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Deber y condiciones de eficacia. [La acción] (XV)

Deber y condiciones de eficacia
CUARTA PARTE
Las circunstancias
CAPÍTULO I
SITUACION, CIRCUNSTANCIAS
por
)EAN ÜUSSET
Fundaci\363n Speiro

DEBER Y CONDICIONES DE EFICACIA
por
J EAN OussET
CUARTA PARTE
LAS CIRCUNSTANCIAS
CAPITULO l.
SITUACION, CIRCUNSTANCIAS
Después de habernos ocupado del problema de los HOM­
BRES ... (II parte) y de los INSTiRUMENTOS y de los
METODOS que se ofrecen al hombre para actuar. mejor
(III parte), es el momento oportuno para abordar el problema
de las circunstancias en las que el hombre puede encontrarse
para actuar.
¡ Circunstancias, situaciones, acontecimientos!
Los términos importan poco. Lo esencial es comprender que
se quiere designar al conjunto de esas condiciones de tiempo
y
de lugar, de las que la accción es siempre tributaria.
* * *
Los HOMBRES, los INSTRUMENTOS, las CIRCUNS­
TANCIAS, tal es la trilogía de la acción.
Basta olvidar a uno de estos elementos para que sean m­
mediatos la debilidad, la ineficacia y el desorden ..
Pensar sólo en las circunstancias, en la herramienta, sin
cuidarse ·del obrero, sería locura.
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JEAN OUSSET
Y también serían locos los que, pensando tan sólo en los
hombres y en las circunstancias, descuidasen los instrumentos
de la acción.
Y siempre locos los que, no interesándose más 9-ue en los
hombres y en la herramienta, despreciasen la importancia de
las circunstancias.
Loco, por otro lado, quien pretenda utilizar en la acción so­
lamente a uno de estos tres elementos. Y por ello desprecie
a los otros dos.
Para nada sirven, en efecto, los desvelos para organizar uria
tropa escogida si los que la componen carecen de todo sentido
de la ocasión afortunada, del obstáculo a evitar, de la transacción
oportuna, etc.
Pero aún más estéril es el oportunismo sin principios, como
sucede con la masa inmensa
de aquellos para quienes actuar se
limita sólo a ,reacciones, a
frases, a movimientos suscitados cada
mañana por el eco de lo que ha sucedido la víspera. Acción tí­
pi'4 de esos periodistas, a tal punto embebidos en el análisis de
su "diario,,., que ya no piensan más que en función del instante,
al ritmo de la 'llegada de las "noticias". Sin ninguna visión de
conjunto o a largo plazo. Actuación a corto plazo, cuya fatuidad
tanto menos se percibe cuanto
más embriagador es su ritmo,
más inmediatamente absorbentes sus problemas.
* * *
Mas, por indispensable que sea ese triple afán por los
HOMBRES, los INSTRUMENTOS y las CIRCUNSTAN­
CIAS, no deja de haber un cierto orden entre ellos.
Por ello, la formación de los HOMBRES y una mejor adap­
tación de los
INSTRUMENTOS son siempre útiles, cualquiera
que sea
el acontecimiento. Porque sin HOMBRES formados y
sin
INSTRUMENTOS aptos, las oportunidades más sensacio­
nales
nunca podrán ser e:xoplotadas. En tanto que siempre es
posible reacciona·r contra un acontecimiento desgraciado, y. con
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mayor razón, captar, explotar, la ocasión feliz, si los HOMBRES
y las HERRAMIENTAS han sido bien pnipara1os.
Si bien es verdad que los ob.stáculos y las dificultades tienden
a parecernos demasiado numerosos, no deja de ser menos cierto
que la ocasión se ofrece
siempre a quien sabe aprovecharla: y
que los HOMBRES son los que faltan, si así se pudiera decir,
a las
CIRCUNSTANCIAS, y no las CIRCUNSTANCIAS a
los
HOMBRES. ¡ Cuántas ocasiones se perdieron así, porque
no hubo
HOMBRES formados para aprovecharlas, o porque era
mediocre el INSTRUMENTO que tenían esos HOMBRES
para ex;pfotadas l
No obstante lo cual..., cualquiera que sea la importancia del
factor HOMBRE y del factor INSTRUMENTO, no es menos
indispensable tener un sentido justo de la.5 ..:ircunstancias ... , ya
que éstas no pueden dejar de influir, mucho o JX)CO, en la acción
a realizar. Pues no cabe duda que la utilización de los hombres,
el em¡pleo de los instrumentos, no habrán de ser los mismos en
una "democracia popular" que en un Estado católico.
El estudio de las circunstancias es, pues, indispensable para
que el comportamiento de los HOMBRES sea más idóneo, y
mejor regulado
el empleo de los INSTRUMENTOS.
En países divididos por sus creencias, por ejemplo, habrá
que prever fórmulas de compromiso. Fórmulas de acuerdos par­
ciales, no satisfactorias. por eso, y que será preciso hacerlas lo
menos peligrosas posible. Abiertas, si fuera hacedero, a las de­
seables mejoras.
Por consiguiente, es obligado estar atento
al desarrollo de
las circunstancias para utilizar sus menores recursos y causar los
menores daños, y estragos posibles. Porque si el Apóstol ha
escrito, en efecto, que la verdad hay que recordarla oppor/!ume et
importunie, no deja San Agustín de hacer' observar que aquél
ha
,puesto en primer lugar el término opportune. Y que la invi­
tación a predicar, en caso necesario, imp1ort'Une (a destiempot
va sólo a continuación.
Sentido de la oportunidad, que no es más que el sentido del
ACONTECIMIENTO.
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LAS CIRCUN~TANCIAS... CUADRO PROPIAMENTE DICHO DE LA
ACCIÓN •
. . . o dicho de otro modo: el cuadro mismo de la acción.
Las condiciones todas de tiempo y de lugar, los diversos
acontecimientos.
Situación más o menos· general, más o menos antigua, na­
cional o internacional.
O, ¡por el contrario, conjunto de peque­
ños hechos locales. Porque si hay acontecimientos "a escala
mundial", como se dice hoy, hay otros que no afectan más que
a tm solo país, a una sola región, a un solo municipio.
Hay otros, aún, cuyas -repercusiones se prolongan en el tiem­
po, mientras que algunos no llegan siquiera a durar una quin­
cena o nn mes. De ahí la necesidad de explotarlos sin demora.
Hay acontecimientos que suponen como la inauguración de un
período. Son "eras", que decía José de Maistre.
Hay otros que
sólo son incidentes del día o locales.
La "Revolución llamada
francesa"
(1} pertenece, sin duda, a la wimera especie, pues es
evidente
·que sus repercusiones, su influencia, se extendieron por
el mundo y en el tiempo.
Hay, pues, acontecimientos generales, mundiales, internacio­
nales.
Hay acontecimientos-situaciones históricos, geográficos, psi­
cológicos de un país determinado.
Hay acontecimientos de alcance secular. Como hay aconte­
cimientos que son ocasiones venturosas o desastrosas de un día.
Pero aunque los acontecimientos llamados importantes puedan
serlo, en efecto,' mucho más qtie los reputados menores, sería
grave
error pensar que estos últimos no merecen· ser tomados
en consideración. ·Porque· ocurre que hechos en un pincipio ·sin
importancia adquieren· después la importancia que una explo­
tación hábil de los mismos ha sabido darles. La toma de la
( I) Expresión de Pío XII: "Carta erigiendo_ en ·Basílica menor a
Nuestra Señora de Tables en Montpellier".
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Bastilla es modelo en su género. Prueba de que unos pequeños
acontecimientos pueden ser ricos· en consecuencias si han sido
convenientemente explotados: los mayores éxitos,
como las de­
rrotas más sombrías, han sido debidos, a veces, a causas míni­
mas. ¡ Y cuántos han fracasado por haber subestimado -como
le aconteció a Luis XVI el 14 de julio--lo que tomaron por un
incidente o un acontecimiento secundario!
Extremada variedad, pues, la de las circunstancias, ya que
tomando este término en el sentido amplísimo en que lo em­
pleamos aquí, puede servir lo mismo
para designar hechos tan
dispares como la Cristiandad del Medioevo, la Revolución Fran­
cesa, el asesinato del Presidente :Kennedy, o, en fin, el éxito de
Juan o Pedro en las elecciones municipales. Dificultad, por con­
siguiente, en "captar" bien el acontecimiento. Nonnalmente es
tan complejo que permanece siempre un poco misterioso.
Seguramente ,por ello Dios se reserva esta
parte de nuestra
acción con ¡preferencia a otras.
Y se adivina el papel que en ello pueden desempeñar con la
oración un preciso discernimiento de los espíritus, las santas
reglas de la elección, la piadosa costumbre de lo sobrenatural.
De ahí la íntegra arrogancia de
Juana cuando apostrofó a los
que impugnaban sus planes:
"en nombre de Dios os digo que el
consejo de mi Señor es más acertado que el vuestro. Habéis
creído que yo me equivocaba. Y fuísteis vosotros los equivo­
cados".
Aunque lo más frecuente es que Dios no haga milagros, y,
si tiene en cuenta lo que se le pide, espera de nosotros funda­
mentalmente que le. pidamos lo que es prudente, lo que es
razonable.
Lo razonable y lo prudente es estudiar las circunstancias, no
para observar curiosamente en ellas sus rasgos anecdóticos, sino
para captar lo esencial, comprender sus mecanismos fundamen­
tales.
De ahí el interés de un serio estudio de la Historia. Ella es
el inmenso repertorio de fa acción, y, por lo mismo, la gran edu­
cadora.
La que puede desenvolver ese sentido de la situación,
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que tan a menudo ha multiplicado las püSibilidades de éxito de
los hombres o de los instrumentos, por otro lado mediocres.
Porque buena o mala, la trama
del acontecimiento ( en el
sentido a.m¡p¡lio en que se ha comprendido tomamos este término)
es el terreno mismo de la acción. La base de partida obligada,
nos guste o no nos guste. Terreno que hay que aceptar, valga
lo que valiere, a pesar de las críticas o condenaciones que pueda
merecer, porque no deja de ser éste el campo, confiado por la
Providencia, que debemos, por mucho que nos cueste, roturar,.
labrar, fecundar en nombre del Señor.
Es preciso saber trabajar en este presente y no en el pa­
sado desaparecido, ni en un futuro que queda por hacer.
Este
presente es nuestra pista de despegue, por alejada que parezca
de la meta.
¡ Aun cuando todo ¡parezca imposible!
Dado que el medio más seguro ,para llevar a cabo una em­
presa calificada
de imposible es tan sólo dar el primer paso
-posible-en la· buena dirección. Pues cada püSibilidad realizada
da acceso a otra nueva posibilidad. Revelándose, entonces, lo
imposible como fraccionable y fraccionado en un conjunto mul­
tiforme de pequeños posibles.
Pero en un conjunto de pequeños posibles, que sólo un sen­
tido agudo de las circunstancias 1X)drá descubrir. De esta suerte,
la derrota de ayer podrá contener los elementos de la victoria
de hoy, pues Dios., como se dice, sabe escribir derecho con ren­
glones torcidos! ¿ Quién hubiera podido prever a comienzos de
siglo que la "ley sobre los inventarios" habría de ser, sesenta
años más tarde, una fórmula de defensa contra la devastación
de
nuestros santuarios por los llamados "nuevos curas'' iconoclastas?
El acontecimiento entraña siempre, en efectO, cambios sor­
prendentes.
El arte de la acción consiste tanto en percibirlo~-como
en captarlos.
Porque si es cierto que los acontecimientos no dependen de
las improvisaciones de nuestro capricho, basta a veces, con
muy poco para cambiar el carácter y la dirección de las circuns­
tancias.
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De forma que, como escribe Maurras, "el que se da cuenta
-.pueden nacer de la más insignificante iniciativa de un hombre o
-grupo de hombres bien dirigidos ... se hace completamente incapaz
·de desesperación".
O, como ha dicho Gustave Thibon: "¿hay enseñanza más
-varonil para las jóvenes generaciones que manifestarles que
ninguna herencia del pasado es firme, que ninguna promesa del
porvenir es cierta y que la realidad del mañana depende única­
mente de su fidelidad, de su arrojo ... ", y, añadimos nosotros,
* * *
La rueda gira sin cesar.
Y, aunque el objetivo siga siendo el mismo, hay que pensar
,en alcanzarlo con fórmulas sumamente flexibles. Fórmulas que
110 obstaculicen nada, que no condenen las oportunidades del
mañana a la mediocridad, cuando no a la miseria de hoy. Fór­
mulas que no corran el riesgo de impedir los ;progresos en el
futuro.
Ahora .bien, ¿ cuántos cristianos, clérigos o laicos, habrían
-con gusto, en estos "tiem¡x>s del Concilio", momi.frcado a la
1g1esia
con el exclusivo deseo de adaptarla a "nuestro tiempo"?
_A ese "nuestro tiempo", que mañana habrá ya pasado.
Y por ello, ¿ no es evidente que un justo sentido de las cir­
runstancias no consiste en dogmatizar sobre el momento, en
en lo inmediato? Porque esta forma de captar el acontecimiento
no puede ser, y no lo es de hecho, más que una traición a la
eontrario, no ligarse, sino en lo preciso, a la actualidad, para
-poder mejor continuar mañana progresando hacia el único ob­
jetivo imprescriptible.
Nunca se dirá bastante que en la adversidad es preferible
soportar y callarse, en vez de dogmatizar sobre la derrota para
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tratar de endulzar su sabor. Porque siempre es posible endere­
zarse frente al fracaso que no se ha cesado
de llamar siempre
fracaso; mientras que toda reacción queda psicológicamente com­
prometida si al fracaso
se le ¡presenta como el punto culmi­
nante de una evolución legítima.
No hay, pites, peor corrupción del sentido de las circunstancias
que esas concepciones evolucionistas, C:on respecto a las cuales
todo es justo
y -bueno de cuanto acontece. Concepciones que
simplifican
al acontecimiento para "mesianizarlo".
No se !pllede ni se debe "dogmatizar", sino en el plano de
las verdades supremas. Pues quien dogmatiza sobre el medio
se halla condenado a la siguiente alternativa ...
. . . o lo que
él propone sea satisfactorio desde un punto de
vista doctrinal;
pero puede temerse que la mediocridad del acon­
tecimiento haga inaceptable esta
casi-perfección .
.

. . , o que lo que
él propone sea imnediatamente aplicable; pero
puede temerse que
el valor de la proposición corresponda a la
mediocridad de la situación.
Sería doloroso, en consecuencia, que lo "mejor", codificado
en esos textos, pueda llegar a· ser algunos meses más tarde uq.
argumento susceptible de frenar la continuidad de la progresión;
O dicho de otra forma: Cuando, en la acción, hay un gran re­
traso que recuperar,
no es bueno empacharse de fórmulas cuya
insuficiencia dogmática o
práctica las condene a breve duración~
Dogmatizar sobre una etapa, incita a permanecer en ella.
Tengamos menos gusto por las recetas
fi jistas que por el
deseo de ir hacia adelante.
El hombre de acción descuella menos en instalarse en el hoy
que en captar, en el acontecimiento inmediato, lo que le permi­
tirá mañana asegurar mejor el triunfo de la verdad.
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