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Número 551-552

Serie LV

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José Díaz Nieva, El nacionalismo bajo Pinochet: 1973-1993

José Díaz Nieva, El nacionalismo bajo Pinochet: 1973-1993, Santiago de Chile, Historia Chilena, 2016, 182 págs.

José Díaz Nieva se ha convertido en uno de los más cabales conocedores de la historia política contemporánea de Chile, muy especialmente de los grupos minoritarios etiquetados por los mass media como «de derechas», si bien Díaz Nieva lleva demostrando por activa y por pasiva que dicha etiqueta no es válida. Un buen ejemplo de esto último es el general Gustavo Leigh quien, a pesar de no ser considerado parte del nacionalismo por Díaz Nieva, sí se convirtió en un punto para el mismo, en particular sus críticas al capitalismo y sus lacras (págs. 22-24).

El libro que ahora comentamos se convirtió en un éxito de ventas en el difícil sector historiográfico-académico en la reciente Feria Internacional del Libro de Santiago de Chile, celebrada la última quincena de octubre del 2016. Este hecho indica que el profesor Díaz Nieva está arrojando luz sobre un tema insuficientemente conocido: el nacionalismo chileno. Y que esa misma área gris de conocimiento despierta interés. En verdad que Pepe Díaz Nieva lleva abordando este tema desde hace lustros, pues sus dos tesis doctorales (tanto la de Derecho como la de Historia) ya tenían que ver con estos asuntos. Más recientemente nos proporcionó dos obras claves para poder entender un fenómeno político chileno de corte nacionalista insuficientemente conocido y ponderado, como fue el de Patria y Libertad, con la antología de textos que él preparó (Patria y Libertad: la vanguardia juvenil contra Allende, Barbarroja, 2014) y luego con un profundo análisis sobre el tema (Patria y Libertad: el nacionalismo frente a la Unidad Popular, Centro de Estudios Bicentenario, 2015).

En la obra que comentamos el autor se centra en el período de la dictadura pinochetista (1973-1993). Fueron tiempos que coinciden con un punto álgido de la guerra fría, con particular relevancia en Hispanoamérica (a lo que habría que añadir el Plan Cóndor o el papel jugado por los servicios secretos brasileños, pág. 153). No se debe olvidar este contexto geopolítico a la hora de entender el momento histórico abordado en esta obra. Precisamente una de las tesis principales de nuestro autor es que mucho de lo que se engloba como «nacionalismo» no fue sino una mera reacción frente al comunismo que no dejaba de extenderse como una mancha de aceite por muchos lugares del mundo.

Como tampoco se puede olvidar que el Chile contemporáneo, henchido de neoliberalismo del corte más rabiosamente monetarista, auténtico banco de pruebas de los secuaces de Milton Friedman y cuya Constitución vigente (la de 1980) fue escrita en un Departamento de Economía de Chicago, precisamente hunde sus raíces en el insuficiente input que tuvo el nacionalismo durante el régimen de Pinochet; todo ello en beneficio de sectores más tecnocráticos y neoliberales e incluso de los gremialistas (págs. 16-21). Cabe preguntarse qué hubiera sucedido si en los sucesivos gobiernos pinochetistas hubiera sido menor la presencia de la germanía monetarista y mayor la de aquellos sectores identificados con el nacionalismo. Quizás el Chile de hoy día no adoleciera de las hirientes diferencias sociales que el nacionalismo chileno denunciaba y el influjo nocivo de figuras como Jaime Guzmán hubiera sido menor; respuesta esta última que Díaz Nieva hábilmente elude, aunque entre líneas puede inferirse su parecer.

Es cierto que algunos sectores nacionalistas, vinculados al Movimiento de Acción Nacional (MAN), pudieron llegar a tener cierta incidencia en gabinetes pinochetistas; y ello a pesar las denuncias de su liberalismo político y económico (pág. 62). Este colaboracionismo llegó a la cuadratura del círculo cuando un sector del MAN, una vez disuelto éste, se suma en una suerte de contubernio contra natura aupado por Andrés Allamand donde se daban cita liberales, demócrata-cristianos y otras conspicuas corrientes nonacionalistas (págs. 63-64). Otro sector procedente del MAN se integraría Avanzada Nacional (Av. Nac.), pero algunos de sus líderes más cualificados se rebelarían cuando la prensa expuso que algunos de sus dirigentes se hallaban implicados en turbulentas matanzas llevadas a cabo por los servicios secretos al tiempo que pavoneaban su gangsterismo (págs.. 82-84). Av. Nac. también se ve retratada en las páginas 97 a 103 haciendo honor al famoso dictum de que «la política crea extraños compañeros de cama».

Los capítulos VII (La frustración de una carrera presidencial) y VIII (Ni diputados ni senadores para el nacionalismo) son la historia de una impotencia o una insuficiente eclosión y de las internas del movimiento nacionalista para sacar a Pablo Rodríguez como candidato presidencial. Incluso con alguna queja fuerte hacia lo que fue el actuar de un sector de la Iglesia Católica (pág. 86). El profesor Díaz Nieva va señalando hitos y hechos donde se ve el actuar de los Servicios de Inteligencia chilenos, de la propia oligarquía empresarial o del sistema/casta partitocrático chileno, de rancio sabor cipayo, para evitar un candidato nacionalista (como el mencionado Rodríguez o la candidatura alternativa y populista del empresario Francisco Javier Errázuriz) contrario a sus intereses (págs. 87-95).

En una Patria hermana como la chilena, donde el centralismo es rampante, los capítulos IV y X sobre el Partido del Sur se nos antojan casi un oasis. En efecto, ésta ha sido una de las pocas formaciones que ha planteado propuestas de corte regionalista y que sirvan de contrapeso al asfixiante centralismo santiaguino que agosta Chile. Partido que, como nos cuenta Díaz Nieva, gozó de amplísima base mapuche y que hubiera evitado mucho del indigenismo terrorista y ancilar a inconfesables intereses foráneos que hoy día castiga desde el Maule hasta Magallanes.

Pepe Díaz Nieva demuestra la seriedad de su trabajo en la profusión y exactitud de datos que nos proporciona en los capítulos V al IX. La erudición, jamás plúmbea, con que maneja los datos y coteja las fuentes, al punto de desenmascarar algunos errores bastante repetidos en otras obras es prueba de ello. También hay finura por parte de Díaz Nieva en las menciones a María Cruz (págs. 70 y 101), representante de un peronismo chileno que tuvo representación parlamentaria en los años 50; al inevitable desencuentro entre el nazi Miguel Serrano, quien pululaba por las reuniones nacionalistas, y el Ministro de Planificación (1987-1989) Sergio Melnick Israel, de ascendencia hebrea, quien frecuentaba Avanzada Nacional (págs. 88-89); al papel de diseñador de eslóganes electorales de Miguel Piñera, la oveja negra de la familia del expresidente Sebastián Piñera, por lo demás destacado noctámbulo y atorrante (pág. 98) o a la autodefinición de un ex de Avanzada Nacional, Mario Insunza, que posteriormente sería candidato de la Unión de Centro-Centro en los comicios municipales de 1992, donde Díaz Nieva bucea hasta en su Twitter para constatar que se autodefine «como un indignado más» (pág. 147).

Los anexos del libro son útiles y reveladores. En ellos se incluyen las definiciones programáticas y las declaraciones de principios de distintos grupos políticos nacionalistas (Movimiento de Acción Nacional, Partido del Sur y Avanzada Nacional). También es de destacar el completo índice onomástico y el colofón de la más que suculenta entrevista a Eduardo Díaz Herrera.

Se echa de menos un capítulo final recopilador pero, dado que el libro acaba con puntos suspensivos, no sería de extrañar que el profesor Díaz Nieva se reservase un libro de análisis, o una 2.ª edición ampliada, visto el éxito de ésta, al igual que hizo con su trabajo sobre Patria y Libertad. Quedan también algunas dudas, como la influencia que pudiera haber tenido la señera figura de San Alberto Hurtado sobre el nacionalismo chileno, y se echa de menos siquiera una entrada del Santo en el índice onomástico del libro. Si bien se le menciona en la entrevista que le hace a Eduardo Díaz Herrera, cuya militancia política se iniciaría en la Falange Nacional, y tras pasar por el Partido Demócrata Cristiano y Patria y Libertad, acabaría liderando el Partido del Sur. Entrevista donde, por cierto, una vez más, queda malparada la Democracia Cristiana, en este caso la chilena, por su «maritainización».

El trabajo del profesor Díaz Nieva nos revela que hay ideas interesantes, algunas puede que incluso rescatables, en el nacionalismo chileno. Pero el nacionalismo chileno tuvo mucho de reacción y quizás no tanto de afirmación. Como ha ocurrido en otras patrias hermanas iberoamericanas no se encuentra en él la profundidad o el calado de otras opciones políticas. Las razones son complejas y exceden el alcance de esta recensión, pero tienen raí- ces históricas en no pocos casos. Al lado de ese patrimonio político potencialmente conducente a un mejor bien común para Chile están dos datos que Díaz Nieva desmenuza en su libro: la trayectoria a menudo deplorable de Avanzada Nacional, que agostó al nacionalismo chileno, y el devenir que muchos políticos otrora nacionalistas (¿lo fueron verdaderamente alguna vez?) han tenido, figurando entre la rancia casta política chilena, o los personajes a los que admiran, entre los que sobresalen las repetidas menciones a la premier británica Margaret Thatcher y a Pinochet (págs. 142-148).

El padre Leonardo Castellani sostenía que la política católica en estos tiempos estaba destinada al fracaso porque, según él, nos encontrábamos en un momento negro de la historia donde (siguiendo la visión histórica del Apokalypsis) la derrota –si bien momentánea y aparente– era el desenlace inevitable. El nacionalismo chileno, aun reconociéndole lo positivo de él, está demasiado lejos de Dios y de Aristóteles en su formulación para tener fuste suficiente para servir de fermento de regeneración de Chile. La lucha contra la iniquidad tiene que ser más que una mera reacción. Requiere de afirmación de principios inmutables y de evitación de lo acomodaticio.

Este libro constituye en su conjunto una obra imprescindible para aquellos que se quieran acercar a esa historia política profunda, más telúrica, más en contacto con las realidades nacionales –en este caso chilenas– y que no necesariamente tienen su eco en los parlamentos o los circuitos dominantes del poder. El mérito de Díaz Nieva estriba en arrojar luz sobre un tema insuficientemente estudiado y hacerlo de modo académicamente impecable.

Juan Matías SANTOS