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Número 541-542

Serie LIV

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Geoffrey Parker, Felipe II. La biografía definitiva

Geoffrey Parker, Felipe II. La biografía definitiva, Barcelona, Planeta, 2015, 1383 págs.

El último libro del autor, conocido hispanista en ambientes académicos oficiales y políticamente correctos, se ha lanzado al mercado editorial con la pretensión de ser, nada menos, que la biografía definitiva del gran monarca español. Sin embargo, para cualquier lector dotado de formación y objetividad, el resultado no puede ser más decepcionante y diferente del pretendido.

Nos hallamos ante un grueso volumen con varios cientos de páginas de un aparato crítico aparentemente impresionante, pero que carece de un elemento importante: un índice general completo que incluya los epígrafes de cada capítulo. Estos permitirían hacerse una idea de conjunto, certera y detallada, desde el primer momento, del carácter de la obra, al encontrar títulos como «¿Un rey asesino?», «Limpieza étnica», «El nuevo Salomón y María la Sanguinaria» o «¿Porqué no querían a Felipe II los españoles?», que muestran claramente la línea ideológica del autor. En cuanto a la bibliografía, a pesar de ser tan numerosa, baste un botón de muestra para apreciar su carácter sesgado: cuando se comentan los libros que, a la sazón, buscaban contrarrestar la entonces naciente Leyenda Negra, se omite a Bernal Díaz del Castillo y Fray Toribio de Benavente, cuyos escritos son los principales en este punto.

Mención expresa merecen las ilustraciones centrales que se hallan en esta edición, en las que encontramos, desde juicios insultantes (eso sí, con la típica sutileza británica) como llamar al Duque de Alba «casi siniestro», a burdas tergiversaciones. Es el caso de la lámina 22, a cuyo pie se lee: «Cristo concede la insignia del poder a Felipe II, mientras el Papa mira la escena con envidia […]», cuando basta observar con algún detenimiento el grabado para poder apreciar que N. S. Jesucristo entrega la esfera del mundo tanto a uno como a otro, pues ambos la reciben con las dos manos y todos los símbolos que rodean la entrega hacen referencia al rey así como al pontífice. Es decir, se trata de una representación de la doctrina católica de siempre sobre los dos poderes, el temporal y el espiritual. Quizás la editora (que es de Historia 16, lo cual ya es muy significativo), conociendo el paupérrimo nivel cultural español, haya pensado en los que, ante un grueso volumen como el que comentamos, se limitan a «mirar los dibujos», para endosarles imágenes como ésta convenientemente falseadas por el comentario.

Según se avanza en la lectura del libro y camuflados en un estilo prolijo y detallista en extremo, va apareciendo los rasgos de la tesis fundamental del autor: se da una imagen muy negativa ya de Carlos I, rematada por la magnificación de su fracaso ante Metz y se expone en un apartado titulado «Némesis», con lo cual se está calificando de forma implícita al padre de Felipe II como un tirano soberbio. Sin embargo, en páginas anteriores, se ha reconocido que el emperador siempre buscó, a lo largo de su reinado, tanto la defensa de la Religión Católica como el bien común de sus súbditos. Esta despreocupación por las contradicciones y el comenzar afirmando algo para terminar inclinándose por su contrario son otra característica del estilo del autor, siempre dentro de la vaguedad que le permite el bajar continuamente a detalles de poca o relativa importancia, y de los que se da muchísima información, ya que las citadas contradicciones quedan difuminadas en esa gran maraña de datos.

También encontramos algunos anacronismos impresionantes, entre los que destaca el de llamar «limpieza étnica» al reasentamiento de los moriscos. Un grupo de población mahometana, que usaba los mismos métodos que los «yihadistas» actuales y de siempre, convicto y confeso de todo tipo de atrocidades, de sublevarse contra el rey que les acoge y de aliarse con uno de sus peores enemigos; ¡y no solo no se les aplica ninguna represalia fuera de la ley sino que se les realoja en otros lugares del reino! Llamar a esto «limpieza étnica» es una barbaridad que basta, por sí sola, para desacreditar todo el libro desde el punto de vista de la historia auténtica, de la fidelidad a la realidad de los hechos y del mismo sentido común.

Toda la obra se mantiene en el mismo tono general de tratamiento superficial y lleno de tópicos sobre la figura de Felipe II y su época: la política de alianzas matrimoniales de los Reyes Católicos se convierte en «casualidad dinástica»; trata los escritos de Pérez como si fuesen fuentes fiables o los de Las Casas como si no fueran una sarta de exageraciones tendenciosas; la Inquisición, por supuesto, es un ente horrible donde se hallaría todo el mal sin mezcla de bien alguno, etc. El enorme aparato crítico y de fuentes, al final, no es más que «marketing» actual para vender más y mejor el producto, dándole una apariencia de rigor por medio de la confusión de la cantidad con la calidad.

Para concluir, hay que decir que nos hallamos ante una versión retocada y actualizada de la Leyenda Negra que podríamos calificar de post moderna y, en algunos puntos, suavizada en las formas de expresión, siempre bajo las apariencias de la masa de información histórica, que en realidad no es más que acumulación de datos en una cantidad apabullante. Esos datos se manejan para sostener la tesis más rancia del anglicanismo típico «anti papista»: la Monarquía Católica Hispánica fue el Imperio Global más poderoso de su tiempo hasta el fracaso de la Gran Armada contra Inglaterra, claro está. Para mantener dicha tesis se difumina hasta casi eliminar el último gran éxito de Felipe II antes de su muerte, como fue el triunfo del Catolicismo en el reino de Francia, gracias al apoyo español al bando ortodoxo. Aquella es la tesis de fondo de esta reedición de la historiografía progresista y antiespañola característica del último medio siglo hasta hoy, de publicaciones pésimas, tendenciosas o propagandísticas y que no se limita al ámbito editorial, sino que abarca desde leyes como la llamada de «memoria histórica» hasta la versión estalinista de la última guerra civil que estudian, obligados a ello, nuestros hijos en colegios e institutos. Todo un programa de Revolución Cultural dirigido a pervertir y tergiversar la historia de nuestra Patria para así, arrancar y alejar a la población entera de sus orígenes y de sus raíces auténticas.

Eugenio BARRERA