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Número 78-79

Serie VIII

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Maritain y Teilhard de Chardin

MARITAIN Y TEILHARD DE CHARDIN
POll
RAFAEL-GAMBRA,
Jacques Maritain, ya octogenario, nos ofrece en Le Paysan de
la Gwronne una obra paradójica. Un libro, sin duda, rectamente
intencionado, fruto más de un imperativo de conciencia que del
impulso creador que inspiró su anterinr pensamiento. Alguien ha
dicho que se trata del testimonio, muy frecuente por lo demás, del
cristiano que no quiere morir en
el progresismo (ni en la respon­
sabilidad de haberlo impulsado), sino en
la fe recibida, operante
siempre en el reducto de su adhesión última. Maritain, como el
campesino del Danubio -o del Garona-, como el baturro del
Ebro que diríamos aquí, quiere afirmar sus pies en el suelo y lla­
mar a las cosas por su nombre. Las "posturas" de antaño, los
slogans y los coqueteos con la izquierda, no se soportan hogaño
ante sus amargos frutos de disolución y de apostasía.
Maritain no
reniega aquí de su hwnanismo integrwl ni de su
nuevo
Estado /ako cristiano, pero se declara "no exento de res­
ponsabilidad" en
la creación de los términos personalismo y co­
munitario "divulgados después por Emmanuel Mounier y conver­
tidos en tarta de crema para la retórica progresista de nuestros
días": Pretende, sobre todo, trazar una divisoria neta entre su
pensamiento -su posición personal-y las corrientes hoy desboca­
das de un humanismo laicizador
y de un evolucionismo gnóstico
que pretenden disolver al Cristianismo --en adoraci6n hoy ante el
"Mundo"-en una nueva religión de la Humanidad. El efecto del
libro ha sido, en este su designio delimitador, fulminante: los ad­
miradores
y discípulos de la víspera, unánimemente, califican hoy
como obra de caduca senectud lo que es, a todas luces, fruto diá­
fano de una mente extraordinariamente lúcida.
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RAFAEL GAMBR.A
Un importante capítulo de Le Paysan de la Garonne está de­
dicado a Theilhard de Chardin y el teilhardismo. El hoy famoso
jesuita ensayó, como se sabe, una nueva teología y un metacris­
t-icmismo en el que Cristo se asimila, en cierto modo, a la fuerza
cósmica, origen y fin de la Evolución; ellos inspiian las formas
culminantes del "progresismo hlltnanista" que campa hoy en todos
los niveles del catolicismo postconciliar. Dada esta significación,
no resulta extraño que Maritain pretenda buscar en una
cumplida
crítica de esas fnentes la

neta diferenciación entre
su influjo actual
y
el ejercido por sus propias posiciones.
Las líneas generales de este capítulo están trazadas sobre el
profundo artículo de Gilson Le ca.s Teilhard de Chcwdin, publi­
cado en el número 4 de la revista S ewnarium. Con Gilson
comparte Maritain un profundo respeto hacia la figura humana
del P. Teilhard y hacia la vivencia
de la fe católica, íntimamente
sentida, que
fue en él plataforma segura desde la que intentó las
más inverosímiles síntesis cosmogó~icas, sin jamás salirse perso­
nalmente de ella ni ponerla en duda. Su metacristianismo fue tal
vez una insostenible "amplificación cósmica" del sentido de
la En­
carnación y de la Redención de Cristo, pero -m su mente--des­
de
el sillar siempre inconmovible de la aceptación del Cristo histó­
rico y de la fe. De aquí la radical distinción entre el juicio valora­
tivo sobre el propio Teilhard y el que le merece la interna cohe­
rencia de su doctrina, más especialmente el teilhardismo de ella
surgido.
Maritain hace suyo el juicio de Gílson, según
el cual la teología
teilhardina es una {!'nosis religiosa y, como toda gnosis desde Mar­
ción hasta nuestros dias, una teología-ficción. Los gnósticos anti­
guos formaban parte de aquel gran movimiento espiritual que
en los siglos
II y m de nuestra Era se conocí& eón el n0111bre de
neoplatonismo. En una época en que el cristianismo irrnmpfa in­
contenible en el Imperio Romano, la filosofía helenística ..c...el neo­
platonismo-constituyó una reacción del mundo clásico decadente
frente
a la nueva religión y su rápída penetración en los espíritus.
Su motivo inspirador es una interpretación Cosmogónica del
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MARJT AIN Y TEILHARD DE CHARDIN
antiguo Platón adaptándolo a la mentalidad religiosa y monoteís­
ta de la _época. Las "emanaciones cósmicas" de Plotino o de Filón
a partir de la pureza originaria del Uno (o Dios) hasta el fondo
oscuro de la materia a través
de las h,ipóstasis o gradaciones de
ser ( el Verbo o Logos, las Ideas, las almas, las cosas materia­
les ... ), y su posterior retorno por vía de atracción hacia su fuen­
te de origen, pretendieron ofrecer a los espíritus cultos de la época
una imagen de la antigua sabiduría platónica en términos religio­
so-emanatistas.
Para ellos, esta cosmovisión de la antigua filo­
sofía griega es el verdadero saber (la
gnosis), al paso que la fe
(Pistis) ---el contenido de la religión-era un saber inferior, po­
pularizado o mitificado, expresión imaginativa ( comprensible para
el pueblo) de las verdades que, en forma esencial y pura, contiene
· la· gnosis filosófica del antiguo platonismo.
Los gnósticos
no eran, en rigor, herejes, porque no eran cris­
tianos, sino paganos que interpretaban la n'lleva fe cristiana a s~
modo y en su provecho. Fueron, sin embargo, inspiradores de
herejías, de algunas de las más importantes de la
antig,üedad y_Ue
constituyeron como el impacto que la cultura antigua grecolatina
infirió
a la p,ueva fe en sus esfuerzos ¡:or supervivir.como princi-
Opio espiritual rector de la vida de los hombres. Así, la influen­
''.' cia , gnóstica se acusa claramente en la más extensa y profunda
hei-ejía que dividió a la cristiandad en sus p~imeros siglos y se
prolongó después de las invasiones bárbaras : el arrianismo.
Arria, discípulo de Luciano de Antioquía, identificaba a Cris­
to con
el Logos o el Verbo del neoplatonismo, y negaba por lo
mismo su divinidad. Cristo
era para él imagen o dnplicacíón de
Dios,
criatura eminente, mediador entre Dios y los hombres,
. pero no Dios. Negaba así la consustancialidad del Padre y del
Hijo.
Tal teoría nunca fue recibida en el seno de los fieles, ni
habría constituido
una seria herejía de no haberse embozado y
atenuado bajo la forma de sem.i.wrrianismo. Para las diferentes
escuelas semiarrianas entre Cristo
y Dios .existía, no igualdad
de
sustancia ( omousía ), pero sí analogía o semejanza de natu­
raleza (omoiousia). El Credo de Nicea y Constantinopla (nuestro
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RAFAEL GAMBRA
símbolo de la fe) contiene fórmulas expresamente antiarrianas :
u consustancial con el Padre, engendrado, no hecho ... ". Asimismo,
el Gloria que entonamos se opone a la doxología de los arrianos
que decían: "Gloria al Padre poc el Hijo en el Espíritu Santo".
Seguramente las dos más grandes herejías
que ha sufrido el
cuerpo de la Iglesia a lo largo de la Historia han sido arrianis­
mo en
la Antigüedad y el protestantismo en la Edad Moderna.
La primera fue el impacto del paganismo y la cultura antigua; la
segunda, la del racionalismo moderno. Sin embargo, hoy estamos
en condiciones de amplificar este juicio: es en nuestros días cuando
puede señalarse
un fenómeno simétrico y perfectamente análogo
al gnosticismo antiguo y a las herejías gnósticas de los primeros
siglos de nuestra Era. No se trata todavía de una herejía defi­
nida como en lós antiguos ~rrianos o en el protestantismo, debido
a que vivimos, tras la vacatio legis que siguió al Vaticano II, una
auténtica vacatio auctoritatis en la Iglesia de hoy. Me refiero a
las corrientes progresistas en sus formas más radicales --o "avan­
zadas-" como hoy se dice-, una de cuyas fuentes dé inspiración
ha de encontrarse (al menos como símbolo) en el teilhardismo.
Maritain ve
en los orígenes del pensamiento teilhardiano una
poderosa intuición poética :
la del carácter sagrado y sin límites 0 determinables de la naturaleza y de su impulso: algo comparable
al místico entusiasmo de un Giordano Bruno o a la inspiración
de un Lucrecio sobre el ciego e infinito devenir del orden natural.
Paleontólogo destacado, Teilhard asimiló
el concepto de evolución
creyendo descubrir en él la
realidad última a que las ciencias
conducen, una especie de noción metafísica científicamente avalada.
Creyente sincero, sacerdote observante, Tei)hard concibe la idea de
asimilar entre sí una y otra visión del mundo ~la de una evolución
prolongada por el progreso humano y la de un mundo obra de
Dios y redimido por Cristo--en una especie de "metacristianis­
mo" o
en la intuidón poética de una evolución divinizada.
La alusión a la antigua gnosis y a su -sistema mental se en-­
cuentra -aunque falseada-en el propio Teilhard. Según él, '11:'n
el primer siglo de la Iglesia el Cristianismo hizo su entrada defi-
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MARJT AIN Y TEILHARD DE CHARDIN
nitiva en el pensamiento humano asimilando audazmente el Jesús
del Evangelio al Logos alejandrino". (Se equivoca en esto
-co­
menta Gilson-; es todo lo contrario lo que sucedió: los Padres
Apologetas no asimilaron audazmente
el Jesús del Evangelio al
Logos alejandrino: es
el Logos alejandrino lo que más audazmente
todavía asimilaron al Cristo Salvador del Evangelio.) "Como quiera
que sea, lo que Teilhard ha
creldo necesario hoy es hacer la opera­
ción inversa a aquella que pensaba habían realizado los
Padres de
la Iglesia. Se trata, pues, de una trasposición completa de la cris,­
tología; de una "generalización del Cristo-Redentor en un verda­
derc)
Cristo evolucionador". Es preciso "integrar el cristianismo
en la cosmogénesis" ; es obligado que "la teología asimile hoy
Cristo a la
fuerza cósmica, origen y fin de la Evolución". "La
cosmogénesis se convierte así en Cristogénesis, creadora de lo
Cristico y de la Cristoesfera,. 01:den que corona la noosfera y la
perfecciona por la presencia
transfol'.madora de Cristo". "¡ Qué
revolución! Se nos invita
simplemente a colocar en su justo Ju­
gar la fe en el Redentor".
Tenemos aquí reunidos los caracteres diferenciales de las gno­
sis de todos los tiempos: reducción de la filosofía a cosmogéne­
nesis; identificación de la
fe con la .filosofía ( o la ciencia) ; pri­
macía de ésta sobre aquélla o disolución, más bien, del contenido
de la fe en la realidad cosmogénica racionalmente cognoscible: en
la Enumación de los antiguos, o en la Evo,lución de los modernos.
¿ Qué se hace con todo esto del mensaje de Cristo y de la fe?
Una
pura visión mitificada -tal vez profética-de cuanto la
ciencia y el progreso humano realizarán aquí, sobre la tierra;
Partiendo de una hase monista, tanto
da conferir a esa realidad
única
el carácter sagrado como negárselo: el Deus siv'e N rotura,
de Espinosa, es tanto panteísmo acostista _como naturalismo ateo.
"Este cristianismo desviado -dice Maritain-es para el
pensamiento religioso, si éste se hace puramente imaginativo,_ una
visión grandiosa: el espectáculo del ascenso divino de la creación
hacia Dios; pero
¿ qué nos dice del escondido sendero que -nos
importa más que cualquier espectáculo? ¿ Qué puede decirnos de
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RAFAEL GAMBRA
lo esencial, del misterio de la Cruz y de la Sangre redentoras? ¿ O
de esta gracia cuya presencia
en nna sola alma vale más que toda
la_ naturaleza? ¿ O de este amor que nos hace corredentores con
Cristo,
y e~tas lágrimas bienhechoras a través de las cuales re­
cibimos su paz?
La nueva gnosis es, ·como todas las gnosis, una
pobre gnosis."
En un "Anexo Il" del Paysa;n de la Garon,w vuelve Mari­
tain sobre
el tema Teilhard, apoyándose esta vez en otros textos
fundamentales de la reciente crítica al teilhardismo :
el de Claude
Tresmontant, titulado
"Le P,ere Teilhard de Chardin et la theó­
logie" (en
Lettre, núms. 49-50), y el de Mons. Charles Journet
"T. de Ch., penseur religieux", aparecido en Nova et V et era, oc­
tubre-diciembre 1%2.
Claude Tresmontant muestra con evidencia cómo Teilhard
nunca pudo asimilar su pensamiento a la
idea cristiana de creación.
Para él, "crear es unir, unificar". Lo múltiple, ''sombra inconexa
de su U ni dad", era contemprada por Dios a sus pies desde la eter­
nidad.
Todo sucede como si Dios no hubiera podido resistir la
imploración eterna de unidad de esa Nada positiva, inconexa y
gregaria, especie de Caos de los antiguos. Por modo tal que Dios
no se realiza más que uniendo y uniéndose. Visión hegeliana
que ninguna relación guarda con
la creación ni con la redención. El
Mal,
por su parte, "en las perspectivas modernas de un Universo
en estado de cosmogénesis, no existe ya". El mal es, para Tei­
lhard, lo múltiple considerado como tal, no obra del hombre con­
tra la ley de Dios. Según él, "el pecado original es coextensivo
con la creación entera, tanto física como biológica''. Es, en suma, la
materialidad lo responsable del mal, del pecado, especialmente del
pecado orginal. Explicación
-concluye Tresmontant-de tipo
platónico,
pero en modo alguno cristiana.
El estudio de Mons.
J ournet, por su parte, aporta a Ma­
ritain textos de Teilhard y puntos de vista críticos sobre su
obra que resultan para él decisivos. Este párrafo, sobre todo,
e'scrito por Teilhard en 1918: "En impresiones bruscas, claras
y vivaces,
yo percibo que mi fuerza y mi alegría proceden de que
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· MARJT AIN Y TEILHARD DE CHAIWIN
veo realizarse para mí, en cierto modo, la fusión de Dios y del
Mundo, éste dando la
vnmediatez a lo Divino, aquél espirituali­
zando lo tangible''. Tal frase
teilhardiana hace "arrepentirse'' a
Maritain de haber asentido en algún momento a
la opinión de
quienes ven en Teilhard "nn místico". "¿Místico al modo penteís­
tico ? Quizá. ¿ Místico al modo. del discípulo que Jesús amaba y de
todos
los maestros de la mística cristiana, en. los que el alma es
elevada por gracia de las virtudes teogales. a la experiencia de las
cosas divinas, es decir, en el sentido en que entiende el término
cualquier teólogo católico? Cuanto más lo pienso, más dudoso
me pa..rece."
El juicio de J ournet que Maritain resalta como decisivo so­
bre la obra de Teilhard es referente a su coherencia interna y
a la necesidad lógica de aceptarla en bloque. No es el sistema
teilhardiano algo "fundamentalmente bueno y verdadero con tal
de depurarlo de ciertos aspectos o-expresiones"; ni algo que, aun
rechazable, "tiene mucho de aprovechable", como pTetenden hoy
tantos espíritus eclécticos ávidos de armonizar la fe recibida
con el "viento de -la Historia". Antes al contrario, -dice el cardenal
J ournet, "nosotros afirmamos que su doctrina es lógica, que '5U
visión del mundo es coherente, pero que es preciso o aceptarlo
por entero o rechazarlo por entero. Y
el dilema es gave.
"Si la rechazamos, es a todo el cristianismo. tradicional al que
somos,fi.eles,
-es a la revelación cristiana, conservada y de~olla7
da durante siglos por el magisterio asistido por Dios, a lo que
asentimos. Y, sin duda alguna, en esta perspectiva, la tarea del
pensamiento cristiano consistirá en estar siempre abierto
y atento
a los prodigiosos progresos
de las ciencias contemporáneas, y es­
pecialmente en asumilr en su perspectiva propia cuantas verdades
puedan encontrarse, e incluso semejanzas en
la idea de evoltición
en la materia y en los organismos vivos ... Si, al contrario, acepta­
mos la visión teilhardiana del mundo, sabemos desde el principio
-estamos advert1dos-qué nociones del cristiano tradicional
deberán ser
traspuestas y a las cuales habreinos de decir adiós.:
Creación, Espíritu, Mal, Dios (y, más especialmente, Pecado
Original, Cruz, Resurrección, Parusía1 Caridad ... )"
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RAFAEL GAMBRA
La posición de L-e P(}Jysan de la-Garonne frente al teihardismo
-apoyada en juicios de Gilson, Tresmontant y Journet-es ter­
minante y profunda;: en. cabal armonía,. además, con .toda la tra­
dición teológica católica, con el cristianismo preluterano y con el
tridentino. Resulta evidente, por otra parte, que un pensamiento
inicialmente conformado
por el tomismo no puede incurrir en vi­
siones gnóstico-panteísticas del tipo de las de Teilhard de Chardin.
Sin embargo
... parece que nadie esperaba -antes bien, que a
todos ha
sorprendido--esta resuelta toma de posición por parte de
Maritain frente al teilhardismo
y, en general, frente a las formas
actuales de progresismo (l'agenouillement devant le monde!).
Para
los católicos fieles a la tradición eclesiástica y ajenos u hostiles a la
concepción progresista, Maritain rectifica sus posiciones anterio­
res, intenta un giro ·en su trayectoria espiritual. Para los devotos
de la Hnueva cristiandad laica" y del "Humanismo Integral", Ma­
ritain abjura, "reacciona", se niega a sus propias consecuencias
en una obra de senectud.
Dentro, sin embargo, del mismo Paysan de la Garonne el ca­
pítulo consagrado a Teilhard está precedido de otro
-"La falsa
moneda intelectual"-que encierra quizá la clave explicativa de
ese curioso efecto.
Inspirado en. el tema existencialista de los
"faux-monnayeurs" del espíritu, este capítulo nos muestra, como
én radiografía o -en-psicoanálisis, lo que separa radicalmente al es­
píritu mariteniano de cualquier forma de gnosis evolucionista, y,
a la vez, la raíz ·común y profunda que enlaza ambas posiciones
en una misma dinámica espiritual.
En él nos habla Maritain de las operacio~es que son necesa­
rias
para liberar el "eros filosófico"; esto es, de los obstáculos
que han de rernorverse para que el impulso de la filosofía alcance
rectamente su objeto. La primera de esas operaciones (de la que
habló con anterioridad) estribaba en evitar la interpretación in­
manente_ o subjetiva del conocer, es decir, el idealismo y sus con­
secuencías. La segunda (de la que aquí nos habla especialmente)
consiste en no incurrir en la tentación de la fábula o el mito pseu­
dofilosófico, de lo que él llama "falsa moneda intelectual". Esta
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MARIT AIN Y TEILHARD DE CHARO.IN
tentación es, según él, tanto mayor cuanto más intensa es .en.una
época ~y en la nuestra lo es en grado culminantes-la demanda
o necesidad
de mitos o de esa falsa moneda intelectual.
Ya Cassirer trató casi exhaustivamente
del papel del mito. en
el origen de las civilizaciones. El pensamiento mítico ( o las sín­
tesis imaginativas) preceden, según él, al pensamiento científico e
filosófico, y en fa lucha contra el mito dentro de la cultura griega
otorgaba a Platón UJJ. puesto eminente .. Pero además el pensamjtn­
to mítico queda siempre latente, dispuesto a levantar cal¡eza y. a
ahogar
el. impulso filosófico confprmando de nuevo las· mentesia
una cosmovisión imaginativa. Esta tendencia al mito o.', falsa· m.o­
neda intelectual es hoy particularmente intensa. por motivos que
Maritain discrimina con claridad· .. Prejuicios antimetafisicos. que
actúan en la conciencia moderna desde hace más .de un siglo son
causa de que haya ésta
de atenerse a la fragmentareidad deLdato
científico como único saber posible y real
(positivo). Todo género
de síntesis del saber que incluya nociones: metafísicas, axiológicas
o una moción de la voluntad, quedan exclt¡idas por principio del
l_lamado .conocimiento· positivo. Forzosamente· Jas _cuestiones- que
más interesan al hombre y de las que no puede prescindir -s1,1
origen, su destino, el porqué de su existencia y el obj.eto digno
de
su entrega última-quedan sin respuesta o aplazada .al .térmi­
no (puramente teórico) de un prngreso. indefinido.
El hombre de nuestro tiempo se-encuentra entonces ávido
-como en época alguna del pasado--de.· un saber absoluto que
le entregue algún modo de respuesta a aquellas cuestiones que en­
trañan el sentido de su existencia~ Este. saber lo solicitará. de la
ciencia ---de imposibles síntesis científicas-, del ocultismo... o
de formas diversas de "falsa moneda intelectual". Ante todo, de
síntesis del saber científico al modo .de los tratados de rerum nac
tura de antaño. Las extrapolaciones de conceptos científicos,a vi­
siones cosmogónicas estilo Julian. Huxley, más .o ·me:nos lindantes
con la sci;ence-fiction, son un buen ejemplo de esta "falsa moneda
intelectual'', cayos--ensayoS".han sido.-siempre desdichados-·y :esté-r
riles. Otro :intento de satisfacer esta-, exigencia de. un· saber :abso-
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RAFAEL GAMBRA
luto es, para Maritain, el de los fenomenólogos. Los "mitos doc­
torales" de
un saber apoyado en aparentes evidencias esenciales,
que, por un principio idealista, no alcanzan nunca la realidad
como tal...
El inmenso vacío que estas respuestas dejan en el espíritu 1e
los hombres determina en ellos la tendencia, en su estado ya puro,
hacia los mitos o fábulas pseudo-filosóficas. Aquí el papel de las
mezclas audaces de ciencia, filosofía y teología propias de las
gno-sis de todos los tiempos. Los gnosticismos de la época hele­
nística-romana, las síntesis
emanatistas del Medioevo árabe (Iben
Arabí, sobre todas), y, en el mundo cristiano, Jacobo de la Boeh­
me y Fichte característicamente. Pero· en nuestro tiempo, y en la
forma culminante que corresponde a una avidez _máxima de tal
producto, el gran mito teilbardista, teolagía',-fiction por exce­
lencia.
Sin embargo -y aquí prolongamos nO{'Otros este tema ma­
riteniano-, existe otra clase de "falsa moneda intelectual", a
veces unida a aquéllas, pero que no es en sí misma una síntesis
de nociones científicas traspoladas al terreno filosófico, ni una
gnosis teológico-filosófica. Es lo que podríamos llamar una con­
versión
en falso de la realidad, o un (artificioso) bautismo de la
miSma. Y va a ser precisamente en esta clase de falsa moneda
intelectual donde, a mi juicio, coinciden
en una misma tendencia
la posición de Maritain con la ,de Tei-lhard, aunque sea en planos
del saber completamente distintos.
Si
trato de explicar qué sea esta converrión de la rea1idad
-especie de falsa moneda o, más bien, de truco intelectual-vuel­
ve siempre a mi imaginación un pasaje de Le Petit Prinre, el fa­
moso cuento filosófico de Saint-Exupéry. Me refiero al episodio
del
Rey Absoluto y Universal qne habita, sqlo, en un pequeño
asteroide. Resultaría difícil encontrar una expresión más adecua­
da y gráfica para esta espeéial actitud o tendencia mental.
El Principito, <}ue había venido a la Tierra "para conocer los
hombres", narra su visita, camino de nuestro mundo, a varios as­
teroides diminutos donde viven tipos extraños
y solitarios. Uno
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MARJTAIN Y TEILHARD DE CHARDIN
de ellos es el del Rey. El niño, al ver al Rey con su gran corona
y su cetro en la soledad del asteroide le pregunta:
-Señor, ¿ sobre quién-reináis?
-Sobre todo cuanto hay -le responde el Rey con serena ma-
jestad señalando al universo visible. Porque además de
absoluto, era un monarca universal.
-Y las estrellas, ¿ os obedecen también?
-Sin duda. Y o no tolero desobediencias.
-Señor : quisiera ver una puesta de sol. Por favor, d·isponed-
la para que yo pueda verla.
-Te será concedida. Pero no en seguida; a su tiempo.
-Pero yo la quería ahora.
-Todo el que manda -respondía el Rey-deqe saber ha-
cerlo. Si
yo ordenara a mis generales que volaran de
flor en ffor como mariposas o que escribieran un poema
¿ de quién sería la culpa si fuera desobedecido? A cada
uno debe mandársele según sus posibilidades de obe­
decer.
-Entonces... ¿ mi puesta de sol?
-La tendrás. Pero, en mi conciencia de gobierno he de es-
perar a que las condiciones sean favorables... Exacta­
mente (miró
el reloj) a las siete cuarenta ...
Cuando el Príncipe, cansado, voló del asteroide, el Rey le gri­
tó mientras desapárecía :
-¡Te nombro mi embajador!...
Se
ha interpretado muchas veces este personaje del Rey Ab­
soluto y Universal como una sátira del poder ( especialmente del
poder sacralizado) y
de sus tendencias hacia la absolutivización.
Basta, sin embargo, conocer la veneración de Saint-Exupéry ha­
cia el mandar personal y responsable en la figura de Rivrere, o
el papel decisivo que otorga en Citade!Je a la autoridad del Pa­
triarca de
cuyo ejercicio brota la figura y el fervor del Imperio
para desechar tal interpretación. No, no
es la autoridad lo que
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RAFAEL GAMBRA
en esa figura ridiculiza Saint'Exupéry, ni el origen sagrado de la
misma ni su necesario ejercicio, ·Sino una forma de falsa moneda
de a,utoridad que, en vez de reducirse a sus fines y someter a su
voluntas o a su recta ratio la comuuidad a ella encomendada, ali"
menta pretensiones superiores y pretende ejercerla& mediante
apariencias vanas, sometiéndose ella a la realidad que debe some­
ter, convirtiendo en aparente dominio, por. un juego de manos, lo
que es realidad ajena, incluso hostil o rebelde. Es el viejo dictado
de Mahoma: puesto que la montaña no viene a mí, iré yo a la
montañá. O el consejo tan sabio pará que a un hombre le sigan
las mujeres: echarse a
andar delante de eJlas.
El rey "absoluto y universal"' del asteroide -pretende poseer
dominio snbre todo el universo, e incluso ha llegado· a creérselo.
Pero es por el expediente de sincronizar sus mandatos con· los
sucesos de
ün mundo que para nada c'ünoce su autoridad. Como
el flautista de Vaucanson, que ejecutaba las más dulces melodías
adaptando sus movimientos· a la música que otro interpretaba.
Y éste es el puuto en qué el pensamiento de Maritain y de
Teilhard (los discrepantes de
Le Paysan de la! Garonne)' coinciden
en un mismo designio, aunque el alcance Y' el plano de sU: empeño
sean, como he dicho, muy diferentes. Uno y otro responden a la
misma situación de la Iglesia en el siglo
xx y a la misma tenta­
ción
por ella vivida en su afán de a:ggiornwmento.
La Iglesia, inspiradora en otro tiempo d·e la Cristiandad toda
(del
"mundo") y entrañada en el ambiente y en las instituciones,
llevaba ya más de un siglo como orillada ·•y en focha per~anente
con un "mundo", que, en su inspiración "moderna", le era, más
qUe ajeno, hostil. J;:1 racionalismo, primero, la Revolución, más
tarde, produjeron esta disociación. entre el mundo y la Iglesia,
a la· cual respondió ésta procurando ·mantener, según su divina
misión,
el patrimonio de 1a fe, y combatiendo en si.t raiz errorés
y perversiones morales. Pero la prolongación indefinida de la
lucha engendra, cansancio, y el aislamiento produce impresión de
irrealidad, de alejamiento de un mundo que se escapa. Sin contar
con que, además, esa marginación ha producido en la Iglesia
a-la
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MAR.IT AIN Y TEILHARD DE CHARDIN
larga vicios (resentimiento, una devotio desvaída y ñoña), al igual
que su penetración antaño con la sociedad cristiana engendraba
otros distintos. Tal
estado de cosas se hace particularmente difícil
de soportar para los espíritus mnplios y cultos.
Entonces surge en ellos la tentación de
lo que suele llamarse
una "apertura al mundo", pero que viene a reducirse al truco in­
telectual de la "conversión
en -falso de la realidad" a que nos es­
tamos
refirierido: No se trata meramente de abrirse al mundo
(como conjunto de hombres que viven hoy con su mentalidad y
lenguaje) para conquistarlos a la fe y conformar a ésta sus vidas
y sus estructuras políticas ( en
el amplio sentido etimológico del
término
político). Se trata de algo mucho más mnbicioso, si bien
de carácter puramente teórico. Algo parecido a
la solución de los
Nuevos Francos arbitrada por De Gaulle al problema de la mo­
neda:
si la inflación hizo del franco una moneda más que débil,
insignificante, bastará con llamar · un franco a los cien francos :
todo quedará resuelto y el proceso podrá comenzar de nuevo. Sin
aludir, naturalmente, a que tal operación supone el reconocimien­
to oficial de que el Estado y la inflación han desposeído al ciu­
dadano de
99 de cada cíen francos.
Maritain va a realizar una operación semejante respecto a hs.
relaciones de la Iglesia y '.'el mundo" dentro del plano o aspecto
polltico. Según él, la democracia moderna, que ve el origen del
poder en la convención humana o en
'la Voluntad General, sólo
por
error o por visión superficial fue condenada por la Iglesia
durante un siglo. Si el hecho religioso
se realiza ert la intimidad
de las conciencias, en la relación del alma con Dios, nada habrá
más ajeno a la inspiración religiosa que el orden político. Tanto
esa reladóri como la persona misma escapan de ese orden. Sólo
por un abuso o extralimitación eclesiástica el antiguo poder polí­
tico de la Cristiandad (el Imperio medieval, las monarquías) era
considerado sacra!, al menos en su origen último y en aspectos de
su ejercicio. El nuevo Estado laico cnstitcno realizará ert sus es­
tructuras· ( convivencia técnica vivificada religiosamente sólo a tra­
vés de los individuos) el ideal religioso más adecuadamente que la
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RAFAEL GAMBRA
antigua Cristiandad sacra!. (No importa que el protestantismo,
siglos antes hubiera llegado a parecidas afirmaciones, ni que h~­
biera extraído de ellas la consecuencia de que también la Iglesia
-como autoridad-está de sobra para esa relación íntima del alma
con Dios, en la que no cabe
otra mediación que la palabra divina
-la Escritura-libremente interpretada. Maritain rehuye esta
consecuencia y se limita al orden político, pero agradece a las
guerras promovidas por el protestantismo el haber secularizado
el orden internacional, como a ]a Revolución Francesa la posterior
laización del Estado.)
A
partir de esta "conversación de la realidad", la Iglesia po­
drá encontrarse a sus anchas en el mundo político de la demo­
cracia y de sus derivaciones ; más aún, interpretarlo como fruto
del más puro cristianismo sn byacente en la historia de nuestra
civilización.
Podrá saludar la edificación de las grandes fábricas
como a las catedrales del futuro, y apoyar
la marcha del mundo
hacia
una paz perpetua en nn Estado técnico universal como el
designio del propio Dios.
Teilhard de Chardin realiza la misma operación en
el orden
del saber, en aquel punto en que -según él-confluirán ciencia,
metafísica y teología. Desde el racionalismo a esta
parte, la ciencia
físico-matemática ha sido proclamada, como el único verdadero
saber; el saber po·sitimo. Explicar la realidad toda a partir de unos
primeros elementos cualitativamente iguales (matematizables) y
sólo mediante cansas eficientes
6 impulsivas, ha sido el designio
tanto de la ciencia moderna como de la filosofía racionalista o
positivista.
Esta explicación del Universo excluye la existencia de
un mundo creado de seres cualitativamente diversos, como tam­
bién
la apelación a causas finales y, más aún, a un Principio Or­
denador que sería Dios. Tal designio habría de en~ontrar en la
idea de Evolución -ya desde Kant-nn importante apoyo teóri­
co y una hipótesis de trabajo altamente sugestiva: No
una evolu­
ción limita-da a. los datos que la paleontología autorice, sino una
Evolución sustancializada, sin límites,- convertida en tesis de toda
una filosofía.
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MARJTAIN Y TBILHARD DE CHARDIN
El teólogo y el metafísico cristianos, marginados en el mundo
actual por esta pseudometafísica del positivismo
y de la Evolu­
ción, habrían de sufrir la misma tentación que hemos señalado,
con Maritain, en el orden político y de interpretación histórica.
Bastará con asentir a ese evolucionismo universal e identificarlo
seguidamente con el contenido de la teología revelada interpre­
tando ésta al
modo gnóstico. Así, el proceso de elevación -inclu­
so de deificación- del Hombre a través de la Evolución y del
Progreso no sería sino el cumplimiento de las promesas evangéli­
cas, y éstas una anticipación profética de cuanto la Ciencia y el
Progreso están realizando. El cristiano podrá así sentirse dentro
de 1a Ciencia y de su metafísica evolucionista como en su casa
y reconocer en sus progresos el cumplimiento de un saber que
él poseía anticipadamente en su misma fe.
Esto es precisamente lo que realiza Teilhard de Chardin en
su "Cristianismo y Evolución", y esto lo que critica Maritain con
la lucidez de nna mente filosófica acostumbrada a distinguir los
planos de la realidad y del saber. Pero sin ver -o sin recono­
cerlo--que una común inspiración guía sus intentos y los reúne,
aun a su pesar, en una misma corriente de progresismo reli­
gioso.
Si tal tendencia predominase en la Iglesia, ésta reinaría al
fin
sobre el mundo y sobre la ciencia; nada le sería extraño ;:ii
hostil : poseería las llaves de este mundo como hasta aquí las del
otro. Pero su dominio sería semejante
al del Rey solitario del
asteroide, o al del tañedor de Vaucanson sobre la música que se
escucha. O, más bien, se disolvería en el mundo a fuerza de ple­
garse a él y de entregarle, en impío holocausto, sn propia sns­
tancia,
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VERBO
J,.a publicado los Biguienteo trabajos acerca del P. TEIL·
HARD DE CHARDIN.
Núm. 17, pág. 59.
ESTUDIO CRITICO SOBRE EL PENSAMIENTO
FILOSOFICO Y RELIGIOSO DEL
P. TEILHARD DE
CHARDIN,
por Don Georges Frenaud.
Núm. 30, pág. 523.
SENTIDO Y ALCANCE DE LA OBRA DE TEii,.
HARD DE CHARDIN, SEGUN SUS CRITICOS, por
. J. Roig GironeUa, S. l.
Núm.
30, pág. 557.
"LA ADVERTENCIA DEL SANTO OFICIO SOBRE
LAS OBRAS DEL PADRE TEILHARD DE CHARDIN",
"REFLEXIONES SOBRE EL TEILHARDISMO",
por
Louis J ugnet.
Núm. 30, pág. 585.
"EL FENOMENO HUMANO", DEL PADRE TE!I,.
HARD DE CHARDIN, por M. L. Guérard des Lwu­
riers, O. P.
Núm, 36, pág. 383.
EL P. PHILIPPE DE LA TRINITE HABLA DE
TEILHARD. Núm.
49, pág. 561. .
TEILHARD Y LA SUBVERSION EN LA IGLESIA,
por Alexis Curoers.
Núms. 53-54, pág. 185.
TEILHARD Y LOS NO CREYENTES, por Louis
Jugnet.
Núm. 58, pág. 573.
CLAUDEL, SANTO TOMAS Y TEILHARD, por
Louis J ugnet.
Núm. 60, pág. 762.
EXTRAl',O EFECTO EN EL COMUNISTA GARAU­
DY DE LA APOLOGETICA TEILHARDIANA.
Núms. 71-72, pág. 47.
EL MITO DEL PUNTO OMEGA DEL P. TEILHARD
DE CHARDIN, por José-Antonio G. de Cortázar y Sa,.
garmínaga.
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