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El ejemplo de la madre Juana de Lestonnac

EL EJEMPLO DE LA MADRE JUANA DE LESTONNAC
por
MARÍA DEL RosA;lUO FRAGA DE PUY,
Extracto del Discurso pronunciado el día 3 de diciembre de
1967
en el solemne Acto Acadé>mico celebrado en el C oleqio, de
la CompamAa de María, de Santiago de Compostela, can matimo
de
la celebración del JI Centenario de su fundación,
La Madre Juana de Lestonnac comenzó en Burdeos, en el
año 1607, la obra de la, fundación de la Orden de Nuestra
Señora. Ahora bien, recordar
a la Madre fundadora no debe ser so­
lamente evocar su nombre, sino meditar su ejemplo. Pues pien­
so que para todas nosotras fue un ejemplo. Para las niñas y
jóvenes colegialas. Para las que ya no lo somos y estamos entre­
gadas a la vida del hogar y del trabajo profesional.
Para las viu­
das. Para las religiosas, en fin.
Por obediencia a su madre calvinista supo Juana de Leston­
nac, siendo niña, oír a los herejes. Sí, pero al mismo tiempo
supo mantenerse firme en las verdades de la fe católica, según
el Evangelio y la tradición magisterial de la Iglesia. Conocién­
dola bien, no se dejó llevar
por la moda del momento, acerba­
mente antimariana en su medio ambiente cultural, y siguió aman­
do a María, buscando en ella el amor y la comprensión de una
madre. Fue valiente, aunque por ser niña sufría y temía. Y
para superar su temor y temblor se dedicó a cultivar su inteli­
gencia, único modo de ser adulto, para poder combatir
y dialo­
gar donde fuera preciso en favor de Cristo y de su Madre.
Fue, más tarde, habiendo adquirido estado, modelo de es­
posas
y modelo de madres. En Burdeos, donde era su marido
magistrado, S'µ casa era centro de reunión de la alta sociedad,
como correspondía a su rango social. Sus coetáneos hablaron
de ella alabando su elegancia y distinción, sólo superadas por
su bondad para con todos. Compartiendo con su esposo la car-
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ga matrimonial, ella se ocnpaba de administrar el patrimonio
familiar : testigos presenciales
doct;mentan que lo supo hacer
con gran prudencia y rara fnteligentja. Sabía llevar su casa, por­
que a todas las tareas de su
esta.do se "'!ltreg;¡ba con el ansia
de perfección que fue siempre en ella signo habitual y distintivo.
"Nunca
-pensaba ella-,-hay peque;i\as cosas al servicio del bien."
Sus veinticuatro años de feliz intimidad familiar son, por
todo esto, un ejemplo. De cómo cumplía sus deberes de madre
po­
demos inducirlo del hecho de la adoración que por ella sentían
sus
hijos. Ellos manifestaron 11na gran pena y aflicción cuando
les abandonó par¡¡ entregarse al servicio de Dios. Pero eso no
hubiera ocurrido de no haber sido ella como fue: cariñosa, aten­
ta en todo momento, siempre c;:omprensiva; pero también buena
educadora, amig~ en ocasiones y Qura e inflexible cuando ha­
cía falta.
Habiéndose conyertido ~n viuda, vµelve a ser µn ejemplo. Su
pena por la muerte del esposo es enorme. Pero no tanta que
la trastorne. Sigue gobernando con tino su casa. Pero no abre
ya sus salones. Suprime
la vida social, que ya no tenía razón
de ser, y dedira. ese tierp.po a otros menesteres. Ante todo, ¿ cómo
no?, a buscar consuelo en la Madre del Cielo y en Dios. Santa
Juana deja entonces de recibir en su casa, pero
s¡¡le ella ahora
en busca de los pobres y los desvalidos. Visita los barrios más
desamparados y los hospitales
suelo y de todos recibe
el suyo propio. No la asustaban la mi­
seria ni las enfermedades. Habién de peste
en Burdeos pudo vérsela asistiendo a los enfermos por
todas partes.
Todas estas actividades hacen surgir en ella la vocación re­
ligiosa. Después de muchas dudas y muchas oraciones, y des­
pués de consultar humildemente al confesor, acaba por ver claro:
Dios quiere que se ocupe de la educación de las niñas. Pero esto
fue algo verdaderamente providencial.
En aquella época apenas nadie se había planteado el proble­
ma de
la educación de las jóvenes. La educación se centraba
en los varones, puesto que las mujeres er~n infravaloradas en
términos generales. A pesar de ello; y estimulada por el proble­
ma mismo, Juana de Lestonnac vio claramente, por ser ella mu­
jer inteligente y cultivada, la importancia que tenía educar a la
muj~r. Educar a las niñas, darles ideas sanas y sólidas, era
garantizar la salud del cuerpo social, porque ellas eran las que
después acabarían configurando el estilo y tenor de los hogares.
Santa Juana supo ver claramente que
cuando las madres son
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buenas ·cristianas y tienen ideas claras y convincentes saben en­
s·eñársela,s y transmitírselas a sus hijos. "Nuestras niñas ---ense­
ñal!a ella-, con el tiempo dejarán de serlo, y por su medio ha­
bremos santificado familias enteras."
Fundó, pues, la Orden de Nuestra Señora, cuya Constitu­
ción fue aprobada
el año 1607. por el Papa Pablo V. Este mismo
Papa comentó
el hecho así: "Moriré contento después de ha­
ber establecido una orden de religiosas
cuyo fin· es la salvación
de las almas, y que deben cultivar en
la Iglesia la pureza de la
fe y de las costumbres." Santa Juana supo inculcar para siem­
pre este compromiso espiritual a sus Madres. Pues la forma­
ción de ellas fue su primera preocupación,
La Madre Juana formó, en efecto, primero a sus compañe­
ras. Al principio eran pocas y vivían con gran pobreza. Pero
Dios y María estaban de su parte y la obra siguió adelante. Hubo
muchas luchas. Pero, en medio de tantas dificultades, nuevas
ca­
sas iban surgiendo sin pausa, y todas ellas se llenaban de niñas.
A todas se les
daba instrucción, de acuerdo con las nece­
sidades de la época, en lo referente a cultura y ciencia. Pero se
ponía especial atención en la vida de piedad. También se de­
dicaba especial interés a enseñarles a gobernar una casa. "Las
niñas -ensefi.aba la Madre Juana-no deben de ser pequeñas
monjitas, que luego se encuentren desorientadas en el medio
ambiente y se dejen llevar por él por falta de preparación para
€nfrentársele cuando haga falta."
La vida de la santa fundadora en estos años, hasta su muer­
te, ocurrida
el 2 de febrero de 1640, fue un continuo modelo
de fe y confianza en Dios, de buen sentido humano, de oración
y de sacrificio, de humildad y de entrega a los demás: en suma,
de santidad
..
Es maravilloso el ímpetu revolucionario que la animó. Santa
Juana organiza una
auténtica revolución pedagógica. Revoluciión,
porque innova radicalmente: atención a las niñas, monjas no
contemplativas, métodos radicalmente nuevos
y espontáneos ...
Pero revolución auténtica porque está al servicio de la tradi­
ción. Santa Juana no mantiéne métodos para enseñar ideas re­
volucionarias. Justamente
af contrario: revoluciona los métodos
para mejor poder enseñar las ideas eternas, las enseñanzas tradicio­
nales, las verdades firmes, la
fe pura. En este aspecto, su ejem­
plo es hoy más actual que nunca. Santa Juana es el símbolo de
-una acción alegre, innovadora y optimista en la enseñanza. Es
el símbolo del estar al día de hoy, para pasar al día de mañana,
del mejor modo posible, las enseñanzas recibidas del día
de ayer.
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Es el símbolo de lo que significa, en la enseñanza, conservar lo que debe ser conservado e innovar lo que debe ser innovado.
Las circunstancias han cambiado mucho. Pero los proble­
mas siguen siendo hoy, en el fondo, los mismos. Hoy, como en­
tonces, hay confusión de ideas. Los que dicen estar al día quie­ren, hoy como ayer y como anteayer, hacemos olvidar-las ver­dades fundamentales: que Dios es nuestro Padre; que hay que tener una fe y una confianza ciega en Él; que la Virgen, nues­
tra Madre, está ahí siempre a nuestro lado; que hay que acudir
a ella; que hay que amarla;
que hay que venerarla... Frente
a esta confusión de ideas, creo que el ejemplo a seguir que nos
dio la Madre Juana es bien claro y no debe ser olvidado.
A todas vosotras, religiosas Hijas de Nuestra Señora, dedi­
cadas a la enseñanza de las niñas, quiero
pediros -si es que me lo permitís, al menos . por mi título de madre de alumna­que sigáis inflexiblemente la línea de conducta trazada por San­
ta Juana. Nos preocupa, jCÓmo no!, que nuestras hijas lleguen
lo mejor preparadas posible científicamente a las puertas de la Universidad. Nos importa que lleguen a la sociedad bien edu­
cadas. Nos importa que lleguen a la vida
adulta· sanamente des­
arrolladas por
la edncación física. Todo eso hay que cuidar/o,
porque es bueno e importante. Pero .no es lo más importante.
Lo más importante, y lo que pedimos eon más fervor, es que nuestras hijas salgan de esta casa siendo las que mejor conoz­
can, crean y practiquen el Evangelio de Jesucristo; siendo las que
sepan tener
más confianza y más fe en Dios; siendo las que más amen a María. ·
En suma, queridas Madres : seguid educ~ndo e nuestras niñas hasta hacer de ellas chicas modernas, sabias, educadas y depor­
tistas -j sí!-, pero ante todo y sobre todo "buenas cristianas_".
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