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Método racional

METODO RACIONAL
por
RAFAEL GAMBRA.
El hombre no es un espíritu puro o separado capaz de conocer
por intuición o contemplación directa las esencias y las realidades
espirituales.
Tampoco es el hombre semejante al animal que co­
noce
por los sentidos la realidad material que le circunda pero
sin poder salirse de su concreción y singularidad y de las reac­
ciones apetitivas que le
Provocan.
Ni ángel ni bestia, el hombre es un espíritu encarnado, com­
pendio limitado
y finito del mundo material y del espiritual. Es
capaz de alcanzar el conocimiento de esencias y de realidades es­
pirituales, pero
sólo a través del conocimiento sensible de las
cosas singulares
y materiales que le rodean, de cuya captación
arranca toda otra forma superior de conocimiento o de tendem;::ia.
Por esta su situación fronteriza y ambivalente, el hombre se
encuentra
ante una doble experiencia: la sensible y l.a intelectual,
experiencias que, al menos en apariencia, se ofrecen con carac­
teres contradictorios, inconciliables. Una -la sensible-nos apa­
rece corno singular, varia,
cambiante: es el mundo de cosas tocias
diferentes y en perpetua transformación que entra por nuestros
sentidos; otra -la intelectual-se nos muestra como universal,
inmóvil, siempre idéntica a sí misma : es el mundo de las ideas o
esencias. Conciliar
estas dos experiencias y estos dos mundos
ha sido ·el problema radical de la filosofía, en todos los tiempos y
culturas: ¿ Cuál de las dos representa la verdadera realidad? ¿ Son
las ideas mero símbolo o representación mental de una realidad
siempre singular
y fluyente? ¿ O es ésta la experiencia engañosa
de un mundo inmóvil y perfecto de ideas puras?
El problema del conocimiento no es sino una variante de ese
mismo problema radical del filosofar: ¿ cuál de los dos conoci­
mientos
--el sensible o el intelectual~ es el verdadero y original
por modo tal que el otro venga a ser su derivación o enmasca­
ramiento? Las respuestas que los pensadores han dado a esta
cuestión a lo largo de los tiempos vienen a reducirse, como se
sabe, a
tres fundamentales. Para unos, la idea o universal ( el hom­
bre,
el triángulo, la justicia ... ) es cosa (res), independiente de las
cosas singulares y materiales que
captan los sentidos; más aún,
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son la única y verdadera realidad hasta hacer de nuestra ex­
periencia sensible
un mero trasunto o sombra de ella. De aquí
el nombre de realismo absoluto (o realismo de las ideas) que se
da a esta teoría, cuyo máximo portavoz fue en la Antigüedad
Platón. El conocimiento de las ideas es para el platonismo re­
cord~ón de una vida anterior del alma en la que contempló
directamente la idea objetiva, arquetipo de las cosas reales,
y en la
qU.e no sufría la servidumbre de esta vida al cuerpo y al conocimien­
to sensible. En la misma línea, el platonismo cristiano ( San Agus­
tín)
ha supuesto que el alma, prisionera del cuerpo, recibe el
conocimiento de las ideas por una especie de iluminación divina.
El pensamiento platónico, con su serena nostalgia de un mundo
ideal,
·se ha deslizad() muchas veces hacia el panteísmo: si vemos
en las ideas el ser puro y perfecto, si Dios nos infunde tal saber,
fácilmente se concluye que a Dios mismo vemos en ellas
y que
en su seno vivimos y somos.
En el extremo contrario, el nom-inalism'O (y el empirismo mo­
derno) afirman que sólo es válido el conocimiento de los senti­
dos (
empeéía, experiencia sensible), y que no hay otra realidad
que las cosas sensibles, materiales.
Las ideas son sólo nombres
( nomien) nominalismo) con que designamos a cosas que guardan
alguna semejanza entre sí o

a conocimientos imprecisos, imper­
fectos.
El empirismo fácilmente cae en el escepticismo: si no
existen los universales, ni son posibles,
por tanto, juicios nece­
sarios ni leyes ciertas, nuestro saber será
un puro saber de he­
chos, sometido a la circunstancia
y a los medios cognoscitivo's.
La tercera posición representa el equilibrio entre esa doble
experiencia humana
y fundamenta la más larga y fecunda tra­
dición filosófica de la historia. Se trata del intelectualismo aris­
totélico-escolástico.
La idea para esta escuela no existe como una
realidad separada de · 1as cosas· sensibles, pero tampoco es un
mero nombre o símbolo cognoscitivo. Existe en las cosas mismas
como principio informador
de las mismas, y la obtiene el espíritu
por abstracción o penetración intelectual ( in tus· legere) leer den­
tro) en las cosas sensibles. El hombre conoce, como el animal,
las cosas singulares
y materiales a través de Sus sentidos, pero
no queda en ellas, sino que posee en
su espíritu una luz ( el en­
tendimiento) que ilumina el universal que está en ellas y en­
gendra en la mente el concepto o idea.
Nominalismo y realismo de las ideas parecen dos soluciones
extremas, opuestas entre sí,
y lo son objetivamente. Sin embargo,
aquí como en todos los campos del saber
y del hacer, los errores
y los desórdenes se atraen y llaman entre sí, resultando en la
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práctica tan cercanos como alejados puedan estar en la teoría.
Así, la Edad Moderna se inicia -por un nonúnalismo y empirismo
extremos y va a parar en el ideologismo desencarnado de la
realidad que domina hoy en las mentes y en todas las manifes­
taciones de nuestra cultura. El nominalismo de los siglos XIV­
XV rompió la armoní.a entre la fe y la razón ( entre la teología
y la filosofía) vigente durante la
Edad Media principalmente en el
tomismo, y sentó las bases de la moderna autonomía del pensa­
miento y de la laicización del Estado, órdenes, por principio, aje­
nos a toda influencía de la fe. El empirismo de la escuela in­
glesa de los siglos
XVI-XVII fundamentó, a su vez, el libera­
lismo moderno al declarar las concepciones religiosas y meta­
físicas meras ideas comipuestas} radicadas en la mente del indi­
viduo y sin legítima proyección social o política.
Sin embargo, a partir de esos siglos y con la invención en
el Renacimiento de la imprenta y la difusión del libro a ámbitos
mucho más amplios, se ha operado
en la mentalidad de los hom­
bres una transformación profunda que alguien ha caracterizado
como la sustitución de un mundo de cosas por un mundo de
conceptos o de ideas -ya hechas, prefabricadas-----de las cosas.
Es lo que se ha llamado books culture, transformación que en­
traña también el paso de una visión preponderantemente tem­
poral a una imagen más bien espacial de la realidad. Esto es
notorio, como ejemplo, en la torsión en un ángulo de noventa
grados que la superficie terrestre ha experimentado en la ima­
ginación del hombre medio.
Para el antiguo o el medieval esa
superficie era la del suelo que tenía ante sí: una lejanía horizontal,
inabarcable y, en cierto modo, temporal (que ha de recorrerse).
Para el moderno, esa imagen se ha hecho verdrol, abarcable ( dada)
y plenamente espacial; además con el norte realmente arriba, y
el sur abajo. En la imagen del hombre antiguo, España era más
alta que Francia porque realmente sus tierras son más altas o ele­
vadas (piénsese
en la Baja Navarra, o NaVarra de Ultrapuertos,
hoy francesa}. Para la imagen del hombre actual Francia está
evidentemente más alta o encima de España, y cuando se desplaza
hacía ella {hacia el norte} posee la impresión íntima de estar su­
biendo, marchando hacia arriba, y en tal forma suele expresarse.
La visión del mapa ha sustituido en nosotros a la de la realidad.
Quizá
por esto, aunque en aparente paradoja, los conceptos y
términos hayan perdido. rigor y precisión de límites, justamente
en un medio en el que dominan hasta haber sustituido en gran
medida a la imagen y la percepción de lo real. Cuando el horizonte
humano
era sobre todo el de un mundo de cosas, y las_ ideas y
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los términos estaban a su servicio en su papel representativo
ideal, la sólida concreción de la existencia y la resistencia de la
materia imponían esta misma precisión al lenguaje y al discurso.
Cuando el hombre trata, en cambio, con ideas y palabras per­
ciba fácilmente la maleabilidad y fluidez de las mismas, y no
deja de hacer uso de tales ventajas. Quizá sólo el lenguaje téc­
nico de las ciencias particulares se libre hoy de
la imprecisión
y ambivalencia que caracterizan a términos y conceptos en un mun­
do predominantemente conceptual y libresco. Quizá también sea
el ensaJyo como género literario aquel que culmina en nuestra época
esa flexible disponibilidad del lenguaje y la ideación para dosifica­
ciones, analogías e imprecisiones de signo
más estético que veraz.
Surge entonces para el hombre contemporáneo una forma
de realismo de las ideas mucho
más grave que el de las antiguas
formas de pl_atonismo.
En éstas, las ideas eran esencias arque­
típicas, especie de patrones de las cosas que, en un mundo ideal,
poseían,
sublimadas1 las perfecciones -cualitativas de las cosas
reales.
Era como la nostalgia humana de un mundo superior en
donde las limitaciones y caducidad de las cosas se superaba en
inmóvil y perfecta idealidad. ·
El nuevo realismo de las ideas es, en cambio, un puro abs~
tractismo esquemático, basado en nociones elementales y uni­
formes calcadas sobre la matemática. A medida que el hombre
maneja conceptos prefabricados, de una pieza e indefinidamente
difundidos, abandona y olvida
la relación con las cosas mismas,
en
un ambiente progresivamente tecnificado. Así, el hombre de
hoy trabaja sobre números, sobre esquemas y planes abstractos
mucho
más que sobre la realidad existente y diferenciada. En
nombre de teorías igualitarias o de uniformismos legales, el hom­
bre actual ha olvidado o destruido realidades y ambientes mile­
narios; ha arrasado diferencias, jerarquías y costumbres que cons­
tituían el ámbito de la vida y de la auténtica lihertad de los
pueblos.
Ejemplos de estos conceptos hoy todopoderosos y de
validez universal son la Democracia, la Igualdad, la Evolución,
el Progreso, el
Agg1!ornaniento, el Humanismo ... Y como ooti­
concep,tos absolutos: la reacción, las clases, las diferencias, la
discriminación, el paternalismO, la aristocracia ...
Así, a través de un ideologismo abstracto nacido precisa­
mente de
la negación del "intelecto" con fundameri.to in re (en
la cosa), la tecnocracia del esquema y del impreso conduce a nues­
tra sociedad a la masificación cuantitativa, a un mundo uniforme
regido por la cibernética del que la figura humana y su ámbito
. vital tienden a desaparecer.
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