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Doctrina y acción

DOCTRINA Y ACCCION
Palabras de introducción a In, VI Reunión de amigos de la
Ciud"d CatóUcc,, pronunciadas
por
EUGENIO VEGAS LA'I'APIIS-
Obediente a una amable indicación, que tiene para mí el ca­
rácter de orden perentoria, estoy aquí
para pronunciar unas
breves palabras .de apertura de esta Sexta reunión de amigos en
España de
"La Ciudad Católica".
La primera en abril de 1961, en "El Paular".
Tuvo lugar la
segwnda, en mayo de 1962, en Barcelona; la
tercera y la cuarta en este mismo Colegio de San Agustín, a cuyos
directore_s reitero nuestro gran agradecimiento por su ejemplar
hospitalidad. Para la quinta reunión retornamos a El Paular por
estos mismos días del pasado año. No obstante la inclemencia
del tiempo, en que la nieve impidió franquear los pnertos de la
sierra a varios amigos, todavía subsisten los rescoldos del fuego
y entusiasmo que provocó en la inmensa mayoría de los asis­
tentes.
Nada nuevo se me ocurre decir en el acto de apertura de
esta sexta reunión. Me limitaré a repetiros algunos conceptos
que estimo necesario gravéis profundamente en vuestro. espíritu.
Que lo más necesario en estos momentos es la formación doctri­
nal (Pío XII); que las ideas gobiernan a los pueblos (Fichte); que
las ideas falsas deben ser combatidas por ideas verdaderas y que
es inútil disparar el cañón para vencerlas (Maurras); que el
error, más que los vicios,
es lo que corrompe a los pueblos
(Le Play).
Quizá alguno de mis oyentes piense que mi machacona in­
sistencia sobre . la capital importancia de la formación doctrinal
se debe al amargor, por no decir esceptismo, que me ha causado
el contemplar el fracaso
de mis actividades en el terreno de la ac­
ción. Pero no son los años, ni los fracasos, los que me han llevado
a defender la primacía de la formación doctrinal. Hace treinta y
cuatro años, en
el número del 16 de mayo de 1933, publicaba como
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DOCTRINA Y AOCION
editorial en la revista Acción Es¡,a,ñüla .un trabajo titulado "Doc­
trina y Acción", en el q~e decía : "al lado de la doctrina hace
"falta la acción.
La una es complemento indispensable de la otra.
"Acción sitl doctrina vale como edificar sobre arena. Doctrina
"sin acción es un levantar de castillos en el aire. -Es necesario
"que la inteligencia nos enseñe la verdad
para que la voluntad la
"realice. i Acción! ¡ Hay que actuar! Ante los males de la re-
1'ligión y de la patria a nadie es lícito permanecer ocioso. Pero
"no basta. actuar; hay que hacer Obras útiles. Por lo que es
"indispensable, antes de actuar, saber con precisión qué es lo
"que se debe hacer.
"Las enseñanzas de los Libros Santos confirman lo expuesto-.
"Ante todo es preciso tener fe, esto es, doctriná. Inmediatamente,
"producir obras iluminadas por la fe, que es la verdad. No basta
"la fe. Quien conoce el remedio del mal y rto intenta aplicarlo es
"reo de eterna condenación. Para salvarse no basta dejar de
"hacer lo que está prohibido. Es preceptivo hacer el bien. Je­
"sucristo dijo: «La fe sin obras es fe muerta.» Y en otro mo­
"mento añadió: «Yo no soy Dios de :muertos». No es Dios de
"los que no actúan.
"Fe y obras; doctrina y acción; ideas y hechos. Esa es la
"norma obligatoria de todo católico y de todo ciudadano. Quienes
"sostengan que la acción lo es todo
y la doctrina no es nada~ se
"parecen a quien, deseando
curar la enfermedad de un ser que­
"rido, lleno
de actividad y buena intención le suministrase, a
"modo· de remedio, un veneno, ó al patriota que, deseando pelear
"por su patria amenazada, se lanzase al campo y, por no atender
"las órdenes o por ignorar la posición de los combatientes, dis­
parase
su arma contra sus hermanos.
"Pero una vez conocida la doctrina, entonces la acción lo es
"todo.
"Todos los hombres, absolutamente todos, tenemos dos obli­
"gaciones primordiales.
La primera, enterarnos de lo que es pre­
"ciso hacer. La segunda, traducir en obras esas enseñanzas y
''convicciones.''
No hace muchos días volvía a leer una página de la Historia
de Francia contemporánea que confirma elocuentemente cuanto
llevo dicho.
En 1899 la vecina República se veía agitada por el
famoso "affaire Dreyfus" que constituyó una verdadera revolución
que llevó
al Poder a los enemigos de la Iglesia, la Patria y el
Ejército. Para luchar contra estos elementos de desintegración
social algunos distinguidos patriotas crearon
una asociación bajo
el título de Ligue de la P 699
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EUGENIO VEGAS LATAPIE
donal iba seguido de muy numerosas firmas, y en cabeza de
ellas los que constituían la flor y nata de la Academia Francesa.
En veinticuatro horas las adhesiones vinieron a raudales. Se llegó
a apuntar- la cifra de cien mil. Aunque la cifra fuera exagerada, el
aluvión de adherencias causó
muy fuerte impresión, más aún que
por el número por la categoría y relevancia social de los fir­
mantes.
Ante el asombro de muchos, uno de los más señalados inicia­
dores de esa gigantesca
Ligue de la Patrie Frmn,aise, exclamó
-y la frase es histórica~ : "Y ahora para utilizar todo esto ne­
cesitamos ideas." Por falta de ideas esa colosal concentración se
disolvió en la esterilidad más completa.
Estamos viviendo un espantoso momento de desorientación es­
piritual. Muchos se entregan a disfrutar ciegamente de los pla­
ceres que les brinda la ciudad alegre y confiada en que viven,
sin pensar para nada en el mañana. Otros, menos en número,
postulan una acción intensa y urgente. Pero actuar, ¿ con qué fin
¿ Qué principios se han de propagar e imponer? Antes de estu­
diar es indispensable conocer el objetivo que se
trata de alcanzar
y también es necesario estudiar los métodos más adecuados de
acción. Precisamente desde hace varios números venimos repro­
duciendo en nuestra revista V>:RBO, capítulo a capítulo, el tra­
bajo que mi admirado Jean Ousset
está publicando en Perma­
nences con el título "Deber y Condiciones de Eficacia". Con todo
encarecimiento recomiendo
a cuantos me oyen que lean y mediten
este magistral trabajo sobre la acción.
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