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Perspectivas conciliares entre la tercera y la cuarta sesión

Perspectivas conciliares
entre
la 3.ª y la 4.ª sesión
por
Mons. MARCEL LEFiBVRE
Fundaci\363n Speiro

Entre la segunda y tercera ses1on del Concilio, Monse­
ñor Marce!
Le:Eebvre, Arzobispo titular de Synnada en Fri­
gia, y Superior General de la Congregación del Espíritu San­
to escribió un estudio en el que puntualizaba sintéticamente
los trabajos conciliares que se publicó en el número 81 de
Itinéraires de marzo de 1964, y que traducido reproduji­
mos en
VERBO, número 24, págs. 231 y sigs. de la serie III.
Hoy hace igualmente una "puntualización" entre la ter­
cera
y la cuarta sesiones1 y de nuevo ha hecho a la revista
Itinéravres el grandísimo honor de escogerla para publi­
car en ella su trabajo, que tenemos
la satisfacción de repro­
ducir traducido
al castellano.
Fundaci\363n Speiro

PERSPECTIVAS CONCILIARES ENTRE LA 3.' Y 4.~
SESION
Parece difícil dejar de afirmar, al menos por .princ1p10, que el'
Concilio Vaticano II sea en definitiva un beneficio para la Iglesia.
Pero hay una cosa cierta, de la que es imposible dudar sin -esperar
al fin del
Concilio, y es que se ha manifestado con una evidenc1a
:indiscutible cómo la Iglesia en algunos de sus más elevados miem­
bros puede ser influida por el magisterio
de los tiempos nuevos ~­
la opinión pública.
UN NUEVO MAGISTERIO: LA OPINIÓN PÚBLICA.
Nunca se ha podido medir como en esta ocasión la terrible
potencia de los medios de comunicación social y en particular de
la prensa y de la radio al servicio de íos inspiradores de la opinión
pública.
Se han oído y leido en los textos conciliares palabras como éstas:
"El mur1do espera, el mundo desea ... el mundo está impaciente ... "·
:Muchas intervenciones han sido hechas, incluso inconscientemente,.
bajo esta influencia. Muchos
Padres han querido hacerse portavoces.
de esta "opinión pública" y muchos otros han aprobado esas
intervenciones por miedo de no estar conformes con este nuevo
magisterio.
Sería un estudio apasionante y muy instructivo investigar los
fines y los medios de los inspiradores de la opinión pública. Por
mi parte me contento con dejar constancia de los hechos, con in­
vestigar las características esenciales de esos hechos y, agrupán­
dolos, mostrar con certeza que no se trata de manifestaciones
Gcasionales, sino más bien de una de las fases del combate del
Príncipe de este mundo contra la Iglesia
de Nuestro Señor.
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Fundaci\363n Speiro

MONS. MAIKEL LEFiJ;BVRE
Es imposible, en efecto, dejar de comparar lo que nos ense­
ñaron nuestros venerados maestros de la Gregoriana y del Se­
minario francés,
lo que han enseñado los Papas en estas últimas
décadas, con lo que hemos oído y con lo que hemos leído con
ocasión del Concilio. Forzoso es sacar
la conclusión de que se
trata de un magisterio distinto del de la Iglesia. Los discursos
de los Papas clausurando las sesiones y sus intervenciones, no
hacen más que corroborar
esta afirm.:ición.
Numerosos son los sacerdotes y más numerosos aún los fieles
que están perturbados por lo que ven, por lo que leen o entienden
y que lo más frecuentemente no es más que el eco de este nuevo
magisterio. No,
la Iglesia en la persona del Sucesor de Pedro to­
davía no
lo ha sustituido al magisterio tradicional; la Iglesia
romana tampoco, y esto
es de la mayor importancia. En efecto,
la Iglesia
de Roma es, por la unión a su obispo, mater .omnJum ecclesiarum.
Ahora bien, la mayoría de los cardenales
y especialmente los cardenales de Curia, la mayoría de los obispos
de la Curia y por tanto de la Iglesia de Roma, los teólogos roma­
nos en su conjunto no comparten ese nuevo magisterio. Y esto
es lo que constituye la fuerza de esa minoría, de la que la opinión
-pública habla con una cierta conmiseración. Hasta ahora esta mi­
noría está
al lado de Pedro y la Iglesia romana, lo que consti­
tuye una buena garantía.
¿ Podemos intentar descubrir los elementos principales de este
magisterio?
Un retroceso en el tiempo facilitaría sin duda este
análisis.
Pero como resulta cierto que muchos de esos princi­
pios son heredados de las tendencias modernistas abundantemente
descritas .por los últimos Papas, es mucho más fácil descubrirlos.
A
mi modo de ver, se pueden agrupar las observaciones en
torno a dos hechos o dos puntos neurálgicos del Concilio: la
colegialidad jurídica y la libertad religiosa.
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PERSPECTIVAS CONCILIARES ENTRE LA 3.• Y LA 4.• SESION
PRIMER TEMA: LA COLEGIALIDAD JURÍDICA CONTRA LA JERARQUÍA.
Parece innegable que uno de los primeros objetivos que propo­
nían quienes se erigían en portavoces de la opinión pública era
el reemplazar el poder personal del Papa por un poder colegial.
Al no permitir los sedicentes tiempos modernos que subsista una
autoridad personal como la del Papa, ejercida por conducto de
servicios enteramente a
su discreción, era preciso por tanto su­
primir la Curia y dar al Papa un consejo de obispos con el cual
gobernaría
la Iglesia, teniendo así los obispos una verdadera par­
ticipación en
el gobierno de la Iglesia universal.
Esta afirmación atentaría a la vez al poder personal del Papa
y al poder personal del obispo.
Era preciso, pues, a toda costa, probar que la colegialidad
jurídica tiene fundamentos en la tradición, y en consecuencia en
la teología.
La supresión de la distinción entre el poder de orden
y
el poder de jurisdicción facilitaría la prueba. Al tener el obispo
J_)Or su consagración poder sobre la Iglesia universal, el Papa no
puede gobernar 1a Iglesia universal sin contar con los obispos.
Por lo mismo, el Papa no puede quitar o restringir demasiado
los poderes de jurisdicción de los obispos, puesto que los tienen
por su consagración. _
La colegialidad era, pues, el objetivo a alcanzar. Alcanzado este
objetivo, todas las conclusiones
se deducen por sí mismas y mo­
difican radicalmente las estructuras tradicionales de la Iglesia.
En
lo sucesivo, tanto en Roma como en las distintas naciones, la
Iglesia estaría gobernada por asambleas
y ya no por una auto­
ridad personal absolutamente contraria, según los innovadores, a
todos los principios de
la sociedad moderna.
La colegialidad se presentaba, pues, como el primer "caballo
cle Troya" destinado a destruir las estructuras tradicionales. De
2hí la saña con que se emplearon todos los medios imaginables
para asegurar el éxito. Es preciso confesar que humanamente,
visto
el número de quienes creían deber aprobarla, vistos los
medios empleados,
el éxito de la nueva tesis era seguro.
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MONS. MARCEL LEFf!;BVRE,
Pero el Espíritu Santo velaba, y es preciso leer atentamente
la nota explicativa para darse cuenta que ese mensaje ha des­
cendido verdaderamente del Cielo, pues, en primer lugar,
la nota
-elimina la colegialidad jurídica y, en consecuencia, suprime todos
los derechos de los obispos al gobierno de la Iglesia universal ; en
segundo lugar, somete la jurisdicción personal de los obispos a
1a entera disposición del Sucesor de Pedro; en tercer lugar, reafir­
ma que la función de Pastor de la Iglesia universal pertenece
sólo al
Papa y, en cuarto lugar, subraya claramente que los obis­
pos no pueden obrar colegialmente más que de acuerdo con la
voluntad explícita del Papa.
La estructura tradicional de la Iglesia queda, pues, perfecta­
mente asegurada, como
lo afirmó el mismo Papa en su discurso
de clausura.
Hay que reconocer que después de las angustias que hemos
padecido a
lo largo de la. segunda sesión y al comienzo de la
tercera, esta luz divina proyectada de nuevo sobre la inmutable
conStitución de
1a Iglesia nos ha parecido como un signo pa­
tente de la divinidad de la Iglesia.
No Se puede por menos de ligar los dos acontecimientos: el
alejamiento de los errores que apartaba una colegialidad mal
comprendida y la aparición de María Madre de la Iglesia, de
la Iglesia
de Nuestro Señor, de la Iglesia católica romana, de
la Iglesia constituida por el Papa, por los obispos unidos y some­
tidos al
Papa y jefes de sus iglesias particulares, por los sacer­
dotes y particularmente los párrocos cooperadores de los obispos,
y
por fin por los fieles, recibiendo por conducto de ese sacerdo­
cio jerárquico las gracias innumerables
que le permiten santifi­
carse, santificar
la familia, la parroquia, el municipio, la profesión,
1a sociedad, y así someter todo al orden divino por la práctica
de la virtud de la justicia: Opus justitiae Paz.
l....a Iglesia es verdaderamente eterna, y María, que por sí
sola ha vencido a todas las herejías, continúa velando sobre ella
con una maternal solicitud.
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PERSPECTIVAS CONCILIARES ENTRE LA 3.ª Y LA 4.0 SESION
SEGUNDO TEMA: LA LIBERTAD RELIGIOSA CONTRA EL MAGISTERIO ..
Desde el principio del Concilio los ataques contra el Magis­
terio de la Iglesia y contra sus órganos esenciales
han sido de
una virulencia tal que se ha hecho evidente que uno de los obje­
tivas a alcanzar era una modificación profunda en el Magisterio
tradicional.
El Magisterio del Papa, el Santo Oficio, uno de los princi­
pales órganos del Magisterio del Papa, la Sagrada Congregación
de Propaganda, y todo
lo que sirve de fundamento tradicional al
Magisterio de la Iglesia: la Escritura, la Tradición, la enseñanza
de Santo Tomás de Aquino, las instituciones de enseñanza de la
Iglesia como las escuelas católicas, el celo por las conversiones,.
es decir,
el proselitismo, todo este conjunto ha sido atacado sis­
temáticamente.
Me parece que el "caballo de Troya" destinado a realizar
esta operación contra
el Magisterio tradicional de la Iglesia le,
constituye el inconcebible esquema de la "Libertad religiosa".
Admitido éste, todo
el vigor y todo el valor del Magisterio
de la Iglesia quedan heridos de muerte de un modo radical, pues.
por !IÍ el Magisterio es contrmrio a la Libertad religiosa. El Ma­
gisterio impone su Verdad, obliga moralmente al súbdito a acep­
tarla, le priva, pues,
de su libertad moral. Sin duda subsiste su
libertad psicológica, pero su posibilidad de rechazar la enseñanza
no le
da en modo alguno el derecho de rechazarla. Debe creer
bajo pena de condenación, lo que sin duda constituye una coacción
contraria a la libertad.
El Magisterio debe imponerse a los niños, a los menores
por aquellos que los tienen a su cuidado y que son creyentes.
La autoridad creyente debe proteger el Magisterio y defender la
fe de aquellos que tienen a su cuidado. Otros tantos atentados
a esa
"Libertad religiosa" que da a cada candencia la libre elec­
ción de
su religión.
Así lo explican
mejor las comprobaciones que siguen.
El Magisterio del Papa será fuertemente atacado, su info.li~
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MONS. MARCEI. LEFP;BVRE
bilidad será presentada como la expresión de la infalibilidad d~
la Iglesia tomada en su conjunto y no como una infalibilidad per­
sonal. Los documentos del Magisterio ordinario de los Papas
quedarán excluidos de la redacción de los esquemas, como in­
dignos de un texto conciliar.
De sobra sabemos de qué manera ba sido tratado el Santo
Oficio y su tan admirable secretario.
Este método de lanzar el
descrédito sobre la persona
.para desacreditar la función es abo­
rr:;inable y basta para mostrar cuál es el espíritu que anima a
quienes lo emplean.
La Sagrada Congregación de Propaganda tampoco ha sido
respetada. También ella está esencialmente al servicio del Ma­
gisterio. ¿ Puede haber propagación de la fe sin Magisterio, sin
proselitismo, sin celo por
la enseñanza bajo todas sus formas?
Ahora bien, esto no está conforme con la concepción de la Liber­
tad religiosa que JJUede aceptar el diálogo de igual a igual, el
testimonio, pero no
la ardiente predicación sobre la necesidad
de la conversión para ser salvado y bajo la amenaza de la con­
denación eterna que pesa sobre quienes se niegan a creer y per­
manecen
en sus pecados.
Sería preciso modifiaar el nombre de la Congregación. Algunos
sugieren incluso que se la suprima,
ya que su existencia es ofen­
siva para la Libertad religiosa.
Propagar la fe tiene un aspecto
de coacción moral que hay que evitar en absoluto.
El Magisterio se manifiesta de un modo demasiado categórico
y por vía de autoridad en los seminarios, en las escuelas cató­
licas, por lo que se impone aJX)rtar reformas profundas en esas
instituciones, quizá incluso suprimirlas, asimilando los semina­
ristas a los estudiantes de las universidades y suprimiendo las es­
cuelas católicas
allí donde existan escuelas del Estado.
La enseñanza debería hacerse más bien por coloquios ( carre­
fours) que por cursos, por consultas en bibliotecas más bien que
por un manual explicado. Por otra parte, sería preferible tomar
como base de partida
el apostolado práctico para llegar a la en­
señanza de la teología.
I .,a enseñanza tomista debe ser presentada
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Fundaci\363n Speiro

PERSPECTIVAS CONCILIARES ENTRE LA 3.• Y LA 4.• SES ION
como una solución posible y no como la enseñanza de la Iglesia.
Las escuelas católicas deberán en cualquier circunstancia mos­
trarse respetuosas con todas las religiones y admitir indistinta­
mente a los candidatos. Por otra parte es penoso que las escuelas
se proclamen católicas, pues ese carácter se presenta con un cierto
aspecto
de intolerancia religiosa que no conviene ya a nuestra
época.
Pero las reformas deseadas no se aplican solamente a los ór­
ganos e instituciones del MagisteriC? de la Iglesia, sino a las
fuentes mismas de ese Magisterio.
Las Escrituras deben admitir una interpretación muy diversa
según los textos literarios e incluso la teoría de las formas. La
-inerrancia será, pues, diversa según la diversidad de los géneros.
Así se podrán admitir dudas legítimas sobre numerosos pasajes
de la Escritura. En cuanto a la Tradición hay que considerarla
necesariamente en función de los tiempos y
de las circunstancias.
De donde resulta evidentemente inútil aportar documentos de
1a Tradición en contra de lo que desea afirmar el Concilio de hoy.
Decir que la Encíclica Libertas praestantissimwm de León XIII
se opone al concepto de Libertad religiosa que desea afirmar
-el Concilio de acuerdo con la opinión pública, carece de sentido :
León XIII habló para su tiempo y no para 1965.
Existen otras muchas afirmaciones formuladas por el "nuevo
magisterio", pero me parece que esta enumeración basta sobra­
damente para probar que las intervenciones que aparecen disper­
,sas tienen una convergencia increíble. Resulta claro que el Magis­
terio de la Iglesia molesta a los adeptos del magisterio de la
opinión pública. Es preciso, pues, disminuirle por todos los medios.
El medio adecuado será la ªLibertad religiosa". Estas palabras
n1ágicas, ambiguas, son agradables como la manzana
agradó a
Eva ¡ Qué formidable victoria contra la Iglesia militante, "triunfa­
lista". si esta Libertad fuera admitida! ¡ Cuántas conclusiones se
podrían sacar de ella!
¡ Hasta dónde se podría arrastrar a la Iglesia
si aceptara en su seno los argumentos que deben arruinarla!
El Magisterio de la Iglesia constituye su razón de ser, y la
razón de ser del Magisterio es la certeza de poseer la Verdad.
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MONS. MARCEL LEF!!;BVRE
Ahora bien: la verdad es de por sí intolerante respecto al error,.
como la salud es opuesta a la enfermedad. El Magisterio no puede
admitir el derecho a la Libertad religiosa, incluso si la tolera.
Dios,
en efecto, no ha dejado al hombre el derecho de elegir
su religión, sino solamente la desgraciada posibilidad de hacerla,.
que es una debilidad de la libertad humana.
Se reprocha a la Iglesia que reclama la Libertad religiosa
cuando está
en minoría y que la niega cuando está en mayoría~
La respuesta es fácil :
La Verdad es fuente del bien, de la virtud, de la justicia,
de la paz. Allí
do_nde está la verdad, esos beneficios se mani­
fiestan en la sociedad.
La T glesia pide que se reconozca que ella
aporta esos bienes preciosos
para los Estados y que, por consi­
guiente, se le otorgue la libertad de dispensarlos. Los
hombres
de Estado sensatos y celosos del bien de sus conciudadanos re­
conocen de buen grado
el valor de los beneficios culturales y so­
ciales aportados por la Iglesia católica y la reconocen fácilmente.
una libertad que niegan a veces a otras iglesias.
La Iglesia tiene derecho a pedir esta libertad de existencia
y de acción porque aporta con ella los dones preciosos que flu­
yen de la Verdad, de la que es única poseedora de
una manera
total. Toda la historia c4::mtemporáne.a de las Misiones muestra
esta situación privilegiada de la Iglesia católica, que hace florecer
las virtudes familiares y sociales en sus miembros. Por esta razón,..
algunos Estados de mayoría no cristiana colocan a su cabeza o en
funciones importantes a católicos. que ¡x>r su dignidad de vida,..
su probidad, su conciencia, aportan brillante testimonio de la
verdad de la Iglesia católica.
Esto es lo que ya decía San Cipriano al emperador cuando le
pedía que respetara a los cristianos y les concediera la libertad.
Cuando la Iglesia es mayoritaria debe a la
Verdad y al bien
de los pueblos el dispensar la buena doctrina y
el esparcir tam­
bién todos los beneficios que fluyen de la verdad entre los ciuda­
danos, poniéndoles a· salvo del error y de los vicios que le acom­
pañan. Es vivir de la abstracción, en lo irreal, el razonar sobre
la Verdad sin hacer alusión al bien que está inseparablemente
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PERSPECTIVAS CONCILIARES ENTRE LA 3.ª Y LA 4.ª SESION
unido a ella, del mismo modo que el mal y el vicio están inse­
parablemente unidos
al error. Es más sencillo reconocer que sólo
el bien tiene derechos y qtie
el mal no los tiene. Ahora bien, lo
que se afirma del bien también puede afirmarse de la Verdad.
Ens, verum et bowum convertuntur, lo que se afirma del Ser
puede decirse de la Verdad y puede decirse del Bien, e inversá­
mente, pues esas tres realidades no son más qué una y misma
,cosa.
• * *
Antes de exponer algunos remedios a los males que afectan
:a la Iglesia, me parece necesario insistir sobre el peligro que ame­
naza a la Iglesia, mostrando cómo los objetivos deseados por los
jnnovadores sirven exactamente a las tesis sostenidas por los
protestantes y los comunistas.
Basta con leer lo que dicen pastores como Richard-Molard en
sus artículos del Fígaro, o· con escuchar a Garaudy en su confe­
-rencia de Lovaina. Lo que regocija a estos señores, que evidente­
mente toman sus ideas en una fuente que no es la Iglesia romana,
es el comprobar que por fin una gran parte de los católicos reco­
nocen que san inadmisibles dos caracteres de la Iglesia católica
romana:
su magisterio y su género de autoridad.
El Magisterio es intolerable porque se impone y se atribuye
la Verdad en los campos de la fe y de las costumbres, es decir, en
la vida social y en los principios morales que dirigen la política,
]a economía, la técnica. Es preciso terminar con ese magisterio,
reemplazarlo por
un diálogo, que la Iglesia descienda de la cátedra,
que se mezcle con el pueblo en un plano de igualdad con todas
las confesiones. ·Que dialogue, pero que no enseñe ya con auto­
ridad.
Que sea la primera en conceder· la '"'Libertad religiosa".
De ahí el inmenso interés que tien~ .. fos comunistas y los pro­
testantes
por el tema de la Libertad religiosa.
Además, como dijo Garaudy en Lovaina
:···" Acabemos con· las
tlases
en la sociedad." Por tanto, en· la ·Iglesia: Acabemos con
"el Orden", que es precisamente un·Sacramento que instituye·da-
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MONS. MARCEL LEFP.BVRE
~es entre las personas, siendo unas superiores y otras inferiores.
Acabemos con la jurisdicción, que también
engendra clases.
Que la distinción entre sacerdotes y ·seglares, entre obispos y
sacerdotes, entre el Papa. y los. obispos se borre, todos hermanos~
. iguales en todos los campos. Es preciso suprimir los signos ex­
teriores de esas diferencias de orden y jurisdicción y he aquí que
han hecho el hallazgo de la mágica palabra de "triunfalismo" que
servirá admirablemente para destruir todos los signos de respeto
hacia
la autoridad predestinada a la nivelación.
Sin duda son poco numerosos los Padres del Concilio que
han pensado que los protestantes y los comunistas aplaudirían
sus intervenciones
hechas en tal sentido. Pero la realidad lo ha
hecho patente hasta la saciedad. Son numerosas las afirmaciones
hechas
por enemigos tradicionales de la Iglesia regocijándose de
ver a miembros eminentes de la Iglesia abundando en las ideas
que ellos
,siempre defendieron. Pero se han equivocado, la Iglesia
no va a sus ideas.
Ni la colegialidad, ni la Libertad religiosa mal
entendidas, contrarias a
la doctrina de la Iglesia, pasarán: así ha
ocurrido con la
primera tesis y pronto sucederá lo mismo con la
~egunda.
La Virgen María vela sobre el Magisterio y sobre la auto­
ridad en su Iglesia católica y romana.
SUGESTIONES PARA EL PORVENIR.
A pesar de una cierta confusión de ideas existentes en la hora
actual se pueden vislumbrar las luces de la nueva aurora que el
Concilio hará levantar sobre el mundo. Esas perspectivas podrán
ser descubiertas sin _duda con más facilidad dentro de algunos
años.
Pero es-de desear que quienes ha~ vivido la vida del Con­
cilio se esfuereen, en perfecta sumisión al Sucesor de Pedro, en
determinar las con el fin de suscitar verdaderas y generosas ini­
ciativas sacadas de la más pura tradición de la Iglesia, y sur­
giendo verdaderamente del Espíritu de Dios, sjempre vivo en su
Esposa.
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PERSPECTIVAS CONCILIARES ENTRE LA 3.• Y LA 4.• SESION
LITURGIA.
En medio de las oposiciones, de las exageraciones, de las dis­
cusiones que caracterizan este período de adaptación, cabe esperar
que sea encontrada
una provechosa línea media.
Al ver la rapidez, desacostumbrada en la Iglesia, con que en
todos los países
se han realizado las aplicaciones, no se puede por
menos de temer que ciertas medidas produzcan resultados im­
previstos y desgraciados. Así puede ocurrir respecto a la devo­
ción al Santísimo Sacra111ento, a la devoción a la Virgen María
y a los Santos, cuyas imágenes están siendo eliminadas de nume­
rosas iglesias sin ningún respeto a la más primaria pastoral y
catequesis; a la bella y buena armonía de la casa de Dios, que
se ha convertido en una casa de los hombre? más que en una
casa
de Dios; a la belleza verdaderamente divina de los cantos
latinos, suprimidos y todavía no reemplazados
por melodías equi­
valentes.
No obstante estas afirmaciones, ¿ debemos .sacar la conclusión
de que era preciso
guardar todas esas cosas sin cambio? El Con­
cilio, con mesura y prudencia, respondió negativamente. Algo ha­
bía
que reformar y que volver a encontrar.
Es claro que la primera parte de la Misa, hecha para enseñar
a
los fieles y hacerles expresar su fe, tenía necesidad de alcanzar
esos fines de una manera más clara y en cierta medida más inte­
Hgible. A mi humilde opinión dos reformas en ese sentido pare­
cían útiles: en primer lugar, que los ritos de esta primera parte
se tradujeran en lengua vernácula.
Hacer lo posible porque el sacerdote se aproxime a los fieles,
se
ponga en comunicación con ellos, rece y cante con ellos, esté,
por tanto, en el púlpito, recite en su lengua las oraci_ones, las
lecturas de la Epístola y el Evangelio; que el sacerdote cante en
las divinas melodías tradicionales el Kyrie,
el Gloria y el Credo
con los fieles, constituyen otras tantas reformas afortunadas que
devuelven a esta parte de la Misa su verdadero objeto. Que la
crdenación de esta parte didáctica se haga en primer lugar en
399
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JIONS. MARCEL LEFJWVRE
.función de las Misas cantadas del domingo, de tal suerte que esta
Misa sea el modelo al que deben adaptarse las otras Misas, cons­
tituyen otros tantos aspectos de renovación que parecen excelen­
tes. Añadamos sobre todo las directivas necesarias para una predi­
cación verdadera, sencilla, emotiva, fuerte en su fe y determi­
nante en las resoluciones. Es éste uno de los puntos más impor­
tantes que se deben obtener de la renovación litúrgica de esta
parte de la Misa,
Para los sacramentos y los sacramentales, el uSO ~ la len­
gua de los fieles parece todavía más necesaria, puesto' que les
conciernen más directa y más personalmente.
Pero son tales los argumentos en favor de la conservación del
latín en las partes de la Misa que se hacen en el altar, que se
puede esperar que en un día próximo se ponga límites a la inva­
.sión de la lengua vernácula en este tesoro de unidad, de univer­
salidad, en ese misterio
que ninguna lengua humana puede ex­
presar y describir.
Qué no debemos desear para que el alma de los fieles se una
espiritualmente, personalmente, a Nuestro Señor, presente en la
Eucaristía, y a su divino Espíritu, de tal suerte que quede pros­
crito
de un modo absoluto todo lo que pueda perjudicar a ese
oOjetivo, por exageración de las oraciones vocales y exageración
de ritos, por falta de respeto a la Eucaristía, por una vulgaridad
-inconveniente para los misterios divinos. Una reforma en este te­
rreno no puede ser buena si no asegura de un modo más cierto los
fines esenciales de los misterios divinos, tal como
Nuestro Señor
1os estableció y la Tradición los ha transmitido.
LA CONSTITUCIÓN OE LA IGLESIA.
El problema que ha dado ocasión al debate sobre la colegiah­
dad constítuye un tema quizá más dedicado a evocar y que sin
embargo· parece que poco· a poco se encamina hacia formas más
p-recisas.
Vivimos en una época en que se multiplican hasta el extremo
los medios de comunicación social. En sí, esta multiplicación pue­
de y debe producir excelentes efectos. Parece, pues, normal que
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PERSPECTIVAS CONCILIARES ENTRE LA 3.• Y LA 4.• SES ION
la comunicación de pensamientos, el intercambio· de ideas sea
más frecuente y más rico. Ahora bien: según el tratado de la Pru­
dencia de Santo Tomás, la autoridad, el jefe, antes de expresar
un juicio,
de tomar una decisión, d.ebe en su prudencia tomar
consejo de las personas a quien juzgue aptas para aconsejarle.
Parece, pues,
normal hoy, gracias a esas posibilidades de tomar
consejo de personas aptas, pero a las que no se podía fácilmente
acudir hace solamente algunas décadas, que el jefe de la Iglesia
universal, el Papa, se rodee de consejeros que no podía tener en
otros tiempos. Que esta posibilidad, de la que sólo el jefe es juez,
aporte algunas modificaciones en la Curia Romana, es decir, en
lo que constituye el Consejo habitual del Santo Padre y a quienes
confía una parte de su responsabilidad, es posible y verosímil.
Pero fue una empresa insensata que con este pretexto algunos
Padres del Concilio dijeran que tenía un derecho de ca-gobernar
con el Papa.
Es inconcebible cambiar ese gobierno, que existe desde que
se expresó claramente la voltmtad de Nuestro Señor y que la
Tradición inspirada puso en práctica, ese gobierno que, por otra
parte, ha dado pruebas de su origen divino por su estabilidad y,
en definitiva, por su perfecta adaptación a todos los tiempos. Ja­
más se cambiará el hecho de que el Papa, y sólo él, tiene como
Vicario de Jesucristo un poder que se extiende a la Iglesia uni­
versal.
Pero esto no ha impedido jamás a los Papas adaptar sus ser­
vicios a las necesidades de los tiempos. Y esto sigue siendo terreno
propio del Sucesor de Pedro. Los obispos
no pueden, incluso como
Padres del Concilio, más que hacer muy respetuosas y discretas
sugestiones.
Sn embargo, ese problema tan agitado respecto al gobierno
üe la Iglesia universal tiene repercusiones graves en un campo
que toca de cerca
a los obispos, a su propio poder en su diócesis.
También en
es.to hay que esperar nuevas directrices, pero no
hay ninguna necesidad de atacar lo que hay de más bello, de
más sagrado, de más eficaz en la Iglesia, después del poder pas­
toral del Papa, el poder pastoral y paternal del obispo, absorhién-
401
,6
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MONS. MARCEL LEFi!;BVRE
dale en nn poder colectivo. Todo el vigor del apostolado de la
Iglesia se encuentra en esos dos poderes. Gracias a esos dos
po­
deres jerarquizados en lo que se concierne a la jurisdicción, pero
poderes muy bien repartidos y que dan una autoridad considera­
ble a los obispos en sus diócesis, gracias a ello
la Iglesia es una
organización de apostolado grandemente viva, flexible, que se
adapta a los lugares, a las poblaciones, con una prudencia
y una
vitalidad que no existe en ningún otro gobierno de este mundo.
Así ese poder es y
no puede ser más que intangible. Toda res­
tricción
que no venga directamente del Papa sería profundamente
perjudicial al apostolado y
paralizaría el celo y la iniciativa epis­
copal, que son la virtud del apostolado.
Sln embargo, ciertas condiciones sociales actuales demandan
sin ninguna duda que los obispos de una región o de un país
o de varios países se reúnan, intercambien sus preocupaciones en
función de ciertas dificultades que pueden ser similares, establez­
can juntos ciertos servicios
de información, de prensa, incluso de
apostolado, pero todo ,esto sujeto a condiciones extremadamente
precisas, sobre todo en lo
que concierne directamente al aposto­
lado. No parece aventurado afirmar :
l. Que es peligroso crear
Direcciones, pero que
es útil desarrollar Servicios a los cuales los
obispos puedan dirigirse; y 2.
Que es de desear que se produzca
una cierta unanimidad sobre ciertos problemas de importancia~
como el de la enseñanza, por ejemplo, pero que todo obispo per­
manezca siempre libre y juez de la aplicación en su diócesis, a
menos que
la cuestión sea sometida a la Santa Sede, quien resol..:.
verá lo que deba hacerse.
Es inconcebible que una mayoría se im¡xmga a una minoría
por el solo juego de los votos. Ello supondría el fin de
la autori­
dad episcopal.
Es de la mayor importancia que el obispo sea considerado en
su diócesis como
el único responsable del apostolado detrás y bajo
el Papa. Toda autoridad intermedia sería intolerable y destruiría
toda iniciativa episcopal. Sería manifiestamente contraria a toda
la historia de la Iglesia.
Sin embargo, nadie puede negar que esas reuniones ep1sco-
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PERSPECTIVAS CONCILIARES ENTRE LA 3.0 Y LA 4.0 SESION
pales fraternas, que algunos servicios comunes puedan ser útiles
y beneficiosos, tales como el Socorro Católico, el Miserear, las
Obras Pontificias Nacionales, la Mutua Sacerdotal. Muchos ser­
vicios
puede-q. ser prestados de esta forma. Pero toda organización
que tenga una repercusión sobre el apostolado no puede ser más
que un servicio y no una dirección. El obispo en su diócesis
debe permanecer enteramente libre,
bajo pena de no ser más qúe
un funclonario y, digámoslo, un menor de edad.
Así como son alentadoras
y fecundas las asambleas conforme
a las normas hasta ahora admitidas
por la Santa Sede, así las
hechas en el sentido de limitar sin cesar el poder personal del
obispo llegarían a ser asfixiantes e intolerables
por ser contra­
rias a la naturaleza mismo
del poder episcopal
Muy oportuno es evocar aquí todo lo que puede aportar al
gobierno episcopal una fiel puesta en práctica de lo que sugiere
el Derecho Canónico : los sínodos, las conferendas sacerdotales,
los consultores diocesanos.
Muy fructuosos pueden ser los inter­
cambios de ideas entre
el obispo y sus sacerdotes consejeros, res­
ponsables del apostolado inmediato. Lo que importa, es el res­
peto de la autoridad episcopal,
que decide en última instancia.
Cuanto más grande sea el respeto al obispo, tanto más francas
y más fraternales podrán ser las sugerencias que se le hagan~
Bienaventurado el obispo que vive fraternalmente con sus sacerdo­
tes, los ama, los comprende, los visita personalniente, los
alienta,
los edifica. Todo se puede esperar de una diócesis en la que los
sacerdotes son verdaderamente cooperadores del obispo y
en la
que cada sacerdote realiza
la función que le ha sido confiada, guar­
dándose
de destrtúr la autoridad de los otros y en particular la
del Párroco, pastor directamente responsable de las almas que
]e están confiadas. Cuando-los poderes están bien ordenados, en­
tre los Párrocos, los sacerdotes encargados de la Acción Católica,
los capellanes de las escuelas, bajo el ojo paterno del obispo, los
resultados pueden ser admirables. S6lo
el obispo de la diócesis
puede crear ese orden y darle vida y eficacia. Si la organización
viene
de fuera de la diócesis, sin la autoridad personal del obispo
del lugar, lo que se_ introduce es el desorden. Lo mismo puede
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MONS. MARCEL LEFi!;BVRE
decirse de la parroquia, cuando el Párroco ignora lo que en ella
se hace
y que concierne a su apostolado. Omnia in ordine fiant.
Numerosos son los problemas estudiados por el Copcilio,
pero hay algunos de los que es difícil determinar las conclusiones,
ya que los textos no son todavía definitivos: tales los que con­
ciernen al magisterio en partiéular,
la libertad religiosa, las Mi­
siones,
el esquema de la Iglesia en el mundo, la Revelación, las
escuelas, los seminarios ...
Se puede, sin embargo, esperar con toda verdad que el Con­
cilio .producirá frutos abundantes, tanto para
el mantenimiento
firme de las verdades tradicionales como para las perspectivas
nuevas que permite entrever. En definitiva, los esfuerzos para
obtener un falso
aggiornamento habrán contribuido a situar exac­
tamente
el verdadero, tal como la Iglesia lo desea.
Perseveremos, pues, en la oración con María y los Apóstoles,
para que el Espíritu de Nuestro Señor descienda en abundancia
a las almas de todos los pastores y de todos los fieles.
En la fiesta de Pentecostés 6 de jun,io
de 1965.
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MARCEL LEFEBvRE.
Arzobispo tit-ular de Synnada en Frigia, Su­
perior General de la Congregación del Espí­
ritu Santo.
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