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Deber y condiciones de eficacia. [La acción] (II)

Deberes y condiciones de eficacia
Primera parte
So?re la acción en general
Principios fundamentales
por
JEAN OussET
Fundaci\363n Speiro

i Oh, Atenienses l Ciei:;tam~te, las cos~s van
mal y
os desesperáis I Pero equivocadamente.
Tendríais
razón, en efecto. si habiendo iealiza­
dO todo lo· necesario para· que_ las ccisas mar­
chasen- bien. las hubiéseis visto sin embar­
go estropearse. Pero las cosas han-ido mal
hasta ahora porque no habéis hecho lo nece­
sario para que fueran de otra forma. Os queda
por hacer lo que no h:ibéis hecho y las cosas
irán bien.
¿ Por qué, pues; os desesperáis
ahora?
DEMÓSTENltS.
DEBERES . Y CONDICIONES DE EFICACIA
Como su propria estructura lo indica, la p~Jabra acción ... de­
signa, en
el sentido filosófico de la fórmula, el hecho de pasar
"al acto",
el hecho de realizar lo ·que no estaba- más .que "en po­
tencia".
La acción es, pues, un medio. El medio de esta realización, el
medio de este pasar "al acto" .. , ·de una,cosa que,aún no estaba.más
que en potencia".
Lo que SU,Pone una relación estrecha, armónica, entre la na­
turaleza de la acción realizadora
y la naturaleza de lo que se ha
de realizar.
Pongamos, por ejemplo, un grano de trigo
y un tronco de
un árbol. Los cuales, respectivamente, contienen
"en potencia" la
espiga y la viga, que de ellos pueden salir. Pero hay que tener
en cuenta.que para hacer
pasar .de la "!X)tencia" al uacto", a la
espiga y a 1a viga, contenidas virtualmente en el grano y en .el
tronco, la operación es diferente.
En lo que ceincierne a la -espiga... es necesario sembrar el
gráno según ciertas condicio~es, culti_varlo, esperar, etc ...
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En lo que concierne al tronco ... hay que cortarlo, transpor­
tarlo a la serrería, en
1a que todo está previsto para escuadrar­
lo, etc ...
Trabajos éstos que implican competencias humanas, métodos,
técnicas, instrumentos, cierto sentido de circunstancias muy di­
ferentes.
En una palabra, la acción que éonsiste en hacer crecer una -­
cosecha de cereáles no se parece .a la ~ción que consiste en fabri-
car rastreles
y traviesas.
De ahí estas observaciones de Marce! de Corte (1) : " ... Oigo
a menudo decir que los m.edios, como tales, no son ni buenos ni
malos. Reconozco que con
esta afirmación creo estar soñando.
Porque, a fin de cuentas, me pregunto en dónde podré encontrar
medios puros. Medios, que no fueran más que
medios, serian al
mismo tiempo inertes, inutilizables, inutilizados, ~nexistentes, casi
como el extraño "chisme" denominado "visternboir" en la admi­
rable novela de Jacques Perriet. · Un medio nunca ha sido toma­
do corno tal, salvo en teoría. Un medio es considerado siempre
en relación a un
fin."
¿ Verdades de sentido común? ¡ Pero cuán olvidadas en ma­
teria de acción política y social!
Concordancia del fin y de los medios.
En este campo, ¿no· es frecuente el error de emplear en ser­
vicio de un fin métodos o medios de acción prácticamente con­
cebidos para un fin contrario? ¿ Es sorprendente qne los resul­
tados sean descorazonadores?
Numerosos son, desgraciadamente, los que creen provecho­
so
el recurrir a métodos que, por lo mismo que son eficaces al
Servicio de la Revolución, continúan sirviendo a esta última, aun
cuando se les pretenda emplear contra ella.
(1) uL'iníormation déíormante" : Actas .del Congreso de Lausanne
1%5. En venta en el C. L.· C., 49· rue Des Rénaudes, París XVII. Véase
en castellano en VtRV<;>, núm. 411 pág. 14.
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Prueba de que esta indispensable concordancia de los medios al
fin no ef$:tá tan bien comprendida como se cree.
Por ello se evoca la imagen
.. del tfen o del automóvil, que
pueden indiferentemente conducir a Calais o a Pau. Igualmente
imagen de la acci@n militar que puede ordenarse a la defensa de
tal o tal patria. Mientras que en la realidad, el fin directo del tren
es de correr sobre los raíles y de servir de esta forma de medio de
jransporte por donde los raíles puedan conducir. La designación
precisa de una estación no tiene interés. Igualmente para el
automóvil, que ha sido concebido para correr sobre carreteras, ca­
minos o pistas. Puede conduc~rnos adonde vayan las p~stas, los
cam.inas o las carreteras, no bogar sobre el mar; no escalar una
pared rocosa ...
La misma observación en lo que respecta a la acción militar.
Si los !pueblos más diversos, hasta enemigos, recurren-a ella en
sus necesidades, esto no p~mite decir que nos encontremos ante
un medio que puede ser indiferentemente ordenado a
no importa
qué fin. Porque el fin propio, directo, real de la acción militar es
la destrucción, la neutralización de las.. fuerzas armadas contrarias.
Una vez conseguido este r!'5ultado, y cuando llega el momento
de construir, de reconciliarse, se cambia de medios. Y sé ordena
a los militares cesar el fuego.
Estas referencias son tanto más necesarias cuanto que esta
relación del medio al fin es desconocida aun por los mejores. La
temible eficacia de los métodos comunistas es tal que se llega a
considerar prudente utilizar en servicio
del orden lo que aparece
tan ¡x>derosb en servicio de la subversión. Pero sería olvidar la
diferencia esencial de las tareas. La imagen del revóver arrancado
a un agresor y vuelto contra
él -imágen tan -frecuentemente em­
pleada-es inaceptable. Porque en esta circunstancia, la ·acción
del agredido consiste en abatir a su vez al que procuraba abatirle
al principio. Identidad rigurosa de finalidades.
El revólver pnede,
pues,· ser empleado por ambos lados.
Pero creer que una misma doctrina de
la acción pnede indife­
rentemente servir al .progreso de la Revolución y a la instauración
de un orden social cristiano... prueba que no se distingue entre
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estas dos operaciones ninguna diferencia esencial. ¡ Lo cual es
gravísimo J Porque esto equivale a admitir que no existe, entre el
servicio de estas dos causas más que apreciaciones que no sobre­
pasan
el carácter de ... concurrencia que pueda manifestarse entre
dos serrerías, diríamos,
por volver a tomar la imagen de hace poco.
Siendo lo esencial, en este ejemplo, de que se sierra
la madera lo
mismo en un lado que en otro; y que por consecuencia se pueden
emplear lo mismo, en un lado que en otro los mismos procedimien­
tos
y herramientas.
Todo ello,
pues, consiste en saber si entre el servicio a la Re­
volución
y el servicio a un orden social cristiano no existe opo­
sición
más grave que la. de una querella de partisanos, una con­
currencia de tiendas que ofrecen, en el fondo, análoga mercan­
cía. Porque si la mercancía es análoga, lo repetimos, se debe ad­
mitir que
lo mismo de una parte que de otra los métodos y los
medios de acción pueden serlo también.
Mas
¿ cómo aceptar una misma doctrina de acción, unos miS­
mos procedimientos, cuando se trata, de una parte; de demoler,
de dialectizar,
de masificar el orden social, y de la otra, de res­
tablecer este mismo
orden social en sus jerarquías, en sus liber­
tades,
·en sus diversidades esenciales? Valdría lo mismo sostener
que el trabajo, los métodos, los instrumentos, pueden
ser los mis­
mos, los que han de servir, por una parte, a plantar los árboles y,
por la otra, a dividirlos en tablas.
Prueba de que muchos. anti!iberales en el plan dogmático
son bastante liberales en
el plan de la acción ; incapaces de dis­
tinguir la incompatibilidad
de métodos y de medios ordenados a
FINES tan radicalmente opuestos como el hecho de construir y el
hecho de demoler.
Para que podamos adoptar eficazmente (al servicio de nues­
tro fin) las fórmulas de acción revolucionaria, sería necesario que
el orden social cristiano, que intentamos promover, no tuviera
nada esencialmente
-opuesto al orden social deseado por la Revo­
lución.
Sería menester que entre los revolucionarios eonscientes
y los fieles de la doctrina social cristiana no se pudiesen manifes-
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tar más que oposiciones de detalle, rivalidades de personas, de
clanes o de partidos.
Lo cual no es ciertamente el caso.
Mentalidad pre·marxista. de corntrárrevolucionarios.
Por ignorancia de estas distinciones absolutamente fundamen­
tales pocos se dan cuenta de que al pretender combatir al comu­
nismo, como acostumbran, contribuyen a ·extenderlo; al menos
por la difusión de una mentalidad de la que el marxismo no tarda
en nacer como
el pollo del huevo.
Aislando, como suele hacerse,
el estudio de los medios; pen­
sando
la acción sin tener presente el fin específico de los mé­
todos que se preconizan, no se hace más que favorecer este culto
del procedimiento ,puro, lo que, por inconsciente que pueda ser; no
deja de constituir lo esencial del marxismo.
Nos solemos quejar
de que el comunismo encuentra, en la ma­
yoría de las mentes,
un estado de espíritu favorable, una especie
de pre-marxismo. Ya va siendo tiempo de preocuparse de lo que
lo mantiene.
Se pretende luchar victoriosamente contra la Revolución adop­
tando sus armas,
pero se olvida -de que el marxismo, pragmatis,..
mo puro, no es más que la acción im!J)licada por este pragmatis­
mo.
Se olvida el efecto educador de esta acción. Se olvida que
este efecto educador no depende de una adhesión intelectual a
uoo
cualquier "verdad" marxista o comunista, sino que depende del
simple hábito tomado de actuar o de
"pensar" la acción según los
métodos marxistas.
Por ello si nuestro compurtamientb se ordena "a lo marxis­
ta":, ¿cómo podría su efecto educador dejar de ser marxista?
Muchos hay
que-, en este caso, siguen pretendiendo luchar con­
tra el comunismo. Cualquier cosa bastaría, en el momento oportu­
no,
para reunir a estos enemigos ficticios. Un acontecimiento cual­
quiera los
haría rápidamente "tomar conciencia de su marxismo
latente". Y esos pretendidos "defensores del orden social" se alis-
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tarían en · las filas de la Revolución. Como hicieron no hace mu­
cho las
tropas nazis de Von Paulus.
¿ Actuar como marxistas? Y a es ser marxista. Aun comba­
tiendo al marxismo.
De esta manera muchos esfuerzos, reputados contrarrevolucio­
narios, han tenido,
y aún tienen, -por _resultado aumentar el con­
senso marxista en el mundo.
Lecciones que deberían sacarse de la acción revolucionaria.
Y no solamente los mejores están sin doctrina de la acción ;
no solamente tienden a
adoptar, para su desgracia, los métodos
del enemigo;. sino que no saben sacar ningún provecho
de lo que
podría,
a pesar de todo, serles útil del ejemplo del adversario.
Pot1que lo ignoran, o porque de él se hacen una idea, que agrava
la nocividad
de dicho ejemplo.
De esta formal la idea que nos hacemos de la acción, partiendo
del modelo revolucionario_,
es casi siem,pre sumaria, fragmentaria.
Reducida, a lo que es
más descaradamente evidente en la historia
de la Revolución.
Lo que hace que no retengamos más que su
aspecto,
muy sttperficial y engañador, de movimientos de masaS,
densamente cuantitativos, a los que los slogans primarios, o una
doctrina infantil, bastan a orientar. Efecto grandioso,
¡,ero burdo.
Manifestaciones y reyertas.
Preparaciones de golpes de mano. Ope­
raciones más o menos clandestinas.. Tribunos po.pulares. Mítinei:
vastos.
Tal es lo que retenemos del ejemplo revolucionario: su
aspecto de
'agitación ¡precisaménte subversiva. Su aspecto difícil­
mente transportable, ilegítimo,
al plan de nuestra acción.
Nos es
muy mal conocido, por el contrario, lo que podría ser­
virnos de lección; o sea la
preocupación comunista :i;x>r un tra­
bajo de profundidad; su sentido agudo de la acción por medio de
las ideas; su grandísimo cuidado en
la-formación de cuadros,
su voluntad, ridícula par su extremismo ( característica, sin em­
bargo). de
('pensar"' la acción "científicamente".
El único provecho que nosotros podríamos sacar del ejemplo
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revolucionario. Un provecho de emulación, de excitación, de aler­
ta. La analogía de un cierto ardor. Al ver cómo se afanan los
agentes de la Subversión, cómo se aplican en actuar .cada vez me­
jor; esto nos puede al menos causar sonrojo.
Sin olvídar la lección de ciertas páginas de Mao-tse-Tung (2) ;
que nada tienen de específicamente subversivas; ¡ todo lo con­
trario!
Páginas en las que están, despiadadamente, denunciadas el, arre­
bato anárquico, la irreflexión, la imprudencia. ¡ Subjetivisnw en
la acción, aventurismo, putschismo !, ¡ a cuántos de nosotros nos
sería provechosa la lectura de estos capítulos de Mao !
Tantos rasgos no ·esencialmente revolucionarios. De los que
deberíamos tener interés en sacar provecho. Pero a los que rehu­
samos darles importancia.
Que hace que los ignoremos ...
Y la doctrina
de acción que debería ser nuestra ...
Y
lo que podría, por lo menos, ilustrarnos un poco en el
ejemplo del adversario.
Hooer l,o contrario de la Revolución.
Quede sentado que no se debe proceder del mismo modo para
construir que para demoler.
Porque la Revolución destruye cuando dialectiza, explota, man­
tiene
y provoca las contradicciones sociales.
Oases contra clases. Tercer Estado contra la nobleza. Sams­
culottes contra ci-devu:nt. Montagne contra Gironde. Pobres contra
ricos. Proletarios contra burgueses. Obreros contra patronos. Iz­
quierda contra derecha. Radicales contra liberales. Bolcheviques
contra mencheviques. Naciones contra naciones. Colonizados con­
tra colonialistas. Negros contra blancos. Demócratas contra fas­
cistas. Laicistas a ultranza contra clericales
...
Y aun en el mismo seno de la Iglesia: progresistas contra
(2) Obras escogidas, tomo !, pág_ 122 a 135.
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. integristas, Padres del Concilio contra la Curia, Juan XXIII
contra Pío XII.
:En general, el mayor número contra los menos numerosos.
A no ser que estos últimos aparezcan como más intensa,menre
subversivos.
Tal es la acción normal de la Revolución.
Acción que tiende a realizar una devastación social. Acrión
niveladora, atomizante, par sofocamiento progresivo de los cuerpos
intermedios. Acción que no ha cesado de abrir camino a un to­
talitarismo de Estado cada dia más tiránico (3).
De ahí
el dicho de José de Maistre sobre la contrarrevolu­
ción: HDebe ser lo contrario de la Revolución. No una revolu­
ción contraria. Es decir, que es preciso reanudar· los lazos so­
ciales en vez de romperlos, que debe ejercer una acción coor­
dinadora en sentido inverso a la acción desorganizadora de la
Revolución."
Lo que nos dispensa de
insisti~ para hacer comprender que tal
oposición en
el orden de los FINES, reprueba, en el orden de los
MltDIOS, el emp,leo de los mismos modos de obrar.
Doc.trina, no ülealismo.
Nuestra meta no es restablecer artificialmente un determina­
do sistema ,político y social, victoria de un partido. Podríamos. en
(3) Cf. Karl Marx: El 18 brunwrio de Luis Bonaparte, pág. 89 (tra­
ducción francesa) : "La Revolución estableció al principio el poder parla­
mentarió
para que fuera posible echarlo abajo. Así que ha consegui­
do esta meta, entroniza el :()O(ler ejecutivo, lo reduce a su -más simple
expresión~ lo aiísla, lo opone a sí misma, hace de él el único obstáculo
para poder concentrar sobre él todas sus fuerzas ·de destrucción".-La
Ley Le Chapelier, por medio de la cual la Revolución se apresuró a su­
primir las asociaciones
de los trabajadores de la antigua Francia, pulve­
rizó con ella toda resistencia contra la acción masificadora del nuevo or­
den.-Los cuerpos intermedios no han cesad.o de desaparecer para dar
lugar a conjuntos gregarios. Acción atomizante y masificante, porque re­
duce
al estado de "masas", después de haberlos "atomizad-O", a pueblos ar­
moniosamente "organizados"· hasta ·entonces ...
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DEBERES Y CONDICIONES DE EFICACIA
este caso recurrir a· los procedimientos partidistas, por ser dialec­
tizantes, de la Revolución.
Tenemos que devolver
a la sociedad su salud, su misma vida,
·natural y verdadera.
Tenemos que dar vida, fuerza, salud (una actividad normal)
a los órganos sociales, víctimas de condiciones esclerosantes, an­
tinaturales, a las que los ha llevado el totalitarismo moderno. Y
esto es cosa muy distinta
que· sustituirlos por unas fórmulas de or­
ganización artificiales.
Nacida de la razón razonante, la Revolución tiende a impo­
ner fórmulas nacidas del solo espíritu humano. De este modo es
conducida, por lógica interna, al empleo de medios que se podrían
llamar extraños al orden natural. Procedimientos de presión he­
terogéneos. Violencia hecha contra la naturaleza de las cosas.
Medios que, hay que .reconocer, han sido perfectamente adapta­
dos a este menester.
Pero para nosotros, . que, según los términos de San Pío X,
no buscarnos reconstruir la Ciudad, sinO como Dios la ha cons­
truido, sabemos bien
que la civilización no hay que volverla a
inventar, ni a
la nueva ciudad construirla en las nubes.
Lo
que supone el reconocimiento .de las leyes y condiciones
de vida de la sociedad. Leyes de vida, leyes de salud cuya ex­
presión
no es otra que la sola y verdadera doctrina. Doctrina que
es entendimietlto del orden de las cosas. Doctrina que puede· dar
ella sola' un sentido justo de lo real. En aquello en que lo real
muestra siempre de esencjal y de accidental.
Quien hace a cada momento principio de todo, no es, en efec­
tci, más que un espíritu falso y desordenado.
-Sólo merece el título ·de "p-rudente" quien tiene· el sentido
de la jerarquía ·de las nociones y de las cosas; de lo que im­
¡:,orta, de" lo que importa menos, y hasta de lo que no impor­
ta nada.
Que no es otra cosa que el sentido de lo Verdadero.
Que se adquiere en primer lugar por la doctrina.
Decimos bien: "En primer lugar" ... Porque, por un lado, una
larga .práctica puede ella sola llevar a su perfección a ese sentido
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de lo verdadero, de que hablamos. Porque, por otra parte, sabe­
mos que, sin doctrina, las virtuosidades .manjobreras acaban por
hundirse rápidamente en un pragmatismo inadmisible.
Desde que pensamiento y acción dejan, en efecto, de
ir al
unísono, se corrompen las dos, se exasperan de un lado y otro. en
fórmulas vanas.
Abandonado a sí mismo, privado de este contrapeso, que
para él es la experiencia, el pensamiento tiende a sutilizar cada
vez más ; a cortar, a zanjar, a planificar, a universalizar a la vista
de los principios solos. De ahí en adelante la ortodoxia resulta el
título acordado al que hace más sutiles distinciones. La formación
se convierte en su propio fin, derivando hacia la obesidad, hacia la
celulitis doctrinal. Verdadera impatencia.
Pero, ![)Or su parte, privado del sentido de esta diversidad
de las cosas, de esta diversidad de los problemas que tan solo la
doctrina puede dar, la acción acaba pronto por transformarse en
fórmulas simplistas, en activismos planifican tes, esquematizantes
...
Del tipo: "Fusionemos todo para no quedarnos más que con un
solo organismo'' i considerado como más fuerte! Recetas artífi­
ciales muy cercanas a aquellas fórmulas "idealistas" que nosotros
reprochamos a la Revolución. Recetas· que conducen, más o me­
nos, a esas fórmulas
del medio puro, que pueden ayudar lo mis­
mom en
un sentido que en otro. Fórmulas de la acción en sí; de
la Acción con una A mayúscula... de las que hemos denunciado
el error al principio de este c"[)Ítulo.
De
ahí. el aspecto bien conocido del hombre de acción sin doc­
trina. Es.pecialista en uno o dos procedimientos. Y que busca
menos resolver los problemas
que se le planteen efectivamente,
que
en ejecutar en cada ocasión Un cierto número de operaciones
o de ejercicios, siem.pre los mismos ... : manifestaciones, reuniones,
publicaciones... Medios muy externos. De los que se ha padido
decir, aun .cuando sean legítimos y beneficiosos, que son más orto­
pédicos que medicinales.
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DEBERES Y CONDICIONES DE EFICACIA
¿ Ortopedia o medicina?
Distinción que nos parece tanto más importante, cuanto más
pone de relieve no solamente
la _existencia de estas dos formas
de acción, sino· que permiite abarcar, de uná vez, 13: superioridad
de lo medicinal sobre lo ortopédico. Y esto en un tiempo en que
el brillo, muy externo, ciertamente, de la acción del tipo ortopé­
dico eclipsa
y deja en una desatención mortal a la acción medicinal
multiforme,
que es la única que podría curar al cu~rpo social.
No es que se pretenda condenar aquí la ortopedia como tal.
Es, con frecuencia, indispensable. Y los médicos no dejan de
recurrir a ella cuando hay necesidad. Pero por preciosos que
sean fajas, cabestrillos o-muletas'. no son verdaderos remedios en
estricto sentido. Ciertamente estos aparatos pueden contribuir
grandemente a
la cura: Desde el exterior. Y a -condición de que
el estado del paciente no quede muy agotado. Cuando es tal que
las reacciones vitales
-parecen suspendidas, el pleno retorno a la
salud es im,posible
sirt un tratamiento que devuelva al organismo
su vigor interno.
No tenemos el derecho de entregar a Cristo Rey una sociedad
enferma, no. subsistente más que
por medios de refuerzo de apeos,
de" miembros articulados, ojps de cristal, trompetillas acústicas,_
dentaduras postizas. Hemos de devolver a
la Ciudad su plena
vida natural.
V
edémonos, pues, de limitar la acción a su forma ortopédica.
Hagamos caso de conciencia en promover una acción medicinal
que cure verdaderamente. Lo
cual puede ser menos espectacular.
Mientras que dicha acción ortopédica salta a la vista, parece ma­
terialmente eficaz.
¿ Quién ~e atrevería a discutir la utilidad de
las muletas a un cojo?
Lo inadmisible comienza sólo cuando la
especialidad ortopédica se proclama más eficaz que los verdade­
ros médicos, y rechaza, por ello, IÜs únicos remedios que permi­
ten a los lisiados volver
a caminar sobre sus piernas; a los sordos,
a
oír sin trompetilla; a los paralíticos, circular sin carrito (4).
( 4) Y se podría prolongar la enseñanza de esta parábola contra el
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JEAN OUSSET
Muy por encima de una acción social, política, de tipo ortopé­
dico, hay que establecer la acción social y= política que revitalice
y cure. Esta última es, en verdad, mucho más exigente. Porque
si la acción ortopédica llega a ciertos resultados por procedimien­
tos simp,lemente m,ecánicos, una acción tevitalizante o curadora
supone,
para ser bien conducida~ un conocimiento profundo, a la
vez teórico y práctico, de la sola y verdadera doctrina.
"Pensar" nuestra acción: el pro y el contra.
i La sola y verdadera doctrina!
Grande sería el error, en efecto, que llevara a creer que-pu­
diera haber dos doctrinas. Una primera, que se podría llamar:
descriptiva de
la META. Y un segunda, que se podría llamar: la
acción de los MEDIOS) de los métodos a adoptar para alcanzar
la META (S}.
La doctrina cristiana de la acción política y social no· es más
que la mera expresión del derecho natural y cristiano. Pero consi­
derado de un modo práctico, con el anhelo constante de sus rea­
lizaciones posibles.
Examinemos,
por ejemp¡o, los planos de un castillo a cons­
tritir. Hay muchas maneras de considerarlos.
La del propietario. A sus ojos cuenta sobre todo el FIN:
cómo há de ser el castillo, una vez terminado. Aquello que le in­
tere.sa: la hermosura de su aspecto, la armonla de sus propor­
ciones,
el confort, etc... Apenas se detiene en los problemas de la
abuso, hoy tan desastroso, de fórmu:las solamente externas de acción po­
lítica y social ... ; haciendo observar, por ejemplo, cuán modesto y pesado
es el
aparato ortopédico ; cuán mai se presta a evolllciones tlO-rmales de
la vida ... ,; muy vistoso sin duda, y, por ello; pronto a conmover las
sensibilidades ... etc ...
(5) En pleno rigor de términos, una doctrina moral y ·social nunca
és de orden puramente especulativo; ya que, como tal, un principio de mo'ral
ordena la acción. Pero es· que_ esta doctrina no es inmediatamente práctica.
Y de esto es de lo que únicamente tratamos aquí. Hay; dicho de otra
forma, una manera "teórica" (és,pecu.lativa, · platónic.á) de considerár una
doctrina, aunque
esté ordenada a la acción. Y hay una forma "práctiea"
que conduce a ver sus posibilidades .inmediatas de aplicación.
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construcción (aCción). No piensa en los "medios", en los -"cómo".
¡ A otros el cuidado de resolver estas dificultades!
Y
por alú se adivina la otra fonna de ver. La del ccnstructor,
la de los obreros, la de los artesanos y artistas que
. tendrán que
edificar, amueblar, deccrar este inmueble. Ciertamente
la her­
mosura del castillo no les deja insensibles y
para <¡llo. trabajan con
un ardor, un gusto cada vez
mayores. Pero _no siendo exclusiva­
mente contemplativos, las
!1-ecesidades de la construcción les lleva
a contemplar de
otro modo las cosas. Les hace pen.s:;i.r los "córno",
los medios, los p,rocedimientos, . las técnicas de la acción. Lo c@.l,
aunque ordenado al mismo objeto: el castillo, difiere grandemente
de la simple visión del propietario.
Los planos son sin embargo Ios mismos, que tienen unos y
otros eritre sus manos, pero ¡ cuánto difieren sus puntos de vista
y su,s reacciones !
En consecuencia: no hay más que una sola doctrina: el de­
recho natural y cristiano. Como ne hay
más que un solo plano del
castillo.
Pero doctrina (o plano) que algunos se contentan con ad­
mirar, como ,hace el propietario que espera. que otros construyan
~ castillo. Todos los que conocen la doctrina piensan en la META
y se entusiasman. . . ¡ en su cuarto !
Sin "¡pensar" en los medios.
Lo que los distingue del obrero, del artista, del· artesano ... , es
decir, del verdadero hombre de acción.
No es que este último no esté, él, movido -por esta misma doc­
tríná, que exalta
·a los puros teóricos·. Sino que sabe ver en ·ella
más cosas -cosas· prácticas---en las que ni siquiera se detiene .a
investigar el espec'ulativo.
Lo que nos permite comprender que, para ser eficaz, armo­
niosa, fecunda, la acción·· debé ser regida no solamente. por la
única y verdadera doctrina, sino por un conocimiento verdadera­
mente profundo, una inteligencia sabiamerite -pragmática de esta
única y verdadera doctrina .
. 'obligación, pues, -no solamente de .. coflocer la M:iTA' (el PtANo),
sino sabér asimismo distinguir que la naturaleza de·esta: META,' la
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ordenación de este PLANO, obligan. . . a comportarse de una y de
otra forma.
Y esto con una suficiente precisión.
Porque hay una
fonna de decir lo que hace falta hacer que
no -tiene nada de práctica, pc>r ser demasiado general. Porque
no dice el "cómo hay que hacer", el "cómo hay que proceder",
el medio ¡particular de llegar a ello.
Ejemplo del ejercitante que, anímado de un santo celo decide
transformarse en... "un !l}ilitante de envergadura". Resolución
sin interés
práctic recibido de limitarse a alguna·s determinaciones, como : "Iré a
misa tantas veces por semana, tal día, a tal hoi"a... Rezaré el ro­
sario
al volver-de la oficina ... , etc ... "
El único método de acción práctica, en lo espiritual, como
en lo temporal.
Método que, cuando se trata de una elección delicada, consiste
en comparar :
1.0 Las ventajas de lo que se proyecta ...
z.o0 )Los inconvenientes de este mismo -proyecto ...
3.• Las ventajas que pueden resultar si uno lo descarta ...
4.0 Los inconvenientes de esta repulsa ...
Fórmula que se resume:
l." El pro del pro ...
2.0 El contra del pro .. .
3.0 El ¡,ro del contra .. .
4.0 iEl contra del contra ...
Lo cual, sabemos, no deja de hacemos sonreír. Pero no deja
de ser un excelente ejercicio para desarrollar el automatismo de
un cierto estado
de espíritu, de un sentido rápido y claro de
posibilidades concretas.
"Pesar el pro; pesar .el contra". ¿Cuántos se aplican a ello
verdaderamente?
"Cuánto cuesta; cuánto da" ... Se com.place en repetir un ami­
go, cuyo desinterés es bastante conocido para hacer imposible
una interpretación malintencionada que
una fórmula tan atrevida
pudiera sugerir.
606
Fundaci\363n Speiro

DEBERES Y CONDICIONES DE EFICACIA .
Procedimientos, se dirá. Todo lo que se quiera. Pero lo cierto
es que los procedimientos tienen por fin facilitar la ejecución de
lo que hay que hacer. Que
es precisamente el objeto de estos pá­
rrafos.
PluraJúla,J,; armorúa.
Procedimientos susceptibles de desarrollar un sentido más
vivo de la complejidad de las cosas. Y que, por
ello, ofrecen la
ventaja de desencantar nuestro gusto por el movimiento único,
por la organización qúe pretende salvarlo todo por sí misma.
Organizaciones, fuera de las cuales toda acción se declara vana
y nociva.
Esta concepción unitaria del combate político y social ha sido
y sigue siendo la causa de nuestros fracasos.
Se reúnen en ella todos los p~cados: el del desconocimiento
fundamental de
una realidad esencialmente diversa ... ; al cual aca­
ban por agregarse, ipso facto) particularismos, rivalidades, ex­
clusivismos.
Y sin embargo j esta organización se impondría netamente
sobre las otras
! Por lo tanto, ésta: ¿ no sería una razón decisiva
para inclinarnos por la revilitación del organismo complementario
deficiente ?
¿ Qué esperanza de victoria podría animar a un general de
aviación cuyos aparatos y tripulación estuvieran perfectamente a
punto... si, por otra parte, la infantería no existiese, la artillería
fuera medieval, los carros
... merovingios?
¿ En qué terminaría la fuerza de un ejército si sus divisio­
nes y brigadas pretendiesen actuar sin ligación entre sí? No ha­
bría maniobra posible. No habría tiro acertado. No habría victo­
ria.
Tan es verdad que el poder de una acción depende más de la
complementariedad de operaciones múltiples, que de la virtud de
conjunciones compactas.
Necesidad, pues, de desarrollar
en torno nuestro ese sentido
de acción plural. Seutido de acción, que sabe ver más allá y más
Fundaci\363n Speiro

IBAN OUSSÉT
ari-iba, qué el rendimiento inmediato de nuestr~ propia empresa.
Aunque cueste algo a nuestro orgullo.
Sin este espíritu ya no habrá acción armoniosa, y por ello eficaz.
Nada de acciones ricas en medios diversos, fecundas en soluciones
de reemplazamiento.
Plaga de aquello que llamamos una "mentalidad bazar" .. Si­
guiendo el slogan:
"Compro todo a ... ". Lo que, ciertamente, pa­
rece más simple a la observación contable de un cierto. planismo
("mejor ·que un a.bono! j Una sola suscripción!"); :pero, ¿ quién se
atrevería a proponer reducir un ejército sólo a infantes, so .. pre­
texto
de sim'P'lific·ar de esta forma ... el uniforme, la instrucción, el
armamentó,
·etc. ?
Concepción desastrosa de la unidad que lleva a las dos formas
de errores siguientes.
O
que se busque esta unidad unitaria por la elección exclu­
siva de un organismo o medio particular.
O que se busque esta unidad unitaria en
el "gran todo" de
alguna agrupación general.
Lo que es tan ruinoso por un lado como por otro porque, por
un lado y por otro, se encuentra una ignorancia igual de la plura­
lidad, de 1a diversidad de las fuerzas de la realidad.
Y es, en el fondo,
porque dudamos de la eficacia vivificante de
estas últimas, por lo que la tentación nos acosa con el falaz poder
de estas agrupaciones compactas. "El gran todo", impotentes (¡ y
vulnerables
a placer!), incapaces de responder como' conviene a las
exigencias tan variadas de la realidad social y política.
Pero tan vana, Si no más, es la investigación de una unidad por
medio de la selec~ión exclusiva de un organismo o de un medio
particular.
Cofuo· si, en el combate qtle se nos ofrece, un solo grupo, un
solo modo de acción pudieran bastar.
'"Guardérnohos bien . del selectivismo burgués", decía Lenih.
¡ Máxima que, -poi-esta vez, conviene retener!
Locura de quien no pretenda jugar más que a una carta, a
un;Í receta, a un hombr.e. ¿ Este hombre ha sido vencido? Todo
parece perdido. ¿ Este hombre es victorioso? Todo parece seguro
608
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DEBERES Y CONDICIONES DE EFICACIA
y no hay que inquietarse por nada. Siendo así que un deber de
activa vigilancia continuaría siendo indispensable, aunque .la mis­
ma . Revolución fuera vencida. Porque sus. fermentos no habrían
desaparecido por ello; el incendio amenaza volver a empezar a la
menor chispa.
¿ ·Hasta dónde subirá el costo de estas ya numerosas fórmulas
de menores gastos, de 1nenor esfuerzo, de un simplismo_ que se
aproxima a la anemia cerebral? So pretexto de que la propaganda
enemiga saca ordinarirnente, gran ventaja de argumentos rudi­
mentarios y de slogans engañadores. Es olvidarse de que la Revo­
lución se beneficia de la velocidad adquirida. Lo qµe no es el
caso en nosotros, que tenen1os que remar contra corriente. A
quien sigue la corriente la bastan unos golpes de remo para man­
tener
el in,pulso de la .barca. Pero quien va río arriba debe aga­
rrarse firmemente a los remos. Es, pues, normal que nuestros
sfogans atropellados no tengan ningún eco . en psoporción con el
de los
slogans, también atropellados, del adversario, porque los
suyos se benefician del consenso de la_ opinión, que h3: sabido .pre­
parar. A contrario de los nuestros, que no se benefician de nada.
Persuadámonos que no puede haber salvación más que en el
mandamiento de una acción plena, fuerte, ,rigurosamente pensada.
Sin lo_ cual podremos seguir "teniendo éxitos" ... cuyo efecto con"'.'
tral"io expl?tará la Revolución en menos de :un año.
* * *
No sabeinos ni queremos jugar ~ás que a un hombre, ª. un
acontecimiento. Y como nunCa son como se esperaban,· quedamos,
en este· juego, desorientados, amargados, descorazonados.
Hemos vivido de stogam, de recetas, fundé.da nuestra acción
sobre astucias. Mientras que
en semejante materia todas las sim­
plificaciones son mucho de temer. Desde Jas devotas hasta las
triviales ... Desde ... : "Los ejercicios de· San Ignacio constituyen
el solo medio de vencer
al comunismo" ... , hasta las que .hacen
depe:qder todo de un "golpe-bien-montado".
Porque la verdad es que no hay "medio único" que sirva para.
609
Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
todo. ¡ La oración en primer lugar, ciertamente! ¡ Y los Ejercicios!
Pero también todos los medios que una sana prudencia exija
emplear: ... La reunión · multidinaria o "de masa" (cuando y
coÍno sea necesaria), los círculos, las conferencias, los congresos, el
periódico, la revista, el folleto, la palabra que va de boca en boca,
la irradiación en el medio, la iniciativa en la profesión, la illfluen­
cia personal, las redes de amistad, etc. "Tanto como... no más
que ... "
Hemos de devolver su verdadera salud al cuerpo social. Ahora
bien, a ese cuerpo le sucede corno al nuestro ; por ello nadie se
atrevería a sostener que para mantenerlo en buena forma bastaría
can lavarlo. La verdad es que, ciertamente, tiene necesidad de ja­
bón, pero también de alimento, de bebida, de vestidos, de ejercicio,
de un peine y una navaja de afeitar, de relajarse, de reposar, de
sueño, de oxígeno, etc..... Todas las simplificaciones abusivas en
este campo pueden conducir a la muerte, a la enfermedad, a la mu­
gre, a la miseria.
Hay que hacer todo la que hay que hacer. "El monarca pru­
dente y sabio, de sus menores súbditos sabe sacar algún prove­
cho", ha dicho La Fontaine.
Acción plural, multiforme, en donde todo debe ordenarse. Los
juegos
del señor X y del grupo Y, tales técnicas, tales tácticas,
sin olvidar la interferencia de los acontecimientos. Acción que
sobrepasa la perspectiva de las operaciones de detalle. Lo que evi­
ta
la desesperación en caso de fracaso, no pudiendo cualquier fra­
caso .pcr este método ser más que parcial. La diversidad, la subdi­
visión del dispositivo evita que la caída de un puesto avanzado sea
otra cosa que lo que es: "un golpe duro", posiblemente, pero
jamás un desastre.
O volvemos a tomar el sentido (¡ y el gusta !) de esta forma de
acción, o la catástrofe, de lo que pretendemos servir, eontinuará.
Siendo el carácter de todas las formas superiores de la vida
(vida humana, vida social), la variedad de los organismos, la com­
plejidad de las operaciones, resulta evidente que una fórmula uni­
taria, simplista, mono:¡xilizadora, de la acción, no puede, en abso-
61')
Fundaci\363n Speiro

DEBERES Y CONDICIONES DE EFICACIA
luto, responder a las exigencias
de un orden de cosas tan ondulan­
te y diverso.
Si, pues, debemos estar unidos, es claro que esta unión, es decir,
esta unidad,
no puedan tomar la forma de un agrupamiento unitario
y (a mayor razón) no puedan quedar reducidas a una actividad
media, más o menos esquematizada.
A necesidades diversas, fórmulas diversas.
Y es en el campo del espíritu, en el plano de la doctrina, don­
de
se debe establecer la sola unidad posible y verdaderamente de­
seable. Unidad
de espíritus sobre lo esen~ial, sobre la doctrina.
En cuanto a las acciones, a las funciones, importa que sean nu­
merosas y variadas.
Más que nunca, frente al Leviatán del totalitarismo moderno,
hay que erigir un conjunto de. fuerzas flexibles, map.iobreras, poco
vulnerables, fáciles de reconstituir, ricas en recursos variados, in­
cluso contrastadas.
Capaces de perseguir simultáneamente varias objetivos. Estilo
de acción adaptado a las condiciones de lucha contra el totalita­
rismo moderno. Totalitarismo que diS.pone de casi todos los me­
dios de información,
y que pueden hacer creer lo que quiera: man­
char, desacreditar las iniciativas más respetables, ridiculizar a los
mejores ; hacer . encarcelar, torturar, condenar, asesinar en masa a
indefensos, sin
que los guardianes de una conciencia llamada "uni­
versal". se atrevan a levantar la voz.
Y si es cierto que se debe guardar la esperanza a pesar de todo,
por lo menos hay que admitir que la partida merece ser jugada
con la mayor prudencia. La acción hay que ,pensarla con. toda
calma.
La acción lo vale. Y hay que soportarla.
Contra un enemigo, que
ha llegado hasta esa altura en la vic­
tOria, es inútil esperar ventaja alguna avanzando en formación
compacta.
Es necesario otro método.
Sólo el de una acción flexible... susceptible de compensar .la
611
Fundaci\363n Speiro

JEA,N OUSSET .
falta evidente de fuerza material, numenca, por una sobreabun­
dancia (eminentemente cualitativa) de valor, de celo individuales.
Acción llena
de inteligencia y de movilidad.
En k, unidad de un mismo espíritu.
Lo que supone un elemento sincroniza.dar, coordinador.
Por preciosas que sean, en efecto, la diversidad y la pluralidad
necesarias, lejos de nosotros
el subestimar la importancia de la
unión y de la unidad.
Porque si
la uniformidad, el unitarismo, son las plagas de la
actualidad, no deja de ser menos evidente que nunca _se pueda
harer algo sin unión y sin la unidad suficientes.
Lo que todos reconocen ... , en principio.
Lo que es más difícil de realizar de hecho.
Dificultad que una objeción basta para presentarla en .toda
su
fuerza: "No hay federación en acto, sin federador. No hay estra­
tegia en acto, sin estratega. No hay unidad en acto, sin unificador.
No hay unión en acto, sin jefe".
Lo cual es cierto.
En un sentido ...
.. . que hay que guardarse de malinterpretar.
No es qu~ ~ cuestión de .riegar Ja importancia de un jefe, la
virtud coordinadora de una autoridad concreta.
Pero, ¿ cómo imaginar a este jefe? ¿ Quién podrí~ ser idóneo
P<:1ra el combate que va a reñirse? ¡ Combate nacional ... y, más
que nunca internacional!
Combate multiforme: filosófico y. cam·­
pesino; teológico y profesional; cultural; obrero; familiar; esco­
lar; etc.
Jamás mente de rey se afanó por tantos cuidados. ¿No es, pues,
completamente irracional esperar de un solo jefe semejante sincro­
nización? ¡ En materias tan opuestas! ¡ Tan numerosas! ¿ Quién
lo podría realmente hacer?
Porque el problema no consiste
en saber si esa ambición puede
alcanzarle a .alguno. Lo importante es comprender que, aunque
612
Fundaci\363n Speiro

DEBERES Y CONDICIONES DE EFICACIA
le aconteciese a un ser extraordinadio llegar a este p_uesto, _ las exi­
gencias de tal concentración de deberes le obligarían a ... · simpli­
ficar, esquematizar, planificar, compactar .... (todo lo que acaba­
mos de ver que no se debía hacer). No por malicia. Sino porque
le sería imposible organizar tantas cosas de otra forma.
Y quién no ignora que los más sabios ·acaban por_ ser víctimas
de sus propios talentos. Se puede, .pues, apostar que si el jefe en
c~estión es un orador nato, cualquier acción de tipo· oratorio _sería
la privilegiada. Si fuera escritor, los artículos y los folletos ocu­
pa!ían el primer .puesto. Si fuera aficionado a las relaciones de
todo tipo, le pasarían las horas realizando tomas de contacto. Al
doctrinado le costará mucho trabajo el zafarse de las preocupa­
~iones .de. formac~ón, que el activista siempre tendrá tendencia a
creer bastante.
Lo cual explica nuestro escepticismo sobre una sincronización
en la acción ... tipo : gran jefe.
Queda aún la fórmula
... : "coordinación de un conjunto de
jefes", la cual, al menos, salvaguarda la flexibilidad, la variedad
indispensable. Hasta tal punto que,
sin esperar más, hay que de­
clarar la fórmulá deseable, mereciendo seguirla buscando la bon­
dad de sus ventajas, cualesquiera sean, ,por otra parte, los escollos
y los rfosgos... ( choques, rivalidades, indiscreciones, tiempos per­
didos)
.. El inconveniente está en que la fórmula es fragil, de una
psicología
caprichosa. La coordinación podría ser fácil en la ac­
tualidad, imposible
en el futuro.
Se comprende, pues
... El secreto de la unión tiene pocas pro­
balidades de ser hallado en virtud de una fórmula material.
Y
el primer deber es de recordar esta observación de José de
Maistre .. ~: "La fortuna de un· jefe que manda supone, más o
menos, siempre una tropa que acepta obedecer".
Lo que implica una comunidad espiritual, intelectual y moral
suficientes.
Ahora bien, cuando conocemos nuesras .rivalidades,· nuestras
oposiciones, no dejamos de
_estar inquietos.
El error, sin embargo, sería considerar im¡xJsible toda acción
coordinatoria,
613
Fundaci\363n Speiro

!EAN OUSSET
Creemos, simplemente, que hay que buscar al elemento sincro­
nizador
...
... ¡ En la unidad de un mismo espíritu!, en la unidad de una
educación análoga.
En el establecimiento de un "consenso" ... en torno a un cierto
estilo de acción, a
un cierto método.
¡.Una r'egla para un nuevo juego!
Los jugadores de bridge, en efecto, ¿ no se comportan de igual
manera?, ¿ cuál es el elemento sincronizador entonces? ¿ Un jefe
preside su partido-? De ninguna manera. El elemento Bincronizador
depende de una regla de juego comúnmente aceptada. Aun cuando
la habilidad de los jugadores sea diferente.
Lo cual es muy normal;
dado que la autoridad de un solo jefe
no le quita tener bajo sus
órdenes a buenos y a malos soldados.
Necesidad, pues, de Una regla de juego. Con la formación
que ello~implica de un cierto número de difusores, de instructores,
de este nuevo estilo de acción.
Elite difundida ·en los grupos y redes más diversos. Y que,
sabiendó ver las cosas· desde bastante arriba, "piensa" la acción
con el
afáti constante de la unión a realizar. Como de la diver­
sidad a mantener.
u Apóstoles" persuadidos de que no tienen necesidad de nin­
gún "mandato", de ninguna "orden que recibir", para hacer pro­
gresar la verdad, para sentirse responsables, para tomar iniciati­
vas, etc. Consiguiendo difundir a su alrededor un sentido más
seguro de la doctrina, un sentido más agudo de la complementa­
riedad
de las tareas, un inmenso progreso puede ser realizado.
Porque, gracias ·a: Dios, no es ·ta cordialidad de las relaciones
entre jefes la que hace la subsidiaridad, la complementariedad
de las obras, sino la misma naturaleza de estas obras. Demasiados
se
ignoran, sin duda:., o se molestan, o se "hostigan". Lo esencial
no deja de estar eu el hecho, muy ampliamente positivo, de su
propia virtud, de su talento particular, de la riqueza de RLt va­
riedad.
Y por lo mismo que
la solidez de un muro no depende de la
voluntad de unirse, que manifestarían las piedras que le componen
614
Fundaci\363n Speiro

DEBERES Y CONDICIONES DE EFICACIA
de la misma manera el poder de] frente, que hay que oponer al
totalitarismo, no guarda ninguna proporción con la voluntad de
las relaciones cordiales manifestadas por los jefes de unidades
que constituyen ese frente.
Por
sí mismas, las piedras tienen un cont3.cto bastante rudo
y tienen, más bien, tendencia a entrechocarse. Sólo la acción .del
cem·ento puede hacer que juntas y, como sin darse cu_enta, formen
un muro.
Es esta operación "cemento" la que hay que realizar como
el elemento más seguro de la sincronización deseable.
La verclml mejor difun,J;da.
Acción salvadora de una verdad básica, que todo penetra. Por­
que si el error es innumerable y divisor, la verdad es una y uni­
ficadora.
Ahora bien, se trata menos aquí de una proclamación magis­
tral de
lo verdadero que de su difusión, de su libre circulación,
de su -profunda penetración. Ocurre con ello como con el oro,
que no tiene valor ,práctico más que
si circula. Ahora bien, si el
error circula libremente, 1~ verdad no circula, quedando cautiva,
almacenada por falta de canales de distribución. Las mayores ton­
terías alcanzan gran importancia porque se las proclarp.a por do­
quiera, porque se las oye; porque de ellas se habla. Y de esta ma­
nera acaban siendo
la regla universalmente aceptada de un
adversario que, por otra· parte, se desplaza, internamente, tnás que
nosotros.
Es necesario, pues, que la verdad, mejor difundida, más clara­
mente profesada, llegue a ser la regla de nuestro juego. Porque
ella sola puede ser (por encima de nuestras discordias como por
encima de nuestras legítimas y beneficiosas diversidades) nuestro
elemento de unión y de unidad.
Algunos afirman, ciertamente, que sería demasiado tarde para
trabajar eficazmente en esta especie de unión. Hagámosles
obser:
615
Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
var que tocio retraso en orden a la doctrina corresponde al retra­
so que se tenga en la acción.
De ahí el hecho de que la Revolución haya esperado dieciocho
siglos la hora de su acción. Porque ha necesitado exactainente esos
misrnGS dieciocho siglos-para recuperar su retraso doctrinal o,
dicho· de otro _modo, pt:tra imPQner su supremacía ideológica al
occidente cristiano.
En lo que nos concierne, estemos seguros de que nuestro re­
traso en orden a. :la unión o -lo que viene a ser casi igual-nues­
tro retraso en orden a la acción, corresponde a_ nuestro retraso en
orden a la doctrina. O -si se prefiere--- la mala calidad de nuestra
unión, como de nuestra acción, corresponden a la mala calidad de
nuestro ''consenso'' doctrinal.
A.cción doctrinal.
De ahí la importancia :---en el campo de una acción, que para
ser· eficaz exige una .suficiente unidad-... de ahí la importartcia
de este elemento coordinador privilegjado que es: "La acción
doctrinal".
La cual, en cierto modo, no es una forma de acción · distinta
-aunque un peq~eño número tenga que. consagrarse a ella es­
pecialmente---, sino una forma de valorizar todas las acciones.
No es ·más que eJ hecho ·de difundir, como se dice, "buenas
ideas11 .• ••. si se entiende por ello una simple difusión, una simple
irradiadón intelectual; operada desde lejos y desde arriba. Entre
bastidores.
No consiste tan sólo _en lanzar ideas ... , consiste en acompañar
a esas
ideas y en cultivarlas sobre el terreno. Según los menes­
teres especializados.
La acción doctrinal es, se podría decir, la entrega a domicilio
de una verdad cimentadora de esfuerzos diversos,
sin que estos
esfuerzos dejen de ser diversos.
Presencia viva
-po:r estar asegurada por la -palabra,· no por
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DEBERES Y CONDICIONES DÉ EFICACIA
la sola distribución de escritO~ : presencia viva de un recuerdo
continuo
de la doctrina;. en todo lugar y ambientes.
¡ Método universal para un desarrollo multiforme de aplica­
ciones prácticas de la doctrina
!
La
acción doctrinal no es otra cosa que la organización prác­
tica de esta circulación vivificante, fortificante, de la verdad
indís­
JJ€nsable
en cada red o núcleo social... con el fin de c¡µe, por do­
quiera, sea doblado el cabo de una actividad rutinaria, estrecha­
mente especializada.
"Poned un tigre en vuestro motor" (*) leemos al-borde de
nuestras carreteras.
La acción doctrinal tiene por fin ofrecer a_ cada uno el medio
de
decuplicar la fuerza del motor de su acción echándole ese ele­
mento de superpotencia y
.ese ¡ "tig-re" !. .. , que puede ser una inte­
ligencia más práctica de
la doctrina aplicada, incorpo.rada a la
acción prevista.
Cuántos
-muy apegados sin_ embargo a su quehacer familiar,
profesional, social, etc
... -no la realizan más que a mitad, porque
no sospechan lo que
un sentido elemental de la doctrÍI\a les lle­
varía a realizar, Sin que
l~s cueste por ello mucho más. Por
simple efecto de una visión más penetrante de la finalidad de las
cosas,. de
una intelige:tlcia más aguda de las relaciones posibles.
¡Ay! Cuántos ni siquiera sospechan que la· doctrina puede ser
de: ~gu:na utilidad fuera del estricto campo de un "cerebralismo"
absoluto.
la acción doctrinal tiene por fin esencial la valoración de l~s,
actividades ·sociales o políticas por cumunicaciones pennanenteS de
la. ~upérabundancía 'de luz y de fuerza, qu~ no puede dejar de
apb~far. ·en todo asunto un entendimiento armonioso del ordJn
natural y cristiano.
Por ,~so la acción -doctrinal es, puede Ser, debe ser ---c~n la·
~oordinación
de jefes de que hemos hablado ánte"s------el más" se­
guro, el más grand~ elemento de nuest~a ünión, de nuestra. unidad.
(*) Es el anuncio de una marca de gasolina.-N. del T.
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JEAN OUSSET
Y eso, :porque la acc1on doctrinal es, de todos los medios, el
más estrictamente ordenado al establecimiento, lo mismo que al
mantenimiento del consenso, sin el cual toda acción fecunda es
inconcebible.
Homb·res -Herramientas .. Circunstancias.
Y sin embargo, esto no es suficiente.
Porque si es cierto que "las
ideas gobiernan al mundo", es
aún más justo hacer observar que no se puede decir esto de toda
idea. Ya que el mayor número de estas últimas no gobiernan
nada.
Ya que es inmensa la cantidad de sistemas de pensamiento
abortados, muertos, desamparados sin haber tenido
la menor in­
fluencia en
parte alguna, en ningún campo, cualquiera que éste
sea,
ya que ciertas doctrinas han tenido Una gran irradiación en
una
é_poca, para ya no tener ninguna en la socesiva, o no reapare­
cer sino mucho
más tarde.
Y que, por consecuencia, hos podemos preguntar, ¿ por qué
tales ideas han gobernado al mundo en un cierto momento? ¿ Por
qué han cesado de gobernarlo después? ¿ Por qué tantas ideas no
gobiernan nada?, ¿ y especialmente las nuestras, en la actualidad?
Todas estas cuestiones son las que no tardan en hacernos adivi­
nar que,
por pre~iosas que sean las ideas, no se sostienen por su
sin\Ple virtud; que no se difunden ni se propagan por su solo he­
cho; que reducidas a sÍ mismas, no podrían producir la menor ac­
ción durable, conseguir
la menor victoria; que son semejantes a
las mejores herramientas, que no han realizado
n1U1ca y que nada
realizarán si uo hay un obrero que las emplee.
O
dicho de otra manera, que mientras una idea, sea buena o
mala, ria encuentre un ejército, una tropa que la defienda, la sirva,
permanece sin efecto,
De ahí la importancia práctica de los hombres. Ya que las
mejores ideas no pueden nada sin la lucha de, por lo menos, algu­
nos hombres.
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Fundaci\363n Speiro

DEBERES Y CONDICIONES DE EFICACIA
Pero a su vez, ¿ qué pueden los hombres si se les deja su sola
fuerza, sin herramientas, sin método de trabajo o de acción?
Y,
¿qué pueden aún hombres animosos, metódicos y bien pro­
vistos,
si rehusan tener en cuenta las circunstancias de lugar, de
tiempo, etc.?
...
Hombres. Herrarnientas. Circunstancias.
Tres referencias indispensables en cuanto nos propongamos
abordar seriamente los problemas de una acción eficaz.
Tres fórmulas, de las que no se pretende que determinen cam­
pos de acción independientes y tales que
el estudio de uno pueda
desarrollarse sin influir
sobre los .otros. Porque, en realidad, estos
campos
se compenetran; las circunstancias podrían decuplicar la
energía de los hombres ; la energía de los hombres podría desorga­
nizar las circunstancias.
Pero J.X>f innumerables que puedan ser las combinaciones de
estos tres elementos, su inter-acción determina
y determinará siem­
pre lo que hay y habrá de más importante en la acción.
-
En primer lugar ... los hombres, las personas, las intercoxio­
nes sociales... O dicho de otra manera, los agent~ de la acción,.
los "activistas", los ejecutantes.
-
En seguida ... el instrumento, la herramienta, las técnicas,
los métodos de acción.
-Finalmente ... las circunstancias; el acontecimiento; las con-
diciones de tiempo y
de lugar.
O
si se prefiere :
1.0 ¿ Quiénes?
Z.º ¿ Con qué y cómo?
3.0 ¿ En qué tiempo? ¿ En qué circunstansias?
De ahí las tres partes que van a continuación.
Hombres e interconexiones sociales.
Métodos e instrumentos.
Las circunstancias.
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