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Número 495-496

Serie XLIX

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Reflexiones sobre la nueva islamización de España

EN EL XIII CENTENARIO DE LA INVASIÓN MAHOMETANA DE ESPAÑA

 

1. Introducción

Durante el año en curso se cumple el décimo tercer centenario de la invasión de España por las hordas mahometanas de árabes y moros. Con este motivo, hemos considerado oportuno exponer algunas reflexiones sobre la nueva invasión que sufre hoy día nuestra Patria. La intención que nos mueve es recordar el ejemplo de nuestros mayores para recobrar ánimo y ganas de defenderla, ya que la desintegración de nuestra sociedad ha llegado a tal extremo, que nadie se plantea ni siquiera dar la voz de alarma, ni cuanto menos hacer algo para defenderla.

 

2. Contexto histórico: la Cristiandad y los orígenes del mahometismo

Para ello vamos a comenzar por una introducción sobre la época del reino visigodo, destruido por la invasión de los moros hace 1.300 años. Luego de un brevísimo resumen sobre la Reconquista y la amenaza continua de la secta de Mahoma a lo largo de nuestra historia, llegaremos hasta el presente año. No es fácil hacer un comentario a sucesos actuales, remontándose trece siglos en una hora, ni se puede evitar hacer una exposición histórica, si no queremos caer en anacronismos. Pero sí procuraremos que sea rigurosa, veraz e incluso que no sea demasiado árida. Así pues, con dicha exposición llegaremos al siglo XX, que es cuando comienzan los hechos que ahora nos afectan y entonces ofreceremos las principales reflexiones sobre la situación actual.

A comienzos del siglo VIII encontramos a la Cristiandad en pleno crecimiento y desarrollo. Pero también en peligro. Desde el siglo anterior, la aparición de la secta de Mahoma y su primera gran expansión han arrebatado al Imperio Romano de Oriente (que ya era cristiano desde hacía más de tres siglos) todo el norte de África y, sobre todo, los Santos Lugares de Galilea y Jerusalén. Esta primera serie de guerras islámicas o Yihad la realizaron los árabes y es la que inició el propio Mahoma. Como casi siempre en la historia, fue la debilidad de los atacados, más que nada, lo que explica los éxitos de este ataque. Y el Imperio Bizantino se hallaba minado por las herejías, la mayoría de las cuales se habían originado en esas regiones y eran muy numerosas en aquel momento. Sin embargo, la Iglesia en este periodo aparece joven y vigorosa. Ha superado la gran crisis arriana, que ocupa el siglo IV, y se halla atareada con las misiones en tierras de lo que hoy son Alemania y Holanda, o en la unificación de la Iglesia en las Islas Británicas, entre celtas y anglosajones. Sobre esta Cristiandad en plena formación se abate la nueva herejía mahometana con su guerra islámica (mal llamada santa) como forma de proselitismo. Hay que tratar de ponerse en el lugar de aquellos cristianos de entonces, que no habían conocido nada igual: una secta herética y política que se iba extendiendo por medio de la guerra, las matanzas y el terror. Y que hasta ese momento parecía, además, invencible.

En el occidente europeo encontramos los reinos germánicos que están formando las grandes monarquías de la Cristiandad medieval. Entre ellos destaca el reino visigodo, al que ya se puede llamar con toda propiedad español, desde la conversión de Recaredo en el III Concilio de Toledo del año 589. Esta es la fecha del nacimiento de la Monarquía Católica de las Españas, nuestra antigua y querida Patria. Y es importante señalar desde el comienzo que ésta es la clave de toda la historia de España: la Unidad Católica. Este es el corazón de nuestro reino, al que todavía se le llama España. Esta confesión católica, además de ser el fundamento de nuestra unidad política, es el alma de esta nación y la que explica tanto su época de esplendor como su decadencia. Es la fuerza que mantuvo esa larga y penosa cruzada que fue nuestra Reconquista. ¡Precisamente contra la tiranía mahometana que ahora vuelve simulando paz y tolerancia! El ideal que impulsó la gran empresa del descubrimiento y la evangelización de América. La causa por la que lucharon nuestros tercios contra la Europa protestante y moderna. Si se entiende que la Fe Católica es el alma de España, entonces se ve con claridad la gravedad de la secularización y de la islamización de esta nación: sencillamente significan la destrucción total de nuestra Patria y de todo lo auténticamente español. Volveremos sobre este punto más adelante, debido a su importancia. Ahora regresemos al siglo VIII para recordar aquel primer desastre medieval y así poder valorar mejor el actual.

El reino hispano-visigodo era el más desarrollado de todos los occidentales, en el ámbito cultural, jurídico y político. Y, paradójicamente, junto a este mayor desarrollo, se mantenía un rasgo germánico primitivo que era el origen de su gran debilidad: la monarquía electiva. Aunque a nuestra generación le resulte más “simpática” una monarquía de este tipo, porque suena “democrático”, es con mucho peor que la sucesión hereditaria, como quedó en evidencia al hundirse el reino hispano godo de Toledo. Es una dura lección que nuestros antepasados tuvieron que aprender durante los siglos de la Reconquista, a costa de enormes sufrimientos.

El carácter electivo de la monarquía visigoda convertía a la corte, llamada “Aula Regia”, en el centro de las ambiciones y de las continuas intrigas que buscaban controlar la sucesión al trono. El rey tenía, en los reinos germánicos de esta época, un gran poder. Y como casi todo dependía de la voluntad y el favor del monarca, las luchas entre las familias nobles con derecho de elección dieron lugar a la aparición de partidos y a las consiguientes luchas intestinas. A los partidos siempre les acompaña la corrupción, puesto que hace falta conseguir riquezas para tener más partidarios. A su vez, todo esto desembocaba en guerras civiles, que se iban haciendo cada vez más duras y más frecuentes. La alta nobleza goda, en especial, mantenía una inmoralidad en sus costumbres que era más propia de los oscuros tiempos paganos que de una corte cristiana. Esta corrupción contaminó a la Jerarquía eclesiástica de forma directa y, en general, a toda la población del reino, con mayor o menor intensidad. Era, pues, un reino dividido por las luchas interiores. Aunque nada hacía presagiar lo que se avecinaba, pues en sus guerras civiles, los bandos godos ya habían llamado a otras potencias exteriores en su ayuda, en varias ocasiones.

 

3. La Reconquista y su posteridad

Todos conocemos, más o menos, los hechos concretos de la invasión de 711, por lo que no hará falta repetirlos aquí. Pero sí queremos señalar que aquella invasión implicaba la apostasía y por ello significó la destrucción de aquel reino católico, pues le golpeó en su corazón Y el medio por el que entró entonces la secta de Mahoma, fue la división interna… no lo olvidemos al reflexionar en nuestra situación actual. Cuántos de nuestros antepasados debieron recordar entonces la sentencia divina de N. S. Jesucristo: “ Un reino dividido no puede subsistir” (Mt ., XII, 25 y Lc ., XI, 17).

Pero nuestros mayores no se rindieron. A pesar de la envergadura del desastre, mantuvieron la esperanza porque conservaron la Fe incólume y, contra toda prudencia humana, continuaron resistiendo. Eso sí, el desastre provocó la ruptura de la unidad política y los núcleos de resistencia que fueron apareciendo, formaron reinos diversos. Pero ya en el primero de ellos, el de Asturias, se recogió la legitimidad visigoda y se conservó con ella el germen de la unidad. La empresa de recobrar lo que nos habían arrebatado los moros era, humanamente hablando, una locura. Pero precisamente por ello, nos podemos hacer una idea de la fe de aquellos hombres.

Así comenzó la Reconquista, una guerra defensiva contra el islam, es decir una cruzada, que iba a durar siete siglos. A lo largo de ese tiempo, se fue afirmando el carácter católico de las Españas peninsulares, pues se trataba de restaurar la monarquía cristiana que habían destruido los mahometanos. Del periodo de la Reconquista se podían señalar muchas lecciones, pero solo citaremos una, para evitar desviarnos de nuestro tema: basta recordar los tremendos sacrificios y sufrimientos que fueron necesarios para poder echar a los invasores islámicos, que se mantuvieron aquí hasta hace poco más de 500 años. Y ahora que todas las instituciones se empeñan en favorecer y subvencionar la llegada m a s i va de extranjeros, ese recuerdo nos puede ayudar a valorar la gravedad del hecho de que hayan llegado ya a nuestra tierra más de tres millones de mahometanos. Y la gravedad de que sigan viniendo…

Mientras tanto, en el mundo musulmán, se fue notando poco a poco la decadencia y el debilitamiento general del Islam. Por su propio carácter, la secta de Mahoma lleva la miseria y la corrupción allí donde se impone, y la primera Yihad árabe se fue agotando ante el ascenso de la Cristiandad.

Pero más tarde, a partir del siglo XIII, resurgió con los turcos, que lleva ron de nuevo la guerra islámica contra las naciones cristianas. Esta vez la oleada de la devastación islámica inundó Europa por el flanco oriental, donde la ciudad de Constantinopla cayó en 1453. La gran basílica de Santa Sofía, que era el templo más grande del mundo desde el siglo VI, fue profanada y convertida en mezquita. Los mahometanos de nuestros días no se recatan en decir que su objetivo actual es hacer lo mismo con San Pedro del Vaticano, dicho sea de paso.

Años más tarde, los Reyes Católicos finalizaban la Reconquista liberando Granada en 1492 y la Monarquía española recuperaba su unidad y su grandeza. Los turcos chocaron contra España justo cuando ésta se hallaba más fuerte y, al invadir ellos el centro de Eu ropa, los tercios imperiales salva ron Viena en dos ocasiones, 1529 y 1531. También su expansión por el Mediterráneo acabó en la batalla de Lepanto (1571). Así frenó España la segunda serie de guerras islámicas, y el Imperio turco comenzaría su decadencia, ya en el siglo XVII.

Mientras, desde 1517, la herejía protestante rompe la Cristiandad y provoca las guerras de religión, que terminaran por afianzar la Europa moderna en 1648, con la paz de Westfalia. El sistema de naciones estado que surge entonces, perdura hasta el siglo XX, en el que es paulatinamente sustituido por el Nuevo Orden Mundial, como se verá más adelante. La Filosofía moderna y el protestantismo llevan a esta Europa moderna, a lo largo del siglo XVIII, hacia la Revolución, que estalla en 1789 y tras apoderarse de Francia, se extiende por Europa gracias al tirano Napoleón y sus guerras. Tras la falsa Restauración del Congreso de Viena, el siglo XIX es la época de la expansión del liberalismo de la mano de Gran Bretaña, el gran imperio hegemónico entonces. Con la ideología liberal, que odia a muerte el orden social católico, se extiende el laicismo y la secularización por todo el mundo. Sus consecuencias en España han sido nefastas, pues ya hemos comentado que la Unidad Católica es el corazón de nuestra Patria y su eliminación, por tanto, significa una herida de muerte para ella.

Hace poco se han cumplido los dos siglos desde que el liberalismo, que nos invadió en 1808, comenzó a descristianizar España. La secularización y el laicismo que han ido asolando este país, han sido impuestos gracias a la pseudomonarquía, y han arrasado casi del todo con lo que fueron las Españas peninsulares. Dos siglos de lenta agonía que ahora parece que se acerca a su fin definitivo. A las guerras civiles, expolios y desastres que ha provocado desde entonces el liberalismo, hay que añadir el comienzo de la destrucción de la Unidad Católica, y la consecuente aparición de los primeros separatismos a fines del citado siglo XIX.

 

4. Panorama religioso actual

Con esta apretadísima introducción histórica, hemos llegado hasta las cercanías de nuestra época. Para comprender bien lo que está ocurriendo en nuestra sociedad actual, vamos a comentar ahora, de forma muy resumida también, la situación religiosa y política mundial contemporánea, para después entrar de lleno en el panorama de la situación de España ante el islam desde 1956.

Comenzaremos por la situación religiosa. El panorama general es del todo opuesto al de hace 1.300 años. La sociedad occidental ha renegado de la Fe Católica y la Cristiandad fue destruida hace siglos; la modernidad triunfante ya solo busca acabar con los restos de catolicismo auténtico, cada vez más reducidos, que aún subsisten. La Iglesia está sufriendo una crisis sin precedentes desde que la herejía neo-modernista, que había sido condenada por Pío XII en su Encíclica Humani generis, de 1950, consiguiera infiltrarse y triunfar aparentemente en la propia Iglesia. Los frutos de esta “renovación” iniciada con la excusa o el motivo del Concilio están a la vista: la des-cristianización de las gentes, la secularización de la sociedad, la profanación de todo lo sagrado y, en definitiva, la apostasía, han arrasado la Iglesia Católica desde dentro y a la “nueva iglesia conciliar” progresista, que nació de esta revolución religiosa, solo le importa, por lo que se ve, mantener los “grandes logros” del Concilio, que serían el llamado dialogo entre religiones y la libertad religiosa. Todo lo demás se sacrifica a ellos. Y así se prolonga esta agonía espiritual que sufre el orbe católico, concretada en la tremenda apostasía de las almas que seguimos padeciendo a diario. No hace falta decir que la degradación moral y la mundanización que han seguido a este Concilio tampoco tienen precedentes en la historia de la Iglesia. La doctrina modernista del ecumenismo y de la libertad religiosa mencionadas, significan en la práctica que el Vaticano ha pasado de proteger a sus fieles a pedir perdón porque la Iglesia se defendiera del islam a lo largo de su historia y ha pasado también a colaborar, en todos los aspectos religiosos y culturales, con la falsa religión de Mahoma, todo lo cual sería inconcebible antes de 1962.

Los efectos de la reforma conciliar en España han sido especialmente nefastos, dado que, como ya se ha dicho antes, su identidad se fundamenta en la Unidad Católica. El triunfo del progresismo “católico” ha provocado aquí un aumento de la descristianización tan bestial y sin precedentes, que nuestra Patria está desapareciendo literalmente como tal. Y la jerarquía eclesiástica se ha encontrado al frente de este proceso, hasta el punto de que defiende abiertamente el laicismo… aunque, eso sí, ahora lo considera “positivo”, distinguiéndolo de otro supuesto “negativo”.

Se puede objetar que todavía existe una mayoría de españoles católicos, al menos de nombre, como la que poblaría el reino visigodo hace trece siglos. Pero dicha mayoría es muy frágil, debido a la herejía modernista que la infecta. Y, sobre todo, es más grave aún que haya empapado a la jerarquía y a las instituciones eclesiásticas. Porque si hace 1.300 años hubo clérigos que traicionaron a su fe y a su patria (el caso más conocido es el de Don Oppas), lo cierto es que la Iglesia, como tal, nunca apoyó a uno de sus peores enemigos, que sigue siendo el islam, como vemos que hacen hoy día las jerarquías, las cuales, con su doctrina de la libertad religiosa, favorecen y ayudan a todas las sectas, y en especial a la mahometana, curiosamente. Esta tremenda situación religiosa es la principal consecuencia de la aplicación del modernismo conciliar en nuestra Patria, y significó el comienzo de la destrucción de su Unidad Católica, ya en 1967. Su definitiva supresión vino con la Constitución de 1978, en la que se establece el actual régimen político laicista que impera hoy día. Así pues, la situación religiosa con la que sufrimos esta nueva y disimulada invasión, es diametralmente opuesta a la de 711. Este rasgo es propio de nuestra época y es un auténtico signo de los tiempos. Así que esta vez los moros nos sorprenden en plena descomposición, en plena ruptura, en plena apostasía. No solo con divisiones internas, sino con esas divisiones establecidas como fundamento de nuestra sociedad. Y sin ideal ni fuerza alguna para defendernos, pues el catolicismo auténtico está perseguido, de hecho, muchas veces hasta dentro de la propia Iglesia.

 

5. Panorama internacional

En cuanto a la situación política internacional, para valorar correctamente el lugar que ocupa el Islam en ella, hay que mencionar, aunque sea brevemente, el Nuevo Orden Mundial (en adelante NOM). Este concepto comenzó a utilizarse abiertamente en 1992, durante la Guerra de Kuwait. Se refiere al reordenamiento de las relaciones internacionales después del hundimiento de la URSS y el fin de la Guerra Fría. Es un término que indica la hegemonía norteamericana sobre todo el globo a partir del citado triunfo del liberalismo yanqui. En realidad, los orígenes del NOM se remontan a la I Guerra Mundial y al orden internacional que las potencias anglosajonas intentaron imponer durante los años 20 del siglo pasado, mediante la Sociedad de Naciones, y cuyo fracaso dio lugar a la II Guerra Mundial. El triunfo militar de 1945 supuso el comienzo de la llamada Guerra Fría, que era ya una forma de “orden mundial”, basado en el antagonismo entre los vencedores de la citada guerra. Entre 1989 y 1991 se produce la crisis y el hundimiento de la URSS. A partir de ahí el dominio mundial de los EEUU se ha ido imponiendo con la expansión del capitalismo, la democracia liberal y el laicismo “a la americana”, es decir, la libertad religiosa. Todo ello profundamente unido a la ideología socialista, en sus versiones más postmodernas. Esta unión fue una convergencia práctica del materialismo consumista con el materialismo socialista, que ha dado lugar a la actual ideología democrático ecologista, por llamarla de algún modo, característica del NOM. (Esta ideología propia del NOM es la última fase de la Revolución, aunque hoy día nadie la nombre con esa claridad).

La aparición y el desarrollo del NOM encuentra a los países mahometanos en una situación marginal y sin gran importancia en las relaciones internacionales (salvo por motivos estratégicos, como el canal de Suez, o económicos como el petróleo). Solo el Imperio Turco era considerado una potencia, y de segundo orden. Tras la derrota del mismo en la Gran Guerra, y con la revolución de los jóvenes turcos[1] aparece el actual estado laico de Turquía, gran aliado del NOM en Oriente Medio. Algunos de estos países van cobrando importancia con la explotación de sus yacimientos de petróleo en la zona del Golfo Pérsico, después de la II Guerra Mundial. Es el caso de Arabia Saudí, un régimen integrista sunnita (wahabbi) que desde su aparición ha sido el principal aliado de los EEUU en la zona.

Posteriormente, a través de la Liga Árabe, de la OPEP o la llamada crisis del petróleo de 1973, los estados mahometanos han ido formando un movimiento panislámico que se ha integrando en el NOM, constituyendo un grupo o “región”, definida precisamente por su religión. Este grupo de presión a nivel internacional sería más fuerte de lo que ya es, de no ser por las divisiones que existen en su seno y que lo debilitan notablemente Pero, en general, se puede afirmar que, con los firmes apoyos de Turquía y Arabia Saudita, el mundo musulmán forma parte importante del actual NOM.

Es curioso constatar cómo las intervenciones norteamericanas en el mundo mahometano siempre han acabado favoreciendo al islam de un modo u otro. Para evitar alargarnos demasiado citaremos solamente uno de los últimos casos, el de Kosovo. La inquietante proclamación unilateral de independencia de este pequeño estado artificial e islámico, separado por la fuerza de Serbia, solo favorece a la organización terrorista UCK, que es quién manda allí de hecho, y a Turquía y Albania: ¡justo los estados mahometanos de los Balcanes! Y esto ocurre desde 2008 en plena Europa, donde queda claro que los EEUU apoyan a los musulmanes, incluso fuera del ámbito geográfico mahometano…

 

6. La situación española

Bien, ahora nos vamos a ir centrando en España. Y ya que estamos tratando de los países mahometanos, lo haremos a través de las relaciones políticas con nuestro enemigo de siempre, el continuador de la siniestra tiranía de Al Andalus: nos referimos, claro está, a Marruecos.

Marruecos es un Estado que aparece durante el proceso descolonizador, en 1956. Desde su nacimiento, el sultanato alauita ha practicado una política muy hostil contra España. Se puede hablar con propiedad de una auténtica guerra de baja intensidad, con altibajos en función de la relación de fuerzas. Tal como es realmente el islam, el único modo de frenarlo es la guerra. Un mahometano solo dejará de atacar, engañar o abusar de un infiel si sabe que este es más fuerte que él. Así era el caso de España respecto a Marruecos todavía en 1956; pero hoy día no lo es en absoluto. De ahí que vayan aumentando aunque sea de modo irregular, la frecuencia y desfachatez de sus provocaciones. Al año de vida independiente, se produce la agresión contra Sidi Ifni y el Sahara occidental, que provoca la guerra de 1957-1958. Esta guerra contuvo las ambiciones de Marruecos hasta los años setenta, pero ya dejó en evidencia que los EEUU apoyaban al Estado alauita antes que a España. Durante los años 60 la política promarroquí de Franco permitió la entrada de moros en las ciudades de Ceuta y Melilla, que en las décadas siguientes se convirtieron en la primera inmigración masiva sobre territorio nacional y provocó que se disparase el número de mahometanos en dichas ciudades, donde se establecieron con ayudas de Marruecos, del propio Estado español, y donde conseguían con facilidad nuestra nacionalidad.

Debemos recordar también la famosa “Marcha Verde”, organizada por Hassam II en 1975, coincidiendo con la agonía de Franco, para conseguir que se le entregara el Sahara. Este es un ejemplo histórico y reciente de lo que se puede esperar de la “amistad” con un país mahometano y de cómo entienden ellos la gratitud, puesto que el anterior jefe del Estado español mantuvo siempre una política muy favorable hacia Marruecos, a pesar de las agresiones de este. De hecho el eslogan de la “tradicional amistad de España con el mundo árabe” fue una invención del general Franco.

Una vez conseguido el dominio sobre el Sahara, la política marroquí dio prioridad a consolidar este territorio contra el Frente Polisario, con quien se mantuvo en guerra hasta 1993. Pero una vez acordado el alto el fuego con los saharauís, Marruecos vuelve a presionar sobre España. En septiembre de 1994 se produjo la mayor crisis bilateral entre ambos países ocurrida hasta entonces. El motivo fue que se aprobaron los estatutos de autonomía para Ceuta y Melilla. Hassam II amenazó con romper el acuerdo de pesca con la UE y solicitó en la Asamblea General de la ONU la pretendida “devolución” de ambas ciudades (ya había hecho una solicitud parecida en 1975). Durante el año siguiente el sultán marroquí cumplió su amenaza y suspendió el acuerdo de pesca un año antes del plazo acordado, provocando el amarre de la flota pesquera de las costas del sur y con ello un grave problema social. Durante estos años la tensión iba creciendo de forma notable entre ambos países.

 

7. Una verdadera invasión

En el invierno de 1996/97 comenzó la actual invasión mahometana por medio de la llegada masiva de supuestos emigrantes a España. En nuestra época las invasiones y las guerras convencionales ya se usan poco. Estamos sufriendo una invasión según los métodos sociológicos de movimientos de población inducidos por el NOM. De hecho, la iniciativa corrió a cargo de la ONU, que fue quién hizo una indicación de política demográfica, dentro de sus planes de “actuación económica global”. La indicación, una orden en realidad, fue obedecida de inmediato por el gobierno del P P, que facilitó la entrada masiva, sin exigir que fuera legal, a los extranjeros y les dio los mismos derechos que los españoles solo por haberse colado en territorio nacional.

Llegados a este punto, hay que responder a una cuestión: ¿por qué calificamos como invasión un movimiento migratorio, que en principio parece solo una cuestión económica? Pues porque los emigrantes auténticos se desplazan a otro país, en busca de trabajo, pero temporalmente, al menos en su mayor parte. En cambio los mahometanos vienen aquí a establecerse de forma permanente. Más que a trabajar (que también es el objetivo de la mayoría, p e ro la actitud general no indica que sea siempre su prioridad, ni mucho menos) vienen para aprovechar subvenciones y ayudas, y a exigir supuestos derechos. Es conocido que los musulmanes no se integran allí donde van, cuando salen de sus países de origen, sino que forman comunidades cerradas y auténticos guetos. En Francia ni siquiera la policía entra en los barrios argelinos. Aquí, desde los años ochenta, se formó uno en el barrio del Albaicín, en Granada[2]; precisamente el primero de los centros de donde arranca la actual islamización. Además, solo ellos traen la mentalidad de que esto fue territorio islámico alguna vez, y eso les basta para creer que debe volver a ser islamizado. Y no hay que olvidar que les apoya un estado fronterizo y enemigo, como es Marruecos, que controla y dirige a esa población y obtiene grandes beneficios, en todos los sentidos, de ese tráfico de personas. Por todo ello hay que concluir que nos hallamos ante una invasión de hecho, aunque muy pocas personas se atrevan a decirlo con esa claridad. En estos primeros años, fue una entrada masiva y aparentemente pacífica, que podemos calificar como primera fase de la invasión.

En 1999 muere Hassam II y le sucede Mohamed VI, que sigue la misma política de su progenitor. En abril de 2001 la UE rechaza las condiciones de Marruecos para firmar un acuerdo pesquero, que hubiera permitido salvar la flota pesquera española del sur. Pero eso era justo lo que no quería Marruecos, que buscaba destruir todo el sector pesquero andaluz. Y al final lo consiguió. Sin embargo el entonces presidente Aznar reaccionó pidiendo a la Unión Europea sanciones económicas contra el sultanato alauita, lo cual enfureció a Mohamed VI. La tensión seguía creciendo, simplemente porque los mahometanos no toleran que los “infieles” nos defendamos ante sus agresiones.

Después de los atentados de Nueva York del 11-S, envalentonado por las circunstancias internacionales (Mohamed VI se presentó desde entonces como un “firme anti-islamista”) y el apoyo francés[3], el sultán marroquí retiró al embajador en Madrid el 27 de octubre de 2001, sin dar explicación alguna. El 7 de julio de 2002, coincidiendo con la boda del sultán, un pequeño destacamento marroquí ocupa el islote de Perejil, próximo a Ceuta. Esta provocación fue una prueba de fuerza, pues el ejército moro, por vez primera desde 1993, había retirado sus mejores unidades del Sáhara y las había trasladado al norte. Pa rece que Ceuta y Melilla iban a ser el “regalo de bodas” del nuevo sultán. Pero en esta ocasión le falló el apoyo total de los EEUU, que no resultó el esperado: las peticiones del gobierno de Aznar, solicitando restablecer la situación anterior, fueron escuchadas y los norteamericanos permitieron a las tropas españolas recuperar el islote en una operación sin bajas realizada el 17 de julio. La mediación del secretario de estado, que en aquel momento era Collin Powell, evitó un conflicto armado de mayores proporciones. Aparentemente, Mohamed VI aceptó su derrota y las relaciones diplomáticas se restablecieron en febrero de 2003. Sin embargo, después de este incidente, los servicios de información españoles esperaban una respuesta por parte de Marruecos…

El siguiente acontecimiento debido a Marruecos fueron los atentados del 11 de marzo de 2004, terrible matanza cometida por terroristas marroquíes, que ocurrió justo a tiempo para cambiar el resultado de las elecciones generales, las cuales se celebraban tres días después, y en las que resultó vencedor Rodríguez Zapatero. Lo cual demuestra un profundo y especial conocimiento de la situación española en aquellos días, conocimiento que es increíble pensar que pudieran tener los autores materiales de la masacre. Además el grupo asesino estaba infiltrado por la policía marroquí, con lo que no hay duda de quién organizó la matanza. (Con esta afirmación no se quiere sugerir que fuera Marruecos exclusivamente el único responsable de los atentados. Solo nos atenemos estrictamente a los hechos conocidos y al tema de este artículo).

Rodríguez Zapatero debe, pues, su llegada al poder a los asesinatos del 11-M. Y a Marruecos se dirigió en su primera visita oficial al extranjero. Muy bien recibido por el sultán, anunció el comienzo de una nueva etapa en las relaciones con nuestro “vecino del sur”, que ahora pasaba a ser prioritario. En los siete años transcurridos desde entonces ya hemos visto lo que aquella declaración significaba en realidad: las continuas humillaciones, la subordinación de cualquier interés nacional al tirano alauita, etc. En resumen, parece que, dentro del plan para la destrucción sistemática de nuestra Patria (tarea muy avanzada, como por desgracia está a la vista) en la que se ha empeñado el citado dirigente y su partido en estos últimos años, se cuenta con el sultán marroquí como un gran aliado.

 

8. Un partido islamista en España

Para finalizar este resumen de las relaciones hispano marroquíes, vamos con un hecho sucedido este año pasado de 2010. Nos referimos a la presentación en público de un partido islamista que se pretende español. Nos referimos al PRUNE: el Partido del Renacimiento y la Unificación de España.

Si nos fijamos en las siglas, enseguida nos llaman la atención ¿a que renacimiento se refiere? Evidentemente, tratándose de un partido que se dice islamo demócrata (lo cual es una contradicción en los términos, como sabe cualquiera que conozca un poco la religión de Mahoma) solo puede referirse al renacimiento del Califato de Córdoba. Y aquí enlazan los intereses de Marruecos con todo el separatismo proislámico andaluz que fundó Blas Infante ¿Y la unificación? Como ya se ha dicho anteriormente, una de las consecuencias de la imposición del liberalismo en España ha sido la aparición y el desarrollo de los separatismos, ahora llamados nacionalismos. La constitución de 1978 ha institucionalizado estos separatismos con las autonomías, que no son más que diecisiete “mini estados” que, centralizando a su vez sus respectivas regiones o provincias, reproducen el estado central, convertido ahora en una “presidencia” coordinadora casi confederal. En la práctica, lo único que se ha conseguido, además de multiplicar el control estatal y la burocracia hasta extremos inverosímiles, ha sido fortalecer los separatismos existentes y provocar la aparición o el refuerzo de otros nuevos. Es claro que este proceso va a desembocar, antes o después, en la ruptura definitiva del estado actual. Esto es fácil de ver y ahí es donde entra el PRUNE, buscando adelantarse a los acontecimientos, propone una reunificación de España… en torno al islam, nada menos.

Además, citamos esta organización por otro motivo muy importante: la aparición de este partido islámico significa que la invasión mahometana en curso entra en su segunda fase: el acceso a las instituciones para su conquista. Por ello, en estos comienzos de la citada segunda fase, actúan de forma muy discreta y sobre todo quieren acostumbrarnos a que se presenten partidos islámicos en las elecciones. Ellos mismos así lo afirman, aunque con otras palabras. Esto se debe a que, sencillamente, desvelar los hechos con claridad, como estamos intentando hacer aquí, resulta muy revelador. Y para evitar descubrir sus verdaderas intenciones, así como pre venir cualquier movimiento defensivo, ahora buscan sobre todo no asustar. Proclaman a los cuatro vientos “que no van a islamizar España”, “que no les promueve Marruecos “que sus centros sean Granada y Asturias es solo una coincidencia”, etc. Pero los españoles ya conocemos la “moral” mahometana y sabemos que los moros mienten más que hablan. Así que, con darle la vuelta a sus propias afirmaciones, podemos obtener una estupenda información de primera mano.

 

9. Hacia una conclusión

Con la exposición histórica que acabamos de terminar, y al hilo de la cual ya hemos expuesto algunas reflexiones, llegamos al presente año de 2011, trece siglos después de aquella primera invasión de Tarik. Hemos visto cómo hoy día tiene lugar otra invasión, muy diferente en sus medios y en algunas circunstancias, pero idéntica en el fondo, pues responde al mismo espíritu que la primera: el espíritu de la falsa religión de Mahoma. Y ese profundo espíritu anticristiano del islam coincide plenamente con el proceso de secularización que la Revolución ha ido imponiendo en nuestra querida y pobre Patria en estos dos últimos siglos.

Citamos a Vázquez de Mella: “el principio anticristiano, expresado en el naturalismo jurídico (…) es la esencia del liberalismo, que siempre va a parar en la ateocracia”[4]. Este principio anticristiano es también el motor del Islam: el odio especial contra todo lo cristiano se evidencia siempre en las actuaciones de esta secta, desde que Mahoma la fundó. Por esta esencial coincidencia, hace tiempo que la confluencia del NOM liberal-socialista con el mahometanismo, es una realidad. Para darse cuenta con claridad, basta atender a los hechos. Veamos, por poner un ejemplo, cómo se aplica la tan cacareada libertad religiosa por el gobierno central y los de las autonomías actuales: cerrando iglesias y abriendo mezquitas; regalando dinero continuamente a Marruecos[5] y procurando quitárselo a la Iglesia; con el proyecto de nueva ley de libertad religiosa se vio claramente que uno de sus objetivos era quitar los crucifijos de los lugares públicos; pero el pañuelo en la cabeza de las mujeres mahometanas (y ya ponerlos al mismo nivel es una ofensa comparativa), ese hay que respetarlo; los ataques y profanaciones de templos se reservan solo para las capillas o iglesias católicas, etc.

Todos estos hechos (y muchos más que no hay espacio para mencionar) evidencian que la tarea destructiva en que se ha empeñado la Revolución[6] contra nuestra Patria, esta llegando a su término: se busca rematar a España con su descristianización total y completa. Y, para ello, ¿qué mejor medio que la islamización de esta antigua nación católica? Así se explica cómo es posible que la nueva invasión mahometana cuente con el apoyo de todo el régimen actual: políticos, clérigos, periodistas, el Jefe del Estado, sindicatos, empresarios… es decir, las instituciones políticas y clericales, los medios de comunicación, las grandes y pequeñas empresas… en fin, todo el sistema político y religioso sin excepción. Porque el régimen progresista y laicista que hoy soportamos quiere arrasar los últimos restos de catolicismo auténtico que aún puedan quedar y así terminar la destrucción de nuestra Patria de forma completa e irreversible.

Podemos concluir afirmando que la islamización actual es parte de la estrategia del laicismo de última generación para rematar del todo la destrucción de España. Así se explica que el apoyo a esta nueva invasión sea “política de estado”, nada menos.

Esta es la sencilla y terrible realidad que nos ha tocado vivir a nuestra generación. Ciertamente no es un panorama alentador. Pero tampoco lo era el que tuvieron nuestros mayores hace trece siglos. A la invasión sarracena le siguieron once años de terror, destrucción, crímenes e injusticias. Y hasta que en 722, D. Pelayo vence a los moros en Covadonga, ni siquiera había un resquicio para la esperanza humana… Pero guardaron la Fe verdadera. Esa Fe es lo único que pudo darles la fortaleza necesaria para emprender una tarea colosal, como fue la Reconquista. Y así dieron con la clave que les permitió obtener la victoria a sus descendientes.

Sigamos nosotros su ejemplo. Guardemos la única Fe verdadera, la que trajo a nuestra tierra Santiago Apóstol, precisamente para que se la transmitamos íntegra e intacta a las próximas generaciones. Y obtengamos de la Santísima Trinidad, Único Dios Verdadero, por medio de esa Fe en Él, la fortaleza, el ánimo y la energía necesarias para restaurar nuestra Monarquía Católica, que sigue siendo la única solución auténtica, como lo fue hace trece siglos. La historia de España en este milenio largo así nos lo confirma, por si fuera poco lo que nos enseña nuestra Fe. No sabemos lo que nos deparará el porvenir, pero recordemos también a nuestros antepasados, que habían perdido a su rey legítimo en Guadalete, once años antes de Covadonga. Y que Don Pelayo solo tenía unos pocos leales a su lado en dicha batalla, y con ellos venció en el momento decisivo.

Entre las dificultades especiales que padecemos hoy día, la principal es, sin duda, la crisis que atraviesa la Iglesia desde el Concilio. Porque nuestra Fe era el fundamento de Las Españas y la apostasía reinante puede significar el fin definitivo de nuestra Patria. Por eso, ahora, hace falta, ante todo, restablecer la Fe católica, arrasada por el modernismo triunfante… pero la posibilidad de conservarla ha quedado reducida prácticamente al ámbito individual. En cambio, la restauración general será un gran acontecimiento mundial, como universal es la crisis que sufre la Iglesia.

Solo Dios sabe qué pasará con esta nueva pérdida de España que vemos a nuestro alrededor. Quizá la Providencia tenga para nuestra Patria unos planes semejantes a lo que ocurrió hace trece siglos. Lo único seguro, hoy como entonces, es que la clave del combate es la Fe Católica auténtica y que hemos de pelear sin cálculos humanos de “eficacias” aparentes; solo buscando cumplir la Voluntad de Dios, como es nuestro deber: defender el honor y los derechos de la Santísima Trinidad, porque, además, solo ahí está cifrada la salvación de nuestra Patria.

 

[1] El califato turco fue abolido por esta revolución. Desde entonces se halla vacante el cargo de Califa o jefe religioso de los mahometanos.

[2] Aquí comenzaron a establecerse renegados españoles que forman la quinta columna del islam en España, como en su día fueron los moriscos, pues son el principal apoyo del PRUNE, en el que ocupan importantes puestos.

[3] El apoyo francés a Marruecos suele ser cercano y directo, porque se halla entre los países de su órbita. El apoyo de los EEUU es más bien tácito y lejano, propio de quien se sabe la primera potencia mundial.

[4] “Leyes históricas que confirman las relaciones de la Iglesia y el Estado”, Discursos parlamentarios, tomo I.

[5] Un ejemplo reciente es la nota de prensa del 7 de marzo de 2011: “El Ministerio de Asuntos Exteriores regala 12 millones de euros a Marruecos para su sistema educativo”. El pago ya se había realizado en el último trimestre de 2010.

[6] La revolución liberal en el siglo XIX; la revolución en su fase socialista durante el XX; y en su fase demócrata laicista actual, en estos comienzos del siglo XXI.