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La religión antropocéntrica y la teología de la muerte de Dios

LA RELIGION ANTROPOCENTRICA Y LA TEOLOGIA DE LA MUERTE DE DIOS
El catolicismo no es antropocéntrico ni temp~ralista.
••Tie111C lugar también1 en los arnbientes que se consideran re­
nzigiosos
y cristianos: el fenrómeno de la religión awtropocéntrica,
"es decir, orien1tada hacia el hombre como sw principal objeto
"de interés, mi·entras que la religión debe ser, por su naturaleza,
'Jteocénitrica, es deci:r, orientada hacia Dios, cmno su primer prin­
"
cipio, y a su último fin (Cfr., S. Th., II-II, 82), y después hacia
"el
homcl,re considerado, buscado, amado en función de

su origen
"divino y de su~ relaciones y deberes que de aquél derivan. Se
"ha hablado
de religión verf!ical y de religi6n horizontal; esta
"segunda,
filan1tr6pica y social, es /a que prevalece hoy en el
nque no

tenga la
visióni soberana del orden O'l'l,ltológico, es decir,
"real y objetivo, de la
religión. ¡Queremos acaso

negar la
im-­
,, P'ortancia
y la fuierza q1.~e la fe católica atribuye aJ, interés que
"se debe al hombre? En· absoluta, nio. Ni tampoco queremos ate­
"nmJJY este interés, que para noso·tros,

cristianos, debe ser en
"si1tmo grado y contiruuamente obligatorio: Bien recordamos que
"seremos juzgaáO's según el amor efectivo que habrenios
"tenido a niuiestrro prójimo, especialmente a! necesitado, al que
"sufre, al qwe está cmdo (Cfr. Mal., 25, 31 y sigs.). No tene­
"mlos ninguna reserva qwe -hacer sobre este pUfflI.to. Pero debemos
"recordar siempre qwe el principio del amor al pr6jimo es el
"amor a Dios.
Quien olvidase la raz6n por

la cual debemos
"llamarnos hermooos de los hombres, a saber, la cmnún pater­
"nidad de Dios, podri.a, en un m1omento dado, ol1ndarse de
"los deberes groosimos de tal fratern;,dad, y podría descubrir 11 en el propio semejan1te, no :va a uno herman,o, sino a u~ e.i-­
"traño,
un rival, un enemiga. Dar'_ en la reliqión la primacía
'' a la tenden1cia hwmanitaria lleva el pel1:gro de tran'SjtYYmar la
''teología en sociología y de olvidar !a fundamental .ierarquía
nde los seres y de los valores: «yo soy el Señor tu Dios ... , no
"tendrás otro Dios fwera de mí» (Cfr. Ez., 20, 1 y sigs.); así
''en el Antiguo Testamen1to, y en el Nuevo, Cristo nos enseña:
"«Ama a

Dios ... , éste es el más
grande y el primver mandam11·ento.
"El segwndo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a
"ti mismo» (Mal. 22, 37 y 39).
Fundaci\363n Speiro

"La fe, aceptada y practicada, no es unu evasión de los
"deberes de la
caridad y
de
las grandes y

urgentes
necesidades
"de orden social; por el contrario, es su inspiración y su fuerza.
"Es IUflnbién el. remedio contra la tentación de caer en el temr
"paralismo, esto es, en, el predomi'l"llio de los intereses temPo­
"roüs, del cual la religión deberú,, verse libre hoy más que
J'nwnca, y con.tra la otra tentaci6n tnás gruve de querer instaw­
~'rar uw nuevo orden1 social sin la cMidad, sino con la violencia,
"sustituyendo u1' domi1'io prepotente y egmsta con otro con°
"siderado como i"nservible o injusto.
11Una moral sin Dios, wn cristianismo-sini Cristo y sin su
"Iglesia, un humonism,o sin el autén,tico concepto del homb-re,
"no nos conduce a un buen1 fin. Que wuestra fe nos preserve
"de semejan.tes
fatales errCYYes y sea para nosotros luz y maes­
"tra en la búsqi,eda de

la perfección personal y
so'Cial."
PAur..o VI : Alocución en la Audiencia General
del 10 de julio (texto italiano en L'Osservatore
Romano
del

11 de julio de 1968; texto en
castellano:
Ecclesia. núm. 1.399, sábado 20 de
julio de 1968).
El ·próblema de Dios. cuando se trata de sustituir la teología
por la

antropología.
"Dios es presentado como problema; y la solución del pro­
"b!ema
es, por un. compleja de causas, dirigida a desilu!ionar
"~! pensamiento hoy corriente de poder asignar a Dios un puesto
"en la certeza y
U1' influjo irradiwte sobre la vida del hombre.
"Otras veces

el
«itinerariUrm men1tis» estaba

espontáneamente
"dirigido
a la conquista de algo superior y de un iluminado
"con1ocim·i"en1to
de Dfos; más aún, de cierta relación con El,
"que
imprimía a

la vida
un sen1tido propio, un

orden propio,
un
"movimiento
propio.

Hoy el «itinerarium»
tiende al alejamien·
uta,
al apMtamiento de Dios, ya sea que este alejamiento .se
"de'tenga
en
la
sustitución, de
la
teologú,, Por la

antropología;
"esto es,

haga del
hombre el
ser
primero y
el
valor abso!uto,
"ya

sea que más
lógicamente prosiga hacia el abismo de la
"nada
o al men·os de

lo
absurdo, y a menudo

de la
locwra o
la
"desesperacióffl.}J_
PAULO VI : Discurso al Congreso del Mo­
vimif•nto de Graduados de Acción Católica
Italiana, 29 de agosto de 1967 (texto italiano
en L'Osservatore Romano del 1 de septiembre;
texto en castellano: Eccle.sia, núm. 1.357, 16
de septiembre de 1968.)
Fundaci\363n Speiro

La Teología de la muerte de Dios.
"Detengamios por un instante niuestra atendón sobre esta
"sola observación: aqwí Dios es

de casa. Nos
vienrn a
la
me­
"moria
las palabras del Gén~sis «; Qué terrible es este lugar!
"No es

sino la casa de Dios
y la puerta del CiBlo» (Gén., 28, 17).
"Aquí todo habla de aquel Dios que
fwera, eu
el mundo profa­
"no, especiaJ!met11te en un1 determinado ·sector excéntrico y agitado
"del pensamien:to moderno, se dice que ha muerto. Ningwn,a
"con;tradicció,tv es miás violenta y sacrílega que la que existe entre
n estos dos térmiw.os: Dios y la muerte, si se consideran en su
"significado

objetivo: El
Ser y

la
nada, la
Vida y su negación,,
"el Absoluto y el absu'lrdo, el N e-cesario y lo inco11i..rciente, la
"Verdad y la ausmcia de ésta, la Felicidad y la desesperación.
"Pero sabemos

que este
«slogan» infeliz

se aplica eu el lenguaje
"cultural a su signrificado subjetivo, esto es, al pensatmiento del
"honV}JIYe, que ya n.o sabe datr un

sentido,
'UJ1'I) valor al n,ombre
"inefable de Dios. Dios habria muerto en la m~ntalidad del
"hombre. No es
e!) sol el que se ha apagado; es el ojo del hom­
ubre el CJlliB se ha oscurecido.
"Tal vez no se atrevan todos a decir que Dios ha muerto en
"sí mismo; pero se demuestra que está muerto en el pensamien:to,
"en

la psicología
y en, la necesidad del homl:,re. Es necesario leer
"cuanto el

C
onicilio nos
enseña
sobre esta awsencia del pen­
" samriento de

Dios, de
la fe eu Dios en el hombre moderno: pár
"gina grave, densa
y dolorosa (Gaudium et Spes, n." 19, 20): El
"ateísmo ccm.temporáneo, escribe un conocülo te6logo, se presenta
"como u1na hermenéutica, una explicaci?n final, triunfal, o deses~
"perado,
o

sereno,
según los casos; según. que prácticamente pro­
,,
penda hacia el colectims,rw o

la
anarqufa, sea
que
colaq-lo
JJ absoluto eni e-l hombre o en la naturaleza o rechace todo lo abso­
"luto; ... o se

atribuya la
función de revelador del sentido profundo
"de los problemas

(Cfr. De Lubac, «Ateísmo
y sentido del hom­
"bre»,
30-31).
JJOs decimos

estas
cosas porque están en el

aire
que hoy
"lados respiran y para que podáis descubrir la paradoja que en­
"contráis donde
la

Iglesia,
en cualquier wive! de su autenticidad
Fundaci\363n Speiro

"y aquí de una nu»J'llera más característica y representativa, se
"presenta, y donde no duda en afirmar, ayer como hcy, que para
"ella

Dios no
ha muerto y con,timrúa impávida y feliz testimoniando
"y proclamwndo
con

Pedro
que Cristo es

el Hijo de Dios vivó
"y celebrando con

alegre certeza la gloria de Dios.
)) NO' falta quien considere extraña esta voz qwe sobrevive,
"hasta el pwnio de pron1osticar que ésta no dutrará o que se uni­
"formará con las teologías equívocas

de la
incrediiilidad mo­
,, derna,
del poscristianismo; de

cierto
wihüismo filosófico con,­
"temporáneo.
Por

gracia del Señor, que
hace avanzar a

su lgle­
n sia a través de los siglos1 nio nos asusta esta inifausta profecia,
"aunque tenga cumplimien1to eni umia determinada parte de la
n humawidad! injiel a su. VO'cación de verdad y de vida.'!
PAULO VI : Alocución en la Audiencia Ge­
neral del 13 de noviembre (texto italiano en
L'Osservatore Romano del

14 de noviembre
de 1968; texto en castellano:
Ecclesia, núme­
ro

1.417, sábado
23 de noviembre de 1968).
La muerte de Dios se resuelve en muerte del bomhre.
"Se cae en el olvido de

que el
homl>re, en todo su ser espi­
nt'itual,
en,! sus supremas facultades de conocer y amar, es corre­
"lativo a Dios;
está hec'ho para El; y

toda
conqwista del espi­
nritu humarnJo aumenta en él la inqwietud y enciende el deseo
"de avimzcrr,
de

llegar al
océano del ser

de
la vida, a

la
verdad
"plena,
única

que da la felicidad. Suprimir a Dios
com10 término
"de
la

búsqueda a
la cual el hom.bre por naturaleza está incli­
'1nado,
significa

mortificar al
hmn1bre mismo: La llamada «muerte
' 1de Dios» se resuelve en
la muerte del hombre.
"No estamos solos al afirmar una verdad tan triste. He aqui
"wn testimanrio que nos ha dejado un cultísim.o escritor de v~
"guardia

e
infelicísimo represen:tante de la cultura m.oderna
"(Klaus
Mann,, hijo de Thomas). EscriMa él: «No hay esp·e­
nranza. Nosof:ros·los fntelectuales, úYa:i-dores
o

víctimas,
hariamos
'1"m,en en reconocer nruiestra situación corno
abso!utamente deses­
" perada.

¡Por qué
hem'Ds de forjarnüs ilusiones? Estamos
n perdidos. H em1os sido derrotados»."
PAULO VI : Alocución en la Audiencia Ge­
neral del 20 de noviembre (texto italiano en
L'Os.<:ervatore Romano del 21 de noviembre
de 1968; texto en castellano: Ecclesia, núme­
ro 1.418,

sábado 30 de noviembre de 1968).
Fundaci\363n Speiro