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Pascendi dominici gregis

SAN Pío X.
PASCENDI DOMINICI GREGIS
ENCÍCI.ICA del 8 de septiembre de 1907
SoBRE U.S DOCTRl:'i"AS DE LOS MODERNl~T\S.
Al oficio de apacentar la grey del Señor que Nos ha sido confiada
de lo á.lto, J esucri9to señaló como primer deber el de guardar con suma
vigilancia el depósito tradicional de la santa fe, tanto frente a las no­
vedades profanas
del lenguaje, como a las contradicciones de una falsa
ciencia.
K o ha existido época alguna en la que no haya sido necesaria
a
la grey cristiana esa vigilancia de su Pastor. supremo; porque jamás
han faltado. suscitados por el enemigo del género humano, hombres rk
leuµiw.jc pervcrS(I (1), decidares de 11ovedades y seductores (2), su.ictos
al error y qur arrastran al error (3).
Graved;d de los errores modernistas.
Pero es preciso reconocer que en estos últimos tiempos ha crecido,
en modo extraño, el número de los enemigos de la cruz de Cristo, lo:-­
cuales con artes enteramente nuevas y llenas de perfidia se esfuerzan
por aniquilar
las energías vitales de la Iglesia,_ y hasta por destruir to­
talmerite, si les fuera posible, el reino de Jesucristo. Guardar silencio no
es ya decoroso, si no queremos aparecer infieles al más sacrosanto de
Nuestros deberes, y
si la bondad de que hasta aquí hemos hecho uso, con
esperanza de enmienda, no ha ele ser censurada ya como un olvido de
Nuestro ministerio. Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos sin
dilación el silencio, es que hoy no es menester ya ir a buscar los fabri­
cadores de errores
entre los enemigos declarados : se ocultan, y ello es
objeto
dé grandísimo dolor y angustia, en el seno y gremio mismo de la
Iglesia, siendo enemigos tanto más perjudiciales _ cuanto lo son menos
declarados.
Hablamos, Venerables Hermanos, de un gran número de católicos
seglares
y, lo que es aún más deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales
so pretexto
de amor a 1a Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos
(1) Act., 20, 30. (2) Tit., 1, 10. (3) Tim., 3, 13.
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serios en Filosofía y Teología, e impregnados, por lo contrario, hasta
la médula de los huesos, con venenosos erro-:-es bebidos en los escritos
de los adversarios del Catolicismo, se presentan, con deprecio de toda
modestia, como restauradores de
la Iglesia, y en apretada falange asal­
tan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la obra de _T esucristo,
sin
respetar ni aun la propia persona del divino Redent_or, que con sa­
crílega temeridad rebajan a la categoría de puro y simple hombre.
2. Tales hombres se extrañan de verse coiocados por Nos entre los
enemigos de la Iglesia. Pero no se extrañará de ello nadie que, pres­
cindiendo de las intenciones, reservadas al juicio de Dios, conozca sus
doctrinas
:r su manera de hablar y obrar. Son seguramente enemigos de
la Iglesia, y no se apartará de lo verdadero quien dijere que ésta no los
ha tenido peores. Porque, en efecto, como ya hemos dicho, ellos traman
la ruina de la Iglesia no desde fuera, sino desde dentro: en nuestros días
el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mis­
mas venas;
y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevi­
table cuanto
más a fondo conocen a la Iglesia. Añádase que han apli­
cado la
seg1.1r, no a _las ramas, ni tampoco a débiles renueyos, sino a la
raíz misma; esto es, a la fe
y a sus . fibras más profundas. Mas una
vez herida esa raíz
de vida inmortal, se empeñan en que circule el
virus por todo el árbol y en tales proporciones que rio hay parte alguna
de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no ::;e esfuercen
por corromper.
Y mientras persiguen por mil caminos su nefasto de­
signio, su táctica es la más insidiosa y pérfida. Amalgamando en sus
personas
al racionalista y al católico, lo hacen con habilidad tan refinada
qué fácilmente sorprenden
a los incautos. Por otra parte, por su gran
temeridad, no hay linaje de consecuencias que les haga retroceder, o,
mis bien, que no sostengan con obstinación y audacia. Juntan a e~to,
y e!l lo más a propósito para engañar, una vida llena de actividad,
constancia
y ardor singulares hacia todo género de estudios, aspirando a
granjearse la estimaci6n pública por sus costumbres, con frecuencia in­
tachables. Por fin, y esto parece quitar toda esperanza de remedio, sus
doctrinas
tes· han pervertido el alma de tal suerte, que desprecian toda
autoridad
y no soportan corrección alguna; y atrincherándose en una.
conciencia mentirosa, -nada· omitell para que se atribu:ya a celo sincero de
la verdad lo que
sólo es obra de la tenácidad y del orgullo.-A la ver­
dad,
Kos habíamos esperado que algún día vclverían sobre si, y por esa
razón habíamos empleado con ellos primero la dulzura como hijos. des­
pués la seYeridad Y, por último, aunque muy contra ·Nuestra voluntad, las
reprensiones. públicas. Pero ne ignoráis, Venerah1es Hermanos, la este­
rilidad
de Nuestros esfuerzos: inclinaron un momento la caheza para
erguirla en seguida con mayor orgullo. Ahora bien: si sólo se tratara
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de ellos, podríamos X os tal vez. disimular; pero se trata de la Religión
católica y de su seguridad. Basta, pues, de silencio; prolongarlo sería un
crimeQ Tiempo es de arrane.ar la máscara a es0s hombres y de mostrar­
los é¡t ·rá Iglesia entera tales cuales son en realidad.
3. ··y como una táctica de los modernistas (así se les llama vulgar­
mente y con mucha razón), táctica, a la verdad, la más odiosa, con­
siste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y
en su
conjunto, sino dándolas en cierto modo por fragmentos
y esparcidas acá y
allá, lo
cual contribuye a que se les juzgue

fluctuantes e indecisos
en
sus ideas, cuando en realidad éstas son perfectamente fijas y consis­
tentes; ante todo, importa
presentar en este lugar esas mismas doctri­
nas en un conjunto y hacer ver el enlace lógico que las une entre si, re­
servándonos indicar después las causas
de los errores y prescribir los
remedios más adecuados para cortar
el mal.
J. EXPOSICIÓN DE LAS DOCTIUNAS :M'.ODERNlST:\S.
Para mayor claridad en materia tan compleja, preciso es advertir
ante
todo que cada modernista _presenta y reúne en sí mismo variedad
de persona.ies, mezclando, por decirlo así, al filósofo, al cre)·cnte, al
teólogo, al historiador, al crítico, al apologista, al rcfor111ador; personajes
todos
que conviene distinguir singularmente si se quiere conocer a fondo
su sistema
y penetrar en los principios y consecuencias d~ sus doc­
triirns.
4. Comencemos ya por el filósofo. Los modernistas :stablecen como
base de su filosofía religiosa la doctrina comúnmente llamada agnosti­
cimo. La razón humana, enéérrada rigurosamente en el círculo de k.s
fen-ón(enos, es decir, de las cosas que aparecen, y tales ni mis ni meños
como aparecen, no posee facultad ni derecho de franquear los límites rle
aquellas. Por 1o tanto, es incapaz de elevarse hasta Dios, ni aun para
conocer su existencia. de algún modo, por medio de las criaturas: tal
es su doctrina. De donde infieren dos cosas: que Dios no puede ser
ohjeto directo
de la ciencia; y, por le que a 1a historia pertenece, que
Dios de ningún modo puede set sujeto de la historia.
Después de esto, ¿ qué será de la teolngía natural, de los motz°c.'os di·
credibilidad, de la ''l'veloc-ión c;¡.·ferna _'i !\: o es dificil comprenderlo. Su­
primen
pura y simplemente todo e~to para reservarlo al intelectualismo.
sistema que, según elJos, excita compasiva sonrisa y está sepultado hac.::
largo tiempo.
X ada les detiene, ni aun las condenaciones de la Iglesia contra erro­
res
tan menstruosos. Porgue el Concilio Vaticano decretó lo que sigue:
Si alg11-no diierc que la lu:; 11atttral de la razón. humana es incapaz de
conocer con certe:::a., por medio de T.as cosas creadas, el único y verda-
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dcro Dios, nuestro Creador _,. Seifor, sea excomulgado (4). Igualmente:
.'ii algu110 dijere no ser posible o C01f:'L'tmientc que el hombre sea instruido-,
mediante la Yl!'vclación divina,,. sobre Dios y sobre el c1,Uo a. él debido, sea
exconl'Ulgado (5). Y por último: Si alguno-dijere que la revelación divina
no puede· hacerse creíble por signos ·r!$/eriores, y que, en conseC1U11cia,
sólo por la espericncia indivi&ual o por una inspiración privada deben
ser nwvidos los hombres a la fe, sea excomulgado (6).
Ahora, de qué manera los modernistas pasan del agnosticismo,. que
no
es sino ignorancia, al ateísmo científico e histórico, cuyo carácter
total es, por lo contrario, la negación ; y en consec1Jencia, por . qué de­
recho de raciocinio, desde ignorar si Dios ha intcrvt"nido en la historia
del género humano hacen el tránsito a explicar esa misma historia
con independencia de Dios, de quien se juzga que no· ha tenido, en
efecto, parte
en el proceso histórico de la humanidad, pueda.
Y es indudable que los modernistas tienen como )'a establecida y
fija una cosa, a saber, que la ciencia debe ser atea, y lo mismo la his­
toria; en la esfera de una y otra no admiten sino femi,mmos: .Dios y lo
divino quedan
desterrados.-Pronto veremos las cons~uencias que de
doctrina tan absurda fluyen con respecto a la sagrada persona del S--.tl­
vador, a los misterios de su vida y muerte1 de su resurrección y ascensión
glorios_a.
5. Aguosticisnto éste que no es sino el aspecto· negativo de la doc­
trina de los rnodei-nistas : el positivo está constituido por la llamada
inmanencia v#a-1.
El tránsito del uno al otro es como sigue : natural o sobrenatural,
la religión, como todo hecho, exige
una explicación. Pues bien: una
vez repudiada
la teología natural y cerrado, .en-consecuencia, todo ac­
ceso a
la revelación al desechar los motivos de credibilidad; más aún,
abolida
por completo tocia revelación externa, resulta claro que no puede
hlscarse fuera del hombre la explicación apetecida, y de.be hallai'se en
lo interior del hombre ; pero como la religión es una forma de la vida,
la explicación
ha de hallarse exclusivamente en la vida misma del hombre
bre.
Por tal procedimiento se llega a establecer el principio de la inma­
nencia religiosa .. E.p efecto,_ todo fenómeno vital -y ya· qued.-a--dicho que
tal ·~s
-ia · religión_:_ reconoce por primer estimulante cierto· impulso o in­
digencia, y por primera manifestación, eSe movimiento del corazón que
llamamos
sentiinfrn-to. Por esta razón, siendo Dios el objeto de· la re­
·ligión, síguese de lo expuesto que la fe, principio y fundamento de _toda
religión, reside en un sentimiento · íntimo engendrado por la jndigencia
de lo divino. Por otra parte, como esa indigencia de lo divino no se
(4) De revelot., can, 1. (5) Ibid., can. 2. (6) De fide, can. 2.
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siente sino en conjuntos determinados y favcrables, no puede pertenecer
de suyo a 4t, esfera de la conciencia; al principio yace sepultada bajo la
conciencia. Q; para emplear un yocahlo tomado de la filosofía moderna,
en· 1~: subco),,cienc-ia, donde también su raíz pennanece escondida e inac-­
cesibli:_¿ Quiere ahora saberse en qué forma esa indigencia de lo di­
vino, cuando el hombre
llegue a sentirla, logra por fin convertirse en
religión? Responden los modernistas : la ciencia y la historia est..'\D en·
cerradas entre dos límites: uno exterior, el mundo visible; otro interior,
la. conciencia. Llegadas a uno de éstos, imposible e_,; que pasen adelante
la ciencia y la historia; más allá está lo i11-Cog1wsci"1e. Frente ya a este
incognoscibk, tanto al que está iuera del hombre, más allá de la natu­
raleza visible, come al que
está en el hombre mismo, en las profundida­
des de la subconcicncia., la incligenda de lo divino, sin juicio alguno
previo (lo cual es puro
fidrÍ.ffnfl) suscita en el alma, naturalmente in­
clinada a ·la religión, cierto srutimicnla especial, que tiene por distintiv,)
el envolver en sí mismo la propia realidad de Dios, bajo el doble con­
cepto de objeto y de causa íntima del sentimiento, y el unir en cierta
manera al hombre
ccm Dios. A este sr11timie1tto llaman fe lo~ moder­
nistas:
tal es para ellos el princil)iO de la religión.
6. Pero no se detiene aquí la filosofía, o, por mejor decir. el delirio
modernista. Pues en ese scirtimiciito los modernistas no sólo encuentra11
la fe, sino que con la fe y en la misma fe, según ellos la entienden,
afirman que se verifica la rl"t,cfación. Y, en efecto, ¿qué más puede pe­
dirse par.( la revelación? ¿ No es ya una revelación, o al menos un
principio de ella, ese scn,fimienfo que aparece en la ccnciencia, y Dios
mismo, que en ese preciso sriitimicnto religioso se manifesta a1 alma,
aunque todavía
de un modo coniuso? Pero, añaden al1n: desde el mo­
mento en que Dios es a un tiempo causa y objeto de la fe, tenemos
ya que aquella revelación Yersa sobre Dios y procede de Dios; luego
tiene
a Dios como revelador y como revelado. De aquí, Venerables
Hermanos, aquella afirmación tan absurda de los modernistas de que
toda religión es a la vez natural 3,· sobrenatural, según los di'versos
puntos de vista. De aquí la indistinta significación de conciencia y re­
velación.
De aquí, por fin, la le:y que erige a la conciencia religiosa en
regla __ universal, totalmente igual a Iá r·evelación, y a la que todos deben
s~e_!ei:~~. ~s~ la autoridad suprema de la Iglesia, ya la doctrinal,
ya
la pr_~eptiv~ en lo sagrado y en lo disciplinar.
7. Sin embargo, en todo este proceso de donde, en sentir de los
modernistas, se originan la -fe y la revelación, a una cosa ha de atenderse
con sumo: cuidado, por su importancia no pequeña, vistas las consecuen­
cias histórico-críticas que de allí, según ellos, se derivan.-Porque. lo
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Incognoscible, de que. hablan, ~o se presenta -1:l -Ja fe .. como algo, aisladp. P
singular, sino, Por lo contrario, con _ íntima dependen~a .de _algún fe­
nómeno, que, aurrque pertenece al -campo_ de .fa; ci~cia.;Y __ de la .historia,
de algún mod.6 sale fueta de_ sus límites:' )~-·se¡a.·_esc:; íepótµet;to u_n _ pecho
de la-naturaleza..·que·envuelve en $Í algún:misteri_o, ya un hombre. sin­
gUlar cuya natur:µeza, acciones y palabras_ no -pueden expl_~carse J)Or , las
leyes comunes. de Ja historia. En este gsQ la fe, atraída pm; 19 111cogñt,s ...
cible, que se pre$enta junto con el _fenómeno, aba!'ca a. éste _ todo entero y
le comunica, en cierto modo, su propia vida. Síguen,se dos _ consecuenc;ras.
En primer lugar, se produce cierta transfiguración del fenómeno, estü
es¡ en cuanto es levantado por la fe sobre sus propias condiciones,, con lo
cual
queda hecho materia más apta p;u-a recibir la_ fofma que _la fe ha de dar:- en segundo lugar, una ~<>1llº desfigurQfión . ...,....llánlese
así-del fenómeno,, pues -la Je le atribuye . .lo que en realidad !1f) tiene,
al haberle
sustraídv a -las condicion_es--de_ lugar_ y tiempo;, lo -que _acon­
tece, -sobre. todo, cuando-se trata de. fenómenos del . tieip.po pas_~do. Y
tanto · más cuanto más antiguos iueren .. De amba.s co~as 5'!,..ca.n, . a su
vez, los ·modernistas dos leyes, que, juntas con la tercera sacada del
agnosticismo> forman .las bases de la erítica histórica. Un ejemplo lo
aclarará: lo tomarnos de la persona de Cristo. En la persona de Cristo,
dicen, la ciencia y -'la -historia. VCik _&()lo un hom.bre. ·'.,Po~-Jo t¡µ1to. en
virtud ·de la. primera ley~. sacada_-de:1.·agnosticismo; e.s_ pre<;iso_ borrar
de su historia cuanto presente: caráct_~r divino. Pqr 1a: segurida. ley, :a
persona histórica de :Cristo fue tratbffigurad~ por la, fe;_ e·s. necrsa,rio,
pues, quitarle cuanto la levanta sobre las condiciones histórié:as. Final­
mente, por la tercera, la misma persona de Cristo fue desfigttrad(l por
la fe ; luego se ha de prescindir en ella de · 1as palabras, actos y todo
cuanto,
en .fin, no corresponda a. su n_aturaleza,, estado, eclUQl.ción, lugar y
tiempó en que
vivió.-Extrañ'a mapera, sin duda,_ de· raci~ciñar ;-pefo tal
-es la crítica modernista;
8 . .-En consecuencia; el sentimiento r:~ligioso> que ~rot~ por _,vital, in­
manencia de los , senós de la subconciencia, es ~ genneit de tc>lfa -religión
y la ·razón asimismo de todo, cuanto en cada ,una ~ya habido o habrá.
Oscuro
y, casi, informe· en un pr_incipio,--ta.l sentimiento, poco-_ a poco Y
bajo ·,el influjo .oculto :de aquel _arcano principio que lo prod.Üjo, se ro­
busteció a la par del progreso de Ja vi~ humana, de )a ,,que es -ya lo
dijimos-.una de SÚs formas. Tenemos, así expticado .. el origen de toda
· religlón, aun · deda · sobrenatural: no !iOJl-sino aquel .l!llro de~olÍO: del
sentimiento retigiasq. Y nadie· pi.en~_ que -1a qi.,ólica q~etlárá: ex~Piuada:
queda al .. nivel de las demás en todo.· TuV"o . su, origen _ en Ía conciencia Ve
Cristo, -~rón: -de privilegiadísim:,i-.1l3tura1eza,. -~-j~ ·hu~o ~ ~brd,
en virtud del desari"oll~_ ~~ la inmanen~ vital, y no Q.~ otra manera.
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¡ Estupor causa oír tan gran atrevimiento en hacer tales afirmaciones,
tamaña b)asfemiaí íY, sin embargo, Venerables. Hermanos, no sm los
incrédul6s sólo los que tan atrevidamente hablan así; católicos hay, mái
aún, mu:éhos entre los sacerdotes, que claramente publican tales cosas
y con tales delirios presumen restaurar la Iglesia! No se trata ya del
antiguo error que ponía en la naturaleza humana cierto derecho al or··
den sobrenatural. Se
ha ido mucho más adelante, a saber, basta afir­
mar que nuestra
santísima Religión, lo mismo en Cristo que en nosotro:-,
es un fruto propio y espontáneo de la naturaleza. :Kada, en verdad,
más
propio para destruir todo el orden sobrenatural.
Por lo tanto, el Concilio Vaticano, con perfecto derecho decretó: Si
alguno dijere qiie el hombre no p,u:de ser elevado pvr Dios a un co­
, noeimiento y Perfección que supere a la na~raleza, sino que puede Y
debe finalmente llegar por si mismo-, mediante un continuo progreso,
a la posesión-de toda .v-erdad y de todo bien, sea excomulgado (7).
9. No hemos visto hasta a qui, V enerabl~ Hermanos, que den cabida
alguna a la inteligencia; pero, según la doctrina de los modernistas, tie11e
también su parte en el acto de fe, y así conviene notar de qué modo.
En aquel sentimiento, dicen, del que repetidas veces hemos hablado,
porque es sentimiento y no conocimiento, Dios ciertamente se presenta
al hombre; pero, como es sentimiento y no conocimiento, se presenta tan
confusa e implicadamente
que apenas o de ningún modo se distingue del
sujeto
que cree. Es preciso, pues, que el sentimiento se ilumine con algum.
luz ~ que así Dios resalte y se distinga. Esto pertenece a la · inteli­
gen_cia, cuyo oficio propio es el pensar y analizar, y que sirve al hombre
para traducir, primero en representaciones y después en palabras, los
fenómerios vitales que en él se producen. De aquí la expresión tan vulgar
ya entre los modernistas: "el hombre religioso debe pensar su fe" .-La
inteligencia, pues, superponiéndose a tal sentimiento, se inclina hacia él
y
trabaja sobre él como un pintor que, en un cuadro viejo, vuelve a
señalar y a hacer que resalten las líneas del antiguo dibujo: casi de este
modo lo explica uno de los maestros modernistas. En este proceso !.a,
mente obra de dos modos : primero, con un acto naturaJ y espontáneo
traduce
las cosas en una aserción simple y vulgar ; después, refleja y
profundamente, o como dicen, elaborando el pensamiento, interpreta lo
pensado con
sentencias secundarias, derivadas de aquella primera fórmula
tan sencilla, pero ya más limadas y más precisas. Estas fórmulas se­
émidarias, una vez sancionadas por el magisterio supremo de la Iglesia,
formarán e_l dogma.
10. ~ a hemos llegado en la doctrina modernista a uno de los puntos
(7) D/ revelat., can. 3.
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principales, al origen y naturaleza del dogma. Este, según ellos, tiene stt
origen ·en aquellas primitivas· !ómiulas simples que son necesarias en
cierto modo a la Ie, porque la revelación, para existir, supone en la
conciencia alguna noticia manifiesta de Dios. Mas parecen afirmar que
el dogma mismo está contenido propiamente en las fómlulas secundarias.­
Para entender su naturaleza és preciso, ante todo, 'inquirir qué relación
existe· mtre las fórmulas religiosas y el sentimie11to religioso del ánimo.
No será difícil descubrirlo si se tiene en cuenta que el fil) de· tales
fórmulas no es otro que próporcionar al creyente el modo de darse
r3.-zón de su fe. -Por lo tantp, ~on intermedias_ entr:e el creyente y su fe:
con relación a la fe, son signos inadecuados de su objeto, vulgarmente
l!amados sí111bolos: con relación al creyente, son meros instrumentos. Mas
no se sigue en modo alguno que pueda deducirse que encierren una ver­
dad absoluta;.
pues:. -~o símbolos, son imágenes de la verdad, y, por
lo tañto: han :de acomodarse al sentimiento religioso eti-cuanto éste se
refiere al hombre; como
instrmnentos,, son vehículos de la verdad, y en
consecuencia tendrán que acomodarse, a su vez, al hombre en cuanto se
relaciona con el sentimiento religioso. Mas el objeto del sentimiento re­
ligioso,
por hallarse contenido en lo absoluto, tiene infinitos aspectos,
que
pueden aparecer sucesivamente, ora uno, ora otro. A su vez el hom­
bre, al creer, puede estar
en condiciories que pueden Ser muy diversas.
Por lo tanto, las fórmulas que llainamos ·dogma se hallarán expuestas a
las mismas vicisitudes y, por consiguiénte, sujetas a mutación. Así que­
da expedito el camino hacia la t"l.'olrtción íntima del dogma.-¡ Cúmulo,
en ·verdad, infinito de Sofismas con que se resquebraja y se destruye toda
la religión.
11. No sólo puede desenvolverse y cambia."r el dogma, sino que debe:
tal
es la tesis fundamental de los modernistas que, por otra -parte, fluy~
de sus principios.-Pues tienen por una doctrina de las más capitalés en
,su sistema y que infieren del principio de la inmanencia vital, que las
fóNtmlas religiosas, para que sean verdaderamente relgiosas. y no meras
especulacionés del entendimiento, han de ser vitales y han de vivir la
vida misma del sentimiento religioso. Ello no se há de entender como si
esas Mrmulás, sobre todo si son puramente imaginativas, hayan sido in­
ventadas
para reemplazar at sentimiento religioso, pues su origen, nú­
mero y, hasta cierto punto, su calidad misma, importan muy poto; lo
que
importa es que ·e1 sentimiento rel1,{/Wso, después de haberlas modifi­
cado convenientemente, si lo necésitan, se las R-simite vitalmente. Es tanto
como decir que es preciso que el corazón acepte y sancione la fóNHUla
frrimitiva y que asimismo sea dirigido el "trabajo del'-corazón, con que
se engendran las fóf'mrUJas se~s. De donde proviene que :dichas
fórmulas, para que sean vitales, . debeD ser -y quedar· asimiladas al ere-
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"
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SAN PIO X
yente y a ~ fe. Y cuando por cualquier motivo cese esta adaptación,.
pierden su contenido primitivo y no habrá-otro remedio que cambiarlas.­
Dado el carácter tan precar~o _e inestabl~ .de las fórmulas dogmáticas,.
se comprende bien que los modernistas las ménosprecien y tengan po,
cosa de risa; mientras, por lo contrario, nada nombran y ensalzan sino
el sentimiento religioso, la vida religiosa. Por eso censuran audazmente
a la Iglesia como si equivocara el camino, porque no distingue en modo
alguno entre la significación material de Jas fórmulas y el impulso re­
ligioso y moral, y porque adhiñéndose, tan tenaz como estérilmente. a
fórmulas desprovistas
de contenido, es e11a la que permite que la misma
religión
se arruineL-Ciegos, ciertamente, y co,uluctores de cirgos, que,
inflados con el soberbio -nombre de ciencia, llevan su locura hasta
pervertir el · eterno concepto de la verdad, a la par que la genuina na­
turaleza del sentimiento religioso: para ello han fabricado un sistema
en el cual, bajo el itnpu/so de un amor audaz )'. desenfrenado de t1ove­
dades, no buscan dQnde cierta,nente se halla la verdad '.\', despreciando
las santas y apostólicas tradiciones, abrazan otras doctrinas vanas, f,í.tifes.
inciertas
y no aprobadas por la Iglesia, sobre las rualcs -hombres vJ-
1tísimos-pretenden -fundar y (ifirmar la misma verdad (8). Tal es. Ve­
nerables Hermanos, el modernista como filósofo.
12. .Si, pasando al creyente, -se desea saber en qué se distingue, en
el mismo modernista,
el creyente del filósofo, es necesario advertir una
cosa, y es que eJ filósofo admite, _sí, Ja realidad de lo divino, como ob­
jeto de ,la fe; pero esta realidad no la encuentra sino en el alma misma.
del creyente, en cuanto es objeto de su sentimiento
y de su afirmaciún:
por lo tanto, no sale del mundo de los fenómenos. Si aquella realidad
existe en sí fuera del sentimiento y de la afirmación dichos, es cosa que
el filósofo pasa ¡x>r alto y desprecia. Para el modernista creyente, por lo
contrario, es firme y cierto que la realidad de lo divino existe en si
misma con entera independencia del creyente. Y si se pregunta en qué
se aPQya, finalmente, esta_ certeza del creyente, responden los modernii,­
tas: en la experiencia singular de cada hombre.
13. Con cuya afirmación, mientras se separan de los racionalista~~
caen en la opinión de los protestantes y seudomísticos.-Véase, pues, sn
explicación. En el sentimiento religioso se descubre una cierta intuiciú1
del corazón, merced a la cual, y sin necesidad de medio alguno, al­
canza el hombre la realidad de Dios, y tal persuasión de la existencia de
DioS-· y .de su ·_ácción, dentro y .. fuera d~l ser humano, que supera con
mucho
a t.oda persuasión ~entífica. Lo tual es una verdadera ex~rien-
'(8) ·®. XVI, 9.C. Singvlari Nos, 25 ion. 1834.
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E. PASCE.VDI DOMINICI GREGIS
cia y superior a cualquiera otra racional; y si alguno, como acaece con
los racionalistas, la niega, es simplemente, dicen, porque rehusa colocarse
en las condiciones morales requeridas para que aquélla se produzca. Y
tal
experiencia es la que hace verdadera y prcpiamente creyente al que
la ha conseguido.-¡ Cuánto dista todo esto de los principios católicos!
Semejantes quimeras las vimos ya reprobadas por
el Concilio Vaticano.-­
Cómo franquean la puerta del ateísmo, una vez admitidas juntamente
con los otros errores mencionados, lo diremos más adelante, Desde
luego, es bueno advertir que de esta doctrina de la c.t·periencia, unida a
la otra del simbolismo, se infiere· la verdad de toda religión, sin excep­
tuar el paganismo. Pues qué, ¿ no se encuentran en todas las religiones
experiencias de este género?
Muchos lo afirman. Luego, ¿ con qué de·
recho los modernistas negarán la verdad de la experiencia que afirma
el turco y atribuirán sólo a los católicos las experiencias verdaderas.?
A~nque,
cierto, no las niegan: más aún, los unos veladamente y los
otros sin rebozo, .tienen por verdaderas todas, las r:eligiones. Y es man'.~
fiesto que no pueden opinar de otra suerte, pues establecídos sus prin~
cipios,
¿ por qué causa argüirían de falsedad a una religión cualquiera?
Xo por Otra, ciertamente, que por la falsedad del sentimiento religioso o
de la
formula brotada del entendimiento. Mas el sentimiento religioso es
siempre y en todas partes el mismo, aunque en ocasiones tal vez menos
perfecto: cuanto
a la fórm_ula del entendimiento, lo único que se exige
para su verdad ~s que responda al sentimiento religioso y al hombre ·
creyente, cualquiera que sea la capacidad de su ingenio._ Todo ilo más
que en esta oposición de. rel_igíones podrían acaso :defender los moderni'o•
tas es que la católica, por tener más vida, posee -viás_ verdad; y que es
más_ digna del ncmbre cristiano. porque responde con mayor plenitud a
lo; orígenes del ~ristianismo.-1\.adie, pui::stas, las precedentes premisas,
co~siderará absurda ningun~ de estas , concJusiones. Lo que produce pro­
fundo estupor es que católicos, que sacerdotes a quienes horrorizan, segU~
X os queremos pensa~, tales monstrugsidades. se conduzcan, sin e:rnbargo,
como si de lleno las aproba_sen; p-ues tales. son las alabanzas que prodi­
gan a los mantenedores de esos erores,, tales los honores que públicamente
les tributan, que hacen cr~er fácilmente que lo que pretenden honrar
no .son las perso1:;as, merecedo:-as acaso de alguna consideración, sino
más bien los errores que a las claras profesan y que·· se. empeñan con
todas
veras en esparcir entre e, vulgo.
14. Otro punto hay en esta cuestión de doctrina en abierta contradic­
dó_n con la verdad católica.-Pues el principio de la experiencia se apfo:a
tat1lbién a la tradición sostenida hasta aquí por la l.glesia, ,destruyéndola
completamente.
A la ver9ad, por tradición entienden los modernistas cier­
ta comunicación de alguna experiencia original que se hacé a otros me-
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SAN PIO X
fórmula atribuyén, además de su fuerza represcnfati.,a, como dicen.
cierto poder sitgcsti-i/o que se c_ierel', ora en el creyent~ mismo para des­
pertai·
en él

el
sc1iti111iento n:ligioso, tal vez dormido, y restaurar la ~x­
periencia que alguna vez tuvo; ora sobre los que no ··creen aún, para
crear por vez \primera en ellos el sentimiento religioso y producir ia
experiencia. Así es como la experiencia religiosa se va propagando ex­
tensamente por ·los pueblos; no sólo por la predicación en les existentes,
mas aun
en los venideros, tanto por libros cuanto por la transmisi.ín
oral de unos a otros.-Pero esta comunicación de experiencias a veces
se arraiga y reflorece; a veces envejece al punto y muere. El que re­
florezca es
para los moderni!-tas un argumento de verdad, ya que toman
indistintamente la verdad
y la vida. De lo cual colegiremos de nuevo que
todas
la_s religiones existentes son verdaderas, pues de otro modo no
viYirían.
15. Con lo expuesto hasta aquí, Venerables Hermanos, tenemos bas­
tante y sobrado para formarnos cabal idea de las relaciones que est:1-
blecen los modernistas entre la fe y la ciencia, bajo la cual comprenden
también la
historia.-Ante teda, se ha de asentar que la materia de la
una está fuera de la materia de la otra y separada de ella. Pues la fe
Yersa únicamente sob~e un objeto que la ciencia declara serle incog­
noscible.: de aquí un campo completamente diverso: la ciencia trata de
los fenómenos, en los que no hay lugar para la fe; ésta, por lo contra·
ria, se ocupa enteramente de lo d.i\ino, que la ciencia desconoce por
completo. De donde se saca en conclusiótl que no hay confHctos posibles
entre Ja ciencia y la fe; porque si cada una se encierra en su esfera.
nunca podrán encontrarse ni, por lo tanto, contradecirse.-Si tal yez
se objeta a eso que hay en la naturaleza visible ciertas cesas que incumben
también a la fe, como la
vida humana de Jesucristo, ellos lo negarán.
Pues aunque esas cosas se cuenten entre los fenómenos, mas en cuanto
las penetra la vida de la fe y, en la manera arriba dicha, la fe las
transfigura ¿• desfigura, son arrancadas del mundo sensible y convertidas
en materia del orden dh•ino. Así, al que todavía preguntase más, si
Jesucristo ha obrado verdaderos milagros y verdade.ramente profetizado
lo iuturo; si verdaderamente resucitó y subió a los delos: no. contestará
la ciencia agnóstica; s~ dirá la fe. Aquí, con todo, no hay contradiccifin
alguna: la negación es del filósofo, que habla a los filósofos y que no
mira a Jesucristo sino según la realidad histórica; la afirmación es dd
creyente, que se dirige a creyentes y que considera 1a vida de Jesucristo
como VÍ'Z1ida de nuevo por la fe y en la fe.
16. A pesar de eso, se engañaría muy mucho el que creyese que
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E. l'.4SCEXDI DOMINIC/ GREGIS
podía opinar que la fe y la ciencia por ninguna razón se subordinan la
una a la otra; de la ciencia, sí se podría juzgar de ese m()tfo recta y
verdaderamente¡ mas no de la f_e, que no sólo por una sino por tres
razones está sometida a
la ciencia. Pues, en primer lugar, conviene notar
que todo cuanto incluye cualquier hecho religioso, , quitada. su realidi11i
ditrina y la e:rf,eriencia __ que de ella tiene, el creyente, ·todo lo deinás, y
principalmente· las fórm.ulas religiosai, no. sale de la esfera de los _fe­
nómenos y por eso cae bajo el dominio de la, ciencia. Séale lícito'· al
creyente, si le agrada¡ salir det.mundo;:,pero, no .-obstante, mientras -en
él viva, jamás esca¡m,rá, quiéralo o no,. · de las· leyes, Obsen.-ación y
fallos de la ciencia y de la historia.-Además, aunque se-ha dicho qu~
Dios es objeto de sola la fe, pero esto se entiende tratándose de b,.
realidad divina y no de la ide(l de Dios. Esta se halla sujeta a la ciencb.,
la cual, filosofando en el orden que se dice lógico, se eleva también a
todo lo que es absoluto e ideal. Por lo tanto, la filosofía o la ciencia
tienen
el derecho de investigar sobre la idea de Dios, de di-rigirla en su
desenvolvimiento y librarla de todo lo extraño Que pueda mezclarse ; de
aquí el axioma de los modernistas: "'la ~volución religiosa ha de aju-s~
tarse a la moral y a la intelectual": esto-es, como ha .dicho ·uno de ~us
maestros, "ha de subordinarse a ellas" .-Añádase, en fin, que eJ hombre no
sufre en sí la dualidad; por lo cual el creyente experimenta una Íntema
necesidad que le obliga a armonizar la fe con la ciencia, de modo q\le
no disienta de la idea· general que la ciencia da de este mundo universo.
De lo que se concluye que la ciencia es totalmente independiente de la ie:
pero que ésta, por lo contrario, aunque se pregone como extraña a 1a
ciencia, debe sometérsele.
Todo lo cual, Venerables Hermanos, es enteramente contrario a lo que
Pío IX, Nuestro Predecesor, enseñaba cuando dijo (9): Es propio de Ta
Filosofía, en lo que atañe a la religión, no dominar, si"no servir; no
Prescribir lo que se ha de creer, sino abrázarlo con racional hómenaJe;
no ese1,driñtw la profmulidad de los misterios de Dios, sino reile-rendados
pía y humilde-mente. Los modernistas invierten sencillamente los términos:
a los cuales, por consiguiente, puede aplicarse lo que ya Gregcrio IX,
también Predecesor Nuestro, escribía de ciertos teólogos de su tiem­
po (10): Algunos entre vosotros, hinchados ·como odres por el espíritu
de la vanidad, se e11ipe11an--en traspasar con profanas novedades los téf'­
minos qi,e fi.iaron los Padres, inclinando la inteligencia de las páginas
sagradas ... a la doctrina de la filosofía racional, no para a_lgún provecho
de los o)-'Cntes, sino para ostentación de la ciencia .... Esos mismo$, se­
tltiddos por varias y extra-ñas doctrinas, hacen . de la cabe:1a cola_. y
fu'erzan a la ·reina a servir a la esclava,
l7. Y todo esto, en verdad. se hará má~ patente al que considera.
(9) Brev. ad. ep. Wratü1lav, 13 iun. 1857.
(10) Ep. ad Magistros Theolog. París. non. iul. 1223.
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:r !
S.4.Y PTO X
la comluc::ta dt" los l'Qodett11st8.!I, qúC·-s~ acomoda ·total~ente-a_ sus en~,:­fianzas. Pues 'muth_OS de su~ ·· escritos . 'y_ di~os _ p·arC_Cen contrarios,. 0sitó j• f!OO toda· conSideráción, por el
principio que wslienen sohte la -sepai-ación __ tnutu_a d.e lá Íe ·_y _ de la cien­"d3. ~ aquí Que troj)ecenios · · ei'l sus .libros con cosas-·(Jue los catúlicus · , 8prueban C antigua, Pr<'tenden
iiltrOcJ°Ucir otra· nueva. que obedezca a In~, dl·Üri:os ,le 10$ filbsoí os.
a) La fe.
18. Aquí ya, ,i-ertera?'ie~ ,-Hé_r~a~os, se no_s abre Ja __ -pú~rfa _pa~a e~_a~ minar_ a los móderni~ta~ en. el_ ~mpo · teoU,gico. )las,·. porqite es materia
muy escabrosa,· Ja redudreÍnÓs -a pocas Í>alabras.-Se trata, 'pues, de
conciliar la fe .con la cien_da ·; -)' esO de tal suerte qtie fa titfa se· Sujett' a la otr,a: En este géri_eró _el teó1ogo nioderríistá Usa __ d·e-· lo:(_~istn~·s __ pi-in­cipios que, según vimo's. usabá--el filósofo, )'. lo¡¡ adapta al_ creyente·: a ·saber, los principios de _1.á. inmmie11tia y·e1_ simbolismo. Simpíiéí'simo e!-l.·-d ptotedimiento. El filósofo _afirma: "el --j,rincipio. de la fe es immJn.Nite_; el crej~ente aña_de-: ese prilleipío es Dios; concluye e1 teólogo: luego Dios ei fnmann,te · en el lwff'ibri. He ~qui la t'nmanrncia teológica. De la tñi_stua · sUerte es· ciertó para el filósOfo que fas rrprcsenlaciones dtl objeto de
(11) Pfop. 29 damn, a Uonc X, lJuIJa E.r-.1«rµc Domine-16 mii 1521): Hó• llfl".t abit•tf(J el ccmnno de c,un-ar la ar1Joridad de los Ctm(ilios, ermtradecir libre-111mte .Hls httl1os, j1t!zpor sus· tier:,efo!l .~ confe.«it roirfiad11111rnte fo qitC po,c::co '11ef'tladero, :,a. lo oprirebe, ya lo reprlU'be tualquiet Co11cilio.
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E. PASCENDI DOMINICI GREGIS
la fe son sólo simbólicas; para et creyei:tte lo es igualmente que !!l
cbjefo de lci)i';~ I5,i~;-~ sf: d teólogo,_por tanto, 1llfier.e: las rej,resen.­
tacioiies de
1a· realidad dii,ina son simbólicas. He aquí el simbolismo teoló­
gico.-Eirores, en verdad grandísimos; y cuán perniciosos sean·· -ainbos
se descubrirá al verse · sus consecuenciás, Pues comenzando· desde luego
por
e] .ñn,bolistno, · como los símbolos son tales respecto del objeto a la
vez que
instrumentos respecto del creyente, · há de precaverse éste ante
todo, dicen, de adherirse más de· to conveniente a la fórmula en cuanto
fórrñillá, usando de ella únicamente para. unirse a la verdad absoluta,
que la fórmula descubre y encubre juntamente, empeñándose luego en
expresarlas, pero sin conseguirlo jamás. A esto añaden, además, que ~e­
mejantes fórmulas debe emplearlas el creyente en cuanto le ayuden, pues
se le han dado para SU comodidad y no como impedimento; eso si, res­
-petando el honor que,
según la consideración social, se debe a las fór­
mulas que ya el magisterio público juzgó idóneas para expresar la con­
ciencia común
y en tanto que el mismo magisterio no hubiese declarado
otra cosa distinta.-Qué opinan realmente los-modernistas sobre la in-
11umencia, difícil es decirlo: no todos sienten una misma cosa. Unos la
ponen en que Dice por SU· acción, está más íntimamente presente al
hombre que éste a
sí mismo; lo cual nada tiene de reprensible si se
entendiera rectamente. Otros, en que la acción de Dios es una misma
~osa con la acción de la naturaleza, como la de la causa primera con · h
de la segunda; lo cual, en verdad. destruye el orden _ sobrenatural. Por
último, hay quienes la explican de suerte que den sospecha de significa­
ción panteísta; lo
cual concuerda mejor con el resto de su doctrina.
19. A este postulado de la inmanencia se junta otro que podemos .lla­
mar de permanencia divina: difieren entre sí, casi del mismo modo que
difiere la experiencia. privada de la esJ,erimcia transmitida por tradición.
Aclarémoslo con un. ejemplo, sacado de la Iglesia y de 105 Sacramentos.
La
Iglesia, dicen, y los Sacramentos no se ha d~ creer, en modo alguno,
que fueran instituidos por Cristo.
Lo prohíbe el _ agnosticismo, que en
Cristo no
reconoce si-no a un hombr~ cuya conciencia religiosa se formó,
eomo en los otros hombres, poco a poco; lo prolúbe la ley de inmanencia,
que rechaza las que ellos llaman externas aplicaciones; lo proht"be tam­
bién la ley
de la evolución, que pide, a fin de que los gérmenes se
desarrollen, determinado tiempo
y cierta serie de circunstancias consecu­
tivas; finahnente, lo-prohíbe la historia,. que. enseña cómo fue en realidad
el-verdadero curso de los hechos. Sin embargo, debe mantenerse que la
Iglesia
.y los Sacramentos fueron instituidos -mediatamente. por Cristo.
Pero ¿de qué. modo? Tod,as las conciencias cristianas estaban en cierta
manera
· incluidas virtualmente, como la planta en la semilla, en la con­
ciencia de Cristo. Y, como
los gémienes viven la vida de la simiente,
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SAN PIO X
así hay
que decir que todos los cristianos viven la vida de Cristo. 1-Ias
la vida·• Cristo, según la fe, es divina: luego también la vida de los
cristian05. .... s,¡, pues, esta vida, en el transcurso de las edades, dio prin­
cipio a _l¡¡. Iglesia y a los Sacramentos, con toda razón se dirá que se­
mejante --principio proviene de Cristo y es divino. Así cabalmente con­
cluyen que son divinas las Sagradas Escrituras y divinos los dogmas.-A
esto, poco más o menos, se reduce, en realidad, la teología de los moder­
nistas: pequeño caudal,
sin duda, per9 sobreabundante si se mantiene
que la ciencia debe ser siempre y en todo obedecida.-Cada uno verá por
sí fácilmente la aplicación de esta doctrina a todo
lo demás que heml•S
de decir.
b) El dogma.
20. Hasta aquí hemos tratado del origen y naturaleza de la fe. Pero,
siendo muchos
los brotes de la fe, principalmente la Iglesia, el dogma,
el culto, los libros que llamamos santos, conviene examinar qué enseñan
los modernistas sobre estos puntos. Y comenzandq¡ptr el dogma, cu5.1
sea su origen y naturaleza arriba lo indicamos. ~~ge aquél de cierto
impulso o necesidad, en cuya v-irtud el creyente trabaja sobre sus pen­
samientos -propios para· así ilustrar mejor su conciencia y Ja de los otros.
Todo
este trabajo consiste en penetrar y pulir la primitiva fórmula de
la menté,.c·no en· sí misma. según el desenvolvimiento lógico, sino según las
circunstancias
o, como ellos dicen con menos propiedad, vitalmente. Y
así sucede que, en torno a aquélla, se forman poco a poco, como ya
insinuamos, otias fórmulas .secundarias; las cuales, reunidas después en
un cuerpo y en un edificio doctrinal, así que son sancionadas por el
magisterio -público, puesto que responden a la conciencia común, se de·
nominan dogma. A éste se han de contraponer cuidadosamente las es­
pec:=ulaciones de los teólogos, que, aunque no vivan la vida de los dogmas,
no se han de considerar del todo inútiles, ya para conciliar la religión
con la ciencia y -quitar su oposición, ya para ilustrar eXtrínsecamente y
defeqder la misma religión; y acaso también podrán ser útiles para
allanar· el camino a algÚn nuevo dogma futuro.-F.n lo que mira al culto
sagrado
poco habría que decir, a no comprenderse bajo este título los
Sacramentos, sobre Jos cuales defienden loe. modernistas gravísimos erro·
rCs. EJ. . culto, según enseñan, brota de un doble impulso o necesidad ;
porque en su _Si$tema, como hemos visto, todo se engendra, según ellos
aseguran, en virtud de impulsos íntimos o necesidades. Una de ellas es
para 4ar a fa religión algo de sensible, la otra a fin de manifestarla; lo
que no ·.irµede en ningÚn modo hacerse sin cierta forma sensible y actos
santificantes, que
.se han llamado Sacramentos. Estos, para los rnoder-
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E. PASCENDI DOMINICI GREGIS
nistas, son puros símbolos o signos; aunque no destituidos de fuerza.
Para explicar dicha fuerza,_ se_ valen del ejemp°lo de d-~rtas palabras gúe
rnlgarmente se dice haber hecho f()rtuna, pues tienen la virtud de pro­
pagar ciertas nociones poderosas e impresionail de Diodo extraordinario
los ánimos superiores. Como esas palabr'as se ordenan a tales nocione·s,
así los ;Sacramentos se ordenan al sentimiento religiosO: nada-más. Há.­
blarian con mayor claridad si afirmasen que los Sacramentos se institu­
yeron únicamente para alimentar
la fe; pero eS;O · ya lo condenó el Concilio
de. Trento (12): Si algrmo difere que estos Sacramentos no fueron Ú1J·ti­
t1iídos sino sólo para alimentar la_ fe, sea e:cco,1mlgado.,
e) Los li,bros sagrados,
21. -Al hemos :indicado; ya sobre la_ naturaleza y origen de los Librps
sagrados. Conforme al pen~r. de los modernistas, podría .uno . deiinirl_Os
reC:iamente como una colección de experiencias_. nO de las que, estérl á.I
alcance de cualquiera, sino de las extraordinarias e insignes, que suceden ·
en toda religión.-Eso c.abalmente enseñan los modernistas sobre nuestros
libros, así
d:~l Antiguo ~orno del ~uevo Testamento. En_-.,sus opiniones,
sin embargo, advierten astu~mente que, aunque la experi~a pertenezca
al tiempo presente, no obsta. para que . tome la_ materia de lo pasado y
aun de lo futuro; en cuanto el creyente, o por el recuerdo de. nuevo. r:ive
la pasado a manera de lo presrntc, o por anticipación hace lo propio con
lo futuro. Lo que explica cómo j>ueden Computarse entre los libros .sagnl·
dos los históricos y apocalípticos.-Así, pues, en esos libros Dios habla en
verdad por
medio_ del creyente ; mas, .seg:ún quiere la teología de los mo~
demistas, sólo por la inmanencia y J,ennmwn,cia itital.-Se preguntará: ¿ qué
dicen, ~tonces, de la inspiración? Esta, contestan, no se distingue. sino
acaso por, el grado de vehemencia,_ del impulso. que siente el creyente de
manifestar su fe de palabra o por esc~Íto. Algo parecido. tenetnos en:. la
inspiraci_ón. Po.ética; por lo que dijo uno: '~Dios está en nosotros: al
agitarnos El1.·nos_. enardecemos". As~ es como se deb~ afi.rma.r que Dio~
es el o.rigen de la inspiración _de los. 5'agrados .Libros.-Añaden, además,
lo!. modernistas que· nada ab,solutamente hay en ciertos libros que carezca
de semejante inspiración. En cup afirmación. podría uno creerlos más
ortodo~os .que a otros modernos . que~ restrigen. algo la inspiración, -como.
por ejemplo, ·.cuando excJuyeil de ella las citas. que se .11aman. tácitas, l-lero
juego de palabras, ,simpl_es apariencias. Pues si juzgamos .la Biblia según
el agnosti_cismo, _ a . saber, como una obra h~. compuesta por los
hombres
parª los hombres, aunque- se dé al teólogo el derecho de llamarla
(12) Sess. 7 De sacramenti.r in pencre, can. 5.
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SAS PlO X
<1ivlna por i,rnranencia, ¿ cómo, en fin, podrá restringirse la inspiración?
Aseguran, si, los modernistas , la inspiración universal de los libros sa­
grad(;!., pero
en el sentido católico no adffliten ninguna,
d}
La. Iglesia.
22. Más abundante materia de hablar ofrece cuanto la escuela mo­
origen a una doble necesidad: una, que existe en cualquier creyente, y
principalmente
en el que ha logrado alguna primitiva y singular expe­
riencia para comunicar a
otros su ie ; otra, después que la fe ya se lla
heá-:. común entre muchos, está en la colectividad, y tiende a reunirse
en sociedad, para conservar, aumentar y propagar el bien común. ¿ Qué
viene a ser, pues, la Iglesia? Fruto de la conciencia colectiva o de la
unk,n de las conciencias particulares, las cuales, en virtud de la permanen­
cia ..-ítal, dependen de su primer creyente, esto es, de Cristo, si se trata
,de los Cat/ilicos.-Ahora bien, cualquier sociedad necesita de una autoridad
rec.tcra, que tenga por oficio encaminar a todos los socios a un fin común
y ccnservar prudentemente los elementos de cohesión, que en una so­
ciedad religiosa consisten en la doctrina y culto. De aquí surge, en !a
lglefia católica, una triple autoridad: disciplinar, dogmática, lit,ír,qica.-La
naturaleza de esta autoridad se ha de colegir de su origen: y de su na­
turaleza
se deducen los derechos y obligaciones. En las pasadas edades
fue
un error común el pensar que la autoridad ve11ía de fuera a la Iglesia,
.esto es, inmediatamente de Dios : y por eso, con razón, se la consideraba
como autocrá.tica. Pero tal creencia ahora ya está envejecida. Y asi com;;i
se dice que la ]glesia nace de la colectividad de las c-onciendas, por igual
manera la autoridad procede vitalmente de la misma Iglesia. La auto­
ridad.
pues, lo mismo que la Iglesia, brota de la conciencia religiosa, a la
-qu.e. por lo tanto, está sujeta; y si desprecia esa sujeción, obra tiráni­
camente. Vivimos ahora en una época en que el sentimiento de la libertad
ha akanzado su mayor altura. En el orden civil, la conciencia pública
introdujo el régimen popular. Pero la conciencia del hombre es una sola,
come la vida. Luego si no se quiere excitar y fomentar la guerra in­
testina
en las conciencias humanas, tiene la autoridad eclesiástica el de­
ber de usar las formas democráticas, tanto más cuanto que, si no las
usa, le amenaza la destrucción.
Loco, en verdad, -sería quien pensara que
en el ansia de la libertad que hoy florece .pudiera hacerse alguna vez
cierto retroceso. Estrechada y acorralada por la violencia, estallará con
más fuerza y lo arrastrará todo -Iglesia y religión-juntamente.-Así
discurren los modernistas, quienes se entregan, por lo tanto, -de lleno a
buscar los medios para conciliar la autoridad de la Iglesia con la liber­
tad de los creyentes.
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E. PASC!ÚD/ DOM/.VICI GREGIS
2J. l;ert/·no s61o (k~tro del reclntó doméstico ti~e la_.l_g;~-a ier ff;
coli fuera. X o es ella ta úniC3. que llabita en el mtindo; hay --~irniSmc otr.a3
~OCiedade~ __ ;r. táS ~u.e. ··no _ puede. ~e~r,. ·;i __ -·frato _y._· cÓll1Unic:'~c:íOri: C1,1 te~~-
1~u.es. ·sea!) S11S: d~rechos,. ·cuales __ s~~, _ de_~re;S en:_ orden·._ a:._ lás ~$C)Cied~,d~S: .
dviJeJ -~-prCci.~-.d~termfnar: V'~º ·¡11~ _ _.ta-:~ s~l~o cO,n_:·.ªn;~g1~ .. ª-:-la nal_U•
ralfza de_ la· \gl_esia_,_. s_é,efi1i. los -.-~o4ef~s!_a~. __ nó_s __ la ___ :~n d_eSC~iio;;l:,n )º
cual s_e ~igell tk,r _Ja~_ mis111a~ re:glás cjúé . Pira· la'' ·ti'Cncla. y la fo tl1enciOi,1a·
n~OS. a_ntes. __ Allí _se _hablaba de objeios,= aq\l¡'__d_e f;,J_s:. Y ad _Com~ _p-or
~a4<1n. del oh_iet~,. _ se&ú~. viinoS;. Son_ 1~ ie \·. la CÍfncfa~ ... extr~~1_as_ entre sí, dt'
idéntica suerte lo soii el Es_ta®: y _la:_. Jgle_sia _-¡,o,.-su_~. _iiñes: es temporal
e_l de aquél_;_ espiritual: el de ésta'. Fuc,.cicr~1ñente"lícito en pt.ra .. época
su~ídinar' lo _te·mporal a, _lÓ espir.it~_ªl _Y-habl~r __ ,de_ CÚ,~stjq11cs_ mi.i:tas. en
las
qu~ _la lglesia_ interv~i~ cual · __ re
a ;-_,_.~eñor.a, ·))O¡'Qµe: se'-créi.~ q_ue·_ la
l&lesia __ había sido fti1_1dada i~médi~~ñienté:··_-pÓr .. _ _l)i~s, ,como .. au~ór· ·del
-0~d-en -Sobre,natu_~ai. · Pero )f)dQ, esto ·y~ : es_~_· -~ed13:_za.c10 __ J)c)r '._Eilósofos e his ·
tcÍriadoreS. Luego· el Estad?·_ sC debe'··sf¡iar_á~ de_ la _tg_lCsia; ·como el ta~
t01ico del dudadan~. I1or. lo cuál todo c_:itUHCo; 21 SCr'· tatn_bién ciudadano,
tiene "el dei'echo y ia o_biiga~ión, sin cÜidárSe de· 1,i. aútori~d de,-la 1glesia,
posptlestos_ los_ deseos, t:ónsej05 y _p_recep~~s-_. de:·:ésta, y. áun· despreC:iadas sus
re_p_reitsionés de _hacéi 10 qÜe_ j_\11.gue· __ m_á5 coll,·~ni_ente_. pá.ra_ u_tilid_ad de_ la
1,áfria: -~eñ_~1~r. -~~]~ cualqÚi~r _ pi'_et~~t() · a_J c_iu_d,da~o _ :et ~odo de ,ºb,rar
es 'un-ahllso __ del pootr eclesíástiCO _qll_r tori :tod6 · ~í~erzp _ _df!be _i-echazar-
: se.---Llls teOrias,· de-donde estos:, _erro~·es _manan; v·enerableS Hentlan,os,
son_ ciériattJénte i'as_ que"_ __ s?tehmCm'inte \~~lldenó Nuestro .Pr~decesor _Pio ,.f l
.én su ···conStitiJción a:Po~tt,lic:t A.rict~í-i:m-ffde.i < f3)~ '
24. Mas ·º_º_le. satisface!_a la_ _e_s~llefa _ ae 1()5_ mOdÍrnista_S __ q_Ue el _Es~
tud_o ··s-ea sepa_rad_o de, la_ Iglesl:1:.:'_A~_ .. c_Omo fa; íe, _e11, JQs -::e,Íel'11et_1tos ~ue
·Ham3n~ . feñoméilicoS;· debe. -~l]bol'dÍllars~ ,a la ci_enda¡'. as_i.'_. en los-' neg_ocioS
_telllporales_ 'Ja Iglesia del;,e Scmeter:S_e i!I __ Esf~do. Tal veZ· ~ó lo digan ·abier­
tatÚent_e1. __ pero por_ Ja fu«!_r;fa-.det_ ,r~c:ioc:_iníÓ ._.5~-v~_ ~bliP.dos _ a_ ~d,mititlo.
En e·fecto;: admitido _·que'. e11 · ÚtS·'-c~~s:. :tem~rlltes: 5bto ··el Esta_i;lo pue_de
Pon~-r · manO:_ si at3efe_ .. Q.i.te_·_algJ~n-__ créiente, no-contetlto-' Con Jos· actos in­
terioÍ-e_s de _:religf~n;. tjeCUta· _ot_f_Os _e~tei:iCJr~s·,._.·.comO _ 1.i' adniinistr8.ciún y
recep(Íón de Saéraine~toS, -ést~s, C3éi,m 1~eces~iam:~n~e;: bajo el ·dominio
(IJf' _Prop. 1: ·J.,/_t,·,~p-~-;ici6n ·CJ.·11#/did qli~ la Pute~_tu'tf li,o-· sitio diir:la -,.or tJfor 4 lá. ](Tleim:··¡,ara com)1ni&ail" a lb;s-'Pttstbri-s;-qru·· so11 sl1.r tnúHslros, .NJ ordf"n o lo soli..'4.dóii rk:los .cilm,u; ente1Jdida d_c nwr:lo':qri_,: .(U la comH11idci'fl de IH fieles se de -rit'tJ eii los PMtorcs el poder Jet mi11ist_c;r_i(! _ )' ri(liJ11tll ccl_esitUtico_, -,_., _ h_rrético­l'rop. J: Adem,U, la q11c afirma q11c et Po111í/if:e Roma110 es ·eábeto ministrriM. t:J.·· piicado de s11crte q11e el Rmr1ono ·Po11lí/ier-, .nP dr _Cristo en la ftrso110 de S011 Pedro, sino di.' lo. Iglesia rt'eiba la potestad dr ,nini.-ttrrio q11,_._ rflmo s11cr.Jt.W de Pedro, ,•er, dadero V-icario de Cristo ')' _-ca"'º _dr -tudrt lu· /gltsia, touc. rn la . n1iwcr.iol lrilesUJ, r-1 ltcritica.
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SAK PIO X
del Estado. Entonces, ¿ qué será de 1a autoridad eclesiástica? Cerno ésta
no
se _derdta sino par actos externos, quedará plenamente sujeta al
Estado.:~·:Muchos protestantes liberales, por la evidencia de esta conchi­
sión, süPrimen todo culto externo sagrado y aun también toda sociedad
externa. religiosa, y tratan de introducir la religión que llaman individual.­
y si hasta ese punto no 11egan claramente los modernistas, piden entre
tanto,, por 1o menos, qqe la . Iglesia, de su voluntad. se dirija adonde
-ellos _la empujan y que se ajuste a las for'inas civiles. Esto por lo que­
atañe·--a la autoridad disciplinar.-'-Porque muchísimo peor y más perni­
cioso .-es lo que _opinan so\)re la autoridad do.ctri,ial 3• dog111ática. Sobre el
magisterio de la Iglesia, ·he aquí cómo discurren. La sociedad rcligiosá
no puede verdaderamente: ser una,
i¡;i no es una la conciencia de · 10s so­
cios
y una la fórmula de que se valgan, Ambas unidadés exigen una
especie de inteligencia universal a ·1a que incumba ent;:ontrar y determinar
la
fórmula que mejor corresponda a la conciencia común: y a aquella
inteligencia le pertenece también toda· la necesaria autoridad para imponer
a la
_comunidad la fórmula estabtedda. Y en esa unión y como fusiónr
tanto · de la inteligencia que·· e1¡ge -la fórmufa cuanto de la postestad que
la
impone, colocan los mcxlernistan _ el concepto del magisterio eclesiástico.
Como,
en resumidas cuentas, el magisterio nace de las conciencias indi'""
viduales, y para bien de 1as mismas conciencias se le ha impuesto el'
cargo. público, síguese forzosamente que depende de las misinas con­
ciencias y que, por lo tanto, deb~ someterse a las formas populare~. Es~
por lo tanto, no uso, sino un abuso de la potestad que se concedió para
utilidad,. prohibir a las coonciencias individuales el manifestar clara Y
abiertamente los impulsos que sienten y el Cerrar el camino a la crítica
impidiéndole llevar
el dogma a su_s ·necesarias evoluciones.-De igual ma­
neta, en el uso mismo de la potestad se ha de guardar moderación y tem­
planza. Condenar
y proscribir un libro cualquiera sin conocimiento del
autor,
sin admitirle ni explicación ni discusión alguna, es en verdad algo
que raya
en tiranfa.-Por lo cual se ha de buscar aquí un camino in­
termedio que deje a
salvo los derechos todos de la autoridad y de la
libertad.
1Iientras tanto, el católico debe conducirse de modo que en pú­
blico se mtlestre muy obediente a la autoridad, sin que por ello cese de
seguir
las inspiraciones de su propia personalidad.-En general, he aquí
Jo que imponen a la Iglesia: como el fin único de la potestad eclesiástica
se refiere sólo a cosas éspirituales, se ha de desterrar todo aparato ex­
terno-y la excesiva magnificencia con que ella se presenta ante quienes
_la contemplan. En lo que seguramente no se fijan es en que si la reli­
gión pertenece a las alrilas, -n_o se restringe, sin embargo, sólo a las almas,.
Y que
el honor tributá.do a · Ja autoridad recae en Cristo que la fundó~
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E. PASCE:YDI DOJII.YICI GREGIS
e) La c·¡_;ofució11.
Para terminar toda esta materia sobre la fe :r sus "variantes
gérmenes" resta, Venerables Hermanos, oír, en último lugar, las doctrinas
.aquí un principie general : en toda religién que viva, nada existe que no
:;ea variable, y que, por lo tanto, no deba variarse. De donde pasan a lo
,qüe-·eñ-·sú doctriná-es casi lo capital, a saber, la evolución. Si, pues, no
,queremos que el dogma, la Iglesia, el culto sagrado, lo~ .. libres que com/J
santos renrenclamo·s y aun la misma fe languidezcan con el frío de la
muerte, deben sujetarse a las
leyes de la evolucióri'. No sorprenderá est.J
-si se tiene en cuenta lo que sobre cada una de esas cosas enseñan los
modernistas. Porque, puesta la ley de la evolución, hallamos descrita: por
ellos mismos la forma de la evolución. Y en primer lugar, en cuanto a
la fe. La primitiva forma de la fe, dicen, fue rudimentaria y común
para todos los hombres, porque brotaba de la misma naturaleza y vid-a
1mmana. Hízola p-rogresar 1a evolución vital, no por la agregación ex-
1ema de nuevas formas, sino por una creciente penetración del sentimiento
rdigfoso en la conciencia. Aquel_ progreso se realizó de dos modos: en
-primer lu~r, ncgati71a111entc, anulando todo e1ementc extraño, como, por
e_iemplo, el que Pr~venía de familia o nación; después. positivamente, mer­
,ced al perfeccionamiento intelectual y moral del hombre; con ello, la
110ción de lo diyino se hizo más amplia y más clara, y el srnti111ic11to rc­
JigiosC' resultó más elevado. Las misinas causas, que trajimos antes para
explicar et origen de la fe, hay qile asignar a su progreso. A lo que hay
,que añadir ciertos hombres extraordinarios (qt,1.e nosotros llamamos pro·
fetas. entre les cuales el más excelente fue Cristo). ya porque en su
Yi divinidad,
ya porq"\Je lob'!aron nue-..as cxpéricncias., nunca antes vistas, que
respondían a la exigencia religiosa
de cada .época.-Mas la evolución dei
dogma
se origina principalmente de que hay que vencer los impedimento!­
de
la fe, sojuzgar a los enemigos y refutar las contradicciones . .T úntese .a
esto cierto esfuerzo perpetuo para penetrar mejor todo cuanto. en los
arcanos de la fe se contiene. Así, omitiendo otros ejemplos, sucedió con
Cristo: Aquello más o menos divino que en él admitía la fe, fue cre­
ciendo insensiblemente y por grados, hasta que, finalmente, se le tuvo por
Dios.-En la evolución del culto, el factor principal es la necesidad ie
acomodarse a la~ costumbres y tradiciones populares; y también la de dis­
frutar el valor que ciertos actos han recibido de 1a costumbre.-En fin,
1a Iglesia encuentra la exigencia de su evolución en que tiene necesidad de
adaptarse a las circunstancias históricas y a las formas, públicamente ya
existentes, del régimen civil.-A:.í es come lo!': modernistas hablan de cada
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SA.V PIO X
cosa en particular.-Aquí, empero, antes de seguír adelante, queremos que se advierta bien esta doctrina de las 11tc('sidadcs o indigencias (o sea~ en lenguaje vulgar, dci bisogni, como ellos la llaman más expresivamen­te), pues ella es como la base y fundamento, no sólo de cuanto ya hemos visto, síno también de1 famoso método que ellos dencminan histórico.
26. Insistiendo aún en la doctrina de la evolución, debe además ad­vertirse que, si bien las indigencias o necesidades impulsan a la evoluci[;n~ si la evolución fuese regulada no más que por ellas, traspasando iáci1-mente los fines de la tradición y arrancada, por lo tanto, de su primi­tivo principio vital se encaminará más bien a la ruina que al progrew. Por lo que, ahondando má.5 en la mente de los modernistas, diremos que
la evolución proviene del encuentro opuesto de dos fuerzas, de las que una estimula el progreso, mientras la otra pugna por la consen•aci/,n.­La fuerza conservadora reside vigorosa en la Iglesia y se contiene en 1a tradición. Represéntala la autoridad religiosa, y eso tanto por derecho,
pues es propio de
Ja autoridad el defender la tradiciún, como de hecho,
puesto que, al hallarse fuera de las contingencias de la
vida, pocos o nin­gún estímulo siente que la induzcan al progreso. Al contrario, en las con­ciencia's de los individuos se oculta y se agita una fuerza que impulsa ,,.! progreso, que responde a interiores necesidades y que se oculta y se a_l:ita sobre todo en las conciencias de los particulares, especialmente de aquellos­que están, como dicen, en contacto más particular e íntimo con la ,·ida. Observad aquí, Venerables Hermanos, cómo yergue su cabeza aquella
doctrina tan perniciosa que furtivamente introduce ,~n la Iglesia a hs. laicos como elementos de progreso.-A.hcra hien: r1(' una especie rie mutuo convenio y pacto entre la fuerza conservadora y la progresista, esto es, entre la autoridad :r la conciencia de los particulares, nacen el p-ro­;reso y los cambios. Pues las conciencias privadas, o por lo menos a1-g-unas dé ellas, obran sobre la conciencia colectiva; ésta, a su vez, rnbre las auto,.idades, obligándolas a pactar y someterse a lo ya partado.-FáciI es ahora comprender por qué los modernistas se admiran tanto cuando
comprenden que
se Jes rep-rende o castiga, Lo que se les achaca como cul­pa, lo tienen ellos como un deber de condencia.-Nadie mejor que ellos comprende las necesidades de las conc-i.~ndas, pues las penetran más ín­
timamente que la autoridad eclesiástica. En cierto modo, reúnen en sí mismos aquellas necesidades; y por eso se sienten obligados a hablar y escribir públicamente. Castíguelcs, si gusta, la autoridad; ellos se apoyan
en la conciencia del deber,
y por íntima experif:ncia saben que se les debe alabanzas y no reprensiones. Ya se les alcanza que ni el progreso se hace ~in luchas ni hay luchas sin víctimas: sean e11os, pues, las victimas. ,1. ejemplo de los profetas y Cristo. Ni porque se les trate mal odian a la autoridad; confiesan -..oluntariamente que ella cumple su deber. Sólo ,;e
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E. PASCENDI DO.\fINICI GREGIS
quejan de que no se les oiga, porque así se retrasa el "progreso" de las
almas ; llegará, no obstante, la hora de destruir esas tardanzas, pues las­
leyes de la evolución_ pueden refrenarse, -pero no del todo aniquilarse#
Continúan ellos por el canúno eniprendido; lo continúan, aun después
de reprendidos y condenados, encabriendo su increible audacia con la.
máscara de una aparente _humildád. Doblan Í-ingidamente sus cervices~
pero con .sus hechos y con sus planes prosiguen más atrevidos lo que em­
prendieron._ Y obran
asi a ciencia y conciencia, ora porque creen que la
autoridad debe ser estimtilada y no destruida, ora porque les es necesario
continuar en la Iglesia, a fin de cambiar insensiblemente la conciencia
co­
Jectiva. Pero, al afirmar eso, no caen en la cuenta de que reconocen que:
disiente de éllos la conciencia colectiva, y que, por lo tanto, no tient!n
derecho alguno de ir proclamándose intérpretes de la misma.
27. Así, pues, Venerables Hermarios, según la doctrina y maquina­
ciones de los
modernistas, nada hay estable; ·nada inmutable en la Iglesia~
En la cual seotené::ia les precedieron aquellos de quienes Nuestro Prede­
cesor Pío IX ya escribía: Esos enemigos de la revelación divina, j,rodi­
.Qando estu.pendas alabanzas al progreso humano, quieren, con temeraria y
sacrílega osadía, introducirlo en la religión católica, como si la religión
fiiese
obra de los hombres y no de Dios, o algú,i. invento filosófico qzte ·
co,i trazas huma.nas pueda perfeccionarse (14).
Cuanto a la revelación, -sobre todo, y a los dogmas, nada se halla de
nuevo en la doctrina· de los modernistas.; pues es la misma reprobada ya
en el S)'llabus, de Pío IX, y enunciada así: La re,;,,elació11, divina es im-­
perfecta .'.\' por lo mismo sujeta a progreso contimw e· indeffoido. corra­
J,ondi-eiite a los adclmttos de la razón humana (15); y con más solemnidad
en
el Concilio Vaticano, por estas palabras: Ni, pues, la doctrina de la
fe que Dios ha revelado _se propu"so como un invento filosófico para que la
perfeccionasen los ingenios humatWs, sino como nn. depósito divino se
entregl, a la Esposa de Cristo, a fin de que la, custodiara fr."elme11-te e
infaliblemente la declarase. De aquí· que se han de retener también los­
dogmas sagrados _eii el sentido Perpetuo q1,e :nna vez declaró· la Santa
,Madre Iglesia, '11[ jamás hay que ·a/Jartarse de él con color y nombre de
más alta inteligenéia (16); con esto,.· sin duda, el desarrollo de nuestros
conocimientos,
ami Cerca de la fe, lejos de impedirse, antes se facilita y
promueve. Por ello, el mismo .Concilio-Vaticano prosigue diciendo: Crt>zca-,
tue.f, y progrese mucho e incesantemente fa inteligencia, c_i-encia, sabid11ría,. j
tanto de los parliculares como de todos, tanto de un so lo hombre conw ;
de toda la iglesia, at compás de las edades y de los sigJos; -pero sólo m '.
(14) Ene. Q•i pliiribtu, 8 nov. 1846. (15) SyU. pr. 5. (16) Const. Di Filius, cap. 4.
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SAX PIO X
s11 ghiero, esto es, -en el mismo dogma~ en el mismo senh'do y en la
misma sentencia (17).
28. -De_spués que entre los partidarios del modemismo hemos exa­
minado al filósofo, al creyente, al teólogo, resta que igualmente examine­
mos al historiador, al crítico, al apologista y al reformador .
. - lgunos de entre los modernistas que se dedican-a escribir historia se
mue~tran en gran manera solícitos por que no se les tenga como filó­
sofos: y aun alardean de no saber cosa alguna de filosofía. Astucia
5oberana: no sea que alguien piense que están llenos de prejuicios filo­
sóficos
y que no soit, por consiguiente, como afirman, enteramente objc­
ti·vos. Es, sin embargo, cierto que toda su historia y crítica respira pura
film.oíía; y ·sus conclusiones se derivan. mediante ajustados raciocinios,
de los principios filosóficos que defienden. Lo cual fácilmente entenderá
quien reflexiones sobre
ello.-Los tres primeros cánones de dichos his­
toriadores
o críticos son aquellos principios mismos que hemos atribuido
arriba a los .filósofos;
es a saber: el agnosticismo, el principio de la
transjigwación, de las cosas por la fe, y el otro que Nos pareció podía
llamarse
de la desfiguración. Vamos a ver las conclusiones de cada uno
cÍe dlos.-Según el agnosticismo,. la historia; no de otro modo que la
ciencia, versa únicamente sobre fenómenos. Luego, así Dios como cual­
quier intervención divina en lo humano, se han de relegar a la fe, como
pertenecientes
tan sólo a ella.-Por lo tanto, si se encuentra algo que
conste de>dos elementos, uno divino y otro humano -como sucede con
Cri~to, la Iglesia, los Sacramentos y -muchas otras cosas de ese género-,
de tal modo se ha de diYidir y separar, que lo humano vaya a. la historia,
Jo diYino a la fe. De aquí la ccnocida división que hacen los modernistas
del Cristo histórico y el Cristo de la fe; de la Iglesia de la historia y
la de la fe; de Jos Sacramentos de la historia y los de la fe; y otras
muchas a este tenor.-Después, el mismo elemento humano _que, según
vemos,
el historiador reclama para sí, tal cual aparece en los monumentos,
ha
de reconocerse que ha sido realzado por la fe mediante la tr-ansfiguro­
ció,, más allá: de las condiciones históricas. Y así conviene de nuevo
di~inguir las adiciones hechas por la fe para referirlas a la fe misma y
a la historia de la fe; así, tratándose de Cristo, todo lo que sobrepase a
la condición
humana, ya natural, según enseña la psicología, ya la co­
rreSpondiente al lugar y edad en que vivió.-Además, en virtud del tercer
principio filos6fico, han de pasarse también como por un tamiz las co­
sas que no
salen de la esfera histórica.; y eliminan y cargan a la fe
i'gt:Jalrnente todo aquello que, según su criterio, no se incluye en la lógiCa
de los hechos ,como dicen, o no se acomoda a las personas. Pretenden,
(17} Loe. cit.
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1 .l
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E. PASCENDI DOMINICI GREGIS
por ejemplo, que Cristo no dijo nada que pudiera sobrepasar a la in­
teligencia del vulgo que le escuchaba. Por ello borran de su historia real
y remiten a la fe cuantas alegorías aparecen en sus discursos. Se pre­
guntará, 'tal vez, ¿ según qué ley se hace esta separación? Se hace . en
virtud del carácter del hombre, de su condición social, de su educación.
del conjunto de circunstancias en que se desarrolla cualquier hecho; en
una palabra, si no nos equivocamos, según una norma que al fin y al
cabo viene a parar en meramente .svbjeliw. Esto es, se esfuerzan en
identificarse ellos con la persona misma de Cristo, como revistiéndose
de ella, y
le atribuyen lo que ellos hubieran hecho en cirCIJllstancias se­
mejantes a
las suyas.-As~ pues. para terminar, a priori y en virtud de
ciertos principios
filosóficos -que sostienen, pero que aseguran no sa­
ber-, afirman que en la historia que llaman real Cristo no es Dios, ni
ejecutó nada divino; como
hombr~ empero, realizó y dijo lo que ellos,
refiriéndose a los tiempos en que
íloreció, le dan derecho de hacer o
decir.
29. Así como de la filosofía recibe sus conclusiones la historia, así la
crítica de la historia. Pues el crítico, siguiendo los datos que le ofrece
el historiador, divide los docum.entos en dos partes: lo que queda, después
de la triple partición, ya dicha, 1o refieren a la historia real; lo demás, a
la historia de la fe o interna. Distinguen -con cuidado estas dos historias,
:r adviértase bien cómo oponen la historia de la fe a la historia real, en
cuanto real.
De donde se sigue que, como ya dijimos, hay dos Cristos:
uno,
el real, y otro, el que nunca existió de verdad y que sólo pertenece a
la
fe: el uno, que vivió en determinado tugaf y época ; y el otro,. que sólo
se· encuentra en las piadosas especulaciones de la fe. Tal, por ejemplo,
es el Cristo que presenta el evangelio de San JU0/11,? libro que no es, en
todo
su contenido, sino una mera especulación.-No t~rmina con esto el
dominio de la .filosofia sobre la historia. Divididos, según indicamos, los
documentos en dos partes, de nuevo interviene el filósofo con su dogrpa
de ta iwmanenda vital, y hace saber que cuanto se contiene en la historia
de 1a Iglesia se ha de explicar por la emanación vital Y como la causa
o ccndición de
cualquier emanación vital se ha de colocar en cierta ne~
cesidad o indigencia, se deduce que el hecho se ha. de concebir después
de
fa necesidad y que, históricamente, es aquél posterior a ésta.-¿ QÚé
hace, en ese caso, et historiador? Examinando de nuevo los documentos.
ya los que se hallan en los Sagrados Libros, ya. los sacados de donde­
quiera, teje
con ellos un catálogo de las singulares necesidades que per­
teneciendo ora al dogma, ora al culto sagrado, o bien a otras cosas. se
verificaron sucesivamente en la Iglesia. Una vez terminado el catálogo, lo
entrega al crítico. Y éste pone mano en los documentos destinados a ta
historia de la fe, y los distribuye de edad en edad, de forma que cada
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SAN PIO X
uno responda al catálogo, guiado siempre por aque1 principio de que la:
necesidad precede al hecho y el hecho· a la narración. Puede alguna vez
acaecer que ciertas partes ·c1e la Biblia, como las epístolas, sean el mismo
hecho creado por la necesidad. Sea de esto lo que quiera, hay una regla
fija, y es que la fecha -de un dócumento cualquiera se ha de determinar
solamente según 1a fecha en qué cada necesidad surgió en 1a Iglesia.­
Hay que distinguir, además, entre el comienzo de cualquier hecho y su
desarroUo; pues lo que puede nacer en un día no se desenvuelve sino con
el transcurso del tiempo. Por eso debe el crítico dividir los documentos,
ya distribuidos, segÚn hemos dicho, por edades~ en dos partes -separando
los que pertenecen al origen de la cosa y los que pertenecen a su desarro­
llo-, y luego de nuevo voh-erá a ordenarlos según los diversos tiempos.
30. Eu este punto entta · de· nuevo en escena el filúsoio y manda al
historiador que ordene sus estudios conforme a lo que prescriben los pre­
ceptos y leyes de la evolución. El historiador vuelve a escudriñar los do­
cumentos, a investigar sutilmente -las circunstancias y condiciones de la
Iglesia en cada época. su fuerza conservadora, sus necesidades internas
Y externas que la impulsaron al progreso, los impedimentos que scbre­
vinieron, en una palabra, todo cuanto contribuya a precisar
de qué ma­
nera
se cumplieron las leyes de la evolución. F"malment~, y como conse­
cuencia de este trabajo, puede ya trazar a grandes rasgos la historia de;
la evolución. Viene en ayuda el critico, y ya adopta los restantes do­
cumentos. Ya corre la pluma, ya sale la historia conduida.-Ahora pre­
~ntamos : ¿ a quién se ha de atribuir esta historia? ¿ A] historiador o al
crítico? A ninguno. de ellos. ·ciertamente, sino al filósofo. Allí todo es
obra de apriorismo, y de tm apriorismo-que rebosa en herejías. Causan
verdaderamente lástima estos hombres, de los que el Apóstol diría:
Den,anr.cifron.rt en .rus pensamiéntos ... , pues, .iatt_6ndose de .ter sabios. han
t·esziltados necios (18); pero ya llegan a molestar cuando ellos acusan a la
Iglesia por mezclar y barajar los documentos en forma ta( que hablen
en su favor. Achacan, a saber, a la Iglesia aquello mismo de que abierta­
mente les acusa
su propia conciencia.
31. De esta distribución y ordenación -por edades-de los docu­
mentos, necesariamente se sigue que ya no pueden atribuirse los Libros
Sagrados a los autores a quienes realmente
se atribuyen, Por esa causa.
los modeniistas no vacilan a cada paso en asegurar que esos mismos
libros, y en especial el Pentateuco y -los tres primeros Evangelios, de
una breve narración ·que en sus principios eran, fueron poco a poco cre­
ciendo con nuevas adiciones e
interpolá.ciones, hechas. a modo de inte.r-
(18) Rom.,:-1, 21. 22.
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E. PASCENDI DOMl.VlCf GREGfS
prétación, ya teológica, ya alegórica, o simplemente intercaladas tan sólo
para unir entre sí las diversas partes.-Y para decirlo con más brevedad
y claridad es necesario admitir la cvolncióii •vital de los Libros Sagrados,.
que nace del desenvolvimiento de la fe y es siempre paralela a
ella.­
Añaden, además, que las huellas de :esa evolución son tan manifiestas~
que casi se puede escribir su historia.' Y aun la e_scriben en realidad con
tal desenfado, que pudiera creerse que ellos mismos han visto a cada uno
de los escritores que en las diversas edades trabajaron en la ampliiica­
ci{,n de 19s Libros; S que denol)Un.in textual~ y se empeñan en persuadir que este o aquel otro
hecho o dicho no está en su lugar, y traen otras razone$ por el estilo.
Parece
en verdad que se han formado como ciertos modelos de narración
o discursos, y por ellos concluyen con toda certeza sobre lo
que se en­
cuentra como en
su lugar propio -y qué es lo que está en lugar· indebi­
do.-Por. este camino, q~ienes puedan ser aptos pa~ fallar, aprécielo e-t
que quiera. Sin embargo, quien los oiga hablar de sus trabajos· sobre los
Libros
Sagrados, en los que es dado descubrir tantas , incongruencias,
creería que casi ningÚn hombre ·antes de ellos los. ha hojeado. y que
ni una muchedumbre casi infinita de doctores, muy superiores a ellos en
ingenio, erudición y santidad de vida, los
ha escudriñado en todos sus
sentidos.
En verdad que estos sapientísimos doctores tan lejos estuderon
de censurar en n8cda las Sagradas Escrituras, que cuanto más íntima­
mente las estudiaban mayores gracias daban a Dios.
porque así se dignó
hablar
a los hombres. Pero ¡ay, .que nue$tros docto~es no estudiaron los
Libros Sagrados
con los auxilios con que los estudian los modernistas!
Esto
es, no tuvieron por maestra y guía a una filosofía que reconoce su
origen en la negación de Dios, ni se erigieron a sí mismos como norma
de criterio.
32. NoS patece que ya está; claro cuál es el método de los moder­
nistas
en la cuestión histórica. Precede el fjlósofo; sigue: el historiador ;
luego
ya, de momento, vienen la crítica interna y la crítici textual. Y
porque es propio
de la primera :·causa comunicar su virtud a las que la
siguen, es evidente que semejante crítica no es u~a critica· cúalquiera,
s~no Que con razón se la llama -agnóstica, i,.,manentista, cvolttcinuista; de
donde
se colige que el que la profesa y usa, profesa .los errores iinplícitos.
de ella y contradiée a la doctrina catóÍica.-Siendo esto así, podría ~or­
prender
en gran manera que entre católicos prevaleciera este _ linaje de
crítica. Pero esto se explica por una doble -causa: .la alianza, en primer
lugar, que .,une estrechamente· a Jos·· hlstoriadores y críticos de este jaez.
por encima de la variedad de patria o de la diferencia de religión ; ade­
más, la grandísima aúdacia con que todos unánimemente elogian y· atri­
buyen al progreso científico lo
que cualquiera. de , ellos. profiere,. y con
4;1
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SA.V PIO X
tento, y acusan· de ignorancia al que lo-niega, mientras aplauden al que
lo abraza y defiende. Y así se -alucinan muchos que. si considerasen
mejor el 3sunto. se ~rroriza.rían.-A favor, pues, del poderoso ·dominio
de
los que yerran y del incauto asentimiento de ánimos ligeros se ha
creado una como corrompida atmósfera que todo lo penetra, di fundiendo
su pestilencia.
33. Pasemos al apologista. También éste, entre los modernistas, de­
pende del filósofo, por dos razones: indirectamente, ante todo, al tomar
-por materia la historia escrita según la norma, como ya vimos, del filó­
sofo: directamente, luego, al recibir de él sus dogmas y sus juicios. De
-aquí la afirmación corriente en la escuela modernista, que la nueva apo­
logía debe dirimir las controversias de religión por medio de investiga­
ciones históricas y psicológicas. Por lo cual los apologistas modernistas
emprenden su trabajo avisando a los racionalistas que ellos defienden la
religión, no con los Libros Sagrados o con historias usadas vulgarmente
en la Iglesia y que estén escritas por el método antiguo, sino ron la
historia real, compuesta según las normas y métodos modernos. Y eso
lo dicen, no cual si
a!'guyesen ad liemi11eni sino porque creen en realidad
que sólo tal historia ofrece la verdad. De asegurar su sinceridad al es­
cribir
no se cuidan; son ya conocidos entre los racionalistas y alabados
también
como saldados que militan bajo una misma bandera; y de esas
alabanzas,
que el verdadero católico rechazaría, se congratulan ellos y
las oponen a las reprensiones de la Iglesia.-Pero veamos ya cómo uno
de e1los compone la apología. El fin -que se propone alcanzar es éste :
llevar al hombre,
que todavía carece de fe, a que logre acerca de la
religión católica aquella
exf,rriencia que es, conforme a los principios de
loS modernistas, el único fundamento de la fe. Dos caminos se ofrecen
para esto: uno
obJetivo, subjetivo el otro. El primero brota del agnosti­
cismo
y tiende a demostrar que hay en la religión, principalmente en la
católica, tal virtud vitál, que persuade a cualquier psicólogo y lo mismo
a
todo historiador de sano juicio, que es menester que en su historia se
oculte algo desconocido. A este fin urge probar que la_ actual religión
católica es absolutamente
la misma que Cristo fundó, o sea: no otra cosa
que el progresivo desarrollo del germen introducido por Cristo. Luego,
en primer lugar, debemos sañalar qué germen sea ése; y ellos pretenden
significarlo triediante la .fórmula siguiente: Cristo anunció que en breve
se establecería el advenimiento del reino de Dios y del que él seria el
Mesías, esto es, su autor, y su organizador, ejecutor, por divina orde­
nación.
Tras esto se ha-de mostrar cómo dicho germen, siempre inma­
nente en la religión católica y permanente, insensiblemente y según la
historia, se desenvolvió y adaptó a las circunstancias sucesivas, tomando
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E. PASCENDI DOMINICI GREGIS
de éstas para sí vitalmente cuanto le era útil en las formas doctrinales,.
culturales, eclesiásticas, y venciendo al mismo tiempo
los impedimentos,.
si alguno salía a su paSO, desbaratando a, los enemigos y sobreviniendo a
todo género de persecuciones y luchas. Después que todo esto, impe­
dimentos, ádversarios, persecuciones, luchas, lo mismo que la vida, fe­
cundidad de la Iglesia y otras cosas a este tenor, se mostraren tales que,
aunque ert la historia misma de la Iglesia aparezcan incólumes las leyes.
de la evolución, no basten con todo :para explicar plenamente la misma
historia; entonces
se presentará delante y se ofrecerá ·espontáneamente
lo incógnito. Así hablan ellos. Mas en todo este raciocinio no advierten
una cosa:
que aquella determinación del germen primitivo únicamente se
debe al apriori.nno del filósofo agnóstico y evolucionista, y que 1a defi­
nición que dan del mismo germen es gratuita .y creada según conviene a
sus proPQSitos.
34. Estos nuevos apologistas, al paso,que trabajan_po~ afirmar y per­
suadir Ja religión católica con las argumentaciones refetidas, aceptan y
conceden de buena
gana que hay en eUa muchas cosas que pueden ofen­
der a los ánimos. Y aun llegan a decir públicamente, cot1 cierta delecta­
ciün mal disimulada, que también en materia dogmática se hallan erro­
res y contradicciones, aunque añadiendo que no sólo admiten excusa, sino
que se produjeron justa y legÍtimamente: afirmación que no puede menos
de excitar
el asombro. Así también, según ellos, hay en los Libros
Sagrados
~uchas cosas científica o históricamente viciadas de error ; pero
dicen que
alli no se trata· de ciencia o-de historia, sino sólo de la reli­
gión
y las costumbres. Las ciencias y 13. historia son alH a manera de
una
envoltura con la que se cubren las experiencias religiosas y mo­
rales para
difundirlas más fácilmente-entre el vulgo ¡ el cual, como no
las entendería de otra suerte, no sácaría utilidad, sino daño de otra cien­
cia o historia más perfecta.
Por lo demás, agregan, los Libros Sagrados,
como par su naturaleza son religiosos, necesariamente ~iven una vida :
mas su vida tiene también su verdad y su lógica, distintas ciertamente
de la verdad
y lógica racional, y hasta de un orden enteramente diverso,
es a saber,
la verdad de la adaptación y proporción, así al tnedio (como
ellos dicen) en que se desarrolla la vida, como al fin por el que ~e vive.
Finalmente, llegan hasta afirmar sin ninguna atenuación, que todo cuanto
se explica par la vida es verdadero y legítimo.
35. •Nosotros, ciertamente, V enerábles Hermanos, para quienes 1a
verdad no:·--es ·más que una, y-que consideramos que los l,ibros Sagrados,
como escritos por inspiración del EsJ,iritu Santo, tiene a Dios flor
autor (19); aseguramos que todo aque_llo es lo mismo que atribuir a Dios
(19) Cmc. Vat. De Tevelat., cap. 2.
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SAN PIO X
una mentira de utilidad u oficiosa, y aseveranios con las palabras de San
Agustín: Una vez admitida en tal alta autoridad alguna 1nen.tira oficiosa,
no quedará ya ni la más t,equáia parte de aqitellos libros que, si a a/­
quien Je parece o dificil J,ara la• costumbrts o increíble para la fe, no se
refiera por esa misma pemiciosísima regla, al propósito _o a la condes­
cemlencia. del ar,tor que 111ienu (20). lle donde se seguirá, como añade el
mismo santo
Doctor, que e,, aquéllas (es a saber, en las Escrituras) cacfo
a,a/ creerá lo que quiera y dejará de creer lo que no quiera. Pero los
apologistas modernistas, audaces, aún van más allá. Conceden, además,
que en los Sagrados Libros ocurren a veces, para probar alguna doc­
trina, raciocinios
que 110 se rigen pór ningún fundamento racional, cuales
son los que
se apoyan en las-profecías¡ pero los defienden también como
ciertos artificios oratorios, que están legitimados por la vida. ¿ Qué más?
Conceden y aun afirman
que el mismo Cristo erró manifiestamente al
indicar el tiempo del
advenimiento del reino de Dios, lo cual, dicen,
no ·debe maravillar a nadie, pues también El estaba sujeto a las leyes
de la vida.-¿ Qué suerte puede caber después de esto a los dogmas de
la lglesia? Estos se hallan llenos de claras contradicciones; pero, fuera
de que la lógica vital
las admite, no contradicen a la verdad simbólica,
como quiera que
se trata en ellas del Infinito, el cual tiene infinitos
aspectos. Finalmente, todas estas cosas las aprueban y defienden de
suerte que no dudan en declarar que no se puede atribuir al Infinito
honor más
excelso que el afirmar de El cosas contradictorias.-lfas,
cuando ya se ha legitimado la contradicci/,n, ¿ qué habrá que no pueda
legitimarse?
36. Por otra parte, el que todavía no cree, no sólo puede disponerse a
la ie con argumentos objetivos, sino también con los subjetivos. Para
ello los apologistas modernistas se vuelven a la doctrina de la úmia­
nencia. En efecto; se empeñan en persuadir al hombre de que en él mismo,
Y en lo más profundo de su naturaleza y de su vida, se ocultan el deseo
y la exigencia de alguna religión, y no de una religión cualquiera, sino
precisamente la católica;
pues ésta, dicen, la reclama. absolutamente el
pleno desarrollo de la vida.-En este lugar conviene que de nuevo :Kos
lamentemos grandemente, pnes entre los católicos no faltan algunos que
si bien rechazan la doctrina de la inmanencia como doctrina, la emplean,
no obstante, para una finalidad apologética; y esto lo hacen
tan sin
cautela que parecen admitir en la naturaleza humana no sólo una capa­
cidad
:y conveniencia para el orden sobrenatural -lo cual los apologistas
católicos
lo demostraron siempre, añadiendo las oportunas salvedades-.
sino una verdadera y auténtica exigencia.-Mas, para decir verdad, esta
(20) Ep. 28, 3.
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E. PASCENDI DOMINICI GREGIS
exigencia de la religi(m católica la introducen sólo aquellos rnodemistas
que quieren pasar por más moderados; pues los que lla.maríamos-integrales
pretenden demostrar cómo en el hombre que todavía no cree está latente
-el mismo germen :-que hubo en la conciencia de Cristo y que · él transmitió
a los hombres.-Así, pues, Venerables Hermanos, reconocemos que el
método apologético de los modernistas qué sumariamente dejamos des­
-crito se ajusta por completo a sus doctrinas ;. método ciertamente Heno de_
errores, como las doctrinas mismas; ap-to, no para edificar, sino para des­
truir; no para hacer católicos, sino pa~ arrastrar a -los mismos católicos a
la herejía
y aun a la destrucción total de· cualquier religión.
37. Queda, finalmente, ya hablar sobre el modernista, en cuanto re­
formador. Y a cuanto hasta aquí hemos dicho manifiesta de cuán vehemente
afatl de novedades se hallan animados tales hombres; y dicho _afán se
extiend~ por completo a todo cuanto es cristiano. Quieren que se renueve
la Filosofía, ·principalmente
en los Seminarios; de suerte que, relegada
ta escolástica a la historia de la Filosofía, como uno de tantos Sistemas ya
envejecidos, se enseñe a los alumnos la filosOfía moderna, la única venia­
logía quieren que la llamada racional tome por fundamento ta filosoría
moderna; y -exigen principalmente que la Teologia J)OSitiva tenga como
fundamento la historia
de los dogmas. Reclaman también. que la Historia
se escriba y enseñe conforme a su método y a las modernas prescripcio­
nes.-Ordenari que los dogmas y su evolución deben ponerse en· armonía
con la ciencia :y la historia.-Por lo que se refiere a la catequesis, soli­
citan
que en los libros para el catecismo no se consignen otros dogmas.
"Sino los que hubieren ·sido i-eformados y que estén -acomodados al alcance
del vulgo.-Acerca del sagrado culto, dicen -que hay que· disminuir las
devociones extericres y prohibir su aumento; por más que otros, más
indinados
al simbolismo, se mnestran en ello más indulgentes· en esta
materia.-Andan · clamando que et régimen de la Iglesia se ha de refor­
mar en-todos sus asp'ectos, pero principalmente en el-· disciplinar ·y dogmá­
tico ;-y, pcr lo tanto, que se ha de.armonizar interior· y exteriormente con
1o que llaman conciencia moderna, que .íntegramente -tiende a ta demo­
cracia;
pof' lo ct1al se debe conceder al clero inferirir y a los mismos
laicos cierta intervención en et gobierno, y se ha de .repartir la autoridad,
demasiado
concentrada y centralizada.-Las Congregaciones romanas de­
ben asimismo reform;u-se, y principalmente las llamadas del Sánto Oficio
y del /ndicc.-Pretenden asimismo que se debe variar ta )nftuencia del
gobierno eclesiástico en los
·negocios políticos r· sociales. de'· suerte que, al·
separarse de los ordenamientos civiles, sin embargo se adapte a· elfos para
imbuirlos con su espírltu.-En la parte moral, ·kl.cen_ -· ~á a({Qella seri.ten­
cia
de los americanistas: que las virtudes 'activas han. de· ser antepuestas
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SAN PIO X
a las pasivas, y que deben practicarse aquéllas con preferencia a éstas.­
Piden que el clero se forme de suerte que presente su antigua humildad Y
pobreza, pero que en sus ideas y actuacl6n se adapte a los postulados del
modemismo.-Hay, por fin, algunos que, ateniéndose de buen grado a sus
maestros protestantes, desean que se suprima en el sacerdocio el celibato
sagrado.-¿ Qué queda, pues, intacto en la Iglesia que no deba ser refor­
mado por ellos y conforme a .sus opiniones?
38. F.n toda esta exposición de )a doctrina de los modernistas, Vene­
rables Hermanos, -pensará por ventura alguno que Nos hemos detenido
dcmaSiado ; pero era de todo punto necesario ya para que ellos no Nos
acusaran, como suelen, de ignorar sus cosas; ya para que sea manifiesto
que cuando tratamos del modernismo no hablamos de doctrinas vagas Y
sin ningún vínculo de unión entre sí, sino como de un cuerpo definido Y
compacto, en el cual, si se admite una cosa de él, se siguen las demás
por necesaria consecuencia. Por eso hemos procedido de un modo casi
didáctico, sin rehusar algunas veces los vocablos bárbaros de que usan los
modernistas. Y ahora, abarcando con
una sola mirada la totalidad del sistema, nin­
guno
se maravillará si lo definimos afirmando que es un conjunto de
todas las herejías. Pues, en verdad, si alguien se hubiera propuesto reunir
en uno el jugo y como la esencia de cuantos errores existieron contra la
fe. Ilunca podría obtenerlo más perfectamente de lo que han hecho los
modernistas. Pero han ido tan lejos que no sólo han destruido la religión
católica, sino, como ya hemos indicado, absolutamente toda religión. Pür
ello les aplauden tanto los racionalistas ; y entre éstos, los más sinceros
y los más libres reconocen que han logrado, entre los modemisfas, sus
mejores
y más· eficaces auxiliares.
39. Pero vo1vamos un momento, V en era bles Hermanos, a aquella tan
perniciosa doctrina del agnosticismo. Según ella, no existe camino alguno
intelectual que conduzca al hombre hacia Di.os ; pero el sentimiento y la
acción del
alma misma le deparan otro mejor. Sumo absurdo, que todüs
vm.
Pues el sentimiento del ánimo responde a la impresión de las cosas
que nos proponen el entendimiento o los sentidos externos. Suprimid el
mtendimiento, y el hombre se irá tras los sentidos exteriores, con in­
clinación mayor aún
que la que ya. le arrastra. Un nuevo absurdo ; pues
todas las
fantasías acerca del sentimiento religioso no destruirán el sentido
común;
y este sentido común nos enseña que cualquier perturbación o
conmoción del ánimo no sólo no nos sirve de ayuda para investigar la
verdad, sino más bien de obstáculo .. · Hablamos de la verdad en sí; esa otra
verdad .svbjetiva, fruto del sentimieÍito interno y de la acción, si es útil
para formar juegos de palabras, de nada sirve al hombre, al cual interesa
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E. PASCENDI DOMINICI GREGTS
principalmente saber si -fuera de él hay o no un Dios en cuyas manos­
debe un día caer .-Para obra-tan grande. le señalan, como auxiliar. la
experiencia. Y. ¿ qué añadirá ésta a aquel sentimiento del ánimo? K ada
absolutamente, y sí tan sólo una cierta
vehemencia. a la. que luego resulta
proporcional la
firm,eza y la convicción sobre la realidad del objeto. Pero.
ni aun con estas dos cosas el sentimiento deja de ser sentimiento, ni Je
cambian su propia naturaleza, siempre expuesta al engaño si no se rige
por
el entendimiento; aun le confirman y le 3.YU:dan en tal carácter, por­
que el sentimiento, cuanto más intenso sea, más sentimiento será.-En
materia de sentimiento religioso y de la experiencia religiosa en él con­
tenida
(y de el1o .estamos tratando ahora), sabéis bien, Venerables Her­
manos,
cuánta prudencia es necesaria y. al propio_ tiempo cuánta doctrina
para regir a
la misma prudencia~., Lo ,.sabéis por el trato de las almas.
principalmente de algunas de aquellas en las cuales domina el sentimien­
to; lo_ sabéis. por la lectura de las obras .de ase.ética: obras que los mo­
dernistas menosprecian, pero. que ofrecen una doctrina mucho más stilida
y una sutil sagacidad mucho más fina ·que las que ellos se atribuyen a
sí mismos.
40. Nos parece, en efecto, .una locura,_ -o, por lo menos, e,,_-tremada
imprudencia, tener por ve~daderas, sin_ ninguna investigaci6n, experien­
cias íntjmas del género_ de las que prol)alan los modernistas. Y si es tan
grande la_ fuerza y la firmeza de estas.· experiencias, ¿por qué, dicho sea
de paso, no se atribuye alguna semejante a la expeÍiencia que ~eguran
tener muchos millares de católicos, acerca de_ lo errado _ del camino por
donde los modernistas anda.n? Por_ v~turá, ¿ sólo ésta sería falsa y enga­
ñosa? -Mas la inmensa _mayoría de. los hombre~ profesan y profesaron
siempre firmemente que
no se logra j_amás el C()nocim_iento de bios con
sólo el sentimiento y la exPeriencia, sin ninguna guía ni -luz. de la raz6n.
Sólo resta otra vez, pues, .recaer en __ el .ateíslllo y en la negación de toda
religión.-Ni tienen por qué prometerse los modernistas mejor"es resul­
tados de
la doctrina del simboli.mµJ ·c¡Ue profesan : .pu.es si~ como dicen,
cualesqu_iera elementos ~ntelectuales no son otra cosa sino símbolos de
Dios,
¿por qué no será también un.símbolo ·e1 mismo nombre de Dics o
el de la personalidad divina? Pero s_i es así, podrá. llegarse a dudar de la
divina personalidad; y entonces, _ya qu~da abierto el camino que conduce
al panteísmo.-Al mismo término,· es a saber, a un puro y descarnado
panteísmo,. conduce aquella
o,tra_ teO:Fía ·de la _itÍmanencia divina, pues pre­
gimtamos : Aquella inmanencia, ¿ distiDl{Ue _ a Dios del . hombre o no? Si
le distingue,
¿ en qué se diferc,i.cia enionces de la doctrina católica, o
por qué . rechazan la doctrina de la r:evel~ció_n externa? Mas si no le
distingue, ya teriemos el panteísmo. Pero esta innumenda. de los moder­
nistas pretende y admite que todo fenómeno de conciencia procede def
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SAX PIO X
hombre en cuanto hombre ; luego entonces, por legítimo raciocinio, se deduce de ahí que Dios es una misma cosa con el hcmbre, de donde se sigue eL···panteismo.-Finalmente, la distinción que proclaman entre la
ciencia y---Ja fe no pennite otra consecuencia, pues ponen el objeto de la ~ienciicen la realidad de lo cognoscible, y el de la fe, por el contrario,
-en la de lo incognoscible. P-ero la razón de que algo sea incognoscible no
es otra que la total falta de proporción entre la materia de que se trata y el entendimiento; pero este defecto de proporción nunca podría su­
primirse, ni aun en la doctrina de los modernistas ; luego lo incognoscible
lo será siempre, ·tanto para el creyente como para el filósofo. Luego si
existe
alguna religión, será la de una realidad incognoscible. Y entonces
no
,·emos por qué dicha realidad no podría ser aún la misma alma del
mundo, según algunos racionalistas
afirman.-Pero, por ahora, baste lo
duce al ateísmo y a suprimir toda religión. El primer paso ]o dio el -prote5tantismo; el segundo corresponde al modernismo; muy pronto hará su a¡:arición el ateísmo.
Il. CAUSAS Y REl-l~DIOS.
41. Para un ccnocimíento más profundo del modernismo, así comu para mejor buscar remedios a mal tan grande, conviene ahora, Venera­
bles Hermanos, escudriñar algún tanto las causas de donde este mal recibe su origen. y alimento.
La causa. próxima e inmediata es, sin duda, la perven.-ión de la inteli­gencia, .Se le añaden, como remotas, estas dos: la curiosidad y el or­
gullo.La-curiosidad, si no se modera prudentemente, basta por sí sola para explicar cualesquier errores.
Con raz6n escribió Gregorio XVI, Predecesor Nuestro (21): Es mu}' deplorable hasta qué Jnurto "Vayan a parar los delirios de la razón huma­na mando uno está sediento de novedades y, contra el aviso del Apóstol, se cs.fuer::a por saber más de lo que conviene saber, imaginando, con excesh:a, ccmjia,w.;a en si mismo, que se debe buscar la ·uerdad fuera de la lglúia -católica, en la cual se halla sin el más mínimo sedimento de c"or.
F ero mucho mayor fuerza tiene para obcecar el ánimo e inducirle al error, el orgullo que, hallándose como en su propia casa en la doctrina
del. modernismo, saca de ella toda clase de pábulo y se reviste de todas las formas. Por orgullo conciben de sí tan atrevida confianza que vienen a tenerse y proponerse a _sí mismos como norma de todos los demás. ~or orgul1o se glorían vanísimamente, como si fueran los únicos poseedores
de la cif!lcia, y dicen, .altaneros e infatuados: No somos como los-demás
(21) Ene. SingRlari No8.
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E. PASCENDI DOMI.V!Cl GREGIS
hombrts ,· y para no ser comparados con los demás abrazan y sueñan todo
género de
no_vedades, por muy absurdas que sean. Por orgullo desechan
toda sujeción y pretenden que la autoridad se acomode con la libertad.
Por orgullo, olvidándose de sí mismos,. discurren· solamente acerca de la
reforma de los demás, sin tener reverencia alguna a los superiores ni
aun a la potestad suprema. En verdad, no hay camino más corto· y ex-
1)edito para el modernismo que el orgullo. ¡ Si algún católico, sea laicc o
sacerdote, olvidado del precepto de la
vida cristiana que nos manda ne·
gamos a nosotros mismos si queremos seguir a Cristo, no destierra de
su corazón el orgullo, ciertümente se hallará dispuesto como el que más
a abrazar los errores de los modernistas !
Por lo cual, Venerables Hermanos, conviene teng-.Ü.s como primera
obligación vuestra el resistir a hombres
tan orgullosos, ocupimdolos en
los oficios más oscuros e insignificantes, para que sean tanto más hu­
millados cuanto más alto pretendan
elevarse, y para que, colocados en
lugar inferior, tengan menos facultad para dañar. Ad~s, ya vosotros
mismos personalmente,
ya por los rectores de los Seminarios, examinad
diligentemente a los alumnos
del sagrado clero, y si halláreiS alguno de
espíritu soberbio alejadlo
con la mayor energía del sacerdocio: ¡ oja,lá
se hubiese hecho esto siempre con la vigilancia y constancia que era me­
nester!
42. Y si de las causas morales pasamos a las que proceden de la
inteligencia,
se nos ofrece primero :r principalmente la ignorancia.-En
verdad que todos los modernistas, sin excepción, quieren ser y pasan por
doctores en I:l. Iglesia, y aunque con palabras grandilocuentes subliman la
filosofía moderna
y desprecian la escolástica, no abrazaron la primera
deslumbrados por sus aparatosos artificios, sino porque su completa
ig­
norancia de la segunda les privó de] instrumento necesario para suprimir
la confusión en las _ideas y para refutar los sofismas. Y del_ consorcio de
la falsa filosofía con la fe ha nacido el sistema de ellos, inficionado por
tantos
y tan grandes errores.
Tát'tica modernll.'ta.
En cuya propagación ¡ ojalá gastaran menos empeño y s_olicitud ! Pero
es tanta su actividad, tan incansable su trabajo, que da ve~dadera tristeza
ver cómo ·se
conswnen, con intención de arruinar la Iglesia, tantas fuer­
zas que,
bien empleadas, hubieran podido serle de. gran provecho. De
dos artes se valen para engañar los ánimos : pro~uran -primero allanar
los obstáculos que se oponen, y buscan luego <:,on-sumo cuidado, aprove:­
chándolo con tanto trabajo como constancia cuanto les puede servir.
Tres son principalmente las cosas que tienen por contrarias a sus co-
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SA.V P/O X
natos:
el método escolástico de filosofar, la autoridad de los Padres y la
tradición, el· magisterio eclesiástico. Contra el1as dirigen sus más violen­
tos ataques. Por esto ridiculizan generalmente y desprecian la filosofía y
teologÍa escolástica, y ya hagan esto por ignoranda o por miedo, o, lo que
es más cierto; por ambas razones, es cosa averiguada que el deseo de
novedades va siempre unido con el odio del método escolástico y no hay
otro más claro indicio de que uno empiece a inclinarse a la doctrina del
modernismo que el comenzar a aborrecer
el método escolástico. Recuer­
den los modernistas
y sus partidaños la condenación con que Pío IX es­
timó
que debía reprobarse la opinión de los que dicen (22): El método 'Y
los ,Principios, con los cuales los antiguos Doctores escolásticos culti1:aron
la Teología, no corresponden a las necesidades de nuestro tiempo ni al
progreso de la cie,icia-. Por lo que toca a la tradición, se esfuerzan astuta­
mente
en pervertir su naturaleza y su importancia, a fin de destruir su
peso y autoridad.
Pero esto no obstante, los catóHcos venerarán siempre la autoridad del
Concilio II de Nicea, que condenó a aquellos que osau ... , conformándose
con
los criminales herejes, despreciar las tradiciones eclesiásticas e in­
veatar cualquier novedad ... , o ·excogitar torcida o astutamente para des­
moronar algo de las legíti1nas tradiciones de la Iglesia Católica. Estará en
pie la profesión del Concilio IV Constantinopolitano: Así, pues, profcsa­
tnos conservar y gt1ardar las reglas que la Santa, Católica y Apostólica
Iglesia
ha recibido, así de los sm,tos y celebérrimos Apóstoles com() d,
los Concilios ortodoxos, tanlo universales como particulares, como también
de cualqitier .Padre inspirado por Dfos y maestro de la Iglesia. Por lo cual
los
Pontífices Romanos Pío IV y .Pío IX decretaron que en la profesión
de la
fe s~,~adiera también lo s;iguiente: Admiro y abrazo finnísima111r11-tr
las tradiciones apostólicas y eclesiá.rticas y las demás observancias y coirs­
tituciones 'de la minna Iglesia.
Ni más respetuosamente que sobre la tradición sienten los modernistas
sobre
los santísimos Padres de la Iglesia, a los cuales, con suma teme­
ridad, proponen · públicamente,
como muy dignos de toda veneración, pero
como sumamente· ignorantes de la crítica
y de la historia : si no fuera por
la época en que vivieron, serían inexcusables.
43. Finalmente, ponen su empeño todo en menoscabar :r debilitar la.
autoridad del mismo ministerio eclesiástico, ya pervirtiendo sacrílegamente
su origen, naturaleza y derechos, ya repitiendo con libertad las calumnias
de
los adversarios contra ella. Cuadra, pues, bien al clan de los moder­
nistas lo
que tan apenado escribió Nuestro Predecesor:
Para hacer despreciable y odiosa a la niísfica Esposa de Cristo, que
es venladera
luz,· los hijos de las tinieblas acostumbraron a atacarla en
público
e~ absurdas calumnias y llamar(a, cambiando la furrza :i• ra.::ón
(%2) Syll. pr. 13.
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B. PASCBNDI DOMINICI GRBGIS
de los nombres y de las cosas, amiga de la obscuridad, fautora de la
ignorancia y enemiga de la luz y progreso de las ciencias (23).
-Por ello, Venerables Hermanos, no es de maravt11ar que los modernis­
tas ataquen con extremada malevolencia y rencor a los varones católicos
.que luchan valerosamente por la Iglesia. No hay ningún género de· injuria
-con que no los hieran; y a cada paso les acusan de ignorancia y de ter-
-quedad. Cuando temen la erudición y fuerza de sus adversarios procu~
ran quitarles la eficacia, oponiéndoles ·1a conjuración del silencio. Ma~
nera de proceder contra los católicos tanto más odiosa cuanto que al
-propio tiempo levantan sin ninguna moderación, con perpetuas alabanzas,
a todos cuantos con ellos consienten ; los libros de éstos, llenos por todas
-partes de novedades, recíhenlos con gran admiración y aplauso; cuanto
-con mayor audacia destruye uno lo antiguo, rehusa la tradición y el ffla-
,gisterio eclesiástico, tanto más sabio lo van pregonando. Finalmente, ¡ cosa
,que pone horror a todos los buenos!, si la Iglesia C'Ondena a alguno de
-ellos, no sólo se aúnan para alabarle en público y por todos medios, sino
,que llegan a tributarle casi la veneración de mártir de la verdad.-Con
1odo este estrépito, así de alabanzas como de vituperios, conmovidos y
-perturvados los entendimientos de los jóvenes, por una parte para no ser
tenidos por ignorantes, por otra para pasar por sabios, a la par que es­
timulados
interiormente por la curiosidad y la soberbia, acontece con
frecuencia que se dan por vencidos y se entregan al modernismo .
.i4. Pero esto pertenece ya a los artificios con que los modernistas
-expenden sus mercancías. Pues ¿ qué no maquinan a trueque de aumentar
,el número de sus secuaces? En los Seminarios y Universidades andan a la
-caza de las cátedras, que convierten poco a ~ en cátedras de pestilencia.
Aunque ·sea veladamente, inculcan sus doctrinas predicándolas en los
-púlpitos de las Iglesias; con mayor -claridad las publican en sus reuniones
1· las introducen y realzan en las instituciones sociales. Con su nombre o
-pseudónimos publican libros, periódicos, revistas. Un mismo escritor usa
-varios nombres para así engafíar a los incautos con la fingida muche-
dumbre
de autores. En una palabra; en · 1a acción, en las palabras, en la
imprenta, no
dejan nada por intentar, de suerte que parecen poseídos de
frenesí.-Y todo esto ¿ con qué resultado? ¡ Lloramos que un gran nú­
mero de jóvenes, que fueron ciertamente de gran esperanza y hubieran
trabajado
provechosamente en beneficio de la Iglesia, se hayan apartado
,del recto camino! Nos son causa de dolor llltlchos mis que, aun cuando no
hayan llegado a tal extremó, como inficionados por un aire corrompido,
se acostumbraron a pensar, hablar y escnbir con mayor laxitud de lo
(ltle a católicos conviene. Están entre los seglares; también_ entre los sa-
(23) ~otu pr. Uf my.rlicam, 11 ma_rt. 1891.
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SAX PIO X
cerdotes,
y no faltan donde menos eran de esperarse, en las mismas
Ordenes religiosas.
Tratan los estudios bíblicos conforme a las reglas
de los modernistas. Escri.ben historias donde, so pretex-to de aclarar la
verd3d, sacan a ]uz con suma diligencia y con cierta manifiesta fruición
todo Cuanto parece arrojar alguna mácula sobre la Iglesia. :Movidos p0r
cierto, aprioris~o, usan todos los medios para destruir las sagradas tra­
diciones populares; desprecian las sagradas reliquias celebradas por su an­
tigüedad. En resumen, arrástralos el vano deseo de que el mundo hable
de ellos, lo cual piensan no lograr si dicen solamente las cosas que
siempre y por todos se dijeron. Y entre tanto, tal vez estén convencidos
de que prestan un servicio a Dios y a la Iglesia; pero, en realidad, per­
judican gravísimamente, no sólo con su labor, sino por la intención que­
los guía, y porque prestan auxilio utilísimo a las empresas de los mo­
dernistas.
Remedios efinC'es.
45. Nuestro Predecesor, de f. r., León XIII, procuró oponerse enér­
gicamente,
de palabra y por obra, a este ejército de tan grandes errores
que encubierta y
descubiertamente nos acomete. Pero los modernistas~
como ;ya hemos Yisto, no se intimidan fácilmente con tales armas, y si­
mulando sumo .respeto o humildad, han torcido
hacia sus opiniones las
palab-as
del Pontífice Romano y han aplicado a otros cualesquiera sus
actos; así el daño se ha hecho de día en día más poderoso.-Por ello~
Venerables Hermanos, hemos resuelto sin más demora acudir a los más­
eficaces remedios. Os rogamos encarecidamente que ne sufráis que en
tan graves negocios se eche de menos en lo más mínimo vuestra vigilancia,
diligencia y forta1eza; -y lo que os pedimos, y de vosotros esperarnos.
lo pedimos también
:r lo esperamos de los demás pastores de almas, de los
educadores
:r maestros de la juvrntud clerical, y muy especialmente de los
maestros superiores de las familias religiosas.
46. I) En primer lugar, pues, por lo que toca a los estudios, quere­
mos,
Y definitivamente mandamos, que la Filosofía escolástica se pcnga
por·
fundamento de los estudios sagrados.
A
la verdad, si hay .alguna cosa trotada por los escolásticos coti de­
masiada sutileza o ense,iada inconsideradamente, si hay algo menos con­
corde con las doctrinas comprobadas de los tiempos modernos o, final­
mente, que de ningún 1n-odo se puede a/,robar, de ningtma manera está m
Nuestro ánimo el proponerlo para que sea seguido en nuestro tiempo (24).
Lo principal que es preciso notar es que cuando prescribimos que se
(24) Leo XIII, ene. Aeterni Patris.
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E. PASCENDI DOJflNICI GREGIS
siga la Filosofía escolástica, entendemos principalmente la que enseñO
Santo Tomás de Aquino, acerca de la cual; cuanto decretó Nuestro Pre­
decesor
queremos que siga vigente y, en cuanto fuere menester, lo res­
tablecemos
y confirmamos mandando-que por todos sea exactamente ob­
servado.
A los Obispos pertenecerá estimular ,y exigir, si en alguna pane
se hubiese descuidado en los Seminarios., que se observe en a~elante, y lo
mismo. mandamos a los superiores de. las Ordenes religiosas. Y a los
maestros les exhortamos a que tengan fijamente presente que el apar­
tarse del Doctor de Aquino, en especial eri las cuestiones metafísicas~
nunca dejará de ser de gran perjuicio.
47. Colocado ya así este cimiento de 1a Filosofía, constrúyase con.
gran diligencia el edificio teológico.
Promoved, Venerables Hermano~ con todas vuestras fuerzas el e5tu­
dio de 1a Teología, para que ·los clérigos salgan de los Seminarios llenos
de una gran estima y amor a ella y que· 1a tengan siempre poi-sµ · estudio
favorito. Pues
en la grande abundancia :v número de disciplinas que se
ofrecen
al entrndimie11l0 codicioso de la verdad, a nadie se le oc11lta q1te
la Sagrado. Teología reclamo para sí el lttgq,r primero; tanlo qur f1t1)
sentencia antig11a de los sabias que a las demás artes :v ciencias les frer­
tenecia la obligación de .ren•irla y prestarle su· obsequio como criadas (25).
A esto añadimos que también Nos parecen dignos de alaham:;a .akronos·
que, sin menoscabo de la reverencia debida a la Tradición, a los_-Padr~s
y al :ifagisterio eclesiástico. se esfuerzan por ilustrar la Teología positiva
con las .luces tomadas de la verdadera Historia~ conforme al juicio pru­
dente y a las normas católicas (lo cual no se puede decir i¡;ualmente de
todos). Cierto, hay que tener_ ahora más cuenta que_ c;1nti.guament.e de la
Teología positiva·; pero hagamos· esto -de modo que no sufra detrimento
la escolástica, y reprendamo~ a los que de tal manera ala han Ja Teología
positiva, que parecen con ello despreciar la escolástica, a los cuales hemos
de considerar como autores de los modernistas.
48. Sobre las disciplinas profanas baste recordar lo. que sapientisi­
mamente di.io Núestro Predecesor ,(26): Trabajad miimosan-ientc rn el
estudió de las cosas naht-tales, en el cual los inventos ingeniosos y lo.s
útiles airevimientos de. nuestra época, así como lo$ admiran con ra..=ón
los contemporáneos .. así los Vl'nideros lo.e: celebrarán. cm1 per~mé aprohqció11
,'.\' · alabllnzas. Pero hagamos esto sin daño de los estudios sagrildofe, lo
cual aVisa Nuestro Il'lismo Predecesor, continuando con estas gravíSirnas
palabras (Zl): La catt.sa _de los cuales errores, quie,i ·diligentemente la in­
vesti{laré, hallará que consiste prin.cipalm.ente en· que en-esto~ 1wcstrns
tiempos, cuanto mayor es el fervor c01,-que se cttltiva'n las ciencias na-
(25) Leo XIII, Litt.-ap. In magna, 10 déc. 1889. (26) Alloc .. 7 mart. 1880. (27) Loe. cit.
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SAN PIO X
J.rtrolu, lanlo más ha,i !Ucaído las discillinas más graues y elevadas, de
las qrtc algunas casi yacen olvidada& de los hombres; otras se tratan 'º"
ntglige11cia y superficialmente )' ( cosa wrdadennnmte indigna) emlaíian­
do
el esplendor de su J,riniera dignidad, se vicia• con dodrinas perversas
.'" etm las má.s a11dace.s opiniones. ·l131ldamos, pues, que los estudios de las
,ciencias naturales se conformen a esta regla en los sagrados Seminarios.
49. 11) Preceptos estos Nuestros-y de Nuestro Predecesor que con­
·viene tener muy en cuenta siempre que se trate de elegir los rectores Y
matstros de 1~ Seminarios o de las Universidades católicas.-Cualesquiera
que de algún modo estuvieren imbuidos de modernismo, sin miramiento
de 11inguna clase sean apartados del oficio, así de regir como de enseñar,
y si ya lo ejercitan, sean destituidos; asimismo, los que descubierta o
encubiertamente
favorecen al modenúsmo, ya alabando a los modernistas
)' excusando su culpa, ya censurando la Escolástica. o a los Padres o al
~fagisterio eclesiástico o rehusando la obediencia a la ·potestad eclesiás­
tica en cualquiera que residiere;
>. no menos los amigos de novedades
en la Historia, la Arqueología o los estudios bíblicos, así como los que
descuidan la ciencia sagrada o parecen anteponerle las profanas. En esta
materia, Venerables
Hermanos, principalmente en la elección de maes­
tros,
nunca será demasiada la vigilancia y la constancia; pues los discí­
pulos se forman las más de las veces según el ejemplo de sus profesores ;
por Jo cual, penetrados de la obligación de vuestro oficio, obrad en ello con
prudencia
y fortaleza.-Con semejante severidad y vigilancia han de ser
.examinados y elegidos los que piden las órdenes sagradas; i lejos, muy
lejos de las sagradas órdenes el amor de las novedades! Dios aborrece
los doctorado en Teología o Derecho canónico si antes no hubiere seguido
los cursos establecidos de Filosofía escolástica; y si lo recibiese, sea
inválido.-1.o que sobre la asistencia a las Universidades ordenó la Sa­
grada Congregación de Obispos y Regulares en 1896 a los clérigos de
Italia, así -seculares como regulares, decretamos que se extienda a todas
las
naciones (28).-Los clérigos y sacerdotes que se matricularen en cual­
.quier Universidad o Instituto católico, .no estudien en la Universidad
oficial las ciencias de que hubiere cátedras en los primeros. Si. en alguna
parte se hubiere permitido esto, mandamos que no
se permita en ade-
1ante.-Los Obispo_s que estén al frente del régimen de dichos Institutos
o Universidades procuren
con toda diligencia que se observe constante­
mente todo
lo mandado hasta aquí.
50. 111) También es deber de los Obispos el cuidar que los escritos
de los modernistas o que saben a modernismo o
lo promueven, si han sido
publicados,
no seari leídos; y, si no. lo ht.ibieren sido, no se publiquen.
(28) Cf. A. S. S., 29, 359.
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E. PASCEND! DOMINICI GREGIS
No se permita tampoco a los adolescentes de: . Jos Seminari~ Di a los
alwnnos de las Universidades. cualesquier libros, periódicos y revistas de
este
género, pues no les haría.u menos daño que los contrarios a las
buenas costumbres ; antes bien, les dañarían más por cuanto atacan los principios mismos de la vida cristiana.
Ni hay que formar otro juicio de los escritos de algunos católicos,
hombres
par lo demás sin mala intención; puo que, ignorantes de la
ciencia teológica
y empapados en la filosofía moderna. se esfuerzan por
concordar ésta con la
fe, -pretendiendo, CQlllO dicen, promover la fe por
este camino. Tales escritos, que se leen sin temor, precisamente por el
buen nombre y opinión de .sus autores, tienen mayor peligro para inducir
paulatinamente al modernismo.
Y en general, Venerables Hermanos, para ~ orden en tan grave
materia procurad
enérgicamente que cualesquier libros · de perniciosa. lec­
tura que anden en la diócesis de
cada wio de vosotros sean desterrados,
usando
para ello aun de la solcmoe prohibición. Pues, por más que la
Sede Apostólica
emplee· todo su esfuerzo para quitar de en medio seme­
jantes escritos,
ha. crecido ya tanto su número, que apenas hay fuerzas
capaces
-de catalogarlos todos; de donde resulta que algunas v~s venga
la medicina demasiado tarde, cuando el mal ha arraigado JIOr la demasiada
dilación. Queremos.,· pues, que los Prelad-qs de la lglesra., depuesto todo
temor, y
sin dar oídos a la prudencia de la carne ni a los clamores de
los malos, desempeñen
ca.da uno su cometjdo, con suavidad, pero constan­
temente, acordándose de lo que en la Constitución apostólica Officiorum
prescribió León XIII : Los Ordinarios, a.un como delegados de la Sede
Apostólica, procuren proscribir
i quitar de 1naff0s de los fieles los lib-r_os
y otros escritos nocivos publicados o extendidos· en la diócesis (29), con las
cuales
pala~ras, si por una parte se concede el derecho, por otra se impone
el deber. Ni piense alguno haber cumplido con esta parte de su oficio,
con delatarnos algún que otro libro, · mientras se consiente que otros
muchos se esparzan y diwlguen por todas
partes.
Ni se os; debe poner delante, Venerab-1es Hermanos, que el autor de
algún libro
haya obtenido en otra diócesis la facultad que llaman ordina­
riamente J mprimamr; ya porque puede ser falsa, ya porque se pudo dar
con negligencia o por demasiada benignidad, o por demasiada. confianza
puesta en el
·autor;. cosa esta última que quizá. ocurra alguna vez en· las
Ordenes religiosas. Añádase que, así como no a todos convienen los mis­
mos manjares, así los libros que son indiferentes
en un lugar pueden, en
otro, Por el conjunto de las circunstancias, ser perjudiciales; si, pues, el
Obispo, oída la opinión de personas · prudentes, juzgare que debe prohibir
algwtos de estos libros en su diócesis1 le: damos facultad espontáneamente
y aun le encomendamos esta obligación. -Hágase en verdad del modo· _más
suave, limitando la prohibición al clero, si esto bastare, y quedando en
pie la obligación de los libreros católicos de no exponer para la venta_
los libros prohibidos por el Obispo.
Y· ya que hablamos de fos libreros, vigilen. los Obispos, no sea .que por'
codicia del lucro comercien con malas mercancía,s. .Ci~111ente, en tos
(29) lbid., 30, 39.

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SAN PIO X
catálogos de algunos se anuncian en gran número los libros de los mo­
demistáS-; y no con pequeños elogios. Si, pues, tales libreros se niegan a
obed~t; ]os Obispos, ·después de haberles avisado, no vacilen en privarles
del título de libreros católicos, y mucho más del de episcopales, si lo
tienen: y delatarlos _a la Sede Apostálica, si están condecorados con el
título pontifiQo.
Finalmente, recordamos ·a todos lo que se contiene en la mencionada
Constitución apostólica Officiorum, artículo 26: Todas los que han obte­
nido facultad apostólica. de leer y retener rwros ;rohibidos, no pueden,
por
eso sólo, leer y retener cualesquier libros o periódicos prohibidos por
·los Ordinarios del lugar, salvo en. el caso de que en el indulto apostólico
se les hubiere dado expresamente la facultad de leer y retener libros con­
denados por quienquiera que sea.
51. IV) Pero tampoco basta impedir la. venta y lectura de los malos
libros, sino que _ es menester evitar su publicación; por lo cual los Obis­
pos deben conceder con suma severidad la licencia para imprimirlos.
Mas por-que, conforme a la Constitución Offidorum, son muy nume­
rosas las
publit:aciones que solicitan el permiso del Ordinario, y el
Obispo no puede por
sí mismo enterarse de todas, en algunas diócesis
se nombran; para
hacer este reconocimiento, censores ex officio en su­
ficiente número.
Esta institución de censores Nos merece los mayores
elogios,
y no sólo exhortamos, sino que absolutamente prescribimos que
se extíeíida a todas las diócesis. En todas las curias episcopales haya, pues,
censorey de oficio que reconozcan las cosas que se han de publicar :
elíjanse:
de ambos cleros, sean recomendables por su edad, erudición y
prudeilda, y tales que sigan u·na vía media y seguri en el aprobar y re­
probar
doctrinas. Encomiéndese _

a éstos
el reconocimiento de los escritos
que, según los artículo.r 41 y 42 de la mencionada Constitución, necesiten
licencia para publicarse. El censor dará su sentencia por escrito; y,· si
fuere favorable,
el Obispo otorgará la licencia de publicarse, con la pa­
labra
lmJ,rimatur, a la cual se deberá ante·poner la fórmula Nihil obstat,
añadiendo -el nombre del censor.
En la curia romana institúyanse censores de oficio, no de otra suerte
que en
todas las demás, los cuales designará el Maestro del Sacro Palacio
Apostólico, oído antes el Cardenal-Vicario del Pontífice in Urbe, y con
la anuencia y aprobación del mismo Sumo Pontífice. Et propio Maestro
tendrá a su cargo el señalar los censores que deban reconocer cada es­
crito y darán la facultad, así él como el Cardenal-Vicario del Pontífice,
o el Prelado que hiciere sus veces, presupuesta. la fórmula de aprobación
del Censor, como arriba decimos, y añadido el nombre del mismo
censor.
Sólo
-en ciramstancias extraordinarias y muy raras, al prudente ar­
bitrio del Obispo, se podrá omitir la mención del censor. Los autores no
lo conocerán nunca, hasta que hubiere declarado la sentencia favorable,
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E. PASCENDJ DOMINICJ GliEGi~
a fin de que no se cause _a los , censores alguM. molestia, ya mientras re­
conocen los escritos, ya eu el caso de que no aprobaran su publicación...­
N unca se elijan censores de las Ordenes religiosas sin oír antes en .seaeto
la opinión del Superior de la provincia o, cuandó se tratare de Roma,
del Superior general; el cual dani. testim<>oio, bajo la responsabilidad de
su cargo, acerca de las · costumbres, ciencia e integridad de doctrina del
elegido;-Recordamos a los superióres religiosos la gravísima obligación
que les incumbe de no permitir nunca que se publique escrito alguno por
sus súbditos sin que medie la licencia suya y la del Ordiuario~-Final­
mente, mandamos y declanunos que el título de censor, de que alguno es­
tuviera adornado, uada. vale JU jamás puede servir para dar fuerza a sus
propias opiniones privadas.
52. Dichas estas cosas en general, mandamos especialmente que se
guarde con diligencia lo que en el artículo 42 de la Constitución 0/ficion,m
se decreta con estas palabras: Se prohibe· a los individuos del clero secu­
lar el tomat' la. dirección de diarios u hojas periódicas sin. previa licencia
de su Ordinario. Y si algunos usaren malamente de esta licencia, después
de avisados sean privados de ella.-Por lo que toca a los sacer-dotes que
se llaman c_orrespcmsales o colaboradores, como acaece con Jrecueúcia que
publiquen :en los periódicos o revistas escritos inficionados con la mancha
del modernismo, vigílenles bien los Obispos; y si faltaren, avísenles y
hasta prohíbanles seguir escribiendo. Amonestamos muy seriamente a los
superiores religiosos para que bagan lo mismo; y si obraren con alguna
negligencia, provean los Ordinarios como-Delegados del Sumo Pcn­
tlfice. -
Los periódicos y revistas escritos por católicos tengan, en cuanto
fuere posible,
censor señalado, el cual deberá leer oportunamente todas
las hojas o
fascículos, luego de publicarlos; y si hallare. algo peligrosa­
mente expresado, imponga una rápida. retractación. Y los Obispos tendrán
esta misma facultad,. aun contra el juicio favorable del censor.
53. V) Más arriba hemos hecho mención de los congresos y pú­
blicas asambleas, por ser Í'euniones donde los modernistas procuran de­
fender públicamente y propagar sus ·opiniones.
Los Obispos no permitirán en lo sucesivo que se celebren asambleas
de sacerdotes· sino rarísima vez.; y si las permitieren, sea bajo condición
de que no se trate en ellas de cosas tocantes _a los Obispos o a· la Sede
Apostólica;_ que nada se propmga. o reclame que induzca usurpación de la
sagrada potestad, y que no se hable en ninguna mane:a de cosa alguna
que tenga
sabo:r de modernismo, presbiterianismo o laicisinO.
A
estos . congresos, cada _1Dlo de los cuales deberá : áutori:zarse por
escrito y en tiempo· oportuno, no podrán concurrir sacerdotes_ de otras
diócesis sin Letras comenda~ del propio Obispo.
Y todos los sacerdotes tengan muy fijo en el ánimo_ -19 que recomendó
León XIII con estas gravísimas palabras (30) : C on.sidere,s los sacwdotes
como cosa intangible la awtoridad de sus Prelados~ teniendo por cierto
(30) Ene, Nobilusima Gallorum, 10 &br. 1884.
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SAN PIO X
que el ministerio sacerdotal, si no se ejercitare confonne· al ,nagisttrio
de los Obispos, no ,rcrá ni santo, ni mtJY titil, nl horwoso.
54. V/) Pero .¿ de qué aprovechará., Venerables Hermanos, que Nos
expidamos mandatos y preceptos si no se observaren puntual y firme­
mente? Lo cual, para que felizmente suceda, conforme a Nuestros deseos,
Nos ha parecido conveniente extender a todas las diócesis lo que hace
muchos añós decretaron prudentísimamente para las suyas los Obispos
de Umbría (31): Paro expulsar -decían-les errores ya ,sporddos y ;aro
impedir que se divulguen ,nás o que salgan toda'l/Ía maestros de im,­
Piedad que perpet1íen los perníciosc,,s efectos que de aquella clfllrdgación
procedieron., d Santo Sinodo, siguiendo las huellas de San Carlos Borro~
meo, decreta que c,i. cada diócesis se-instituya un Con,sejo de varones ;ro­
bados de uno y otro clero, al. cual pcrlmc::ct.i vigila, qué ffllrJos errores
y
con qui artificios se introduzcan o disNmaen, y avisar de ello al
Obispo, para que, tomado consejo, ponga remedio con ·que este daño pueda
sofocarse m su mismo principio,. para que no s.e esparsa. más y más, con
detrimento de las almas, o, lo q11e es peor, crezca. de dia en día y se
confirme.
Mandamos, pues, que este Consejo, que queremos se llave de Vigi1an·
cia, sea establecido cuanto ·antes en cada diócesis, y los varones que a él
se llamen podrán elegirse del mismo o parecido modo al que fijamos
arriba respecto a los censores. En meses alternos y en dia prefijad.o se
reunirán con el
Obispo y quedarán obligados a guardar secreto acerca de
lo que allí se tratare o-dispusiere.
Por razón de .su oficio tendrán las siguientes incumbencias: inves­
tigarán con vigilancia los indicios y huellas de modernismo, así en los
libros como en las cátedras ; prescribirán prudentemente, pero con
pron·
titud y eficacia. lo que conduzca a la incolumidad del clero y de la
iuventu~
Eviten la novedad de los vocablos, recordando las avisos de
León XlII (32): No puede aprobarse en los escritos de los católicos aquel
modo de hablar que, si'gniendo las malas novedades, parece ridiadizar la
piedad de los fieles y mula proclmnando un-nuevo orden de vida. cristiana,
nuevos preceptos
de la Iglesia, nr1evas aspiraciones del es;lritu moderno,
nut"VB vocación social del clero, nueva- civilisación cristiana l' otras mu­
chas cosas PDf' este estilo. Tales modos de hablar no se toleren ni en los
libros ni en las lecciones.-No descuiden aquellos libros en que se trata
de algunas piadosas tradiciones locales o sagradas reliquias; ni permitan
que tales cuestiones
se traten en los periódicos o revistas destinados al
fomento de la piedad, ni con palabras que huelan a desprecio o escarnio,
ni con
sentencia definitiva; principalmente, si, como -suele acaecer, las
cosas que se afirman no salen de los límites de la probabilidad o estriban
en opiniones preconcebidas.,
(31) Act. Cot1.seS8. Epp. Umbriae, nov. 1849, tit. 2, art, 6.
(32) Instr. S. C. NN. EE. EE., 27 ian. 1902.
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E. PASCENDI DO.lflNICI GREGIS
SS. Acen:a. de las sagradas reliquias, obsérvese lo siguiente:. Si los Obispos, a quienes únicamente compete· esta . facult:ad, sunieren de ·cierto que alguna reliquia es supuesta, retírenla -del culto de los fieles. Si las "auténticas" de alguna reliquia hubiesen perecido, ya Por las revoluciones civiles ya por cualquier otro caso fortuito, no se proponga a la pública. veneración sino después de haber sido conveni~ntemente reconocida por el
Obispo. El argumento de la prescripción o de la presunción fundada sólo valdrá, cuando el culto tenga la recomendación de la antigüedad, conforme a lo decretado en 1896 Por la Sagrada Coogregación de lndulgencias y
Sagradas ReJiquias, al sigúiente tenor: Las reliquias antiguas deben con­
servarse en la veneración
que haa tenido hasta cúwra, a no ser que, en algÚn caso pM#cular~ lu:,.ya argumn.to ·cierto ile ser· falsas o .supuestos.­Cuando se tratare de formar juicio acerca de taS · piadosas tradiciones, conviene recordar que Ja Iglesia usa .en esta materia d_e priJdcncia tan grande que no permite que tales tradiciones se refieran por escrito, sino con gran cautela y hecha la declaración previa ordenada _par Urbano VIII, y aunque esto se haga -como se debe, la lgtesia no asegura, con todo, Ja verdad del hecho; se limita a no-prohibir creer al presente, salvo que fal­ten humanos argumentos de credibilidad. :Enteramente lo miStxlO decretaba hace treinta años la Soigrada Congregación de Ritos (33) : Tales apari­ciones o revelaciones no han sitio aprobadas ni reprobadas por· la Sede
Apostólica, la c1tal Permite sólo que se _ crean ¡,iamente, con mera. fe hu­tnaua, según la tradición: qiw dicen e.risiir, confirmada t-on idóneos docu­mmtos, testimonios y "1fmumento's. Quien siguiere esta regla estará libre de todo temor, pues la -devoción de cua1_quier aparición, en .cuanto mira al hecho mismo y se llama relativa, contiene siempre implícita la condi­
ción de la verdad del hecho; mas en cuanto es-absóluta, se funda · siempre en Ja verdad, por cuanto se dirige a Ja misma persona -de. los Santos a quienes honramos. Lo propio debe afirmarse de las reliquias.-Encomen­damos, finalmente, al mencionado Consejo de Vigilancia que pooga -los ofos asidua y diligentemente, así en las instituciones sociales como en cualesquier escritos de materias .sociales, para que no se esconda en ellos algo de modernismo, -sino que concuetden con los preceptas de los Pontí­
fices Romanos.
56. VI/) Para que estos mandatos no caigan _en olvido, queremos Y
mandamos que los Obispos de cada diócesis, pasado un año después de la publicación de Jas· presentes Letras, y en adelante cada-tres años, den cuenta a la Sede Apostólica. con Relación diligente y_ jurada, de las cosas que en esta Nuestra Epístola se ordenan; asimismo, de Jas doc· trinas- que dominan en . el clero y, ,principalmente~ en los Seminarios y en
(33) Decr. 2 maii 1877.
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SAN PIO X
los demás institutos católicos,. sin exceptuar a los exentos de la autori­
dad de los Ordinarios. Lo mismo-. mandamos a· los Superiores generales
de las Ordenes religiosas, por lo que a sus súbditos se refiere.
CONCLUSt6x_
Estas éosas, Vener.Íbles Herma.nos, ~os creído deberas· escribir para
procurar la salud de todo creyente. Los adversarios de la Iglesia abusarán
ciertamente de ellaSy para refrescar la antigua calumnia que nos designa
como enemigos de la· sabiduría .Y del progreso de la humanidad. Mas para
oponer algo nuevo a '5tas acusaciones, que refuta con perpetuos argumentos
la historia de ta ref.,ión cristiana, tenemos designio de promover con
todas Nuestras 'fuerzas·una Imtitución particular. en la cual, con ayuda
de todos los católicos· insignes pcr ta fama de su sabiduría, se fomenten
todas
las ciencias y todo g la verdad católica. Plegue a D;ios que Podamos. realizar felizritmte este
propósito, con el atIXJño de todos los que aman sinceramente a la Iglesia
de Cristo. Pero de esto os hablaremos en otl'.3-Oéasión.
F.ntre tanto, Veller:abtes Hermanos~ para vosotros, en _cuyo celo y di­
ligencia tenemos puesta 1a _mayor oonftanza, con toda Nuestra alma pe­
dimos la abundancia de luz muy soberana que, en medio de los. peligros
tan grandes para las almas a cat:isa de los errores Qtle de doquier nos
invaden,
os ilumine_ en cuanto ós incumbe hacer y t)ara qae os entreguéis
con enérgica fortaleza a cumplir lo qae entendiéreis. Asístaos con su
virtud Jesucristo. autor y consumador de _nuestra fe ; y con su auxt1io e in­
tercesión asista.os la Virgen. Inmaculada, destructora de todas las herejías,
mientras Nos,
en prenda de Nuestra caridad y del divino consuelo en la
adversidad,
_ de todo corazón os damos, a vosotros y a vuestro Oero y
fieles, Nuestra Bendición APostólica.
Dado en Roma, juntO a San Pedro, el 8 de septiembre de 1907, año
quinto de Nuestro PoiltifiCéld0;.
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