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Número 87-88

Serie IX

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II. Sobre la tecnocracia

lidad de lo real y el sentido absoluto de la vida, se anunciaría
estéril y fragmentariamente
el mensaje del Corazón de Cristo,
síntesis del evangelio del Reino,
si se olvidase

su constitutiva in­
serción en el dinamismo de anhelo y
esperanza hacia

el reinado
del amor de Cristo sobre la universal sociedad humana .

Es decir,

precisamente por la promesa con la que
Dios con gratuita misericordia, con independencia de
to-da obra Y
mérito

humano, con anterioridad a toda justicia por la
ley, y
con
sobel'ana liberalidad

frente a la grandeza
y sabiduría de los
hombres quiso

formarse un pueblo
según sus
designios.
El Israel de Dios
de la nueva alianza es también el pueblo
de los pobres de·
Dios, para los

que es bueno
Y ahwe. La satánica
deformacíón·ebionita que nutre la más tremenda tentación contem­
poránea, no podrá, con toda la fuerza de su
engaño, substituir

el
anhelo de los que confían en el Dios de
Israel. De

los que
«com­
padecen»

el - gemido de Aquel cuya tragedia, que traspasa
los si­
glos
y por la que es contemporánea de to-das las generaciones y
protagonista de la historia universal, contiene en--sí todos los do­
lores de la humillación y del sufrimiento, de la
opresión y
de la
injusticia.
II. SOBRE LA TECNOCRACIA.
LBS panaceas terrenales que al mundo de hoy se le ofrecen para su au-­
torreden'Ción, para el lo{J'"o del paraíso en -la tierra, se centran fu.ndamen-­
talmente en tos mitos tecnacráNco y socialista.
"Sobre la tecnocracia" es precisamente el título de un artículo publi~
caclo po,, Sa1vad= Milkt y Bel, en La Vanguardia Espa!ic,la 30 de mayo de 1970: y de él reproducimos a continuación la. parle que
nos parece más sustencial.
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En busca de una definición más actual, más real y más viva
del fenómeno tecnocrátieo nos hemos de dirigir, necesariamente,
a
ese país

vecino cuya maycir pasión, desde mucho antes de Des­
cartes, es

la pasión por las definiciones. Por mi parte me rindo
incondicionalmente ante las definiciones del Larousse y del Ro­
hert.
Según el primero,

los tecnócratas son «unos técnicos que
dirigen los asuntos púhlieos o privados sin tener demasiado en
cuenta los valores humanos».
SegÚn el segundo, la tecnocracia es
«un sis-tema

político en el cual los técnicos tienen un poder pre-
Fundaci\363n Speiro

dominante en detrimento de la vida política propiamente dicha».
1
MagnÍficas definiciones
que los intelectuales franceses con
«es­
prit»
--con

sentido del humor y vocación de libertad- van pulien­
do y perfeccionando día a día! Faltos de
es-pacio y

memoria,
nos limitaremos a reportar algunas de las que tenemos fichadas. La de Alain Murcier, por ejemplo, que en «Le Monde» nos dice,
acaso con excesiva dureza, que un tecnócrata es «un técnico que
gobierna no
sólo las

cosas
sino también
las
personas y, éstas
de

la misma forma que aquéllas: sin
entraiías». O la de Paul
Valery, super humorística,
según la

cual un tecnócrata es «un
técnico que

se equivoca
según las reglas». O

la de Pinay -el que
siempre
desconJió de

los
politécnicoS,--, según

la cual un tecnócrata
es «un homhre

que conoce el peso,
la cantidad y el precio de
todo, pero que no sabe el valor de nada». O, en fin,
la de Georges
Elgozy, según la

cual un tecnócrata es «un técnico capaz de en­
señar incluso aquello
que ignora:

la
gestión, el

beneficio,
la pro­
ductividad. .. la paciencia y la resignación».
EL PELIGRO DE LA MISTICA TECNOCRACIA
Dejando de lado la exageración que pueda haber en esas defi­
niciones -pensar
es ,s.iempre exagerar

un poco-, no hay duda
que ellas
tradllcen el

peligro que se esconde detrás de_ la mística
tecnocriitica. En
realidad eS el

mismo peligro que se oculta detrás
de toda mística: el
peligr~ de

la intolerancia, El técnico -sobre
todo el buen técnico-
«conoce» la

solución de los problemas,,
piens_a que su solución
es definitiva

y absoluta
y, si
tiene poder,
tiende a imponerla. El técnico
~o d_uda

jamás porque, si dudara,
si vacilara, demostraría no ser un buen técnico.
En contraste con
el

buen político, siemp·re
dis-puesto a

reetificar, el buen técnico,
sobre todo si
se dobla

de burócrata, no rectifica nunca. De aquí,
precisamente, la paradoja de que un gobierno de técnicos sea, casi
siempre, mucho menos progresivo que un gobierno de políticos.
Para el tecnócrata la política es una actividad secundaria, casi
despreciable. Impropia de la época
qne nos ha sido dado vivir.
Según
la conocida tesis tecnocrática, la· «política» estropea siem•
pre
lo que la «técnica» conquista. Así, pues, dice el tecnócrata,
nada de política ni de políticos;
lo que verdaderamente importa
es despolitizar
.todos los

problemas . económicos y_ sociales y resol­
verlos con los enormes medios técnicos- que están a nuestro al­ cance. Sin duda alguna esta
tef>is tiene

su atractivo para mu­
cha gente sencilla, para los
políti'cos cansados

y,
desde luego,
para
las huestes

de técnicos con ansia de poder. Admitiremo-s,
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incluso, que en determinados momentos históricos -pocos y cor­
tos--esa tesis pueda haber encontrado

su justificación. Sin embar­
go, parece
evidente que

todos
los grandes problemas económicos o
sociales que preocupan a la sociedad y a cuya solución los técnicos
pueden aportar

su muy
estimable ayuda, son, en última instancia,
problemas de
convivencia humana y, por lo tanto, problemas
esencialmente políticos •
No, no negaremos el pan
y la sal a los técnicos. Pero no nos
cansaremos de afirmar que para resolver
los problemas
de go­
bierno de
nn país, la

Política
-sí, en mayúscula-y los políti­
cos, son indispensables,
Permitamos, en buena hora, que los téc­
nicos

establezcan un orden. Permitamos que los técnicos nos orien­
ten hacia la proximidad visible y la necesidad inmediata pero
dejemos que sean
los-políticos quienes nos guíen hacia las gran•
des y lejanas metas. Permitamos o, mejor dicho, exijamos a los
técnicos que persigan la máxima
efic'acia pero
escojamos políti­
cos que busquen incansablemente
la mayor juridicidad. Dejemos
que los técnicos experimenten en
sus laboratorios,' pero busque­
mos políticos que tengan experiencia. Busquemos para nuestras
industrias técnicos audaces y con imaginación, pero confiemos
el
gobierno del país a políticos prudetites y que tengan memoria.
Busquemos

para
gobernar nuestra nación

políticos
que luchen in·
cansahlemente contra las quimeras y las utopías que incesante­
mente surgen en nuestro mundo enloquecido
y dejemos que
-fuera del

gobierno- los técnicos trabajan para
convertir aquellas
quimeras

en realidad.
Dejemo~ en

fin. que
los técnicos se esfuer­
cen

en hacer
habitable la luna pero permitamos que sean los
políticos los encargados de
hacer más
llevadera la vida
aquí en
la tierra.
111. ¿Qu:á. ES EL SOCIALISMO?
La otra via de redención terren.al que nos ofrece el mundo de hoy es
la

del
socialismo. Pero, ¿qué es e1. socialismo? Nuestro amigo Louis Salle..,
ron nos lo explica. can claridad y -real.ismo en un artículo titulado La
France va,.t..,elle au socialisme?, que ltineraires ha publi.cado en su nú,ne ..
ro 143 de mayo de 1970, y que, sin su:prknic más que su introducción. y
sus conclus~ones relsJlvas a la pregunta ()!anteada, traducimos a conti-­
nuación.
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El primer carácter es referente a la propiedad. El socialismo
es
el

régimen que suprime
la propiedad privada de los medios
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