Índice de contenidos

Número 521-522

Serie LII

Volver
  • Índice

Daniel Estuli, El club de los inmortales

Daniel Estulin, El club de los inmortales, Barcelona, Ediciones B 2013, 275 págs.

Daniel Estulin, autor de La verdadera historia del Club Bilderberg, era lo que se denomina un periodista de investigación, que se ha reconvertido en autor de éxito de obras de ficción y de investigación.

La obra que reseño de periodismo de investigación podría dividirse en dos partes: los tres primeros capítulos están dedicados a tratar de demostrar la trayectoria de las líneas maestras de la dirección del mundo por encima de fronteras y bajo la dirección de una élite que fundamentalmente está integrada en el club Bilderberg; los dos últimos capítulos están dedicados preferentemente a las nuevas tecnologías en estado todavía embrionario pero que presumiblemente cambiarán el mundo y que se centran principalmente en la manipulación genética, la psicología y mecánica del cerebro, la información y la nanotecnología.

La obra describe los supuestos planes mundiales de un grupo selecto del Club Bilderberg. Como todas las obras de este tipo, defensoras de una teoría conspiratoria, es irrelevante el saber si se trata de una obra que relata hechos reales o más o menos imaginados; lo verdaderamente interesante es comprobar si los hechos se estarán desarrollando como se describen o no y si las perspectivas del futuro siguen el camino descrito. Lo cierto es que si tomamos como plantilla lo que se relata en el libro y lo aplicamos a la realidad presente, coinciden casi exactamente y parecen razonables las proyecciones a 30 años vista partiendo de la realidad presente de los últimos avances técnicos y científicos y de su empleo por los poderes efectivos del mundo.

Desde luego hay algunos datos que dan lugar a especulaciones y conclusiones que me parecen aventuradas, pero en lo referente a la aspiración de reducir la población mundial en 5.000 ó 6.000 millones de personas a medio plazo, reduciendo la población del mundo a 1.000 ó 2.000 millones de habitantes, no es ningún descubrimiento pues desde numerosas instancias oficiales y oficiosas eso se ha declarado explícitamente desde hace décadas. Lo mismo ocurre con la concentración de corporaciones industriales, comerciales o financieras que forman conglomerados multinacionales a su vez conectados y que actúan como oligopolios, pues eso es un presente y no un futuro. En lo que respecta a la reducción de la población los que «sobran» son los demás y particularmente los que están fuera del mercado porque apenas consumen nada, como recoge el autor en la pág. 58: «Los encargados de imponer esta política comulgarán básicamente con la ideología del crecimiento cero: la idílica vida de los comilones inútiles como Henry Kissinger ha llamado a cualquiera que viva por debajo del trópico de Cáncer».

El club de Roma, fundado en 1968, ya publica en 1972 el famoso informe titulado Los límites del crecimiento, que estimaba que los recursos de la tierra se agotarían en los próximos 40 años. Llegaba a la conclusión de que «el auténtico enemigo es, pues, la misma humanidad» (pág. 29).

El mantener en la ignorancia a la masa de población a través de una educación de muy baja calidad combinada con la telebasura, no se sabe si es algo planificado con la finalidad de tener disponible una masa manipulable como afirma el autor, pero lo cierto es que se desarrolla sistemáticamente como si realmente estuviera planificado.

Es significativo lo que recoge el autor en la pág. 40: George Ball, director de Lehman Brothers y subsecretario de Estado para Asuntos Económicos con Kennedy y el presidente Johnson, en la Conferencia del club Bilderberg, celebrada en Canadá en 1968, anunció un proyecto para constituir lo que llamó la Empresa Mundial. Según Pierre Beaudry, citado por el autor: «Para Ball, la misma estructura del Estado-nación y la idea de mancomunidad, o el bienestar general de un pueblo, representaban el principal obstáculo ante cualquier intento de saquear libremente el planeta…». Esto a su vez está en consonancia con lo que se afirma en la pág. 46: «Si nos fijamos en las políticas de la Comisión Europea con respecto a España, por ejemplo, veremos que cancelaron todos los programas que hubieran permitido la recuperación del país, como por ejemplo el 25% del presupuesto científico. Creo que está muy claro que nadie en la U.E. tiene intención de que España se recupere».

Respecto a la llamada «revolución verde» (pág. 40), el juicio que le merece es que es simplemente la cobertura para imponer la agroindustria que está controlada por los gigantes químicos que controlan las semillas, los fertilizantes, los insecticidas y los herbicidas. Citando una declaración de Henry Kissinger de los años sesenta: «Si controlas el petróleo, controlas el país; si controlas los alimentos, controlas la población».

Una gran parte de las actuaciones a nivel global confluyen en el objetivo de reducción de la población y en su control. Así en la pág. 75 nos dice que en abril de 1974, en un informe sobre seguridad nacional elaborado por Henry Kissinger, NSSM 200, se afirmaba que el control de poblaciones era un requisito imprescindible para que EE.UU. proporcionara ayuda alimentaria y de otro tipo a países extranjeros como Chile y otras naciones. El objetivo era un plan de control drástico de la población mundial, es decir para reducirla a 3.000 millones de personas hacia el año 2050, con la excepción de EE.UU. que aumentaría su población.

Poco importa que esta obra sea de ficción o el relato periodístico de algo que está sucediendo, lo importante es testar si lo que sucede está en consonancia con lo que se describe y si el futuro inmediato sigue la trayectoria de lo que se relata como programada. De existir un plan, ante este panorama la tentación es darlo todo por perdido, pero las batallas no están perdidas hasta que uno de los contendientes se declara perdedor.

El autor deja un resquicio para la esperanza, aunque para mí, la defensa contra esta deriva se encuentra principalmente en el Catolicismo y también en quienes no están dispuestos a renunciar a una moral natural. Por otra parte, la minoría que al parecer trata de controlar y dirigir el mundo, aparte de ser insignificante en número, contra lo que se suele creer no tiene nada de genial sino que por el contrario es generalmente de una inteligencia y cultura mediocres disimulada por una falta de escrúpulos notable y que se aprovecha de que existe un numeroso colectivo de esbirros dispuestos a venderse baratos.

Antonio DE MENDOZA