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Igualdad sustancial y desigualdad accidental de los hombres

 

I IGUALDAD SUSTANCIAL Y DESIGUALDAD ACCIDENTAL DE LOS HOMBRES

IGUALDAD ESENCIAL

"Es el alma la que lleva impresa la imagen y semejanza divinas, y en la que reside aquel señorío con el cual se ordenó al hombre que imperara sobre las criaturas inferiores, y sometiera a su utilidad las tierras todas y los mares: "Henchid la tierra y tened señorío sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo, y sobre todos los animales que se mueven sobre la tierra".

"En este aspecto, todos los hombres son iguales, sin que haya diferencia alguna entre ricos y pobres, entre señores y criados o entre gobernantes y súbditos, pues uno mismo es el Señor de todos". A nadie le es lícito violar impunemente la dignidad del hombre, de la que el mismo Dios dispone "con gran reverencia", ni impedir el camino hacia aquella perfección que lleva aparejada la vida eterna en el cielo. Más todavía, en este orden, ni siquiera el hombre puede tratarse a sí mismo, por voluntad propia, de modo no conveniente a su naturaleza, ni permitir que su alma se esclavice; pues no se trata de derechos que están totalmente en manos del hombre, sino más bien de deberes para con Dios, que es necesario cumplir religiosamente".

León XIII.
Encíclica "Rerum movarum",
15 de mayo de 1891

 

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DESIGUALDAD ACCIDENTAL

"… según las enseñanzas evangélicas, la igualdad de los hombres consiste en que, teniendo todos la misma naturaleza, están llamados todos a la misma eminente dignidad de hijos de Dios; y además en que, estando establecida para todos una misma fe, todos y cada uno deben ser juzgados según la misma ley para conseguir, conforme a sus merecimientos, el castigo o la recompensa. Sin embargo, existe una desigualdad de derecho y de autoridad, que deriva del mismo Autor de la naturaleza, de quien procede toda familia en los cielos y en la tierra. En cuanto a los gobernantes y a los gobernados, sus almas, según la doctrina y los preceptos católicos, están mutuamente ligadas por derechos y obligaciones, de tal manera que, por una parte, la moderación se impone a la pasión del poder y, por otra, la obediencia resulta fácil, firme y nobilísima."

León XIII.
Encíclica "Quod apostolici muneris",
28 de diciembre de 1878.

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"De la misma manera, nadie pone en duda la igualdad de todos los hombres si se consideran su común origen y naturaleza, el fin último a que todos están ordenados y los derechos y obligaciones que de aquéllos espontáneamente derivan. Pero como no pueden ser iguales las cualidades personales de Los hombres, y como son muy diferentes unos de otros en las dotes naturales le cuerpo y de alma y son muchas las diferencias de costumbres, voluntades y temperamentos, nada hay más contrario a la razón que pretender abarcarlo y confundirlo todo en una misma medida y llevar a las instituciones civiles una igualdad jurídica tan absoluta. Así como la perfecta disposición del cuerpo humano resulta de la unión armoniosa de miembros diversos, diferentes en forma y funciones, pero qué, vinculados y puestos en sus propios lugares, constituyen un organismo hermoso y apto para la acción, así también en la sociedad política las desemejanzas de los individuos que la forman son casi infinitas. Si todos fuesen iguales y cada uno se rigiera a su arbitrio, el aspecto de este Estado seria horroroso. Pero si, dentro de los distintos grados de dignidad, aptitudes y trabajo, todos colaboran eficazmente al bien común, reflejarán la imagen de un Estado bien constituido y conforme a la naturaleza."

León XIII.
Encíclica "Humanum Genus",
20 de abril de 1884.

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"Afirmamos, pues, en primer lugar, el principio de que es necesario aceptar la condición humana, tal como ella es; que en la sociedad no pueden hacerse iguales los de arriba con los de abajo. Los socialistas lo pretenden, es cierto, pero toda su pretensión es vana, desde el momento que va contra la naturaleza de las cosas. Porque por naturaleza existen entre los hombres muchas y grandes desigualdades; no son iguales las inteligencias de todos, ni la disposición, ni la salud, ni las fuerzas; desigualdad de hecho necesaria, de la que espontáneamente se sigue la desigualdad en la fortuna. Y conviene que ello sea así para utilidad tanto de los individuos como de la comunidad; pues la vida común necesita, para que todo se ordene, que haya variedad de capacidades y diversidad de funciones, para cumplir las cuales los hombres se sienten movidos por la diferente condición propia de cada uno."

"Ahora bien, aunque es necesario que todos los ciudadanos. sin excepción, contribuyan con algo al conjunto de los bienes comunes, de los cuales una parte proporcionada revierte espontáneamente a cada uno de los individuos, sin embargo, no todos pueden contribuir igual ni en la misma medida. Cualesquiera que sean las alteraciones en las formas de gobierno, siempre existirán en la condición de los ciudadanos aquellas diferencias, sin las cuales no podría existir, ni siquiera concebirse, una sociedad. Es absolutamente preciso que haya quienes se dediquen al gobierno de la cosa pública, quienes establezcan las leyes, quienes administren justicia y, en fin, quienes, con su consejo y autoridad, gestionen los intereses de los municipios o los asuntos militares. Y nadie hay que no vea que tales hombres ocupan el primer lugar y deben ser considerados como los principales en toda sociedad, por cuanto trabajan muy de cerca y de modo excelente por el bien común. Los que, por el contrario, ejercen algún oficio, no benefician a la sociedad civil del mismo modo y con los mismos servicios; y, sin embargo, también ellos contribuyen en gran manera a la utilidad pública, aunque menos directamente."

León XIII.
Encíclica "Rerum novarum" ,
15 de mayo de 1891.

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"Nuestro predecesor, de feliz memoria, ... ha enseñado expresamente que la democracia cristiana debe mantener la diversidad de las clases, que es propia, ciertamente, de todo Estado bien constituido, y querer para la sociedad humana la forma y carácter que Dios, su autor, ha impreso en ella". Ha condenado "una democracia que llega al grado de perversidad que consiste en atribuir en la sociedad la soberanía al pueblo y en procurar la supresión y la nivelación de las clases"."

San Pío X.
Carta "Notre charge apostolique",
21 de agosto de 1910.

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"Frente a los que la suerte o la propia actividad ha dotado de bienes de fortuna, están los proletarios y obreros ardiendo en odio, porque, participando de la misma naturaleza que aquéllos, no gozan, sin embargo, de las misma condición. Naturalmente, una vez infatuados como están por las falacias de los agitadores, a cuyo influjo por entero suelen someterse, ¿quién será capaz de persuadirles que no porque los hombres sean iguales en naturaleza han de ocupar el mismo puesto en la vida social, sino que cada cual tendrá aquél que adquirió con su conducta, si las circunstancias no le son adversas? Así, pues, los pobres que luchan contra los ricos como si éstos hubiesen usurpado ajenos bienes, obran no solamente contra la justicia y la caridad, sino también contra la razón; sobre todo pudiendo ellos, si quieren, con una honrada perseverancia en el trabajo, mejorar su propia jornada".

Benedicto XV.
Encíclica "Ad beatissimi",
1 de noviembre de 1914.

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"Si la vida social exige de por sí unidad interior, no excluye, sin embargo, las diferencias causadas por la realidad y la naturaleza. Pero, cuando se mantiene fiel a Dios, supremo regulador de todo cuanto al hombre se refiere, tanto las semejanzas como las diferencias de los hombres encuentran su lugar adecuado en el orden absoluto del ser, de los valores y, por consiguiente, también de la moralidad."

Pío XII.
Radiomensaje de Navidad,
24 de diciembre de 1942.

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"En un pueblo digno de este nombre, todas las desigualdades, derivadas no del capricho, sino de la naturaleza misma de las cosas, desigualdades de cultura, de riquezas, de posición social —sin perjuicio, naturalmente, de la justicia y de la mutua caridad—, no son, en realidad, obstáculo alguno para que exista y predomine un auténtico espíritu de comunidad y de fraternidad. Más aún, esas desigualdades naturales, lejos de menoscabar en modo alguno la igualdad civil, confieren a ésta su legítimo significado, esto es, que, frente al Estado, cada ciudadano tiene el derecho de vivir honradamente su propia vida personal en el pueblo y en las condiciones en que los designios y las disposiciones de la Providencia le han colocado."

Pío XII.
"Benignitas et Humanitas".
Radiomensaje de Navidad,
24 de diciembre de 1944.