Volver
  • Índice

El Vaticano II, el «aggiornamento», el ecumenismo, la libertad cristiana, el catolicismo fácil y el derecho canónico

EL VATICANO II, EL "AGGIORNAMENTO",
EL ECUMENISMO, LA LIBERTAD CRISTIANA,
EL CATOLICISMO FACIL Y EL DERECHO CANONICO
El "aggiornamento" querido por el Vaticano II no consiste en
una orientación horizontal de la religión ni a
la aceptación
de las formas y del espíritu protestante.
"También et ConciliO se inscribe en la gran linea del mov·i­
"mknto _transformador
1noderno del dinamismo propio de nues­
ntro período histórico. También tiende a introducW una reno­
uvación, pero, ¿en qué consiste
esa renovaci6n?
nLa respuesta es comp,teja, porque son muchos los sectores
,, a

que
quisiera ap,/ú:a:rse la renovación. Y esta multiplicidad ha da­
,,
do pretexto también a

arbitrarias intenciones,
que algunos quie­
"ren atribuirr
al

Concilio.
Así, por ejemplo, la

asimilación de la
"vida cristiana al estilo profano y mundano, la orientación de­
nnomirna!la horizontal, de la religión que no se dirigiría. ya al
n primer y supremo amor y culto de Dios, sino al amor y culto
"del hombre, lll sociología como

criterio
princip,al y determinan,­
"te
del pensamiento teológú:o y de la acción pastoral, la promo­
"cióni de una presuma e inconcebible «república conciliar», y así
"sucesivamente.
''Con esto, se ha dado ocasión a tentativas de «aggiornam,enta»
"sobre
diversos
puntos de la,
vida católica, en torno a las cuales
JJ permanece toda:vía abierta la discusión y está en vía ezp,eri­
"mental la llf>lkación. Esp,eci,almente, se ha hablado y se habla
"de
las "conscientes

de los
motiivos que

las justifican
y de los peeligros
n que acarrearúm su alteración o su demolidón.
"Hay
qu-e
hacer notar que el
interés por /,a renovación ha sido
"dirigida por muc}ws hacia la transfonnación exterior e imiper­
"
sonal

del
edvfú:io ecles/,ástú:o y a la, aceptación de las formas y
"del espíritu de la reformOJ protestante, más bien que hacia aque­
"lla
renovación, primera y princ,pal, que quería. el Concilio: la
"renovación moral, ta p'Brsonal, la interior. Es decir, la que debe
''rejuvenecer la

iglesia en
la conciencia de su misterio, de su adhe­
" sión a Cristo~ de su animación por virtud del Espíritu Sa.nto,
"de

su conjunto fraterno
y jerárquico, de su 'lnísión en el mun­
"
do,

de su finalidad
ultraterrena, que la hace
peregrina, pobre
y
"buena en su paso a través del tiempo.
Fundaci\363n Speiro

"Toda renovacwn de la 1 glesia, dice sabü11m-ente el decreto
"concüia!f' sobre el ecumenismo ( N. 6), consiste esencialmente en
"la creciente' fideli'dad a su voca;ción." Y pasando de la conside­
"ración comunitMia. a la. de cada indifViduo en particular, a.ñade:
''«No
_hay verdadero ecuménismo sin conversión interior»" (N. 7). ·
PAULO VI: Discurso en la Audiencia General
(15 enero 1%9;

texto italiano en
L'Oservatore
Romano del 16; texto en castellano: Ecclesia
número
1.425, sábado 25 de enero de 1%9).
El "_aggiornamento' tampoco debe ser ruptura con la tradi­
ción, pues

nuestra religión no
se inventa ni, ·mucho menos,
se de~cuhre, sino

que se recibe.
"Por sí, la no'lJedO!d signifka cambio. El cambia debe ser juz­
''gado
no ·tarn-to por sí, cuanto por su co-nte'ffido, por su finalidad.
JJ Lo nuevo hoy, ¿nos lleva a un cristianisnw reahnente mejor?,
"¿ qué criterios pueden ayudarnos a juzgar de la bondad de lo que
"es
nue'lJo en la vida de la lglesw? Hay quien observa fenómenos
"no de
progreso nuevo, sino

de
decadenc/p nu "bla
no de evolución, sino de revolución; na de i"ncrem.ento, si"no
,, de descomposición.
"El problema de lo «nue'lJo,» en la mda es extraordinmriamente
'Jcom-¡:,lejo.
Limitémonos a un solo punto destacable, que' e·s éste:
"lo nuevo no puede ser en la Iglesia producto de una ruptura, con
"la tradición. La mentalidad revolUcionaria

ha entrado
bdstante
)'1/ncluso en la._ mentalidad de muchos ·cristia,nos, de buenos cris­
'Jt-Danos. La rup·tura concedida a nosotros es la de la conversión,
"la ruptura con el pecado, no con el patrimonio de fe y de mda,,
"del que
somos

herederos
responsables y afortunados. Las inno­
"vaiciones necesarias _y op·ortwnas, a las que debemos aspirar, no
"pueden proceder de una separación arbitraria de la viva raíz,
"qu;e oos ha transferúlo Cristo desde el mismo momento en que
"ha
apareddo en
el
nvundo y ha hecho de la Jg,lesiOJ «señal e ins­
"trumento» de

la,
vaJidez de nuestra unión con D'W's ( «Lumen Gen·
"tiru.m». n. 1). De este modo, la novedad p·ara nosotros consiste,
"esencialmente
y de ordinano, preds{J)men,te en un retorno a la
"tradición genuina y a su fuente, que es el Evangelio. «La reno­
))vaC1ón de l.a vida religiosa ... impfica ... el continuo retorno m las
"fu,entes, enseña el Concilio.» (Perf. Carit., n,. 2), y lo que él en­
" seña para los -religiosos vale en general para todo el Pueblo de
"Dios.
Quien sustituye la

propia
experiencia espiritual,
el propio
"sentimiento de fe
subjetiv2, la propi!a interpretación personal

de
Fundaci\363n Speiro

''la palabra de Dios pr"Oduce ciertamente una novedad, p·ero es una
"ruina. De

este
modo, quien desprecia

la historia de la Iglesia,
"en lo
que tiene

de ministerio
carismático para /,a defensa y la
"trarnsmisión de la doctrffla y de las costumbres cristianas} puede
"crear novedades atrayentes,
pero que carecen

de
'l/1/Ytudes viital y
"salvífica: nuestra religión, que es /,a v'erdad, que es la realidad
J) divina
en la historia,

del
hmnbre, no

se inventa, y
111JU.cho menos,
"propiamente hal,lando,
se descubre; ella se recibe, y por ant>­
"g'U,.(J qU'e
sea

es siempre
vitva, siempre nueva.: e~r; decir, P'erenne, y
"siempre ap-ta para florecer en expresiones nu.evas y genuiinas.
"«Está claro-dice
el

Concilio- que la Tradición Sagrada,
/o; Sa­
"
grada Escritura y el Magisterio de la l glesia, por sapientísima dis­
>J
posición

de Dios, están
entre sí tam íntimamente reladonados y
"u.nidos que no pueden subsistfr independ'ientemente.» (Dei Ver­
"bum, n.10).J'
PAULO VI : Discurso en la Audiencia General
del miércoles 2 de julio (texto italiano en
L'Os­
servatore Romano de 3 de julio de 1969; texto
en
castellano: Ecclesia núm. 1.448. sábado 12 de
julio de 1%9).
El mayor peligro para el ecumenismo es ver todo hermoso
en el campo de los hermanos separados
y todo censurable
en el campo católico.
"T engarm,,o-s cuidado) queridos hifos, de no compro-meter el ca­
nmitno
y el é,:riJto de una causa de tanta i:ni.portancia como es la
ndel auténtico ecwm,.enismo, con procedimientos superficia/,es, mpre­
"suradas
y

contraproducentes. Se notan, efectivamente,
fenóme­
"nos
peligrosos y perjudiciales en este rep,entino entusiasmo de
nreconciliadón entre

católicos
y cristianos separados de nosatros.
)J Algunos aspectos de esta incau.ta precipitación ecuménicai deben
"ser

tenido en
cuenta, para que tantos buenos deseos y ta:ntas po­
"
sibilidades pasitiuas no vayan a

perderse en la
ambi[!wedad, en
"/,a indiferencia y en un falso irenismo. Quienes, por ejemplo /o
"ven
todo her,nqso en el campo
de los
hermanos sepamdos y
"todo modesto y censurable en el campo católico ya no .estám en
)J condiciones de promover eficaz y útilmente la. CGM,sa de la unión.
nconw observal:,a;
con tristeza; irónica uno

de los
m.ejore's ecume­
"nistas contemporáneas, protestante:

«El mayor
p1eligro P'CWfI< el
"ecumenismo es que los

católicos
lleguen a entusiasmarse por
todo
J) aquello que noso·tros hemos reconocido com.o-perjudicial, y, por
"otra
parte, abandonen tc>do aquello

cuya
importancia nosatros he-
Fundaci\363n Speiro

"mos vuelto a descubrir> (Cfr. Bouyer ). Esta es una actitud ser­
"vil que no es ni ventajosa ni decorosa. Lo mismo podríamos decir
"de esa O'tra actitud hoy

tan
difundida que
pretende
resta/;/ecer
"la unidad con detrimento de la verdad doctrinal. De suerte que
J, ese credo que nos hace y nos define como cristianos y católicos
"pMece ser el obstáculo insuperable para la restauración de la
"unidad; ya

que supone
ciertamente exigencias muy serias y muy
"yrav'es;
pero la solución

de las dificultades que se derilvan de ellas
"no puede
consistir -so

pena de no entender
la reali,dad de lasl
"cosas y traicionar la causa-en sacrificar la fe, en la ilwsaria ·cow­
"j?"anza
de qu,e para
rehacer la unidad basta la
caridad,· basta su
"práctica, libre de escrúpulos dogmáticos y de nonnas disciplm " ( cfr. Decret, citado, núm. 11). Los episodios de la llamada «inter­
" com\Uiwicación>> regisc-radas en1 eJtos últimos meses se inscriben en
"esta línea, que no es la buena~ y que debemos lealmente rechazar.
"Recordemos ai
Concilio,

el cual
«exhorta a
los fieles a
abste­
"nerse
de cualquier lógereza o

celo imprudente
que puedan per­
,, judicar al

verdadero progreso de la unidad». (
núm. 24) ."
PAULO VI : Alocución en la Audiencia General
del miércoles 22 de enero (texto italiano en L'Os­
servatore Romano del 23 de enero de 1969; texto
en castellano: Ecclesia núm. 1.426. sábado 1 de
febrero de 1969).
El Vaticano II y la libertad cristiana.
"El Concilio ha hablado de libertad, refiriéndola a muchas co­
"sas. La

libertad es
una palabra mágica. Debe ser estudiada
con
/) düigerucia seria y serena, si no se quiere extinguir la luz y ha­
" cer de

ella
un térmi1'o de

confusión equívoca
y peligrosa. Nin­
"guno de
oosotros querrá

confundirla con la
indiferenda i,deoló­
,,
gica

y religiosa,
y mucho menos con el individualismo erigido
nen sistema, o

con la irresponsabilidad, el
capricho-y la cmwrqwía.
n I-l abría materia para hacer una amplia explicación acerca de las
n distinciones y las reservas sobre una pal,ahra, de moda, que pa,­
nrece tiene
estrecho parentesco con la libertad, la palabra revolw­
n ción, con algunos de sws derivados, hoy muy difundidos.
nPer-o, considerada en

su
concepto hwrnano y

racional, como
J)autodeterminación, como liln'e arbitrio,

Nos estaremos
en1tre
"los primeros para exaltar
la libertad, para reconacer

la exis­
"tencia, para reivindicar la
firadición en el p1enswmienito ca­
')tólico, qU'e
ha reconocido siempre

esta
prerrogati,va esen:cial
"del
hombre. Baste recordwr la

encíclica «Libertas», de 1888,
Fundaci\363n Speiro

"del Papa León XIII. El hombre es libre porque está do­
"tado de
razón, y como tal, juez y dueño de las propias
'' acciones. Contra las teorias deterministas y fatalistas, tanto
"de carácter interno y psicoláqko, coma de carcícter externo, .so­
" ciológico, /,{JJ I glesúi ha SO'stenido siempre que el hombre normal
"es

libre,
y, por

ello, responsable de las propias acciones. Ella ha
"aprendido esta verdad no sólo de
las enseñanzas de la sabiduría
"humana, sino también

y sobre todo de las de
la Revelación; ella ha
"reconocido en
la libertad una de tas señales prim#ivas de la seme­
"janza del hombre a Dios, recordando de entre
muchas esta pal.abra
"compendUJJda de la Sagrada Escritura: «Dios en el principio, creá
"al hombre, y lo dejó en manos de su arbitrio» (Eccli., 15-14; Deut,
"30, 19). Cada uno ve cómo de esta
premisa se
deriva la
ooción
JJde responsabilidad, de mérito y de peca,do, y cómo a esta candi­
" ción del hombre está vinculado el drama de su cawa y de /,a re­
n dención rep·aradora. Así, pues, /,a Iglesia católica ha sostenido
"que ni

siquiera el
abu-,,so inü-ial que el primer hombre hizo de
"su libertad, el pecado ori,qimal, ha comprometido en sus infelices
"herederos
de müdo total, como defendió en otro tiempo /,aJ re­
"forma protestwnte, la capacidad del hombre de obrar libremen­
"te

(Cfr. San
Agustín de

Libero Arbitrio, II, P. L., 32, 1.239 ss.;
"Retrae/., !bid., 595
sigwiente; Santo Tomás, I, 83;

I-II, 109:
"Denz-Schoen, 1.486

(776), 1.521 (793), etc.).
"Como igualmente la Iglesia ha
defendido siempre que

«nadie
"puede ser obligado por la
fuerza a abrazar la fe» (Decl.

«Digni­
"tatis humanae», n. 12); y también ha afirmado, d-wran.te sw larga
"historia, a

preci_o de
opresiones y de persecuciones, la libertad
"p,ara cada uno de profesar su religión,: nadie, dice ella, debe ser
"impelido, nadie debe ser
obligado, en
orden a la propia concien­
"cia religiosa
(Ibid., n.

2).
"Simplificando bastante
la inmensa y compleja materia relOJtiva
"a,
la

libertad,
podemos, ante todo, observar
que el Concilio no
ha
"descubierto to-talmente, o inventado la libertad,· él ha reivindicada
"p·ara la conciencia personal, los derecho:S inalienables1 los ha fa­
"vorecido con /,a magwífica teología del Nuevo Testa,mento, los
"ha
proclamado para todos

en el ámbito de la
sociedad civil;
es
"decir, ha defendido,
además de la existencia, el

ejercicio de
la ¡;ber­
"tad en dos direcciones principales: la dirección personal, admi­
"tiendo

para todo hombre
uin alto grado de autonomia, reconocien­
,, do

el dominio de la conciencia,
regla próxima e

inmutable ( cfr.
"Rom., 14,

23) de la acción moral, tanto
más necesitada
de ser
ilu­
"minada por la verdad y sostenida por la gracia ( cfr. Gal., 5, 1; Jo.,
"8 36)
cuanto que ella tiende hoy a determinwrse por s! sola'
"(cfr.

Gaudium et
Sp,es, nn. 16 y

17); y
la direcci6n social, exi­
" gicndo, co1n0 decWmos~ una v1erdadera y pública libertad reli-
Fundaci\363n Speiro

-"giosa} en el resp,eto de los derechos ajenos y del orden público
"Dig. Hum., n,. 7, etc.}, y sosteniendo el «prindpio de subsidia­
"ridad» (Gaud1!Um et Spes} n. 86)) el cual,} en una, sociedad bien
n orgarnizada.} tiende a dejar la más amplia libertad p,os-Eble a las
n frersona.s y a los entes subalternos, y hacer obliga.torio solarmen­
nte
lo que es necesario paira un bien iinportante, no asequible

de
"otra forma, y, en general, para el bien común ( Dign. Hum., n. 7r
"La mentalidad so,stenida por /,as enseñanzas del Concilio lleva
"el

juego
de la libertad más de

lo que se
haci.a antes
práctica­
"mente al

fondo in,terior de la conciencia, tiende, por ello, a
mode­
,,rar la injerencia de la ley externa, y tiende, en cambio, a aumen ....
"tar la de la ley interior, la -de la responsabüidad personal, la de
"la reflexión

sobre los
máximos deberes
del hombre, que son la
"rectitud virü en la práctica del bien hasta llegar a la perfección
nde la. santidad, y el sentido de la ley natural, es decir, de la racio­
"naYdad moral on,tológica
"Por ello, debemos educcornos en el uso sencillo y mmgnáni­
"mo
de la /!ibertad del cristiano, s-wstrmí,do a la influencia de las
"pmiones (cfr. Rom., 8, 21)

y a la
servidumbre del
pecado
(lo., 8
"34), e mteriormente animado del alegre impulso del Espiritú
"Santo, ya
que, como dice San Pablo. «aquellos que son

guiados
"por el
espiritu de Días, son

hijos de
Dios» (Rom.,

8, 14). Pero,
nal mismo tiempa} deberemos ser conscientes que nuestra libertad
"cristiana no

nos sustrae a la
ley de Dios, en sus exigencias su-­
_n premas de humana sabiáu.ría, de secuela evangélica,, de ascetismo
n P'enitencial, y de obediencia a-l orden comunitario, propio de la
"sociedad eclesial. La
libertad cristiana

no es
carismática en el
"sentido arbitrwrio que hoy se atribuyen algunos: «Sed libres
"-nos enseña el Ap,óstol Pedro---, sin /wcer de la libertad una
"c(I)pa pctíYa cubrir 'l!Ul!stra malicia, sino

como·
siervos de
Dios»
"(I Pet., 2, 16); no es el desafío despreocupado a las normas vi­
"gentes de la sociedad civil, C'W)la autoridad -habla San, Pablo­
"obliga en
conciencia (Rom.,
13, 1-7), en
la sociedad eclesiás­
"tica,
construida p'Or la fe

y la
caridad, y gobernada por
una au­
"taridad investida de poderes no procedentes de la base, sino de
"ryrigen divino, por institución

de Cristo
y sucesión apostólica;
"poderes, si es preciso indiscutibles (Le., 10, 16; I Jo., 4, 6) y
"grarves (1 Cor., 4, 21), i1icluso siempre· dirigidos, más bien que
"al dominio (cfr. 2 Cor., 1, 23 Cor,, 13, 10), a la edificación,
es decir, a la libera,ción espiritual de los fíeles.
"Esta direcci6n moral en favor de la persona y de la libertad
Fundaci\363n Speiro

"p,articular autoriza, un más amplia y espontáneo, e incluso más
"precoz desarrollo de la lil,e,-tad; engendra

un lícito pluralismo
n de costumbres, en lo que éstas tienen de continyentes, y favo­
"rece
la

riqueza de
las libres y legítimas expresiones locales, lin­
ngüísticas, culturales; amplia,,
inclusa

en el interior de la Iglesia',
"aquel,la liberta/

de estudio
y de iniciativas, de la que ya, en gran
"proporción, gozaban sus

hijos
amantes y fieles

(
véase, por ejem­
)) plo, la multiplicidad de las
instituciones organizatVVas, caritativas,
"religiosas, culturales, misioneras,.
que

la
autoridad de
la
Ig.Zesia.,
"incluso

con
anterioridad al Concilio, n10 sólo permitút, sino qu,e fa­
"vorecía), y de las que hoy se time un deseo tan vivo y en las qwe
''
esperamos sean: verdaderas promesas de auténtica vida católica.
"la vida cristiana. e.xiJge urna comunidad organizada; exige una
"Iglesia, según el pensamienito de Cristo; exige· un orden; e.xig1e
))una
libre pero sincera obediencia)· exige, p-or ello, una aiutori­
"dad que custodie
y enseñe

la
verdad revelada (2

Cor. 10, S);
"porque esta verdad es

la
mtima y profunda raiz de la li/Jertad,
"como ha dicho
J esÚJ\: «La verdad

os
hará li/Jres» (Jo., 8, 32) ."
PABLO VI : Discurso en la A_udiencia Gene­
ral del miércoles,
9 de julio. (Texto italiano en
L'Osservato-re Romano del día 10.) Texto en
castellano
Ecclesia, número 1.449 del 19 de ju­
lio
de 1969.
¿ El V a ti cano II ha querido un cristianismo fácil?
"Un cristianismo fácil: ésta. nos parece una de las aspiraciones
"más naturales y más difundidas después del Concilio. Facilwad:
"!,a palabra es seductora; y, en cierto sentido, aceptable, p-ero, pue­
" de

ser
wmbigua,. Puede constituir una hermosísima apolo,gíai de la
"'lfida cristiana, p,ara entenderla como se debe: y podría ser una
"falsificación, un

concepto de
comadidad,. un «minimismo» fatal.
"Es necesario prestwr atención.
"Que el mensaje cristiano

se
presente en
su
o-rigen, en su_esen­
,, cia, en la intención salvado-ra, en

el
des(qn.i,o tnisericardiosOJ que
"todo lo invade, como fácil, feliz, aceptable y soportable, está fue­
"ra de

duda. Es
u,no, de l,a,s m,ás seguras y consoladoras certezas
"de nuestra religión; sí, entiéndase bien, el cristianismo es fácil.
"Es necesario pensarlo así, p,resenta:rlo a1sí, 'lf'Wirlo así. Lo ha: dicha
"el mismo

Jesús:
«Mi yugo es suwve y mi carga ligera» (Ma~., 11,
Fundaci\363n Speiro

"30). Lo ha repetido al reprender a los fariseos, meticulosos e in-­
ntransigentes de su ép-oca: «Hacen cargas pesadas e insoportables y
"las colocan s,hre las espaldas de los !wmlrres» (Mat., 23, 4;
"cfr.
Mm;, 15, 2, ss.), y una de las ideas fundamentales de San Pa­
nblo~ ino ha sido la de aliviar a los nuevos cristianos de la difícily
"complicada y ya superflua observancia de las prescripciones le­
" gales del testamento anterior a Cristo?
"Se desearia algo semejante también para nuestra época, que
"está orientada hada conceptos espirituales fundamentales y sen­
ncillos. Sintéticos y accesibles a todos: ¿no ha. resumido el Señor
"en el sumo' precepfo del amor a Dios y en él que le sigue y de él
"se
derÍ!va, del amor del

prójimo, «toda la ley
y los pro/etas,,
"(Mat.,
22, 40)? Lo exige la

espiritualidad del hombre moderno,
"especialmente la de lo,s jóvenes; lo reclama una exigencia prác­
"tica de ap,osto/,a,do. Simplificar y espiritualizar, es decir, hacer /á­
,, cil la adhesión al cristianismo; ésta es la mentalidad que parece
"lrrotar del Concüio: nada de juridicismo, nada de dogmatismo,
"nada de ascetismoy nada de a;utoritarisnw, se dice con excesiV(I) des­
,J envoltura: es necesario a:hrir las puertas a un cristianismo fácil. Se
"tiende de este modo a emancipar la vida cristiana de las así llama­
" das «estructuras»; se tiende a imprim.ir a las verdades misteriosas
"de
la fe una dimensión contenible en el lenguay'e corriente y com~
"prensible por la mentalidad moderna, sep,arándola de las formula­
" ciones escolásticas tradicionales y sancionadas por el magisterio
"autorizado
de la Iglesia; se tiende a semejar nY1us-t-ra doctrina ca­
ntó!ica
a la de o-t-ras conifesiooes religiosas,· se tiende a aflojar los
"lazos de la
moral cristiana,

calificados
vulgarmente como «tabús»,
"y de sus exigencias prácticas de formaciów pedagógica y de ob­
" servancia disciplinaria, para conceder al cristiano, aun cuando se
"trate de ""'ministro de los «misterios de Dios» (1 Cor., 4, 1;
"2 Cor., 6, 4) o de un
partidario de
la perfecci6n evangélica
"(cfr. Mat., 19, 21; Luc., 14, 33), una así llamada integración con
"el modo de vivi-r del común1 de las gentes. Se quiere, repetimos,
"wn cristianism:o fádl, en1 la fe y en las costumbres.
"Pero, tfno se

supera
el límite de aquella, a,utenticiáad a la que
"todos aspira:m.os? Aqu:el Jesús, que

nos
ha traído su

evangelio
nde bondad,

de
alegría y de pa,z) ¿acaso no nos ha exhortado tam,­
"bién a entrar «por la puerta estrecha»? (Mat., 7, 13). ¿Y acaso
"no
ha pretendido
una fe en
su palabra que

supera la capa­
"cidad de

nuestra inteligencia? (cfr. Jn.,
6, 62-<í7). ¡Y na ha
"dicho

El que «quien es fiel en
lo poco, es también fiel en lo mu­
"cho»t (Le., 16,
liJ). ¿No ha hecho El consistir la obra de la
"redención
en el misterio

de la
Crwz, necedad y escándalo (1
"Cor.,
1, 23) P'ara este mundo, mientras

que constituye
condix:ión
"de nuestra salvación p,articipar de él'!
Fundaci\363n Speiro

"Aquí la lección se hace larga y difícíl. Surge la preguntw:
nJP'ero entonces el cristianismo no es fácil? Entonces, ¿n.o· es
"aceptable para nosotros, hombres modernos, y no se puede pre­
,, sentar ,ya al mundo contemporáneo!
"« ... ¡se habrá hecho el cristianismo para los temperamentos
"débiles de fuerza humana y para los flacos de conciencia
"moral? ¡Para los

hombres cobardes, tibios, conformistas,
y
n qu,e no se preocupan de las exigencias aU'steras del Re·in nDios! Nos preguntamos, a veces, si no habrá que buscar entre
"las causas del descenso de vocaciones al seguim.iento generoso de
"Cristo, sffl reservas y sin clauáica.ciones, la p-resentación super­
"ficial de un cristianismo endulzado, sin heroism.o· y sin sacn­
"ficio,

carente, por
el/,,, de la grandeza moral de un amor total. Y
n Nos preguntarnos también si entre las causas de las objeciones
"suscitadas en las confrontaciones de la Encíclica «Humanae
})Vitae» no esta,rá también la de un p,ensa.miento secreto: abolir una
"ley difícil para, hacer la vida más fácil. (Pero si es ley; que tiene
"en
Dios

su fundamento,
¿cómo puede hacerse?).»
PAULO VI en la Audiencia General del miér­
coles 25 de junio de 1969 (exto italiano en
L'Osser-11atore Romooo del 26 de junio de 1969;
texto en castellano:
Ecclesia núm. 1.447, sábado
5 de julio de 1969).
El Concilio no repudia el Derecho canónico, sino al contrario.
"El Concilio no sólo no, repudia el Derecho canónico1 a sa-­
"ber,
la norma que señala los deberes y defiende los derechos de
"los miembros de
la Iglesia, sino que la desea y la, quiere, como
"consecuencia

de los poderes confiados
por Cristo

a su Iglesia,
"como exig'encia de

su naturaleza social
y visible, comunitaria. :v
"jerárquíca
(cfr. Lumen Gentium, n.

27),
como cauce
p·ara la
"vida religiosa y para la perfección cristiana (Lumen Gentium
"n. 45; Perfectae caritatis), y como tutela juríd4ca de la mism<>
"libertad
(cfr.
Dignitatis
Huma,na,e n. 15)."
PAULO VI : discurso a la Sagrada Rota Ro­
mana (27 de enero de 1969; texto
italiano en
L'Osservatore Romano de 27-28; texto en cas­
tellano: Ecclesi,a, núm. 1.427, sábado 8 de fe­
brero de 1969).
Fundaci\363n Speiro