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Número 495-496

Serie XLIX

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La muerte del tiempo

TRES LIBROS

Se me hace difícil escribir unas palabras para el público francés, ya que la larga tradición sociológica francesa oscurece, las más de las veces, las reflexiones sociológicas venidas de España. Casi, podríamos afirmar, es en el ámbito de reflexión galo donde se iniciaron las primeras categorizaciones sociológicas y antropológicas sobre el tiempo. Émile Durkheim, bajo la influencia neokantiana, atribuyó a las categorías aristotélicas la dimensión de “representaciones esencialmente colectivas”. Entre las categorías posibles, el tiempo y el espacio ocuparían en la obra de Durkheim un papel preponderante, al considerarlas unas categorías necesarias para el surgimiento de la sociedad. No podría existir un colectivo que previamente no hubiera consensuado el sentido del tiempo y el sentido del espacio. Con otras palabras, la configuración de una representación colectiva, respecto a estas dos dimensiones de la existencia, sería la condición sine qua non para la vida de la propia sociedad. Durkheim nos deja entre ver que estas representaciones fundamentales son, paradójicamente, las más interiorizadas y difíciles de explicitar. De ahí que cualquier ser humano, inmerso en su propia cultura, “universalice” esas categorías y las perciba bajo una “normalidad” que le impiden reflexionar sobre ellas. Ya san Agustín nos desvelaba la dificultad de contestar a la pregunta sobre el tiempo. Durkheim, a su vez, proponía que el acceso a estas categorías debía realizarse posiblemente no tanto a través del conocimiento científico, sino por medio del conocimiento mitológico.

Siguiendo la estela de Durkheim, Marcel Mauss revitalizó la idea de “representaciones colectivas”, insistiendo en su condición de “constructo” cultural. Reconociendo la importancia del lenguaje en la configuración de las representaciones colectivas, Mauss incidió en la importancia de otros elementos no estrictamente lingüísticos a la hora de elaborar esas representaciones. Especialmente en la “construcción” cultural del tiempo encontraremos que tanto las ritualizaciones, como el arte, como los enterramientos, las sinergias de las modas o las tensiones religiosas, entre otras causas, se pueden convertir en manifestaciones simbólicas del “sentido” del tiempo de una cultura. Desentrañar este “sentido” del tiempo, nos puede transportar a un conocimiento sumamente más profundo del que nos tiene acostumbrado la sociología cuantitativa, o meramente epifenoménica. Más aún, entre las propuestas de este libro encontraremos el deseo de penetrar en la posmodernidad como aquella cultura que ha intentado eliminar una de las constantes “temporales” de todas las culturas: la eternidad. Zygmunt Bauman advertía, refiriéndose a la posmodernidad, que “la devaluación de la inmortalidad sólo puede augurar una revolución cultural, posiblemente el hito más decisivo de la historia cultural humana”. El intento cultural –más o menos consciente– de reconfigurar simbólicamente el “más allá”, para trasladar su importancia al “más acá”, nos explicaría buena parte de los fenómenos que caracterizan la posmodernidad: absolutización del presente, triunfo de las modas como configuradoras de la identidad, crisis del concepto de historia, muerte o sinsentido de la tradición, el consumismo como leit motiv existencial, la desideologización de las masas o procesos de desmemorización colectiva.

Otro sociólogo francés, Maurice Halbwachs, nos aportará interesantes elementos de reflexión sobre la “memoria colectiva”. En varias de sus obras y artículos, especialmente en Les Cadres Sociaux de la Mémoire (1925), Halbwachs incide en la idea de la capacidad de cualquier grupo o sociedad por crear un sistema global de pasado que permite la rememorización individual y colectiva. Tras su muerte, se editaron varios escritos bajo el genérico título de La mémoire collective. La obra, un poco deslavazada, suscita fascinantes sugerencias sobre la distinción entre historia y memoria colectiva. Toda sociedad tiene una historia pero, a la vez, toda sociedad necesita configurar una “memoria colectiva” que no tiene necesariamente que coincidir con su propia y objetiva historia. Esta memoria colectiva puede tener un claro sentido “funcionalista” y, aunque Halbwachs pensara en su aplicación al nacionalismo de principios del siglo XX, se puede aprovechar para entender ciertas dinámicas sociales actuales. La reconfiguración posmoderna del pasado y la tradición, se ha incorporado a una extraña memoria colectiva que domina nuestra posmodernidad. Al mismo tiempo que rechazamos explícitamente nuestro pasado en cuanto que posible condicionante de nuestro presente (la aversión occidental a su propia Edad Media es un claro ejemplo), nuestra sociedad posmoderna gasta energías en remodelar los pasados recientes bajo la nostalgia. La nostalgia, viene a ser un sucedáneo de la historia que se incorpora a nuestra memoria colectiva. Estamos ante el intento de remodelar el pasado y dominarlo. Con otras palabras, tratamos de impedir que él nos domine. Constantemente recuperamos modas de sucesivas décadas del siglo XX, anhelamos las recetas culinarias tradicionales, coleccionamos imitaciones de objetos antiguos, añoramos un mundo rural y más natural. El mercado y la cultura del consumo nos proporcionan constantemente ese pasado que sustituye a la historia. Las tesis de Halbwachs no podrían entenderse sin verlas como parte de una polémica con Henri Bergson. La tesis doctoral de este último, titulada Essai sur les données immédiates de la conscience (1889), causó un gran revuelo en la intelectualidad francesa. De la obra de Bergson, sólo queremos destacar la importancia que establece entre la memoria individual y la memoria colectiva. Halbwachs retomará el concepto bergsoniano de memoria-hábito (aquellos que se manifiestan útiles para el presente). Del análisis de cómo se configura y “actualiza” este recuerdo, se propondrá aquella contundente afirmación: “la memoria es presupuesto o condición de grupo”, esto es, no hay recuerdo sin vida social, pero tampoco hay vida social sin recuerdos.

Poco a poco, las reflexiones sociológicas sobre el tiempo se fueron multiplicando y enriqueciendo (aunque manteniéndose en un discreto segundo plano de la ciencia sociológica). Será Georges Gurvitch, ruso de nacimiento, pero nacionalizado francés en 1928, el que nos propondrá la existencia de una multiplicidad de tiempos sociales. Igualmente heredero de las tesis bergsonianas y del método hiperempírico dialéctico, Gurvitch llegará a categorizar las formas de tomar conciencia de los tiempos sociales. Habrá, a su entender, tiempos retenidos, percibidos, simbolizados, conceptualizados, cuantificados y dominados o no dominados. Estas formas de tomar conciencia deben combinarse con diferentes categorías del tiempo social: “temps de longue durée et au ralenti, temps trompe-l´oeil, temps des battaments irréguliers entre l´apparition et la disparition des rithmes, temps cyclique, temps en retard sur lui-même, temps d´alternance entre retard et avance, temps en avance sur lui-même y temps explosif ”. Estas ocho categorías nos muestran la riqueza conceptual a la hora de matizar sobre las posibles formas de percibir socialmente el tiempo. Sería excesivamente largo y temerario, desarrollar en esta introducción el pensamiento de Gurvitch y sólo nos limitaremos a constatar su preocupación por la extremada ambigüedad del tiempo histórico en relación con nuestro presente. Ello explicaría el porqué de la eficacia de las constantes manipulaciones del pasado y de vital importancia para la legitimación de las estructuras de poder modernas y –sobre todo– posmodernas. Este tema traté de desarrollarlo en una obra, traducida también al francés, Du pouvoir dans la modernité et la postmodernité ( Hora Decima, 2005). Si bien la modernidad política y con ella los Estados absolutos trataron de dominar el pasado (no olvidemos que la creación de los museos coincide con la aparición de los Estados absolutos), la posmodernidad política se puede entender como una dominadora sutil y simbólica del tiempo, sea el pasado, el presente o el futuro.

Las relaciones entre el poder y el conocimiento fueron estudiadas con peculiar singularidad por Michel Foucault. Toda la escuela estructuralista francesa, y sus secuelas postestructuralistas, hoy cobra especial importancia a la hora de analizar una crisis en la concepción del tiempo propio de nuestra cultura occidental. En La arqueología del saber, Foucault reprocha el mecanicismo del discurso marxista, su sentido lineal de la historia y su teleología. No es que Foucault sea original en esta crítica pues es heredero de Marcuse o Lévi-Strauss. Pero toda su obra nos revela un profundo desencanto respecto a las categorías temporales que habían conformado la modernidad. Si bien el marxismo, y sus ideas implícitas de “progreso” y “revolución”, parecían culminar la modernidad, hoy presenciamos la lenta agonía de esta modernidad que deja paso a la posmodernidad. El postestructuralismo representará intelectualmente la constatación de una profunda crisis conceptual y vital que sufre nuestra civilización.

Este libro, que presento al público francés, es fruto de las reflexiones compartidas con mis alumnos de sociología de la Universidad de Barcelona. Desde hace años introduje en el temario, inducido por las lecturas de Mircea Eliade, un tema titulado “La construcción cultural del tiempo”. Con el paso de los años, y constatando el interés que suscitaba el tema, decidí ampliarlo y titularlo: “La construcción cultural del espacio y del tiempo”. El objetivo de este tema era que los alumnos percibieran las profundas transformaciones que está sufriendo nuestra cultura. Así como que entendieran que buena parte de sus actitudes existenciales derivaban de la extraña conjunción que adquiere en la posmodernidad el sentido del tiempo. De esas clases ha surgido este libro. El texto tiene un claro sentido interdisciplinar y no pretende acogerse a ninguna escuela sociológica o autor mencionado anteriormente. Más bien, el complejo tema del tiempo sólo puede ser acotado desde la humildad sociológica. Así, deseo realizar mi pequeña contribución a la tradición sociológica francesa en su intento por comprender el tiempo.

 

(N. de la R.) Ha aparecido hace unos meses, en traducción de Jeanne Dumont, la versión francesa (La mort du temps, Presses Universitaires de Limoges, Limoges, 2010) del libro de nuestro colaborador Javier Barraycoa Tiempo muerto. Tribalismo, civilización y neotribalismo en la construcción cultural del tiempo (Scire, Barcelona, 2005). Ofrecemos a nuestros lectores la presentación redactada por el autor para la edición francesa, inédita en castellano.