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El hombre, el pecado y su penitencia, la obediencia y riesgos de su pretendida madurez

EL HOMBRE, EL PECADO Y SU PENITENCIA,
LA OBEDIENCAY RIESGOS
DE SU PRETENDIDA
MADUREZ
La verdadera condición del hombre y la luz de Dios,
tipo demos, a la man'era del . catec-i.snw, descwbrir en la litur -
" gia cuaresmal un primer motivo, el motivo sobre la ve-rdadera
"condició11 del hombre: se nos presenta a contralu,:, la luz de
"Dios, la cual, al reflejarse sobre el hombre, criatura suya, su 1
' obra maestra1 revela su abatimiento, inqwi,etud, eL dualismo en­
"tre carne y espfritu, la deformación, la necesidad; y al mism "tiempo la incapacidad de restawración, la ¡,,felicidad radical,
"es decir, el pecado, y, por lo mismo, la wcesidad que tiene
"de ser sa/,vado, red.imido1 llamado a una vida nuev~. Esta
"triste realidad ofrece la
trama de otros temas cuaresmales,
"ocupa
'utn lugar primórdial la oraci6n que brota de una con­
" ciencia afligida y humillada, que sólo la esperanza en Cristo,
"Salvador
y Mediador, libra de la desesperació", de ese cinismo
"y vértigo de lo abswrdo y de la anarquía, que suelen ser hoy
"las
manifestacion•es de la fenomenología del espíritu modern,o.
"Y, con la oraciónr, la penitencia, esta exfrresi,ón de -uma profunda
"am:argura interna que necesita traducirse en signos externos
n de arrepentimiento y expiación."
PAULO VI en la Audiencia General. (Texto
italiano en L'Osservatore Romano del 29 de
febrero; texto en castellano: Ecclesia núme­
ro
1.382, sábado 16. de marzo.)
Sentido del pecado y R~nitencia.
·"Aún en nosotros se suceden los interrogantes: ¡Por qué
"debemos hacer penitencia? ¿Por qué razón hemos de entris­
ntecer nruestra vida cuando ya está llena de désventwras y di­
"ficultades? ¡Por qué, pues, hemos de imponernos algún, su­
nfrimiento volwwtario añadiéndolo a los muchos ya existentes?
"Antes bien, si observamos realmente la ondulación del es­
,, píritu mo 0 notaremos la búsqueda del bienestar, de las ·
"comiodidades; el afán de eliminar todo inconveniente, toda do­
"lertcia, todo obstáculo. Están como dominados por el afán de
"una prosperidad qu;e termina por introducir'Si!: -it11eluso en nliles­
"tra vida espiritual y religiosa. Acaso itzrconscientemente wno
"tan inmerso en un natwralismo, -en1 utiia simpatía con la •vida
"material que hacer penitencia resulta _in~oniprensible, además
"de molesto.
"Todo esto nos incita a wni breve-análisis, a preguntarnos, en
"efecto, cuál es el fundamento de. la gra,v exigencia que nos
"ha recordado la Iglesia, "'' una palabra, qw es la peniten:cia.
" . . . . . . . . . . .' ~ . . . . . . . . . .
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Fundaci\363n Speiro

"Los, religiosos dominicos pensaror> al punto en la frase sin­
"lética 1$,i' su _gran santo· Tomás: «Dolor vohmtatis», un dolor
"de la vo)u,.tad. Para hacer~ P,enilencia hay que entrar en esta
"forma de vida espiritual, de un dolor de la voluntad y, por
"tan~o, libre y aceptado coma impuesto par qwien realiza el acta
"de penitencia. ·
"Esto supone wn mal que lamentar y apartar expiando y
''.reparando. ;Cómo se llama· este acto reflejo de nuestra psico­
"logi,a que descu/Jre esa dolorosa necesidad? Se llama el sen­
"tido
del pecado. Es la advertencia de la propia concien,cia in­
"tranquila;
la ansiedad de remediar algo que produce wn profundo
"desasosiego en el alma. Pues bien, este sen,tido del pecado ape­
"nas si se da incluso en ffl(UJchas conciencias cristianas. Se ha
"embotado en ellas la sensib,ilidad y se ha resignado a aceptar
"camio una costumbre lo ,, ciencia del pecado, una tristeza que era necesario eliminar so­
"lícitamente.
"Ahora es distinto. El Papa Pío XII, de venerada memor-ia,
"en el m~nsaje al Congreso Catequístico de los Estados Unidos
"de América, el 26 de octubre de 194<',, escribió una frase qui!
"se hizo célebre: «El-peor pecado de la edad moderna es haber
"p-erdido la concienicia del pecado.» Puies se ignoran la impor­
"tancia y la gravedad. de tan deletéreo mal; no impresiona; cuan-­
"do p,recisamente se oye decir, en torno a n.osotros, que puede
"haber moral sin, pecado.
"Más aúin1, éste es el título de un libtro: «Moralidad sin1 pe­
" cado», que ha dado mucho qwe hablar en estos últimos años. Y
,,hay cosas p·eores. Se llega incluso a expresiones atroces, según
"las cuales el pecado es justificado como acto de fuerza y vene­
,Jración de cuolqui.er título o prescripción. Es necesario -se
"dice-desembarazarse de los escrúpuJos y temores y liberarse.
"En una palabra, el pesar, que en otro tiemP·o seg,,,ia a la falta
"que
el pecado supone, hoy es rechazado.
"
"El p·ecado es una noción puramente cristiana. Quien ha acep­
"tado el cristianismo, la revelación de Dios, posee la conciencia
"exacta del pecado. Otros pueden tenér ideas aproximadas, perc,
,,siempre vagas e inciertas; frarl1" 111osotros todo está precisado.
"El p,ecado implica dos elementos verdaderamerPt-e religiosos; el
"primero la relacióri entre n1osotros y Dios, y" no solamente el
"Dios de la ley, el Dios poderoso y exigente, el Dios de la jus­
"ticia, que da a los actos humanos una sanición inexorable e in­
"falible, sino el Dios del amor, el Dios de la bondad; el Dios
"que para borrar nuestros pecados vino entre nosotros · y tomá
"sobre sí el peso de n;uestras culpas y las expió con su muerte.
'' .
"La otra noción que el pecado su,pon,e es de grandeza extra­
,, ordinaria. Habla del drama de la culpa humaoo, por entrar en
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"juego la libertad. El pecado es un abuso de nuestra libertad
"responsable. Un desafío a
Dios; la trasgresión de su. ley, la
"indiferencia a
su amor, por congu;ente, la entronización del
"mal, en nosotros mism,os. NwesWo 'lJerdadero mal es el pecado
"qu..e cometemos. ,,
nVed cómo la penítetveia resulta no sólo wn remedio, sino
"una necesidad. Tenemos que hacer peniitencia para denunciar
na
nosotros mismos, al cielo, a la tierra, tpDe somos gente mi­
"serable. Tenemos la oUigación de pedir piedad y de mostrar
"con algún acto que repudiamos el mal realizado y el mal, que
nsomos capaces de hacer."
PAVLO VI : Alocución al final del Rito Pe­
nitencial del 'Miércoles de Ceniza (28 de fe­
brero de
1968; texto italiano en L'Osservatore
Romano del 1 de marro ; texto en castellano :
Ecclesia núm. 1381, sábado 9 de marzo).
El desligamiento del pasado, que quería ser un acto libre
y personal, lle'7a a una verdadera pérdida de la propia pe'I'­
sonalidad espiritual.
nPor una triste irowía de los hechos, este desligamiento del
})pasado quie quería ser un acto libre y p·ersonal, una marcha de
naduito que se afirma en1 sí mism10, no ha sido en realidad más
n que un acto de sumisión, de pasiva aceptación de wn nuevo
"ambiente. Tal es el formidable p,oder de la psicologí:a «de las
"masas» o la ley de ha,cer como los demás. Ciertam.en:te la vida
"social comporta hoy no pocas ezigen1cias y tiende a una cierta
"uniformidad, y hasta aquí no hay nada de malo en ello. Pero
"es cosa mtUJy distin•ta pensar de hecho como todo el mundo y
"creerse libres y sin prejuicios. Se trata entonces de una ver­
" dadera pérdida de la propia personalidad espiritual,, y esto m;s­
"mo, si bien se observa, la profesióni, la vida confieren una cier­
"ta fisonom.ía personal, a veces estimable."
Y la experiencia no iluminada por los principios de una pru­
dencia superior vital se convierte en un puro empirismo
que quita todo sentido a la vida humana.
nsi la experiewcia no está iluminada par los principios, por
"una prudencia swperior y vital -la misma que nos ofrecen la
''fe y la con1cepci6n cristiana de la VW,0,----, aquélla se coniVÍerte
'' en ¡n.,xro empirismo, pragma,tismo integral, olvido de los fines
,, espirituales y religiosos. Y cua,ido los valores supremos han
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"desaparecido totalmente del horizonte personal, ¿qué sentido
1'tierp.e la existencia humaoo?':,
PAULO VI : Discurso al segundo Congreso de
la Unión -Mundial . de ex alumnos de _la Com­
pañía de Jesús (28 de agosto de 1967; texto
francés en L'Dsservatore Roma1W del 28-29;
texto
en castellano: Ecclesia núm. 1.357, 16 de
septiembre};
La madurez del hombre moderno, la reivindicación del papel
primario de la conciencia personal, la exaltación de la per.
sonalidad y de la libertad ante la virtud de la obediencia. La
iglesia es jerárquica, no inorgánica y menos democrática~
('Vuestra
oración adquiere por este motivo valor de respuesta
"a una opinión n,o -recta, segftn la cual la madurez del hombre
"moderno, la reivindicación del papel primario de la concienióa
"person'11, la exaltación de la personalidad y de la libertad, la
"voz misma del Concilio sobre estos temas de gran importancia
"y de actualidad pomlrían en tela de jwicio la virtud de la obe­
"dirncia, haciendo
-discutibles incluso los fundamenitos racionales
"y teológicos de la misma. Una serHJejante crisis oo puede abolir
JJla obediencia en la Iglesia de Dios.
"La Iglesia debe, por el contrario, destacar la virtud de la
"obedien1cia, haciendo profundizar al cristiano avisado en su sen­
"tido,
con las tranisformacio1'es que la mstoria ha procurado en
"las estruieturits jerárquicas de la Iglesia, que no coinciden, con
1'las estructuras t_emporales y con las enseñanizas que el C onéilio
"confía a nuestra consíd'eraci6n y a nuestra observancia. La
n o·bediencia ilwminuda va buscando, decíamos, el design,i,o divi­
"no, que contempla en el pueblo de Dios, como caU'sa instru­
nmental, como bien se comprende, pero genética y eficiente, la
''presénicia y la acción de representantes de Cristo, provistos de
"su pastoral autoridad y dotad-os de los carismas de magisterio,
"de dirección y de santificación para el servicio y para la sal­
"vación de la co1'>Í4r!n/Ídad de los fieles; la Iglesia es jerárquica,
n1110 inorgánica, y menos aún dem'O'crática, eni el sentirlo de
"q"e la n:isma comuwidad tenga una Prioridad de fe y de auto­
"ridad so/;re aquellos qu,e el Espíritu, Santo ha puesto '11 frente
"de la Iglesia de Dios (cfr. Hechos, 20, 28); es decir, el Señor
"ha querido que !Jlgu,nos hermanos twvieraw el indiscutible ( cfr. 1,
"Cor., 4, 4) mandato de prestar a los demás hermanos el serví­
"
cio

de la autoridad, de la
direcci6ni, como principio de wnidad.
"de orden,, de solidaridad, de eficiencia, siempre para formar la
"economia de verdad y de caridad que se llama su Iglesia."
PAULO V1: Alocución con ocasión del ofre­
cimiento de -cirios en la. Fiesta de la Cande­
laria (2 de febrero de 1968; texto italiano en
L'Osser.vatore Romano del 3; texto en caste­
llano:
Ecclesia, núm. 1.377, 10 de febrero).
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