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Número 453-454

Serie XLV

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Fray Victorino Rodríguez, O.P., un teólogo clarividente: A los diez años de su muerte

FRAY VICTORINO RODRÍGUEZ, O.P .,
UN TEÓLOGO CLARIVIDENTE: A LOS DIEZ AÑOS DE SU MUERTE
POR
SANTIAGOCANTERAMONTENEGRO, O.S.B.(*)
El 28 de marzo último se cumplieron diez años del falleci-
miento en Madrid del eminente filósofo y teólogo dominico P.
Fray Victorino Ro d r í g u ez y Ro d r í g u e z, que fuera destacado cola-
borador de Ve r b o . En el homenaje que se le rindió en el aula de
c o n f e ren cias de CESPE el 17 de abril de 1997, menos de un mes
después de su muerte, don Blas Piñar le definió, conforme con
unas palabras de Juan Pablo II, como uno de esos teólogos que no
eran “ p o rt a d o r es de dudas, sino de cer t ezas de fe”, y don Mi g u e l
Ayuso le calificó de “teólogo de la ve rd a d” .
En relación con lo acertado de estas denominaciones, he que-
rido acercarme aquí muy b re vemente a su figura para evitar que el
a n i v ersario pase desapercibido y para traer de nuevo su r e c u e rdo a
la memoria, y me ha parecido adecuado designarle asimismo
como “teólogo clarividente”, sobre todo al repasar algunos ar t í c u-
los salidos de su pluma para la revista Ig l e s i a - M u n d o , tristemente
d e s a p a recida. Teólogo clarividente, digo, porque me sorp re n d e
o b s e r var la nitidez y la precisión con que acertó en ad ve rtir los
e r r o res de numerosos teólogos por entonces en boga, cuando era
casi un atrevimiento denunciar sus doctrinas heréticas (no todo se
podía denunciar en aquellos años de la tan cacareada “denuncia
_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
( * )Con motivo de cumplirse diez años del fallecimiento de nuestro inolvidable
c o l a b o r a d o r , el padre Victorino R o d r í g u ez, de la Orden de Pr e d i c a d o res, publicamos con
mucho gusto este artículo de Santiago Cantera, de la Orden de San Benito (N. de la R.).
Verbo, núm. 453-454 (2007), 207-217. 207
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p ro f é t i c a”), con frecuencia re p robadas oficialmente por la Sa n t a
Sede ya entonces o tiempo después. El presente artículo, como indico, es escueto y aspira más que
nada a recuperar la memoria del P. Victorino, pero pretende sin
embargo que se pr o m u e van más estudios en profundidad en
torno a su pensamiento filosófico y teológico, igual que ya se re a-
l i z a r on al poco de su muerte, de la mano sobre todo de algunos
destacados teólogos y filósofos como el P. Armando Bandera, her-
mano de hábito suyo (1), y el Dr. Eudaldo Forment (2). Lamento, por el contrario, el olvido prácticamente sistemático
al que se está sometiendo su figura por parte de la teología que
cabría calificar de “ p ro g re s i s t a”, incluso dentro de su pro p i a
Orden. Por sólo poner un ejemplo, valga señalar el hecho de que
no se haya dedicado una voz a él en el Diccionario de teólogos/as
c o n t e m p o r á n e o s, dirigido por el también dominico y fallecido ya
P. Juan Bosch (3). En esta obra nos encontramos con contrastes tan
s i g n i f i c a t i v os como, por ejemplo, el de las dos páginas en que se
resume lo re f e rente a Joseph Ratzinger, frente a las cinco y media
c o r r espondientes a Javier Picaza (por supuesto, presentado como
Xavier Pikaza, según al interesado le agrada firmar) o las nueve y
media sobre Hans Küng, sin pasar por alto otros agravios compa-
r a t i vos como el de las nueve acerca de Leonardo Boff o las siete y
media de M a rciano Vidal. Menos mal, no obstante, que en el
Diccionario se ha dado cabida a algunos teólogos de or t o d o x i a
incuestionable, incluso algunos españoles, como José Antonio
Sayés y José Luis Illanes, y hasta se han dignado —sería hiriente no
hacerlo— acoger una voz sobre el P. Santiago Ramírez, O.P., maes-
t ro precisamente de nuestro homenajeado P. Victorino, así como
otra sobre el también dominico P. Réginald Garrigou-Lagrange.
_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
(1) B
ANDERA, Armando, O.P .: “Tr es momentos en la obra de Victorino Rodrí-
guez ”, en Verbo, n.º 355-356 (1997), págs. 423-437; “U na vocación para un ser vicio:
P. V ictorino R odríguez, O.P.”, en Ciencia Tomista, CXXIV (1997), págs. 557-580.
(2) F
ORMENT, E udaldo: “La antropología integral de Victorino Rodríguez ”, en
V erbo, n.º 355-356 (1997), págs. 439-490; Historia de la filosofía tomista en la E spaña
contemporánea, M adrid, Encuentro, 1998, págs. 271-324.
(3) B
OSCHNAVARRO, J uan, O.P .: Diccionario de teólogos/as contemporáneos , Bur-
gos, M onte Carmelo, 2004.
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Este olvido o, quizá más bien, silenciamiento intencionado, se
ha producido también tristemente con otros dominicos, incluso por
p a r te de algunos de sus hermanos de hábito. Cuál fuera mi sorpr e s a
cuando, sospechando algo ya, me encontré con que en el D i c c i o n a r i o
Biográfico E s p a ñ o lque está elaborando la Real Academia de la
Historia, se aceptaba mi propuesta para elaborar una biografía sobre
el P. Victorino, porque nadie la había presentado antes, y no mucho
después se me pedía hacer otra sobre el P. Antonio Royo Marín. Y
eso que en la confección de las biografías del Diccionario ha n part i-
cipado frailes dominicos. Ésta es, lamentablemente, la situación en
que hoy sigue inmersa buena parte de la vida religiosa consagrada y
de la Iglesia española; hay indicios de superación de la crisis, ciert a-
mente, pero la crisis sigue ahí latente, quizá sobre todo en algunas
diócesis y en muchísimos institutos y órdenes de vida consagrada. He estado considerando incluir una semblanza del P. Vi c t o -
rino en el presente artículo, pero, ante el temor de traicionar en
c i e r to modo mi compromiso con el Diccionario Biográfico Es p a ñ o l
y de realizar una presentación biográfica ex c e s i vamente calcada, he
p r eferido dejarlo de momento y entrar de lleno ya en el aspecto
que aquí quiero re s a l t a r. Únicamente, eso sí, creo que merece la
pena decir, además del hecho de que nació en Carriles (Asturias) el
14 de f ebre ro de 1926 y que murió en Madrid el 28 de marzo de
1997, que obtuvo el título de bachiller en Teología por Sa n
Esteban de Salamanca con Summa cum laude, el de lector y licen-
ciado en Teología por la misma Facultad con Summa cum laude e n
la disertación y Magna cum laude en el examen oral, y el de doctor
en Teología por la U n i versidad de Santo Tomás de Roma con
Summa cum laude plenis v o t i s(notas máximas en la tesis, con 20
s o b re 20; en su defensa, con 50 sobre 50; y en la lección pública,
con 50 sobre 50; fue una de las escasas calificaciones plenis vo t i s
concedida en el siglo
X Xen el An g e l i c u m ). El P. Victorino estudió
en diversos centros de España y de otras naciones de E u ropa. La
sólida formación escolástico-tomista adquirida como discípulo del
gran filósofo y teólogo dominico P. Santiago Ramírez de Du l a n t o ,
le facilitó desde joven pensar en latín habitualmente, de forma
espontánea, sin necesidad de hacer traducciones. Con esto se ve ya
la magnitud de su capacidad intelectual.
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Me sorprende ver lo atento que el P. Victorino estaba ante las
opiniones y corrientes teológicas en su desarrollo y cómo ad ve rt í a
del peligro de muchas de ellas, en unos años difíciles, en re v i s t a s
más bien orientadas a la divulgación, aunque no por ello c are n t e s
de rigor teológico, como Ig l e s i a - Mu n d o. Por ejemplo, era muy
consciente del giro dado por el alemán B. Häring, quien en una
primera edición de su obra La ley de Cr i s t ohabía ofrecido un
manual de Teología moral en buena línea or t o d oxa y, sin embargo,
en la edición posterior incurrió en numerosos er ro res; un cambio
habido, sobre todo, a raíz de su posicionamiento con respecto a la
Humanae vitae . A principios de 1972, el dominico español re s e ñ a-
ba en la mencionada revista un libro de este autor, El existencialis -
ta cristiano. Realización de la personalidad en la sociedad modern a,
señalando sus notables desviaciones (4). Después de presentar los
p r oblemas que encontraba en los capítulos de la obra, comenzan-
do por el segundo, dejaba para el final el primero de todos, po rq u e
era el que le merecía más re s e rvas, tanto de orden filosófico como
de orden teológico. Fundamentalmente, numeraba seis puntos de
crítica a la filosofía de la persona ofrecida por Häring, “poco con-
sistente en sí misma”: su antropocentrismo; la reducción de la per-
sona a la personalidad psicológica y a la relación amorosa de amis-
tad fundada en la palabra; la inconsistencia de la visión del aspec-
to comunitario del “ s e r - c o n” y las conexiones con las teorías de
T e i l h a r d de Chardin; las fuertes dosis de agnosticismo modernista
s u b yacentes; las contradicciones en que incurre con relación al
amor como mandamiento; y la supuesta superioridad de la ética
confuciana sobre la cristiana acerca de las virtudes. En conclusión,
el P. Victorino afirmaba que “la impresión resultante de este capí-
tulo de nueva moral es que no se trata de un avance, de un autén-
tico p ro g reso de personalismo cristiano, sino de un peligroso debi-
litamiento sistemático de la teología moral”. Algo, por lo tanto,
bien característico del autor alemán, que tanto daño ha causado en
los tiempos recientes en este campo. Dado el re l i e ve que se ha venido dando a Hans Küng hasta
n u e s t ros días por parte de los medios de comunicación, resulta sin
duda de interés especial la enumeración de veintisiete er ro res
____________
(4)Iglesia-M undo, n.º 20 (14 de febr ero de 1972), págs. 20-21.
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principales detectados por el dominico de Asturias en las obras del
teólogo suizo, sobre todo en Ser cristiano, ¿ Existe Dios?, pero tam-
bién en otras como ¿ Infalible? Una pregunta (5). El artículo apare-
ció con motivo de la De c l a ración sobre algunos puntos de la doctri -
na teológica del profe sor Hans Küng, promulgada por parte de la
Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, de acuerdo con
la Conferencia Episcopal Alemana y con la aprobación expresa de
Juan Pablo II, el 15 de diciembre de 1979. En este artículo, el P.
Victorino ad ve rtía que, no teniendo espacio ni tiempo para una
adecuada confrontación crítica de los puntos rojos de la doctrina
de Küng con el dogma católico, se limitaba en este pequeño tra-
bajo a una sucinta y provisional enumeración de los principales
e r r o res del mismo, además de los tres indicados en el documento
romano, extractados explícitamente de las tres obras citadas antes.
El dominico catalogó estas desviaciones en siete grupos: gnoseo-
logía católica; ideas antropológicas; gracia y pecado; divinidad de
Jesucristo; Santísima Trinidad; dogmas marianos; e Iglesia y
Eucaristía. La decidida postura del P. Victorino, junto con otr o s
a r ticulistas de Ig l e s i a - Mu n d oen este mismo número, merece ser
contrastada con el apoyo manifestado por cincuenta “ t e ó l o g o s” a
Küng en el diario madrileño El Pa í s, periódico que no destaca pre-
cisamente por un elevado nivel teológico y espiritual. De un modo muy semejante, hay que resaltar los treinta erro-
res que detectó en “El racionalismo mendicante y hete ro d oxo de
Javier Pi c a z a”, profesor de Teología Trinitaria en la U n i v e r s i d a d
Pontificia de Salamanca (6). El dominico asturiano ad ve rtía que
su obra Los oríge nes de J e s ú s, publicado en 1976 por Ed i c i o n e s
Sígueme, se había difundido en España casi simultáneamente con
Ser cristiano de Hans Küng. Irónicamente decía el P. Vi c t o r i n o :
“él, como es vasco, escribe Xavier Pi k a z a”. La labor de nuestro
dominico, que algunos podrían calificar de inquisitorial —y sin
duda lo era, en el mejor y más original sentido de la palabra—,
respondía, como ad ve rtía él, al sagrado derecho de los lector e s
católicos de “recibir la Palabra de Dios en toda su integridad y
____________
(5)Ig l e s i a - M u n d o, n.º 193-194 (1.ª y 2.ª quincena de enero de 1980), págs. 8-10.
(6) Iglesia-M undo, n.º 195 (1.ª quincena de febrer o de 1980), págs. 6-7.
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p u rez a ”, según había recomendado Juan Pablo II a los p ro f e s o re s
de la U n i versidad Católica de Washi ngton (7-X-1979), y al dere-
cho también de que se les advierta de lecturas no católicas, con-
forme a lo indicado por la Sagrada Congregación par a la Do c t r i n a
de la Fe (L ’ O s s e rva t o re Ro m a n o, 19-XII-1979). El P. Vi c t o r i n o
encontraba gran afinidad entre las dos mencionadas obras de
Picaza y Küng, dependiendo en parte el mercedario (que en años
muy recientes ha abandonado la Orden y el sacerdocio, y p re f e r i-
mos no decir más) respecto del suizo, si bien ambos bebían en re a-
lidad de fuentes comunes: las de los clásicos del racionalismo, del
p rot estantismo liberal, del modernismo y del historicismo hege-
liano (Renan, Strauss, Schleiermacher, S a b a t i e r, Bu l t m a n n … ) .
Indicaba el P. Victorino que la temática del libro de Picaza era más
limitada que la del de Küng (sólo cristológica, mientras que la de
éste se extendía ampliamente por el campo antropológico). Se g ú n
el dominico, Picaza ofrecía siete grupos de er ro res: una antro p o-
logía raquítica; negación de la inmutabilidad divina y de la abso-
luta distinción entre Dios y el mundo; sobre la Ma d re de Jesús; no
reconocimiento de la divinidad de Jesucristo; nuevo adopcionis-
mo cristológico; negación del misterio trinitario; y otros err o re s .
El P. Victorino también abordó en muchas ocasiones corrien-
tes y actitudes desviadas que, en los difíciles años del P o s c o n c i l i o ,
surgían en el seno de la Iglesia. Así, por poner un ejemplo, cabe
re c o rdar cómo en mayo de 1972 redactó un artículo en Ig l e s i a -
M u n d o a c e rca de “La ‘ c o n t e s t a c i ó n’ en Te o l o g í a ”, en el que toma-
ba como punto de re f e rencia de la cuestión el manifiesto “Contra
la resignación en la I g l e s i a” que el 17 de marzo anterior habían
publicado treinta y tres p ro f e s o res de Teología, entre los que
abundaban los liturgistas, como acertadamente indicaba nuestro
dominico (7). Añadía que hacía ya tiempo que no sorpr e n d í a n
estos manifiestos. En t re otros aspectos, destacaba que la que
cabría denominar versión posconciliar de la No u velle T h é o l o g i e,
c u yo centro de irradiación había pasado de París a Nimega y
Tubinga y cuyo órgano de expresión era la revista C o n c i l i u m, no
había tomado muy en serio las admoniciones de Pablo VI y seguía
____________
(7)Iglesia-M undo, n.º 26 (15 de may o de 1972), págs. 16-18 y 32.
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empeñada en la “necesaria re n ovación radical de la T e o l o g í a”, en
plena autonomía respecto del M a g i s t e r i o. El P. Victorino enume-
raba los puntos fundamentales del manifiesto mencionado y, en
oposición a ellos, ofrecía unas reflexiones cor re c t i vas. A d e m á s
e x p res aba de lleno la necesidad de la comunión con la Iglesia y de
seguir su Magisterio, teniendo muy presente asimismo la ense-
ñanza del Concilio Vaticano II. Aquel mismo año 1972, Ig l e s i a - Mu n d opublicó un intere-
santísimo estudio firmado por cuarenta teólogos españoles sobre
la denominada “Asamblea Conjunta”, como respuesta a los ata-
ques hechos por trece pr o f e s o res de tres facultades eclesiásticas
de nuestra Patria contra el documento de la Sagrada Cong re -
gación del Clero re l a t i vo a dicha “ A s a m b l e a” y a sus muchos
e r r o r es (8). Por lo tanto, el estudio apoyaba de lleno la postura
de Roma. Tal vez merezca la pena citar la lista de los firmantes
por orden alfabético, entre los cuales se encuentra el nombre del
P. Victorino; a ellos, muchos de los cuales eran figuras de prime-
ra, creo que les debemos siempre un homenaje de gratitud y
reconocimiento por su clarividencia ante aquella realidad dispa-
ratada de la “Asamblea Conjunta”: José A. de Aldama (S.J.), J o s é
Alonso Díaz (S.J.), Ar t u ro Alonso Lobo (O.P.), G u m e r s i n d o
Br a v o (S.J.), José Caba (S.J.), Julio Campos (Sch. P.), J u s t o
Collantes (S.J.), Rafael Criado (S.J.), José Dalmau (S.J.),
Eleuterio El o rduy (S.J.), Eliseo Escanciano (S.J.), Ma x i m i l i a n o
G a rcía Co rd e ro (O.P.), Eugenio G o n z á l ez (Pbro.), Laur e n t i n o
María Herrán (Pbro.), Gonzalo Higuera (S.J.), José Ma r í a
I r a b u r u (Pbro.), B a l d o m e ro Ji m é n e z Duque (Pbro.), Juan Leal
(S.J.), Manuel de Tuya (O.P.), Teófilo Urdánoz (O.P.), P e l a yo de
Zamayón (O.F.M. Cap.), Francisco Lodos (S.J.), Jesús López
Gay (S.J.), Nicolás López M a rt í n ez (Pbro.), Enrique Llamas
(O.C.D.), Ma rceliano Llamera (O.P.), Luis Mendizábal (S.J.),
Be r n a rdo Monsegú (C.P.), Miguel Nicolau (S.J.), Antonio O r b e
(S.J.), Cándido P o zo (S.J.), Victorino Ro d r í g u ez (O.P.), F r a n -
cisco Javier Ro d r í g u ez Mo l e ro (S.J.), Joaquín Sa l a verri (S.J.),
Juan Sánchez (Pbro.), Emilio Sauras (O.P.), Augusto Se g ovia
____________
(8)Iglesia-M undo, n.º 30 (15 de julio de 1972), suplemento.
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(S.J.), Francisco de Paula Solá (S.J.), Jesús Solano (S.J.) y
L o re n zo Turrado (Pbr o. ) .
Asimismo, el dominico asturiano precisó conceptos y aclaró
cuestiones que en años recientes han venido causando no pocas
confusiones entre los católicos, como los aspectos tocantes a la lla-
mada “inculturación” de la fe (9). De manera semejante, con
m o t i vo de la In s t rucción Li b e rtatis nuntium de la Sagrada Con-
g reg ación para la Doctrina de la Fe (6 de agosto de 1984), esta-
bleció las distinciones oportunas entre la correcta comprensión de
la “opción pr e f e rencial por los pobr e s”, “explícitamente p ro c l a m a-
da en el reciente Magisterio eclesiástico y realmente practicada en
la larga historia de las obras de misericordia de la I g l e s i a”, por una
p a rte, y la manera en que tal opción venía siendo “ p retextada y
t r a i c i o n a d a ” por la “teología de la liberación”. Bien claro decía el
P. Victorino: “No es que la Iglesia haya dejado de optar por los
p o b res o cesado de proclamar y urgir magisterialmente las exigen-
cias de la justicia social. Lo que no tolera es que a los pobres se les
i n s t rumentalice demagógicamente para la implantación del socia-
lismo o se busque su liberación con procedimientos antie va n g é l i-
cos de odio de clases y de violencia de signo mar x i s t a”. A este ar t í-
culo se sumaba en aquel número de Ig l e s i a - M u n d o el texto de la
homilía de Juan Pablo II en Santo Domingo, el día 11 de octubre
de 1984, en la que había precisado perfectamente el sentido de la
opción p re f e rencial por los pobres (10). Además, en una línea
muy semejante pero de mayor profundización teológica, es obli-
gado destacar algún otro trabajo más en el mismo año, a raíz
igualmente de la I n s t rucció n Li b e r tatis nuntium , hablando en esta
ocasión, muy exp re s i vamente, de “teología sin Dios y liberación
e s c l a v i z a n t e ” (11).
Con relación también a la teología de la liberación, cabe des-
tacar algunos otros trabajos del P. Victorino, como el dedicado al
____________
(9)Iglesia-M undo, n.º 394 (2.ª quincena de octubr e de 1989), págs. 24-25.
(10) E l artículo del P . Victorino y el texto de la homilía del P apa, en Iglesia-
Mundo , n.º 287 (2.ª quincena de no viembre de 1984), págs. 22-24.
(11) R
ODRÍGUEZ, Victorino (O.P .): “Teología sin Dios y liberación esclavizante”,
en Verbo , n.º 229-230 (1984), págs. 1127-1142; publicado de nuevo como apéndice
VII en El conocimiento analógico de Dios, M adrid, Speiro, 1995.
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concepto y el problema de la denominada “o r t o p r a x i s” u “o rt o-
p r a x i a ” (12). Además de explicar lo r e l a t i vo a esta cuestión y cómo
la entienden quienes la proponen, incidía en la oposición de los
papas Pablo VI y Juan Pablo II a ella en cuanto tiene de hetero-
d oxa. De entre los teólogos de la liberación, resalta tal vez el acier-
to de calificar a G u s t a vo Gu t i é r rez como “un buen continuador
de la praxeología crítico-marxista de Metz, en Hi s p a n o a m é r i -
c a ” (13), así como el hecho de señalar la línea proveniente de
R a h n e r , maestro de Metz, y de tocar también el pensamiento de
Schillebeeckx y F i e r ro.
Un buen lugar donde se puede constatar el conocimiento que
el P. Victorino tenía de las corrientes filosóficas y teológicas con-
temporáneas, es la segunda parte de su Tratado sobre la existencia
y la naturaleza de Dios, elaborado para el segundo volumen de la
obra dirigida por el P. A b e l a rdo Lobato, O.P., El pensamiento de
Santo Tomás de Aquino para el hombre de hoy (14). Si bien es cier-
to que con frecuencia ofrece tal vez demasiadas y muy largas citas
sin entrar en m ayo res comentarios ni debates, quizá porque era un
trabajo aún no acabado del todo cuando inesperadamente le
s o b r evino la muerte, es ve rdad asimismo que muestra un amplio
panorama de perspectivas filosóficas y teológicas, por lo general
inclinadas en mayor o menor grado hacia el error y la confusión.
De n t r o de esta parte, de algún modo resulta de interés su pre s e n-
tación crítica de la teología de Karl Rahn er acerca de la Sa n t í s i m a
Trinidad (15). En t re otros aspectos, podemos destacar la manera
en que explica el confusionismo en que incurre el jesuita austria-
co por sus equívocos en torno al concepto de “ p e r s o n a”, que le lle-
van, aparte de a otros er ro res, a “tomar pie de las relaciones per-
sonales de la Trinidad para inventar o dar entrada a un concepto
sociológico de persona, como si la persona humana se constitu ye -
____________
(12) R
ODRÍGUEZ, Victorino (O.P .): “Ortodoxia y ortopraxia contestataria ”, en
V erbo, n.º 191-192 (1981), publicado luego como capítulo VIII de su obra Temas-clave
de humanismo cristiano , Madrid, Speiro, 1984.
(13) R
ODRÍGUEZ, V . (O.P .), Temas-clav e…, pág. 161.
(14) L
OBATO, A belar do (O.P ., dir.): El pensamiento de S anto Tomás de A quino para
el hombre de ho y, vol. II, Valencia, E dicep, 2001.
(15) L
OBATO, A. (O.P ., dir.), El pensamiento… , vol. II, págs. 229-233.
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se por la relación a otro. Es querer explicar lo más claro por lo más
o s c u ro” (16). En fin, nos parece interesante recalcar el juicio del
P. Lobato acerca de todo este tratado del P. Victorino: “fiel discí-
pulo de Tomás, eminente teólogo de nuestro tiempo, que en esta
obra ha escrito su mejor aportación a la teología, su testamento
d o c t r i n a l” (17).
Previamente, el dominico asturiano había ofrecido algunas
otras interesantes críticas a varios aspectos del pensamiento de
grandes figuras, como los citados Rahner y Schillebeeckx, según
hemos dicho ya en parte. Por ejemplo, lo hizo con relación a la
cuestión del pluralismo religioso (18). Asimismo, no hay que olvi-
dar su acierto y agudeza en las críticas a un filósofo tomista s u i
g e n e r i s muy en boga en la época del Concilio y del P o s c o n c i l i o
como fue Jacques Maritain, uniéndose de este modo a las críticas
también hechas a él por otros tomistas más auténticos, principal-
mente dominicos, como el P. Réginald Garrigou-Lagrange y el
P. Santiago Ramírez, o bien otros como Leopoldo Eulogio P a l a -
cios (19). En fin, con este repaso más bien bre ve y superficial que se ha
hecho aquí en torno a la clarividencia teológica del P. V i c t o r i n o
R o d r í g u e z en unos años sumamente difíciles en la vida de la
Iglesia, tanto a nivel universal como especialmente a nivel nacional
por coincidir en España con una situación de cambio de régimen
político y de entrada prácticamente avasalladora del secularismo
y del laicismo —que hoy alcanzan ya cotas muy elevadas—, he
querido, como dije, recuperar la memoria de su eminente figura a
los diez años de su muerte. Desearía que esta modesta apor t a c i ó n
s i r va de estímulo para la realización de nuevos estudios sobre su
pensamiento filosófico y teológico y acerca de su biografía. J u n t o
____________
(16) L
OBATO, A. (O.P ., dir.), El pensamiento… , vol. II, págs. 232-233.
(17) L
OBATO, A. (O.P ., dir.), El pensamiento…, vol. II, pág. 31.
(18) R
ODRÍGUEZ, V ictorino (O.P .): El conocimiento analógico de Dios , apéndice
IV , concretamente págs. 256-262; era un trabajo r etomado de Iglesia-Mundo, n.º 81
(1974), págs. 15-20; y n.º 83-84 (1974), págs. 21-27. (19) Quizá el más notable de los escritos de crítica a M aritain por parte del
P. Victorino sea el artículo “H umanismo cristiano y humanismo maritainiano ”, en
Iglesia-M undo, n.º 337-338 (1987), luego incluido como capítulo XII de su obra
E studios de antropología teológica , Madrid, S peiro, 1991.
S A N T I A G O C A NT E R A M O NT E NE G RO , O . S . B .
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con el P. Victorino, quisiera re c o rdar la talla de otros magníficos
religiosos y sacerdotes, a algunos de los cuales se ha mencionado
en este artículo: el P. Urdánoz (O.P.), el P. Llamera (O.P.), el
P. Bandera (O.P.), el P. Orbe (S.J.), el P. Bidagor (S.J.), el P. Pérez
Argos (S.J.), el P. Monsegú (C.P.), el P. Matías del Niño J e s ú s
(O.C.D.), el P. Antonio de Lugo (O.S.H.) (20) y un largo etcétera. Para jóvenes religiosos como un servidor y para todos los que
nos hallamos en el camino de la formación sacerdotal, es un
auténtico aliciente conocer a aquellas grandes figuras que, en
medio de una situación de confusión, de vacilación e incluso de
apostasía más o menos abierta, supieron mantener la fidelidad a la
mejor observancia de sus órdenes y congregaciones, a la T r a d i c i ó n
católica y de éstas, y a la más pura or t o d oxia en la fe, ateniéndo-
se a la enseñanza secular del Magisterio de la Iglesia y re a l i z a n d o
una profundización teológica legítima conforme al mismo.
____________
(20) Me honr o de haber estado diez años bajo la dirección espiritual de este
monje jerónimo, que ha impr eso en mí una imborrable huella para mi formación
monástica, previamente a mi decisión final de abrazar la vida monacal. P or cierto,
r ecuerdo el afecto mutuo habido entre F ray Antonio de Lugo y Fray V ictorino
Rodrígue z, así como la conv ersación que acerca del fallecimiento de éste tuv e con aquél,
quien le consideraba “ el mejor conocedor de S anto Tomás de Aquino en nuestr os días”.
N o tuve la dicha de conocer personalmente al P . Victorino (sí, en cambio, a su discípu-
lo el P . Carlos Lledó) y , precisamente después de comentarlo con el siempre entrañable
J osé Miguel Gambra, iba a tener ocasión de hacerlo, cuando le sobre\
vino la muerte. N o
obstante, mi sincero apr ecio hacia él nace en buena parte de mis conversaciones con el
P . F ray Antonio de Lugo y de la lectura de bastantes de sus artículos, as\
í como de haber
penetrado más recientemente y con mayor profundidad en su obra filosófica y teológi-
ca para mi pr opia formación al sacerdocio .
F R AY V I C TOR I NO RO D RÍ G U E Z , O . P. , U N T E Ó LO G O C L A R I V I D E N T E
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