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Comunidad y espíritu comunitario

COMUNIDAD Y ESPIRITU COMUNITARIO
por
GERMÁN ALvAREZ DE SoTO;MAYOR.
Por mandato divino la vida del hombre en la Tierra ha de
transcurrir y realizarse, únicamente, en sociedad con los otros
hombres, hijos todos de Dios, para cumplir la finalidad personal
trascendente de salvar el alma y que ésta se reintegre al Padre
y pueda gozar eternamente de Su presencia y de su conoci­
miento.
No se sonrían los ateos ni los débiles con esa pobre y triste
sonrisa que tan bien conocemos porque, una vez más, se insiste
aquí en llamar cada cosa por su nombre y porque, gracias a nues:­
tra fe, podemos librarnos de caer en el pueril o frívolo subter­
fugio de atribuirlo todo a leyes exclusivamente físicas de la ma­
teria y la energía y de señalar como finalidad de la especie hu­
mana el "punto omega" ·de su evolución y desarrollo, como si,
así, nuestro pequeño orgullo humano pudiera quedar a salvo de
la mortificación que supone el reconocimiento del Ser y, al
mis_mo tiempo, la aceptación de la incapacidad de nuestra _razón
para entenderlo todo y dominarlo todo.
Parecía obligado
partir de este concepto fundamental del en­
cuadre o ámbito
de la vida humana, formulado de acuerdo con
1a ortodoxia cristiana, en· el punto y hora en que nos encontra­
mos aquí reunidos
un grupo de católicos, convocados, especial­
mente, para tratar de nuestros deberes v de la forma de cum­
plirlos en esta sociedad de nuestros día.5. Recordad que el lema
de esta convocatoria
ha sido "Puntos básicos para una acción de
los seglares".
En la iniciación de esta tarea, uno de los trabajos prin­
cipales, si
no el principal, ha de ser el conocimiento de nuestra
sociedad y la estimación de las líneas y factores ·que condicionan
la evolución ,de sus estructuras y el ritmo de esta evolución. La
realización de este trabajo es tan urgente y tan importante como
difícil. Sólo
se alcanzará un resultado satisfactorio al cabo de
mucho tiempo y con el esfuerzo de un grupo de hombres con
vocación y bien preparados. Lo que de mí vais a oír, solamente
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pretende ser un leve esbozo del desarrollo y ,profundidad que
es posible dar al trabajo de conocimiento de nuestra sociedad
y de la elección de los métodos de acción a emplear para que de
ella. se alejen los males que impiden o dificultan el que las vidas
humanas
personales se ordenen al cumplimiento de su fin tras­
cendente
y sobrenatural.
-He aquí el problema y nuestro trabajo :
¿ Qué es la sociedad? ¿ Cómo está constituida?
Si,
como _parece evidente, se encuentra en permanente trans­
formación,
¿ existe una ley que la regule ?1 ¿ hay una ley natural?
Si dicha ley,
par una parte, es negada o desfigurada y, por
otra parte, no puede semos total ni fácilmente conocida, ¿ cómo
puede el católico, en concurrencia con quienes no lo son, o con
indiferentes, influir en la vida y en la perfección de la Sociedad?
Excede de nuestro propósito el intentar dar respuesta a es­
tas cuestiones en este momento, teniendo en cuenta los fines de
esta reunión. Solamente voy a expresar algunas ideas, sugeridas
por estos temas, a modo de anticipación intuitiva de la labor sis­
temática que será preciso realizar.
De la Sociedad -así, en general, y hasta de una sociedad
concreta y particular-sabemos que es, en primer lugar, un
conjunto de hombres o, mejor, de vidas humanas, ligadas en
un momento dado por un destino común. Peto estos hombres,
estas vidas, no se encuentran simplemente instalados, sin más,
en la Sociedad, sino que, de forma mucho más ostensible y sen­
sible, se. encuentran instalados en otros grupos menores con lími­
tes no sh:mpre fijns e inmóviles.
Vemos, incluso, que
la instalación de los hombres en tales
grup:,s o unidades inferiores es, casi siempre, múltiple, por
pertenecer simultáneamente cada hombre a varios -de tales gru­
pos o unidades. Pero lo más curioso y extraordinario es que la
intensidad y firmeza de los vínculos que mantienen a cada hom­
bre unido a los grupos. o comunidades a los que simultáneamente
pertenece, varían según las circunstancias y exigencias vitales,
intensificándose momentáneamente
1a firmeza de unos vínculos en
detrimento de la de otros.
Así, un hombre que es vasco, que es oficial de un Regimiento
y que mantiene estrechas relaciones de afecto y de responsabi­
lidad con su familia, nos
dirá que según los momelltos de su
vida,
ha sido uno u otro de sus vínculos -patria grande, patria
chica, profesión v familia-el más firme mientras los restantes
se debilitaban. -
Resulta,, además, qe las comunidades de rango inferior y
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primario -las más naturales-, la familiarJ la de vecindad, la
de oficio o profesión, son las que más permanentemente y más
fuertemente vinculan a los hombres,
en tanto que sólo circuns­
tancialmente la vinculación a
la comunidad superior -sociedad
nacional o estado_.. llega a ant-eponerse a los otros vínculos.
Pero, aun así, sólo ocurre esto de u11.. modo manifiesto a una
minoría de hombres, los más aptos para comprender las necesi­
dades colectivas y para acomodar su conveniencia a la general.
Si tratamos de clasificar y enumerar según su naturaleza
constitutiva, desde las
más naturales y espontáneas hasta las
de creación jurídica, todas las posibles comunidades
"de base"
a las cuales aparecen vinculados los hombres nos encontraríamos
con
una relación copiosísima, partiendo de la célula o comuni­
dad matriz, que es la familia. A título de ejemplo podríamos
mencionar, de tal relación, algunos tiJX)s de comunidades:
Una comunidad religiosa; la que constituye en un país una
fracción o minoría racial o religiosa.; una comunidad· vecinal;
otra de propietarios o de regantes; la comunidad de jefes y ofi­
ciales de un Regimiento o de una guarnición; las comunidades
naturales de los hombres de la mar, del comercio o de la no­
bleza de una región o de una ciudad... Y aparte de estas comu­
nidades más naturales, con o sin límites precisos, podríamos
mencionar aquella asociaciones o
Hsociedades" con estatutos ju­
rídicos constitutivos creadas. para su dedicación a fines rultu­
rales, económicos, profesionales, J)Olíticos y hasta deportivos.
Si a esta diversidad de comnidades y de formas tan distintas
de agrupuación y vinculación de los hombres agregamos la muy
variable intensidad y firmeza de los vínculos respectivos o, al
menos, la muy distinta manera de influir cada uno de esos víncu­
los
en la conducta y decisión de cada hombre, según una serie
de circunstancias, empezaremos a comprender la complejidad casi
inextricable
de la sociedad actual. Pero no se piense que tal com­
plejidad ooede reducirse desvinculando cada vez más al hombre
de las múltiples y, a veces, muy pequeñas comunidades "de base",
para obtener como resultado una progresiva y directa vincula­
ción del hombre a la gran sociedad nacional o a la sociedad-esta­
de cuyo manejo parece mucho más simple, sobre todo si hemos
podido convertir en
una abstracción ideológica lo que era y de­
beré seguir siendo un conjunto palpitante formado de muchas cé­
lulas y órganos llenos de vida.
No importa que en el transcurso de los tiempos, estas comn­
nidades
'~de base" sufran mutaciones inevitables, experimen­
tando cambios en su naturaleza
Constitutiva y en los contornos
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que las definen y limitan. No importa que, incluso, algunas des­
aparezcan en tanto que otras aumenten;
Lo que importa es que
los hombres puedan crear o encontrar múltiples comunidades
y
agrupaciones en las cuales instalarse y donde puedan sentirse
vinculados a los restantes miembros de esas comunidades para la
consecución en común de análogos fines personales. Pero e-;ta
vinculación debe tener para cada hombre el carácter de una presta­
ción mutua (derecho-deber) libremente consentida. No debe ser
única ni rígida, puesto que
el sentimiento de haber alcanzado una
positiva libertad personal y social sólo se posee mediante la ex­
periencia de disponer de más de una opción en el momento de su
instalación en una u otra comunidad.
Nuestra afirmación, por tanto, es ésta:
Una gran sociedad nacional o política es sana y viable sola­
mente cuando sabe cimentar su vida en numerosas v vivaces
comunidades natarales o jurídicas cuyos hombres, probádos en el
mando y en la obediencia y expertos en
la resolución de los pro­
blemas reales y concretos de sus propias comunidades, son los
que saben crear y defender las instituciones necesarias a la vida
de la sociedad superior. Por el contrario, cuando una gran so­
ciedad nacional o política ignora o menosprecia la vida y las
razones de sus comunidades "de base", es que no ha encontrado
los hombres que saben y merecen gobernarla y, en consecuencia,
tal sociedad
o nación vive en precario, se esteriliza o desaparece.
U na sociedad nacional o política cuyos cuadros dirigentes no
se esfuercen, ante todo, en cuidar la salud y la libertad de sus
comunidades y agru;paciones "de base", y antes bien, les parezca
incómoda y perturbadora esta vitalidad de los grupos naturales
inferiores, es una sociedad que caminará rápidamente hacia una
funesta sustitución de su posible y mejor destino real por una
finalidad "prefabricada", utópi-camente idealista. El contraste en­
tre lo real y posible, de un lado, y el "ideologismo" fanático, del
otro, producen siempre luchas estériles, daños a la vida humana
e incluso retrasos
graves en el tan esperado y prometido des­
arrollo de la sociedad.
En el mundo moderno podemos contemplar ya el avance arra ...
llador de las ideologías que, encubriéndose bajo una apariencia
humanista, van dejando desarmado al hombre frente a
la sociedad
gigante en la que
el sistema de mando y los cuadros habrán de
ser tan duros e implacables como sea preciso, para afirmarse
sobre una humanidad a la que se negará el derecho a ser como
Dios la creó.
Este avance arrollador de las manifestaciones totalitarias se ha
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logrado, en buena parte, merced al tenaz trabajo de desgaste y
de descrédito de los valores éticos e intelectuales qu:e constitufan
el entramado resistente de la sociedad cristiana occidental. El
ataque más sistemático lo sufrieron las virtudes humanas. La leal­
tad, la bondad, la obediencia, la caridad... se convirtieron en pa­
labras que, al ser escuchadas, incitaban a la sonrisa a los "avi­
sados", para quienes tales conceptos eran sinónimos de actitudes
ridículas o hipócritas.
Por este camino de crítica ácida
y safíuda, con la que jamás
se pretendió cortar abusos -por otra parte, frecuentes-, sino
destruir las raíces de la sociedad, se llegó al debilitamiento de
los vínculos que ligaban los hombres a la familia, a la vecin­
dad, al oficio, a la empresa, a la patria, etc... La Libertad
-así, con mayúscula-adquirió el sentido de "libertad del car­
nero para abandonar el rebaño" ; '"'libertad de cualquiera para
tomar pronto lo que más desea aunque debiera emplear mucho
tiempo y esfuerzo en lograrlo"; "libertad para pensar y vivir . . . . " sm prreJmc1os .
Este concepto de la Libertad ampliamente difundido produ­
jo entre las gentes la invasión del "individualismo" que, exacer­
bado
en muchas zonas de la sociedad, trajo como consecuencia
la insolaridad de los grupos y de las clases y la ruptura de todo
orden social profundo. En este clima social nacieron inevitable­
mente,
corno consecuencias lógicas, el socialismo marxista y el
capitalismo.
· Ambos movimientos han podido avanzar y desarrollarse en
forma prácticamente monstruosa, y en un futuro inmediato es
mucho más probable que veamos su integración que no la des­
trucción o aniquilamiento
de uno de ellos por el otro.
Resumiendo, diremos que la aceptación de un concepto de­
masiado humano y naturalista de la libertad sin referencia alguna
a la Verdad y
al Bien que tan sólo radican en la diviuidad, ha
desatado el torrente incontenible de las fuerzas ciegas que nos
traen el Estado-Leviathan en el que el hombre, la vida humana,
quedarán reducidos, muy probabfomente, a meros esclavos de
una gran maquinaria. Y todo esto porque los buenos, los fuer­
tes, sintieron en algún momento vergüenza de serlo, acusados ma­
liciosa e irónicamente por esos otros hombres -tan reales y de
carne y hueso como los primeros--que tomaron el partido del
Diablo.
Pues bien, por otro camino, esta "minimización" de las vir­
tudes humanas produjo, como ya se ba dicho, el debilitamiento
de los vínculos entre los hombres y las comunidades naturales,
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que a su vez han comenzado a decaer al fallar entre los hombres
el e~íri;Cu comun~tario.
Este espíritu comunitario es la consciencia de un fin común
y de la necesidad de servirlo. Es la consciencia del honor per­
sonal ligado
al bien y al honor de la comunidad. Es la conscien­
cia
y la aceptación de unos valores jerárquicos que han de ser
servidos tanto al mandar como al obedecer.
Este espíritu comu­
nitario requiere,
por tanto, indispensablem·ente, para mantenerse
y para mantener la vida y la salud de la comunidad, el cultivo
constante
de las virtudes humanas con voluntad de perfección
personal
y una actitud firm~ frente a todo propósito de abrir
brecha con la ironía y la malicia. Porque, al fin, este espíritu
comunitario no puede ser otra cosa que el ejercicio· de las ·vir­
tudes
·humanas esenciales que difícilmente puede asentarse con
seguridad fuera del terreno firme que ofrecen
la Fe y el magisterio
de la Iglesia.
Nuestra última afirmación, en este acto y ante vosotros, es
ésta:
Hemos de encontrar el camino que nos conduzca a la resti­
tución del culto y del ejercicio d·e las Virtudes humaoas, sin el
cual es
im,posibJe la conservación del e'spír-~tu comunifu:rio y será
inevitable la desaparición una tras otra de todas las comuni­
dades
y agrupaciones vivas y autónomas a las que los hom­
bres
pueden sentirse ligados más espontáneamente que a la gran
Sociedad Política o Estatal Afirmamos que en esas comuni­
dades de base,
o "cuerpos intermedios", es donde mejor puede
el hombre ejercitar
su libertad, adquirir responsabilidad y sa­
tisfacerse
prestando su servicio con amor a sus prójimos.
O encontramos este camino o caeremos
pronto prisioneros de
la gran máquina o aparato del Poder omnímodo y centralizado, sin
otras perspectivas que el
cumpHmiento inexorable de los actos
económicamente productivos que nos hayan
corespondi-:lo en la
"programación" y de aquellos otros de tipo cultural o fisioló­
gico que nos sean indicados o permitidos.
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