mismo y otra cosa,
dotado

de valor
personal y de valor simbólico. El ejemplarismo agus­
tiniano
ha desbordado la reologla; se encuentra en los santoo, en los
campesi= y en las flores: esculpidas en Gha.rtres o París, e incluso en
el
amor que

une
para siempre a Tristán e Isenlt. Todo es obra y re­
flejo de
lo eterno» (7).
Es
interesaute observar cómo, a

principios
del siglo XIX, cuaudo
Europa intentaba
sobreponerse

a la terrible sacudida revolucionaria
que,
prolongándose a lo

largo de
más, de. un cuarto de siglo, había
devastado los últimos restos que

aún pervivían, en
la modernidad,
del

mundo de la Cristiandad
medieval, el célebre Saint-Simon, que
fue inspirador de uno de los primeros movimientos ideológicos de
carácter socialista. del mundo _contemporáneo, supo ver con acierto la
grandeza de los siglos medievales, en un momento en que esta época
de
la historia
de Europa
era todavía, por

influjo
del criticismo an­
tropocéntrico

del
Renacimiento, objeto
de general
menosprecio. Su­
yas

son
estas interesantes
palabras, que se
recogen en
su
De la reor­
gt111isation de la sodété etlf'o,filemre (1814): «Antes del final del
siglo xv todas las naciones de Europa formaban un solo cuerpo polí­
tico, apacible en su interior y bien armado contra
los enemigos

de
su constitución
y de su independencia. La religión romana, practicada
de un
extremo a otro de Europa, era el lazo pasivo que unía a !a socie­
dad europea;
el clero romano era el. lazo activo. Extendido por do-
(7) L. Genicot: op. cit., pág. 236.
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SENTIDO HISTORICO DE ESPANA Y EUROPA
quier, dependiente en todas partes sólo de sí mismo, compatriota de
todos los pueblos y dotado de gobierno y leyes propias, el clero era
· el centro del que emanaba la voluntad que animabá a ese grao cuerpo
y el impulso que le movía a actuar».
Pues.
bieo,
si
entendemqo el ténnino ·Europa en este sentido, es
decir,
como· el marco espacial propio de la Cristiandad medieval, la
comparadón
o paralelismo entre la ihistoria europea y la de España se
resuelve sin dificultad: España fue un
miembro activo de aquella Cris­
tiandad europea, diversa, pero profundamente unida y sin fronteras
en

lo esencial.
La historia de los reinos hispánicos de aquel período
es paralela
y, en sus líneas maestras, similar a la del resto· del Occiden­
te
europeo. Participó España de
la misma cultura y de idénticas
corrientes

espirituales
y artísticas; brillaron aquí las mismas órdenes
religiosas, Ouoi y el Cister, que allende los Pirineos, cubriendo el
solar hispánico de innumerables centros mooásticos y conventuales¡
España
tuv;:; reyes

fieles,
COlllO ~os · en Europa, al Pontificado y
participó intensaroente en. el proceso formativo de los grandes ciclos
artísticos de la plenitud medieval,
el · románico y el gótico. · La .
presenda eo tierras gallegas de la tumba _del Apóstol Santiago hizo
que
convergiera en

el Norte
peninsular una de J.is grandes tutas de
peregrinación
que
tanta importancia tuvieron en el medievo, y, a tra­
vés de Cataluña, España se
abrió aropliaroeote a las

corrieotes comer­
ciales
y culturales del ámbito mediterráneo. Y si no intervioo más
que de forma episódu:a y accidental en las grandes Cruzadas a Tie­
rra

Santa fue porque España
-rasgo éste,. sí, peculiar del-mundo his­
pánico eo el espacio europeo-tuvo \Iª Cruzada propia frente al
Islaro, aseotado desde . el siglo vm en ·el. solar peninsular, que se
resolvió

mediante un proceso reconquistador
multisecu!ar. Pero eo esta
tarea España
no estuvo aislada, sino _que contó con el

apoyo
moral
decidido del resto de Europa, que siempre tuvo concieocia de sus
deberes de

ayuda y socorro hacia
aqueÚa parcela de la
Cristiandad
amenazada por el
iofiel que era Espafia. Sobre todo en los siglos XI ·
y xu, y aunque con una efiéacia qúe eo general dejó mucho que
desear,
debiqo a su. ioexperieocia eo lo~ asuntos hispánicos, fueron
numerosos
los cuerpos expedicionarios que desde
el otro lado de los
Pirineos acudieron para poner a contribución sus armas en los gran•
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Fundaci\363n Speiro

ANDRES GAMBRA GUTIERftBZ
des episodios de la Reconquista (8). Es emocianante pensar que en
uno de los frisos. laterales de. la espléndida fachada de la catedral
románica de Angulema, una de bis más hermosos de Francia, se re­
presenta la famosa carga de Daroca, que precedió a la batalla de Cu­
tanda de 1120. En este encuentro, en el que se derrumbó el prestigio
militar que

aún
quedaba a

los
Almorávides y se consoWó la ocupa­
ción aragonesa

del valle
del Ebró, intervinieron en

número impor­
tante tropas
fmnoesas al mando del duque de Aquitania. Testimonio
emotivo

éste de uria contribución
europea a la historia de España bien
distinta, de
inspiración esencia1mente opuesta -y ello es revelador de
las contradicciones de la historia europea-a la que, .en tiempos con­
temporáneos, significó en nuestra patria la presencia de las briga­
das internacionales.
Europa, símbolo de contradiooión. España frente a Europa.
España, cuando Europa era una comunidad de reinos y pireblos
bien trabados. y unidos entre sí, si que fue Europa, y ojála que esa
Europa
pudiese renacer y fuese de ella,
y no de otra bien distinta,
de la que nos hablan los apóstoles del
actua,1 europeísmo.
Pero no,

no
podemos engañarnos. La realidad actual es bien dis­
tinta y la propaganda europeísta apunta hacia metas muy diferentes,
desde
'luego, de llt1lL reconstrucción de la Cristiandad medieval.
Y

es
que el

término Europa puede entenderse
con un
sentido
muy distinto al
que entraña la noción de Europa-Cristiandad. El
mundo occidental ha atravesado por varios momentos de profunda
ruptura de

su
evolución ,histórica, 'hasta ver

dislocado por completo
ese
armazón de

creencias unitarias. que
caracterizaba la época de la
Cristiandad. De 11qu.í que la pallabra «EUfopa» pueda ut:ilimrse -y es
éste un
uso del término

válido y útil en
la medida en que permite
marcar las distancias entre

la
antigua Cristiandad y la. Europa laica-­
para designar a la civilización que surge a partir de la época rena-
( s) S~bre las Cruzadas venidas de a11eru:Íe los Pirineos, síntesis intere­
sante en Ma.rce:lin · Defourneaux: Les Franfail en Bspagne aux Xle et Xlle
siecles, París, 1949, págs. 125-193:
70
Fundaci\363n Speiro

SENTIDO HISTORJQO DE ESPANA Y EUROPA
centista, cuando el mundo medieval se des°'°rona y comienza la épo­
ca moderna (9). En este sentido, cierta¡nente, el término Euro­
pa implica unas conruilllciones· bien distintas; a.lude a una ratlidad to­
talmente diferente, a la que representa ese . mismo término entendido
como solar de la Cristiandad. La nueva Europa, la posrenacentista es
no
sólo. distinta,
sino contraponible,.
en los rasgos
esenciales de
su ar­
mazón ideológico y espiritual más íntimo,. a la anterior.
La.Cristiandad
comenzó a cuartearse ,,partir .del

siglo
XIV, inicián­
dose entonces un período de crisis profunda que culminaría en el
siglo XVI. El proceso es complejo y, por. lo demás, conocido. No po­
demos aquí sino recordar sus líneas maestras.
La crisis que rompió la
multiserular unidad de la vieja Europa
cristiana fue doble. Por un
lado se

trató
de una gravísima escisión es­
piritual que

cuarteó la unidad de creencias del
mundo occidental
(10}.
La
filosofía occamiata, primero, impuso un nuevo estilo mental, funda­
mentado sobre principios racional-individua.listas, que cerraba la gran
época de las Summas de los siglos xu y l(IIl e imposibilitaba en el
porvenir la prosecución del magno esfuerzo de la civilización medie­
val
por

compatibilizar
con la

.mayor precisión
posible fe y razón,
y armonizar todos los conocimientos y facetas del saber humli.no, se­
gún un plan unificador y jerarquizado en ctiya · cima se encontraba
Dios.
(9) En este sentido, la interpretación de Prancisco filías de Tejado: «Euro­
pa ao nace en el círculo de Carlomagno, que es lá._ restauración del Imperio
cristiano en jerarquizaci6n orgánica de pueblos, más tarde presidida por los
emperadores germánicos; Europa -na~ por el contrario, al COÍljuro de las
ideas llamadas por a.ntoo.omasia. modemas;· en. la. coyuntura. de romperse el
orden cerrado del medievo cristiano. La Edad Media de Occidente desconocía.
el concepto de Ewopa, porque. sólo sabía de su antecesor: el coo.cepto de
Cristiandad», en La Monarquía Tradiciqnal, Madrid, 1954, pág. 35.
(10) L. Genicot, al aludir a la unidad espiritual de Occidente en su
interesante libro, pone de relieve fa· ~tencia de fisúras véRliideramellte
serias a lo largo de la Eclad Media. Sólo la cuestión de la compat:ibilidad entre
gracia y libertad a.parló de la ortodoxia a grupos siempre minoritarios (Pe­
Iagio en e1 siglo v y Gottescalk en época carolingia), . que no alanzaron eco
alguno. «Sólo a final de la Edad Media -ob5etva Genicot-con Lutero y
Cal vino, ait.e problema, que se podría_ denominar "el problema occidental",
provocaría la ruptura de la unidad doctrinaJ.», op. r:il., pá.g. 70.
71
Fundaci\363n Speiro

ANDRES GAMBRA GUTIERllBZ .
. El Renacimiento pagainizante, después, vino a arropar, en un im­
posible y falaz retorno a la Antigüedad, una cultura que decididamente
se hizo crillicista, laica y antropocéntrica, con olvido de la idea, clave
deLperiodo medieval, de que toda
la creación
está subordinada
y or­
denada
a Dios.
Aquella compleja.
ruptura
espiritual .culminarla
en
el siglo XVI
en la revolución protestante que destruyó definitivamente la unidad
de fe

de
la Crisj:iandad, dividiendo a los cristianos en bandos irrecon­
ciliables y transformándolos en
«europeos» que se verían obligados,
en
el porvenir,

a
buscar un dificil equillbrio politico y social en
fórmulas artificiosas y siempre superficiales, puesto que no
existía ya
una

concepción común
de los quehaceres de esta vida y del más allá.
Junto
a esta escisión espiritual, y en intima conexión con ella,
se va a producir también una compleja escisión social y politica, con ralees
víeyas, pero que 11:bara, en el siglo XVI, va a consumarse: la
aparición del «nacionalismo» en el seno de unas monarquías
europeas
que se afiWan y organizan de. font1a autónonia, marginando, cuando
no-enfrentándose abiertamente, a los poderes universales, el Pontifi­
cado
y el Imperio, que hasta enronces hablan enmuzado, en el or­
den politico,
las ansias
unitarias
del mundo medieval. Vemos, por
tanto, que el individualismo, en su doble faceta religiosa
y-política,
fue

la
causa profunda

de la crisis del bloque unitario medieval.
Surge
así la otra Europa, la Europa revolucionaria de la moder­
nidad,

la que
~os a\ltores designan

simplemente como Europa sin
adjetivos, en
contraposición con !la Cristiandad m~eval.
Y

no se
piense que

a Europa le fue
fácil lanzarse por la nueva
ruta, que
se prolongarla

tras el Renacimiento
y la Reforma -a lo
largo de

un
proceso revolucionario

escalonado en
etapas íntimamente
trabadas entre

si en el
clasicismo del

siglo xvn, la Ilustración, la re­
volución fra.o.c.:esa y el ,iµarxismo materialista que amenaza con sumer­
gir al mundo a.ctual (11 )-. Desde un prindipio, la implantación de la
(11) Interesante síntesis de Elías de Tejada, en op. tit., pág. 37: «la
Cristia.nd.ad muere:
para nacer Europa cuando ese perfecto organismo se rompe
desde 1517 hasta 1648 en cinco rupturas sucesivas, cinco horas-de parto y
crianza de
Europa. dnco puñales. en

la carne histórica de la Cristiandad, A
72.
Fundaci\363n Speiro

SENTIDO HISTORJCO DE ESPAEM Y EUROPA
nueva rultura, el afianzamiento de la nueva Europa estuvo jalonado
por pugnas civiles de gravedad extrema, sin que casi ningún riru:6n del
viejo

continente se viese libre de ellas:
En Inglaterra,
Enrique VIII

tuvo que imponer
por la fuerza el
Ama -de -Supremacía; -iniciando con ello

un
proceso -de lnestabi1ódad
polltica y religiosa que encontraría su prolongación lógica en las revo­
luciones

del xvn. lln
Alemania, · ht aparición del luteranismo ab.ri6 un
dilatado
período de conflictos que s6lo
tonoci6 un· momento de pausa
cuando

el
emperador Carlos V, agotado, tuvo que ceder en la· Dieta
de

Augsburgo
(1555) sobre la base del principio del «cuius regio»,
ante
las

pretensiones
disgregadoras de
los
priru:ipes heterodoxos,
para deipués renarer con violencia redcblada en la terrible Guerra
de

los Treinta Años que fue, sobre-
todo, un conflictó religioso
en
el que las potencias
europeas intervinieron a<:tÍvamente ¡,ara desba­
ratar lQS últiino< intentos-

de
los Habsburgo -por - mantener fa unidad
re!lgiosa y poliiica del mundo germánicó. Bn Westfalia (1648) se
afirm6 la igualdad de
las «tres religiones» ( catolicismo, luteranismo
y calvinismo) y se coosum6 ... en beneficio de la hegemonía fran­
cesa-· ht fragn:ientaci6n definitiva de Alemania y la -pérdida de la
poca efectividad que aún conservaba el Sacro Imperio (12).
saber: fa ruptura religiosa del protestantismo luterano, la ruptura ética -~on
Maquiavelo,
la
.ruptura política por-.mano de_
Bodin, la ru~ jurídica en
Grocio y én Hobbes y la ruptura definitiva del cuerpo místico cristiáó.o en
los tratados de Westfalia. Desde 1517 hasta 1648, Europa nace-y crece, -y a
medida que nace y crece E~opa, la Cristiandad fallece; .y .muere».
(12) _ Penetrante análisis de espíritu de Wes;tfalia hace Jaime Vkens
Vives en su Historia GenerJ mcderna, Bara!!lona, 5..'! edic., 1967, vol. l,
pág. 301: «En lugar de un_a. comun.ú:4d a..r.m6n.ica de_ naciones, presidida. por
el
Papado y el Imperio, W estfalia bas6 la estructura. de E~opa en una. serie
de estados nacionales laicos, relacionados por vínculos políticos y económicos,
en

los
cuales era dable p~umir_ un «potencial a.ntag6nico». Por tanto, en
lugar de un orden "tradicional" se· propendió a un orde_n "racionalista", en
que debfa darse ooda a las diferencias de pode,-político y de fortuna mi­
litar. La paz podía ser dictada según. las conveniencias _del poderoso, y· vul­
nerada, a su v~, por otro estado -más potente o afortunado. Al cosmopoli­
tismo medieva!l sucedió la. fragmentación nacional moderna. A la· influencia
generosa y sutil del Papado y del Imperio, _como jerarcas de -la Cristiandad, la
Fundaci\363n Speiro

ANDR.ES GAMBRA GUTIERRBl,
Y lo mismo podemoB decir de la Franaa de este período. En la
segunda mitad del siglo XVI la vida francesa se vio ensangrentada
pot las terribles Guer.ras de Religión, que fueron el resultado de las
pretensiones
de

los calvinistas o
hugonotes de
constituir, dentro de
una
sociedad que

aún era
profundament'e cristiana,
un «Estado dentro
del Estado». Aquella Europa dividida se fue adaptando con el paso del tiempo
a su nueva situación y se sobrepuso paulatinament'e a sus crisis in­
teriores.
Pe,;o no

debe olvidarse -frente a las corrientes historiográfi­
cas. que

pretenden
presentárnosla como
un logro del espíritu humano
revestido de
valor absoluto--que

la Tolerancia que
nació entonces,
si

desde
la triste realidad d.e aquel entonces era sin duda necesaria, en
verdad
no representa otra cosa que una mnleta, una terapeútica de ur­
gencia, para una sociedad que
había perdido su unidad esencial, y
sufría las consecuencias lógicas de un proceso tevdlucionario que lle­
vada en su seno religioso fetmentos de desagregación en todos los
órdenes.
Es precisamente en esta época -que presenció la agonía de la
Europa-Cristiandad y el nacimiento de otra Europa, la individualista
y revolucionaria, la Europa de la modernidad-cuando España se se­
para del resto de Occidente e inicia una
andadura distinta y, es más,
abiertamente antagónica en sus directrices esenciales, de la del resto
de Europa.
Vitente Palacio

Atard, en un artícnlo luminoso para el terna que
falta absoluta de un poder que regulara, en suprema insta:icia, los intereses
particularistas
de
los
estados ania.góruCOs. A la guerra ideológica del si­
glo xvr,
la guerra territorial · del xvn y las combinaciones del "equilibrio
europeó" -del XVIII. En définitiva, W etfaiia introdujo -en el ambiente inter­
nacio=ial la inquietud que el Renacimiento. había llévado al corazón de cada
individuo.
El orden territorial de Weitfalia descansó sobre un hecho patente y po,
sitivo: ef desé¡uiciamiénto de Alemania.... El imperio medieval, coherente a
_pé;ar de

-los
particularismos notorios, file . reemplazado pór una ato.inizaci60
estatal sujeta ~ la influencia y el genio de· Francia. En W estfa.lia remataba el
camino iniciado eñ la Bula de Oro. Teóricaiheb.te aún existía un em.perá.dor
de Alemania; pero sin atribucioii.es en ningún orden· niás que en cuanto res-
pondie!an a
la voluntad de los grandes ·príncipes». --·
74
Fundaci\363n Speiro

SENTIDO HISTORJCO DE BSPARA Y EUROPA
nos ocupa, ha puesto d,, relieve cómo en aquella difícil coyuntura fue­
ron
posibles dos
formas distintas
de concebir la entraña
y el porve­
nir de los pueblos de Europa, dos antagónicas «posibilidades de de­
sarrollo de la
modernidad» (13).
Una
de estas corrientes era revoluciooaria, «puesto que irrumpía
contra lo
anterior y era abiertamente anticatólica, ya que, al inscribiir­
se

en la corriente de racionalismo individualista que se abría paso a
la sazón, iba directamente contra la catolicidad ~ontra la universa­
lidad-humana y contra el espíritu religioso, porque en virtud de
ella se desplaza a Dios
d,,l primer
plano de la actividad religiosa
para ser sustituido pnr el Hombre, y se niega también la comunidad
de fines sobre
la tierra, reconociéndose, en cambio, los fines indivi­
duales de cada comunidad nacional, la
razón d,, Estado».
La otra corriente, en cambio, era tradicionalista y aspiraba a conser­
var los valores
eseooiales de

la
Cristill>tldad, entonces tambáleanle, para
proyecta.rlos, renovados y depurados de los vicios y corruptelas ba­
jo-medievales, hacia el porvenir. «La otra posibilidad para el desa­
rrollo

del
mundc, -dice ,Palacios Atard textualmente-era

tradicio­
nalista
y quería conservar los elementos fundamentales del ord,,o me­
dieval, pero admitiendo la superación de todo,¡ aquellos susceptibles d,,
ser

superados». Era una
corriente de inspiración católica,
enemiga del
individualismo
antropocéntrico del Renacimiento y d,, la Revolución
protestante, y

no retardataria, sino,
muy al contrario, ansiosa de desa­
rrollar
las inmmsas virtualidades que el mundo de la Cristiandad
encerraba
en

su seno. «El desafortunado nombre de
Contrarreforma
en

el
que está englobada

ha
sido dado "a posteriori" y, precisamente,
por los polemistas que tuvieron interés en que quedara fichado como
un proceso cultural de signo
negativo>> (
14).
·
España,
frente al resto de Europa, · recogió esta segunda opción,
dando comienzo así a
una empresa
original,
·de envergadura extra­
ordinaria.

Laín Entralgo lo
oqserva c\Iando junto a la· «modernidad
(-13) Vicente Palacio Atard: &tz6n de España en eJ. m11ndo moderno, en
Arbor, -núm: ·so, febrero 1950. Reedic. en Historia de España, Estudios pu­
blicados por la revista Arbor, Madrid, 1953, Las citas que se" enumeran a
continuación corresponden a la páginación de la citada reedición.
(14) V. Palacio Atar n
Fundaci\363n Speiro

ANDRES GAMBRA GUTIERREZ
europea» distingue el desarrollo de una «europeidad hispánka» ; lo
que La.ín denomina con términos acertados «el proyecto de una
Cristiandad posrenacentista» ( 15).
España, gracias

a la
firmeza de
los
Reyes Católicos
y a la
acción
de

un
puñado de reformadores decididos, había sido
capaz de de­
purar sus instituciones eclesiásticas hasta eliminar todas
aquellas de­
bilidades
y corruptelas, herencia .de los tiempos de crisis bajo•medie­
vales,
que

prooto
iban a
ser utilizadas por los
protestaotes en
la
Europa oortealpina como
caballo de

Troya
. para echar por tierra el
edificio de la
Cristiaodad medieval

Incluso un historiador como
J.
H; Elliot -poco inclinado por el talante liberal de sus puntos de vista
a resaltar las grandezas
de nuestro

pasado y de nuestros
reyes--lo
reconoce

sin
doblez: «Cisoeros contribuyó

a dar a la Iglesia
española
foetta
y vigor nuevos eo-uo momeoto en que la Iglesia se vela dura­
mente
atacada en todas partes. En una época eo la que el deseo de
una
reforma
ecles_iástica radical

corría por la Cristiaodad,
los. gober­
naotes

de
España asumían

persooalmente la reforma de su
país ...
En
este-caso,

como en tantos otros de sus
a~vidades de
gobierno,
Férnando e Isabel
desplegaroo una

habilidad audaz para tomar
la
iniciativa y dar forma visible a las aspiraciones poco definidas de
sus súbditos» (16).
España se ·negó a-renunciar -a la civilización de inspiración cris­
tiana que había caracterizado su devenir medieval y el de aquella
otra Europa, la Europa-Cristiandad, en la que hasta entonces había
estado
armónicameote integrada.

Y
España supo

demostrar
---a pesar
de

las inmensas dificultades que en aquellos tiempos
encerraba una
tarea
semejaote--que era posible

configurar una civilización diná­
mica y
creativa sobre

bases politicas
y culturales modernas y, a la
vez, henchidas de e,píritu católico: nuestro

Siglo de Oro
y la con­
quista

de
América son buena prueba de

ello.
Pero España no

se conformó coo esto. Con Carlos V, Felipe
JI
y sus sucesores al frente, aspiró a evitar, fuera de sus fronteras, la
ruina de la
unidad cristiaoa
de
Occidente. Como
apunta también
76
(ll) P. Laín Entralg<>: España como prolifema, Madrid, 1943, pág. 13.
(16) J. H. Elliot: L, España Impe,ial, Barcelona, 1969, pág. 103.
Fundaci\363n Speiro

SENTIDO HISTORJCO DEESPANA Y EUROPA
!'alacio Atard, «España no se resigna a contemplar como espectadora
impasible la ruina de la unidad cristiana de Occidente. Y ocurrirá
así un
:hecho. asombroso: mientras

los
demás paises.lr.u:en política
nacional,
los españoles · prescinden de sus intereses locales ·"T hacen
política universal» {17). Una política universal atrevida, orientada
-por

encima de intereses dinásticos y apetencias
territoriales-e-a
apuntalar
la unidad religiosa de aquella Europa• cristiana en trance
de
desaparecer y a evitar la configuración de un. orden políticb nuevo
que, al articularse sobre bases nacionalistas e individúalistás, descono­
cía los fundamentos profundos de una. concepción, cristiana dé fa
sociedad, que a [os ojos de muchos de sus cootemporán,,os era oon­
siderada

como menospreciable o
carente de
porvenir.
Y -si esta po­
lítica puede vincularse a los intereses de la casa de Austria
~OOlO
tantos historiadores. afirman hoy de ·modo insistente con el ánimo de
desvirtuar la grande-za de miras de aquella dinastía-, lo es en la
medida
en que, precisamente, los Habsburgo fueron los continua­
dores de
los· ideales
medievales y supieron
· identificarse
con: los
dec
signios
más profundos de sus súbditos, que deseabon seguir siendo
miembros de la Cristiandad y del Imperio. Fue aquélla una tarea
grandiosa, cuyo olvido impliairia el· desconocimiemo . de la clave de
nuestra historia y de nuestro mayor timbre de gloria.
La
lucha bisecular de España en defensa de los intereses. de la
Cristiandad en
tránce de

desaparición
concluyó-en
un
dilatado proceso
de

agonía, que se
cerró con la ruina de la España grande del siglo XVI
y con su inevitable y lógica exclusión de la nueva Europa en gestación.
Desde u actual, parece que no podía haber sido de
otro modo:
todas las potencias protestantes se coaligaron contra ella
y
contaron con el apoyo de las que aun eran católicas, pero inspira­
ron su política exterior en
intereses· nacionales
y en la
ra2ón de
Estado.
Buen

ejemplo de
este .oportunismo; que fue fatal para la causa
de
la Cristiandad, lo ofrece Francia, el país que por su trayectoria
histórica medieval
mereció el

título de ®ija predilecta de la
Iglesia».
Francisco·

I, prototipo del monarca renacentista, no
dudó. en. aliarse
(17) V. Palacio Atard: op, cit., pág. 725.
77
Fundaci\363n Speiro

ANDRHS GAMBRA GUTIERREZ
en contta de España con Solimán el Ma.gnlfko, sultán de los turcos
y et peor enemigo . de la Cristiandad de entonces, e incluso llegó a
lari2ar
contra ella a los terribles piratas argelinos. «Los turcos man­
tienen

ocupado
aJ Emperador y así garantizan la seguridad de los prln·
cipes»;
·cuénl:ase que dijo el rey de Frru:,cia a los venecianos. El cé­
lebre

historiador Banville,
aunqne · tiende

a justificar aquella politica
por la
difícil situación en que se hallaban los asuntos del rey francés,
no puede menos de· reconocer que

«esta alianza con el infiel era el
final de la idea

de
Cristianclad» (18). Mazarino y Richelien, prlncipes
de

la
Iglesia, tampoco vacilaron años más tarde en oliarse con los
protestaotes del

Centro
y Norte de Europa, y cuando, tras el desas­
troso

tratado de Westfalia., que consagró el ocaso definitivo del orden
imperial en
Centroenmpa, España resiste

aún
y con éxito, Francia
sólo pudo imponer su
hegemonía con la ayuda

del calvinista radical
y regicida que fue Cromwell (19). Y no se
piense que los reyes de España estuvieron :úslados en el
desarrollo de
aquella· gran empresa; contaron en todo ·momento con
el'. aipoyo de , sus súbditos, que lamentan los sufrimientos y pena·
lidades

que, éomo consecuencia
de un estado de guerra casi perma·
nente,

se abatían
de. forma constante·sobre sus haciendas, pero animan
a sus reyes a
mantenerse, cueste
lo que cueste, en la
ruta emprendida.
Los cuadernos de corfes y lils escritc,s de numerosos tcitadistas éspa·
ñoles

de los siglos
xv1 y xvn son buen testimonio de ello (20).
(18') · Jacques' Banvtlle:' HÍstoire de -Fran&e, París, 1924~ edié. Livre de
poche
s:
f., pág. 126.
(19) J. Vicens ·y;va,, tras analizar el mermado pótencial bélico de Es­
paña y Francia después de Westfa.lia. observa:_ «La situación Jitilitar se pre­
sentaba tan equilibrada, que el mi.sm() ~zarino inició negociaciones de paz
con

vistas a una
soluCÍ6Ít del conflictó por un enlace dinástico entre las dos
coronas. Sin embargo, en el Occidente de Europa era preciso contar con un
nuevo factor ·desde -que Croinwell había restablecido la pO~alÍdad militar,
política
y· naval de Inglaterra. Mazarino, . tan poco escrupuloso en máteriá dC
fe como su predecesor; .. supo atraer a _su-~-a 1a Ingla.terra purit:?,na, sOJl;le­
tida
· todavía a-_ ic;lealles religiosos y _nacional-es que se aunaban en -una. actitud
de hostilidad respecto a España», oJ,. cii., vol. I, pág. 313.
(20)
Observaciones
interesantes sobre
esta
cuestión en
V. Palacio
Atard,
op ,;,., pág. 725.
78
Fundaci\363n Speiro

SENTIDO HISTORJCO DE BSl'ANA Y EUROPA
Palacio Atard, a quien no nos resistimos-a -citar una vez más, da
buela cuenta de
aquella., interpretaciones que sólo ven en nuestra
historia de aquella·
_época un - largo rooario de errores, resultado dé
uoa
política miopec y sin sentido de .la realidad:_ «No fue un camino
para

deficientes
mentares el que recorrieron _ nuestro" _antepasados.
Fue, =cillameote, otro

camino, -distinto del
• que_

ha recorrido la
Europa
moderna. _ La otra forma de presentarse la_ modernidad en. el
mundo europeo. Esta es precisameote la razón_ de España en el mnndo
moderno: haber demost1'ado que había otra posibilidad de vida» (21 ) ..
España salió exhausta, arruinada económicamente y también mo­
ralmente, de aquellas guerras. Pero le corresponde el noble titulo de
haber intentado
frente a -todos, <:omó • testigo último, -de los ideales de
Cruzada que el laicismo de los nuevos tiempos parecía llamado a
arrinconar

definitivameote, que
la Cristiandad sobreviviera.
No

se piense que
propugnamos· que
todo
'fue perfecto en la po­
lítica internacional española de aquellos tiempos. -Sería,-miopía u
orgullo vano, aunque -qué duda cabe--- uná actitud semejante sería
justificable como lógica reacción frente a los denuestos -que tirios
y troyanos acumulan hoy sobre nuestro pasado, Es preciso distinguir
en este terreno dos

cuestiones
distintás. · Por

·un lado,
·fa inspir~ón,
el fi/11m rector de aquella política, que creemos fue grande y única
en
la historia. Por_ otro, su desarrollo y aplícaciones éonaetas, _ que •pu·
dieron. dejar -de -hecho, así _ fue, sin quda~ mucho que desear
en
momentos o situaciones
concretas. Y es que España tuvo que
enfrentarse con dificultades
inauditas que
no era
dable sorteai con
el

solo
fugenio humano. En muchos casos sobró, tal vez, grandeza
de

miras
y faltó sentido práctico y noción de las posibilidades reales.
Hubo, probablemente, empeños y actitudes empecinadas que no de­
bieron existir. Sé clamó por reformas interiores destinadas a consoli­
dar
la economía y la estabilidad interior que fueron desatendidas.
Nuestro siglo xvn encierra matices
.de decadencia y corrupción -moral
que

no pueden desconocerse
y la critica históricá puede '----qué duda
cabe-desvelar errores sin ser, por -ello, tachada nécesarfamente de
antiespañolía.
-(21) Ibídem, pág. 728.
79
Fundaci\363n Speiro

ANDRJJS GAMBRA GUTIERJJJJZ
España; tras la crisis del siglo XVII, había quedado, de hecho,
eiocluid:a del mundo europeo y, por el momehto, fuera de conlbate.
Semejante exclusión se debla, -'--<:0010 hemos tenido ocasión de poner
de
relieve-no a razones casuales o de lndole accidental, coroo
tantos «europelstas» del momento presente creen o fing,en creer, sino
a
motivaciones muy profundas, enrai>adas en

el inevitable antago­
nismo entre dos concepciones
divergentes de

la vida
y de la polltica,
cristiana y tradicionalista una -'la española~ y antropocéntrica y
revólncionaria la otra· -la de la Europa de la modernidad-.
Corrientes, europeísta,, en la &paña contémporánea.
A partir de la derrota comenzó una nueva etapa en la historia
de
nuestra patria; una. época de divisiones internas, de rephinterunien­
tos fundamentales, que, prolongándose hasta lroy, ha tenido como
consecuencia
trágica el desgarramiento de la,
hasta entonces
ejemplar,
unidad
espiritual de

nuestro
pueblo. Inicióse,

a.
partii-de aquel mo­
mento, la época en que, frente a la actitud necesariamente defensiva
de
.«<¡Uellos que, ante un
mundo
exterior adverso,
pretendían obser­
var una actitnd coherente con el
pasado y salvaguardar el patrimonio
cnltutal cristiano

de nuestra
patria, se alzó, timido .al principio,

orgullo­
so
más tarde, arrollador bar, un nuevo pabellón. El pabellón de quie­
nes,
despreciando nuestro pasado «a lo

divino»
y considerando la polí­
tica
de los Austrias corno un
dilatado y desastroso error, gustaron de
afirmar que
España debía imprimir un giro copernicano de ciento
ochenta grados a su política
y a los resortes todos de su vivir para,
abandonando· uo
armazón de

ideas y actitndes que ellos consideran
caducos, y tras el oportuno e ineludible mea rulpa, integrarse en la
civfüzación revolucionaria

de la era moderna. Estos hombres serian
decididamente «europeizantes>>, detractores

de nuestro pasado desde
ópticas ideológicas diferentes, pero siempre adversarios encarnizados
de
una concepción

cristiana de la
vida;
Primero

fueron los ilustrados del siglo xvm,
admiradores fer­
vorosos

del racionalismo laicista de
Europa y lectores de Voltaire,
Montesquien

o
Rousseau; después,

los
afrancesados, que
vieron en
80
Fundaci\363n Speiro

SENTIDO HISTORJCO DE ESPA1M Y EUROPA
Napoleón y en sn ejército invasor una. vla; de regeneración posible
de España mediante su integración en el Nuevo Imperio, ámbito de
eficaz difusión de

las
ideas de
la
Revolución francesa; más adelante,
&:ro está, serían europeístas la

pléyade
inmmsa de noostros liberales
decimonónicos

y los
más recientes partidos demócratas o marxistas.
Estos hombres, en sus escritos, que podtlan inscribttse 'como un
capítulo de
primerísima importaru:ia en

el
bagaje de

la leyenda negra
-acuñada en

un principio
y jaleada siempre desde fuera de nuestras
fronteras, pero continuamente enriquecida desde dentro-, y 'de los
que
no podemos trazar aquí ni
siquiera un somero bosquejo histó­
rico por ser material no censado adecuadamente y, en todo caso,
wnplio en exceso para

el
estreoho límite de este trabajo, acumulan
críticas

brutales contra nuestra política católica
y anti-revolucionaria
y contra sus
conseruencias ru.ínosas -según ellos--en todos los
órdenes. Conviene, sin
embargo, que

aludamos a un grupo
iru:eloo:ual que
conoció

su momento de
apogeo en el ultimo tercio del pasado siglo,
y cuyas formulaciones doctrinales
sirvieron de
inspiración, o de
tras­
fondo ideológico, a varias generaciones de intelectuales cuyo pensa­
miento
ha incidido
de
forma decisiva
en
nuestra. historia contempo­
ránea.
Me refiero, daro está, a la célebre Institución Libre de En­
señanza, tan traída y llevada hoy por quienes ven en ella un modelo
de intento
regeneracionista a usanza laicista y revolucionaria .. En su
Senil, las tendencias europelstas anteriores· encontraron su más a,;abada
expresión en un europelsmo con pretensiones de amplios vuelo, que
irradia, sin
otras variaciones que algunas de matiz, hasta nuestro,
días

(22).
(22) V. Palacio Atard, en ou prólogo al jugosísimo libro de M.• Do­
lores Gómez Molleda: Los ,eformadores de la &pana contemporánea, Madrid,
C.S.I.C., 1966, sitúa a la Ins-titución Libre· de Enseñanza. en su ·exacto ·contexto
cuando :relaciona
a: sus miembros· y al krausismo español en general, con el'
Ku.lturkampf europeo. «Eran dos Có:lceptos de·_]a vida que se enfrentaban con
violencia, porque
uno de
ellos se
alzaba. ahora pata barrer al otro: la concep.
ción

inmanente
de los reformadores frente a la concepción .católica.· Una y otra
se excluían ... junto a la "btolera.ncia inquisitorial" que dellunciaba.n los uno's,
Menéndez
Pelayo

denunciaba con no menos motivos
la "intolerancia-de· la-im:~
piedad"» (pág. XXV).
6 81
Fundaci\363n Speiro

ANDRES GAMBRA GUTIBRREZ
Los homb~ de la Institución Libre de Enseñanza se plantearon
-,---,,Jgunos

de ellos, sin
duda, con
sinceridad y
honradez-el
problema
de
· aquella España del siglo XI){, estancada en muchos sectores e
internamente. dividida,

que a e!Jos les había tocado conocer.
Preten­
dieron reformar al hombre espoñol creando un tipo nuevo que es­
tuviera. libre

de lo que a ellos se les antojaba como atavismos carac­
terísticos de la raza híspánica y difiriese radicalmente del

espécimen
«castizo. africano,

incivil y
belicoso» que -según expresión
de Fran­
cisco Giner de
Jo,; Ríos, .animador principal

de
la Institución- creían
ver ellos por doquier (23).
Los ideales de los institucionistas --esencialmente moralizadores
y
. de

pretensiones
reformistas--tuvieron,
como
fuente de
inspiración
y telón ·de fondo, una concepción de. lo sobrenatural del universo
todo
y del hombre que se basaba en el pensamiento de un filósofo
alemán de poca monta, Krause (1781-1832), que ni siquiera en su
patria había gozado de excesivo predicamento y que,
a la sazón, re­
sultaba ya francamente
anticuado.
La obra de Krause había sido conocida en la Península merced
a
las traducciones y adaptaciones que

de ella
'había realizado, a

me­
diados de siglo, un profesor nniversitario de talante
liberal y pre­
tencioso,

don Julián
Sani del Río, que había creído ver en el pensa­
miento del filósofo alemán una posibilidad de renovar el panorama
filosófico
espoñol, desde

luego
poco brillante a mediados del siglo XIX.
Se trataba de una concepción netamente anticatólica y antieclesiástica
-y,
por ende, atractiva a priari para el liberalismo laicista espoñol,
carente

hasta entonces de
bases doctrinales
sólidas (24)- que
tenla
(23) Giner, ·ea. sus En,fayos 1obre Edu&«ión, muestra una actitud .radi­
calmente negativa hacia sus cootem.pod.neos españoles. Según él, atal.quier
intento de -regeneración debería comenzar desde _cero para después elaborar un
hombre nuevo
y unas formas de vida totalmente nuevas también, «una vida
europea, racional, libre, bien equilibrada, propia de seres humanos» ( cit. por
Gómez Molleda, op, cil,, pág. 66). Estas breves palabras, definición de un
porvenir sofiado en contraste con un ~o execrable, com.pendian de forma
ilustrativa las coordenadas mentales de

Giner y de
la I. L. de E. en tomo al
tema que nos ocupa.
(24) M. Pelayo ha observado acertadamente que los krausistas dieron
82
Fundaci\363n Speiro

SENTIDO HISTORJCO DE ESPANA Y BU.ROPA
como punto de partida una ídea de Dioo puramente inmanente. Los
krausistas velan en Dioo, al que designaban con nombres tales como
«Espíritu»
o la «Razón única», tan sólo el fondo misteriooo y des­
personalizado del universo que, según elloo, accede a la conciencia
de

sí mismo en
el hombre.
Las religiones confesionales
aparecían a
los
ojos de
los hombres
de la Institnción Libre de Enseñanza como un grave
atentado contra
la bumanidad, en la medida en que -para ellQS la· rosa era· eviden­
te- tendían a romper la armonía que debía reinar. entre el hombre,
la naturaleza y la razón. El «mito ármónico» era uno de· sus dogmas
preferidos, remedio único, según ellos, pa:ra liquida,, definitiva.mente
las .luchas internas

que
desgarraban desde hacía siglos. a los espa.ñoles,
estorbando

cnalquier
posibilidad de

progreso
(25).
De entre todas ~ religiom,s, la · que había. traído . consigo unas
secwilas. más nocivas en la historia de la humanidad, y sobre todo
en la de
España, era .la católica, en

la medida en qne
había sepultado
la

doctrina de
Cristo en un

siniestro dogmatismo incompatible con
el desarrollo de las potencialidades del hombre.
María Dolores
Gómez Molleda
observa atinada.mente que «hay en
Giner,

como en sus
discípuloo, una visión tétrica del Cristianismo
como

religión encapotada, triste,
negadora de los goces sanos y le­
gitimos,
perpetna imponedora de una perdurable penitencia ascética
e implacable anunciadora de

la muerte; esencial
enemiga, al
fin, de
la naturaleza
y de la vida e fudireÓta causante, con su crítica desde­
ñadora
de lo humano, del.empobrecimiento de la raza» (26).
Giner
fue un hombre

que
«se tomó completamente en serio, la
tesis
de
las "cortapisas" que la fe impone a la razón, interpretando
fuste y contenido doctrinal al liberalismo español de · la primera mitad del
siglo XIX contribuyendo con ello a enconar las pugnas políticas que asolaban
la vida espafiola.
(25) «El dogmatismo metafísico de las religiones que da, en fórmulas,
soluciones definitivas al problema de la realidad y de la existencia, detiene
el
progreso de

la
esperulaci6n y

petrifica el pensamiento», enfoque
de un des­
tacado miembro de

la l.
L. de E., Adolfo Prada. (Cit. Góme2 Molleda en
op. cit., pág. 67.)
(26) Gómez Molleda, op. cit., pág. 72.
83
Fundaci\363n Speiro

ANDRES GAMBRA GUTIERREZ
como revelacionismo a ultranza la doctrina de la Iglesia en este
punto» (27).
Reformar al hombre espallol, para arrancarle de la presente poo­
ttación y proyectarle hacia el futuro, implicaba, ante todo, liberarle
de
las
garras de la Iglesia e insuflarle un esplritu nuevo, abierto al
mundo, tolerante con
las realidades existentes en
su entorno
y capaz,
por vez
primera, de

romper las
ataduras que ttadicionalmente habían
maniatado su razóo ( 28). En reswnidas cuentas -apunta Maria Do­
lores

Gómez Molleda-, la
«o.euttalidad religiosa»

propugnada por
los hombres
de la Institución Libre de Enseñanza como ideal edu­
cativo significaba, «más que

respeto
hacia todas las· confesiones, des­
confianza
fundamental hacia
una sola, la católi®> (29).
Pues
bien -y recogemos aquí el hilo de nuestta exposición-, los
hombres de la. Institución Libre de Enseñanza elabora.ron una teoría
de la. historia de España, de su pasado y porvenir, en consonancia con el esquema de ideas que
acabamos de
resumir: una interpretación hipercrítica, despiadada, con· 1a que hasta
entonces
--desde wra perspectiva cristiána inadmisible para los ins­
titucionistas-eran consideradas grandes glorias de nuestto quehacer
histórico
y en la que todos los tópicos .de la decadencia española, ya
(27) Gómez Molleda, op. (28) M.• Dolores Góme• Molleda ha puesto de relieve este aspecto fun­
damental de la W eltanchanung gineriána: «para los krausistas -nos dice-­
no ha.y verdadera. reforma del hombre ·que no tengá que empezar por aquí,
por la exclusión de las religiones confesionales. El hombre español, para ser
verdaderamente hombre, tendtá que vivir la religión de otra. manera que hasta
ahora, -si ha de vivir en paz consigo mismo y ha de dar libre curso a su razón,
si ha de asentar en paz y concordia unas relaciones sociales. En este principio
de la neutralidad religiosa se basará e1;1 rea:Iidad toda. la construcción armoni­
zadora y emancipadora de lo humano que se pretende llevar al orden indivi­
dual
y colectivo español (Gómez Molleda, op. cit., pág. 64). También: «para
don Francisco, la tolerancia -contrapartida de la intransigencia que rompe
todo vínculo de

humanidad-
· es la suprema virtud moral. Se estima a la to­
lerancia de gran necesidad para el· hombre español, tara.do por el vicio de la
intransigencia fanática, en la que fa educación secular le ha formado». (Gó­
me, Molleda, op. cit., pág. 70.)
(29) Góme. Molleda, op. cit., pág. 2)8.
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Fundaci\363n Speiro

SENTIDO HISTORJCO DE ESPAi v1e¡oo en esas fechas, aparecen por vez primera · «inteleétualizados»
y presentados corno un todo coherente.
Era
;nev:itable que Giner de
los
Río,; y toda la pléyade de sus
disclpulos
-para quienes el catolicismo español y, en general, los
ideailes que hablan configurado la Cristiandad medieval eran una.
muestra acabada de famitisrno de.humanizador- vieran en eJ. pasado
español,

en
la lkcooquista · o

en
las grandes gesta.s;de · 1a época de loo
Austrias,

un
multiserular error

que, al prolongarse en el
mempo sin
atisbos

de
enmienda, había llevado a

nuestro·
pals a la situación rui­
nosa en la qne, siempre según ellos,· España se hallaba sumida a la
sazón.
El pensamiento gineriano, insuflado hasta el tuétano· de krau­
sismo, serviría de
ca.ñatnázo a los planteamientos históricos de dos
generaciones
-Jos hombres

del 98
y fa generación del 27-, la casta
intelectual que desgarró, conmoviéndola
hasta los cimientos,

la
Es­
paña del primer tercio del siglo xx para luego llevarla a la República
y a la guerra. Podernos resumirlo -si -recurrimos a apretada síntesis-­
en

dos
punto,; esencia.les :
l. Un sí a la «tierra madre española», al trasfondo intrahistórico
de nuestro
ser, en

quien ellos, proclives siempre
a un panteísmo na­
turalista, veían

una indefinible
potencialidad vivificadora,
ajena, ya
que no
comprometida en

el
decurso histórico

visible, a las
tragedias
y sinsabores del pasado hispánico. Los institucionistas y sus dis­
dpulos se ev•dieron con frecuencia hacia

una
especie de cíomprensión
subhistórica,

la
> de

nuestra patria, terna
éste tan caro
a loo hombres

del
98, herederos

en
esto y en mucho más, de la
Institución Libre de
Enseñanza (30).
2. Un no radical y terrible a toda la suprahistoria española,
tejido de errores sin cuento que, a
lo largo de siglos, se hablan en­
garzado en una
trayectoria equivocada,
sólo explicable por una visión
irracionalista del mundo, óbice principal a nuestra necesaria inserción
( 30) «Los grandes hechos de nuestro pasado, de los cnales los españoles
deben vanagloriarse, son para don Francisco grandes vergüenw. Giner pedirá
a los historiadores ( ... ) que penetren en esa·· capa profunda intrahistórica,
desdeñando como insustancial Jo externo del acontecer hist6rko». (G6mez
Molleda, op. cit., pág. 103.)
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ANDRBS GAMBRA GUTIERREZ
en las corrientes espiritu.:les vivificadoras del mundo moderno. «De
la
suprahistoria española, don Francisco Giner

de los
Rlos no
quería
saber nada». España era para él -que hablaba con desdén del «fas­
tidioso Felipe
11>>-'- «un pueblo

amputado
de. la
historia
-de . la
historia

general progresiva de los
demás pueblos-hace más
de tres
siglos ...
» (31).

Nuestras glorias del pasado -Pavía, Lepanto u
Otumba- producían horror

a los hombres de aquel
cenáculo elitista
que

fue la Institución Libre de
Enseñanza, y veían en ellas tan solo
una pura vanidad destinada a adormecernos. Fueron ellos quienes
elaboraron la

tesis del «desviacionismo histórico», desarrollada des­
pués por intelectules
y ensayistas del siglo xx.
La actitud de los institucionistas ante el mundo europeo de allen­
de los
Pirineos resulta fácil! de comprender si tenemos en cuenta lo
di
ahora.
España debla
romper decididamente con las
ama"
rras

de su pasado de fanatismos
y eliminar las cortapisas -la tutela
eclesiástica
y la inspiración confesional de sus actitudes vitales- que
le
habían apartado, hasta

entonces, de Europa
y buscar en ella, fuera
de sus propias fronteras, la única regeneración posible. No sueñe
España -diría Giner-«con que otros la levanten sin ella ... , pero
tampoco sueñe levantarse por sí sola ... , sino que ha de encomendarse
a un tutor, resignarse, sufrirlo y comenzar a· su amparo otra nueva
fase de su desarrollo ... ». «No nos salvaremos -llegó a afirmar oin
disimulos- sino así: por la imitación extranjera» (32). Como indi­
ca
Lópe'z Morillas, los institucionistas quisieron identificar a España
con la visión europea del mundo y, de conformidad con tal identi­
ficación,

trataron de «orientar la
cultura española

en
direcoión · al
racionalismo,

que
campeaba en

Europa desde el siglo
XVID> (33).
Conclueión.
Vistas

así
las cosas, y teniendo en cuenta lo dicho hasta ahora
-es decir, la inserción de la historia de España en una concepción de
86
( 31) G6mez Molleda, op. cit., pág. 108 ..
(32) G6mez Molleda, op. cit., pág. 130. ·
(33) López Morillas: El kraNshmo español, Fondo .de Cultura, 1956.
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SENTIDO HISTORICO DE ESPAivA Y EUR.OPA
la vida heredada de la Cristiandad y mantenida hasta tiempos recien­
tes, y la presencia en nuestra patria,
hoy sofocante,
de una orienta­
ción
europeísta que se

avergüenza,
por liberal y laicista, de ese pa­
sado---, la raíz del problema de las relaciones España-Europa resulta
fácil
de comprender
y valorar.
El
europeísmo de hoy -igual que

el de
ayer_:_ no es, en general,
y salvo excepciones de ponderación ejemplar que no han menudeado
en nuestra historia, un buscar fuera. el complemento útil desde la
perspectiva humilde
y prudente de quien, con conciencia tranquila y
amor a lo propio, aspira a enriquecer su personalidad con el aporte
ajeno.
Es algo muy distinto: implica. una aotitud radical y negativa,
la

repulsa
sin tapujos
de lo que
España ha
sido o querido ser a lo
largo de su historia.
De aquí que quienes creemos que el devenir histórico de las
comunidades humanas no
es un quehacer de rupturas, sino un

proceso
acu.mu:lativo, y por fe y raz6n nos sentimos orgullosos de la tra­
yectoria. histórica española, por la medular inspiración católica. de
sus líneas maestras, debemos oponer un no radical
y rotundo hacia.
esas actitudes de disolvente despego de lo propió y a. la concepción
de

la vida que llevan. implícitas eu su
seno.
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