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El orden natural y los cuerpos intermedios

EL ORDEN NATURAL Y LOS CUERPOS INTERMEDIOS
POR
NICOLÁS MARÍA LóPE.Z CALERA,
C«ted,rático de Filosofía del Derechü en la Universidad d!e Granada.
I. La existencia de los cuerpos intermedios: perspectiva on­
tológica y deontológica.
La problemática sobre los cuerpos intermedios implica prin­
cipalmente
el tema de la coordinación de los elementos inte­
grantes
de una comunidad política. Cuando nos planteamos la
existencia de lo vario y lo múltip~e en el seno de la coexis­
tencia humana, enfrentamos, en definitiva, una cuestión de coor­
dinación, lo cual
no es otra cosa que un problema ético-jurídi­
co. Por ello creemos que, _por encima de los análisis socioló­
gicos sobre la pluralidad social que representan los grupos
intermedios, se encuentra
el grave problema de su lugar onto­
lógico
y deontológico dentr~ del marco genérico de la convi­
vencia humana.
En nuestra época actual, compleja y de tenden­
cias masificadoras,
el problema de los cuerpas intermedios ocupa
un lugar de importancia en orden a la recta estructuración de
la vida social y al perfeccionamiento del individuo en su seno.
La misma terminología empleada -cuerpos intermedios-de­
nota
ya la íntima y profunda tensión que estos grupos inter­
medios representan en la dinámica de la sociedad.
El grupo o
cuerpo intermedio es aquel que se encuentra entre
el individuo
y la sociedad o el
Estado. La terminología, pues, parece indicar
que
el grupo intermedio se coloca como puente de amistad y de
entendimiento entre el individuo y la sociedad o el Estado. La
problemática sobre los cuerpos intermedios gira, por consiguien­
te, en torno a la vieja lucha entre
el principio de totalidad y el
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El ORDEN ~A1'URAL Y LOS CUERPOS INTJiRMEDJOS
principio de individualidad. Los cuerpos intermedios juegan
precisamente ese papel : de intermediarios benéficos entre el in­
dividuo
y el todo social superior y supremo. En definitiva, la
problemática filosófico-jurídica en torno a su existencia debe
centrarse en la determinación
de su lugar y funciones dentro del
complejo mundo de la vida social, en la que el hombre necesa­
riamente s~ encuentra radicado. Por esto c.reemos que estamos
ante una cuestión que exige principalmente soluciones prácticas
a
ef~ctos de lograr la adecuada coordinación social.
Cabría plantearse, comü' punto de partida, el problema mismo
de
qué sean y cuáles sean los cuerpos intermedios. Declinamos
esta tarea, porque una idea aproximada, aunque sea imprecisa,
sobre los mismos existe en cualquier persona medianamente cul­
ta. Estamos en presencia de unos grupos sociales que no reúnen
la totalidad onto-socúzl de la comunidad política o religiosa per­
fectas. Los grupos intermedios son partes de una totalidad so­
cial, no diríamos superior, aunque sí más amplia. Son, por
tanto, grupos sociales menores, menores en sus funciones y en
sus elementos, o también grupos sociales primarios, primeros en
una cronología . ideal de existencia de las formas de vida social,
o si
se quiere más elementales o menos complicados en su trama.
Ahora bien, conviene que nos detengamos a reflexionar so­
bre el lugar ontológico y deontológico
que i_mplican estos gru­
pos sociales, pues en base a estas reflexiones podremos estable­
cer algunas conclusiones importantes prácticas
en busca de esa
coordinación social, que se esconde como fondo problemático
tras
los cuerpos intermedios. La existencia de los grupos interme­
dios es
una manifestación palpable del pluralismo social, en el
que,
en definitiva, _se asientan las comunidades políticas. La afir­
mación genérica de que el hombre es social por naturaleza no
significa prácticamente nada, si no se tiene en cuenta que la na­
turaleza social del hombre se proyecta existencialmente en una
serie de formas varias de vida social. La vida social no es uni­
forme, sino multiformé,
y en su misma variedad encierra las po­
tencialidades más ricas de las que el hombre, en suma, puede sa­
lir beneficiado. La existencia dé un pluralismo social resulta así
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el hecho primario indiscutible de reconocer a efectos de una ade­
cuada ordenación de la existencia y coexistencia del hombre. El
pluralismo social representa · al mismo tiempo la necesidad de
reconocer el absurdo
de dos extremos doctrinales: por una par­
te, el reconocimiento de una autonomía absoluta para el hombre ;
y, por otra parte, el reconocimiento del valor absoluto del todo
social superior sin nna aceptación de la organicidad
y jerarqui­
zación de la vida soéial. Por esto históricamente los extremismos
políticos que se han basado en estas doctrinas han fracasado. El
liberalismo con la autonomía absoluta del individuo, y el totalita­
rismo con la prepotencia del todo social superior, han sido mo­
nismos políticos que han dado una versión unilateral de la praxis
social y política.
Sin embargo, la realidad es bien distinta. Ciertamente existe
el individuo con· su libertad y su autonomía. Y ciertamente tam­
bién existe el Estado con su poder.
Pero a partir de ambas rea­
lidades, sin exagerarlas respecto a su lugar estrictamente onto­
lógico, podrá advenirse a soluciones prácticas de coordinación
social que representen una auténtica deontología o perspecti­
va deontológíca de lo individual y lo social en la existencia hu­
mana. Pero lo que nos interesa destacar aquí es cómo la vida
social no puede reducirse al Estado, ni a un excluyente
diálogo
entre el indivíduo y el Estado, porque entre ambos circula una
vida ric~, precisamente la vida de los cuerpos intermedios. "Lo
que la ciencia Política de hace cincuenta años llama "sociedad"
se nos
presenta hoy como un tejido continuo de grupos meno­
res, yuxtapuestos o superpuestos entre sí.
El orden político no
es sólo un deslinde o distribución de esferas de poder humano,
sino un orden de grupos que
ha de definir y deslindar las es­
feras de competencia
y de poder de ese complejo tejido de gru­
pos humanos. No hay, pues, "sociedad", sino "sociedades" (1).
Ahora bien, el hecho social de los grupos intermedios res­
ponde, en suma, a la riqueza del dato ontológico que es la mis-
(1) Luis Sánchez Ag'esta,. El principio de subsidiariedad, en "Re­
vista de Estudios Políticos", 1962, núm. 121, pág. 8.
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ma sociabilidad humana. La existencia social del hombre se pro­
yecta de manera variada.
Por tanto, 1o a_ue es natural al hom­
bre no es estrictamente la sociedad, sino las sociedades. De aql].Í que una filosofía social sea siempre un saber abierto a nuevas
posibilidades de realización social del hombre.
Los gruJ)OS in­
termedios representan así esa variada gama
de realizaciones so­
ciales- que
el hombre vive a lo largo de sti historia. Pero, en de­finitiva, estos grupos intermedios son la expresión existencial
de ese dato ontológico aludido, que es la sociabilidad natural
del hombre.
El hombre vive en el grupo, es miembro del grupo,
porque es hombre y quiere
ser hombre de una determinada ma­
nera. La naturaleza da al hombre las fuerzas o las poterlciali­
dades para proyectarse socialmente, inclinándole a unas formas
de vida social de una manera más. imperiosa y necesitante que
respecto a otras. POr esto se puede afirmar que los cuerpos in­
termedios representan
una constatación importante del dato on­
tológico de la sociabilidad humana, pero
que dichos grupos no
constituyen jamás un
numerus clausus, mucho menos en su es­
tructuración concreta. Y aquí reside principalmente
el gran va­
lor histórico de los
cuerpos intermedios que, sobre bases on­
tológicas,
se van ·continuamente ofreciendo a las necesidades de la historia. Ello no obsta para que haya determinadas instancias
dentro de los cuerpos intermedios
que escapan al poder creador,
e incluso destructor, del hombre.
Esto es; hay cuerpos interme­
dios
naturale~. Pero la gran importancia de dich~s grupos no
estriba solamente ahí, sino también
y ante todo en esa apertura
de renovación y de nuevas formas
de existencia en que la so­
ciabilidad del hombre
se va realizando dentro del nivel "inter­
medio" de la total vida social. El hecho importante, pues, con­
siste en la existencia de una
zcma. social intermedia, donde el hombre se renueva continuamente y va fraguando sus más no­
bles potencialidades naturales e históricas (2).
Indudablemente la importancia de los cuerpos intermedios
se
(2) Dietrich von Hildebrand, M etaphysik der Gemeinschaft, Aus­burg, 1930.
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resalta más en aquellos que pueden llamarse "naturales", porque
su permanencia, su espontaneidad y sus valores más propios cons­
tituyen el soporte y la trama fundamental de la historia misma
de la vida social. Los cuerpos intermedios naturales representan
los elementos principales, que van a dar lugar al complejo so­
cial más amplio, -10 que Messner ha llamado "organismo de
organismos" (3}. La existencia de estos grupos ha sido histó­
ricamente reconocida.
El matrimonio, la familia y la ciudad
reúnen los requisitos de permanencia y espontaneidad suficientes
para que tradicionalmente se les haya reconocido como naturales,
aunque hoy se haya puesto
en entredicho su espontaneidad na­
tural ·(4).
Sin embargo, la importancia de los cuerpos intermedios no
puede reducirse a su simple naturalidad constitutiva, esto es, a
su raigambre ontológica, sino que es tal vez·
su. proyección o su
perspectiva deontológica· la que de
una manera más clara puede
poner de relieve
su papel décisivo en la vida social. Esta pers­
pectiva deontológica de los grupos intermedios fue claramente
subrayada ya en el pensamiento griego clásico, princi:[Ycilmente
por Platón y Aristóteles, para quienes el problema de la socia­
bilidad constituía, ante todo, un problema ético-político. Así en
(3) Johannes 'Messner, Etica socfol, política _y económica a la luz
del Derecho Natura./, Rialp, Madrid, 1967, pág. 133.
(4) San Agustín determinó esa serie de grupos naturales. Vd. De
civitate Dei, XIX, 7, ed. B. A. C., Madrid, 1958, t. XVI-XVIT, pági­
na 1385; ibid;; XV, 8, 2, ed. cit., pág. 1013, y en De bono Coniugali, I,
1, ed. B. A. C., Madrid, 1954, t. XII, pág. 40. Santo Tomá~ de Aquino
también determinó que
la vida social se realiza fundamentalmente en
la familia, en el municipio y
en la ciudad, en base a una tesis prelimi­
nar de carácter ontológico: que el hombre es para todo hombre "natu­
raliter familiaris
et amicus". Vd. VIII Ethic., I, 3, 1115 a y en Suma
contra gentiles, 3, 118, ed. B. A. C., Madrid, 1953, t. II, pág. 423. In­
cluso pensadores alejados de la doctrina social tradicional, como Heideg­
ger, han
reconocido este dáto ontológico que· proyecta al hombre hacia
esos grupos primarios. Heidegger sostiene que el "Dasein" del hombre
implica un
ser-con. "Die Welt des Daseins ist Mitwelt". Vd. Sein und
Zeit, 8.111· ed., Niemeyer, Tübingen1 1957, pág. 118.
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Platón existe, más que una ontología social, una auténtica deon­
tología social,
ya que su atención se centra en cómo debe ser ·ta
sociedad en su estructuración y en sus funciones, subrayando
así el pluralismo social, esto es,
la exist~cia de partes sociales
m~ores con sus funciones propias dentro del seno mismo de la
polis (5). En este sentido, la solución platónica, que puede llegar
hasta nuestros días, se centra en
la armonía de las partes so­
ciales, como también
ésta era la solución para el problema ético
del mismo individuo (6).
Aristóteles sigue esta línea de pensa­
miento sobre
el contenido deontológico de la polis. En la polis,
según Aristóte!es·, el individuo logrará su perfeccionamiento y
dentro de ella se alcanzarán los fines de la familia (7). En la
polis y a través de la poli, se logrará la grandeza moral, la
eudenumía, lo bueno y lo bello (8).
El hecho, pues, importante es la perspectiva deontológica que
lo social puede
tener para el hombre, Esta perspectiva deonto­
lógica adquiere
mayor relieve en los grupos intermedios si se
tiene
en cuenta que en su seho puede encontrarse una mayor efi­
cacia
para la realización de determinados valores. Los cuerpos
intermedios son instancias
de perfeccionamiento individual y so­
cial limitadas, pero constituyen niveles
·¿e relaciórt social más
inmediata, más directa y, al tener un carácter ontológico al me­
nos remoto, son
instrumentos insoslayables de la estructuración
y la coordinación social.
No se puede, por tanto, minusvalorar
a este tipo
de grupos sociales, so pena de reducir, con todos
sus peligros, la convivencia humana a un mero artificio imposi­
tivo de formas sociales, destructor del mismo individuo.
Ahora bien, dentro de la amplísima problemática que sobre
los cuerpos
"intermedios puede plantearse desde· una perspectiVa
ontológica
y deontológica, hay dos cuestiones que queremos des­
tacar: la naturalidad axiológica y la historicidad estructural y
(5) Platón, La república, 376 d y 420 b principalmente.
(6) Platón,
ibid., 433 a.
(7) Aristóteles, Política,, I, 1, 1252 a 1-5.
(8) Aristóteles, ibid., IV, 9, 1281 a 2.
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teleológica de los cuerpos intermedios. Tales cuestiones no son
puramente teoréticas, sino que afectan directamente a
la praxis
humana, en cuanto que a través de una recta comprensión de esa
naturalidad axiológica y esa historicidad estructural y teleoló­
gica, como veremos, los com.portamientos humanos en el seno
de los
grupos intermedios podrán estar mejor oriel'ltados hacia
el perfeccionamiento del individuo y la adecuada e histórica or­
denación de la vida social
en general.
II. Cuerpos intermedios: naturalidad axiológica e historici­
dad estructural y teleológica.
El problema de la naturalidad de los grupos intermedios pue­
de plantearse --y éste es nuestro propósito--, no como la cues­
tión afectante a
1a existencia de grupos naturales, espontáneos
o surgidos del mismo ser del hombre, sino como aquella que se
se refiere
al servicio que los grupos intermedios de modo perma­
nente, espontáneo y, por tanto~ natural, pueden prestar a la reali­
zación de determinados valores sociales del hombre. Es lo que
hemos llamado naturalidad axiológica de los grupos intermedios.
Ciertamente puede hablarse de una naturalidad constitutiva
de los grupos intermedios. Se trata de ese apPetitus societatis
que lleva al hombre a constituir el grupo, aunque no sea menor
o intermedio,
y a vivir en su seno. El grupo es en sí, prescin­
diendo del tipo de que se trate, una realidad natural al hombre.
Otra cosa es que haya grupos naturales. Pero el hecho socio!6-
gico, basado en ese dato ontológico del appeti,tu" societatis. es
que el hombre aislado no existe-. "El hombre aislado no es un
hecho natural, sino un producto de la abstracción intelectua1. El
hecho natural, en los dos sentidos de primitivo y de necesario,
es
el grupo" (9). Ahora bien, hay otro tipo de naturalidad muy
importante para la praxis humana: la naturalidad que determi-
(9) Bertrand· de Jouvenel, Du groupe, en "Revue Franr;;aise de Scien­
ce Politique", 1955, vol. V, enero-marzo, pág. 49.
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na la constante y eficaz tealización de valores que emergen del
mismo ser del hombre. Esto es, los grupos sociales intermedios;
dejando a
un lado que sean o no naturales, tienen por natura­
leza -naturalidad---. lá función de desarrollar y realizar en sus
miembros una serie de valores sociales fundamentales.
La responsabilidad del hombre se centra, par tanto, no sólo
en defender la existencia
de los llamados grupos intermedios
naturales, sino también y principalmeilte en proteger y desarro-­
llar
toda esa serie de valores que en los grupos intermedios :::.e
dan de manera primordial respecto a otros círculos sociales más
amplios. Se trata de valores que se dan ciertamente en otros
grupos sociales, pero que en los cuerpos intermedios reciben o
pueden recibir
una realización más efectiva. Estos valores son
principalmente la. fraternidad, la solidaridad, la justicia y el amor.
A través
de estas cuatro virtudes, realizadoras de otros tantos
valores en el hombre, el hombre se humaniza, se hace más -hom­
bre y se perfecciona,
ya que, en definitiva, dichas virtudes tienen
un asiento ontológico en la realidad total de la naturaleza hu­
mana. A través de
estas virtudes y de estos valores el hombre
ya no existe sólo. en sí y para sí, sino que existe con los demás
y para los demás (10). Por esto, lo que se ha afirmado de la so­
ciedad en general, esto es, que "la sociedad es el único mundo
en que puede subsistir el hombre, el ámbito riguroso de su hu­
manización" (11), puede aplicarse con mayor razón a los gru­
pos intermedios por ser círculos sociales más estrechos y . más
íntimamente trabados. Ahora bien, con arreglo a este plantea­
miento, si tales virtudes y valores
pueden intubarse y desarro­
llarse en el seno de todo ente social, en los cuerpos intermedios
encontrarán el solar
más adecuado para su realización y más
perfecto cultivo. Los cuerpos intermedios,-que no son macroor­
ganismos sociales, sino círculos reducidos de .vida
~acial presen-
(10) N. 1M. López Calera, La revolución de un humanismo nuevo y
el desarrollo justo e integral de los pueblos, Granada, 1967, pág. 13.
(11) Enrique Gómez Arboleya, Historia de la estructura y del pen­
samimto social, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1957, pág. 6.
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tan menos -dificultades para la realización de la fraternidad, la
solidaridad, la justicia y el amor. La naturalidad axiológica de
los cuerpos consiste, pues, en esa espontaneidad y mayor facilidad
que las realizaciones de estas virtudes y· valores encuentran en
su seno.
Sin embar:go, 1a naturalidad axiológica de los cuerpos inter­
medios estriba también en
que esas virtudes y valores tienen un
cierto contenido natural, al mismo tiempo que constituyen la
vitalidad misma fundamental, no total, de cualquier cuerpo in­
termedio.
La naturalidad de estas virtudes y valores emerge
precisamente
de la dignidad misma de' la persona humana, que
exige
y postula el sentimiento de fraternidad, la solidaridad,
la
justicia y el amor, en cuanto que todos los hombres gozan
de
una misma dignidad, poseen un mismo origen y un mismo
destino.
Se trata, en definitiva, de unas ciertas tendencias "alte­
rocéntricas", no inventadas por el hombre, que sirven a su per­
feccionamiento integral. Y es concretamente en esos cuerpos in­
termedios donde pueden encontrar
una más fácil realización.
Sin embargo, cada
grupo intermedio, con arreglo a su popia
teleología fundamental, realizará con mayor atención o preferen­
cia cada uno
de estos valores. Theodor Geppert ha puesto de
relieve cómo existen
unas esferas complejas de valores que se
encuentrarr
realizados en los grupos sociales según su propia na­
turaleza con más o menos atención (12). Y ello puede consta­
tarse en la misma realidad social. Los valores. y virtudes indi­
cados puede comprobarse
que no pueden tener la misma reali­
zación plenaria en los círculos sociales más amplios que
en los
mismos cuerpos intermedios.
El amor en el Estado es utópico,
la fraternidad en la comunidad política ha sido siempre prácti­
camente inexistente, la solidaridad
por encima de los cuerpos
intermedios
ha sido también siempre débil e insufic.iente. Sin
embargo, a través de
l~s cuerpos intermedios, por la estrechez_
de la relación sociál, se puede posibilitar
el descubrimwnto y
(12) Theodor Geppert, Teleologie der menschlichen Gemet'nschaft,
Aschendorffsche Verlagbuchhandlung, 1fünster, 1953, págs. 40-43.
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realización más efectiva de dichos valores, de lo que se benefi­
ciaría, en definitiva, Ia vida social
en general y los grupos so­
ciales
más amplios, los macroorganismos sociales. Y es que, en
suma,
dentro de los cuerpos intermedios es donde cabe la po­
sibilidad
más efectiva de una adecuada comprensión de la dig­
nidad del otro, en la cual tienen que basarse esos valores de h
fraternidad, la solidaridad, la justicia y el amor.
De esta manera se puede establecer un cauce importante p::ira
la vivificación de las unidades sociales más amplias. Sin esta
base. sólida existe el peligro de que esa máquina agobiante y
. masificadora del Estado, tomo representante de la comunidad
política, se constituya en
el tirano inhumano de la vida social.
Toda política, pues, de protección de estos grupos intermedios
servirá así para el enriquecimiento de aquellos valores sociales
indispensables para
qtJe la convivencia humana sea verdaderamen­
te tal. A veces lo que se p~de de las unidades sociales más am­
plias son claras utopías,
porque a la base no existen esos gru­
pos intermedios suficientemente enriquecidos o protegidos que
pudieran suministrar
la savia necesaria al "organismo de los or­
ganismos".
Los Cuerpos intermedios son así el cauce de la vi­
talidad de la sociedad y del
Estado. Su naturalidad axiológica
consiste, pues, en que
su propio orden m.tural tiellde al fomento
de una serie de valores que son base y soporte de la vida social
en general.
Ahora bien, hay que tener en cuenta también la historicidad
estructural
y teleológica de los c~erpos intermedios, esto es, la
mutabilidad
de las formas de estructuración social y la variabi­
lidad de los fines
en aquello que no afecta a la teleología fun­
damental de los grupos. Los grupos sociales intermedios se con­
figuran históricamente de diversos modos, o al menos deben con­
figurarse de modo diverso si quieren hacer.se
presentes con efi­
cacia en la misma historia. Ello no significa otra cosa que el
grupo intermedio está impregnado de la. historicidad esencial al
hombre, que no es
pura ontologicidad, aunque tampoco sea pura
historicidad. Las obras del hombre y las instituciones en las que
vive,
aun aquellas estrictamente naturales, no son absolutas en
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su estructuración y configuración social, esto es, en la ordena­
ción de sus elementos al logro de sus fines. Así, por ejemplo, un
grupo intermedio natural, como es la familia, ha sentido a lo
largo de los siglos
el impacto de la historia y de las circuns­
tancias, esto es, se
ha tenido configuración conforme a un pa­
sado
y conforme al presente. Ahora bien, la historicidad del hom­
bre y de las instituciones en que vive no es sino un reflejo de
su misma fuerza creadora, que va encontrando nuevas soluciones
a los nuevos problemas que la dinámica de la historia le va pre­
sentando.
Esta perspectiva sobre los grupos intermedios exige
de ellos esta acomodación a lo histórico, obviando todo dogma­
tismo que impidiera la perfección del hombre en su seno y
dentro de un momento histórico concreto. El núcleo óntico-na­
tural de los grupos intermedios es, aunque importantísimo, sólo
un aspecto de la totalidad existencial del mismo grupo. El hom­
bre,
que es quien configura y estructura el grupo, debe por ello
exigirse
una profunda moldeabilidad para saber llevar estos
grupos conforme a las circunstancias históricas sin renunciar a
lo propio, constitutivo
y esencial de ellos. Sin este reconoci­
miento de la historicidad estructural del grupo, existe
el serio
peligro de su
·~osilización, en el que la ineficacia sería su nota
más característica.
La perspectiva de la histc,ricidad exige también una diafani­
dad para descubrir las nuevas metas históricas que se exigen de
estos
grupos intermedios. No puede olvidarse que el hombre y
los organismos sociaies en los que éste vive tienen
una teleolo­
gía histórica. Esto es, los grupos intermedios concretamente no
han sido hechos de una vez
para siempre. Como hemos ·dicho,
su estructuración exige en todo momento progreso y apertura,
pero también su teleología debe estar abierta a las nuevas fina­
lidades que la misma historia vaya presentando.
Para ello se
exige del hombre
una fina sensibilidad para constatar las nuevas
exigencias sociales e individuales, que pueden determinar esos
también nuevos fines a los
grupos intermedios.
La exigencia, pues, de historicidad significa, en suma, un
factor de perfeccionamiento y de eficacia para los grupos inter-
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medios, sin el cual éstos terminarían siendo organismos muer­
tos.
Esta historicidad debe, sin embargo, acomodarse en todo
momento a
la naturalidad de los grupos y a esa naturalidad que
hemos llamado axiológica. Sin ese respeto a su propia natura­
lidad se produciría la autodestrucción o la
corrupción1 con el
consiguiente perjuicio de los individuos que lo integran y de la
ordenación total de la vida social (130.
III. La función socio-política de los cuerpos intermedios.
Los cuerpos intermedios -indicábamos más arriba-cons­
tituyen un cauce fundamental para la proyección del hombre en
la vida social y un instru~ento eficaz de colaboración en sec­
tores de vida social más amplios y complejos.
La existencia del
hombre se desarrolla de un modo inmediato dentro de e_sos gru­
pos intermedios, en los que su sociabilidad se realiza de un modo
más reflexivo. Si el hombre es hoy día nacional de un país o
súbdito de un Estado, antes que eso el hombre es ante todo miem­
bro
de unas determinadas comunidades menores, donde participa
dt un modo más directo en la realización de sus necesidades so­
ciales. Este es un dato muy importante respecto a la estructura­
ción sociopolítica de las comunidades nacionales.
Pues bien, así como no hay comwlidad sin individuos, tam­
poco puede hablarse de. comunidades políticas sin la existencia
de estos grupos intermedios. La comunidad política no se consti­
tuye solamente de individuos, sino que se integra también de
esos grupos menores, en los que la existencia inmediata del hom­
bre
se proyecta. Familias, municipios, regiones, ·sindicatos, aso­
ciaciones económicas, culturales, 'etc., configuran la amplia red
social que
teje el material más complicado de la comunidad po­
lítica nacional.
(13) Sobre esta necesidad de acomodación estructural en un grupo
intermedio, vd. Wilhelm Dreier,
Familie mu! Nachbarschaft und Struk­
turwandel unserer Zeit, en "Ordo Socialis", 1962, núm.-5-6, pág. 205 y
siguientes.
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Desde el punto de vista de su propio orden en la comunidad
o de lo que en la terminología de Francisco Suárez se llamaría
una "acción por resultancia" (14), la función o las funciones de
los grupos intermedios en el seno de la comunidad ¡,olítica pue­
den centrarse en
una doble tarea de participación y responsabi­
lidad respecto al poder político. Creemos que los cuerpos inter­
medios no son una base estática sobre la que se edifica la comu­
nidad política nacional, sino que podríamos decir que se trata
de un auténtico motor de su vida o de su ritmo vital, incluso
bajo el aspecto político. Una de las exigencias de la civilización
moderna, precisamente
por la complejidad que implica, es esta
de proteger
y hacer responsables a los grupos intermedios de la
dinámica
misma de la comunidad política. "La comunidad polí­
tica tiene que dejar lugar
y esforzarse por los grupos primarios
y los círculos de vida menores" (15). Y concretamente dentro de
esta participación y corresponsabilidad, corr_esponde a los grupos
intermedios
unas funciones que a veces o frecuentemente se ven
desplazadas por asociaciones específicamente organizadas para
unos fines políticos -----'P"rtidos-y por ese fenómeno inconteni­
do, típico de
la sociedad industrial, que es la masificación (16).
Sin embargo, los grupos intermedios pueden cumplir una no­
table función socio-política como factores de socialización. Res­
pecto
al papel de los grupos intermedios como factores de socia­
lización podría hablarse mucho,
y no es nuestro objetivo aquí y
ahora tratar a fondo esta cuestión. No obstante, conviene poner
de relieve que en
la sociedad industrial, sociedad típica de la ci­
vilización actual, el fenómeno de la socialización se impone y que
dentro de
él los cuerpos intermedios tienen importante función a
desarrollar.
El hecho de la socialización consiste, en definitiva,
en que se han incrementado las relaciones sociales, en que
el
(14) Eleuterio Elorduy, La acción de resultancia en Suárez, en "Ana­
les de la Cátedra Francisco
Siuárez", 1963, fase. 1-2, pág. 45 y sigs.
(15) Günther Rinsche, Gesellschaftliche Mangelerscheinungen in-der
modernen Zivilisation, en "Ordo Socialis", 1962, núm. 5-6,_ pág. 204.
(16) M. P. Bahrdt, Die moderne Grosstadt, Hamburg, 1961.
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EL ORDEN NATURAL Y J,OS CUERPOS INTERMEDIOS
hombre se desarrolla en el grupo y por el grupo y que las fun­
ciones socio-políticas se han transferido del individuo al gru­
po (17). Este fenómeno de socialización
entraña ciertamente pe-
1igros
para la autonomía de la persona humana, pero el riesgo
que se corre puede subsanarse a
través de estos grupos que pro­
tegen, realizan
valores fundamentales del hombre indispensables
para
la recta ordenación política. A través del grupo intermedio,
como factor de socialización, se puede potenciar al individuo,
c¡ue se ve en la civilización actual amenazado en su libertad y
autonomía. Los grupos intermedios, que han nacido y están pre­
cisamente por encima de esta exigencia histórica de socializa­
ción, pueden constituir así los núcleos sociales menos forzados
en los que el individuo pueda decidir sobre los problemas polí­
ticos de la comunidad que vive.
Así el individuo encontrará una
instancia no forzada para encauzar su dinámica dentro de la
comunidad política
y no se tendrá que acudir a la intervención
de grupos específicamente socializantes que puedan ahogar a
la persona humana por haber nacido precisamente para eso:
para la socialización. A provechar estas instancias sociales sig­
nifica aportar a
la vida social una cierta dote de espontaneidad
en la que el individuo saldrá beneficiado. De esta manera, tani­
biép, aun tratándose de grupos, el individuo podrá liberarse en
cierta medida
del peso amenazador de una sociedad que se ha
desarrollado y agigantado hasta producir
la masificación y des­
personalización del individuo.
Ahora bien, creemos que otra función socio-política de lo~
grupos intermedios puede referirse a la crítica del poder político
y a la participación en la gestión política propiamente dicha
dentro de los límites que
la complejidad de una comunidad po­
lítica
lo permita. La función crítica de los grupos intermedios
no debe mirarse con recelo como
una simple posibilidad de opo­
sición estructurada contra el poder político, sino que debe en-
(17) Antonio PerpifÍ.á Rodríguez, La socialización como fenómeno con­
temporáneo,
en "Socialización y libertad", Semanas Sociales de Espa­
ña,
XIII Semana, Barcelona, 1964, ed. Rialp, :Madrid, 1965, págs. 41-42.
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NICOLAS MARlA LóPEZ CALERA
tenderse como una posibilidad. de encauzamiento de la voluntad
popular y de la opinión pública a efectos de rectificación y de
progreso político. A través de los grupos intermedios consti­
tuidos con autenticidad y con eficacia social, puede representar­
-se ante el poder político lo que quiere, requiere, opina o ne­
cesita el individuo, que en el seno del grupo intermedio puede
hacer valer de manera más eficaz sus pretensiones. Cuanta más
artificialidad se Je dé a la participación del individuo en la vida
política, como también indicábamos antes, tanto mayores son
los peligros
de que sus opiniones y exigencias se alienen al
aumentar los intermediarios interesados, y que las pretensiones
auténticas del individuo se vean deformadas
por otras bastardas
de grupos torcidamente politizados.
La función crítica, si se quiere que sea eficaz, requiere al
mismo tiempo la participación de los grupos intermedios en la
gestión de la rei-publicaJ los cuales pueden ser instancias so­
ciales que permitan una más .amplia colaboración en el sector
político.
La estructuración política de una comunidad exige en
todo momento la posibilidad de acceso de las distintas fuerzas
sociales a la gestión política, so pena de que éstas queden redu­
cidas a la realización de una simple función crítica.
Ahora bien, respecto a estas dos funciones, que han sido re­
conocidas frecuentemente,
hay que indicar su carácter secunda­
. rio. Las funciones primarias-de los grupos intermedios no son
precisamente éstas, sino
otras más inmediatas y peculiares sur­
gidas de
su propia naturaleza. Sin embargo, si se tiene en cuen­
ta que a través de estas funciones socio-políticas_ el individuo
resulta beneficiado sin dañarse la teleología propia del grupo,
st comprenderá que los grupos intermedios_ puedan re.alizar estas
funciones, que sirven, en definitiva,
para salvar la persona hu­
mana dentro de la vida social y política.
Hay que reclamar,
pues, para ellos su puesto y su lugar dentro de la sociedad. Los
grupos sociales intermedios, "en cuanto responden a tendencias
de la naturaleza humana, o a sus funciones necesarias de la vida
social, pretenden afirmar también
el valor de sus funciones que
cumplen o de
los intereses que satisfacen, reclamando su puesto
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EL ORDEN NATURAL Y LOS CUERPOS INTERMEDIOS
en el orden, esto es, una esfera autónoma de püder y de ac­
ción" (18). Y este puesto en el orden implica su participación
directa en
el poder político y la realización de una crítica del
mismo en aras del programa social. Sin
estas funciones socio­
políticas, la vida social quedaría desvitalizada y los elementos
vivos de la comunidad política perderían su vigor
y quedarían ins­
trÚmentalizados en manos del mismo poder político.
Aun tratándose de grupos intermedios, una vez más aparece
aquí la tensión· permanente entre individuo y sociedad, entre los
principios
de totalidad y subsidiariedad. La función socio-política
de los grupos intermedios puede servir para paliar las posiciones
extremas que respecto. a esta tensión suelen darse en la vida so­
cial.
No se trata, pues, de individúalizar la vida social, ni se
trata tampoco de una exagerada socialización, sino más bien de
procurar unos cauces naturales de socialización, porque el mo­
mento histórico lo exige, en los que la dignidad y la libertad
de la persona humana no se encuentren en entredicho o por un
liberalismo que aliena o por un socialismo que despersonifica al
individuo.
IV. Conclusión.
La problemática de los cuerpos intermedios tienen que mirar,
en definitiva, al hombre mismo para salvarle en toda su comple­
jidad real dentro del seno de la vida social. Los grupos inter­
medios representan un nivel de la dimensión social del hombre,
en el que la relación intersubjetiva tiene una mayor p1"ofundidad,
aunque no extensión, que la ofrecida por la comunidad política.
Por ello en los grupos intermedios el hombre puede encontrar
uno de los cauces más efectivos, al mismo tiempo que espontá­
neo,
para su realización existencial.. Pero para lograr este obje­
tivo
se necesita tener presente en todo momento-el lugar deon­
tológico que corresponde a estos
grupos, así como la naturali­
dad axiológica y la historicidad estructural y teleológica. N atu-
(18) Luis Sánchez Agesta, op. cit., pág. 9.
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NICOLÁS MARIA LóPEZ CALERA
ralidad, porque en los grupos intermedios se fomentan y desarro­
llan valores consustanciales a
la dignidad y a la naturaleza social
del hombre. E historicidad, porque los grupos intermedios, en
cuanto también son obras del hombre, permanecen siempre abier­
tos a las exigencias de la historia, no anclándose en estructuras
fijas
ni en objetivos inmovibles. Desde estas perspectivas, el
grupo intermedio servirá como instancia eficaz para que el hoin­
bre logre su más adecuado desarrollo dentro de la comunidad
política, cumpliendo con
esas funciones socio-políticas que con­
secuentemente derivan o
pueden derivar su misma naturaleza. En
definitiva, el valor y la: importancia del cuerpo intermedio es­
triba en el servicio generoso que presta al hombre, en CUaIJío lo
proyecta horizontalmente, esto es, hacia los -demás.
Por esto
puede concluirse que
el cuerpo intermedio constituye una estruc­
tura natural de la proyección social de la existencia humana.
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