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Número 75-76

Serie VIII

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Declaración de principios y criterios sacerdotales (Vich, 12-V-1969)

DECLARACION DE PRINCIPIOS Y CRITERIOS SACERDOTALES
Publicada en Vich el 12 de mayo de 1969 por Sacerdotes ,
de la ASOCIAC!ON DE SAN ANTONIO MARIA CLARET
El lunes 12 de
mayó, con
la asistencia de más de trescientos sacer­
dotes, que representaban a siete _obispados de Cataluña, se celebró una
jornada de espiritualidad sacerdotal, organizada por la Asociación de
Sacerdotes y Religiosos de
San Antonio
María Claret
(*), ante el se­
pulcro de su -celestial patrón.·
El acto culminante lo constituyó la publicación de un importante do­
cumento intitula-do Declaración de los· Principios y Criterios Sacerdotales,
ert e1 qlle todos los s~erdotes presentes y los que ya se habían adherido,
con. un total· de más de mil, toman posición decidida ante los problemas
que tienen planteados los sacerdotes en esta hora actual.
V~BO, por corisiderarla de extraordinaria importancia, ha estimado de
stimo interés

su
publicación.
Junto al sepulcro del gran arzobispo y misionero popular,
Sañ
Antonio

María Claret, que recristianizó Cataluña, Canarias,
Cnba
y España en\era; en este día del Beato Juan de Avila, pa­
trono
del clero secular español, y en su año centenario, en esta­
ciudad de Vich, cuna de
santos, de
mártires, de fundadores de
congregaciones religiosas de hombres y mujeres, y sede de sabios
y virtuosos prelados, nos hallamos reunidos sacerdotes y religiosos
que, sin dramatismos impropios de la serenidad sacerdotal, pero
con humilde sentido de nuestras responsabilidades, queremos rea­
firmar los grandes ideales
y deberes, principios y criterios de
nuestro sacerdocio.
Vocación.
Sentimos la alegria de haber seguido la vocac10n sacerdotal.
Con gozo
saboreamos la
palabra de Jesús:
"No me
habéis elegido
vosotros a
Mí, sino

que Yo os elegí a vosotros" (Jo. 15, 16}.
Damos gracias al Señor por los bienes que recibimos de nues­
tros superiores, directores espirituales
y profesores en los años
(*) Princesa, 21, Barcelona-3.
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PR1NCIPIOS Y CRITERIOS SACERJJOT ALES
de formación. Revivimos la emoción única de nuestra órdenaciQ;n
sacerdotal
y
primera misa. Y anhelamos que aquellos sentimien­
tos que entonces
nos. embargaban permanezcan en

nosotros mien­
tras vivamos.
Acción

de gracias.
También entonamos nuestro himno de agradecimiento por
todas nuestras misas, predicaciones, bautísmos, últimos
sacra·
mentos,

confesiones, enseñanza del catecismo, asistencia a enfer­
mos y ministerios. todos. Sólo nos remuer-de la indignidad y el
poco fervor con que tantas veces los habremos· ejercido.
Celibato.
Renovamos la ofrenda de nuestro celibato eclesiástico, con­
vencidos de ser la suprema muestra de nuestro_ amor a Dios, una
liberación de mil ataduras materiales que impiden la plena en­
trega a las almas y nn feliz anticipo de lo que es la bienaventu­
rada ciudadanía de la Gloria. Ante los ataques contra
él celibato,
nosotros.

apoyados en la Tradición de la Iglesia y en la ejem­
plaridad de
tantos y tantos sacerdotes y religiosos, repetimos que
el celibato es posible y fácil para los que cuentan
con la
grada
divina.
La misa bien celebrada, el breviario debidamet_1.te rezado,
la
devoción a María, la huida de las ocasiones de pecado, son
medios. inf:;i.libles rpara conservar

intrépidamente
·la virtud
angé­
lica. Por ello. frente a
los vanos

pretextos que se vienen esgri­
miendo, nos unimos a las razones de Paulo VI en su
"Sacerdo­
talis
coelibatus".

Y pedimos a la
Santa Sede
y al
EJJ1scopado
que

aseguren en los seminarios
y casas de formación ·el ~Ultivo
verdadero

del _amor a la
·pureza sacerdotal.
Formación Eclesiástica.
Estamos

muy convencidos que es en balde la defensa del
celibato
si al

mismo tiempo no se asegura la formación
_--:filosófica
y

teológica. siguiendo a los Doctores de la Iglesia y
principal­
mente a Santo

Tomás de
Aquino y
apartándose totahnente de
autores más que sospechosos
que destruyen

los fundamentos del
saber racional
y las bases de los.motivos de credibilidad. Mucha
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PRINCIPIOS Y CRITERIOS SACERDOTALES
pérdida de fe y lamentables apostasías tiene origen en estos
autores que desgraciadamente consiguen demasiada audiencia e
incomprensible tolerancia, agravadas por las audacias públicas
de tantos profesores incompetentes por su inseguridad doctrinal.
Si
no se restauran con acierto los estudios eclesiásticos si­
guiendo autores seguros
y con profesores dignos de confianza,
los peligros de herejía
y de ciSma, así como el desprestigio
público del celibato son no sólo previsibles, sino en cierta ma­
nera queridos por aquellos que han de evitarlos, cuya responsa­
bilidad sólo Dios puede medir.
Se dice que la pedagogía moderna exige nuevas modalidades
en
fa disciplina y métodos de formación eclesiástica. Pero la as­
cética del Evangelio pide, en todo
tiempo, la
huida de las oca­
siones, la guarda de los sentidos, la oración mental, la mortifi­
e,ación. Si la mundanidad en sus diversas expresiones tiene vía
Hbre en

los seminarios
y en ellos se cultivan experiencias que
ponen
en peligro normal la virtud de
los jóvenes,,
en esto y no
en teorías capciosas está
la causa

de las defecciones
y progresivo
descenso vocacional.
Tradición. No canonizamos con estas afirmaciones todo lo que ocurría
en los seminarios y casas de formación de otra época. Es una
sutil tentación
actual caer

en la dialéctica de contraponer ma­
yores
y jóvenes, inventar tensiones y problématizar situaciones
claras
y evidentes, No, no canonizamos viejos moldes. Sí vene­
ramos y amamos la tradición de la Iglesia, manifiesta en el
ejemplo
y vida de grandes formadores sacerdotales como San Vi­
cente de Paúl,
mo.sén Sol,
San Antonio María Ciare!, el Vene­
rable Olier, San CarlosBorromeo.
La fórmula estriba no en in­
ventar contraposiciones artificiales entre tendencias viciosas, ex­
presadas corno "integrismo
y progres~srn0", "aperturismo e in­
movilismo",
sino en volver
fodos a las fuentes
de la mejor escuela
de formación, cuyo fruto siempre será
un amor

encendido al
sagrado celibato
y a todas las virtudes sacerdotales.
Autoridad. No
menos_ sentimos el im;pulso de expresar el más profundo
convencimierito de

que la autoridad en la Iglesia
llo se
funda ni
puede basarse en los procedimientos de algunas
coru:epciones
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PRJNC/PIOS Y CRJTERJOS SACERDOTALES
políticas. La constitución divina de la Iglesia abona la autoridad
pontificia
y episropaJ, no por la fuerza de los votos, ni el con­
senso de una mayoría, ni la recogida de unas firmas como báculos
del gobierno eclesiástico. Su fuerza radica en
el Espíritu Santo
y quienes están colocados para regir la Iglesia, en El exclusiva-
mente han de encontrar su fortaleza.
.
Hoy el pueblo cristiano advierte con angustia muchos silen­
cios

magisteriales
y observa que existen unos complejos que con­
dicionan el ejercicio del gobierno
eclesiástico con
grave detri­
mento de las almas y de toda la Iglesia. Seriamente y humilde­
mente pedimos a nuestros pastores reflexionen ante Dios si los
conceptos de colegialidad y corresponsabilidad que se vienen uti­
lizando son c01TI[)atibles
con las
definiciones del Concilio Vatica­
no I y con la constitución dogmática "Lumen gentium," del
Vaticano II, cuya exégesis únicamente válida en esta materia nos
la da la
No/a Explicativa
Previa adjunta al Documento. Quizás
en este
aspecto se

haya abierto una fisura en la autoridad de la
Iglesia mutilando su misión sobrenatural
y convirtiéndola en un
sistema de
po:ler constitucional

al servicio
de clanes,
partidos
y
los llamados grupos de presión, cuya existencia es completamente
ajena
a las enseñanzas del Evangelio.
Temporalismo.,
También los sacerdotes, en esta hora del mundo de tanta
apostasía, corremos
el peligro de minusvalorar nuestros deberes
sobrenaturales
y entregarnos a temporalismos aliicortos. Decirnos
con

el gran
obispo doctor
Torras
y Bagés: "Nunca hemos de
olvidar que
Jesucristo no

nos hizo ordenadores de
pueblos ni
confeccionadores

de sociedades, sino
Piscatores homin,wm, . .. He­
mos de buscar las almas en cuanto son redimidas por Jesucristo,
no en cuanto
son elementos de una sociedad; acordémonos que
no somos sociólogos, sino sacerdotes de Dios ... Quisiéramos que
nuestro
estado respirase sobrenaturalismo

por todos
sus poros
y que en la práctica de la vida social todas sus acciones ejer­
ciesen
siempre esa divina influencia."
No propugnamos,
empero, una
evasión angelista de los pro­
blemas políticos
y sociales. El mismo Torras y Bagés dice tam­
bién: "Nunca la política ha creado ni ordenado la sociedad;
quien lo ha hecho ha sido siempre
1a religión, que es su madre.
Cuando la política, o lo que llamamos política,
ha desorganizado
los pueblos,
ha deshecho la sociedad y ha pervertido a los ciuda0
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PRINCIPIOS Y CRITERIOS SACERDOTALES
danos, se presenta otra vez la religión, y con entrañas de madre
empieza el

trabajo oscuro
y difícil de recoger los fragmentos,
Unir, y proporcionar las partes y restaurar el edificio. El sacer­
dote
es el eterno restaurador ele la vida social
por la
impresión
del espíritu sobrenatural que cura los individuos, los ata entre sí
y vivifica el conjunto con la caridad, único vínculo social verda­
dero~ contrapuesto al egoísmo del estado salvaje."
Cuanto dice el
graff obispo
de Vich es luz para entender el
d~creto conciliar "Praésbyterorum

ordinis"
y para una recta in­
terpretación de la "Gaud1um et Spes". En consecuencia ·creemos
que el sacerdote debe fundamentalmente ser el "alter Christus",
o sea el hombre de lo sobrenatural. Y que el "orden político y
social brota espontáneamente como una flor de la doctrina del
Evangelio", como enseñaba el propio doctor Torras y Bagés.
Sí,
los sacetdotes debernos ·iluminar los

grandes conceptos de socie­
d:,d y estado, de poder y libertad, de propiedad y de trabajo,
de organización profesional y derechos de las sociedades subsi­
diarias. Pero todo esto según los .principios del derecho natural,
de
la ética y de los documentos pontificios.
Por esto jamás los sacerdotes ]X)dremos colaborar ni directa
ni indirectamente con
el comunismo, qtle por naturaleza es intrín­
secamente perverso, y aun en el supuesto de que pudiera sepa­
rarse de su congénito ateísmo --.Jo que realmente no es posible­
siempre es
antinatural. Nos parece inconcebible que el esfuerzo
y el trabajo de algún sacerdote pueda significar en ningún mo­
mento_

una
colaboración para que se implante el ateísmo y la
ti-ta.nía. comunista.
En este sentido lamentamos en la formación sacerdotal una
laguna:
la ausencia de doctrina social y política según los prin­
cipios de la Iglesia enraizados en la doctrina teológica de la
realeza de Cristo

en la sociedad.
Tal vacío en mentes no sufi­
.cientémente forma-das da lugar a obsesiones de sociolagismos
'desenfrenadOs y-a eaer en comipromj_sos con los peores enemigos
de la Iglesia de Dios, mintiendo pretextos evangélicos y conci­
liares.
Esta actitud nos separa totalmente de todo conservadurismo
egoísta, de todo silencio pecaminoso ante las injusticias sociales,
die toda concomitancia con poderes plutocráticos. No es admisible
ni cristiána fa ··lucha de clases, nj. tampoco la concepción liberal
de la vida social aunque muchas veces sus fórmulas vengan re­
coinendadas
y etiquetadas como mercancías crist1anas. Creemos
que las ¡¡loriosas figuras del cardenal Mercier v del cardenal
Gómá, de San Antonio

Maria Claret, de Jaime Balmes y del
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PRINCIPIOS Y CRITERIOS SACERDOTALES
obispo Torras y Bagés ofre<:en un raudal de definitivas lecciones
de
intervencionismo social y político, tan alejados de enfeuda,;
mientos innobles y servilismos pegajosos como de violencias in,.
justas y agresividades incompatibles con los mismos pre<:eptos
del
Decálogo.
·
Situación de escándalo.
El celo que, como sacerdotes, sentimos por la salvación.
de·
las almas nos

provoca terribles angustias hoy.
Muchos errores
circulan impunemente no sólo en libros del todo anticristianos,
sino aun en revistas llamadas católicas y en autores que publican
con o sin censura eclesiástica. Nos duele en el alma la creciente
marea de amoralismo y corrupción de costumbres en· la riiñez·;
en la juventud, en e1 matrimonio, en la vida pública, en los medios
de comunicación social. Esta
situación de eScándalo, con sér tan
gravemente perjudicial a la fe y a la vida cristiana, no se ve
atajada ni denunciada siquiera doctrinalmente. Todo ello, explica
el

descenso que advertimos en la práctica
religiosd de nuestrOS
pueblos y ciudades en medio de un silencio culpable y de un
acomplejamiento
mundano. ·
Pastoral.
El problema, visto con
OJOS sacerdotales, se agrava al con­
probar cómo se permiten ciertos experimentos mal llamados
"pastorales", que son la negación de lo que siempre se entendió
por evangelización. Se difumina la parroquia institucional su~
tituida por acciones

arbitrarias
y ajerárquicas de clara erupción
"profética". Los ataques a la devoción a la Santísima -Virgen,
a los santos, a las imágenes, a las misiones populares,. a los
ejercicios espirituales ignacianos, a los cursillos de cristiandad,
a las asociaciones piadosas culminan ya en atrevidas. y· arbitrarias
innovaciones litúrgcas cuando no verdaderas profanaciones y
desprecios del Señor Sacramentado. Añadamos la casi supresión
de la enseñanza del Catecismo, de la confesión fre<:uente, de la
dirección espiritual y habremos constatado un panorama desola­
dor
y árido de la vida e.5,pirittial de nuestros fieles.
Sentiríamos verdadero entusiasmo
fK)r unos
medios pastoraJe·s
que incrementaran la piedad y el amor a Dios y la práctica de
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PRINCIPIOS Y CRITERIOS SACERDOTALES
todas las virtudes. Pero la realidad de conjunto es completamente
diversa.
No nos aferramos a los medios tradicionales por tradiciona­
les, sino por la eficacia que en todo tiempo han tenido y tendrán.
FleJCibles a

todas las adaptaciones que vengan verdaderamente
del
Espíritu Santo, no tenernos otro criterio para discernir que
el mismo de Jesús:
"Por sus
frutos los conoceréis." Al compro­
meternos a trabajar apostólicamente en nuestras parroquias y
comunidades y centros de actividad, querernos reivindicar con
toda su fuerza la pastoral con que gigantes de santidad como
el
Cura de Ars, el Beato Juan de Avila y nuestro San Antonio
María Oaret santificaron generaciones y pueblos.
Ecumenismo y libertad religiosa.
Fieles

a estos principios, deploramos ciertas
interpretaciones
prácticas
del

ecumenismo y de la libertad religiosa, entendida
ésta muchas veces
y tolerada como asalto a la sencillez cristiana
de nuestras gentes, ejercida con medios potentes financieros y
propagandísticos de sectas y fuerzas subversivas que no tienen
otro ideal que el de destruir
h fe católica, negando los dogmas
y verdades patentes en el mismo Evangelio y
doctrina verdadera.
Es muy lamentable que algún día, por no haber puntualizado en
qué estriba el genuino ecumenismo, que
jamás debe degenerar
en

un sincretismo babélico, caiga sobre éstos
y sobre las aplica­
ciones

hechas de
la doctrina

conciliar sobre la libertad religiosa,
la triste apostasía de muchos y quizá la pérdida eterna
de muchas
alrnas. Tales extremos eran los que temían santos. como Ignacio
de Loyola
y Teresa de Jesús. Que algunos, ahora, no sientan
así sólo dice en realidad que ya no se sintoniza con los que han
sido amigos
de verdad

de Dios. Y nosotros, con firmeza, que­
remos sentir como ellos.
Confesión pública.
No podemos por menos que sentirnos confundidos por nues­
tros pecados,
,pecados sacerdbtales,

no sólo individuales, sino
co­
lectivos. Ante Dios Nuestro Señor y ante el ¡,ueblo fiel pedimos
públicamente perdón por nuestra falta de oración, nuestros malos
ejemplos, nuestros silencios en descubrir el pecad_o
y sus con­
secuencias;
por tantas apostasías que hacen vacilar y quizás
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PRINCIPIOS Y CRITERIOS SACERDOTALES
hundir la fe de los sencillos, por los consejos desacertados que
se dan a nuestra juventud, por las actitudes públicas indignas de
nuestro carácter sacerdotal ; por la poca
caridad y unión entre
los mismos sacerdotes; por las desobediencias a la.Jerarquía;.· por
nuestros lujos provocativos y faltas de pobreza; por nuestros
orgullos, envicliás. y perezas; por los gravísimos daños CJ.ue causan
la desorientación doctrinal y las ambigüedades y cobardías en la
ei de la Iglesia en quienes tienen el deber sagrado de mantenerla
aun a costa del martirio. Por todo esto, nosotros, humillados
y
confusos, pedimos a Di.os nos dé a todos los sacerdotes contric­
ción y pr~pósito de enmienda.
Asociaciones sacerdotales.
Hacernos un llamamiento a cuantos piensan y sienten como
nosotros para que en todas las diócesis de España se establezcan,
· según

la mente del Concilio Vaticano II (P. O. II, 8),
asociacie>­
nes de sacerdotes y religiosos que se unan en vínculo fraternal
bajo la advocación de San Antonio María Claret, o del Beato
Juan de Avila o de otros santos esclarecidos de nuestra Patria,
para la defensa de la Fe, el mejor servicio de Dios y de ·sú
Pueblo y la más inquébranfuble fidelidad al magisterio ,del Papa
y de los obispos en comunión con El.
María, Madre sacerdotal,
Queremos Vlbra,r. co11los ideales y sentimientos de San An­
tonio María Oaret y de fos sacerdotes santos que nos han prece­
dido,
y por ello, en el dilema de nuestra divina dignidad sacra­
mentá.l y ·riltest~a pavorosa n1is:eria personal, sólo nos queda di­
rigirnos
y consagtatrios al Cor.azóri Inmaculado de María. F.J1a,
la Madre de los sacerdotes, nos puede y quiece dar las gracias
necesarias para que nuestro sacerdocio responda totalmente a lo
que Jesucristo espera de nosotras. Con Ella confiamos ser sa­
cerdotes santos, celebrar dignamente la Santa Misa, predicar el
Evangelio entero, hacer
el bien sobrenatural y temporal que el
mundo de hoy necesita. Y esperamos también en la intercesión
de tantísimos sacerdotes mártires. Nuestro sacerdocio, que no
puede apoyarse en sabidurías humanas ni en medios naturales,
nos exige vida divina y ésta pasa por María. Por esto nos com-
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PRJNCIPIOS Y CRJTERIOS SACERDOTALES
prometemos a ser sacerdotes de María, apóstoles de sus glorias
para llegar a ser en la hora actual lo que sería, de vivir en
estas circunstancias graves de la Iglesia, un San Antonio María
Claret d,, nuestros . días.
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Aprobado en la ciudad de Vich el
día 12 de mayo de 1969, festividad y
centenario del Beato Juan de A vila.
Que el Sagrado Corazón de Jesús Reine en España.
"Pedimos al señor que se. intensifique en toda la co­
'mu,nidad católica de la dilectísima España su reinado de
"santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz."
PAULO VI: Mensaje en el L Aniversa­
rio de
la ,Consagración de !España al Sa­
grado Corazón de Je,Ús (texto caste­
llano en L1Osservator,e Romano del 31
de mayo de 1969; Ecclesia, núru. l.~,
sábado 7 de junio de 1969).
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