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Número 465-466

Serie XLVI

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José Orlandis: La vida vista a los 90 años

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICAOrlandis, José: “LA VIDA VISTA A LOS 90 AÑOS” .
(*)
N u e s t r o amigo y colaborador, el profesor José Orlandis, ha
escrito otro delicioso librito La vida vista a los 90 años. El nació
un año después que yo. La obra está dividida en una intr o d u c c i ó n
y tres partes: primera, “La historia”, segunda, “El p re s e n t e”, ter-
cera “El mañana”. Creo que para Ve r b o es especialmente intere-
sante la segunda parte, “El pr e s e n t e”, que me permito transcribir
a continuación:
1. ¿UN CAMBIO DE ÉPOCA?
El tránsito de la “his toria” al “ p re s e n t e” no es fácil de fechar
con exactitud. Durante varias décadas de mi existencia fui testigo
de sucesivos acontecimientos que sin exageración cabría calificar
de “históricos”. G u a rdo memoria –como ya se dijo– de la
Dictadura de Primo de Rivera, de la caída de la M o n a rquía de
Alfonso XIII y de la proclamación de la II República. Viví en
plena adolescencia el comienzo y el final de la Guerra civil espa-
ñola de 1936 a 1939 y sufrí como todos los hombres jóvenes de
mi edad la huella de aquellos acontecimientos. Lo mismo digo de
la II Guerra Mundial, de 1939 a 1945, que por razones ya
expuestas hube de vivir muy de cerca en Roma, uno de los epi-
c e n t r os de la contienda. Presencié el final del Régimen franquis-
ta, tras el fallecimiento de Francisco Franco, la instauración de la
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537Verbo,núm. 465-466 (2008), 537-545.
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(*) Rialp, M adrid, 2008.
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Mo n a r quía de Juan Carlos I y el dilatado período de tiempo que
se ha denominado –y sigue llamándose– la “ t r a n s i c i ó n”. Pu e s
bien, ninguno de estos acontecimientos, por trascendentes que
fueran en su momento, ni tam poco la cuestión de los
Pontificados de Juan XXIII a Juan Pablo II pueden considerarse
de por sí momentos determinantes del paso de un capítulo, al que
c u a d r e la denominación de “historia”, a otro que pueda conside-
rarse ya como el “ p re s e n t e” .
La razón de esta aparente ambigüedad tal vez esté en el hecho
de que el tránsito de la “his toria” al “ p re s e n t e” no sea un momen-
to cronológico externo que pueda determinarse exactamente con
la deseable precisión. Quizás ocurra que no nos encontramos ante
un simple cambio de fecha sino de un cambio de época, del paso
de una a otra edad. ¿Y quién se atr e vería a situar en una determi-
nada fecha el paso de la Antigüedad a la Edad Media, o del
M e d i e vo a la Modernidad? Es cierto que en las últimas décadas se
han producido importantes cambios políticos, sociales y econó-
micos en este mundo, con ve rtido cada vez más en una aldea glo-
bal y de modo particularmente sensible en los países del primer
mundo occidental. P e ro el cambio de la “historia” al “ p re s e n t e”
muestra tales rasgos que más bien parece un cataclismo antr o p o-
lógico, fruto de una profunda alteración en la jerarquía de va l o-
res que constituían un patrimonio común de la humanidad.
2. EL CONCILIO VATICANO II Y EL ESPÍRITU CONCI- L I A R .
El fenómeno pudo ad ve rtirse de manera más o menos difusa
desde la sexta década del siglo XX, con algunos episodios de vio-
lencia re volucionaria en sociedades del primer Mundo, como los
registrados en París en mayo de 1968. El hombre occidental apar e c e
p res a de un extraño desconcierto, fruto de una desorientación
a c e r ca de las coordenadas más radicales de la propia existencia: no
a c i e rta a conocer la clave de su propio destino, no sabe el po rq u é
y el paraqué de su existencia, de dónde procede ni a dónde va .
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A esta desorientación ha contribuído sobremanera el impac-
to creciente de los medios de comunicación, cada vez más pode-
rosos, que someten al hombre a un constante golpeteo de efectos
d e m o l e d o r es para sus convicciones y el mismo sentido común.
En t re los fieles católicos no es posible desconocer ciertos efectos
d e r i vad os del Concilio Vaticano II, un acontecimiento del m ayo r
re l i e v e en la historia de la Iglesia del siglo XX. Al margen de los
documentos conciliares y en abierta disonancia con ellos, se
extendió un mal llamado “espíritu conciliar” que, vistas sus con-
secuencias, no puede estimarse positivo. A los ojos de muchos
surgió la falsa impresión de haberse producido una ruptura total
con la tradición, que todo lo anterior había caducado. Se multi-
p l i c a r on las deserciones entre el clero y los religiosos, hizo crisis
el espíritu de obediencia.
No hay por qué insistir en el tema pero convendrá re c o rd a r
unas palabras dolientes del papa Pablo VI, pronunciadas el día de
San P e d ro del año 1972: “¿Qué ha pasado en la Iglesia –se pre-
guntaba– para que después de un concilio que había constituído
para todos una esperanza de re n ovación y vitalidad para la I g l e s i a
haya surgido una crisis de pr o p o rciones devastadoras?”. Tres años
más tarde –el 18 de julio de 1975– el Papa insistía: “¡Basta con la
disensión dentro de la Ig l e s i a ! . . . ¡ Basta con la lesión que los mis-
mos católicos infligen a su indispensable conexión! ¡Basta con la
desobediencia calificada de liber t a d ! ” .
3. UNA INVASIÓN DE FRIV O L I D A D .
Estas causas y otras más han alimentado un proceso de degra-
dación de la propia condición humana: la nota dominante pare-
ce ser una invasión de frivolidad vital, caracterizada por el
naturalismo, el erotismo, la trivialización del sexo y un desbor d a-
miento de la sensualidad que impregna con un aroma asfixiante
la atmósfera de muchos ambientes y la vida de muchas personas.
La presión, ya denunciada, de los medios de comunicación social
es especialmente responsable de estos fenómenos. La degenera-
ción del sexto, considerado como una nueva especie de violencia,
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c o n s t i t u ye un rasgo típico de las sociedades de hoy: la violencia
de género, las más de las veces del varón contra la mujer. Por otra
p a rte, un feminismo militante fomenta una relación hostil, clara-
mente antinatural de la mujer frente al va r ó n .
Todos estos fenómenos constituyen una consecuencia de la
inédita subversión de va l o res que padece buena parte de la huma-
nidad; el primer valor que se difumina es la ve rdad. La ve rd a d ,
fundamento del bien, no existiría, o seria imposible re c o n o c e r l a ,
al negarse la ley natural, que ilumina y orienta toda conciencia
individual. Si la ley divina natural, que tiene su máximo expo-
nente personal en Jesucristo –“Cristo es la ve rd a d”– (I Io, V, 6)
d e s a p a rece del horizonte mental, el hombre sucumbe ante la inci-
tación del pecado original, “seréis como dioses” (Gen III, 6), que
p e rdura a través de los siglos y anima el humanismo más radical.
El hombre, desligado de toda vinculación a una ley divina que
está por encima de él, incurre inevitablemente en el humanismo
desconocedor del bien y el mal, según la expresión del Génesis
(III, 6), y se convierte en definidor de lo que sea el uno y el otro.
Es la idea madre de un totalitarismo democrático, según el cual
las decisiones de los hombres, expresadas en sus asambleas políti-
cas y legislativas, constituyen el único criterio fundamental de la
moralidad, definidor de lo que es justo o injusto, de lo que es el
bien o el mal.
4. PROGRESISMO Y RES PE TO A LA VIDA.
El dominio del relativismo es un factor cómplice de la secu-
larización que fue impregnando de modo creciente a muchas
sociedades del primer M u n d o. En las sociedades relativistas, el
h o m b r e desnortado carece de la “ t e rcera dimensión”, que dé sen-
tido y profundidad a su existencia y está expuesto a co nve rtirse en
víctima de las más penosas aberraciones. Una de ellas es la asom-
b ros a postura de los movimientos denominados “ p ro g re s i s t a s”
ante la vida. Es sorprendente comprobar cómo la agresión contra
la vida humana –especialmente en su comienzo y su decadencia–,
c o n s t i t u y e uno de los postulados, incluso programáticos, de los
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“p ro g re s i s m o s ” contemporáneos. Así, el aborto, de ser un crimen
sancionado como un delito por la ley penal –como lo fue hasta
hace poco en todo el mundo civilizado–, ha pasado a co nve rt i r s e
en un derecho de la madre y negarlo no resulta “ p o l í t i c a m e n t e
c o r r e c t o ”. Julián Marías, que conoció el fenómeno abortista antes
de morir, afirmó que “la aceptación social del aborto es sin exa-
gerar lo más grave que ha acontecido en este siglo –el XX– que se
va acercando a su final”. La cuestión del aborto, y el auge desme-
surado de la cifra de abortos en un país como España, resulta ser
una confirmación actualísima de aquellos temores. Un des ord e n
no corregido, como lo prueba el hecho lamentable de que este
país se haya co nve rtido en el paraíso abortista del continente
e u ro p e o. Ot ro atentado contra la vida, éste en la fase menguante de la
existencia humana, es la “ e u t a n a s i a”. Este riesgo se acrecienta en
la medida en que esa existencia se prolonga y los p ro g resos de la
medicina hacen que un buen número de personas alcance edades
a van zadas; y ello a veces con enfermedades propias de la ve j ez; o
viviendo en soledad, como consecuencia de la crisis de la institu-
ción familiar. Todos hemos podido leer relatos de persona ancia-
nas que huyen de sus residencias o clínicas, e incluso de su país,
por temor a ser objeto de una indeseada eutanasia. Lo que sí va l e
la pena resaltar es que la defensa de la eutanasia –rebautizada pia-
dosamente como “ m u e rte dulce”– es para muchos políticos, que
se autodenominan “ p ro g re s i s t a s” un avance deseable que entraría
a sus ojos en lo “políticamente co rre c t o”, y no les desp re s t i g i a r í a
ante ciertos sectores de la opinión pública.
5. MATRIMONIO Y F A M I L I A
Un nuevo objetivo de la lucha a la sombra del dogma re l a t i-
vista, contra va l o res naturales y cristianos fundamentales es la
lucha contra la familia y el matrimonio, que constituye su núcleo
y fundamento. Uno de los ataques más difundidos es el dirigido
a fomentar la disolución del matrimonio, el cáncer del di vo rc i o ,
como lo calificó el papa Juan Pablo II. Un método muy adecua-
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do es la eliminación de trabas legales que pudieran constituir un
obstáculo y la consiguiente multiplicación de facilidades para
l o g r a r l o. La práctica jurídica re vela que se ha llegado a una situa-
ción en que resulta más fácil la disolución de un matrimonio que
la de un contrato de ar re n d a m i e n t o. En este sentido destaca el lla-
mado “ d i vo rcio exprés”, que abrevia los plazos previstos en el
o rde namiento legal y priva así a los esposos, que sufren una situa-
ción de crisis, del tiempo necesario para una reflexión serena que
les ayude a recuperar la calma y tal vez a recomponer una r u p t u-
ra que, en momentos de ofuscación, les parecía inevitable. S a l v a r
matrimonios en posibles crisis es un objetivo importante de la
lucha a favor de la institución familiar. Hay todavía un aspecto de la lucha contra la familia, que no
se r e f i e re a su fragilidad o fácil ruptura, sino que afecta a la pro-
pia naturaleza de la institución: el matrimonio no se concibe ya
solamente como unión entre un hombre y una mujer, sino que se
admite como tal y se les atribuye un reconocimiento legal a unio-
nes entre personas de un mismo sexto, a las que se denomina
también con la palabra “ m a t r i m o n i o ” .
Se trata, como puede verse, de una novedad para la que no es
posible encontrar procedentes en el capítulo de “ h i s t o r i a”, por
constituir un acontecimiento radicalmente nuevo, frente a la ley
natural y a los preceptos religiosos más fundamentales. De n t ro
del tiempo de mi vida más reciente he sido testigo de la aparición
de una realidad que no existía en las legislaciones, ni tampoco
constituía un fenómeno social de cierta r e l e vancia. Los mov i-
mientos de colectivos homosexuales –“ g a y s” o “lesbianas” se les
llama– han proliferado con increíble celeridad, hasta constituir
g r upos de presión muy influyentes en la realidad, en la legislación
y en la acción de los propios partidos políticos. Su afán por con-
seguir una situación de igualdad política y jurídica, de “ n o r m a l i-
d a d”, afecta especialmente a la familia, las relaciones conyugales
y paterno-filiales, a los aspectos económicos en lo re f e rente a la
p rev isión social y al terreno sucesorio.
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6. VA LORES Y CONTRAV A L O R E S
Para terminar, conviene hacer memoria de los va l o res perma-
nentes y genuinos, que han constituído el fundamento inconmo-
vible de las sociedades humanas de todos los tiempos y culturas:
Dios, el supremo va l o r, del que dependen otros más, como l a ve r-
dad, el bien, la belleza, la justicia y la misericordia; y también la
rectitud de vida, el sentido del dolor, la santa pureza, la castidad
conyugal, la fidelidad. Su crisis y el vacío que produce viene
re l l e nado por una serie de contrav a l o res, o falsos va l o res, muy
c o t i z a d o s en la hora presente de la humanidad: el ateísmo, un
agnosticismo elegante y no comprometido, actitudes admitidas
en lo “políticamente cor re c t o”; el materialismo, la moral fundada
s o b r e el “éxito” o el beneficio, la búsqueda de una felicidad e xc l u-
s i v amente terrena; la libertad de expresión, la libertad sexual, el
afán de dinero y de bienes materiales. Los ricos, los “ f a m o s o s” en
la vida social, como políticos, deportistas, cantantes, etc., suelen
ser los “iconos” de actualidad, cuyas conductas desordenadas cons-
t i t u y en a menudo motivo de confusión y piedra de escándalo
para los “ p e q u e ñ o s”, los más débiles de la sociedad.
Sería un error imperdonable extraer de esta consideración de
la hora presente la conclusión de que –según reza el viejo adagio–
“todo tiempo pasado fue mejor”, y nada de lo aportado por el
tiempo presente suponga un p ro g reso, una mejora y carezca de
va l o r . Lejos de eso, procede hacer justicia también al presente y
descubrir lo mucho que ha aportado y está todavía en condicio-
nes de seguir apor t a n d o.
El tiempo presente ha sido testigo de una multitud de ava n-
ces, que constituyen un pr o g reso sumamente beneficioso para la
vida material del mundo y la existencia personal de los hom bre s
de hoy. Baste con evocar la elevación de la cultura, del nivel de
vida en muchos lugares de la tierra. La simple consideración del
d e s a r r ollo muy extendido de la higiene es la muestra de un autén-
tico pr o g reso de la humanidad. La medicina ha realizado ava n c e s
e s p e c t a c u l a res, cuyos resultados se traducen en la pr o l o n g a c i ó n
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de la vida del hombre sobre la tierra, gracias a la cual la anciani-
dad vivida en buenas condiciones ha venido a constituir un fenó-
meno social. Baste con leer las esquelas de los periódicos que son
un buen exponente de que el fallecimiento de personas que han
alcanzado o superado los cien años de edad no constituye algo
insólito y excepcional; aunque no sea lícito confundir vida larga
con vida plena. El desarrollo de las ciencias ha contribuido tam-
bién a mejorar hasta límites antes inimaginables las posibilidades
de la vida en la tierra.
7. LOS CRISTIANOS, SOLDADOS DE CRISTOUn pr o g reso indudable ha experimentado la preocupación de
multitud de personas por la naturaleza, que conviene respetar y
defender contra posibles peligros. La Ecología responde a una
p reo cupación que es muy beneficiosa en su conjunto, aunque
pueda darse alguna exageración en materias como el cambio cli-
m á t i c o . Pe ro estos aspectos positivos no se limitan a la esfera de
lo material, sino que tienen saludables r e p e rcusiones en la con-
ducta humana en su totalidad. Un avance muy signific ativo ,
comparado con el tiempo de mi juventud, comprendido aquí en
el capítulo de ”historia”, es la virtud de la solidaridad, de honda
dimensión espiritual y que presenta evidentes p ro g resos. La soli-
daridad, íntimamente relacionada con la caridad cristiana, con el
“ M andamiento nuevo” de Jesús, es sentida y practicada hoy por
más personas que nunca, aunque a veces quienes la ejercitan no
a d v i e r tan con plena lucidez toda su dimensión espiritual. N u e v o s
fenómenos sob re venidos en el seno de las sociedades contempo-
ráneas propician la práctica de la solidaridad. Basta mencionar la
emigración del campo a las ciudades, la transferencia de pobla-
ciones de uno a otro país e incluso de uno a otro continente: el
fenómeno actualísimo de la inmigración, con todos los p ro b l e-
mas que plantea; la “ g l o b a l i z a c i ó n”, reflejo del creciente “ e m p e-
q u e ñ e c i m i e n t o ” de la tierra, y otros fenómenos más.
Ha de prestarse también atención a un hecho negativo pero
insoslayable: el avance del secularismo en varias sociedades del
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mundo occidental. Pe ro, sin desconocer el hecho y la dificultad
que entraña, ha de afirmarse que constituye un desafío y un obje-
t i vo para la acción apostólica de la Iglesia y de todos los fieles cris-
tianos. El secularismo es consecuencia en buena parte del declive
de tradiciones y hábitos familiares y sociales y ha de afirmarse que
no todo es malo en este fenómeno que denuncian las estadísticas
y la propia experiencia personal de cada uno. La Iglesia, con ve r-
tida en pusillus gr e x–en pequeño rebaño– está integrada quizás
por menos fieles en número, pero por una mayor p ro p o rción de
ve rd a d e r os cristianos, por milites Christi, soldados de Cr i s t o ,
como pedía el Apóstol San Pablo (II Tim II, 3). Unos cristianos
militantes, que lo serán menos por efecto de la tradición o de la
c o s t u m b r e –por conformismo social–, que por su propio dina-
mismo espiritual y su consecuencia con la propia fe. Estos cris-
tianos que se esfuerzan por ser ve rd a d e ros discípulos de Cr i s t o
son el grano de mostaza evangélico, capaz de informar y trans-
formar toda la masa. Una masa que puede re p resentar a la
m u c h e d u m b re de los bautizados, la que se refleja en las encuestas
y estadísticas al uso ” .
Hemos de agradecer al Profesor Orlandis esta sintética clara y
luminosa exposición que acabamos de transcribir de su última
o b r a . Por la transcripción.
J
UA NVA L L E T D EGOYT I S O LO
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