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Número 85-86

Serie IX

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Un estudio del Profesor De Corte, «La economía al revés»

ILUSTRACIONES CON RECORTES DE PERIODICOS
En este número de VERBO vamos a llenar esta sección con recor,.,
tes de un solo autor y de un solo -&-abajo "L'ECONOMIE A L'ENVERs", del
Profesor de la Utuversidad de Lieja Marce! de Corle, publicado en ITI-·
NERAIRES, número 141, del mes de marzo de este alío, pági_nas 106 a 152.
De este ilustre Profesor, autor entre otras obras de L'homme contre lui,.,
meme y L'intelligence en peril de mort, VERBO ha tenidn el honor de
publicade, en

el
número 41, La información def.ormante y, en el mime,.,
ro 59, La educación política, que fueron sus comunicaciones a los Can,.,
¡fresos II y IV del "Office international".
En estas ilu:skaciones trataremos de presentar a nuestros lectores la
explicación, esclarecedora hasta resaltar deslumbroote, que el Profeso"
De· Cari:e nos brinda del tránsito de la «sociedad» democrática a la «so-­
ciedad indu:.si:tial», de ésta a la de «consumo», a la economía intervenida
por el Estado y a la degt"adación de los fines de una y otro, hasta con,.,
verlir a éste en el centro de las apetencias de. poder.
l. ÜEL &TADO DEMOCRÁTICO A LA «SOCIEDAfJ INDUSTRIAL»,
Observemos que la palabra deimooracia recibe múlttples stgnifkadones.
Pnra Rousseau
.,;u base es una suma. de individuos aislados de. ,todo cuerpo
social, que no sea el Estado,, e iguales, más allá de la igualdad en esen~
da de todos los hombres. Es lo que De Corte llama «di.sociedad», pues
-----como pregunta en LA EDUCACIÓN POLÍTICA (VERBO, mim. 59, pág. 638):
... ¿ Qué intercambios habría en una asociación de iguales, fuera de los de
un comercio verbal,
falaz y
vano?".
Ba.jo la perspectiva de ese tipo de
Estado ,-,igualador, desarrai.gador
y destnt.ctor de los cuerpos .sociales 11'8-­
turales,-, desarrolla- Marce/ de Corte los párrafos que, agrupados en este
p:imer epígt'afe, le r.epradudrnos.
« ... El Estado moderno es la proyección de la ilusión de­
mocrática en el vacío social, que puebla con s-u _presencia in­
aprensible y uhicuitaria. Ya no corona una sociedad real. Es
el cuadro,
el encofrado, la argolla o la prótesis, a elección, que
suple la falta de sociedad que la introducción del régimen
democrático provoca infaliblemente»... (pág. 133).
Fundaci\363n Speiro

530
«... Es imposible mostrar y demostrar a los hombres de
hoy que lo propio de la democracia es no
existir, o que ella
no existe sino en el sentido en que el
ma'l y la muerte existen.
Es imposible
incitarles a

abrir los ojos
y a ver esta evidencia,
que la democracia,
allí donde se instala, destruye toda la vida
social y no deja subsistir
ya sino un Estado totalitario, con el
cual ella se confunde, carga.do de
la imposible tarea de fabri­
car una «sociedad nueva» con individuos separados entre s-í,
que

por
lo demás se rechazan. Nada importa: -nuestros con•
temporáneos creen,
eon la
firmeza de una roca, a pesar de
que la experiencia
lo desmiente, en la existencia de la cuadra­
tura del círculo.
La ficción democrática penetra e impregna
hasta este punto
su mentalidad, &U comportamiento y su mis­
mo ser, que extirpar su percepción a la luz radioactiva, o por
la fuerza de la
verdad, equivaldría

a matar al enfermo. La
democracia
es una droga alucinatoria que desarraiga al hom­
bre de la sociedad real, siempre, constitutivamente jerarquiza­ da. Lo sumerge en
una «sociedad» imaginaria compuesta de
individuos iguales, es decir,
en 'lo contrario de una sociedad."
(pág.
133 y siga.).
«... porque el hombre apenas tiene ya realidad social a
la
que pueda asirse -la familia se halla en invernación prolon•
gada, y la empresa es roída
desde afuel"a, como

hemos
visto,
por

las organizaciones horizontales opuestas a
su estructura
vertical-,
es por

estas
'razones y
también por otras --de las
cuales la
·gran prensa,

·mercado de informaciones deformantes,
no
f_'s la menor- por lo que nuestros co:ritemporáneos se aban­
donan al Estado Moloch. La naturaleza humana tiene horror
al vacío hasta tal punto que prefiere la prótesis del Estado
sin sociedad al vacío .social, la anarquía encuadrada a la anar­ quía pura» (pág. 134).
«No es necesario
ser profeta para coinprobar

que penetra­
mos
-¡ a reculones!-en una nueva era caracterizada por la
aparición de
un tipo aún informe
de sociedad que
1o·s sociólo­
gos
se han

dado prisa, muy
apresuradamente. demasiado
apre­
suradamente, a denominar «sociedad
industrial», e

incluso, con
el resonar de trompetas del mago que predice el porvenir,
«sociedad
postindus.trial».
«La_

verdad es simple. Si el
animal político
puede morir o
convertirse en pelele manejado por las más groseras voluntades
de poder, el animal social, propiamente dicho, no muere. La
sociabilidad es parte de la esencia del hombre. Esta puede al-
Fundaci\363n Speiro

terarse, incluso desaparecer a los ojos de un observador su­
perficial. Pero no
puede ser
aniquilada sin un suicidio gene­
ral de la humanidad. La «disociedad» no
es, pues, nunca to­
tal. Se puede desde luego anticipar, por lo menos a título de
hipótesis explicativa,

que
el despojo de todas las comunida­
des naturales efectuadas por el régimen democrático disocia­
dor
ha dejado el instinto social al, desnudo, despojado de toda
estructura institucional
quei corresponde a sus deseos naturales,
y de ahí, por así decirlo, constreñido a irrigar, valga por
lo
que valga, las únicas sociedades, aún disponibles donde aún
pueden anudarse

relaciones de
hombre a
hombre: los grupos
industriales y
comerciales necesarios

para la existencia, en
el
sentido más material de la palabra. Estos son los núcleos eco­
nómicos que ejercen hoy su influencia donde las comunidades
naturales
han sido desposeídas y que constituyen por antono­
masia
«la sociedad»
llamada
industrial» (pág. 135).
« ...

Como el régimen democrático no
ha sido aún reempla­
zado por nada (y esta situación paradójica hay el
riesgo de
que

dure, puesto que
una -«sociedad» industrial
no puede
trans­
formarse

en «sociedad» política
sin cambiar de

naturaleza)
1 sir­
ve de disfraz o de cobertura a los grupos económicos que cons­ tituyen las asociaciones paralelas· a los partidos y están com­
puestas, como ellos, de iguales
en el

plano profesional.
Esta
duplicidad explica el desplazamiento del legislativo hacia el
ejecutivo en todas las
sociedades industriales:
los Ministerios
no emanan ya de los Parlamentos,
proceden directamente,

o
por personas
interpuesta~ de

los
grupos de intereses

econó­
micos. Así
se salvan

las apariencias: el régimen reposa aún
en el poder legislativo y en el ejecutivo tradicionales, pero
estos dos poderes no tienen ya
sino wia SU8tancia ficticia» (pá­
ginas 136 y sigs.).
«Imaginarse

una económía perfectamente autónoma funcio­
nando según los
deseos de

un _«liberalismo» impecable
en el in­
terior de un Estado dotado, por su régimen democrático de un
poder
Sin límites,
es una ilusión que conduce fatalmente, como
nos
enseña claramente

la hlstoria,
·a la
socialización y
a la me­
canización de
la vida huma~a, cuyas sombras se proyectan,
conminatorias, sobre nosotros. El «liberalismo» económico puro
y simple asociado
al sistema democrático evoluciona ineludi­
blemente hacia la conquista del Estado por los intereses pri­
vados, y correlativamente
haéia la transformación patológica del
carácter
privad() de

la economía en estatismo rosado o rojo, en
Fundaci\363n Speiro

detrimento de su finalidad natural; en otras palabras, metido en
18. empresa creciente

y teóricamente
ilimitada de
imponer apa­
ratos artificiales, que la autoridad pública debe en
ese caso

in­
ventar, para funcionar
en contra

de
la naturaleza de las cosas.
Imaginarse, por otra parte, .que los productores de todos los
niveles tendrán el suficiente
sentido moral

personal
pa.ra no
ejer­
cer, en beneficio de sus agrupaciones, las presiones adecuadas
sobre un poder cuya fuerza no tiene otra dimensión, infinita, que
su debilidad, muestra un idealismo
y una confianza en la bondad
natural del hombre que nos parecen quiméricos. Una economía que de privada se convierte en colectiva, un Estado que deserta
de su función de guardián
del interés

general para convertirse
en
campeón de

los
intereses privados
de tal o tal grupo de tra­
bajadores o
de su conjunto, es el mundo al revés, librado a las
puras relaciones de fuerza ante las cuales la moralidad de los individuos, por muy intensa que se la suponga, resulta impoten­
te» (págs.

145 y sigs.).
«La promoción de las feudalidades industriales se efectúa
de un modo casi automático en una sociedad, como la nuestra,
que
el régimen democrático ha despojado de todo su tejido con­
juntivo y transformado
en una
«disociedad» cuyos elementos
decados no
se mantienen

juntos más
qu:; por
su asimilación
en leyes y reglamentos y por el fenómeno de la «información
deforman.te». La erosión de las comunidades naturales que el
individualismo, el subjetivismo y el igualitarismo subyacentes al
fenómeno democrático han provocado, no han dejado, entre los
ciudadanos vaporizados en la caldera estatal por la energía tota­
litaria, diluida o condensada, más que el mínimo aliento de «cuerpos intermedios» degenerados, cuyos elementos no se pue­
den ya definir, si no es por
su común

cualidad de productores
de diferentes niveles y por su grado de participación en
la pro­
ductividad: asociaciones patronales, cuadros dirigentes y sindi­
catos de empleados y obreros» (pág. 128).
II, DE LA «SOCIEDAD INDUSTRIAL» O DE «PRODUCTORES» A LA LLAMADA
«SOCIOOAD
DE

CONSUMO».
La soci.edad industrial, la sociedad de pl'oductores, subvierte el fin de
la
economía, poniendo la meta ,...., sin fin,..., de ella en el incremento de la pro,.,
ducción, a cuyo

dtmo
pretende adecuar un incremento indefinido del
consumo.

Esta
alteración, que produce lo que precisamente califica De
532
Fundaci\363n Speiro

Corte de «economía a.l revés», da lugar a su invasión p« el Estado, con
el
fin de impulsarla, con olvido de sus verdadera:s finalidades. Pero vea~
mos

cómo
él nos. lo ex{}ik:a.
«Mientras el consumidor no consUIDe jamás para consumir, sino
para
vivir y, asegurando su vida, realizarse como ser humano,
en cambio, el productor tomado como tal, separado de
su re·
ferencia

al
consumidor,- se dirige

hacia un fin situado fuera de
la línea del bien humano: la cosa a hacer, el objeto a fabricar.
Cuando un consumidor consume, su acto, su acción, no le es dic­
tada sólo por su instinto, está
intégrada por

el .conjunto de ]as
actividades que todo hombre despliega para alcanzar sus fines
morales
y sociales, en sí mismos subordinados a Dios, fin último
de la vida humana. Su acto es un
acto humano, ordenado por
su inteligencia y su voluntad, exigido por el apetito racional que
opera en todo hombre ...
»
« ... El productor, considerado en tanto como productor, se
halla

enteramente fuera del dominio de la moral. Es, incluso, a
es-te título, enteramente asocial.»
« ...

Al nivel del intercambio, o sea en la relación de
produc­
tor

a consumidor, es donde la producción resulta
simultáneamen­
te
económica, moral y social, puesto que desemboca en un ser
humano capaz de consumir y, por es-te fin de intermediación o
por ese medio, atender a su propia finalidad.»
«Si el primer término de la relación económica está, por el
contrario,
aislado del

segundo, como ocurre cuando los produc­
tores
se erigen

en fin del sistema, es preciso concluir, por dura
que sea la lección, que una
«economía» tal,

no solamente no
merece ese nombre, sino que es
enteramente amoral, o asocial.
Y a no es una economía porque no responde ya a su finalidad
natural: -el consumidor, que es un hombre; y porque debe cons­
truir en todas sus piezas (como si este diseño fuese prolongación
de sus propios- productos y sin apartarse de la línea del
HACER,
que es la suya) una sociedad de consunw, entidad artificial, y
máquina para destruir o consumir, el
inagot~hle flujo
de bienes
materiales, exactamente como un combus-tihle.»
«Esta «sociedad de consumo», punto de llegada inevitable de
la «sociedad» de productores en la que nos
deslizanios, es la
negación misma del consumidor que es el hombre. El impacto que
el Estado, colonizado por los grupos de presión,
ejerce sobre

ella
aumenta fabulosamente su potencia y atracción. Todos los pro­ ductores la celebran y la parasitan a
podía. Todos los consumi­
dores,

liberados de las presiones morales y sociales que esta «so-
533
Fundaci\363n Speiro

534 ciedad»
disuelve
continuamente,
se precipitan
cegados. La des•
gracia
es que esta «sociedad de pastos» no e& ni puede ser en
modo alguno una sociedad, del mismo modo que su economía
no es una economía, ni el Estado que la corona un Es-tado.
¿ Qué
es, pues? Una pila de seres humanos -si es que aún puede em­
plearse esta

palabra- que no
se mantiene en pie si no es gra­
cias al

pegamento que les inyecta sin interrupción la tecnocracia
económica y política., que vanamente intenta conglomerarlos, y que
1;1,e desintegra sin cesar porque su funcionamiento -si se
puede aún decir así-im¡,l,ica una autodis.gregación perpetuada..
Una «sociedad» de productores que no tieru:,. como finalidad el
consumidor es una «disociedad». La «sociedad» de consumo que
le sigue como su sombra es una «disociedad» complicada con
un vacío moral y social» (págs. 130 a 132).
«La economía moderna, por próspera que parezca, es una
economía
que gira al, revés, en contra de su misma finalidad na­
tural. Abramos los ojos y miremos. La economía moderna es una
economía de productores y acentúa· sin cesar esta característica.
Todos
los productores,
eualquiera que
sea
el nível a que per­
tenezcan,

pretenden
desviar hacia

ellos solos, tan pronto dividi­
dos como
coaligados, el flujo de la productividad de la que se
proclaman su causa exclusive. Como
se trata de una operación
contra natura, recurren con esa
finalidad al

poder del Estado
que cargan de ese modo con una función
incompatible con su
finalidad natural, que no es sino la consecución y el incremento
del bien común.
Y a se trate de una «sociedad» compuesta úni­
camente

de «trabajadores» manuales
e intelectuales, al modo
ruso, o de una «sociedad» llamada
«industrial», al
modo ame­
ricano,
·sólo la cualidad de productores interviene para determi­
nar la esencia y la
existencia» ...

-
«Se' llega,
a fin de cuentas, a
producir para producir y a erigir la productividad en criterio
único de la salud de una sociedad moderna y de la solidez de
su economía» (págs. 123 y sigs.).
«¿No
es, por el contrario, flagrante que se produce para con­
sumir, y no a la inversa? •.. »
«¿No es acaso evidente que el fin de la economía no es el
consumo sino
el consumidor? Decimos el consumidor, individuo
en carne
y hueso, provisto de un cuerpo, que, como tal, es el
único
capaz de

consumir bienes
materúdes -una persona moral,
Francia, no
lo puede--, el .ser humano dotado de razón y de vo­
luntad, de
libertad y
de responsabilidad, en el cual el alma está
encarnada en ese cuerpo del que es inseparable. No hay riguro­
samente ningún otro ser
~n el

mundo que pueda consumir bienes
Fundaci\363n Speiro

materiales que el ser animado y, singularmente, en el caso de
la
econonúa, el hombre
concreto (pág. 126 y siga.).
«Así el

consumidor no es solamente la condición de la pro•
ducción:
es aquel

por- quien la producción
existe,. es-su único
fin posible. Su papel no es el de absorber
el flujo de la pro­
ducción

como un recipiente cuyo
volwnen fuese
indefinidamente
dilatable. El consumidor
no consume nunca por consumir .. .»
« ... El consumidor no es de ningún modo esa especie de_ re­
ceptáculo elástico con la multiplicación del cual se engendra un
sólo y único receptáculo gigante,
denominado «el consumo». Ei
consumo

no consume, del mismo modo que la existencia no existe.
No es más que uno de estos
nombres para

todo, de los que
se sirve
un pensamiento que

ya no se resigna a las evidencias del senti­
do común y que se proyecta entonces fuera de sí mismo para ha­
cer un objeto de sus
comtrucciones mentales

..

«Es preciso, pue~ ver en la sociedad de consumo una especie
de
estómago inmenso
mitológico en el cual
se diluye el hombre
moderno y

se convierte, a su vez, en una entidad mítica. Esta so­
ciedad de consumo es la resultante de la economía al revés, que,
queriendo ser economía de productores, no puede
asegurar su
continuidad

contra natura más que aislando en el hombre su
facultad de consumir, con
exelu.sión de

todo lo demás, y ati­
borrándola a la cadencia de su productividad. Invirtiendo la relación entre productor y consumidor, es constrefiida, para so­
brevivir a adaptar,
por todos los medios, el consumo global a su
producción global Precisamente,
insisti,mos en
decirlo,
es por
eso,

y es-tá en
eSlO el único porqué que nos permite compren­
derlo,
que en
el Estado y en la economía modernos lo público y
lo privado se
confunden. pues no

hay medio
más poderoso
y
más eficaz (en especial cuando los gobiernos que loa mantienen
son débiles)
que el

Estado,
poder de
todos los
poderes» ... «Sea lo
que
sea, el

mayor fenómeno de nuestro tiempo deriva de ahí: la
conquista , del Estado por los grupos económicos, ya sean éstos
varios o agrupados de grado o por · fuerza en uno solo,
Tal es
el

objetivo de toda
econonúa de
productores. Su efecto es la
constituci6n de una «sociedad de consumo». Rusia marxista está
aún lejos de ella. Sin embargo, es su solo fin. Si
hubiese con­
quistado
el mundo, lo asignaría inevitablemente en virtud de la
reducción del hombre
al horno a;economicas que su materialismo
propone» (págs. 127 y
sigs.).
535
Fundaci\363n Speiro

JU. DE LA ASUNCIÓN POR EL fuTADO DE LA ECONOMÍA A SU ORDENACIÓN
ARTIFICIAL EN UN
EsTADO TECNOCRÁTICO.
¿Adónde lleva esa orientación de la ecooomía? ¿Puede rectificarse?
¿Es inexorable que se acelere cada vez más? ¿Cuál setá su fin? Lo cierlb
es que Estad.o y economia entran1en una via que De Corte califica de con~
frapendknte
y antinatural, que los hace -peogresa,r pero cancerosamente,
dirigf.dos por
la moderna tecnocracia. Pero; leámosle:
«A despecho de una Eiscalidad delirante y de una reglamen­
tación cancerosa, la econonúa ha podido mantener hasta el pre­ sente una tasa bastante regular de crecimiento. A pesar de las
intervenciones estatales cuyos costos cuantitativos·
y cualitativos
provocan la reaparición de la escasez en
el seno

de la abundan­
cia, siempre
se ha reactivado por una reforzada creatividad. Pero,
¿quién puede

imaginarse por un solo instante que
esta progre­
sión

no tendrá
fin? Los álamos no suben hasta el cielo, decía
Bainville. Siempre llega un momento en
que la invención técnica
se ahoga, o

la diferencia entre el precio de venta y el precio
de coste, que defiende contra la bulimia del
Estado, se

amengua,
hasta
el punto de llegar a desaparecer donde el impuesto devora
la materia imponible, donde la autoinversión necesaria para el
credmiento lle.ga

a resultar impos-ible. · Pero, como este momento
no
es inmediato,

uno se persuade de que no llegará jamás. Y
se convence tanto más cuanto que, a la menor disminución
del
ritmo

de la productividad,
se recurre
al
Estado -que
no pide
otra cosa puesto que
la parasita- para reavivarle su impulso,
sin
darse cuenta de que esta estimulación requiere otra, y ésta
una tercera, y que, a fin de
cuentas, la

economía amañada deja
su lugar a un mecanismo burocrático y
·su vitalidad

extenuada a
una acumulación de aparatos de prótesis. «Queda el recurso de la
inflación, que es el estupefaciente
por excelencia que
los estados

utilizan para enmascarar la quie­
bra
do sus injerencias en la economía. Es de destacar que la
inflación se ha manifestado después de concluida la última post­ guerra mundial
en todos los Estados que tienen su economía en
expansión. La causa es simple: radica men-0s en el exceso de la
demanda sobre la oferta (puesto que la economía cada vez pro­
duce
más) que

en el extraordinario aumento
de· los
costos de
de producción provocados por el choque en
cadella de

las in­
tervenciones del Estado en
la economía.

No hay una sola actividad
del Estado, directa o indirecta, en el campo económico que
Fundaci\363n Speiro

no sea deficitaria. y no deba ser nivelada por el impuesto
o por el préstamo,
forma disimulada
del impuesto. Estas
exacciones
repercuten evidentemente en la producción. Incremen­
tan sus costes, bien que cuanto más se eleva la producción
más
se

hinchan los costos y provocan un alza general
en los
precios.
Esto, a su vez, incita las
demandas anticipadas

de compra que
conducen a un
sobresalto de

la productividad seguida de una
inflación sobrecrecida a modo de una bola de nieve-.
Y, como
la

inflación incita todavía al Estado a
intervenciones más
masi­
vas, más
profundas y

consiguientemente más dispendiosas, se
acentúa
sin respiro»

(pág&. 115 y sigs.).
«Todo
lo que funciona en contra de la naturaleza ·de la cosas
exige
artificios cada

vez
más numerosos. Así podemos

contem­
plar esa aberración de una economía en pleno desarrollo y qne
se recarga

de
múltiples aparatos

ortopédicos. Su lista no tiene
fin, ¡parece que
Do existe un

solo Estado occidental que conoz­
ca el número y
el costo exacto d~ las instituciones paraestatales
que ha creado para introducir un orden ficticio y mecánico en
una economía que ya no
se sabe hacia

dónde va! Proliferan,
decía Churchil, como los conejos en Australia,
sin que

dispon­
gamos de un virus como el
de la mixtomatosis que pueda des­
truirlos.
Estos dispositivos

que pretenden
ser correctores
son
evidentemente tributarios de una mentalidad estatal.
Produ¡en
un

continuo freno del único sector de la actividad humana en el
cual
nuestro tiempo

se muestra aún creador.»
«La economía se hace artificial, a
su vez, en rápida

caden­
cia» ...

«No es ya la realidad física reclamada por el
consumidor
que, como tal, penetra en el circuito de la ecoitoma viva_ Es
una

entidad sin volumen, ni superficie, ni contorno, ni color,
ni olor, rigurosamente imperceptible a los sentidos, que nada tie­
ne ya de
bien material,. Dicho en otras palabras, es un objeto
imaginario, análogo a una sustancia plástica o un material cual­
quiera,
al cual el economista da forma del mismo modo como el
obrero
la da a la cosa que trabaja, con la diferencia de que la
sustancia plástica, el material, la cosa trabajada son realidades
tangibles, mientras

que el hilo que une el objeto imaginario al
real
se convierte,

él mismo, cada vez más, en imaginario. Como
lo propio del objeto imaginario consiste en
prestarse a

todas
las combinaciones, a todos los arreglos-, a todas las estructura­ ciones,
el economista

se halla ante él más o menos como el téc­
nico ante el montaje de una máquina cuyas piezas
están sepa­
radas., esparcidas.

Está, pues, llamado a poner orden, a introdu-
537
Fundaci\363n Speiro

538
cir una estructura a lo que se encuentra, por hipótesis, carente
de orden y de estructura. Es
el técnico de la organización de la
desorganización económica. Como sea que este orden y
esta es­
tructura

no resultan ya de la realidad
económica, definida
por
su finalidad ni por la naturaleza de las cosas, no le resulta im­
posible, por consiguiente, con el apoyo del poder político, im­
ponerla desde fuera, como el plano de una máquina a sus diver­
sos rodajes .. El técnico de la economía se convierte así, con la
mayor facilidad, aunque sólo sea para verificar su sistema, en
un tecnócrata. El Estado sin cabeza llama a su socorro al técnico
sin brazos, para
constituir ese
monstruo de las
mil cah~zas y de
los mil brazos que es
el Estado tecnocrático

moderno.»
«A los grupos de presión enumerados más arriba se añade
así la tribu de los tecnócratas. Detentadores de las palancas que dirigen la
caja de máquina. destinada a impulsar la actividad
hu.mana hasta el punto de
intersección -o
de fusión- del Es­
tado y de la eeonomia,
su poder

es tanto más temible en cuanto
se redobla a

medida que
Estado y economía muestran
las debi­
lidades de sus
respectivos gigantismos

.•.
» (págs. 121 y sigs.).
«Se puede comparar es-ta situación a la de
UD organismo cuya
vitalidad
se halle

en desarreglo, sustraída a la ley de la finalidad
que
la dirige, que se convirtiera en máquina· productora de cé·
lulas
cáda vez más numerosas y cada vez más anárquicas. Una
fecundidad celular que no obedece ya a la ley de la vida de­ genera en cáncer mortal. Es
la enfermedad

de · la que
está ata­
cada

la
sociedad moderna. Un sector «terciario»

compuesto de
centenares de millares
de· metas.tas-is-y

formado por el personal
de
la política; de la administración, del fisco, de la -salud, del
deporte, de
la investigación universitaria, de la ciencia, del arte,
de la planificación, ya
en marcha,

invade
el tejido social, ayer
aún ágil y reactivo,
lo agota y lo automatiza. Cancerígeno, este
sector se torna paralizante. Moviliza a
su servicio todo · el

dina­
mismo económico de la nación y subvierte su sentido: la fina­
lidad de la economía. es captada
desde su

fuente e introducida.
en canalizaciones que guían el poder para nutrir, consolidar y extender la tecnocracia ...
» (pág.

123).
«El fantástico malgasto al que
se lanzan

los
Estados. moder­
nos
no es la causa de las- fiebres repentinas que le asaltan. Es
la consecuencia. Estos Estados que vampirizan la economía y que,
a

su vez,
son ·vampirizados
por ella, no pueden sino dilapidar
los recursos que la misma economía inventa sin descanso, en un dinamismo sin freno y
.sin objetivo» ... «El Estado y la economía
Fundaci\363n Speiro

tales como ;han llegado a ser, Juriciorum al. revés, a contrapen­
diente de sus finalidades naturales. Cuestan cada vez
más caros
a
medida que son
más artificiales y

menos próximos a la natu­
raleza humana ...
»
«He ahí dónde conducen el Estado y la economía modernos
amputados de
sus finalidades
respectivas, privados de las reglas
de acción que de conformidad a
·sus finalidades

deben seguirse
para realizarlas ...
» (pág. 132).
}V. DE. LA ABSORCIÓN EN LO PÚBLICO DE LAS RELACIONES PRIVADAS, A LA
REDUCCIÓN DE
LA SOCIEDAD A UNA
MASA DE INDIVIDUOS ANÓNIMOS
RE•
GIDOS

POR UN
flsTADO TODOPODEROSO
MONOPOLIZADO POR
LAS APF.TEN,..
CIAS

DE PODER DEL GRUPO QUE DETENTA SUS RESORTES DE MANDO.
Si el fin del Estado es -real.izar el bien común y éste consiste en Ell' ...
monizar los intereses privados,. al ser éstos asumidos di-rectamente por el
Estado desaparece toda postble guía por referencia aJ bien común. Sólo
hcy un interés inmenso., oolectivo., que

no tiene más punto
de vista sino
el de quienes lo dirigen y, a la vez, lo parasitan con sus apetencias de
poclier., pues ésto.s no tienen límites al desaparecer la barrera que separa
lo público y lo privado en el campo del Derecho.
De Corte lo expone luminosamente:
«La economía contémporánea se halla de ese modo atraída por
una bomba
-aspirante
y enloquecedora que tiene como motor al
Estado y no ya
la telación privada entre productor y consumi­
dor. De reivindicación en reivindicación

y de satisfacción en
satisfacción

entrado en un ciclo cuyo
final consiste
en ·ser
mantenida de

modo
no·mi,nal, en la categoría de lo privado
y
en su

transferencia
efectiva a

la
esfera de lo público. Más
exactamente,

pues-to que lo público y lo
privado no
tienen
signi•
ficación si no

son
puestos en

correlación, la desaparición de una
de estas
éategorías conduce

a la carencia de
sentido de
la otra,
la categoría de
lo púhlico se desvanece a su vez. No hay ya in­
terés
general porque ya no hay ·
intereses particulares. Si no hay
interés general, ya no hay
Estado, y

si conservamos el
vocablo
es

por rutina y por falta de otra
palabna. Si

ya no hay intereses
particulares que
se concuerden

entre
sí en

las relaciones priva­
das, no hay sino individuos anónimos a quienes un Poder anó­
nimo, omnipotente y
ubicuiseent~ ordena
mecánicamente
sus re­
laciones. Es la sociedad de insectos~ «la perfecta y definitiva ter­
mítera», hacia

la cual vamos a
grandes pasos. Y,

como un Poder
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anonnno es una ficción, es el reino de las apetencias de poder
disimuladas detrás de la cortina de humo de viejas palabl'as que
han
Perdido su

significación ...
» (págs. 113 y sigs.).
« Desplazando continuamente los límites que separan lo pÚ•
hlico de lo privado, el Estado extiende y
acl'ecienta su potencia,
pero

como no actúa así, sino bajo la presión de los grupos eco·
nómicos, la contrae y la enerva. Su potencia se dilata en la me·
dida en que es
menos Estado, poder

supremo al servicio del bien
público. Si
dirige ca:da vez

más, es en la medida en que el mis•
mo es más dirigido. Realizando
tal'eas para

las cuales no
ha sido
hecho,

se desgasta y extenúa. Un lógico diría que pierde en com­
prensión lo

que gana en extensión. Apartándose más de su mi­
sión natural, que le encamina a
fo. defensa y perfeccionamiento
del bien común, se vacía de su propia sustancia,
y su vacuidad
es llenada inmediatamente por
intereses particulares
que en
se­
guida lo destruyen aún más. A pesar de sus disputas y sus lu­
chas, éstos están
coaligados contra él. Extendiendo el campo de
su acción, lo paralizan. Al límite, el Estado que haya invadido
todo
el ámbito

de
lo privado no será ya un Estado, sino un
enorme poder

despótico ejercido sobre una inmensa máquina
industrial y

destinado únicamente a -perpetuar el monopolio de
aquéllos que, de un modo cualquiera, se hubieran apoderado de
ella. Toda
la noción del bien particular y del bien común se
habrá desvanecido; ya no
tendrá a
la vista ningún otro bien,
slilvo aquel,

excluyente
de todo otro, de sus detentadores. Esto
será el
poder discrecional e

ilimitado de una asociación de mal­
hechores. No será ya un Estado más que por la usurpación del
nombre. El estatismo es la muerte del Estado»
(págs. 117

y sigs.).
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