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Número 433-434

Serie XLIII

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«Parlo a l'uomo nella sua humanità»

"PARLO A L'UOMO NELLA SUA
HUMANITÁ"
POR
FRANCISCO CANALS VIDAL e, .
¡Hablo al hombre en su humanidad! Con estas palabras,
dichas
en tono enérgico y gesto decisivo, inicio .. el papa Juan
Pablo
JI una de sus primeras homilías hablando a la multitud de
fieles reunidos en la plaza de San Pedro y a los millones de hom­
bres que. le veíamos y oíamos
por televisión. Las he recordado
siempre y tampoco he olvidado la sorpresa
que,. ya en aquel
momento, me produjeron. Recordadas ahora, dejan entrever el
estilo y
la· actitud que serian ya constantes en toda su tarea apos­
tólica de Vicario
de Cristo, que había de ejercer durante veintiséis
años.
El Evangelio es el mensaje de fa salvación que viene .de Dios
misericordioso para el hombre. Este mensaje anuncia que Dios,
"rico en misericordia", ha enviado a Su. Hijo como "Red_ent~r del
hombre", y por él nos ha enviado. el don de su Espíritu, "Señor y
Vivificador". Para que los hombres abriesen sin miedo las puer­
tas a Cristo sintió su vocación de apóstol centrada
en la urgencia
de anunciar que lo que Dios nos ha enviado
por su Hijo encar­
nado, hecho hombre
por nosotros los hombres y para nuestra
salvación, trae a los hombres su liberación del mal y del pecado,
el Camino
único por el que se da al. hombre su felicidad, el bien
de ser hecho hijo de Dios y
con él toda plenitud humana. Lo que
(*) Tomamos de la revista hermana Cristiandad, de Barcelona, núi:n. 885,
este articulo de nuestro ilustre colaborador el profesor Canals, escrito con motivo
de la inuerte de S.S. el papa Juan Pablo II (N. de la R).
Verbo, núm. 433-434 (2005), 195-198.
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el Evangelio anuncia como venido de Dios nos lo anuncia a los
hombres, y nos anU11cia que. eS para nosotros.
A las tres gra,;1des encíclicas sobre la Trinidad divina en su
dispensación salvífica siguieron la encíclica sobre la Madre del
Redentor y la exhortación apostólica sobre el Custodio del
Re­
dentor. Viene a la memoria el lenguaje tan frecuente en siglos
anteriores que a la Trinidad eterna añadía la Trinidad terrena:
José, imagen y partícipe del Padre, a quien León XIII Hamó
"Padre
de Cristo"; Jesucristo, el Hijo de Dios; y la Virgen Maria,
hunaculada,
la Madre del Hijo de Dios encarnado.
Del documento sobre San José, señale1nos dos puntos: se ini­
cia
con la afirmación de que si la· Iglesia volviese de nuevo a cori­
templar al Patriarca esposo de Maria superarla siempre el peligro
de perder la conciencia de su identidad, ya que la identidad de
la Iglesia se descubre a la luz de la Encarnación redentora. El
documento no termina con la clásica bendición pontificia, sino
con la plegaria dirigida a San José, suplicándole que bendiga a la
Iglesia "en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
Si a algún creyente "con celo de Dios pero iio según ciencia",
como_ los que San Pablo denunciaba, le parece de un humanis­
mo antropocéntrico el estilo
de Juan Pablo II. en el anuncio del
mensaje de Dios para los ho1nbres por Cristo, le será fnictuoso
leer a San Agustín, que trata (en la Ciudad de Dios, XI, 2), de
Cristo .como Mediador entre Dios y los hombres:
"Para que el
hombre tuviera en el Hombre Dios el camino
hacia el Dios del hombre. Este es el Mediador entre Dios y los
hombres, el Hombre Cristo Jesús.
Es Mediador en cuanto Hombre,
y
por esto mismo es también Camino. Porque si entre aquel que
tiende y aquel a quien tiende media
un Camino hay esperanza
de llegar. .. Este es el Camino defendido plenamente contra todo
error: que él nrismo sea Dios y Hombre: adonde se va es a Dios,
por dónde se va es el Hombre".
E~ la Escritura se invoca a Dio·s como uDios de Israel, Dios
de Abraham, de Isaac y de Jacob", y se da al Hijo de Dios encar­
nado el título de "el Hijo del Hombre". San Agustín puede lla­
mar a Dios "el Dios del hombre". Y el apóstol Pablo (Ad Titum
3, 4) afirma que, en la obra redentora1 11se muestra la ·benigni-
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dad y el Amor. a los hombres -filantropía-de Dios, nuestro
Salvador". Juan Pablo
II ha sentido y ha cumplido la vocación de ser
apóstol de esta "filantropia" del Dios del hombre.
Si en estos días
experimentamos (en elogios entreverados- e inmersos en censu­
ras, a veées de orientación blasfema) la compleja reacción de
algunos de nuestros contemporáneos, ta1nbién resplandece· y se
muestra universalmente este apostolado que revela la misericor­
dia de Dios para la humanidad.
í.a humanidad contemporánea fue tentada de dar la espalda
a Dios
por ingratitud al don divino, por rechazo soberbio del
divino Amor a los hombres realizado
en la Encarnación y la
Muerte redentora
por la que el Mediador nos ha merecido el ser
hechos hijos de Dios y ser
uno con él en su Cuerpo, que es la
Iglesia. Pero
en el impacto mundial sin precedentes, y humana­
mente inexplicable, que
ha seguido a la muerte de Juan Pablo II
brilla la fructificación de su carisma pontificio. También brilla,
"como la luz
en las tinieblas", la incoherencia de todo aquello
que, en la compleja reacción mediática, mU:estra insinuaciones o
abiertas acusaciones que quieren
1nostrar como inconsecuente
con el amor a la humanidad la proclamación de la ley divina con
toda la exigencia
de los bienes humanos que en ella se contiene.
Por esto oímos insi.S:tentemente el tópico de que es contradicto­
rio un papa valiente, anunciador de la dignidad del hombre, de
sus derechos y
de sus anhelos de plenitud y felicidad humana,
que proclame con insistencia la vigencia perenne de la doctrina
católica. A quienes
no se sitúan en la perspectiva evangélica ( desde la
que sentirían la ley y la gracia como conducentes a la recepción
de
todos lbs "bienes humanos" a que nos ordenan la econonúa
divina en la creaCión de nuestra naturaleza y su divinización por
la
misión de Cristo y el Don del Espfritu) .les parece opuesto al
bien humano lo dispuesto por la economía divina en su designio
amoroso hacia los hombres. Por esto
pueden propugnar, con
desorientación aberrante, co1no algo positivo y humanizante la
monstruosa deformación del matrimonio,
gozosa comunidad d~
vida y de fecundidad, por la contracepción y por el aborto, el
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definitivo atropello de la vida humana por la eutanasia o la des­
humanización de
la sociedad humana por el olvido y la negación
de Dios
en la vida de familia, en la educación, en la cultura y en
todas las actividades humanas.
Todo el pontificado
de Juan Pablo 11 habla en nombre de
Dios
al hombre "para que no .tema al mundo", aquel mundo de
que hablaba Cristo:
"En el mundo tendréis tribulación, pero tened
confianza, yo he vencido al mundo". >'¡No tengáis miedo!": veni­
do para el Reino de Dios, . Cristo no se encamó para condenar,
sino para salvar al mundo. "¡Abrid las puertas a Cristo!": Juan
Pablo
II ha querido hacer sentir. a los cristianos y a todos los
hombres el divino llamamiento de quien vino para
quf'! tengamos
vida abundante.
La vocación universal a la santidad, a la que se ordenan y sir­
ven los carismas y los ministerios, y las más singularmente emi­
nentes operaciones, mensaje central del Concilio Vaticano
11, Juan
Pablo
II ha querido hacerla brillar en los santos, y en él hemos
tenido un papa que, en veintiséis años, ha decretado beatifica­
ciones y canonizaciones en máyor -número que en toda la histo­
ria anterior de la Iglesia. ¿No tendríamos que ver en este hecho
una "señal" misteriosa y esperanzadora de la ''nueva evangeliza­
ción", a que tantas veces
nos ha convocado, y para la que ha
querido que nos dispusiera la contemplación de la santidad
viviente
en la historia humana'
El anuncio de la misericordia divina hacia los hombres res.­
plandece en las aludidas canonizaciones y beatificaciones: San
Claudia la Colombiere, sobre cuya tumba depositó el Papa su
carta dirigida a la Compañía
ele Jesús recordando el "encargo sua­
vísimo" de ser apóstoles
de la devoción al Sagrado Corazón;
Santa Faustina Kowalska, cuya acción profética fue asumida
por
Juan Pablo II en la fiesta de la Divina Misericordia; las beatifica­
ciones de
Pío IX y de Juan XXIII; la proclamación del doctorado
de la Iglesia de Santa Teresa del Niño Jesús.
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