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La Historia, educadora del sentido cristiano

LA IDSTORIA, EDUCADORA DEL SENTIDO CRISTIANO
POR
JEAN Ouss¡¡,-.
Presidente de l'Office lnternational,
Muy queridos amigos ...
Al ténnino de estos
tres días supongo que
os
parece sufi­
cientemente demostrado que si hay un sentido cristiano de la
historia, este sentido no pPdría concebirse al modo de un pro­
greso lineal obligado ... , o lo que es lo mismo: al modo de un
determinismo evolucionista que, por diferente que su orienta­
ción pudiera ser, no dejaría de ¡parecerse al determinismo evo­
ludónista revolucionario de ese famoso "sentido de la historia"
con el cual la prensa y la radio nos aturden constantemente.
Lo que está lejos de implicar que no debamos dar crédito
alguno a las enseñanzas de la historia, puesto que es ~ la
historia donde en primer lugar está enraizado el árbol de nues­
tra fe. Ya que está ¡,lantado sob~e aquel acontecimiento del
que San Pablo no temió decir que si fuera recusable, m:1estra
fe sería vana.
¡ Acontecimiento de la resurrección de e,ste hombre a quien
se llama Cristo l Y por tanto, acontecimiento de su vida misma.
* * *
Y es eso lo que no sabemós distinguir suficienten¡ente bien.
Por
legítimo y santo deseo de alimentar nuestra fe en la
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Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
doctrina del Evangelio, tendemos a olvidar que, antes de ser, si puede decirse, un libro de enseñanzas doctrinales y espiritua­
les,
el Evangelio se presenta como el anuncio de la venida his­
tórica. de alguien ; la narración de la vida de alguien en un d'e­
terrriinado momento de la historia.
¡Acordémonos!
"En aquel tiempo ... , siendo Quirino gobernador de Siria ... ,
salió un edicto de César Augusto."
O también ...
"El año 15 del gobierno de Tiberio César, siendo Poncio
Pilato gobernador de Judea; Herodes tetrarca de Galilea;
Fi­
lipo, su hermano, tetrarca de Iturea y la Traconítide; Lisanias
tetrarca de Abilene, bajo el pontificado de Anás y Caifás".
Et coetera ...
¿ Era verdaderamente posible un mayor cuidado para situar
solemnemente en la historia la venida de este hombre al que
llaman Cristo?
Y

no sólo los evangelistas quisieron precisar en qué cir­
cunstanciá.s históricas, políticas, nació, vivió, predicó, murió y
subió a los delos Nuestro Señor; no sólo, como todos los gran­
des personajes, Jesucristo aparece claramente situado en los ana­
les del género humano, sino que no hay ningún hombre que
aparezca, tanto como él, en
el centro, en la cúspide de la His­
toria.
Y eso no al modo de un punto "omega" proyectado en la
incognoscible
pros¡pectiva de
un porvenir nútico. Sino al modo
de
una de

las personalidades mejor conocidas y de tal natura­
leza que es imposible, desde ese momento, no contar con El,
ya se le ame o se le deteste.
30
* * *
Cristo reina "eii los siglos de los siglos", dice la liturgia.
Sin embargo ..... : .... -nosotros mismos, cristianos, no nos percata-
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LA HISTORJA, EDUCADORA DEL SENTIDO CRJSTIANO
mos bastante- el hecho es que nadie sino El se ba presen­
tado jamás como el· centro, la razón misma de la ·historia.
Aun cuando no se tuviera fe, sería imposible negar la ob­
jetividad del hecho. En otras palabras, este hombre no sólo llena la historia con
su nombre, sino que
~lo que

el más loco de los locos
nó ha
osado hacer jamág.:_ se ha preSentado como aquel en función
del cual la historia ha sido creada y continúa ordenándose. ·
Su

signo aparece desde el Génesis, y ha tenido la audacia
iuaudita: de pretender que
también será El quien· venga a pre­
sidir el
fin de los tiempos.
Este hombre tan sabio, incuestionablemente, y tan santo,
¿
sería al mismo tiempo el más insensato de los insensatos?
Porque no existe ningún hombre ni fundador de religión, ni
héroe mitológico, ni falso diOS, ni Buda, ni Mahoma, ni Zeus,
ni Prometeo ... que haya hablado o al que se haya hecho ha­
blar así. Incluso a aquellos que se niegan a admitir la verdad de
una pretensión tan vertiginosa debe aparecérseles como única.
Pues ya sea antes de la venida de este hombre al que llaman
Cristo, ya durante su vida en la tierra, ya a
partir de
entonces,
ha háhido siempre y hay todávía hombres que no han esperado
su salvación más que de El. Y admitiendo incluso que se rehuse
creer en la legitimidad de uua tal esperanza, no por ello es
menos cierto que "históricamente" esta esperanza __.foca, ,i;;i
se quiere-ha llenado los siglos.
Y
por consiguiente,
San Pablo, aun pensando que se equivo­
que, no ha mentido en absoluto cuando ·en un impulso mag­
nifico llega a repetir dieciocho veces la palabra "fide" al co,­
mienzo de los versículos del capítulo once de su ''Epístola a los
Hebreos".
"Fi.de ... fi.de ... fide ... " "Es por la fe ... " Es-en la fe y en
la esperanza en la venida de este hombre en la que han vivido
y obrado todos los
santos del
Antiguo Testamento.
El es aquel hacia el cual ha tenido la esperanza de los
Abe!, de los Noé,
de los

Abraham, de los Isaac, de los
J acob,
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JEAN OUSSET
de los Moisés, de los Isaías, de los Daniel... Como fue El la
esperanza de las Inés, de las Felícidad, de los Hilario, de los Bernardo, de
los Tomás

de Aquino, de las Juana de Arco, de
las Teresa de Lisieux, de los Pío X .. : Por consiguiente -aun si se pudiera creer que este hombre
había
mentido al titularse "el que había de venir"-, el hecho es
que ningún otro se ha presentado y que, efectivamente, nadie
más que él ha venido. Hasta el punto de que, lejos de esperar
tin mesías

distinto, los judíos han tenido que
interpretar de
un
modo nuevo los textos que habían sostenido la esperanza de sus
padres.
Aun en el caso de _que fuera un impostor, habría al menos
que agradecer a este hombre el haber impedido la impostura de
las
profecías que
sin · su venida aparecerían
como el mayor en­
gafio moral del· que hubiera sido víctima la esperanza humana.
Y no sólo este hombre reina "en los siglos de los siglos:",
no sólo reina sobre la historia, sino que la evidencia dice que
en
su estela todo parece proceder de esta realeza sobre el tiempo.
Pues

si bien hay otros nombres que han resistido el
paso de
los siglos, lo más frecuentemente estos nombres no · sobreviven
más que en
fórma de
recuerdo erudito.
Pues lo esencial de la mayoría de lós sistemas filosóficos,
morales o religiosos concebidos desde lá. antigüedad- ya no se
admite
más que a título de referencia retrospectiva, vestigio emo­
cionante de las vicisitudes intelectuales y morales de la huma­
nidad. Es decir, que puede gustar Platón, Aristóteles, Cicerón ... , y
sacarse,
incluso, gran provecho de su lectura... Pero al precio
de qué menoscabos. ¡ Y quién se atrevería a hacer totalmente súyo
el

pensamiento de autores más próximos
a nosotros ... , como
Proudhon, Augusto
Comprt:e... y el mismo Marx l ¿ Acaso sus
más
fervientes discípulris no

son
sus rprimfros cori-ectores., "ex­
purgadores",

reformadores?
Sólo el mensaje de este hombre llamado Cristo permanece
intacto. Pues si

bien es verdad que nos referimos a él muy frag­
mentariaffierite, eso no es imputable· a las insuficiencias del tnén-
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Fundaci\363n Speiro

LA HISTORIA, EDUCADORA DEL SENTIDO CRISTIANO
sa¡e ... , de,pende de nuestras propias i,¡s
liciencias. No depende
del hecho de que el Evangelio esté
sobrepasado. Depende
del
hecho de que nosotros estamos como sobrepasados por
el Evan­
gelio.
j Sí ! Como si fuera amo del tiempo y de la historia, sólo
este hombre llamado Cristo
ha tenido Ja audacia de pretender
que el cielo
y la tierra pasarían, ,pero que no pasaria nada -ni
siquiera una iota- de lo que ha enseña4o, anunciado o prescrito.
Y si es cierto que muchas veces fueron necesarias reforitnas en su
Iglesia, estas· reformas, para ser fecuhdas y santas, no consis­
tieron jamás en ceder a las presiones de la historia, sino en
dominar a ésta
y como en reinar sobre ella. Consistieron en
volver escrupulosamente a la enseñanza inmutable y siempre
perfecta del Evangelio.
j Esta es la razón de la juventud perpetua de la Iglesia !
* * *
Ahora bien, la Iglesia, enseña Bossuet, es "Je$ucristo ex­
tendido y comunicado". En otras palabras: la Iglesia es el ser
mismo de Jesucristo, la vida misma de Jesucristo proyectada
en las sucesiones de la historia y la multitud de las naciones.
Y por consiguiente la Iglesia es tanto (¡ y a veces más !) una
historia que conocer, una historia que meditar, como una doc­
trina que aprender.
Como el misterio de Jesucristo reside en lo que fue, en lo
que hizo tanto (si no más) como en lo que dijo ... ; a su vez el
misterio de la Iglesia reside
tanto (si

no más} en lo que fue,
en lo que es, en lo
que hizo

( en
pocas palabras: en su historia)
como en lo que profesa magistrahnente.
Dicho de otro modo:
la inteligencia y el amor de las cosas
divinas y humanas que nos
es dado
alcanzar por la Iglesia no
apuntan solamente al estudio, a la meditación de la
doctrina.
Esta inteligencia y este amor de las cosas divinas y humanas
apuntan también' (y a veces más) al estudio, a la meditación de
lo que es la Iglesia como tal. Estudio y meditación de lo que
Fundaci\363n Speiro

1EANOUSSET
fue .. Estudio y meditación de lo que es. concretamente. Estudio
y meditación de aquello
¡,ocio que
ha pasado,
lo que· ha remon­
tado o padecido. Estudio y meditación.de aquello
p:,r ío

que
Dios
ha

querido
y quiere siempre que pase: crisis, pruebas, e:scárid·a­
los,

humillaciones, aplastamientos.
¿ Cómo una simple rectitud intelectual podría· ser llamada
"sentido cristiano" si este sentid.o del .drama de la
.Iglesia le
es
extraño? Ya- que, por mística que
.Sea su enseñanza, este drama
es, en primer lugar, histórico.
¡ Drama análogo el de la vida y la pasión del Señor l
. Drá.ma que por sí solo, mucho mejor que una ensefianza ex­
clusivamente doctrinal (siern.pre-esquemática, abstracta, "ideal" ... ),
puede preparar a la adoración conveniente .del misterio de la
acción divina en la historia.
¡ Misterio de la Cruz! ¡ Misterio
de la Redención del mundo! En otras ,palabras: hay necesidad de conocer la doctrina
( creemos que nuestra reputación
de fervientes adeptos de la
doctrina está lo bastante establecida como rpara que no haya
inquietud sobre este
punto). Pero,
además, y sobre todo, hay
necesidad de conocer y amar a la Iglesia en la plenitud de su
vida
Y,. por consigui~te, de su historia.
* * *
Cuánta gente está turb:-.da hoy, ::u,' r..ta se .escndaliza porq_ue
su
sentido cristiano es demasiado exclusivamente doctrinal,
de­
masiado-

exclusivamente de
principios. Supuesto
que no hay nada
más árido, nada más difícil que
esa actitud

mental puramente
teórica, puramente ideal.
Tales luchas, tales inquietudes, tales escándalos nos con­
mueven, nos empujan a la revuelta o a la deserción, pero
¿ no
es acaso porque nos formamos_ un COncepto tan en el aire de
la vida de la Iglesia que _no _resistiría ni un segundo .a la menor
· evocación de

su historia si la ·conociéramos de .verdad?
Pues si la historia de la Iglesia no ofreciera más que raros
ejemplos de debilidades internas, se admitiría que este
cacicter
Fundaci\363n Speiro

LA HISTORJA, EDUCADORA DEL SENTIDO CRJSTIANO
excepcional les quitaría todo el valor y que lo mejor sería si­
lenciarlas para evitar que se extrañaran sin provecho. Pero cuando
se. ·sabe el· lugar que estas miserias humanas ocupan .en los
anales cristianos,:
¿ cómo· atreverse a creer que todo eso se ha
producido por

efecto de la inadvertencia divina-? ... ;
¿ cómo atre­
verse a creer .que Dios haya
permitidff (y-permita todavía) esto,
si para nosotros no hubiera de haber
ahí una ocasión de ade­
lantar en
la fe, una ocasión. dé penetrar más en !a inte~igeacia
sobrenatural

del misterio de la Cruz?
Y, por tanto, es probable, si no abs"o1utamente seguro, e¡t: ~
el método tjue tiende a escamotear, velar, minimizar una parte
tan notoria del misterio de la Iglesia· no es tan sobrenatural
como parece creerse.
Método más cei-cano -a una prOvidencia humana que busca
piesentar· las Cosas ·no como Dios ha :permitido que se renueven
sin cesar. desde hace veinte
siglos, sino

como se tiene la espe­
.
ránza de

hacerlas aceptar
"seg~ el

mundo".
Así, dejamos extender
este.slogan publicitario de que entre
nosotros, cristianos, la vida es más tranquila
y serena que en
otra parte.
¡ Y nos extrañamos de· la inercia general!
Como decía Bemanos-: "Escribirán sobre · su templo:
·aquí
se

está mejor alimentado · que
enfrente. Y
se extrañarán de no
recoger más que Vientres."
¿ Algunas persecuciones... procedentes del exterior? Eso,
puede

pasar. Pero ¿problemas, escándalos, traiciones en el in­
terior? He aquí ante lo que perdemos la confianza. Sin embargo, ni
la doctriria ni las· experiencias de una his­
toria veinte veces
seoular -permiten ·afirmar que

aquí abajo la
Iglesia haya
de estar compuesta necesariamente de fieles edi­
ficantes, de sacerdotes de buena doctrina, de obispos sin respeto
humano, valientes ante el
César, sumisos de corazón

a la Santa
Sede...
¡ O de papas tan impecables como infalibles!
"Es necesario que haya herejías", escribe un autor poco sos­
pechoso de integrismo, Karl Rahner,
"pol"'que son
algo· más que
simples consecuencias de una libertad arbitraria. Pertenecen a esas cosas sombrías que deben existir, a fin· de que ningún
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Fundaci\363n Speiro

]HAN OUSSHT
hombre y que por tanto tampoco la "verdad" del hombre pueda
glorificarse ante Dios.
"Así; el· cristiano no debe extrañarse de encontrar herejías
( en la Iglesia). Más aún, las esperará, las considerará como
una tentación inevitable, véase ... como la tentación {la prueba)
más sublime. Aquella en
la que las tinieblas se disfrazan de
ángel de luz ...
"Y si el cristianismo no distingue ninguna herejía... no
considerará semejante paz del espíritu como algo natural. Más
bien se
-preguntará ...
si los
ojos de
su espíritu no se han vuelto
ciegos
y su corazón insensible a la diferencia entre lo verdadero
y lo falso, hasta el punto de no poder distinguir ya la herejía
como tal."
Si conociéramos mejor la historia de la Iglesia no duda­
ríamos más de la predilección de Dios ,por este tipo de
P'"ueba.
Es

por tanto carecer de
un sentido
justo de los caminos
di­
vinos el ignorar, callar, ocultar deliberadamente lo que Dios
de un modo tan manifiesto ha dejado sobreabundar.
* * *
Y señalémoslo. Esta inteligencia, este sentido natural
y cristiano de· la his­
toria no exige, si puede decirse, ninguna condimentación previa,
niñgutla ·¿e esas sublimaciones "cristogenéticas"

(rectilíneas o
en espíral) que, so pretexto de mejor separar las lecciones de
la historia, empieza por trastrcica.r su naturaleza.
Dicho de otro modo : es precisamenfe sobre lo que la histo­
ria tiene de más elementalmente visible sobre lo que se ejerce,
sobre lo que puede
y debe ejercerse esta interpretación cris­
. tiana de un pasado ipróXimo o remoto:
Decimos

bien : de un
pasado. Pues
somos de aquellos que
siguen creyendo que la historia en estricto
sentiélo, la

historia
verdadera, la única buena y vieja historia, es en primer 'lugar,
es esencialmente, la historia de lo que ha sucedido.
Ya que lo que, por el contrario, llaman a nuestro alrededor
"el sentido

de la
historia'-' es
mucho más una concepción de lo
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LA HISTORIA, EDUCADORA DEL SENTIDO CRJSTI4NO
que no ha ocurrido todavía, W1 sentido del porvenir, uÍl me­
sianismo que un sentido exacto
de las experiencias del pasado.
Pero

-fijémonos bien- tan desconocidas,
deSIJ)1"eciadas, con­
sideradas sin

valor ,práctico son hoy las enseñanzas de la única
verdadera historia ...
, cuanto

se nos recuerda sin cesar
.la obli­
gación

de tener que ceder a las inducciones, a los imperativos de
"la historia,,. Pero de esa ~'historia" que no es más que un
amasijo de

previsiones más o menos serias, teledirigidas sobre
todo por las· corrientes ideológicas dominantes.
Historia
de mañana, cuando no de pasado mañana.
Lo que hace que la historia de lo que es desconocido sea
propuesta como una :referencia más --segura que la historia de
"lo que es conocido". Y es a las inducciones de esta historia­
pá.rv"etiir, de esta historia de lo descortocido, a la que se nos
pide que nos sometamos:
Auténtico mesianismo que tiene -por efecto vaciar la historia
en nombre de la historia.
Así, bajo pretexto de "desmitificación", asistimos a una "des:­
historización"

de las fuentes evangélicas
y de los orígenes cris­
tianos en provecho de
una 'religión del "en-avant" teilhardiano
de
una religión prospectiva, de una religión más del futuro que
di!· lo eterno. Diríase ·de un cristianismo que por fin se decidiría
a salir del limbo... De tal suerte que se nos maneja mucho
más en nombre de los deberes
de una Iglesia por nacer, que
en nombre de las certezas secularmente verificadas de · esta
Iglesia de la que decíamos antes que la meditación de su his­
toria
(¡ de su historia verdadera !) es uno de los medios más
seguros de avanzar más en la contemplación de
la Pasión de
Cristo y del misterio de la Redención del mundo.
* * •
Dejadas ·aparte estaS enseñanzas, ¿' es acaso sor.prendeilte que
se venga
-a' decir (lue "la función de la Iglesia es participar ju'."'
bilosatnente, conscientemente en todas las formas de cambio, de
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JEAN OUSSET
_cualquier cambio ... ' y C]_ue la . principal función de la Iglesia
debe ser desde ahora "la celebración del cambio"? .. .
· "STAT

CRUX, DUM VOLVITUR ORBIS ...
", proclama
la

divisa de los cartujos. "Sólo
la: Cruz
permanece estable en
medio. de· las revoluciones del mundo".
Y no sólo lo proclaman los cartujos, sino que lo grita la his­
toria.
A aquellos, tan numerosos hoy día; que tienen poca afición por
las demostraciones doctrinales; - juzgadas --demasiado abstractas
para ser
cónvincentes, . sepamos

demostrar que la historia, bien
estudiada, no dice otra cosa que lo que dice la doctrina.
Sepamos demQStrar _que no existen - dos universos de ver­
da.des diferentes, incluso contradictorias:. verdades de razt-n pura
y verdades prácticas. Trabajemos por restablecer esa unidad de lo
verdadero de la que el idealismo, el kantismo, el agnosticismo han
hecho perder el sentido. Unidad de. la doble enseñanza de la
doctrina y de la historia, que no es otra que la unidad de la
Creación y de su coherencia.
* * *
Ciertamente, no es extraño ·perderse en la complejidad de
gran número de acontecimientos; Del mismo
modo no
es cosa
pretender que el menor
encadenamiento de

hechos··comporte una
lección clara
y 'perentoria:
Queda patente el hecho de qne si lo dudoso es dudoso, está
claro que lo que es claro es claro. Basta con atenerse· a ello y
negarse a dogmatizar lo .incierto.
Aun despejada de lo discutible, no por ello la historia deja
de ser una fuente irreemplazable -de ejemplos decisivos.
Lecciones en que no sólo
en~uentra su
parte el espíritu, sino
también esa gran potencia sugestiva que es
la imaginación. Pues­
to que las lecciones de la historia s_e ofrecen normalmente, en
efecto,
·b3.jo un

aspecto
-más vivo,

más ilustrado, más concreta­
mente humano que las habituales conclusiones de·
la más rigurosa
especulación .. Y qué debiiitado estaría el poder psicoló.ipco de la
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Fundaci\363n Speiro

LA HISTORIA, EDUCADORA DEL SENTIDO CRISTIANO
enseñanza doctrina.! del Evangelio sin la narración simultánea
que nos ofrece de-la "historia"
de Jesucristo.
Por

lo
demás, ¿ la

dificultad que tieneu
para. creer
no es
acaso deplorada,
por más

de uno, para
qt,ien el acto .de. fe sería
una representación
intelectuaJ encargada

de resolver todos · los
enigmas?
¡ Cuánto más senci~lo y más conforme al "espíritu_ de infan­
cia". es la
contemplación. del

misterio de la Iglesia proyectado
en la historia
!
¡ Cierto l Las páginas de vergüenza y de sangre, las páginas
de cobardía
y abandono se encuentran en gran número.
Pero la Iglesia
(cuerpo. místico
de
Cristo) ¿seria,
como El,
universalmente
redentora si

el inmenso rebaño del que Bernanos
habla en
"La grande peur" pasase demasiado lejos de ella?
" ... rebaño mantenido, reunido por la costumbre o el temür,
para quien lo divino no es más que una especie de coartada -a
su pereza, a
su horror por toda
lucha viril ...
"Pero
¿ quién (lo) recogería sino la Iglesia? ...
"Así se

ve apretarse en
torn~ _a ella,

rechazando a los santos
al atrio
[ de

la Iglesia] una multitud
de desgraciados
que no
vienen a buscar,
.~ tras

época,
nada: más
que el descanso,
honores o reutas, incapaces de hallar en otra parte
el pan de
su
propia. codicia.

Cualquieia que se extrañase de verlos
áhí se
parec;ería

a
fos fariseos

ceñudos mirando con desprecio
por" en­
cima ·d~l hombro al rabb{ Jesús co~ su eséolta de

cojos, ciegos,
mendigos
y probablemeute

también de simuladores. Pues la
Iglesia no es
en· abSoluto el Panteón de los grandes hombres,
sino, por
el contrario, bajo la furia de la lluvia y el viento
eternos, el refugio donde_ la especie más. miserable viene
_a re­
cibir de Dios y de sus santos, día tras día, de qué subSistir, a
pesar
de todo, hasta el
eterno_ perdón."
Este

es, en verdad, el
Primer velo def misterio
de la IgleSia.
El que
corresponde a

la
descripción de Isaías: "No
lo hemos
reconocido. Sin hermosura. Sin brillo. Despreciado.
El· último
de-los

hombres. Un ser de
dolor;· r6to · por' el sufrirni~to, des­
figurado,
semejante' a un leproso."
39
Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
j Sí! Este es en verdad el primer aspecto de la Iglesia, como
también la primera enseñanza de
la historia respecto a ella.
Pero así
como hay Ótí-o aspecto ---el grande, el verdadero, el
resplandeciente
aspecto--del

misterio de Cristo y de
la Iglesia;
del mismo modo la historia no deja de presentar otro. Ese otro
que es también el grande, el verdadero, el resplandeciente.
Aspecto que, de está: Iglesia sumergi4a, ,¡x>r los "cojos", los
'1ciegos", los "mendigos", los
simuladores denunciados por Ber­
nanos, hace la Esposa radiante y virginal. Fuente de santidad
en la vida
privada. Fuente
de civilización, de orden
y de ¡,az en
la
vida
publicá.
La

Iglesia, madre de los libertadores de esclavos. Madre
institutriz de los pueblos
bárbaros. Madre

de los monjes ro­
turadores, agricultores, constructores y e-ducadores.
La Iglesia, madre de las ciudades-asilo de la Edad Media.
Madre de los
hospitales y
los orfanatos.
La Iglesia, madre del
respeto a

la mujer y al honor familiar.
Madre del
espíritu caballeresco.

Madre de las únicas medidas
que hicieron retroceder la guerra
y que humanizaron sus daños.
La Iglesia, madre de las escuelas extendidas por todas partes
} para todos.

Madre de las universidades. Madre de aquellos
lectores de los que Condorcet se vio obligado a reconocer que
se les deben todas las nociones esenciales de la metafísica
y de
la epistemología.
La Iglesia, única que profesa todavía hoy la ob­
jetividad del conocimiento
intelecin.tal contra
el agnosticismo más
o menos
completo del idealismo, del

sensualismo, del
positivis­
mo, etc.
La Iglesia, madre de las más nobles figuras de soberanos
que el mundo ha conocido jamás.
La Iglesia, madre de las encí­
clicas sociales. Madre
protectora de

los derechos
· de
la persona
contra el totalitarismo moderno. Madre protectora de los
cuerpos
intermedios. Madre protectora de las fuentes de. la vida contra
el neo-malthusianismo, el aborto, l.:1, esterilización, la eutanasia.
La Iglesia, madre protectora de las artes. Madre del grego­
riano. Madre de nuestras basílicas y_ de nuestras ·catedrales.
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Fundaci\363n Speiro

LA HISTORIA, EDUCADORA DEL SENTIDO CRISTIANO
La Iglesia, madre de los santos,. Madre de los apóstoles y
de los mártires.
Por un ejército de "cojos", de "ciegos' de "mendigos",
de "simuladores_"· ... ¿ quién da más?
¿ Más en permanencia en el tiempo?
¿ Más en universalidad de las realizaciones?
¿ Más en calidad, en heroicidad de los servicios prestados?
* * *
Ahora bien, ¿ cómo, sino por una meditación piadosa de la
historia, podemos tomar conciencia suficientemente viva de estos
dos aspectos del misterio de la Iglesia?
De una parte, la evidencia de una miseria difícil de limpiar,
fundamental,
"original" ... y de otra parte esta evidencia igual­
mente clara de la salvación, del rescate, de la redención de este
todo y de esta miseria por medio de los que hay que repetir con
San Pablo que son locura
y escándalo a los ojos del mundo.
Pero
¿ qué sería la Redencióp, qué sería el divino rescate
si no consistieran en salvar, en rescatar lo que indiscutiblemente
uestaba. perdido"?
¡ Verdad ésta que una profunda meditación doctrinal puede
alcanzar, ciertamente !
Pero ¡ cuánto más lo ilustra el estudio de la historia! ; ¡ cuánto
más relieve y vida le da el estudio de la historia!
Y qué sensible se nos hace lo que
tan felizmente dijo el car­
denal

Joumet: "todas
las contradicciones desaparecen ...
desde
el momento en que se ha comprendido qne los miembros de
la Iglesia pecan, cierto, pero en tanto que traicionan a la Iglesia;
que
la Iglesia no es sin q::,ecadores, pero es sin pecado".
Por consiguiente, en el plano social esta diferencia es radical
entre un mal debido a una debilidad, a una malicia individuales
que hacen que no se viva según los principios fijados ... ; y ese
otro
mal que se comete en nombre de principios o sin contra­
decirlos.
Diferencia radical entre ese mal que, según la· frase del car-
41
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JEAN OUSSET
y ese otro mal cometido a pesar de la santidad de los principios,
por la
sola indigencia del hombre pecador.
He ahí lo que la historia no ha cesado de enseñar con re­
cursos
de ilustraciones incompatibles: por un-.lado, las secuelas
lamentables de una caída original cuya herida se ve bastante claro
qtie se· piólohgá· de generación en generación ... y: por otrá parte,
la magnificencia de la acción divina, de la obra de la Iglesia entre
los hombres y a pesar de su miseria.
• * *
Historia, pues, que confirma, que ilustra simultáneamente lo
que la doctrina revela sobre
la indigencia del hombre caído y
lo que esta doctrina dice también de las posibilidades del hombre
por de
la gracia. ·
Historia que si bien ilumina con· una luz tan a· menudo trá­
gica las posibilidades del· mal, no por. ello revela menos los re­
cursos incomparables, las maravillosas revanchas de la verdad,
dé lo hermoso y del bien-.
La historia, pues, escuela de sana desconfianza pero, además,
de
santa esperanza. · Eh la

medida en que es la
gran escuela
de
la
ex:periencia humana. Y por tanto la gran escuela

de la acción.
Como' ha dicho Gustave Thibon: "¿-hay enseñanza más· viril
pára ·1as jóvenes gerieraciones ·que el mostrarles qu:e ninguna he­
renda
del .pasado se ·adquiere, que ninguna promesa del porvenir
es segura y que la realidad del mañana-depende únicamente de su
fidelidad, de su valor", de su persiµicacia· en-captar, ·en explotar
el :áContecimiento? ·
-POrqtie, como Maurras observabá, "aquel que ve cuántos efec­
tos diversos·
y lejanas consecúentias pueden nacer de la · más
pequeña iniciativa ·de· un hombre o de un pequeño grupo de
hombres bien dirigidos ... ése se hace absolutamente inaccesible
a· la desesperación!':
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LA HISTORIA, EDUCADORA DEL SENTIDO CRISTIANO
; Prudencia, pues! Lo que no quiere decir pusilanimidad o
"cobardía".
¡Valor!
¡
Esperanza indefectible!
¡

Celo infatigable en la acción!
Porque sólo
los que perseveran
basta
el fin son artesanos de su propia salvación.
Esas. son las
grandes señales del

sentido cristiano de
la his-
toria.
¡ A la-,.acción pues l
Y para ello, una élite de hombres;·
Una élite de hombres no sólo· instruidos, hábiles, resueltos,
tenaces, sino también diversos en extremo. Extendidos j por todas
partes y en todos los ambient~s ! No al modo de los trotamundos,
sino· coino -los elementos más competentes, más presentes~ más
dinámicos.
Laicos valientes
y conscientes de su responsabilidad.
Pues en la historia no se ba hecho nada eficaz y verdaderamente
profundo sin. esta previa e intensa formación de algunos.
Una ·élite de hombres -que, cualesquiera que sean los deberes;
carismas,. misiones, vocaciones de -cada uno, sepan mantener el
sentido de una acción más -amplia y el cuidado de la mejor cbm­
plementariedad de esta acción.
Una élite de hombres que por comprometidos ·que estén-.ert
acciones diferentes no por ello alimenten menos (por encima de
estas últimas-
y cualesquiera ·que sean los coriflictos) un espíritu
generador de unión, de concierto;
por inteligencia recíproca· de
las

diversas opciones; favoreciendo así
la complementariedad,,
la solidaridad de las iniciativas.
Una élite que baya comprendido que en el momento en que
en todo el mundo la Revolm;:ión se h~e "culturé!,l" para apode­
rarse mejor· de todo· el hombre, no hay ninguna posibilidad de
hacer progresar la verdad si se la profesa sólo a medias. Nunca se ba realizado conversión alguna por la proposición de
un mínimo.
Jamás ba sido provocado un gran impulso con rudimentos mal
hilvanad(J,'l de

doctrina.
· ··i ia~ ::etdad no entusiasma sino cuando aparece en el esplen:..
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JEAN OUSSET
dor de su universalidad! Doctrina católica confirmada por la
historia ...
¡ Si realmente llamáramos a la puerta, se nos abriría!
Lo pretende el Evangelio, ¿ creemos en él?
Y ¿ acaso no corremos el peligro, por :el contrario, de inere­
cer oír que se nos diga lo que la madre del último rey moro de
Granada pudo espetar a su hijo cuando hubo de abandonar su
capital ante el avance victorioso del ejército de Isabel y Fer­
nando: "No es bueno llorar y lamentarse como una mujer cuando
se está en trance de perder lo que no se ha tenido la voluntad, la
tenacidad de defender como un hombre."
Consecuentemente, ¿ nos batimos seriamente, cada uno en su
puesto?
¡ No de un modo impulsivo ! ¡ No en el desorden de unas
operaciones mal concertadas !
Como el cardenal Ottaviani nos lo recomienda. . . ¡ Es deber
de todos!... Cualesquiera que sean las vicisitudes de la historia!
¡ Atentos a regular mejor cada día el dispositivo de nuestra ac­
ción! ¡ Confiados en el poder de la gracia!
Pues
Dios
se sirve, nos
recuerda el cardenal, de cuanto hay
de pequeño y débil aquí abajo
para confundir lo que hay de
fuerte y prudente según el siglo. A
fin de que ningún hombre
pueda gloriarse ante Dios. Llenos sólo de la
fe en Aquel que vive y reina por los siglos
de los siglos.
Este es el sentido que debemos tener, tanto de la historia
como de la acción.
¡ Sentido del que el Credo es el argumento, la proclamación
mayor!
Lo que me incita a pediros ( como al final del congreso pre­
cedente) que lo Cantemos jtlntos ... , tal como nuestro santísimo
Padre el Papa Pablo VI lo recomienda a toda asamblea cris­
tiana en este año de la· fe !
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